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Escuela Internacional de Posgrado

Técnicas de investigación teatral y espectacular


Dra. Josefa Fernández

Análisis del conficto represión-deseo en Yerma de Federico García Lorca


Presenta
Carla Mireya Álvarez Martínez
Análisis del conficto represión-deseo
en Yerma de Federico García Lorca
“No hay en el mundo fuerza como la del deseo”
Federico García Lorca. Yerma. Acto tercero, cuadro primero.

Durante siglos la sexualidad femenina ha sido regulada por una autoridad masculina que ha
creado un ideal de mujer que someta su sexualidad y su capacidad de reproducción a las necesidades
del patriarca. Es decir, un modelo de mujer que experimente el placer hasta donde le es permitido y que
tenga hijos para preservar el patrimonio, para trabajar, para negociar, para tener soldados en la guerra,
en otras palabras, para lo que el padre lo demande. Rodrigáñez (2009) afirma que “la capacidad
autoerótica femenina se opone radicalmente a la dominación falocrática” (p.53), por ello se hace
necesario someter a la sexualidad femenina ya que “las producciones libidinales se producen en general
para la autorregulación de la vida y para su conservación.” (p.75), cualidades que no son del interés ni
prioridad de un sistema patriarcal.
Una muestra de esta dominación está en la figura de la serpiente que, según Rodrigáñez (2009),
fue durante siglos representante de la sexualidad femenina pero a partir de que se establecen los
gobiernos y religiones patriarcales comienza a ser una figura satanizada, de manera que nacen muchos
mitos aleccionantes acerca de la dominación de lo masculino sobre la sexualidad femenina como
Prometeo con la cabeza de Medusa o Apolo matando a la serpiente, por mencionar algunos ejemplos.
Federico García Lorca crea en Yerma una figura no aleccionante, pero sí ilustrativa del conflicto
impuesto en el cuerpo de las mujeres por el sistema de represión. Un cuerpo al que se le asigna una
única función útil, la de la reproducción, pero cuya sexualidad (el medio para llevar a cabo la
reproducción) está reprimida desde la niñez. El presente trabajo, realiza un análisis del texto lorquiano
para encontrar la represión del deseo sexual en Yerma entrando en conflicto con su necesidad de
cumplir con la demanda social de reproducirse. Silvia Tubert (1993) planteó este conflicto en su texto
The Deconstruction and construction of maternal desire: “Yerma” and “Die frau ohne Schatten”
I think the tragedy lies in the alternative posed to the female sex by our culture:
either alienation trough identification with the cultural ideal of maternity or not being,
the void; either the plenitude of an absolute, religious sense of feminity or the
absolute lack of sense/meaning. (p.71) 1
En otras palabras, la tragedia radica en la identificación absoluta de Yerma con su rol social de

1 Creo que la tragedia radica en la alternativa planteada al sexo femenino por nuestra cultura: o la alienación a través de la identificación con el ideal
cultural de maternidad o el no ser, el vacío; o la plenitud de un absoluto, religioso sentido de feminidad o la absoluta falta de sentido/significado.
madre pura y limpia de pecado, sin deseo sexual y en la falta de sentido en su vida al no lograr alcanzar
este ideal. Como Yerma misma dice, si por ella fuera tendría a su bebé ella sola (p. 37), sin la
intervención de un hombre.
La infertilidad de Yerma es producto de un conflicto que no es exclusivo de la mujer campesina
española de los años 30's, si no un conflicto vigente y tangible en la mujer contemporánea a la que la
represión sexual también deja seca, también la hace una no-madre o una mujer impostora que sustituye
a la casi extinta madre entrañable, como la llaman Cachafeiro y Rodrigáñez (2007).
Para entender esta última idea será necesario abundar en los conceptos de madre entrañable,
madre impostora y matricidio histórico. Según Sau (1994) la madre entrañable como la cuidadora de
las pulsiones deseantes y preservadora de la vida, ha sido sustituida por una madre impostora que
portea los valores y principios de un padre interesado en preservar el patrimonio, en ganar guerras, en
producir ganancias, pero no en preservar la vida. Para lograr esta sustitución, el padre tuvo que someter
a la madre, primero por la fuerza y hasta lograr que se someta a ella misma y que reproduzca en sus
hijos y en sus hijas el mismo sometimiento; de manera que se perpetúa la constante desaparición de la
madre entrañable mediante un constante matricidio.
El hecho de la matrofagia, el engullimiento de la madre, su desaparición, le es
ocultado a la prole. En su lugar se le da una impostora que la suplanta. Las propias
madres impostoras, fueron olvidando a través de 1os siglos que 1o son, y se toman a
sí mismas por reales, añadiendo confusión a la confusión. (p. 98)
A diferencia de la impostora, la madre entrañable que vela por el bienestar común, debería ser
capaz de satisfacer los propios deseos. Según Cachafeiro y Rodrigáñez (2007), para poder reprimir los
deseos de la crías, las mujeres primero deben ser enseñadas a reprimir sus propias pulsiones deseantes;
esa represión es la que hace a Yerma una gran representante de la madre impostora que termina por
matar cualquier vestigio de maternidad que pudiera haber en ella. Al matar a Juan, mata su propia
maternidad.
La obra inicia con Yerma cantando nanas, acto seguido despierta a Juan para que se vaya al
trabajo y su primer comentario es una crítica a la apariencia de Juan. Por un lado hay un aparente deseo
de un niño, pero no hay deseo por el marido. El hijo de Yerma está en su cabeza mas no en sus
entrañas. Rodrigáñez y Cachafeiro (2007) señalan que:
Por desgracia, cuando una mujer dice que 'desea' tener un hijo, en general, no
se trata de un deseo libidinal sino de un 'deseo' de cumplir la Ley del Padre, como se
suele decir, de realización social del ego edípico, fraguado de forma estrictamente
racional en la cabeza y no en las entrañas. (p. 198)
El hijo que Yerma “desea” lo quiere desde la necesidad de cumplir con un ideal de mujer, un
deseo que proviene de la cabeza, no de las entrañas. Su ego la lleva a ser mejor que las demás como lo
hace ver García Lorca (1931) en el siguiente texto en que Yerma se compara con otras mujeres:
YERMA. Yo conozco muchachas que han temblado y que lloraban antes de
entrar en la cama con sus maridos. ¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo?
¿No cantaba al levantar los embozos de holanda? Y no te dije, ¡cómo huelen a
manzanas estas ropas! (Acto I, Cuadro 1º, p.3)
Yerma dice que ella cantaba y no lloraba cuando se casó con Juan, dando una apariencia de que
se ha casado feliz. Sin embargo, como ella misma lo dice más adelante, desde el primer momento
pensaba en los hijos; casarse con Juan fue parte del trámite de ser mujer y lo cumplió con la mejor
actitud posible. Dice Yerma que ella cantaba al levantar los embozos de holanda. Según el Diccionario
de la Real Academia Española (DRAE), el embozo es la parte superior que se dobla de la sábana o
también se puede entender como quitarse un falso recato y revelar alguna intención oculta. Esta
expresión en boca de Yerma parece referirse a que literalmente cantaba mientras prepara la cama,
aunque también podría aludir a develar la intención de embarazarse, más que de consumar el acto
sexual con su marido.
Más adelante García Lorca (1931) contrasta el relato de la noche de bodas de Yerma con el de
María, la vecina: “la noche que nos casamos me lo decía constantemente con su boca puesta en mi
mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja.”
(Acto I, Cuadro 1º, p.7). María relata la noche con atención a lo que él hacía y lo que ella sentía, hay
lumbre en su relato, el hijo que María trae en su útero es resultado del deseo que el marido le transmitía
en palabras; mientras que Yerma sólo habla de ella y de su excelente comportamiento durante esa
noche. En el relato de María se percibe cercanía, calor, sensualidad, cariño; el relato de Yerma parece
una romantización infantil de la noche de bodas.
En este primer acto Yerma sostiene una conversación con María en la que deja ver la idealización
que la primera tiene de la maternidad, ella dice que una buena madre no sufre con los hijos, eso lo
hacen las madres débiles; a las buenas madres no les duelen los arañazos, las buenas madres son
perfectas e indolentes. Además Yerma reconoce los encajes y las telas para los trajes pero no reconoce
la tela para los pañales, otra reiteración de la idealización, fuera de la realidad, que tiene Yerma de la
maternidad pues reconoce los adornos pero no lo “sucio” de los bebés. De manera que se reitera que el
deseo de Yerma viene de la cabeza, de la idealización más que de la entraña.
En la siguiente escena Víctor y Yerma sostienen una conversación corta en la que él piensa, por
un momento, que es ella quien está embarazada pero Yerma rápidamente, “casi ahogada”, lo corrige
como si no quisiera que él pensara en ella y en Juan de esa forma. Víctor le comenta que de nada sirve
juntar dinero si no tiene a quién dejárselo después, comentario con el cual resalta uno de los principales
intereses del sistema por la reproducción, la conservación del patrimonio. Yerma se desarrolla en una
sociedad a la que le interesa la reproducción como mecanismo de conservación de patrimonios pero no
como producción de cuerpos deseantes y libres, que sería el interés de la madre entrañable. Yerma es
obediente a su mandato como mujer, para ella el acto sexual se realiza en función de reproducirse pero
no del deseo corporal. Su accionar viene de la razón como dicen Cachafeiro y Rodrigáñez (2007) “La
producción constante del razonamiento patriarcal y, en el caso de las mujeres, la reducción de los
sentimientos y deseos a una categoría animal, son condiciones imprescindibles para el matenimiento de
la represión interior.” (p.139) Yerma está reprimiendo y descalificando constantemente sus deseos
profundos, distrayéndolos con la idea del bebé que no llega. Al final de su conversación con Víctor,
Yerma se acerca al lugar donde estaba él y respira profundamente. Con esa acción queda establecido
que ella lo desea ocultamente.
El siguiente acto comienza con la conversación entre Yerma y la vieja, una vez más se reitera que
Yerma no desea a su marido y que sí desea a Víctor. “Los hombres tienen que gustar muchacha.” (Acto
I, Cuadro 2º, p.12) declara la vieja pero a Yerma su marido no le gusta, lo eligieron para ella y ella lo
aceptó feliz, como debe ser, y se entrega a su marido esperando embarazarse, pero si el cuerpo deseante
no se activa, no hay posibilidad de reproducción. García Lorca está relacionando la fertilidad y la
posibilidad de la maternidad con las pulsiones deseantes de la sexualidad y la entraña. En esta escena
Yerma se hace una pregunta clave para entender la visión que tiene de la sexualidad “¿Es preciso
buscar en el hombre al hombre nada más? Entonces, ¿qué vas a pensar cuando te deja en la cama con
los ojos tristes mirando al techo y da media vuelta y se duerme?” (Acto I, Cuadro 2º, p.12) para Yerma
el acto sexual con su marido la deja con los ojos tristes, no es satisfactorio, seguramente para Juan
tampoco. La vieja entiende la situación en seguida y por eso se va, por que lo que tiene para decirle es
que busque a alguien más y “yo no quemo la honra de nadie” dice la vieja. Esta conversación también
es clave porque habla de la falta de deseo carnal en la sexualidad de Yerma; mientras el acto sexual se
desarrolla, Yerma dice que piensa en su hijo, es decir que no se encuentra entregada al acto y al deseo.
Es un acto frígido, una sexualidad negada.
En el mismo acto Yerma se encuentra con las dos muchachas y se queda hablando con la segunda
muchacha cuyo carácter abierto a la “imperfección” hace contraste con el de Yerma. La segunda
muchacha se divierte, goza de no tener hijos, preferiría seguir de novia con el marido porque harían lo
mismo que ahora pero no tendría la obligación de cocinar, barrer y atenderlo. Esta idea, para Yerma, es
una inmadurez, una locura. Una mujer que atiende sus deseos “ya voy al arroyo, ya subo a tocar las
campanas, ya me tomo un refresco de anís” (Acto I, Cuadro 2º, p.14) es una niña, una loca.
Justo después de ver este contraste con la mujer loca, la sensata de Yerma se encuentra con
Víctor que está cantando: “¿Por qué duermes solo, pastor? ¿Por qué duermes solo, pastor? En mi
colcha de lana dormirías mejor. ¿Por qué duermes solo, pastor?” (Acto I, Cuadro 2º, p.15). Víctor canta
a un pastor mientras cree que nadie lo escucha, este es el primer indicio de que Víctor es homosexual.
De manera que Yerma desea a un hombre que no la desea a ella, así se asegura inconscientemente de
que el deseo de estar con él no se concrete. Este constante autosaboteo de los impulsos deseantes de
Yerma es el que hace de la obra una tragedia. Si la culpa de la infertilidad de Yerma fuera
responsabilidad exclusiva de Juan como sugieren algunos autores, la obra sería un melodrama y Yerma
sería una víctima de su sociedad y de su marido. Pero en su obra, García Lorca muestra un universo
donde se puede elegir y en ese universo Yerma elige ser honrada, elige obedecer y elige reprimir hasta
el extremo. Yerma hace alusión a la voz que parece chorro de agua de Víctor contrastándola con el
carácter seco de su marido reiterando que siente deseo por Víctor y no por su marido. En la misma
escena la acotación dice que hay una lucha entre los personajes, no se especifica qué tipo de lucha, pero
se percibe incómoda. La incomodidad de Víctor por percibir el deseo de Yerma y la de ella
reprimiendo sus impulsos. Yerma escucha un niño llorar, Víctor no lo escucha; el niño llorando es el
deseo que Yerma siente de un hijo y que se vislumbra posible al estar cerca de Víctor, pero el niño llora
porque es un deseo frustrado ya que Víctor no la desea a ella. Yerma termina por aceptar que el niño es
una ilusión “YERMA. Serán ilusiones mías. (Lo mira fijamente y VICTOR la mira también y desvía la
mirada lentamente como con miedo. Sale JUAN.)” (Acto I, Cuadro 2º, p.17) Esta acción de desvíar la
mirada es muy elocuente, si ambos se desearan, se podrían mirar hasta que Juan los interrumpe, pero
Víctor desvía la mirada antes y llega Juan a rescatarlo de la situación incómoda y en cuanto puede se
va. Dicen Rodrigáñez y Cachafeiro (2007) que “El deseo es el impulso vital, el principio inmanente de
la vida que no se trata de aniquilar sino de domesticar.” (pp. 119-120) El deseo de Yerma está
completamente domesticado, ha aprendido a reprimir para desear desde el razonamiento sólo lo que
está permitido por las leyes del padre.
Después de la escena entre Yerma y Víctor, entra Juan enojado por lo que pueda decir la gente.
Pareciera ser la obsesión de éste; él desconfía de Yerma, lo cual alimenta el desprecio que ella siente
por él. Mientras, el tema de Yerma continúa siendo tener un hijo, su frustración por el bebé que no
llega hace que Yerma no se sienta mujer. El sentido de ser mujer según Yerma es tener hijos, sin
embargo esta creencia es también elegida, al menos aprendida. Yerma viene de una casta de cien hijos,
viene de un linaje honrado, valores sociales que se le han transmitido a través del padre y que ella elije
preservar por encima de sus deseos. Dicen Cachafeiro y Rodrigáñez (2007) “Cuanto más funcione el
Cuarto Mandamiento inconscientemente, menos represión exterior habrá que aplicar para mantener la
autoridad.” (p.129); el cuarto mandamiento es el que tiene que ver con la honra a los padres, y según
las reflexiones de Cachafeiro y Rodrigáñez (2007) es uno de los mandamientos que garantiza la
perpetuación del sistema patriarcal. Yerma tiene la sumisión tan asumida en el inconsciente que
prefiere la perfección ególatra de la honradez y la castidad antes que tener un hijo.
El segundo cuadro comienza con las lavanderas, representación de la sociedad lorquiana,
haciendo juicios como “la que quiera honra que la gane” “El que quiera honra que se porte bien” (p.19)
que es justo lo que hacen Juan y Yerma, portarse bien, ganar la honra a costa de su felicidad, de su
deseo real. Dicen Rodrigáñez y Cachafeiro (2007) con respecto al modo de vida de las sociedades
patriarcales:
'Hacemos cosas' en contra de los deseos, sin controlar, sin poder opinar o
modificar ni el modo de hacerlas ni cuándo hacerlas; sin saber para qué pueden
servir ni a quién van a servir; un cuerpo sin conciencia, o con la conciencia mínima
del gesto concreto; un cuerpo despiezado, cuyas piezas funcionan como las de un
robot. (p.298)
Yerma y Juan están funcionando bajo este sistema anti-deseo, preocupados de lo que diga la
gente y de lo que les han enseñado que es correcto, cada uno a su manera. Como bien señala Glisser
(1975) en su artículo La naturaleza en Yerma, desde el inicio de la obra se está relacionando la
fertilidad con la humedad y el agua, que se relacionan con la sexualidad. Yerma está seca y su marido
también, no hay sexualidad entre ellos. La decisión cuerda y sana de Yerma sería cambiar de hombre si
en verdad deseara a un hijo, pero su deseo impuesto es la perfección, la honradez; este deseo se
contrapone a la necesidad impuesta también de dar sentido a su ser-mujer mediante la presencia de un
hijo. La tragedia de Yerma está en ser demasidado obediente a sus enseñanzas impuestas.
En el cuadro segundo se observa una conversación entre Yerma y Juan en la que él le reclama
que sale mucho de casa y ella le reclama que de todos modos él no está, no comparten espacio, tiempo,
ni planes. Comparten la honra que “es una carga que se lleva entre dos” (p.29) y que es lo que los tiene
secos. Como acto simbólico una de las hermanas entra, cuando Juan habla de la honra, a retirar el agua
de la habitación y la otra hermana se lleva el resto de agua cuando Juan menciona que la honra es algo
que llevan en la sangre, aprendizajes desde la cuna. De esta forma García Lorca simboliza la oposición
entre la humedad, que es el deseo, y la honra impuesta por la sociedad que trae la sequedad.
María, ya con su hijo, pasa por casa de Yerma quien le expresa su frustración. Si Yerma tuviera
el impulso y deseo de cuidar y críar, no le importaría cuidar al hijo de otra persona, pero como lo
expresa con Juan y en esta escena con María, ella quiere cuidar cosa propia, una vez más se asoma el
ego, el perfeccionismo, el deber ser. Dice Yerma que la mujer que no pare es inútil, esta es una idea
patriarcal aprendida, interiorizada y normalizada.
En esta escena también hay una conversación que devela un poco el origen de las sospechas de
Juan y la razón de su ausencia en casa. Juan sabe que Yerma desea a alguien más y se siente rechazado
en la intimidad por lo que trata de no estar en casa y se reclama a sí mismo no tener voluntad, es
alguien que no quiere estar con su mujer mientras que ella no lo desee. Al mismo tiempo Yerma habla
con María de lo ofendida que está de que estén las hermanas de Juan ahí vigilándola.
MARIA. ¿Y tu marido?
YERMA. Son tres contra mí.
MARIA. ¿Qué piensan?
YERMA. Figuraciones. De gente que no tiene la conciencia tranquila. Creen
que me puede gustar otro hombre y no saben que aunque me gustara, lo primero de
mi casta es la honradez. Son piedras delante de mí. Pero ellos no saben que yo, si
quiero, puedo ser agua de arroyo que las lleve. (Una hermana entra y sale llevando
un pan.)
MARIA. De todas maneras, creo que tu marido te sigue queriendo. (Acto II,
Cuadro 2º, p. 31)
No es que Juan no quiera a Yerma, pero sí siente la falta de deseo de Yerma por él y eso lo hace
sospechar que ella está con alguien más por lo que ha traído a las hermanas para vigilarla. Pero lo
primero de la casta de Yerma es la honradez, si ella quisiera sería agua de arroyo, sexualidad, pero ella
no quiere. Por su hijo Yerma puede mentir a su marido, salir sin permiso, permitir que la gente hable,
hacer tratos con viejas conjureras pero no está dispuesta a ser una “mujer caliente” como ella las
nombra. Es la sexualidad la que niega.
Durante la despedida entre Yerma y Víctor, Yerma insiste en recordar y Víctor en la indiferencia
para evitar la incomodidad. Yerma habla de secretos detrás de los muros y Víctor le da la razón, ella
habla de gritar esos secretos y él prefiere evitarlo, no serviría de nada, él no podría desearla por que
escucha el llamado de los pastores y prefiere ir con ellos. Una vez más se reitera la homosexualidad de
Víctor como barrera entre Yerma y él. Por otro lado Juan ha comprado los rebaños de Víctor, quisiera
ocupar su lugar, quisiera ser el hombre que Yerma desea, por eso está tan satisfecho con la compra de
las ovejas.
En la siguiente escena que también corresponde con el inicio del último acto Yerma hace fuertes
declaraciones que develan mucho con respecto a su conflicto. Dice que Juan tiene la cintura fría y que
ella quisiera ser un volcán de fuego, pero a ella siempre le han dado asco las mujeres calientes. Si
Yerma está con un hombre que no desea, pensando en su hijo, distraída, además con un hombre parco
“sin voluntad”, el acto sexual debe ser una escena, por decir lo menos, lamentable. A Yerma no le gusta
el sexo, si tan solo pudiera tener los hijos ella sola. Su represión sexual ha llegado a tal grado que desea
no necesitar del hombre para reproducirse, le interesa tener hijos para cumplir su deber, es una cuestión
de ego.
Finalmente llega la escena de la romería, una feria donde dice la vieja “Venís a pedir hijos al
Santo y resulta que cada año vienen más hombres solos a esta romería; ¿qué es lo que pasa? (Ríe.)”
(Acto III, Cuadro 2º, p. 42). Igualmente dice Serrat (2000) en su famosa canción “Fiesta” sobre la
romería de San Juan “cómo comparten su pan, su mujer y su gabán, gentes de cien mil raleas”. Llevan
a Yerma a una fiesta en donde lo común es la promiscuidad, tácitamente permitida. Los figurines
enmascarados y el niño que canta, explican perfectamente cómo se relaciona la fiesta de romería con la
fertilidad. Primero los niños los anuncian: “¡El demonio y su mujer!, ¡El demonio y su mujer!” (Acto
III, Cuadro 2º, p. 45) como gritando el deseo o tentación y la mujer. El deseo es el demonio para la
represión sexual. Se canta sobre una mujer que espera bañándose en el río a que se haga de noche para
poder liberar el deseo, está en el río, en la humedad, está deseante. Más tarde canta el macho que si
quiere que su vientre se abra, si quiere ser madre, “Vete sola detrás de los muros donde están las
higueras cerradas y soporta mi cuerpo de tierra hasta el blanco gemido del alba.” (Acto III, Cuadro 2º,
p.46). En una metáfora poética, García Lorca hace una instrucción clara y básica, si Yerma quiere ser
madre debe ceder al cuerpo del otro hasta la eyaculación. Pero Yerma no está dispuesta a seguir la
instrucción clave, su excusa es la honra, la honra está por encima de su necesidad, de su hijo; porque lo
que ella no está dispuesta a hacer es permitirse desear desde abajo. Juan es testigo de que ella no lo
engaña, ni lo hará, y esto lo anima a hablar, él intenta seducir a Yerma; por ser ella, no porque quiera
un hijo, pero Yerma no quiere eso. El sexo sin finalidad reproductiva para ella es inconcebible. “Me
buscas como cuando te quieres comer una paloma.” (Acto III, Cuadro 2º, p.51) es lo que Yerma
encuentra imperdonable e impermitible al grado de matar a Juan, acto con el cual ella queda “segura”
de que jamás será penetrada, de que jamás tendrá tentación en frente; su ego puede estar tranquilo
porque se acaba de garantizar la perfección de la no-madre. Al matar a su marido Yerma comete el
matricidio histórico del que hablan Cachafeiro y Rodrigáñez (2007).
La milenaria represión sexual de la mujer, acompañada de toda clase de
torturas físicas y psíquicas, es algo relativamente bien conocido. Pero quizá no es
igualmente sabido que esa represión ha tenido por objeto impedir que irrumpa
nuestra sexualidad. Porque para que una mujer se preste voluntariamente a hacer de
madre patriarcal, hay que eliminar la líbido materna, para lo cual hay que impedir el
desarrollo de su sexualidad desde su infancia. Así se consuma el matricidio
histórico, somatizándose en el cuerpo de cada mujer generación tras generación.
(p.83)
Yerma es el símbolo del matricidio histórico que mencionan Rodrigañez y Cachafeiro (2007); al
final su represión sexual la lleva a matar a su marido, matar a su hijo y matarse a ella misma, la madre
entrañable no será posible en su cuerpo patriarcalizado así como la madre entrañable no es posible en
los cuerpos patriarcalizados de muchas mujeres que tienen hijos por deber, porque son mujeres, porque
les toca, porque sus maridos los piden. Yerma no simboliza a una mujer estéril, simboliza los deseos
reprimidos y las maternidades obligadas de muchas mujeres. Ser madre desde la cabeza y no desde el
deseo de “abajo”, ser madre esclavizada, ser madre en función del padre es matar a la madre
entrañable, negarla y poner en su lugar a la no-madre, a la Yerma, tal vez a la Bernarda Alba, pero ese,
es otro tema.

Referencias.
• Cachafeiro, A. y Rodrigáñez, C. (2007) La represión del deseo materno y la génesis del estado
de sumisión inconsciente. Murcia, España: Crimentales S.L.
• García Lorca, F. (1931). Yerma. Recuperado de:
http://www.espacioebook.com/sigloxx_27/lorca/lorca_yerma.pdf (6 de noviembre de 2018)
• Glisser, M. E. (1975) La naturaleza en “Yerma”. Signos. 8 (1) 10 páginas.
• Miralles, R. (Productor) (2000) Fiesta (Versión Sin Censura) Joan Manuel Serrat. [YouTube]
De España. https://youtu.be/J-W7YAdxLIQ (Recuperado 8 de Noviembre de 2018)
• Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.aed.). Consultado en
http://www.rae.es/ (recuperado el 18 de noviembre 2018)
• Rodrigáñez, C. (2009) Pariremos con placer. Murcia, España: Crimentales S.L.
• Sau, Victoria (1994) La maternidad una impostura. DUODA, revista d'Estudis feministes (6) 16
páginas.

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