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¿Cómo se relacionan el nacimiento de la antropología con la corriente llamada

indigenismo?

El indigenismo surge como una reivindicación del indio, es conceptualizado como


una ideología política, que propone revalorizar los rasgos culturales de los pueblos
indígenas americanos precolombino. Así, con sus filos contestatarios atenuados y
tras varias mutaciones, el indigenismo fue recuperado y usado como una suerte de
telón de fondo en los discursos oficiales hasta la década de 1980. El historiador
Jorge Basadre presenta el contexto en el que se da el tránsito del indigenismo y
Valcárcel se concentra en La etnohistoria del Perú antiguo mientras el indigenismo
como movimiento se refugia en ámbitos e instituciones que no desafían
explícitamente al poder, como la Escuela de Bellas Artes o el Museo de la Cultura
Peruana. En el Perú, bajo la presidencia de José Luis Bustamante y Rivero se vivía
una corta primavera democrática.

Para esta época, Valcárcel y los otros indigenistas buscaban legitimar la


antropología como una ciencia aplicada, «alejándola de las generalizaciones, los
utopismos y las panaceas». El período que se extiende entre las décadas de 1920
y 1960 puede leerse como el largo y difícil tránsito del paradigma modernizador
excluyente de la oligarquía a otro mucho más inclusivo, populista o «nacional
popular». Parte de ese tránsito es el desarrollo de un indigenismo estatal, que se
remonta a los gobiernos de Augusto B. Leguía pero que hasta la década de 1940
tiene un carácter intermitente y periférico dentro de la acción del Estado. A partir de
mediados del siglo XX se va consolidando, bastante pálido si lo comparamos con
México, pero más sostenido que en las décadas previas, y menos periférico.

Asimismo, por influencia del Primer Congreso Indigenista Interamericano realizado


en Pátzcuaro, México, en 1949, se crea por resolución suprema en 1946 el Instituto
Indigenista Peruano, órgano dependiente del Ministerio de Justicia y
Trabajo. Frente a ese pálido indigenismo estatal y frente al «indio real» que
comenzaba a movilizarse masivamente, se define la naciente antropología
peruana. Allí, la antropología vivió su Edad de Oro dentro de lo que Bonfil llamó un
largo y cómodo matrimonio con el Estado posrevolucionario, populista e
«integrador», que comenzó a agriarse recién con la masacre de Tlatelolco de
1968. Si la edad de oro de la antropología mexicana estuvo vinculada
estrechamente al Estado, en el Perú lo estuvo más al financiamiento de fundaciones
filantrópicas de los EEUU y a instituciones académicas europeas, como el Instituto
Francés de Estudios Andinos , fundado en 1948.

Por extraña coincidencia, fue precisamente a partir de 1968 y durante el gobierno


reformista del general Velasco , que la antropología vivió con el Estado un romance
breve y compartido con la sociología, que se interrumpió con el cambio de
gobierno. Pero para entonces, la antropología ya tenía más de dos décadas como
disciplina universitaria y había vivido también su propia edad de oro.

Debilidad, porque tuvo que luchar por hacerse un espacio social, conseguir
recursos y legitimarse ante el poder. Fortaleza, porque no se vio tan aprisionada por
el corsé de los proyectos estatales y pudo fluctuar con algo más de libertad entre la
experiencia transcultural y la búsqueda de legitimidad ante un Estado y una cultura
hegemónica en los que prevalecía el paradigma modernizador y su correlato
homogeneizador expresado en el concepto de «aculturación».

Esa etapa discurre entre informes burocráticos para el Ministerio de Trabajo y


Asuntos Indígenas y la inmersión en un mundo por ese entonces todavía poco
conocido que realizan los jóvenes de las primeras promociones. Tal vez buscando
acercarse a la experiencia de los clásicos antropológicos en islas lejanas o «tribus»
aisladas, estos jóvenes eligen para escribir sus tesis comunidades apartadas donde
se encontrarían «relictos» prehispánicos. Estos programas fueron criticados por su
vinculación o coincidencia con los intereses del poder imperial y su escaso «efecto
de demostración». Alian Holmberg, director del proyecto Vicos., el más importante
programa de antropología aplicada desarrollado en el Perú, afirmaba que «el
proceso actual de occidentalización de pueblos nos parece, así, consistir en la
introducción de modernos »postulados fundamentales« dentro de las culturas que
carecen de ellos».
Así, los campesinos indígenas, sin la intervención de proyectos de
desarrollo, hirieron de muerte al latifundio de manera bastante incruenta, dada la
magnitud de las movilizaciones y lo sensible que seguía siendo el problema de la
propiedad de la tierra.

El indigenismo antropológico, como corriente de la Antropología ha estado al servicio del


indigenismo político o del indigenismo desarrollista

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