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Lingüística General
UNLPam, Prof. Letras.
Sapir
Edward Sapir
Contexto histórico
Año: 1939
Escuela: Estructuralismo norteamericano, perteneciente al relativismo lingüístico.
Fue un antropólogo-lingüista norteamericano, perteneciente a la corriente
estructuralista norteamericana, que desarrolló su teoría alrededor de 1930.
El estudio del lenguaje:
Comienza su artículo definiendo al habla como un hecho cotidiano, familiar y
naturalizado como es la facultad de caminar. Al mismo tiempo expresa que la
adquisición del habla es diferente al proceso de aprender a caminar y determina al
proceso de caminar como algo inherente al hombre, dice que, desde pequeño, el niño
esta predestinado a caminar (excepto alguna dificultad física) y que no se da de la
misma forma en el lenguaje.
Claramente el individuo, de cierto modo está predestinado a hablar, pero se debe al
contexto en el que ha nacido, no solo en la naturaleza, sino también en el seno de una
sociedad que le hace adaptar sus tradiciones.
Si se eliminase la sociedad, el niño, probablemente, aprenda a caminar. Pero es
probable que no aprenda a hablar, es decir, a comunicar ideas como normalmente lo
haría una sociedad tradicional. Lo mismo ocurriría si trasladamos al recién nacido a
un ambiente diferente en donde ha nacido. Éste, desarrollará el arte de caminar de
igual manera que lo hubiese hecho en su lugar de origen, pero, sin embargo, su habla
será totalmente distinto a la forma de habla de su ambiente primitivo.
Es entonces, cuando Sapir expresa que el habla es una actividad humana que varía
sin límites precisos en los distintos grupos sociales, porque es una herencia histórica,
producto de un hábito social mantenido durante largo tiempo.
Luego establece, una diferencia entre el caminar, definido como una función instintiva,
y al habla como una función no instintiva, una función adquirida, “cultural”.
Existe un hecho que a menudo ha contribuido a impedir que se reconozca en el
lenguaje un sistema puramente convencional de símbolos sonoros, que hace pensar al
habla como una base instintiva que en realidad no posee. Son los sonidos emitidos
bajo el impulso de la emoción (por ejemplo, un grito de dolor). Estos, son involuntarios
y quien los escucha los interpreta como indicadores de la emoción misma. Pero hay
una clara diferencia entre estos involuntarios y aquellos tipos de comunicación normal
que expresan ideas, que es el habla misma.
La primera de esas expresiones, es instintiva, pero no simbólica. El sonido emitido al
sentir dolor no indica, que tal sonido corresponde a tal dolor o tal emoción. No se
dirigen a nadie, por lo tanto, no constituyen una comunicación.
[Por ejemplo, si el grito de dolor, que generalmente representamos como “¡ay!” Transmite la
idea de “siento un dolor enorme” también, la aparición de una nube podría significar “es
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probable que llueva, y de este modo una deducción de lenguaje tan amplia que abarque
cualquier tipo de deducción, pierde todo el sentido.]
No hay que caer en el error de identificar cualquier interjección convencional con los gritos
instintivos en sí mismos. Esas interjecciones son fijaciones convencionales de sonidos
naturales y difieren en los diversos idiomas.
No existe, una prueba tangible que demuestre que el conjunto de los elementos del habla y de
los procedimientos lingüísticos surja de las interjecciones.
Puede decirse lo mismo de las palabras onomatopéyicas, éstas no son sonidos naturales que
el hombre haya reproducido instintiva y automáticamente. Son creaciones del espíritu humano.
No brotan directamente de la naturaleza; son sugeridos por ella.
El habla es una red muy compleja y cambiante de adaptaciones diversas que tiene como meta
la comunicación de ideas.
Por otra parte, los prisco-fisiólogos hablan de la localización de la palabra en el cerebro. Esto
significa que los sonidos del habla están localizados en el centro auditivo del cerebro, tal como
están localizadas allí otras clases de sonidos; y que los procesos motores que intervienen en el
habla (como los movimientos de las cuerdas vocales) se encuentran localizados en los centros
motores, exactamente como los demás impulsos de que dependen actividades motoras
especiales.
Sapir afirma que los puntos o grupos de puntos particulares de localización que se encuentran
en los diversos centros y que se refieren un elemento cualquiera del lenguaje, están
conectados en el cerebro por ramales de asociación. Sin embargo, un sonido del habla
localizado en el cerebro, aunque este asociado con los movimientos particulares de los
“órganos del habla” necesarios para producirlos, necesita, para constituir un elemento del
lenguaje, que se asocie con algún elemento o grupo de elementos de la experiencia, por
ejemplo, imágenes visuales, o bien con una sensación de relación. Este “elemento” de la
experiencia es el “significado” de la unidad lingüística.
Entonces, el autor expresa que debemos aceptar al lenguaje, como un sistema funcional
plenamente formado dentro de la constitución psíquica o “espiritual” del hombre. No ´puede
definirse como una entidad en términos psicofísicos, por más que la base psico-física
sea esencial para su funcionamiento en el individuo.
El lenguaje consiste en tomar sonidos convencionales, articulados de manera
voluntaria como representantes de elementos de la experiencia.
Por ejemplo, la palabra “casa” no es un hecho lingüístico si se toma en cuenta solo la
sensación acústica que causan las consonantes y vocales en el oído, ni causa de la
percepción visual por parte de quien escucha esa articulación, ni tampoco causa de la
percepción visual de la palabra “casa” en una página manuscrita o impresa, tampoco
causa de la memoria de alguna de estas experiencias o de todas ellas.
La palabra “casa” es un hecho lingüístico cuando todas estas experiencias
combinadas, se asocian automáticamente con la imagen de una casa. Entonces
comienzan a adquirir la naturaleza de un símbolo.
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