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El contrato Grace, conocido también como contrato Aspíllaga-Donoughmore por el

apellido de sus firmantes, fue un acuerdo entre Perú y el Comité Inglés de Tenedores de
Bonos de la Deuda Externa del Perú, que agrupaba a los acreedores del estado peruano.
Después de la guerra del Pacífico, que había terminado con la derrota peruana frente a
Chile, el país se encontraba en una situación económica bastante precaria. Su mayor fuente
de riqueza tradicional, el guano, había dejado de ser suficiente para sostener la economía
nacional. Los anteriores gobiernos de Perú habían solicitado numerosos préstamos para
construir infraestructuras, especialmente la línea ferroviaria. Sin los ingresos provenientes
del guano, la deuda externa se hizo insostenible y los acreedores, por medio de Michael
Grace, ofrecieron un pacto al gobierno. Este acuerdo, llamado Contrato Grace, ofrecía la
cancelación de la deuda a cambio, principalmente, del control de los ferrocarriles del país.
A pesar de que el acuerdo encontró una fuerte oposición entre algunos sectores, el gobierno
accedió a firmarlo para poder cancelar la deuda y tratar de reactivar la economía.

Situación económica

La economía peruana había quedado muy debilitada por el conflicto. Tras la derrota, Chile
se había anexionado territorios ricos en recursos naturales y las principales industria
peruanas habías sido destruidas, al igual que muchas vías de comunicación.

Aunque la industria del guano daba muestras de agotamiento, también formó parte del
Contrato Grace. El gobierno de Perú cedió a los Tenedores de Bonos tres millones de
toneladas de guano. Además, les cedía una parte del extraído en las Islas Lobos, afectado
por el tratado de paz con Chile. Entre ellas, permitía la libre navegación por el lago Titicaca.

1. El Comité Inglés de Tenedores de Bonos de la Deuda Externa, liberaba al Perú del pago de
toda su deuda.

2. El Perú, en compensación, cedía al Comité de Tenedores de Bonos, por 66 años, todos los
ferrocarriles del Estado.

3. Los tenedores de bonos se obligaban a construir y terminar, los ferrocarriles de Chicla a la


Oroya y de Marangani a Sicuani.

4. Los tenedores de bonos se responsabilizaban en reparar y poner en funcionamiento todos


los ferrocarriles materia del contrato.

5. El Perú cedía a los Tenedores de Bonos el guano existente en el territorio nacional hasta la
cantidad de 3.000.000 de toneladas.

6. El Perú otorgaba a los Tenedores de Bono el derecho de libre navegación en el Lago Titicaca.

7. El gobierno del Perú entregaría al Comité de Tenedores 33 anualidades de 80.000 libras


esterlinas cada una.

8. El Comité de Tenedores se comprometía a constituir una compañía en Londres que los


represente en sus obligaciones y derechos.

9. Vencidos los 66 años de que hablaba la cláusula segunda del contrato, serían devueltos al
Gobierno libres de todo gravamen los ferrocarriles y nuevas líneas que se construyeran.

10. En mayo de 1890, se constituyó la “Peruvian Corporation”, para la explotación de los


ferrocarriles nacionales.

11. El Perú canceló su deuda externa y cedió a plazo fijo sus ferrocarriles. valor superior a las
cifras de la deuda completa
El Complejo industrial La Brea y Pariñas es el nombre de un complejo petrolífero que explotaba
los yacimientos situados en la pampa La Brea y la quebrada Pariñas, en la provincia de Talara,
departamento de Piura, en el norte del Perú. A partir de 1890 fue explotada por la empresa
anglo-estadounidense London Pacific Petroleum Co., y de 1914 a 1968 por la compañía
estadounidense International Petroleum Company (IPC), subsidiaria de la Standard Oil de New
Jersey. Los yacimientos cobraron notoriedad a partir de 1911, cuando se descubrió que sus
propietarios y arrendatarios explotaban muchísimos más lotes o pertenencias que las
registradas originalmente, pese a lo cual, se negaron a pagar los impuestos a los que estaba
obligada según las leyes peruanas. Incluso, la IPC logró ventajosas excepciones tributarias y de
otra índole, arrancadas a gobiernos pronorteamericanos a lo largo de varias décadas. Ha sido,
hasta ahora, el caso más escandaloso ocasionado por la penetración del capitalismo anglo-
estadounidense en el Perú, lo cual tuvo un considerable influjo en la vida política de este país.
En 1968, el gobierno del general Juan Velasco Alvarado ocupó militarmente las instalaciones
de la IPC en Talara, poniendo fin al problema. Sin embargo, la empresa nunca pagó sus
adeudos con el Estado peruano.

El escándalo de la Página Once

Sin embargo, la opinión pública cambió de parecer cuando un sector de la prensa (la revista
Oiga) dio a conocer las condiciones que había impuesto la IPC para la firma del Acta. El
momento cumbre del escándalo llegó cuando el renunciante presidente de la EPF, ingeniero
Carlos Loret de Mola, denunció que faltaba una página en el contrato de precios de petróleo
crudo entre la EPF y la IPC (10 de setiembre de 1968). Esa fue la famosa "Página Once" que
algunos le atribuyeron una gran importancia pues alegaban que contenía valiosa información
sobre costos; otros adujeron que sólo era una página en blanco y hubo incluso algunos que
negaron su existencia. Lo cierto es que sirvió de pretexto para que un grupo de oficiales del
ejército, encabezados por el general Juan Velasco Alvarado, dieran un golpe de estado menos
de un mes después, acusando al gobierno de “entreguismo”.
El 9 de octubre de 1968, el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada ordenó la toma
de las instalaciones de la IPC en Talara, la misma que la realizaron las fuerzas de la
Primera Región Militar con sede en Piura, al mando del general Fermín Málaga. Este
hecho tuvo un gran impacto en el país y ayudó al gobierno a consolidarse en el poder. La
fecha del 9 de octubre se celebró a lo largo del gobierno militar como el Día de la Dignidad
Nacional.
El pleito estalló en 1911, cuando el ingeniero Ricardo A. Deustua hizo una denuncia
pública, en el sentido de que la London Pacific explotaba muchísimas más pertenencias
que las reconocidas por el juez de Paita y el gobierno en el año de 1888.

El segundo gobierno de José Pardo y Barreda (1915-1919) se vio obligado a encarar la


solución de este asunto. Por su parte, la IPC hizo intervenir en su favor a los gobiernos
de Estados Unidos y Gran Bretaña. El 26 de diciembre de 1918 las dos cámaras del
Congreso del Perú aprobaron la Ley Nº 3106, que autorizaba al Estado a someter el
asunto a un arbitraje internacional. De esa manera, el gobierno peruano se despojaba de
sus facultades soberanas para resolver un asunto interno, llevándolo a la jurisdicción
internacional, lo que traería nefastas consecuencias.
La explotación del guano empezó en 1841 en las islas de Chincha, las de Lobos de Afuera y
Lobos de Adentro y las islas del sur hasta Tarapacá. El interés que paulatinamente despertó
esta lucrativa actividad se plasmó en la inestabilidad de los tres primeros contratos de
explotación, firmados entre 1841 y 1842, en los que el Estado buscaba obtener cada vez un
beneficio mayor. Así, lo que empezó siendo un sistema de contrato de alquiler concedido a un
inversionista, Francisco Quirós, derivó en un convenio que otorgaba al Estado el 64 por ciento
de los beneficios y, finalmente, se pactó entregarle a este el 75 por ciento del ingreso liquido.

La explotación del guano

Inicialmente se recurrió a esclavos y presidarios para la extracción del guano en las islas. A
partir de 1850, cuando empezó la inmigración asiática, los culis fueron los más requeridos. Si
bien en sus contratos de introducción al Perú se especificaba que no podían trabajar en el
guano, los culis fueron sometidos a tantos atropellos que su situación pasó ser similar a la de
los esclavos. También se utilizaron obreros chilenos, aunque en menor escala. Los trabajadores
no contaban con seguridad para evitar accidentes o enfermedades y sus jornadas de trabajo
podían llegar a ser de 16 horas.

Los inversionistas

El Estado se encontraba en crisis fiscal pues no había logrado cubrir los gastos que se habían
generado desde las batallas de la independencia. En esas condiciones, ni el Estado ni los
capitalistas nacionales podían competir con las compañías europeas y estadounidenses en la
inversión que significaba la explotación del guano. El predominio de extranjeros y la ausencia
de inversionistas peruanos fueron cuestionados en la década de 1850 por el Congreso, que
decidió que no se firmasen nuevos contratos si no se incluía a capitalistas nacionales. Así, los
extranjeros formaron empresas mixtas, pero sin permitir que la participación nacional los
sobrepasara.

Las consignaciones o inversiones

El Estado acordó ceder a los empresarios la explotación del guano en lugares específicos y por
un periodo determinado que no superaba los nueve años. Estos inversionistas o consignatarios
debían asumir todos los gastos, desde la extracción hasta la venta. Al ingreso bruto se le
descontaban los gastos y el producto neto se dividía entre el fisco y los consignatarios. Este
acuerdo acabó por convertir al Estado en deudor de los consignatarios, pues estos
adelantaban los beneficios que correspondían al fisco en calidad de préstamos que debían ser
amortizados con elevados intereses. El acaparamiento de la explotación del guano por los
capitalistas extranjeros, así como su deshonestidad provocaron denuncias contra el sistema.
Las principales sospechas recayeron sobre la casa británica Gibbs y la casa francesa Montané.
Los empresarios vendían el guano en el exterior a un precio menor al oficial, perjudicando la
venta del guano del Estado.

El contrato Dreyfus

La ruptura con los consignatarios ocurrió durante le gobierno del presidente José Balta. Este le
encargó al ministro de Hacienda, Nicolás de Pierola, que convocara una licitación en París para
vender dos millones de tonelada de guano, sin informas de esto a los consignatarios. La buena
pro fue otorgada a la firma francesa Augusto Dreyfus y hermanos, que ofreció excelentes
condiciones, entre ellas, cubrir la deuda externa con cinco millones de soles. Los consignatarios
llevaron el caso ante el Poder Judicial, pero el convenio con Dreyfus siguió adelante. Las
ventajas del contrato se esfumaron pronto, pues no se invirtieron los ingresos en actividades
productivas a corto plazo sino a ferrocarriles. El contrato se canceló en 1875.

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