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SEMIÓTICA

-Rivero Alonso Emilia -

SAUSSURE
Ferdinand de Saussure es el fundador de la lingüística moderna y quien ha sentado la bases de
la semiología, disciplina cuyo objetivo es el estudio de los signos en el seno de la vida social
(en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan).
Saussure busca fundamentar la lingüística y definir su objeto de estudio, la lengua, entendida
como ‘‘sistema de signos que expresan ideas’’.
La lingüística es una parte de la semiología, que está referida a los signos lingüísticos, de
modo que las leyes que la semiología descubra serán aplicables a la lingüística. En efecto,
para Saussure el problema lingüístico es esencialmente semiológico.

Conceptos básicos planteados por Saussure:


1) Significado-significante.
2) Lengua-habla.
3) Mutabilidad-inmutabilidad.
4) Sincronía-diacronía.
5) Relaciones sintagmáticas-relaciones asociativas.

Que tornan al pensamiento de Saussure marcadamente dicotómico y binario.

1) El signo lingüístico (significado-significante)

Saussure se opone a que se considere el signo lingüístico como una entidad unitaria,
entendida como el nombre de una cosa, lo que implicaría concebir a la lengua como una
nomenclatura (una lista de términos que se corresponden con las cosas) y suponer que las
ideas preexisten a los signos lingüísticos. La unidad lingüística es una cosa doble, hecha con
la unión de dos términos: lo que el signo une no es una cosa y su nombre, sino un concepto y
una imagen acústica. La imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino
su huella psíquica. El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece claramente
cuando observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios ni la lengua podemos
hablarnos a nosotros mismos. El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras:
concepto (significado) e imagen acústica (significante). Estos dos elementos están
íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente. El signo lingüístico es una entidad
biplánica, integrada por dos planos: significado y significante, de modo que ninguno de los
dos planos tomados aisladamente conforman un signo: es la unión de significado y
significante que lo construye. Ejemplo/analogía: el agua es una combinación de hidrógeno y
de oxígeno, tomado aparte, ninguno de estos dos elementos tiene la propiedad del agua.
Relación de interdependencia entre el significante y el significado: referirnos a un
significante implica, necesariamente, postular la existencia de un significado al que está
asociado. Asimismo, es importante destacar que el signo lingüístico es una unidad de
naturaleza psíquica, pues ambos planos también lo son. El significante, la imagen acústica, no
es el sonido, sino el recuerdo del sonido.
Los principios del signo lingüístico:
1. La arbitrariedad del signo lingüístico.
2. El carácter lineal del significante.

La arbitrariedad del signo lingüístico:


El signo lingüístico es arbitrario, lo cual significa que la unión entre el significado y el
significante es inmotivada, es decir, pura y exclusivamente convencional. El lazo que une el
significante al significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total
resultante de la asociación de un significante con un significado, podemos decir que el signo
lingüístico es arbitrario.
Arbitrario no debe dar la idea de que el significante depende de la libre elección del hablante.
Aquí queremos decir que es inmotivado, esto es, arbitrario en relación al significado, con el
cual no guarda ningún lazo natural.
Saussure aclara que lo que se denomina símbolo, a diferencia del signo lingüístico, tiene por
carácter el ser nunca completamente arbitrario, porque siempre hay algo de vínculo natural,
es decir, de motivación. El símbolo de la justicia, una balanza, por ejemplo, no puede ser
reemplazado por cualquier otro, como un carro, pues entre la balanza (plano del significante)
y la justicia (plano del significado) existe una relación motivada.
Saussure considera dos posibles objeciones que podrían hacerse al principio de arbitrariedad
del signo lingüístico: en primer lugar, podría afirmarse que las onomatopeyas, como tic-tac o
glu-glu, hay un lazo natural entre el significante y el significado; en segundo lugar, lo mismo
podría afirmarse de las interjecciones, como ¡ay!, que parecen dictadas por la naturaleza.
Saussure refuta estas posibles objeciones sosteniendo que:
a. Las onomatopeyas y las interjecciones son escasas y de importancia secundaria en una
lengua.
b. Tanto en unas como en otras intervienen convenciones que determinan que no sean las
mismas en las diferentes lenguas, lo que vuelve su origen simbólico, natural en parte, dudoso.
A la onomatopeya del español guau guau, por ejemplo, le corresponde en francés auaoua.
c. En el caso de las onomatopeyas, una vez introducidas en la lengua, quedan más o menos
sujetas a la evolución fonética, morfológica, que sufren las otras otras palabras, lo que es una
prueba de que han perdido su carácter simbólico para adquirir el de signo lingüístico en
general, que es inmotivado.
No obstante, Saussure afirma que el principio fundamental de lo arbitrario del signo no
impide reconocer que en algunos casos el mecanismo de formación de palabras hace
intervenir en los signos cierto grado de motivación: así, veinte es inmotivado, pero
diecinueve no lo es en el mismo grado. Diez y nueve están en las mismas condiciones que
veinte, pero diecinueve presenta un caso de motivación relativa, porque evoca los términos de
los que se compone. Lo mismo sucede con peral, que evoca la palabra simple pera.
Saussure plantea entonces que la arbitrariedad es una cuestión de grados, pero insiste en que,
cuando aparece, la motivación en la lengua nunca es absoluta y que los elementos que
componen dichas palabras (diez, nueve, pera, etc.) son completamente arbitrarios, es decir,
inmotivados. Por eso se refiere a lo arbitrario absoluto (como diez y nueve) y a lo arbitrario
relativo (como diecinueve) en el conjunto de los signos de una lengua.

El carácter lineal del significante:


El significante del signo lingüístico, por ser de naturaleza acústica, se desenvuelve en el
tiempo únicamente y tiene los caracteres que toma del tiempo: a) representa una extensión, b)
esa extensión es mensurable en una sola dimensión: es una línea.
Los elementos del significante lingüístico se presentan uno tras otro, forman una cadena, a
diferencia de los significantes visuales, por ejemplo, que pueden ofrecer complicaciones
simultáneas en varias dimensiones. ¿Cuáles son los elementos que componen el significante
lingüístico, es decir la imagen acústica? Se trata de los fonemas, definidos como unidades
mínimas y autónomas del plano de la expresión cuyo contraste permite distinguir
significados. En efecto, los fonemas no poseen en sí mismos un significado, pero el contraste
entre ellos permite distinguirlo. Tomemos por ejemplo los siguientes signos: paso, peso, piso.
Cada signo posee un significado diferente gracias a la posición entre los fonemas /a/, /e/, e /i/.

2) La lengua y el habla
Influido por el interés positivista en deslindar las ciencias, Saussure reflexiona sobre cuál es
el objeto de estudio propio de la lingüística y afirma que lejos de preceder el objeto al punto
de vista, se diría que es el punto de vista el que crea al objeto. Esta operación realiza Saussure
cuando recorta dentro del lenguaje el que será el objeto de estudio de la lingüística: la lengua.
En efecto, la lengua no es igual al lenguaje, sino una parte de él, aunque esencial. La lengua
es una parte del lenguaje. El lenguaje en tanto tal no puede constituir un objeto de estudio
puesto que tomado en su conjunto es multiforme y heteróclito, a la vez físico, fisiológico y
psíquico; pertenece al dominio individual y al dominio social.
Para deslindar la lengua, objeto homogéneo, en el conjunto heterogéneo del lenguaje,
Saussure parte de la descripción del circuito del habla, es decir, del circuito de comunicación.
Entre todos los individuos ligados por el lenguaje se establecerá una especie de promedio:
todos reproducirán -no exactamente los mismos signos unidos a los mismos conceptos. ¿Cuál
es el origen de esta cristalización social? Lo que hace que se formen en los sujetos hablantes
acuñaciones que lleguen a ser sensiblemente idénticas en todos, no es la parte física ni
psíquica del circuito del habla, sino el funcionamiento de las facultades receptiva y
coordinativa.
La lengua es el lazo social constituido por la suma de las imágenes verbales almacenadas en
todos los individuos; es un ‘‘tesoro’’ depositado por la práctica del habla en los sujetos que
pertenecen a una misma comunidad; un sistema gramatical virtualmente existente en cada
cerebro, o, más exactamente, en los cerebros de un conjunto de individuos, pues la lengua no
está completa en ninguno, no existe perfectamente más que en la masa.
Al separar la lengua del habla (langue et parole), se separa a la vez: 1) lo que es social de lo
que es individual; 2) lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental.
La lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra
pasivamente: nunca supone premeditación, y la reflexión no interviene en ella más que para
la actividad de clasificar.
El habla, es por el contrario, un acto individual de voluntad y inteligencia, en el cual conviene
distinguir: 1) las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua
con miras a expresar su pensamiento personal, 2) el mecanismo psicofísico que permite
exteriorizar esas combinaciones.
La lengua es la parte social del lenguaje y sólo existe en virtud de una especie de contrato
establecido entre los miembros de una comunidad; el individuo por sí solo no puede crearla
ni modificarla, y tiene necesidad de un aprendizaje para conocer su funcionamiento.
Asimismo, destaca que la lengua es un objeto de naturaleza concreta, los signos lingüísticos
por ser psíquicos no son abstracciones, dado que las asociaciones entre significantes y
significados, ratificados por el consenso colectivo, y cuyo conjunto constituye la lengua, son
realidades que tienen su asiento en el cerebro.
Por otra parte, existe una interdependencia entre lengua y habla: la lengua es necesaria para
que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos, pero el habla es a su vez necesaria
para que la lengua se establezca (históricamente, el hecho de habla precede siempre a la
lengua). Finalmente, el habla es la que hace evolucionar a la lengua.

3) Inmutabilidad-mutabilidad del signo

- Inmutabilidad: Saussure sostiene que con relación a la idea que representa, el significante
es impuesto. La lengua no puede equipararse a un contrato puro y simple, pues constituye una
ley admitida por la comunidad como una cosa que se sufre, no como una regla libremente
consentida.
La lengua se nos aparece siempre como una herencia de una época precedente, como un
producto recibido de las generaciones anteriores que hay que tomar tal cual es.
Pero, ¿por qué el factor histórico de la transmisión de la lengua la domina enteramente
excluyendo todo cambio lingüístico general y súbito? Saussure da varias respuestas a este
interrogante:
a. El carácter arbitrario del signo: para que algo sea cuestionado es necesario que se base en
una norma razonable, pero eso no sucede en la lengua porque es un sistema arbitrario de
signos.
b. La multitud de signos necesarios para constituir cualquier lengua: un sistema compuesto de
pocos elementos puede ser reemplazado por otro, pero los signos de una lengua son
innumerables.
c. El carácter demasiado complejo del sistema: el sistema de la lengua es un mecanismo
complejo que sólo se puede comprender con la reflexión, por lo que hasta quienes hacen uso
cotidiano de ella ignoran profundamente el sistema que la constituye. Como la masa es
incompetente para transformar la lengua, sería necesaria la intervención de especialistas,
gramáticos, lógicos, etc., pero Saussure sostiene que las injerencias de ese tipo no fueron
exitosas.
d. La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística (esta constituye la
respuesta de más peso para Saussure): las otras instituciones sociales, como los ritos
religiosos o las prescripciones de un código, nunca ocupan más a que a cierto número de
individuos a la vez y durante un tiempo limitado; la lengua, por el contrario, es usada por los
individuos el día entero, está extendida por toda la masa, es manejada por ella. Esto hace que
la lengua sea la institución que menos se presta a las iniciativas, pues la masa es percibida por
Saussure como un factor de conservación, como algo naturalmente inerte.

- Mutabilidad: Se puede hablar a la vez, aunque parezca contradictorio, de inmutabilidad y


mutabilidad del signo. En verdad, ambos hechos son solidarios, el signo está en condiciones
de alterarse justamente porque se continúa en el tiempo. El principio de alteración se funda en
el principio de continuidad. Para Saussure, la continuidad del signo en el tiempo, unida a la
alteración en el tiempo, es un principio de la semiología en general.
Para que la lengua se altere son necesarios dos factores: el tiempo y la masa hablante. Si se
tomara la lengua en el tiempo, sin la masa hablante, probablemente no se registraría ninguna
alteración; inversamente, si se considerara la masa hablante sin el tiempo, no se vería el
efecto de las fuerzas sociales que operan sobre la lengua. El tiempo permitirá a las fuerzas
sociales que actúan en ella desarrollar sus efectos.

4) El valor
La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica: Concebir a la lengua como un
sistema de valores implica afirmar que los elementos que la integran no poseen una identidad
en sí mismos, sino que sólo pueden ser caracterizados a partir de las relaciones opositivas con
los otros elementos del sistema.
En efecto, el valor es la relación de oposición de un elemento de la lengua con otros que lo
rodean, de modo que ese elemento es lo que otros no son. Lo que nos importa de los
elementos son sus diferencias con los otros, puesto que esas diferencias son las que
justamente nos permiten identificar a los elementos, de allí que Saussure conciba a la lengua
como un sistema de diferencias.
Saussure sostiene que la lengua es un sistema de valores puros. En su funcionamiento entran
en juego dos elementos: las ideas y los sonidos.
El pensamiento en sí mismo, antes de las segmentaciones operadas por la lengua, es como
una nebulosa en la que no se pueden reconocer conceptos: es una masa amorfa, carente de
toda forma y organización. Por otra parte, los sonidos por sí mismos también están
indiferenciados.
La lengua realiza una serie de subdivisiones contiguas en el plano indefinido de las ideas
confusas y sobre el plano no menos indeterminado de los sonidos. La lengua sirve así como
una intermediaria entre el pensamiento y el sonido. En el plano del pensamiento delimita
conceptos y en el plano del sonido delimita imágenes acústicas.
La combinación entre estas dos órdenes (el de las ideas y el de los sonidos) que provoca la
lengua, produce una forma, no una sustancia (le lengua sería una sustancia si sus elementos
tuvieran una identidad propia y autónoma respecto de los otros elementos que la integran). La
lengua da forma, organiza, crea un sistema en aquello que estaba amorfo, desorganizado. Y,
fundamentalmente, la lengua es una forma porque las unidades que deslinda no pueden ser
consideradas en sí mismas, como elementos aislados, sino dentro del sistema que ella
organiza.
El valor lingüístico considerado en su aspecto conceptual
La lengua es un sistema en donde todos los elementos son solidarios y donde el valor de cada
uno de los elementos no resulta más que de la presencia simultánea de los otros.
Los valores están siempre constituidos: 1) por una cosa desemejante susceptible de ser
trocada por otra cuyo valor está por determinar. 2) por cosas similares que se pueden
comparar con aquella cuyo calor se está por ver. Estos dos factores son necesarios para la
existencia de un valor.
El valor de una palabra no estará fijado mientras nos limitemos a consignar que se puede
‘trocar’ por tal o cual concepto, es decir, que tiene tal o cual significación; hace falta
compararla con otros valores similares, con las otras palabras que se le pueden oponer. Su
contenido no está verdaderamente determinado más que por el concurso de lo que existe
fuera de ella. Como la palabra forma parte de un sistema, está revestida, no sólo de una
significación, sino también, y sobre todo, de un valor, lo cual es cosa muy diferente.
Los valores correspondientes a los conceptos están definidos no positivamente por su
contenido, sino por sus relaciones con los otros términos del sistema. Su más exacta
característica es ser lo que otros no son.
El valor lingüístico considerado en su aspecto material:
Para Saussure, lo que importa en las palabras no es el sonido por sí mismo, sino las
diferencias fónicas que permiten distinguir a una palabra de todas las otras. El significante
lingüístico está así constituido únicamente por las diferencias que separan su imagen acústica
de todas las demás. El significante lingüístico está fundado en su no-coincidencia con el
resto. Los fonemas también son entendidos como entidades opositivas, negativas y relativas,
puesto que lo que los caracteriza es el hecho de no sean confundidos con otros.
PEIRCE
Charles Sanders Peirce buscó construir y fundamentar una teoría de los signos como el marco
para una teoría del conocimiento. La semiótica de Peirce tiene una perspectiva filosófica pues
constituye una teoría de la realidad y del conocimiento.
Según Peirce, el único pensamiento que puede conocerse es el pensamiento en los signos, y
como un pensamiento que no pueda conocerse no existe, todo pensamiento debe existir
necesariamente en los signos.
Para Peirce, la semiótica es equiparable a la lógica. Por eso afirma que ‘‘la lógica es otro
nombre de la semiótica’’.
La semiótica, entendida como lógica, tiene por objeto de estudio la semiosis. La semiosis es
para Peirce el instrumento de conocimiento de la realidad. Este instrumento es un proceso
triádico de inferencia, mediante el cual a un signo (llamado representamen) se le atribuye un
objeto a partir de otro signo (llamado interpretante) que remite al mismo objeto.
Si alguien ve en la puerta de un negocio la imagen de una cruz color verde (representamen),
por ejemplo, comprende que allí hay una farmacia (objeto) a partir de un proceso semiótico
de inferencia que consiste en que el primer signo (representamen) despierta en su mente otro
signo, como la palabra ‘‘farmacia’’ (interpretante), que lo lleva a conectar el primer signo
(representamen) con el objeto farmacia.
La semiosis es una experiencia que hace cada uno en todo momento de la vida, mientras que
la semiótica constituye la teoría de esa experiencia, cuyos componentes formales son el
representamen, el objeto y el interpretamen.

1) EL SIGNO
El signo en Peirce recibe el nombre técnico de representamen. El representamen es una
‘‘cualidad material’’ (una secuencia de letras o sonidos, una forma, un color, un olor, etc.) que
está en lugar de otra cosa, su objeto, de modo que despierta en la mente de alguien un signo
equivalente o más desarrollado al que se denomina interpretante, que aclara lo que significa
el representamen y que su vez representa al mismo objeto. En un diccionario, por ejemplo, la
secuencia de letras ‘‘perro’’ (la palabra cuyo significado se busca) constituye un
representamen que está en lugar de un objeto al que representa (perros de la realidad), y la
definición que la acompaña, constituida a su vez por signos -otras secuencias de letras-
funciona como interpretante que establece el significado del representamen.
Tres condiciones para que algo sea un signo:
1) El signo debe tener cualidades que sirvan para distinguirlo: por ejemplo, una palabra debe
tener un sonido particular, diferente del sonido de otra palabra.
2) El signo debe tener un objeto.
3) La relación semiótica debe ser triádica: comportar un representamen que debe ser
reconocido como el signo de un objeto a través de un interpretante.

2) EL INTERPRETANTE
El interpretante es otro signo, o sea otra representación, que se refiere al mismo objeto que el
representamen y que puede asumir diversas formas:

- Un signo equivalente de otro sistema semiótico. Por ejemplo, el interpretante de la palabra


‘‘perro’’ puede ser el dibujo de un perro, es decir un signo de otro sistema semiótico respecto
del lenguaje verbal al que pertenece dicha palabra.
- Una definición ingenua o científica formulada en el mismo sistema de comunicación, en la
misma lengua en la que está construido el representamen. Por ejemplo, para el representamen
‘‘sal’’ el interpretante puede ser ‘‘cloruro de sodio’’.
- La traducción del término a otra lengua. Por ejemplo, el interpretante de la palabra en
español ‘‘perro’’ puede ser la palabra del inglés ‘‘dog’’.
- La traducción del término a otro de la misma lengua mediante un sinónimo. Por ejemplo,
‘‘remedio’’ para ‘‘medicamento’’.
- Una asociación emotiva con un valor fijo. Por ejemplo, el interpretante de la palabra
‘‘perro’’ puede ser ‘‘fidelidad’’.
En síntesis, un interpretante es la traducción de un signo en otro signo -el interpretante-, que
corresponde con el significado del primer signo.
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Se pueden distinguir tres interpretantes de un signo: el interpretante inmediato, el
interpretante dinámico y el interpretante final.
a) El interpretante inmediato: Es el interpretante pensado como el concepto o significado
que comporta todo signo independientemente de su contexto y de las circunstancias de su
enunciación. Es una abstracción: consiste en su posibilidad. El interpretante inmediato de la
palabra ‘‘fuego’’, por ejemplo, es la parte del significado que se mantiene más allá de que sea
dicha en un grito ante un incendio o en un pedido para encender un cigarrillo.
b) El interpretante dinámico: Se trata del efecto particular que un signo provoca en la
mente de un intérprete en una situación concreta de enunciación, en un contexto determinado
de utilización. El intérprete dinámico consiste en el efecto directo realmente producido por un
signo en su intérprete. Es aquél que es experimentado en cada acto de interpretación, y en
cada uno de éstos es diferente de cualquier otro. El interpretante dinámico es un evento
singular y real. El interpretante dinámico es un efecto particular producido por el signo en un
‘‘aquí y ahora’’ que lo vuelve un acontecimiento singular y real frente a la abstracción y la
posibilidad que atañen al interpretante inmediato. De esta manera, el interpretante dinámico
ante un incendio, por ejemplo, puede ser tanto sentir terror, salir corriendo o pensar en llamar
a los bomberos.
c) El interpretante final: También llamado ‘‘interpretante normal’’, es el interpretante
pensado como un hábito que hace posible la interpretación recurrente y estable de un signo.
El interpretante ‘‘ser humano adulto femenino’’ para el representamen ‘‘mujer’’, por ejemplo,
es final porque es un interpretante habitual y recurrente que atribuye de modo estable a dicho
representamen un objeto.
El interpretamen inmediato (pensado como concepto, abstracción, posibilidad), el
interpretante dinámico (pensado como efecto real en el intérprete) y el interpretante final
(pensado como hábito) son distinguidos por Pierce desde un punto de vista teórico, pero son
tres instancias de la interpretación de un signo que funcionan simultáneamente en un acto de
semiosis.

3) EL OBJETO
Peirce hace hincapié en que para que algo sea un signo debe “representar” a otra cosa,
llamada su objeto. Para atenuar las dificultades de su estudio, Pierce se referirá a los signos
como si tuvieran un objeto único, pero aclara que un signo (como una oración o un texto)
puede tener más de un objeto.
A su vez, Peirce distingue en el objeto dos tipos: el objeto inmediato (interior a la semiosis) y
el objeto dinámico (exterior a la semiosis).
- El objeto inmediato es el objeto representado por medio del signo, y cuyo ser es, entonces,
dependiente de la representación de él en el signo.
- El objeto dinámico es la realidad que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el
signo a su representación.
El clásico ejemplo es el del planeta Venus que suele ser designado según la época del año
mediante dos expresiones: “el lucero matutino” o “el lucero vespertino”. Estas dos
expresiones representan a un mismo objeto dinámico (el planeta Venus) de distinto modo: se
trata de la construcción semiótica de dos objetos inmediatos diferentes.
Tomemos un ejemplo de la historia: un mismo objeto dinámico, como el ex presidente
argentino Juan Domingo Perón, fue en la Argentina construido en tanto objeto inmediato de
modo negativo por la expresión “el tirano prófugo” en los círculos antiperonistas luego de
1955, mientras que entre sus adeptos fue representado antes de su caída con la expresión “el
primer trabajador”.
En síntesis, el objeto dinámico es el objeto de una realidad que tiene una existencia
independiente de la semiosis, pero para que el signo pueda decir algo de él es necesario que
haya sido objeto de semiosis anteriores a partir de las que el intérprete tiene un conocimiento
de dicho objeto, que es, por ello, concebido también como un signo. De esta manera, en un
último análisis lógico los tres componentes formales de la semiosis
(representamen-objeto-interpretante) son signos.

LA SEMIOSIS INFINITA
Los componentes formales de la semiosis son el representamen, el objeto y el interpretante.
Dado que el interpretante es también un signo, está en lugar de un objeto y remite a su vez a
un interpretante. El interpretante es, asimismo, un signo que está en el lugar de un objeto y
está ligado a un interpretante, que es un signo, y así de modo ilimitado.
Un signo, por lo tanto, no está aislado, sino que integra una cadena de semiosis: cada signo es
a la vez interpretante de lo que antecede e interpretado por el que le sigue. Como todos los
pensamientos son signos, también se remiten unos a otros. Y como todo conocimiento es una
relación entre signos, todo conocimiento está determinado por otros conocimientos. No se
puede poseer ningún conocimiento que no esté determinado por un conocimiento anterior.
Puesto que un interpretante es en general un signo más desarrollado que el representamen, la
cadena de la semiosis infinita determina un paulatino aumento del conocimiento sobre un
objeto.
Peirce realiza una distinción entre la semiosis virtualmente infinita que acabamos de describir
y la ‘‘semiosis en acto’’, que le pone un término provisional a la cadena cuando un
interpretante final designa el objeto de un representamen en un acto semiótico particular.
LAS CATEGORÍAS
La concepción triádica del signo en Peirce (representamen-objeto-interpretante) tiene como
origen la división triádica de las categorías, que son el objeto de reflexión de lo que Peirce
denomina alternativamente según sus diferentes escritos faneroscopía, fenomenología o
ideoscopia.
El término “faneroscopia” deriva de fanerón, equivalente a lo que los filósofos ingleses
llamaron “ideas”, entendido por Peirce como “todo lo que está presente en la mente, del
modo o en el sentido que sea, corresponda a algo real o no”.
“Lo que yo llamo faneroscopia es la descripción de lo que está frente a la mente o en la
conciencia, tal como aparece”.
Las tres categorías que postula Peirce son tres modos de ser del fanerón, tres maneras en que
el fanerón está presente en la mente, o en otras palabras, tres puntos de vista sobre él.
Peirce sostiene que todos los fanerones (o ideas) pueden ser pensados tres tres categorías: la
Primeridad, la Segundidad y la Terceridad.
- La primeridad implica considerar a algo tal como es sin referencia a ninguna cosa.
- La segundidad implica considerar a algo tal como es pero en relación con la cosa, es decir,
establecer una relación diádica que no involucre a una tercera cosa.
- La categoría de terceridad es la que hace posible la ley y la regularidad. En una serie, el
tercero es el que introduce una progresión regular no azarosa mediante una ley (por ejemplo
“n+1”). En el signo, el interpretante se corresponde con la categoría de terceridad, pues
constituye una ley que pone en relación a un primero (el representamen) con un segundo (el
objeto) con el que él mismo está en relación.
El interpretante, como tercero, incorpora una auténtica relación triádica, pues establece a) la
relación del primero (representamen) con el segundo (objeto); b) su propia relación con el
segundo (objeto); c) el hecho de que la relación entre el primero (representamen) y el
segundo (objeto) sea la misma que la del segundo (objeto) con el tercero (interpretante).

ÍCONO, ÍNDICE Y SÍMBOLO

Las categorías faneroscópicas de primeridad, segundidad y terceridad aplicadas al objeto


permiten obtener tres tipos de signos denominados iconos, índices y símbolos.
- El ícono: en cuanto primeridad, un ícono es un signo que entabla una relación de semejanza,
de analogía, con su objeto, como una fotografía o un dibujo. Se trata de un signo puramente
por similitud con cualquier cosa a la cual sea parecido. En tanto primeridad, un ícono es un
representamen que por su cualidad es similar a su objeto aquello a lo que sustituye. De esta
manera, considera los siguientes tipos de íconos: las imágenes (cuadros, dibujos, grabados,
fotografías), los diagramas (organigramas de empresas, cuadros sinópticos, infografías) y las
metáforas.
- El índice: en cuanto segundidad, un índice es un signo que entabla con el objeto una
relación existencial, de modo que participan los dos de una misma experiencia, como es el
caso, por ejemplo, de una nube negra como índice de que va a llover. Un índice es un signo
que se refiere al objeto que denota en virtud de ser realmente afectado por aquel objeto.
Desde el punto de vista psicológico, la acción de los índices depende de asociaciones por
contigüidad, y no de asociaciones por parecido (como el los íconos) o de operaciones
intelectuales (como en los símbolos).
- El símbolo: en tanto terceridad, el símbolo es un representamen que se refiere a su objeto
dinámico por convención, hábito o ley. Es un signo convencional, dependiente de un hábito
(innato o adquirido). De esta manera, son símbolos todos los signos que integran un sistema
convencional, que responden a una ley que les asigna un interpretante y los relaciona con un
objeto. Son símbolos: los signos de la escritura, de los sistemas de señalización, los signos
utilizados en las diferentes disciplinas (como los símbolos usados por el álgebra, la química o
la física), los signos de la notación musical, los signos utilizados por la publicidad (isotipos,
logotipos). Los símbolos se caracterizan porque denotan clases de objetos, a diferencia de los
índices, que se refieren a un existente particular.
Peirce hace hincapié en que pensamos sólo mediante signos mentales que tienen una
naturaleza mixta (puesto que intervienen símbolos, pero también íconos e índices) y vincula
los símbolos con los conceptos (las ideas generales a las que se refiere en su definición de
símbolo), afirmando que la parte simbólica de nuestro pensamiento son los conceptos.
En la cadena de la semiosis infinita, los símbolos remiten a otros símbolos. Pero la semiosis
es social y es histórica, de allí que el significado de los símbolos se modifique con el tiempo
y con el uso. La aceptación de que el significado de los símbolos depende de su uso (no de la
razón o de una norma) es una huella del pragmatismo de Peirce.
Finalmente, cabe aclarar que la distinción entre íconos, índices y símbolos tienen un carácter
funcional, pues lo que es índice en una semiosis puede ser símbolo en otra. Nada es en sí
mismo un ícono, un índice o símbolo: es el análisis de una semiosis dada lo que dirá la
“naturaleza” de sus constituyentes.
ELISEO VERÓN
La semiosis social
Para hacer un análisis de sentido, hay que partir del sentido producido. Podemos hacer
análisis de sentido partiendo de la base de que el producto tiene huellas del sistema
productivo, entonces lo que hacemos es intentar reconstruir el producto a partir de esas
huellas. De este modo cuando analizamos productos, apuntamos a analizar procesos.
Se trata de concebir los fenómenos de sentido como si tuvieran siempre la forma de
inversiones en conglomerados de materias significantes. Estas inversiones pueden describirse
como conjuntos de procesos discursivos. De este modo puede hablarse de condiciones de
producción, de circulación, y de consumo. A estas últimas prefiere el autor, llamarlas
condiciones de reconocimiento. Inversión es la colocación de sentido en el espacio-tiempo
bajo forma de procesos discursivos.
Todo sistema productivo puede considerarse como un conjunto de restricciones cuya
descripción específica las condiciones bajo las cuales algo se produce, circula y se consume;
lo mismo vale para el sentido. Dichas restricciones, no proceden de una misma fuente, no
todas tienen los mismos fundamentos ni remiten al mismo tipo de leyes. Un punto de vista
del proceso semiótico: Las múltiples restricciones en el proceso de producción de sentido,
que remiten a los vínculos entre este y los mecanismos de base del funcionamiento social. El
sentido aparece inevitablemente como el resultado o el producto de un trabajo social. Un
trabajo social es lo que se manifiesta bajo forma de inversiones de sentido en elementos
materiales.
La cuestión ideológica concierne a las condiciones de producción de los discursos sociales,
mientras que la cuestión de poder concierne a los efectos discursivos, es decir, a las
gramáticas de reconocimiento. Todo fenómeno social puede ser leído en relación con lo
ideológico y en relación con el poder.
Describir el trabajo social de inversión de sentido en materias significantes es lo mismo que
analizar operaciones discursivas. Estas operaciones son reconstruidas a partir de marcas que
se encuentran en la materia significante. Se puede hablar de marcas cuando se trata de
propiedades significantes cuya relación con las condiciones de producción o con las
condiciones de reconocimiento no se halla especificada.
Las condiciones de producción de un conjunto significante no son las mismas de
reconocimiento. Hay dos planos fundamentales en una teoría del sentido en cuanto
engendrado por su sistema productivo: el uno concerniente a la reconstrucción de gramáticas
de producción y el otro a la de gramáticas de reconocimiento.
La semiosis social es una red significante infinita tanto desde el punto de vista sincrónico
como diacrónico. La red infinita de semiosis social se exhibe en el espacio-tiempo de las
materias significantes y en el espacio tiempo de la historia: hay siempre otros textos que
forman parte de las condiciones de producción de un texto, todo proceso de producción de un
texto, constituye, un fenómeno de reconocimiento, y, a la inversa, un conjunto de efectos de
sentido expresado como una gramática de reconocimiento no puede identificarse más que
bajo la forma de uno de varios textos producidos. Dentro de la red infinita de la semiosis,
toda gramática de producción puede encararse como resultado de determinadas condiciones
de reconocimiento, y una gramática de reconocimiento no puede identificarse más que bajo la
forma de determinado proceso de producción textual. Todo reconocimiento engendra una
producción. Toda producción resulta de un sistema de reconocimientos. Una gramática de
producción define un campo de efectos de sentido posibles. En resumen, es importante
entender que como todo discurso se relaciona con sus condiciones de producción por un lado,
y con sus condiciones de reconocimiento por otro, y como el proceso de producción deja
huellas en sus productos, lo ideológico y el poder deben entenderse como la manifestación de
esas relaciones.

Lo ideológico y el poder
Lo ideológico y el poder son dimensiones que atraviesan de parte a parte una sociedad. Lo
ideológico es el nombre que se da al sistema de relaciones entre un conjunto significante
determinado y sus condiciones sociales de producción. Una ideología históricamente
determinada no es más que una gramática de producción, porque habría que explicar cómo
una ideología históricamente determinada puede invertirse en materias significantes muy
diversas. Las condiciones de esta inversión no son las mismas para las diversas materias
significantes: cada una de ellas define un ámbito de restricciones específicas que se imponen
a las operaciones discursivas de inversión de sentido.
Cuando dentro de un determinado proceso de circulación se intenta explicar los efectos de
sentido de un determinado conjunto significante, uno se topa con la cuestión del poder. La
noción de poder designa los efectos del discurso dentro de una determinada textura de las
relaciones sociales. Estos efectos revisten necesariamente la forma de otra producción de
sentido.
Lo ideológico constituye una dimensión que puede descubrirse en cualquier discurso
marcado por sus condiciones sociales de producción. Una ideología no consiste en un
repertorio de contenidos, sino en una gramática de producción de sentido. Puede manifestarse
en contenidos pero no definirse en este nivel.
El discurso científico es típicamente un producto social. En el plano de los discursos sociales
no puede darse ningún sentido que pueda ser calificado como no ideológico. Pero sí puede
hacerse una distinción entre “efecto de cientificidad” y “efecto ideológico”, que compete al
reconocimiento y no a la producción. En cuanto al efecto de cientificidad, se reconoce al
discurso como referido a su propia relación con la realidad que describe. Se presenta
precisamente como sometido a determinadas condiciones de producción.
La relación del discurso a su referente lleva la marca de la relación del discurso con sus
condiciones de producción El efecto ideológico, es propio del discurso absoluto. Se presenta
como el único discurso posible sobre aquello de que habla.
Ambos efectos de reconocimiento tienen lugar en discursos que son ideológicos en cuanto a
su producción. Para que un discurso tenga poder, tiene que movilizar una creencia. El
paradigma del efecto ideológico es el discurso absoluto. El discurso de la religión, el modelo
propio del discurso del conocimiento no entraña la creencia absoluta, se trata de un discurso
relativo. El dominio de lo ideológico es mucho más amplio y concierne a todo sentido
producido en el que han dejado huellas las condiciones sociales de su producción: todo
producto conserva las huellas del sistema productivo que lo ha engendrado.
Mientras más compleja es una sociedad, más compleja es la semiosis que la atraviesa. Lo
ideológico y el poder se encuentran en todas partes en tanto que “esquemas de inteligibilidad
del campo social”, para retomar la expresión de Foucault. Lo ideológico y el poder son redes
de la producción social del sentido permanente sacudidas por los mecanismos dinámicos de
la sociedad y siempre están más o menos desfasadas entre sí.

El sujeto semiotizado
Los sujetos son los agentes del proceso de producción y reconocimiento. Designa la
mediación necesaria entre las condiciones de producción y procesos de producción, entre las
condiciones y procesos de reconocimiento. Es el punto por donde pasan las reglas operatorias
de la producción y del reconocimiento. Está lejos de constituir un medio transparente, más
bien constituye una fuente de restricciones que definen su funcionamiento en cuanto sujeto.
El encuentro entre el sujeto, producción y reconocimiento, constituye un fenómeno histórico.
Toda desviación significativa entre producción y reconocimiento de determinados conjuntos
textuales implica, en el plano diacrónico, un cambio en la posición del sujeto. La
combinatoria particular propia de los paquetes significantes, afecta al dispositivo de la
enunciación en el interior de cada materia. No se puede exagerar la importancia del análisis
de la enunciación si al mismo tiempo no se comprende que este análisis no concierne a un
aspecto del discurso, ni se halla referido a algún nivel de funcionamiento de la discursividad,
sino que implica una transformación global de la concepción que se tiene acerca de la
actividad del lenguaje. El dispositivo de enunciación, es la red de huellas a través de la cual el
imaginario de la historia llega a injertarse sobre determinadas estructuraciones del orden
simbólico.

Discurso, poder, poder del discurso


En primer lugar discurso es los fenómenos discursivos que atraviesan el lenguaje. La
oposición entre una semiótica entendida como teoría de los sistemas de signos y una
semiótica de la producción de sentido, de los discursos sociales. La noción discurso designa
todo fenómeno de manifestación espacio temporal del sentido.
El sentido remite siempre a un trabajo social de producción: la producción social del sentido.
La pregunta por el poder del discurso, concierne a la cuestión de los efectos discursivos.
Para los dos grandes aspectos del sistema productivo del sentido, necesitamos ambos tipos de
conceptos: descriptivos y analíticos. En el polo de la producción, el término ideologías
designa determinadas gramáticas de producción discursiva desde un punto de vista
descriptivo (hablamos de fascismo, comunismo, etc.) pero necesitamos considerar la
dimensión de lo ideológico como una dimensión analítica propia a todo discurso social. El
concepto ideológico designa una dimensión de todo discurso, aquella determinada por la
relación entre las propiedades discursivas y sus condiciones de producción. En el polo del
reconocimiento, necesitamos el concepto de poder como concepto analítico que designa la
dimensión del efecto del discurso. Pero también necesitamos el concepto poder para designar
formaciones históricas asociadas a formas institucionales.
El concepto analítico de poder de un discurso es un concepto relacional: el poder de un
discurso sólo puede manifestarse bajo la forma de u efecto, es decir, de otra producción de
sentido, de otro discurso. En otras palabras: el poder de un discurso A, es un discurso B que
se manifiesta como efecto del primero.
Las dos grandes problemáticas son: la de las relaciones de los distintos tipos de discursos
sociales al poder Y la problemática concerniente al poder de los discursos al modo en que los
discursos producen determinados efectos.
Hablar de discursos de poder, es confundir estas dos problemáticas. El poder que un discurso
social expresa es el del poder, y de este modo, si un discurso manifiesta cierto poder, es
porque el poder viene dado por el poder. Estamos condenados a expresar el poder mismo que
nos domina.
En palabras de Ruiz, Verón distingue entre definiciones descriptivas y definiciones analíticas
de lo ideológico y el poder. En el primer caso, esta distinción parte de la crítica a la noción de
ideología entendida como falsa conciencia, pero también como sustancia de la que algunos
discursos estarían dotados y otros no. La distinción señalada permite diferenciar la ideología
como una gramática de producción (o como formando parte de una), esto es como un
conjunto de reglas (condiciones) a partir de las cuales se pueden elaborar discursos, como
sería la ideología en un sentido tradicional (ideología socialista, ideología peronista, ideología
neoliberal…), de lo ideológico como una dimensión analítica que daría cuenta de las marcas
que dejan las condiciones de producción en los discursos. Del mismo modo, el poder también
puede ser entendido como el poder institucional, represor, fáctico (en un sentido tradicional,
descriptivo) y como los efectos que un discurso determinado genera, los que pueden ser
leídos en nuevos discursos. O sea que en términos analíticos, todo discurso es ideológico
porque todo discurso se relaciona con sus condiciones de producción, y todo discurso tiene
poder en la medida en que genera efectos en reconocimiento y permite la generación de
nuevos discursos.

Discurso y poder
Hay un tipo de discurso que tiene una relación privilegiada con la
estructura del Estado, un discurso en cuya definición misma interviene el concepto de esta
relación; el discurso político. Este ejerce un cierto poder, produce un cierto efecto. Esta
dimensión (analítica) está presente en el discurso político como en cualquier otro tipo de
discurso. Las estructuras institucionales del Estado aparecen, a su vez, como formando parte
de sus condiciones de producción: estas estructuras intervienen en la dimensión ideológica
del discurso político. El rasgo que lo define como tipo es la tematización explícita de la
cuestión del control del campo institucional del poder dentro de la sociedad.
Los llamados hechos políticos no existen independientemente de su semantización discursiva,
son estrictamente inseparables de los discursos. Inversamente todo discurso político es un
hecho político. Basta reflexionar sobre el vínculo necesario que existe entre los llamados
hechos y el funcionamiento de los medios de comunicación de masas, para comprender que
el verdadero problema es el de dar cuenta, a nivel teórico, de la semiosis, de la producción de
sentido, que es inseparable de la existencia misma de los hechos.
La diferenciación entre discurso y condiciones (de producción o reconocimiento) es una
diferenciación puramente metodológica. El corte entre los discursos y sus condiciones, es
producido por la intervención del análisis; automáticamente, a partir del momento en que se
constituye un corpus de discursos a ser analizados, otros elementos del proceso se
transforman en sus condiciones. Pero la distinción es metodológica y no sustancial. Si al
estudiar un determinado corpus de discurso político, las estructuras del campo político
aparecerán como condiciones de producción, se trata de concebir el poder del discurso
político como dando lugar a una pluralidad de efectos a fenómenos diferenciales de
resonancia, en distintos puntos del campo de lo político.
Lo dicho hasta aquí, me parece definir una perspectiva fecunda para estudiar el
funcionamiento del discurso político. Para comprender todo proceso político como a la vez
constituido por hechos que son inseparables de las lecturas que de ellos se hace, y por
discursos que automáticamente son hechos. Para entender la dinámica de los procesos
políticos como susceptible de ser expresada, bajo la forma de los décalages (Desajuste)
constantes entre las condiciones ideológicas de producción, y los efectos discursivos que se
manifiestan bajo la forma de una nueva producción discursiva. A esta distancia entre
producción y reconocimiento, la llamamos circulación de sentido.
Es posible considerar la posibilidad de explorar una tipología del discurso político en función
del tipo de relación (y de distancia) entre producción y reconocimiento. Dos problemáticas de
particular interés.
1 Dentro de la dinámica interna a un movimiento social o partido político, se plantea la
cuestión de la relación entre el discurso del líder y el de sus seguidores o partidarios: se
podría pensar que esta relación es de pura reproducción. Sin embargo es bastante probable
que la relación sea mucho más compleja. La distinción misma entre el líder y los seguidores,
implica que las condiciones de producción discursiva no son las mismas para el primero y
para los seguidores. Es muy probable que la relación del discurso del líder con sus partidarios
contenga lo que Gregory Bateson llama doublé-bind. Doble vínculo. Mensaje contradictorio
del tipo “tu palabra debe ser la mía aunque por definición nunca lo será”.
2 En cuanto a las relaciones de oposición o enfrentamiento interdiscursivo. El discurso del
adversario constituye una condición de producción del propio discurso. En una situación de
poder, el discurso de los dominados, que se presenta como un discurso de oposición o de
ataque dirigido contra el discurso de los dominantes, no es otra cosa que la inversión
especular de este último.

Poder del discurso


Para analizar la dimensión de poder de los discursos sociales. Esos discursos en los que se
produce el efecto que he llamado en otro lugar, de conocimiento. El efecto de conocimiento
es aquel que se produce en un discurso en función referencial, que se presenta como
describiendo una realidad determinada, a la vez que describe su objeto, hace explícito el
hecho de que lo describe desde un punto de vista determinado. El caso opuesto es el del
efecto ideológico: el discurso describe su objeto y esa descripción es presentada como la
única posible. El modelo puro del discurso a efecto ideológico es el del discurso de la
religión. El discurso científico produce un efecto, ejercita un poder. Pero la modalidad de este
ejercicio es también muy particular: el discurso que produce un saber, lo que se llama
corrientemente un conocimiento, ejerce su poder a parir de la suspensión del efecto
ideológico. Vemos pues la necesidad de distinguir la creencia del saber.
Todo discurso es ideológico en producción, algunos son científicos en recepción. Creencia y
saber son los nombres de efectos discursivos y no de tipos de discursos. No existe algo que
sería el discurso del saber y algo que sería el discurso ideológico.
Que el discurso político sea ideológico en producción no es de extrañar: este principio es
válido para todo discurso. La especificidad del discurso político deriva de dos características
principales:
1. Es un discurso que explicita su carácter polémico, explicita que existen otros discursos del
mismo tipo que están en relación de enfrentamiento.
2. Pero este modo de funcionamiento es bien diferente del que caracteriza lo que hemos
llamado el efecto de conocimiento, porque el discurso político sólo puede constituirse bajo la
condición de presentar esos discursos otros como irremediablemente falsos. Es un discurso a
efecto ideológico, que genera la creencia. El discurso político es el heredero histórico directo
del discurso de la religión: se presenta como discurso absoluto, con la sola diferencia que
reconoce la existencia de otras religiones que son lógicamente falsas.
Finalmente, en relación a los efectos de un discurso (o sea en sus condiciones de
reconocimiento, el poder que tienen los discursos) Verón distingue dos tipos de efectos:
1. efecto ideológico, que genera creencia, que es aquel de los discursos que buscan ocultar o
negar sus relaciones con sus condiciones de producción (o sea que se piense que ese discurso
no responde a intereses particulares, o plantea una verdad eterna); Verón pone de ejemplo acá
al discurso de tipo político o religioso;
2. efecto de cientificidad, que genera conocimiento, que es el de los discursos que explicita
su relación con sus condiciones de producción, que muestra que nace en un determinado
contexto y que admite que haya otros discursos con los cuales discute; Verón piensa acá en el
discurso de tipo científico, que admite que el conocimiento siempre es provisorio y puede ser
falsado.
Discurso, poder, poder del discurso
En primer lugar, un punto de vista semiótico no implica pretensión de reducir todo a signos.
Lo que el punto de vista semiótico afirma es que todo fenómeno social es necesariamente
significante; que la producción de sentido dentro de una sociedad no constituye un nivel sino
que la significación atraviesa la sociedad entera.
En segundo lugar sería completamente absurdo pretender negar el ejercicio de la violencia y
de la represión como instrumento normal de la dominación del Estado. Pero sería un grave
error reducir una teoría del poder del Estado a este aspecto, o considerar que la naturaleza
esencial del poder reposa en la pura violencia.
El discurso político, es una de las formas de discurso absoluto. Contiene el reconocimiento
explícito de la existencia de otros del mismo tipo y esos otros deben ser exhibidos como
falsos. En las condiciones neutrales de circulación discursiva en las sociedades capitalistas
industriales, como resultado sobre todo de la relación intrínseca entre los discursos sociales y
las comunicaciones masivas, el discurso político aparece como sometido permanentemente a
una doble recepción.
El discurso político organiza su economía alrededor de lo que Verón llama el nosotros de
identificación o colectivo de identificación. Este núcleo constituye el fundamento discursivo
de los procesos de identificación propios de cada partido político o movimiento social.
La doble recepción: producido alrededor del colectivo de identificación, será recibido no solo
por quienes integran ese colectivo, sino también por los adversarios, por los otros. Se dibuja
una suerte de paradoja. Sin adversario, el discurso político no tiene razón de ser. Pero a la vez
todo el tiempo intenta descalificar o neutralizar el discurso del otro, amenazador de
absolutismo, puede transformar al discurso político en portador de muerte
(fascismo-nazismo).
En situación normal de democracia pluralista y de juego parlamentario, el discurso político
olvida fácilmente que si es verdad que las palabras son un arma, la verdad de esta expresión
reposa en la verdad de la expresión inversa: el único método seguro de tener la última
palabra, es reducir al enemigo al silencio.
ANGENOT
Discurso social
El discurso social → todo lo que se dice y se escribe en un estado de la sociedad, todo lo que
se imprime, todo lo que se habla públicamente o se representa hoy en los medios electrónicos
. Narrar y argumentar son los dos grandes modos de puesta en discurso.
DISCURSO SOCIAL → Son sistemas genéricos, repertorios tópicos, las reglas de
encadenamiento de enunciados que, en una sociedad dada, organizan lo decible y aseguran la
división del trabajo discursivo. Se trata entonces de hacer aparecer un sistema regulador
global cuya naturaleza no se ofrece inmediatamente a la observación, reglas de producción y
circulación, así como un cuadro de productos.
Lo que el autor propone es tomar en su totalidad la producción social del sentido de la
representación del mundo, producción que presupone el sistema completo de los intereses de
los cuales una sociedad está cargada. Tiene la intención de tratar de lleno la enorme masa de
los discursos que hablan y llegan al oído del hombre en sociedad. En un momento dado,
todos los discursos están provistos de aceptabilidad y encanto: tienen eficacia social y
públicos cautivos, cuyo habitus dóxico con una permeabilidad particular a esas influencias,
una capacidad de apreciar las y de renovar su necesidad de ellas.
Toma como objeto concreto la totalidad de la cosa empresa en francés producida en el curso
del año 1889. Se trata de establecer un corte sincrónico arbitrario para describir y dar cuenta
de lo escribible en esa época.
Supone la construcción de un marco teórico y enfoques interpretativos que la organización
del material recolectado pre supuestamente ha de ilustrar y justificar. Quiere llegar a dar
consistencia teórica a la noción de discurso social ya mencionada.
Hablar de discursos sociales es abordar los discursos como hechos sociales y como hechos
históricos. También es ver en aquello que se describe y se dice en una sociedad, hechos que
funcionan independientemente de los usos que cada individuo se les atribuye, que existen
fuera de las conciencias individuales y que tienen una potencia en virtud de la cual se
imponen. La perspectiva de Angenot retoma lo que se narra y se aumenta, aislado de sus
manifestaciones individuales y que no es reducible a lo colectivo: se trata de extrapolar de
esas manifestaciones individuales aquello que puede ser funcional en las relaciones sociales.
El discurso social no tiene relación con la lengua de los lingüistas. Si bien el discurso social
es la mediación necesaria para que el código lingüístico se concreta en enunciados aceptables
e inteligibles, la perspectiva sociodiscursiva permanece heurísticamente alejada del ámbito de
la lingüística. El análisis de los lenguajes sociales es antagonista de la descripción de la
lengua. Sin embargo el discurso social al igual que el código lingüístico es aquello que ya
está allí, aquello que Informa el enunciado particular y le confirmó un estatus inteligible.
Porque todo discurso concreto descubre siempre lo objeto de desorientación como algo ya
especificado.

Una interacción generalizada


Bajtin acentúa la fluidez, la desviación creativa hacia una representación de lo social como un
lugar donde las conciencias están en constante interacción, un lugar en el que las legitimidad
es, las jerarquías, las restricciones y las dominantes, sólo se consideran en la medida en que
proporcionan material a la heteroglosia. Nosotros no podemos seguir a Bajtin en este mito
democrático: trataremos de exponer las contradicciones y las funciones d e una hegemonía →
entendido como un conjunto complejo de reglas prescriptivas de diversificación de lo decible
y de cohesión, de coalescencia de integración. Hablar del discurso social será describir un
objeto compuesto, formado por una serie de subconjuntos interactivos, de migrantes
elementos metafóricos, donde operan tendencias hegemónicas y leyes tácitas.
Retendremos la tesis de bajtín que sostiene una interacción generalizada. Los géneros de los
discursos no forman complejos recíprocamente impermeables. Los enunciados deben tratar se
como eslabones; no se bastan a sí mismos, están llenos de ecos y de recuerdos penetrados por
visiones del mundo, tendencias, teorías” de una época. Se esbozan nociones como
intertextualidad e interdiscursividad; que convocan la investigación de reglas o de tendencias,
en absoluto universales, pero capaces de definir e identificar un estado determinado del
discurso social.
El proyecto de Angenot busca sacar a la luz está interdiscursividad generada a fines del siglo
XIX. Lo que se enuncia en la vida social acusa estrategias por las q ue el enunciado
“reconoce” su posicionamiento en la economía discursiva y opera según este reconocimiento;
el discurso social, como unidad global, es la resultante de esas estrategias múltiples.

Alegoresis, inteligibilidad
El efecto de “ masa sincrónica” del discurso social sobre determina la legibilidad de los
textos particulares que forman esa masa. A la lectura de un texto dado se superponen
vagamente otros textos que ocupan la memoria. Esta sobreimposición se llama alegoresis→
proyección centrípeta de los textos de toda la red sobre un texto o un Corpus fetichizado.
Fenómenos análogos se producen en los discursos modernos, por una necesidad estructural
que resulta de la organización topológica de los campos discursivos. La inteligibilidad
asegura una entropía hermenéutica que hace leer los textos de una época con cierta estrechez
monosémica, que escotomiza la naturaleza heterológica de ciertos escritos , anula lo
inesperado y reduce lo nuevo lo previsible. Las nuevas ideas corren el riesgo de pasar
inadvertidas porque se abordan en u n marco preconstruido que desdibuja aquello que se
presta a una lectura diferente.

Formas y contenidos
Este enfoque no diferencia el contenido de la forma. El discurso social une ideas y formas de
hablar. Si cualquier enunciado comunica un mensaje, la forma del enunciado es medio o
realización parcial de este mensaje. Los rasgos específicos de un enunciado son marcas de
una condición de producción, de un efecto y de una función. El uso para el cual un texto fue
elaborado puede ser reconocido en su organización y en sus elecciones lingüísticas.

Todo es ideología
Le dio logista en todas partes, en todo lugar, y la palabra misma “ideología” deja de ser
pertinente en el sentido de que, al seguir el camino que lleva la reflexión hacia una semiótica
socio-histórica, muchos investigadores han llegado a ser suya la proposición inaugural de
“Marxismo y filosofía del lenguaje” → todo lenguaje es ideológico, todo lo que significa
hace signo en la ideología.
Voloshinov: “ el ámbito de la biología coincide con el de los signos. Allí donde se encuentra
el signo, se encuentra también la ideología”. “Todo lo que se analiza como signo, lenguaje y
discurso es ideológico”. Todo eso lleva la marca de maneras de conocer y de representar lo
conocido que no van de suyo, que no son necesarias ni universales, y que conllevan apuestas
sociales, manifiestan intereses sociales y ocupan una posición en la economía de los discursos
sociales. Todo lo que se dice en una sociedad realiza y altera modelos pre constructos.

Hegemonía
El solo hecho de hablar del discurso social en singular implica que, más allá de la diversidad
el investigador puede identificar las dominancias interdiscursivas, las maneras de conocer y
de significar lo conocido que son lo propio de una sociedad, y que regulan y trascienden la
división de los discursos sociales: aquello que se llamará hegemonía. La hegemonía
completa, en el orden de la ideología, los sistemas de dominación política y la explotación
económica que caracterizan una formación social. En lo referido al discurso es posible
postular que las prácticas significante s que coexisten una sociedad no están yuxtapuestas,
sino que forman un todo orgánico y son cointeligibles, porque allí se producen y se imponen
temas y también porque el investigador podrá reconstruir reglas generales de lo decible y lo
escribible. En cada sociedad la interacción de los discursos, los intereses que lo sostienen y la
necesidad de pensar colectivamente la novedad histórica producen la dominancia de ciertos
hechos semióticos que sobre determinarían globalmente lo enunciable y privan de medios de
enunciación a lo impensable o a lo aún dicho.
La hegemonía que abordaremos aquí es la que se establece en el discurso social y que
abarcaría no sólo los discursos y los mitos sino también a los rituales. La hegemonía
discursiva sólo es un elemento de una hegemonía cultural más abarcadora, que establece la
legitimidad y el sentido de los diversos estilos de vida, de las costumbres, actitudes y
mentalidades que parecen manifestar.
La hegemonía es el conjunto de los repertorios y reglas y la topología de los estatus y
confían a esas entidades discursivas posiciones de influencia y prestigio, y les procuran
estilos, formas, microrrelatos y argumentos que contribuyen a su aceptabilidad. Decir que tal
entidad cognitivo discursiva es dominante en una época dada no implica negar que está
inserta en un juego en el que existen múltiples estrategias que la cuestión y se oponen a ella,
alterando sus elementos.

Hegemonía, legitimación y aceptabilidad


Hegemonía no es sólo aquello que se manifiesta con más fuerza en varios lugares. La
hegemonía → Un conjunto de mecanismos unificadores y reguladores que aseguran a la vez
la división del trabajo discursivo y un grado de homogeneización de retóricas, tópicas y
doxas trans discursivas. Imponen aceptabilidad sobre lo que se dice y se escribe, y estratifican
grados y formas de legitimidad.
La hegemonía se compone de reglas canónicas de los géneros y los discursos, de las
presencias y estatus de los diferentes discursos de las normas del lenguaje correcto, y de las
formas aceptables de la narración y argumentación y, de la cognición discursiva.
La hegemonía impone dogmas, fetiches y tabúes, hasta en una sociedad liberal que se
considera a sí misma emancipada de tales imposiciones arbitrarias.
Entendemos por HEGEMONÍA → el conjunto complejo de las diversas normas e
imposiciones que operan contra lo aleatorio, lo centrífugo y lo marginal, indican lo s temas
aceptables e, indisociablemente, las maneras tolerables de tratarlos, e instituyen la jerarquía
de las legitimidades sobre un fondo de relativa homogeneidad. Hegemonía debe describirse
formalmente como un “Canon de reglas” e imposiciones legitimadoras y, socialmente, como
un instrumento de control social, como una vasta sinergia de poderes, restricciones y medios
de exclusión ligados a arbitrarios formales y temáticos.
La hegemonía no es propia de una élite o un puñado de mentes esclarecidas. Si bien la
hegemonía está formada por regularidades que hacen aceptable y eficaz lo que se dice y le
confieren un estatus determinado, aparece como un sistema que se regula por sí mismo sin
que haya detrás un Geist, un director de orquesta, ni siquiera una serie de relevos provistos de
una identidad. En las sociedades primitivas, la hegemonía se identifica con la cohesión
estructurada de los mitos cosmológicos y socio agónicos, de todo lenguaje asociado a las
prácticas del grupo.
El término de hegemonía es inútil como es inútil hablar de una norma lingüística (en esta
sociedad primitiva). El concepto de hegemonía puede intervenir, estableciendo quién puede
decir qué y en qué circunstancias, y cómo se instauran las reglas de transcodificación entre
mitos, rituales y otras prácticas significantes. En una sociedad compleja, estratificada en
clases y roles sociales, donde las funciones están diversificadas y los antagonistas son
múltiples, la homogeneidad Orgánica de los discursos es menos evidente. Esas sociedades no
dejan de legitimar a imponer formas de expresión, principios cognitivos, reglas de lenguaje.
Inscrita en el tiempo, hegemonía discursiva propia de una coyuntura dada se compone de
mecanismos reguladores que se han establecido en duraciones diferentes: lenta elaboración
de la lengua nacional, de sus fraseología sí de sus retóricas de prestigio; aparición y
obsolescencia rápida de temas e ideas. Esas diferencias de temporalidades son también
relativamente armonizadas y reguladas, de modo que el conjunto evoluciona como un todo.

La hegemonía no es ni yuxtaposición y coexistencia. A pesar d e muchos puntos de fricción y


de conflicto, forma un conjunto que apunta la estabilidad y a la homeostasis, mientras que
ella misma está constantemente en vías de reparación. El equilibrio relativo de los temas
impuestos, de las normas y divisiones de las tareas no es el resultado de una ausencia de
contradicciones: es la resultante de las relaciones de fuerza y de los intereses de todos los
interlocutores sociales. Todo gran sector discursivo tiene un potencial “totalitario”, y que sólo
las condiciones sociales le prohíben persistir en su esencia hacia una extensión máxima.
Conjunto de reglas y de invitaciones, canon de legitimidad e instrumento de control, la
hegemonía que apunta ciertamente la homogeneidad, no sólo se presenta como un conjunto
de contradicciones parciales, sino que logra imponerse, justamente, como resultado de todas
estas tensiones y vectores de interacción.
Hegemonía no corresponde a una hegemonía dominante sino a una dominancia en el juego de
las ideologías . En la hegemonía intervienen intereses estructurales, tradiciones, posiciones
adquiridas y defendidas, necesidad de adaptación a la doxa. La hegemonía engendra
hegemonía: de las rutinas a las convergencias, se refuerza con el solo efecto de masa. Eso
funciona porque no tiene necesidad de ser homogéneo ni totalitario; el sistema da cabida a
todo tipo de fuerzas centrífugas. La producción de la norma lingüística implica también su
escala de distinciones, su disimilación en diversos y electos que se refieren al tipo ideal. A
través de un movimiento constante, donde de la doxa se engendra la paradoja, donde la
originalidad se fabrica en lugares comunes; a través también de las funciones locales de cada
discurso, mediante estas diversificaciones y ese movimiento es que opera la regulación
hegemónica

Hegemonía, Estado, clase dominante


Hegemonía discursiva no es algo que exista “en el aire”. Su base es el estado-nación que ha
llegado a la madurez, el espacio social unificado por la expansión de una esfera pública
extendida. Hay una relación directa entre la realidad inmaterial de una hegemonía
sociodiscursiva y los aparatos del estado. La hegemonía es aquello que produce lo social
como discurso, establece entre las clases la dominación de un orden de lo decible te mantiene
un estrecho contacto con la clase dominante.
Que la burguesía se “construya un mundo a su propia imagen” puede comprenderse en el
siguiente sentido, si se aplica a los discursos y los lenguajes canónicos: con su norma
lingüística elevada y su canon de géneros y discursos, la hegemonía forma un dispositivo
favorable a la clase dominante, Alien posición de su dominación, porque el costo es elevado,
y las formas de derroche os tentador se producen en armonía con los modos de vida y el etho
s de las clases privilegiadas. De allí que los discursos más legítimos encuentren en los
miembros de la clase dominante sus destinatarios naturales.
Los discursos legítimos sirven menos para someter a los dominados que para reunir, motivar
y ocupar los espíritus de los dominadores, que necesitan ser convencidos para creer. La tesis
de que la clase dominante siempre termina por promover una visión de las cosas e ideologías
conforme a sus intereses históricos a Angenot le parece indemostrable. La hegemonía es
social porque produce discursivamente a la sociedad como totalidad. No es propiedad de una
clase. Pero como instituye preeminencias, legitimidades, intereses y valores, naturalmente
favorece a quienes están mejor situados para reconocerse en ella y sacar provecho.
Componentes
Los elementos que componen el hecho hegemónico o los diferentes puntos de vista en los que
este hecho puede ser abordado son:
1. La lengua legítima → no entendido como un código universal y sistema de reglas
abstractas sino como la lengua nacional, que es inseparable de los haberes de protocolo,
expresiones idiomáticas, fraseologías y tropos legitimadores. La lengua oficial literaria está
hecha de esas fuerzas que trascienden el plurilingüismo de una sociedad de clases y unifican
y centralizan del pensamiento literario ideológico.
La lengua legítima determina el enunciador aceptable sobre todo lo imprimible

2. Tópica y gnoseología → tópica → Al conjunto de los lugares o presupuestos irreductibles


del verosímil social, a los que todos los que intervienen en los debates se refieren al fundar
sus divergencias y desacuerdos, a todos los presupuestos colectivos de los discursos
argumentativos y narrativos. La tópica produce lo opinable, lo plausible, pero también está
presupuesta en toda secuencia narrativa, constituyendo el orden de la veridicción consensual
que es condición de toda discursividad, que sostiene la dinámica de encadenamiento de los
enunciados de todo tipo. La doxa → lo que sólo se predica los conversos, lo que es
impersonal si necesario para poder pensar lo que se piensa y así lo que se tiene que decir.
Forma un sistema maleable en el cual un top os puede esconder otro, de modo que los
forjadores de paradojas quedan atrapados en la doxología de su tiempo. Se puede hablar de
una doxa como común denominador social y como repertorio tópico ordinario de un estado y
sociedad, pero también se le puede abordar como algo estratificado, según los conocimientos
y los implícitos propios de una determinada cantidad y composición de capital cultural. Si
todo acto de discurso es también un acto de conocimiento, hay que ir más allá de un
repertorio tópico para abordar una gnoseología→ conjunto de reglas que determinan la
función cognitiva de los discursos, que modelan los discursos como operaciones cognitivas.
Esta gnoseología corresponde a la s maneras en que el mundo puede ser esquematizado sobre
un soporte del lenguaje, esquematizaciones que constituyen la precondición de los juicios.
Esta gnoseología corresponde a lo que se ha llamado a veces estructuras mentales de tal clase
o tal época o pensamientos.
3. Fetiches y tabúes → la configuración de los discursos sociales está marcada por la
presencia particularmente identificable de objetos temáticos de lo Intocable: los fetiches y los
tabúes. La patria, el ejército y la ciencia están del lado de los fetiches; el sexo, la locura, la
perversión, del lado de los tabúes. Hay que señalar también que un tabú puede ocultar otro.
Es importante analizar estos fetiches y tabúes y su grado de intangibilidad, porque no sólo
están representados en el discurso social, sino que son esencialmente producidos por él.

4. Egocentrismo y etnocentrismo → hegemonía puede abordarse también como una norma


pragmática que definen su centro a un enunciador legítimo, quien se arroga el derecho d e
hablar sobre alteridades, determinadas en relación con el. Los géneros canónicos del discurso
social habla en a un destinat ario implícito; también legitimado, y no hay mejor manera de
legitimar lo que darle derecho de fiscalización sobre los que no tienen derecho a la palabra.
La hegemonía se presenta a la vez como un discurso universal y como una locución
distintiva, identitaria, selectiva, que produce los medios de discriminación y de distinción de
legitimidad y de ilegitimidad. Hegemonía es entonces un egocentrismo y un etnocentrismo.
Que engendra ese yo y ese nosotros que se atribuyen el derecho de ciudadanía. Toda doxa
señala y rechaza como extraños e inferiores a ciertos seres y grupos. Se percibe aquí que la
hegemonía resulta de una presión lógica que lleva armonizar, acercó pensables diversas
ideologías provenientes de lugares diferentes y que no tienen las mismas funciones.

5. Temáticas y visión del mundo → tu debate en un sector determinado supone un acuerdo


anterior sobre el hecho de que el tema que se trata existe, merece ser debatido y hay un
común denominador que sirve de base a la polémica. Lo que habitualmente se llama cultura
se compone de contraseña sistemas apropiados. Hegemonía se presenta entonces como una
temática. Estas temáticas no sólo forman un repertorio de temas obligados sino que organizan
paradigmáticamente; a pesar de las compartimentaciones, los géneros y las escuelas, de la
multiplicidad de los discursos autorizados se desprende una visión del mundo. Se tratará
entonces de demostrar la Génesis y los lineamientos de un paradigma socio hermenéutico
general. Veremos emerger una serie de predicados que supuestamente caracterizan todos los
aspectos de la vida social, y que se difunden con insistencia, tanto los lugares comunes como
en las áreas distinguidas y que ocupan una posición dominante, rechazan los enunciados
incompatibles y se construyen los unos con relación a los otros como inteligibles,
parcialmente redundantes. Este paradigma no se manifiesta bajo la forma de una filosofía o
una doctrina identificada; está en todas partes y en ninguna.
6. Dominantes de pathos → historia de las ideas tradicional tiene transformar el pathos
dominante de los discursos de una época en temperamentos y estados de ánimos súbitamente
advenidos al conjunto de los grandes pensadores y artistas de una generación.
7. El sistema topológico → hegemonía se aprehende finalmente, por disimilación, como
sistema de división de tareas discursivas, un conjunto de discurso específicos, géneros ,
subgéneros, estilos e ideologías, agrupados en regiones o Campos, entre los cuales los
dispositivos inter discursivos aseguran la migración de ideologemas variados y las
adaptaciones de las formas del lenguaje y tópicas comunes. Es necesario pensar la hegemonía
como convergencia de mecanismos unificadores y a la vez como diferenciación regulada;
otra forma de armonía cultural que puede compararse con la división económica del trabajo y
que resulta de ella.

La hegemonía como denegación de sí misma


En los discursos modernos hay un axioma metadiscursivo que consiste en que todo puede
decirse y que los discursos individuales cubren la totalidad de la vida humana en toda su
complejidad. Existe la idea de que el discurso social no es más que una galaxia de opiniones
personales, de referencias a experiencias, de estilos y formas idiosincrásicas, y sin embargo,
todo lo que tiene interés para la sociedad termina por recibir el tratamiento que corresponde.
La presión de la hegemonía queda oculta por los debates encarnizados en el campo de la
política, por las confrontaciones de estéticas recíprocamente hostiles, por las
especializaciones y las especificidades, los talentos y las opiniones diversas.
El sistema subyacente permanece oculto, es necesario que ese sistema se haya callado para
que los discursos despliegan sus encantos y su potencial credibilidad. El discurso social y el
resto de la significación cultural Estudiar un estado del discurso Social es aislar, de los
hechos sociales globales, un conjunto de prácticas mediante las cuales la sociedad se objetiva
en textos y el lenguajes; prácticas que permanecen ligadas a otras prácticas e instituciones.
También es distinguir de entrada a la manera en que una sociedad se conoce de la manera en
que funciona.
El análisis del discurso social no es válido como un análisis de la coyuntura global. El
discurso social es un dispositivo para ocultar, para desviar la mirada ya que sirve para
legitimar y para producir consenso. La expresión de la noción de discurso social puede variar,
si bien hemos optado por identificarla con el hecho del lenguaje y con la cosa impresa.
Fossaert → DISCURSO SOCIAL→ a la totalidad de la significación cultural: no solamente a
los discursos sino también los monumentos, las imágenes, los objetos plásticos, los es
pectáculos y la semantización de los usos y las prácticas en su aspecto socialmente
diferenciado y significante.
Angenot le parece que la relación que puede establecerse entre la significación objetiva de los
textos y la significación inscrita sobre el cuerpo del hombre social es una de las relaciones
más problemáticas para pensar e interpretar.
Hay dos modos de significancia social:
1. Histéresis→ de los cuerpos sociales, de los comportamientos, de los habitus.
2. Semiosis→ de los textos y de los simulacros objetivados.
La semantización de los usos es parte constitutiva de la hegemonía cultural en un sentido
global. Los roles sociales inseparables de las disposiciones y de los gustos sitúan
automáticamente a cada uno en el mundo de las prácticas significantes y manifiestan su clase
y su estatus. Sabemos que la manera en que una sociedad s e conoce y se habla de término
para hacer mente las acciones concretas y las actitudes de los grupos sociales

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