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México:
• Región históricamente más importante y próspera de la colonia, diferenciada del
resto del imperio.
• Norte de México: ganadero y minero, era subsidiario del México Central.
• Tierras bajas del este (despobladas): surgimiento del azúcar hacia fines del siglo
XVIII.
• Centro: industria artesanal relativamente importante, destinada hacia el mercado
interno.
• Sectores dominantes del México Central y meridional: grandes comerciantes de
Veracruz (muchos de ellos peninsulares tras las reformas borbónicas).
• Autonomía de la minería respecto al comercio (mineros poseen capitales).
• Su economía crece en la 2da mitad del siglo XVIII aunque no tanto como otras
regiones.
• Clase alta lujosa mexicana: criollos (mineros) y peninsulares (comerciantes y
terratenientes), a la vez que miseria popular. Enorme desigualdad social.
• Crecimiento demográfico (siglo XVIII), sobre todo en el sector de autoconsumo.
• Migraciones internas que, junto con el crecimiento demográfico, no son
absorbidas en el empleo.
• Clase media no es aceptada en los cargos burocráticos, reservados a los
peninsulares.
Así, este clima de prosperidad comenzaba a mostrar sus facetas más negativas, que
terminarían por hacerse ver claramente con la entrada del siglo XIX.
América Central:
• Más estancada que México y Cuba.
• Más del 50% de la población era indígena.
• Guatemala: mayor concentración indígena. Grandes haciendas y comunidades
indígenas de subsistencia.
• El Salvador: no tantos indios y propiedad más dividida. Más tropical.
Comerciantes dominan la economía. Importancia del índigo.
• Honduras y Nicaragua: ganadería extensiva y escaso desarrollo. Mestizos y
mulatos.
• Costa Rica: más despoblada. Hacia 1750, se establecen colonos gallegos en
agricultura de autoconsumo.
Venezuela:
• A diferencia de Colombia, volcada al mercado ultramarino y más integrada.
• Importancia del cacao. En menor medida, el café, el índigo y el algodón.
• Costa y valles andinos: agricultura de plantación, en manos de grandes
terratenientes criollos que usan mano de obra esclava.
• Región muy afectada por las reformas borbónicas.
Ecuador:
• Fuerte oposición costa/sierra.
• Costa: agricultura tropical de plantación (cacao de menor calidad que el
venezolano pero más barato), con mano de obra esclava y dirigida al mercado
ultramarino.
• Sierra: mayoría indígena, minoría blanca. Aislada del comercio ultramarino (se
manifiesta en la persistencia de idiomas prehispánicos). Sobre todo de autoconsumo,
aunque hay cierta producción destinada a la costa o al Río de la Plata.
• Existe una alta clase indígena, “cómplice” de las clases dominantes blancas.
Chile:
• Tradicionalmente subsumido a Lima.
• Región más aislada de todas (poca repercusión de las reformas borbónicas).
• Siglo XVIII: crecimiento lento, sobre todo de metales preciosos (para
exportación).
• Poca diversificación económica por falta de compradores. Sólo Lima le compra
trigo.
• Población crece más rápido que la economía, y es sobre todo rural, blanca y
mestiza.
• Conquista de tierras indígenas durante el siglo XVIII.
• Siglo XVIII: pocos cambios en la estructura social. Campo: gran propiedad,
explotación semifeudal. Sube la proporción de los peninsulares (burócratas o
comerciantes) en las clases altas.
• Escasa población negra y mulata.
Río de la Plata:
• Región muy afectada por las reformas borbónicas, por, entre otras cosas, la
necesidad de establecer una barrera ante el avance portugués.
• Economía, tradicionalmente dirigida hacia Lima, ahora se dirige hacia Buenos
Aires, que crece mucho.
• Clase mercantil rápidamente ampliada (sobre todo por la inmigración española)
y enriquecida, que domina por la concentración de la producción proveniente del Alto
Perú.
• Interior abastece al Alto Perú. El litoral y Buenos Aires son mercados auxiliares,
aunque el libre comercio con España a partir de 1778 lo perjudica.
• Litoral rioplatense crece muy rápido durante la segunda mitad del s. XVIII.
Subsumido a Bs As. Producción de cueros, con escasa mano de obra.
• Región pampeana y litoral: privilegiada porque no hay clara propiedad de la
tierra, lo que permite la ganadería extensiva, también gracias a reducidas amenazas
indígenas.
• Montevideo, rival de Buenos Aires, no puede competir contra ella.
Paraguay:
• Misiones: en decadencia. Produce algodón y yerba mate, pero pierde mercados
con Paraguay.
• Paraguay: prospera. Dominada por colonos peninsulares. Produce yerba, tabaco
y ganadería vacuna.
Alto Perú:
• Aún núcleo demográfico (indígena y mestizo) y económico del Virreinato del Río
de la Plata.
• Mayor dependencia de la minería respecto de comercio (respecto de México).
• Cierta decadencia de la minería, pero aún sigue siendo la más importante de la
Sudamérica española. Mano de obra sobre todo indígena.
• Agricultura altoperuano y artesanías textiles que proveen a las minas.
• Surgen ciudades comerciales (La Paz) al lado de las mineras. La Paz, indígena
sobre todo, es el nexo entre el Potosí y el Bajo Perú. Por ello, se ve perjudicada con las
reformas borbónicas.
Brasil:
El siglo XVIII afectó más a Brasil que a Hispanoamérica. El núcleo económico se
desplazó del norte azucarero al centro minero. Además, se expandió territorialmente.
Hasta fines del siglo XVII, Brasil se había centrado en la producción de azúcar, sobre
todo en el Norte. Pero hacia esta fecha, el azúcar comenzó su larga decadencia (que
duraría hasta fines del siglo XIX), tras la instalación de este cultivo en las Antillas, lo cual
suponía una mayor competencia en un mercado relativamente reducido. Brasil no
estaba bien preparado para afrontar esta competencia, ya que la producción azucarera
era bastante arcaica. Pero con la decadencia del azúcar, fue creciendo, en el Centro, la
ganadería y la caza de indígenas (para venderlos como esclavos complementarios en
las plantaciones azucareras, que, por no disponer de moneda suficiente, ya no podían
comprar tantos esclavos africanos, ahora dirigidos a las Antillas).
El descubrimiento de oro en 1698 y el de diamantes hacia 1730 cambiarían la historia
brasileña. Estos minerales, existentes en la zona de Minas Gerais, serían una riqueza
fundamental para Brasil. La minería (mucho menor que la hispanoamericana) permitió
el retome de la importación de esclavos africanos (aunque destinados a esta actividad
y no a la azucarera) y facilitó, como en ningún otro país de Latinoamérica, la inmigración
europea. Pero hacia fines del siglo XVIII la minería entraría en decadencia.
A la vez, en la costa de Río de Janeiro, que se había convertido en la capital del Imperio,
se producía algodón (favorecido con el auge de la Revolución Industrial) y el arroz. En
Río Grande Do Sul, se practicó la ganadería, cuyos mercados eran tanto internos (para
la carne) como externos (cueros). Estas regiones serían las más prósperas hacia fines
del siglo XVIII, en contraposición a las zonas mineras y azucareras, en decadencia. No
obstante, el azúcar seguía siendo la principal actividad económica.
Las reformas pombalinas facilitaron la integración económica con Inglaterra, lo que sería
relevante durante a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Por otro lado, la sociedad brasileña era menos cerrada que la española: el principal
límite de casta era el de la esclavitud. Por otra parte, la voluminosa inmigración
metropolitana que se dio en Brasil favoreció la creación de una aristocracia ligada al
comercio ultramarino, a diferencia de Hispanoamérica. Los hacendados ganaderos del
centro y del sur, si bien dependen, en cierto punto, de la aristocracia comerciante,
tendrán un poder local muy sólido.
La diferenciación entre productores y mercaderes es distinta que en Hispanoamérica:
en Brasil hay desde el comienzo un amplio sector agrícola, dominado por una
homogénea clase terrateniente, que produce para ultramar. Portugal, menos poderoso
que España, no puede tener una política económica tan determinante como ésta última.
Además, la administración colonial, por parte de Portugal, era mucho más atrasada que
la de España con Hispanoamérica. Esto hacía que la cohesión entre metrópoli y colonia
fuera menos sólida (lo cual explicaría la importancia temprana de Inglaterra en la
economía brasileña). Al igual que en España, la Corona no puede afrontar ella misma
las tareas de expansión colonial: es por ello que concede ciertas atribuciones y
autonomías a los sectores dominantes locales. Esto también podría tener que ver con
el rumbo posterior de Brasil, en el cual los sectores locales mantuvieron un poder muy
fuerte, mucho mayor que en Hispanoamérica.
En Brasil no se dieron reformas del tipo que en Hispanoamérica, en parte por el poder
menor que tenía Portugal para llevarlas a cabo, y en parte porque la Metrópoli no había
estado tan interesada en su actividad económica como lo había hecho España. En
Brasil, la Corona no garantizaba ni tierras ni mano de obra como sí en Hispanoamérica,
lo cual también contribuye a explicar el por qué de la mayor autonomía brasileña.
Pero la principal diferencia entre la estructura social de Brasil e Hispanoamérica es que
en esta última, la posesión de la tierra y la de la riqueza no van juntas; en Brasil sí suelen
acompañarse, y eso da a las clases dominantes locales un poder que les falta en
Hispanoamérica. Por eso, la creación de un poder central no puede darse en Brasil en
contra de esos poderes locales que pueden dominar las instituciones creadas para
controlarlos. El poder central nace aquí débil y se ejercerá conforme a esa debilidad.
Por otro lado, el personal eclesiástico en el Brasil de fines del siglo XVIII pertenecía a
estas clases dominantes locales sin parangón en Hispanoamérica.
La España del siglo XVII conoció el auge de la Ilustración, la etapa que corona el
desarrollo del pensamiento burgués europeo y prepara el camino a la Revolución
Francesa y a diversos movimientos.
La Ilustración española intentó liberar el desarrollo de fuerzas burguesas en la antigua
monarquía. Promovió la difusión de las “novedades” filosóficas más compatibles con el
arraigado catolicismo de su pueblo; afirmó el regalismo e intentó modificar la vida de la
Iglesia española; apoyó el fortalecimiento del poder real a través del despotismo
ilustrado característico del siglo, y encaró una reforma económica que fue el centro de
todas sus concepciones. A ella se dirigieron todos los esfuerzos en todos los campos:
enseñanza, vida religiosa, empresas de colonización, adecuación del aparato del
estado.
El despotismo ilustrado concebía como objetivo un estado poderoso con la fuerza y la
eficacia necesarias para encarar las vastas reformas que permitiesen el bienestar de los
súbditos y consolidar la posición española en la política europea. Tradujo algunas
necesidades históricas del desarrollo capitalista europeo a las que España intentó
alcanzar sin éxito. Ansiaba un acrecentamiento del poder de la monarquía ante las
supervivencias del feudalismo, pero guiado por la razón para asegurar su carácter
benefactor. Necesitaba apoyarse en prósperas finanzas, en un gran poder militar y naval
y en una eficiente maquinaria administrativa, campos en los que los Borbones tratarán
de innovar, y en los que las colonias tendrán mucho que ver desde las rentas reales y
la defensa del Imperio.
Indagar las razones que movieron a España a la creación del Virreinato del Río de la
Plata es examinar un aspecto de las luchas por la hegemonía europea durante el siglo
XVIII: los estériles esfuerzos para recuperar su poderío y contener el avance rival. Un
examen de las consecuencias muestra lo contrario de los objetivos perseguidos. Las
medidas liberales del nuevo Virreinato impulsaron fuerzas internas que ya no pudo
contener la metrópoli debilitada y asediada.
Desde los Tratados de Utrecht (1713), Inglaterra había logrado introducir una importante
cuña en el monopolio hispanocolonial. El asiento de negros y el navío de permiso
abrieron el comercio inglés y acrecentaron las posibilidades de contrabando. La Colonia
del Sacramento, cuya devolución a Portugal se le impuso a España, habría de servirle
de base. Y en torno a la Colonia se suceden diversas alternativas derivadas de la
permanente irritación española y del interés de Portugal e Inglaterra por mantenerla.
En 1750, se firma el Tratado de Permuta, por el cual el monarca portugués Juan VI y el
español Fernando VI, convenían en fijar los límites de sus posesiones americanas de
acuerdo con el principio del uti possidetis: reconocían la conveniencia de quedarse con
lo que cada reino tenía ocupado hasta entonces. Con excepciones: la devolución de la
Colonia del Sacramento a España y la cesión de los siete pueblos de las Misiones.
La aplicación del Tratado de Permuta, ventajosa para Portugal, ocasionó numerosas
dificultades. Al fallecer Fernando VI, Carlos III logró convenir la anulación del Tratado,
volviendo al ordenamiento de Tordesillas y Utrecht. La Colonia del Sacramento vuelve
a dominio lusitano.
Carlos III abandona el temperamento pacifista y en 1761 firma con Francia el Pacto de
Familia, por el cual ambas dinastías borbónicas se unen en una comunidad de
ganancias y pérdidas, y por el que España ingresa en la Guerra de los Siete Años. Por
esta guerra, Francia pierde la mayor parte de sus posesiones americanas. La única
victoria de España fue la toma de la Colonia en 1763 por parte de Pedro de Cevallos,
debiendo enfrentar una escuadra británica enviada en auxilio de los portugueses.
Cevallos se puso luego en campaña hacia el Río Grande, para continuar la restitución
a España de territorios ocupados, pero la Paz de París paralizó su campaña. Por ella,
España rescataba La Habana y Manila de los ingleses, pero devolvía la Colonia
Sacramento.
En la fundación del Virreinato ha de influir la cuestión del Pacífico: la rivalidad de España
con Francia e Inglaterra, por el dominio de la ruta a los mercados del Pacífico,
americanos y asiáticos, a través del Cabo de Hornos. El control de esa ruta dependía
de la posesión de las regiones patagónicas. En 1764, la expedición francesa al mando
de Boungainville funda Port Saint Louis en la isla del Este de las Malvinas. Hasta que
en 1774, ésta logra el desalojo total de los ingleses.
Movidos por las mismas razones defensivas los españoles encaran la colonización de
la costa patagónica enviando familias campesinas gallegas, en 1778, provistas de
elementos para el trabajo. Sin embargo, el intento de colonizar no tiene éxito por las
dificultades de subsistencia, la falta de recursos en Buenos Aires y la inconsecuencia
española en su política defensiva.
Destruido el poderío colonial francés en América, debilitado el español en el Norte,
Inglaterra, en alianza con Portugal, constituía un peligro grave para los dominios
hispanos en el Río de la Plata. La política de Carlos III estaba dirigida a contener el
avance inglés y tratar de eliminar las ventajas de diversos tratados. Si el ingreso a la
Guerra de los Siete Años significaba la suspensión de todos esos tratados y las
concesiones comerciales, la posible victoria borbónica podría lograr su anulación
definitiva. La derrota fue un duro golpe para esta política. Carlos III apela a otros
recursos, como limitar el paso de metales preciosos a Inglaterra o disminuir la
importación de productos textiles españoles.
La defensa de la región rioplatense era más que urgente, dada su vulnerabilidad. Se
requería una gran empresa militar y naval en el Plata y una política económica que
proporcionase a la región las rentas necesarias para mantenerla.
El permanente choque con los portugueses en los límites confería al conflicto
internacional un cariz de lucha local, continua y tenaz.
En 1763 la corona de Portugal crea el Virreinato de Brasil. La presión portuguesa se
intensifica en pos de la ocupación de la zona del Río Grande y el establecimiento de un
enlace terrestre con la Colonia del Sacramento. En 1767, los portugueses se apoderaron
de nuevo de la parte septentrional del Río Grande.
La constante penetración de los portugueses, fortalecidos por la reorganización
administrativa y los grandes refuerzos enviados por su Corona, llevó a la guerra en
1776-77.
La corona española decide el envío de una poderosa expedición al mando de Pedro de
Cevallos. En julio de 1776 Cevallos tomó la Colonia del Sacramento que dejó
definitivamente de pertenecer al dominio lusitano y aseguró el español. En octubre de
1777, el Tratado de San Ildefonso fijaba los límites definitivos entre las colonias
españolas y las portuguesas.
Para el mejor cumplimiento de su misión, se concedieron a Cevallos los poderes y
atribuciones de Virrey para las provincias del Río de la Plata, designación que tenía
carácter provisional. Una vez cumplida, la creación del Virreinato tuvo carácter definitivo.
Primera Parte
La Reorganización
1. La reforma administrativa
A partir del reinado de Felipe V, se fueron adoptando en España algunas características
administrativas de la monarquía francesa. Se trataba de lograr una mayor eficiencia
basada sobre los principios de la centralización y especialización de funciones. Carlos
III acentuó esta tendencia durante su reinado (1759-1788). Rodeado de un grupo de
filósofos intentó promover el resurgimiento económico como medio de consolidar a
España, como gran potencia europea. La reorganización administrativa se imponía
como una condición ineludible para sanear las finanzas del reino.
El proceso de centralización había ido limitando las funciones del Consejo de Indias
pasando a ser un ministerio especial. La importancia concedida a la relación con las
colonias había promovido diversos proyectos de reformas para las Indias. Por ejemplo:
la liberalización del comercio colonial, el fomento de la economía americana, la
concesión de mejoras para sus habitantes y la reforma de su régimen administrativo.
El establecimiento del Virreinato de Nueva Granada (1740), el de la Capitanía General
de Venezuela (1731), y el de Cuba (1764), son otras medidas tendientes a una mejor
administración. Fruto del propósito de examinar la situación de las colonias y mejorar
sus condiciones defensivas ante el acrecentamiento de la amenaza inglesa, fue el
proyecto de formar un nuevo virreinato con las provincias del norte de Nueva España y
la creación de las Provincias Interiores de Nueva España (1776).
Similares propósitos llevaron a la corona española a la creación del Virreinato del Río
de la Plata. La crítica generalizada hacia el sistema colonial había sido confirmada por
el informe secreto de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1749). En él se describían la
corrupción administrativa y los abusos de poder.
La creación del nuevo Virreinato tuvo lugar con carácter provisional en 1776, a raíz de
la expedición contra los portugueses comandada por Cevallos. Se convirtió en creación
permanente por Real Orden de 1777, transfiriendo el cargo de Virrey a Vértiz que lo
desempeñó hasta 1784. El nuevo Virreinato comprendía las provincias de Buenos Aires,
Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas, Mendoza y San Juan.
La política de la Corona tendió a proporcionar a las autoridades de Buenos Aires los
medios económicos y administrativos necesarios para apoyar sus objetivos militares en
la región. Buenos Aires había ido adquiriendo autonomía con respecto de Lima.
De allí que las distintas medidas desde 1776 en adelante satisfacen las aspiraciones de
los comerciantes o hacendados rioplatenses, muchas veces en desmedro de los
intereses de Lima. En 1777 Cevallos prohíbe la salida hacia el Perú de plata y oro en
lingotes. Con el metal de Potosí más el libre comercio interno y el intercambio directo
con España, Buenos Aires se aseguraba el predominio en los mercados del Interior,
incluido el Alto Perú y el Bajo Perú, importancia que subraya la creación de su Aduana,
por Real Cédula en 1778. Estas disposiciones resolvían una vieja rivalidad entre Lima y
Buenos Aires.
El proceso de independización de Buenos Aires con respecto a Lima, es una
manifestación del paulatino traslado del centro de gravedad económico de la costa del
Pacífico a la del Atlántico. La lucha contra Lima era un aspecto de la lucha contra el
monopolio de los comerciantes andaluces que controlaban el tráfico del Perú, vía
Portobelo. El Consulado de Lima era instrumento de Sevilla y de Cádiz y en la oposición
al libre comercio coinciden los comerciantes monopolistas de Buenos Aires,
representantes de los intereses españoles, con los de Lima.
Buenos Aires clamaba contra la vía comercial que desde España debía dirigirse a
Panamá, de allí al Perú por el Pacífico, para luego llegar a Buenos Aires: largo trayecto
que multiplicaba los precios de los fletes, gravámenes sucesivos y otros rubros y que
constituía una de las bases de la preeminencia de los comerciantes de Lima. La ciudad
peruana protestaba contra la salida clandestina de mercadería por Buenos Aires hacia
España y por el contrabando que significaba la Colonia del Sacramento.
El crecimiento de Buenos Aires engrosa las fuerzas partidarias de la creación del nuevo
Virreinato, a la vez que el triunfo paulatino de esta tendencia abre las puertas al
impetuoso crecimiento de la futura metrópoli, puesto que ese crecimiento era una
necesidad para la política borbónica de crear una nueva división administrativa como
para asegurar el éxito de su objetivo estratégico y financiero.
Estimularon también la economía del Río de la Plata diversas medidas que disminuían
aranceles e impuestos o que fomentaban producciones, como la de la salazón de
carnes.
En ningún otro lugar los problemas administrativos adquirían mayor relevancia para la
política española. En el nuevo Virreinato será donde se implante por primera vez el
régimen de intendencias, sistema francés adoptado por España desde Felipe V. En
enero de 1782 se dicta la Ordenanza de Intendentes que luego se extiende a todo el
imperio colonial español.
Se necesitaban órganos de gobierno con mayor capacidad ejecutiva y funciones mejor
delimitadas, sobre territorios menos extensos, de manera de poder llegar a todas las
regiones. La Ordenanza creaba ocho unidades administrativas dentro del nuevo
Virreinato, de manera que el poder del virrey, contase con auxiliares en condiciones de
atender mejor los problemas de cada región. Eran las intendencias de: Salta, Córdoba,
Paraguay, La Plata, Cochabamba, Potosí, La Paz y la Intendencia General de Ejército
y Provincia de Buenos Aires. La ex gobernación de Córdoba quedaba dividida en dos:
Córdoba, La Rioja, Mendoza, San Juan y San Luis integraban la Intendencia de
Córdoba, con capital en la ciudad de Córdoba; y Salta, Tucumán, Catamarca, Santiago
del Estero y Jujuy, la Intendencia de Salta, con capital en la ciudad de Salta. Montevideo,
las Misiones y las provincias de Mojos y Chiquitos, quedaban fuera del sistema de
intendencias, como gobernaciones militares inmediatamente subordinadas al virrey,
dada su contigüidad a territorios portugueses.
En la Ordenanza no se aclaraban suficientemente el carácter y los límites de su
subordinación a los virreyes, lo que motivó frecuentes fricciones.
Los nuevos funcionarios estaban a cargo de los asuntos de justicia, hacienda, policía y
guerra, subordinados al virrey y de la Audiencia. Fuera de la capital, los Intendentes
contaban con el auxilio de sus delegados locales, con funciones de política, hacienda y
guerra. En los asuntos de justicia, el Intendente contaba con la asistencia de un teniente
letrado que le asesoraba respecto de la administración en general y ejercía jurisdicción
sobre asuntos civiles y criminales. El alcalde ordinario ejercía atribuciones judiciales
como juez de primera instancia.
La Ordenanza reglamentó la competencia del Intendente y de la Audiencia, de manera
de evitar conflictos. La Audiencia de Charcas se ha de ver lesionada por la creación de
una nueva de Audiencia en Buenos Aires en 1785.
Respecto de la hacienda, la autoridad máxima era el Secretario de Indias, en su carácter
de Superintendente general de Real Hacienda en las Indias, delegaba sus atribuciones
para el Río de la Plata, en el Superintendente de Buenos Aires, contando con la
colaboración de una Junta Superior de Real Hacienda. Fue presidida por el
Superintendente hasta la supresión del cargo y luego por el virrey, cuidaba de la
administración del erario, de uniformar la administración de justicia y de supervisar la
faz económica de todo lo relacionado con la guerra. Fue suprimido el cargo de
Superintendente en 1788, quedando sus funciones a cargo del virrey y creándose para
la Intendencia de Buenos Aires un cargo similar con atribuciones más limitadas.
La Ordenanza reglamentó las fuentes de recursos del fisco: el real tributo, el quinto real,
la alcabala. Se centralizaba las rentas especiales, se reglamentaba la percepción y
rendición de cuentas de otros tributos menores y de la media anata y títulos de nobleza,
y se prestaba atención a las rentas eclesiásticas.
El sistema financiero de la Ordenanza parece haber producido frutos apreciables en los
primeros años. Pero no produjo los ingresos esperados.
Lo mismo puede decirse de los resultados del sistema de Intendentes. La Ordenanza
fue incapaz de corregir la defectuosa administración de las colonias. La ineficacia de los
funcionarios menores trababa la marcha del sistema. La falta de retribución a los
subdelegados, junto con las atribuciones financieras que les confería, la resistencia a
apelar a los criollos para llenar los cargos menores, la persistencia de la venta de cargos,
eran sólo algunos de los factores que impidieron formar el contingente de buenos
administradores que hubiese necesitado a la Ordenanza. Se agregan los anacronismos
padecidos por la propia maquinaria administrativa metropolitana y la influencia muy poco
contrarrestada de intereses particulares. La crisis del sistema colonial español no era
pasible de solución en el plano administrativo.
Segunda parte
Economía y sociedad
1. Transformaciones de la economía rioplatense
El período del Virreinato, en lo económico, constituye el capítulo inicial de esa
transformación que determinó el predominio definitivo de la zona del Litoral sobre el
resto del país y, dentro de ella, de la ciudad-puerto, convertida en centro económico y
político-administrativo desde el Virreinato hasta el presente.
Esta etapa está dominada fundamentalmente por las necesidades y vicisitudes del
comercio exterior.
El crecimiento del mercado externo para los productos coloniales, en una coyuntura
europea de alza general de precios, con una profunda reanimación del desarrollo
capitalista que ha de culminar en la revolución industrial, promovió el acrecentamiento
de la presión inglesa y francesa sobre las colonias españolas, en busca de esos
productos coloniales necesarios para las manufacturas europeas y de nuevos mercados
para sus producciones.
El crecimiento demográfico europeo y el gran desarrollo del comercio colonial, con la
reactivación de la corriente de metales preciosos hacia el viejo continente, provocan,
desde el segundo tercio del siglo, un alza general de precios en los principales productos
del comercio europeo. Durante el siglo XVIII se produjo tanto oro y plata en América
como lo btenido desde el descubrimiento. En Francia el valor de la producción industrial
casi se duplicó. En Inglaterra, el crecimiento es mayor aún, gracias al gran desarrollo
del comercio marítimo y la industria.
La gran acumulación de capitales impulsada principalmente por el comercio colonial, el
perfeccionamiento y desarrollo de instituciones comerciales y financieras (bolsas,
bancos, diversos tipos de documentos fiduciarios, papel moneda), el avance en los
métodos y técnicas de producción, que ha de culminar en las innovaciones técnicas sin
precedentes de la revolución industrial, la difusión de compañías comerciales,
sociedades anónimas y otras formas de empresas capitalistas, caracterizaron los años
de mediados del siglo en Europa y condicionarán el tipo de evolución económica del
Nuevo Mundo. Bajo la presión de las nuevas condiciones económicas europeas, las
colonias españolas comienzan el proceso que ha de destruir el relativo equilibrio y la
unidad interregional logrados hasta entonces por su arcaica economía. Se desarrollan
zonas de monocultivo, fuente de materias primas o alimentos, como caña de azúcar,
cacao, añil, tabaco, café, cueros, etc. La afluencia de manufacturas europeas, sea por
medio del intermediario español, sea mediante el contrabando, termina por dislocar la
vieja conformación de la vida económica colonial.
En el desarrollo de esa nueva relación con Europa, el Río de la Plata habrá de atravesar
la llamada "época del cuero", por la casi absoluta preeminencia de esa producción en
su economía, especialmente en la zona del litoral que comienza a predominar sobre el
Interior, gracias, justamente, a este proceso.
La ganadería del Litoral sufre una notable expansión en el transcurso del siglo XVIII,
especialmente luego de las franquicias comerciales contemporáneas de la creación del
Virreinato. El Río de la Plata era buena para el comercio. Los intereses de las grandes
casas comerciales europeas y el afán de lucro de los colonos rioplatenses (con el
ganado). La preeminencia de Inglaterra en Europa fue favorecida por dichos tratados
que imponen innovaciones como la del asiento de negros o la cesión de la Colonia del
Sacramento a Portugal, que son otros tantos golpes asestados al dominio español en
América. España va desgranando una serie de medidas de política económica que,
aunque proyectadas en función de su estrategia ante la amenaza del avance inglés y
lusitano, redundarían en beneficio de las colonias. La nueva política de cierta
liberalización del comercio hispanocolonial.
En 1776 se extienden a Buenos Aires los beneficios de la Real Cédula de 1774 en la
que se autoriza el comercio entre las colonias americanas. Por último, en 1778, se
expide el famoso Reglamento de comercio libre, con medidas complementarias
posteriores: comercio con colonias extranjeras (1795) y con potencias neutrales (1797).
La necesidad para Gran Bretaña de propender a la emancipación de los
establecimientos españoles en América, para abrir los mercados de éstos a los
mercaderes de londres.
En el Litoral se beneficiaba tanto con la nueva coyuntura abierta por la reanimación
económica de la época como por el cambio de la política económica metropolitana. Su
riqueza natural, el ganado, tenía un mercado exterior en expansión, con precios
sostenidos y sólo se veía trabada por la resistencia administrativa española.
Distinto era el panorama para el interior del Río de la Plata. España introducía en su
política económica colonial ciertas libertades que estimulaban aquellos sectores de la
economía indiana capaces de contribuir a fortalecer el comercio y las manufacturas
peninsulares manteniendo el sistema de impedir el desarrollo de todo lo que pudiera
competir con producciones metropolitanas.
Las prohibiciones y el agobiante sistema de impuestos se hallaba contenido el desarrollo
de la agricultura del interior -también la del Litoral- y de diversas manufacturas y
artesanías propias de aquella región.
La promulgación por parte de la Corona del célebre Reglamento para el comercio libre
de España a Indias significó un abrir de puertas definitivo al crecimiento del comercio y
de la ganadería de Buenos Aires. El Reglamento de 1778 habilitó 14 puertos españoles
y 19 americanos, entre ellos Buenos Aires y Montevideo.
Por el Reglamento de 1778, el comercio continuaba reservado para los españoles y
prohibido para los extranjeros. Se liberaba de derechos de la salida de España de
cuarenta especies importantes y las manufacturas de lana, algodón, lino y cáñamo eran
eximidas del de almojarifazgo a su entrada en América, medidas que buscaban fomentar
la industria textil española, adoptadas sin modificar la prohibición para los cultivos
americanos que pudiesen competir con los españoles.
Las mercancías europeas no españolas debían pasar por España, pagar derechos de
entradas y salidas, navegar en buques españoles y sólo entonces llegar a los puertos
americanos donde nuevamente pagaban derechos. Grande parte de los cueros, astas,
sebo y crines remitidos por el Río de la Plata a España, no quedaban allí sino que
alcanzaban el mercado inglés, francés y de otros países europeos, donde se vendían a
precios muy superiores a los recibidos por los productores rioplatenses de parte de los
compradores españoles.
En 1791 se autorizó a españoles y extranjeros a introducir negros en las colonias
españolas y a retornar su importe en metálico o frutos del país. En 1797, durante la
primera guerra napoleónica, la imposibilidad de España de atender el comercio con las
colonias, la indujo, temporariamente, a abrirlo a súbditos de potencias neutrales,
disposición real que se mantuvo en vigor hasta 1802. Las recaudaciones aduaneras de
Buenos Aires son fuentes. La creación de la Aduana de Buenos Aires, por Real Cédula
de junio de 1788, correspondió a la improtancia que ahora se confería al tráfico por este
puerto.
2. Análisis regional
La riqueza acumulada en Buenos Aires se manifiesta en diversos aspectos de la vida
de la ciudad. La edificación sufre un notable incremento; surgen nuevas casas, algunas
de dos pisos, con las que la burguesía porteña intenta mostrar su importancia en la
sociedad colonial, muchas de ellas destinadas a la doble función de vivienda y local de
comercio. Edificios públicos y religiosos son separados o reconstruidos.
El papel de intermediario entre la Península, que es decir también Europa, y una vasta
zona de influencia que alcanza hasta Quito, es la base de la creciente prosperidad del
puerto de Buenos Aires, donde una clase de ricos comerciantes consolida su riqueza y
su creciente poderío en la sociedad. Entre la burguesía también se encontraban
extranjeros, principalmente portugueses y también algunos franceses, ingleses y
norteamericanos. Se trata de una burguesía comercial.
Los hacendados, sector de más reciente constitución y de variado origen, suplen su
corta historia con el ímpetu de una actividad en ascenso, pese a momentáneos
remansos, y de crecidas ganancias.
La progresiva extinción del ganado cimarrón corre paralela con la expansión de las
estancias coloniales, lo cual significa, también, que la posesión de la tierra que antes
interesaba principalmente como fuente del derecho a vaquear, se convierte ahora en la
base de una explotación ganadera estable desarrollada en las primitivas estancias de la
colonia.
En la estancia colonial el propietario no reside generalmente en ella, sino que ejerce
tareas de supervisión, quedando el trabajo bajo control directo de capataces o
mayordomos. La tierra se va concentrando en manos de militares, funcionarios y
comerciantes enriquecidos, estos últimos mediante la inversión de los beneficios
obtenidos en el tráfico de la época. Al tener quilombo con el ganado por la falta de
normas y ceros entre estancias, bbundaban las medidas tendientes a asegurar la
propiedad de la hacienda y a reprimir el robo, en este último caso hasta con penas
severísimas.
La estancia permitió un mejor aprovechamiento de la carne, que en la época de las
vaquerías quedaba en los campos para alimento de perros cimarrones y otros animales
salvajes. Se comenzó a producir sebo y grasa mediante el procedimiento de hervir las
carnes. Luego, al aparecer los saladeros, el aprovechamiento fue mayor. En realidad, el
salado de la carne comienza en las mismas estancias.
En general, todo esto explica la preeminencia de la ganadería sobre la agricultura. De
tal manera, mientras la agricultura estaba prácticamente limitada a un restringido
mercado interno, la ganadería del Litoral tenía ante sí un mercado exterior en
permanente expansión. Un ejemplo de esto último es la aparición y el creciente
desarrollo de una nueva industria ligada estrechamente con la ganadería, que adquirirá
notable importancia en la economía del país luego de 1810. Se trata de la industria de
la salazón, concentrada fundamentalmente en la producción de carne salada en seco -
tasajo, alimento de marinos y esclavos-, que nace a comienzos del último cuarto de siglo
XVIII, siendo exportada hacia La Habana.
La industria saladeril significaba en el Río de la Plata un avance técnico y económico,
pese a su rudimentaria estructura. El ascenso del Litoral es también fruto de la
expansión ganadera del siglo XVIII. Zonas prácticamente despobladas conocen un
rápido desarrollo en función del ganado.
La economía de las misiones jesuíticas, en las que la yerba mate y el algodón
condicionaban los lazos comerciales con el Interior -a través de Santa Fe que
usufructuaba su papel de intermediario-, comenzó a transformarse ya antes de la
expulsión de la Compañía, atraída por la más próspera explotación del ganado que
cunde en sus estancias sobre el río Uruguay. Es también en la Banda Oriental donde
surgen los primeros saladeros.
La agricultura bonaerense sobrevive en medio de una permanente penuria. Se trata de
pequeñas explotaciones en manos de campesinos que por lo general son arrendatarios
y suelen estar permanentemente endeudados con los mercaderes de granos, quienes
manejan los precios. La agricultura sufre la constante presión de la ganadería. La
escasez de mano de obra del Río de la Plata, particularmente aguda para la agricultura.
Tendieron a remediarla, sin conseguirlo, disposiciones como las relativas a la
introducción de esclavos africanos o sobre persecución de individuos sin trabajo fijo,
"vagos y malentretenidos", así como la suspensión de otras tareas en época de siembra
y cosecha para transferir brazos a la agricultura y otros remedios menores sin mayores
frutos.
El régimen de la propiedad de la tierra cercenaba la posibilidades del pequeño agricultor,
predominante en esta actividad, con el peso de los arriendos o el alto costo del
procedimiento de adquisición de la tierra, junto con diversas trabas burocráticas.
Si bien en 1810 comienza en el Virreinato el predominio del Litoral y la decadencia del
Interior, subsiste aún, en medio de "penosos reajustes", la economía orientada hacia
Potosí, elaborada en la época anteiror. En torno de la explotación minera del Potosí se
había constituido uno de los mayores centros demográficos del Imperio hispano y una
de las regiones productivas de mayor actividad.
Salta ocupa un lugar de preeminencia. El comercio de mulas para abastecer al Alto
Perú, las cuales invernaban en Salta y se concentraban anualmente en su famosa feria.
En torno al comercio de mulas se había formado en Salta una poderosa aristocracia que
dominaba, además de este comercio, la mayor parte de las tierras. Grandes estancias
se dedicaban al pastoreo en las tierras altas y al cultivo del trigo y de la vid en las bajas.
Además el azúcar comienza a cultivarse con éxito.
El comercio es la actividad fundamental de Tucumán, ya que tenía un lugar privilegiado
en la ruta entre Buenos Aires y el Alto Perú, adquiriendo muebles y ebanistería
tucumana, además de abastecer la ruta con las carretas que allí se fabricaban.
Córdoba ve surgir, a comienzos del S.XIX, junto a su tradicional agricultura, el desarrollo
de la ganadería y artesanías textiles.
Todos estos centros económicos del Interior, con excepción de Santiago del Estero,
logran resistir los primeros embates del comercio libre merced a su ventajosa ubicación
en la ruta altoperuana.
Mendoza y San Juan, cuyas principales producciones giraban en torno de la vid, sufren
de inmediato sus efectos. Los vinos y aguardientes mendocinos se consumían en
Buenos Aires. Mendoza pudo defenderse de las consecuencias del libre comercio ya
que mantenía una fuerte actividad comercial, favorecida por el lugar ocupado en la ruta
a Chile. San Juan, en cambio, cuya producción de aguardientes y vinos no resiste la
incidencia de los fletes bajo el nuevo régimen comercial, entra en una progresiva y
aguda decadencia. Lo mismo sucede con Catamarca. En cambio, en los llanos riojanos
la actividad ganadera y las tejedurías domésticas mantienen la vida económica y
proporcionan alguna subsistencia a la población.
De tal manera, junto a un pronunciado vuelco de toda la economía del Virreinato hacia
la ganadería, subsiste aún el estímulo del mercado altoperuano para viejas
producciones lugareñas diseminadas a lo largo de la ruta hacia Potosí.
Estas transformaciones fueron acompañadas de cambios en la situación monetaria. La
moneda de cobre no se conoció en el Virreinato; en cambio se utilizaba como moneda
menuda las piezas de medio real, hasta que en 1794 se acuñaron los cuartillos, de un
cuarto de real.
Durante el Virreinato, la mayor parte del circulante era de plata. La unidad monetaria era
el real y se acuñaban el real de a dos -o peseta- el real de a cuatro -tostón o medio
peso- y el real de a ocho -o peso-. En cuanto a las monedas de oro, su unidad era el
escudo. Junto al escudo circulaban el doblón de a dos escudos, el doblón de a cuatro y
el de a ocho. Este último era la llamada onza o, más adelante, "pelucona".
Buenos Aires pasa a ser la meta de una constante y creciente corriente de metal, que
en parte distribuye hacia algunas poblaciones del Litoral y el Paraguay, donde la
economía monetaria desplazaba aceleradamente a la natural. Pero, en mayor medida,
los metales llegados a Buenos Aires siguen rumbo al exterior, como pago del exceso de
importaciones o por constituir una mercancía más, aunque de privilegiada importancia.
4. La sociedad virreinal
Las clases sociales
Servidumbre en los valles del Noroeste, salario en las campañas del Litoral y, al mismo
tiempo, cantidad de formas intermedias o mixtas, entre "feudalismo" y capitalismo. Difícil
sería definir con precisión el tipo de estructura social del Virreinato, dado el
entrecruzamiento de factores de distinta naturaleza que inciden en ella y que generan
problemas específicos, como la relación entre clases sociales y grupos étnicos, el
choque del creciente aburguesamiento de una parte de la población con la rigidez de
viejas relaciones sociales, o los conflictos entre españoles y criollos agudizados ante la
crisis general del sistema colonial español. Régimen de casta era la constante
correlación entre diferenciación social y étnica. Esta última surgía siempre de la primera,
y antes se consideraba la propiedad que la raza a la que se perteneciera.
La llamada "clase principal" era la clase propietaria por excelencia: comerciantes en
grna escala, terratenientes, algunos contados empresarios, altos funcionarios de la
administración y dignatarios eclesiásticos.
La dirección política de la colonia era delegada por la Corona, en un grupo reducido de
españoles nativos en cuyas manos se hallaban los resortes fundamentales de la
administración: virrey, auditores, intendentes y algunos otros cargos de importancia.
También eran españoles en gran parte los miembros del alto clero. Por otra parte, el
monopolio comercial favorecía la concentración del capital comercial en españoles
nativos, agregando otro factor de peso en el dominio político de la Colonia y de
resentimiento en los postergados criollos. A medida que crecían la prevención de los
españoles y la tendencia a apartar a los criollos de las principales esferas de la
administración.
El terrateniente rioplatense, por lo menos en el Litoral, se acercaba mucho más a la
naturaleza del burgués que a la del señor feudal. Las leyes del mercado capitalista
internacional para el cual producían y la inexistencia de privilegios de tipo feudal
condicionaban aquel aburguesamiento de la gran propiedad territorial y la consiguiente
alianza con la burguesía comercial criolla, con la que, por tales razones, impulsaban la
lucha por el comercio libre. En el interior, en cambio, la existencia de mano de obra
indígena y mestiza en condiciones de servidumbre cambiaba la situación.
En el cuadro urbano, además de trabajadores diversos, una multitud de vendedores
callejeros de ambos sexos, de gente sin oficio y con ocupaciones esporádicas, con
mucho menor dependencia hacia la clase principal traducida en un comportamiento
menos sumiso y a veces irreverente, "reproduce en este rincón austral la imagen muy
hispánica de una plebe andrajosa, desocupada y alegre". Diversos grupos medios,
difíciles de unir todavía en un denominador común caracterizan a esta sociedad urbana.
Desde comerciantes de menor fortuna hasta empleados de casas comerciales,
empleados menores de la administración, etc.
El régimen de castas
Durante el S.XVI se distinguía entre españoles, indios y negros, pero los mestizos
heredaban todos los derechos del padre. Ya a fines de esa centuria comenzaron las
restricciones por razones políticas: el temor a desórdenes y sublevaciones. A medida
que la sociedad colonial se fue estructurando y preceisando en sus contornos, fue dando
más importancia a la pureza de sangre y acrecentando una tendencia aristocratizante
que terminó por completarse en el S.XVIII. Es el siglo en que se fortalece el desarrollo
de las burguesías coloniales y con ello generalizan procesos económicos tendientes a
crear la gran propiedad rual dedicada al monocultivo. El creciente enriquecimiento de la
clase principal estimula esa tendencia aristocratizante que era un medio de refirmar y
consolidar los privilegios obtenidos y de la que, parasitariamente, se benefician
españoles y otros blancos carentes de fortuna.
El sistema colonial español conoció como régimen de castas al resultado de la mezcla
étnica, estableciendo claramente, a través de la legislación indiana, los deberes y
derechos de cada una de ellas. Las castas principales la formaban los blancos o
españoles, los indios, los mestizos, los negros y los mulatos, en orden decreciente de
consideración social según las leyes y las costumbres. Además, se tendió a distinguir
con precisión los resultados de la mezcla de dichas castas: zambos, castizos, moriscos,
chimos, etc. Estos subtipos, junto ocn mestizos y mulatos, se comprendían en la
denominación general de castas de mezcla. Así, los viejos empadronamientos
distinguen raramente la población mestiza o dan escasas cifras de ella. "Blancos son
los ricos, aunque sean negros". De tal manera, son frecuentes los casos en que la
ausencia de pureza de sangre es disimulada en virtud de la posición económica
alcanzada.
El consiguiente riesgo político y la acrecentada escasez de mano de obra el rechazo
étnico permitía a la minoría blanca consolidar su dominio. La tendencia a fortalecer los
privilegios sociales mediante las diferencias étnicas cunde en todos los órdenes. La
segregación racial regía en escuelas, corporaciones, milicias, cultos religiosos,
relaciones entre los sexos y, en general, en casi todos los demás aspectos de la vida
colonial, en cuanto en ellos pudieran ejercerse los controles de las autoridades o de la
minoría blanca, como ocurría, sobre todo, en los centros urbanos.
De tal manera, la población mestiza es objeto de continuas medidas de las autoridades,
tendientes a incorporarlas a las tareas productivas más urgidas de mano de obra. La
preocupación del grupo dominante por esta población turbulenta y difícil de someter a
las nuevas necesidades de la economía fue permanente y se manifestaba en una
mezcla de recelo y desprecio a la vez. De tal consideración participaba la naciente figura
del gaucho.
5. La Iglesia
La época borbónica no significó ninguna alteración de fondo en las relaciones del Estado
español con la Iglesia, caracterizadas por el amplio ejercicio del derecho de patronazgo
por parte de la Corona. Se produce en este período una marcada acentuación en el
ejercicio del patronazgo, en consonancia con la naturaleza del despotismo ilustrado, así
como cierta difusión de un espíritu de tolerancia antes desconocido.
El control de la provisión de las altas dignidades eclesiásticas y de la actuación de éstas,
la superioridad de la instancia civil en cuestiones contenciosas eclesiásticas, el control
de las rentas de la Iglesia y la tendencia a aumentar la reversión a la Corona de parte
de ellas y otras manifestaciones menores, continuaron sin variación sustancial. Pero
durante los reinados de Carlos III y Carlos IV el regalismo se acentúa de tal modo que
tiende a convertirse en un intervencionismo del Estado en la vida de la Iglesia.
Las funciones del Tribunal de la Inquisición, con sede en Lima, se atenuaron a lo largo
del siglo hasta comportar una completa decadencia a fines de éste. En cuanto a las
disposiciones reales tendientes a ampliar el control sobre las rentas eclesiásticas y a
contraerlas en provecho de las de la Corona, se extendieron también a América, pero
no modificaron mucho lo relativo al Río de la Plata dado lo modesto de aquellas rentas.
Profunda incidencia tuvo, en la vida de la Iglesia y en múltiples aspectos de la sociedad
colonial, la expulsión de la Orden de los jesuitas y la apropiación de sus bienes,
dispuesta por Carlos III a comienzos de 1767 y llevada a cabo en el Río de la Plata entre
julio y septiembre del mismo año.
La expulsión de los jesuitas en el Río de la Plata, ejecutada sorpresivamente y con todo
rigor por el gobernador Buccarelli, produjo un vacío difícil de cubrir en aquella sociedad
colonial a cuyos aspectos más íntimos se hallaban ligados. Contemplada con
satisfacción por sus adversarios españoles o criollos y por las órdenes religiosas rivales,
recibida con consternación por los numerosos partidarios que los ignacianos habían
conquistado a través de su obra misionera y, sobre todo, de su dominio de los principales
resortes de la educación, dejaron a las autoridades hispanocoloniales la difícil tarea de
administrar sus bienes y de reemplazarlos en escuelas, universidades, misiones,
estancias, obrajes, ingenios, etc.
Las misiones jesuíticas se disgregan rápidamente luego de la expulsión. Reemplazados
los jesuitas por franciscanos y mercedarios en las funciones espirituales y por
administradores civiles en los demás aspectos, las misiones padecen la voracidad, la
codicia y la incapacidad.
6. La cultura y la ideología
Un aspecto del proceso ideológico que se desarrolló durante la época del Virreinato
entre los principales representantes de la burguesía rioplatense, fuese por el contacto
directo con las nuevas ideas en sus viajes a Europa o por las lecturas de los escritos
que clandestinamente circulaban en las colonias hispanoamericanas. Debemos precisar
que dicho proceso, que en lo político fuera notablemente acentuado por influencia de
los sucesos revolucionarios franceses, había comenzado tiempo antes mediante la
difusión de ciertas novedades filosóficas y, sobre todo, económicas, al amparo del auge
que habían cobrado en la España borbónica algunas manifestaciones de la Ilustración
europea, y al compás del aburguesamiento de diversos sectores de la sociedad colonial,
entre los cuales la ciudad de Buenos Aires marchaba a la cabeza. El pensamiento de la
burguesía europea del S.XVIII halla fácil eco en la América hispánica en la medida en
que el desarrollo burgués va modificando algunos sectores de las viejas estructuras
coloniales.
Ya hacía mediados de siglo algunos de los profesores de la propia Universidad de
Córdiba solían conceder a ciertos temas de la filosofía moderna, particularmente al
pensamiento cartesiano, una atención que, aunque dirigida a la crítica de los mismos,
significaba cierto cambio dentro del escolasticismo que había regido y seguiría
dominando por mucho tiempo aquellos estudios.
Las reformas borbónicas en el Río de la Plata y el rápido crecimiento burgués de Buenos
Aires constituyen la base de un fuerte interés hacia las doctrinas de aquellos
economistas europeos que ofrecían tentadoras posibilidades de aplicación al Río de la
Plata. Toda la lucha de la burguesía rioplatense por el libre comercio, toda su crítica del
sistema monopolista español, como, asimismo, del régimen agrario. La agricultura como
madre de las riquezas es un punto de partida teórico dirigido contra la vieja teoría
mercantilista que hacía consistir en la posesión de metales preciosos la riqueza de una
nación, doctrina que había guiado la política hispanoamericana del siglo anterior y que
tan poco había servido a la misma España.
Particular importancia adquirieron en este campo el pensamiento y la actividad de
Manuel Belgrano, desde el regreso de su viaje a España, en 1794, cuando fue
designado secretario del recientemente creado Consulado de Buenos Aires. El periódico
Correo de Comercio fue fundado a comienzos de 1810 por Manuel Belgrano, quien fue
partidario decidido de las teorías de Genovesi y Galiani, y con cierta moderación, de las
doctrinas de Quesnay y Adam Smith, influyó profundamente en el ambiente cultural del
Virreinato, aspecto de su personalidad no suficientemente evaluado aún. Entre los
criollos sobresale Juan Hipólito Vieytes, cuyo periódico Semanario de Agricultura,
Industria y Comercio fue, desde 1802 a 1807, vehículo del nuevo pensamiento
económico. (TENÍAMOS UN PASADO LIBERAL Y NOS IBA BIEN, HOY LOS
PRÓCERES SE ESTÁN REVOLCANDO EN SU TUMBA)
Si el interés principal de los criollos giraba en torno del libre comercio, desarrollo de
nuevas industrias de bases capitalistas, tecnificación de las actividades agropecuarias,
navegación, educación técnica y otros temas a ellos conexos, cabe notar también la
cotidiana atención prestada al problema agrario, en el sentido de propender a la división
de la tierra y al afincamiento de campesinos propietarios de la misma. Juntamente con
la difusión del pensamiento iluminista se van produciendo algunas transformaciones
culturales.
Dentro del mismo espíritu de la Ilustración cabe contar las escuelas especiales creadas
en Buenos Aires durante el Virreinato, algunas de ellas a iniciativa de Belgrano, como
la de Náutica del Consulado inaugurada en 1799. Deben mencionarse en el mismo
sentido las tentativas, algunas logradas, en la enseñanza del dibujo, los idiomas
extranjeros (JUNTO CON EL VISIONARIO ALBERDI SOBRE APRENDER INGLÉS), la
medicina y la química. En 1780 se inaugura el tribunal del Protomedicato, destinado a
fiscalizar el ejercicio de la medicina, y en 1799 la Escuela de Medicina, dependiente del
Protomedicato. Con la aparición de los primeros periódicos rioplatenses culmina este
florecimiento cultural durante el Virreinatio: El Telégrafo Mercantil, Rural e
Historiográfico del Río de la Plata, en 1801, fundado y dirigido por el español Cabello y
Mesa; el Semanario, de Vieytes, en 1802, y el Correo de Comercio, de Belgrano en
1810.
Los estudios universitarios continuaron limitados a los de Córdoba y Charcas. Sensible
influencia tuvo en la formación de numerosos hombres de Mayo la Universidad de
Charcas o Chuquisaca. No tanto por la enseñanza recibida en sus aulas sino por el
clima liberal que vivían, al margen de ellas.
Es cierto que la aparición del rococó, observada en mobiliario, vajilla y distintos
elementos ornamentales de las viviendas porteñas de fines de siglo, es un signo de
cierta variación del gusto acorde con los cambios de una burguesía cuyo espíritu
encontró seguramente mayor eco en ese arte inclinado a lo íntimo, lo gracioso, lo
placentero. Sin embargo, el barroco perdura en los aspectos de mayor gravitación, como
la arquitectura. Pero no solamente es barroco el estilo que reproducen en estas colonias
arquitectos jesuitas a quienes se debe la mayor parte de las obras notables del S.XVIII.
Y en este choque de lo ilustrado y lo barroco, no sería presuroso advertir ya el incipiente
conflicto que ha de llenar la historia cultural del S.XIX entre tradicionalismo y liberalismo,
entre una tradición que habrá de ser caracterizada como "hispanocolonial" y otra,
posterior, "liberal-europea".
Pairos Capítulo 5.
1- Reorientaciones políticas en España a raíz de la ascensión de la Corona de
la Casa de Borbón.
A la muerte de Felipe II las deudas En España se elevaban, hubo quebrantos, los gastos
del Estado crecieron todavía más, no sólo a raíz de las sucesivas inflaciones y de una
creciente alza de precios, sino debido a la intervención de España en la Guerra de los
30 años, la prosecución del conflicto con Francia durante el decenio posterior al Tratado
de Westfalia. La política de los apuros casi siempre estuvo enfrentada Francia y a sus
aliados circunstanciales. Los ejércitos y el poderío naval de España habían sido
duramente vulnerados. Desde el decenio de 1640 la situación empeoró a causa de la
disminución de las remesas de metales preciosos y de impuestos y tributos. Esto
repercutió en el valor de los metales importados por España, el oro y la plata proveniente
de las indias. Las dos terceras partes habían ido a parar a manos de acreedores del
extranjero Y el resto se había esfumado en la compra de mercancías que España no
estaban en condiciones de producir. Desalentados desarrollo industrial y paralizado el
comercio, se había recurrido a una masa agobiadora de muy diversos impuestos, lo que
provocó entre otras reacciones, más emigración que en siglos anteriores. Un fuerte
declive de la industria española obligó a la Península a admitir muchas más mercancías
extranjeras.
Durante el siglo 17 Los herederos de Felipe II persistieron por el rumbo tan perjudicial
para España que habían escogido sus antecesores.
Cómo tenían que la muerte de Carlos segundo se produjera un importante desequilibrio
de fuerzas en Europa Guillermo III de Inglaterra y Luis XIV convinieron en 1698 un primer
plan de repartimiento en virtud del cual España y sus colonias pasarían a manos del
príncipe elector de Baviera. La diplomacia francesa optó sin embargo por persuadir a
Carlos II de qué testara en favor del Duque de Anjou, Nieto de Luis 14 que subió al
Trono con el nombre de Felipe V (1700-1746).
De pronto, España dejó de lado la Dinastía de los habsburgos, para integrarse en la de
los reyes borbónicos. Felipe V se vio envuelto de inmediato en la guerra de Sucesión
española a raíz de la cual España fue invadida por los ingleses, holandeses, alemanes
y portugueses y tropezó con la resistencia de civiles en Cataluña, Aragón y Valencia.
En virtud del tratado de Utrecht (1715), España perdió Gibraltar, mientras que Inglaterra
tomó posesión de parte de Canadá y pudo arrancar de España el tratado
complementario en virtud del cual logró un papel preponderante en el tráfico negrero.
Inglaterra se había convertido en la principal potencia marítima y España pronto estuvo
comprometida en una nueva guerra a causa de su pretensión de conseguir tronos
italianos para dos hijos de Felipe V.
Desprovista de recursos suficientes para actuar en demasiados frentes, España no
había estado en condiciones de proteger sus posesiones coloniales contra invasiones e
incursiones extranjeras y esto había contribuido a su exclusión momentánea o
permanente de varios territorios de América Central y Antillas. Asfixiados por el
monopolio, sometidos al Capricho de una clase gobernante no menos corrupta que la
que había en España, los dominios americanos restantes estuvieron más dispuestos,
como su abastecimiento dependía de una débil capacidad productiva y comercial de
España y ésta no contaba con todos los suficientes navíos para asegurarlo, hacer del
contrabando su tabla de salvación aprovechando para ello las oportunidades creadas
por los emprendimientos mercantiles de holandeses, ingleses, portugueses y franceses.
Felipe V no había prestado hasta entonces suficiente atención a la rehabilitación de
España, pese a todos los problemas acumulados allí no sólo por efecto de la crisis
financiera y económica, sino también a causa de la desintegración política debido al
excesivo poder de la nobleza y de la iglesia, La agitación de regiones empeñadas en
preservar sus fueros y el grado de autonomía de que gozaban pese a la constante
presión para lograr la unidad del país, los grandes latifundios improductivos, la
paralizante influencia de Mesta, industrias en decadencia y una administración caótica.
El rey decidió promover la industria, el comercio, la agricultura y la ganadería peninsular
y comenzó a centralizar la toma de decisiones subsecretarías de despacho. Pero el
fenómeno más decisivo fue la reconsideración de todas las orientaciones económicas
anteriores. Esa fue la mayor contribución del despotismo ilustrado inaugurado por los
Borbones. Muchos rumbos qué tomó el pensamiento oficial en lo que se refiere América
española, demostraron que lo más que lo que más quiso hacer la corona fue mejorar la
administración de las colonias para defenderlas con más cuidado y lograr una
recaudación fiscal mucho mayor; fue consideración secundaria garantizar el progreso
socioeconómico colonial por lo menos en América austral.
Esos objetivos respondían sin embargo al designio de que las colonias se consagraran
a la producción de materias primas muy valoradas en los mercados europeos, pero que
serían negociadas en la Península o necesarias para el consumo Metropolitano y se
abastecerán ampliamente en España de bienes manufacturados. De esa manera se
pensaba en reconstruir muchos activos perdidos. Sin embargo que producían riquezas
de distintos valor e interés, España siempre estaba más interesada en recibir metales
preciosos que otros productos. Se pretendía que las mercancías extranjeras sólo
pudiesen entrar en América por conducto de intermediarios españoles; así se pensó
terminar con el contrabando, sin comprender que este proseguiría mientras que no fuese
auténticamente libre comercio con cualquier país. Se quería ante todo que América
fuera el punto desemboque de la producción metropolitana industrial y agrícola.
No bastaba con que la liberación económica fuese beneficiosa para el comercio y la
industria dentro de España, sino que tenía que ofrecer algunos incentivos a los
productores y comerciantes de América con objeto de contribuir a un mayor intercambio
del centro con la periferia.
Uno de los mejores medios para alcanzar este objetivo era terminar con el predominio
de Cádiz como puerto de entrada y salida obligatoria de productos peninsulares y
coloniales, para lo cual habría que habilitar nuevos puertos y fuentes de abastecimiento
con el fin de quebrar el monopolio ejercido desde allí, y suprimir trámites y tarifas
aduaneras particularmente onerosas y engorrosas reemplazándolos por disposiciones
de más sencilla aplicación y tazas uniformes. Esta manera se podrían crear nuevos
polos de crecimiento en España a la vez que se contribuye al desarrollo de las colonias;
dada la situación económica en España era más importante lograr lo primero que lo
segundo.
El Consejo de Indias y la Casa de Contratación fueron perdiendo mucha de su antigua
influencia sobre la política colonial.
Después de un siglo de operaciones piratescas centradas en América Central, las
Antillas y las costas del Pacífico, los piratas, corsarios, marinos de guerra y mercaderes
ingleses y franceses volvían A interesarse en América austral. No se hablaba de anexión
de cualquier parte del territorio continental pero ese peligro era real en lo que toca la
banda Oriental y a las Islas Malvinas.
A todas estas razones obedecen los cambios decididos por Carlos III, quién gracias a
las medidas adoptadas por su predecesor Fernando VI y de la prosperidad que logró
este, pudo contar con una base suficiente para conseguir en intensificar las reformas
económicas.
Dos innovaciones fueron de especial importancia para el Río de La Plata: la creación de
un virreinato independiente a expensas del Perú y la institución del sistema de
intendencias.
En la Guerra de los 7 años, José de Gálvez, ministro de indias y visitador general de
Nueva España, fue quien ideó el plan para afianzar los puertos del Río de La Plata como
bastión defensivo contra toda amenaza de infiltración extranjera y convertir a Buenos
Aires en una base comercial de primera jerarquía.
El nombramiento de Cevallos en calidad de primer virrey fue cedido en 1776. Cevallos
había llegado a la conclusión de que una mejor defensa del Plata debería ir acompañada
de un mayor desarrollo económico. Por eso dictó el auto de libre internación, gracias al
cual fomento a partir de Buenos Aires el comercio en todo el territorio.
Eran tremendas las distancias que se pararon a las principales ciudades Buenos Aires
quedaba a 140 leguas de Córdoba, 240 leguas de Santiago Del Estero, 318 de Salta,
374 de Santiago de Chile, 403 de Asunción del Paraguay, 536 del Potosí y 1000 de
Lima. La carencia de buenos caminos dificultaba las comunicaciones entre cada capital
de provincia y las ciudades o pueblos satélites.
Las intendencias.
El nuevo sistema se inauguró en 1782 en el Río de La Plata. Se crearon 9 intendencias:
Buenos Aires, Córdoba del Tucumán, Salta del Tucumán, Potosí, Paraguay,
Cochabamba, Chuquisaca Charcas y La Paz. En el puerto de Buenos Aires estaba no
sólo la sede del virreinato, sino también la de la Intendencia General, del Tribunal Mayor
y Oficina Real de Cuentas, creado en 1767 para supervisar la labor de numerosas
tesorerías provinciales encargadas de la recaudación fiscal de la aduana central
organizada en 1778 y de la Real audiencia instituida en 1783.
3- Nuevas estancias.
La venta de estancias de la compañía permitió que creciera algo el número de los
pobladores con acceso a la propiedad de tierras recordemos que los jesuitas disponen
de numerosas estancias, algunas muy prestigiosas, como las de rincón de Luna en
Corrientes.
En la faja costera del sur de Buenos Aires las estancias comenzaron a extenderse más
allá del río Salado recién en el siglo XVIII.
4- La exportación de cueros.
La exportación de cueros hecha desde Buenos Aires, habían declinado muchísimos de
la segunda mitad del siglo XVII debido a la indiscriminada matanza de ganado, fueron
aumentando persistentemente. Y apenas entraron en vigor los reglamentos de libre
comercio del año se acentúa esa evolución.
6- Los saladeros.
En 1791, los hacendados de Buenos Aires y Montevideo empezaron a examinar medios
de diversificar las exportaciones. Estimaban en 600.000 el número de cabezas de
ganado que hacían matar por año en todo el litoral. De todas esas reces sólo se
consumían 150 mil en Buenos Aires, Montevideo, Santa Fe, Corrientes y las misiones
jesuitas, de modo que sobraban 450 mil cabezas. Con cada cabeza podría producirse
un quintal y medio de carne de tasajo o dos barriles y medio de carne salada.
El primer proyecto concreto se puso en pie en la banda Oriental, donde Manuel Melian,
recién llegado de España en 1779, decidió dedicarse a producir carne salada para la
real armada y el abastecimiento de los escasos centros poblados de la Patagonia y las
Islas Malvinas. Pero el primer saladero auténtico fue el que instaló Francisco Medina
enorme estancia de Colla.
Las exportaciones de carne salada y seca también se destinaron al abastecimiento
destinado a la comida de esclavos en Cuba.
Conseguir sal Siempre fue una preocupación. Organizar por vía terrestre expediciones
con objeto de encontrar sal era tareas azarosa en vista de los costos de la operación y
los riesgos que se corrían; eran grandes las distancias que había que recorrer por
territorio mal conocidos donde escasean los pastos para el ganado y la leña necesaria
para disponer combustible, había que precaverse de la utilidad de los indios y contar
con mercancías para apaciguarlos. Las sal importada de Europa y la cara. A los
ganaderos rioplatenses les interesaba conseguir sal a mejor precio, por lo que lograron
que durante el virreinato de Vértiz se hiciera una expedición militar hasta las Salinas
Grandes a unos 600 kilómetros de Buenos Aires.
Desde entonces en adelante, cada vez que hacía falta aprovisionarse de sal se
organizaba una expedición fijándose a un punto de reunión para quienes quisieran
participar. Tales empresas además de su éxito comercial, servían para entablar
relaciones con las tribus y para ir estudiando lugares para nuevos asentamientos de
población y, por ende, nuevos trazados de las fronteras con los indios.
8- Pobreza rural.
El 75% de la población era rural. Esto era sinónimo de pobreza indígena sobre todo en
el alto Perú, donde no había amenguado la explotación de los indios. Salvo las grandes
plantaciones donde predominaban indios, negros y mulatos, la agricultura comercial no
tenía ningún desarrollo apreciable ni mano de obra suficiente para fomentarla, y la
subsistencia fuera del medio indígena requería pocos brazos. No eran muchos los
paisanos que podían trabajar como arrieros, carreteros, troperos o peones de posta, o
dedicarse a una pequeña explotación agrícola por cuenta propia o en calidad de
inquilinos o puesteros. Era relativamente escasa la guarnición de los fortines y las
milicias, no atraían voluntarios salvo cuando se trataba de reprimir a los indios que
hubieran asolado su terruño y robado o matado mujeres y niños. Por otra parte en la
milicia no se vivía mejor que en pleno campo; abundaban los desertores y para muchos
paisanos llegó a ser preferible alistarse en las montoneras o trabajar para un estanciero
capaz de organizar su propia defensa contra las depredaciones de los indígenas.
La gran mayoría de la población rural carecía de empleo fijo y tenía que aceptar los
conchabos de temporada que se les ofrecían. Durante muchos meses al año mucha
gente Estaba sin trabajo a la espera que se pudiera tocarle un empleo accidental en la
yerra, la esquila, la cosecha o el desmonte. En toda la tierra virreinal la tenencia de la
misma siguió concentrándose en pocas manos. Recién al morir los grandes propietarios
empezaron a desmembrarse enormes propiedades.
En la época colonial y hasta bien pasada la primera mitad del siglo XIX, las autoridades
reales, los cabildos, los responsables del orden público y buen número de estancieros,
siempre vieron con malos ojos a la gente ociosa y mal entretenida y no tenía mucho
aprecio por los gauchos vagabundos a los que perseguían o tenían por sospecharse
con o sin razón suficiente que desafían toda la autoridad y tenían pasta de changadores,
cuatreros o contrabandistas.
La revancha de Inglaterra.
Al ciclo francés, debía seguirle el ciclo inglés, a consecuencia del triunfo logrado por
Inglaterra en la liquidación de la Guerra de Sucesión. Las negociaciones de paz
efectuadas en Madrid entre Inglaterra y España, dieron por resultado la conclusión del
tratado de asiento de negros el 26 de Marzo de 1713, mediante el cual la corte española
concedió a Inglaterra el comercio negrero con sus colonias durante 30 años que
comenzarían a correr el 1 de mayo de 1713. El artículo 9° estipuló que los negros que
desembarcasen en Buenos Aires, 400 podían internarse anualmente en el Perú y en
Chile. Inglaterra se adjudicaba el monopolio de la trata de esclavos, que serviría de base
a una mayor penetración en América, y con el navío de permiso habría otra vía para
introducir sus productos. Que daban en sus manos las herramientas necesarias para
abordar el mercado hispanoamericano.
El comercio negrero se desarrollaba en el Río de La Plata y Chile dentro de un círculo
vicioso difícil de romper. El negro era caro por lo reducido de su afluencia y las
desastrosas mermas que ocurrían en los cargamentos por las condiciones inhumanas
de la navegación y las enfermedades; por otro lado no existían actividades económicas
tan remuneradoras como para absorber una mano de obra cara. Muy diferente era en
el caso de los países tropicales, donde las exportaciones de su agricultura (azúcar,
tabaco, cacao) dejaban excelente margen de ganancia y permitían el empleo de grandes
masas de esclavos. En el Río de La Plata la economía descansaba primordialmente en
la ganadería, actividad que se necesita poca gente, y en Chile la población mestiza
representaba una potencia de trabajo que no tenía a qué dedicarse. Estas condiciones
influyeron también, en ambas colonias, para que el negro se le destinase ha trabajos
especializados (artífices, capataces, cocheros) y encontrase colocación en la
servidumbre doméstica. Pero tan importante como la trata de negros, o quizás más, fue
contrabando realizado por los ingleses.
Los procedimientos de la Compañía del Mar del Sur, fueron similares a los de su
antecesora francesa. Junto con desembarcar los negros estaba permitido transportar
cierta cantidad de mercaderías que se juzgaban indispensables para atender las
necesidades de las negros, especialmente géneros. Con ese pretexto, eran depositadas
en las Bodegas de la compañía crecidas cantidades de productos destinados al
contrabando. Las telas era el principal rubro de contrabando pero muchas otras
mercaderías integraron los cargamentos, recibiendo todo el conjunto el nombre de
“géneros” en el lenguaje de la época. Usualmente las compras hechas a la compañía
eran pagadas con cuero y cebos; pero la plata y el oro no estaban ausentes a pesar de
estar prohibida su salida.
La intensidad del contrabando inglés en el Río de La Plata fue mayor que la del francés,
tanto por la superioridad de los ingleses para negocios, como por la mayor afluencia de
barcos. Mientras que la presencia de los franceses se dejó sentir en las costas del
Atlántico y el Pacífico, los ingleses tuvieron acceso solamente a Buenos Aires, por eso
esa plaza se convirtió en el principal foco de contrabando en el extremo sur de América
y sirvió para proveer a las regiones vecinas.
Barcos Neutrales.
El empleo de naves pertenecientes a naciones amigas o neutrales, durante el período
de guerra, no era extraño al comercio entre España y sus dominios. Mediando la
guerra con Inglaterra, los comerciantes de Cádiz representaron al Monarcas los daños
que experimentaban con la interrupción del comercio y solicitaron que se les
permitiese utilizar buques de bandera neutral. Consideró los prejuicios por falta de
productos americanos y de la manufactura en las colonias, resolvió permitir el
comercio en barcos neutrales.
Con el nuevo sistema las colonias obtuvieron mayores posibilidades de fletes para
atender sus necesidades y remitir sus productos a la metrópoli y la seguridad de que el
tráfico no se cortaría. Los extranjeros que van como siempre y marginados del
comercio y los productos americanos no podían salir a las naciones extranjeras.
Recién autorizado el comercio en barcos neutrales comenzaron a expedirse los
respectivos permisos a los mercaderes españoles. Los comerciantes que no
consiguieron permiso para arribar a puertos extranjeros se valieron de artimañas para
hacerlo. Justifican de muchas formas, algunas de ellas eran que una tempestad había
desviado la nave de su curso, justificaban la llegada a puertos extranjeros neutrales,
donde vendían su cargamento para evitar mayores males.
El contrabando y los engaños alcanzaron un desarrollo tan grande, que por real orden
del 20 de abril de 1799 se mandó a suspender la utilización de naves neutrales. Y
debido a la continuación del estado de guerra con Inglaterra en 1801 la corte volvió
totalmente sobre sus pasos, al expedir una real orden que nuevamente consideró el
empleo de buques neutrales. En 1802 se restablece la paz con Inglaterra y
desapareció la calidad de neutral, aplicable sólo a tiempo de guerra.
Los puertos más favorecidos con el comercio bajo pabellón neutral fueron los del
Atlántico, pero desde 1805, las aguas del Pacífico también fueron surcadas por naves
extranjeras con licencia.
Contrabando en el Pacífico.
Las expediciones de los ingleses despertaron un gran interés por el Pacífico, en los
momentos en que los balleneros ingleses llegaban hasta las Islas Malvinas y la costa
patagónica en busca del cetáceo. En los años siguientes la frecuencia de los
balleneros ingleses en las aguas cercanas a Chile fue cosa corriente y no pasó mucho
tiempo antes que el gobierno británico acudiesen amparo de sus valientes marinos.
Kossok
El capítulo 3 tiene muchas fechas que no creo que las tome, así que solo voy a poner
los hechos a grandes rasgos.
Las amenazas de ataques a la Colonia del Sacramento y a la costa patagónica e Islas
Malvinas eran imparables desde Lima. Era necesario crear un grupo que asegurara la
autodefensa.
La Colonia del Sacramento pasó de ser española a portuguesa y viceversa muchas
veces, porque era un punto estratégico para los ingleses (que estaban aliados con
Portugal). Cuando se creó el Virreinato del Rio de la Plata los portugueses dejaron de
joder tanto.
Inglaterra y Francia querían entrar por la Patagonia o pasar al océano pacífico para
comerciar con Chile y Perú, por lo que España mandó a Buenos Aires a conquistar toda
la costa, aunque no pudo sostenerlo muy bien.
Por otra parte, tener un territorio muy grande, con distancias muy grandes entre Buenos
Aires y Lima, hacía imposible controlarlo eficientemente.
Cuando crean el Virreinato del Rio de la Plata, Buenos Aires no producía minerales,
pero como tenía un puerto aduanero tenía una hegemonía sobre las provincias del
interior, que quedaron empobrecidas.
Montevideo creció muy rápido, aunque dependía de Buenos Aires, por lo que intentó
independizarse de ellos, pero España les dijo que no.
El capítulo 4 habla de las rivalidades entre Buenos Aires y Lima. Perú no quería que se
manden las cosas a Buenos Aires y este quería independizarse de Perú.
Co el paso del tiempo, Buenos Aires fue ganando predominio, a costas de Perú. La ruina
de Lima provenía por la gran cantidad de mercancías baratas que entraban por Buenos
Aires.
Cuando crearon el Virreinato del Rio de la Plata los reclamos peruanos perdieron su
último punto de apoyo, ya que a partir de ese punto las preocupaciones españolas
estarían centradas en el progreso comercial de Buenos Aires.
La liberación del comercio interior, además de las importaciones y las restricciones a
metales preciosos, causaron una superioridad económica del Virreinato del Rio de la
Plata sobre el del Perú. La concentración del comercio interamericano trajo más
ventajas al litoral platense.
El capítulo 5 habla de la ganadería y la agricultura. Como Hispanoamérica estaba
atrasada, era una proveedora de materias primas y compradora de productos
manufacturados.
El punto fuerte del Virreinato del Rio de la Plata era la ganadería, principalmente la venta
de cuero, ya que no había ni oro ni plata.
No se podía tener estancias ni ser ganadero si no tenías un territorio suficientemente
grande. Por esto se crearon latifundios. Al estar la frontera llena de “indios” el valor de
las tierras subió.
En 1791 el virrey hizo un decreto en contra del tráfico ilegal de ganado en la banda
oriental del Rio de la Plata. Esto estaba focalizado en las personas que robaban ganado
o los sacrificaban para su comercio clandestino.
El comercio clandestino era muy difundido, ya que eliminaba impuestos y bajaban los
precios oficiales (que ya eran bajos).
Para intentar contrarrestarlo, el virrey mandó a los propietarios a marcar sus cueros, y
la clase comerciante protestó contra esa muestra de desconfianza y que los estancieros
queden tan bien parados.
Para fomentar la venta de carne Sevilla fomentó la creación de saladeros en Buenos
Aires para tener más cosas que vender. Los principales problemas fueron la escasez de
mano de obra especializada y el alto precio de la sal.
Mientras que la ganadería tuvo una tendencia ascendente la agricultura estuvo en la
miseria. Esto es sorprendente porque España, teniendo en cuenta lo que decían los
fisiócratas, fomentó mediante leyes la agricultura. Aunque no fue a toda la agricultura,
sino que fue solo a la que le proporcionaba de forma directa materias primas a las
manufacturas de la metrópoli.
A pesar de eso, falló por las siguientes razones: la ganadería tenía mayor facilidad para
exportar, la falta de mano de obra y la poca rentabilidad que suponía contratar mano de
obra y no tener un gran mercado.
Los latifundios eran un problema, porque perturbaban el desarrollo del comercio y la
agricultura.
El capítulo 6 habla de las manufacturas, artesanías y los gremios.
La creación de corporaciones causó restricciones a las manufacturas. Esto hizo que la
industria nacional quede atrasada con respecto a España, y esto le daba más poder a
las corporaciones.
Los gremios eran asociaciones entre gente con la misma profesión. Ocupaban una
posición intermedia en la estructura social de la colonia. Estos intentaban consolidar su
posición en la escala de rangos jerárquicos porque esto le daba más influencia social.
Los gremios excluyeron a las castas para separarse de las clases sociales inferiores.
Cada trabajo tenía su casta designada para realizarlos: los blancos puros trabajaban
con la plata, los mestizos e “indios” se ocupaban de los oficios intermedios y los negros
y mulatos trabajan en los oficios bajos, como las artesanías.
La burguesía colonial manufacturera desempeñó un papel importante en la organización
corporativa de la artesanía y el comercio. A pesar de esto, la burguesía solo logró
progresar en la rama económica.
La crisis en el interior fue mayor a la del litoral. El “libre comercio” causó que los
capitalistas europeos dominaran el comercio a costa de los textiles locales debido a la
incapacidad de competir con las importaciones.
El capítulo 7 son puras estadísticas de población. Estas estadísticas dicen que la
población creció mucho entre 1770 y 1790.
Los criollo realizaban muchas más tareas en el Virreinato del Rio de la Plata que en el
de México. Además había muchos más criollos que españoles, aunque estos últimos
tenían supremacía sobre los puestos administrativos. Como los criollos no podían tener
puestos gubernamentales a pesar de su éxito, comenzó la rebelión contra los españoles.
Suriano
España se estaba debilitando mientras Inglaterra se fortalecía. América del sur se
transformó en un punto estratégico para las coronas europeas. En particular la Colonia
del Sacramento en la frontera con las tierras portuguesas y el Cabo de Hornos en la
Patagonia. En 1778 se consensuaron los límites entre tierras portuguesas y españolas
mediante el Tratado de San Ildefonso y El Pardo.
Antes de la creación del Virreinato del Rio de la Plata hicieron medidas para darle más
autonomía a Buenos Aires con respecto a Lima.
En 1782 se dictó la Ordenanza de Intendencias, que creó 8 unidades administrativas
para que el virrey tenga auxiliares que solucionen mejor problemas regionales. Además
se crearon 4 gobiernos político-militares que en cierta medida dependían de las
intendencias en la que estaba ubicada pero estaban subordinadas al virrey. El régimen
de intendencias incentivó la creación de cabildos, los cuales pedían mayor participación
en el gobierno local.
En 1794 se creó el consulado, con el objetivo de fomentar el comercio. En 1797 se
dispuso que tenía que estar compuesto por comerciantes y hacendados en partes
iguales. Ahí discutían los que querían libre comercio y los que estaban a favor del
monopolio español. Hacia 1802 los librecambistas comenzaron a predominar, lo que
sirvió como lubricante para la autorización de comerciar con los ingleses acordada por
Cisneros en 1809.
El virrey Vértiz concretó en 1783 un plan de defensa y población, en el que promovió la
creación de centros urbanos y el desarrollo agrícola, aunque terminó siendo más
ganadero.
Las políticas borbónicas tendían a proporcionarle al Virreinato del Rio de la Plata los
medios económicos necesarios para apoyar sus objetivos militares en la región. Estas
medidas satisfacían a los intereses de los comerciantes de Buenos Aires, a costa de los
intereses de Lima. El control de los metales de Potosí, el libre comercio interno y el
comercio directo con España hizo que Buenos Aires predomine el mercado interior.
La apertura del puerto de Buenos Aires al comercio mejoró las recaudaciones de la
Aduana. Además aumentó el comercio interno. La mayor independencia con respecto a
Lima causó que el centro gravitatorio económico costero pasase del Pacífico al Atlántico.
La ganadería en el litoral sufrió una notable expansión gracias al comercio del cuero. El
interior tuvo un progreso más lento. Las zonas que estaban en la ruta comercial de
Potosí conservaron su papel protagonista. Salta produce trigo y vides, Tucumán
sobrevivió a base de las artesanías y el comercio. Córdoba tenía actividades agrícolas
y textiles, aunque fueron cediendo paso a la ganadería. Santiago del Estero perdió
fuerza por estar fuera de la ruta comercial de Potosí. Mendoza siguió siendo relevante
por ser paso obligatorio para llegar a Chile. La Rioja y San Luis se centraron en la
ganadería. San Juan y Catamarca se fueron a la mierda por el Reglamento de Libre
Comercio.
En 1788 se crea la Aduana en Buenos Aires, por la importancia del comercio que tenía
el puerto.
Cuando se crea el virreinato, el Rio de la Plata era una zona casi desértica, cosa que se
fue transformando con un aumento de población rápido. Las causas son el crecimiento
vegetativo, expansión económica, mejoras urbanas y la inmigración. El litoral crece más
rápido que el interior debido a que era el centro económico.
La inmigración blanca fue fomentada por la corona y facilitada por las condiciones
económicas de la región. La población negra entró como mano de obra gracias al
decreto de libertad de tráfico de esclavos en 1789. La población indígena tuvo un declive
importante.
La sociedad virreinal era heterogénea y tenía una marcada diferenciación social y étnica.
Los grupos privilegiados eran propietarios, comerciantes a gran escala, terratenientes,
etc. Los sectores populares tenían una mayor diversidad étnica.