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LA MOTIVACIÓN HUMANA Y LA VIDA AFECTIVA

1. La motivación

La filosofía proporcionó el concepto de “voluntad” para referirse a los motivos internos que
impulsaban la conducta. Posteriormente, ya dentro de la Psicología, McDougall adoptó el
concepto de “instinto”, que fue convertido por Freud en el concepto de “pulsión”. Todos
estos términos trataban de hallar una gran fuente motivacional que explicara el
comportamiento, pero sufrieron numerosas críticas al no poderse observar ni regular
empíricamente. La psicología actual no trata de encontrar una causa única de la conducta,
sino bases motivacionales. Éstas provienen de la propia fisiología, del ambiente, del
sistema cognitivo, de las diferencias individuales y de personalidad, y de las emociones.

La palabra motivación, derivada del latín motus, designa en el lenguaje ordinario aquellos
factores o determinantes internos más que externos al sujeto, que desde dentro le incitan a
la acción; es decir, la motivación es un concepto que explica la actividad de un ser, su
dinamicidad, y lo hace desde dentro de él, mediante pulsiones, instintos o tendencias. Se
trata de una poderosa fuerza interior que es capaz de hacer que un ser humano actúe, es
capaz de orientar su conducta o disponerle para que la realice.

La motivación se corresponde con la respuesta a la pregunta sobre el “por qué” del


comportamiento. Ahora bien, encontrar una definición única de motivación es difícil; se
han recopilado más de cien definiciones distintas. Una definición global podrá ser: «La
motivación es el trasfondo psíquico, impulsor, que sostiene la fuerza de la acción y señala
su dirección» (Dorsch, F., Diccionario de filosofía).

Hay que destacar:

1. Que la conducta está multideterminada, esto es, que obedece a multitud de causas o
motivos al mismo tiempo, algunos de los cuales no son ni siquiera conocidos por el
sujeto.
2. Que los motivos energizan la conducta, esto es: que preparan al organismo a actuar
cargándolo de energía física y mental.

3. Que los motivos direccionan el comportamiento, esto es: que la conducta siempre se
dirige a una meta, explícita o implícita, consciente o inconsciente, que es la que
regula su intensidad y su mantenimiento.

4. que los motivos pueden cambiar en función de razones madurativas, conflictivas,


ambientales, etc.

5. Que los motivos pueden ser disimulados, disfrazados, inconscientes,


contradictorios, etc.

En definitiva, la motivación depende de las causas, de los fines, de la predisposición


orgánica ycognitiva del sujeto.
1.1 Motivos primarios y secundarios

Los motivos primarios son de carácter biológico, comunes, por lo general a todos los
individuos, e innatos, no son fruto de nuestra convivencia social; nos mantienen unidos al
mundo animal. Entre ellos se encuentran el hambre, la sed y el sexo.

En oposición a los motivos primarios se encuentran los motivos secundarios; estos son de
carácter social. De ellos depende el ejercicio de la vida civilizada y su autonomía funcional
les hace susceptibles de reobrar sobre las necesidades biológicas más básicas, hasta el punto
extremo de la anulación de la propia vida.

Entre los grandes motivos secundarios se encuentran la necesidad de afecto y de


pertenencia a un grupo, la necesidad de sentirse acogido, de guardar la propia estima, la
necesidad de autorrealización y de trascendencia. Todos estos motivos justifican el que
nuestra vida afectiva se mantenga en una íntima unidad con la motivación.

1.1.1 El motivo de afiliación

Este motivo se refiere a la tendencia universal a establecer, mantener o recuperar vínculos o


relaciones afectivas con otras personas. La teoría más conocida para explicar este tipo de
motivación es la teoría del apego de Bowlby, que justificaría la formación de vínculos
afectivos en la vulnerabilidad del niño recién nacido y en la necesidad de constituirse su
personalidad, lo cual se hace gracias a la ayuda del “útero social” o de la “urdimbre
afectiva” que entreteje el grupo social.

Según todos los teóricos, el motivo de afiliación se resume en la necesidad de aceptación y


seguridad que experimenta todo ser humano. La necesidad de ser socialmente aceptado
suele manifestarse mediante una serie de estrategias: la extraversión, la sociabilidad, la
simpatía, la capacidad de escucha, etc. La paralela e inversa necesidad de evitar el rechazo
se regula mediante la timidez, la vergüenza, el pudor, etc.

1.1.2 El motivo del poder

Consiste en la necesidad de poseer, controlar o dominar a otras personas o cosas. Lleva a


luchar contra el conformismo, aún a costa del respeto a los derechos de otros o del
sentimiento de soledad que respira en las cumbres. Las necesidades de notoriedad, fama,
prestigio, exhibición, etc. suelen acompañar al motivo de poder. De igual forma, acarrea un
incremento crónico en la actividad del sistema nervioso, mayor tensión arterial y estrés. El
motivo de poder se expresa indirectamente mediante los símbolos sociales de éxito o
prestigio. Las personas con alta motivación de poder suelen ser más competitivas,
polemistas, arriesgadas y exhibicionistas que los demás, pues, ante todo, no toleran el
anonimato o pasar desapercibidos.
1.1.3 El motivo del logro

Puede ser definido como “la tendencia a lograr el éxito o el interés por conseguir un
estándar de excelencia. El sujeto motivado por el logro persigue el éxito en toda
competición en la que haya un criterio de excelencia establecido.

1.2 La jerarquía de las motivaciones de Maslow

Maslow estaba preocupado por explicar las enfermedades mentales y desarrolló una teoría
de la motivación que describe el proceso por el que el individuo pasa de las necesidades
básicas, como alimentarse y mantener relaciones sexuales, a las necesidades superiores.
Este proceso lo denominó autorrealización, y consiste en el desarrollo integral de las
posibilidades de la persona humana. Maslow diseñó una jerarquía de las motivaciones que,
según él, explicaban la determinación del comportamiento humano. Este orden de
necesidades es:

1. Necesidades fisiológicas (agua, alimento, luz solar, cobijo, oxígeno, sexo)


2. Necesidades de adquirir seguridad (estar libre del miedo y amenazas de daño u
ofensas, necesidad de depender de alguien, de orientarse a sí mismo, de que no será
abandonado, de protección, de confidencialidad, de intimidad, de un entorno
equilibrado)

3. Necesidad de recibir amor y adquirir sentimientos de pertenencia a un grupo social


(afiliación, afecto, compañerismo, relaciones interpersonales, confort,
comunicación, dar y recibir amor).

4. Necesidad de prestigio y estima sociales (respecto a la propia dignidad personal,


elogio merecido, autoestima, individualidad, identidad sexual, identidad personal,
reconocimiento)

5. Necesidad de autorrealización personal y creatividad (autoexpresión, utilidad,


creatividad, producción, diversión y ocio)

6. Cognitivas y de curiosidad y necesidad de comprender el mundo circundante (saber,


inteligencia, estudio, comprensión, estimulación, valía personal)

7. Estéticas (realización de posibilidades, autonomía personal, orden, belleza,


intimidad, verdad, objetivos espirituales).

Maslow propuso esta estructura jerárquica de necesidades partiendo de la idea de que si no


se satisface una necesidad básica, resulta imposible satisfacer otras de orden superior; es
decir, hay que satisfacer antes las necesidades del nivel 1 que las del 2, las del 2 que las del
3, etc.

1.3 Determinantes motivacionales


1.3.1 La activación o “arousal”

Para que se produzca el comportamiento, el organismo ha de estar activado. Un organismo


pasivo o en reposo no actuaría. El “arousal” es como la batería de un coche: si no hay, no
arranca. El nivel de activación, por tanto, se ha considerado una de las medidas objetivas
más claras del nivel de motivación de un sujeto, estableciéndose la siguiente ecuación:

A mayor motivación, mayor activación

El grado de activación puede registrarse de múltiples formas: cambios en la actividad


electrodérmica de la piel, cambios en el sistema nervioso autónomo y en el sistema
nervioso central o cambios en la apreciación subjetiva del sujeto.

El nivel óptimo para producir un rendimiento apropiado es el nivel medio: ni demasiado


activado (como en los estados de ansiedad), ni poco activado (como en los estados de
apatía). Al grado medio de activación se le denomina homeóstasis o equilibración.

1.3.2 La motivación extrínseca

Se entiende por motivación extrínseca el conjunto de recompensas, castigos o incentivos


que recibe el sujeto desde el exterior y que acrecienta, mantiene o disminuye la actividad
del sujeto. Tanto las recompensas como los incentivos contribuyen a motivar positivamente
al sujeto, mientras que los castigos contribuyen a motivarlo negativamente. Los motivos
extrínsecos o motivos ambientales proceden de nuestra experiencia en el pasado.

1.3.3 La motivación intrínseca

La motivación intrínseca se refiere al conjunto de necesidades psicológicas internas que


regulan el comportamiento. Tiene que ver con aquellas cosas que hacemos porque nos
gustan, nos interesan y que predisponen personalmente a favor o en contra de algo.
Básicamente son motivos intrínsecos los siguientes:

o La autodeterminación: hacer ciertas cosas porque personalmente nos


satisfacen o porque nos recompensan subjetivamente según en esquema
preciso de valores, actitudes o creencias personales.
o La curiosidad: el afán de conocimientos, el descubrimiento de nuevas
realidades o facetas, el misterio, el dominio o el control sobre el entorno
constituyen motivos que convierten al hombre en un ser inteligente, en un
conquistador.

o La eficacia: la necesidad psicológica de conocer, controlar y prever los


acontecimientos, en lugar de ser un títere pasivo de los mismos, motiva al
hombre a regular su comportamiento.

1.4 Motivación y tendencia


El comportamiento de una persona no puede explicarse como simple reacción mecánica
ante un estímulo determinado, sino que requiere además factores dinámicos internos que le
impulsan y orientan hacia determinadas acciones. A estos factores los llamamos tendencias,
y cuando la persona obra en virtud de ellos, decimos que obra por un motivo.

Tinbergen y Lorenz distinguen dos factores distintos: el comportamiento apetitivo y el acto


consumado. El comportamiento apetitivo es la serie de actividades realizadas con vistas a
poner al animal en la situación en que pueda realizarse el acto consumador; estas
actividades están caracterizadas por su carácter variable, dependiendo de las distintas
circunstancias, y por estar orientadas, es decir, por tener propósito. Por el contrario, el acto
consumador es (en el animal) relativamente sencillo, pues se trata siempre de la ejecución
de pautas fijas de conducta, como comer, luchar, aparearse, etcétera. Lo importante aquí es
que el acto consumador ya no es él mismo orientado, motivado, sino que su ejecución
parece “satisfacer” al animal y hace descender rápidamente la motivación.

El acto consumador en el hombre puede ser enormemente variable y complejo: ganar


mucho dinero, obtener un estatuto social elevado, adquirir amplios conocimientos,
conquistar a una mujer, etc., También el comportamiento apetitivo puede ser enormemente
más variado que en el animal: para hacerse rico, por ejemplo, un hombre puede usar sus
conocimientos científicos, su capacidad de engaño y simulación, su poder sobre los demás,
etc.; es decir, puede comportarse de formas tan variadas que no encontramos nada
semejante en el reino animal.

Concedidas todas estas diferencias, permanece sin embargo un punto común sumamente
interesante: tanto en la conducta animal como en la humana, la presencia de un motivo, la
orientación a un fin, es típica sólo del comportamiento apetitivo y no de las acciones
consumadoras. El motivo de un comportamiento apetitivo, el objeto que se busca, no es un
objeto o una situación, sino la realizaciónde una acción consumadora. Sólo impropiamente
podemos decir que el motivo de nuestras acciones es el dinero, o el aprecio a los demás,
etc. El motivo es siempre la realización de una acción que se considera particularmente
valiosa, porque satisface una necesidad.

Un motivo es siempre un acto consumador, es decir, una acción o un estado que satisface
una tendencia. Mientras que la conducta motivada es siempre un ejemplo de
comportamiento apetitivo, es decir, una serie de actividades orientadas hacia la realización
del acto consumador. La nota más característica de la conducta motivada es, por lo tanto, la
presencia de un propósito, la búsqueda de unobjetivo.

1.5 Motivación e instinto

Un instinto es una predisposición innata que determina a actuar de una forma concreta.
Bajo el nombre de “instinto” se entienden en la conversación cotidiana cosas muy distintas:
simples movimientos reflejos, sentimientos primarios, tendencias sociales o antisociales,
etc. Sólo las investigaciones de los modernos etólogos han permitido dar un contenido
preciso a la noción de instinto. Por “instinto” ha de entenderse un modo de comportamiento
complejo (a diferencia del simple movimiento reflejo), innato (no cambiado por procesos
de aprendizaje) y específico (común a todos los miembros de una especie animal). Este
comportamiento complejo es en realidad un conjunto de pautas fijas de conducta, que se
realizan en una secuencia y en un orden fijos. K. Lorenz ha dado de él la siguiente
definición:

Entiendo por acción instintiva el curso de una acción basada en una disposición hereditaria
de las vías del sistema nervioso central, un curso que, como tal, es tan poco modificable
como su base histológica o cualquier característica morfológica. De esta definición [...] se
desprende con claridad suficiente que los instintos se diferencian de los reflejos (simples o
no condicionados) únicamente por su mayor complejidad y por la participación del animal
completo, en vez de participar sólo un órgano; pero sin que se pueda establecer una frontera
definida entre los instintos y los reflejos (Lorenz, K., El comportamiento animal y humano,
Barcelona, Plaza y Janés, 1974, p. 102)

Muchos estudiosos modernos han mostrado de manera concluyente que esos modos
instintivos de comportamiento suelen ser desencadenados por estímulos muy concretos y
determinados: aunque el animal capte perfectamente toda una situación ambiental, y
aunque en esa situación ambiental existan datos que puedan parecerle al espectador humano
muy importantes, el animal parece ciego frente a la mayoría de esos datos proporcionados
por los sentidos, y sólo reacciona instintivamente frente a un estímulo muy determinado.
Por ejemplo, en el caso del petirrojo inglés, se ha comprobado que el macho de la especie
reacciona más rápidamente en defensa de su territorio contra un puñado de plumas rojas
que contra un petirrojo joven, disecado pero completo, que mostraba todas las
características de su especie excepto el color rojo del pecho. Así pues, el estímulo
determinante en el comportamiento territorial del petirrojo parece ser el color rojo de unas
plumas, que actúa así como semáforo, o señal de ataque. A estos estímulos se les suele
llamar “desencadenadores”, y su existencia ha sido comprobada en muchas especies
animales.

El comportamiento instintivo depende, por lo tanto, de dos factores:

1. Una estimulación externa, que tiene siempre un carácter muy


determinado, actuando como una especie de “señal” cuyo significado
se hubiera “aprendido” por herencia.
2. Un factor dinámico interno (una “tendencia”) que, ante la
estimulación adecuada, provoca el comportamiento instintivo.

Aquí importa señalar que el impulso o la tendencia que lleva a la acción instintiva es
completamente ciego. En ningún momento el animal que se comporta instintivamente está
guiado por un propósito u objetivo del que él, como individuo, tenga conciencia. Por así
decir, es llevado por el impulso en una dirección desconocida. Esto se muestra claramente
en las llamadas “reacciones in vacuo”, es decir, aquellas acciones instintivas que no
cumplen su fin biológico, generalmente por falta de las condiciones exteriores necesarias
para su desarrollo. Estas reacciones in vacuo son particularmente frecuentes entre los
animales criados en cautividad. El estornino criado cautivo realizará las acciones propias de
su especie encaminadas a la captura de moscas, aunque no haya moscas. Es obvio que estas
acciones no están guiadas por un objetivo que haya que conseguir.

A diferencia de los animales, los instintos en el hombre carecen casi por completo de
aquella rigidez y cerrazón que en muchos animales llevan a menudo a las acciones in
vacuo. La dirección de la acción instintiva, en el hombre adulto, está bajo la vigilancia y la
corrección eventual de la experiencia y la razón. Que la acción instintiva sea en cierto modo
corregida por la experiencia no es, desde luego, una característica exclusiva de la especie
humana. Ya K. Lorenz pone “el entrelazamiento del adiestramiento y de las tendencias
heredadas” como una característica del comportamiento instintivo de muchas especies
superiores: los animales pertenecientes a ellas adaptan sus pautas innatas de
comportamiento a las circunstancias concretas de su ambiente. Ahora bien, la medida en
que en el hombre tiene lugar esta corrección y adaptación de la acción instintiva es
incomparablemente mayor que en cualquier otra especie animal. Ello, naturalmente, es
posible gracias a la existencia del pensamiento conceptual y simbólico, con su enorme
potencia de objetivación y previsión.

Además, no sólo es corregible y mejorable en el comportamiento humano el curso de la


acción instintiva, sino que su mismafinalidad puede ser cambiada y transformada. Las
finalidades fijas, estrictamente biológicas, propias de las distintas especies animales,
pueden en el mundo humano ser sustituidas por otras finalidades de origen cultural y social:
el cultivo de la ciencia, la implantación de estructuras más justas, ... Este cambio en las
finalidades perseguidas es también posible gracias a la construcción social de un mundo
simbólico, en que surgen nuevos valores y nuevos objetivos.

1.6 Teorías de la motivación

1.6.1 Teoría homeostática

Según esta teoría, la raíz de la conducta motivada emerge de algún tipo de desequilibrio que
perturba la estabilidad o constancia del medio interior del sujeto. El desequilibrio interior
puede estar provocado por:

1. un déficit de lo que el organismo necesita para su existencia: tales carencias


provocan estados internos de necesidad, muy diversos en apariencia pero
coincidentes en aspectos perturbatorios
2. excesos o estimulaciones extero o interoceptivas aversivas o nocivas, como por
ejemplo exceso de calor, sequedad de la boca, tensiones gástricas, etc.

En ambos casos el resultado es el mismo: la alteración del equilibrio interno del organismo
o, lo que es lo mismo, la alteración del equilibrio psíquico del organismo. Semejante
desequilibrio provoca en el organismo una exigencia de reequilibración que no cesa hasta
que la carencia o el exceso respectivo ha sido eliminado y sustituido por otro, que continúa
el incesante proceso de equilibrio en movimiento. La motivación es así un proceso de
equilibración consustancial al intercambio energético en que consiste la vida, un “proceso
estacionario” donde la consecución constituye en realidad el estado permanente.
La forma en que la necesidad deja de serlo consiste en la eliminación transitoria de los
factores perturbatorios, es decir, en la obtención de aquello de que se carece o en la
eliminación de lo que estorba.

1.6.2 Teorías del incentivo

La vieja máxima de Aristipo de Cirene, según la cual el placer es el principio y el fin de la


vida feliz, ha presidido el pensamiento de muchos psicólogos interesados en el problema de
la motivación.

Un incentivo es un incitador a la acción, algo que invita a ella en virtud de sus propiedades
atractivas, de su valencia para el sujeto; un incentivo es un motivo visto desde fuera, un
incentivo es lo que vale para un sujeto, lo que le atrae, y aunque la atracción puede estar
fundada en operaciones distintas de la experiencia afectiva, no cabe duda de que el placer y
el dolor que los individuos experimentan en su interacción con las cosas forman una parte
importante de su conducta apetitiva y evitativa. Que los organismos tienden en líneas
generales a conseguir el placer y evitar el dolor, es indiscutible, y de esta verdad han
partido las interpretaciones hedonistas del incentivo.

Según Young, la conducta motivada se organizaba de acuerdo con el principio hedonista de


optimizar el placer y minimizar el dolor; es decir, es la apreciación positiva del valor de los
estímulos como tales, y no su función bio-regulativa, lo que da razón de los actos humanos
superiores.

1.6.3 Teorías cognoscitivas

Tolman ha asumido la existencia de unos determinantes cognoscitivos de la conducta a los


que denominó expectativas. Serían estas expectativas y no el refuerzo afectivo ni las
conexiones E-R las responsables, en unión de otras variables motivacionales, de la
dirección de la conducta propositiva.

Según Festinger, la disonancia cognoscitiva representa una incómoda alteración de la


armonía mental del sujeto, que le impulsa consecuentemente a una actividad orientada a
reducir o eliminar su causa, esto es, le impulsa a una actividad armonizadora o superadora
de la incompatibilidad de los conceptos causantes del conflicto mental. La resolución de la
incompatibilidad de los conceptos disonantes puede discurrir de hecho por caminos
lógicamente muy incorrectos; una secta, por ejemplo, que aguarda para un día determinado
la destrucción del mundo no se disuelve necesariamente porque ese día brille el sol con más
fuerza que nunca. Por el contrario, es posible que gane más adeptos al reinterpretar la
profecía, haciendo ver que justamente ha fallado en virtud de las oraciones de los fieles de
la secta

1.6.4 La teoría psicoanalítica

La tarea básica del sistema nervioso es preservar al organismo de una inundación estimular
desequilibradora, y a la vez facilitar la consecución del placer y la evitación del dolor. Tanto
las pulsiones como el aparato que regula su acción, son conceptuados en términos
psíquicos, fronterizos entre lo físico y lo mental. Desde el punto de vista de su origen, una
pulsión es un proceso somático del que resulta una representación estimular en la vida
mental del individuo; el proceso somático consiste en tensiones desregulativas que alteran
la homeóstasis orgánica. La función de la pulsión es facilitar al organismo la satisfacción
psíquica que se produce al anular la condición estimular somática negativa.

A lo largo de su vida, Freud modificó su punto de vista sobre las pulsiones. En una primera
formulación, distinguió dos clases de pulsiones primarias: la pulsión o instinto de
conservación, y los instintos o pulsiones sexuales. Más tarde redujo los dos a uno, la libido,
para finalmente distinguir entre Eros y Tanatos, respectivamente vertidos a la preservación
de la vida y a su destrucción.

2. Los sentimientos

Los sentimientos tienen que ver con experiencias del “sentir”. De las sensaciones que
experimentamos, algunas de ellas son sentimientos. Consisten en la experiencia de
sensaciones determinadas o en el resultado de estas. Están mezclados en ellos sensaciones y
se basan en ellas, pero se mueven a un nivel superior, no son meras sensaciones, sino que
tienen una estructura propia. Así, según Bergson, el sentimiento no puede reducirse de
ninguna forma a la sensación. Son modos específicos de sentir, pero están referidos a la
unidad del yo o persona como un núcleo centralizado, brotan, en su mayoría, de lo más
hondo del ser personal.

En psicología, se entiende que los sentimientos son estados de ánimo referidos a valores
culturales. Siempre se encuentran disfrazados de formas superiores que los hacen más
plausibles que las emociones dentro del ámbito social en que vivimos.

Si los comparamos con las emociones, los sentimientos son más débiles, más suaves y más
duraderos y continuados que ellas. Las emociones son más instantáneas, repentinas y
fugaces. Estos se encuentran menos relacionados con la conducta motora que las
emociones. Se refieren al pensamiento y a la imaginación mucho más que las emociones.
Al tener menos relación con el cuerpo, su fundamento es más desconocido que el de las
emociones. Son vividos como agradables o desagradables.

Según Max Scheler, los sentimientos más íntimamente relacionados con la sensibilidad
serían los llamados elementales o sensibles. Por ello, son los que más próximos se
encuentran de las emociones. Estos se encuentran extendidos o localizados en determinadas
partes del cuerpo, el dolor, el placer, el hormigueo, etc. En otro escalón superior estarían los
sentimientos vitales, que también están muy relacionados con las emociones. Son, por
ejemplo, el sentimiento de bienestar, malestar, de salud o de enfermedad, de vida
ascendente o descendente, etc. Todos estos son muy difíciles de localizar porque se
relacionan de un modo más indirecto con el ámbito de la sensibilidad.

En un escalón superior, se encuentran los sentimientos psíquicos o también llamados


anímicos. Entre ellos se incluyen la tristeza, la alegría, la melancolía. Estos se caracterizan
por ser más claramente intencionales que los otros y su dependencia de la voluntad es
mayor que en los casos anteriores.

Finalmente, en la escala más elevada, se encuentran sentimientos espirituales como la


felicidad, la beatitud, la desesperación, el remordimiento, la paz y la serenidad de alma. En
ellos, la persona no se entrega a nada ajeno, sino que constituye su valor y fundamento y se
encuentra consigo misma en cada una de estas manifestaciones.

Young, por el contrario, habla de sentimientos simples (de agrado y desagrado),


sentimientos orgánicos negativos y positivos (hambre, sed, alivio por aplacar la sed o el
sexo, etc.), sentimientos de actividad (aburrimiento, enojo, entusiasmo, etc.) y sentimientos
de actitudes sociales (estético, moral, de respecto, de educación, …).

Messer los clasifica en materiales y espirituales. Los primeros no se llaman así porque
tengan que ver con alguna realidad material, los llama así porque se refieren a intereses
personales y son más objetivos y más delimitados que los formales. En ellos incluye, por
ejemplo, el honor, la vanidad, la confianza y el amor. En los segundos está el éxito, la
esperanza, el desengaño, la duda, etc.

2.1 La afectividad

La vida psíquica de los individuos incluye numerosas funciones que se distinguen de las
puramente intelectuales, aunque a veces pueden presentarse asociadas a ellas. El conjunto
de funciones psíquicas que el lenguaje coloquial asocia al “corazón” es el responsable de la
vida afectiva. Se expresa con el término afectividad el conjunto de emociones, sentimientos
y pasiones que los sujetos experimentan interiormente ante los sucesos o pensamientos que
acaecen durante su vida.

Los afectos se caracterizan por una serie de rasgos generales, comunes a todos ellos:

 Son de naturaleza subjetiva, puesto que se viven personal e intransferiblemente. Por


ese motivo resulta difícil comunicarlos a los demás.
 Oscilan generalmente entre dos polos opuestos. Según su naturaleza, pueden
moverse entre la alegría y la pena, la atracción y el rechazo, o el placer y el
displacer.

 Su manifestación externa se plasma en el estado de ánimo de un individuo, que


vendría a ser como la estructura general donde se integra la totalidad de los afectos.
Así, por ejemplo, si en un momento concreto de su vida el afecto dominante es el
amor, su estado de ánimo reflejará alegría, optimismo y entusiasmo. Si, al contrario,
el amor no es correspondido, mostrará decaimiento, pesimismo y melancolía.

 Casi todos los sucesos provocan una respuesta afectiva en los seres humanos. A
diferencia de otras funciones psíquicas que son vividas menos personalmente, los
afectos suelen dejar huellas profundas en el psiquismo, puesto que su incidencia
sobre la vida cotidiana es determinante. Así se explica que los afectos positivos
perduren en la memoria, siendo difícil su olvido. En cambio, los que provocaron
frustración en su origen tienden a relegarse al inconsciente o a sufrir grandes
modificaciones por la acción de los mecanismos de defensa.

En suma, el afecto determina la actitud general, ya sea de rechazo, de aceptación, de huida,


de lucha o de indiferencia ante una persona, un acontecimiento o una idea. En los seres
humanos los afectos condicionan sus relaciones interpersonales, ya que siguiendo su
dictado establecemos relaciones de amistad, simpatía, desapego u hostilidad con las
personas que nos rodean.

2.1.1 Emociones, sentimientos y pasiones

Según Bleuler, hay que distinguir en el acontecimiento afectivo tres reacciones posibles:
emoción, sentimiento y pasión. No resulta fácil establecer la diferencia fundamental entre
ellas, puesto que cada autor usa uno u otro término según variaciones tales como el grado o
la intensidad de la reacción, sus vínculos con ciertas alteraciones fisiológicas del organismo
o la duración del estado emocional psíquico.

La palabra emoción procede del vocablo latino emovere, que significa sacudir o agitar.
Designa un estado afectivo que se caracteriza por ir acompañado de ciertas alteraciones
corporales. Así, la agitación emotiva se sigue de numerosas manifestaciones físicas que
comunican a los demás el estado afectivo del sujeto. Por ejemplo, ante la emoción de
vergüenza, el organismo reacciona con el rubor; ante la desconfianza, fruncimos el ceño,
etc.

Kofka señaló cuatro vivencias que corresponderían a las emociones primarias de todos los
seres humanos. Cada una de ellas iría acompañada de un movimiento característico con
respecto al objeto de la emoción:

Emociones primarias Movimientos

 Codicia (apropiación)  Ingestión

 Cólera  Eyección
(rechazo)
 Miedo
 Alejamiento
 Amor
 Aproximación

La emoción se distingue del sentimiento en que la primera es una reacción afectiva breve e
intensa, mientras que el segundo se caracteriza por perdurar mayormente en el tiempo, con
lo cual su intensidad es menor aunque más prolongada. A diferencia de la emoción, el
sentimiento no se acompaña de cambios corporales tan acusados.
Es difícil proporcionar una definición de sentimientoaceptada por todos los autores.
Algunos han llegado a decir que el sentimiento no puede definirse sino tan sólo
experimentarse y, a lo sumo, describirse. En general, el término sentimiento designa una
tendencia afectiva hacia objetos o personas del mundo exterior (aunque también existen
sentimientos sobre uno mismo) que oscila entre reacciones de placer o displacer.

Lersch distingue tres tipos diferentes de sentimientos:

1. Vitales: placer, dolor, alegría, tristeza, aburrimiento, etc.


2. Individuales o del yo: egoísmo, altruismo, supervivencia, venganza, etc.

3. Transitivos o sociales: éticos, espirituales, etc.

Wundt elabora también una clasificación tripartita, considerando a los sentimientos como
estados que se mueven entre tres pares de fuerzas:

1. Placer-Displacer
2. Excitación-Tranquilidad

3. Tensión-Relajación

Otras clasificaciones establecen dos grandes grupos de sentimientos: los sensuales y los
intelectuales. Los primeros estarían relacionados con los deseos y necesidades instintivas u
orgánicas, mientras que los segundos serían frutos del llamado mundo espiritual. Dentro de
cada grupo, se establecen numerosas subdivisiones; así, por ejemplo, entre los segundos se
pueden distinguir varias clases: religiosos, estéticos, morales, filantrópicos, etc.

Las pasiones se diferencian de los dos estados anteriores por su grado de intensidad y la
dependencia de la voluntad respecto a ellas. Son tendencias afectivas que se viven
desagarradoramente, de tal manera que el individuo se siente arrastrado por ellas aunque
pretenda impedir sus afectos. Por tanto, poseen tan alta intensidad que no pueden ser
controladas racionalmente. En cierta medida, el sujeto que sufre una pasión pierde parte de
su libertad individual, puesto que la voluntad apenas puede modificar los comportamientos
apasionados. Así, por ejemplo, un amor o un odio desmedidos terminan por convertirse en
pasiones si la voluntad no consigue imponer un cierto control racional sobre esas conductas
afectivas.

A veces, producen alteraciones psicológicas importantes, ya que el individuo tiende a


percibir la realidad según la pasión que experimenta. De esa forma, se produce una
deformación ideológica, ya que todo aquello relacionado con el objeto pasional se
sobrevalora, mientras que lo que está en contra se vive con rechazo o desinteresadamente.
En casos graves, las pasiones no controladas pueden originar importantes trastornos de
conducta.
2.1.2 Trastornos de la afectividad

El control de las emociones no resulta cosa fácil. En nuestra vida cotidiana, la afectividad
ocupa un importante lugar por cuanto nuestra relación con el mundo físico y con la
sociedad está impregnada de afectividad positiva o negativa. Las causas por las que ciertas
personas u objetos nos producen atracción o repulsión obedecen a factores tanto genéticos
como ambientales. Así, cierto sentimiento de miedo puede ser provocado por una causa
innata relacionada con el instinto de supervivencia o, al contrario, por una experiencia
personal que nos dejó profunda huella y que condiciona nuestras respuestas temerosas
cuando aparece de nuevo el estímulo que las desencadenó en su origen.

Numerosos trastornos conductuales y psíquicos tienen su causa en una inapropiada vivencia


de los afectos. Se entiende por estabilidad afectiva el equilibrio que muestra un sujeto entre
su disposición psíquica y su conducta afectiva externa sin que se produzcan disfunciones
entre ellas. Una persona emotivamente estable disfruta de un alto nivel de autoconfianza y,
por regla general, muestra conductas de socialización, integrándose plenamente en la
convivencia grupal. Sin embargo, muchos trastornos conductuales se hallan relacionados
con la vida afectiva. Algunos de los más importantes son:

 Indiferencia emocional. Cuando se producen respuestas débiles ante estímulos


emotivos. En casos extremos, el sujeto es incapaz de emocionarse ante actos
terribles o cargados de afectividad. Este estado se define por una inhibición de los
afectos; las personas que lo padecen se muestran distantes y sin sentimientos, no
emocionándose ni ante los acontecimientos externos ni ante las circunstancias
dolorosas o placenteras de las personas que les rodean.
 Dependencia afectiva. Se produce cuando una persona muestra ansias
incontrolables por querer y ser querido. Se distingue del estado normal en que dicha
persona lleva hasta el paroxismo ese deseo legítimo y natural. Puesto que se siente
insegura, sufre crisis de angustia y miedo irracional ante el temor de perder el afecto
de las personas que la rodean. Los celos o la obsesión por acaparar todos los afectos
de la pareja son reacciones típicas de los dependientes afectivos.

 Trastornos maníaco-depresivos. Se caracterizan por una alternancia cíclica entre


fases de hiperactividad mental y periodos depresivos. Los individuos que los
padecen pasan de un estado afectivo a su contrario en cortos espacios de tiempo.

 Descontrol emotivo. Caracterizado por una desproporción entre la respuesta emotiva


del sujeto y el estímulo causante de la misma. Puede manifestarse bajo dos formas:
o bien se da una respuesta intensa ante un estímulo insignificante, o, por el
contrario, apenas se reacciona afectivamente ante hechos trascendentales.

2.1.3 La influencia de la cultura en la vida afectiva

En la exteriorización de las emociones y sentimientos influyen factores de variada índole.


De manera global, los podemos dividir en tres grandes clases: genéticos, educativos y
culturales.
Desde el punto de vista hereditario, conviene distinguir entre aquellos comunes a la especie
humana y aquellos otros que son exclusivos de un individuo. Así, cuando estamos irritados,
fruncimos el ceño y apretamos los dientes; cuando sentimos un miedo intenso, se nos eriza
el vello. Estas reacciones no son exclusivas de una sola cultura; al contrario, se dan en
todos los pueblos de la tierra. Lo mismo sucede con la risa, el llanto, etc. Estos tipos de
conducta son, pues, reflejos. Su origen está en el desarrollo evolutivo del ser humano.

Ahora bien, las características hereditarias de cada individuo concreto también influyen en
su afectividad. Según sean aquellas, tenderá cada uno a emocionarse con mayor o menor
facilidad y a decantarse hacia unos u otros comportamientos afectivos. Sin embargo, la
carga genética nada podría sin la influencia del medio ambiente. En ese sentido, la
educación recibida juega un importante papel. La historia personal de cada individuo
influye notablemente en el conjunto de nuestras reacciones emotivas. Según se hayan
reforzado unas u otras conductas aumentará o disminuirá su repetición en el futuro.

Así mismo, la cultura y la historia de cada sociedad condicionan mayoritariamente la


expresión de nuestros sentimientos.

3. Las emociones

Por emoción se entiende primordialmente un estado de alteración afectiva, originado


normalmente por una situación que amenaza o frustra al sujeto, o lo excita, y que se
manifiesta somáticamente por cambios glandulares y de la musculatura lisa, por
alteraciones conductuales y por cambios neurofisiológicos y endocrinos considerables.

Una emoción es una “agitación del ánimo acompañada de fuerte conmoción somática. Se
distingue de los sentimientos en que es clara su manifestación a nivel somático y en que
afectan de una manera mucho más fuerte al alma, a la mente o al espíritu. Por ello, se
considera muy unida al concepto de “pasión”.

Sin embargo, entre sentimiento, emoción y pasión existen diferencias. Por un lado, a nivel
de cantidad y según el grado de intensidad. Se ha dicho que las pasiones son más fuertes
que los sentimientos y las emociones. Mientras el sentimiento es vago y prolongado en su
duración, la emoción es algo crónico, que no dura casi nada, se evapora enseguida. La
pasión tiene una viveza mayor y es perdurable. Pero hay algo que mantiene separadas al
resto de las emociones de lo que es la pasión. Se trata de que, mientras las primeras se
manifiestan de una forma puramente caótica, las pasiones se encuentran ordenadas, son más
sistematizadas y profundas.

Una característica de las emociones frente a, por ejemplo, los estados de ánimo, es que
siempre están dirigidas a un objeto. No obstante, los objetos de las emociones parecen ser
muy variados: algunas emociones tienen objetos proposicionales (miedo de que lo ataque
ese perro rabioso); otras tienen objetos específicos pero aparentemente no proposicionales
(ama a Laura); otras, en cambio, están dirigidas, al parecer, a clases de objetos, situaciones
o actividades (amor a los animales, miedo a las alturas, orgullo de ser un buen profesor).
La emoción incluye una percepción fuerte de un ámbito de la realidad que afecta de forma
profunda el nivel fisiológico que la sufre y le ocasiona una fuerte agitación del ánimo.
Según Darwin, las emociones son “mecanismos innatos de adaptación para manejarse en el
entorno”.

La emoción se manifiesta en una serie de cambios fisiológicos y alteraciones que se utilizan


para medirla y compararla. En el caso de la emoción, las bases biológicas dicen más que el
medio social y cultural a través del cual se puedan interiorizar determinadas pautas de
comportamiento. Así, podemos observar expresiones emocionales en personas sordas y
ciegas de nacimientos.

Se pueden distinguir estructuralmente tres diferentes aspectos en las emociones. En primer


lugar, el propiamente emotivo o fenomenológico. Las emociones tienen aspectos
cualitativos o modales, que probablemente están relacionados con la química del cerebro.
El sistema emotivo parece estar encargado de la función de hacer que algunos objetos,
propiedades o sucesos sean especialmente resaltados. Las emociones sirven de filtros
detectores de intereses y peligros (externos e internos), así como de la consecución de
objetivos intermedios. En tercer lugar está el aspecto ligado al control de la conducta.
Aunque las emociones tienen una dimensión interna resaltada por los aspectos anteriores,
su principal función biológica está ligada al control de la conducta.

Las emociones son sistemas de control de la información procesada por un sistema


cognitivo que debe atender a intereses múltiples y complejos en un medio ambiente
incierto, donde la obtención de información es un proceso lento y costoso. Nuestro sistema
deberá tener ciertas disposiciones o capacidades para seleccionar o sintonizar los estados
externos o internos relevantes para esos intereses. La función de ese sistema de detección es
indicar que se tiene que hacer algo y qué es lo que habría que hacer. Con este objetivo se
activa un pequeño repertorio de esquemas de acción posibles. En los animales sociales, las
emociones cumplen la función añadida de servir de ajuste entre la conducta cooperativa o
competitiva de los otros, puesto que la cooperación hace necesario coordinar planes y
acciones situadas.

Respecto a la racionalidad, son sistemas que cubren las lagunas de la racionalidad


imperfecta al servir como filtros de información de un sistema de recursos limitados. Parten
el mundo en categorías muy simples de sucesos y activan acciones que cubren muchos
intereses. Forman parte, pues, del mismo sistema que la racionalidad. Eso no las convierte
en necesariamente racionales.

Una preocupación de algunos filósofos a lo largo de la historia ha sido la de determinar


cuáles son los componentes o aspectos básicos de las emociones. Se las ha visto como
sentimientos o sensaciones, como disturbios fisiológicos, como disposiciones a actuar,
como juicios, como evaluaciones o como compuestos de algunos de estos elementos. De las
teorías que históricamente fueron influyentes hay que resaltar aquellas que consideraban las
emociones como sensaciones o sentimientos. Esta tesis, que afirma que las emociones son
esencialmente algo que sentimos, se encuentra frecuentemente unida a otra tesis que
sostiene que las emociones son sensaciones que nos invaden, que padecemos, son hechos
brutos e incontrolables por la razón frente a los cuales somos pasivos y que, en ocasiones,
nos impiden llevar a cabo nuestras mejores intenciones. Lo que según esta tesis distingue a
las diferentes emociones son las sensaciones características de cada una de ellas y que se
conocen esencialmente por introspección. Estas teorías son, por lo general, teorías causales
pues, si las emociones son sensaciones o sentimientos simples e inanalizables, es
importante estudiar sus orígenes causales y sus efectos sobre el comportamiento.

Ahora bien, la tesis de que las emociones son sensaciones tiene varios problemas, entre los
cuales se encuentran los siguientes:

1. Va en contra de la idea de que uno puede estar en cierto estado emocional sin darse
cuenta de que lo está, dado que uno no puede tener sensaciones o sentimientos sin
saberlo. Podemos creernos emocionalmente fríos y sin embargo tener odios,
resentimientos, miedos y otras emociones. En efecto, puede llegar a ser un
verdadero descubrimiento aceptar que tenemos una emoción que se muestra en
nuestras acciones y que sirve para explicarlas, a pesar de que nosotros mismos lo
hemos ignorado.
2. Las emociones son muchas veces motivos o razones de acciones intencionales,
mientras que una sensación, por sí misma, no puede ser una razón para actuar si no
está conectada con deseos y otras creencias. Una sensación por sí misma no produce
deseos; lo que cause dependerá de cuál sea la actitud que tenga un sujeto hacia ella,
esto es, dependerá –entre otras cosas– de que tener calor le guste, le disguste o le
deje indiferente y también de otros de sus deseos y creencias.

3. Esta teoría no nos permitiría separar lo que comúnmente entendemos por


emociones, esto es, un estado dirigido hacia un objeto, de otros estados que no lo
son. Si las emociones son sensaciones o, como se ha sostenido frecuentemente,
experiencias de alteraciones fisiológicas ¿cómo distinguir entre sensaciones
causadas por una emoción dirigida a un objeto y sensaciones similares causadas por
la ingestión de drogas o por enfermedad?

4. Una teoría general de las emociones como sensaciones sería incompatible con lo
que se dice comúnmente acerca de casos específicos de emociones. Con frecuencia
juzgamos una emoción determinada como razonable, irracional, justificada,
injustificada, apropiada o inapropiada. Sin embargo, este tipo de calificativos en
casos particulares no tendría sentidos si las emociones fuesen sólo sentimientos o
sensaciones. ¿Qué sentido tendría preguntar acerca de un dolor si es razonable o no
razonable?

Las emociones se han entendido también como una disposición a actuar. El problema aquí
es el de restringir lo que ha de entenderse por conducta, ya que el término podría abarcar
tanto las acciones intencionales, como la conducta expresiva de una emoción, las conductas
innatas, los reflejos, hábitos, etc. Éste es un problema porque para que la teoría fuese
distintivamente conductista habría que suponer que la conducta no incluye acciones
intencionales. Por otro lado, si la teoría incluye no sólo las manifestaciones conductuales
efectivas sino también las disposiciones a actuar, otra dificultad a resolver será la de fijar
las condiciones en las que han de actualizarse dichas disposiciones. Una pregunta
pertinente sería la siguiente: ¿qué nos permitiría caracterizar cierta conducta como propia
del miedo sin que haya objeto alguno que se perciba como peligroso o dañino? Y, si alguien
siente miedo frente a algo que considera peligroso, pero no se comporta adecuadamente,
¿tendríamos que concluir que no tiene miedo? Será un problema fijar lo que debería
entenderse por la conducta “adecuada”. Una posibilidad sería decir que se trata de la
reacción estadísticamente normal, pero la reacción estadísticamente más frecuente no es
necesariamente la reacción adecuada.

Las teorías cognitivistas conceden, por su parte, un papel fundamental a los estados
cognoscitivos, generalmente a las creencias, y pretenden que son éstas las que nos permiten
distinguir entre las diversas emociones. Sin embargo, sostener una teoría puramente
cognoscitiva no sería lo adecuado para explicar las emociones. Así, creer que el perro
rabioso que tengo enfrente me va a atacar no explica mi miedo, a menos que tenga también
un fuerte deseo de que no me ataque.

3.1 La teoría filogenética

Fue sostenida por Darwin. Defiende que las emociones tienen gran importancia para la
supervivencia de los animales y el hombre. Están al servicio de sus funciones vitales:
placer, defensa, cooperación, procreación, etc. Las emociones son señales comunicativas
con el entorno, que se transmiten hereditariamente. Pueden ser expresadas y reconocidas
por todos los miembros de una especie. Constituyen una serie de programas innatos, con
una base genética e instintiva, que se plasman de forma similar en todos los sujetos.

3.2 La teoría psicofisiológica

Propuesta por W. James y J. Lange. Una emoción es aquello que se expresa. Interpretamos
cuál es la emoción experimentada a partir de la expresión facial y de los cambios orgánicos
y viscerales que se han producido. Esto es: “no lloramos porque estamos tristes, sino que
estamos tristes porque lloramos”. La emoción no está causa por el estímulo directamente,
sino por los cambios orgánicos desencadenados.

3.3 Las teorías conductistas

Para el modelo conductista habría tres emociones básicas e innatas (miedo, cólera y amor);
a partir de ellas y mediante condicionamiento se irían adquiriendo y diferenciando todas las
restantes emociones.

Habría, además, otras vías para a adquisición de emociones: el aprendizaje por observación;
el modelado (ciertas emociones se pueden inducir artificialmente en las personas a partir de
un entrenamiento gradual); el aprendizaje vicario (mediante la identificación con personas
significativas es posible llegara experimentar emociones semejantes a las que el otro
siente); el condicionamiento corporal y temporal (si en determinada época del año u hora
del día, se ha experimentado una sensación muy intensa y alarmante de tristeza, cuando
vuelven a producirse condiciones similares a aquéllas, vuelve a desencadenarse la emoción
de tristeza sin causa externa alguna que lo justifique).
3.4 Las teorías endocrinas

Consideran que las emociones vienen determinadas por los cambios neuroendocrinos en el
organismo.

3.5 Las teorías dinámicas

Atribuyen las emociones y reacciones afectivas a impulsos de naturaleza pulsional.

4. Bibliografía

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1986
 Davidoff, L.L., Introducción a la Psicología, Madrid, McGraw-Hill, 1995
 Fernández Trespalacios, J. L., ¿Qué es la psicología? Una visión actual de sus
puntos de vista teóricos y de sus aplicaciones, Madrid, Gráficas Maravillas, 1994
 Finkielkraut, A., La sabiduría del amor. Generosidad y posesión, Barcelona, Gedisa,
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 Hansberg, O., "Emociones morales", en Osvaldo Guariglia (ed.), Cuestiones
morales, Madrid, Trotta/CSIC, 1996, pp. 107-127
 Le Vay, S., El cerebro sexual, Madrid, Alianza, 1995
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Madrid, Siglo XXI, 1988
 Pinillos, J. L., Principios de Psicología, Madrid, Alianza, 1994
 Reeve, J., Motivación y emoción, Madrid, McGrawHill, 1996

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