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Balmes Francois - Dios El Sexo Y La Verdad PDF
Balmes Francois - Dios El Sexo Y La Verdad PDF
DIOS, EL SEXO
Y LA VERDAD
I.S.B.N. 978-950-602-574-8
C a th erin e M illo t
N om bres divinos:
N om bre-del-Padre
' So trata del cuadrante' 'de l’ierce que. como el cuadrado lógico de Apulcvo,
«itnlnjtalas proposiciones universales y particulares, afirmativas y negativas,
pero que.' a diferencia de. éste, muestra que Ja universal afirmativa no implica
la existencia..
acabam os de en unciar como tal, corno la del Nomírrc í’iíI l'ndro. ha y
a lgunos q u e íil y e n a gítj\y\).-.iy alga nos quc.no snlij \d y e u o c/ncptis |."
N om bres divinos:
D ios y el Otro
N om bres divinos: S (^ 0
D ios, la ex-sistencia
y el no-todo
Este pasaje nos indica la dificultad del punto que querría discutir
ahora: concierne a un juego complejo entre no-todo y ex-sistencia
aplicados a Dios en tanto tal, si se me permite la expresión.
Acerca de la cuestión de la cx-sistencia, la confrontación en el
scminarioiíSZ, entre la sesión del 17 de diciembre de 1974 v la nota
escrita “A la lecture du 17 décenibre 1974”, pone de manifiesto el
carácter tenso del problema.
En Ja sesión del 17 de diciembre, Lacan opone la verdad de
religión a la filosofía (aunque tome a Volt.aire como representante,
mediocre filósofo, porque de hecho aquí habla más precisamente
del deísmo):
i ; Ibídem. p. 71. . .
"! "Kn su momento dije que la religión es verdadera. Scjfuramento es más
verdadera que. la neurosis, por cuanto reprime el hecho de que no es cierto que
Dios solamente sea, si se me permite la expresión, cosa que Voltaire creía con
absoluta firmeza. La religión sostiene que ex - siste, que es la ex - sistencia por
excelencia, es decir que. en suma. Dios es la represión en persona, que es incluso
la persona que la .represión supone. Y por eso es verdadera." ifíSI. ob. cit. i.
lis ti- escrito de Lacan líace muy difícil estar de acuerdo con J.-C. Milner
-quieii lo sostiene en L'ocuvn: d a i.r e que Lacan so-basaría totalmente en lo
De allí, agrega que en tanto no-todo, es justam ente aquello a lo
cual no está permitida ninguna ex-sistencia. Allí donde se alababa
la posición de ex-sistencia viene el no-todo que excluye justam ente
la ex-sistencia.
¿Se tra ta de dos versiones igualmente pertinentes, o bien de una
verdadera corrección? Ciertamente, habría que descifrar estos
textos con la teoría compleja de la ex-sistencia en los nudos. Aquí
me voy a conformar con utilizar la oposición de la ex-sistencia y del
no-todo que se da en la escritura de los cuantificadores de la
sexuación -pero es sabido que se tra ta de una matriz lógica donde
O (x) puede valer por otras propiedades que la de la función fálica,
lo cual es más legítimo sobre todo porque se tra ta de la m anera
como Dios se distingue del todo (“la idea imbécil del universo”).
Entonces se puede situar bastante bien la oposición.
En los cuantificadores, la ex-sistencia está situada del lado del
todo, de la lógica de lo universal. Esta califica el lugar del al-menos-
uno que dice que no. Este lugar es especialmente el de algunas
formas del padre, lo que en suma no vendría nada mal en lo que
respecta_a Dios.
El 3x«í>x es el límite, la excepción que permite consistir al todo. La
doctrina de la creación del universo por Dios, la de su trascendencia,
correspondería bastante bien a esta posición. Probablemente la
oposición formulada por Lacan es la de la ex-sistencia y del ser. Pero
“El atolondradicho” establece que el pensamiento del ser se inscribe
en la lógica del todo, topológicamente presentada por la esfera.
En la elaboración lógica de los cuantificadores, la n aturaleza del
decir que no, de la negación en relación con la función, reclama
precisiones. En “El atolondradicho”, Lacan indica que es un valor
de x para el cual la función no se aplica, lo que él llama “contien”,
y no una negación de la índole de la contradicción.
El texto del seminario opone el ex-sistir al ser. E sta oposición
puede ser vinculada con una larga tradición teológica que opone el
ser y la esencia. Gilson:í,; subraya que, en Santo Tomás, luego de
Al-Farabi y de Maimónides, Dios subvierte esta oposición, ya que
la esencia de Dios está en su existencia. E sta tesis respondería
bastante bien a la formulación de Lacan, “la ex-sistencia por
excelencia”, salvo que la existencia no es la ex-sistencia.
que él llama el teorema de líoyré como fundador de la ciencia moderna: “no
existe un afuera del universo”.
w Gilson, a quien, en 1974, en Italia, Lacan saluda explícitamente como a su
maestro, antes aún de qué lo fuera Freud.
Este lugar de 3x$x es, en “El atolondradicho”, el del decir que
excede y condiciona la verdad de los dichos. Por lo tanto, se podría
inscribir en él una de las tesis de este período justam ente, que
relaciona a Dios con la declaración “m ientras haya decir, la
hipótesis de Dios estará”.
Caracterizar a Dios como no-todo implica otra negación del todo,
que induce, en efecto, la imposibilidad de la ex-sistencia, como lo
dice la nota “ Á la lecture...”: aquello a lo cual no está permitida
ninguna ex-sistencia. El no-todo* se completa con “No existe .% •tal
que no <6 x”. El no-todo excluye la posibilidad de la ex--sistencia en
la medida misma en que implica la inconsistencia: no hay x que
diga que no.
En esta lógica se inscribe la proposición que identifica Dios y La
mujer, el universal que se expresa por el artículo definido. La mu
jer no existe como no existe el analista. Pero, hay que observarlo,
en estos enunciados, la existencia no es la que en lógica hace
polaridad con lo universal, ya que se tra ta justam ente de la
existencia del universal, del concepto como tal.
R S L 17 de diciembre de 1974.
habida cuenta de las chácharas ideológicas ambientes sobre el
orden simbólico y el Nombre-del-Padre. tanto en contra como a
favor. Entonces, se establece una relación entre Dios, el lenguaje
y la ausencia de relación sexual. “Dios no es otra cosa que lo que
hace que a partir del lenguaje no se pueda establecer relación entre
seres sexuados.” Por ende, de este modo se avanza en la cuestión
del lazo entre lenguaje y ausencia de relación sexual. En esta
cuestión, Lacan excluye que el lenguaje sea solamente el resultado
y el tapón de esta relación faltante, tesis que sería ridicula. Pero
si la relación es en el otro sentido, su naturaleza queda en parte
indeterminada, como lo indica la expresión “a partir del lenguaje”.
En consecuencia, es en esta indeterminación donde se inserta
“Dios”. El juego de Lacan consiste en emplear una fórmula que
mantiene el equívoco que disolvería el hecho de agregar “lo que se
denomina Dios no es nada distinto, etcétera”.
No hay O tro que respondería como p a rte n a ire , puesto que la toda
necesidad de la especie h u m an a es que haya Otro del Otro. Es el que
so suele lla m a r Dios, pero cuyo análisis revela que se tra ta
sim plem ente de “La m ujer”.'"
Por ende, nunca la verdad habla tan bien como en la m entira -vaya
y pase, se dirá, si hay alguien para oírla, condición que pronto
ocupará nuestra atención. Pero la verdad miente, no dice la verdad
-y por qué no, dice Lacan, ya que ella misma es la verdad.
M entir es un poco fuerte. Y primero, ¿no es llevar un poco lejos
la encarnación, aunque sea femenina? Hacerse víctima de la ver
dad de esta encarnación es el juego lacaniano, vía inesperada de
cura del filosófico amor a la verdad, lo que equivale, primero, a
exagerar.
Partamos del hecho de que la verdad se contradice sin molestarse
por ello -razón por la cual E’reud enuncia que el inconsciente 110
conoce la contradicción; no la conoce por conocerla demasiado, es
decir para no atosigarse con ella. Entonces, ¿cómo m irarla a la
cara? He aquí el problema que empuja al analista a m irar por el
lado de la lógica.
Ahora bien, no todo puede ser igualmente verdadero, y menos
que todo, cualquier cosa. Que todo sea verdadero, sin olvidar por
lo tanto agregarle su contrario, y nada es verdadero; esto es sabido
desde hace mucho tiempo. Todo y su contrario es el conjunto vacío:
allí, para Lacan, no está el ser del sujeto -lo digo de paso- sino
propiamente en el objeto a; pero esto es otra historia.
Es por ello que si la verdad se autoriza a decirlo todo, miente,
incluso si dice que miente. Esto se desprende de su inconsistencia.
Como se suele decir, cuenta historias; en un léxico más erudito, se
dirá que tiene la estructura de la ficción: mimesis. Y, en particular,
cuenta historias de padres, como hemos dicho más arriba.
La verdad le sale a uno por la boca, no puede escapar al hecho
de decirla; o bien, entonces, le retorna a uno en forma de destino,
peste o ghost; cuestión de época.
Pero entonces, ¿digo siempre la verdad y se puede decirlo todo?
Justam ente, estas dos proposiciones, lejos de ser equivalentes, se
excluyen. Decirlo todo es aquello a lo cual lo invita a uno el análisis,
para enseñarle que, justam ente, no se puede; no es un peligro que
lo amenace a uno. La verdad solo puede ser dicha a m edias .39
Dije el análisis, y es allí donde hay que llegar para precisar bien las
cosas. Pues “Yo, la verdad, hablo” caracteriza al inconsciente atrapado
por asalto, si se me permite la expresión, abstracta o generalmente.
Pero si las consecuencias de este enunciado pueden llevarnos
bastante lejos en la consideración de la verdad, llega un punto
donde se hace necesario distinguir firmemente dos lugares en
relación con la verdad en la práctica donde se origina todo este
discurso, el del analizante y el del analista: el de la asociación libre
y el síntoma por un lado, y el de la interpretación por el otro. Estos
lugares no son de esencia sino de función -dejemos aquí la cuestión
del ser del analista. Distintos en relación con la verdad, plantean
problemas distintos desde el punto de vista de la lógica. Su
elaboración estricta recién será posible con el concepto de discurso,
en el sentido preciso de los cuatro discursos: el del amo, el de la
14 Colectivo, Lacan avec les philosophes, París, Albín Michel, 1991, actas del
coloquio organizado por iniciativa del Collége international de philosophie.
10 U na vez más en las sesiones de junio de Vacie psychanalaytique.
lñ L'eiuers de la psychanalyse, ob. cit., sesión del 21 de enero de 1970.
verdad solo puede decirse a medias. La parte que se dice condena
a la sombra a la otra mitad. En otros términos, de decir la verdad,
nada de nada.
4. Lacan emprende una recvaluación de fondo de los mitos
relativos al padre -que culminará en particular en la escritura de
los cuantifícadores de la sexuación.
5. Se extiende en una prim era gran explicación sobre su
relación con la ontología.
1. Discurso.
Aquí tengo que recordar algunas definiciones elementales. Lo
que Lacan llama “discurso” no es una continuidad de enunciados;
es cierta disposición de la estructura que condiciona todos los
énunciados que pueden producirse en él (de allí la fórmula: son
discursos “sin palabra”). Cada discurso constituye un lazo social
particular cujro aprisionamiento Lprise\ se ejerce no sólo en las
palabras, sino en los cuerpos que se encuentran tomados en ella.
La escritura de los discursos distingue un juego de lugares fijos,
donde se suceden, según cuati-o figuras, cuatro términos de una
secuencia (escritos por letras) cuyas posiciones respectivas en un
círculo de rotación serian invariantes:
agente Otro
sem blante ' trabajo
S1 —> S2 S2 a
r w r
Discurso del am o Discurso universitario
$ —> S 1a —> i
La verdad, la m uerte
y la curación
Primer momento
Versión trágica
1,1 El final de esta sesión confirma, después del pasaje por la libido, órgano
irreal del que todos los objetos a son sustitutos, que el cierre de lo sexual y el
Otro en la pulsión cortocircuita la oposición masculino/femenino: “La relación
con el Otro es justam ente lo que, para nosotros, hace surgir lo que representa
la laminilla -no la polaridad sexuada, la relación de lo masculino con lo
femenino, sino la relación del sujeto viviente con lo que pierde por tener que
pasar, pai-a su reproducción, por el ciclo sexual.
Así explico la afinidad esencial de toda pulsión con la zona de la muerte, y
concilio las dos faces de la pulsión, lo cual, a la vez, presentifica la sexualidad
en el inconsciente y representa, en su esencia, la m uerte.” Lo que es una
manera de coincidir, desplazándolo, con el Freud de Jenseits, quien se libera
de) junguismo por medio de la pulsión de muerte. Empero, la cuestión de un
sexual que tendría relación con la diferencia de los sexos repercute en seguida,
pero se la declara sometida a la conjunción de la pulsión y el campo del Otro:
“De esta conjunción del sujeto en el c.'impo de la pulsión con el sujeto tal como
se evoca en el campo dél Otro, de ese esfuerzo para converger, depende que
haya un soporte para la gante Séxualstrebung. No hay otra.. Solo allí la relación'
de los sexos está representada a nivel del inconsciente" (Séniinaire xi, p. 181.)
Todos estos puntos se reúnen en la página 849 de “Position de Fi.nconscient",
en Écrits.
u ' Séniinaire xr. ob. cit., p. 241.
¿Por qué no los Otros?
Antinomia de la castración
117 En Le pur amour de Platón a Lacan (Le Seuil. 2002), que estudia la
configuración del puro amor, teoría mística en su formulación propia, Jacques
le Brun se ve llevado a proponer que la teoría "‘imposible” 'de esta experiencia
finalm ento.no puede formularse sino en un lenguaje de oxímoron, único
apropiado para lo imposible (real) de la experiencia misma. Ahora bien, aunque
adoptemos aquí la presentación más bien filosofante de la antinomia, queda
claro que el esfuerzo lacaniano de una escritura lógica de ese real justam ente
no debe enm ascarar el fondo de oxímoron de toda la teoría de la sexualidad,
mucho más aún que para el amor.
3. “La sexualidad tal como es vivida, tal como opera es, en
este lugar, algo fundamental en todo lo que situamos en nuestra
experiencia analítica, algo que representa un ‘defenderse’ de dar
cabida a esta verdad, a saber que no hay Otro.”
Escolio: Queda claro que en los medios “de onda” - “de onda”, sí, en
particular más allá del Atlántico, inclusive en algunas escuelas
analíticas de nuestro país-, los auvernenses de toda lay a hacen furor
bajo un nombro de impartaáón: la sexualidad queer más 1os transgé
neros, los metrosexualcs, etc. ¿Lacan se habría equivocado y ahora
hay que rehabilitar a los auvernenses? Gollete Soler señala en su
libro127que Lacan observaba un punto límite al idealismo filosófico:
m Ibídem.
,v' Esta expresión en el “Informe de la Logique du fantasma" es correlativa
del extraño anuncio de que el goce perverso está realm ente permitido. Lo cual
remite a la cuestión de la relación perversa con el Otro.
m S. Freud, “La morale sexuelle civilisée et la maladie nerveuse des temps
modernos”, ob. cit., p. 34.
relación con él, sino realmente lo que hace que se fracase (por el
lado del hombre, en todo caso): el partenaire femenino está fallido
en su alteridad justam ente en el sentido de que el hombre
sustituye al objeto a (como la imagen al cuadro de Encoré, p. 73).
El objeto a, en tanto correlato del goce fálico, es lo que hace que
el goce sexual no sea sexual en el sentido de la relación con el Otro.
Muy lejos de asegurar el carácter sexual del goce, el objeto a es a-
sexuado.'37
Antítesis: “No hay segundo sexo; no hay segundo sexo a p artir del
momento en que entra en función el lenguaje”.1i!í
P ara resolverla antinom ia, ¿basta con decir que la tesis recae
en lo real y la antítesis en lo simbólico?
El dos real ¿debería entenderse, por ejemplo, a nivel p u ra
m ente biológico, un real de antes del lenguaje? No solamente, por
cierto. Los Xy los Y délos cromosomas no son la escritura del dos
como real, en tanto el sujeto tiene que ver con ellos. La tesis y
la antítesis no existen y no tienen sentido sino juntos, una en
relación con la otra. Ese dos real debe ser entendido en la
experiencia mism a como lo que resu lta fallido por la simboliza
ción en el sistem a de la función fálica, del padre y de la
castración -s e revela fallido, resiste y hace resto, es decir que
tam bién es producto en su forma real por el fracaso de la
simbolización.,:J!JAhora bien, si las m ujeres son reales (e incluso
no son “sino eso”), no es que serían m ujeres antes de lo
simbólico y dejadas por fuera por este simbólico: su real de
m ujer tam bién es estar excluidas de lo simbólico.
La cuestión del segundo sexo em braga directam ente en la del
Otro, y es este anudam iento lo que debe seguirse de cerca.
U7“He insistido en el hecho de que el partenaire de lo que es el sujeto, sujeto
de toda frase de demanda, es no el Otro sino lo que viene a sustituirlo bajo la
forma de la causa del deseo que he diversificado en cuatro I...I. Es en tanto
sustitutos del Otro que estos objetos son reclamados y se vuelven causa de
deseo. [... !. Lo cual es ciertamente el equivalente de que el objeto a puede ser
considerado, como su nombre lo indica, a-sexuado. El Otro no se presenta para
el sujeto sino bajo una. forma asexuada. Todo lo que ha sido el soporte, el soporte
sustituto, el sustituto del Otro bajo forma del objeto de deseo es a-sexuado.”
Encoré, ob. cit., pp. 114-115.
,:'*Le-sauo¡r..., ob. cit., 3 de marzo de 1972.
■*’A1 respecto, ¿cuál es el estatuto de la escritura lógica de los cuantificadores,
si la escritura en tanto lógica se define en su relación con lo real, y por lo tanto
no es solo simbolización? Queda claro que, sin embargo, no es la escritura de
lo real del dos, ya que justam ente es eso lo que falta.
Corolario: la heteroscxualidad quiere decir que el Otro, lugar de
la palabra, sustituye al Otro sexo.110
Esta doctrina es totalm ente clara e n Lesavoirdupsychanalyste
y en ... ou pire. ¿De qué m anera está desplazada en Encoré? Me
anticipo a decir que se la mantiene pero invertida.
Corolario antitético: “El Otro, se lo tome por donde se lo tome,
está ausente, a p artir del momento en que se tra ta de la relación
sexual”.111
En otros términos: es porque hay Otro que no hay Otro, que el
Otro está ausente allí donde se tra ta de la relación sexual.
Escolio: No hay relación porque uno de los términos de la
relación se vacía para pasar a ser el lugar donde se escribe -y, pol
lo tanto, lo que se escribe son los cuantificadores, que no son
justam ente la escritura de la relación. “El Otro es, como ya lo
afirmé, en tanto término de la relación que, si se desvanece, si no
existe, pasa a ser el lugar donde se escribe”.11- Se puede decir que
aquí hay una metáfora del Otro, en el sentido de una sustitución.
P ara que sea pensable, es necesario que en un sentido el mismo
término Otro, singular definido, nombre legítima, realmente, el
Otro lugar de la verdad y el Otro sexo -lo que Lacan formulará
axiomáticamente al año siguiente: “de modo que el Otro, en mi
lenguaje, no puede ser sino el Otro sexo”.143El Otro, en tanto Otro
sexo, es sustituido por el Otro de la palabra y del lenguaje, lugar
1 “ Se pueden decir las cosas de otro modo en lo que atañe a lo que se denomina
la heteioxexualidad, y muy precisamente en lo siguiente: es que la palabra
Eiepo?, que es el término que sirve para decir “otro” en griego, está muy
precisamente, para la relación que en el ser hablante se llama sexual, en la
posición de vaciarse en tanto ser, y es precisamente ese vacío que ofrece a la
palabra lo que llamo el lugar del Otro, a saber ese lugar donde se inscriben los
efectos de la mencionada palabra.” Le savoir..., ob. cit., 3 de marzo de 1972.
Obsérvese aquí que entre el Otro sexo y el Otro del significante, el que no existe,
no se puede trasladar las lecturas anteriores del Otro tachado, el del significante,
como se podría suponer, sino él del Otro sexo.
1,1 “Lo que quiero decir es que ese S(¿£), S de A tachado, a saber que no existe
nada más sino que a cierto nivel, aquel donde habría la oportunidad de que haya
relación sexual, que ese S(jL) en tanto ausente, no es en absoluto forzosamente
el privilegio del sexo femenino, es simplemente la indicación de lo que está en
mi grafo -lo digo porque esto corrió su su erte- lo que inscribo del significante
de, eso quiere decir: el Otro, se lo tome por donde se lo tome, el Otro está ausente,
a partir del momento en que se trata de la relación sexual.” Le savoir..:, ob. cit.,
3 de marzo de 1972.
112... ou pire, 8 de marzo de 1972.
Encoré, ob. cit., 16 de enero de 1973.
de la verdad. Las fórmulas de Lacan de hecho dejan abierto ei
orden de determinación: ¿es el Otro del lenguaje el que vacía al
Otro sexo para hacer de él el lugar donde se escribe la relación? O
bien, inversamente, ¿es por no existir que el segundo término de
la relación se convierte en el lugar donde se escribe?
En esta alternativa se reconoce la gemela de la que suele repetir
Lacan, sin zanjarla, atinente a la relación sexual: ¿es lo imposible
de la relación sexual lo que está en el origen del lenguaje o es el
exilio en “stabitat” del lenguaje lo que vuelve dicha relación
imposible? Pregunta en un sentido insoluble, ya que la cuestión
misma de la relación no se plantea sino a p artir del lenguaje. Si,
de esta interrogación, en “El atolondradicho”, Lacan dice que no es
la pregunta sino más bien la respuesta, ¿qué quiere decir, sino que
dado que esta alternativa no tiene sentido sino a p artir de la doble
distribución que interroga, tenemos coexistencia y causalidad
recíproca de los dos principios? Muy semejante es la metáfora del
Otro sexo por el Otro simbólico.1"
Pero entonces, ¿no se ve acaso la urgencia de poner orden
y de distinguir a los Otros para no estar en la pura y simple
contradicción? Se dirá: sí, muy bien, dado que hay Otro del sexo,
que no hay segundo sexo en el Otro del significante. El Otro del
lenguaje que no existe, pero del que nada existe, impide que haya
Otro, en el sentido de la alteridad sexual en lárelación, precisamente
porque para constituirse vacía el término femenino de la relación.
Se comprende entonces cómo Colette Soler llega a escribir lo
siguiente: “el inconsciente no sabe nada del Otro, no conoce más
que al Uno”,145lo cual puntúa lógicamente una m aldita paradoja,
ya que el Otro ha sido inventado por Lacan para nombrar el lugar
del inconsciente en tanto alteridad radical, y nunca perdió esta
función primera. Distinguir el Otro absoluto -O tro para las
mujeres mismas, en efecto-'y el Otro del lenguaje permite salir de
la paradoja, pero al precio de un pérdida tal vez esencial.
m ...ou pire, ob. cit., 8 de marzo de 1972. Que los adeptos, si los hay, de la
impracticable distinción entre scripta y protréptica no vayan a decir que no es
un escrito. En el resumen de este seminario de 1971-1972, publicado bajo el
mismo titulo en 1975 en Scilicet , n" 5, Lacan escribe tranquilam ente: “siendo
el goce del O tro...’’, donde el equívoco entre genitivo objetivo y subjetivo es aún
mayor. 1975, el mismo año en que tomamos la fórmula de la antítesis en este
punto. IProtréptica, “exhortación a la filosofía", escrita por Jámblico en relación
con Pitágoras a fines del siglo ni de nuestra era, (T.)J
,5’*“KSI, A la lecture du 17 décembre 1974”, Órnicarí, n" 2. pp. 9S-99.
u" Logiquc du fantasme, ob. cit., 31 de mayo de 1967.
m Tbidem, 2 1 de junio de 1967.
introducción del sujeto como efecto de significante yace en esta,
separación entre el cuerpo y su goce, en la división entre los
términos que solo se sustituyen recíprocamente”.15'1
De donde se deduce que la. parte preservada es ese pedazo de
cuerpo separado, el objeto a , fuera del cuerpo.
Pero una tercera proposicióñ contemporánea demanda algunos
esfuerzos para ser considerada como compatible:
3. Definición: El Otro es el cuerpo.157
Pero el ser es el goce del cuerpo como tal, es decir a, pónganlo como
quieran, como asexuado ya que lo que se llam a el goce sexu a l esleí
m arcado, d o m in a d o p o r la im p o sib ilid a d d e establecer como tal en
n inguna p a rte en lo enunciabíe, ese único Uno que nos in teresa, el
Uno d é la relación sexual.17" El goce en tan to sexual es fálico, es decir
que no se relaciona con el O tro como ta l.177
Sin embargo, luego hubo cierta cantidad de personas sen sa tas que
se dieron cuenta de que I... I de que el colmo del am or a Dios debía
ser decirle |. . . | “si ta l es tu voluntad, condénam e’’, es decir
exactam ente lo contrario de la aspiración al soberano bien. Esto
tam bién quiere decir algo: cuestionam iento del ideal de la salvación,
en nom bre ju sta m e n te del am or del Otro. Es a p a rtir de aquel,
m om ento que volvemos al | ... | ¿campo de qué? Al campó de lo que
debería ser él am or, si esto tu v iera el m ás mínimo sentido.1’”
-nl J. Lacan, Séminaire 11, Le moi dans la théorie de Freudet daña la lei-hnique
de la psyehannlysp, ob. cit., p. 2S7.
-w J. l,acan, Séminaire /. Leu écrits techniques de Freud. París. Lo Senil, pp.
257-258. .
Lacan, Séminaire //, Le moi..., ob. cit.
quienes no forman parte de la élite, la experiencia de la fre
cuentación de los analistas fuera del análisis, y más aún en la órbita
de sus funcionamientos colectivos, impide creer que lo que el
pasaje por el análisis les ha enseñado y aportado haya generado
algún alivio de las imperfecciones narcisistas del común de los
mortales. Cabe discernir de m anera más fina qué distanciamiento
del narcisismo y de las identificaciones se obtendría de un análisis
llevado a término -ganancia variable con toda seguri dad según los
casos, y tal vez reservada en lo esencial al analista en función de
“sin yo”. Por otra parte, Lacan repetirá ciertamente que en el
análisis no se requiere ni se promete ni se busca ninguna elevación
espiritual,20”pero esto ¿podía bastar para desactivar todo lo que en
su palabra precisamente tocaba esa misma cüerda, y por lo demás
invocaba por su intermedio a la transferencia?
Aquí la vía es estrecha. El hecho de que la elaboración
propiamente psicoanalítica del amor en Lacan incluya de m anera
privilegiada una referencia a teorías teológicas portadoras de una
exigencia de absoluto no debe hacernos concluir que tendría por la
idealización más complacencia que Freud: decir que el análisis
trabaja para descartar el I (el ideal del yo) y el objeto a (el objeto
causa de deseo), como lo indica Lacan al final del Seminario xi,
equivale a decir que no trabaja en el sentido del ideal.
Se encuentra una segunda referencia, más desarrollada, a la
.-í!SIbídem. p. 2S6.
2011J. Lacan, Semina iré xrr, JXun Autre á V autre. 1968-1969, ob. cit., sesión
del 26 de marzo de 1969.
-l" J. Lacan. Séminaire xi, Les quatre concepta fondamentaux de la psveha-
nalyae, ob. cit., 20 de mayo de 1964, pp. 173-177.
apoyándose en el texto de Freud sobre las pulsiones y sus destinos,
las coordenadas fundamentales que hemos situado: el amor, a
diferencia de la pulsión, no es por esencia sexual, sino narcisista;
esta concepción -freu'diana- está, dice Lacan, en continuidad con
la teoría “física” desarrollada por Santo Tomás, lo que quiere decir
que tiene potentes argumentos teóricos para sostenerla, pero es
inadmisible si el amor debe tener algún valor.211Lacan recuerda su
denuncia de un altruismo pretendido en el que querer el bien del
otro significa de hecho querer lo que es el propio bien. En la medida
en que se tra ta de esto, el amor no preserva nada de la “trascen
dencia del objeto”. Pero la ambigüedad entre una crítica de los
límites del amor y la del fracaso de toda la psicología en que “nada
-y es por ello que toda la psicología afectiva ha fracasado hasta
F reud- nada aún representa al Otro, al Otro radical, como ta l”,
resulta manifiesta. Entonces lo que aparece, es que la falta de una
representación de la diferencia masculino/femenino (no sólo en la
teoría freudiana, sino más gravemente en el inconsciente mismo)
-mucho más que por la pareja activo/pasivo, totalmente insuficiente
para el propio F reud- pone de manifiesto la ausencia de todo Otro
en este nivel. “Esta representación del Otro falta, precisamente,
entre estos dos mundos opuestos que la sexualidad nos designa en
lo masculino y lo femenino.” Anuncio de lo que será el teorema
central: “No hay relación sexual”. Paradójicamente, la pulsión
sexual pero no sexuada se presenta entonces como la única que da
acceso al Otro por medio del objeto a.212
Pero destaquemos que siempre Lacan mide el amor con esta
exigencia de un acceso al Otro radical, y que es desde allí desde
donde lo desprecia: si la teoría narcisista, que retom a la teoría
física de los medievales (o la inversa) agota la verdad del amor -y
no es sin apariencia-, entonces no vale mucho: es, por ejemplo, ese
engaño esencial en el que am ar nunca es sino querer ser amado.
Lo cual surge, por otra parte, de ese comentario que hace Lacan
de la distinción operada por Freud entre el amor y el funcionamiento
pulsional, es decir del poco lazo natural entre amor y sexualidad:
la cuestión, en este estadio, no es saber cómo el amor se ha
desexualizado,' en algunos casos, sino más bien cómo llega a
sexualizarse.21-1
IEl sujeto del fin del análisisI ya no necesita de la dem anda de ese
O tro p a ra sostener su propio deseo. Sabe que su deseo se h a formado
en la zona que hace b a rre ra al goce. E stá satisfecho de ese vacío don
de puede a m a r al prójimo, porque ese vacío es el lu g ar donde lo
en cu en tra como a si mismo, y que es la única m an era como puede
am arlo .222
P ara todo aquel que piensa a p artir del psicoanálisis y para todo
aquel para quien el pensamiento en lo sucesivo es impensable sin
pasar por el aporte inmenso y problemático de Jacqucs Lacan, el
libro de Jacques Le Brun resulta de un valor inestimable en
muchos sentidos.228 Da una confirmación de la fecundidad de una
elaboración cuyo rigor científico y cuya multiplicidad sucesiva
permiten hacer aquí una lectura renovada de un campo histórico
exterior, el de la mística -^lectura que, sin ceder en nada a la
precisión y a la erudición universitarias más exigentes, atestigua
una deuda radical respecto del psicoanálisis y de Lacan.
Digamos asimismo que, inversamente, el lector dé Lacan
encuentra un esclarecimiento irreemplazable por la puesta en
perspectiva histórica de la problemática del amor, del deseo y del
goce en Lacan, con la experiencia y el pensamiento del puro amor
en la mística moderna, incluyendo sus fuentes bíblicas, agustinian as,
platónicas y medievales.
Cabe señalar que no se tra ta de un acercamiento más o menos
arbitrario operado por el historiador: en Lacan, la referencia a la
mística es constante, aunque las más de las veces rápida o alusiva;
la referencia a la tesis de Roússelot también lo es: la volvemos a
encontrar a p artir de 1948 y h asta 1973. Aquel año, en una
Este texto retoma una intervención hecha el 7 de marzo de 2003 en una
sesión pública del seminario del profesor Ossola en el Collége de France
dedicada a la discusión del libro de Jacques Le Brun, Le p u r ctmour de Platón
á Lacan, París, Le Seuil, 2002 (que a partir de ahora nombraremos como
“PAPL”) \El amor puro de Platón a Lacan, Córdoba. Ediciones Literales. 20041.
Solo la primera parte ha sido pronunciada y luego publicada separadam ente en
la revista Es.saim. Es aquí donde está la versión “completa”.
conferencia en Milán, precisamente a la formulación del puro
amor y de la suposición imposible229se le confiere una significación
crucial: es a p artir de allí, observa Lacan, que se entra en el campo
de lo que debería ser el amor, “si tuviera el más mínimo sentido”.
De modo que si Jacques Le Brun descifra en Lacan la solución a los
atolladeros del puro amor, esto responde también al hecho de que
Lacan encontraba en los místicos los medios necesarios para
pensar el amor en el propio psicoanálisis.
Este “si tuviera el más mínimo sentido” de Lacan nos pone en
la vía de una cuestión crucial del libro y de nuestra lectura, que se
condensa en la palabra “impensable”. Hay, en el puro amor, a
través de sus diferentes figuras, algo impensable: el término
insiste de m anera lancinante. De modo que la condena de 1699 no
es sino la faz política de un fracaso más esencial. Impensable: ¿por
qué, precisamente?, deberemos preguntarnos. Jacques Le Brun lo
considera según tres dimensiones: teológica, filosófica y antropo
lógica, diversamente combinadas.
Ahora bien, al leer los capítulos sobre Freud y Lacan, nos
sorprende la afirmación recurrente de que allí los atolladeros, los
sin salidas de la teoría, incluso de la experiencia del puro amor;
encuentran soluciones o una superación - a l precio por cierto de
una mutación. El puro amor, con el pensamiento lacaniano del
psicoanálisis, ¿se volvería pensáble -o superado- o ambos? El “si
tuviera el más mínimo sentido” citado más arrib a indica,
ciertamente, que no es tan simple, y Jacques Le Brun no lo
desconoce. Su conclusión apunta más bien hacia un impensable
esencial, y de ninguna m anera negativo. “¿Por qué impensable?”;
“¿Qué soluciones de los sin salidas hay gracias al psicoanálisis?”:
abordarem os estas dos p rég u n ta s a p a rtir de lo que es
necesariamente central, la cuestión de Dios -y la correlativa del
ateísmo contemporáneo, puesto en un prim er momento por Lacan
bajo el signo epocal de la m uerte de Dios.
223 “Sin embargo, luego hubo cierta cantidad de personas sensatas que se
dieron cuenta I...J de que el colmo del amor a Dios debía ser decirle [...] 'si tal
es tu voluntad, condéname’, es decir exactamente lo contrario de la aspiración
al soberano bien. Esto también quiere decir algo: cuestionamiento del ideal de
la salvación, en nombre justam ente del amor del Otro. Es a p artir de aquel
momento que volvemos al I...I ¿campo de qué? Al campo de lo que debería ser
el amor, si esto tuviera el más mínimo sentido" {Lacan in Italia, ob. cit., p. 89).
En esta misma conferencia Lacan habla a la vez de Eousselot, del puro amor
y de la pareja u ti/frui, lo que dem uestra hasta qué punto el conjunto de la
problemática estaba efectivamente presente para él.
Antes de meternos de lleno, me gustaría proponer a Jacques Le
Brun una lectura posible del lugar otorgado a Lacan en la
construcción original de su objeto. He de decir que, desde un punto
de vista puram ente formal, ese lugar es homologable al del saber
absoluto en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Me apresuro
a aventar los malentendidos que podría llegar a generar esta
provocación. Si bien es cierto que aquí se trata, como en Hegel, de
la sucesión de las figuras de un objeto que no es, a través de estos
avatares, ni idéntico ni diferente, esta sucesión no obedece a
ninguna teleología, y ninguna dialéctica viene a forzar la contin
gencia ni a plegar a su lógica la precisión histórica de cada una de
las figuras o de su encadenamiento -todos obstáculos de una
historia filosófica de la que Jacques Le Brun está, ciertamente,
alejado. Aquí no hay ningún forzamiento de los datos empíricos en
beneficio del sistema. El acento puesto en la búsqueda imposible
de un sistem a por parte de Fénelon y los análisis muy precisos de
esta noción proporcionados por Jacques Le Brun no constituyen un
argumento para mi paralelismo, por cuanto él, Jacques Le Brun,
no emprende la construcción de un sistema.
He aquí ahora la analogía:
Precisemos aquí que este término que propongo no recubre lo que Lacan
ha designado los nombres del padre, como lo m uestra muy bien la confrontación
con la temática del puro amor. La cosa, dan Ding, o el goce de la mujer son, por
ejemplo, dos nombres divinos en la teoría lacaniana, que están en relación con
la experiencia m ística, introducidos en los sem inarios L ’éthique de la
psychanalysa y en Encoré, y que no son nombres del padre, justam ente.
Hablo de la experiencia del ser hablante. El contrasentido sería calificar
estas referencias como ‘‘psíquicas” v reducir el psicoanálisis a una psicología,
lo que Lacan combate ferozmente (plantea por ejemplo que “la pulsión de
muerte es un concepto ontológico”) y que Jacques Le Brun evita por completo.
un amor desinteresado por la humanidad. Se trata, obsérvese, de
una posición personal de! sujeto fundador del psicoanálisis, más
que de una posición inherente al psicoanálisis, Este desinterés,
conjugado con la crítica racionalista de las ilusiones del yo, me
parece inscribirse más en la línea de una sabiduría de tipo espino-
ziano que en la mística del puro amor. En este punto, la ausencia
pura y simple del partenaire divino constituye la diferencia. En
Spinoza, ciertamente, solo se tra ta de Dios, fuera de toda recom
pensa (amor intellectualis Dei), pero los religiosos vieron bien que
ese Dios se parecía muy poco al suyo.236
Así que veamos ahora lo que en Lacan aporta una solución a los
sin salidas del puro amor y lo que tal vez los reconduce.
Lacan, como hemos dicho, no psicoanaliza a los místicos (como
tampoco a los artistas), sino que se apoya en ellos para pensar el
amor en general.
Jacques Le Brun indica2^3tres relaciones entre aquello de lo que
habla Lacan (en L ’éthique) y la experiencia de los místicos: un
íntimo parentesco; una modificación radical, una diferencia esencial;
una profunda renovación -d e la cuestión de lo puro, de lo
desinteresado. Tres relaciones puestas bajo la égida de la ausencia
de Dios, y de la cuestión del mal replanteada en este espacio.
El desinterés no es un término específicamente usual en
psicoanálisis. Pero si se pregunta por lo que puede representar,
creo que el psicoanálisis renueva o desplaza seguramente su idea, pe
ro aum entando más bien sus dificultades. En algunos sentidos, el
psicoanálisis, que no apunta en principio a ninguna elevación
espiritual de aquellos que se someten a él, representa sin embargo
un relevo de la sospecha que los espirituales y los moralistas
cristianos practicaban al acosar al amor de sí oculto bajo sus
máscaras: la presencia del narcisismo en todo amor está planteada
como un hecho en Freud, como una cuestión permanente en
Lacan: la de la posibilidad de un amor que no se reduzca a eso.
La pulsión de muerte, en este contexto, abre sin duda una
posibilidad propia de la teoría analítica de hacer pensable el
desinterés, de fundarlo “antropológicamente” o meta físicamente
(“la pulsión de m uerte es un concepto ontológico”, observa Lacan),
¿pero no sería acaso al precio de quitarle todo alcance moral o
espiritual, todo valor particular?
La sospecha recae además en una forma nueva de los intereses
del yo: el psicoanálisis m uestra que el ser hablante está dispuesto
a todo, a todos los sacrificios, a las operaciones más ruinosas para
243Ibídem, p. 315.
esquivar esta pérdida específica que se llama castración, y el amor
está predestinado a cubrir dicha operación. Esto surge muy
claramente del análisis hecho por J acques Le Brun de L ’amour de
Platón de Sacher Masoch: la renuncia a la posesión de la mujer
tiene el sentido de evitar perderla; el héroe, así, ha encontrado
todo, todo en un ser que no es ni hombre ñi mujer. Jacques Le Brun
señala muy bien en este punto el miedo a la mujer, que es idéntico
a la fuga ante la castración. Es aquí donde este desinterés no puede
convencernos en la ética propia del psicoanálisis.
2111J. Lacan, Sé mina iré vtr, L ’éthique de la psychanalyse, p. 219: PAPL, p. 314.
nombres divinos en algunos discursos místicos, así como Goce.
Pero que se trate de la fusión del bien y el mal contradice el axioma
monoteísta de la absoluta bondad divina que entra particularm en
te en contradicción con la mística del puro amor cuando esta llega
hasta la suposición imposible.
¿Qué resulta de este ateísmo muy particular para la cuestión del
puro amor? El seminario de L ’éthique... entero puede ser puesto
bajo el signo de la muerte de Dios, con las reservas que hemos
hec ho -sin contar que Lacan dej a en la equivocidad si esta muerte
es la que Cristo ha encarnado o la de la fe que se ha fundado en él.
Empero, se puede decir que das Ding es un nombre divino del
tiempo de la muerte de Dios. Lo hemos afirmado: Jacques Le Brun
indica claramente que parece que el problema se ha vuelto
obsoleto cuando el partenaire divino de ese amor se ha ausentado,
pero que de hecho está renovado. En efecto, parece que el ateísmo
le quita todo sentido al problema. No hay tal cosa, y la solución
celebrada por Jacques Le Brun no quiere decir eso.
El corazón de ese porqué -Jacques Le Brun puede saludar la
superación de algunos sin salid as- el desinterés hecho pensable,
¿se debe a la ausencia de Dios, especiaJmente de un Dios retributivo?
Creo que es más aún la crítica radical de toda idea del soberano
bien, ruptura que Lacan no pretende que el psicoanálisis invente,
sino que, por el contrario, hace una lista de sus artífices y de sus
testigos, pero el concepto de das Ding la radicaliza en nombre del
psicoanálisis. Esta ruptura, seguramente, es una forma de ateísmo,
ya que el encuentro de la filosofía griega con la revelación bíblica
condujo a identificar a Dios con el soberano bien -pero que se
orienta hacia el punto específico de la dogmática que hace impensable
el puro amor.
Complementariamente, lo que hace que Lacan libere de algunos
sin salidas es que la Cosa, después dej Otro con A mayúscula, y
también otros términos, inscriben en el espacio del ateísmo
moderno, como coordenadas fundamentales de una experiencia
que se prohíbe reducir a la psicología, algunas aristas precisas y
diferenciadas de lo que ha sido la experiencia de Dios. Es justam ente
lo que dice Jacques Le Brun cuando ve en Lacan un retorno a San
Agustín, el de un Dios inscripto solamente en las letras de su
nombre d e u s .25"
En consecuencia, el problema se invierte: ¿cómo es posible que
Trágico y m ístico
J. Lacan, Séminaire xx, Encoré, 16 de enero de 1973, ob. cit., pp. 44-45.
-""En “Subvertion du sujet et dialectique du désir dans l’inconscient freu-
dien”, en Écrits, ob. cit., pp. 793-827.
Aún habría que observar que, hablando con rigor, para el creyente, la
noche de la fe es la mayor luz que nos está permitida en este mundo. En la
apología de los místicos que sistematiza en “L’explication des máximes des
saints” [“La explicación de las máximas de los santos”I, Fénelon se propone
protegerlos de la acusación según la cual superan esta condición y se encuentran
en esta vida en un equivalente de la visión beatífica que recién se da después
de la muerte. La unión con Dios a la que llegan en “el estado pasivo’'' no levanta
este velo. Por lo tanto, la noche de la fe no se confunde con la convicción de ser
abandonado por Dios por la que atraviesan en las pruebas extremas, luego del
propio Cristo (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’').
falta del Otro dice sim ultáneam ente que falta al llamado y que hay
una falta, es decir un deseo. “Deseo del Otro” es un nombre divino
aún más fundam ental que los anteriores. Es ese Dios que Lacan,
retomando a Pascal, ha opuesto como Dios de Abraham, Dios de
Isaac, Dios de Jacob, al Dios de los filósofos y de los eruditos. Dios
de un deseo radicalmente insondable.258 De haber captado al Otro
en ese nivel del deseo surge la superioridad de la religión, en todo
caso de la mística, respecto de la filosofía.259La fórmula lacaniana,
como se sabe, abierta a lecturas múltiples, es que “el deseo es el
deseo del Otro”. Llegar hasta el final de ese deseo del Otro, cueste
lo que cueste, y en particul ar hasta su propia pérdida, la pérdida de
su ser más allá incluso de la vida, es lo que hace a la grandeza y a
la desmesura del destino del héroe trágico, en lo que se encarna lo
que Lacan llama el “deseo puro”, cuando el deseo del Otro cobra la
forma de la Até. trágica.
Claudel
Aún
El muy denso capítulo de Jacques Le Brun sobre San Agustín nos invita
a u n a genealogía que es tam bién una reforma de nuestro entendim iento
alrededor de la pareja u ti/frui.
dato de la experiencia que, si bien las mujeres ya no están más
libradas que los hombres de diversos modos del goce mortífero, son
extraordinariam ente rebeldes a la idea de la vinculación necesaria
entre goce y muerte. Esto, no obstante, parece contradicho por el
hecho de que las psicoanalistas mujeres han jugado un rol importante
en la invención y en el desarrollo de la pulsión de m uerte (cf.
Mélanie Klein).
El goce fálico -a l cual las mujeres no son en absoluto ajenas, si
no están todas involucradas en é l- ahora es situado por Lacan
como el obstáculo mismo a la relación sexual; queda extraído del
lado del goce del idiota -del particular tomado solo-, es decir, sin
relación con el Otro. Con la problemática de la relación sexual que
no existe, al menos en tanto podría escribirse, retorna entonces la
pregunta que formulaba Rousselot respecto del amor extático. Se
trataría de saber si existe y si puede escribirse una relación de
amor con el Otro en tanto tal. Solamente que ese Otro con A
mayúscula, que siempre ha sido, al mismo tiempo que el lugar de
lo simbólico, una dimensión radical del partenaire, pero en tanto
tal asexuado, ahora se encuentra ubicado del lado de la mujer, de
dos m aneras distintas.
El Otro goce ciertam ente tiene que ver con lo que intentaba pensar
la teoría extática del amor. Pero el amor y el goce están muy lejos
de confundirse. El seminario empezó incluso, como lo recuerda
Jacques Le Brun, con su disyunción: “El goce del cuerpo del otro
no es el signo del amor”, lo cual es lógico dado que ese cuerpo del
otro está reducido al objeto a, justam ente, y dado que así fracasa
el goce del otro como cuerpo.
A lo largo de aquel año 1973 se produce una cascada de defi
niciones nuevas del amor. El gran pasaje de la conferencia de Mi
lán,282 que comenta Jacques Le Brun, donde Lacan habla de
Rousselot, parece ratificar, para retom ar a cuenta del psicoanálisis
el veredicto de imposible o de impensable para la teoría extática y
el puro amor que Rousselot formulaba a partir de una posición
tomista. En realidad, subraya la imposibilidad de pensar verdade
ram ente el amor en el marco de la teoría sustancialista del
soberano bien, y su fracaso, incluyendo un punto de vista teológico
(alusión implícita a “Si Dios no fuera mi bien, no tendría razón para
amarlo” del propio Santo Tomás).2®Esta teoría tomista es valorizada
por Lacan por su coherencia teórica, pero la desprecia más aún
éticamente al calificar a Santo Tomás de hipogenital;2S1 a lo cual
2S-Lacan in Italia, conferencia del 4 de febrero de 1973, ob. cit., pp. 78-97.
-s:i “Cuando el querido Santo Tomás se adueña de Aristóteles, está perdido, no
puede preservar la autonomía divina: es la extensión... es la extensión del amor
de sí que motiva el homenaje al soberano del universo. [...] Se percibe con toda
claridad la irritación que le produce a quienquiera que trate de acercarse a la
articulación del amor en una doctrina sustancialista. ¿no es cierto?” (ibídem).
Yo escuché hablar del tomismo no bien entré en la adolescencia, y Dios sabe
que en aquel momento se le hacía gran caso, pero mientras que yo era un bebé
ya había gente que hablaba muy pero muy bien del tomismo, y que se percataba
demasiado de lo que quería decir, a saber que no hay teoría del amor posible,
sensata, que tenga una coherencia lógica que no se fundara, esa teoría del amor,
en el amor de sí, es decir lo que se suele llamar el egoísmo.
Al abad Rousselot le hubiera gustado que no fuera tan triste, pero está obligado
a reconocer que no se puede decir algo coherente sobre el amor si no es en base
a una extensión del amor de sí; es decir que, en suma, Santo Tomás no era de
ninguna manera un idiota, salvo que tal vez era un poco hipogenital.” (Lacan in
Italia, ob. cit.).
opone a aquellos que tienen “más eojones en el culo”: San Bernar
do, Richard de Saint-Victor; estos son los que formulan la teoría
extática.2*5Obsérvese que este vocabulario viril muestra que no es
tamos, a propósito del amor, en la misma distribución que para el
goce -en el cual se tiene auténticam ente relación con el Otro desde
una posición femenina. Como lo ha señalado atinadam ente Jac
ques le Brun, el hecho de que Lacan observe que esta teoría no
puede formularse sin contradecirse no es para condenarla, sino
que contiene más bien la invocación a un pensamiento y a un decir
situados a la altura de lo imposible.
La multiplicidad de las referencias a Aristóteles y a Santo
Tomás en este período de la enseñanza de Lacan no indica una
adhesión -aunque por muchos aspectos Encoré marque una in
flexión más aristotélica en relación con el “platonismo” de la
estructu ra- pero es en la conjunción de la ontología y del soberano
bien donde Lacan aborda con renovados esfuerzos, en una
teorización enteram ente nueva respecto de L ’éthique de la
psychanalyse, donde las cuestiones del goce, de los goces y del
amor deben ser repensadas a p artir de la diferencia sexual y de lo
imposible de la relación sexual.
No hay relación sexual porque el goce del Otro tom ado [pri.se] como
cuerpo'iSS siem pre es inadecuado ^-perverso por u n lado, en tan to el
"Es cierto que no es soportable, y por lo demás todos aquellos que tenían
un poco más de eojones en el culo que Santo Tomás, a saber un personaje tan
demoniaco como San Bernardo o Richard de Saint-Victor -h ab ía de todos modos
quienes sí tenían-, esos hablan de otra cosa. Necesitaban que el amor fuera
extático, es decir que hubiera dos y que uno se explicara al respecto.” (ibídem)
:ii(’Ibídem, p. 44.
Ibídem, p. 131.
'** Encoré. ob. cit., p. 131. ¿“Tomado” lpn.se] se refiere al Otro o al goce?
“Tomado como cuerpo”, referido al Otro parece que debe entenderse como
O tro se reduce al objeto a - y por el otro diré loco, enigmático. ¿No es
acaso del enfrentam iento con este sin salida, con e sta imposibilidad
en la que se define u n real, donde se pone a prueba e) amor?®9
La relación del ser con el ser no es esa relación de arm onía con la que,
desde siem pre, 110 se sabe dem asiado por qué, nos quiere arre g lar
u n a tradición en la que A ristóteles, quien no ve en ello sino goce
suprem o, converge con el cristianism o, p a ra el cual es b eatitud. Ahí
se tropieza con u n a aprehensión del espejismo.-”1
-!’5 "Queda claro que, en suma, el amor es. y éste es el problema que quedó
resonando la últim a vez, es asimismo un hecho que así se denomina a la relación
compleja, es lo m ínim o que se puede d ec ir- e n tre un hom bre y un a
m ujer.”(ibídem)
-!l,i En realidad, lo que Lacan esboza el 18 de diciembre de 1974 es una cadena
no borromea, donde sólo el elemento central (el medio) reúne a los otros dos.
Las tres formas de amor divino, cortés y masoquista, se diferencian por la
dimensión ubicada en posición de medio.
'-!'r -J. Lacan, Séniinaire xxi. Les non-dupes errent. inédito. 18 de diciembre
de 1974.
más bien en que Lacan haya retardado esta conclusión: para ello
era necesario salir de la definición en términos de narcisismo. Más
lejos, apoyándose en la palabra evangélica relativa a los lirios de
los campos que no hilan ni tejen, verá en ellos la metáfora de ese
amor divino como negación sistem ática del inconsciente, cuya
esencia, justam ente, como la de los lirios de los campos, es hilar
y tejer.
Lo cual no le impide decir:
Con lo cual confirma una posición que suele sorprender pero que
es constante,299 de convalidación de ese imperativo de amor,
aunque esta aprobación se duplique con comentarios subversivos
o burlescos, como por ejemplo invitar a reflexionar sobre su
versión sexuada: “Amarás a tu prójima l
Así entonces, ahora el amor parece poder tener algún sentido
sin ser necesariamente el puro amor.
Lo cierto es que el puro amor, ni solamente divino ni solamente
humano, no es solamente ese condicional “lo que sería el amor si
esto tuviera el más mínimo sentido”, un pensamiento, sino
ciertam ente una experiencia inseparable de su decir. Y es lo que
destaca Jacques Le Brun en su bella conclusión, “pues ese amor
puro se presenta también como pensamiento de una experiencia,
y muchos son quienes han vivido y padecido la pureza del amor,
místicos, poetas, aquellos que se han perdido voluntariam ente y
que, a p artir de esa feliz pérdida, no han cesado de cantar la
nostalgia o la esperanza renovada”.300
Ibídem.
Es así como en 1969 va a explicar, en el Gran Oriente de Francia, que el
sujeto al filial del análisis accede a la posibilidad del amor al prójimo: “Ya no
necesita la demanda de ese Otro para sostener su propio deseo. Sabe que su
deseo se ha formado en la zona que hace barrera al goce. Se satisface de ese
vacío donde puede am ar al prójimo porque encuentra ese vacío como se
encuentra a sí mismo, y porque no es de otro modo como puede amarlo”.
(Conferencia en la logia masónica del G ran Oriente de Francia, titulada "Le
psychanalyste en ce temps” [“El psicoanalista en estos tiempos”], ob. cit.).
:w -J. Le Brun, PAPL, p. 342.
ORIGEN DE LOS TEXTOS
Curación y verdad............................................................................... 47
¿Qué es Jo que se quiere curar, si no es la vid a?.........................47
La verdad, la muerte y la curación............................................ ..53
Primer m om ento........................... ...............................................53
Versión trá g ica .............................................................................. 55
Tercera versión que se oía en la segunda:
la verdad está ligada al goce
y con ello ligada a la m u erte...................................................... 57
“S exual” .................................................................................................61
De lo que no es sexual y del am or............ ..................................... 62
¿Por qué no los O tros?.................................................... ..................71
Antinom ias.................................................. ........... .............................72
Antinomia del a c to .....................................................................72
Antinomia de la castración :................... ................................... 74
Antinomia del goce sex u al.........................................................76
Antinomias del dos y del Otro: ¿hay au v em eses?.................79
La antinomia de la mujer y del O tro .......................................86
Del goce del Otro y del cuerpo .................... ................. .........88
En búsqueda de una perversión
y otras conclusiones........................................................................ 94
E l p u r o a m o r e n l o s tie m p o s
DE LA M UERTE DE DlOS .......................................................................................... 1 1 9
Trágico y m ístico............................................................................136
Claudel............................................................................................. 139
Aún ............................................................................................... 141
El amor como lo que suple
la relación sexual........................... ........................ ............... . 147