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Resumen Historia Americana

“Historia Contemporánea de América Latina”, de Halperín Donghi

Capítulo I: El legado colonial


Hispanoamérica:
Durante el período colonial las diferentes importancias de las distintas regiones de
América Latina se mantuvieron. La costa atlántica (hasta mediados del siglo XVIII) y las
Antillas (hasta la independencia) serían las zonas más rezagadas de un imperio español
centrado en la minería andina. El sistema colonial español tenía el objetivo principal de
obtener la mayor cantidad posible de metálico con el mínimo de recursos. El sistema
comercial y tributario metropolitano se orientó hacia ese fin, y ello acarreó algunos
efectos: 1) la supremacía económica de los emisarios locales de la Metrópoli (el fisco y
los comerciantes aseguraban el vínculo con la Península); 2) el mantenimiento de las
otras actividades económicas por fuera de la circulación monetaria.
Los sectores criollos y la Metrópoli lograron convivir -inestablemente- durante
mucho tiempo gracias a que el botín de la conquista no sólo era metálico, sino también
hombres y tierras. La importancia de la franja geográfica que va desde México hasta
Bolivia reside en la de poblaciones indígenas que habían logrado un desarrollo
importante antes de la Conquista, lo cual las volvía funcionales a la economía colonial
(no sólo para la minería, sino también para actividades artesanales y agrícolas). Sobre
la tierra y el trabajo indígena se montará un modo de vida señorial que persistirá hasta
bien entrado el siglo XIX (variable según los países). Durante los siglos XVI y XVII, la
conquista española conllevó la muerte de miles de aborígenes (por guerras y porque el
trabajo minero era sumamente insalubre); por ello, hacia los siglo XVII y XVIII, la
escasez de mano de obra fue percibida por la Corona.
Otras de las consecuencias del derrumbe demográfico del siglo XVII fueron: 1)
el reemplazo de la agricultura por la ganadería del ovino; 2) el reemplazo, con mayor
intensidad en las zonas más importantes del imperio (México), de la comunidad agraria
indígena por la hacienda, unidad de explotación del suelo dirigida por españoles. La
hacienda, además, requería de un mercado capaz de absorber su producción (a
diferencia de la comunidad agraria aborigen, que era de autoconsumo).
Dentro del orden económico colonial, la explotación agrícola estaba subsumida
a la minería y al comercio (les proporcionaba fuerza de trabajo, alimentos, tejidos y
animales de carga a bajo precio); ello no le impedía, sin embargo, desarrollar una
economía de subsistencia.
Hacia el siglo XVIII, comenzaban a darse transformaciones en el orden colonial
(no tanto en México): la minería entraba en una lenta decadencia, pero lo más
importante fueron las reformas borbónicas, que implicaron una reforma administrativa,
económica y militar del imperio. Entre las causas de las reformas borbónicas
encontramos la creciente pérdida del control por parte de España de las colonias, así
como una voluntad metropolitana por modernizarlas, y también el descubrimiento de la
capacidad consumidora de las colonias (recordar el contexto de surgimiento industrial
en Europa, aunque sin embargo España se mostraría débil para ofrecer manufacturas
a las colonias), lo cual supuso la instauración del libre comercio entre la Metrópoli y las
colonias. Además, las reformas borbónicas significaron un mayor control fiscal y militar
(creación de nuevos virreinatos, reestructuración del Ejército, por el cual se dejaba de
contratar mercenarios y se reclutaban soldados profesionales).
Algunas de las consecuencias de las reformas: 1) mayor fragmentación entre las
distintas colonias, que ahora sólo se vincularán directamente con España; 2)
desplazamiento, en las posiciones dominantes, de los criollos a favor de los
comerciantes peninsulares; 3) España, lejos de convertirse en proveedora industrial de
las colonias, aparece como intermediaria entre ellas y las potencias económicas
europeas industriales (sobre todo Inglaterra); 4) mayor “resentimiento” en los criollos,
que ahora deberían re-subsumirse a la Metrópoli; 5) si bien mejoró la eficacia
administrativa, la corrupción e indisciplina de los funcionarios persistió; 6) se conservó
(y se eficientizó) la función política de la Iglesia, que no era mal vista por los sectores
subalternos. Las reformas borbónicas supusieron grandes cambios en algunas regiones
(como el Río de la Plata, por ejemplo); incorporaron, a las desigualdades ya existentes,
otras nuevas.
Las comunicaciones entre las distintas regiones de Hispanoamérica eran muy
malas: tan sólo el transporte fluvial era medianamente seguro y eficiente. Ello es una
causa importante de la gran fragmentación de la región hacia fines del siglo XVIII. De
hecho, los transportes suponen uno de los costos mayores en la economía colonial. En
este contexto, se da una Hispanoamérica contradictoria: en ciertos aspectos estaba más
integrada que hoy, pero estaba muy segmentada en diminutas áreas.
Hay algunos rasgos comunes a Hispanoamérica en su conjunto: 1) la incidencia
de la Iglesia, no sólo en lo social y lo político, sino también en lo económico; 2) la
existencia de castas bien definidas y reafirmadas (“pigmentación”), en donde la
supremacía la tienen los blancos peninsulares y cristianos. La diferenciación por castas
es un elemento estabilizador, destinado a impedir el ascenso de los sectores urbanos
inferiores a través de la administración, el Ejército y la Iglesia. Pero la “recastificación”
de la sociedad hispanoamericana a fines del siglo XVIII demuestra que ella no tiene
lugar para todos sus integrantes. La movilidad social prácticamente nula en este
contexto de ascenso económico de ciertos sectores es fundamental para comprender la
creciente hostilidad, sobre todo por parte de los criollos, hacia los sectores peninsulares;
hostilidad agravada porque las reformas borbónicas otorgaban los cargos privilegiados
únicamente a los peninsulares. Así, la sociedad colonial crea una masa de descontento
creciente, sobre todo de sectores que aspiran a más de lo que son.

México:
• Región históricamente más importante y próspera de la colonia, diferenciada del
resto del imperio.
• Norte de México: ganadero y minero, era subsidiario del México Central.
• Tierras bajas del este (despobladas): surgimiento del azúcar hacia fines del siglo
XVIII.
• Centro: industria artesanal relativamente importante, destinada hacia el mercado
interno.
• Sectores dominantes del México Central y meridional: grandes comerciantes de
Veracruz (muchos de ellos peninsulares tras las reformas borbónicas).
• Autonomía de la minería respecto al comercio (mineros poseen capitales).
• Su economía crece en la 2da mitad del siglo XVIII aunque no tanto como otras
regiones.
• Clase alta lujosa mexicana: criollos (mineros) y peninsulares (comerciantes y
terratenientes), a la vez que miseria popular. Enorme desigualdad social.
• Crecimiento demográfico (siglo XVIII), sobre todo en el sector de autoconsumo.
• Migraciones internas que, junto con el crecimiento demográfico, no son
absorbidas en el empleo.
• Clase media no es aceptada en los cargos burocráticos, reservados a los
peninsulares.
Así, este clima de prosperidad comenzaba a mostrar sus facetas más negativas, que
terminarían por hacerse ver claramente con la entrada del siglo XIX.

Antillas españolas (Cuba)


• Ganadera hasta principios del siglo XVIII, se orienta hacia la agricultura tropical.
• Tradicionalmente, 1) ganado y 2) tabaco (fluctuante).
• Siglo XVIII: introducción del azúcar. Fines del siglo XVIII y principios del XIX:
gran crecimiento del azúcar, por la huída de plantadores de Haití por la revuelta, más
favorable coyuntura internacional (independencia de EEUU, revolución francesa,
guerras civiles en España).
• Explotación del azúcar: escasez de capitales (arcaísmos técnicos), pequeñas
unidades productivas, mano de obra esclava.
• Azúcar ajeno en gran parte a España.
• Propietarios, en un principio, subsumidos a los comerciantes que les brindan
capitales y son sus acreedores.
• Región muy afectada por las reformas borbónicas.

América Central:
• Más estancada que México y Cuba.
• Más del 50% de la población era indígena.
• Guatemala: mayor concentración indígena. Grandes haciendas y comunidades
indígenas de subsistencia.
• El Salvador: no tantos indios y propiedad más dividida. Más tropical.
Comerciantes dominan la economía. Importancia del índigo.
• Honduras y Nicaragua: ganadería extensiva y escaso desarrollo. Mestizos y
mulatos.
• Costa Rica: más despoblada. Hacia 1750, se establecen colonos gallegos en
agricultura de autoconsumo.

Nueva Granada (Colombia):


• Región muy compleja: fragmentada por accidentes geográficos.
• En crecimiento durante el siglo XVIII.
• Importancia del oro, sobre todo durante el siglo XVIII. Mano de obra esclava para
la minería.
• Más allá del oro, retraso y cierto aislamiento del mercado mundial.
• Costa: blanca y mulata.
• Interior: mestizo y en menor medida blanco.
• Meseta: ganadería y agricultura. Grandes terratenientes en algunas regiones
(Bogotá) y propiedad más dividida en otras (Antioquia).
• Cartagena (en la costa): fortaleza militar española muy importante.

Venezuela:
• A diferencia de Colombia, volcada al mercado ultramarino y más integrada.
• Importancia del cacao. En menor medida, el café, el índigo y el algodón.
• Costa y valles andinos: agricultura de plantación, en manos de grandes
terratenientes criollos que usan mano de obra esclava.
• Región muy afectada por las reformas borbónicas.

Ecuador:
• Fuerte oposición costa/sierra.
• Costa: agricultura tropical de plantación (cacao de menor calidad que el
venezolano pero más barato), con mano de obra esclava y dirigida al mercado
ultramarino.
• Sierra: mayoría indígena, minoría blanca. Aislada del comercio ultramarino (se
manifiesta en la persistencia de idiomas prehispánicos). Sobre todo de autoconsumo,
aunque hay cierta producción destinada a la costa o al Río de la Plata.
• Existe una alta clase indígena, “cómplice” de las clases dominantes blancas.

Virreinato del Perú:


• En crisis por la subdivisión del virreinato (se habían creado el de Nueva Granada
y el del Río de la Plata, que tenía las tierras del Alto Perú), ya que Lima pierde la
concentración de la producción proveniente de estas regiones (sobre todo del Alto Perú)
a manos de Buenos Aires.
• Aumento de la producción de plata en tierras bajoperuanas.
• Minería seguía siendo la base de la economía y el comercio ultramarino peruano.
• Sierra del norte: mestiza y bastante bien incorporada al comercio con otras
colonias.
• Costa: agricultura orientada hacia el comercio hispanoamericano (haciendas y
esclavos). Artesanía vinculada a la agricultura.
• Sierra del sur (Cuzco): indígena, proveedora de las zonas mineras, a la vez que
desarrolla una agricultura de subsistencia y una ganadería que atiende a las artesanías
locales. Predominancia de comunidades indígenas.
• Agricultura serrana oprimida por clases altas españolas e indígenas.
• Clases altas locales subsumidas a las de Lima (estas últimas son propietarias
de los latifundios costeros y comerciantes).
• Lima debe compartir sus ganancias con la Metrópoli.

Chile:
• Tradicionalmente subsumido a Lima.
• Región más aislada de todas (poca repercusión de las reformas borbónicas).
• Siglo XVIII: crecimiento lento, sobre todo de metales preciosos (para
exportación).
• Poca diversificación económica por falta de compradores. Sólo Lima le compra
trigo.
• Población crece más rápido que la economía, y es sobre todo rural, blanca y
mestiza.
• Conquista de tierras indígenas durante el siglo XVIII.
• Siglo XVIII: pocos cambios en la estructura social. Campo: gran propiedad,
explotación semifeudal. Sube la proporción de los peninsulares (burócratas o
comerciantes) en las clases altas.
• Escasa población negra y mulata.
Río de la Plata:
• Región muy afectada por las reformas borbónicas, por, entre otras cosas, la
necesidad de establecer una barrera ante el avance portugués.
• Economía, tradicionalmente dirigida hacia Lima, ahora se dirige hacia Buenos
Aires, que crece mucho.
• Clase mercantil rápidamente ampliada (sobre todo por la inmigración española)
y enriquecida, que domina por la concentración de la producción proveniente del Alto
Perú.
• Interior abastece al Alto Perú. El litoral y Buenos Aires son mercados auxiliares,
aunque el libre comercio con España a partir de 1778 lo perjudica.
• Litoral rioplatense crece muy rápido durante la segunda mitad del s. XVIII.
Subsumido a Bs As. Producción de cueros, con escasa mano de obra.
• Región pampeana y litoral: privilegiada porque no hay clara propiedad de la
tierra, lo que permite la ganadería extensiva, también gracias a reducidas amenazas
indígenas.
• Montevideo, rival de Buenos Aires, no puede competir contra ella.

Paraguay:
• Misiones: en decadencia. Produce algodón y yerba mate, pero pierde mercados
con Paraguay.
• Paraguay: prospera. Dominada por colonos peninsulares. Produce yerba, tabaco
y ganadería vacuna.

Alto Perú:
• Aún núcleo demográfico (indígena y mestizo) y económico del Virreinato del Río
de la Plata.
• Mayor dependencia de la minería respecto de comercio (respecto de México).
• Cierta decadencia de la minería, pero aún sigue siendo la más importante de la
Sudamérica española. Mano de obra sobre todo indígena.
• Agricultura altoperuano y artesanías textiles que proveen a las minas.
• Surgen ciudades comerciales (La Paz) al lado de las mineras. La Paz, indígena
sobre todo, es el nexo entre el Potosí y el Bajo Perú. Por ello, se ve perjudicada con las
reformas borbónicas.

Brasil:
El siglo XVIII afectó más a Brasil que a Hispanoamérica. El núcleo económico se
desplazó del norte azucarero al centro minero. Además, se expandió territorialmente.
Hasta fines del siglo XVII, Brasil se había centrado en la producción de azúcar, sobre
todo en el Norte. Pero hacia esta fecha, el azúcar comenzó su larga decadencia (que
duraría hasta fines del siglo XIX), tras la instalación de este cultivo en las Antillas, lo cual
suponía una mayor competencia en un mercado relativamente reducido. Brasil no
estaba bien preparado para afrontar esta competencia, ya que la producción azucarera
era bastante arcaica. Pero con la decadencia del azúcar, fue creciendo, en el Centro, la
ganadería y la caza de indígenas (para venderlos como esclavos complementarios en
las plantaciones azucareras, que, por no disponer de moneda suficiente, ya no podían
comprar tantos esclavos africanos, ahora dirigidos a las Antillas).
El descubrimiento de oro en 1698 y el de diamantes hacia 1730 cambiarían la historia
brasileña. Estos minerales, existentes en la zona de Minas Gerais, serían una riqueza
fundamental para Brasil. La minería (mucho menor que la hispanoamericana) permitió
el retome de la importación de esclavos africanos (aunque destinados a esta actividad
y no a la azucarera) y facilitó, como en ningún otro país de Latinoamérica, la inmigración
europea. Pero hacia fines del siglo XVIII la minería entraría en decadencia.
A la vez, en la costa de Río de Janeiro, que se había convertido en la capital del Imperio,
se producía algodón (favorecido con el auge de la Revolución Industrial) y el arroz. En
Río Grande Do Sul, se practicó la ganadería, cuyos mercados eran tanto internos (para
la carne) como externos (cueros). Estas regiones serían las más prósperas hacia fines
del siglo XVIII, en contraposición a las zonas mineras y azucareras, en decadencia. No
obstante, el azúcar seguía siendo la principal actividad económica.
Las reformas pombalinas facilitaron la integración económica con Inglaterra, lo que sería
relevante durante a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Por otro lado, la sociedad brasileña era menos cerrada que la española: el principal
límite de casta era el de la esclavitud. Por otra parte, la voluminosa inmigración
metropolitana que se dio en Brasil favoreció la creación de una aristocracia ligada al
comercio ultramarino, a diferencia de Hispanoamérica. Los hacendados ganaderos del
centro y del sur, si bien dependen, en cierto punto, de la aristocracia comerciante,
tendrán un poder local muy sólido.
La diferenciación entre productores y mercaderes es distinta que en Hispanoamérica:
en Brasil hay desde el comienzo un amplio sector agrícola, dominado por una
homogénea clase terrateniente, que produce para ultramar. Portugal, menos poderoso
que España, no puede tener una política económica tan determinante como ésta última.
Además, la administración colonial, por parte de Portugal, era mucho más atrasada que
la de España con Hispanoamérica. Esto hacía que la cohesión entre metrópoli y colonia
fuera menos sólida (lo cual explicaría la importancia temprana de Inglaterra en la
economía brasileña). Al igual que en España, la Corona no puede afrontar ella misma
las tareas de expansión colonial: es por ello que concede ciertas atribuciones y
autonomías a los sectores dominantes locales. Esto también podría tener que ver con
el rumbo posterior de Brasil, en el cual los sectores locales mantuvieron un poder muy
fuerte, mucho mayor que en Hispanoamérica.
En Brasil no se dieron reformas del tipo que en Hispanoamérica, en parte por el poder
menor que tenía Portugal para llevarlas a cabo, y en parte porque la Metrópoli no había
estado tan interesada en su actividad económica como lo había hecho España. En
Brasil, la Corona no garantizaba ni tierras ni mano de obra como sí en Hispanoamérica,
lo cual también contribuye a explicar el por qué de la mayor autonomía brasileña.
Pero la principal diferencia entre la estructura social de Brasil e Hispanoamérica es que
en esta última, la posesión de la tierra y la de la riqueza no van juntas; en Brasil sí suelen
acompañarse, y eso da a las clases dominantes locales un poder que les falta en
Hispanoamérica. Por eso, la creación de un poder central no puede darse en Brasil en
contra de esos poderes locales que pueden dominar las instituciones creadas para
controlarlos. El poder central nace aquí débil y se ejercerá conforme a esa debilidad.
Por otro lado, el personal eclesiástico en el Brasil de fines del siglo XVIII pertenecía a
estas clases dominantes locales sin parangón en Hispanoamérica.

“La Etapa Ilustrada, 1750-1806” de Chiaramonte


La España Ilustrada y la Implantación del Virreinato del Río de la Plata

La España del siglo XVII conoció el auge de la Ilustración, la etapa que corona el
desarrollo del pensamiento burgués europeo y prepara el camino a la Revolución
Francesa y a diversos movimientos.
La Ilustración española intentó liberar el desarrollo de fuerzas burguesas en la antigua
monarquía. Promovió la difusión de las “novedades” filosóficas más compatibles con el
arraigado catolicismo de su pueblo; afirmó el regalismo e intentó modificar la vida de la
Iglesia española; apoyó el fortalecimiento del poder real a través del despotismo
ilustrado característico del siglo, y encaró una reforma económica que fue el centro de
todas sus concepciones. A ella se dirigieron todos los esfuerzos en todos los campos:
enseñanza, vida religiosa, empresas de colonización, adecuación del aparato del
estado.
El despotismo ilustrado concebía como objetivo un estado poderoso con la fuerza y la
eficacia necesarias para encarar las vastas reformas que permitiesen el bienestar de los
súbditos y consolidar la posición española en la política europea. Tradujo algunas
necesidades históricas del desarrollo capitalista europeo a las que España intentó
alcanzar sin éxito. Ansiaba un acrecentamiento del poder de la monarquía ante las
supervivencias del feudalismo, pero guiado por la razón para asegurar su carácter
benefactor. Necesitaba apoyarse en prósperas finanzas, en un gran poder militar y naval
y en una eficiente maquinaria administrativa, campos en los que los Borbones tratarán
de innovar, y en los que las colonias tendrán mucho que ver desde las rentas reales y
la defensa del Imperio.
Indagar las razones que movieron a España a la creación del Virreinato del Río de la
Plata es examinar un aspecto de las luchas por la hegemonía europea durante el siglo
XVIII: los estériles esfuerzos para recuperar su poderío y contener el avance rival. Un
examen de las consecuencias muestra lo contrario de los objetivos perseguidos. Las
medidas liberales del nuevo Virreinato impulsaron fuerzas internas que ya no pudo
contener la metrópoli debilitada y asediada.
Desde los Tratados de Utrecht (1713), Inglaterra había logrado introducir una importante
cuña en el monopolio hispanocolonial. El asiento de negros y el navío de permiso
abrieron el comercio inglés y acrecentaron las posibilidades de contrabando. La Colonia
del Sacramento, cuya devolución a Portugal se le impuso a España, habría de servirle
de base. Y en torno a la Colonia se suceden diversas alternativas derivadas de la
permanente irritación española y del interés de Portugal e Inglaterra por mantenerla.
En 1750, se firma el Tratado de Permuta, por el cual el monarca portugués Juan VI y el
español Fernando VI, convenían en fijar los límites de sus posesiones americanas de
acuerdo con el principio del uti possidetis: reconocían la conveniencia de quedarse con
lo que cada reino tenía ocupado hasta entonces. Con excepciones: la devolución de la
Colonia del Sacramento a España y la cesión de los siete pueblos de las Misiones.
La aplicación del Tratado de Permuta, ventajosa para Portugal, ocasionó numerosas
dificultades. Al fallecer Fernando VI, Carlos III logró convenir la anulación del Tratado,
volviendo al ordenamiento de Tordesillas y Utrecht. La Colonia del Sacramento vuelve
a dominio lusitano.
Carlos III abandona el temperamento pacifista y en 1761 firma con Francia el Pacto de
Familia, por el cual ambas dinastías borbónicas se unen en una comunidad de
ganancias y pérdidas, y por el que España ingresa en la Guerra de los Siete Años. Por
esta guerra, Francia pierde la mayor parte de sus posesiones americanas. La única
victoria de España fue la toma de la Colonia en 1763 por parte de Pedro de Cevallos,
debiendo enfrentar una escuadra británica enviada en auxilio de los portugueses.
Cevallos se puso luego en campaña hacia el Río Grande, para continuar la restitución
a España de territorios ocupados, pero la Paz de París paralizó su campaña. Por ella,
España rescataba La Habana y Manila de los ingleses, pero devolvía la Colonia
Sacramento.
En la fundación del Virreinato ha de influir la cuestión del Pacífico: la rivalidad de España
con Francia e Inglaterra, por el dominio de la ruta a los mercados del Pacífico,
americanos y asiáticos, a través del Cabo de Hornos. El control de esa ruta dependía
de la posesión de las regiones patagónicas. En 1764, la expedición francesa al mando
de Boungainville funda Port Saint Louis en la isla del Este de las Malvinas. Hasta que
en 1774, ésta logra el desalojo total de los ingleses.
Movidos por las mismas razones defensivas los españoles encaran la colonización de
la costa patagónica enviando familias campesinas gallegas, en 1778, provistas de
elementos para el trabajo. Sin embargo, el intento de colonizar no tiene éxito por las
dificultades de subsistencia, la falta de recursos en Buenos Aires y la inconsecuencia
española en su política defensiva.
Destruido el poderío colonial francés en América, debilitado el español en el Norte,
Inglaterra, en alianza con Portugal, constituía un peligro grave para los dominios
hispanos en el Río de la Plata. La política de Carlos III estaba dirigida a contener el
avance inglés y tratar de eliminar las ventajas de diversos tratados. Si el ingreso a la
Guerra de los Siete Años significaba la suspensión de todos esos tratados y las
concesiones comerciales, la posible victoria borbónica podría lograr su anulación
definitiva. La derrota fue un duro golpe para esta política. Carlos III apela a otros
recursos, como limitar el paso de metales preciosos a Inglaterra o disminuir la
importación de productos textiles españoles.
La defensa de la región rioplatense era más que urgente, dada su vulnerabilidad. Se
requería una gran empresa militar y naval en el Plata y una política económica que
proporcionase a la región las rentas necesarias para mantenerla.
El permanente choque con los portugueses en los límites confería al conflicto
internacional un cariz de lucha local, continua y tenaz.
En 1763 la corona de Portugal crea el Virreinato de Brasil. La presión portuguesa se
intensifica en pos de la ocupación de la zona del Río Grande y el establecimiento de un
enlace terrestre con la Colonia del Sacramento. En 1767, los portugueses se apoderaron
de nuevo de la parte septentrional del Río Grande.
La constante penetración de los portugueses, fortalecidos por la reorganización
administrativa y los grandes refuerzos enviados por su Corona, llevó a la guerra en
1776-77.
La corona española decide el envío de una poderosa expedición al mando de Pedro de
Cevallos. En julio de 1776 Cevallos tomó la Colonia del Sacramento que dejó
definitivamente de pertenecer al dominio lusitano y aseguró el español. En octubre de
1777, el Tratado de San Ildefonso fijaba los límites definitivos entre las colonias
españolas y las portuguesas.
Para el mejor cumplimiento de su misión, se concedieron a Cevallos los poderes y
atribuciones de Virrey para las provincias del Río de la Plata, designación que tenía
carácter provisional. Una vez cumplida, la creación del Virreinato tuvo carácter definitivo.

Primera Parte
La Reorganización
1. La reforma administrativa
A partir del reinado de Felipe V, se fueron adoptando en España algunas características
administrativas de la monarquía francesa. Se trataba de lograr una mayor eficiencia
basada sobre los principios de la centralización y especialización de funciones. Carlos
III acentuó esta tendencia durante su reinado (1759-1788). Rodeado de un grupo de
filósofos intentó promover el resurgimiento económico como medio de consolidar a
España, como gran potencia europea. La reorganización administrativa se imponía
como una condición ineludible para sanear las finanzas del reino.
El proceso de centralización había ido limitando las funciones del Consejo de Indias
pasando a ser un ministerio especial. La importancia concedida a la relación con las
colonias había promovido diversos proyectos de reformas para las Indias. Por ejemplo:
la liberalización del comercio colonial, el fomento de la economía americana, la
concesión de mejoras para sus habitantes y la reforma de su régimen administrativo.
El establecimiento del Virreinato de Nueva Granada (1740), el de la Capitanía General
de Venezuela (1731), y el de Cuba (1764), son otras medidas tendientes a una mejor
administración. Fruto del propósito de examinar la situación de las colonias y mejorar
sus condiciones defensivas ante el acrecentamiento de la amenaza inglesa, fue el
proyecto de formar un nuevo virreinato con las provincias del norte de Nueva España y
la creación de las Provincias Interiores de Nueva España (1776).
Similares propósitos llevaron a la corona española a la creación del Virreinato del Río
de la Plata. La crítica generalizada hacia el sistema colonial había sido confirmada por
el informe secreto de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1749). En él se describían la
corrupción administrativa y los abusos de poder.
La creación del nuevo Virreinato tuvo lugar con carácter provisional en 1776, a raíz de
la expedición contra los portugueses comandada por Cevallos. Se convirtió en creación
permanente por Real Orden de 1777, transfiriendo el cargo de Virrey a Vértiz que lo
desempeñó hasta 1784. El nuevo Virreinato comprendía las provincias de Buenos Aires,
Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas, Mendoza y San Juan.
La política de la Corona tendió a proporcionar a las autoridades de Buenos Aires los
medios económicos y administrativos necesarios para apoyar sus objetivos militares en
la región. Buenos Aires había ido adquiriendo autonomía con respecto de Lima.
De allí que las distintas medidas desde 1776 en adelante satisfacen las aspiraciones de
los comerciantes o hacendados rioplatenses, muchas veces en desmedro de los
intereses de Lima. En 1777 Cevallos prohíbe la salida hacia el Perú de plata y oro en
lingotes. Con el metal de Potosí más el libre comercio interno y el intercambio directo
con España, Buenos Aires se aseguraba el predominio en los mercados del Interior,
incluido el Alto Perú y el Bajo Perú, importancia que subraya la creación de su Aduana,
por Real Cédula en 1778. Estas disposiciones resolvían una vieja rivalidad entre Lima y
Buenos Aires.
El proceso de independización de Buenos Aires con respecto a Lima, es una
manifestación del paulatino traslado del centro de gravedad económico de la costa del
Pacífico a la del Atlántico. La lucha contra Lima era un aspecto de la lucha contra el
monopolio de los comerciantes andaluces que controlaban el tráfico del Perú, vía
Portobelo. El Consulado de Lima era instrumento de Sevilla y de Cádiz y en la oposición
al libre comercio coinciden los comerciantes monopolistas de Buenos Aires,
representantes de los intereses españoles, con los de Lima.
Buenos Aires clamaba contra la vía comercial que desde España debía dirigirse a
Panamá, de allí al Perú por el Pacífico, para luego llegar a Buenos Aires: largo trayecto
que multiplicaba los precios de los fletes, gravámenes sucesivos y otros rubros y que
constituía una de las bases de la preeminencia de los comerciantes de Lima. La ciudad
peruana protestaba contra la salida clandestina de mercadería por Buenos Aires hacia
España y por el contrabando que significaba la Colonia del Sacramento.
El crecimiento de Buenos Aires engrosa las fuerzas partidarias de la creación del nuevo
Virreinato, a la vez que el triunfo paulatino de esta tendencia abre las puertas al
impetuoso crecimiento de la futura metrópoli, puesto que ese crecimiento era una
necesidad para la política borbónica de crear una nueva división administrativa como
para asegurar el éxito de su objetivo estratégico y financiero.
Estimularon también la economía del Río de la Plata diversas medidas que disminuían
aranceles e impuestos o que fomentaban producciones, como la de la salazón de
carnes.
En ningún otro lugar los problemas administrativos adquirían mayor relevancia para la
política española. En el nuevo Virreinato será donde se implante por primera vez el
régimen de intendencias, sistema francés adoptado por España desde Felipe V. En
enero de 1782 se dicta la Ordenanza de Intendentes que luego se extiende a todo el
imperio colonial español.
Se necesitaban órganos de gobierno con mayor capacidad ejecutiva y funciones mejor
delimitadas, sobre territorios menos extensos, de manera de poder llegar a todas las
regiones. La Ordenanza creaba ocho unidades administrativas dentro del nuevo
Virreinato, de manera que el poder del virrey, contase con auxiliares en condiciones de
atender mejor los problemas de cada región. Eran las intendencias de: Salta, Córdoba,
Paraguay, La Plata, Cochabamba, Potosí, La Paz y la Intendencia General de Ejército
y Provincia de Buenos Aires. La ex gobernación de Córdoba quedaba dividida en dos:
Córdoba, La Rioja, Mendoza, San Juan y San Luis integraban la Intendencia de
Córdoba, con capital en la ciudad de Córdoba; y Salta, Tucumán, Catamarca, Santiago
del Estero y Jujuy, la Intendencia de Salta, con capital en la ciudad de Salta. Montevideo,
las Misiones y las provincias de Mojos y Chiquitos, quedaban fuera del sistema de
intendencias, como gobernaciones militares inmediatamente subordinadas al virrey,
dada su contigüidad a territorios portugueses.
En la Ordenanza no se aclaraban suficientemente el carácter y los límites de su
subordinación a los virreyes, lo que motivó frecuentes fricciones.
Los nuevos funcionarios estaban a cargo de los asuntos de justicia, hacienda, policía y
guerra, subordinados al virrey y de la Audiencia. Fuera de la capital, los Intendentes
contaban con el auxilio de sus delegados locales, con funciones de política, hacienda y
guerra. En los asuntos de justicia, el Intendente contaba con la asistencia de un teniente
letrado que le asesoraba respecto de la administración en general y ejercía jurisdicción
sobre asuntos civiles y criminales. El alcalde ordinario ejercía atribuciones judiciales
como juez de primera instancia.
La Ordenanza reglamentó la competencia del Intendente y de la Audiencia, de manera
de evitar conflictos. La Audiencia de Charcas se ha de ver lesionada por la creación de
una nueva de Audiencia en Buenos Aires en 1785.
Respecto de la hacienda, la autoridad máxima era el Secretario de Indias, en su carácter
de Superintendente general de Real Hacienda en las Indias, delegaba sus atribuciones
para el Río de la Plata, en el Superintendente de Buenos Aires, contando con la
colaboración de una Junta Superior de Real Hacienda. Fue presidida por el
Superintendente hasta la supresión del cargo y luego por el virrey, cuidaba de la
administración del erario, de uniformar la administración de justicia y de supervisar la
faz económica de todo lo relacionado con la guerra. Fue suprimido el cargo de
Superintendente en 1788, quedando sus funciones a cargo del virrey y creándose para
la Intendencia de Buenos Aires un cargo similar con atribuciones más limitadas.
La Ordenanza reglamentó las fuentes de recursos del fisco: el real tributo, el quinto real,
la alcabala. Se centralizaba las rentas especiales, se reglamentaba la percepción y
rendición de cuentas de otros tributos menores y de la media anata y títulos de nobleza,
y se prestaba atención a las rentas eclesiásticas.
El sistema financiero de la Ordenanza parece haber producido frutos apreciables en los
primeros años. Pero no produjo los ingresos esperados.
Lo mismo puede decirse de los resultados del sistema de Intendentes. La Ordenanza
fue incapaz de corregir la defectuosa administración de las colonias. La ineficacia de los
funcionarios menores trababa la marcha del sistema. La falta de retribución a los
subdelegados, junto con las atribuciones financieras que les confería, la resistencia a
apelar a los criollos para llenar los cargos menores, la persistencia de la venta de cargos,
eran sólo algunos de los factores que impidieron formar el contingente de buenos
administradores que hubiese necesitado a la Ordenanza. Se agregan los anacronismos
padecidos por la propia maquinaria administrativa metropolitana y la influencia muy poco
contrarrestada de intereses particulares. La crisis del sistema colonial español no era
pasible de solución en el plano administrativo.

2. La nueva política española


De acuerdo con las concepciones de la Ilustración, el Estado debía tratar de ejercer un
constante papel en la promoción y el fomento de las actividades económicas de sus
súbditos, poblando regiones capaces de sustentar tales actividades, liberando de trabas
a la producción y al comercio. Todo ello en la medida que no constituyesen actividades
competitivas de las de España y, en función de cimentar demográfica y económicamente
la política defensiva del Imperio.
El período del Virreinato, cuando ha sido examinado a través de la disputa en torno de
la leyenda negra o la leyenda blanca, es decir, con el espíritu de los partidarios de ver
en la historia colonial una simple manifestación del oscurantismo español o de quienes
tienden a defender a España, motiva una paradoja. Los inclinados a la primera que
suelen concebir el período independiente como un puro producto del liberalismo del siglo
XVIII, aminoran su tono acusatorio hacia España. La leyenda negra se diluiría gracias a
algunas dosis de las luces provenientes de Europa. La leyenda blanca, se oscurece en
los historiadores que no pueden dejar de abordar con repugnancia los frutos de una
política metropolitana que se empeñaría en desvirtuar una honda y vieja tradición de
dominio hispano en América.
Las tendencias a aminorar el peso del dominio colonial, a través de iniciativas como el
urbanismo, la educación, sanidad, recreación, son el fruto de una nueva concepción
política del Estado español y de las relaciones del Estado con sus colonias.
El leve aflojamiento del dominio colonial no sirvió para desahogo de las tensiones
sociales generadas en América hispana sino pareció acicatear las aspiraciones de
emancipación que estallarían en breve.
Las preocupaciones defensivas del Imperio y el objetivo ilustrado de promover el
bienestar de sus súbditos parecían poder conjugarse. Visto desde las colonias, las
intenciones solían perderse ante la estolidez de una maquinaria burocrática incapaz de
ser renovada por la nueva política. La lentitud y la complejidad del trámite burocrático
conspiran contra diversas iniciativas. En otros casos, la oposición de propietarios de
tierras o comerciantes monopolistas, se yergue ante tentativas colonizadoras o ante el
fomento de actividades económicas locales.
En 1794 se instala el Consulado de Buenos Aires, creado por Real Cédula. Era otra de
las consecuencias de la habilitación de todos los puertos españoles al comercio con las
colonias, dispuesta por el Reglamento de 1778. Tenía el doble carácter de tribunal
judicial mercantil y de junta de protección y fomento del comercio. Se le asignaba la
función de atender al beneficio de la agricultura, la industria y el comercio. La obra del
Consulado fue pobre en resultados positivos. Chocaron en su seno los defensores del
monopolio español y los partidarios de la libertad del comercio; primaron aquellos hasta
fines de siglo. Pero hacia 1802 predominan los librecambistas, cuya acción desde este
organismo prepara el terreno para la autorización del comercio con los ingleses,
acordada por el virrey Cisneros en 1809. Políticamente fue inoperante. Algunas
creaciones culturales lograron amenguar el saldo negativo. La faz judicial fue lo más
defectuoso de su obra.
Otro de los campos en que se han de ejercer iniciativas de este tipo es el del poblamiento
de diversos lugares del vasto territorio.
Alrededor de mediados de siglo se hace más amenazante la presencia de los indios en
las regiones fronterizas, en la medida en que la extinción progresiva de la hacienda
cimarrona empuja a aquellos a compensarla con los ganados de las estancias
coloniales. Tanto para su propia subsistencia como para el activo comercio ilícito de
cueros del Río de la Plata y de Chile, los indígenas pampas, serranos, aucas, ranqueles,
pehuenches, huiliches y moluches asediaban la línea de fronteras que iba desde el sur
de Buenos Aires al sur de Mendoza, desde el Río de la Plata a la cordillera. De poco
había servido la instalación de algunos fortines al sur de Buenos Aires en 1745. En 1752,
se creó el cuerpo de Blandengues, una especie de milicia rural de caballería. Su eficacia
dependía de los recursos para la paga de los soldados, pertrechos y armas. Por lo tanto
fue escasa.
La defensa de la ruta de Buenos Aires a Chile, a través de Mendoza, agudizaba el
problema. El virrey Vértiz lleva adelante desde 1783, un plan de defensa y población
que obtuvo éxito. Se trataba de convertir los fortines en centros poblados, sobre la base
de los blandengues y sus familias. Objetivo principal de tales poblaciones debía ser las
tareas agrícolas. Se desarrollaron como centros ganaderos más que agrícolas, pese a
las previsiones administrativas y en consonancia con la expansión ganadera de la
época.
El mismo programa defensivo-colonizador fue adoptado por Sobremonte en la
Intendencia de Córdoba. Allí, la fértil región de los ríos Cuarto y Tercero había sido
devastada por incursiones indígenas. La instalación de algunos fortines no había
alcanzado a remediar la precaria situación de la frontera. Sobremonte decidió la
instalación de nuevos fortines ubicados entre los anteriores.
En la región de San Luis, la protección de la ruta de Buenos Ares a Chile fue reforzada
por nuevos fortines.
La frontera de Mendoza fue una de las más castigadas por las incursiones indígenas,
que no lograron ser contenidas por el fortín de San Carlos, establecido hacia 1770.
Otras regiones conocen también similares empresas. La fundación de Nueva Orán, en
el valle del Zenta, por el intendente de Salta, tuvo por objeto reforzar la frontera,
aprovechar una región muy propicia para el pastoreo y afincar a una población sin
tierras.
La obra de Tomás de Rocamora, comisionado del virrey Vértiz en Entre Ríos, constituye
un típico ejemplo de programa colonizador animado por el espíritu de la Ilustración, que
arrojó como saldo las poblaciones de Gualeguay, Concepción del Uruguay y
Gualeguaychú.
Merece mencionarse el intento fracasado de colonizar la costa patagónica, como la
fundación de algunas poblaciones en el Plata.
La preocupación por el bienestar de sus súbditos llevó a los representantes coloniales
del despotismo ilustrado español a introducir relativas mejoras en la vida urbana,
manifestadas en el arreglo y la limpieza de calles, provisión de agua, obras de desagüe,
alumbrado público, lugares de esparcimientos, paseos, construcción de nuevos edificios
públicos, ordenamiento del tránsito urbano, etc. El virrey Vértiz fundó la Casa Cuna, la
Casa de Corrección para prostitutas, el Promedicato (destinado a vigilar el ejercicio de
la medicina), el Hospicio de pobres mendigos, etc. Respecto de la vida urbana, controló
las costumbres de la población en lo relativo al juego y bebidas, al baño en el río, a la
venta de mercaderías en las pulperías. Fue famosa su labor de alumbrado público,
arreglo e higiene de calles y la concreción de diversas medidas sanitarias y por haber
habilitado el Teatro de la Ranchería. Abordó la instrucción pública en nivel medio, con
la fundación del Real Colegio de San Carlos, sin éxito en el intento de establecer una
Universidad.
El intendente Sobremonte dejó una importante obra de gobierno en Córdoba, donde sus
disposiciones para la provisión de agua se concretaron en un acueducto y varias fuentes
públicas, calles, paseos públicos y alumbrado. Tanto Vértiz como Sobremonte crearon
un cuerpo de comisarios de barrio destinado a colaborar con los alcaldes.
Las comunicaciones terrestres variaron muy poco. La mayoría continuó ejerciéndose
por las rutas tradicionales, que ya existían en tiempos de la conquista.
La ruta principal iba de Buenos Aires a Rosario, se abría hacia el Alto Perú o hacia Chile.
En 1748 comenzó a funcionar por primera vez en el Río de la Plata, el correo ordinario.
Utilizaba la galera, vehículo pequeño de caja alta, apropiado para el cruce de los cauces.
Para correspondencias que requerían despacho inmediato se utilizaba el chasqui a
caballo. Las postas eran miserables y estaban situadas a grandes distancias unas de
otras, sin comida ni alojamiento.

Segunda parte
Economía y sociedad
1. Transformaciones de la economía rioplatense
El período del Virreinato, en lo económico, constituye el capítulo inicial de esa
transformación que determinó el predominio definitivo de la zona del Litoral sobre el
resto del país y, dentro de ella, de la ciudad-puerto, convertida en centro económico y
político-administrativo desde el Virreinato hasta el presente.
Esta etapa está dominada fundamentalmente por las necesidades y vicisitudes del
comercio exterior.
El crecimiento del mercado externo para los productos coloniales, en una coyuntura
europea de alza general de precios, con una profunda reanimación del desarrollo
capitalista que ha de culminar en la revolución industrial, promovió el acrecentamiento
de la presión inglesa y francesa sobre las colonias españolas, en busca de esos
productos coloniales necesarios para las manufacturas europeas y de nuevos mercados
para sus producciones.
El crecimiento demográfico europeo y el gran desarrollo del comercio colonial, con la
reactivación de la corriente de metales preciosos hacia el viejo continente, provocan,
desde el segundo tercio del siglo, un alza general de precios en los principales productos
del comercio europeo. Durante el siglo XVIII se produjo tanto oro y plata en América
como lo btenido desde el descubrimiento. En Francia el valor de la producción industrial
casi se duplicó. En Inglaterra, el crecimiento es mayor aún, gracias al gran desarrollo
del comercio marítimo y la industria.
La gran acumulación de capitales impulsada principalmente por el comercio colonial, el
perfeccionamiento y desarrollo de instituciones comerciales y financieras (bolsas,
bancos, diversos tipos de documentos fiduciarios, papel moneda), el avance en los
métodos y técnicas de producción, que ha de culminar en las innovaciones técnicas sin
precedentes de la revolución industrial, la difusión de compañías comerciales,
sociedades anónimas y otras formas de empresas capitalistas, caracterizaron los años
de mediados del siglo en Europa y condicionarán el tipo de evolución económica del
Nuevo Mundo. Bajo la presión de las nuevas condiciones económicas europeas, las
colonias españolas comienzan el proceso que ha de destruir el relativo equilibrio y la
unidad interregional logrados hasta entonces por su arcaica economía. Se desarrollan
zonas de monocultivo, fuente de materias primas o alimentos, como caña de azúcar,
cacao, añil, tabaco, café, cueros, etc. La afluencia de manufacturas europeas, sea por
medio del intermediario español, sea mediante el contrabando, termina por dislocar la
vieja conformación de la vida económica colonial.
En el desarrollo de esa nueva relación con Europa, el Río de la Plata habrá de atravesar
la llamada "época del cuero", por la casi absoluta preeminencia de esa producción en
su economía, especialmente en la zona del litoral que comienza a predominar sobre el
Interior, gracias, justamente, a este proceso.
La ganadería del Litoral sufre una notable expansión en el transcurso del siglo XVIII,
especialmente luego de las franquicias comerciales contemporáneas de la creación del
Virreinato. El Río de la Plata era buena para el comercio. Los intereses de las grandes
casas comerciales europeas y el afán de lucro de los colonos rioplatenses (con el
ganado). La preeminencia de Inglaterra en Europa fue favorecida por dichos tratados
que imponen innovaciones como la del asiento de negros o la cesión de la Colonia del
Sacramento a Portugal, que son otros tantos golpes asestados al dominio español en
América. España va desgranando una serie de medidas de política económica que,
aunque proyectadas en función de su estrategia ante la amenaza del avance inglés y
lusitano, redundarían en beneficio de las colonias. La nueva política de cierta
liberalización del comercio hispanocolonial.
En 1776 se extienden a Buenos Aires los beneficios de la Real Cédula de 1774 en la
que se autoriza el comercio entre las colonias americanas. Por último, en 1778, se
expide el famoso Reglamento de comercio libre, con medidas complementarias
posteriores: comercio con colonias extranjeras (1795) y con potencias neutrales (1797).
La necesidad para Gran Bretaña de propender a la emancipación de los
establecimientos españoles en América, para abrir los mercados de éstos a los
mercaderes de londres.
En el Litoral se beneficiaba tanto con la nueva coyuntura abierta por la reanimación
económica de la época como por el cambio de la política económica metropolitana. Su
riqueza natural, el ganado, tenía un mercado exterior en expansión, con precios
sostenidos y sólo se veía trabada por la resistencia administrativa española.
Distinto era el panorama para el interior del Río de la Plata. España introducía en su
política económica colonial ciertas libertades que estimulaban aquellos sectores de la
economía indiana capaces de contribuir a fortalecer el comercio y las manufacturas
peninsulares manteniendo el sistema de impedir el desarrollo de todo lo que pudiera
competir con producciones metropolitanas.
Las prohibiciones y el agobiante sistema de impuestos se hallaba contenido el desarrollo
de la agricultura del interior -también la del Litoral- y de diversas manufacturas y
artesanías propias de aquella región.
La promulgación por parte de la Corona del célebre Reglamento para el comercio libre
de España a Indias significó un abrir de puertas definitivo al crecimiento del comercio y
de la ganadería de Buenos Aires. El Reglamento de 1778 habilitó 14 puertos españoles
y 19 americanos, entre ellos Buenos Aires y Montevideo.
Por el Reglamento de 1778, el comercio continuaba reservado para los españoles y
prohibido para los extranjeros. Se liberaba de derechos de la salida de España de
cuarenta especies importantes y las manufacturas de lana, algodón, lino y cáñamo eran
eximidas del de almojarifazgo a su entrada en América, medidas que buscaban fomentar
la industria textil española, adoptadas sin modificar la prohibición para los cultivos
americanos que pudiesen competir con los españoles.
Las mercancías europeas no españolas debían pasar por España, pagar derechos de
entradas y salidas, navegar en buques españoles y sólo entonces llegar a los puertos
americanos donde nuevamente pagaban derechos. Grande parte de los cueros, astas,
sebo y crines remitidos por el Río de la Plata a España, no quedaban allí sino que
alcanzaban el mercado inglés, francés y de otros países europeos, donde se vendían a
precios muy superiores a los recibidos por los productores rioplatenses de parte de los
compradores españoles.
En 1791 se autorizó a españoles y extranjeros a introducir negros en las colonias
españolas y a retornar su importe en metálico o frutos del país. En 1797, durante la
primera guerra napoleónica, la imposibilidad de España de atender el comercio con las
colonias, la indujo, temporariamente, a abrirlo a súbditos de potencias neutrales,
disposición real que se mantuvo en vigor hasta 1802. Las recaudaciones aduaneras de
Buenos Aires son fuentes. La creación de la Aduana de Buenos Aires, por Real Cédula
de junio de 1788, correspondió a la improtancia que ahora se confería al tráfico por este
puerto.

2. Análisis regional
La riqueza acumulada en Buenos Aires se manifiesta en diversos aspectos de la vida
de la ciudad. La edificación sufre un notable incremento; surgen nuevas casas, algunas
de dos pisos, con las que la burguesía porteña intenta mostrar su importancia en la
sociedad colonial, muchas de ellas destinadas a la doble función de vivienda y local de
comercio. Edificios públicos y religiosos son separados o reconstruidos.
El papel de intermediario entre la Península, que es decir también Europa, y una vasta
zona de influencia que alcanza hasta Quito, es la base de la creciente prosperidad del
puerto de Buenos Aires, donde una clase de ricos comerciantes consolida su riqueza y
su creciente poderío en la sociedad. Entre la burguesía también se encontraban
extranjeros, principalmente portugueses y también algunos franceses, ingleses y
norteamericanos. Se trata de una burguesía comercial.
Los hacendados, sector de más reciente constitución y de variado origen, suplen su
corta historia con el ímpetu de una actividad en ascenso, pese a momentáneos
remansos, y de crecidas ganancias.
La progresiva extinción del ganado cimarrón corre paralela con la expansión de las
estancias coloniales, lo cual significa, también, que la posesión de la tierra que antes
interesaba principalmente como fuente del derecho a vaquear, se convierte ahora en la
base de una explotación ganadera estable desarrollada en las primitivas estancias de la
colonia.
En la estancia colonial el propietario no reside generalmente en ella, sino que ejerce
tareas de supervisión, quedando el trabajo bajo control directo de capataces o
mayordomos. La tierra se va concentrando en manos de militares, funcionarios y
comerciantes enriquecidos, estos últimos mediante la inversión de los beneficios
obtenidos en el tráfico de la época. Al tener quilombo con el ganado por la falta de
normas y ceros entre estancias, bbundaban las medidas tendientes a asegurar la
propiedad de la hacienda y a reprimir el robo, en este último caso hasta con penas
severísimas.
La estancia permitió un mejor aprovechamiento de la carne, que en la época de las
vaquerías quedaba en los campos para alimento de perros cimarrones y otros animales
salvajes. Se comenzó a producir sebo y grasa mediante el procedimiento de hervir las
carnes. Luego, al aparecer los saladeros, el aprovechamiento fue mayor. En realidad, el
salado de la carne comienza en las mismas estancias.
En general, todo esto explica la preeminencia de la ganadería sobre la agricultura. De
tal manera, mientras la agricultura estaba prácticamente limitada a un restringido
mercado interno, la ganadería del Litoral tenía ante sí un mercado exterior en
permanente expansión. Un ejemplo de esto último es la aparición y el creciente
desarrollo de una nueva industria ligada estrechamente con la ganadería, que adquirirá
notable importancia en la economía del país luego de 1810. Se trata de la industria de
la salazón, concentrada fundamentalmente en la producción de carne salada en seco -
tasajo, alimento de marinos y esclavos-, que nace a comienzos del último cuarto de siglo
XVIII, siendo exportada hacia La Habana.
La industria saladeril significaba en el Río de la Plata un avance técnico y económico,
pese a su rudimentaria estructura. El ascenso del Litoral es también fruto de la
expansión ganadera del siglo XVIII. Zonas prácticamente despobladas conocen un
rápido desarrollo en función del ganado.
La economía de las misiones jesuíticas, en las que la yerba mate y el algodón
condicionaban los lazos comerciales con el Interior -a través de Santa Fe que
usufructuaba su papel de intermediario-, comenzó a transformarse ya antes de la
expulsión de la Compañía, atraída por la más próspera explotación del ganado que
cunde en sus estancias sobre el río Uruguay. Es también en la Banda Oriental donde
surgen los primeros saladeros.
La agricultura bonaerense sobrevive en medio de una permanente penuria. Se trata de
pequeñas explotaciones en manos de campesinos que por lo general son arrendatarios
y suelen estar permanentemente endeudados con los mercaderes de granos, quienes
manejan los precios. La agricultura sufre la constante presión de la ganadería. La
escasez de mano de obra del Río de la Plata, particularmente aguda para la agricultura.
Tendieron a remediarla, sin conseguirlo, disposiciones como las relativas a la
introducción de esclavos africanos o sobre persecución de individuos sin trabajo fijo,
"vagos y malentretenidos", así como la suspensión de otras tareas en época de siembra
y cosecha para transferir brazos a la agricultura y otros remedios menores sin mayores
frutos.
El régimen de la propiedad de la tierra cercenaba la posibilidades del pequeño agricultor,
predominante en esta actividad, con el peso de los arriendos o el alto costo del
procedimiento de adquisición de la tierra, junto con diversas trabas burocráticas.
Si bien en 1810 comienza en el Virreinato el predominio del Litoral y la decadencia del
Interior, subsiste aún, en medio de "penosos reajustes", la economía orientada hacia
Potosí, elaborada en la época anteiror. En torno de la explotación minera del Potosí se
había constituido uno de los mayores centros demográficos del Imperio hispano y una
de las regiones productivas de mayor actividad.
Salta ocupa un lugar de preeminencia. El comercio de mulas para abastecer al Alto
Perú, las cuales invernaban en Salta y se concentraban anualmente en su famosa feria.
En torno al comercio de mulas se había formado en Salta una poderosa aristocracia que
dominaba, además de este comercio, la mayor parte de las tierras. Grandes estancias
se dedicaban al pastoreo en las tierras altas y al cultivo del trigo y de la vid en las bajas.
Además el azúcar comienza a cultivarse con éxito.
El comercio es la actividad fundamental de Tucumán, ya que tenía un lugar privilegiado
en la ruta entre Buenos Aires y el Alto Perú, adquiriendo muebles y ebanistería
tucumana, además de abastecer la ruta con las carretas que allí se fabricaban.
Córdoba ve surgir, a comienzos del S.XIX, junto a su tradicional agricultura, el desarrollo
de la ganadería y artesanías textiles.
Todos estos centros económicos del Interior, con excepción de Santiago del Estero,
logran resistir los primeros embates del comercio libre merced a su ventajosa ubicación
en la ruta altoperuana.
Mendoza y San Juan, cuyas principales producciones giraban en torno de la vid, sufren
de inmediato sus efectos. Los vinos y aguardientes mendocinos se consumían en
Buenos Aires. Mendoza pudo defenderse de las consecuencias del libre comercio ya
que mantenía una fuerte actividad comercial, favorecida por el lugar ocupado en la ruta
a Chile. San Juan, en cambio, cuya producción de aguardientes y vinos no resiste la
incidencia de los fletes bajo el nuevo régimen comercial, entra en una progresiva y
aguda decadencia. Lo mismo sucede con Catamarca. En cambio, en los llanos riojanos
la actividad ganadera y las tejedurías domésticas mantienen la vida económica y
proporcionan alguna subsistencia a la población.
De tal manera, junto a un pronunciado vuelco de toda la economía del Virreinato hacia
la ganadería, subsiste aún el estímulo del mercado altoperuano para viejas
producciones lugareñas diseminadas a lo largo de la ruta hacia Potosí.
Estas transformaciones fueron acompañadas de cambios en la situación monetaria. La
moneda de cobre no se conoció en el Virreinato; en cambio se utilizaba como moneda
menuda las piezas de medio real, hasta que en 1794 se acuñaron los cuartillos, de un
cuarto de real.
Durante el Virreinato, la mayor parte del circulante era de plata. La unidad monetaria era
el real y se acuñaban el real de a dos -o peseta- el real de a cuatro -tostón o medio
peso- y el real de a ocho -o peso-. En cuanto a las monedas de oro, su unidad era el
escudo. Junto al escudo circulaban el doblón de a dos escudos, el doblón de a cuatro y
el de a ocho. Este último era la llamada onza o, más adelante, "pelucona".
Buenos Aires pasa a ser la meta de una constante y creciente corriente de metal, que
en parte distribuye hacia algunas poblaciones del Litoral y el Paraguay, donde la
economía monetaria desplazaba aceleradamente a la natural. Pero, en mayor medida,
los metales llegados a Buenos Aires siguen rumbo al exterior, como pago del exceso de
importaciones o por constituir una mercancía más, aunque de privilegiada importancia.

3. La población. Sus variaciones


Hacia la época de su cración, los territorios que abarcaba el Virreinato del Río de la
Plata no eran otra cosa que un extenso desierto, con islas de población diseminadas en
torno de diversos centros productivos o defensivos, unidas intermitentemente por las
caravanas de carretas que movilizaba el comercio o barridas por los malones indígenas
que practicaban aquella otra forma del mismo basada en el robo de ganados. Sin contas
los ocasionales y solitarios desplazamientos de la incipiente figura del gaucho,
moviéndose ya de un poblado a otro, ya de los pagos de cristianos a las tolderías de
infieles. Tanto la política defensiva seguida por los Borbones, como las nuevas
condiciones económicas que ella favorecía, condicionaron un amplio aumento de la
población y, junto a él, un creciente desplazamiento de los habitantes del Interior
agrícola y artesanal hacia las zonas ganaderas del Litroal, proceso que hizo de esta
región la de mayor crecimiento demográfico.
El aporte de una inmigración española provenientes, por lo general, del norte de España,
Cataluña, provincias vascas e islas Canarias, estos españoles fueron preferidos por las
casas mercantiles como empleados y prontamente tuvieron predominio en el comercio.
Inviertiendo sus ganancias en tierras, vinculándose con sus connacionales de la
administración, fueron aumentando su poderío y, junto con él, su rivalidad con los
criollos.
La introducción de negros provee de mano de obra tanto a las nuevas tareas ganaderas
como a las artesanías urbanas. Indispensables en las tareas domésticas, solían,
asimismo, ser alquilados como jornaleros, formaron parte de las tropas coloniales y de
diversos servicios públicos. La libertad de tráfico se extendió al Virreinato del Plata en
1791.
En cuanto a la población del Interior tenida por indígena, los propiamente tales eran una
minoría en continua disminución. Las econmiendas decrecían en número y los indígenas
eran permanentemente despojados de sus tierras por obra de los españoles,
dispersándose hacia las nuevas regiones productivas del Litoral. Suelen trasladarse
anualmente a la zafra de Salta o de Jujuy. Sólo en Paraguay, donde la población
indígena era abundante, el sistema de encomiendas parece conservar aún su antiguo
vigor.

4. La sociedad virreinal
Las clases sociales

Servidumbre en los valles del Noroeste, salario en las campañas del Litoral y, al mismo
tiempo, cantidad de formas intermedias o mixtas, entre "feudalismo" y capitalismo. Difícil
sería definir con precisión el tipo de estructura social del Virreinato, dado el
entrecruzamiento de factores de distinta naturaleza que inciden en ella y que generan
problemas específicos, como la relación entre clases sociales y grupos étnicos, el
choque del creciente aburguesamiento de una parte de la población con la rigidez de
viejas relaciones sociales, o los conflictos entre españoles y criollos agudizados ante la
crisis general del sistema colonial español. Régimen de casta era la constante
correlación entre diferenciación social y étnica. Esta última surgía siempre de la primera,
y antes se consideraba la propiedad que la raza a la que se perteneciera.
La llamada "clase principal" era la clase propietaria por excelencia: comerciantes en
grna escala, terratenientes, algunos contados empresarios, altos funcionarios de la
administración y dignatarios eclesiásticos.
La dirección política de la colonia era delegada por la Corona, en un grupo reducido de
españoles nativos en cuyas manos se hallaban los resortes fundamentales de la
administración: virrey, auditores, intendentes y algunos otros cargos de importancia.
También eran españoles en gran parte los miembros del alto clero. Por otra parte, el
monopolio comercial favorecía la concentración del capital comercial en españoles
nativos, agregando otro factor de peso en el dominio político de la Colonia y de
resentimiento en los postergados criollos. A medida que crecían la prevención de los
españoles y la tendencia a apartar a los criollos de las principales esferas de la
administración.
El terrateniente rioplatense, por lo menos en el Litoral, se acercaba mucho más a la
naturaleza del burgués que a la del señor feudal. Las leyes del mercado capitalista
internacional para el cual producían y la inexistencia de privilegios de tipo feudal
condicionaban aquel aburguesamiento de la gran propiedad territorial y la consiguiente
alianza con la burguesía comercial criolla, con la que, por tales razones, impulsaban la
lucha por el comercio libre. En el interior, en cambio, la existencia de mano de obra
indígena y mestiza en condiciones de servidumbre cambiaba la situación.
En el cuadro urbano, además de trabajadores diversos, una multitud de vendedores
callejeros de ambos sexos, de gente sin oficio y con ocupaciones esporádicas, con
mucho menor dependencia hacia la clase principal traducida en un comportamiento
menos sumiso y a veces irreverente, "reproduce en este rincón austral la imagen muy
hispánica de una plebe andrajosa, desocupada y alegre". Diversos grupos medios,
difíciles de unir todavía en un denominador común caracterizan a esta sociedad urbana.
Desde comerciantes de menor fortuna hasta empleados de casas comerciales,
empleados menores de la administración, etc.
El régimen de castas
Durante el S.XVI se distinguía entre españoles, indios y negros, pero los mestizos
heredaban todos los derechos del padre. Ya a fines de esa centuria comenzaron las
restricciones por razones políticas: el temor a desórdenes y sublevaciones. A medida
que la sociedad colonial se fue estructurando y preceisando en sus contornos, fue dando
más importancia a la pureza de sangre y acrecentando una tendencia aristocratizante
que terminó por completarse en el S.XVIII. Es el siglo en que se fortalece el desarrollo
de las burguesías coloniales y con ello generalizan procesos económicos tendientes a
crear la gran propiedad rual dedicada al monocultivo. El creciente enriquecimiento de la
clase principal estimula esa tendencia aristocratizante que era un medio de refirmar y
consolidar los privilegios obtenidos y de la que, parasitariamente, se benefician
españoles y otros blancos carentes de fortuna.
El sistema colonial español conoció como régimen de castas al resultado de la mezcla
étnica, estableciendo claramente, a través de la legislación indiana, los deberes y
derechos de cada una de ellas. Las castas principales la formaban los blancos o
españoles, los indios, los mestizos, los negros y los mulatos, en orden decreciente de
consideración social según las leyes y las costumbres. Además, se tendió a distinguir
con precisión los resultados de la mezcla de dichas castas: zambos, castizos, moriscos,
chimos, etc. Estos subtipos, junto ocn mestizos y mulatos, se comprendían en la
denominación general de castas de mezcla. Así, los viejos empadronamientos
distinguen raramente la población mestiza o dan escasas cifras de ella. "Blancos son
los ricos, aunque sean negros". De tal manera, son frecuentes los casos en que la
ausencia de pureza de sangre es disimulada en virtud de la posición económica
alcanzada.
El consiguiente riesgo político y la acrecentada escasez de mano de obra el rechazo
étnico permitía a la minoría blanca consolidar su dominio. La tendencia a fortalecer los
privilegios sociales mediante las diferencias étnicas cunde en todos los órdenes. La
segregación racial regía en escuelas, corporaciones, milicias, cultos religiosos,
relaciones entre los sexos y, en general, en casi todos los demás aspectos de la vida
colonial, en cuanto en ellos pudieran ejercerse los controles de las autoridades o de la
minoría blanca, como ocurría, sobre todo, en los centros urbanos.
De tal manera, la población mestiza es objeto de continuas medidas de las autoridades,
tendientes a incorporarlas a las tareas productivas más urgidas de mano de obra. La
preocupación del grupo dominante por esta población turbulenta y difícil de someter a
las nuevas necesidades de la economía fue permanente y se manifestaba en una
mezcla de recelo y desprecio a la vez. De tal consideración participaba la naciente figura
del gaucho.

5. La Iglesia
La época borbónica no significó ninguna alteración de fondo en las relaciones del Estado
español con la Iglesia, caracterizadas por el amplio ejercicio del derecho de patronazgo
por parte de la Corona. Se produce en este período una marcada acentuación en el
ejercicio del patronazgo, en consonancia con la naturaleza del despotismo ilustrado, así
como cierta difusión de un espíritu de tolerancia antes desconocido.
El control de la provisión de las altas dignidades eclesiásticas y de la actuación de éstas,
la superioridad de la instancia civil en cuestiones contenciosas eclesiásticas, el control
de las rentas de la Iglesia y la tendencia a aumentar la reversión a la Corona de parte
de ellas y otras manifestaciones menores, continuaron sin variación sustancial. Pero
durante los reinados de Carlos III y Carlos IV el regalismo se acentúa de tal modo que
tiende a convertirse en un intervencionismo del Estado en la vida de la Iglesia.
Las funciones del Tribunal de la Inquisición, con sede en Lima, se atenuaron a lo largo
del siglo hasta comportar una completa decadencia a fines de éste. En cuanto a las
disposiciones reales tendientes a ampliar el control sobre las rentas eclesiásticas y a
contraerlas en provecho de las de la Corona, se extendieron también a América, pero
no modificaron mucho lo relativo al Río de la Plata dado lo modesto de aquellas rentas.
Profunda incidencia tuvo, en la vida de la Iglesia y en múltiples aspectos de la sociedad
colonial, la expulsión de la Orden de los jesuitas y la apropiación de sus bienes,
dispuesta por Carlos III a comienzos de 1767 y llevada a cabo en el Río de la Plata entre
julio y septiembre del mismo año.
La expulsión de los jesuitas en el Río de la Plata, ejecutada sorpresivamente y con todo
rigor por el gobernador Buccarelli, produjo un vacío difícil de cubrir en aquella sociedad
colonial a cuyos aspectos más íntimos se hallaban ligados. Contemplada con
satisfacción por sus adversarios españoles o criollos y por las órdenes religiosas rivales,
recibida con consternación por los numerosos partidarios que los ignacianos habían
conquistado a través de su obra misionera y, sobre todo, de su dominio de los principales
resortes de la educación, dejaron a las autoridades hispanocoloniales la difícil tarea de
administrar sus bienes y de reemplazarlos en escuelas, universidades, misiones,
estancias, obrajes, ingenios, etc.
Las misiones jesuíticas se disgregan rápidamente luego de la expulsión. Reemplazados
los jesuitas por franciscanos y mercedarios en las funciones espirituales y por
administradores civiles en los demás aspectos, las misiones padecen la voracidad, la
codicia y la incapacidad.

6. La cultura y la ideología
Un aspecto del proceso ideológico que se desarrolló durante la época del Virreinato
entre los principales representantes de la burguesía rioplatense, fuese por el contacto
directo con las nuevas ideas en sus viajes a Europa o por las lecturas de los escritos
que clandestinamente circulaban en las colonias hispanoamericanas. Debemos precisar
que dicho proceso, que en lo político fuera notablemente acentuado por influencia de
los sucesos revolucionarios franceses, había comenzado tiempo antes mediante la
difusión de ciertas novedades filosóficas y, sobre todo, económicas, al amparo del auge
que habían cobrado en la España borbónica algunas manifestaciones de la Ilustración
europea, y al compás del aburguesamiento de diversos sectores de la sociedad colonial,
entre los cuales la ciudad de Buenos Aires marchaba a la cabeza. El pensamiento de la
burguesía europea del S.XVIII halla fácil eco en la América hispánica en la medida en
que el desarrollo burgués va modificando algunos sectores de las viejas estructuras
coloniales.
Ya hacía mediados de siglo algunos de los profesores de la propia Universidad de
Córdiba solían conceder a ciertos temas de la filosofía moderna, particularmente al
pensamiento cartesiano, una atención que, aunque dirigida a la crítica de los mismos,
significaba cierto cambio dentro del escolasticismo que había regido y seguiría
dominando por mucho tiempo aquellos estudios.
Las reformas borbónicas en el Río de la Plata y el rápido crecimiento burgués de Buenos
Aires constituyen la base de un fuerte interés hacia las doctrinas de aquellos
economistas europeos que ofrecían tentadoras posibilidades de aplicación al Río de la
Plata. Toda la lucha de la burguesía rioplatense por el libre comercio, toda su crítica del
sistema monopolista español, como, asimismo, del régimen agrario. La agricultura como
madre de las riquezas es un punto de partida teórico dirigido contra la vieja teoría
mercantilista que hacía consistir en la posesión de metales preciosos la riqueza de una
nación, doctrina que había guiado la política hispanoamericana del siglo anterior y que
tan poco había servido a la misma España.
Particular importancia adquirieron en este campo el pensamiento y la actividad de
Manuel Belgrano, desde el regreso de su viaje a España, en 1794, cuando fue
designado secretario del recientemente creado Consulado de Buenos Aires. El periódico
Correo de Comercio fue fundado a comienzos de 1810 por Manuel Belgrano, quien fue
partidario decidido de las teorías de Genovesi y Galiani, y con cierta moderación, de las
doctrinas de Quesnay y Adam Smith, influyó profundamente en el ambiente cultural del
Virreinato, aspecto de su personalidad no suficientemente evaluado aún. Entre los
criollos sobresale Juan Hipólito Vieytes, cuyo periódico Semanario de Agricultura,
Industria y Comercio fue, desde 1802 a 1807, vehículo del nuevo pensamiento
económico. (TENÍAMOS UN PASADO LIBERAL Y NOS IBA BIEN, HOY LOS
PRÓCERES SE ESTÁN REVOLCANDO EN SU TUMBA)
Si el interés principal de los criollos giraba en torno del libre comercio, desarrollo de
nuevas industrias de bases capitalistas, tecnificación de las actividades agropecuarias,
navegación, educación técnica y otros temas a ellos conexos, cabe notar también la
cotidiana atención prestada al problema agrario, en el sentido de propender a la división
de la tierra y al afincamiento de campesinos propietarios de la misma. Juntamente con
la difusión del pensamiento iluminista se van produciendo algunas transformaciones
culturales.
Dentro del mismo espíritu de la Ilustración cabe contar las escuelas especiales creadas
en Buenos Aires durante el Virreinato, algunas de ellas a iniciativa de Belgrano, como
la de Náutica del Consulado inaugurada en 1799. Deben mencionarse en el mismo
sentido las tentativas, algunas logradas, en la enseñanza del dibujo, los idiomas
extranjeros (JUNTO CON EL VISIONARIO ALBERDI SOBRE APRENDER INGLÉS), la
medicina y la química. En 1780 se inaugura el tribunal del Protomedicato, destinado a
fiscalizar el ejercicio de la medicina, y en 1799 la Escuela de Medicina, dependiente del
Protomedicato. Con la aparición de los primeros periódicos rioplatenses culmina este
florecimiento cultural durante el Virreinatio: El Telégrafo Mercantil, Rural e
Historiográfico del Río de la Plata, en 1801, fundado y dirigido por el español Cabello y
Mesa; el Semanario, de Vieytes, en 1802, y el Correo de Comercio, de Belgrano en
1810.
Los estudios universitarios continuaron limitados a los de Córdoba y Charcas. Sensible
influencia tuvo en la formación de numerosos hombres de Mayo la Universidad de
Charcas o Chuquisaca. No tanto por la enseñanza recibida en sus aulas sino por el
clima liberal que vivían, al margen de ellas.
Es cierto que la aparición del rococó, observada en mobiliario, vajilla y distintos
elementos ornamentales de las viviendas porteñas de fines de siglo, es un signo de
cierta variación del gusto acorde con los cambios de una burguesía cuyo espíritu
encontró seguramente mayor eco en ese arte inclinado a lo íntimo, lo gracioso, lo
placentero. Sin embargo, el barroco perdura en los aspectos de mayor gravitación, como
la arquitectura. Pero no solamente es barroco el estilo que reproducen en estas colonias
arquitectos jesuitas a quienes se debe la mayor parte de las obras notables del S.XVIII.
Y en este choque de lo ilustrado y lo barroco, no sería presuroso advertir ya el incipiente
conflicto que ha de llenar la historia cultural del S.XIX entre tradicionalismo y liberalismo,
entre una tradición que habrá de ser caracterizada como "hispanocolonial" y otra,
posterior, "liberal-europea".

Pairos Capítulo 5.
1- Reorientaciones políticas en España a raíz de la ascensión de la Corona de
la Casa de Borbón.

A la muerte de Felipe II las deudas En España se elevaban, hubo quebrantos, los gastos
del Estado crecieron todavía más, no sólo a raíz de las sucesivas inflaciones y de una
creciente alza de precios, sino debido a la intervención de España en la Guerra de los
30 años, la prosecución del conflicto con Francia durante el decenio posterior al Tratado
de Westfalia. La política de los apuros casi siempre estuvo enfrentada Francia y a sus
aliados circunstanciales. Los ejércitos y el poderío naval de España habían sido
duramente vulnerados. Desde el decenio de 1640 la situación empeoró a causa de la
disminución de las remesas de metales preciosos y de impuestos y tributos. Esto
repercutió en el valor de los metales importados por España, el oro y la plata proveniente
de las indias. Las dos terceras partes habían ido a parar a manos de acreedores del
extranjero Y el resto se había esfumado en la compra de mercancías que España no
estaban en condiciones de producir. Desalentados desarrollo industrial y paralizado el
comercio, se había recurrido a una masa agobiadora de muy diversos impuestos, lo que
provocó entre otras reacciones, más emigración que en siglos anteriores. Un fuerte
declive de la industria española obligó a la Península a admitir muchas más mercancías
extranjeras.
Durante el siglo 17 Los herederos de Felipe II persistieron por el rumbo tan perjudicial
para España que habían escogido sus antecesores.
Cómo tenían que la muerte de Carlos segundo se produjera un importante desequilibrio
de fuerzas en Europa Guillermo III de Inglaterra y Luis XIV convinieron en 1698 un primer
plan de repartimiento en virtud del cual España y sus colonias pasarían a manos del
príncipe elector de Baviera. La diplomacia francesa optó sin embargo por persuadir a
Carlos II de qué testara en favor del Duque de Anjou, Nieto de Luis 14 que subió al
Trono con el nombre de Felipe V (1700-1746).
De pronto, España dejó de lado la Dinastía de los habsburgos, para integrarse en la de
los reyes borbónicos. Felipe V se vio envuelto de inmediato en la guerra de Sucesión
española a raíz de la cual España fue invadida por los ingleses, holandeses, alemanes
y portugueses y tropezó con la resistencia de civiles en Cataluña, Aragón y Valencia.
En virtud del tratado de Utrecht (1715), España perdió Gibraltar, mientras que Inglaterra
tomó posesión de parte de Canadá y pudo arrancar de España el tratado
complementario en virtud del cual logró un papel preponderante en el tráfico negrero.
Inglaterra se había convertido en la principal potencia marítima y España pronto estuvo
comprometida en una nueva guerra a causa de su pretensión de conseguir tronos
italianos para dos hijos de Felipe V.
Desprovista de recursos suficientes para actuar en demasiados frentes, España no
había estado en condiciones de proteger sus posesiones coloniales contra invasiones e
incursiones extranjeras y esto había contribuido a su exclusión momentánea o
permanente de varios territorios de América Central y Antillas. Asfixiados por el
monopolio, sometidos al Capricho de una clase gobernante no menos corrupta que la
que había en España, los dominios americanos restantes estuvieron más dispuestos,
como su abastecimiento dependía de una débil capacidad productiva y comercial de
España y ésta no contaba con todos los suficientes navíos para asegurarlo, hacer del
contrabando su tabla de salvación aprovechando para ello las oportunidades creadas
por los emprendimientos mercantiles de holandeses, ingleses, portugueses y franceses.
Felipe V no había prestado hasta entonces suficiente atención a la rehabilitación de
España, pese a todos los problemas acumulados allí no sólo por efecto de la crisis
financiera y económica, sino también a causa de la desintegración política debido al
excesivo poder de la nobleza y de la iglesia, La agitación de regiones empeñadas en
preservar sus fueros y el grado de autonomía de que gozaban pese a la constante
presión para lograr la unidad del país, los grandes latifundios improductivos, la
paralizante influencia de Mesta, industrias en decadencia y una administración caótica.
El rey decidió promover la industria, el comercio, la agricultura y la ganadería peninsular
y comenzó a centralizar la toma de decisiones subsecretarías de despacho. Pero el
fenómeno más decisivo fue la reconsideración de todas las orientaciones económicas
anteriores. Esa fue la mayor contribución del despotismo ilustrado inaugurado por los
Borbones. Muchos rumbos qué tomó el pensamiento oficial en lo que se refiere América
española, demostraron que lo más que lo que más quiso hacer la corona fue mejorar la
administración de las colonias para defenderlas con más cuidado y lograr una
recaudación fiscal mucho mayor; fue consideración secundaria garantizar el progreso
socioeconómico colonial por lo menos en América austral.
Esos objetivos respondían sin embargo al designio de que las colonias se consagraran
a la producción de materias primas muy valoradas en los mercados europeos, pero que
serían negociadas en la Península o necesarias para el consumo Metropolitano y se
abastecerán ampliamente en España de bienes manufacturados. De esa manera se
pensaba en reconstruir muchos activos perdidos. Sin embargo que producían riquezas
de distintos valor e interés, España siempre estaba más interesada en recibir metales
preciosos que otros productos. Se pretendía que las mercancías extranjeras sólo
pudiesen entrar en América por conducto de intermediarios españoles; así se pensó
terminar con el contrabando, sin comprender que este proseguiría mientras que no fuese
auténticamente libre comercio con cualquier país. Se quería ante todo que América
fuera el punto desemboque de la producción metropolitana industrial y agrícola.
No bastaba con que la liberación económica fuese beneficiosa para el comercio y la
industria dentro de España, sino que tenía que ofrecer algunos incentivos a los
productores y comerciantes de América con objeto de contribuir a un mayor intercambio
del centro con la periferia.
Uno de los mejores medios para alcanzar este objetivo era terminar con el predominio
de Cádiz como puerto de entrada y salida obligatoria de productos peninsulares y
coloniales, para lo cual habría que habilitar nuevos puertos y fuentes de abastecimiento
con el fin de quebrar el monopolio ejercido desde allí, y suprimir trámites y tarifas
aduaneras particularmente onerosas y engorrosas reemplazándolos por disposiciones
de más sencilla aplicación y tazas uniformes. Esta manera se podrían crear nuevos
polos de crecimiento en España a la vez que se contribuye al desarrollo de las colonias;
dada la situación económica en España era más importante lograr lo primero que lo
segundo.
El Consejo de Indias y la Casa de Contratación fueron perdiendo mucha de su antigua
influencia sobre la política colonial.
Después de un siglo de operaciones piratescas centradas en América Central, las
Antillas y las costas del Pacífico, los piratas, corsarios, marinos de guerra y mercaderes
ingleses y franceses volvían A interesarse en América austral. No se hablaba de anexión
de cualquier parte del territorio continental pero ese peligro era real en lo que toca la
banda Oriental y a las Islas Malvinas.
A todas estas razones obedecen los cambios decididos por Carlos III, quién gracias a
las medidas adoptadas por su predecesor Fernando VI y de la prosperidad que logró
este, pudo contar con una base suficiente para conseguir en intensificar las reformas
económicas.
Dos innovaciones fueron de especial importancia para el Río de La Plata: la creación de
un virreinato independiente a expensas del Perú y la institución del sistema de
intendencias.
En la Guerra de los 7 años, José de Gálvez, ministro de indias y visitador general de
Nueva España, fue quien ideó el plan para afianzar los puertos del Río de La Plata como
bastión defensivo contra toda amenaza de infiltración extranjera y convertir a Buenos
Aires en una base comercial de primera jerarquía.
El nombramiento de Cevallos en calidad de primer virrey fue cedido en 1776. Cevallos
había llegado a la conclusión de que una mejor defensa del Plata debería ir acompañada
de un mayor desarrollo económico. Por eso dictó el auto de libre internación, gracias al
cual fomento a partir de Buenos Aires el comercio en todo el territorio.
Eran tremendas las distancias que se pararon a las principales ciudades Buenos Aires
quedaba a 140 leguas de Córdoba, 240 leguas de Santiago Del Estero, 318 de Salta,
374 de Santiago de Chile, 403 de Asunción del Paraguay, 536 del Potosí y 1000 de
Lima. La carencia de buenos caminos dificultaba las comunicaciones entre cada capital
de provincia y las ciudades o pueblos satélites.

Las intendencias.
El nuevo sistema se inauguró en 1782 en el Río de La Plata. Se crearon 9 intendencias:
Buenos Aires, Córdoba del Tucumán, Salta del Tucumán, Potosí, Paraguay,
Cochabamba, Chuquisaca Charcas y La Paz. En el puerto de Buenos Aires estaba no
sólo la sede del virreinato, sino también la de la Intendencia General, del Tribunal Mayor
y Oficina Real de Cuentas, creado en 1767 para supervisar la labor de numerosas
tesorerías provinciales encargadas de la recaudación fiscal de la aduana central
organizada en 1778 y de la Real audiencia instituida en 1783.

Población del Virreinato.


Pese a que en 1720 el gobierno español se sintió obligado a prohibir toda emigración
con destino a las indias, pues a pesar de la pobreza de más de un cuarto de la población
peninsular había que contener El Éxodo para poder impulsar una nueva era de
diversificación y crecimiento económico, en el siglo XVIII aumentó algo la inmigración
peninsular, pero el incremento de la población rioplatense se debió sobre todo a las
migraciones internas y al ritmo de crecimiento de las familias criollas y mestizas más
que el aporte de nuevos contingentes de inmigrantes españoles.
La economía del siglo XVII no creó mucho empleo para los grupos sociales más
desfavorecidos. Como era escasa la mano de obra, en muchos puntos provocó
migraciones internas, sobre todo de santiagueños, puntanos, cordobeses y guaraníes
de las antiguas misiones jesuitas, hacia zonas de expansión especialmente en Buenos
Aires y el litoral.
Hacia 1810 la población total del virreinato del río dela plata excedía un millón de
habitantes asentados sobre un territorio de 5 millones de km2. Los españoles venidos
de la Península eran francamente minoritarios, eran mucho más numerosos los
descendientes Criollos de antiguos colonos blancos, los indios, negros, mestizos y
mulatos. Los territorios más poblados con mucha población indígena y mestiza eran los
del Alto Perú.
Cada ciudad-provincia, cada intendencia, cada gobernación tuvo su propia con
características derivadas de las influencias, intereses, tradiciones y composición social
y étnica locales, y entre esas élites surgieron conflictos, sea por aspiraciones y
necesidades regionales o por las identificación con los objetivos de otra de las minorías
porteñas favorables al comercio libre o a la subordinación respecto de España. La
superposición de un nuevo estrato burocrático contribuyó a debilitar el papel de los
cabildos ( siempre celoso de su fuero y de su prerrogativas) y por otro se estableció en
la Colonia una nueva élite comercial que tenía con gente poderosa de la metrópoli y de
otros países lazos más estrechos que sus antecesores.
La multiplicación de nuevas instituciones y estratos de poder a raíz de la creación del
Virreinato hizo que se incorporaron a la clase gobernante muchos funcionarios
designados en España. En una sociedad colonial tan estratificada, esas tendencias
contribuyeron a que se agudizaran las desavenencias entre distintos grupos de
residentes peninsulares y las frustraciones de los elementos progresistas, tanto Criollos
como españoles. A raíz de las reformas económicas comenzaron a aparecer facciones
con perfiles bien definidos: el grupo monopolista europeo, impermeable al cambio, un
grupo más abierto a las nuevas ideas pero deseoso de que mantuvieran a situaciones
de monopolio aunque en provecho de Buenos Aires y no de Cádiz; y un grupo partidario
de ampliar y diversificar la producción y las exportaciones y de liberalizar el comercio,
aunque tal apertura fuera gradual y facilitase las relaciones comerciales sólo con otras
colonias españolas y algunos países neutrales o amigos.

Las fronteras del Virreinato.


La frontera del nordeste sumamente desguarnecida y expuesta, no sólo a los
levantamientos de los chiriguanos, de los ataques de los guaycurúes, sino una invasión
portuguesa, comenzaban en la región de mojos y chiquitos donde las misiones trataban
de apaciguar y sedimentizar a otras tribus chaqueñas. En salta y Jujuy había toda una
cadena de fortines que se extendían del sur a Norte y hacia el nordeste. Santiago Del
Estero no tenía mejor defensa que la del fuerte de Tacopunco y toda la costa del río
Bermejo estaba prácticamente sin colonizar, pues allí sólo existían a finales del siglo
XVII las reducciones de San Bernardo y de Santiago que nuclea a grupos de indios
tobas y mocovíes. Sobre el río Paraguay, era temida de la presencia de los fuertes
portugueses de Nueva Coímbra y Miranda Alburquerque, creados en violación de los
tratados de San Ildefonso. En Corrientes no había más control que el que podía imponer
Los Fuertes de Goya y El Rubio sobre el Paraná, qué de poco servían contra los
bandidos que atentaban contra las vidas y haciendas en todo el litoral. Cruzando de
oeste a este con un trazado sinuoso tendido desde el cerro Tupungato hasta el delta del
Paraná, los principales fortines meridionales existentes hacia 1790 fueron los que
dependían de la intendencia de Córdoba. En Santa Fe habían fortines establecidos que
protegían las poblaciones estancias y chacras bajo la influencia de Buenos Aires,
impedían en todo lo posible que los malones pudieron apoderarse del ganado salvaje o
alzado.
La banda Oriental, Montevideo, fue el principal bastión español contra incursiones
marítimas extranjeras, como había que prepararse de cualquier ataque dirigido contra
el río de la plata a fines del siglo XVIII fue la plaza fuerte más poderosa de todo el
Virreinato. Por el norte de la Banda Oriental donde más necesidad había de defenderse
de las infiltraciones portuguesas y de los ataques de los charrúas, el cordón defensivo
español cuyo comando estaba en el Cerro Largo eran más que insuficientes pues
apenas comprendía unos 400 soldados repartidos en las guardias.

Las Islas Malvinas y la Patagonia.


El archipiélago de Malvinas no suscitó ningún interés concreto por parte de España
hasta el reinado de Felipe V. En cambio los españoles, con Pedro Sarmiento de Gamboa
al mando de un imponente Armada, hicieron todo lo posible para ocupar y poblar la zona
del estrecho de Magallanes, pero la infructuosa expedición de 1581 hizo que tuvieran
que conformarse con intentar la defensa de las costas chilenas desde Valdivia. Desde
mucho tiempo nadie se ocupó del reconocimiento de las Malvinas. Franceses, ingleses
y holandeses siguieron navegando por el Atlántico Sur centrando su atención en Tierra
del Fuego y la costa patagónica y desde fines del siglo 17 Encontraron la ruta del Cabo
de Hornos que abrió el camino de sus barcos corsarios y mercantes hacia puertos
chilenos y peruanos.
España no hizo nada para tomar posesión efectiva de las Islas Malvinas. Tampoco hizo
bastante para desbaratar los proyectos ingleses que se hablaban entonces, como por
ejemplo la resolución del parlamento británico de favorecer el comercio con el Pacífico
austral.
En la primera fase, los ingleses decidieron llevar a cabo dos campañas navales contra
los dominios españoles en América: el almirante Vernon debía atacar grandes puertos
del Caribe aunque sólo pudo saquear Portobelo y fracaso ante Cartagena, mientras que
el comodoro Anson iba a lanzarse contra Buenos Aires y doblar luego en el Cabo de
Hornos para atacar las costas del Pacífico hasta el istmo de Panamá. Anson pasó de
largo frente a Buenos Aires sin que la flota española logras a interceptarlo y siguió su
marcha hacia el Pacífico donde saqueo a Paita y una vez en agua filipinas se apoderó
de un galeón español que rumbeaba hacia el puerto de Acapulco.
Poco después de firmarse el tratado de París (1763), el científico y navegante francés
Bougainville propuso a su Gobierno, el establecimiento de una base naval en América
Austral con objeto de facilitar el paso hacia las Indias orientales Ampliar las perspectivas
del comercio francés. Avistó las Malvinas, bordeo las isla Soledad, se interno por la más
grande bahía occidental y fundó Puerto Luis.
Al año siguiente, el comandante Byron, de la Marina inglesa, exploró a Gran Malvinas
con la intención de establecer un punto de recalada para navíos de guerra y de
comercio, fundando Puerto Egmont. En 1766 el capitán MacBride descubrió la
existencia de Puerto Luis en la otra isla y reclamó su evacuación, aduciendo que las
islas eran inglesas por derecho de descubrimiento, como si tuviera pruebas de que el
hallazgo del archipiélago se debía a Davis, Hawkins o Byron.
Francia no puso grandes objeciones, pero advirtió los españoles que debían darse prisa
en crear una base permanente en las Malvinas para que los ingleses no tuvieran título
ni pretexto alguno para instalarse allí. Por su parte, Bougainville entregó Puerto Luis
contra el pago de una indemnización y fue el mismo quien puso esa base en manos
españolas, transformada entonces en Puerto Soledad bajo la dirección de la capitanía
general de Buenos Aires.

Capítulo 6: Progresos y retrocesos económicos.


1- La rebelión de Tupac Amarú.
El sistema defensivo español estaba esencialmente destinado a proteger las colonias
de los Invasores portugueses, cualquier agresión francesa o inglesa, o depredaciones
cometidas por tribus insumisas y sus malones, pero puede decirse que ninguno de sus
propósitos principales haya sido el sofocar insurrecciones.
Los grandes malones dirigidos del sur recién comenzaron en 1735 y se hicieron cada
vez más frecuentes hasta la línea de las fronteras meridionales y aún más allá. Indios
de distintas parcialidades se disputaban el mismo botín: ganado salvaje, sobretodo
potros yeguas y vacunos.
Muy distinto es el caso de las insurrecciones o levantamientos, provocadas por la
explotación socioeconómica en zona de gran densidad de población indígena. La más
importante fue la rebelión de Tupac Amaru 1780, que se propagó desde Arequipa hasta
Jujuy. El estallido de la rebelión transformada, al poco tiempo, en un movimiento de
liberación destinado a reemplazar el régimen español por una monarquía incaica, se
debió a la reacción que provocaron en distintos grupos sociales las medidas ordenadas
por el visitador José Antonio de Areche. Con objeto de aumentar las recaudaciones del
estado que casi logró triplicar a partir de 1776, Areche decidió aplicar con rigor tres tipos
de disposiciones: el aumento del 4 al 6% de las alcabalas que grababan los frutos del
país y los alimentos, el establecimiento de aduanas interiores y el empadronamiento de
indios mestizos, cholos y mulatos como medio de exigir a más gente el pago de tributo.
La indignación fue muy grande, si bien eran de alcance general y se aplicaban a toda la
población castigaban sobre todo a los indígenas que ya sufrían de hace mucho tiempo
no son las consecuencias de la Mita y las explotaciones de los corregidores sino los
abusos de los perceptores de rentas, de los usureros y hasta de los curas lugareños,
sin que sus quejas fueron suficientemente escuchadas.
Túpac Amaru se presentó como el inca, a causa de su descendencia de la última estirpe
reinante en el Perú antes de la llegada de los españoles. Ir a hombre rico, a causa de
su trabajo en calidad de contratista de arrieros, educado por los Jesuitas y con bastante
predicamento y no le fue difícil esgrimir argumentos en contra la fiscalidad excesiva, la
persistencia de la Mita, las ventas a precios excesivos y los procedimientos a que
recurrían los corregidores para endeudar a los indios y exigirles servicios en los obrajes
textiles. En lugar de investigar los reclamos y tratar de corregir los abusos, las
autoridades optaron por atacar a los protestadores y revoltosos con la intención de
romper los lazos con España y provocar discordia entre españoles europeos, Criollos y
mestizos y movilizaron tropas regulares reforzadas por contingentes de indios “leales”
contra las nutridas fuerzas de los insurrectos. Cabe subrayar que la lucha entablada por
los insurrectos y la represión a que dio lugar, fueron sumamente violentas se ha dicho
que hubo 100000 muertos en menos de un año. Túpac Amaru cayó prisionero con su
familia y fue sentenciado a morir descuartizado; como esta tortura no daba el resultado
apetecido, fue decapitado y como si esto no bastará sus restos fueron exhibidos en
distintas comarcas para escarmiento de los indígenas.

2- Situación de las economías regionales.


En el alto Perú se fue acentuando la decadencia de Potosí, a pesar de lo cual se seguía
produciendo plata en cantidades apreciables. La ley de los metales disminuyó tanto que
de 50 quintales sólo se extraían 2 libras de plata; con la moneda que se labraba se hacía
fraude, pues su ley no era la prescrita y de ello aprovechan los comerciantes de Buenos
Aires que apartaban la de mayor peso para sus compras en el extranjero y la venta los
contrabandistas, reservando el resto para el comercio interno. Abundaban las minas
abandonadas y por ese motivo se añade la dificultad de mantener la Mita a niveles
numéricos suficientes, sobre todo debido a la escasez de la mano de obra provocada
por la epidemia de 1719.
El nuevo virreinato del río de la plata y va a privar al del Perú del 63% de la plata
producida no sólo en Potosí sino también en Oruro, Carangas y Chucuito, como
resultado Montevideo y Buenos Aires pudieron exportar ese metal a un valor muy alto.
No todo era minería en la provincia de Potosí, también abundaban los hacendados
españoles, propietarios de molinos, tierras de sembradío y ganadería, campo dedicados
a la cría de ganado y a cultivar algodón, caña de azúcar, maíz, frijol, arroz y otros
productos agrícolas. Llegó a decirse qué Cochabamba era el granero de las provincias
de arriba y que sus telares operado por hasta 80.000 tejedores producían en 1799 unas
500000 varas de tocuyo comercializables en Salta, Córdoba y Buenos Aires.
En la intendencia de salta había unos 130 mil habitantes, en su gran mayoría pobres,
desparramados sobre casi medio millón de kilómetros cuadrados. En cambio una nueva
aristocracia terrateniente explotaba grandes estancias dedicadas a la cría el pastoreo y
la caza, en zonas altas al desarrollo de tribales viñedos y plantaciones de caña de azúcar
en las zonas bajas. También dominaba el comercio y la compra y venta de mulas. Los
intereses económicos y los vínculos sociales y culturales de ese grupo tendían a
acentuar su identificación con los españoles radicados en el alto Perú.
El mercado salteño siguió concentrando la trata de mulas, a pesar de que la venta cayó
no sólo debido una manifiesta preferencia de los productores de otras provincias por el
comercio del cuero ,sino también un progresivo derrumbe de la economía Potosina y a
los efectos del levantamiento de Tupac Amaru.
En Tucumán sigue en pie una sociedad compuesta de mercaderes enriquecidos gracias
a que la provincia era un lugar de paso obligatorio entre Buenos Aires y el Perú.
Consumía muchos artículos de lujo importado desde Castilla, sobre todo los de industria
textil, y exportaba carretas.
Catamarca se producía en cueros curtidos de gran calidad y en los telares hogareños
se tejían telas con algodón de primera calidad, producidos en la provincia, que fue la
única que mantuvo en pie sus plantaciones después que disminuyó radicalmente la
mano de obra indígena y negra.
Santiago del Estero estaba en decadencia acaso debido a un clima social de discordia
pero podía preciarse de la calidad de los ponchos hechos por el “mujerío” y de la
importancia comercial que había cobrado la recolección de cera y miel.
La Rioja aprovechaba su condición de etapa en la ruta a Chile, para dedicarse a la cría
de mulas y el apertura de estancias en los llanos. San Luis se estaba despoblando
beneficio de la campaña y del litoral, lo mismo que Santiago Del Estero y Córdoba.
Los comerciantes de Córdoba ya se habían volcado hacia la ganadería, pero seguían
contratando y acaparando la producción de las tejedoras serranas.
Mendoza, en la que también se producían cereales y se criaba ganado, abastecía de
vino a todo el Virreinato, como San Juan aguardiente. Además mantenía un activo
comercio con Chile.
En el Paraguay y emisiones se añadieron cañaverales y tabacales a los siempre
próspero yerbatales. También se desarrolló en el Paraguay la construcción de buques.
De los astilleros de Angostura salieron las primeras fragatas.
En corrientes, como en el Paraguay, fueron relativamente importante las actividades de
construcción naval, de carpintería y de venta de madera de construcción, pero también
tenían algún desarrollo en curtiembres. Corrientes también supo competir con Asunción
en el tráfico de Yerba mate y algodón, desarrollar sus curtidurías y la producción textil y
abrir estancias ganaderas hacia el sur.
En Entre Rios había muy variados negocios, empresa de tropas de carros, una flota de
veleros de cabotaje, fábricas de cal y de ladrillos, estaqueadora de cueros, barracas de
frutos, café y billares, saladero curtiduría, fábrica de chocolates, negocios de invernadas,
explotación de Montes, etc.
Santa Fe se estaba recuperando de la decadencia provocadas por mucho guerrear con
los indios, mientras fue puerto obligado de escala, pudo invertir en su protección y
adelantó el producto de las gabelas que debían pagar los barcos que descendían del
Paraná con sus cargamentos de hierba mate azúcar algodón madera cortezas
provenientes del Paraguay y corrientes.
La mayor expansión económica se produjo en el litoral y en la banda oriental lo que
explica porqué atrajeron tanta población migrante de las provincias del Antiguo Tucumán
y de las antiguas reducciones jesuitas. Todo había comenzado en la época de las
grandes vaquerías iniciadas hacia 1716 por orden de los cabildos de Buenos Aires y
Santa Fe; ese hecho, así como el desarrollo de la colonia, contribuyó a formar un curioso
mosaico étnico en la población de la Banda Oriental. Españoles, santafesinos, porteños,
puntanos, mendocinos, cordobeses, charrúas, minuanes y bojanes mezclados con las
corrientes pobladoras de las misiones.

3- Nuevas estancias.
La venta de estancias de la compañía permitió que creciera algo el número de los
pobladores con acceso a la propiedad de tierras recordemos que los jesuitas disponen
de numerosas estancias, algunas muy prestigiosas, como las de rincón de Luna en
Corrientes.
En la faja costera del sur de Buenos Aires las estancias comenzaron a extenderse más
allá del río Salado recién en el siglo XVIII.

4- La exportación de cueros.
La exportación de cueros hecha desde Buenos Aires, habían declinado muchísimos de
la segunda mitad del siglo XVII debido a la indiscriminada matanza de ganado, fueron
aumentando persistentemente. Y apenas entraron en vigor los reglamentos de libre
comercio del año se acentúa esa evolución.

5- El reglamento de comercio libre de 1778.


España autorizó el comercio recíproco entre la metrópoli y las provincias de ultramar y
habilitó 14 puertos españoles y 25 americanos. En todos esos puertos debían crearse
consulados de comercio que, al modo de las sociedades económicas peninsulares se
dedicasen a fomentar la agricultura y las fábricas en las indias y extender y aumentar la
navegación comercial. Todas las naves destinadas al comercio “libre” con las indias
debían ser de construcción nacional, o gozar de una matrícula y habilitación previas si
eran de construcción extranjera. Los capitanes, maestres, oficiales y dos terceras partes
de la tripulaciones debían ser españoles o naturalizados. El comercio siguió reservado
a los españoles, por lo menos en cuanto a la obligatoriedad de su intermediación en el
tráfico de productos procedentes de otros países que representaban la mitad del
volumen total pero se dictaron simplificaciones arancelarias.
El impulso que cobraron Buenos Aires, el litoral y la banda Oriental debió mucho las
nuevas oportunidades comerciales facilitadas por las reformas económicas decretadas
en España. El comercio directo con colonias extranjeras se autorizó en 1795 y los
comerciantes y navíos matriculados en las indias pudieran dedicarse al comercio
transatlántico, prerrogativa reservada antes a los metropolitanos. La llegada de muchos
navíos procedentes del norte de Europa, Estados Unidos o Turquía permitirán ampliar
las relaciones comerciales.

6- Los saladeros.
En 1791, los hacendados de Buenos Aires y Montevideo empezaron a examinar medios
de diversificar las exportaciones. Estimaban en 600.000 el número de cabezas de
ganado que hacían matar por año en todo el litoral. De todas esas reces sólo se
consumían 150 mil en Buenos Aires, Montevideo, Santa Fe, Corrientes y las misiones
jesuitas, de modo que sobraban 450 mil cabezas. Con cada cabeza podría producirse
un quintal y medio de carne de tasajo o dos barriles y medio de carne salada.
El primer proyecto concreto se puso en pie en la banda Oriental, donde Manuel Melian,
recién llegado de España en 1779, decidió dedicarse a producir carne salada para la
real armada y el abastecimiento de los escasos centros poblados de la Patagonia y las
Islas Malvinas. Pero el primer saladero auténtico fue el que instaló Francisco Medina
enorme estancia de Colla.
Las exportaciones de carne salada y seca también se destinaron al abastecimiento
destinado a la comida de esclavos en Cuba.
Conseguir sal Siempre fue una preocupación. Organizar por vía terrestre expediciones
con objeto de encontrar sal era tareas azarosa en vista de los costos de la operación y
los riesgos que se corrían; eran grandes las distancias que había que recorrer por
territorio mal conocidos donde escasean los pastos para el ganado y la leña necesaria
para disponer combustible, había que precaverse de la utilidad de los indios y contar
con mercancías para apaciguarlos. Las sal importada de Europa y la cara. A los
ganaderos rioplatenses les interesaba conseguir sal a mejor precio, por lo que lograron
que durante el virreinato de Vértiz se hiciera una expedición militar hasta las Salinas
Grandes a unos 600 kilómetros de Buenos Aires.
Desde entonces en adelante, cada vez que hacía falta aprovisionarse de sal se
organizaba una expedición fijándose a un punto de reunión para quienes quisieran
participar. Tales empresas además de su éxito comercial, servían para entablar
relaciones con las tribus y para ir estudiando lugares para nuevos asentamientos de
población y, por ende, nuevos trazados de las fronteras con los indios.

7- Reacciones de las provincias interiores a la reforma mercantil de 1778.


Es mucho de las provincias más antiguas del virreinato la reforma mercantil de 1778 fue
perjudicial porque asestó un duro golpe a la industria local, sobre todo la textil y la del
vino. Las autoridades desoyeron los clamores en favor de protegerlas contra invasión
de manufacturas extranjeras, pues algunos de ellos se introducían esas mercaderías de
contrabando. A esto cabe agregar que buena parte de la economía del centro y del
nordeste del nuevo virreinato había dependido durante mucho tiempo el comercio
limeño; la nueva polarización ejercida desde Buenos Aires no fue bienvenida. Además
el derrumbe y la producción minera en el alto Perú privó a casi todo el Tucumán de un
mercado importantísimo. Mientras no hubo comercio libre las provincias mediterráneas
habían logrado cierta prosperidad derivada del mercantilismo y del proteccionismo,
contrariamente a las provincias del litoral.
En Buenos Aires, Entre Ríos y la banda Oriental se estaba desarrollando a cada vez
más la actividad Ganadera, y aunque el comercio de ganado en pie se beneficiaba de
las posibilidades ofrecidas por el mercado interno, los hacendados necesitaban otros
mercados para colocar cueros y sebo. No bastaba el contrabando y comenzaban a estar
en favor de una exportación menos sujeta a las trabas del comercio con el extranjero,
con lo cual entraron en conflicto con la mayoría de los comerciantes peninsulares.
La preferencia de que disfrutaba Buenos Aires, la concentración que se hizo allí del
aparato administrativo burocrático y el poderío que tuvieron los representantes porteños
de grandes intereses mercantiles, contribuyeron a que crecieran los conflictos de tipo
económico y político provocado por la influencia de los consignatarios de empresas
matrices españolas monopolistas, de los acopiadores y promotores de la exportación de
productos del país, así como la aduana porteña, sobre la economía del resto del
territorio. En la propia Buenos Aires se fue poniendo en evidencia que entre
comerciantes y hacendados había intereses opuestos, difícilmente conciliables mientras
que entre los primeros tuvieran vara alta los monopolistas.
Las críticas de los Criollos contra el régimen colonial eran más pragmáticas biológicas
o por lo menos así lo parecían. Nadie parecía dispuesto a desprenderse del tronco
español y arriesgarse en Pos de cambios menos radicales hacia una apertura más
democrática, representativa y popular que las que ofrecían los cabildos y los consulados
de comercio pese a sus serias limitaciones. En Buenos Aires como en el alto Perú
comenzaron a surgir conflictos personales entre los magistrados de las audiencias, y
entre estás y las otras instituciones, sobre todo por motivos de orden jurisdiccional. El
sistema impuesto en 1776 no cuajó bien, tampoco tuvo tiempo para demostrar los
méritos que, por lo menos en teoría, se le atribuyeron. Los antiguos colonos veían con
especial disgusto el desigual comportamiento de las personas encargadas de afianzarlo:
por eso, fue más manifiesta la reprobación dirigida contra determinados individuos que
la invectiva contra las instituciones.

8- Pobreza rural.
El 75% de la población era rural. Esto era sinónimo de pobreza indígena sobre todo en
el alto Perú, donde no había amenguado la explotación de los indios. Salvo las grandes
plantaciones donde predominaban indios, negros y mulatos, la agricultura comercial no
tenía ningún desarrollo apreciable ni mano de obra suficiente para fomentarla, y la
subsistencia fuera del medio indígena requería pocos brazos. No eran muchos los
paisanos que podían trabajar como arrieros, carreteros, troperos o peones de posta, o
dedicarse a una pequeña explotación agrícola por cuenta propia o en calidad de
inquilinos o puesteros. Era relativamente escasa la guarnición de los fortines y las
milicias, no atraían voluntarios salvo cuando se trataba de reprimir a los indios que
hubieran asolado su terruño y robado o matado mujeres y niños. Por otra parte en la
milicia no se vivía mejor que en pleno campo; abundaban los desertores y para muchos
paisanos llegó a ser preferible alistarse en las montoneras o trabajar para un estanciero
capaz de organizar su propia defensa contra las depredaciones de los indígenas.
La gran mayoría de la población rural carecía de empleo fijo y tenía que aceptar los
conchabos de temporada que se les ofrecían. Durante muchos meses al año mucha
gente Estaba sin trabajo a la espera que se pudiera tocarle un empleo accidental en la
yerra, la esquila, la cosecha o el desmonte. En toda la tierra virreinal la tenencia de la
misma siguió concentrándose en pocas manos. Recién al morir los grandes propietarios
empezaron a desmembrarse enormes propiedades.
En la época colonial y hasta bien pasada la primera mitad del siglo XIX, las autoridades
reales, los cabildos, los responsables del orden público y buen número de estancieros,
siempre vieron con malos ojos a la gente ociosa y mal entretenida y no tenía mucho
aprecio por los gauchos vagabundos a los que perseguían o tenían por sospecharse
con o sin razón suficiente que desafían toda la autoridad y tenían pasta de changadores,
cuatreros o contrabandistas.

Capítulo 7: BUENOS AIRES.


Hacia 1670 contiene 400 casas y no tiene cerco mi muro ni foso y nada que lo defienda
sino un pequeño fuerte de tierra que dominan el río circundado por un foso. Hay un
pequeño Baluarte en la boca del Riachuelo que domina el punto donde atracan las
lanchas.. las casas son construidas de barro, porque hay poca piedra en todos estos
países hasta llegar al Perú; están techadas con caña y baja y no tienen altos todas las
piezas son de un solo piso y muy espaciosas; tienen grandes patios y además de las
Casas Grandes, huertas llenas de Naranjos, limoneros, manzanos peros y otros árboles
frutales. Los vecinos tiene muchos sirvientes, negros, mulatos, mestizos, indios, Cafres
o zambos, todos esclavos que además de trabajar en las casas de sus amos, cultivan
los terrenos de ellos, cuidan de los caballos y mulas, matan toros cerriles o se dedican
a cualquier otro servicio.
Con la creación del virreinato de Río de La Plata comenzó para Buenos Aires una época
de crecimiento, interrumpida por la guerra con Inglaterra gracias al impulso de la corona
española se vio obligada a dar su comercio con América. También resultó favorecida
por la decisión de acrecentar los gastos destinados a la administración de la nueva
estructura social.
La decisión de que toda la plata de Potosí fluya hacia Buenos Aires fue un golpe maestro
de Ceballos precisó que el 59% de los ingresos de la Real caja de Buenos Aires
provinieran del alto Perú. En Buenos Aires pretendía ser un destacado Emporio
mercantil apenas disponía de un servicio de correos y de una aduana todavía no tenía
un verdadero Puerto y su abastecimiento era más eficiente desde Montevideo o por vía
terrestre. Los inconvenientes ligado a la precariedad del puerto no hacían sino contribuir
al crecimiento de Montevideo y reforzar la actividad contrabandista pues era
relativamente fácil aprovechar distintos puntos costeros mejor custodiados y más
acogedores. De la Plaza Mayor fundada por el fuerte y el Cabildo atravesada por una
recova repleta de tenduchos amovibles, se tendían entre dos grandes zanjones
verticales por donde se procuraba desagotar las zonas inundables durante las grandes
lluvias, las calles paralelas al río cortadas por otras vías perpendiculares que iban a
Armando el damero de una organización ordenada cuidadosamente con manzanas
cuadradas de 120 m de lado poquísimas calles empedradas con piedra extraída de La
Isla Martín García y aceras de tosco ladrillos.
Casas eran Generalmente a dos voces deseaban la piedra y el ladrillo y rara vez se
excedían de una sola planta con uno o varios patios los que daban a todas las
habitaciones inclusive las de las que enfrenten se destinaban para algún comercio.
Había mucha actividad junto al río, cerca de la aduana y del fuerte, y del paseo de la
Almeda. La gente adinerada disponía de mobiliario importado, en muchos casos de
EEUU. Cada grupo étnico o cultural se reunía en algún café, bodegón o pulpería.
Criollos y peninsulares interesados en nuevas ideas y tendencias acudían a intercambiar
opiniones y noticias.
Empezaban a desarrollarse las quintas y las chacras y cerca de ellas, nuevos poblados.

Comercio y contrabando en el Río de La Plata y Chile. (Villalobos). 1700 - 1811.

La imposibilidad de comerciar con holgura, había producido un estancamiento en la vida


económica de las colonias, mientras España se enriquecida gozando de la exclusividad
del tráfico. Esto había producido una tensión entre criollos españoles y habría
repercutido profundamente como una de las causas de la Independencia. De modo que
no es raro descubrir en la última centuria colonial la superposición de medidas
antagónicas, como las que prohibían ciertos cultivos en América para que no hiciesen
competencia con los españoles.
La actuación desmedrada de España en los conflictos internacionales y su inferioridad
naval, fueron motivos de muchas ventajas para sus enemigos y también para sus
aliados al punto tal que el control de los territorios americanos paso por momentos de
relajamiento.

Las bases del monopolio.


El sistema establecido por España con el nuevo mundo, fue el monopolio, que en esa
forma se beneficiaba con el comercio de sus dominios. Desde España debían partir las
mercaderías y regresar a ella las naves cargadas con los productos de intercambio.
Solamente los nacidos en la península podían dedicarse al tráfico y nadie más que sus
barcos podían tocar puertos americanos.
El papel de América, según la doctrina mercantilista, era el de retribuir el comercio con
metales preciosos y materias primas.
A fines del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, el monopolio había adquirido su
forma más restrictiva. Un primer paso fue la creación en Sevilla en 1503 de la Casa de
Contratación, organismo que llegaría a centralizar todas las actividades relacionadas
con el comercio. Otro paso fue la prohibición establecida en 1526 para que los barcos
no navegasen aisladamente, debiendo hacerlo rodeadas de una flota de guerra. En
1543 se dispuso la salida periódica de dos flotas por año.
Dentro del sistema de comercio y navegación del imperio español, correspondió a Chile
y al Río de La Plata la peor situación y la más absurda. El tráfico de ambas regiones en
lugar de hacerse directamente con España por las aguas del Atlántico debía anudarse
en Lima con el de las flotas.
En cuanto al Río de La Plata la subordinación a Lima significa un entorpecimiento
increíble en el comercio, un aumento desmedido en los precios y la imposibilidad de dar
la salida a los frutos de la región.
El antagonismo entre Lima y Buenos Aires no era solamente por la cuestión de la de la
navegación desde el Río de La Plata, sino que lo que verdaderamente estaba implicado
era el comercio de las regiones interiores tales como Salta, Tucumán, Paraguay, y por
sobre todo, el Alto Perú o Charcas; en el caso que Buenos Aires logras esos mercados,
especialmente el último, que encerraba la plata de Potosí las riquezas metálicas en lugar
de beneficiar los mercaderes limeños saldrían por la vertiente del Atlántico y
contribuirían al esplendor de Buenos Aires.
Tales disposiciones dieron algún movimiento al comercio bonaerense, pero fue el
comercio ilegal realizado la sombra de aquella disposición, es lo que produjo mayor
efecto. Contrabando llegó a ser en el Río de La Plata una solución para sus
necesidades, a pesar de que no se le practicó en el siglo XVII con la intensidad que en
otras partes de América, contribuyó a evitar el ahogo económico de la región. En lugar
de darse a Buenos Aires el carácter de centro de comercio rioplatense, chileno y
altoperuano que le correspondía por su situación privilegiada, se le convirtió en cerrojo
de todo el extremo meridional de América.
Siglo XVIII se produciría la quiebra total del monopolio a consecuencia del desarrollo de
las colonias y de la fuerte presión económica ejercida por las naciones extranjeras y que
tuvo en el contrabando la forma más segura de operar.

Sacramento, bastión del contrabando.


El comercio ilícito que de tempranos años ejercían los portugueses en la extensa e
imprecisa frontera que abarcaba desde el Paraguay hasta el Río de La Plata, recibió un
sólido apoyo con la fundación de la Colonia de Sacramento en la orilla Norte del río
frente a Buenos Aires. Desde su fundación en 1680, aumentó el contrabando, sirviendo
de base de operaciones tanto a los portugueses como sus aliados los ingleses. Las
autoridades españolas vieron con temor e ira la presencia de sus enemigos a tan corta
distancia de Buenos Aires. Baltasar García Ros, se determinó atacar a los portugueses
en 1705. El éxito completo coronó sus esfuerzos y la colonia volvió a poder de España.
Sin embargo aquella Plaza hubo de ser devuelta a Portugal, que bajo el poder del
poderoso patrocinio de Londres logró 1715 la inclusión de una cláusula en ese sentido
en el tratado de Utrecht. Sucedió tal como se temía y la colonia volvió a tomar carácter
de base del contrabando portugués e inglés.
En 1752 los comerciantes españoles decían que la colonia de Sacramento es una
reposición en que diariamente se duplica lo que el día antes se introdujo. Las islas del
río Paraná cubiertas de apretada vegetación y los canales a que daban formación,
servían maravillosamente para ocultar el movimiento de lanchas, ya fuese al bajar hacia
la colonia cargada de productos de la tierra y unas buenas talegas de plata, o al regresar
aguas arriba con las preciosas mercancías extranjeras. Las especies europeas, una vez
depositadas en tierra, iniciaban su marcha hacia Buenos Aires o a las provincias del
interior, Incluso el alto Perú. Estos procedimientos están fáciles para burlar la vigilancia,
facilitan enormemente el contrabando a través de la colonia de Sacramento y desde
entonces sirvieron para tratar con toda clase de naves extranjeras que merodeaban las
aguas del Plata.

Los Franceses en ofensiva comercial.


La guerra de sucesión sostenida contra Inglaterra, Austria, Portugal, Savoya y Holanda
sorprendió a España en un estado de indefensión naval que obligó emplear barcos y
sus aliados para mantener las comunicaciones con América y defender sus costas.
Misma Corona autorizó algunos barcos franceses A vender sus especies en los puertos
del Pacífico en recompensa por los combates sostenidos contra los ingleses.
En Chile el puerto de Concepción se transformó en La Guarida del contrabando bajo los
ojos complacientes las autoridades, pues entró por allí gran parte de las mercaderías
que entonces se introdujeron en el país y sirvió aquella zona de base de operaciones a
los barcos que se dirigían hacia el norte hasta el Perú. A su regreso, las naves solían
regalar nuevamente allí para vender algunas últimas mercaderías y aprovisionarse
antes de emprender el rumbo a Europa.
En Buenos Aires, el contrabando francés se vio favorecido por la trata de esclavos. En
1702 la corona concedió el monopolio a la compañía de Guinea establecida en Francia.
Podría transportar cierta cantidad de mercaderías para el uso de los negros. Los
cargamentos transportados para atender a las necesidades de los negros, que incluyen
principalmente ropas, sirvieron para introducir otras mercaderías de fácil venta en las
colonias. La adquisición de negros en establecimientos extranjeros un método fácil para
comprar toda clase de manufacturas; el empleo de naves no pertenecientes a la
compañía contribuyó a aumentar las internaciones clandestinas. No solamente los
barcos de la compañía se beneficiaron con el comercio clandestino, sino que otras
naves cuyo destino era por lo general Pacífico, también se aprovecharon de la situación.
La desmesurada afluencia de mercaderías saturó completamente el mercado,
provocando una baja que arruinó a numerosos comerciantes y hasta los mismos
franceses cuyo cargamento debieron ser vendidos, en ocasiones a precio de costo y
aún a precios inferiores. La saturación del mercado chileno produjo un rebalse de
mercaderías hacia otras regiones, especialmente hacia el Perú, que comenzó a recibir
mercadería llevadas por los mismos barcos franceses. Esta situación provocó una
enérgica protesta, para los comerciantes limeños varios habían caído en ruinas y lo
demás se viene imposibilitados para competir con los productos franceses. Se había
operado una reversión de la corriente comercial, en lugar de llegar las mercaderías por
la vía Panamá- Lima que controlaban los comerciantes peruanos, se abrió la ruta Cabo
de Hornos-Chile-Perú y en menor escala la de Buenos Aires-Chile.
Hacia 1716 se operó una reacción definitiva contra el comercio ilícito de los franceses,
tanto en Francia, por las quiebras de los armadores de saint-malo, principales
interesados, como España, por el retroceso de su comercio con las colonias. Al mismo
tiempo los gobernadores americanos, apremiados por el rey extremaron la vigilancia, y
en el año 1724 ya podían darse por concluidas las expediciones francesas.

La revancha de Inglaterra.
Al ciclo francés, debía seguirle el ciclo inglés, a consecuencia del triunfo logrado por
Inglaterra en la liquidación de la Guerra de Sucesión. Las negociaciones de paz
efectuadas en Madrid entre Inglaterra y España, dieron por resultado la conclusión del
tratado de asiento de negros el 26 de Marzo de 1713, mediante el cual la corte española
concedió a Inglaterra el comercio negrero con sus colonias durante 30 años que
comenzarían a correr el 1 de mayo de 1713. El artículo 9° estipuló que los negros que
desembarcasen en Buenos Aires, 400 podían internarse anualmente en el Perú y en
Chile. Inglaterra se adjudicaba el monopolio de la trata de esclavos, que serviría de base
a una mayor penetración en América, y con el navío de permiso habría otra vía para
introducir sus productos. Que daban en sus manos las herramientas necesarias para
abordar el mercado hispanoamericano.
El comercio negrero se desarrollaba en el Río de La Plata y Chile dentro de un círculo
vicioso difícil de romper. El negro era caro por lo reducido de su afluencia y las
desastrosas mermas que ocurrían en los cargamentos por las condiciones inhumanas
de la navegación y las enfermedades; por otro lado no existían actividades económicas
tan remuneradoras como para absorber una mano de obra cara. Muy diferente era en
el caso de los países tropicales, donde las exportaciones de su agricultura (azúcar,
tabaco, cacao) dejaban excelente margen de ganancia y permitían el empleo de grandes
masas de esclavos. En el Río de La Plata la economía descansaba primordialmente en
la ganadería, actividad que se necesita poca gente, y en Chile la población mestiza
representaba una potencia de trabajo que no tenía a qué dedicarse. Estas condiciones
influyeron también, en ambas colonias, para que el negro se le destinase ha trabajos
especializados (artífices, capataces, cocheros) y encontrase colocación en la
servidumbre doméstica. Pero tan importante como la trata de negros, o quizás más, fue
contrabando realizado por los ingleses.
Los procedimientos de la Compañía del Mar del Sur, fueron similares a los de su
antecesora francesa. Junto con desembarcar los negros estaba permitido transportar
cierta cantidad de mercaderías que se juzgaban indispensables para atender las
necesidades de las negros, especialmente géneros. Con ese pretexto, eran depositadas
en las Bodegas de la compañía crecidas cantidades de productos destinados al
contrabando. Las telas era el principal rubro de contrabando pero muchas otras
mercaderías integraron los cargamentos, recibiendo todo el conjunto el nombre de
“géneros” en el lenguaje de la época. Usualmente las compras hechas a la compañía
eran pagadas con cuero y cebos; pero la plata y el oro no estaban ausentes a pesar de
estar prohibida su salida.
La intensidad del contrabando inglés en el Río de La Plata fue mayor que la del francés,
tanto por la superioridad de los ingleses para negocios, como por la mayor afluencia de
barcos. Mientras que la presencia de los franceses se dejó sentir en las costas del
Atlántico y el Pacífico, los ingleses tuvieron acceso solamente a Buenos Aires, por eso
esa plaza se convirtió en el principal foco de contrabando en el extremo sur de América
y sirvió para proveer a las regiones vecinas.

Los navíos de registro y el colapso de las flotas.


La corte española refloto Aquel viejo sistema conocida con el nombre proyecto para
galeones dictado en 1720. Quería restablecer el orden del comercio, asegurar la
puntualidad en el movimiento de flotas, darle la necesaria protección contra las naves
enemigas y establecer comunicaciones normales mediante “avisos” o naves de correo.
Con estas medidas se esperaba intensificar el comercio con las colonias y facilitar así
el restablecimiento de las fábricas de España. La nueva ordenanza reglamento la
existencia de navíos de registro, nombre que recibían los barcos que navegaban
independientes de las flotas y que se dirigían a determinados puertos con permiso
especial.
El puerto de Buenos Aires, hasta entonces concurrido por muy escasos navíos de
registro, comenzó a gozar de un tráfico más intenso y de mayor cantidad de
mercaderías.
Los comerciantes de España también ha experimentado en el trastorno ocurrido en el
comercio, que se reflejaba en la disminución de las ganancias en las flotas, cada vez se
hacía más difícil vender los cargamentos, pues los comerciantes del Perú enviaban
menos oro y plata que antes.
La guerra qué estalló ese año con Inglaterra perturbo notablemente el comercio. Las
consecuencias fueron trascendentales, desde entonces se dio por concluido el sistema
de flotas ante la imposibilidad de mantener abierta la ruta del istmo. En 1740 la corte
rompía el cerco impuesto al Pacífico y permitía la negación directa con España. Se abría
el ciclo de registros del Cabo de Hornos.

Progreso de medio siglo.


El estancamiento del comercio parecía ahogar el desarrollo económico y sumir a la
población en una vida lánguida sometida a la inercia secular. Pero los grandes cambios
ya aparecían en el Horizonte y el trajín de los Navegantes franceses, de los
contrabandistas lusitanos e ingleses, la llegada de frecuentes navíos de registro, el
tránsito de mercaderías al interior, la matanza de vacunos, la entrada oculta de la plata
de Potosí y muchos otros fenómenos dieron un nuevo pulso a las actividades
económicas.
El aumento de la exportación de cueros llenó de afanes al campo. La búsqueda de
ganado y las matanzas dieron trabajo continuo a los “gauderios”, tanto en las cercanías
de Buenos Aires como las regiones apartadas. El tránsito de los cueros en Buenos Aires,
ya fuese en las caravanas de carretas o las lanchas que bajaban por el Paraná, se
intensificó en forma apreciable, mientras los ganaderos y comerciantes palpaban los
beneficios de negocios emprendidos en grande. Tan importante fueron las adquisiciones
de cueros hechas en la primera mitad del siglo que la existencia de los ganados
experimentó un retroceso notorio. En 1718, el ganado cimarrón había casi desaparecido
y esto causó una seria preocupación a las autoridades del Plata. Este fenómeno
repercutió hasta las misiones del Paraguay.

Nuevas reformas. El Virreinato de Buenos Aires.


La segunda mitad del siglo XVIII presentaría transformaciones profundas en la
organización y en la vida de las colonias americanas, que se reflejarían en el comercio
en nuevos cambios ya bastante significativos que afectarían a todas las actividades
económicas. Entre ellas se encontraría el establecimiento de un servicio regular de
correo.
El 16 de octubre de 1765, el rey tomó una resolución de gran significado, que fue la
base para la concesión posterior del llamado libre comercio entre España y las indias.
Por decreto de aquella fecha Se abrieron al comercio directo de Cuba.
El comercio de productos americanos estaba prohibido entre una colonia y otra, salvo
ciertas excepciones, como el comercio entre Buenos Aires y Chile, y el de este con Perú.
Esta Absurda situación desapareció en 1774 con una real orden que levantó la
prohibición para que los reinos del Perú, Nueva España, Nueva Granada y Guatemala
y que se hizo extensiva al río de la plata en 1776.
Al mismo tiempo que estas reformas se abrían paso, el gobierno de Madrid consideraba
un cambio radical en la estructura de los territorios del Sur: la creación del virreinato de
Buenos Aires que afectaría profundamente el comercio y la economía de todo el extremo
meridional.
La creación del virreinato estuvo ligada a la expedición contra la colonia de Sacramento
confiada a Don Pedro Ceballos, que junto con el mando de las fuerzas militares recibió
el título de virrey en 1776. Los territorios asignados al nuevo virreinato fueron los del Río
de La Plata, Paraguay, Charcas, Tucumán y Cuyo, creándose así una nueva jurisdicción
de grandes posibilidades que encerraba las riquezas metálicas del alto Perú. El éxito de
Ceballos, con la caída de Sacramento, tubo fuerte resonancia y de aquel momento la
corte confirmó la existencia del nuevo virreinato como una creación estable.
El predominio del Perú había pasado para siempre; la revancha de Buenos Aires,
basada en una realidad geográfica indiscutible, se concretaría en un fuerte desarrollo y
una importancia creciente dentro de los dominios australes.

Comercio libre entre España y América.


En 1778, el virreinato del Plata obtenía un gran triunfo al ordenarse que los cargamentos
desembarcados en Buenos Aires pudiesen internarse en cualquiera de los otros
dominios del América meridional. Esto significaba que no solamente se corroborar a la
unificación comercial hecha por Ceballos en su virreinato, sino que además se le
habilitaba como ruta mercantil de las otras jurisdicciones. El comercio era libre, en
cuanto se eliminaban varios impuestos, desaparecieron, muchos trámites engorrosos y
la navegación adquiriría flexibilidad con la habilitación de muchos puertos españoles y
americanos para el comercio; protegido porque se acordaban privilegios aduaneros a
numerosos productos españoles y americanos, y en general, por qué se trató al
robustecer el comercio entre súbditos de la corona, de alejar la influencia de productos
extranjeros y de contrabando.

Comercio con el Asia.


El comercio con el Asia no era que no las colonias americanas. Desde remotos tiempos
el galeón de Manila unía las filipinas con México, constituyendo el único medio de
comunicación con el nuevo mundo. Sus mercaderías no podían enviar se las demás
colonias; pero en el hecho algunas especies eran remitidas subrepticiamente a varios
puertos, entre ellos Lima, buscando inquietud en los comerciantes por que aumentaron
existencias de mercaderías.

La trata libre de negros.


La irregularidad del comercio negrero seguir haciendo en la segunda mitad del siglo
XVIII, un problema en la economía colonial, que la corte no había podido solucionar a
pesar de las concesiones hechas a las grandes compañías y algunos particulares. Los
continuos fracasos y la incapacidad de España para afrontar la trata por sí misma,
deberían una vez más atentar contra el monopolio que pretende ejercer sobre Indias.
Ante la necesidad de proveer a las colonias de mano de obra abundante y barata,
indispensable para impulsar la producción, los ministros españoles se vieron obligados
a tomar una política más liberal para el tráfico de esclavos; ella consistió, en líneas
generales, en exención de impuestos, estímulos y privilegios para los sujetos que se
dedicaban a ese comercio, y autorizaciones y facilidades para los tratantes de Naciones
extranjeras. Dentro de esa política, un paso decisivo fue la real orden de 28 de febrero
de 1789 que otorgó el libre comercio de los Esclavos a Cuba, Santo Domingo, Puerto
Rico y Venezuela.
Al mismo tiempo que aumentó la entrada de negros, aumentó la exportación de
productos coloniales especialmente cueros, y esto contribuyó a alzar su precio en ciertos
momentos estimulando así a los ganaderos.
El movimiento de los barcos negreros y todos los negocios hechos alrededor de este
tráfico están ligados de tal manera al comercio de las colonias extranjeras.

Comercio con las colonias extranjeras.


Durante la Guerra que España sostuvo contra la Francia Revolucionaria, se produjo un
desajuste en el comercio americano por la dificultad para dar salida a los productos
coloniales y adquirir otros. En el Río de La Plata, los cueros se amontonaban, y la
agricultura experimentaba un colapso por la abundancia de la producción de trigo y la
imposibilidad de exportar. Considerando esta situación, un comerciante avecinado en el
Río de La Plata, solicitó a la corona autorización para efectuar el tráfico con las colonias
extranjeras. La petición fue acogida favorablemente, y quedó autorizado el comercio con
las colonias extranjeras. Los comerciantes de las colonias españolas podían enviar a
las extranjeras todos los productos que no tuvieron salida para España y traer de retorno
negros o frutos como azúcar, café, algodón u otros. Inmediatamente se experimentó un
alivio en el mercado americano, especialmente en el Río de La Plata, tanto por el nuevo
tráfico como por el contrabando, que halló otra forma de operar.
El comercio con las colonias extranjeras significa en el Río de La Plata exportaciones
de cuero, sebo, carne y tasajo, que se enviaban de preferencia de Brasil y en pocas
cantidades al Caribe. Retornó las naves transportaban arroz, café, tabaco negro,
aguardiente de Caña, Brea, alquitrán y esclavos negros.
Dentro de esos marcos, el comercio era completamente legal, pero los abusos
invadieron de tal manera las negociaciones que el tráfico se constituyó en desorden
difícil de reprimir. Se podían encontrar mis clases de engaños y negocios oscuros. No
solamente los súbditos de la corona española se dedicaron a este comercio sino
también los portugueses, quizás la parte más importante, son aves ligeras eran las más
activas. Los españoles y Criollos hacían lo mismo en Río de Janeiro, aparentando que
sus naves eran portuguesas y que los cueros y demás efectos que transportaban
provenían de Río Grande do Sul.
En épocas de guerra estos engaños aumentaron a fin de dar a las naves la calidad de
neutrales y evitar la embestida en poder de los corsarios ingleses, en este sentido los
comerciantes de Buenos Aires llegaron a aprovechar el tráfico que se realizaba entre
Río de Janeiro y Lisboa.
Otro abuso, fue la salida clandestina de oro y plata en lugar de los productos
coloniales, quedando burladas las terminantes prohibiciones en aquel sentido. La
entrada de mercancías europeas tampoco pudo ser detenida, pues casi no hubo
embarcaciones provenientes de colonias extranjeras que juntos los productos
permitidos no transporte manufacturas extranjeras.

Barcos Neutrales.
El empleo de naves pertenecientes a naciones amigas o neutrales, durante el período
de guerra, no era extraño al comercio entre España y sus dominios. Mediando la
guerra con Inglaterra, los comerciantes de Cádiz representaron al Monarcas los daños
que experimentaban con la interrupción del comercio y solicitaron que se les
permitiese utilizar buques de bandera neutral. Consideró los prejuicios por falta de
productos americanos y de la manufactura en las colonias, resolvió permitir el
comercio en barcos neutrales.
Con el nuevo sistema las colonias obtuvieron mayores posibilidades de fletes para
atender sus necesidades y remitir sus productos a la metrópoli y la seguridad de que el
tráfico no se cortaría. Los extranjeros que van como siempre y marginados del
comercio y los productos americanos no podían salir a las naciones extranjeras.
Recién autorizado el comercio en barcos neutrales comenzaron a expedirse los
respectivos permisos a los mercaderes españoles. Los comerciantes que no
consiguieron permiso para arribar a puertos extranjeros se valieron de artimañas para
hacerlo. Justifican de muchas formas, algunas de ellas eran que una tempestad había
desviado la nave de su curso, justificaban la llegada a puertos extranjeros neutrales,
donde vendían su cargamento para evitar mayores males.
El contrabando y los engaños alcanzaron un desarrollo tan grande, que por real orden
del 20 de abril de 1799 se mandó a suspender la utilización de naves neutrales. Y
debido a la continuación del estado de guerra con Inglaterra en 1801 la corte volvió
totalmente sobre sus pasos, al expedir una real orden que nuevamente consideró el
empleo de buques neutrales. En 1802 se restablece la paz con Inglaterra y
desapareció la calidad de neutral, aplicable sólo a tiempo de guerra.
Los puertos más favorecidos con el comercio bajo pabellón neutral fueron los del
Atlántico, pero desde 1805, las aguas del Pacífico también fueron surcadas por naves
extranjeras con licencia.

Contrabando en el Pacífico.
Las expediciones de los ingleses despertaron un gran interés por el Pacífico, en los
momentos en que los balleneros ingleses llegaban hasta las Islas Malvinas y la costa
patagónica en busca del cetáceo. En los años siguientes la frecuencia de los
balleneros ingleses en las aguas cercanas a Chile fue cosa corriente y no pasó mucho
tiempo antes que el gobierno británico acudiesen amparo de sus valientes marinos.

Altos y bajos de la producción colonial.


Los productos de la ganadería, agricultura y minería que en España y los mercados
extranjeros tenían estimación, aumentaron su exportación y por lo tanto su producción.
Las especies manufacturadas toscas y modestas, que habían alcanzado algún
desarrollo no pudieron resistir la competencia de las mercaderías extranjeras, más
finas y baratas.
En el Rio de La Plata, la producción agrícola y Ganadera es la que aparece como la
más favorecida por las nuevas situaciones. Los cueros alcanzaron grandes cifras de
exportación desde que se estableció el comercio libre entre España y América en
1778. La ganadería fue una de las más seguras y proporcionar riquezas a quienes se
dedicaron a ella. Ramo de cueros es el que exprese y es mucho el fomento que tienen
las estancias. La salida de cueros fue en aumento, de modo tal que no hubo nave
dedicada al tráfico con colonias extranjeras que no cargarse una buena partida.
Exportación de cuero se va a ser un incentivo grande en la vida económica del Plata,
que el aumento de las matanzas puso en peligro la existencia del ganado.
Junto a la exportación de cueros se desarrolló la del sebo y la carne salada, que
aumentó el número de saladeros y obligo a mejorar la técnica de la salazón.
Hacía 1801 los saladeros estaban en plena prosperidad y prometían un mejor futuro.
La exportación de carnes promovió también la explotación de la sal, que
periódicamente se iba a buscar en grandes expediciones de carretas acompañadas
de tropa y artillería al territorio de los indios, en la Pampa.
Menor que el desarrollo de la ganadería y la elaboración de sus productos, fue el de la
agricultura, aún cuando es posible observar un aumento en la producción de trigo y la
fabricación de harina. Hasta la época del comercio libre con España, no existía ningún
estímulo para aumentar la siembra del trigo y sólo se cultivaban necesario para el
pequeño consumo interno.

Hacendados, comerciantes y extranjeros.


Los hacendados ganaderos acentuaron su importancia dentro de la sociedad del plata
desde que las grandes exportaciones de cuero aumentaron sus labores y el nivel de
su riqueza. Las enormes estancias dedicadas a la explotación del ganado se
encontraban en el litoral. Los negocios y la vida social vinculaban a los ganaderos con
Buenos Aires y Montevideo, que representaban el contacto con el mundo exterior y
cuyos comerciantes eran los agentes de las caudalosas exportaciones. Debido a la
dispersión de los ganaderos nunca llegaron a constituir un cuerpo estable que los
representase.
Mucho más definido en sus rasgos y más cohesionado en sus actuaciones, era el
grupo de los comerciantes, que llegó a ser elemento más característico de la sociedad
de Buenos Aires y Montevideo.
El grupo comerciante, compuesto en las últimas décadas tanto por españoles Criollos,
jugaron un papel decisivo en la vida de Buenos Aires junto con los terratenientes y los
funcionarios de gobierno.
Establecimiento del Real Tribunal del Consulado, estaba encargado de administrar
justicia comercial en forma expedita, y a través de su junta de gobierno, de fomentar la
agricultura industria y Comercio.
El auge de los comerciantes también fue notorio en Chile, aunque las condiciones
económicas y sociales del país impidieron la formación de un grupo tan nítido y fuerte
como en el del Plata.
En estrecha relación con los comerciantes actuaban algunos extranjeros, que llegaron
a formar pequeños núcleos a pesar de las prohibiciones legales para su entrada y
permanencia en las colonias. Mucho de los comerciantes extranjeros llegaron como
agentes del comercio o como miembros de la tripulación de los barcos y
permanecieron dedicados al tráfico; pero al mismo tiempo un gran número se dedicó a
los oficios manuales o a pequeñas industrias, en que sobresalieron por su
laboriosidad. Carpinteros, herreros, talladores y vidrieros estaban compuesto de
extranjeros y españoles.
La presencia de los extranjeros en las colonias tuvo algunas repercusiones en el
progreso colonial. Como agentes del comercio, facilitaron la vinculación con otros
mercados y contribuyeron a ampliar el horizonte de los comerciantes locales. Los que
desenvolvieron sus habilidades como artesanos o pequeños industriales, introdujeron
nuevas técnicas y mejorar la calidad de las manufacturas. Casi todos sembraron
nuevas ideas, enfrentaron a los Criollos con sus prejuicios, dieron a conocer
pensamientos políticos diferentes y algunos con espíritu muy ingenuos, anduvieron por
los caminos oscuros de las conspiraciones. Fueron un nuevo elemento que auguraba
un futuro de grandes cambios.

Comercio con todas las naciones.


Desde que las reformas comerciales de la corona española dejaron sentir sus efectos
en las colonias, los monopolistas fundamentalmente en la vieja idea mercantilista, de
que el oro y la plata era la base de la riqueza de las naciones y de que por lo tanto
debía hacerse toda clase de esfuerzos por conservar metales preciosos. La
correspondencia de los comerciantes está llena de consideraciones a favor de la
retención de los metales preciosos. La entrada excesiva de mercaderías y el
consiguiente descenso de precios, había rodeado la inseguridad de los negocios y la
continúa quiebra de los comerciantes aparecía con un perjuicio grave. A los
comerciantes les convenía una pequeña afluencia de mercadería, la estrictamente
necesaria, para mantener los precios altos y obtener buenas ganancias.

Kossok
El capítulo 3 tiene muchas fechas que no creo que las tome, así que solo voy a poner
los hechos a grandes rasgos.
Las amenazas de ataques a la Colonia del Sacramento y a la costa patagónica e Islas
Malvinas eran imparables desde Lima. Era necesario crear un grupo que asegurara la
autodefensa.
La Colonia del Sacramento pasó de ser española a portuguesa y viceversa muchas
veces, porque era un punto estratégico para los ingleses (que estaban aliados con
Portugal). Cuando se creó el Virreinato del Rio de la Plata los portugueses dejaron de
joder tanto.
Inglaterra y Francia querían entrar por la Patagonia o pasar al océano pacífico para
comerciar con Chile y Perú, por lo que España mandó a Buenos Aires a conquistar toda
la costa, aunque no pudo sostenerlo muy bien.
Por otra parte, tener un territorio muy grande, con distancias muy grandes entre Buenos
Aires y Lima, hacía imposible controlarlo eficientemente.
Cuando crean el Virreinato del Rio de la Plata, Buenos Aires no producía minerales,
pero como tenía un puerto aduanero tenía una hegemonía sobre las provincias del
interior, que quedaron empobrecidas.
Montevideo creció muy rápido, aunque dependía de Buenos Aires, por lo que intentó
independizarse de ellos, pero España les dijo que no.
El capítulo 4 habla de las rivalidades entre Buenos Aires y Lima. Perú no quería que se
manden las cosas a Buenos Aires y este quería independizarse de Perú.
Co el paso del tiempo, Buenos Aires fue ganando predominio, a costas de Perú. La ruina
de Lima provenía por la gran cantidad de mercancías baratas que entraban por Buenos
Aires.
Cuando crearon el Virreinato del Rio de la Plata los reclamos peruanos perdieron su
último punto de apoyo, ya que a partir de ese punto las preocupaciones españolas
estarían centradas en el progreso comercial de Buenos Aires.
La liberación del comercio interior, además de las importaciones y las restricciones a
metales preciosos, causaron una superioridad económica del Virreinato del Rio de la
Plata sobre el del Perú. La concentración del comercio interamericano trajo más
ventajas al litoral platense.
El capítulo 5 habla de la ganadería y la agricultura. Como Hispanoamérica estaba
atrasada, era una proveedora de materias primas y compradora de productos
manufacturados.
El punto fuerte del Virreinato del Rio de la Plata era la ganadería, principalmente la venta
de cuero, ya que no había ni oro ni plata.
No se podía tener estancias ni ser ganadero si no tenías un territorio suficientemente
grande. Por esto se crearon latifundios. Al estar la frontera llena de “indios” el valor de
las tierras subió.
En 1791 el virrey hizo un decreto en contra del tráfico ilegal de ganado en la banda
oriental del Rio de la Plata. Esto estaba focalizado en las personas que robaban ganado
o los sacrificaban para su comercio clandestino.
El comercio clandestino era muy difundido, ya que eliminaba impuestos y bajaban los
precios oficiales (que ya eran bajos).
Para intentar contrarrestarlo, el virrey mandó a los propietarios a marcar sus cueros, y
la clase comerciante protestó contra esa muestra de desconfianza y que los estancieros
queden tan bien parados.
Para fomentar la venta de carne Sevilla fomentó la creación de saladeros en Buenos
Aires para tener más cosas que vender. Los principales problemas fueron la escasez de
mano de obra especializada y el alto precio de la sal.
Mientras que la ganadería tuvo una tendencia ascendente la agricultura estuvo en la
miseria. Esto es sorprendente porque España, teniendo en cuenta lo que decían los
fisiócratas, fomentó mediante leyes la agricultura. Aunque no fue a toda la agricultura,
sino que fue solo a la que le proporcionaba de forma directa materias primas a las
manufacturas de la metrópoli.
A pesar de eso, falló por las siguientes razones: la ganadería tenía mayor facilidad para
exportar, la falta de mano de obra y la poca rentabilidad que suponía contratar mano de
obra y no tener un gran mercado.
Los latifundios eran un problema, porque perturbaban el desarrollo del comercio y la
agricultura.
El capítulo 6 habla de las manufacturas, artesanías y los gremios.
La creación de corporaciones causó restricciones a las manufacturas. Esto hizo que la
industria nacional quede atrasada con respecto a España, y esto le daba más poder a
las corporaciones.
Los gremios eran asociaciones entre gente con la misma profesión. Ocupaban una
posición intermedia en la estructura social de la colonia. Estos intentaban consolidar su
posición en la escala de rangos jerárquicos porque esto le daba más influencia social.
Los gremios excluyeron a las castas para separarse de las clases sociales inferiores.
Cada trabajo tenía su casta designada para realizarlos: los blancos puros trabajaban
con la plata, los mestizos e “indios” se ocupaban de los oficios intermedios y los negros
y mulatos trabajan en los oficios bajos, como las artesanías.
La burguesía colonial manufacturera desempeñó un papel importante en la organización
corporativa de la artesanía y el comercio. A pesar de esto, la burguesía solo logró
progresar en la rama económica.
La crisis en el interior fue mayor a la del litoral. El “libre comercio” causó que los
capitalistas europeos dominaran el comercio a costa de los textiles locales debido a la
incapacidad de competir con las importaciones.
El capítulo 7 son puras estadísticas de población. Estas estadísticas dicen que la
población creció mucho entre 1770 y 1790.
Los criollo realizaban muchas más tareas en el Virreinato del Rio de la Plata que en el
de México. Además había muchos más criollos que españoles, aunque estos últimos
tenían supremacía sobre los puestos administrativos. Como los criollos no podían tener
puestos gubernamentales a pesar de su éxito, comenzó la rebelión contra los españoles.

Suriano
España se estaba debilitando mientras Inglaterra se fortalecía. América del sur se
transformó en un punto estratégico para las coronas europeas. En particular la Colonia
del Sacramento en la frontera con las tierras portuguesas y el Cabo de Hornos en la
Patagonia. En 1778 se consensuaron los límites entre tierras portuguesas y españolas
mediante el Tratado de San Ildefonso y El Pardo.
Antes de la creación del Virreinato del Rio de la Plata hicieron medidas para darle más
autonomía a Buenos Aires con respecto a Lima.
En 1782 se dictó la Ordenanza de Intendencias, que creó 8 unidades administrativas
para que el virrey tenga auxiliares que solucionen mejor problemas regionales. Además
se crearon 4 gobiernos político-militares que en cierta medida dependían de las
intendencias en la que estaba ubicada pero estaban subordinadas al virrey. El régimen
de intendencias incentivó la creación de cabildos, los cuales pedían mayor participación
en el gobierno local.
En 1794 se creó el consulado, con el objetivo de fomentar el comercio. En 1797 se
dispuso que tenía que estar compuesto por comerciantes y hacendados en partes
iguales. Ahí discutían los que querían libre comercio y los que estaban a favor del
monopolio español. Hacia 1802 los librecambistas comenzaron a predominar, lo que
sirvió como lubricante para la autorización de comerciar con los ingleses acordada por
Cisneros en 1809.
El virrey Vértiz concretó en 1783 un plan de defensa y población, en el que promovió la
creación de centros urbanos y el desarrollo agrícola, aunque terminó siendo más
ganadero.
Las políticas borbónicas tendían a proporcionarle al Virreinato del Rio de la Plata los
medios económicos necesarios para apoyar sus objetivos militares en la región. Estas
medidas satisfacían a los intereses de los comerciantes de Buenos Aires, a costa de los
intereses de Lima. El control de los metales de Potosí, el libre comercio interno y el
comercio directo con España hizo que Buenos Aires predomine el mercado interior.
La apertura del puerto de Buenos Aires al comercio mejoró las recaudaciones de la
Aduana. Además aumentó el comercio interno. La mayor independencia con respecto a
Lima causó que el centro gravitatorio económico costero pasase del Pacífico al Atlántico.
La ganadería en el litoral sufrió una notable expansión gracias al comercio del cuero. El
interior tuvo un progreso más lento. Las zonas que estaban en la ruta comercial de
Potosí conservaron su papel protagonista. Salta produce trigo y vides, Tucumán
sobrevivió a base de las artesanías y el comercio. Córdoba tenía actividades agrícolas
y textiles, aunque fueron cediendo paso a la ganadería. Santiago del Estero perdió
fuerza por estar fuera de la ruta comercial de Potosí. Mendoza siguió siendo relevante
por ser paso obligatorio para llegar a Chile. La Rioja y San Luis se centraron en la
ganadería. San Juan y Catamarca se fueron a la mierda por el Reglamento de Libre
Comercio.
En 1788 se crea la Aduana en Buenos Aires, por la importancia del comercio que tenía
el puerto.
Cuando se crea el virreinato, el Rio de la Plata era una zona casi desértica, cosa que se
fue transformando con un aumento de población rápido. Las causas son el crecimiento
vegetativo, expansión económica, mejoras urbanas y la inmigración. El litoral crece más
rápido que el interior debido a que era el centro económico.
La inmigración blanca fue fomentada por la corona y facilitada por las condiciones
económicas de la región. La población negra entró como mano de obra gracias al
decreto de libertad de tráfico de esclavos en 1789. La población indígena tuvo un declive
importante.
La sociedad virreinal era heterogénea y tenía una marcada diferenciación social y étnica.
Los grupos privilegiados eran propietarios, comerciantes a gran escala, terratenientes,
etc. Los sectores populares tenían una mayor diversidad étnica.

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