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L.U: 38068259/0
DNI: 38.068.259
DNI: 24.820.008
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………… 3
OBJETIVOS………………………………………………………………………………..5
MÉTODO Y METODOLOGÍA…………………………………………………………….5
MARCO TEÓRICO………………………………………………………………………...6
Familia
Infancia
Maltrato Infantil
Trauma Psicológico
Abuso Sexual Infantil
Características de las consecuencias
Tipos de consecuencias
DESARROLLO………………………………………………………………………….....22
CONCLUSIONES………………………………………………………………………….36
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS…………………………………………………….38
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INTRODUCCIÓN
Si los niños, niñas y adolescentes piden ayuda a su red más cercana luego de
haber ocurrido el abuso sexual, ¿disminuye la sintomatología a largo plazo? ¿Qué
sucede con aquellos niños víctimas de abuso sexual en su adultez? Estos son los
interrogantes que guiarán el presente trabajo.
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En segundo lugar, en el desarrollo se explicará qué implica que sea una
experiencia de riesgo para la presencia de sintomatología a largo plazo; los efectos
de este tipo de maltrato obstaculizan el establecimiento de una adecuada
interrelación al llegar a la adultez. En los casos de ASI intrafamiliar, hay una
ausencia del modelo familiar positivo que les permita desarrollarse apropiándose de
él, agravando dificultades para establecer otro tipo de relaciones en la vida adulta.
El abuso sexual de una niña o niño es una de las más graves tipologías de
maltrato infantil. En la actualidad se inscribe como un síntoma social, según Cohen
Imach (2017), por los efectos que provoca: es un enunciado de un malestar que
nace de lo social y se hace presente en el mismo escenario que lo produce. Por
tanto, resulta de suma importancia explorar las modalidades del abuso y dar cuenta
de las características que componen al hecho para echar luz sobre la problemática,
e intentar pensar posibles alternativas a las inquietudes esbozadas.
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OBJETIVOS
Objetivo general
Objetivos específicos
MÉTODO Y METODOLOGÍA
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MARCO TEÓRICO
FAMILIA
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Gran parte de los casos de abuso sexual infantil se dan en un contexto
familiar, conocido por el niño o niña. “La casuística indica que en el 90% de
los casos, los perpetradores de abuso sexual sobre niños son conocidos de la
familia, y entre ellos, con un margen que oscila entre el 65 y el 80 %, los
agresores son los propios padres. Los comportamientos abusivos producen
cambios en la percepción de los cuidados familiares: desde un ambiente
protector a uno abusivo y sexualizado, el cual es sentido por el niño como
amenazante y confuso“(En co-autoría Sarmiento, Varela, Puhl e Izcurdia, 2010).
INFANCIA
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individuales, familiares, sociales y culturales (Echeburría y Guerrica-Echevarría,
2000).
MALTRATO INFANTIL
TRAUMA PSICOLÓGICO1
1
La presente tesis de investigación cuenta con un marco sistémico-relacional con aportes de la
psicología cognitiva. La definición del estatuto de TRAUMA está en relación a dicho cuerpo teórico.
8
Para Cazabat (2001), cuando el individuo es enfrentado a una situación
percibida como amenazadora para la vida o la integridad física propia o ajena, y
reacciona con intenso temor, horror o pánico se configuran los factores necesarios
como para que desarrolle un Trastorno de Estrés Postraumático. La respuesta al
estrés de la situación amenazante se auto-perpetúa, configurando de esta manera
la situación traumática. Con la clasificación del DSM IV se produce un cambio de
paradigma: el acento recae sobre la reacción del individuo (y no sobre el evento).
Los efectos del trauma psicológico se expresan, entonces, como cambios en la
respuesta biológica al estrés, produciendo alteraciones profundas en los
mecanismos hormonales relacionados con éste, y en el procesamiento de la
memoria. De esta manera, el hecho traumático interrumpe la línea histórica de la
vida de la víctima, produciendo profundas alteraciones a nivel biológico, emocional,
cognitivo y relacional.
Por otro lado, James (1989), entiende por trauma a aquellas experiencias que
impactan psicológicamente a las víctimas creando en ellas sentimientos de
impotencia, vulnerabilidad, pérdida de la seguridad y pérdida de control
(nuevamente el foco está colocado en el impacto en la víctima y no en la
experiencia en sí misma). Los individuos que han padecido de victimización sexual
son proclives a contraer sintomatología a corto y largo plazo, aunque son múltiples
las variables que inciden; como las características de personalidad, los distintos
recursos de afrontamiento y por supuesto, la influencia del entorno, como se ha
mencionado en líneas anteriores.
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interrelación con un menor en relación de sometimiento, para obtener satisfacción
sexual, en condiciones tales en que el niño o la niña son sujetos pasivos de tales
actos y pierden la propiedad de sus propios cuerpos” (Grossman y Mesterman,
1992). Esta experiencia de sometimiento es equiparada a un “balazo en el
psiquismo” (Intebi, 1998), fundamentalmente por haber existido una relación de
confianza y respeto como la que se establece con familiares y/o educadores.
El ASI puede incluir diversas formas de escenarios sexuales no adecuados,
tales como manoseos, exhibiciones obscenas, manipulación de los genitales del
niño o niña, inducción a que el menor manipule sus propios genitales o los genitales
del agresor, penetración vaginal, anal, sexo oral, corrupción, obligar al niño a
contactos sexuales con animales, inducción y/o presión para el ejercicio de la
prostitución, participación de niños en videos o fotografías pornográficas, como
describen Sarmiento, Varela, Puhl, Izcurdia (2010).
Por lo general, en los procesos de abuso, la fuerza física no es tomada en
cuenta por el agresor, ya que la manipulación está maniobrada por la violencia
psicológica. Muchos de los abusadores están incluidos en el círculo más cercano
donde frecuenta el menor, por tanto, el abuso se va desarrollando en forma
progresiva. A continuación se desglosan las cinco fases que componen el proceso.
No obstante, no siempre se llegan a cumplir cada una de ellas:
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Perrone y Nannini (2000) explicitan que los abusos sexuales intrafamiliares
suelen producirse en un clima de terror o violencia, pero también pueden ocurrir
interacciones donde resulta difícil identificar y descubrir las presiones que se ejercen
sobre la víctima. El poder se vuelve un medio para dominar y controlar al niño/a. La
dialéctica entre el poder y la responsabilidad sufre un desplazamiento: el abusador
carga a la víctima con la responsabilidad del secreto. Utilizan el término “HECHIZO”
para delimitar la influencia que ejerce el abusador sobre el niño sin que éste lo sepa,
la víctima queda atrapada en una relación de alienación, no puede detectar con
nitidez los efectos. El mecanismo del hechizo no tiene que ver con un simple abuso
de poder, ya que se basa en la fascinación. Hay abuso de confianza, el abusador
toma posesión mediante argumentos falaces, traicionando la confianza que ésta
depositó en él. Hay un acto de apropiación del otro, en el sentido de captarlo,
retener su atención y privarlo de la libertad. Esto da cuenta el carácter transgresivo
del abuso, que hace que los hechos queden encapsulados en el espacio
comunicacional de la familia. La regla impuesta es el silencio que garantiza la
supervivencia del sistema, por ello es muy difícil que los niños, niñas y adolescentes
revelen lo sucedido en el momento del trauma y lo hagan mucho tiempo después.
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Es menester considerar que el apartado “CARACTERÍSTICAS DE LAS CONSECUENCIAS” da
cuenta del marco teórico sistémico-relacional que sustenta a este trabajo. Si bien las características
de personalidad como los recursos de cada persona son claves para poder pensar la presencia (o
no) de sintomatología, la influencia del contexto cumple un rol esencial en lo que respecta al
fenómeno.
3
Arboleda Cortés, M. y Duarte, Cantón J. (1997) Malos tratos y abuso sexual infantil. Madrid,
España. Editorial Siglo XXI, 2011.
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Continuando con los aportes de Arboleda Cortés y Duarte Cantón (1997), otra
variable a considerar es el tipo de relación con el agresor. Las experiencias
incestuosas (abuso sexual infantil intrafamiliar) generan efectos a corto, mediano y
largo plazo por el sentimiento de traición y de pérdida de confianza, la implicación
de mayores trastornos familiares y de menor apoyo emocional (miedo a la
desintegración familiar, incredulidad de la denuncia) y hay mayor probabilidad de
que se produzca con más frecuencia y se prolongue durante más tiempo. Por su
parte, Barudy (1985) describe tres tipos de organización familiar:
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TIPOS DE CONSECUENCIAS
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cuerpo. Desórdenes
alimenticios.
Baja en el Fugas del hogar. Varían en intensidad
rendimiento escolar. Trastornos en el y duración.
Dificultades de aprendizaje. Fracaso Adicciones, trastorno
atención y y deserción escolar. disociativo de la
COGNITIVO-
concentración. Ingestión de drogas identidad.
CONDUCTUALES
Desmotivación. y alcohol. Relaciones
Conductas Participación de familiares
regresivas. Rechazo actividades conflictivas.
a personas adultas. delictivas.
Sentimientos de Trastornos de Intentos de suicidio.
tristeza, temor. ansiedad. Ideas Trastornos crónicos
Culpa. Irritabilidad. suicidas. Baja de alimentación.
Cambios bruscos en autoestima. Trastornos mentales.
el estado de ánimo. Trastornos Rasgos de
Ansiedad, emocionales y de sometimiento.
EMOCIONALES
vergüenza. alimentación Desvalorización.
Aislamiento, No cronificados. Despersonalización.
juega. TEPT. Anestesia Personalidad
emocional. TEPT. disociada. Ansiedad.
Enfermedades de Disfunciones en el Disfunciones
transmisión sexual. desarrollo sexual. sexuales. Trastornos
Embarazo. Interés excesivo en del deseo, de
Exhibicionismo. juegos sexuales. satisfacción y
Conocimientos Masturbación motivación.
sexuales no propios compulsiva. Anorgasmia,
SEXUALES
para la edad Embarazo. eyaculación precoz.
cronológica. Enfermedades de Promiscuidad.
transmisión sexual. Fobias sexuales.
Ausencia de Vulnerabilidad y
autopercepción. riesgo de ser
víctimas de violencia
y abuso.
Déficit de Conductas Problemas en las
SOCIALES habilidades y antisociales. relaciones del
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retraimiento social. Aislamiento. cuidado e
interpersonales.
Poliakoff Silvia y Sanahuja (2012): "Para que el secreto se haga voces: manual de
capacitación para la detección, abordaje y prevención del abuso sexual infantil".
Editorial: El escriba, Buenos Aires, 2012.
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deberían comprender, según corresponda, procedimientos eficaces para el
establecimiento de programas sociales con objeto de proporcionar la asistencia
necesaria al niño, y a quienes cuidan de él, así como para otras formas de
prevención y para la identificación, notificación, remisión a una institución,
investigación, tratamiento y observación ulterior de los casos antes descritos de
malos tratos al niño y, según corresponda, la intervención judicial. Además, en el
artículo 34 refiere que los Estados Partes se comprometen a proteger al niño contra
todas las formas de explotación y abuso sexuales. Con ese fin, se tomarán todas las
medidas de carácter nacional, bilateral y multilateral que sean necesarias para
impedir:
a. La incitación o la coacción para que un niño se dedique a cualquier actividad
sexual ilegal;
b. La explotación del niño en la prostitución u otras prácticas sexuales ilegales;
c. La explotación del niño en espectáculos o materiales pornográficos.
Se tomarán todas las medidas apropiadas para promover la recuperación física y
psicológica como la reintegración social de todo niño víctima de cualquier forma de
abandono, explotación o abuso; tortura u otra forma de tratos o penas crueles,
inhumanas o degradantes; o conflictos armados. Esa recuperación y reintegración
se llevarán a cabo en un ambiente que fomente la salud, el respeto de sí mismo y la
dignidad del niño como aclara el artículo 39.
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A partir de la Ley de Agote, se modificó el art. 264 del viejo Código Civil al
disponer que: “La patria potestad es el conjunto de derechos y obligaciones que
corresponden a los padres sobre las personas y bienes de sus hijos” –suprimió la
referencia a los/las hijos/as legítimos-, aunque no alteró el texto del art. 278 que
consagra el poder de corrección parental, gestado en paralelo a conceptos ligados
como la idea de sanación, represión y encierro: “Los padres tienen la facultad de
corregir o hacer corregir moderadamente a sus hijos; y con la intervención del juez,
hacerlos detener en un establecimiento correccional por el término de un mes. La
autoridad local debe reprimir las correcciones excesivas de los padres”.
Promueve el interés superior del niño, donde uno de sus principios explicita el
Derecho a la Dignidad y a la Integridad Personal: “Las niñas, niños y adolescentes
tienen derecho a la dignidad como sujetos de derechos y personas en desarrollo; a
no ser sometidos a trato violento, discriminatorio, vejatorio, humillante, intimidatorio;
a no ser sometidos a ninguna forma de explotación económica, torturas, abusos o
negligencias, explotación sexual, secuestros o tráfico para cualquier forma o
condición cruel o degradante” .
Artículo 1º - Toda persona que sufriese lesiones o maltrato físico o psíquico por
parte de alguno de los integrantes del grupo familiar podrá denunciar estos hechos
en forma verbal o escrita ante el juez con competencia en asuntos de familia y
solicitar medidas cautelares conexas. A los efectos de esta Ley se entiende por
grupo familiar el originado en el matrimonio o en las uniones de hecho.
Artículo 2º - Si los damnificados fuesen menores o incapaces, ancianos o
discapacitados, los hechos deberán ser denunciados por sus representantes legales
y/o el Ministerio Público. También estarán obligados a efectuar la denuncia los
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servicios asistenciales sociales y educativos, públicos o privados; los profesionales
de la salud y todo funcionario público en razón de su labor. El menor o incapaz
puede directamente poner en conocimiento de los hechos al Ministerio Público.
Artículo 3º.- El juez requerirá un diagnóstico de interacción familiar efectuado por
peritos de diversas disciplinas para determinar los daños físicos y psíquicos sufridos
por la víctima, la situación de peligro y el medio social y ambiental de la familia. Las
partes podrán solicitar otros informes técnicos.
Artículo 4º.- El juez podrá adoptar, al tomar conocimiento de los hechos motivo de la
denuncia, las siguientes medidas cautelares:
- Ordenar la exclusión del autor, de la vivienda donde habita el grupo familiar;
- Prohibir el acceso del autor al domicilio del damnificado como a los lugares de
trabajo o estudio;
- Ordenar el reintegro al domicilio a petición de quien ha debido salir del mismo por
razones de seguridad personal, excluyendo al autor;
- Decretar provisionalmente alimentos, tenencia y derecho de comunicación con los
hijos.
El juez establecerá la duración de las medidas dispuestas de acuerdo con los
antecedentes de la causa.
Artículo 5º.- El juez, dentro de las 48 horas de adoptadas las medidas precautorias,
convocará a las partes y al Ministerio Público a una audiencia de mediación
instando a las mismas y a su grupo familiar a asistir a programas educativos o
terapéuticos, teniendo en cuenta el informe del artículo 3º.
Artículo 6º.- La reglamentación de esta ley preverá las medidas conducentes a fin de
brindar al imputado y su grupo familiar asistencia médica psicológica gratuita.-
Artículo 7º.- De las denuncias que se presente se dará participación al Consejo
Nacional del Menor y la Familia a fin de atender la coordinación de los servicios
públicos y privados que eviten y, en su caso, superen las causas del maltrato,
abusos y todo tipo de violencia dentro de la familia. Para el mismo efecto podrán ser
convocados por el juez los organismos públicos y entidades no gubernamentales
dedicadas a la prevención de la violencia y asistencia de las víctimas.
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Ley Nacional 25.087 – Delitos contra la integridad sexual
Artículo 2º.- Sustituyese el artículo 119 del Código Penal, por el siguiente texto:
“Será reprimido con reclusión o prisión de seis meses a cuatro años el que abusare
sexualmente de persona de uno u otro sexo cuando, ésta fuera menor de trece años
o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una
relación de dependencia, de autoridad, de poder, o aprovechándose de que la
víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción. La pena
será de cuatro a diez años de reclusión o prisión cuando el abuso por su duración o
circunstancias de su realización, hubiere configurado un sometimiento sexual
gravemente ultrajante para la víctima. La pena será de seis a quince años de
reclusión o prisión cuando mediando las circunstancias del primer párrafo hubiere
acceso carnal por cualquier vía. En los supuestos de los dos párrafos anteriores, la
pena será de ocho a veinte años de reclusión o prisión si:
a) Resultare un grave daño en la salud física o mental de la víctima;
b) El hecho fuere cometido por ascendiente, descendiente, afín en línea recta,
hermano, tutor, curador, ministro de algún culto reconocido o no, encargado de la
educación o de la guarda;
c) El autor tuviere conocimiento de ser portador de una enfermedad de transmisión
sexual grave, y hubiere existido peligro de contagio;
d) El hecho fuere cometido por dos o más personas, o con armas;
e) El hecho fuere cometido por personal perteneciente a las fuerzas policiales o de
seguridad, en ocasión de sus funciones;
f) El hecho fuere cometido contra un menor de dieciocho años, aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo.
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La ley fue sancionada en 2011 y extendió los plazos de prescripción del ASI,
marcando que debe empezar a correr a partir de la mayoría de edad del
denunciante. A fin del 2015, se amplió el tiempo de prescripción para que comience
a computarse desde el momento de la denuncia, para dar más amparo a quiénes
sufren delitos contra la integridad sexual, dado que como en la mayoría de los casos
el perpetrador pertenece a su entorno familiar cercano, suelen contar lo que les
sucedió en la niñez, ya siendo adultos.
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tercera característica es la violencia. Siempre está presente en todos los casos, sin
excepción, sea física o psicológica. Otra característica, son las amenazas: cuantos
más chicos son los niños, menos necesario es recurrir a amenazas. En cuanto a la
responsabilidad del abuso, siempre es del abusador. No hay excepción, ni
posibilidad alguna de derivar esa responsabilidad a la víctima. Además, es
importante mencionar lo que sucede cuando se presenta la normalización del
fenómeno: explicar permanentemente que ese tipo de actos son normales,
naturales, “los hacen todos los padres con los hijos, o los padrastros que los quieren
como hijos”. Según el autor, se está ante la figura de la Corrupción, altera el normal
desarrollo sexual de una criatura. La última característica importante es la asimetría.
No se respetan las necesidades del niño y el abusador la aprovecha y la transforma
en un elemento a su favor, lo cual le va a permitir a su vez, hacer todo lo que en
adelante quiera con su víctima.
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O bien cuando sufre, en diversos momentos vitales, experiencias que devienen en
trauma complejo por la acumulación del daño. Si bien no todas las personas que
han sufrido múltiples traumas desarrollan un trauma complejo, el mismo siempre
conlleva multitraumatización. En primer lugar, la traumatización incide en todas las
áreas de funcionamiento. El organismo sufre repercusiones a corto, medio y largo
plazo en su sistema neurobiológico: en el cuerpo y en la mente (memoria,
conciencia, emociones, pensamiento, sensaciones somáticas).
DESARROLLO
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factores de riesgo son aquellas condiciones o características del individuo o el
entorno que aumentan la probabilidad de producir un desajuste psicosocial.
Luego, se explicitarán los modelos teóricos que explican la etiología y el
mantenimiento a largo plazo de los efectos. Por último, se esbozarán las
consecuencias a largo plazo, teniendo en cuenta tal como afirman N. Pereda y M.
Arch (2009) que las publicaciones al respecto refieren que no hay un patrón único
de síntomas, pues hay una extensa variedad (incluso en algunos casos ausencia
total) de sintomatología en quienes lo sufren.
Características de la familia
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Según Dubowitz (1993), la conducta de los miembros de la familia influye en el tipo
e intensidad de los síntomas que presentarán las víctimas de ASI, de manera que,
cuando los padres reaccionan mostrando una escasa comprensión, se presentará
un peor nivel de adaptación. Los datos aportados por Sanders-Phillips (1995)
demostraron que cuanto menor era el apoyo prestado de la red familiar a la víctima
después de la revelación, mayor era el nivel de depresión que presentaban a
mediano y largo plazo.
A partir del estudio llevado a cabo por Arboleda, Cantón-Cortés y Cantón-
Duarte (2011) se analizó la contribución del contexto familiar a la variabilidad en la
adaptación. Participaron 209 estudiantes universitarias víctimas de abusos sexuales
en la infancia y un grupo de comparación, que completaron durante dos sesiones el
“Cuestionario sobre abuso sexual infantil”, el “Cuestionario de ansiedad estado-
rasgo” y la “Escala de autoestima de Rosenberg”. Tres variables del ambiente
familiar (expresividad, orientación al logro y orientación social recreativa) se
asociaban con una mejor adaptación.
Ahora bien, existe un fenómeno de encubrimiento del maltrato que expresa
María Cristina Ravazzola (1997) mediante la metáfora del “doble ciego”,
desarrollada por el científico Heinz von Foerster (1994). Alude a la capacidad de
construir realidades sin derivarlas de las posibilidades perceptivas: “no vemos que
no vemos”. Si se registra que no vemos se debe a que nuestra mente construye una
coherencia que no es tal. Es posible que se dé la repetición de patrones de
conducta indeseados siguiendo una lógica que perciben como coherente. Lo
particular de esta forma de negación es que niega la propia anestesia y hace posible
la repetición y continuidad del maltrato, generando efectos y consecuencias en
quienes los sufren. En cambio, se reduce el riesgo de la continuidad de los
fenómenos de violencia y maltrato cuando se puede registrar el malestar que
produce su ocurrencia, entendiéndolo como una disonancia afectiva.
Registrar el malestar está arraigado a que la víctima también pueda revelarlo.
Las amenazas del abusador, la relación de confianza con él, la percepción del
niño/a que algo no está bien en lo que está ocurriendo, puede transformarse en
confusión, culpa y silenciamiento de los hechos. Entonces no siempre ocurre que
haya levantamiento del secreto, sumado a la imposibilidad de recurrir a otra figura
familiar en busca de contención o protección por la estructura disfuncional en la cual
está inserto. Como señalan Pellegrin y Wagner (1990), es fundante el papel de
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apoyo que puede desempeñar la madre creyendo las afirmaciones que realiza el
niño o la niña, pero no siempre la reacción es tal. Algunas lo rechazan, otras creen
en sus afirmaciones pero se sienten tan afectadas que se bloquean y son incapaces
de prestar ayuda.
Retomando a Perrone y Nannini (2000) en el secreto se conjuga lo indecible
(lo que uno no puede caracterizar mediante palabras, lo que el lenguaje no alcanza
a expresar), lo innombrable (lo que no se puede nombrar por ser innoble, confuso o
incalificable) y lo inconfesable (aquello que no se habla por vergüenza, culpa o auto-
condena). Por eso hay un mínimo porcentaje de denuncias judiciales respecto de la
cantidad de casos de ASI. Tomando a Ronald Summit (1983) los niños atraviesan la
etapa de “la acomodación o adaptación”. La misma se da cuando mantienen las
experiencias traumáticas totalmente separadas del resto de sus vivencias
cotidianas, lo cual conlleva a que no puedan impedir el abuso y terminan
aceptándolo, frecuentemente, asumiendo la culpa por su consentimiento. Es
demasiado alarmante para el niño o niña el aceptar que aquellos que dicen amarlo
podrían dañarlo. De esta manera, asume que “el malo” es él, y por eso le ocurren
estas cosas.
Por lo tanto, no siempre que se efectúe la revelación, hay una red familiar que
acompañe el proceso que ello implica aunque el apoyo parental sea un elemento
clave para que las víctimas mantengan o recuperen sus niveles de actividad,
funcionamiento y de relaciones con sus iguales después de la revelación, como
mencionan Poliakoff y Sanahuja (2012).
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Greif (2000) considera que el psicólogo forense en niños requiere de
preparación y conocimiento sobre la problemática, disponer de la utilización de
técnicas de abordaje en psicodiagnóstico, como también abordaje de la vinculación
familiar. El rol pericial del psicólogo se asocia primordialmente a la validación del
testimonio. El objetivo es situar las declaraciones dentro de un contexto que
proporcione una imagen de los aspectos positivos y negativos del niño, de su
contexto y el nivel general del funcionamiento familiar. Hasta el momento, no existen
evaluaciones específicas que puedan determinar la existencia de abuso sexual, sólo
el relato del niño y de allí, su importancia. Como explicita Intebi (2008) el mismo
deberá presentar una serie de características como: conocimientos sexuales que
excedan los esperados para su edad, presencia de detalles, descripción de los
acontecimientos de un modo infantil acorde a su edad, constancia del relato a lo
largo del tiempo, entre otras.
Si se efectúa la denuncia, la problemática de ASI se convierte tanto en una
cuestión familiar como multi-profesional. La intervención ejerce una influencia
directa en su situación psicológica-social y en las relaciones familiares. Además de
la intervención punitiva y protectora, la terapéutica implica el tratamiento del trauma
psicológico individual y el cambio de las relaciones familiares. Debe apuntar a
estabilizar las actividades rutinarias del niño (escuela, relaciones sociales), reducir el
impacto de ciertos factores de estrés, ayudar a que asuma los cambios en su
situación vital, supere sus sentimientos de culpa y vergüenza, para finalmente,
introducir de manera gradual el entrenamiento en determinadas habilidades que le
permitan enfrentarse mejor a situaciones estresantes a largo plazo, según afirma
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997). De hecho, varios factores de
compensación pueden contribuir a la capacidad de recuperación y a la disminución
de los efectos a posterioridad. Algunos de los factores están arraigados a las
características de la personalidad que se adquieren a lo largo de la vida, como el
optimismo, el humor, la creatividad y el aprecio de las amistades.
La retractación, siguiendo a los autores, es algo que suele aparecer:
denuncias son negadas un tiempo después (durante la tramitación de un proceso
judicial es uno de los momentos más complejos de las intervenciones judiciales).
Generalmente está vinculada con la actitud que adopta el/la padre/madre no ofensor
respecto a la situación de abuso demostrando cierto descreimiento y hostilidad. Esta
falta de sostén por parte del adulto responsable actúa como un factor de presión en
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el niño que lo lleva no sólo a la retractación, sino que además lo expone a la
repetición del abuso, entre otras consecuencias.
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autores, a partir de criterios y resultados de las investigaciones, dan cuenta del
mantenimiento de dichos efectos en la adultez.
Esta teoría intenta explicar la relación entre el abuso sexual infantil y el nivel
de adaptación alcanzado por la víctima centrándose en dos cuestiones: por un lado,
el procesamiento del abuso por el niño, y por otro, los principales parámetros
implicados en las fases de pretrauma, encapsulación, revelación y recuperación, tal
como mencionan Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997). Según Hartman y
Burgess (1989, 1993), la víctima mantiene la información traumática en la
conciencia activa hasta que puede colocarla en la memoria distante. Para que el
trauma quede resuelto tiene que haber sido suficientemente procesado como para
almacenarse, una vez neutralizados los sentimientos evocados por su recuerdo y
ansiedad. Por el contrario, cuando no se resuelve un acontecimiento traumático y, o
bien permanece en la memoria activa, o el sujeto se defiende de él utilizando
mecanismos cognitivos como la negación, o disociación, la consecuencia suele ser
el desorden de estrés postraumático.
Cole y Putnam (1992) enfatizan la importancia del estadio evolutivo del niño
en el momento de iniciarse el abuso, y se centran en cómo interfiere en el desarrollo
de la integridad del yo, en las habilidades de autorregulación y en la capacidad para
establecer relaciones. Estos problemas constituyen el núcleo básico del que surgen
después toda una variedad de síntomas a posteriori.
Alexander (1992) recurre a la teoría del apego como el marco más idóneo
para entender las consecuencias a largo plazo. De acuerdo con esta teoría, el
abuso sexual infantil se relaciona con el desarrollo de un apego inseguro o
desorganizado de la víctima con al menos uno de sus progenitores, de manera que
la diversidad de síntomas presentes en la etapa adulta se explica por los trastornos
experimentados en las relaciones de apego. Concretamente, el apego de evitación
predispondría al adulto con un historial de abuso a utilizar estrategias de
afrontamiento basadas en la negación, la no expresión de las emociones y la
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evitación de relaciones con otras personas. El apego de resistencia llevaría a un
estilo de afrontamiento orientado a la proximidad, de manera que la víctima adulta
viviría preocupada por las relaciones emocionales, presentando una tendencia a
sobreidealizar a su compañero y verse negativamente a sí misma. Estas víctimas
con apego de resistencia tenderían a presentar síntomas de ansiedad y de
depresión, así como de desórdenes de personalidad borderline. Finalmente, el
apego desorganizado llevaría a un estilo de afrontamiento confuso o disociativo,
tendiendo a presentar síntomas de estrés postraumático y desordenes de
personalidad múltiple.
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Spaccarelli (1994) formuló un modelo transaccional que consideraba el abuso
sexual como una serie de sucesos estresantes y las evaluaciones cognitivas y
respuestas de afrontamiento de las víctimas como factores de riesgo o de
protección que pueden mediatizar los efectos del abuso en la salud mental. Los
factores evolutivos (la edad de la víctima, sus capacidades cognitivas) y ambientales
(el apoyo familiar) pueden afectar las respuestas de la víctima al moderar la relación
entre los factores de estrés del abuso sexual y dichas respuestas. Según Cantón
Duarte y Cortés Arboleda (1997), cuanto mayor sea el nivel de sucesos estresantes
mayor será la probabilidad de que la víctima presente síntomas de estrés
postraumático, ansiedad-depresión y problemas conductuales. Un mayor nivel de
estrés ejercerá influencia indirecta en los síntomas al aumentar la probabilidad de
que las víctimas utilicen estrategias de afrontamiento maladaptativas y perciban los
sucesos del abuso de manera que se dañe su autoimagen positiva, su sentimiento
de seguridad y su confianza en los demás.
Según Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997), esta teoría asume la
existencia de una interacción compleja entre procesos evolutivos puestos en marcha
antes del abuso y las transacciones persona-ambiente positiva y negativas que
pueden ocurrir después. Para los autores, la teoría sugiere que los estudios deben
centrarse en las variables que pueden mitigar los efectos negativos del abuso
sexual (por ejemplo la tendencia a afrontarlo buscando apoyo emocional, las
relaciones de apoyo con el progenitor que no participó en los abusos) y la necesidad
de analizar detenidamente a las víctimas que parecen resistentes a los efectos
negativos.
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entre ASI y la adaptación psicológica durante la etapa adulta, incluyendo sólo las
investigaciones que cumplían determinados criterios como la utilización de grupos
control, -instrumento adecuado para evaluar la adaptación psicológica- y suficiente
información estadista. Los datos demostraron la existencia de una relación
estadísticamente significativa entre el ASI y el nivel de depresión en la adultez.
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) también explicitan que los resultados de los
estudios apoyan la existencia de una relación entre los intentos e ideas de suicidio y
un historial de ASI, específicamente cuando se han producido mal trato físico o
amenazas.
Continuando con el lineamiento de los autores, el historial de ASI se relaciona
con síntomas de ansiedad en la etapa adulta, tanto con muestras clínicas como
comunitarias. Herman y Schatzow (1987) realizaron un estudio con pacientes que
estaban recibiendo psicoterapia y encontraron que de las 53 mujeres que habían
sido víctimas, 14 presentaban ansiedad crónica grave. En la mayoría de los casos el
abuso fue acompañado del uso de la fuerza (23%), o de la amenaza (38%) y el 75%
había sido víctima de su propio padre o padrastro.
Briere (1984) encontró que el 64% de las mujeres que habían sido víctimas de
ASI se sentían aisladas y estigmatizadas, en comparación con el 49% del grupo
control; el porcentaje de víctimas que presentaban esta sintomatología era superior
en los casos de incesto. Tomando a Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997), los
sentimientos de aislamiento y de estigmatización conjunto al de la baja autoestima
son síntomas presentes entre adultos que han sido víctimas de abuso sexual
infantil.
Desórdenes de personalidad
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) explicitaron que se ha encontrado
una relación entre ASI y el desarrollo de un desorden de personalidad múltiple
(DPM). Uno de los estudios que tomaron (Coons y Milstein, 1986) compararon a 20
pacientes que cumplían los criterios DSM-III de personalidad múltiple con otras 20
pacientes no esquizofrénicas y encontraron que el 75% de las pacientes con DPM
tenía una historia de ASI (frente al 5% del grupo control). Sin embargo, como el 55%
de las pacientes con DPM presentaba también un historial de malos tratos físicos,
resulta imposible determinar los efectos específicos del ASI.
31
Bryer, Nelson, Miller y Krol (1987), encontraron que de 14 pacientes con
síntomas de desórdenes de personalidad borderline, 12 (86%) habían sido víctimas
de abuso sexual infantil.
32
Las mujeres que durante su infancia fueron objeto de abusos sexuales suelen
informar problemas para relacionarse tanto con hombres como con mujeres, así
como de dificultades en la crianza de sus propios hijos, según lo trabajaron Cantón
Duarte y Cortés Arboleda (1997). Jehu (1988) encontró en una muestra clínica que
muchas de las mujeres con un historial de ASI tenían dificultades en sus relaciones
interpersonales: el 90% dijo tener problemas en las relaciones con los hombres, el
49% con las mujeres y un 78% manifestó que tenía dificultades para confiar en los
demás. Según el investigador, estos problemas podrían relacionarse con problemas
de habilidades de comunicación y de asertividad.
Por lo que respecta a las dificultades que presentan las víctimas de ASI en la
crianza de los hijos, Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) confirman que
presentaban un nivel inferior en habilidades de comunicación y autoimagen.
Efectos en la sexualidad
Beitchman (1992) afirma que los porcentajes más altos de trastornos sexuales
corresponden a víctimas de incesto padre/hija y en los casos donde se ha producido
penetración. Por lo general, los efectos en la sexualidad hace que éste sea el
principal motivo de consulta psicoterapéutica de las mujeres que han sufrido ASI: no
pueden disfrutar de su sexualidad, o poseen ciertos conflictos con sus parejas ya
que no pueden acceder a tener relaciones sexuales. Para el autor, como las
actitudes sexuales se desarrollan con el tiempo y resultan de múltiples influencias,
habría que investigar que posibles variables mediadoras puedan incrementar o
disminuir el impacto a largo plazo.
Revictimización
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) afirman que otra consecuencia que
se ha relacionado con el ASI ha sido el mayor riesgo de victimización, entendiendo
como tal el posterior abuso sexual de la víctima cuando es adulta. La experiencia de
revictimización puede combinarse e incrementar los efectos del ASI. Según
Messman y Long (1996), se han formulado explicaciones teóricas sobre esta
relación. Se incluye la teoría del aprendizaje (las conductas y creencias
maladaptativas aprendidas pueden contribuir a una mayor vulnerabilidad), la
elección de relaciones (aprendizaje y adopción de un repertorio inapropiado de
conductas sexuales, tendencia a sobre-sexualizar todas las relaciones con hombres
33
y a relacionarse con hombres que tienden a abusar de las mujeres, incapacidad
para identificar a las personas en las que se puede confiar), la indefensión
aprendida (las víctimas de agresiones no contingentes a su conducta ven cada vez
menos opciones de escape al abuso, centrándose en minimizar las lesiones y en el
afrontamiento del dolor y del miedo; son incapaces de descubrir posibles formas de
escape) y el modelo de las dinámicas traumagénicas (sexualización traumática,
traición, estigmatización e indefensión). No obstante, hasta la fecha, los autores
refieren que ninguna de las teorías esbozadas sobre la etiología de la victimización
ha sido empíricamente demostrada.
Trastornos alimentarios
Losada (2009) plantea que los desórdenes alimenticios son enfermedades
conductuales producidas por una serie de factores que pueden incluir trastornos
emocionales, presiones familiares, sensibilidad genética/biológica y obsesión con la
delgadez, como así también la exposición a determinados tipos de violencia. Se
observa un gran número de casos que desarrollan patologías alimentarias luego de
haber sufrido abuso sexual infantil. Sobre todo en aquellos que han sido
descalificados, retractados y acusados en sus relatos y/o sin un adecuado
tratamiento judicial/familiar.
34
Losada (2009) señaló que la bulimia y la anorexia comparten características
como la depresión, el ocultar de alimento y la obsesión por la pérdida de peso. La
anorexia se caracteriza por un alto nivel de exigencia, búsqueda de la perfección,
no sólo en su cuerpo sino en todo lo que se realiza.
Losada (2011) afirma en su investigación que de la lectura de las 2076
historias clínicas de los pacientes atendidos durante el término de diez años (1999 a
2009) con diagnósticos de patologías alimentarias en el Instituto Argentino de
Trastornos de la Alimentación, se halló que el 72,6% de los casos, sufrieron de ASI.
En algunas de las historias clínicas esto se manifestaba en las primeras entrevistas,
en otras con el correr del tratamiento surgían relatos de episodios abusivos.
35
CONCLUSIONES
36
protección integral de los niños y niñas. El trabajo está dirigido a que la víctima
pueda encontrar los recursos necesarios para reducir las consecuencias negativas a
futuro: factores que permiten afrontar y superar los problemas y adversidades de la
vida, nominado también como resilencia, tal como refiere García Vesga y
Domínguez de la Ossa (2013).
37
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