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Fantasía inconsciente

Desde el nacimiento, el yo está capacitado y hasta impulsado por las demandas instintivas y la
ansiedad, a formar primitivas relaciones objetales en la fantasía y en la realidad. El niño tiene que
manejarse con el impacto de la realidad, desde un principio empezando con la vivencia de su
nacimiento y siguiendo con las innumerables vivencias de gratificación y frustración de sus deseos.
Este contacto con la realidad influye inmediatamente y es influido a su vez por fantasías
inconscientes. La fantasía no es únicamente una escapatoria de la realidad, sino que también
acompaña inevitablemente a tales experiencias reales en el interjuego constante.

Hanna Segal ejemplifica las experiencias del lactante de esta manera: “un lactante de está por
dormirse con ruiditos contentos de succión, moviendo la boca o succionado su dedo, está
fantaseando que está chupando e incorporando al pecho y se duerme con la fantasía de tener
realmente un pecho que le da leche, dentro de él. Igualmente un niño hambriento, que grita y que
patalea, está fantaseando que ataca al pecho, retorciéndolo y destruyéndolo y percibe a su propio
llanto que le retuerce y le duele como al pecho lastimado que lo ataca desde adentro”

El segundo ejemplo nos muestra la relación del niño con el “pecho malo” e introyectado.
Corresponde en la realidad externa a la ausencia del pecho, mientras que en la realidad interna “la
necesidad de un pecho es una sensación y esta sensación en sí es un pecho malo” (Bion). El pecho
malo debe su existencia, entonces a la proyección del instinto de muerte en forma de agresión, a la
escisión del pecho en uno que gratifica y otro que frustra y a la misma ausencia o frustración. Sin
embargo, la situación es más compleja aún. Según observaciones de Melanie Klein, hechas
especialmente en el campo transferencial y cuando las vivencias del paciente con el analista se
expresan en nivel oral, también “el pecho bueno” que alimenta, es atacado y atrae pulsiones
tanáticas, ocurre esto por la dependencia extrema del lactante del pecho y por la idealización que
ésta provoca. El pecho contiene todo para él, vida, calor, placer, satisfacción de su hambre y sus
necesidades eróticas, pero justamente por todo eso lo envidia. La envidia es innata y significa una
expresión primaria del instinto de muerte y el ataque envidioso con pulsiones tanáticas al objeto
bueno y libidinoso es una fuente importante de confusión.

Si bien señalamos constantemente la importancia del vínculo objetal, también tomamos en cuenta
el interjuego constante entre realidad externa e interna. La envidia implica una frustración interna
frente a un objeto en sí gratificador, frente a una madre que da al niño lo que precisa. Por otra parte
también las frustraciones externas son inevitables en sí. Por eso “la importancia del factor ambiental
puede ser evaluado únicamente con certeza en relación con los instintos propios del infante y sus
fantasías correspondientes” y en función de la pareja madre-hijo.

Bion profundizando esta línea de pensamiento señala la importancia para el desarrollo mental del
niño, de una madre capaz de absorber las pulsiones tanáticas de su hijo sin angustiarse y dispuesta
de devolvérselas modificadas. En una personalidad hereditariamente débil, un trauma pequeño es
patógeno, mientras que para otra, de constitución psicológica mas robusta y sana, sólo un trauma
intenso provocará una neurosis. Lo mismo ocurre con las frustraciones tempranas en la relación
madre-hijo. Una madre capaz de absorber la hostilidad y la angustia de su bebé sin angustiarse y sin
angustiarlo a su vez, podrá criar a un hijo san, siempre que éste no contenga una carga demasiado
pesada de impulsos tanáticos; por otra parte, un bebé sano podrá crecer adecuadamente, aunque
su madre no sepa establecer un vínculo óptimo entre ambos.
Al hablar de vínculo objetal durante las primeras fases orales estamos discutiendo otra diferencia
de criterio entre Freud y Melanie Klein. Tanto Sterba, en su exposición, como Abraham en su
esquema, nos hablan siguiendo a Freud, de una primera fase anobjetal durante la cual la libido es
autoerótica, de una segunda fase, canibalística, caracterizada por un vínculo narcisístico, aunque
incluyen ya en esta última una relación muy marcada con los objetos del mundo externo que tiene
que ser considerada también psicológica. Al incluir los conceptos de objeto interno y fantasía
inconsciente y al tomar cierto enfoque de Freud la diferencia con Melanie Klein no parece tanto de
criterio, sino más bien de definición.

Freud sostiene que el instinto parcial oral encuentra al principio su satisfacción al apaciguar su
hambre y su objeto en el pecho materno. Luego se hace independiente y al mismo tiempo
autoerótico, es decir encuentra su objeto en el propio cuerpo. Freud usa la palabra objeto de
manera distinta que Melanie Klein, ya que para ésta la satisfacción autoerótica es objetal. Se
satisface un objeto primitivamente externo, pero ahora internalizado y representado por partes
del propio cuerpo. Sterba nos dice que la base psicológica de la acción autoerótica puede ser objetal
o narcisista. Pero para Melanie Klein siempre seria objetal. Este planteo nos lleva al problema del
narcisismo. Freud distingue un narcisismo primario, perteneciente al principio de la vida y otro,
secundario, y resultado, como nos describe Sterba, de la transformación de libido objetal en libido
narcisista, es decir, dirigida a la propia persona.

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