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Muchos autores coinciden en que la reforma agraria, más allá de generar un bienestar para el

país, lo que dejó como resultado fue más bien un retroceso en varios ámbitos, especialmente
en lo económico. Por ejemplo, es necesario recordar que uno de los principales sustentos
económicos del Estado era la agroindustria que estaba en crecimiento durante esta época,
sobre todo la que se ubicaba en la costa norte del país, pues ahí se producía azúcar en grandes
cantidades para la exportación. Sin embargo, Velasco la nacionalizó expropiándoselas a sus
dueños. Al parecer a las comunidades campesinas no les afectaba, porque solo se estaba
afectando a los intereses de los dueños de las grandes haciendas, por lo tanto parecería que
estas medidas se dieron para favorecer a estas grandes masas de trabajadores, pues en
muchos casos se procedió a distribuir estas tierras entre los campesinos pero en forma de
parcelas para su uso y producción. Sin embargo, estas parcelas fueron entregadas en forma
colectiva, pues parece que se pretendía hacer un cambio a largo plazo, por ello no las
desarticuló totalmente sino que “el general Velasco conservó la gran propiedad e incluso la
amplió, llamándola cooperativa o sociedad agrícola de interés social. Bajo esos nombres se
proyectó el latifundio y el campesinado percibió al Estado como nuevo dueño” (Zapata 2009).
Por lo tanto, de alguna manera se mantuvo un tercero intermediario que se encargaba de
controlar lo que se producía, así como en el sistema latifundista. Es por esta razón que no se
puede considerar que el campesino tuvo pleno control sobre sus tierras, a pesar de que la
reforma agraria en sí tenía como principal objetivo aquello. Es por ello, que muchos se
desilusionaron de esta ley.
Otra crítica que se le hace es que estas “rara vez buscaban consolidar las prácticas
tradicionales indígenas de tenencia de tierras y manejo de recursos naturales”(Plant 2002:17),
es más se cuestiona si la ley de reforma agraria se hizo para los campesinos porque las
medidas que se tomaron se hicieron sin el pleno conocimiento de las actividades en el campo,
es decir, se hizo la ley en nombre de los campesinos sin consultárseles, de hecho hubiera sido
muy provechoso si se hubieran tomado los modelos de organización y trabajo que los
campesinos conocían; por el contrario, el modelo de desarrollo agrario les fue impuesto. Esto
demuestra una falta de participación activa del campesino. Así lo indica la siguiente cita:

En Perú, donde las tierras de la reforma se distribuyeron de forma colectiva, el gobierno


introdujo nuevos modelos de producción colectiva o cooperativa en lugar de fortalecer las
prácticas indígenas existentes. […] Al ser parte del proceso de conformación de la nación, las
reformas agrarias no daban mucha importancia a las diferencias étnicas. Un ejemplo fue el
estatuto peruano de 1969, que ahora utiliza el término `comunidades campesinas` en lugar del
término anterior `comunidades indígenas`. (Plant 2002: 17)

Siguiendo la misma línea, es válido preguntarse si las tierras distribuidas por la reforma fueron
buenas y servibles para la producción o si eran improductivas, si contaban con regadíos para
las cosechas, si se les distribuía semillas adecuadas para su terreno, es decir todo lo referente a
lo agrario. Además, si contaban con maquinarias e instrumentos que, de repente sí les fueron
facilitadas cuando trabajaban bajo el modelo del latifundio. En todo caso, también es una
realidad que para que los campesinos produzcan necesitaban de un capital con el que
evidentemente no contaban, es por ello que eran necesarios los créditos bancarios, la
pregunta es si se les facilitaba el acceso.
Otro punto para considerar su fracaso, es el cuestionamiento al modelo de reforma agraria
implantada por Velasco, quizás no fue la más apropiada ya que como se indicó previamente se
hizo “para los campesinos pero sin los campesinos”.
Por otro lado, muchos autores coinciden en que a la reforma agraria le faltó una eficaz entrega
de titulaciones para los predios entregados a los campesinos, de esa forma serían dueños dado
que el documento así lo confirmaría y nadie más podrá apoderarse de sus tierras; sin embargo,
en la práctica no todos la tuvieron y es por ello quizás el más grande vacío que caracteriza a la
reforma. Así “De un total de casi 5.000 comunidades campesinas registradas bajo el programa
de reforma agraria, sólo 1.565 recibieron sus títulos. En lugar de recibir los títulos esperados,
muchas comunidades se encontraron participando en empresas cooperativistas que
fracasaron financieramente, causando mucho resentimiento en las comunidades afectadas”
(Plant 2002: 17). En esta cita se grafica también el descontento de los campesinos porque no
eran libres de elegir con respecto a sus tierras, sobre todo si no contaban con títulos de
propiedad y en todo caso solo debían adjuntarse a las “cooperativas de producción”, las cuales
poseían “Los mayores porcentajes de adjudicación de áreas […], con un total de 4’038,531
hectáreas; es decir, un alto porcentaje del total de tierras repartidas ha ido a beneficiar a las
nuevas organizaciones creadas en el campo” (Chirinos 1975: 52) , que son las SAIS y
Cooperativas Agrarias de Producción.
Los casos expuestos anteriormente pretenden explicar las razones por las que la reforma
agraria fracasó, por lo tanto, este trabajo ya se tiene establecida esa posición. Además, es fácil
llegar a esa conclusión pues solo basta con observar la realidad social del campesino luego de
la reforma agraria.
Aunque, muchos autores reconocen que la reforma agraria fue un fracaso en lo económico, o
en la ley misma, rescatan que en lo social fue un éxito. Esta afirmación se atiene a la postura
de que la reforma agraria acabó con el latifundio y liberó al campesino de ese sistema
opresivo, y por lo tanto, su mayor logro es haber reivindicado al campesino y haberlo
restituido en la sociedad. Sin embargo, es una postura controversial por lo ya anteriormente
señalado, que se puede resumir en la siguiente cita:

Se pensó en su momento que estos procesos serían instrumentos de transformación de la


estructura agraria destinados principalmente a sustituir regímenes de latifundio y minifundio
por sistemas más justos de propiedad, tenencia y explotación de la tierra. Sin embargo, varios
años después las formas de acceso a la tierra no han cambiado, y la tendencia actual en la
región apunta más bien al retorno de un sistema que concentra la tierra en pocas manos.
(Castillo 2009:13)

Lo que sí es un hecho es que posteriormente, el denominado segundo periodo, encabezado


por el general Morales Bermúdez (1975-1980) sufrió las consecuencias de la reforma agraria,
ya que recibió a un país con una grave crisis económica que básicamente afectó a toda la
población, sobre todo a los más pobres, incluyendo a los campesinos. La realidad del
campesino en esta época, se reducirá entonces a pobreza, mayor desigualdad y menores
oportunidades de desarrollo, dado que el país debía atender a una causa más importante que
era la económica, entonces nuevamente se desplazó el problema agrario y de los campesinos
para otra oportunidad pues había una urgencia más “importante” que atender. A
continuación, se presenta una cita que muestra las expectativas de la época:

Seis años después de promulgada la Reforma Agraria en el Perú, se puede decir sin temor a
equivocarse que la estructura de tenencia de tierras en el país se ha modificado en forma
definitiva. Los antiguos grupos de poder han dejado paso a los nuevos grupos de campesinos
organizados, los que en estos momentos tienen bajo su responsabilidad no solamente la
ejecución de los planes en el sector agropecuario, sino que a nivel de empresa, deciden sobre
la política a seguir. La estructura de poder actual en el agro es diferente a la que teníamos en
1969. El campesinado tiene en estos momentos en sus manos, como principal protagonista, el
futuro del agro peruano. (Chirinos 1975:52)

En la cita presentada, a la afirmación de que “la estructura de tenencia de tierras se ha


modificado en forma definitiva”, no le falta razón pues en realidad la reforma agraria sí cambió
la forma en la que se constituía el agro, como se argumentó previamente. Pero la
responsabilidad de su éxito o fracaso se lo atribuyen al campesino, lo cual es debatible porque
en sí el control sobre la mayor proporción de tierras estaba bajo el control de las Cooperativas
de Producción antes que del campesino, por lo tanto la responsabilidad era de ese nuevo
grupo creado por la reforma agraria. Además, en lo que muchos autores coinciden es que la
reforma agraria no significó un gran cambio en cuanto a la realidad social pues:

La pobreza sigue siendo generalizada y los problemas vinculados a la defensa del derecho de
propiedad sobre la tierra contribuyen de manera decisiva a esta situación. Problemas como los
relacionados con la cantidad, calidad, disponibilidad y uso del recurso tierra, así como los
vinculados a la producción y la productividad, la rentabilidad y la posibilidad de servir como
garantía para créditos, siguen latentes en nuestras sociedades. (Castillo 2009:13)

Generó tal descontento, que trajo como consecuencia a un nuevo fenómeno social,
denominado “la segunda oleada de migración serrana a la capital”, que es justamente una
consecuencia palpable del fracaso de la reforma agraria, ya que a la falta de oportunidades en
su propia provincia, muchos buscarán progresar en la capital. De ahí nacerán los nuevos
distritos populosos denominados “barriadas”. Otra consecuencia controversial y posterior en
cronología, se refiere a la época del terrorismo (1980) ya que también surgió como
descontento por la falta de oportunidades que había en la sierra y también a la desigualdad de
ingresos, y su base ideológica estaba alimentada por la filosofía marxista-leninista, a la cual se
adhirieron principalmente jóvenes reclutados con armas que buscaban la “lucha armada” y
“obtener el poder por las armas”. Así se dice que estalló el terrorismo justamente porque la
reforma agraria no fue exitosa, de lo contrario el movimiento no hubiera tenido seguidores
(Manrique 2006:46, 47,48). Sin embargo, ambos hechos no resultan temas competentes a
tratar en este trabajo, por lo tanto no se expandirá en su desarrollo.
Continuando con la afirmación de que no hubo cambios en el campo después de esta ley, se
mantiene la idea de que “A diez años de la reforma, el desequilibrio en la distribución de la
propiedad y la desposesión masiva de tierras del campesinado seguía siendo una característica
de la estructura agraria peruana”. Será después cuando se apliquen nuevas medidas y se
produzcan cambios en lo agrario, evidentemente hechos por los gobiernos posteriores, que
finalmente se hace un reparto más igualitario de las tierras. Se concluye entonces que: “Luego
de la Reforma Agraria, y sobre todo del proceso de parcelaciones, la distribución de la tierra
agrícola en el Perú se tornó bastante igualitaria” (Fort 2008: 49).
CONCLUSIONES
Las comunidades no contaron con un ambiente favorable para lograr su propio desarrollo
porque había grupos de poder económico que junto con la nula legislación, pues hasta antes
de la Constitución de 1920 no se los trataba como tales en las Cartas Magnas, y la presencia de
otros grupos de opresores se dedicaban a apoderarse de los predios de las comunidades. Por
lo tanto, las comunidades se mantuvieron desprotegidas por la ley y eso agravaba su situación.
Ya cuando se creó esta Constitución la situación se mantuvo, pues estos grupos de opresores
de las comunidades se las ingeniaron para burlar la ley, ya que crearon lazos de amistad con
las autoridades competentes que se dedicaban a hacer cumplir las leyes para así no ser
sancionados. Eso demuestra que las legislaciones, a pesar de su existencia, no se respetaron y,
por lo tanto, las comunidades no ejercieron una vez más su derecho a la tierra.
Dado que en la primera mitad del siglo XX se trata mucho sobre temas indígenas, así también
los intelectuales de la época explicaron las razones por las que las comunidades eran pobres y
marginadas, e identificaron el problema justamente en que había grupos que los oprimían, que
eran los hacendados; por ello proponían que se acabe con el gamonalismo y se entreguen las
tierras a los campesinos para que así puedan desarrollarse.
Junto con el punto anterior, se concluye que las legislaciones son de vital importancia como
medio de protección para las comunidades, pero que a pesar de que en la realidad no se
aplicaron correctamente, no se puede llegar a la conclusión de que no son necesarias; por el
contrario, es debido a su ineficiencia que las comunidades no pueden tener el control sobre
sus tierras.
La Reforma Agraria buscó mejorar la relación de las comunidades con sus tierras, basándose
en el modelo de los intelectuales, para ello buscó reformar la sociedad en el campo y así
pretendió terminar con los gamonales y el latifundio. Pero parece que solo quedaron las
buenas intenciones pues a cambio de la eliminación del modelo tradicional se implantó uno
nuevo llamado las Cooperativas de Producción Social, que lejos de mejorar la situación de la
tierra la empeoró y generó un nuevo problema.
Ya concluida la Reforma Agraria se vivirá una nueva etapa que es diferente pues la reforma
generó múltiples cambios en materia social, económica y legislativa. Ahora el campesino
tendrá nuevos problemas generados por la mala aplicación de la Reforma, deberá lidiar con
que el Estado estará ocupado en resolver problemas más urgentes como lo económico y
dejará de lado a las comunidades. Así, se comprueba que la nueva Constitución, la de 1979,
que tuvo una tendencia más pro inversionista antes que proteccionista en relación con las
tierras de las comunidades.
Se concluye que uno de los factores por los que la Reforma Agraria fue un fracaso es que para
su aplicación no contó con la participación de las mismas comunidades, sino que se hicieron
“para ellos pero sin ellos”. Se entiende así que no hubo una buena relación entre el Estado y
las comunidades. Otro factor importante es que las comunidades no contaron con
herramientas, proyectos y especialistas, para así lograr beneficios a largo plazo y que de esa
forma los campesinos acaben con la dependencia de otros elementos como las Cooperativas.
Otro punto importante es que la entrega de tierras no estuvo seguida de una efectiva entrega
de titulaciones, de que se encargarán las medidas post reforma. Sin embargo, se rescata la
valoración social que significó la Reforma, pues pretendió terminar con los opresores de los
campesinos y revalorar al campesino.
Definitivamente, la Reforma Agraria marcó un hito para bien o para mal respecto de la
situación en el campo, pero en los años ochenta, parece que el tema agrario se dirige hacia
una dirección menos radical, es más se eliminan muchas posiciones de la ley de Velasco.
Aunque también se eliminaran algunos medidas proteccionistas del Estado sobre las tierras de
las comunidades campesinas, es por ello que en estos años habrá un retroceso con respecto a
lo alcanzado en años anteriores.
En los años noventa, se creará una nueva Constitución política que tendrá otro enfoque sobre
las tierras de las comunidades pues hará cambios con respecto a las anteriores Constituciones,
y sobre todo creará una política privatista.
La conclusión general, es que existe una relación inseparable entre los gobiernos y su
tendencia política que encausaran a la tendencia que tendrán las legislaciones, y como
consecuencia estas medidas afectarán directamente a la realidad del campesino. Además,
influye en las acciones legales del Estado y en su aplicación en la práctica, los elementos
económicos y los intereses de terceros, como los inversionistas. Hay una tendencia de que a
medida que pasan los años, los sucesivos gobiernos van perdiendo importancia a las políticas
legales que tomarán sobre las comunidades campesinas y sus tierras. Se va dando mayor
importancia a los inversionistas, por ello se los favorecerá en las legislaciones y darán menor
protección a las tierras de las comunidades. Esto ocurrió sobre todo en el gobierno de Fujimori
con la constitución de 1993, lo cual permite desvirtuar toda afirmación de que con ella hay un
avance en temas campesinos y agrarios. El hecho puede deberse a que el número de
campesinos va disminuyendo a medida que pasa el tiempo. Sin embargo, aún es persistente el
“problema de la tierra”.
BIBLIOGRAFÍA

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ZAPATA, Antonio
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