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Los Ministros Del Culto Del Templo Estudio Bendavid
Los Ministros Del Culto Del Templo Estudio Bendavid
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uno está obligado a la recitación del Halel, al jolgorio y a hacer los honores al último día de la fiesta como a los restantes
días de la misma (Sukka IV,8).
El último salmo del Halel expresaba la gratitud de todo el pueblo ante los beneficios de YHWH, ¡porque es eterno su
amor! (Sal 118,1). En una procesión con ramas y frutos de la última recolección se imploraba la bendición de los
sacerdotes: ¡Ah YHWH, da la salvación (hoshiah na = “Hosanna”)! ¡Ah, YHWH, da el éxito! ¡Bendito el que viene en
el nombre de YHWH! Desde la Casa de YHWH os bendecimos. YHWH es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la
procesión, ramos en mano, hasta los cuernos del altar! (118,25-27). También se cantaba el Halel en la fiesta del Año
Nuevo (Rosh Hashaná IV,7).
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La relectura de los Salmos.
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Al considerar la práctica litúrgica del Templo que acabamos de describir no debemos dejar de tener en cuenta un hecho
importante. La historia de Israel ha conocido dos épocas muy distintas, divididas por la destrucción de su capital y de su
Templo y por la cautividad de sus dirigentes en Babilonia. Por eso se suele designar ambos períodos históricos como
época del Primer o del Segundo Templo. La consecuente existencia de dos modalidades en la liturgia que se celebraba en
ellos tuvo también repercuciones importantes sobre los textos reguladores de los ritos y sobre los cantos que animaban las
celebraciones. Si antes de la cautividad la figura de mayor relieve era el rey davídico consagrado por la unción divina, en
el período del Segundo Templo ocupó la primacía el sumo sacerdote, autoridad suprema de la nación autónoma, protegida
por los imperios sucesivos (persa, helenista o romano).
Así, la comunidad cultual del Templo de Jerusalem fue considerada, en cierto modo, como la realización de la soberanía
de Dios en el presente:
Te darán gracias, YHWH, tus obras todas, y tus amigos te bendecirán; dirán la gloria de tu reinado, de tus proezas
hablarán, para mostrar a los hijos de los hombres tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino. Tu reino, un reino por
todos los siglos, tu dominio, por todas las edades (Sal 145,10-13).
Según Flavio Josefo, la comunidad de Jerusalem era una teocracia:
Algunos legisladores han permitido que sus gobiernos estuviesen sometidos a monarquías, otros los sometieron a
oligarquías, y otros a una forma republicana; pero nuestro legislador no consideró ninguna de esas formas, sino que
ordenó nuestro gobierno según lo que, a través de una expresión un poco forzada, podría ser denominado Theocracia,
atribuyendo la autoridad y la potestad a Dios, y persuadiendo a todo el pueblo a que le obedezca como al autor de todos
los bienes disfrutados en común por la humanidad, o por cada uno en particular, y de todo lo que ellos mismos obtuvieron
mediante la oración en las grandes dificultades (Contra Apión II,164ss).
El modo concreto de realizar esta teocracia era a través de la aristocracia sacerdotal, recomendada, según él, por el
mismo Moisés:
La aristocracia es lo mejor…; en ella, las leyes son soberanas y hacéis todo de acuerdo con ellas. Porque Dios debe
bastaros como soberano (Antig. IV,223).
Las corporaciones de cantores del siglo IV aEC. había recopilado textos tanto pre-exílicos como postexílicos, y, por lo
mismo, textos con perspectivas temáticas muy diferentes. La consecuencia de este cambio fue que si se conservaron los
textos preexílicos en la liturgia, éstos ya no podían utilizarse bajo la misma óptica después del destierro; se hacía
necesario una relectura que adaptase más o menos su sentido para la nueva situación. Las palabras empleadas recibían
entonces una sobrecarga de sentido. La fe de Israel había girado siempre en torno al porvenir de Dios. Pero las
decepciones experimentadas en una historia caótica condujeron progresivamente el pensamiento de los creyentes a poner
ese porvenir más allá de un límite marcado por el juicio soberano de Dios: las promesas divinas, referidas a los últimos
tiempos, al final del tiempo presente, se hacían escatológicas, y la relectura de los textos que alimentaban la fe y la
oración integraba esta nueva dimensión bajo las palabras que traducían anteriormente la fe y la esperanza. Esto quedaba
especialmente en evidencia en el caso de los llamados Salmos reales. Puesto que ya no regía a Israel un soberano de la
Casa de David, el Rey aludido en dichos Salmos no podía ser ya más que un rey ideal con el que soñaban las esperanzas
judías para un futuro desconocido.
Un ámbito de relectura de la Escritura fue la proclamación litúrgica en las sinagogas. Para hacer inteligibles los libros
sagrados a las gentes que ya no leían hebreo, se traducían los textos al arameo que se hablaba corrientemente, y se le
agregaban amplificaciones considerables que pretendían explicar el sentido actualizado de los mismos. La práctica se
remontaba a los tiempos de Esdras:
Los levitas exponían la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad,
e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura (Neh 8,8).
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El resultado fue la elaboración paulatina de unos escritos llamados targumim. Los añadidos al texto original nos permiten
conocer hoy la interpretación que se hacía del mismo en el período del Segundo Templo y en los primeros siglos después
de la destrucción del mismo.
Los Salmos también fueron objeto de esta traducción interpretativa, con una libertad tal en el orden de la alegoría que
desaparecía a veces el sentido literal u original. Tal es el caso del Sal 45, que en su sentido literal fue un canto nupcial de
un rey, pero que la tradición targúmica transformó en una imagen del desposorio entre el Mesías y la comunidad de Israel:
(7) El trono de tu gloria lo ha establecido YHWH por los siglos de los siglos. Tu cetro real es un cetro de rectitud. Y ati, oh
rey mesías, como has amado la justicia y odiado la impiedad, YHWH tu Dios te ha consagrado con el óleo de alegría con
preferencia a tus compañeros. (10) Las provincias de los reinos vienen a visitar tu rostro en el tiempo fijado. El libro de la
Ley está a tu lado derecho, escrito en tu copia espléndida lo mismo que en oro fino procedente de Ofir. (11) Escucha,
asamblea de Israel, la ley de su boca, y verás las maravillas de tus obras. Inclinarás tu oído hacia las palabras de la ley;
olvidarás las obras malas de los impíos de tu pueblo y la casa de los ídolos que serviste entre tus padres. (12) Y así el rey
deseará tu belleza, pues él es tu señor y tú lo adorarás. (13) Y los habitantes de la ciudad de Tiro vendrán a presentarse a
ti, las más ricas de las naciones se apresurarán hacia tu santuario. (14) Todo lo mejor, lo más hermoso, lo más deseable
de las riquezas de las provincias, y los tesoros de losreyes que están ocultos en su interior, los ofrecerán en oblación ante
el rey y en regalo a los sacerdotes con vestidos multicolores de oro brillante. (15) En vestiduras bordadas ofrecerán sus
oblaciones ante el rey del mundo, y el resto de sus compañeros que están dispersos entre las naciones serán llevados con
alegría delante de ti a Jerusalem. (16) Serán llevados con alegría y regocijo y entrarán en el templo del rey del mundo.