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LA REFORMA AGRARIA
Hace ya cerca de medio siglo que se inició en el Perú, en junio de 1969, una de las reformas
agrarias más radicales del continente.
Realizada por el gobierno militar presidido, en su primera fase (1968-1975), por el general Juan
Velasco Alvarado, fue notablemente incruenta si consideramos los grandes cambios que produjo: la
eliminación de los latifundios y de un sector de las clases más poderosas del país, los grandes
terratenientes, quienes mostraron una sorprendente incapacidad de resistencia.
La deuda agraria
A pesar de los años transcurridos (casi cinco décadas), la reforma continúa siendo, en muchos
aspectos, un tema de actualidad. En primer lugar, porque solo una parte de los bonos entregados a
los propietarios expropiados fueron redimidos; los que no recibieron ningún pago continúan
reclamándolo desde hace décadas. Con el tiempo transcurrido, el punto crucial reside en cómo se
calculan el valor actual de los bonos, dada la gigantesca inflación de la década de 1980 (que licuó
su valor), y los intereses acumulados: ninguno de los gobiernos ha aceptado pagarlos en las
condiciones exigidas por los tenedores. He aquí que un fondo especulativo con base en Estados
Unidos, Gramercy Fund Management, adquirió en años recientes, a precios muy reducidos, una
buena parte de esos bonos — alrededor del 20 %, según declara — a los tenedores originales e
inició el proceso de reclamo al Gobierno peruano: según sus cálculos, la deuda asciende a USD
1600 millones, y amenaza con acudir a tribunales internacionales si este no paga.
Pero la reforma agraria mantiene su actualidad, en segundo lugar, porque existe una lucha por la
memoria de qué es lo que significó, si estaba o no justificada, y sobre sus resultados.
Simplifiquemos: hay quienes consideran que no solo interrumpió un desarrollo de la agricultura en
proceso, sino que la hizo retroceder décadas, además de violar los derechos de la propiedad
privada; y están quienes, por el contrario, sostienen que, aun con todos sus defectos, fue necesaria
para la modernización económica y la democratización del país.
Mientras que hay suficientes muestras de que la reforma agraria, en efecto, democratizó la sociedad
rural, hizo posible la instalación de gobiernos municipales rurales libremente elegidos por
campesinos; influyó para que se diera el voto a los analfabetos; contribuyó, en suma, al
ensanchamiento de la colectividad política y al acceso a la ciudadanía de millones de peruanos, sus
detractores han recurrido más a un discurso ideológico de defensa de la propiedad y la gran
inversión, que a argumentos sustentados en el análisis de los hechos. No obstante, en un clima en el
que el pensamiento neoliberal ha logrado calar en los sentidos comunes, el rechazo actual a la
reforma agraria parece ser mayor que su aprobación. Su demonización ofrece el perfecto contraste
Alumno: MUÑIZ LAURA, Kelltow Arrisow.
Se suele creer que esta empezó el 24 de junio de 1969, con la dación de la ley respectiva y,
simultáneamente, la intervención estatal de los grandes complejos azucareros de la costa norte.
Pero la reforma agraria entró en la agenda política mucho antes, a las pocas semanas de que el
presidente Manuel Prado (1956-1962) asumiera el mando.
Podemos concluir que SI FUE NECESARIA LA REFORMA AGRARIA, porque gracias a este,
por fin se pudo abolir la esclavitud y los malos tratos de los grandes terratenientes y dueños de
grandes parcelas de terreno, hacia los indígenas, llegando incluso a no pagarles por el trabajo
realizado y quedarse con todo lo producido, y por todo esto, considero que SI FUE NECESARIA
esta REFORMA, por el cual damos gracias a JUAN VELASCO ALVARADO.