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Psicología de la respuesta
sexual humana
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los que se les hizo una historia psicosexual, ocupacional y médica. De ellos
fueron elegidos 3 hombres y 8 mujeres para los estudios anatómicos y fi-
siológicos de laboratorio. En un segundo momento, la muestra la constitu-
yó un grupo de un alto nivel intelectual y económico procedente de la uni-
versidad y del hospital. Posteriormente, la muestra se amplió con criterios
de mayor representatividad, aunque limitada en este tipo de investigación.
De los resultados que obtuvieron cabe destacar el modelo de respuesta
sexual que especificaremos más adelante. Aunque el modelo pueda ser
cuestionado, o por lo menos matizado como así lo hará Helen Singer Ka-
plan y autores posteriores, no cabe duda de que tiene un gran valor descrip-
tivo. Fue adoptado por los clínicos e investigadores posteriores, abriendo
considerablemente el campo de la investigación tanto en lo que concierne
al terreno de la fisiología, como al de la clínica.
Sin embargo, su aportación en el campo de la psicología no ha sido tan
importante. No se adscribieron a ninguna de las escuelas psicológicas, ni
hicieron ningún esfuerzo en este sentido. Como continuación lógica de sus
trabajos sobre la respuesta sexual, se preocuparon por las disfunciones
sexuales. La clasificación que hicieron de estas —tanto en la mujer, como
en el hombre—, fue de gran interés, aunque hoy superada, en parte, sobre
todo a partir de los trabajos de H. S. Kaplan. Sus estudios sobre las disfun-
ciones sexuales fueron plasmados en su libro Incompatibilidad sexual hu-
mana (1970). Desarrollaron también un formato de intervención clínica
para el tratamiento de las mismas. En términos generales, sus aportaciones
marcaron el umbral de lo que podemos denominar la terapia sexual moder-
na. Por primera vez se contemplaban las dificultades del ciclo psicofisioló-
gico de la respuesta sexual, como dificultades en sí mismas, en cierto modo
despatologizadas y por primera vez contempladas también desde un punto
de vista diádico. Este formato terapéutico es pobre desde el punto de vista
psicológico, sobre todo cuando la disfunción proviene de un conflicto bien
individual, bien de pareja, de moderada o elevada intensidad. Se basa fun-
damentalmente en el adiestramiento de la capacidad de comunicación de
los miembros de la pareja y en la normalización de la expresión de las ne-
cesidades sexuales.
A continuación describiremos los diferentes modelos descriptivos del
ciclo de respuesta sexual desde Masters y Johnson hasta la actualidad.
Periodo refractario
Orgasmo
Resolución
Orgasmo
Excitación
Meseta
Meseta
Excitación
Resolución
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Una de las primeras rupturas con el concepto monista la estableció James Semans
(1956), quien diferenció las dificultades eyaculatorias del resto de disfunciones. No lle-
ga a diferenciar explícitamente excitación y orgasmo como fases o entidades indepen-
dientes, pero sus aportaciones abrieron esa posibilidad. Ideó un método eficaz para el
tratamiento de la eyaculación precoz.
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Tal consideración es aceptada por autores como Levine (1984, 1987, 1988),
Rosen y Leiblum (1988) entre otros. La representación gráfica del modelo
trifásico muestra el error conceptual que contiene. La respuesta sexual no
puede representarse en un solo plano. Es necesaria una representación tridi-
mensional que incluya los tres ejes que intervienen en el ciclo psicofisioló-
gico de la respuesta sexual: a) la intensidad del deseo, b) el nivel de excita-
ción, c) el tiempo transcurrido. Por ello propone un modelo tridimensional.
Este modelo corrobora la afirmación de Kaplan en cuanto a que se puede
alterar una de las fases independientemente de las demás, por tanto el deseo
puede inhibirse siendo posible la excitación o el orgasmo. No obstante, ex-
plica mejor cómo es posible que algunas personas puedan reproducir ciclos
de respuesta sexual sin deseo. En la figura 8.3 se puede observar cómo el
deseo acompaña al ciclo de respuesta sexual, en mayor o menor intensidad.
Las personas con deseo sexual inhibido pueden alcanzar los umbrales míni-
mos que hacen posible la excitación y el orgasmo, sin embargo la experien-
cia subjetiva del conjunto puede ser tan frustrante, que, finalmente, se perfile
como una dificultad que debe ser tratada por un especialista.
Eje Z:
Deseo Eje Y:
Excitación
Ciclo de
respuesta sexual
Umbral de excitación
Eje X:
Tiempo Comienzo del
encuentro sexual
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nes tanto positivas (amor, atracción, deseo, cariño, calidez, confianza, ter-
nura, etc.), como negativas (miedo, culpa, ansiedad, inmerecimiento, des-
confianza, etc.). Las primeras optimizan la estimulación, mientras que las
segundas las restringen.
Los recientes estudios realizados desde la perspectiva de la teoría del
apego que relacionan el deseo sexual y la vinculación afectiva (Marrone,
2009; Gómez-Zapiain, 2009), indican que el deseo sexual se puede poner al
servicio de otras necesidades como son: a) la necesidad de seguridad emo-
cional a través del contacto físico y la proximidad psicológica (intimidad),
y b) la necesidad de afirmación, de apuntalamiento o refuerzo del propio
«yo». Por otro lado, es obvio que el deseo sexual puede ponerse al servicio
de la satisfacción erótica en sí misma2.
Ello refrendaría la propuesta de Schnarch en el siguiente sentido. El ni-
vel de activación sexual, que podríamos asociar al grado de satisfacción de
la experiencia, no depende solo de la estimulación física, sino fundamental-
mente de los «procesos psicológicos». Estos son experimentados en forma
de ansiedad. Si se me permite la broma, la ansiedad (activación) es como el
colesterol; existe ansiedad de la buena y ansiedad de la mala. La primera es
el resultado de emociones positivas, el amor, el enamoramiento, el apego,
la comunicación, etc., mientras que la negativa se asocia a miedo, angustia,
vigilancia, inseguridad. Tal vez por ello se dice que el mejor afrodisíaco es
el enamoramiento. En efecto, el enamoramiento (ansiedad de la buena) for-
ma parte de los procesos psicológicos que se suman a la estimulación física
y potencian extraordinariamente la experiencia erótica, dotándola de un
significado muy especial.
El concepto de umbral en la respuesta sexual que propone Schnarch
está implícito en otros modelos explicativos. Cuando el nivel total de es-
timulación alcanza el umbral mínimo, aparecen los cambios fisiológicos
necesarios para un adecuado comportamiento sexual. En la respuesta se-
xual aparecen dos umbrales. El primero indica el nivel de estimulación
necesario para que se produzca la excitación sexual, y el segundo para que
se desencadene el orgasmo. Por ejemplo, cuando la estimulación alcanza
el umbral de la excitación, entonces aparece la erección en el hombre y
la lubricación en las mujeres. El umbral del orgasmo opera de la misma
manera. El orgasmo es básicamente un reflejo, similar al reflejo patelar por
ejemplo. Aunque es más complejo, más intenso, y puede desencadenar más
cantidad de ansiedad, es básicamente el mismo fenómeno.
Lo primero que hay que señalar es que las dos variables, que constitu-
yen el nivel total de activación, funcionan de una manera complementaria e
2
Estos aspectos han sido desarrollados en los capítulos dedicados a los afectos y al de-
seo erótico.
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interactiva. Por ejemplo, un mismo nivel de activación total puede ser al-
canzado por una mínima estimulación física y una intensa estimulación psi-
cológica y viceversa. Como vemos, un decremento de estimulación física
puede ser compensado por un incremento del foco de percepción y recepti-
vidad, produciendo un nivel de estímulo equivalente, tal y como se expresa
en la figura 8.4.
Estimulación táctil
Estimulación psíquica (ansiedad)
Total de estimulación
Nivel de activación
A B
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Activación
óptima
Activación
insuficiente
Activación
disruptiva
Nivel de activación
3
Confrontar con el capítulo 7 dedicado a la sexualidad de los adultos.
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Una mayor profundización del efecto de los modelos internos en la respuesta sexual
se halla en Gómez-Zapiain, J. (2009). Apego y sexualidad. Entre el vínculo afectivo y el
deseo sexual. Madrid: Alianza Editorial.
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A B C
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