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Universidad de Buenos Aires Facultad de Psicología

TESIS DE LA LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

ABUSO SEXUAL INFANTIL:


Consecuencias a largo plazo

Estudiante: Yanchuk, Yamila Victoria

L.U: 38068259/0

DNI: 38.068.259

Tutora de Tesis: Lic. Siderakis, Melina

DNI: 24.820.008

Fecha de presentación: 20 de octubre. Bs. As., Argentina -.


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………… 3

OBJETIVOS………………………………………………………………………………..5

MÉTODO Y METODOLOGÍA…………………………………………………………….5

MARCO TEÓRICO………………………………………………………………………...6
Familia
Infancia
Maltrato Infantil
Trauma Psicológico
Abuso Sexual Infantil
Características de las consecuencias
Tipos de consecuencias

ENCUADRE NORMATIVO LEGAL……….…………………………………………….15


Convención Internacional sobre los Derechos del Niño - Ley N° 23.849
Ley de Protección Integral Nº 26.061
Ley de Protección contra la Violencia Familiar Nº 24.417
Código Penal - Delito contra la integridad sexual
Ley Nº 26705 - Ley de imprescriptibilidad
Ley Nº 25.852 y Proyecto de modificación del Código Civil y Comercial

ESTADO DEL ARTE………………………………………………………………………20

DESARROLLO………………………………………………………………………….....22

CONCLUSIONES………………………………………………………………………….36

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS…………………………………………………….38

2
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo se encuadra en la Tesis de grado para obtener el título de


la Licenciatura en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. La temática
emerge en el marco de la cursada de la materia electiva del ciclo profesional:
Intervenciones psicológico-forenses en disfunciones y patologías familiares, cuya
docente de la cátedra, la Licenciada Melina Siderakis, se desempeña como tutora.
El contenido de esta tesis también está en relación con el itinerario académico de
otras materias, como Psicología Jurídica.

El propósito es estudiar las consecuencias a largo plazo del abuso sexual


infantil -ASI-. Ello no determina la existencia de un conjunto de características como
un síndrome de post-abuso; como no permite establecer una relación causal entre
dicha vivencia y la presencia de problemas psicológicos: pues existe un compuesto
de variables en función al tipo de abuso sufrido, la frecuencia y severidad, el vínculo
entre agresor y víctima, determinados rasgos de personalidad, las estrategias de
afrontamiento de la víctima y la red social-familiar en la cual se encuentra; lo que
implica tener en cuenta la dimensión de la singularidad de cada caso. De todas
maneras, el ASI constituye un sustancial factor de riesgo para el desarrollo de
secuelas psicopatológicas en la edad adulta.

Si los niños, niñas y adolescentes piden ayuda a su red más cercana luego de
haber ocurrido el abuso sexual, ¿disminuye la sintomatología a largo plazo? ¿Qué
sucede con aquellos niños víctimas de abuso sexual en su adultez? Estos son los
interrogantes que guiarán el presente trabajo.

En primer lugar, para responder aquellas cuestiones se postularán y


desarrollarán, dentro del marco teórico construido, categorías tales como maltrato
infantil, el concepto de familia, el de abuso sexual infantil y qué se entiende por
consecuencias psicológicas en la edad adulta. El encuadre jurídico puntualizará las
leyes y convenciones pertinentes, e incluso, artículos para un abordaje integral de la
problemática.

3
En segundo lugar, en el desarrollo se explicará qué implica que sea una
experiencia de riesgo para la presencia de sintomatología a largo plazo; los efectos
de este tipo de maltrato obstaculizan el establecimiento de una adecuada
interrelación al llegar a la adultez. En los casos de ASI intrafamiliar, hay una
ausencia del modelo familiar positivo que les permita desarrollarse apropiándose de
él, agravando dificultades para establecer otro tipo de relaciones en la vida adulta.

El abuso sexual de una niña o niño es una de las más graves tipologías de
maltrato infantil. En la actualidad se inscribe como un síntoma social, según Cohen
Imach (2017), por los efectos que provoca: es un enunciado de un malestar que
nace de lo social y se hace presente en el mismo escenario que lo produce. Por
tanto, resulta de suma importancia explorar las modalidades del abuso y dar cuenta
de las características que componen al hecho para echar luz sobre la problemática,
e intentar pensar posibles alternativas a las inquietudes esbozadas.

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OBJETIVOS

Objetivo general

 Estudiar las consecuencias psicológicas del abuso sexual infantil en la


edad adulta.

Objetivos específicos

 Desarrollar las características del ASI como una de las formas de


maltrato infantil.
 Explorar si el levantamiento del secreto del abuso es un factor
protector para la disminución de sintomatología a largo plazo.
 Explicar si el apoyo de una red familiar actúa como factor protector
para la reducción de consecuencias psicológicas en la edad adulta.
 Establecer el marco jurídico vigente para la problemática a estudiar.
 Definir el lugar que ocupa la psicología jurídica en casos de ASI y qué
intervenciones posibles se pueden realizar en tal contexto.

MÉTODO Y METODOLOGÍA

La presente tesis de investigación es de carácter descriptiva y exploratoria. Se


propone comprender, indagar, describir, analizar y aumentar el grado de
conocimiento respecto de la problemática del abuso sexual infantil y sus
consecuencias psicológicas a largo plazo.

El método utilizado es de carácter cualitativo: la información aquí recabada


proviene de distintas investigaciones de revistas científicas publicadas, como
también de libros y manuales de distintos autores que se corresponden con la
temática a tratar para arribar a los objetivos previamente planteados.

5
MARCO TEÓRICO

Para responder a los interrogantes planteados es necesario construir un


encuadre de referencia: el sustento epistemológico que permite desarrollar aspectos
vinculados a la problemática es sistémico-relacional con aportes de la psicología
cognitiva.

FAMILIA

Para Wainerman (1994), la familia es la institución social ligada a la


sexualidad y a la procreación, que regula y confiere significado social y cultural a las
necesidades de sus miembros, constituyendo un espacio de convivencia cotidiana,
con una economía compartida y una domesticidad colectiva. En la actualidad se
encuentran distintos modos de organización familiar que difieren mucho de lo
esperado desde la modernidad, en cuanto a la división sexual del trabajo y el amor
romántico. Rivas (2013) plantea que en las últimas décadas el modelo hegemónico
de familia se ha modificado debido a los cambios sociales (feminismo,
anticonceptivos, incorporación de la mujer al mercado laboral) y legales que se han
vivido a partir de la llegada de la democracia en Argentina (matrimonio civil, divorcio,
parejas de hecho, matrimonio entre personas del mismo sexo, adopción).
Eloisa de Jong (2001) define a la familia como una organización social básica
en la reproducción de la vida, en sus aspectos biológicos, psicológicos y sociales.
Es un espacio complejo que emerge como producto de un determinado contexto
socio-político, económico y cultural, atravesada por una historia de modelos. En ella
se pueden consolidar y reproducir las desigualdades sociales; por ejemplo, entre el
hombre y la mujer, entre padres e hijos, puede haber autoritarismo, individualismo y
procesos discriminatorios. Ahora bien, tal como refiere Barudy (1985) existen ciertas
capacidades prácticas de los padres para cuidar, proteger y educar a sus hijos,
asegurándoles un desarrollo sano, lo que se denomina como competencias
parentales, que se diferencia de la parentalidad biológica, es decir, la capacidad de
procrear. Muchos de los padres pueden asumir la parentalidad social como una
continuidad de la biológica, de tal manera que los hijos son cuidados y educados por
las mismas personas que los han procreado.

6
Gran parte de los casos de abuso sexual infantil se dan en un contexto
familiar, conocido por el niño o niña. “La casuística indica que en el 90% de
los casos, los perpetradores de abuso sexual sobre niños son conocidos de la
familia, y entre ellos, con un margen que oscila entre el 65 y el 80 %, los
agresores son los propios padres. Los comportamientos abusivos producen
cambios en la percepción de los cuidados familiares: desde un ambiente
protector a uno abusivo y sexualizado, el cual es sentido por el niño como
amenazante y confuso“(En co-autoría Sarmiento, Varela, Puhl e Izcurdia, 2010).

INFANCIA

Los niños existieron en las sociedades desde los inicios de la humanidad. Lo


que se ha transformado es cómo se los concibe en distintos momentos de la historia
y contextos culturales, tal como postula Ariés (1960). El autor sitúa, por ejemplo, que
Aristóteles conceptualizaba al niño, al igual que al esclavo, como una propiedad del
padre, explicando que en virtud de ello, "nada de lo que se haga con la propiedad"
puede recibir el mote de injusto. La noción de infancia como constructo social
distinto de los adultos es el resultado de una progresiva elaboración que se inicia en
el siglo XVII.
Según Carli (2006), en la modernidad, la educación de la niñez fue una de las
estrategias para la concreción de un orden social nuevo que eliminara el atraso y la
barbarie del mundo medieval y colonial: un imaginario que favoreció la significación
de la infancia, a partir de la concepción de la niñez como germen de la sociedad
política y civil del futuro, y de su escolarización como garantía de un horizonte de
cambio y progreso. Sarmiento consideraba al niño como un menor sin derechos
propios, que debía subordinarse a la autoridad disciplinaria del maestro y de los
padres. Admitir la extinción de la infancia moderna, que debía transcurrir entre la
casa familiar y la escuela, parte de un supuesto y de la constatación de una pérdida
que indica que esa infancia tuvo un status histórico y que la crisis de la modernidad
barrió con ella.
El abuso sexual infantil no es un problema reciente. Los malos tratos a la
infancia son una constante histórica, que se producen en todas las culturas y
sociedades y en cualquier estrato social. No se trata de hechos aislados sino de un
problema universal y complejo, resultante de una interacción de factores

7
individuales, familiares, sociales y culturales (Echeburría y Guerrica-Echevarría,
2000).

MALTRATO INFANTIL

El maltrato infantil se define como “toda acción, omisión o trato negligente, no


accidental, que priva al niño de sus derechos y su bienestar” (Vázquez, 2005, p.9).
Alude a toda conducta de un adulto hacia un niño dentro de un vínculo de confianza
y de responsabilidad, que resulta o puede resultar en un daño real o potencial en la
esfera física, emocional, sexual o cognitiva. La negligencia, el abandono o cualquier
tipo de explotación comercial son otras formas de conductas abusivas que, como las
anteriores, no sólo afectan el desarrollo psicofísico de los niños y niñas sino también
su dignidad como personas (OMS, 1999).

TRAUMA PSICOLÓGICO1

Según Cazabat Eduardo (2001), el trauma es una realidad presente a lo largo


de la humanidad, está íntimamente relacionado con el desarrollo de acontecimientos
sociales, políticos y culturales. Recién en las últimas décadas, sustentado por
movimientos contra la violencia doméstica y sexual, ha crecido el interés en
investigar sus consecuencias y tratamiento. Siguiendo al autor, distintos estudios
han demostrado que las víctimas de violencia sexual y doméstica presentaban
síntomas similares a los veteranos de guerra. Esto llevó nuevamente a estudiar el
fenómeno de abuso sexual infantil. Sólo después del triunfo del movimiento de los
veteranos de guerra de Vietnam en 1980 con la aceptación e institucionalización del
diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático, quedó claro que las víctimas
violadas, abusadas y golpeadas sufrían del mismo trastorno. Zenobi (2017) plantea
que en el mundo contemporáneo la condición de víctima ha cobrado centralidad
como vector de identificación colectiva, y el trauma se ha constituido en un lenguaje
razonable para comunicar el sufrimiento. Se ponen en juego categorías como
trauma o estrés postraumático para exigir derechos.

1
La presente tesis de investigación cuenta con un marco sistémico-relacional con aportes de la
psicología cognitiva. La definición del estatuto de TRAUMA está en relación a dicho cuerpo teórico.

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Para Cazabat (2001), cuando el individuo es enfrentado a una situación
percibida como amenazadora para la vida o la integridad física propia o ajena, y
reacciona con intenso temor, horror o pánico se configuran los factores necesarios
como para que desarrolle un Trastorno de Estrés Postraumático. La respuesta al
estrés de la situación amenazante se auto-perpetúa, configurando de esta manera
la situación traumática. Con la clasificación del DSM IV se produce un cambio de
paradigma: el acento recae sobre la reacción del individuo (y no sobre el evento).
Los efectos del trauma psicológico se expresan, entonces, como cambios en la
respuesta biológica al estrés, produciendo alteraciones profundas en los
mecanismos hormonales relacionados con éste, y en el procesamiento de la
memoria. De esta manera, el hecho traumático interrumpe la línea histórica de la
vida de la víctima, produciendo profundas alteraciones a nivel biológico, emocional,
cognitivo y relacional.

Por otro lado, James (1989), entiende por trauma a aquellas experiencias que
impactan psicológicamente a las víctimas creando en ellas sentimientos de
impotencia, vulnerabilidad, pérdida de la seguridad y pérdida de control
(nuevamente el foco está colocado en el impacto en la víctima y no en la
experiencia en sí misma). Los individuos que han padecido de victimización sexual
son proclives a contraer sintomatología a corto y largo plazo, aunque son múltiples
las variables que inciden; como las características de personalidad, los distintos
recursos de afrontamiento y por supuesto, la influencia del entorno, como se ha
mencionado en líneas anteriores.

ABUSO SEXUAL INFANTIL

El abuso sexual se refiere a cualquier conducta sexual mantenida entre dos


personas (al menos, una de ellas, menor de edad), entre las que existe una
situación de desigualdad -ya sea por razones de edad o de poder- y en la que el
niño es utilizado para la estimulación sexual de la otra persona. Más que la
diferencia de edad -factor, sin duda, fundamental que distorsiona toda posibilidad de
relación libremente consentida-, lo que define el abuso es la asimetría entre los
implicados, y la presencia de coacción -explícita o implícita- (Sosa y Capafons,
1996). También puede pensarse como “toda situación en que un adulto utiliza su

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interrelación con un menor en relación de sometimiento, para obtener satisfacción
sexual, en condiciones tales en que el niño o la niña son sujetos pasivos de tales
actos y pierden la propiedad de sus propios cuerpos” (Grossman y Mesterman,
1992). Esta experiencia de sometimiento es equiparada a un “balazo en el
psiquismo” (Intebi, 1998), fundamentalmente por haber existido una relación de
confianza y respeto como la que se establece con familiares y/o educadores.
El ASI puede incluir diversas formas de escenarios sexuales no adecuados,
tales como manoseos, exhibiciones obscenas, manipulación de los genitales del
niño o niña, inducción a que el menor manipule sus propios genitales o los genitales
del agresor, penetración vaginal, anal, sexo oral, corrupción, obligar al niño a
contactos sexuales con animales, inducción y/o presión para el ejercicio de la
prostitución, participación de niños en videos o fotografías pornográficas, como
describen Sarmiento, Varela, Puhl, Izcurdia (2010).
Por lo general, en los procesos de abuso, la fuerza física no es tomada en
cuenta por el agresor, ya que la manipulación está maniobrada por la violencia
psicológica. Muchos de los abusadores están incluidos en el círculo más cercano
donde frecuenta el menor, por tanto, el abuso se va desarrollando en forma
progresiva. A continuación se desglosan las cinco fases que componen el proceso.
No obstante, no siempre se llegan a cumplir cada una de ellas:

1. Fase de seducción, donde se da el acercamiento por parte del adulto al


menor, con buenos modos, prestación de cuidados y especial atención.
Manipula la dependencia y la confianza del menor. Se incita al niño o niña por
medio de regalos o juegos,
2. Fase de la interacción sexual, involucrando de manera gradual y progresiva a
la víctima, logrando su cooperación o el asentimiento pasivo: puede incluir
comportamientos exhibicionistas, voyeurismo, caricias con carácter erótico,
masturbación, entre otras.
3. El secreto, para que la situación persista, puede llegar a ser por amenazas o
promesas de cuidados. Al niño se le impone el silencio.
4. La revelación, a veces la víctima habla y en otras ocasiones la situación es
descubierta por un tercero.
5. Supresión del ofensor, separación del abusador del niño. (En co-autoría
Sarmiento, Varela, Puhl & Izcurdia, 2010).

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Perrone y Nannini (2000) explicitan que los abusos sexuales intrafamiliares
suelen producirse en un clima de terror o violencia, pero también pueden ocurrir
interacciones donde resulta difícil identificar y descubrir las presiones que se ejercen
sobre la víctima. El poder se vuelve un medio para dominar y controlar al niño/a. La
dialéctica entre el poder y la responsabilidad sufre un desplazamiento: el abusador
carga a la víctima con la responsabilidad del secreto. Utilizan el término “HECHIZO”
para delimitar la influencia que ejerce el abusador sobre el niño sin que éste lo sepa,
la víctima queda atrapada en una relación de alienación, no puede detectar con
nitidez los efectos. El mecanismo del hechizo no tiene que ver con un simple abuso
de poder, ya que se basa en la fascinación. Hay abuso de confianza, el abusador
toma posesión mediante argumentos falaces, traicionando la confianza que ésta
depositó en él. Hay un acto de apropiación del otro, en el sentido de captarlo,
retener su atención y privarlo de la libertad. Esto da cuenta el carácter transgresivo
del abuso, que hace que los hechos queden encapsulados en el espacio
comunicacional de la familia. La regla impuesta es el silencio que garantiza la
supervivencia del sistema, por ello es muy difícil que los niños, niñas y adolescentes
revelen lo sucedido en el momento del trauma y lo hagan mucho tiempo después.

CARACTERÍSTICAS DE LAS CONSECUENCIAS 2

Hay algunas cuestiones a tener en cuenta al analizar el impacto en la víctima


en lo que refiere al abuso sexual infantil según Arboleda Cortés y Duarte Cantón
(1997)3. Por ejemplo, la frecuencia y la duración de la experiencia de abuso. Según
Briere (1988), la duración, la presencia concurrente de malos tratos físicos y la
existencia de múltiples perpetradores se relaciona con una mayor probabilidad de
revictimización en la edad adulta.

2
Es menester considerar que el apartado “CARACTERÍSTICAS DE LAS CONSECUENCIAS” da
cuenta del marco teórico sistémico-relacional que sustenta a este trabajo. Si bien las características
de personalidad como los recursos de cada persona son claves para poder pensar la presencia (o
no) de sintomatología, la influencia del contexto cumple un rol esencial en lo que respecta al
fenómeno.
3
Arboleda Cortés, M. y Duarte, Cantón J. (1997) Malos tratos y abuso sexual infantil. Madrid,
España. Editorial Siglo XXI, 2011.

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Continuando con los aportes de Arboleda Cortés y Duarte Cantón (1997), otra
variable a considerar es el tipo de relación con el agresor. Las experiencias
incestuosas (abuso sexual infantil intrafamiliar) generan efectos a corto, mediano y
largo plazo por el sentimiento de traición y de pérdida de confianza, la implicación
de mayores trastornos familiares y de menor apoyo emocional (miedo a la
desintegración familiar, incredulidad de la denuncia) y hay mayor probabilidad de
que se produzca con más frecuencia y se prolongue durante más tiempo. Por su
parte, Barudy (1985) describe tres tipos de organización familiar:

 Organización enmarañada y altruista: en este tipo de familias el padre es


afectuoso, tierno y cercano a las hijas. Es probable que sea él quien se
ocupe de los cuidados corporales, como así también de jugar con ellas. Allí
la madre da lugar a esta relación estrecha entre ambos. Este tipo de
organización brinda a su entorno una imagen de familia ideal. Al producirse
el develamiento del abuso, el padre abusador muestra su arrepentimiento y
expresa no saber por qué lo hizo, está dispuesto a reparar sus errores y la
familia lo perdona.
 Organización caótica, promiscua e indiferenciada: se caracteriza por las
interacciones caóticas, la ausencia de fronteras generacionales y la
promiscuidad. Coexisten abusos de varios miembros y son familias
carentes, psicosocialmente aisladas y empobrecidas. Solo los inquietan las
consecuencias a nivel judicial, ya que las relaciones incestuosas eran algo
conocido por los integrantes de la misma.
 Organización familiar rígida, absolutista y autoritaria: en este tipo de familia,
cuando se devela el abuso, el padre lo niega rotundamente y acusa a su hija
de haberlo provocado. En cuanto a la madre, adopta el discurso del padre.
Allí el abusador posee representaciones totalitarias y absolutistas sin lugar
para la reflexión. La subjetividad de los miembros de esta familia debe ser
dejada de lado para mantener un conjunto de creencias rígidas y
dogmáticas.
El funcionamiento familiar desempeña un papel clave en lo que refiere al
impacto en la víctima por el grado de salud que posee dicho escenario familiar, y los
recursos de afrontamiento aprehendidos. En conclusión, la incidencia del contexto
es determinante para entender las distintas aristas del fenómeno.

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TIPOS DE CONSECUENCIAS

El impacto del abuso con frecuencia se examina en términos de sus


consecuencias físicas, psicológicas, emocionales, sexuales, del comportamiento y
sociales. Pero en realidad, es difícil separarlas completamente. Una consecuencia
física, tal como el daño al cerebro en el desarrollo de un niño, puede afectar a su
vez, al desarrollo psicológico y causar retrasos mentales o dificultades emocionales.
Los problemas psicológicos se pueden manifestar como comportamientos de alto
riesgo. Dichos comportamientos pueden causar problemas físicos y de salud a largo
plazo. En conclusión, están inter-relacionadas (Poliakoff Silvia y Sanahuja, 2012).

EL ALCANCE DE LAS CONSECUENCIAS EN EL TIEMPO

En cada momento del desarrollo evolutivo las consecuencias del abuso


sexual son diferentes y en general, se manifiestan de acuerdo a las probabilidades
de expresión que tienen los niños en ese periodo.
Sería necesario hacer una diferencia entre indicadores y consecuencias: los
primeros, hablan de una posibilidad, y las actuaciones que se derivan de ello tienen
que ver exclusivamente con las decisiones para la intervención. Las segundas, son
hechos comprobables, sean físicos o psicológicos por diferentes medios de análisis
(Arboleda Cortes y Cantón Duarte, 1997).

CONSECUENCIAS CORTO PLAZO MEDIANO PLAZO LARGO PLAZO


Trastornos del Dolores crónicos
sueño. Cambios en generales.
los hábitos de Hipocondría o
alimentación. trastornos psico-
Diferentes Varían en somáticos.
somatizaciones. intensidad, Alteraciones del
FÍSICAS
Heridas producto del frecuencia y sueño o terror
maltrato y abuso. duración. nocturno recurrente.
Pérdida del control Insomnio. Problemas
de esfínteres. respiratorios y/o
Rechazo del propio gastrointestinales.

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cuerpo. Desórdenes
alimenticios.
Baja en el Fugas del hogar. Varían en intensidad
rendimiento escolar. Trastornos en el y duración.
Dificultades de aprendizaje. Fracaso Adicciones, trastorno
atención y y deserción escolar. disociativo de la
COGNITIVO-
concentración. Ingestión de drogas identidad.
CONDUCTUALES
Desmotivación. y alcohol. Relaciones
Conductas Participación de familiares
regresivas. Rechazo actividades conflictivas.
a personas adultas. delictivas.
Sentimientos de Trastornos de Intentos de suicidio.
tristeza, temor. ansiedad. Ideas Trastornos crónicos
Culpa. Irritabilidad. suicidas. Baja de alimentación.
Cambios bruscos en autoestima. Trastornos mentales.
el estado de ánimo. Trastornos Rasgos de
Ansiedad, emocionales y de sometimiento.
EMOCIONALES
vergüenza. alimentación Desvalorización.
Aislamiento, No cronificados. Despersonalización.
juega. TEPT. Anestesia Personalidad
emocional. TEPT. disociada. Ansiedad.
Enfermedades de Disfunciones en el Disfunciones
transmisión sexual. desarrollo sexual. sexuales. Trastornos
Embarazo. Interés excesivo en del deseo, de
Exhibicionismo. juegos sexuales. satisfacción y
Conocimientos Masturbación motivación.
sexuales no propios compulsiva. Anorgasmia,
SEXUALES
para la edad Embarazo. eyaculación precoz.
cronológica. Enfermedades de Promiscuidad.
transmisión sexual. Fobias sexuales.
Ausencia de Vulnerabilidad y
autopercepción. riesgo de ser
víctimas de violencia
y abuso.
Déficit de Conductas Problemas en las
SOCIALES habilidades y antisociales. relaciones del

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retraimiento social. Aislamiento. cuidado e
interpersonales.

Poliakoff Silvia y Sanahuja (2012): "Para que el secreto se haga voces: manual de
capacitación para la detección, abordaje y prevención del abuso sexual infantil".
Editorial: El escriba, Buenos Aires, 2012.

ENCUADRE NORMATIVO LEGAL

La problemática del ASI cuenta con múltiples aristas, presentándose como un


terreno complejo. En este apartado se desarrollarán las normativas vigentes acorde
al objeto de estudio.

La Convención Internacional sobre los Derechos del niño

Significó una transformación en la forma de concebir a la infancia y su


relación con el Estado, la familia y la comunidad. Implicó cambiar la mirada sobre
los niños reconociéndolos como ciudadanos de derechos, y con la capacidad de
exigir y demandar el cumplimiento de aquellos, como actores que opinan y toman
decisiones.
Fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de
noviembre de 1989, con rango constitucional desde el año 1994 en virtud del
artículo 75 inciso 22 de la Constitución de la Nación Argentina, y sancionada como
Ley Nº 23.849 en septiembre de 1990. Desde esa fecha, señala en su artículo
número 1 que “se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de
edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la
mayoría de edad”. Por tanto, Argentina asume el compromiso de adecuar su
legislación interna, las instituciones, como también las políticas para la infancia y la
adolescencia. Como esboza el artículo 19, los Estados Partes adoptarán todas las
medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para
proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o
trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el
niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de
cualquier otra persona que lo tenga a su cargo. Esas medidas de protección

15
deberían comprender, según corresponda, procedimientos eficaces para el
establecimiento de programas sociales con objeto de proporcionar la asistencia
necesaria al niño, y a quienes cuidan de él, así como para otras formas de
prevención y para la identificación, notificación, remisión a una institución,
investigación, tratamiento y observación ulterior de los casos antes descritos de
malos tratos al niño y, según corresponda, la intervención judicial. Además, en el
artículo 34 refiere que los Estados Partes se comprometen a proteger al niño contra
todas las formas de explotación y abuso sexuales. Con ese fin, se tomarán todas las
medidas de carácter nacional, bilateral y multilateral que sean necesarias para
impedir:
a. La incitación o la coacción para que un niño se dedique a cualquier actividad
sexual ilegal;
b. La explotación del niño en la prostitución u otras prácticas sexuales ilegales;
c. La explotación del niño en espectáculos o materiales pornográficos.
Se tomarán todas las medidas apropiadas para promover la recuperación física y
psicológica como la reintegración social de todo niño víctima de cualquier forma de
abandono, explotación o abuso; tortura u otra forma de tratos o penas crueles,
inhumanas o degradantes; o conflictos armados. Esa recuperación y reintegración
se llevarán a cabo en un ambiente que fomente la salud, el respeto de sí mismo y la
dignidad del niño como aclara el artículo 39.

La adhesión a la Convención implica un cambio de paradigma, ya que


establece una ruptura en el modo de abordar la niñez y la adolescencia. Impone
reformas legislativas en concordancia con las directrices que emanan de ella, pese
a que en nuestro país existió una demora para la adecuación: hasta el año 2005,
que fue derogada, estaba en vigencia la Ley del Patronato, también denominada
Ley de Agote (10.903), que data del año 1919. Estableció el Régimen de Patronato
de menores otorgándoles la potestad a los jueces para poner bajo su tutela a los
menores. Puso de manifiesto la forma en que el Estado comenzaba a receptar a
todos los niños y niñas provenientes de familias con dificultades económicas,
sociales y culturales. La misma autoridad judicial que tenía competencia para
procesar y condenar a jóvenes que cometieron un delito, ponía bajo su tutela a
todos esos niños que la propia ley consideraba en situación de riesgo o abandono
moral y material.

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A partir de la Ley de Agote, se modificó el art. 264 del viejo Código Civil al
disponer que: “La patria potestad es el conjunto de derechos y obligaciones que
corresponden a los padres sobre las personas y bienes de sus hijos” –suprimió la
referencia a los/las hijos/as legítimos-, aunque no alteró el texto del art. 278 que
consagra el poder de corrección parental, gestado en paralelo a conceptos ligados
como la idea de sanación, represión y encierro: “Los padres tienen la facultad de
corregir o hacer corregir moderadamente a sus hijos; y con la intervención del juez,
hacerlos detener en un establecimiento correccional por el término de un mes. La
autoridad local debe reprimir las correcciones excesivas de los padres”.

Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niños y Adolescentes


N° 26.061

Promueve el interés superior del niño, donde uno de sus principios explicita el
Derecho a la Dignidad y a la Integridad Personal: “Las niñas, niños y adolescentes
tienen derecho a la dignidad como sujetos de derechos y personas en desarrollo; a
no ser sometidos a trato violento, discriminatorio, vejatorio, humillante, intimidatorio;
a no ser sometidos a ninguna forma de explotación económica, torturas, abusos o
negligencias, explotación sexual, secuestros o tráfico para cualquier forma o
condición cruel o degradante” .

Ley Protección contra la Violencia Familiar N° 24.417

Se sancionó y promulgó en el año 1994. Los artículos a destacar para pensar


el abuso sexual infantil intrafamiliar son:

Artículo 1º - Toda persona que sufriese lesiones o maltrato físico o psíquico por
parte de alguno de los integrantes del grupo familiar podrá denunciar estos hechos
en forma verbal o escrita ante el juez con competencia en asuntos de familia y
solicitar medidas cautelares conexas. A los efectos de esta Ley se entiende por
grupo familiar el originado en el matrimonio o en las uniones de hecho.
Artículo 2º - Si los damnificados fuesen menores o incapaces, ancianos o
discapacitados, los hechos deberán ser denunciados por sus representantes legales
y/o el Ministerio Público. También estarán obligados a efectuar la denuncia los

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servicios asistenciales sociales y educativos, públicos o privados; los profesionales
de la salud y todo funcionario público en razón de su labor. El menor o incapaz
puede directamente poner en conocimiento de los hechos al Ministerio Público.
Artículo 3º.- El juez requerirá un diagnóstico de interacción familiar efectuado por
peritos de diversas disciplinas para determinar los daños físicos y psíquicos sufridos
por la víctima, la situación de peligro y el medio social y ambiental de la familia. Las
partes podrán solicitar otros informes técnicos.
Artículo 4º.- El juez podrá adoptar, al tomar conocimiento de los hechos motivo de la
denuncia, las siguientes medidas cautelares:
- Ordenar la exclusión del autor, de la vivienda donde habita el grupo familiar;
- Prohibir el acceso del autor al domicilio del damnificado como a los lugares de
trabajo o estudio;
- Ordenar el reintegro al domicilio a petición de quien ha debido salir del mismo por
razones de seguridad personal, excluyendo al autor;
- Decretar provisionalmente alimentos, tenencia y derecho de comunicación con los
hijos.
El juez establecerá la duración de las medidas dispuestas de acuerdo con los
antecedentes de la causa.
Artículo 5º.- El juez, dentro de las 48 horas de adoptadas las medidas precautorias,
convocará a las partes y al Ministerio Público a una audiencia de mediación
instando a las mismas y a su grupo familiar a asistir a programas educativos o
terapéuticos, teniendo en cuenta el informe del artículo 3º.
Artículo 6º.- La reglamentación de esta ley preverá las medidas conducentes a fin de
brindar al imputado y su grupo familiar asistencia médica psicológica gratuita.-
Artículo 7º.- De las denuncias que se presente se dará participación al Consejo
Nacional del Menor y la Familia a fin de atender la coordinación de los servicios
públicos y privados que eviten y, en su caso, superen las causas del maltrato,
abusos y todo tipo de violencia dentro de la familia. Para el mismo efecto podrán ser
convocados por el juez los organismos públicos y entidades no gubernamentales
dedicadas a la prevención de la violencia y asistencia de las víctimas.

18
Ley Nacional 25.087 – Delitos contra la integridad sexual

Es de gran relevancia ya que al modificar el Código Penal, establece un


cambio estructural a lo atinente a delitos sexuales y en lo que respecta a los
derechos humanos. El bien jurídico que debe ser protegido es la integridad sexual
de la persona y ya no está en relación al honor u honestidad.

Artículo 2º.- Sustituyese el artículo 119 del Código Penal, por el siguiente texto:
“Será reprimido con reclusión o prisión de seis meses a cuatro años el que abusare
sexualmente de persona de uno u otro sexo cuando, ésta fuera menor de trece años
o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una
relación de dependencia, de autoridad, de poder, o aprovechándose de que la
víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción. La pena
será de cuatro a diez años de reclusión o prisión cuando el abuso por su duración o
circunstancias de su realización, hubiere configurado un sometimiento sexual
gravemente ultrajante para la víctima. La pena será de seis a quince años de
reclusión o prisión cuando mediando las circunstancias del primer párrafo hubiere
acceso carnal por cualquier vía. En los supuestos de los dos párrafos anteriores, la
pena será de ocho a veinte años de reclusión o prisión si:
a) Resultare un grave daño en la salud física o mental de la víctima;
b) El hecho fuere cometido por ascendiente, descendiente, afín en línea recta,
hermano, tutor, curador, ministro de algún culto reconocido o no, encargado de la
educación o de la guarda;
c) El autor tuviere conocimiento de ser portador de una enfermedad de transmisión
sexual grave, y hubiere existido peligro de contagio;
d) El hecho fuere cometido por dos o más personas, o con armas;
e) El hecho fuere cometido por personal perteneciente a las fuerzas policiales o de
seguridad, en ocasión de sus funciones;
f) El hecho fuere cometido contra un menor de dieciocho años, aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo.

Ley 26705 – Ley de imprescriptibilidad

19
La ley fue sancionada en 2011 y extendió los plazos de prescripción del ASI,
marcando que debe empezar a correr a partir de la mayoría de edad del
denunciante. A fin del 2015, se amplió el tiempo de prescripción para que comience
a computarse desde el momento de la denuncia, para dar más amparo a quiénes
sufren delitos contra la integridad sexual, dado que como en la mayoría de los casos
el perpetrador pertenece a su entorno familiar cercano, suelen contar lo que les
sucedió en la niñez, ya siendo adultos.

La modificación de la Ley 25.852 (Código Procesal Penal de la Nación, 2004),


menciona la importancia del psicólogo especialista en niños y/o adolescentes dado
que será el profesional encargado de efectuar la entrevista. Prevé algunas
condiciones respecto al espacio donde se llevará a cabo el encuentro, teniendo
como fin primordial el interés y la protección del niño. Por último, la incorporación de
los artículos 700 bis, 701 bis y 702 bis al Código Civil y Comercial, establece que se
privará de la responsabilidad parental en los casos de delitos “contra la integridad
sexual previsto en el artículo 119” cometidos contra un hijo o hija.

ESTADO DEL ARTE

Se hará un recorrido en relación a la compilación de investigaciones sobre el


tema hasta el momento. Muchos de los autores coinciden en puntos principales
sobre lo investigado, más allá de que cada uno se ha enfocado en distintas aristas,
lo que permite contar con un mayor grado de familiaridad para un acercamiento al
asunto a explorar.

Carlos Rozansky (2003) da cuenta que el abuso sexual es distinto al resto de


los delitos por las particularidades que esta conducta tipificada presenta: en primer
lugar, por el secreto. No hay en la Argentina, estadísticas serias sobre el tema. En
los últimos años, es evidente que se ha hecho más visible la existencia del
fenómeno como tal, han aumentado las denuncias y la trascendencia mediática de
los casos que se investigan en la justicia. En segundo lugar, hay que señalar la
confusión: las víctimas viven una mezcla de sentimientos de culpa, de auto-
recriminación, de ira, de terror. En los casos en que hay un conocimiento previo o
algún tipo de vínculo familiar o de convivencia, a todo eso se agrega el afecto. La

20
tercera característica es la violencia. Siempre está presente en todos los casos, sin
excepción, sea física o psicológica. Otra característica, son las amenazas: cuantos
más chicos son los niños, menos necesario es recurrir a amenazas. En cuanto a la
responsabilidad del abuso, siempre es del abusador. No hay excepción, ni
posibilidad alguna de derivar esa responsabilidad a la víctima. Además, es
importante mencionar lo que sucede cuando se presenta la normalización del
fenómeno: explicar permanentemente que ese tipo de actos son normales,
naturales, “los hacen todos los padres con los hijos, o los padrastros que los quieren
como hijos”. Según el autor, se está ante la figura de la Corrupción, altera el normal
desarrollo sexual de una criatura. La última característica importante es la asimetría.
No se respetan las necesidades del niño y el abusador la aprovecha y la transforma
en un elemento a su favor, lo cual le va a permitir a su vez, hacer todo lo que en
adelante quiera con su víctima.

Bringiotti (2010) realizó un estudio sobre la prevalencia y características del


abuso sexual infantil. Para lo cual relevó datos recogidos de alumnos menores de
19 años, provenientes de universidades públicas y privadas de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, como así también del Gran Buenos Aires. Del total de la población
escogida, 2750 casos, el abuso asciende al 9% del total, es decir, 247 casos, de los
cuales el 11,9% corresponden al sexo femenino, mientras que el 6,1% al masculino.
En el 68% de los casos, eran de índole intrafamiliar. En lo que respecta a la
conducta adoptada por los damnificados, el 62% no pidió ningún tipo de ayuda; un
16% expresa haberla pedido y no recibir la asistencia o ser inadecuada, mientras
que un 22% revela que pidió ayuda y fue escuchado.
Se considera que el apoyo social es fundamental en la superación en los
casos de abuso sexual infantil, especialmente el sostén de las figuras cuidadoras, lo
que conlleva un mejor estado psicológico tanto en la infancia como en su vida
adulta.

Isabel Nieto Martínez y María Concepción López Casares (2016) abordaron el


concepto de trauma complejo, entendiendo a este como un trastorno que llega a
sufrir una persona debido a la acumulación de traumatización crónica. Puede
generarse cuando una persona se mantiene en contextos vividos como
traumatizantes durante un largo tiempo, cronificándose el daño y la sintomatología.

21
O bien cuando sufre, en diversos momentos vitales, experiencias que devienen en
trauma complejo por la acumulación del daño. Si bien no todas las personas que
han sufrido múltiples traumas desarrollan un trauma complejo, el mismo siempre
conlleva multitraumatización. En primer lugar, la traumatización incide en todas las
áreas de funcionamiento. El organismo sufre repercusiones a corto, medio y largo
plazo en su sistema neurobiológico: en el cuerpo y en la mente (memoria,
conciencia, emociones, pensamiento, sensaciones somáticas).

El DSM-V (American Psychiatric Association, 2014) no recoge como tal el


Trauma Complejo. El diagnóstico más cercano sería el Trastorno de Estrés
Postraumático (TEPT) y queda restringido a un número muy limitado de contextos.
En los criterios del TEPT, se especifica en su apartado A, los tipos de situaciones
traumáticas para las cuales se contempla el diagnóstico (la violencia sexual se
encuentra incluida).

Pereda y Sicilia (2017) se propusieron investigar el efecto de las reacciones


sociales ante la revelación de abuso sexual infantil en el bienestar psicológico de
doce mujeres damnificadas. Los resultados dan cuenta de una elevada frecuencia
de reacciones negativas por parte del entorno de la víctima ante la revelación del
abuso. La negación del abuso y evitar hablar del tema son reacciones frecuentes en
progenitores y familiares cercanos a las víctimas de abuso sexual. Ergo, exacerba la
sintomatología psicopatológica del sujeto por no contar con una red de apoyo y
sostén para procesar lo sucedido.

DESARROLLO

Para comprender si el levantamiento del secreto implica la disminución de


sintomatología en la edad adulta, se dará cuenta el tipo de funcionamiento familiar,
su rol en la revelación y la importancia de la psicología jurídica. Para ello es crucial
explicar, según Losada (2011), que los factores de protección son influencias que
modifican la respuesta de una persona a algún peligro que predispone un resultado
no adaptativo. Esto no significa que tengan que constituir experiencias positivas o
benéficas. El factor protector más relevante para el desarrollo correspondería al
vínculo afectivo y a valores vividos en su espacio de crecimiento familiar. Los

22
factores de riesgo son aquellas condiciones o características del individuo o el
entorno que aumentan la probabilidad de producir un desajuste psicosocial.
Luego, se explicitarán los modelos teóricos que explican la etiología y el
mantenimiento a largo plazo de los efectos. Por último, se esbozarán las
consecuencias a largo plazo, teniendo en cuenta tal como afirman N. Pereda y M.
Arch (2009) que las publicaciones al respecto refieren que no hay un patrón único
de síntomas, pues hay una extensa variedad (incluso en algunos casos ausencia
total) de sintomatología en quienes lo sufren.

Características de la familia

El funcionamiento familiar desempeña un papel esencial en la determinación


del impacto del abuso, tal como esbozan María Lourdes Molina y Alejandra Barbich
(2012). La ausencia de los padres, la incapacidad o enfermedad de la madre, el
trabajo de ellos fuera del hogar y los problemas de la pareja (peleas, malos tratos,
separaciones o divorcios conflictivos) constituyen factores de riesgo que aumentan
las posibilidades de victimización y que no se construyan redes de contención para
la víctima. Son asimismo familias de alto riesgo las constituidas por padres
dominantes y violentos, así como las formadas por madres maltratadas.
Siguiendo a las autoras, el grado en que los miembros de la familia crean en
el relato de la víctima es un factor a considerar en el impacto de quién decide
contarlo. Cuando existen escasas reacciones, los niños presentan más dificultades
para sobrellevar la situación. Lo que se decida creer no es totalmente un proceso
racional científico, sobre todo si se consideran las características de este tipo de
vinculación familiar. En la creencia -o no- acerca de un hecho intervienen factores
emocionales, además de los derivados del conocimiento acerca de las posibilidades
de ocurrencia de la situación planteada, y la misma define el escenario familiar.

Reacción de la familia ante la revelación

El período de revelación o descubrimiento del ASI constituye una auténtica


situación de crisis, no sólo para la víctima sino también para los miembros de la
familia. El primer problema importante al que tiene que hacer frente el niño es el de
conseguir que el adulto al que ha decidido dirigirse crea lo que le está contando.

23
Según Dubowitz (1993), la conducta de los miembros de la familia influye en el tipo
e intensidad de los síntomas que presentarán las víctimas de ASI, de manera que,
cuando los padres reaccionan mostrando una escasa comprensión, se presentará
un peor nivel de adaptación. Los datos aportados por Sanders-Phillips (1995)
demostraron que cuanto menor era el apoyo prestado de la red familiar a la víctima
después de la revelación, mayor era el nivel de depresión que presentaban a
mediano y largo plazo.
A partir del estudio llevado a cabo por Arboleda, Cantón-Cortés y Cantón-
Duarte (2011) se analizó la contribución del contexto familiar a la variabilidad en la
adaptación. Participaron 209 estudiantes universitarias víctimas de abusos sexuales
en la infancia y un grupo de comparación, que completaron durante dos sesiones el
“Cuestionario sobre abuso sexual infantil”, el “Cuestionario de ansiedad estado-
rasgo” y la “Escala de autoestima de Rosenberg”. Tres variables del ambiente
familiar (expresividad, orientación al logro y orientación social recreativa) se
asociaban con una mejor adaptación.
Ahora bien, existe un fenómeno de encubrimiento del maltrato que expresa
María Cristina Ravazzola (1997) mediante la metáfora del “doble ciego”,
desarrollada por el científico Heinz von Foerster (1994). Alude a la capacidad de
construir realidades sin derivarlas de las posibilidades perceptivas: “no vemos que
no vemos”. Si se registra que no vemos se debe a que nuestra mente construye una
coherencia que no es tal. Es posible que se dé la repetición de patrones de
conducta indeseados siguiendo una lógica que perciben como coherente. Lo
particular de esta forma de negación es que niega la propia anestesia y hace posible
la repetición y continuidad del maltrato, generando efectos y consecuencias en
quienes los sufren. En cambio, se reduce el riesgo de la continuidad de los
fenómenos de violencia y maltrato cuando se puede registrar el malestar que
produce su ocurrencia, entendiéndolo como una disonancia afectiva.
Registrar el malestar está arraigado a que la víctima también pueda revelarlo.
Las amenazas del abusador, la relación de confianza con él, la percepción del
niño/a que algo no está bien en lo que está ocurriendo, puede transformarse en
confusión, culpa y silenciamiento de los hechos. Entonces no siempre ocurre que
haya levantamiento del secreto, sumado a la imposibilidad de recurrir a otra figura
familiar en busca de contención o protección por la estructura disfuncional en la cual
está inserto. Como señalan Pellegrin y Wagner (1990), es fundante el papel de

24
apoyo que puede desempeñar la madre creyendo las afirmaciones que realiza el
niño o la niña, pero no siempre la reacción es tal. Algunas lo rechazan, otras creen
en sus afirmaciones pero se sienten tan afectadas que se bloquean y son incapaces
de prestar ayuda.
Retomando a Perrone y Nannini (2000) en el secreto se conjuga lo indecible
(lo que uno no puede caracterizar mediante palabras, lo que el lenguaje no alcanza
a expresar), lo innombrable (lo que no se puede nombrar por ser innoble, confuso o
incalificable) y lo inconfesable (aquello que no se habla por vergüenza, culpa o auto-
condena). Por eso hay un mínimo porcentaje de denuncias judiciales respecto de la
cantidad de casos de ASI. Tomando a Ronald Summit (1983) los niños atraviesan la
etapa de “la acomodación o adaptación”. La misma se da cuando mantienen las
experiencias traumáticas totalmente separadas del resto de sus vivencias
cotidianas, lo cual conlleva a que no puedan impedir el abuso y terminan
aceptándolo, frecuentemente, asumiendo la culpa por su consentimiento. Es
demasiado alarmante para el niño o niña el aceptar que aquellos que dicen amarlo
podrían dañarlo. De esta manera, asume que “el malo” es él, y por eso le ocurren
estas cosas.
Por lo tanto, no siempre que se efectúe la revelación, hay una red familiar que
acompañe el proceso que ello implica aunque el apoyo parental sea un elemento
clave para que las víctimas mantengan o recuperen sus niveles de actividad,
funcionamiento y de relaciones con sus iguales después de la revelación, como
mencionan Poliakoff y Sanahuja (2012).

La importancia de la psicología jurídica

La psicología jurídica posibilita la aproximación del psicólogo tanto en el


ámbito tribunalicio (encuadre pericial, como auxiliar de la justicia) o asistencial
(encuadre psicoterapéutico) tal como esbozan Varela, Sarmiento, Puhl e Izcurdia
(2005). Intebi (2008) enuncia que no es habitual que la confirmación del abuso se
base simplemente en hallar signos físicos. La ausencia de estos no descarta la
posibilidad de ASI ya que éste abarca comportamientos con contacto sexual, como
aquellos sin contacto físico, lo que dificulta la elaboración de un diagnóstico. La
tarea diagnóstica deberá detectar y articular los distintos indicadores que aparezcan
para elaborar un posible escenario de lo ocurrido.

25
Greif (2000) considera que el psicólogo forense en niños requiere de
preparación y conocimiento sobre la problemática, disponer de la utilización de
técnicas de abordaje en psicodiagnóstico, como también abordaje de la vinculación
familiar. El rol pericial del psicólogo se asocia primordialmente a la validación del
testimonio. El objetivo es situar las declaraciones dentro de un contexto que
proporcione una imagen de los aspectos positivos y negativos del niño, de su
contexto y el nivel general del funcionamiento familiar. Hasta el momento, no existen
evaluaciones específicas que puedan determinar la existencia de abuso sexual, sólo
el relato del niño y de allí, su importancia. Como explicita Intebi (2008) el mismo
deberá presentar una serie de características como: conocimientos sexuales que
excedan los esperados para su edad, presencia de detalles, descripción de los
acontecimientos de un modo infantil acorde a su edad, constancia del relato a lo
largo del tiempo, entre otras.
Si se efectúa la denuncia, la problemática de ASI se convierte tanto en una
cuestión familiar como multi-profesional. La intervención ejerce una influencia
directa en su situación psicológica-social y en las relaciones familiares. Además de
la intervención punitiva y protectora, la terapéutica implica el tratamiento del trauma
psicológico individual y el cambio de las relaciones familiares. Debe apuntar a
estabilizar las actividades rutinarias del niño (escuela, relaciones sociales), reducir el
impacto de ciertos factores de estrés, ayudar a que asuma los cambios en su
situación vital, supere sus sentimientos de culpa y vergüenza, para finalmente,
introducir de manera gradual el entrenamiento en determinadas habilidades que le
permitan enfrentarse mejor a situaciones estresantes a largo plazo, según afirma
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997). De hecho, varios factores de
compensación pueden contribuir a la capacidad de recuperación y a la disminución
de los efectos a posterioridad. Algunos de los factores están arraigados a las
características de la personalidad que se adquieren a lo largo de la vida, como el
optimismo, el humor, la creatividad y el aprecio de las amistades.
La retractación, siguiendo a los autores, es algo que suele aparecer:
denuncias son negadas un tiempo después (durante la tramitación de un proceso
judicial es uno de los momentos más complejos de las intervenciones judiciales).
Generalmente está vinculada con la actitud que adopta el/la padre/madre no ofensor
respecto a la situación de abuso demostrando cierto descreimiento y hostilidad. Esta
falta de sostén por parte del adulto responsable actúa como un factor de presión en

26
el niño que lo lleva no sólo a la retractación, sino que además lo expone a la
repetición del abuso, entre otras consecuencias.

Consecuencias psicológicas a largo plazo

El abuso sexual infantil constituye un factor de riesgo en el desarrollo


psicopatológico. Las consecuencias psicológicas que se han relacionado con la
experiencia de ASI pueden perdurar a lo largo del ciclo evolutivo y configurar, en la
edad adulta, los llamados efectos a largo plazo del abuso sexual como describen
Echevarría y Guerrica-Echevarría (2000). Es posible que la víctima no desarrolle
problemas aparentes durante la infancia y que éstos aparezcan como nuevos en la
adultez. Se habla de efectos a largo plazo cuando se encuentran a partir de los dos
años siguientes a la experiencia de abuso, y son comparativamente menos
frecuentes que las consecuencias iniciales.
Tal como enuncian Echeburúa y Corral (2006), el impacto psicológico a largo
plazo puede ser pequeño (a menos que se trate de un abuso sexual grave con
penetración) si la víctima no se enfrenta a otras situaciones adversas, como el
abandono emocional, el maltrato físico, el divorcio de los padres, una patología
familiar grave, etc. Los problemas de la víctima en la vida adulta (depresión,
ansiedad, abuso de alcohol, etc.) surgen en un contexto de vulnerabilidad generado
por el abuso sexual en la infancia, pero provocados directamente por circunstancias
próximas en el tiempo (conflictos de pareja, aislamiento social, problemas en el
trabajo, etc.). De no haber estas circunstancias adversas, aun habiendo sufrido en la
infancia abuso sexual, no habría problemas psicopatológicos actualmente según
Finkelhor (1999).
Por otra parte, Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) destacan la dificultad
que entraña el estudio de los efectos en la etapa adulta, al ser comparados con las
consecuencias iniciales, dada su interacción con otro tipo de factores relacionados
con el paso del tiempo.

Teorías sobre las consecuencias del Abuso Sexual Infantil

Tomando a Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997), existen teorías que se


refieren al impacto y a las consecuencias del ASI. Se expondrán aquellas donde los

27
autores, a partir de criterios y resultados de las investigaciones, dan cuenta del
mantenimiento de dichos efectos en la adultez.

I. El modelo de procesamiento de información del trauma (IPT)

Esta teoría intenta explicar la relación entre el abuso sexual infantil y el nivel
de adaptación alcanzado por la víctima centrándose en dos cuestiones: por un lado,
el procesamiento del abuso por el niño, y por otro, los principales parámetros
implicados en las fases de pretrauma, encapsulación, revelación y recuperación, tal
como mencionan Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997). Según Hartman y
Burgess (1989, 1993), la víctima mantiene la información traumática en la
conciencia activa hasta que puede colocarla en la memoria distante. Para que el
trauma quede resuelto tiene que haber sido suficientemente procesado como para
almacenarse, una vez neutralizados los sentimientos evocados por su recuerdo y
ansiedad. Por el contrario, cuando no se resuelve un acontecimiento traumático y, o
bien permanece en la memoria activa, o el sujeto se defiende de él utilizando
mecanismos cognitivos como la negación, o disociación, la consecuencia suele ser
el desorden de estrés postraumático.

II. Modelos evolutivos

Cole y Putnam (1992) enfatizan la importancia del estadio evolutivo del niño
en el momento de iniciarse el abuso, y se centran en cómo interfiere en el desarrollo
de la integridad del yo, en las habilidades de autorregulación y en la capacidad para
establecer relaciones. Estos problemas constituyen el núcleo básico del que surgen
después toda una variedad de síntomas a posteriori.
Alexander (1992) recurre a la teoría del apego como el marco más idóneo
para entender las consecuencias a largo plazo. De acuerdo con esta teoría, el
abuso sexual infantil se relaciona con el desarrollo de un apego inseguro o
desorganizado de la víctima con al menos uno de sus progenitores, de manera que
la diversidad de síntomas presentes en la etapa adulta se explica por los trastornos
experimentados en las relaciones de apego. Concretamente, el apego de evitación
predispondría al adulto con un historial de abuso a utilizar estrategias de
afrontamiento basadas en la negación, la no expresión de las emociones y la

28
evitación de relaciones con otras personas. El apego de resistencia llevaría a un
estilo de afrontamiento orientado a la proximidad, de manera que la víctima adulta
viviría preocupada por las relaciones emocionales, presentando una tendencia a
sobreidealizar a su compañero y verse negativamente a sí misma. Estas víctimas
con apego de resistencia tenderían a presentar síntomas de ansiedad y de
depresión, así como de desórdenes de personalidad borderline. Finalmente, el
apego desorganizado llevaría a un estilo de afrontamiento confuso o disociativo,
tendiendo a presentar síntomas de estrés postraumático y desordenes de
personalidad múltiple.

III. Teoría cognitivo-conductual

Hoier (1992) formuló un modelo cognitivo-conductual para comprender la


relación antecedente-respuesta-consecuencias que puede estar en el
mantenimiento de las respuestas observadas en las víctimas de abuso sexual
infantil. Para el autor, la resistencia a la extinción de las respuestas de las víctimas
(activación/miedo, evitación/escape) una vez finalizado el abuso se puede explicar
en función a la generalización, la naturaleza de los estímulos condicionados y la
adquisición de reglas cognitivas. La generalización tiene lugar cuando un estímulo
neutro que comparte características comunes con el estímulo condicionado original
lleva a evocar también respuestas relacionadas con el trauma. La secuencia y
complejidad de los estímulos asociados al abuso contribuyen al mantenimiento de
las respuestas traumáticas al impedir los procesos normales de extinción y
desensibilización. Un último mecanismo que explica el control y el mantenimiento de
las respuestas relacionadas con el trauma son las reglas cognitivas (cogniciones
construidas por los individuos para describir las relaciones entre antecedentes-
respuestas-consecuencias), caracterizadas por su capacidad para regular las
respuestas de los individuos con independencia de los sucesos ambientales. Así,
una víctima de abusos sexuales puede continuar utilizando estrategias de escape
incluso en condiciones de seguridad después de finalizar el abuso sexual.

IV. Modelo transaccional

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Spaccarelli (1994) formuló un modelo transaccional que consideraba el abuso
sexual como una serie de sucesos estresantes y las evaluaciones cognitivas y
respuestas de afrontamiento de las víctimas como factores de riesgo o de
protección que pueden mediatizar los efectos del abuso en la salud mental. Los
factores evolutivos (la edad de la víctima, sus capacidades cognitivas) y ambientales
(el apoyo familiar) pueden afectar las respuestas de la víctima al moderar la relación
entre los factores de estrés del abuso sexual y dichas respuestas. Según Cantón
Duarte y Cortés Arboleda (1997), cuanto mayor sea el nivel de sucesos estresantes
mayor será la probabilidad de que la víctima presente síntomas de estrés
postraumático, ansiedad-depresión y problemas conductuales. Un mayor nivel de
estrés ejercerá influencia indirecta en los síntomas al aumentar la probabilidad de
que las víctimas utilicen estrategias de afrontamiento maladaptativas y perciban los
sucesos del abuso de manera que se dañe su autoimagen positiva, su sentimiento
de seguridad y su confianza en los demás.
Según Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997), esta teoría asume la
existencia de una interacción compleja entre procesos evolutivos puestos en marcha
antes del abuso y las transacciones persona-ambiente positiva y negativas que
pueden ocurrir después. Para los autores, la teoría sugiere que los estudios deben
centrarse en las variables que pueden mitigar los efectos negativos del abuso
sexual (por ejemplo la tendencia a afrontarlo buscando apoyo emocional, las
relaciones de apoyo con el progenitor que no participó en los abusos) y la necesidad
de analizar detenidamente a las víctimas que parecen resistentes a los efectos
negativos.

A continuación se han agrupado las problemáticas a largo plazo encontradas


en la literatura con la finalidad de facilitar la comprensión de los resultados de los
estudios.

Reacciones emocionales y autopercepciones


Según Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) diversos estudios han
encontrado que es más probable que las víctimas de abuso sexual infantil presenten
niveles significativamente superiores de Trastorno de Depresión Mayor que los
grupos controles. López (1994) afirmó que las víctimas presentaban niveles
superiores de depresión. Realizó un meta-análisis con 26 estudios sobre la relación

30
entre ASI y la adaptación psicológica durante la etapa adulta, incluyendo sólo las
investigaciones que cumplían determinados criterios como la utilización de grupos
control, -instrumento adecuado para evaluar la adaptación psicológica- y suficiente
información estadista. Los datos demostraron la existencia de una relación
estadísticamente significativa entre el ASI y el nivel de depresión en la adultez.
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) también explicitan que los resultados de los
estudios apoyan la existencia de una relación entre los intentos e ideas de suicidio y
un historial de ASI, específicamente cuando se han producido mal trato físico o
amenazas.
Continuando con el lineamiento de los autores, el historial de ASI se relaciona
con síntomas de ansiedad en la etapa adulta, tanto con muestras clínicas como
comunitarias. Herman y Schatzow (1987) realizaron un estudio con pacientes que
estaban recibiendo psicoterapia y encontraron que de las 53 mujeres que habían
sido víctimas, 14 presentaban ansiedad crónica grave. En la mayoría de los casos el
abuso fue acompañado del uso de la fuerza (23%), o de la amenaza (38%) y el 75%
había sido víctima de su propio padre o padrastro.
Briere (1984) encontró que el 64% de las mujeres que habían sido víctimas de
ASI se sentían aisladas y estigmatizadas, en comparación con el 49% del grupo
control; el porcentaje de víctimas que presentaban esta sintomatología era superior
en los casos de incesto. Tomando a Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997), los
sentimientos de aislamiento y de estigmatización conjunto al de la baja autoestima
son síntomas presentes entre adultos que han sido víctimas de abuso sexual
infantil.

Desórdenes de personalidad
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) explicitaron que se ha encontrado
una relación entre ASI y el desarrollo de un desorden de personalidad múltiple
(DPM). Uno de los estudios que tomaron (Coons y Milstein, 1986) compararon a 20
pacientes que cumplían los criterios DSM-III de personalidad múltiple con otras 20
pacientes no esquizofrénicas y encontraron que el 75% de las pacientes con DPM
tenía una historia de ASI (frente al 5% del grupo control). Sin embargo, como el 55%
de las pacientes con DPM presentaba también un historial de malos tratos físicos,
resulta imposible determinar los efectos específicos del ASI.

31
Bryer, Nelson, Miller y Krol (1987), encontraron que de 14 pacientes con
síntomas de desórdenes de personalidad borderline, 12 (86%) habían sido víctimas
de abuso sexual infantil.

Trastorno de estrés postraumático


Según Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) para explicar la complejidad
de los síntomas identificados en muchas de las víctimas ya adultas, se ha sugerido
la presencia de un desorden de estrés postraumático. Dicho desorden se compone
de una serie de síntomas consistentes, básicamente, en la re-experimentación
intrusiva del suceso traumático y en su negación. Según Lipovsky y Kilpatrick
(1992), las víctimas pasan alternativamente por fases de pensamiento intrusivo y de
negación, presentando un patrón de síntomas que encaja con el diagnóstico de
Trastorno de Estrés Postraumático, especialmente la re-experimentación del suceso
en formas de imágenes retrospectivas durante las relaciones sexuales.
Siguiendo a Cantón-Cortés, Justicia y María Rosario Cortés (2011) el impacto
del ASI en la víctima se puede explicar por las características del abuso. En este
sentido, los estudios que han tomado para realizar su propia investigación dieron
cuenta que aquellos abusos relacionados de forma más consistente con un peor
ajuste psicológico son aquellos que han sido más frecuentes (Chromy, 2006;
Hébert, Tremblay, Parent, Daignault y Piché, 2006), en los que se han cometido
actos más intrusivos, (Lemieux y Byers, 2008), y cuando había una relación de
proximidad entre el agresor y la víctima (McLean y Gallop, 2003). Para Cantón-
Cortés, Justicia y María Rosario Cortés (2011), la gravedad del abuso, -evaluada en
términos de continuidad-, la relación con el agresor y el tipo de actos cometidos,
incrementa las atribuciones de autoinculpación e inculpación a la familia.
Encontraron un efecto directo de las estrategias de afrontamiento de evitación sobre
las puntuaciones en TEPT. Estas estrategias pueden provocar mayores síntomas de
malestar psicológico, ya que podrían bloquear o interferir con el procesamiento
emocional o cognitivo de las experiencias traumáticas. Sin embargo, y
contrariamente a la hipótesis que dichos autores postulaban, no se encontró un
efecto directo de la gravedad del abuso sobre las puntuaciones en TEPT de las
víctimas.

Efectos en las relaciones interpersonales y crianza de los hijos

32
Las mujeres que durante su infancia fueron objeto de abusos sexuales suelen
informar problemas para relacionarse tanto con hombres como con mujeres, así
como de dificultades en la crianza de sus propios hijos, según lo trabajaron Cantón
Duarte y Cortés Arboleda (1997). Jehu (1988) encontró en una muestra clínica que
muchas de las mujeres con un historial de ASI tenían dificultades en sus relaciones
interpersonales: el 90% dijo tener problemas en las relaciones con los hombres, el
49% con las mujeres y un 78% manifestó que tenía dificultades para confiar en los
demás. Según el investigador, estos problemas podrían relacionarse con problemas
de habilidades de comunicación y de asertividad.
Por lo que respecta a las dificultades que presentan las víctimas de ASI en la
crianza de los hijos, Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) confirman que
presentaban un nivel inferior en habilidades de comunicación y autoimagen.

Efectos en la sexualidad
Beitchman (1992) afirma que los porcentajes más altos de trastornos sexuales
corresponden a víctimas de incesto padre/hija y en los casos donde se ha producido
penetración. Por lo general, los efectos en la sexualidad hace que éste sea el
principal motivo de consulta psicoterapéutica de las mujeres que han sufrido ASI: no
pueden disfrutar de su sexualidad, o poseen ciertos conflictos con sus parejas ya
que no pueden acceder a tener relaciones sexuales. Para el autor, como las
actitudes sexuales se desarrollan con el tiempo y resultan de múltiples influencias,
habría que investigar que posibles variables mediadoras puedan incrementar o
disminuir el impacto a largo plazo.

Revictimización
Cantón Duarte y Cortés Arboleda (1997) afirman que otra consecuencia que
se ha relacionado con el ASI ha sido el mayor riesgo de victimización, entendiendo
como tal el posterior abuso sexual de la víctima cuando es adulta. La experiencia de
revictimización puede combinarse e incrementar los efectos del ASI. Según
Messman y Long (1996), se han formulado explicaciones teóricas sobre esta
relación. Se incluye la teoría del aprendizaje (las conductas y creencias
maladaptativas aprendidas pueden contribuir a una mayor vulnerabilidad), la
elección de relaciones (aprendizaje y adopción de un repertorio inapropiado de
conductas sexuales, tendencia a sobre-sexualizar todas las relaciones con hombres

33
y a relacionarse con hombres que tienden a abusar de las mujeres, incapacidad
para identificar a las personas en las que se puede confiar), la indefensión
aprendida (las víctimas de agresiones no contingentes a su conducta ven cada vez
menos opciones de escape al abuso, centrándose en minimizar las lesiones y en el
afrontamiento del dolor y del miedo; son incapaces de descubrir posibles formas de
escape) y el modelo de las dinámicas traumagénicas (sexualización traumática,
traición, estigmatización e indefensión). No obstante, hasta la fecha, los autores
refieren que ninguna de las teorías esbozadas sobre la etiología de la victimización
ha sido empíricamente demostrada.

Consumo problemático de sustancias


El uso de drogas se puede definir como la utilización de sustancias con el fin
de aliviar una dolencia o experimentar sensaciones placenteras. Se habla abuso de
drogas para referir al consumo con cierta periodización y en dosis importantes. Por
último, el término adicciones se usa cuando las personas que consumen sienten
que no pueden prescindir de una sustancia o de una actividad, y se realiza de forma
continuada en el tiempo (Kornblit, Camarotti, DiLeo, Verardi, 2011).
Los estudios empíricos han confirmado la existencia de una relación entre el
ASI y el consumo de drogas y/o alcohol durante la etapa adulta. Los resultados de la
investigación realizada por Briere y Runtz (1988) con una muestra clínica
demostraron que las víctimas de abuso informaban con más frecuencia que el grupo
de control de problemas de acción a las drogas (20,9 versus 2,3%) y de alcoholismo
(26,9 versus 10,5%).

Trastornos alimentarios
Losada (2009) plantea que los desórdenes alimenticios son enfermedades
conductuales producidas por una serie de factores que pueden incluir trastornos
emocionales, presiones familiares, sensibilidad genética/biológica y obsesión con la
delgadez, como así también la exposición a determinados tipos de violencia. Se
observa un gran número de casos que desarrollan patologías alimentarias luego de
haber sufrido abuso sexual infantil. Sobre todo en aquellos que han sido
descalificados, retractados y acusados en sus relatos y/o sin un adecuado
tratamiento judicial/familiar.

34
Losada (2009) señaló que la bulimia y la anorexia comparten características
como la depresión, el ocultar de alimento y la obsesión por la pérdida de peso. La
anorexia se caracteriza por un alto nivel de exigencia, búsqueda de la perfección,
no sólo en su cuerpo sino en todo lo que se realiza.
Losada (2011) afirma en su investigación que de la lectura de las 2076
historias clínicas de los pacientes atendidos durante el término de diez años (1999 a
2009) con diagnósticos de patologías alimentarias en el Instituto Argentino de
Trastornos de la Alimentación, se halló que el 72,6% de los casos, sufrieron de ASI.
En algunas de las historias clínicas esto se manifestaba en las primeras entrevistas,
en otras con el correr del tratamiento surgían relatos de episodios abusivos.

35
CONCLUSIONES

El abuso sexual infantil es una problemática que vulnera la estabilidad social,


pues sus efectos ilustran la gravedad del fenómeno. Las consecuencias son
múltiples: los sujetos no sólo presentan dificultades iniciales sino también a largo
plazo. En esta revisión se pudo pesquisar la variabilidad de la sintomatología a
presentar (a saber, Trastorno de depresión mayor, Trastorno de ansiedad, TEPT,
Borderline, Trastornos alimenticios, entre otras), los efectos en las relaciones
interpersonales, como también las secuelas en la sexualidad, y el consumo
problemático de sustancias.

A pesar de los avances, no se ha llegado a conclusiones unánimes sobre la


proporción de las víctimas que presentan consecuencias a largo plazo, ¿por qué
algunas no presentan directamente sintomatología? Como se ha esbozado, algunos
estudios refieren que la vulnerabilidad del contexto en la etapa adulta es gatillo para
la presentación de las consecuencias. Es considerable, a comparación de los
efectos iniciales, que el período de la adultez implique la existencia de múltiples
variables mediadoras, lo que conlleva mayor complejidad a la hora de investigar.

El sostén de la red familiar se ubica, en relación al impacto, como factor


protector para la contracción de sintomatología a largo plazo. Por el contrario, las
consecuencias serían más nocivas cuando no hay contención ni credibilidad en el
relato. De todas maneras, es pertinente contextualizar que el abuso sexual infantil,
como una de las formas de maltrato, se caracteriza por presentar un escenario
familiar disfuncional, por lo que no siempre las víctimas denuncian lo sucedido. El
levantamiento del secreto y una posición activa de alguna de las figuras de la
familia, en función a la escucha de ese niño/a, convierte el fenómeno de abuso en
una cuestión pública, que excede el marco de lo privado.

Resulta necesario poder ubicar el rol del psicólogo, entendiendo que no se


puede realizar una separación entre la psicología y el campo jurídico. De allí la
importancia de la psicología jurídica, como aquella que conlleva el entrecruzamiento
de ambos discursos. Las intervenciones -enmarcadas en un necesario abordaje
interdisciplinario- deben estar dirigidas, a partir de la legislación vigente, hacia la

36
protección integral de los niños y niñas. El trabajo está dirigido a que la víctima
pueda encontrar los recursos necesarios para reducir las consecuencias negativas a
futuro: factores que permiten afrontar y superar los problemas y adversidades de la
vida, nominado también como resilencia, tal como refiere García Vesga y
Domínguez de la Ossa (2013).

La capacidad de afrontar las vicisitudes de la vida dependerá no sólo de los


recursos que cuente la víctima, o del apoyo de la red más cercana, sino también de
las estrategias éticas del psicólogo en su quehacer clínico y de la responsabilidad
de la Justicia, entendiendo el fenómeno del abuso como una problemática socio-
histórica, que entrama una de las formas de abuso de poder y dominio, y que
implica desde lo profesional reconocer su alcance y gravedad para continuar
investigando y abriendo interrogantes.

37
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