Esperanza Molleda Intervención en XIV Jornadas de la Sección de Psicoanálisis de la AEN, 5 y 6 de mayo de 2017
1.- LA ANGUSTIA, UN AFECTO EN EL CUERPO
Como ya hemos ido escuchando a lo largo de la Jornada de Ayer es un recorrido amplio el que ha ocupado al psicoanálisis en la angustia. En este sentido hay algunos aspectos del concepto de angustia desde la tradición psicoanalítica que me gustaría rescatar para empezar con el planteamiento que deseo hacer ante ustedes hoy en lo que respecta a la angustia en lo social. 1.- El primer aspecto que quiero subrayar aparece desde el primer momento que Freud empezó a tratar la cuestión de la angustia. Lo encontramos en sus primeros manuscritos, por ejemplo el conocido como Manuscrito E, titulado “¿Cómo se origina la angustia?” de 1894. Se trata de subrayar que la angustia es un afecto en el cuerpo que no logra pasar desapercibido. Un afecto en el cuerpo que no puede pasar desapercibido, en tanto que acumulación excesiva de excitación proveniente bien de una fuente exterior o bien del propio cuerpo, dirá Freud. Para Lacan, más allá de la metáfora hidráulica, se mantendrá este aspecto de afecto en el cuerpo que no puede pasar desapercibido hasta el final de su enseñanza y, por ejemplo, hablará en 1975 en “La tercera” de la angustia como “miedo de nuestro cuerpo”, de un cuerpo animado que contribuye a nuestro malestar hasta llevarnos al punto de que nos asalte la duda de que en realidad nos reducimos a ser ese cuerpo. Se trataría de la angustia en tanto que acontecimiento del cuerpo. 2.- El segundo aspecto que queremos subrayar aparece también desde el principio, en el manuscrito E. Freud plantea la cuestión de que el exceso de excitación en el cuerpo que implica la angustia no logra ser tramitado por las representaciones psíquicas. Es decir, la angustia no sólo es un afecto en el cuerpo, sino un afecto que no puede ser encauzado por medio de lo simbólico, por medio de la palabra. Respecto a este “no se puede” Lacan hará una matización fundamental, dirá en el seminario X dedicado a la angustia que se tiende a interpreta ese “no se puede” más como “dürfen” que como “können”. En alemán, hay una distinción entre dos verbos que en castellano pueden traducirse como poder. “können” se refiere a que algo no se puede porque no es posible, porque no se tiene capacidad para ello o nada lo impide; mientras que “dürfen” se refiere a que algo no se puede porque hay una autoridad que no da permiso, que lo prohíbe o que no lo aconseja. Así añadirá Lacan que es porque se cree que man darf nicht, que no se puede decir la angustia porque una autoridad lo impide, por lo que man kann, por lo que de todas formas se hará, se podrá no parar de decir muchas cosas de esta angustia. 3.- El tercer aspecto tiene que ver con la deducción del deseo y del objeto a partir de la experiencia de la angustia como acontecimiento del cuerpo. Es una hipótesis que apareció en “Inhibición, síntoma y angustia” para Freud en 1925 al entender la angustia como una señal. ¿Una señal de qué? Del peligro de la repetición de una separación anterior que ya había causado angustia al sujeto derivada de la separación de un objeto: la separación del útero/placenta en el nacimiento, del seno materno durante la lactancia, de las heces, la angustia de castración. Mientras que la deducción freudiana partía de la suposición de un estado previo de completud del sujeto con el objeto, Lacan en el seminario X hará una deducción lógica. Como efecto del lenguaje sobre el sujeto, este se queda dividido por su inconsciente sin saber todo de sí mismo y quedará como resto un objeto del que se supondrá que puede aportar al sujeto un plus allí donde algo falta. La angustia seguirá siendo considerada por Lacan una señal, pero una señal de eso imposible de pasar a la palabra del acontecimiento de cuerpo – angustia, que Lacan nombrará como lo Real. Y, como consecuencia de este encuentro con lo Real en el afecto de la angustia, se deducirán el deseo por la parte de lo que le falta al sujeto, y el objeto por la parte que puede colmar esta falta del sujeto. Aunque eso sí, en una compleja dinámica.
De este modo la angustia aparecerá ligada a:
-Un afecto en el cuerpo que no puede pasar desapercibido y que se no puede pasar a lo simbólico, pero que, sin embargo, puede incluir un empuje a lo simbólico. - La confrontación del sujeto con el deseo, con la falta, en sí mismo o en el Otro, con una falta en busca del objeto que la colme. - La dinámica de relación con los objetos.
2.- DE LA ANGUSTIA COMO AFECTO DEL CUERPO AL LA ANGUSTIA EN LO SOCIAL
Resultan fundamentales los aspectos que acabamos de subrayar de la doctrina tradicional del psicoanálisis sobre la angustia para permitirnos entender cómo se juega la angustia en lo social, cómo se puede pasar del ámbito del cuerpo individual afectado por la angustia al juego de esa angustia en relación con la comunidad en la que se habita. Por un lado, vemos que el acontecimiento del cuerpo llamado angustia es causado por encuentros con lo Real, con un Real que tiene que ver con la comunidad en la que vivimos. Un Real que tiene consecuencias de angustia en el cuerpo y que puede ser causado por distintos sucesos que proceden del mundo común: tanto por palabras como por imágenes (efecto real de las imágenes en el cuerpo), como por sonidos (ejemplo de la novena sinfonía en Zizek) o por aconteceres más trascendentes (como un desahucio, un accidente de algún tipo) o menos (encuentros singulares con lo real- caso de Graciela Brodsky). Por otro lado, como dice Eric Laurent en “El reverso de la política”, al no ser la angustia un acontecimiento del cuerpo en cuanto a organismo individual, sino un acontecimiento en el cuerpo en tanto que cuerpo de sujeto afectado por el lenguaje, hay un empuje inmediato y constante a entrelazar los afectos de la angustia y las palabras del propio fantasma individual con los afectos y las palabras de la ideologías que habitan en la comunidad. De hecho este es el trabajo que se hace desde el populismo al intentar que los afectos de angustia y las palabras del fantasma individual que los rodea se vinculen con un proyecto afectivo e ideológico común. En un tercer lugar, la dinámica imparable del deseo y el circuito interminable alrededor del objeto involucran al sujeto con el Otro desde su angustia. Desde el deseo y con su angustia el sujeto busca su objeto causa en el Otro y busca ser el objeto que colme el deseo del Otro. A partir del circuito pulsional de satisfacción a través del objeto, el sujeto está permanentemente incluido en el circuito mismo que propone la economía mercantil del objeto. Y por último, un aspecto más con el que la angustia como afecto del sujeto empuja a una involucración en lo social. Según Spinoza: “El poder de ser afectado se define como una aptitud de un cuerpo, tanto para padecer como para actuar”. Efectivamente el cuerpo afectado por la angustia se ve alterado en su capacidad de acción. Como consecuencia de que la angustia no puede ser encauzada por medio de lo simbólico, no puede tomar forma de una acción organizada, sino que más bien condena al sujeto o bien a la inhibición o bien a la acción impulsiva y desordenada, enigmática para el propio sujeto, como nos enseña Lacan, en las formas paradigmáticas del acting out o del pasaje al acto. Mediante su inhibición o su acción el sujeto siempre se ve involucrado en el lazo social con los otros.
3.- UNA SOCIEDAD COMPROMETIDA CON LA ELIMINACIÓN DE LA ANGUSTIA.
Foucault supo dar cuenta muy bien de ese punto en la historia occidental en el que se pasó del “poder soberano” que radicaba en el poder de “hacer morir” a los personas que se consideraban nocivas y dejar vivir al resto a la “biopolítica” en la que el poder radicaba en el “hacer vivir” a toda la población y sólo dejar morir a aquellos a los que ya no se puede “hacer vivir”. Foucault localiza el momento del cambio en el siglo XVIII y su afianzamiento a partir del siglo XIX. Y nos muestra como este “hacer vivir” se fue extendiendo desde el control sobre la natalidad, la mortalidad, los movimientos migratorios, el control de la relación de los seres humanos con el medio ambiente hasta el control de las enfermedades, de la salud y de las relaciones humanas. Este empuje del poder a “hacer vivir” se ha transformado en un “hacer vivir” que busca el bienestar e intenta eliminar el malestar. Con este empuje, las propias sociedades han asumido como norte de la existencia humana el bienestar. No se quieren sujetos angustiados en esta sociedad, porque cada uno de nosotros aspiramos a erradicar la angustia de nosotros mismos. De esta manera las propias sociedades reclaman al poder que sea biopolítico y que se haga cargo de facilitar su bienestar. Por su parte, el mensaje del biopoder, confrontado con las inmensas dimensiones de su proyecto de hacer vivir en el bienestar, también es claro en el mensaje hacia sus ciudadanos: todos y cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de sostener nuestra propia vida y de ayudar a los semejantes a sostener la suya con la mayor cuota de bienestar posible. Y todo ello, en un mundo cada vez más complejo que nos supera a menudo por goleada. En este panorama el desencadenamiento de la enigmática angustia, imposible de pasarla por alto como acontecimiento del cuerpo, rebelde a ser cercada por significaciones que la puedan instrumentalizar, redoblada en la complicada relación con el deseo y con los objetos se vuelve un obstáculo en el camino del máximo bienestar. Y, por ende, con sus consecuencias de inhibición o de paso al acto impulsivo e impredecible genera en la sociedad toda una problemática a nivel colectivo. Es interesante, por ejemplo el análisis que realiza Eric Laurent en su seminario de “El reverso de la biopolítica” del lugar de puede tener la angustia en tanto acontecimiento del cuerpo indialectizable ligado al pasaje al acto del terrorista suicida. El compromiso de la sociedades marcadas por el compromiso de “hacer vivir bien” ha ido desarrollando a un ritmo lento, pero imparable una impresionante maquinaria no solo institucional, sino también de prácticas sociales para llevar a cabo su compromiso. La invención freudiana del psicoanálisis se produce en este mismo caldo de cultivo, Freud no duda en sostener la idea benthamiana de buscar el placer y evitar el displacer. En este sentido podemos ubicar dentro de la maquinaria social encargada del tratamiento del malestar y la promoción del bienestar el crecimiento exponencial de las profesiones encargadas de tratar por distintos medios la angustia que eclosiona con distintas manifestaciones.
3.-LA PROFESIONALIZACIÓN DEL TRATAMIENTO DE LA ANGUSTIA: EL SÍNTOMA DE TRATAR
LA ANGUSTIA EN EL OTRO. Podríamos decir que en las profesiones que se ocupan de tratar la angustia de los semejantes se produce una suerte de confluencia entre el empuje de la sociedad a “hacer vivir bien” y la función que para algunas personas tiene en su propia regulación de la angustia hacerse cargo de la angustia y del malestar de los otros. ¿Por qué algunos sujetos pueden desear dedicar su trabajo a tratar la angustia de otros sujetos? Podemos entenderlo como un síntoma. En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud plantea que un modo de tratar la angustia es el síntoma. Nos indica que el síntoma es creado para detener el desarrollo de la angustia, para evitar un supuesto peligro en ciernes que señalaría la angustia. El síntoma es pues una solución de compromiso en el que la angustia deja de campar a sus anchas, para irrumpir de cualquier manera, cuando menos se lo espera y con dificultad para localizar la causa, para poder organizarse alrededor de una estructura que repite un circuito de goce, que permite dar forma y localizar la angustia en esa estructura sintomática. Aunque no sin dificultades, como por ejemplo podemos ver en el extendido síndrome del burnout en las profesiones que tienen como tarea encararse con la angustia de sus semejantes, estas profesiones tienen un poder regulador para el sujeto que las elige a través de distintos elementos: 1.- Al poner en el punto de mira la angustia del otro, en lugar de poner en el punto de mira la angustia propia, por un lado, se consigue dejar la propia angustia en un segundo plano y, por otro lado, se asegura un continuo hacer con la angustia del otro, que como sabemos es también una importante fuente de generación de angustia para los sujetos. 2.- Frente a la ausencia de saber que nos embarga como sujetos cuando la angustia aparece, el profesional encargado de tratar la angustia en el otro opta por dejarse colocar en el lugar del supuesto saber. Cuando los sujetos están inmersos en el no saber que acompaña a la angustia buscan un Otro que pueda tener un saber acerca de lo que los aqueja y de cómo tratarlo. Es el principio de la transferencia. Y, en este sentido el profesional elige ocupar este lugar de supuesto saber frente a la angustia, como modo de soslayar su propio no saber ante ella. 3.- Frente a la impotencia que a menudo acompaña al sujeto ante la angustia, el profesional puede ocultarse de ella pertrechado del saber, de las técnicas, de los protocolos, de los instrumentos de su profesión destinados a tornar la impotencia ante la angustia en supuesto poder. Como todo síntoma, no quiere decir que el ejercicio de estas profesiones no vaya acompañado de padecimientos. Y también como todo síntoma, puede tener beneficios añadidos para uno mismo y para los semejantes. Encontramos dentro de estas profesiones: los médicos, los psiquiatras, los psicólogos, los terapeutas, los trabajadores sociales, los mediadores, los coachs, los llamados attention givers, el personal de la atención al cliente, atención al paciente, atención al ciudadano, etc. En un primer momento todas ellas intentan erradicar la angustia por distintos medios, más que tratar con ella, como se propondría desde el psicoanálisis. Pero veamos más despacio distintas modalidades de aparición de la angustia y su modo profesional de tratamiento.
4.- TRATAMIENTO DE LA ANGUSTIA COMO AFECTO EN EL CUERPO
Cuando la angustia es considerada en su vertiente de afecto en el cuerpo, suele ser interpretada como síntoma del cuerpo en tanto que organismo y no del cuerpo en cuanto cuerpo del sujeto viviente. Desde esta perspectiva son los médicos y psiquiatras quienes se encargan de tratarla por medio de la creación de diagnósticos y la prescripción de medicación y/o otras prescripciones terapéuticas. En este sentido, se enmarcaría no sólo el creciente uso de medicación ansiolítica, antidepresiva incluso neuroléptica para tratar la angustia, sino también la creciente creación de categorías diagnósticas que ofrecen el nombre de una enfermedad para alojar los acontecimientos del cuerpo ligados a la angustia que no se dejan domeñar ni por el lenguaje, ni por la educación, ni por los tratamientos médicos como por ejemplo el TDAH o la fibromialgia.
5.- EL TRATAMIENTO DE LA ANGUSTIA ENTENDIDA COMO UN DÉFICIT EN LO SIMBÓLICO
Como decíamos al inicio, cuando se piensa que el “no poder decirse” de la angustia, deriva de que hay otro que lo impide (man darf nicht- dürfen), en vez de derivarse de una imposibilidad estructural (man kann nicht- können) se produce un empuje a tratar la angustia con los simbólico. Y si bien hasta un cierto punto se puede tratar de la búsqueda de un bien-decir o de un medio de escribir el goce, a menudo lo que se provoca es una producción simbólica exacerbada en busca del sentido. A nivel individual este empuje a lo simbólico sobre lo imposible de decir de la angustia, es el empuje a la recreación del fantasma. A nivel colectivo el empuje a la producción simbólica sobre lo imposible de decir de la angustia, es el empuje a la recreación ideológica. En el decir de Jacques Alain Miller (en “Intuiciones Milanesas”) la inflación simbólica del fantasma y de las ideologías responde a la necesidad de crear “burbujas de certidumbre” en el torrente de información que nos invade en la época del desarrollo sin límite y sin totalización de lo simbólico. El tratamiento de la angustia a partir de la creencia en lo simbólico es utilizado por psicoterapeutas y líderes de opinión que aspiran a que el sujeto pueda adherir el enigma que acompaña al acontecimiento en el cuerpo de la angustia a un proyecto orientado por el fantasma de curarse, cuidarse, controlarse a sí mismo o involucrarse en la militancia de un proyecto colectivo en la comunidad orientado por la intersección entre el propio fantasma y un proyecto ideológico común (por ejemplo, las luchas asociativas orientadas por un padecimiento común). Estos tratamientos de la angustia tienen la virtud de encontrar una vía para la movilización pulsional que en la angustia está más bien paralizada, pero no asegura que la X que habita la angustia no pueda aparecer por cualquier otro lado.
6.- TRATAMIENTO DE LA ANGUSTIA COMO CONSECUENCIA DE LA CONFRONTACIÓN CON
DESEO PROPIO Y DEL OTRO En la angustia el sujeto se ve confrontado no solo a una falta en uno mismo, sino también en una falta en el Otro que tampoco es capaz de dar una significación satisfactoria al enigma del acontecimiento de cuerpo. A partir de esta falta se establece la función del deseo que empuja a cada sujeto a la relación con otros sujetos. Para cada sujeto su deseo es un enigma, hay un anhelo de algo que sólo toma forma en la medida que se identifica con el deseo del Otro. De ahí el conocido aforismo “el deseo es el deseo del Otro”, con su doble acepción de desear al Otro y de desear lo que el Otro desea. Por medio de la función del deseo el Otro deseado es un objeto para mí del que espero una satisfacción, y yo me veo en el lugar de objeto para él, del que entiendo que obtiene una satisfacción. Pero ¿qué soy yo para el deseo del Otro? ¿Qué es el otro para mí? En la economía de deseo difícilmente se encuentra el equilibrio en el que el otro pone a mi disposición el objeto idóneo para atemperar la falta que abrió mi angustia, ni yo logro situarme y mantenerme en el lugar adecuado de ser el objeto para el otro. Aparece en este punto la función de los mediadores que intentan alcanzar por medio de las negociaciones el punto en el que cada sujeto puede ser objeto para el otro y el otro objeto para uno, de manera que se tapone la angustia que acompaña a toda la dialéctica del deseo.
7.-TRATAMIENTO DE LA ANGUSTIA DERIVADA DE LA COMPLEJA RELACIÓN CON EL OBJETO
El propio objeto puede ser separado de un sujeto que lo porte y convertirse en un objeto fetiche del que se espera suturé la emergencia de la angustia. Sin embargo, tampoco en este caso es fácil encontrar un equilibrio. Bien se trate de un objeto que aparentemente sirve para satisfacer una necesidad básica del sujeto ( por ejemplo el alimento), bien se trate de objetos más sofisticados y adaptados a los gustos singulares de cada uno, o bien se trate del objeto intercambiable por excelencia, el dinero, la dinámica que se desarrolla es siempre la misma. Se anhela el objeto pensando que es lo único capaz de taponar la angustia, cuando se consigue el objeto y se hace uso de él, incluso obteniendo una satisfacción a partir de su uso, inmediatamente sobreviene el renovado encuentro con el vacío de la angustia. La falta del objeto despierta el anhelo por un objeto, pero mantiene al sujeto en la insatisfacción. La presencia del objeto permite la satisfacción, pero hace retornar al sujeto a su angustia tras haberlo consumido. Y vuelta a empezar. ¿Por qué echamos pestes del capitalismo? Entre otras cosas, porque en él se ha optado por explotar al máximo este infernal circuito en la que de mano del objeto el sujeto pasa de la angustia al anhelo, de la obtención del objeto y su consumo de nuevo a la angustia, con un saldo de satisfacción, es cierto, pero una satisfacción que pronto es olvidada bajo las brumas de la renovada angustia. Bien desde el lado del objeto que se considera una necesidad básica (como ocurre en los Servicios Sociales), bien desde el lado del objeto de consumo aparecen los atention givers de los servicios de atención al necesitado, al ciudadano, al cliente, etc., ene le intento vano de encontrar la relación definitiva entre sujeto y objeto que suture la angustia que no para de reabrirse.
8.- EL TRATO NECESARIO CON LA ANGUSTIA
Desde el psicoanálisis entendemos que es necesario tratar con la angustia propia y ajena sin intentar eliminarla. Un análisis permite recorrer hasta el final todo aquello que se pueda decir acerca de la x que esconde el acontecimiento del cuerpo que acompaña a la angustia de cada uno, pero a sabiendas de que no es posible su reducción absoluta. Se trata también de dar valor a su experiencia, ya que como acontecimiento de cuerpo es el origen de la causa del deseo y de la causa de la acción, sin ella no estaríamos vivos, no encontraríamos la energía para movilizarnos. Conocer los modos de nuestra angustia nos permite manejarnos mejor con la inhibición o el empuje al acto que la acompañan. En este sentido, entiendo que no hay mejor modo de estar en la sociedad que comprometiéndose con la propia angustia y con el trato sintomático y singular que de ella encontramos, y pudiendo aceptar la angustia del otro, sin convertirnos, ni en víctimas de ella.