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Sigmund Freud en El malestar en la cultura logra extender su teoría y la práctica

psicoanalítica a la civilización contemporánea y al estudio de la evolución de la sociedad


humana en su conjunto. La obra fue escrita bajo un contexto histórico complicado y se la
considera una de las más influyentes del siglo XX. Suele plantearse algo pesimista por sus
conclusiones, ya que, en ella se presentan a las pulsiones individuales de la forma en que
no parecieran estar tan controladas, en una sociedad que debería garantizar protección y
seguridad y que, de forma contraria, ofrece a los seres humanos herramientas cada vez más
sofisticadas para amenazar la propia convivencia. Plantea de esta forma un malestar
inherente a la condición social.
La cultura designa toda la suma de operaciones y normas que nos diferencian de
nuestros antepasados animales y sirve para la protección del ser humano frente a la
naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres. Esta cultura se
edifica sobre la renuncia de la no satisfacción, lo pulsional. Freud se dedica a dilucidar el
origen de esta cultura desde el comienzo mismo de la humanidad y la forma en que el
hombre opta por constituirse en una familia en la cual encontrar sus primeros auxiliares
para trabajar y con ella la consolidación de las alianzas fraternas.
Así los preceptos del tabú, se convertían en los primeros derechos y fundamentos en la
comunidad; por medio del tabú, de la ley y de las costumbre se establecen nuevas
limitaciones tanto a los varones como a las mujeres: la obligación del trabajo impuesta por
las necesidades exteriores y el amor que impedía al hombre separarse de su mujer y a ésta
de su prole. Se hace hincapié a las restricciones que pone la cultura bajo el punto amoroso.
En este sentido, la cultura impone sacrificios a la sexualidad, a diferencia del hombre
primordial que no conocía limitación alguna con lo pulsional.
A lo largo de su trabajo, nuestro autor logra tomarse de lo mítico-fantástico así como de
la literatura y ciertos tabúes que remiten a lo sexual (condición constitutiva del ser humano)
para explicar los sucesos que ocurren con sus pacientes en la clínica. Asimismo, son
propuestos por él términos que cumplen funciones muy determinantes en su teoría y que a
posteriori son adaptados por la comunidad psicoanalítica entera. Uno de ellos es el
complejo de Edipo, basado en la tragedia de Edipo Rey. Este es planteado, cuando se
entiende la relación entre la neurosis y la represión sexual. A causa de ello, va a ser posible
comprender el porqué de ciertas patologías al conocer la historia sexual del paciente.

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El complejo de Edipo es uno de los pilares de la teoría de Freud, como se ha
mencionado anteriormente, producto de su pasión por la literatura. El autor consideró que
los niños nacen con un deseo sexual que deben satisfacer. El complejo se da durante la base
fálica y constituye un paso fundamental en el desarrollo afectivo del niño, se lo denomina
‘complejo’ por un intrincado conjunto de fantasmas, conflictos y angustias. Freud lo toma
de la tragedia griega de Sófocles. Este mito se basaba en la predicción que el oráculo de
Delfos le hizo a Layo, rey de Tebas; la misma consistía en que su hijo Edipo, en ese
momento recién nacido, lo mataría y se quedaría con su esposa. Para evitarlo, el rey ordenó
matar a su vástago. Sin embargo, el siervo a quien se lo había mandado, movido por la
compasión, decide salvarlo y abandonarlo en el bosque. Allí lo halló un pastor que lo
entregó al rey de Corinto, quien decidió cuidarlo como si fuese su hijo.
En cierto momento de su infancia, el niño, se decide a preguntar por su identidad como
resultado de obtener el epíteto despectivo de ‘niño abandonado’; al consultarlo, supo que
sería el ejecutor de la muerte de su padre y que se casaría con su madre. De esta forma, se
decide a abandonar su morada. En el transcurso de su viaje, se encuentra y asesina en una
discusión a un viajero sin ser consciente que, en definitiva, era su padre Layo. Sin embargo,
los inconvenientes no acababan aquí, más tarde tuvo que enfrentarse a una esfinge,
monstruo que se había topado con él en su camino a Tebas y le proponía un acertijo, si no
respondía correctamente sería devorado. Edipo logró responderlo sin esfuerzo derrotando a
la criatura y los tebanos, a modo de agradecimiento, le ofrecieron la corona y la mano de
Yocasta, viuda de Layo.
Producto del casamiento, la pareja tuvo cuatro hijos y disfrutaban de los años felizmente.
Todo se desmoronó cuando una plaga atacó la ciudad y se le comunicó al rey que para
aplacarla tenían que encontrar al asesino de Layo. Los dioses querían castigarlos por un
crimen que había quedado sin culpable y por lo tanto, sin resolver. Edipo va a consultarle al
adivino Tiresias para conocer la identidad del asesino, castigarlo y salvar a la ciudad. En
consecuencia, se topa con el descubrimiento de que él fue el que ha matado a su propio
padre y peor aún, ha consumado el matrimonio con su madre. Por consiguiente, Yocasta se
suicida al no poder soportar el dolor y Edipo se arranca los ojos por no servirles para ver la
realidad y, de este modo, se va de la ciudad.

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“La leyenda de Edipo es la reacción de nuestra imaginación ante estos dos sueños típicos
(deseo de la madre, muerte del padre), y así como estos sueños despiertan en el adulto
sentimientos de repulsa, tiene la leyenda que acoger en su contenido el horror y el castigo
infligido a sí mismo por el propio delincuente” (Ricoeur, P. 1999:165)
Lacan, como seguidor de los estudios psicoanalíticos de Freud, en Los complejos
familiares en la formación del individuo y otros trabajos, logra retomar la idea del complejo
de Edipo para reformularlo y ampliarlo. De esta forma, describe un estatus de familia y
sostiene que no puede hablarse de una familia “natural” y que tanto la organización de la
misma como el afán de llegar a ella, se convierten en el resultado de acuerdos y
convenciones del orden social y cultural. En tanto, el lugar que tendría el psicoanálisis en
este foco es el de aplicar su punto de vista en el análisis del sujeto y en el de sus factores
culturales, se concentrará en lo simbólico. El deseo que surge será el mismo tanto para el
niño como para la niña y dejará la amenaza a la castración en el único plano de lo
simbólico, a diferencia de la teoría freudiana que plantea la “envidia al pene” en modo de
compensar lo imposible de la amenaza a la castración. Unidad, pérdida y separación serán
los tres momentos edípicos que tomará Lacan.
Bajo la concepción madre-hijo, se conoce un nuevo elemento que en la madre no se
presenta, éste se denomina falo. De esta forma, el niño se convierte en ese objeto
identificándose como tal y logra completar a la madre, hundiéndose al mismo tiempo en su
deseo: una especie de atracción que permanece todo el tiempo entre la presencia y la
ausencia de la madre, entre satisfacción y frustración respectivamente. Para lograr que no
se estanque esta relación en una perversión primaria aparece el nombre del padre,
regularizando así la situación como significación fálica. El deseo de la madre es sustituido
por el nombre del padre y el niño logra internalizar el significante de la castración pudiendo
así, dejar de representar el objeto de compleción y regular su propio deseo, gracias a la
metáfora del padre encarnado en uno “real”, logra asumir la ley de prohibición al incesto.
Se logra establecer una doble prohibición; para la madre: “no reintegrarás tu producto o
fruto de tu vientre” y para el hijo: “no te acostarás con tu madre”.
La figura “real” que tiene el niño ante sí provoca la frustración de los deseos del mismo,
se presenta como lo que él no puede tener ni tampoco ser, puede cumplir la función de
satisfacer a la madre y ella reconoce a esa figura como tal. A modo de resolución del

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complejo de Edipo, el niño debe reconciliarse con el padre reconociéndolo como único
poseedor de lo que la madre desea, producto de que el padre demuestre que es el poseedor
del falo y no sólo el que lo priva de la madre.
Por otro lado, a modo de explicación de la ley de prohibición del incesto, Freud utiliza la
obra de teatro Hamlet. En la tragedia de Shakespeare, el personaje duda en matar al amante
de su madre ya que, en su inconsciente mantiene el vago recuerdo de haber deseado, por
pasión a su madre, matar al padre.
Al contrario de Edipo que se revela en noción de destino, Hamlet lo hace con respecto a
la culpabilidad que procedería al hecho. Al respecto, Paul Ricouer menciona en su libro: “No
es casual que Freud cite en 1897 la frase de Hamlet que reaparecerá en El malestar de la
cultura: ‘Thus conscience does make cowards of us all...’ (‘Así es como la conciencia hace
de todos nosotros unos cobardes’). Y lo comenta en los términos siguientes: ‘La conciencia
es un sentimiento inconsciente de culpabilidad’ ” (Ricoeur, P 1999:164)
Lacan dirá, que tanto Edipo como Hamlet, rondan el tema de la muerte del padre que les
es inaccesible por cuestiones relacionadas con el saber. El padre sabe de su muerte y se lo
hace saber a Hamlet, Edipo lo ignora y el padre es una víctima consanguínea. Cumplir con
lo que debe ser cumplido y provocar la declinación del Edipo equivale a consumar el
recorrido del deseo y acabar con la propia existencia. El personaje encarna lo inefable del
deseo en sus actos.
Asimismo, siguiendo la línea lacaniana, se procede a seguir con la vía del análisis
propuesta por Freud de la obra teatral, se mantendrá específicamente la noción de deseo
como un eje en el que gira historia. La tarea homicida que encomienda Hamlet se pone
como punto de partida. El hecho mismo de conocer la verdad y el mandato por el mismo
padre transfigurado en fantasma, no le permite la consumación del acto final.
En el personaje de Hamlet se plantea lo principal, lo reprimido es la pieza fundamental
del héroe. El acto central que es vengar al padre con la matanza de su asesino, da como
producto el hecho de dar fin a su doble fantasmagórico, aquel que por avatar del destino
cumple el destino edípico de Hamlet. El personaje ignora estas verdades inconscientes que
impiden que Hamlet de muerte a su tío/padrastro.
Respecto a la relación con la madre, Lacan la ubica como en una especie de vergüenza
moral que el protagonista enlaza con su progenitora y, que lidera irremediablemente con la

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posibilidad de encuentro con el propio deseo. Hamlet experimenta pudor frente al objeto
(madre) que puede tomarse como digno o indigno.
El incesto es un hecho antisocial al que la civilización ha tenido que renunciar poco a
poco, la cultura consiste en la progresiva renuncia a él y Freud lo ha desarrollado así en su
trabajo Tótem y tabú donde ejemplifica con ayuda de la etnología como se instaura la ley de
la exogamia inseparable del sistema totémico, que no permite a los miembros de un único y
mismo tótem mantener relaciones sexuales y, por lo tanto, tampoco casarse. Tal es la ley en
algunas tribus, que si no es respetada, se procede como castigo a la muerte.
Dada la cierta libertad sexual sin limitaciones en el principio de las tribus, se presenta el
deber de establecer alguna ley que detenga al individuo ante el incesto. La exogamia
totémica, la prohibición de relaciones sexuales entre miembros del mismo clan, es
planteada por Freud como el medio más eficaz de impedir el incesto en grupo.
A modo de conclusión, se subraya la relevancia que tuvo para Freud el acercamiento a la
mitología, la literatura, la filosofía, la etnología y otras tantas disciplinas que lo formaron
desde pequeño en el campo del conocimiento y que tuvo como resultado un aporte rico y
novedoso. Asimismo, se destaca lo útil que le resultó para abordar el gusto de su época.
Gracias a ello pudo resolver y plantear nuevas nociones, así como explicitar los casos de
recurrentes patologías que se planteaban en su clínica con diversos pacientes.

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Bibliografía:
 Freud, S. (1930 [1929]). “El malestar en la cultura” E. n Oras completas. Buenos Aires,
Argentina: Amorrortu.
 Freud, S. (1969). Tótem y tabú. Madrid, España: Alianza Editorial.
 AA.VV. (2017). Sigmund FREUD El fundador del psicoanálisis. Barcelona, España:
Salvat.
 AA.VV. (2017). Jaques LACAN El psicoanálisis del lenguaje y del imaginario. Barcelona,
España: Salvat.
 Lacan, J. (1983). Los complejos familiares en la formación del individuo.
 Lacan, J. (958-1959). Seminario. Libro VI. Barcelona, España: Paidós.
 Shakespeare, H. (2014). Hamlet. Buenos Aires, Argentina: Alfaguara.
 Ricoeur, P. (1999). Freud: una interpretación de la cultura. Buenos Aires, Argentina: Siglo
XXI Editores.
 https://psicologiaymente.com
 http://analyticadelsur.com.ar/el-hamlet-de-lacan/

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