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Efectos de Las Obligaciones
Efectos de Las Obligaciones
La obligación da al acreedor:
a.- un derecho principal: ejecución forzada de la obligación;
b.- un derecho secundario y supletorio: indemnización de perjuicios, y
c.- un conjunto de derechos encaminados a mantener el patrimonio del
deudor en condiciones de afrontar las obligaciones que contrajo: los
derechos auxiliares del acreedor.
La Ejecución Forzada
El art. 2465 consagra el denominado “derecho de prenda general”. Da a los
acreedores para perseguir la totalidad de los bienes del deudor.
El término prenda no está tomado en su sentido técnico y propio y sirve
solamente para expresar que los bienes del deudor están afectos al
cumplimiento de sus obligaciones.
La forma como se hacen efectivas las obligaciones. art. 2469.
Las obligaciones se ejecutan en el patrimonio del deudor, vendiendo sus
bienes para pagarse con el producto.
En el primitivo Derecho romano la ejecución recaía sobre la persona del
deudor (manus in- jectio, facultad de apoderarse del deudor para pagarse con
su persona, con derecho de vida o muerte.)
Poetellia Papiria abolió el derecho del acreedor sobre el cuerpo de su deudor,
pero sin abolir la ejecución personal. Podía el acreedor apoderarse del deudor
para saldar la deuda con sus servicios. Satisfecha la deuda, recobraba el
deudor su libertad. (prisión por deudas)
La legislación no contempla ningún caso de prisión por deudas. Existe, eso sí,
la posibilidad de apremiar al deudor mediante arresto por plazos
determinados, en general breves, que contemplan la posibilidad de privar de
libertad al apremiado por un muy determinado lapso. Tales son, entre otros,
los casos del art. 1553 CC; del art. 543 del CPC o el del art. 14 de la Ley N°
14.908, sobre pago de pensiones alimenticias, norma ésta que permite
apremiar al alimentante incurso en su obligación de pagar la suma a que ha
sido condenado mediante resolución ejecutoriada, con arresto nocturno, en la
forma y casos que la referida norma dispone. Se trata de medidas de apremio,
destinadas a obtener compulsivamente el cumplimiento de resoluciones
judiciales.
Análisis del 2465 cc.
1.- Aplica a todas las obligaciones, cualquier sea la fuente.
2.- Le corresponde a todos los acreedores, de modo que la prioridad en el
nacimiento de sus créditos no les confiere ninguna preeminencia. Esta
igualdad teórica de los acreedores no es obstáculo para que el acreedor celoso
y vigilante tenga una mejor suerte que otros para obtener el pago.
3.- Todos los bienes están expuestos a la persecución raíces o muebles,
presentes o futuros.
La ejecución afecta a los bienes presentes, o sea, los que pertenecían al
deudor cuando contrajo la obligación.
Quedan afectos al cumplimiento de las obligaciones los bienes futuros, esto
es, los que el deudor adquiera con posterioridad al nacimiento de la obligación.
Tales son las lógicas consecuencias de la concepción clásica del patrimonio,
pues el patrimonio es una abstracción independiente de los bienes que lo
integran, excepto los bienes inembargables que menciona el art. 1618,
complementado por el art. 445 del Código de Procedimiento Civil y éste, a su
vez, por múltiples leyes especiales.
Cuando en garantía se constituye prenda o hipoteca, no se priva al acreedor
del derecho de prenda general, lo que significa que el acreedor puede
perseguir los demás bienes también y no solo el que está con prenda o
hipoteca art. 2397 y 2425. Por tanto, puede el acreedor perseguir otros bienes,
pero sólo sobre las cosas hipotecadas o empeñadas goza del derecho de
pagarse preferentemente.
Sin embargo, en ciertos casos, una persona puede verse compelida a cumplir
una obligación únicamente con determinados bienes, mientras el resto de su
patrimonio escapa a la acción del acreedor. Así sucede cuando, sin haberse
obligado personalmente, posee una cosa en especial afecta al cumplimiento
de una obligación. Tales son los casos:
del tercer poseedor, esto es, de quien adquiere una cosa sobre la que está
constituido un derecho real de prenda o hipoteca;
del que hipoteca o da en prenda un bien suyo en garantía de una deuda
ajena y no se ha obligado personalmente.
Estos deudores, se dice que están obligados propter rem et occasione rei.(por
el bien y el motivo de la cosa)
El embargo.
En el juicio ejecutivo de obligaciones de dar, si requerido de pago el deudor no
lo efectúa, se procede a embargarle bienes suficientes. Lo mismo ocurre en el
juicio ejecutivo de obligaciones de hacer o de no hacer, cuando el deudor no
consigne a la orden del tribunal los fondos necesarios para la ejecución de la
obra o para la destrucción de lo hecho contraviniendo la obligación.
El embargo es una medida de seguridad que tiene por objeto sustraer del
comercio determinados bienes del deudor para asegurar los resultados del
juicio ejecutivo. Sobre estos bienes embargados, llegado el caso, el acreedor
hará efectivo su crédito en la forma prevista en el art. 2469.
El embargo es una medida conservativa o de precaución característica del
juicio ejecutivo.
El mandamiento de ejecución que el juez despache debe contener la orden
“de embargar bienes del deudor en cantidad suficiente para cubrir la
deuda con sus intereses y las costas” (art. 443, N° 2o, del C. de P. Civil)
Formas del embargo.
El embargo se verifica por la entrega real o simbólica de los bienes a un
depositario que el juez designe, aunque éste deje los bienes en poder del
mismo deudor (art. 450 del CPC).
Cuando el embargo recae sobre dinero, alhajas, especies preciosas o
efectos públicos, el depósito deberá hacerse en un banco o en el Banco del
Estado de Chile, a la orden del juez de la causa. Tales instituciones, pues,
actúan como depositarios (art. 451 del C. de P. Civil).
El embargo sobre bienes raíces o derechos reales constituidos en ellos
debe inscribirse en el Registro de Interdicciones y Prohibiciones de Enajenar
del Conservador de Bienes Raíces del departamento en que estén situados
los inmuebles (arts. 553 del C. de P. Civil y 32 del Reglamento del
Conservador). No produce el embargo efectos respecto de terceros sino desde
la fecha de la inscripción.
La cesión de bienes
La cesión de bienes es un beneficio para el deudor que se halla en la
insolvencia por hechos que no le son imputables, a causa de accidentes
fortuitos. Incumbe al deudor acreditar su inculpabilidad, pero sólo a condición
de que algún acreedor lo exija. Así lo establece el art. 1616.
Si el acreedor no exige probar la inculpabilidad, es un reconocimiento tácito de
los acreedores al mal estado de los negocios del deudor.
El art. 1614 establece: “La cesión de bienes es el abandono voluntario que
el deudor hace de todos los suyos a su acreedor o acreedores, cuando, a
consecuencia de accidentes inevitables, no se halla en estado de pagar sus
deudas”.
La cesión de bienes se rige por las disposiciones de los arts. 1614 y siguientes
del Código Civil y la Ley de Quiebras.
La Prelación de créditos:
La prelación de créditos es el conjunto de normas que determinan la manera
y el orden en que deben pagarse los varios acreedores de un deudor.
Se regulan en Título XLI del Libro IV se aplican cuando “dos o más acreedores
quieren cobrar sus créditos en el patrimonio del deudor.”
Tienen importancia cuando el deudor es insolvente y, muy particularmente,
en el caso de quiebra.
Principio de la igualdad de los acreedores. Consagran los arts. 2465 y 2469
el principio de la igualdad de los acreedores. La facultad de perseguir los
bienes del deudor compete a todos los acreedores en idénticos términos, de
modo que con el producto de la realización se pagarán todos íntegramente si
fueren suficientes los bienes y, en caso de no serlo, a prorrata de sus créditos.
Este principio se rompe cuando hay una “preferencia” legal. 2469 CC.
Las preferencias son excepcionales, por lo que son de derechos estricto,
esto implica que no se presumen, deben interpretarse restrictivamente y no
son susceptibles de aplicación analógica. art. 2488.
No están establecidas en relación a la persona del acreedor, sino que son
inherentes al crédito. Lo anterior trae como consecuencia que las preferencias
pasan con el crédito a la persona que lo adquiera a cualquier título art. 2470,
inciso 2o. A su vez, la preferencia se extiende al crédito y a sus intereses Art.
2491 prescribe: “Los intereses correrán hasta la extinción de la deuda, y se
cubrirán con la preferencia que corresponda a sus respectivos capitales” en el
mismo sentido art. 3o del D.L. N° 1.773, de 1977, que amplió esta disposición
para la primera categoría de créditos privilegiados, estableciendo: “Las
preferencias señaladas en el art. 2472 del Código Civil cubrirán los reajustes,
intereses y multas que correspondan a los respectivos créditos”.
a.- El privilegio de que gozan estos créditos es especial. Recae sobre ciertos
bienes muebles del deudor: los bienes introducidos en la posada, los bienes
acarreados, la cosa empeñada. Como consecuencia, si los bienes son
insuficientes, los créditos no gozan de preferencia por el saldo insoluto y pasan
por el déficit a la quinta clase de créditos.
b.- Por regla general no pasan contra terceros; la ley prescribe expresamente
que el posadero y el acarreador o empresario de transportes gozan de
preferencia mientras los bienes permanecen en su poder. Por excepción pasa
contra terceros el privilegio del acreedor prendario, por el carácter real que el
derecho de prenda tiene.
c.- Se pagan con preferencia a los demás créditos, a excepción de los de pri-
mera clase. El art. 2476 dispone: “Afectando a una misma especie créditos de
la primera clase y créditos de la segunda, excluirán éstos a aquéllos; pero si
fueren insuficientes los demás bienes para cubrir los créditos de la primera
clase, tendrán éstos la preferencia en cuanto al déficit, y concurrirán en dicha
especie en el orden y forma que se expresan en el inc. Io del art. 2472.
El art. 2477, inc. 2o, añade: “A cada finca gravada con hipoteca podrá abrirse,
a petición de los respectivos acreedores o de cualquiera de ellos, un concurso
particular para que se les pague inmediatamente con ella, según el orden de
las fechas de sus hipotecas”.
En este concurso se pagarán primeramente las costas en él causadas (art.
2477, inc. 4o).
Caracteres de los créditos de tercera clase. Ofrecen los créditos de la ter-
cera clase los siguientes caracteres distintivos:
1.- La preferencia de que gozan estos créditos es especial; recae
exclusivamente sobre las fincas hipotecadas, acensuadas o a cuyo respecto
se declaró el derecho legal de retención. Los arts. 2477 y 2479 destacan esta
característica.
Como consecuencia, realizado el inmueble sin que su producto sea bastante
para pagar a los acreedores, el déficit pasa a reputarse un crédito de la quinta
clase.
2.- Se pagan con preferencia a todo otro crédito, a excepción de los de la pri-
mera clase. Solamente en el caso de ser insuficientes los bienes del deudor
para el pago de los créditos privilegiados de la primera clase, podrán éstos
perseguirse en las fincas hipotecadas (art. 2478, inc. I o). El art. 2478, inc. 2o,
determina la forma como los acreedores de la primera clase hacen efectivos
en las fincas hipotecadas sus créditos, que no logren ser satisfechos con otros
bienes del deudor: “El déficit se dividirá entonces entre las fincas hipotecadas
a proporción de los valores de éstas, y lo que a cada una quepa se cubrirá con
ella en el orden y forma que se expresan en el art. 2472”. Por consiguiente, los
acreedores de la primera clase, siendo varias las fincas, no pueden perseguir
el pago sobre una sola; habrán de perseguirlas todas y cada finca concurrirá,
proporcionalmente a su respectivo valor, al pago de tales créditos.
LA INDEMNIZACION DE PERJUICIOS
Concepto: Es “una cantidad de dinero que representa el beneficio que el
acreedor habría obtenido del cumplimiento íntegro y oportuno de la
obligación.”
Diferencia entre la indemnización compensatoria y moratoria.
La obligación se infringe cuando el deudor no la cumple, o cuando la cumple
parcialmente o cuando retarda el cumplimiento. Surge en estos casos el deber
de reparar los perjuicios causados “La indemnización de perjuicios comprende
el daño emergente y lucro cesante, ya provengan de no haberse cumplido la
obligación, o de haberse cumplido imperfectamente, o de haberse retardado
el cumplimiento” (art. 1556).
Es compensatoria: cuando no cumple o lo hace de modo imperfecto.
Es moratoria: Cuando tiene solamente por objeto reparar los daños causados
por la tardanza.
Esta diferencia es importante, pues la compensatoria sustituye el objeto de
la prestación (lo reemplaza) por lo que en principio, no puede pedirse el
cumplimiento y a la vez una indemnización compensatoria, pues implica exigir
una doble prestación (dos veces lo mismo) en tal sentido el artículo 1537,
excepción a esta regla se produce cuando existe una cláusula penal que indica
que “por el pago de la pena no se extingue la obligación principal” en el mismo
sentido el art. 2463
Tratándose de la moratoria, como tiene por objeto resarcir daños “por el
retardo” ocasionado, es posible la acumulación a la solicitud de cumplimiento
de la obligación o indemnización compensatoria, en tal sentido 1537 y 1672
del cc.
a.- Que el hecho sea por completo “ajeno al deudor”, de manera que no haya
intervenido en modo alguno en su realización. Por esto el caso fortuito que
sobreviene por culpa o durante la mora del deudor, no le exime de
responsabilidad. El deudor, en efecto, no es totalmente extraño a la producción
del hecho que lo constituye.
b.- que el hecho sea “imprevisto”, esto es, que no sea ordinariamente posible
calcular su ocurrencia.
No es menester que el hecho sea totalmente imprevisible; basta que regular o
normalmente no pueda preverse. Ej.- La interrupción de las comunicaciones
ferroviarias transandinas por la nieve que cae en el período invernal, es
previsible; la interrupción muy prolongada por nevazones excepcionalmente
copiosas, es imprevisible.
c.- que el hecho sea “insuperable” o, como dice el art. 45, imposible de resistir.
El hecho ha de poner un obstáculo al cumplimiento que no pueda ser removido
por el deudor. Si únicamente hace más difícil o gravoso el cumplimiento no
constituye un caso fortuito.
Efectos del caso fortuito. El caso fortuito, en principio, exime de respon-
sabilidad al deudor. “El deudor no es responsable del caso fortuito”, dice el
inc. 2o del art. 1547.
A lo imposible nadie está obligado. Por esto extingue la obligación la pérdida
fortuita de la especie o cuerpo cierto que se debe. Pero si el hecho crea sólo
una imposibilidad temporal, es obvio que sólo justifica una postergación en la
ejecución de la obligación. Esta tardanza no será imputable al deudor y no
podrá pretenderse que pague los perjuicios que haya ocasionado. “La mora
producida por fuerza mayor o caso fortuito no da lugar a indemnización de
perjuicios” art. 1558 inciso 2
El deudor responderá excepcionalmente del caso fortuito en los siguientes
casos:
1.- Cuando así se estipuló expresamente, art. 1673.
2.- Caso del artículo 1547 inciso 2, esto es, cuando se produce por culpa del
deudor (excepción aparente.)
3.- Cuando sobreviene durante la mora del deudor. Tampoco, en este caso, el
deudor es totalmente ajeno al hecho que constituye el caso fortuito. Si el
cuerpo cierto que se debe perece por caso fortuito que pudo no haber
sobrevenido en poder del acreedor, debe el deudor el precio de la cosa y la
indemnización de los perjuicios por la mora. En cambio, si el caso fortuito es
de tal naturaleza que habría sobrevenido igualmente en poder del acreedor, la
responsabilidad del deudor lógicamente se aminora: “sólo deberá la
indemnización de los perjuicios de la mora” (arts. 1547, inc. 2o, y 1672, inc. 2o);
4.- Cuando la ley pone a cargo del deudor el caso fortuito o fuerza mayor, art.
1676.
La Culpa
La culpa es la falta de diligencia o cuidado, en el cumplimiento de una obli-
gación o en la ejecución de un hecho cualquiera. El deudor puede dejar de
cumplir la obligación por desidia, descuido o negligencia, esto es, por su culpa.
El incumplimiento es, entonces, imputable al deudor.
La ley equipara el hecho del deudor a la culpa. El art. 1826, por ejemplo,
expresa: “Si el vendedor por hecho o culpa suya ha retardado la entrega, podrá
el comprador a su arbitrio perseverar en el contrato o desistir de él...”.
Clases de culpa:
El concepto de culpa es uno solo; pero existen reglas diferentes y sirven de
base a la clasificación en culpa contractual y culpa extracontractual, delictual
o aquiliana.
Culpa contractual incide en el cumplimiento de las obligaciones. Supone una
relación jurídica previa, una obligación preexistente que el deudor no cumple,
cumple a medias o tardíamente, por desidia o negligencia.
Culpa extracontractual, No hay tal vínculo jurídico previo y la obligación emana
precisamente de la ejecución del hecho culpable. Es la fuente de los delitos y
cuasidelitos civiles.
La culpa contractual.
Se distingue entre culpa grave, culpa leve y culpa levísima.
El art. 44 dispone que “culpa grave, negligencia grave, culpa lata, es la que
consiste en no manejar los negocios ajenos con aquel cuidado que aun las
personas negligentes y de poca prudencia suelen emplear en sus negocios
propios”.
La culpa grave es, pues, el descuido mayúsculo, la negligencia máxima. El
descuido es tan grande, la desidia tan completa que la actitud del deudor
parece inspirada en el preconcebido propósito de dañar. Por este motivo “esta
culpa en materias civiles equivale al dolo” (art. 44). La culpa grave o lata
impone el mínimo de responsabilidad al deudor. Quien responde de esta clase
de culpa debe emplear el mínimo de diligencia y acuciosidad; pero si ni
siquiera emplea este mínimo de diligencia, su proceder se reputa doloso.
Prueba de la culpa.
El incumplimiento de la obligación hace suponer que el deudor no empleó el
cuidado o diligencia debidos. El art. 1547, inc. 3 y art. 1671 cc.
El dolo
Regulado en el artículo 44 inciso final del Código Civil.
Recordar los ámbitos de aplicación del dolo: a) vicio del consentimiento, b)
como elemento o fuente del delito civil art. 44, y c) como causal de
incumplimiento de las obligaciones.
El dolo agrava la responsabilidad del deudor.
El incumplimiento de las obligaciones que proviene del delibero propósito del
deudor tiene como consecuencia, lógicamente, agravar su responsabilidad.
La ley sanciona al deudor que incurre en dolo, haciéndole responsable, en
mayor medida, de los perjuicios resultantes del incumplimiento.
Debe el deudor responder de todos los perjuicios que sean una consecuencia
inmediata y directa del incumplimiento, aunque no haya podido preverlos al
tiempo de contratar (art. 1558).
Teoría de la imprevisión
La fuerza mayor o caso fortuito pone un obstáculo insalvable al cumplimiento
de la obligación. El hecho que lo constituye, irresistible o insuperable,
imposibilita la ejecución de la obligación y, por lo mismo, exime de res-
ponsabilidad al deudor.
No existe fuerza mayor o caso fortuito cuando el cumplimiento de la obligación
se hace solamente más difícil u oneroso puesto que, en tales casos, la eje-
cución no es absolutamente imposible.
Pero circunstancias posteriores a la celebración del contrato, que no se pre-
vieron ni pudieron lógicamente preverse, pueden crear un estado de cosas
que haga el cumplimiento extremadamente oneroso para el deudor o
gravemente perjudicial para el acreedor.
¿Pueden los tribunales modificar las estipulaciones de un contrato, cuando el
cambio imprevisto e imprevisible de las condiciones vigentes al tiempo de cele-
brarse crea un serio desequilibrio de las prestaciones de las partes?
Lo estudiamos en el Acto Jurídico.
La regla fundamental es que el riesgo es de cargo del acreedor art. 1550 del
cc. Hace el legislador aplicación del principio en el contrato de compraventa y
dispone que el riesgo es de cargo del comprador. Como consecuencia, deberá
pagar el precio, a pesar de que el vendedor queda dispensado de su obligación
de entregar la cosa. Art. 1820.
El origen de esta norma se encuentra en el derecho romano, los riesgos son
del comprador desde el momento de perfeccionarse el contrato y antes de la
tradición de la cosa vendida.
La solución del 1550 es criticada porque el acreedor no adquiere el dominio
sino por la tradición; mientras ésta no se verifique, el deudor conserva el
dominio y la regla que impone los riesgos al acreedor no puede fundarse en el
principio res perit domine.
Requisitos de la mora.
a.- Que el deudor difiera el cumplimiento de la obligación, que no la satisfaga
en la época debida. (retardo).
b.- Que la tardanza en la ejecución sea “imputable”, esto es, que provenga del
hecho o culpa y, con mayor motivo, del dolo del deudor. El retardo fortuito no
constituye al deudor en mora, art. 1558, inc. 2o.
Aunque la disposición se refiere sólo al más importante de los efectos de la
mora, tiene un carácter general. El caso fortuito exonera de responsabilidad al
deudor; no sólo le libera de la obligación de indemnizar perjuicios por la
tardanza en el cumplimiento de la obligación, sino de toda otra consecuencia
de la mora.
c.- Es necesario que el acreedor lo interpele. Mientras no intervenga
interpelación del acreedor, hay simple retardo, pero no se encuentra el deudor
en mora.
Si no hay interpelación se presume que el acreedor no tiene perjuicio y
que le está dando plazo suplementario al deudor.
El art. 1551 reglamenta la forma como debe hacerse la interpelación del acree-
dor para constituir en mora al deudor.
La estipulación de un plazo, a juicio del legislador, importa suficiente
interpelación.
Análisis de la regla del N° 3° del art. 1551. Está en mora “en los demás
casos, cuando el deudor ha sido judicialmente reconvenido por el acreedor”.
La norma que, como se advirtió, constituye la regla general, se aplica cada vez
que no haya un plazo estipulado, expreso o tácito o si, habiéndolo, la ley exige
que se requiera al deudor.
La interpelación debe ser judicial, ninguna otra reclamación o protesta del
acreedor es bastante para constituir en mora al deudor. Es menester que el
deudor sea reconvenido o requerido, términos que la ley emplea como
sinónimos. Requerimiento o reconvención equivalen a “demanda judicial.”
Constituirá en mora al deudor la demanda formal que el acreedor entable para
reclamar el cumplimiento de la obligación. Lo pondrá en mora, si se pide la
resolución del contrato. La simple notificación de que la obligación se cumpla
y que la inejecución le causa perjuicio, no sería bastante para ponerlo en mora.
Estas son las únicas disposiciones que se ocupan de la mora del acreedor.
La mora del acreedor, supone un retardo de su parte en recibir la prestación
del deudor. Pero será preciso, además, que el deudor ofrezca el pago de su
obligación; el acreedor está en mora, como dice el art. 1680, cuando la cosa
debida “ha sido ofrecida al acreedor”. La exigencia es lógica, porque el
acreedor sólo podrá estar en situación de recibir el pago de un deudor que
intenta verificarlo.
La oferta del deudor equivale a la interpelación de acreedor y encuentra su
justificación en el mismo orden de consideraciones. No ha expresado la ley
cómo debe hacerse la oferta. Parece lógico que esta oferta se verifique en la
forma que prescribe el art. 1600 para el pago por consignación.
Avaluación legal: Art. 1559 cc., y se traduce en el pago de intereses por sobre
la suma debida porque parte de la lógica que el dinero que se paga tarde priva
al acreedor de los intereses de su capital.
La indemnización, en las obligaciones cuyo objeto es el pago de una suma de
dinero es necesariamente una indemnización moratoria, art. 1559
La indemnización compensatoria, consiste en una suma de dinero que
sustituye al objeto de la obligación. Esta transformación o sustitución requiere,
como se comprende, que el objeto debido no sea dinero; de otro modo, se
cambiaría dinero por dinero. La indemnización, en suma, tiene por objeto
reparar los daños que al acreedor reporta el cumplimiento tardío de la obli-
gación
En cuanto al monto de la obligación, la ley 18.010 regula las operaciones de
crédito definiéndolas como “aquéllas por las cuales una de las partes entrega
o se obliga a entregar una cantidad de dinero y la otra a pagarla en un
momento distinto de aquel en que se celebra la convención.”
El interés lo define como “toda suma que recibe o tiene derecho a recibir el
acreedor, a cualquier título, por sobre el capital. En las operaciones de crédito
de dinero reajustable, constituye interés toda suma que recibe o tiene derecho
a recibir el acreedor por sobre el capital reajustado. En ningún caso
constituyen intereses las costas personales ni las procesales” (art. 2° de
la Ley N° 18.010). Jurídicamente los intereses son frutos civiles de la cosa
prestada. El art. 647 reputa frutos civiles “los intereses de capitales exigibles”.
La ley permite a las partes estipular los intereses, pero sujetos a límites de la
ley 18.010 que consagra el “interés corriente”, que es el promedio cobrado por
los bancos y las sociedades financieras establecidos en Chile en las
operaciones que realicen en el país.
Es la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras quienes
determinan el interés corriente, pudiendo distinguir entre operaciones en
moneda nacional reajustables y no reajustables, o según los plazos pactados
en tales operaciones.
Hay tres tipos de interés:
intereses para operaciones no reajustables en moneda nacional a menos
de 90 días;
intereses para operaciones no reajustables en moneda nacional de 90 días
o más, y
intereses para operaciones reajustables en moneda nacional.
Limitaciones al anatocismo:
a.- La ley determina que en ningún caso la capitalización podrá hacerse por
períodos inferiores a treinta días;
b.- En conformidad al inciso final del art. 9o, los intereses correspondientes a
una operación vencida que no hubiesen sido pagados se incorporarán a ella,
a menos que se establezca expresamente lo contrario. De esta forma, el
anatocismo constituye hoy día un elemento de la naturaleza de las opera-
ciones de crédito de dinero, pero dicho anatocismo se refiere sólo a los
intereses devengados entre el otorgamiento de la operación y su vencimiento,
y no a los intereses que se devenguen durante la mora.
c.- Cabe hacer presente que la norma del anatocismo es propia de las “opera-
ciones de crédito de dinero” no se aplica a las obligaciones de dinero en
general, a menos, claro está, que se haya pactado. Por lo tanto, si se conviene
una cláusula penal, que consiste en el pago de una multa, en caso de mora
en el pago de ella, no hay lugar al anatocismo, a menos que se haya pactado
expresamente.
Casos de excepción.
Ver inc. 2o del art. 1556, 1930 y 1933.
La indemnización de perjuicios, en principio, debe ser completa y abarcar
todos los que ha sufrido el acreedor. Esta regla tiene las importantes li-
mitaciones que señala el art. 1558.
“Si no se puede imputar dolo al deudor -expresa el art. 1558- sólo es respon-
sable de los perjuicios que se previeron o pudieron preverse al tiempo del
contrato”. En cambio, añade la disposición, si el incumplimiento es doloso, “es
responsable de todos los perjuicios que fueron una consecuencia
inmediata o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse
demorado su cumplimiento”, se previeran o no al tiempo de la contratación.
Las partes contratantes pueden modificar estas reglas, sea para agravar o
atenuar la responsabilidad del deudor. En suma, por regla general, sólo deben
indemnizarse los perjuicios directos y previstos; en caso de dolo, se indemni-
zan los perjuicios directos aun imprevistos; únicamente se debe indemnización
por los perjuicios indirectos, cuando las partes lo han estipulado.
Perjuicios directos: aquellos que constituyen una consecuencia inmediata o/y
directa del cumplimiento de la obligación.
El incumplimiento y el daño están ligados por una inmediata relación de
causalidad.
Perjuicios indirectos son aquellos en que el incumplimiento es sólo una causa
remota y directamente provienen de otras causas extrañas
Clásico es el ejemplo de Pothier. Supóngase que se vende una vaca enferma;
ésta contagia la enfermedad a los demás animales del comprador; falto de
animales, el comprador no cultiva sus tierras; carente de recursos no puede
pagar sus compromisos y su propiedad es vendida a vil precio. El vendedor
del animal enfermo, ¿responderá de esta catástrofe? El vendedor es
responsable de la muerte del animal enfermo y de los demás animales a que
se contagió la enfermedad; pero la falta de cultivo de las tierras, la incapacidad
de satisfacer el agricultor sus compromisos y la enajenación de su predio a
precio vil son perjuicios indirectos, que tienen sólo como causa remota la
enfermedad del animal objeto de la venta.
No se indemnizan los perjuicios indirectos, ni aun por el deudor doloso, porque
la indemnización comprende solamente los daños de que se es real y
verdaderamente autor.
El art. 1450 estatuye que siempre que uno de los contratantes se compromete
a que, por un tercero, de quien no es legítimo representante, ha de darse,
hacerse o no hacerse alguna cosa, esta tercera persona no se obliga sino en
virtud de su aceptación o ratificación, y si no ratifica, el otro contratante tendrá
acción de perjuicios contra el que prometió el hecho ajeno.
Si el tercero cuyo hecho se promete no acepta la obligación, ésta no llega a
generarse; pero la obligación del prometiente es válida y si no obtiene que el
tercero dé, haga o no haga aquello que él prometió que daría, haría o no haría,
viola su compromiso y debe indemnizar perjuicios. Estos perjuicios pueden ser
avaluados mediante una cláusula penal.
La cláusula penal accede, pues, a la obligación del prometiente y no a la del
tercero que no ha tenido efecto por falta de consentimiento suyo.
b.- La cláusula penal es una avaluación anticipada que hacen las partes de
los perjuicios a que puede dar lugar el incumplimiento de la obligación.
Para que se deba la pena será menester que el deudor no cumpla la obligación
o lo haga en forma imperfecta o tardía, que el incumplimiento sea imputable al
deudor y que éste se encuentre en mora.
Su carácter distintivo más saliente consiste en que el acreedor no está
obligado a probar los perjuicios.
c.- Es Condicional: Depende del hecho futuro e incierto que no se cumpla la
obligación principal.
El art. 1544 dispone, al respecto, que en tales obligaciones “se deja a la pru-
dencia del juez moderarla, cuando atendidas las circunstancias pareciere
enorme”. Se ha fallado por tribunales que era excesiva la pena estipulada entre
un abogado y su cliente, en que éste se obligaba a pagarle la mitad de su
cuota hereditaria en caso de revocar el poder que tenía conferido al primero.
Ejercicio de la acción.
La autorización arranca de la ley, por lo que por regla general no se requiere
una autorización judicial.
Por excepción, en los casos de los arts. 1238 y 1394, es menester que el juez
autorice al acreedor para aceptar por el deudor la asignación o donación.
2.- El fraude o mala fe. El concepto de fraude o mala fe está definido por el
art. 2468. El fraude o mala fe consiste en el conocimiento del mal estado de
los negocios del deudor. El deudor que sabe que su situación patrimonial es
precaria, no puede menos que saber que el acto que ejecute produce o agrava
su insolvencia y, consiguientemente, perjudica a los acreedores a sabiendas.
La enajenación supone la presencia de un “tercero” que adquiere, por ello
será fundamental distinguir, si el acto es oneroso o gratuito y si el adquirente
esta de buena o mala fe.
El art. 2468 hace, al respecto, una distinción que es tradicional. Distingue entre
actos a título oneroso y actos a título gratuito.
Para la revocación de los actos a título oneroso no basta la mala fe del deudor
y es necesario que el tercero con quien contrata esté igualmente de mala fe.
Dispone, en efecto, el N° Io del art. 2468: “Los acreedores tendrán derecho
para que se rescindan los contratos onerosos, y las hipotecas, prendas y anti-
cresis que el deudor haya otorgado en perjuicio de ellos, estando de mala fe
el otorgante y el adquirente, esto es, conociendo ambos el mal estado de los
negocios del primero”.
Para los actos a título gratuito, basta la mala fe del deudor y no es preciso que
el beneficiario de la liberalidad sea partícipe del fraude.
Tal es la regla del N° 2° del art. 2468: “Los actos y contratos no comprendidos
bajo el número precedente, inclusos las remisiones y pactos de liberación a
título gratuito, serán rescindibles, probándose la mala fe del deudor y el
perjuicio de los acreedores”.
El ejercicio de esta acción supondrá un conflicto de intereses entre los
acreedores y terceros, unos pretenden dejar sin efecto el acto de enajenación
y los otros que se mantengan eficaces.
Si el deudor recibió por acto gratuito, la invalidación del acto no le causará
propiamente una pérdida, porque no hizo una contraprestación para recibir,
sino que le privará de una ganancia. La ley se inclina, en tal caso, en favor de
los acreedores que sufren un perjuicio concreto. Por esto no interesa la buena
o mala fe de los adquirentes a título gratuito. (es irrelevante la buena o mala
fe en este caso.)