Está en la página 1de 26

UNIVERSIDAD CENTRAL DE QUERÉTARO

DIPLOMADO EN TANATOLOGÍA

INFLUENCIA DE LOS VÍNCULOS DE APEGO SOBRE EL PROCESO


DE DUELO EN LOS ADULTOS

Profesora

Patricia Gudiño Cerrano

María Isabel Durán Pérez

Alumno

Vanessa Novoa Ortiz


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 2
JUSTIFICACIÓN 3
PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN 4
OBJETIVOS 5
APEGO 6
TIPOS DE APEGO 6
TEORÍA DEL APEGO 8
SISTEMAS CONDUCTUALES Y MOTIVACIÓN 9
ESTRUCTURACIÓN DE LOS VÍNCULOS DE APEGO 9
PARTICIPACIÓN DEL NIÑO/A EN EL PROCESO DE APEGO 10
FASES DE CONTRUCCIÓN DEL APEGO 10
DUELO 11
MANIFESTACIONES DEL DUELO 11
FASES DEL DUELO 12
FORMAS DIFERENTES DE DUELO 14
FACTORES QUE DETERMINAN LA RESPUESTA A LA PÉRDIDA O DUELO 16
ELABORACIÓN DEL DUELO 18
RECOMENDACIONES PARA EL MANEJO DEL DUELO 22
CONCLUSIÓN 23
BIBLIOGRAFÍA 24

1
INTRODUCCIÓN

La vida es un proceso dinámico de pérdidas y ganancias, lo cual requiere de una continua


adaptación y ajustes, principalmente por la necesidad del hombre de crear vínculos para
crecer y desarrollarse, es decir, evolucionar. Cuando los vínculos afectivos se rompen por
una situación de perdida, comúnmente son radicales y definitivas, generan un impacto en
las diversas dimensiones de la persona desde lo físico, emocional, cognitivo, conductual,
social y espiritual, por lo que el dolor por la pérdida se determinara por la influencia del
vínculo afectivo, es decir, el apego previamente creado hacia el objeto o persona, donde
también tendrá cabida los vínculos creados en los primeros años de vida del hombre.

Deacuerdo a Ainsworth, Main y Solomon, Galán, Bowly, entre otros nos refieren la
construcción y/o participación del niño en el apego y del impacto que puede existir en la
vida adulta, esto según al tipo de apego, los cuales presentan variaciones según él autor
referido. Por lo que el apego es un punto clave en todo proceso de duelo, ya que si no
existiera ningún apego hacia una persona, animal, cosa, objeto o ideal, realmente el duelo
no existiría, pero debemos entender que el hombre cuenta con características que lo
determinan como un ente social y que no es un sujeto que deba vivir en solitario.

Otro aspecto importante es que superar un duelo requiere tiempo y un gran esfuerzo
personal, además de entender que cada duelo es único y personal y que El esfuerzo que
debe hacer el doliente para superar la pérdida de forma “normal” es lo que varios autores
han denominado “trabajo de duelo” y el trabajo de duelo incluye: estar activo, expresar
los sentimientos, construirse una nueva identidad y rehacer la vida.

Por lo que en este trabajo se abordan aspecto desde la teoría del apego, estructuración
de vínculos de apego, tipos de apego, el duelo y demás, con el fin de brindar un
panorama amplio e informado del tema y poder generar un conocimiento del duelo y la
influencia e importancia de los apego, los cuales pueden determinar a ayudar una
resolución optima de los duelos presentados.

2
JUSTIFICACIÓN

En las vida diaria el hombre se enfrenta a un sin fin de pérdidas a lo largo de su existencia
y normalmente no se educa en casa cómo afrontar estas pérdidas, por lo cual en este
trabajo se busca explicar la influencia de los vínculos de apego sobre el proceso de duelo
en la vida del hombre mediante la identificación de los tipos de apego y una propuesta de
recomendaciones y/o alternativas para el manejo de las pérdidas y los duelos desde la
perspectiva tanatología.

El proceso de duelo no afecta únicamente a las pérdidas por fallecimiento, sino también a
pérdidas vitales como la pérdida de empleo y sueldo, de una casa, una ruptura de pareja
o cualquier otro proceso que suponga un cambio evolutivo importante.

De acuerdo a estudios realizados en España, cada año mueren 9 personas por cada
1.000 habitantes y hay un promedio de 6 personas afectadas por muerte. Alrededor de un
10% de las personas en duelo desarrollan un duelo complicado o patológico.

A esto se une que las personas con sintomatología por duelo patológico presentan un
mayor índice de hospitalizaciones y un número más elevado de bajas laborales. El duelo
puede también aumentar el riesgo de muerte por enfermedad cardiaca y suicidio, así
como ser el causante de una gran variedad de enfermedades psicosomáticas y trastornos
psiquiátricos. Entre éstos últimos, los más habituales son las depresiones reactivas o
neuróticas y los trastornos por ansiedad generalizada o las crisis de ansiedad.

Además en México la tanatología sigue siendo un área donde se encuentra campos


desconocidos e incluso la magnitud o alcances que esta tiene, por lo que sería
fundamental brindar conocimientos a la población sobre lo que se vive día con día y pocos
conocemos.

3
PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN

¿Cuál es la influencia que tienen los vínculos de apego en los adultos ante el proceso de
duelo y la pérdida?

¿Por qué es difícil aceptar el perder algo en la vida?

4
OBJETIVOS

General

Explicar la influencia de los vínculos de apego sobre el proceso del duelo.

Específicos

● Describir las fases del duelo.


● Identificar los tipos de apegos.
● Relacionar el apego y el proceso de duelo.
● Proponer alternativas y/o recomendaciones para el manejo de la pérdida.

5
Apego

El apego es el punto clave de todo proceso de duelo. En afecto, si no existe ningún apego
hacia una persona, un animal, una cosa, un objeto o un ideal, realmente, el duelo no
existe. El término apego fue introducido por Bowly (1998, citado en Repetur y Quezada,
2005), posteriormente fue estudiado por Ainsworth (1979, citado en Repetur y Quezada,
2005) y es actualmente utilizado por los teóricos del desarrollo y del vínculo (Repetur y
Quezada, 2005). El vínculo del apego proviene de la necesidad que los humanos tenemos
de protección y seguridad; se desarrolla a una edad temprana, siendo el primer vínculo el
que establece un niño con su madre; se dirige a unas pocas personas, aunque el vínculo
con éstas puede ir variando a lo largo de la vida, así como vamos estableciendo nuevos
vínculos a medida que crecemos, a la vez que vamos dejando otros atrás.

Aunque existen diferencias importantes entre el apego de los niños a su cuidador y el


apego entre adultos, la capacidad de utilizar a la figura de apego como base de seguridad
se mantiene a lo largo de toda la vida. Entre adultos, la figura de apego es una persona
con quien podemos contar, y que puede contar con nosotros. Alguien a quien nos
sentimos cercanos, próximos, en sintonía. En los niños se trata de una relación especial
que éste establece con un número reducido de personas. Es un lazo afectivo que se
forma entre él mismo y cada una de estas personas, un lazo que le impulsa a buscar la
proximidad y el contacto con ellas a lo largo del tiempo.

Tipos de apego

Ainsworth (1979, citado en Repetur y Quezada, 2005) desarrolló los principales tipos de
apego a raíz de sus estudios sobre los tipos de relaciones de numerosas familias y, por
tanto, el grado de apego entre los bebés y las madres de dichos núcleos familiares. Con
base a sus observaciones estableció los siguientes tipos:

Apego seguro: La persona se ha criado en un entorno seguro y afectivo, con las


necesidades propias de protección y cuidado cubiertas. La persona con este tipo
de apego tenderá a mostrar más confianza en sí misma, seguridad y facilidad para
establecer relaciones sociales sanas.

Apego ansioso-evitativo: en la infancia, el menor no se ha sentido protegido ni


cuidado, a nivel afectivo, por su madre, la cual se ha mostrado insensible ante sus
demandas de acercamiento, proximidad…y pasiva, sin ejercer ningún tipo de

6
estimulación positiva en el menor. Las personas criadas según este tipo de apego
suelen mostrarse distantes ante los demás y tienden al alejamiento físico.

Apego ansioso-ambivalente: durante la crianza el menor ha tenido respuestas


ambivalentes por parte de su madre, la cual en ocasiones se mostraba cercana,
cálida y próxima en el menor y en otras ocasiones, ante la misma situación,
mostraba una total despreocupación e interés. Los estudios nos describen a estos
niños como ansiosos, hipersensibles, con respuestas desproporcionadas y escasa
tolerancia a la frustración.

Los tres tipos de apego descritos por Ainsworth han sido considerados en la mayoría de
investigaciones sobre el apego.

Main y Solomon (1986, citado en Escudero, 2013) señalan la existencia de un cuarto tipo:

Apego desorganizado: se definen dos tipos de pautas de crianza dentro de este


contexto del apego desorganizado:

Tipo atemorizante-autorreferente: el menor se ha criado con padres calificados


de intrusivos, agresivos, con escasa o nula empatía al menor. Se describen niños
que se muestran agresivos, manipuladores, con tendencia a castigar a sus
iguales.

Tipo atemorizado-inversión de roles: hace referencia al tipo de crianza en que


los padres han depositado la responsabilidad y la labor de crianza en el propio
niño. Los expertos describen a estos niños como complacientes, con tendencia a
la soledad y una alta inhibición en algunas relaciones interpersonales.

Con el fin de establecer una relación entre el tipo de apego del menor respecto al tipo de
apego que experimentaron sus progenitores, George, Kaplan y Main (1985, citado en
Oliva, 2004) diseñaron un cuestionario en el que se preguntaba a los sujetos por el
recuerdo de sus experiencias de apego durante su infancia, teniendo en cuenta,
principalmente, la interpretación y elaboración que hacían de las mismas. Obtuvieron las
siguientes categorías:

Padres seguros o autónomos que muestran coherencia y equilibrio en su


valoración de las experiencias infantiles, tanto si son positivas como si son
negativas. Este tipo de padres suelen ser afectuosos y cálidos con sus hijos. Estos
modelos se corresponderían con el tipo de apego seguro encontrado en niños.

7
Padres preocupados: viven sus recuerdos infantiles con mucha intensidad y
suelen expresar rabia acumulada hacia sus padres. En la relación con sus hijos
tienden a un comportamiento ambiguo y un tanto caótico, con cierta represión
hacia la conducta exploratoria del menor.

Padres rechazados: tienen tendencia a idealizar la relación con sus padres y a


ser superficiales en la expresión de sus sentimientos y emociones. En la relación
con sus hijos se pueden mostrar distantes e incluso manifestar conductas de
rechazo hacia ellos.

Algunos estudios encuentran una cuarta categoría: padres no resueltos, que serían el
equivalente del apego inseguro desorganizado/desorientado. Se trata de sujetos que
presentan características de los tres grupos anteriores.

Respecto a los diferentes tipos de apego Galán (2010) advierte que no se debe caer en el
error de esperar una reproducción literal de las respuestas de comportamiento ni
considerarlo como una clasificación de la personalidad. Se trata más bien de una guía que
nos puede ayudar a entender ciertas tendencias de vinculación en las relaciones afectivas
y como éstas se van trasmitiendo de padres a hijos. Este autor destaca que si
descubrimos los elementos que permiten la transmisión de formas problemáticas de
apego podremos orientar con mayor eficacia las intervenciones.

Diversos estudios e investigaciones, como los realizados por Soares y Dias (2005),
señalan que la aparición de los trastornos de apego asociados a experiencias traumáticas
en la infancia puede producir consecuencias negativas que se prolongan con el tiempo si
no son debidamente tratadas en su momento, como la dificultad de poder establecer
relaciones afectivas maduras y equilibradas en el futuro. El tipo de apego que una
persona ha vivido en su infancia puede generar un círculo vicioso al revivirse de forma
continua en las relaciones con los demás, ya que establecen un patrón de respuesta y
expectativas respecto a las relaciones más cercanas.

Teoría del apego

“Lo que por motivos de conveniencia denominó teoría del apego es una forma de
conceptualizar la tendencia de los seres humanos a crear fuertes lazos afectivos con
determinadas personas en particular y un intento de explicar la amplia variedad de formas
de dolor emocional y trastornos de la personalidad, tales como la ansiedad, la ira, la

8
depresión y el alejamiento emocional, que se producen como consecuencia de la
separación indeseada y de la pérdida afectiva”. (John Bowlby, 1977)

“Es una forma de conceptualizar la propensión de los seres humanos a formar vínculos
afectivos fuertes con los demás y de extender las diversas maneras de expresar
emociones de angustia, depresión, enfado cuando son abandonados o viven una
separación o pérdida”. (John Bowlby, 1998)

“Un lazo afectivo entre el niño y quienes le cuidan y un sistema conductual que opera
flexiblemente en términos de conjunto de objetivos, mediatizado por sentimientos y en
interacción con otros sistemas de conducta". (Sroufe y Waters. 1977)

“El apego es el lazo afectivo que se establece entre el niño y una figura específica, que
une a ambos en el espacio, perdura en el tiempo, se expresa en la tendencia estable a
mantener la proximidad y cuya vertiente subjetiva es la sensación de seguridad". (Ortiz
Barón y Yarnoz Yaben, 1993)

Sistemas conductuales y motivación

Los sistemas conductuales o motivacionales son entendidos como un conjunto de


respuestas o un repertorio de conductas que tienen el objetivo de promover la satisfacción
y regulación de las necesidades básicas.

Están programados genéticamente y son modelados por el ambiente. Favorecen la


supervivencia del individuo y de la especie.

Los sistemas son:

● Sistema de apego. Búsqueda protección por personas específicas.


● Sistema de afiliación (a grupos).
● Sistema de alimentación.
● Sistema sexual.
● Sistema exploratorio

Estructuración de los vínculos de apego

El apego es el vínculo afectivo que se infiere de una tendencia estable a buscar la


proximidad, el contacto, etc. Subyace a las conductas que se manifiestan no de una forma
mecánica sino en relación con otros sistemas de conducta y circunstancias ambientales.

9
Los vínculos que genera el apego se establecerían en base a tres elementos:

Conductas de apego

Resultado de las comunicaciones de demanda de cuidados. El bebé permite y


busca que la madre o cuidador/a principal se acerque y permanezca con él.

Sentimientos de apego

Es la experiencia afectiva que implica sentimientos referidos tanto a uno mismo


como a la figura de apego. Introduce expectativas sobre cómo el otro se
relacionará con nosotros. Una buena relación de apego comporta sentimientos de
afirmación y seguridad.

Representación mental

Es la representación interna que hace el niño de la relación de apego: los


recuerdos de la relación, los “modelos operativos internos”. Son una construcción
de un conjunto de representaciones interactivas que tienen cierto grado de
estabilidad.

Participación del niño/a en el proceso de apego

Se caracteriza por la búsqueda de proximidad con las personas con las que está
vinculado y los contactos sensoriales privilegiados que se establecen entre el niño/a y
cuidadores principales.

La presencia de a figura de apego aporta una seguridad (base segura) que favorece la
exploración por parte del niño.

Ante la separación, el niño experimenta ansiedad, que se manifiesta por una activación
de los esfuerzos para atraer a la figura de apego, seguidos de sentimientos de protesta,
desolación y abandono frente a su pérdida.

Fases de la construcción del apego

0 a 6 meses: se produce la construcción y reconocimiento de la figura de apego.

6 meses a 3 años: comienza la experimentación y regulación del apego: Mediante


la búsqueda ante amenaza. Es posible el alejamiento y la exploración en
momentos o fases “tranquilas”.

10
Al final del 1º año se produce la internalización de la relación de apego; se
produce la estabilidad no sólo en el niño-a sino también dentro de la familia.

3 años en adelante: activación del apego: la figura de apego es percibida como


“separada”, lo cual genera comportamientos complejos activadores del apego para
evitar la separación. Es un mecanismo más sutil y cualitativamente distinto del
enfado o la rabia. De este modo se produce el reapego a nuevas figuras (tanto
adultos como pares)

Vida adulta: apego entre pares. En la pareja se produce la manifestación del


apego entre iguales, que no predomina tanto como en la infancia. Puede incluir
relaciones sexuales.

Duelo

El duelo, del latín dolus: dolor, puede ser definido como el proceso por el que atraviesa
una persona ante la muerte de un ser querido. Hay muchas y variadas definiciones sobre
el duelo y no siempre van unidas, o están relacionadas, con la muerte. Payás (2010)
define el proceso de duelo como la pérdida de relación, la pérdida del contacto con el otro,
que rompe el contacto con uno mismo. Podemos atravesar distintos procesos de duelo a
lo largo de toda nuestra vida: desde la muerte de un ser querido, la ruptura con nuestra
pareja o de aquel amigo de la infancia que de pronto se convierte en un desconocido, una
mudanza, un cambio de trabajo o el niño que de pronto se da cuenta de que no es tan
niño y que aquellos juegos que antaño le divertían ya no colman su alegría.

Manifestaciones del duelo

Sentimientos: Tristeza, soledad, añoranza, ira, culpabilidad, auto reproche.

Sensaciones físicas: Estómago vacío, Tirantez en tórax o garganta,


hipersensibilidad a los ruidos, sentido de despersonalización, sensación de
ahogo, boca seca.

Cogniciones o pensamientos: Incredulidad, confusión, preocupación,


presencia del fallecido, alucinaciones visuales y auditivas.

Comportamientos o Conductas: Sueño con el fallecido, trastornos del


apetito por defecto o por exceso, conductas no meditadas dañinas para la

11
persona (conducción temeraria), retirada social, suspiros, hiperactividad y
llorar, frecuentar los mismos lugares del fallecido.

Fases del duelo

El sufrimiento causado por la pérdida constituye, en muchos casos, según Cabodevilla


(2008), una experiencia penetrante hasta el núcleo de nuestro ser, como muy pocas otras
cosas pueden hacerlo. Aunque las personas experimentamos y expresamos las pérdidas
de diferente manera, la mayoría de autores coinciden en que se trata de un proceso que
atraviesa por distintas fases o etapas que suelen ir acompañada de una serie de
emociones y sentimientos, los cuales difieren según la fase en la que se encuentre el
individuo.

De acuerdo a Elisabeth Kübler Ross describe cinco etapas, siendo las siguientes:

Negación: En esta etapa es probable que las personas se sienten culpables


porque no sienten nada; se apodera de ellas un estado de entumecimiento e
incredulidad.

Enojo o ira: se puede expresar externamente. El enojo puede proyectarse hacia


otras personas o interiormente expresarse en forma de depresión, culpar a otro es
una forma de evitar el dolor, aflicciones y desesperación personales de tener que
aceptar el hecho de que la vida deberá continuar.

Negociación: se da en nuestra mente para ganar tiempo antes de aceptar la


verdad de la situación, retrasa la responsabilidad necesaria para liberar
emocionalmente las pérdidas.

Depresión: es el enojo dirigido hacia adentro, incluye sentimientos de


desamparo, falta de esperanza e impotencia.

Aceptación: se da cuando después de la pérdida se puede vivir en el presente,


sin adherirse al pasado.

Kübler Ross expresa que aunque generalmente estas etapas son dadas en el
orden identificado y son comunes en todos los seres humanos cuando nos vemos
obligados a ajustarnos a los cambios en nuestras vidas sean positivos o negativos, no
podemos perder de vista que las personas somos seres únicos, no todas pasan por estas

12
etapas en la misma forma ni con la misma duración, quizá nos encontremos en una
etapa y regresemos constantemente a otra.

Del mismo modo Bowlby ha sido un estudioso del tema del apego y la pérdida, él realiza
una clasificación que ordena el proceso del duelo, distinguiendo cuatro fases:

Fase de embotamiento, que dura habitualmente entre algunas horas y una


semana y que puede ser interrumpida por descarga de aflicción o de ansiedad
extremadamente intensas.

Fase de anhelo y búsqueda de la figura perdida, que dura varios meses


y con frecuencia, años. Muchas de las características de esta fase han de ser
consideradas, no sólo como aspectos de pesar, sino también de la búsqueda
efectiva de la figura pérdida, que va unida al comportamiento de apego que
es una forma de conducta instintiva que se desarrolla en la persona como un
componente normal y sano. En tal caso, siempre que una figura a la que se está
apegado está inexplicablemente ausente, la ansiedad de separación como
respuesta natural es inevitable.

Fase de desorganización y desesperación: Algún tiempo después de la


pérdida, al imponerse la noción de la realidad, se intensifican los
sentimientos de desesperanza y soledad, la persona acepta finalmente la
muerte y cae inevitablemente en una etapa de depresión y apatía.

Fase de un grado mayor o menor de reorganización: esta última fase se


inicia aproximadamente luego de un año de ocurrida la pérdida. El deudo se
encuentra en condición de aceptar la nueva situación y es capaz de
redefinirse a sí mismo y al nuevo contexto, el cual no incluye a la persona
perdida. Esta redefinición de sí mismo es tan penosa como determinante, ya
que significa renunciar definitivamente a toda esperanza de recuperar a la persona
perdida y volver a la situación previa. Hasta que no se logra esta nueva definición,
no pueden hacerse planes de futuro.

No hay un tiempo estipulado para cada etapa pues todo ello depende de cada persona y
de las circunstancias que le rodean en el momento de la pérdida. El dolor tiene sus
tiempos, sus ritmos, las etapas de la vida se van sucediendo unas a otras sin apenas

13
darnos cuenta de ello, vamos dejando atrás situaciones, personas, vivencias, y cada una
de ellas va dejando una impronta, un sello que va forjando nuestra identidad.

Formas diferentes de duelo

La presencia o no de duelo patológico se va a caracterizar, fundamentalmente, por la


intensidad y la duración de la reacción emocional. Por lo tanto, sí es posible señalar que
hay un duelo “normal” y otro “patológico”, de acuerdo con la intensidad del mismo y su
duración.

Parece que las personas que en su niñez más temprana no han sido estimuladas y
ayudadas a ser personas individuales, con su identidad separada, posteriormente tienen
dificultades para desprenderse, tienden a aferrarse, y por eso les resulta tan difícil
elaborar el duelo. Algunas formas de duelo más comunes:

Duelo normal. Es el más frecuente, y se caracteriza por diferentes vivencias en


todas las dimensiones de la persona, pero que bien podríamos resumir siguiendo
las consideraciones de Kaplan sobre características del duelo normal:

• •Aturdimiento y perplejidad ante la pérdida.


• •Dolor y malestar.
• •Sensación de debilidad.
• •Pérdida de apetito, peso, sueño.
• •Dificultad para concentrarse.
• •Culpa, rabia.
• •Momentos de negación.
• •Ilusiones y alucinaciones con respecto al fallecido.
• •Identificación con el fallecido.

Duelo anticipatorio. Es un tipo de duelo en el que el deudo ya ha empezado la


elaboración del dolor de la pérdida sin que esta haya ocurrido todavía. Es una
forma de anticipar la pérdida que irremediablemente ocurrirá en un corto periodo
de tiempo. Este tipo de duelo es relativamente frecuente cuando el ser querido se
encuentra en una situación de terminalidad, aunque no haya fallecido. Es una
forma de adaptación a lo que va a llegar.

Duelo crónico. El deudo se queda como pegado en el dolor, pudiéndolo arrastrar


durante años, unido muchas veces a un fuerte sentimiento de desesperación. La

14
persona es incapaz de rehacer su vida, se muestra absorbida por constantes
recuerdos y toda su vida gira en torno a la persona fallecida, considerando como
una ofensa hacia el difunto restablecer cierta normalidad.

Duelo congelado o retardado. Se le conoce también como duelo inhibido o


pospuesto. Se presenta en personas que, en las fases iniciales del duelo no dan
signos de afectación o dolor por el fallecimiento de su ser querido. Se instaura en
el deudo una especie de prolongación del embotamiento afectivo, con la dificultad
para la expresión de emociones. En el duelo congelado, a los deudos les cuesta
reaccionar a la pérdida.

Duelo enmascarado. La persona experimenta síntomas (somatizaciones) y


conducta que le causan dificultades y sufrimiento, pero no las relaciona con la
pérdida del ser querido.

En este tipo de duelo, el deudo acude frecuentemente a los médicos aquejados de


diferentes disfunciones orgánicas, pero calla el hecho de su pérdida reciente, ya
que no lo relaciona con ello.

Duelo exagerado. También llamado eufórico. Este tipo de duelo puede adquirir
tres formas diferentes.

Caracterizado por una intensa reacción de duelo. En este caso habrá que estar
atentos a las manifestaciones culturales para no confundirlo con ellas.

Negando la realidad de la muerte y manteniendo, por lo tanto, la sensación de


que la persona muerta continua viva.

Reconociendo que la persona sí falleció, pero con la certeza exagerada de que


esto ocurrió para beneficio del deudo.

Duelo ambiguo. La pérdida ambigua es la que más ansiedad provoca ya que


permanece sin aclarar. Existen dos tipos de pérdida ambigua. En el primero, los
deudos perciben a determinada persona como ausente físicamente pero presente
psicológicamente, puesto que no es seguro si está viva o muerta, ya que no se ha
localizado el cuerpo. Esta forma de duelo ambiguo aparece muy frecuentemente
en catástrofes y desparecidos por distinta índole.

15
En el segundo tipo de pérdida ambigua, el deudo percibe a la persona como
presente físicamente pero ausente psicológicamente. Muy común en personas con
demencias muy avanzadas o que han sufrido daño cerebral y se encuentran en
estado vegetativo persistente.

Factores que determinan la respuesta a la pérdida o duelo

Durante el proceso de la elaboración del duelo y de las condiciones que lo


facilitan o lo perturban, Worden (2002) señala como los principales determinantes
del duelo los siguientes:

Quién era la persona fallecida: Su parentesco, la intensidad de la relación,


roles desempeñados por ambos, etc. nos dan una idea del alcance de la pérdida.
El estilo relacional determina también en gran medida la respuesta al duelo,
siendo los casos más complicados aquellos en los que el deudo dependía en
gran medida del fallecido, cuando la relación entre ambos era ambivalente y
cuando quedaban entre ellos conflictos no resueltos.

La naturaleza del apego: (la intensidad del vínculo). La reacción emocional


aumentará su gravedad proporcionalmente a la intensidad de la relación afectiva.
La ambivalencia en la relación: en cualquier relación íntima siempre hay cierto
grado de ambivalencia. Básicamente se ama a la persona pero también coexisten
sentimientos negativos. Normalmente en una relación altamente ambivalente,
como señala Worden (2002), existe una cantidad tremenda de culpa, unida a una
rabia intensa por el hecho de que el fallecido le haya dejado solo/a. Los
conflictos con el fallecido son también determinantes.

Tipo de muerte: Saber cómo murió la persona nos puede aportar


información sobre cómo va a elaborar el duelo la persona superviviente.
Tradicionalmente las muertes se han catalogado bajo las categorías NASH:
natural, accidental, suicidio y homicidio. Otras dimensiones asociadas con el
tipo de muerte incluyen dónde se produjo la muerte a nivel geográfico, si ocurrió
cerca o lejos y si había algún aviso previo o se trata de una muerte inesperada.
También se tiene en cuenta si se han dado pérdidas múltiples, como, por ejemplo,
cuando mueren varios miembros de una misma familia en un accidente de tráfico.
Si se trata de una muerte ambigua, como es el caso de personas

16
desaparecidas de las que se desconoce su paradero y que después de un
tiempo se dan por muertas; o si es una muerte estigmatizada.

Antecedentes históricos: Si ha tenido pérdidas anteriores y cómo se elaboraron


dichos duelos. Es importante conocer la historia de salud mental previa de
la persona, si tiene, o ha tenido, tendencia al abuso del alcohol o drogas u
otros comportamientos adictivos o perjudiciales para su salud. Neimeyer
(2001) señala que la “lista de experiencias recientes” de Holmes y Rahe
permite recopilar un listado y una valoración de los acontecimientos
cambiantes que se produjeron seis meses y/o un año antes de la muerte.
Concluye que las personas con un número grande de cambios ante el duelo
tendrán más dificultades con el mismo. Sin embargo resalta que el mero
listado de las crisis vitales es insuficiente, también es necesario evaluar
cómo creen las personas que les afectan esas crisis vitales.

Variables de la personalidad: Bowlby (1980,citado en Worden, 2002) incluye


variables como la edad y el sexo de la persona, antecedentes de cómo ha
manejado otras situaciones de crisis en su vida y la capacidad de
resilencia. También se tendrá en cuenta el estilo de apego desarrollado en la
infancia como guía para saber qué tipo de comportamientos pueden
desencadenarse tras la pérdida. Las creencias y valores de la persona
también pueden influir en la forma en que el deudo va a elaborar el proceso de
duelo.

Variables sociales: Neimeyer (2001) considera que la subcultura étnica y social


son sólo dos entre muchas. Este autor señala la importancia de conocer los
antecedentes sociales, étnicos y religiosos del superviviente. El grado de apoyo
emocional y social percibido que se recibe de los demás, tanto dentro como fuera
de la familia, es significativo. La mayoría de estudios encuentran que aquellos
que progresan menos en el duelo tienen un apoyo social inadecuado o
conflictivo.

Tensiones presentes: Cambios simultáneos y crisis que surgen después de


la muerte, incluyendo graves cambios económicos.

17
Elaboración del duelo

Nadie decide conscientemente cómo reaccionará ante una pérdida. En la elaboración del
duelo influyen determinados factores, tanto internos como externos. La respuesta del
individuo podrá estar determinada por el tipo de personalidad, la experiencia acumulada
durante la vida, y su actitud ante el mundo. También los compromisos cognitivos
mantenidos a nivel racional y ciertas decisiones infantiles inconscientes pueden contribuir
a la reacción del individuo (Rubin y Bloch, 2000).

Campos (2012) expone que la persona es como un sistema cuyo funcionamiento CASIC
incluye cinco subsistemas: Conductual, Afectivo, Somático, Interpersonal y Cognoscitivo.
Durante la elaboración de un proceso de duelo la evaluación debe hacerse en cada área y
determinar la respuesta única de las personas al suceso de crisis, sea la pérdida de un
ser querido, lesión física, o algún otro suceso. Sus manifestaciones pueden ser de 5 tipos
básicos:

Conductual: afecta sus patrones de trabajo, ocio, ejercicio, dieta, juego,


sexualidad o desencadena la aparición de conductas indeseables.

Afectivo: experimentación de emociones y sentimientos indeseados y


desagradables como ansiedad, odio, enojo, depresión, irritabilidad, hostilidad, ira,
aplanamiento y embotamiento afectivo.

Somático: manifestaciones corporales como tics nerviosos, cefaleas, trastornos


gastrointestinales, dolor, tensión muscular, debilidad, fatiga, cansancio, insomnio,
exacerbación de enfermedades.

Interpersonal: tensión, conflictos e inestabilidad en las relaciones con amigos,


familias, compañeros de trabajo o estudios, vecinos y/o conocidos; aislamiento
social, disminución en la frecuencia de contacto con otras personas, dificultad para
resolver conflictos interpersonales.

Cognoscitivo: preocupación, decepción, desmotivación, cambios en la filosofía de


vida, ideas disfuncionales recurrentes, ideaciones suicidas, catastrofización, sobre
generalización, delirios, alucinaciones, pobre auto concepto, culpabilidad,
negativismo.

18
Villaumbrales (2012) expone que si las emociones que se experimentan durante el
duelo no son expresadas y acompañadas, de forma que a la persona se le permita
manifestar su dolor y se le validen sus sentimientos sin juzgarlos, éstas pueden
terminar convirtiéndose en defensas que con el tiempo terminarán resultando
incapacitantes y poco funcionales para adaptarse a la pérdida.

Alba Payás describe en el cuadro siguiente los estados emocionales como


mecanismos de defensa más comunes en el duelo (Payás, 2010):

Emociones naturales Estados emocionales-emociones como


defensas

Miedo Disociación, ansiedad, pánico, fobias, parálisis,


adicciones, evitaciones, hiperactividad.

Enfado Resentimiento, irritabilidad, odio, búsqueda


obsesiva de culpables, no aceptación de la
muerte, rabia desplazada, conductas
evitativas, actitud agresiva o pasiva-agresiva,
depresión

Dolor, aflicción Victimismo, autocompasión, culpa, enfado


distorsionado, depresión, abandono de uno
mismo, tristeza crónica
Amor, alegría Tristeza crónica, depresión, aislamiento,
incapacitación para las relaciones, no sentido
de lo sucedido, amor dependiente, ocuparse
del dolor de los demás

Sobreprotección, optimismo ilusorio.

Worden (2002), expone que la recuperación de la pérdida requiere de un período


en el que “se trabajen” los pensamientos, los recuerdos y las emociones asociados
a la pérdida, desde esta perspectiva el proceso de duelo se convierte en una labor,

19
en la que el doliente debe desarrollar una serie de tareas con las que resolver su
duelo. Este autor propone 4 tareas básicas:

Aceptar la realidad de la pérdida asumiendo que la marcha es


irreversible: Algunas personas se quedan bloqueadas en esta primera
tarea. Llegar a aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo ya que implica
no sólo una aceptación intelectual sino también emocional. La persona en
duelo puede ser capaz de racionalizar perfectamente el sentido de la
pérdida y sin embargo seguir inundado de emociones de las cuales le
resulte difícil desprenderse. Algunos autores están de acuerdo que los
rituales como el funeral, o escribir una carta a la persona fallecida, por
poner un ejemplo, pueden ayudar al individuo en el proceso de aceptación
de la realidad.

Trabajar las emociones y el dolor, permitiéndonos mostrar las emociones


sin negar el sufrimiento que supone la pérdida. No todo el mundo
experimenta el dolor con la misma intensidad ni lo expresa de la misma
manera. Pueden influir muchos factores, tanto sociales como culturales, así
como características de personalidad del individuo afectado, que pueden
bloquear cualquier expresión de dolor. Quizá la persona afectada reciba de
sus más allegados mensajes cargados de “buenas intenciones” pero que
minimizan los sentimientos y emociones que se experimentan tras una
pérdida: “podrás tener más hijos”; “anímate, estaba muy enfermo…”.
También es posible que el individuo se torne selectivo con sus
pensamientos respecto a la persona perdida, recordando sólo lo positivo o
idealizando a la persona que ya no está, otros pueden recurrir a las drogas
y al alcohol para anestesiar su dolor. Campos (2012) señala que en esta
tarea algunas personas bloquean sus sentimientos y niegan el dolor que
está presente. También pueden evitar los pensamientos dolorosos. Bowlby
(1961, citado en Worden, 2002) explica: “Antes o después, aquellos que
evitan todo duelo consciente sufren un colapso, habitualmente con alguna
forma de depresión” (Worden, 2002).

Adaptarse a un medio en el que el fallecido ya no está presente:


desarrollando nuevas habilidades y dando sentido a la propia vida. Worden

20
(2002) señala que existen tres tareas que se deben abordar tras sufrir una
pérdida:

1) las adaptaciones externas, es decir, como influye la muerte en la


actuación cotidiana de la persona.

2) las adaptaciones internas: cómo ha afectado la pérdida a la


identidad e imagen de sí mismo.

3) las adaptaciones espirituales: cómo influye la pérdida en las


creencias, valores y la propia perspectiva de la vida de la persona
afectada. Campos (2012) señala que esta tarea puede implicar un
estado en el que la persona se puede percibir a sí misma como
inútil, inadecuada, incapaz…los intentos de cumplir con los roles del
fallecido pueden fracasar y esto puede conducir a una pérdida de
autoestima en el que el individuo experimenta una falta de
habilidades para hacer frente a la nueva situación.

Recolocar emocionalmente al ser querido muerto: teniendo claro que la


tarea no consiste en olvidarlo, sino en encontrarle un lugar en nuestra vida
psicológica que nos permita continuar viviendo eficazmente. Los recuerdos
nos van a acompañar a lo largo de la vida y se les tiene que proveer de un
espacio de forma que también quede lugar para lo nuevo, para lo que está
por venir y experimentar.

De acuerdo a Ortega (2011) el duelo se puede dar por terminado cuando la


persona recupera de nuevo el interés por la vida, se mantiene abierta a
nuevas experiencias y la fe, así como la ilusión en el futuro, aflora de nuevo
en su mundo. La persona es entonces capaz de pensar en la pérdida sin
experimentar el dolor.

Neimeyer (2001) considera que el duelo se vuelve complicado en el


momento que la persona, pasado un tiempo, no es capaz de encajar la
pérdida del ser querido en su vida, permanece desbordada o recurre a
conductas des adaptativas, o permanece estática en un estado sin avanzar
en el proceso de la elaboración del duelo.

21
Recomendaciones para el manejo del duelo

 Darse tiempo y permiso para normalizar la vida, evaluando lo que es valioso o no y


aceptando un nuevo estilo de vida y obteniendo crecimiento, conciencia y visión
personal.
 Reconocer la pérdida a nivel mental y emocional. Acercarse a la perdida, contarlo,
recordar lo sucedido.
 Liberar todos los sentimientos. Entender el llanto como una herramienta de sobre
viviencia.
 Desarrollar adaptabilidad, nuevas aptitudes.
 Establecer nuevas relaciones y motivaciones.
 Establecer metas diarias para activar motivación.
 Reconocer y disfrutar los momentos alegres.

Rituales

Los rituales ayudan a aceptar y elaborar la pérdida. Algunos rituales de despedida:

 Escribir carta, quemarla.


 Globo de helio.
 Encuentros sociales en donde se habla de la persona fallecida, lo aprendido,
su legado, etc.
 Expresión artística. Dibujar, cantar, escribir:
 Hacer caja de recuerdos.

Decálogo

1. Darse tiempo y permiso para elaborar el duelo.


2. Sea usted mismo, no lo que los demás quieren que usted sea.
3. Reconozca que es vulnerable.
4. Ayúdese médicamente si es necesario con apoyo médico.
5. Ayúdese de familiares que han pasado por esto.
6. Valore lo esencial en su vida.
7. Celebrar lo bueno por encima del dolor vivido.
8. Fortalezca los vínculos.
9. Elabore tareas.
10. Ayude a otros a superar las perdidas.

22
Conclusión

Entender que la vida se mueve en la constaté dinámica de pérdidas y ganancias, conlleva


que el sujeto aprenda afrontar estas condiciones que lo obligan a evolucionar, para poder
prevalecer en su propia vida. La diferencia del manejo de un sujeto a otro dependerá
directamente de la formación y condiciones que se vivieron en los primeros años de vida,
ya que ahí es donde residen los primeros vínculos del hombre y estos influirán en la
resolución de las perdidas.

Por ende debemos entender que la duración del duelo es siempre variable y depende
de distintos factores, aunque el dolor se ira mitigando con el paso del tiempo.
Podemos afirmar, en este sentido, que el tiempo es terapéutico porque da una
perspectiva, ayuda a recordar con serenidad los hechos, adaptarse al cambio y calmar los
sentimientos. si se toma el duelo como un trabajo, se afronta la pérdida sin negarla,
inhibirla o posponerla y se atraviesa por el dolor sin evitarlo.

Y como eh mencionado anteriormente, la influencia de los primeros apegos tendrá


repercusiones directas en el manejo del duelo en la vida adulta, por lo que se debería
implementar el educar para perder, ya que no podre pedir o decir que sería recomendable
que el hombre viviera sin apegos, lo cual es un tanto imposible, solo puedo decir que el
amar con libertad y el no depositar toda nuestra felicidad en otras personas o objetos
puede hacer la diferencia entre la resolución de un duelo normal a alguna complicación de
este tornándose en patológico.

Seamos responsables de nuestra propia felicidad y recordemos que todo es temporal.

23
BIBLIOGRAFÍA

Angarita, M. A. (2010). BOLETÍN. Recuperado el 17 de Febrerp de 2020, de CÓMO


MANEJAR EL DUELO: http://www.redem.org/boletin/boletin300610c.php

Bowlby, J. (1998). ”El apego”. Tomo 1 de la trilogía. . Barcelona,: Paidós. Obtenido de “El
apego y la pérdida”.

Braojos, O. B. (2014). EL APEGO ADULTO: LA RELACIÓN DE LOS ESTILOS DE


APEGO DESARROLLADOS EN LA INFANCIA EN LA ELECCIÓN Y LAS DINÁMICAS DE
PAREJA. Obtenido de Revista Digital de Medicina Psicosomática y Psicoterapia:
https://psicociencias.org/pdf_noticias/Apego_Adulto.pdf

Gago, 1. T. (04 de 03 de 2014). 1 TEORIA DEL APEGO. EL VÍNCULO . Obtenido de


Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar: https://www.avntf-evntf.com/wp-
content/uploads/2016/06/Teor%C3%ADa-del-apego.-El-v%C3%ADnculo.-J.-Gago-
2014.pdf

Instituto Avanz. (2016). El impacto del Duelo en cifras. Recuperado el 17 de 02 de 2020,


de Instituto avanza: El impacto del Duelo en cifras, sitio web: https://institutoavanza.es/el-
impacto-del-duelo-en-cifras/

Mateu, M. P. (2015). Títol: Duelo y Apego: De la creación del vínculo a la pérdida del
mismo. Obtenido de UNIVERSITAT DE LES ILLES BALEARS:
https://dspace.uib.es/xmlui/bitstream/handle/11201/1508/Maura_Mateu_Marta_Patricia_T
FG.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Navarra, A. S. (2007). SCIELO. Recuperado el 17 de 02 de 2020, de Las pérdidas y sus


duelos:http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1137-66272007000600012

Ortego, M. d., López, S., Álvarez, M. L., & Aparicio, M. d. (24 de 10 de 2011).
UNIVERSIDAD DE CANTARIA. Recuperado el 17 de 02 de 2020, de El Duelo:
https://ocw.unican.es/pluginfile.php/1575/course/section/2034/tema-11.pdf

Ortiz, J. S. (25 de 10 de 2006). SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ONCOLOGÍA MÉDICA: GUÍA


DE PRÁCTICA CLÍNICA DE CUIDADOS CONTINUOS. Recuperado el 17 de 02 de 2020,
de ATENCIÓN AL DUELO:

24
https://seom.org/seomcms/images/stories/recursos/sociosyprofs/documentacion/manuales
/practicaclinica/cap17.pdf

Oviedo Soto, S. *. (02 de 2009). SCIELO. Recuperado el 17 de 02 de 2020, de LA


MUERTE Y EL DUELO: http://scielo.isciii.es/pdf/eg/n15/reflexion1.pdf

ROSS, E. K. (01 de 2016). Planeta de libros. Recuperado el 17 de 02 de 2020, de Sobre


el duelo y el dolor:

https://www.planetadelibros.com/libros_contenido_extra/32/31277_Sobre_el_duelo_y_el_
dolor.pdf

Tizón, J. (2013). Pérdida, pena, duelo. Barcelona. Herder.

Villaumbrales, L. (2012). Cuando las relaciones se pierden: el duelo en psicoterapia.


Disponible en: http://alceapsicologia.com/pdf/el_duelo_en_psicoterapia.pdf. Recuperado
el 10 de febrero de 2015.

Worden (2002). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. 2ª edición.


Paidós.

25

También podría gustarte