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Las Buenas Prácticas de Manufactura son una herramienta básica para la obtención de
productos seguros para el consumo humano, que se centralizan en la higiene y la forma
de manipulación.
Son útiles para el diseño y funcionamiento de los establecimientos, y para el desarrollo de
procesos y productos relacionados con la alimentación.
Contribuyen al aseguramiento de una producción de alimentos seguros, saludables e
inocuos para el consumo humano.
Son indispensable para la aplicación del Sistema HACCP (Análisis de Peligros y Puntos
Críticos de Control), de un programa de Gestión de Calidad Total (TQM) o de un Sistema
de Calidad como ISO 9001.
Se asocian con el Control a través de inspecciones del establecimiento.
*Principales Requisitos
Este decreto, creado en 1997, expresa los lineamientos para asegurar la salubridad de
los alimentos con el objeto de beneficiar con mayor eficacia y menor riesgo a los
humanos y animales. Su importancia se hace evidente, ya que hace decreto que los
alimentos estén bajo un registro sanitario, las instalaciones cuenten con una
infraestructura que no produzca residuos tóxicos, tener un sistema de desechos
efectivo para evitar la contaminación residual, entre otros
R=// Cuando hablamos de cultura alimentaria nos referimos a todo el proceso que
conlleva “alimentarse” en un determinado grupo cultural (un país, una región, una
etnia…). Es decir, qué productos son aptos para consumirse, cómo se producen
esos alimentos y en qué cantidades, cómo se procesan después, cómo llegan hasta
las familias, cómo se cocinan para que sean aceptados… En definitiva, la suma de
los alimentos, los conocimientos, el comportamiento, las técnicas y los valores
asociados a los alimentos en una determinada sociedad o comunidad. Dentro de
esto quedan, por supuesto, la cultura gastronómica y los platos típicos, que son
importantes, pero no únicos. La cultura alimentaria española va mucho más allá de
la tortilla de patatas y el salmorejo, y las transformaciones que vendrán de la mano
del TTIP y el CETA supondrán mucho más que la irrupción de las hamburguesas y
los hot dogs en el menú semanal de las familias (si es que no lo están ya).
Por suerte o por desgracia, en este caso no andamos a ciegas. Ni el CETA ni el TTIP
serían los primeros grandes acuerdos comerciales en firmarse, por lo que podemos
recurrir a ejemplos muy claros para imaginar o prever las consecuencias que
tendrían sobre el sistema agroalimentario y la cultura alimentaria de Europa y de
España. El ejemplo más ilustrativo lo encontramos en México, donde en 1994 se
firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Más de 20 años
de rodaje de este acuerdo nos permiten analizar los resultados de este tipo de
pactos.