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El avivamiento de la Calle Azusa: ¿qué pasó con su

herencia?

El movimiento pentecostal - al cual pertenece un gran número


de iglesias en América Latina - traza sus orígenes desde el
avivamiento en la Calle Azusa (Los Angeles) en 1906. Según lo
que he leído hasta ahora, veo que este fue un avivamiento
genuino según las pautas bíblicas. Sin embargo, me pregunto
si los pentecostales actuales son los herederos legítimos de
aquel avivamiento. Deseo en este artículo resaltar
algunas características del avivamiento en la Calle
Azusa, y hacer algunas comparaciones con el
pentecostalismo actual.

Por la mayor parte me estoy apoyando en el libro


"Azusa Street" por Frank Bartleman, uno de los
pioneros de aquel avivamiento (al lado de William
Seymour quien era el pionero principal). Bartleman describe en este libro sus
experiencias de primera mano, acerca del avivamiento, sus antecedentes y sus
resultados.

Al buscar este libro, ya me llevé la primera sorpresa. El libro de Bartleman (escrito


en 1925) fue reeditado en español por la Editorial Peniel en 2006, con ocasión del
centenario del avivamiento, festejado por los pentecostales alrededor del mundo
entero. Pero cuando pedí este libro en una librería cristiana en 2008, no sabían
nada acerca de este libro, y al parecer ni siquiera sabían a qué se refiere "Calle
Azusa". Ahora quizás puedo disculparlos con el hecho de que la librería en sí no
es pentecostal. Pero es la librería cristiana más grande de la ciudad y es
frecuentada por muchos pastores y líderes pentecostales, puesto que no hay
ninguna librería específicamente "pentecostal" aquí. Entonces me extraña que en
todo este tiempo ninguno de ellos haya pedido este libro. ¿Viven los pentecostales
desconectados de su historia?

La esencia de un avivamiento

Unos pasajes en Apocalipsis, escritos a diversas iglesias, nos hacen ver lo que es
la esencia de un avivamiento:

"Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras
obras..." (Apoc.2:5) "Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y
guárdalo, y arrepiéntete." (Apoc.3:3)

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El Señor dice a las iglesias "muertas y por morir", que volvieran a lo que recibieron
en el principio. Cada avivamiento en la historia comenzó con el clamor de unos
discípulos desesperados por la frialdad y apostasía de la iglesia: ¡Volvamos a lo
que era en el principio! ¡Volvamos a la comunión con Jesucristo que tenían los
primeros discípulos! ¡Volvamos a la sencillez y la pureza de corazón de la primera
iglesia! ¡Volvamos al temor a Dios que era tal que un Ananías y una Safira no
pudieron quedarse con vida en medio de una iglesia santa!

Así también al inicio del avivamiento de la Calle Azusa, hubo unos discípulos que
clamaron: ¿Dónde está hoy el poder y la autoridad que tenían los apóstoles?
¿Dónde está la obra del Espíritu Santo que conocía la primera iglesia? ¡Volvamos a
lo que era en el principio!

Este avivamiento es conocido en primer lugar por la manifestación del "hablar en


lenguas", que apareció a gran escala por primera vez después de muchos siglos.
Pero aquellos primeros pentecostales no buscaron el hablar en lenguas como un
fin en sí mismo. En primer lugar, ellos buscaron al Señor mismo. El hablar en
lenguas era para ellos solamente una señal de que habían encontrado lo que
buscaban: una comunión y entrega más completa al Señor.

Por tanto, lo que más caracterizaba aquel avivamiento era el arrepentimiento, y un


"ambiente de santidad" que no permitía la presencia de pecado alguno. De esta
manera describe Bartleman las primeras reuniones en la Calle Azusa:

"Sabíamos instantáneamente cuando habíamos contristado al Espíritu, por una


palabra o una obra cruel. Parecía que vivíamos en un mar de puro amor divino. El
Señor luchaba por nosotros en las batallas. Nos consagrábamos a su juicio
totalmente en todos los asuntos, sin siquiera intentar defender a la obra o a
nosotros mismos. Vivíamos en su presencia, inmediata y maravillosa. Y nada
contrario a su puro Espíritu era permitido allí. Lo falso era separado de lo real por
el Espíritu de Dios. La Palabra de Dios misma decidía absolutamente todos los
temas. Los corazones del pueblo eran escudriñados a fondo, tanto en hecho como
en su motivación. Formar parte de este grupo no era algo para tomar a la ligera.
Nadie 'osaba unírseles' (Hechos 5:13), a menos que su intención fuera seria..."

Cierto, el "hablar en lenguas" tenía importancia en la Calle Azusa. Pero mucho


más importante todavía era la cruz de Cristo. Bartleman cita a otro pionero
pentecostal, Arthur Booth-Clibborn, con estas palabras:

"Cualquier abaratamiento del precio del Pentecostés sería un desastre de


magnitud incalculable. Los que se reunían en el aposento alto, sobre quienes cayó
el Pentecostés, habían pagado por él el más alto precio. En esto se habían
acercado lo más posible a Aquel que había pagado el más alto precio por enviarlo.
¿Realmente comprendemos cuán enteramente perdidos para este mundo, cuán
completamente despreciados, rechazados y descastados eran? Su maestro y líder
acababa de ser colgado, por así decirlo, por la civilización más elevada de su
época. Su Calvario estaba completo, por lo que un Pentecostés completo vino a
compensarlo... Nosotros, por lo tanto, podemos, cada uno, decirnos a nosotros
mismos: Como sea tu cruz, así será tu Pentecostés."

Entonces, en la Calle Azusa estaba presente lo que caracteriza cada verdadero


avivamiento: una profunda convicción acerca del pecado, arrepentimiento profundo,
y santidad. Y aquí ya tengo que hacer la primera observación acerca del
pentecostalismo actual: ¿Dónde está esta profunda convicción y este
arrepentimiento hoy en día? Cierto, todavía se predica acerca del "arrepentimiento".
Pero ¿cuán profundo es? ¿No están muchas iglesias hoy contentas con un "ritual"
de arrodillarse y decir "Jesús, perdóname todos mis pecados"? Esto es servir a Di os
de labios, pero no de corazón.

Los comienzos del avivamiento en las islas


Hébridas (1949)

(Lo siguiente es una transcripción de la grabación de un


reporte dado en 1968 por Duncan Campbell, un predicador en
el avivamiento.)

Hay dos cosas que quisiera aclarar al hablar sobre el


avivamiento en las Hébridas. Primero, no fui yo quien llevó
avivamiento a las Hébridas. Fui entristecido más allá de lo
que se puede expresar con palabras, cuando escuché a personas hablar y escribir
acerca del "hombre que trajo avivamiento a las Hébridas". Yo no hice esto. El
avivamiento estaba allí antes que yo hubiera puesto mis pies en la isla. Empezó
con una especial consciencia de la presencia de Dios en el pueblo de
Barvas. También quiero aclarar qué es lo que entiendo con avivamiento. No estoy
hablando de evangelización "a alta presión". No estoy hablando de cruzadas o
esfuerzos especiales concertados y organizados por hombres. Todo eso está lejos
de mi mente. Avivamiento es algo completamente diferente de evangelización en
su nivel más alto. Avivamiento es un movimiento de Dios en la comunidad, y
repentinamente la comunidad se vuelve consciente de Dios, antes que algún
hombre diga alguna palabra en algún esfuerzo especial.

Seguramente ustedes estarán interesados en saber cómo, en el noviembre de


1949, este movimiento de la gracia de Dios empezó en la isla de Lewis. Dos
mujeres ancianas, una de 84 y la otra de 82 años, una de ellas completamente
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ciega, sintieron una gran carga por causa del estado desolado de su propia iglesia.
Ni una sola persona joven asistía a los cultos. Y estas dos mujeres estaban muy
preocupadas y hicieron de ello un asunto especial de oración. Un verso les tocó:
"Yo derramaré agua sobre el que tiene sed, y ríos sobre la tierra seca." Ellas
estaban tan cargadas que ambas decidieron pasar mucho tiempo en oración, dos
veces por semana. Los martes, ellas se arrodillaban a las 10 de la noche y
permanecían así hasta las 3 ó 4 de la madrugada - dos mujeres ancianas en una
choza muy humilde.

Una noche, una de las hermanas tuvo una visión. Ahora recuerden, en un
avivamiento, Dios obra en maneras maravillosas. En la visión, la mujer vio la iglesia
de sus padres llena de jóvenes. Y un ministro extraño estuvo parado en el púlpito.
Ella fue tan impresionada por la visión que hizo llamar al ministro de la iglesia.
Puesto que él conocía a las dos hermanas y sabía que eran mujeres que conocían
a Dios en una manera maravillosa, él respondió a la invitación y llegó a su
choza. Esa mañana, una de las hermanas dijo al ministro: "Ud. tiene que hacer algo
acerca de la situación. Yo sugiero que Ud. llame a los líderes de la iglesia y que
juntos pasen con nosotros por lo menos dos noches por semana en oración. Los
martes y viernes, si Ud. junta a los líderes, Uds. pueden reunirse en un granero (en
un pueblo de campesinos, uno puede reunirse en un granero), y mientras Uds. oran
allí, nosotras oraremos aquí." Bueno, así lo hicieron; siete de los líderes de la iglesia
oraban en un granero cada martes y viernes; y las dos mujeres ancianas oraban al
mismo tiempo.

Esto continuó por algunas semanas - creo que casi un mes y medio. Hasta que
una noche - ahora esto deseo que lo comprendan muy bien - una noche, ellos
estaban arrodillados allí en el granero, clamando a Dios por la promesa: "Yo
derramaré agua sobre aquel que tiene sed, y ríos sobre la tierra seca", cuando un
joven, un diácono, se puso de pie y leyó del Salmo 24: "¿Quién puede subir al
monte de Dios? ¿Quién puede estar en Su lugar santo? El que tiene manos
limpias y un corazón puro; que no elevó su corazón a vanidades, ni jurado
falsamente. Este recibirá la bendición (no "una bendición", sino LA bendición) del
Señor." - Y entonces este joven cerró su Biblia. Y mirando al ministro y a los otros
líderes, dijo: "Me parece nada más que engaño, estar orando como estamos
orando, esperando como estamos esperando, si nosotros mismos no estamos en
una relación correcta con Dios." Y entonces levantó sus dos manos y oró: "Dios,
¿son mis manos limpias? ¿Es mi corazón puro?" Pero no pudo decir más. Este
joven cayó sobre sus rodillas y después cayó en un trance. Ahora no me pidan
explicarlo, porque no puedo. El cayó en un trance y estuvo así postrado en el suelo
del granero. Y como me contó el ministro, en este momento, él y los otros líderes
fueron conmovidos con la convicción de que un avivamiento enviado por Dios tiene
que ser relacionado siempre con la santidad. ¿Son mis manos limpias? ¿Es mi

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corazón puro? A esta persona, Dios le encomendará un avivamiento - esta fue la
convicción. Cuando sucedió esto en el granero, el poder de Dios inundó la
comunidad. Y una consciencia de la presencia de Dios conmovió la comunidad, en
una manera que no había sucedido antes por más de cien años. Una consciencia
de la presencia de Dios - esto es avivamiento. El día siguiente, todo estaba
silencio, poco trabajo se hizo en las granjas, porque hombres y mujeres estaban
ocupados pensando en las cosas eternas, conmovidos por realidades eternas.

Yo no estuve en la isla cuando esto ocurrió. Pero nuevamente una de las


hermanas hizo llamar al ministro. Le dijo: "Pienso que Ud. debería invitar a alguien
a predicar. No puedo darle ningún nombre, pero Dios debe tener a alguien en
mente, porque vimos a un hombre extraño en el púlpito, y este hombre tiene que
estar en alguna parte." En la misma semana, el ministro asistió a una de nuestras
grandes convenciones en Escocia. En esa convención se encontró con un joven
estudiante, del cual sabía que era un hombre temeroso a Dios, y entonces le invitó
a la isla. "¿Podría Ud. venir por diez días? Sentimos que algo está sucediendo en
la comunidad, y quisiéramos que Ud. esté con nosotros." El joven dijo: "No, no
siento que soy el hombre. Pero hace poco hubo un movimiento muy notable en
Glasgow, bajo el ministerio de un hombre con el apellido de Campbell. Sugiero que
Ud. le invite a él." - En aquel tiempo yo estaba en un colegio en Edinburgh, y no
fue fácil para mi viajar. Pero se decidió que yo podía ir por diez días.

Nunca olvidaré la noche que llegué a la isla. Llegamos a la iglesia a las cuarto para
las nueve y encontramos a unas 300 personas reunidas. Y yo di un mensaje. Nada
sucedió realmente durante el culto. Fue una buena reunión. Hubo un sentir de
Dios, una consciencia de que Su Espíritu se movía, pero nada más allá de esto.
Entonces yo oré la bendición y salimos de la iglesia aproximadamente a las cuarto
para las once.

Justo cuando salí por el pasadizo, junto con el joven diácono que había leído el
Salmo en el granero, él de repente se paró en el pasadizo, y mirando hacia el cielo
dijo: "Dios, tú no puedes fallarnos. Dios, tú no puedes fallarnos. Tú has prometido
derramar agua sobre los sedientos, y ríos sobre la tierra seca - Dios, ¡tú no puedes
fallarnos!" Después él se arrodilló en el pasadizo y siguió orando, y después cayó
otra vez en trance. En este momento se abrió la puerta - fue ahora las once - y el
herrero del pueblo regresó a la iglesia y dijo: "Señor Campbell, algo maravilloso ha
sucedido. Oh, estábamos orando que Dios derrame agua sobre los sedientos, y ríos
sobre la tierra seca; y escuche, ¡El lo ha hecho! ¡El lo ha hecho!"
Cuando llegué a la puerta de la iglesia, vi una congregación de unas 600 persona s.
¿De dónde habían venido? ¿Qué había sucedido? Creo que en aquella misma
noche, Dios se había movido con el poder de Pentecostés - el poder del Espíritu
Santo. Y lo que había sucedido en los primeros días de los apóstoles, sucedió

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ahora en la comunidad de Barvas.

Más de cien jóvenes habían estando en un baile en el salón comunal, y no estaban


pensando nada acerca de Dios o la eternidad. Ellos estaban allí para divertirse,
cuando repentinamente el poder de Dios cayó sobre ellos. La música se detuvo, y
dentro de pocos minutos el salón estuvo vacío. Ellos huyeron de allí como alguien
huye de la peste. Y se fueron a la iglesia. Ellos estaban ahora parados delante de
la iglesia. - Hombres y mujeres que ya habían estado en la cama, se levantaron, se
vistieron, y se fueron a la iglesia. No había habido ninguna publicidad... pero Dios
tomó la situación en Sus manos, y El fue su propio agente de publicidad. Un
hambre y una sed vinieron sobre la gente. Se abrieron las puertas de la iglesia, y la
congregación entró de nuevo.

Ahora la iglesia estaba repleta - más de 800 personas. Ya fue cerca de


medianoche. Me hice un camino a través de la multitud para llegar al púlpito.
Encontré a una mujer joven, una profesora de primaria, postrada en el piso delante
del púlpito, orando: "Oh Dios, ¿hay misericordia para mí? Oh Dios, ¿hay
misericordia para mí?" Ella fue una de los que habían estado en el baile. Pero
ahora estaba postrada en el piso de la iglesia, clamando a Dios por misericordia.

La reunión continuó hasta las cuatro de la madrugada. Al salir de la iglesia, un


joven se me acercó y dijo: "Señor Campbell, quisiera que Ud. vaya a la comisaría."
- "¿A la comisaría? ¿Algo está mal?" - "Oh", dijo, "nada está mal. Pero hay por lo
menos 400 personas reunidas alrededor de la comisaría en este momento." El
sargento de allí era un hombre temeroso de Dios. El había estado en la iglesia.
Pero la gente sabía que esta era una casa de personas piadosas. Y al lado de la
comisaría estaba la choza donde vivían las dos ancianas. Creo que esto fue como
un imán que atraía a las personas. Había allí un carro lleno de personas que
habían venido desde una distancia de 12 millas. Si alguien les preguntara: ¿por
qué? ¿Cómo sucedió? ¿Quién lo organizó? - no sabrían responder. Pero ellos
habían estado juntos y alguien dijo: "¿Qué tal si vamos a Barvas? No sé, pero
tengo hambre en mi corazón de ir allá." No lo puedo explicar; ellos no lo pudieron
explicar, pero Dios tenía la situación en Sus manos.

¡Esto es avivamiento, mis queridos hermanos! ¡Esto es un acto soberano de Dios!


Este es el movimiento del Espíritu de Dios, como yo creo, en respuesta a la
oración persistente de hombres y mujeres que creían que Dios es un Dios que
guarda el pacto y es fiel a Sus compromisos.

Esto continuó por casi tres años, hasta que la isla entera fue barrida por el gran
poder de Dios.

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Un relato fiel de la obra sorprendente de Dios (1736)
Por Jonatán Edwards (1703-1758)

I. Introducción general

1. Antecedentes del avivamiento

El pueblo de Northampton tiene 82 años de


existencia, y tiene ahora aproximadamente 200
familias. Soy el tercer ministro que se asentó en este lugar. El primero fue Eleazer
Mather, ordenado en 1669. El amaba mucho a su pueblo y fue bendecido con
bastante éxito. Le sucedió mi abuelo Stoddard, quien ministraba durante casi 60
años en este pueblo. Su ministerio fue bendecido con la conversión de muchas
almas. El tuvo cinco "cosechas", como lo llamó. La primera era hace 57 años, la
quinta y última hace 18 años. El dijo que en cada una de estas cosech as, la
mayoría de los jóvenes del pueblo se preocupaban mucho por su salvación.

Después de la última cosecha llegó un tiempo de mucha degeneración,


especialmente entre los jóvenes. Unos dos años antes de su muerte, yo me uní a
mi abuelo en el ministerio, y durante estos dos años hubo cerca de veinte
personas de los que pudimos esperar que fueron convertidos para salvación; pero
no hubo señales de avivamiento alguno. Justo después de la muerte de mi abuelo,
prevalecía una gran indiferencia hacia la religión. Muchos jóvenes se dedicaban a
salir de noche, a ir a los bares, y a la lujuria. A menudo pasaban la mayor parte de
la noche en sus fiestas, sin considerar el orden se sus familias; y de hecho los
hogares no estaban bien gobernados. Además, el pueblo estaba dividido en dos
partidos que se oponían unos a otros en toda oportunidad.

Pero dos o tres años después, los jóvenes comenzaron a estar más dispuestos a
escuchar consejos, y poco a poco dejaron sus fiestas, y mostraron más
preocupación religiosa.

Al fin del año 1733 apareció una apertura aun más grande entre los jóvenes. Ellos
solían hacer sus fiestas especialmente los domingos por la noche. Pero decidí
mencionar en una prédica lo malo que era esta práctica, e insté a los padres que
gobernasen a sus familias y que mantuviesen a sus hijos en casa por las noches.
Pero los padres encontraron que ni siquiera era necesario tomar medidas en el
caso, porque los mismos jóvenes fueron convencidos por lo que habían escuchado
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desde el púlpito, y obedecieron por voluntad propia. De esta manera hubo una
reforma inmediata de su comportamiento.

Después de esto comenzó una preocupación religiosa notable en un pueblo


vecino. Un joven murió de manera repentina y terrible; y poco después murió una
joven casada que se preocupaba mucho por su salvación mientras estaba
enferma, pero pareció recibir la evidencia de la gracia de Dios hacia ella antes de
su muerte, y murió llena de consolación, aconsejando a otros. Estos sucesos
causaron una gran solemnidad en los espíritus de muchos jóvenes.

En otoño de aquel año propuse a los jóvenes reunirse entre ellos los domingos por
la noche para conversar de asuntos religiosos, y para este fin formar varios grupos
que se iban a reunir en las diferentes partes del pueblo. Así lo hicieron y cont inuaron
con estas reuniones hasta hoy, y su ejemplo fue imitado por adultos mayores.

Alrededor de este tiempo comenzó en esta tierra la gran controversia acerca del
arminianismo. Los fieles piadosos se sentían amenazados; pero al contrario, la
controversia contribuyó al avivamiento. Muchos de los que sabían que no tenían a
Cristo parecían despertar, porque temían que Dios se iba a retirar de la tierra, que
íbamos a ser abandonados a enseñanzas falsas y principios corruptos, y que
entonces ya no tendrían oportunidad para salvarse. Otros comenzaron a dudar un
poco de las verdades que habían sido enseñadas, y entonces empezaron a inquirir
con mucha preocupación, cuál era el camino para ser aceptado por Dios.

2. Los inicios del avivamiento

A fines de diciembre, el Espíritu de Dios comenzó a obrar de manera maravillosa.


Cinco o seis personas fueron sucesivamente convertidos para salvación, según
todas las evidencias. Particularmente me sorprendí de una mujer joven, que había
sido una de las personas más licenciosas de la ciudad. Nunca antes yo había
escuchado que ella se hubiera vuelto seria de alguna manera; pero cuando vino a
mí, me relató una obra gloriosa de la gracia de Dios, y que Dios le había dado un
nuevo corazón, verdaderamente quebrantado y santificado. No pude dudarlo, y
desde entonces he visto mucho en ella para confirmarlo. Las personas más
alejadas de la seriedad parecían despertar con esto. Muchos fueron a hablar con
ella, y estuvieron satisfechos con lo que vieron en ella.

Entonces en todas las partes de la ciudad comenzó una preocupación grande y


seria acerca de la religión y la eternidad. Todas las conversaciones, en todas las
ocasiones, fueron únicamente acerca de los asuntos espirituales y eternos. En
compañía ya no se toleraba hablar de otras cosas excepto la religión. Las cosas
del mundo se trataron como algo de muy poca importancia. Pronto hubo reportes
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exagerados de que la gente hubiera dejado completamente sus trabajos seculares
para dedicarse enteramente a la lectura y la oración. Aunque esto no era cierto, y
la mayoría de la gente seguía con su trabajo normal, pero su preocupación más
grande era entrar al reino de los cielos. Fue para ellos una cosa espantosa
encontrarse fuera de Cristo, cada día en peligro de caerse al infierno; y toda la
intención de su mente era escapar para salvar sus vidas, y huir de la ira venidera.

Mientras avanzaba esta obra de Dios, se multiplicó el número de santos verdaderos,


y pronto la ciudad cambió de manera gloriosa. En primavera y verano del año 1735,
la ciudad parecía llena de la presencia de Dios; nunca había sido tan llena de amor,
de gozo, y sin embargo tan llena de congoja. Hubo evidencias notables de la
presencia de Dios en casi cada hogar. Entonces nuestras reuniones públicas eran
hermosas: la congregación estaba viva en el servicio de Dios ... toda la asamblea
estaba de vez en cuando en lágrimas mientras la palabra fue predicada; algunos
llorando por congoja, otros por amor y gozo, y otros con compasión y preocupación
por las almas de sus prójimos.

Nuestros jóvenes, cuando estában juntos, pasaron el tiempo conversando acerca


de la excelencia y el amor de Jesucristo, la gloria del camino de salvación, la
verdad y certeza de las grandes cosas en la palabra de Dios, etc. Incluso en las
bodas, que antes habían sido solo ocasiones de diversiones mundanas, ahora no
se hablaba de otra cosa que de la religión, y no hubo otro gozo que el espiritual.
Aquellos entre nosotros que habían sido convertidos anteriormente, fueron
grandemente vivificados, y recibieron una nueva y extraordinaria medida del
Espíritu de Dios.

Hasta ahora se veía como algo extraño que Dios haya obrado en alguien para
salvación, y cambiado de manera signifiactiva, en su niñez. Pero ahora hay cerca
de treinta personas que aparentemente fueron tocados para salvación, entre los
diez y catorce años de edad; dos entre nueve y diez años; y uno de cuatro años; y
puesto que supongo que pocos creerán este último caso, daré más abajo un relato
detallado de ello.

Entonces este derramamiento notable del Espíritu de Dios se extendió de un


extremo al otro del condado, y aun muchos lugares de Connecticut participaron de
la misma misericordia.

II. Las maneras de conversión son


varias, pero tienen una gran analogía.

Procederé ahora a dar un recuento de la manera como esta obra (para conversión)
se manifiesta en las personas; y hay una gran variedad entre ellos, pero en
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muchos aspectos hay una analogía en todos.

1. Los comienzos de la convicción del pecado

- Primero, las personas despiertan con una conciencia de su condición miserable


por naturaleza, y el peligro de perecer eternamente, y la importancia de escapar
prontamente. Algunos son tomados repentinamente por esta convicción - por la
noticia de la conversión de alguien, o por algo que escuchan en público o en una
conversación privada -, y sus conciencias son derribadas, como si su corazón
hubiera sido traspasado con una flecha. Otros despiertan poco a poco, se deciden
a meditar acerca de las cosas que les hacen despertar más, y así su convicción
aumenta.

Un primer efecto de este despertar es que la gente abandona inmediatamente sus


prácticas pecaminosas: la gente dejó sus antiguas contiendas, calumnias, e
interferencias en los asuntos de otras personas. Los bares se quedaron vacíos. Un
segundo efecto fue, que se dedicaron seriamente a la lectura, la oración, las
ordenanzas de Dios, y reuniones privadas; su clamor fue: ¿Qué debemos hacer
para ser salvos? Su lugar de refugio ya no era el bar; pero la casa del ministro
estaba más repleta de lo que los bares habían sido antes.

Hay una gran variedad en cuanto al grado de temor y preocupación que la gente
siente antes de alcanzar el perdón de Dios. Algunos son llevados con más ánimo y
esperanza que otros. Algunos sintieron el desagrado de Dios tan fuertemente que
no podían dormir de noche; la idea de dormir en una tal condición perdida les
horrorizaba... La conciencia abominable de su miseria generalmente aumentaba,
cuánto más una persona se acercaba a su liberación.

Junto con estos temores muy fundamentados, a veces se mezcló el desorden de


un temperamento melancólico, del cual el tentador sacó ventaja para obstaculizar
la obra. Pero durante este tiempo de bendición extraordinaria había mucho menos
de esta mezcla. Muchos de los que tenían este problema, ahora fueron liberados.
Algunos que habían sido enredados en tentaciones particulares durante mucho
tiempo, ahora fueron liberados de estos obstáculos, y llegaron con éxito al camino
de la vida. Así parece que satanás fue restringido.

A menudo las personas que se despertaron, se preocuparon porque pensaban que


no se estaban despertando, y se vieron a sí mismos como miserables, duros de
corazón, insensatos, durmiendo en el umbral del infierno. La conciencia de su
propia dureza aumenta en ellos a medida que se despiertan; de manera que se
parecen a sí mismos los más insensibles, en el momento en que en realidad son
los más sensibles. Algunas personas sintieron tan fuertemente su peligro y su
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miseria, que un poco más los hubiera destruido; sin embargo expresaron gran
preocupación por su propia indiferencia y dureza durante estos tiempos
extraordinarios.

Algunos están cerca de la desesperación y todo les parece tan oscuro como la
medianoche, poco antes de que el día amanece en sus almas. Algunos clamaron
bajo el terrible peso de su culpa, asombrados de que Dios todavía les permitía
seguir viviendo en la tierra, en vez de mandarlos inmediatamente al infierno. Otros
no sintieron tanta desesperación, pero tuvieron una consciencia muy profunda en
sus corazones, acerca de su propia depravación y muerte en pecado.

Muchos, en estas circunstancias, sintieron una gran envidia hacia sus amigos
piadosos, especialmente hacia los que fueron convertidos hace poco. Se sintieron
molestos con Dios porque El había obrado en otros para conve rsión y en ellos no.
Tuve que insistir mucho en que aborreciesen hasta lo extremo estos pensamientos
envidiosos, porque si les daban lugar, iban a apagar el Espíritu de Dios, o incluso
provocarle a abandonarlos completamente. - Pero en algunos casos, cuando la
gente se dio cuenta de esta terrible maldad en sus corazones, Dios obró algo
bueno de lo malo, y lo usó para despojarlos de toda confianza en sí mismos.

La tendencia del Espíritu de Dios parece ser, en su obra con el hombre, llevarlo
bajo una convicción de su dependencia absoluta de Su soberano poder y gracia, y
de la necesidad de un mediador. El tuvo que mostrarles que no podían ayudarse a
sí mismos de ninguna manera, y que Dios sería completamente justo al
rechazarlos y desecharlos para siempre.

2. La convicción se hace más profunda cuando el pecador intenta convertirse


y encuentra que no puede.

Cuando empiezan a despertar, su conciencia normalmente reacciona más que todo


a sus vicios externos o pecados visibles. Pero después se sienten mucho más
cargados por los pecados del corazón, su enemistad contra Dios, el orgullo de sus
corazones, su incredulidad, su rechazo de Cristo, la obstinación de sus voluntades,
y parecidos. Muchos, después de esforzarse por alcanzar la salvación, fueron
convencidos por su propia experiencia de que todos sus esfuerzos eran en vano, y
que su depravación era universal.

A menudo, al primer despertar, se ponen a caminar más rectamente, y confiesan


sus pecados, y cumplen muchos deberes religiosos, con una esperanza secreta de
aplacar la ira de Dios. En estos primeros esfuerzos, a menudo sus confesiones y
oraciones están llenas de lágrimas; y la gente se jacta de ello como si fuera una
forma de expiación, y como si sus lágrimas pudieran producir un sentimiento
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correspondiente en Dios. Por tanto se imaginan que Dios haría grandes cosas por
ellos, y piensan que están avanzando y que pronto estarán completamente
convertidos. Pero pronto descubren que fallan, y entonces sienten que se han
vuelto peores. Y así descubren que no se pueden convertir tan rápidamente como
pensaron. A medida que multiplican sus intentos, se decepcionan; no ven ninguna
evidencia de que Dios haya inclinado Su corazón hacia ellos.

(N.d.Tr.) Veo necesario insertar una nota aquí - cuán descarriados y confundidos
estamos hoy en día: Lo que menciona Jonatán Edwards aquí, el "confesar
pecados y cumplir deberes religiosos", ya lo tomamos por una conversión. Y
cuando estos supuestos convertidos vuelven a caer, les decimos: "No importa,
Jesús te perdona." - ¿o no? - Edwards lo vio más claramente: estos son los
intentos inútiles del inconverso para aplacar la ira de Dios. Después explicará cuál
es la conversión verdadera.

3. El pecador tiene que llegar al punto de ser completamente agotado y


quebrantado, para que entienda que él no puede hacer nada en absoluto para
convertirse.

Entonces, si el Espíritu Santo sigue convenciéndolos, pueden incluso temer que


cometieron el pecado imperdonable, o que Dios nunca tendría misericordia con
tales víboras como son ellos. Entonces quizás leen o escuchan algo acerca de la
misericordia infinita de Dios, y que el sacrificio de Cristo es suficiente para el peor
de los pecadores, y se sienten animados otra vez; pero les parece que todavía no
son aptos para acercarse a Cristo, porque todavía son demasiado malos. Y así
quizás hacen nuevos esfuerzos inútiles en sus propias fuerzas, y siguen
decepionados.

Ellos no saben que es algo muy diferente que tienen que hacer para obtener la
gracia de ser convertidos; algo que nunca hicieron. Si alguien les dice que confían
demasiado en su propia fuerza, no pueden desaprender esta actitud de una vez.
Todo les parece oscuro como la medianoche, y siguen caminando sin encontrar
descanso, hasta que están completamente debilitados, quebrantados, y
humillados. Entonces Dios les da la convicción de su propia incapacidad e
insuficiencia, y les hace descubrir el verdadero remedio en un conocimiento más
claro de Cristo y Su evangelio.

Cuando empiezan a buscar la salvación, no conocen nada de sí mismos. No saben


cuan ciegos son, y cuan poco pueden hacer para ver las cosas espirituales. No
saben cuan lejos están de amar a Dios, y cuan muertos están en pecado. Cuando
encuentran contaminación en sus corazones, se ponen a lavar sus manchas y se
esfuerzan en vano, hasta que Dios les demuestra que es en vano.

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Algunas personas caminan en este laberinto diez veces más tiempo que otros. En
muchos, Dios hizo la obra en mucho menos tiempo: El despertó sus consciencias y
los convenció tan profundamente de su gran maldad y de la ira de Dios contra el
pecado, que rápidamente dejaron de confiar en ellos mismos, y se postraron en el
polvo ante el Dios santo y justo. Y algunos no tenían una convicción tan profunda
antes de su conversión, pero la tuvieron después y mucho más profunda. Dios no se
ha limitado a un método específico en su trato con los pecadores. Algunos
estuvieron bajo esta convicción durante pocos días hasta alcanzar la conversión;
otros durante meses o hasta años. Algunos estaban por muchos años muy
preocupados por su salvación, pero no lo suficientemente despertados para
alcanzarla. Otros vivían una vida licenciosa hasta muy poco antes de convertirse;
pero pronto llegaron a un gozo santo en las grandes bendiciones que Dios les
otorgó.

4. El pecador tiene que ser convencido de que su condenación es justa.

Un ministro que trata con almas bajo tales circunstancias, tiene que insistir
fuertemente en que Dios no está bajo ninguna obligación de mostrar misericordia a
algún hombre natural; y que nadie puede exigir algo de Dios, ni por justicia ni por
promesa, a cambio de algo que hizo antes de creer en Jesucristo, o antes de
empezar a arrepentirse de verdad. Si yo les hubiera enseñado algo diferente, yo
los hubiera destruido. Hubiera deshecho directamente lo que el Espíritu de Dios
iba a hacer en ellos. Sin embargo, los que estaban bajo convicción, necesitaban
también ser animados por la misericordia suficiente de Dios en Cristo. De esta
manera, la convicción y el ánimo, el temor y la esperanza, deben mezclarse en la
proporción apropiada para mantener sus mentes en el medio entre los extremos de
adulación a sí mismos por un lado, y el desánimo completo por el otro lado. Los
discursos más bendecidos fueron aquellos donde insistí en la absoluta soberanía
de Dios respecto a la salvación de los pecadores, y en Su libertad justa en cuanto
al responder a las oraciones de hombres naturales. Nunca encontré tanto fruto
inmediato de salvación, que cuando predicaba acerca de estas palabras en
Romanos 3:19: "Que cada boca sea tapada"; demostrando que sería justo que
Dios desechara para siempre a todos los hombres naturales.

En aquellos que llegaron hasta la salvación, después de ser preocupados por su


pecado, normalmente lo siguiente era la convicción de que Dios era justo al
condenarlos. Lo expresaron de maneras diferentes: algunos, que se habían dado
cuenta de que Dios es soberano y puede recibir a unos y rechazar a otros;
algunos, que se habían convencido de que Dios podría otorgar misericordia a toda
la gente en el mundo menos a ellos mismos, y sería justo; algunos, que Dios sería
justo al pasar por alto todos los esfuerzos que ellos hicieron y todas las oraciones
que oraron; algunos, que aun si se esforzaran por toda su vida, Dios siempre sería
15
justo al echarlos al infierno, porque todos sus esfuerzos, oraciones y lágrimas no
podían expiar ni un solo pecado. Algunos declararon que estaban en la mano de
Dios y El podía hacer con ellos todo lo que El deseaba; algunos, que Dios estaría
glorificado en su condenación, y que se asombraban de que El los había dejado
con vida por tanto tiempo, en vez de echarlos al infierno hace mucho tiempo.

5. Es exactamente en este momento de quebrantamiento y humillación más


profunda, que el pecador puede entender y recibir la gracia de Dios.

... A menudo, antes de descubrir esta justicia de Dios, sus mentes están inquietas,
en una lucha o angustia; pero tan pronto como les llega esta convicción, su mente
se calma de una manera inesperada; y a menudo la carga sobre sus espíritus se
alivia, y comienzan a tener una esperanza general que en algún momento Dios
tendrá misericordia de ellos. Algunos hacen entonces una decisión de permanecer
a los pies de Dios y esperar hasta que llegue su tiempo, y descansan en esto. No
se dan cuenta de que exactamente ahora el Espíritu de Dios los ha preparado para
recibir la misericordia de Dios.

En muchas personas, esta convicción de la justicia de Dios va más allá de la


condenación por la ley. Mas bien es una demostración de la gracia de Dios, que los
lleva a admirar este atributo de Dios, Su justicia. Algunos incluso dijeron que
pudieron ver como la gloria de Dios brillaría en su propia condenación, y que se
sentían dispuestos a ser condenados para que Dios fuera glorificado. Sin embargo,
no tenían ninguna idea clara acerca de la condenación, y no hay ninguna palabra en
la Biblia que requeriría un tal grado de abnegación. Pero la verdad es, que se dieron
cuenta de que la salvación era demasiado buena para ellos (como algunos lo
expresaron más claramente), que sería inconsistente con la majestad de Dios al que
habían afrentado tanto.

Esta calma del espíritu continúa por algún tiempo, antes que reciban una
revelación clara de la gracia de Dios según el evangelio. Pero a menudo reciben
una vista consoladora y dulce del Dios misericordioso, del Redentor suficiente,
inmediatamente después de que hayan visto su infierno merecido y la soberanía
de Dios en cuanto a su salvación. A menudo ven su mente dirigida hacia Cristo en
Su suficiencia y Su voluntad de salvar a pecadores; otros reciben pensamient os
acerca de los atributos dulces y gloriosos de Dios que se manifiestan en el
evangelio y en el rostro de Cristo: Su misericordia y gracia; o Su poder infinito para
salvarles; o Su verdad y fidelidad. Algunos descubren primero la verdad y certeza
del evangelio; otros, la verdad de ciertas promesas específicas... A menudo tienen
un texto particular de las Escrituras en la mente; a veces una multitud de
invitaciones y promesas divinas, que llenan el alma más y más con consuelo y
satisfacción.
16
A veces, la gracia aparece después de la humillación, en forma de un anhelo serio
de conocer a Dios y a Cristo; de amarle, de vivir humildemente ante Él, de tener
comunión con Cristo. Este anhelo va unido a una decisión firme de seguir por
siempre a este bien supremo, dispuesto a mantener la esperanza. Cuando una
persona comienza en esta actitud, normalmente siguen otras experiencias que
manifiestan aun más claramente un cambio del corazón.

6. Muchos, cuando Dios obra con Su gracia en ellos, todavía no se dan


cuenta de que han sido convertidos.

...A menudo, cuando Dios les revela por primera vez el alivio en el fundamento del
evangelio, no piensan por nada en ser convertidos. Simplemente se sienten
refrescados por la suficiencia de Dios y la provisión abundante en Cristo, después
de haber sido tan abatidos en su culpa y temor a la ira. Esto engendra en ellos una
determinación firme de dedicar sus vidas enteras a Dios y a Su Hijo, y a esperar
pacientemente hasta que Dios efectúe todo; y a menudo están firmemente
convencidos de que Dios lo hará en Su tiempo. Así es obrado en ellos un reposo
santo del alma en Dios por medio de Cristo. Pero no se imaginan que ahora son
convertidos. La razón de esto es, a menudo, que ellos no ven que este disfrute que
tienen en el descubrimiento de la gracia, ya es la verdadera aceptación de ella. No
saben que esta dulce satisfacción en la misericordia y salvación completa de Dios,
es una verdadera recepción de Su misericordia, o la evidencia clara de su
recepción. Ellos esperaron no sé que clase de actuación del alma; o quizás ni
sabían qué esperar. De hecho, muchos de ellos, antes de su propia conversión,
tenían una idea muy imperfecta de lo que era la conversión. Las expresiones que
otros usaron para describir la conversión, no comunicaron a sus mentes las ideas
que significaban. No entendieron más de lo que un ciego de nacimiento entiende
cuando le describimos los colores. ...Se ha observado (en nuestra ciudad) que las
personas de mayor entendimiento, que habían estudiado más acerca de estas
cosas (de la conversión), eran más confundidos que los demás. Algunos de ellos
declararon que toda su sabiduría anterior fue deshecha. Pareció que ellos tenían
más necesidad de ser instruidos accerca de sus propias circunstancias, que aun los
cristianos sencillos. Fue maravilloso ver como a veces las emociones de las
personas fueron movidas cuando Dios repentinamente abrió sus ojos. Su sorpresa
gozosa hizo saltar sus corazones; algunos estallaron en risa, a menudo derramando
lágrimas como un río y llorando al mismo tiempo. Algunos no pudieron impedir gritar
a alta voz, expresando su gran admiración. Muchos continúan por mucho tiempo en
estas experiencias de la gracia sin pensar que fueron convertidos; y nadie sabe
cuanto tiempo continuarían sin saberlo, si no recibieran ayuda por medio de
instrucciones particulares. De otro modo algunos continúan en este estado por
años; algunos con gran ánimo y esperanza que algún día recibirán misericordia;
otros volviendo a una desesperación aun más grande. El satanás no desperdicia

17
estas oportunidades de tentar a estas personas. Por esto, las personas necesitan
un guía que les haga entender la Palabra de Dios acerca de la gracia, y que les
ayude a aplicarla a ellos mismos

Cada vez que he sido satisfecho acerca las evidencias de salvación en una
persona, yo se lo señalaba. Muchos me han culpado y censurado por causa de
esta práctica. Pero yo nunca estaba juzgando a las personas, sino a las
experiencias tales como ellos mismos las declaraban y calificaban. Les ayudé e
instruí a aplicar las reglas de las Escrituras a su propio caso; y donde un caso me
parecía claro, yo expresaba libremente mi esperanza. Pero usé en esto mucho
más cuidado de lo que muchos suponían. Pero no deseo privarme del consuelo de
regocijarme junto con aquellos que estaban en gran desesperación, y cuyas
circunstancias me son conocidas, cuando hay buenas evidencias de que pasaron
de la muerte a vida. Por las razones que mencioné antes, muchas personas
necesitan a un guía en este asunto; y fue algo que Dios bendijo mucho entre
nosotros. Muchas personas habían alcanzado la gracia de Dios, pero eran como
árboles en invierno porque ignoraban su estado.

Dios ha promovido mucho Su obra por medio de las noticias de la conversión de


otras personas. Esto fue lo que despertó a los pecadores para buscar la misma
bendición, y avivó a los santos. Sin embargo, a menudo les señalo a mi pueblo que
ningún hombre puede conocer el corazón de otro, y que por tanto no hay que
depender del juicio de otros. Además insistí en que la sinceridad en los frutos es
una mejor evidencia que las palabras. Toda mi congregación es testigo de esto. Y
en general, la gente tenía mucho temor de engañarse, y se cuidaban mucho de no
edificar sobre un fundamento equivocado.

La conversión es una obra grande y gloriosa del poder de Dios; cambia de una vez
el corazón, e infunde vida en el alma muerta. Pero no todos pueden decir el
momento exacto cuando alcanzaron por primera vez la gracia. Algunos tuvieron
una experiencia bien clara. Pero hay otros que no saben lo que es la gracia de la
conversión, incluso cuando ya la tienen. Algunos no están seguros si su primera
experiencia era quizás nada más que una iluminación de Dios, y si quizás alguna
experiencia más clara después de la primera era cuando alcanzaron la salvación.
Esta obra de Dios en el alma es muy misteriosa, y es como lo dicho en Marcos
4:26-28: 'El reino de Dios es como cuando un hombre echa semilla en la tierra, y
duerme, y se levanta, noche y día, y la semilla germina y crece, él no sabe cómo;
porque la tierra produce fruto de sí misma, primero la hoja, después la espiga,
después el grano lleno en la espiga.'

En algunos, la luz de la conversión es como una claridad que los ilumina de


repente. En otros fue como la luz del alba que aparece poco a poco, y es
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escondida por una nube, y después brilla un poco más fuerte, hasta que por fin la
luz clara aparece a través de las nubes.

7. La conversión hace ver las cosas de Dios en una luz nueva

La conversión trae consigo una convicción extraordinaria de la realidad y certeza de


las grandes cosas de la religión; aunque en algunos esto sucede solamente algún
tiempo después. Reciben un vistazo y un sabor de la excelencia divina en el
evangelio; y esto les convence más que muchos libros llenos de argumentos. En
muchas oportunidades, la gloria de las verdades cristianas fue expuesta ante las
personas, y a la vez vieron y saborearon y sintieron la divinidad de estas verdades,
y entonces no pudieron dudar de la verdad, al igual como no podrían dudar de la
existencia del sol que pueden ver brillar en el cielo. Sin embargo, si les
preguntaramos por qué creían que estas cosas son verdad, no podrían expresar
bien sus razones. Pero al conversar más con ellos, uno estará satisfecho al ver que
tienen la evidencia de Dios dentro de ellos mismos.

Ellos son tan llenos de este nuevo descubrimiento, y las cosas les parecen tan
claras y racionales, que a menudo piensan que están listos para convencer a
otros; con este fin empiezan a hablar con cualquiera que encuentran; y cuando
están decepcionados, se maravillan de que sus razonamientos al parecer no
causan mayor impresión. Las cosas (del evangelio) les parecen ahora tan obvias y
sencillas que cualquiera podría verlo. Cuando uno les pregunta por qué no lo
vieron antes, dicen que nunca pensaron en ello. Pero a menudo experimentan otra
dificultad: cuando Dios se aleja, se encuentran nuevamente como ciegos, pierden
la convicción de las cosas que eran tan claras para ellos, y con todos sus
esfuerzos no pueden recobrar esta convicción, hasta que Dios renueva la
influencia de Su Espíritu.

Después de su conversión, la gente dice que las cosas religiosas les parecen
nuevas: la predicación es nueva, de manera que les parece que nunca antes
escucharon una prédica; la Biblia es un libro nuevo, donde encuentran nuevos
capítulos, nuevos salmos, nuevas historias; porque las ven en una luz nueva. Una
mujer anciana, de unos setenta años, había pasado casi toda su vida bajo el
ministerio poderoso de mi abuelo. Cuando leyó en el Nuevo Testamento acerc a del
sufrimiento de Cristo por los pecadores, estaba muy asombrada de lo que leyó,
que era real y maravilloso, pero nuevo para ella. Se maravilló de que nunca
hubiera escuchado de esto. Pero inmediatamente se acordó de que sí lo había
escuchado muchas veces, y leído, pero nunca antes de ese momento lo había
visto como algo real. Fue tan abrumada por este descubrimiento que las personas
alrededor de ella pensaban que iba a morir.

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Muchos hablaron de como sus corazones sentían amor por Dios y Cristo; y como
sus mentes estaban envueltas en contemplar la gloria y gracia maravillosa de Dios,
y la excelencia de Jesucristo y Su amor al morir por nosotros. Varios de nuestros
niños expresaron esto; y dijeron que estaban dispuestos a dejar a padre y madre y
todas las cosas en el mundo para ir a Cristo y estar con El. Varias personas fueron
tan impresionadas por la gloria de Dios que si El les hubiera mostrado un poco
más de El mismo, sus cuerpos se hubieron quebrantado. He conversado con
algunos en este estado, que ciertamente estaban perfectamente sobrios, y lejos de
cualquier entusiasmo salvaje. Y ellos hablaban - si es que estaban capaces de
hablar - de la gloria y perfección de Dios, de una manera tal que no se puede
expresar.

Estas personas que recibieron las revelaciones más extraordinarias, nunca


aparecieron con la actitud presumida, orgullosa y autosuficiente de los entusiastas.
Muy al contrario, son conocidas por su espíritu humilde y modesto. ... Hablan
mucho de su salvación por la gracia libre y soberana, por la justicia de Cristo; y
alegremente renuncian a su justicia propia. A menudo ni tienen palabras para
expresar sus experiencias. Algunos dicen que estas experiencias espirituales les
mostraron la vanidad de todos los placeres terrenales, y como estos les p arecían
viles y sin valor.

Muchos, mientras sus mentes estaban llenas de deleites espirituales, se olvidaron


de comer; sus apetitos físicos desaparecieron, mientras sus mentes se mantenían
con una comida que los demás no conocían. Les parece que aun las cosas
alrededor, el sol, la luna, las estrellas, las nubes y el cielo, tienen una gloria y
dulzura divina. Se deleitan en la seguridad de su propia salvación; pero este no es
el objeto principal de su meditación. Mas bien la atención de sus mentes se dirig e
hacia la excelencia gloriosa de Dios y de Cristo.

El gozo más grande lo encuentran cuando están más humillados en el polvo, más
vaciados de sí mismos; cuando ellos no son nada y Dios es todo. ... Muchos sienten
un gran deseo de su alma de alabar a Dios; pero al mismo tiempo se entristecen de
que no pueden alabarle de la manera como quisieran, y desean que otros les
ayuden. Desean que todo el mundo alabe a Dios. Tienen un gran deseo de vivir
para la gloria de Dios, y de hacer algo en Su honra; pero al mismo tiempo se
entristecen de su propia insuficiencia y esterilidad, y de que no pueden hacer nada
por sí mismos.

Mientras Dios estaba tan presente entre nosotros por Su Espíritu, ningún libro era
tan delicioso como la Biblia; especialmente los Salmos, el libro de Isaías, y el
Nuevo Testamento. Nuestros convertidos estaban unidos en afecto amable unos
hacia los otros. Creo que nunca se confesaron tantos daños hechos, y nunca se
20
arreglaron tantas diferencias, como en el año pasado. Los convertidos expresaron
un gran deseo por la conversión de otros.

Es notable que algunas personas, cuando se convierten, hacen grandes avances


en cuanto a sus nociones doctrinales. Especialmente mencionaré a uno, que había
nacido aquí, pero en su niñez fue llevado en Canadá y educado en la religión
papista. Desde que volvió a nuestro pueblo, se apartó en cierta medida del
papismo; pero parecía torpe y sin entendimiento en cuanto a la enseñanza
protestante. Pero cuando se convirtió, cambió notablemente en este aspecto.

8. Dudas después de la conversión

Algunos convertidos están casi siempre llenos de esperanza y satisfacción acerca


de su propia salvación; pero no de tal manera que dejarían de examinarse a sí
mismos. Y la mayoría experimenta tiempos cuando sienten su espíritu como
muerto, y entonces tienen escrúpulos y temores acerca de su condición.

Ellos saben lo terrible que es una falsa esperanza, y son muy cautelosos al
testificar de sus experiencias. Muchos, después de relatarlas, sintieron temor de
haber hablado como hipócritas, y de haber usado términos demasiado fuertes;
pero no sabían como corregirse.

Pienso que la mayor causa de estos temores y dudas es la corrupción que


encuentran que sigue en sus corazones. Al inicio, sus almas están completamente
vivas, sus corazones están arreglados, y encuentran pocas dificultades en los
asuntos de la religión. Pero después se sorprenden cuando vienen momentos
apagados, pensamientos distraídos en medio de los tiempos de alabanza pública y
privada, y que no pueden detener estos pensamientos. O sienten actitudes
mundanas obrando en ellos: orgullo, envidia, deseos de venganza, y otras obras
del pecado. Entonces sus corazones se desaniman por la desilusión, y piensan
que son solo hipócritas.

Entonces dicen que hay tanta corrupción en sus corazones, que no puede haber
ninguna bondad allí. Muchos están mucho más sensibles hacia la corrupción de
sus corazones, de lo que eran antes de su conversión; y les parece que están
empeorando en vez de mejorando. Pero la verdad es que ahora están vigilando
sus propios corazones; algo que no solían hacer antes. Están notando el pecado
mucho más, y tienen una lucha más fuerte contra él.

También están sorprendidos de que son tan diferentes de la idea que tenían de lo
que es una persona piadosa. De hecho, la gracia es mucho más excelente de lo que
imaginaban; pero los piadosos tienen mucho menos de ella de lo que pensaban, y

21
queda en ellos mucho más corrupción de lo que pensaban. No sabían que los
convertidos se enfrentan con tales dificultades. Entonces, mientras duran estos
tiempos "apagados", no están satisfechos acerca de su estado. Cuando escuchan
acerca de las señales de la gracia para examinarse, no saben como aplicarlas.
Apenas saben si tienen tal cosa o no, si la experimentaron o no. No pueden
recobrar el recuerdo de lo mejor y de lo más dulce de sus experiencias. Pero
cuando regresa la influencia del Espíritu de Dios, la luz rompe a través de la nube, y
las dudas y la oscuridad desaparecen.

A menudo, los convertidos se avivan de nuevo por medio de una conve rsación
acerca de las cosas de Dios. Y a menudo, cuando cuentan a sus hermanos
cristianos sus experiencias pasadas, el recuerdo revive, y la experiencia misma es
avivada de nuevo. A veces, cuando están llenos de dudas, viene Escritura tras
Escritura a su mente para responder a sus dificultades. A menudo, antes de recibir
el nuevo consuelo, hay una nueva humillación.

El gran "Avivamiento de oración", 1857


2 Crónicas 7:14: "Si mi pueblo que
está llamado según mi nombre, (1) se
humilla, y (2) ora, y (3) busca mi
rostro, y (4) se aparta de sus caminos
malvados, entonces yo escucharé
desde el cielo, perdonaré sus
pecados, y sanaré su tierra."

Cuando estudiamos el avivamiento de 1857 en


los Estados Unidos, encontramos que se cumplieron estas mismas 4 condiciones;
y como resultado, Dios "sanó la tierra".

¡Este avivamiento maravilloso comenzó con un solo hombre y su reunión


fracasada de oración! Pero terminó con dos millones de convertidos por ambos
lados del Atlántico, y fue llamado "El Segundo Gran Despertar Evangélico" (Dr.
Edwin Orr).

Jeremías Lamphier, de 49 años, era un recién nombrado ministro de la Iglesia


Holandesa del Norte en Nueva York. El invitó a una reunión de oración semanal de
mediodía hasta la una, para "dar a los empresarios y negociantes una oportunidad
de hacer una pausa e invocar a Dios".

El 23 de setiembre a mediodía abrió la puerta y esperó. Veinte, treinta minutos


22
pasaron. Nadie vino. Por fin apareció una persona, después otra. Al fin eran seis
personas que oraron.

El siguiente miércoles llegaron 22 personas. El antecesor de Lamphier había


organizado reuniones similares y se había visto obligado a cerrarlas por falta de
interés. Jeremías se habrá preguntado si su reunión iba rumbo al mismo destino.

Pero el siguiente miércoles coincidió con el desastre financiero más grande en la


historia de la nación. Los bancos cerraron. Los negocios cerraron sus puertas. De
un momento al otro, los hombres se quedaron desempleados y se vieron
amenazados con morir de hambre. Aquellos que habían estado demasiado
ocupados o demasiado orgullosos para orar, estuvieron ahora desesperados en su
necesidad de Dios. Pronto la reunión de oración estuvo más que llena. Dentro de
seis meses, 10'000 empresarios oraban diaria y públicamente en las iglesias de
Nueva York.

Los reporteros que fueron enviados para ver las reuniones, notaron que fue
enteramente un movimiento de laicos sin predicación, y solo cinco minutos de
oración por persona. Se permitía una sola exhortación de cinco minutos por reunión,
y estas exhortaciones a veces produjeron escenas dramáticas. Una palabra dada
acerca de la necesidad de arrepentirse, hizo que un hombre exclamara: "¿Qué
tengo que hacer para ser salvo?" - este hombre había estado planeando un
asesinato y su suicidio.

Según el ejemplo de Nueva York, en toda América se abrieron teatros, iglesias y


locales grandes para la oración, y miles vinieron. Un hombre que viajaba de
Omaha a Boston, reportó "una reunión continua de oración a lo largo del camino
entero - una reunión de oración de una extensión de 2000 millas."

Personas empezaron a convertirse, a menudo en las mismas reuniones de


oración. Una escena de una reunión de oración interdenominacional unida en
Michigan: "'Una esposa intercesora pide oración por su esposo inconverso.' -
Inmediatamente, un hombre alto se puso de pie y dijo: '¡Yo soy este hombre! Yo
tengo una esposa intercesora.' - Entonces, se levantaron otros cinco esposos
convencidos de su pecado, y pidieron oración por su conversión; y el poder de
Dios vino sobre la reunión."

Pronto, el número de conversiones reportadas alcanzó 7'000 por día, y por dos
años, las iglesias de América recibieron un promedio de 10'000 nuevos miembros
cada semana.

Gran Bretaña siguió el ejemplo de América. Las reuniones de oración se


23
multiplicaron. Dentro de un año, otro millón de personas se habían convertido a
Cristo.

En este gran avivamiento no hubo ningún predicador, ningún líder, ninguna


predicación. Fue una demostración de que la oración, y la oración sola, puede
traer la presencia de Dios no solo a una reunión, sino a naciones enteras.

La oración intensiva es lo que es indispensable en un genuino derramamiento del


Espíritu de Dios.

La vida de David Brainerd - Oración por


avivamiento
Hemos visto como la oración unida de los cristianos puede
producir un avivamiento. (Vea "El avivamiento de oración
1857"). ¿Pero qué de un solo cristiano? Si una sola persona
cumple 2 Crón.7:14, ¿puede suceder un avivamiento?

David Brainerd estudiaba en la universidad de Yale (que en


aquellos tiempos entrenaba a sus estudiantes para el ministerio eclesiástico). Pero
tuvo mala suerte. Por hacer un comentario poco sabio acerca de uno de los
docentes, fue expulsado. A la edad de solo 23 años, su carrera parecía arruinada.
Pero su actitud fue ejemplar: "Sentí gratitud hacia Dios, porque ellos fueron el
medio de hacerme más humilde. Me sentí contento con ser pequeño, ser nada,
estar postrado en el polvo."

El se entregó a la oración y el ayuno, y pronto sintió que Dios todavía quería


usarlo: "Aunque yo había estado tan deprimido respecto a mis esperanzas de ser
útil en el futuro, me sentí ahora muy animado. Recibí ayuda [de Dios] para
interceder por las almas pobres, y por una gracia especial para mí mismo, para
hacerme capaz de servicios especiales."

Pronto recibió claridad acerca de estos "servicios especiales": "Reservé este día
para ayunar y orar, para darme ayuda y dirección divina, y para enviarme en Su
tiempo a Su cosecha. Sentí un poder de intercesión por almas inmortales, e
incluso un gozo al pensar en sufrir dificultades y hasta la muerte, en la promoción
[del Evangelio], suplicando por los pobres paganos. Dios me hizo capaz de
agonizar tanto en oración, que me empapé de sudor. Clamé por multitudes de
almas."
24
Los "pobres paganos" eran los indios; y Brainerd obtuvo un permiso para
predicarles. "Viajé afuera a Kaunaumeek y me alojé allí sobre un montón de paja."

Allí comenzó una terrible batalla con la soledad ("Estoy viviendo en el desierto más
melancólico"), el choque cultural ("hay una sola persona que sabe hablar inglés"),
la comida pobre ("pan cocido en las cenizas"), el alojamiento pobre ("una choza de
troncos con piso de tierra"), su cama pobre ("un poco de paja sobre unas tablas"),
y el trabajo físico duro ("duro y difícil. Siempre viajo a pie.") Pero sobre todo, no
tenía compañía cristiana ("ningún hermano cristiano a quien podría contar mis
preocupaciones espirituales.")

Un sentimiento terrible de indignidad y depresión oscura le abrumó: "Sigo


desesperado. En la tarde prediqué a mi pueblo, pero me desanimé de ellos más que
antes. Temo que nunca nada se podrá hacer por ellos con un resultado feliz.
Derramé mi alma por misericordia, pero no recibí alivio."

Mientras perseveraba, Dios cambió poco a poco sus actitudes. Nueve meses más
tarde escribió en su diario famoso: "Me gusta vivir solo en mi propia casita
pequeña, donde puedo pasar mucho tiempo en oración. Oh, ¡aun un granero, un
establo, o cualquier otro lugar es deseable si Dios está allí!"

Cuando regresó por un breve tiempo a la civilización, fue finalmente ordenado


como ministro y llamado a dos iglesias, una grande y rica, y la otra cerca de sus
amigos. Pero Brainerd sabía donde Dios quería que estuviera. Rehusó ambas
invitaciones y volvió a sus indios.

El sabía qué le esperaba: "Para el ojo de la razón, todo en cuanto a la conversión


de los paganos es tan oscuro como la medianoche; pero solo puedo esperar en
Dios para el cumplimiento de algo glorioso entre ellos."

Brainerd escribe ahora de su "oración sin cesar, cada momento, con un fervor
dulce", de sus salidas al bosque para orar, donde "estuve en tal angustia y clamé
con tanta seriedad que al levantarme de mis rodillas, casi no pude caminar
derecho." El sintió que "no me importaba donde o como yo vivía, o qué dificultades
tenía que pasar, para ganar almas para Cristo. Al dormir soñaba de estas cosas, y
al despertar, mi primer pensamiento era esta gran obra de clamar a Dios en contra
de satanás."

Cayó enfermo, y a menudo se sentía demasiado débil para ayunar y orar. Cuando
se sentía mejor, "reservé este día para ayunar y orar. Al interceder disfruté de la
libertad de no ser distraido por ningún pensamiento." - Pero tres días después, "no
podía centrar mis pensamientos en la oración ni por un minuto. Mi alma estaba en
25
angustia. Estuve tan agotado por el desánimo que ya no esperaba hacer nada
bueno."

Empezó a pensar seriamente en abandonar su misión: "Parecía que a Dios no le


agradaba darles la conversión para ser salvos, porque El retenía Su Espíritu." -
Durante los siguientes meses, su desesperación se profundizó: "Fue mi deber
hacer algunos intentos para su conversión a Dios, aunque no puedo decir que tuve
alguna esperanza de éxito."

Aun así permaneció y siguió orando. Algún día debía llegar el éxito: "Fui
capacitado a hablar de manera directa y calurosa, y el poder de Dios acompañó la
Palabra, de manera que las personas sintieron gran preocupación por sus almas,
derramaron lágrimas, y desearon que Cristo les salvase."

(N.d.Tr: Un evangelista moderno probablemente hubiera pensado en este


momento que había alcanzado su meta, y hubiera invitado a todos a decir una
"oración de entrega". De esta manera no podría haber pasado lo que sigue;
veremos que Brainerd esperaba todavía algo más grande y mejor.)

Ahora, cuando él hablaba "unas pocas palabras acerca de la preocupación por sus
almas", su indiferencia se había vuelto "lágrimas, sollozos, y gruñidos".

Finalmente, el 8 de agosto de 1745, sucedió el derramamiento por el cual había


orado tanto, llorado tanto, sufrido tanto, y agonizado tanto: "El poder de Dios
descendió sobre la asamblea 'como un viento recio', y con una energía asombrosa
doblegó a todos ante El. Me quedé asombrado ante esta influencia, que
sobrecogió a casi la entera audiencia. Ellos estaban orando y clamando por
misericordia."

Aquellos que ya habían alcanzado la seguridad de que Dios había perdonado sus
pecados, fueron entre los que todavía estaban bajo convicción, "hablándoles de la
bondad de Cristo, y el consuelo que hay en El, y entonces invitándoles a venir y
rendir sus corazones a El."

Día tras día continuaron las reuniones, con lágrimas y clamores de convicción, que
poco a poco dieron lugar a la paz de tener los pecados perdonados.

Brainerd siguió orando, predicando y trabajando. El miraba ahora más allá de los
indios: "Heme aquí, Señor, envíame. Envíame hasta lo último de la tierra, envíame
a los paganos rudos del desierto, envíame incluso hasta la muerte misma, si tan
solamente sea en Tu servicio y para promover Tu Reino."

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Pero sus años de intercesión habían cobrado un tributo terrible. Pronto él estaba
tosiendo sangre. Dos años después del avivamiento, Brainerd estuvo muerto; un
testimonio del precio que estaba dispuesto a pagar por el avivamiento que fue la
meta de su vida.

¿Puede la oración de una sola persona traer avivamiento? - Sí. Pero prepárate para
pagar el precio que Dios puede requerir para que otros sean bendecidos a
expensas tuyas. "Así obra la muerte en nosotros, pero la vida en ustedes" (2
Cor.4:12).

La vida de Juan Wesley: "Es necesario nacer de


nuevo"
Juan Wesley fue usado por Dios para traer uno de los
avivamientos más grandes de la historia. Durante su ministerio,
miles y quizás millones de personas en Inglaterra se convirtieron
a Jesús y cambiaron sus vidas. Este avivamiento cambió el país
entero. Historiadores dicen que si no fuera por Wesley, Inglaterra
hubiera sufrido una revolución sangrienta igual como la
Revolución Francesa. Así dice por ejemplo John Telford en la
introducción a su biografía de Wesley:

"(El historiador) Lecky atribuye al metodismo un lugar prominente entre las


influencias que salvaron a este país (Inglaterra) del espíritu revolucionario que
arruinó Francia. El demuestra cuán 'especialmente afortunada' fue que la
industrialización en la segunda mitad del siglo XVIII haya sido 'precedida por un
avivamiento religioso que abrió un manantial de energía moral y religiosa entre los
pobres, y al mismo tiempo impulsó poderosamente la filantropía entre los ricos.' "

Casi al mismo tiempo, al otro lado del Océano Atlántico, Dios levantó a un
predicador que iba a iniciar un avivamiento igualmente grande: Jonatán Edwards.
Un amigo de Wesley, Jorge Whitefield, también iba a tener una gran influencia en
este avivamiento. Las fechas de estos dos avivamientos, el americano y el inglés,
coinciden de manera extraordinaria. Edwards experimentó los inicios del
avivamiento en 1735; entre 1740 y 1742 este avivamiento se extendió sobre todas
las colonias inglesas en Norteamérica, y en 1745 alcanzó a los indios nativos (por
medio del misionero David Brainerd). - Juan Wesley experimentó su nuevo
nacimiento en 1738, y entonces empezó en Inglaterra el avivamiento que duró

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varias décadas. - Pocos años antes (1727) había empezado un avivamiento en
Alemania, con los Hermanos Moravos de Herrnhut, y de allí surgió el primer
movimiento de misiones mundiales desde la Reforma. - Parece que Dios decidió
renovar su iglesia a gran escala, durante aquellos años entre 1730 y 1750
aproximadamente.

Si comparamos este movimiento de avivamientos con la Reforma de Lutero y


Calvino, resalta una diferencia particular. La Reforma enfatizaba la doctrina
correcta: la justificación por la fe, por la gracia de Dios. Los avivamientos del siglo
XVIII enfatizaban el entrar personalmente en la justificación y en la gracia de Dios.
En otras palabras: Los reformadores preguntaban: "¿Crees en la doctrina de la
salvación por fe?" Los predicadores de avivamiento preguntaban: "¿Tienes
evidencia en tu propia vida de que eres salvo?"

No es que los predicadores de avivamiento hubieran tenido en poco la doctrina. Al


contrario, la doctrina de la salvación era sumamente importante para ellos. Sin este
fundamento puesto por los reformadores, los avivamientos no hubieran sido
posibles. Pero los predicadores como Edwards, Wesley, etc, se dieron cuenta de
que no era suficiente creer en la doctrina correcta. Era necesario experimentar
personalmente el gran cambio que Jesucristo obra en la vida de un creyente. O sea,
era necesario nacer de nuevo.

Juan Wesley experimentó esta necesidad muy profundamente en su propia vida.

Muchas buenas intenciones

Desde niño, Juan Wesley se esforzaba por llevar una vida disciplinada y metódica.
Un biógrafo dice que aun cuando le preguntaban si quería un poco más pan, no
respondía con "sí" o "no", sino decía: "Gracias, voy a pensarlo." Su padre se
exasperaba por ello y dijo un día a su esposa: "Te as eguro que nuestro Juan no
haría caso ni a las necesidades más urgentes de la naturaleza, si no pudiera
nombrar una buena razón para ello."

Como estudiante de colegio, Wesley encontró que la vida de un estudiante típico


era informal y superficial. Se decidió cambiar esto, y redactó para sí mismo un
reglamento bajo el título: "Una regla general en todas las acciones de la vida." En
esto él se propuso, por ejemplo, "mantener siempre un temor pasmoso de la
presencia de Dios", "emplear cada hora libre en asuntos de la religión", "evitar la
curiosidad acerca de actividades y conocimientos inútiles". El se impuso también
un horario rígido para su vida diaria. Pero muchas veces tenía que reprocharse a
sí mismo porque no podía cumplir con estas reglas que él mismo había
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establecido.

Wesley estudió teología y fue ordenado pastor de la iglesia anglicana. Desde un


principio predicaba acerca de la necesidad de llevar una vida santa y disciplinada.
Esto impresionó a sus oyentes; pero muchos se molestaban porque Wesley era
demasiado estricto y rígido. Entonces se le presentó una oportunidad para ir a
América, a una colonia recién fundada en Georgia. Allí debía ser pastor de los
ingleses que vivían allí; pero Wesley pensaba aun más en evangelizar a los indios
nativos de aquellos lugares.

La prueba de la tormenta

Wesley viajó a América junto con tres compañeros, entre ellos su hermano Carlos.
En el mismo barco se encontraba un grupo de hermanos moravos de Alemania, que
también iban a vivir en Georgia. Wesley se sentía muy atraído hacia ellos y asistía a
sus reuniones diarias. El escribió acerca de ellos:

Ellos demostraron continuamente su humildad, llevando a cabo para los otros


pasajeros aquellos trabajos serviles que ninguno de los ingleses haría. No pedían
ni aceptaban ningún pago por ello, diciendo: 'Fue bueno para sus corazones
orgullosos', y: 'su Salvador amante ha hecho más por ellos'. Y cada día mostraban
una mansedumbre que no se alteraba por ninguna afrenta. Si eran empujados,
golpeados o derribados, se levantaban nuevamente y se alejaban; pero no se
encontró ninguna queja en su boca."

Aun en el barco, Wesley mantenía su estilo de vida ordenado y rígido. En su diario


escribió:

"Nuestra manera normal de vivir era así: Desde las cuatro hasta las cinco de la
mañana, cada uno de nosotros se dedicaba a la oración personal. Desde las cinco
hasta las siete leíamos la Biblia juntos (..) A las siete desayunábamos. A las ocho
eran las oraciones públicas. De nueve a doce yo estudiaba el alemán y el
Sr.Delamotte el griego. Mi hermano escribía sermones, y el Sr.Ingham instruía a
los niños. A las doce nos reuníamos para rendirnos cuentas unos a otros acerca
de lo que habíamos hecho desde la última reunión, y de lo que planeábamos hacer
hasta la siguiente. Alrededor de la una almorzábamos. Después del almuerzo
hasta las cuatro leíamos para aquellos [pasajeros] de los que se había encargado
cada uno de nosotros, o les hablábamos aparte, según la necesidad. A las cuatro
eran las oraciones de la tarde (...) De cinco a seis orábamos en privado. De seis a
siete yo leía en nuestra cabina a dos o tres de los pasajeros (...) A las siete me
reunía con los alemanes en su servicio público (...) A las ocho nos volvíamos a
29
reunir para exhortar e instruirnos unos a otros. Entre las nueve y las diez nos
acostábamos..."

El viaje fue bastante intranquilo, con vientos fuertes y tormentas, de manera que
los pasajeros empezaron a temer por sus vidas. En esto, Wesley se dio cuenta de
que en el fondo de su corazón él no estaba preparado para morir:

"Alrededor de las nueve, una ola pasó sobre nosotros desde la proa hasta la popa,
rompió las ventanas de la cabina donde estaban tres o cuatro de nosotros, y nos
cubrió completamente, aunque un escritorio me protegió del impacto más fuerte.
Alrededor de las once me acosté en la cabina grande y me dormí pronto, pero sin
saber si iba a despertarme con vida, y muy avergonzado porque no estaba
dispuesto a morir. Oh, ¡cuán puro de corazón tiene que ser el que se alegraría de
comparecer ante Dios sin advertencia previa!"

Pero lo peor estaba todavía por venir. Wesley escribe en su diario acerca de esta
tempestad más fuerte:

"...A las cuatro, el viento era más violento que nunca... El barco se sacudía con
movimientos tan desiguales que solo con gran dificultad uno podía agar rarse de
algo para mantenerse en pie. Cada diez minutos hubo un golpe contra la popa o el
costado del barco, de manera que uno pensaba que los tablones iban a hacerse
pedazos. ... A las siete fui donde los alemanes. En medio del salmo que cantaban
para comenzar el servicio, una marea rompió sobre el barco, rasgó la vela principal
en pedazos, cubrió el barco y se derramó por entre las cubiertas, como si el gran
abismo ya nos hubiera tragado. Los ingleses empezaron a gritar horriblemente. Los
alemanes seguían cantando tranquilamente. Después pregunté a uno de ellos: '¿No
tuvieron miedo?' El respondió: 'Gracias a Dios, no.' Pregunté: '¿Pero no tuvieron
miedo vuestras mujeres y vuestros niños?' El dijo dulcemente: 'No, nuestras
mujeres y niños no tienen miedo de morir.' - De allí fui a sus vecinos que gritaban y
temblaban, y les señalé la diferencia en la hora de la prueba, entre el que teme a
Dios y el que no le teme."

Pero el mismo Wesley tampoco tenía la tranquilidad que tenían los hermanos
moravos. Dice J.E.Hutton (en "Historia de la iglesia morava"): "Juan Wesley estaba
profundamente perturbado. Con toda su piedad, todavía le faltaba algo que estos
hermanos tenían. Le faltaba su confianza triunfante en Dios. El tenía todavía miedo
a la muerte. - '¿Cómo es que no tienes fe?', dijo a sí mismo."

El primer intento misionero

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En Georgia, Wesley fue asignado un pastorado entre los ingleses. Sucedió allí lo
mismo como en Inglaterra: su predicación fuerte y estricta acerca de la santidad
llamó la atención de todos, pero solamente se volvieron en contra de él. Pocos se
dejaron convencer por él, y Wesley se vio constantemente envuelto en líos, intrigas
y amenazas. Un miembro de su congregación le reprochó un día: "No me gusta
nada de lo que Ud. hace. Todos sus sermones s on sátiras contra personas
particulares, por tanto ya no quiero escucharle, y toda la iglesia dice lo mismo,
porque no queremos ser ultrajados más. Además, dicen que son protestantes;
pero en cuanto a Ud, nadie puede decir de qué religión es Ud. Nunca nadie aquí
ha escuchado antes de una religión así. La gente no sabe qué pensar de ello. Y
además, su comportamiento personal - todas las disputas que ha habido desde
que Ud. vino, por culpa de Ud. De hecho, a ningún hombre o mujer en esta ciudad
le importa una sola palabra de lo que Ud. dice. Así que Ud. puede predicar tanto
como quiere; pero nadie vendrá a escucharle." Wesley añade en su diario: "El
estaba demasiado calentado para escuchar una respuesta. Así que no me quedó
hacer nada sino agradecerle por su franqueza e irme."

Además, Wesley se metió en un enredo amoroso donde actuó con muy poca
sabiduría. Una joven, que al parecer amaba a Dios, empezó a interesarse por él. A
Wesley también le gustaba la joven, pero él había dicho muchas veces que era
mejor quedarse soltero para poder servir mejor a Dios, y entonces él dudaba si
Dios le permitiría casarse. Por causa de su propia inseguridad, vacilaba todo el
tiempo entre hacerle esperanzas a la joven y alejarse nuevamente de ella. Este
comportamiento la confundía de tal manera que al fin, en su desesperación, ella se
casó precipitadamente con otro hombre.

Con todos estos problemas con su congregación y con su propia vida, Wesley
nunca pudo llevar a cabo su propósito principal, de evangelizar a los indios. Su
trabajo entre los nativos se limitó a unos pocos contactos.

Durante todo este tiempo, Wesley seguía reuniéndose con los moravos que vivían
en el mismo lugar, y de vez en cuando buscaba consejo de ellos. Parece que ellos
eran los únicos ante quienes él pudo abrir su corazón. En una conversación con uno
de sus líderes, Spangenberg, éste le preguntó:

"Mi hermano, tengo que hacerte primero una o dos preguntas. ¿Tienes el
testimonio dentro de ti? ¿T estifica el Espíritu de Dios junto con tu espíritu, de que
eres un hijo de Dios?" Juna Wesley estuvo tan atónito ante esta pregunta que no
pudo responder. - "¿Conoces a Jesucristo?", continuó Spangenberg. - "Yo sé que
él es el Salvador del mundo." - "Cierto; pero ¿sabes que él te ha salvado a ti?" -
"Lo espero", respondió Wesley, "él murió para salvarme." - "¿Te conoces a ti
mismo?" - "Sí", dijo Wesley , pero no lo dijo con convicción.
31
La convicción por el Espíritu Santo

Al fin, Wesley regresó a Inglaterra antes del tiempo, prácticamente huyendo de


Georgia. Durante el viaje en barco, él tuvo varias semanas para meditar acerca de
su fracaso y las causas de ello. Y allí fue donde Dios le mostró con toda claridad la
verdad: ¡El mismo todavía no había nacido de nuevo!

Durante este viaje, Wesley escribió en su diario estas palabras impresionantes:

"Me fui a América para convertir a los indios; pero ¡oh! ¿quién me convertirá a mí?
¿quién me librará de este corazón malvado de malicia? Tengo una religión de
buen tiempo de verano. Puedo hablar bien, sí, y creer yo mismo, mientras no hay
ningún peligro; pero cuando la muerte me mira la cara, mi espiritu se turba.
Tampoco puedo decir: 'Morir es ganancia'. Tengo un pecado de miedo, de que al
haber hilado Mi último hilo, ¡pereceré en la orilla!"

Y más tarde:

"Son ahora dos años y casi cuatro meses desde que dejé mi país, para enseñar a
los indios de Georgia acerca del cristianismo. Pero ¿qué aprendí yo mismo en este
tiempo? Lo que menos sospeché: que yo, habiendo ido a América para convertir a
otros, nunca fui convertido a Dios yo mismo."

Tenemos que detenernos un poco en este momento tan importante en la vida de


Wesley. El era un teólogo, un pastor ordenado, un predicador, un misionero. El
conocía y creía todas las doctrinas importantes del cristianismo, y las enseñaba a
otros. Sin embargo, tuvo que reconocer que él mismo todavía no había nacido de
nuevo. Cierto, él creía que Jesús había muerto por él. Pero en el viaje y en
Georgia, su fe había sido puesta a prueba - y salió desaprobado. Wesley tuvo que
reconocer que en el fondo de su corazón, él no tenía fe.

¡Si tan solamente pudiéramos comprender la enseñanza grande y terrible que hay
allí para nuestras iglesias hoy en día! Cuán rápidos somos en dar a alguien el
nombre de "cristiano" y "hermano". Nos contentamos con que alguien asista a la
iglesia, lea la Biblia, ore, dé sus ofrendas y diezmos, y sepa hablar en "cristianés"
("Alabado sea Dios", "Hermano, que Dios te bendiga", ...). Y si le hemos
escuchado decir su "oración de entrega", ya no dudamos de que se trata de un
verdadero cristiano convertido. En algunas iglesias hasta se considera un pecado
mortal, cuestionar la salvación de una persona así. Pero Wesley había hecho todo
lo que hacen estos "cristianos promedios", y aun mucho más. Había hecho sus
votos de ordenación. Había cruzado el océano para convertir a los indios. Había
llevado una vida más disciplinada y más piadosa que sus compañeros. Sin

32
embargo, no había nacido de nuevo.

Entonces, ¿no sería lógico asumir que muchos de los supuestos "hermanos" en
las iglesias, tampoco han nacido de nuevo? ¿y que aun muchos de los pastores y
predicadores actuales no han nacido de nuevo?

Años más tarde, Wesley dijo en una prédica que durante todos aquellos años, él
había sido solamente un "casi-cristiano". Uno que se esfuerza por guardar los
mandamientos de Dios; que se esfuerza por hacer buenas obras; y que tiene un
deseo sincero de agradar a Dios. Uno que cumple de corazón todas sus
obligaciones religiosas. ¿No es esto lo que en muchas iglesias se entiende con un
cristiano? ¿Y no hay muchos "hermanos" en las iglesias, que según Wesley ni
siquiera serían "casi-cristianos", porque todavía viven conscientemente en pecado
y no son sinceros en sus corazones? ¿Cómo pueden entonces creer que son
salvos? Pero aun siendo un "casi-cristiano", a Wesley le faltaba lo más importante
(como dijo en aquella prédica): el auténtico amor de Dios y la auténtica fe. Su
piedad y sus buenas obras eran nada más que esfuerzos humanos. El había
imitado la vida de un verdadero cristiano; pero no había ninguna verdadera obra
de Dios en su vida.

En otra oportunidad Wesley dijo que durante aquellos años, su fe era la fe de un


esclavo, pero después Dios le dio la fe de un hijo.

La vida de Wesley debería servir como ejemplo, para abrir los ojos a cualquiera
que piensa ser un cristiano, mientras en realidad solamente tiene costumbres
religiosas. ¿Alguna vez Dios te ha convencido en lo más profundo acerca de tu
pecaminosidad y tu incredulidad? ¿Ha habido en tu vida una obra auténtica de
Dios, que cambió tu vida y convirtió al pecador que eras, en un santo hijo de
Dios? ¿O es toda tu religiosidad solamente tu propia obra humana?

El nuevo nacimiento

A su regreso a Londres, Wesley se encontró allí con otro hermano moravo que
había llegado hacía poco desde Alemania, Peter Bohler. Le habló acerca de su
desesperación, y durante los siguientes cuatro meses Bohler le aconsejaba en sus
tiempos de tormenta espritual. En una de estas conversaciones, Bohler le dijo: "Mi
hermano, mi hermano, tienes que ser purgado de esta filosofía tuya."

Wesley relata la siguiente conversación, unas semanas más tarde:

"El domingo fui claramente convencido de incredulidad, de la falta de aquella fe


que es lo único por lo que podemos ser salvos. Inmediatamente el pensamiento

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golpeó mi mente: 'Deja de predicar. ¿Cómo puedes predicar a otros, sin tener fe tú
mismo?' - Pregunté a Bohler si debía dejar de predicar. El respondió: 'De ninguna
manera.' - Yo pregunté: '¿Pero qué puedo predicar?' - El dijo: 'Predica la fe hasta
que la tengas; y entonces, puesto que la tienes, predicarás la fe.'"

En otra oportunidad, Wesley volvió a preguntar a Bohler acerca de lo mismo, y


éste le respondió: "No, no escondas en la tierra el talento que Dios te ha dado."

Así que Wesley seguía predicando, y la verdad de Dios estaba obrando po co a


poco en su propio corazón.

El 24 de mayo de 1738, cuatro meses después de su regreso de América, Wesley


estuvo en una reunión donde se leía el prefacio de Lutero a la Carta a los
Romanos. Wesley relata:

"Aproximadamente a las cuarto para las nueve, mientras él describía el cambio


que Dios obra en el corazón por medio de la fe en Cristo, yo sentí mi corazón
calentarse de manera extraña. Sentí que confié en Cristo, en Cristo solo, para la
salvación; y una certeza me fue dada de que El había quitado mis p ecados, aun
los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte. (...) No mucho
después el enemigo sugirió: 'Esto no puede ser fe, pues ¿dónde está tu gozo?' -
Entonces fui enseñado que la paz y la victoria sobre el pecado son esenciales en
la fe en el Capitán de nuestra salvación; pero que el sentimiento del gozo (...) a
veces Dios lo da, a veces lo retiene, según el consejo de Su propia voluntad. (...)
Las tentaciones regresaron vez tras vez. Cada vez levanté mis ojos, y El 'me envió
socorro desde su lugar santo'. Y en esto encontré la diferencia principal entre este
estado nuevo y mi estado anterior. Yo estaba esforzándome, aun luchando con
todas mis fuerzas, tanto bajo la ley como bajo la gracia. Pero entonces yo fui a
menudo vencido; ahora, yo siempre era vencedor."

J.E.Hutton escribe acerca de este cambio: "A partir de este momento, a pesar de
unas dudas recurrentes, Juan Wesley era un hombre cambiado. Aunque no había
aprendido ninguna nueva doctrina, pero había ciertamente pasado por una nueva
experiencia. El tuvo paz en su corazón, estuvo seguro de su salvación, y a partir
de entonces, como saben todos los lectores, él fue capaz de olvidarse a sí mismo,
de dejar su alma en las manos de Dios, y de pasar su vida en la salvación de sus
prójimos."

Es muy interesante leer como Wesley describe el efecto de sus prédicas durante
aquel tiempo:

"4 de febrero. En la tarde me pidieron predicar en S.Juan Evangelista. Lo hice,

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acerca de estas palabras fuertes: 'Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura'
(2 Cor.5:17). Después fui informado que muchos de los mejores en la
congregación se ofendieron tanto que yo no debía volver a predicar allí nunca
más. Domingo, 12. Prediqué en S.Andrés, acerca de: 'Aunque yo diera todos mis
bienes para alimentar a los pobres, y aunque yo diera mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, no soy nada" (1 Cor.13:3). Oh, ¡dichos duros! ¿Quién
los puede escuchar? Aquí también parece que no me dejarán predicar nunca
más. Domingo, 26. Prediqué a las seis en S.Lorenzo, a la s diez en Sta.Catalina, y
en la tarde en S.Juan. Creo que Dios bendijo el primer sermón más que los otros,
porque éste causó más ofensa. (...) Domingo, 7 de mayo. Prediqué en S.Lorenzo
en la mañana, y después en Sta.Catalina. Fui esforzado para hablar palabras
fuertes en ambas; y por tanto no fui sorprendido al ser informado que no debía
predicar nunca más en una de estas iglesias. Domingo, 14. Prediqué en la mañana
en Sta.Ana, y en la tarde en la capilla Savoy, acerca de la salvación libre por la fe
en la sangre de Cristo. Prontamente fui avisado que en Sta.Ana yo tampoco iba a
predicar otra vez. Domingo, 21. Prediqué en S.Juan a las tres y en S.Bennett en la
tarde. En estas iglesias también ya no debo predicar más."

¿Qué fue tan ofensivo en estas "nuevas" prédicas de Wesley? - Bueno, fue
exactamente lo que él mismo había experimentado: que era necesario nacer de
nuevo. Wesley entendió muy bien que los miembros (y pastores) de las iglesias
estaban en la misma situación como él antes de su nuevo nacimiento: pensaban
que eran cristianos, pero eran a lo máximo "casi-cristianos". Entonces Wesley les
demostraba desde las Escrituras que necesitaban nacer de nuevo. Esta es la
prédica más ofensiva, pero es también la prédica que la iglesia más necesita - no
solo en los tiempos de Wesley, también en los tiempos actuales. ¿Dónde están
hoy los predicadores que demuestran a los miembros y pastores de las iglesias
evangélicas, que todavía les hace falta nacer de nuevo?

Wesley tomó este asunto tan en serio que según una ané cdota, un oyente le
preguntó una vez: "¿Por qué predicas todas las veces sobre el nuevo nacimiento,
de que es necesario nacer de nuevo?" - Y Wesley respondió: "Porque tú necesitas
nacer de nuevo."

Charles Finney: El evangelista


controversial
En el otoño de 1821, un estudiante de leyes de veintinueve
años de edad comenzó a buscar al Señor. Durante el pasado
año un avivamiento se había extendido en su ciudad natal de
Adams, Nueva York, y él había rehusado participar. Pero
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después comenzó a orar. Cuarenta años más tarde, recordó de esta manera su
conversión: "El Espíritu Santo descendió sobre mí con tal fuerza que parecía que
me traspasaba el cuerpo y el alma. La impresión fue como de una ola de
electricidad que me traspasó enteramente. Parecía venir sobre mí en olas de amor,
pues no lo pudiera expresar de otra manera. Parecía como el aliento mismo de
Dios. Puedo recordar expresamente que parecía abanicarme, como inmensas alas.
No tengo palabras para expresar el maravilloso amor que fue derramado en mi
corazón". 1

Así comenzó el ministerio de Charles Grandison Finney (1792-1875), uno de los


más destacados e influyentes evangelistas en la historia de los Estados Unidos.

El ministerio de Finney fue el apogeo del Segundo Gran Despertamiento (alrededor


de 1792-1835). Vivió en la época de rápida expansión al Oeste, en que hubo un
crecimiento de población sin precedentes. Los norteamericanos habían asimilado la
doctrina del "Destino Manifiesto", y con ella el optimismo en los logros y el potencial
humanos únicos en la historia. Finney era la personificación espiritual de ese ideal.

Resumiendo la importancia de Finney, Marcos Noll escribe: "Hay que reconocer


que se debiera clasificar a Finney con Andrew Jackson, Abraham Lincoln, y
Andrew Carnegie... como uno de los personajes públicos más importantes de la
América del siglo diecinueve. Sin duda, entre la raza blanca de los Estados
Unidos, sobresale, después de Jonathan Edwards, como una figura crucial en el
mundo evangélico".

LOS PRIMEROS AÑOS

Poco después de su dramática conversión, Finney comenzó a estudiar bajo su


pastor presbiteriano, George Gale. Éste lo animó a asistir al Seminario Princeton.
Pero como no sentía gran respeto por la teología ni los teólogos, Finney escribió:
"Llana y plenamente les dije que no me sometería a la influencia bajo la que ellos
habían estado". 3

En sus memorias, Gale lo recuerda de otra manera: "Finney no asistió al seminario


porque no pudo ser aceptado".

Por cualquiera razón, Finney no procuró hacerse de una educación teológic a formal.
Como resultado, su presbiterio lo puso bajo tutela de Gale y otro pastor. En 1823,
Finney recibió licencia para predicar, y fue ordenado en 1824.

Durante este tiempo la Sociedad Misionera Femenil lo comisionó para que trabajara
como evangelista en el laberinto de pueblos y aldeas en el noroeste de Nueva York.
Allí Dios le concedió cierta medida de buen éxito.
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En 1825, hubo un drástico cambio en su ministerio. Finney fue invitado a predicar en
Utica, Nueva York. Utica quedaba cerca del recién escavado Canal Erie. Era una
metrópolis del Oeste, en creciente desarrollo y de mucho movimiento. Durante dos
años Finney predicó, con creciente efectividad, en Utica y las ciudades adyacentes
de Rome y Syracuse.

Los métodos de Finney eran novedosos. No evangelizó como sus predecesores:


Jonathan Edwards, George Whitefield, y Asahel Nettleton. 4 Para tener
conversiones, a propósito elevó el timbre emocional de las reuniones. Adoptó y
popularizó la práctica metodista de llamar a los conversos a pasar al altar o sentarse
en la silla del penitente para significar su decisión de seguir a Cristo. Para agotar a
los oyentes y llevarlos a hacer una entrega, alargaba sus reuniones. A veces las
reuniones duraban cuatro horas y más. Estas formas de manipulación no escaparon
a los críticos.

CONFERENCIA EN NEW LEBANON

Finney tuvo considerable éxito, pero debido a sus nuevas medidas, se levantó
mucha oposición. Sus principales oponentes fueron dos personajes de buena fama
nacional: Lyman Beecher y Asahel Nettleton.

En el verano de 1827 se organizó una conferencia en New Lebanon, Nueva York,


para tratar las diferencias. Según Iain Murray, la conferencia "no era cosa de estar a
favor o en contra, no de la emoción, sino de la adopción de medios, además de la

Nettleton y Beecher estaban de un lado; Finney y sus seguidores del otro.


Nettleton

predicación y la oración, para provocar emoción".6

y Beecher se habían graduado de Yale. Ellos representaban la tradición teológica


de New England de sus antepasados. Finney, sin educación académica, iba en
dirección de cambio y de una interpretación personal de las Escrituras.

La Conferencia de New Lebanon culminó en un punto muerto. El que no pudieran


censurar a Finney fue su victoria. Esto le dio la medida de respetabilidad que le
hacía falta. Por primera vez las iglesias en las grandes ciudades de la costa Este
abrieron las puertas a su ministerio. Desde el verano de 1827 hasta el otoño de
1829 tuvo campañas en Wilmington, Philadelphia, y Nueva York.
AVIVAMIENTO EN ROCHESTER
Desde el otoño de 1830 hasta el verano de 1831, el ministerio de Finney llegó a su
37
punto culminante en Rochester, Nueva York. El Espíritu de Dios estuvo con él en
gran poder. Como Utica, Rochester era un centro comercial de mucho movimiento,
cerca del recientemente terminado Canal Erie. Tal era la manifestación del poder de
Dios en la obra de Finney que los comerciantes de todo el distrito muchas veces
cerraban sus puertas para asistir a las reuniones. En sus giras de iglesia a iglesia,
grandes multitudes seguían a Finney.

Charles Hambrick-Stowe, un biógrafo de Finney, observa: "Muchos llegarían a decir


que fue el más grande avivamiento local en la historia de los Estados Unidos". 7
Citando a Beecher, continúa: "El avivamiento a escala nacional despertado por
Rochester fue 'la mayor obra de Dios, y el más grande avivamiento religioso que el
mundo jamás ha visto en tan corto tiempo'". 8

La campaña en Rochester también unió a los creyentes respecto de dos


importantes asuntos sociales: temperancia y la abolición de la esclavitud. Ambos
tendrían muy amplias implicaciones.

ESCRITURA Y ENSEÑANZA

En 1832, el fuego del avivamiento comenzó a desvanecerse y Finney asumió un


pastorado en Nueva York. En 1835, el recién fundado Oberlin College (Ohio) lo
invitó a ser su primer profesor de teología. Finney tenía cuarenta y tres años de
edad y estaba agotado. En gran necesidad de descanso y con el sentir de que
estaba ocurriendo un cambio en el ambiente espiritual, aceptó. Por el resto de su
vida se dedicó a dictar clases en Oberlin y a conducir campañas en varios lugares,
como en Nueva York, Boston, e Inglaterra.

Hasta entonces, Finney se había dedicado al evangelismo. Como no tenía obras


publicadas, sus suposiciones teológicas eran relativamente desconocidas. Todo
esto cambió en 1835, cuando Finney publicó sus Lectures on Revivals of Religion
. En un resumen del contenido, Nathan Hatch escribe: "Finney lanzó una virulenta
crítica de la ortodoxia calvinista, tirando a matar el sistema calvinista. Negó la
implícita autoridad del saber, se burló de la impotencia de los cuidadosamente
escritos sermones... y condenó el distante y elegante estilo de los ministros
educados. Clamó contra la burocracia eclesiástica, particularmente las sutilezas
teológicas y la caza de herejías que había llegado a caracterizar el coto
presbiteriano... Finney pedía una revolución copernicana para que la vida religiosa
se centrara en el público. Despreciaba el estudio teológico formal". 9

El problema consistía en que Finney escribió Revivals of Religion [Avivamiento de


religión] cuando todavía era un ministro presbiteriano ordenado. Esto puso al
descubierto su oposición a la teología de su propia denominación. Además, sus
obras posteriores confirmaron que él creía en la posibilidad de una vida santa y sin
38
pecado para los recién conversos, la negación de la imputación del pecado y la
culpa de Adán, la habilidad humana de crear para sí una nueva naturaleza, el
rechazo de la Expiación sustitutiva, y el poder de fabricar un avivamiento mediante
ciertos métodos. En otras palabras, negó grandes secciones de la Confesión de
Westminster que había jurado mantener. Él y Asa Mahan (1799-1889), el presidente
de Oberlin College, más adelante compilaron estas ideas en lo que se conoce como
"T eología Oberlin".

En 1837, sintiendo la presión de sus colegas presbiterianos, renunció a la


denominación presbiteriana y se afilió a los congregacionalistas.

En 1851, bajo presión, Mahan renunció a la presidencia de Oberlin y la facultad


con voto unánime pidió a Finney que asumiera ese cargo. Tenía entonces
cincuenta y nueve años de edad. Finney mantuvo la presidencia hasta 1866,
cuando renunció debido a su avanzada edad. Pero siguió dedicándose a la
evangelización, y a la enseñanza en Oberlin, hasta su muerte en agosto de 1875.

EL MINISTERIO DE FINNEY

El ministerio de Finney fue único. En un tiempo cuando casi todos los pastores leían
sus sermones, Finney predicaba sin notas, y generalmente sin prepararse. Se
levantaba a hablar según el Espíritu lo inspiraba. Más adelante, se valió de un
sencillo bosquejo para sus prédicas.

Finney despreciaba la preparación formal. A veces era criticado por su estilo de


predicación tajante y sentenciosa.

Finney practicó muchas novedades. Como no creía en el pecado original, suponía


que el hombre puede arrepentirse y volverse a Dios sin intervención sobrenatural.
Por lo tanto, cualquier medida que pudiera provocar una decisión por Cristo era
justificada. Caracterizaban su obra los llamados al altar, la práctica de orar
públicamente por los inconversos que estaban presentes, y la exigencia a tomar una
decisión inmediata de seguir a Cristo.

Aunque los metodistas, y algunos bautistas, ya habían estado practicando estos


métodos, Finney los popularizó. Siguen en uso hoy. Como señala Murray: "Lo que
sucedió allí [en la Nueva York occidental bajo Finney] llegó a marcar un hito en la
historia evangélica, y trajo entre los líderes que también profesaban fe en la obra del
Espíritu Santo, la primera gran controversia respecto del significado del
avivamiento".

A su favor se dirá que Finney también motivó las aplicaciones sociales del
evangelio. Finney, Mahan, y sus seguidores fueron algunos de los primeros líderes
39
en el movimiento que abogaba por la abolición de la esclavitud. También asumió
una firme postura contra la orden masónica.

LA TEOLOGÍA DE FINNEY

Finney fue un muy franco pelagiano. Sus otras creencias teológicas, que ya hemos
mencionado, revelan su repugnancia a la preparación teológica. Un historiador
resume así la teología de Finney: "El concepto de que un hombre no regenerado es
gobernado por una naturaleza caída no tenía sentido... Una decisión de la voluntad,
no un cambio de naturaleza, era todo lo que se requería para ser convertido... Si la
conversión era el resultado de la decisión del pecador, y si era responsabilidad del
predicador inducir esa decisión... entonces cualquier medida que llevara al
inconverso hacia el punto de una instantánea y absoluta conversión tenía que ser
buena".11

Estas ideas eran contrarias a la ortodoxia de la época, que la mayoría hab ía


aceptado desde que el Mayflower arribara en Plymouth Rock en 1620.

¿De dónde sacó Finney estas ideas? Casi todos los historiadores señalan la
influencia de Nathaniel William Taylor (1786-1858), profesor de teología en Yale.
Los puntos de vista de Finney eran casi idénticos a los que se hallan en la "Teología
New Haven" de Taylor, también denominadas la "Nueva Teología". 12 "La voz era de
Finney" —expresa Murray—, pero "el pensamiento era de Taylor".13 O, como lo
expone Nathan Hatch: "Las abstracciones de la teología New Haven de pronto
habían cobrado vida en el burdo y animado fanatismo de las Nuevas Medidas [de
Finney]".

A la larga, la teología New Haven, popularizada por Finney, produjo división. En


1838, los presbiterianos se dividieron en la Antigua Escuela y en la Nueva Escuela.
La primera representaba la tradición teológica que descendía de la Reforma hasta
los Puritanos. La última expresaba la nueva teología de Taylor y Finney.

FORTALEZAS DE FINNEY

Los muchos puntos fuertes de Finney explican la manera poderosa en que Dios lo
usaba. Una de sus fortalezas era su vida de oración. Era un hombre que oraba
intensamente y por largas horas, una disciplina que necesitan los pastores. Finney
pensaba que podía producir avivamiento mediante ciertos métodos, pero su vida de
oración fue el mayor factor contribuyente. A menudo pasaba horas en oración, tanto
antes como después de sus reuniones de avivamiento.

Su segunda fortaleza era la gran unción del poder del Espíritu Santo que
descansaba sobre él. Cuando predicaba, los oyentes solían quedar en completo
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silencio. Luego llegaban a un profundo, prolongado, y penetrante sentido de
pecado, lo cual resultaba en una gran conversión a Cristo, algo que por medios
humanos era imposible explicar.

La tercera fortaleza de Finney era su ética laboral. Cuando conducía una campaña
trabajaba dieciséis horas al día, siete días a la semana. Después de tan intenso
esfuerzo, cada verano pasaba varias semanas en Nueva York, en la granja de sus
suegros, para recuperar las fuerzas.

En cuarto lugar, el celo evangelístico de Finney no tiene precedentes. Amaba a la


gente y se entregó desmesuradamente para que fueran salvos.

DEBILIDADES

Finney también tuvo debilidades que limitaron un prolongado servicio a la Iglesia, y


en ciertos casos provocaron mucho daño entre los de poco criterio.

La primera fue su mentalidad de "llanero solitario": solamente yo y mi Biblia. Para


Finney, la teología y la historia de la Iglesia eran territorio que no le interesaba
mucho. Debido a esto, muchas veces era imposible enseñarle algo y no se dejaba
corregir. (Hemos notado su indisposición de escuchar a sus mayores en la
Conferencia de New Lebanon el verano de 1827.)

Por ejemplo, Finney escribió: "Hay mucha ignorancia en las iglesias respecto al
tema de los avivamientos... Muy pocos tienen buen conocimiento del tema". 14 Pero,
desde 1790, se han suscitado grandes avivamientos en Norteamérica e Inglaterra.
Probablemente el mayor avivamiento en la historia, el Gran Despertamiento, tuvo
lugar bajo Whitefield, Edwards, y Wesley en los años 1740. Ignorando estos
recientes sucesos, Finney supuso que él era el primero en comprender de veras el
avivamiento.

"Finney comenzó su propia búsqueda religiosa — anota Nathan Hatch — , al negar


la fuerza de la herencia de autoridad religiosa. Confiaba en su propio iluminado
razonamiento, aunque no contaba con instrucción teológica". 15 Esta postura lo
excluyó de la histórica confesión cristiana en muchos de los importantes aspectos
doctrinales. Ya hemos mencionado algunos de éstos.

Su segunda debilidad, que tiene mucho que ver con la primera, era la elevación de
la razón por encima de la revelación. Finney exigía que muchos misterios bíblicos
fueran traducidos a fórmulas racionales humanas. Finney luchaba por "ajustar las
verdades del cristianismo a un tan armonioso sistema de pensamiento que no se
violara los dictámenes de la razón — observa Murray — . Esto, como muchas veces
dijo, era (después de la conversión de almas) la gran meta de su vida". 16 Finney no
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podía aceptar misterios, como la congruencia de la soberanía de Dios y la
responsabilidad del hombre.

LECCIONES
Podemos aprender muchas lecciones de la vida de Finney. Primero, Dios se
complace en usar vasos imperfectos. Dios perfeccionó su poder mediante las
debilidades de Finney (2 Corintios 13:4). Esto debiera alentar a cada pastor. A pesar
de las imperfecciones de Finney, Dios se complació en hacerlo su instrumento. A
pesar de nuestras imperfecciones, Él se valdrá también de nosotros.

Segundo, necesitamos discernimiento. El poder sobrenatural de Dios no significa


que aprueba todo lo que el hombre cree o hace. Dios ungió a Sansón aunque
durmió con prostitutas filisteas. Dios ungió y amó a Charles Finney aunque rechazó
la verdad del pecado original y de la Expiación sustitutiva.

Pero también es cierto lo opuesto. Los fracasos de un hombre no impiden que Dios
obre por medio de él. Balaam era idólatra, pero Dios habló proféticamente por
medio de él. Aprendemos de Finney a no rechazar el poder de Dios manifestado
en un hombre sólo porque su vida o su doctrina sean imperfectas.

Tercero, nuestras suposiciones teológicas determinarán nuestra práctica. La


teología New Haven de Finney determinó sus métodos evangelísticos. Él enfatizó
demasiado el lugar de las decisiones humanas porque rechazó la verdad del
pecado original. Su alta estima del hombre gobernó sus prácticas evangelísticas. De
la misma manera, nuestras suposiciones teológicas determinan nuestras prácticas.

Cuarto, sea humilde. No sea un "llanero solitario". Lea la historia de la Iglesia y


aprenda de ella. Estudie la teología de grandes pensadores del cristianismo, como
Agustín, Calvino, Lutero, y Edwards. No se decepcionará, porque...Dios escribe la
Historia.

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