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~I Haciaunnuevorostro
111dela moralcristiana
Eduardolópez Azpitarte, S.J.
CUADERNOS DE FE y CULTURA
13
CUADERNOS DE FE y CULTURA
81..---
.iteso
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO
BJ 1249 L66.2000
ISBN 968-859-409-1
1 Rechazogeneralizadode la ética 5
2 Algunos rasgosde la postmodefiÚdad:
el fenómenode la microética 6
3 Rechazode lo absoluto 7
4 Los riesgosy peligrosde esta situación:
escepticismoy comodidad. ..9
5 La toleranciacomo valorprioritario lO
6 Haciauna presentaciónmás actualizada
y comprensible 12
7 La nostalgiade un pasadoy huidahacia
la privatización ... ... ..13
8 Unas ofertasen rebaja:
eljuego de las estratégiasy concesiones 14
1 La moralcomo necesidadantropológica 17
2 El ser humanocomo artesanode su propiahistoria 18
3 Un horizontede sentido:
remedioa la crisisde identidad 20
4 Una etapacoactivay molesta:
la superacióndel capricho 22
5 La alimentaciónpsíquicay afectiva:
unacondiciónimprescindible ..23
6 El riesgode unamoralinfantil 24
7 La concienciaautoritaria 25
8 La autonomía:unaexigenciaparala madurez 28
9 La autoridaden el campode la ética 29
10 Las motivacionesinconscientes 30
11 Las conductaspseudo-morales 31
12 La funciónde los valores en la conductahumana 33
13 Más allá de la infonnación:
educaciónde la sensibilidad. ... 34
14 Una llamada interior que compromete 36
15 La concretización de los valores:
el diálogo de las ciencias 37
16 Influjo de los avances técnicos en la reflexión ética 38
17 Influjo de la cultura en la valoración de la realidad 40
18 Diversos modelos culturales 41
19 La superación de un doble peligro 42
20 La teología de los hechos consumados 44
21 Para eliminar la angustia y la incertidumbre 46
nI LA DIMENSIÓN RELIGIOSA
Y SOBRENATURAL DE LA ÉTICA
I
Hacia un nuevo rostro de la moral cristiana 5
l. LA SITUACIÓN ACTUAL
Hay que resignarse, por tanto, a vivir sin absolutos, pues la entrada
de la razón en el mundo de la ética, tan exigida en los autores actuales, no
da tampoco ninguna garantía absoluta, hasta el punto de convertirse, por
su incapacidad para responder a los interrogantes morales, en una razón
sin esperanza.5En cualquier caso, siempre será mejor un pluralismo en la
razón, aunque no ofrezca seguridades, pues no queda otra alternativa que
«el racionalismo o la barbarie».6
13 Ya santo Tomás afirmaba que: "la ley humana es impuesta a una multitud de
hombres, de los que la mayor parte no son perfectos. Por ello, la ley humana no
prohíbe todos los vicios de los que se abstienen los hombres, sino sólo los más
graves, de los que sí pueden abstenerse la mayor parte, sobre todo si van en per-
juicio de los demás, pues sin la prohibición de estos la sociedad humana no podría
conservarse... Por tanto, la ley humana no puede prohibir todas las cosas que pro-
híbe la ley natu~al", Suma Teológica, I-Il, q. 96, a. 2.
14 M. VIDAL,Etica ,civil y sociedad democrática, Desclée de Brouwer, Bilbao
1984. A. CORTINA,Etica mínima. Introducción a la Filosofia práctica, Tecnos,
Madrid 1986, y Moral civil en nuestra sociedad democrática, Razón y Fe, 112
(1985) 353-363. C. T,IllEBAur,Morales mínimas, Razón y Fe, 218 (1988) 199-207.
T. GONZÁLEZ Vn.LA,Etica común en una sociedad pluralista, Teología y Cateque-
sis, nO 39 (1991) 211-229. A.D. MORATALLA-B. BENNÁSSAR,Etica civil, en
AA.VV., o.c. (n. 2), 269-29\. A. CORTINA,Morales racionales de mínimos o
morales religiosas de máximos, Iglesia Viva n° 168 (1993) 527-543. E. LÓPEZ
AZPITARTEMoral cristiana y ética civil. Relación y posibles conflictos: Proyec-
ción 41 (1994) 305-314. Una crítica a estas éticas civiles en C. THIEBAUT,Cruces
y caras de la ética civil, Iglesia Viva nO187 (1997) 49-61.
12 Eduardo López Azpitarte. S. J.
Por eso, son muchas las preguntas que saltan inevitablemente frente
a la moral. ¿Es un camino de libertad o una forma de represión e infanti-
lismo? ¿Nace de una exigencia humana o se impone como una forma de
dominación? ¿Sirve para realizar al hombre o sólo para gratificar su nar-
cisismo y eliminar sus sentimientos de culpabilidad? ¿Resulta compatible
una vida feliz y dichosa con el sometimiento obligatorio a un cúmulo de
leyes? ¿Es posible la certeza en medio de un pluralismo ético? No hay
que multiplicar los interrogantes, aunque cada uno puede añadir sus pro-
pias dificultades.
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Hacia un nuevo rostro de la moral cristiana 15
ritario, tal vez como reacción a los influjos anteriores de la Iglesia, quie-
re que domine una explícita mentalidad a-religiosa, pero en una sociedad
laica, donde todas las ideologías civiles y creyentes han de tener espacio,
cualquiera de los participantes tienen derecho a presentar sus propias
opciones.
Educar no es, por tanto, sino el esfuerzo por extraer (educere), desde
la realidad íntima de lo natural e informe, una forma de conducta confi-
gurada que posibilite la integración dentro de un sistema humano de con-
vivencia. Un trabajo de pedagogía para que la persona no se convierta en
un hueso desencajado y molesto para la sociedad, que repercutiría tam-
bién sobre su propio psiquismo e impediría su desarrollo y maduración.
El individuo queda vinculado de esta forma en un amplio mundo de
comuIÚcacionese intercambios que le hace descubrir las reglas funda-
mentales para vivir en armonía con el grupo. La urgencia de configurar
nuestros mecaIÚsmosantropológicos es lo que Zubiri llamó moral como
"estructura", como el que intenta crear una obra con los materiales infor-
mes que tiene entre manos. Mientras que las opciones concretas y los
caminos que se elijan serán diversos de acuerdo con la decisión adopta-
da. El conjunto de normas y criterios particulares que se escojan para rea-
lizar esa tarea será la moral como conteIÚdo.22
20 S. FREUD,Una teoría sexual, en Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid
1973, Il, 1205.
21 Cf. el estudio de L. MALSON,Los niños selváticos, Eudeba, Buenos Aires 1964
22 J. L. LÓPEZARANGUREN,Etica, Alianza Editorial, Madrid 1981,47-57. M.
GRANELL,La vecindad humana, Revista de Occidente, Madrid 1969,418-454. El
mismo santo Tomás ya había insistido en la necesidad de distinguir entre ambos
significados, Suma Teológica, I-n, 58, 1. Cf. también G.F. D' ARCAlR,Educación.
cn Diccionario de Ciencias de la educación, Paulinas, Madrid 1990,564-593.
Hacia un nuevo rostro de la moral cristiana 19
Para expresar este esfuerzo activo y dinámico, que no se deja vencer por
el "pathos" recibido, el griego se valía de la palabra "éthos", pero con dos sig-
nificaciones diferentes. En el primer caso, indicaba fundamentalmente el
carácter, el modo de ser, el estilo de vida que cada persona le quiere dar a su
existencia. Mientras que su segunda acepción haria referencia a los actos con-
cretos y particulares con los que se lleva a cabo semejante proyecto.
Por eso, hasta los autores que consideran nociva cualquier intervención
directa en el proceso educativo, para darle una mayor autonomía al desarro-
llo de la persona, insiste en la necesidad y mgencia de una cierta ayuda exte-
rior que evite desorientaciones posteriores. La ausencia de estos
condicionantes no es garantía de una mayor libertad, puesto que con esa pri-
vación sólo se consigue que su evolución esté ahora condicionada por sus
propias tendencias infantiles y desintegradas. Es aquí donde se manifiesta el
valor y la función insustituible de la família y de la sociedad.
observa con tanta frecuencia en los internados de huérfanos, a los que les
ha faltado el calor y el clima del hogar.27La privación de este ambiente
es el caldo de cultivo para tantas psicologías desadaptadas, agresivas y
marginadas de una sociedad que, seguramente, no les enseñó a integrarse
en el grupo por falta de esta experiencia afectiva en su hogar. Como ha
dicho algún autor, poco sospechoso de conservadurismo, "la familia
como realidad es el obstáculo más fuerte y efectivo contra la recaída en
la barbarie".28
27 R. SPITZ,El primer año de la vida del niño, Aguilar, Madrid 19733, 108-116,
donde analiza los estudios realizados sobre los trastornos producidos por carencia
afectiva. D. STERN,La primera relación madre-hijo, Morata, Madrid 1978. J.
AJURlAGUERRA,Primera infancia, Instituto de Ciencias del Hombre, Madrid
1978. L. FLAQUER,La sociabilización en la familia, en AA. Vv. Sociología de la
educación, Barcanova, Barcelona 1993,45-69 A. VÁZQUEZFERNÁNDEZ,La edu-
cación humana en el seno de la familia, Teología y Catequesis, 50 (1994) 29-42.
E. López Azpitarte, La educación moral en la familia, Revista Agustiniana 36
(1995) 503-535.
28 M. HORKHEIMER,Lafamiliay el autoritarismo, en AA.VV. La Familia, Penín-
sula, Barcelona 1978, 194.
29 S. FREUD,El malestar en la cultura, en o. c. (n. 2), III, 3054.
Hacia un nuevo rostro de la moral cristiana 25
7. La conciencia autoritaria
esta otra llamada interior que llega desde el corazón. Obedecerla es ahora
también la única fonna de obtener el premio y la aprobación del propio
yo: "Igual que en la infancia, el yo se cuida de conservar el amor de su
amo, estima su aprobación como un alivio y halago, y sus reproches
como remordimientos"30 Sin embargo, el significado oculto de semejan-
te comportamiento sigue siendo infantil e irracional: la razón para actuar
de esa manera se desconoce por completo. Hay que comportarse así por
el simple hecho de que está mandado pues, de lo contrario, se desenca-
denaría la agresividad, el dolor y el remordimiento. Hasta la misma iden-
tidad es posible perderla cuando la única preocupación reside en
someterse a las exigencias del yo ideal que tanto gratifica al propio nar-
cisismo.31
30 S. FREUD,
Moisésy la religiónmonoteísta,en o. c. (n. 2) III, 3311, Y El
malestar de la cultura, 1, 3053-3060.
31 J. CHASSEGNET-SMIRGEL, El ideal del yo. Ensayo psicoanalítico sobre la
"enfermedad de idealidad", Amorrortu, Buenos Aires 1990. J. V. BONET,Auto-
estima, narcisismo y solidaridad, Razón y Fe, 277 (1993) 289-298. E. PÉREZDEL-
GADO,Educar moralmente ¿para qué? Debate actual en ciencias humanas sobre
los fines de la educación moral, Escritos del Vedat 27 (1997) 113-153.
Hacia un nuevo rostro de la moral cristiana 27
Todo esto explica por qué se fonna con tanta facilidad una concien-
cia "autoritaria", como un mecanismo espontáneo del psiquismo humano.
El aspecto más característico reside en que sus detenninaciones e impe-
rativos no nacen por un juicio de valor sobre la conducta, por un conven-
cimiento racional de que así hay que comportarse, sino por ser
simplemente mandatos de la autoridad. La educación, como algunos han
criticado, seria una especie de chantaje afectivo para mantener un control
sobre las conductas ajenas; un autoritarismo que impide el proceso hacia
fonnas de autonomía indispensables para la madurez personal.32No dudo
que estas etapas están vinculadas con nuestra psicología. Lo lamentable
es que este proceso, que deberia ser una etapa pasajera se estabiliza de
fonna pennanente. Son muchos los que viven con una conciencia mani-
pulada e ignorantes de esta situación, pues resulta mucho más cómodo y
tranquilizador qu~ enfrentarse con la propia autonomía y responsabili-
dad.33
libremente.Por tanto, el que evita el mal no por ser un mal, sino 'por estar
mandado', no es libre;pero quien lo evita por ser un mal, ése es libre".34
mos por dentro no es una tarea fácil, pues supone descubrir y aceptar lo que
se había postergado en el olvido. Pero no hay maduración humana posible,
mientras no se avance en la integración consciente de todos esos elementos
reprimidos. De la misma manera que para reconciliarse con las sombras de
los demás hay que haber aprendido con anterioridad el difícil arte de amar-
se a sí mismo. Quien no se abraza y quiere como es, está incapacitado para
abrazar y querer a los otros como son. 36 El intento por orientamos hacia
esa autonomia y autenticidad de la conducta es, por tanto, una primera exi-
gencia psicológica para la madurez del hombre y del cristiano.
medida y con el lenguaje adecuado a cada edad, por qué algunas conduc-
tas se valoran positivamente y otras, no ayudan a este proyecto humani-
zante que, para el cristiano, es también una respuesta religiosa a Dios. La
meta no es conseguir ahora la simple obediencia del educando, que no
resulta difícil por la necesidad de cariño y protección, sino irlo capaci-
tando para que su actuación se vuelva poco a poco más autónoma y con-
vincente. Es decir, ofrecerle las explicaciones necesarias para que él"
mismo comprenda lajustificación razonable de sus actuaciones.
39 M. JIMÉNEZ,
Los niños aprenden lo que viven. La formación de la conciencia
en los niños, Sal Terrae 82 (1994) 535-545. J. Ma MÉNDEZ,El c¡onocimiento axio-
lógico, Revista Agustiniana 36 (1995) 361-388. J. Ma OOERO,Etica de los valores
y coherencia existencia, Escritos del Vedat 27 (1997) 97-112.
36 Eduardo López Azpitarte, S 1.
tación. La respuesta nos satisface por haber sido fieles a la meta escogi-
da, mientras que la verdadera culpabilidad es, en el fondo, el reconoci-
miento sincero y doloroso de no haber cumplido con nuestra vocación
humana.
40 C. CAÑÓN,
La racionalidadtécnico-científica:
alcancesy límites,Razóny Fe
224 (1991) 97-108. P. GÓMEZGARCÍA,Génesis y apocalipsis de la técnica, Pen-
samiento 51 (1995) 237-257. M. MACEIRAS,Perspectivas éticas de la tecnocien-
cia, Moralia 20 (1997) 35-54.
Hacia un nuevo rostro de la moral cristiana 39
Es lógico que los principios éticos se hayan elaborado para dar solu-
ción a los casos concretos con los que había que enfrentarse. Muchos de
ellos seguirán sirviendo para los nuevos planteamientos, pues expresan
criterios fundamentales que tienen vigencia en cualquier situación. En
otras ocasiones, sin embargo, las nuevas posibilidades descubiertas harán
comprender los límites e imperfecciones de su enunciado anterior. La
solución de algunos problemas podrían cambiar, en gran parte, cuando los
científicos ofrezcan una respuesta más definitiva.
Como estas posibilidades modernas van siendo cada vez más fre-
cuentes, al ritmo que avanza la técnica, y porque tampoco podemos pres-
cindir a la ligera de unos valores tejidos con la experiencia de la historia,
cabría pensar en la validez de una moral de lo provisorio. No para negar
la urgencia de los valores éticos, sino para no cerramos, por una parte, a
los descubrimientos de una verdadera ciencia humana, ni caer tampoco,
por otra, en un amoralismo completo.
tración de los niños cantores «para cantar más suavcmente las alabanzas divinas
en la Iglesia» (Theologia Moralis, lib. III, tr. IV, c. 1, n° 374) O aceptaba la tortu-
ra «para asegurar las pruebas» (nO202). Mientras se condenaba con fuerza la li-
bertad religiosa que, después, se aceptó en el VaticanoII.
42 Eduardo López Azpitarte, S. J.
ofrecen una profunda sabiduria para no partir nunca de cero y que seria
absurdo olvidar para comenzar de nuevo como si nada se hubiese apren-
dido. La rebeldía y el inconfonnismo tienen sus raíces oscuras, que tam-
poco interesa muchas veces destapar. Seria un signo de manifiesta
inmadurez identificar el cambio y la evolución necesaria, para vivir al
ritmo de los tiempos, con un pleno y absoluto relativismo, como si los
descubrimientos y esfuelZosde nuestros antepasados hubiesen sido total-
mente falsos o en nada pudieran enriquecemos. Creer que todo comienza
ahora es una auténtica locura, pues la humanidad, en el análisis y profun-
dización de los valores, ha recorrido ya un camino que se hace irreversi-
ble y del que 110podemos renegar.
47Un fenómeno que tiene mucho que ver con el tema de la recepción. Cf. H. VOR-
GLIMLER,Del «sensus fidei» al «consensus fidelium», Concilium nO200 (1985) 5-
19. 1. 1. GONZÁLEZFAUS,«Lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por
todos». Cuando el pueblo de Dios tenía voz y voto, Sal Terrae 84 (1996) 97-106.
A. ANTÓN,La recepción en la Iglesia y Eclesiología I y Il, Gregorianum 77
(1996) 57-95 Y437-469.
46 Eduardo López Azpitarte, S. J.
Hay que tener en cuenta, en segundo lugar, que las mutaciones éti-
cas, efectuadas a lo largo del tiempo, no son tan profundas, en muchas
ocasiones, como aparecen a primera vista. En la historia de las costum-
bres, más interesante que detenerse en la normativa concreta es el inten-
to por discernir los valores que en ella se encierran. Estos últimos pueden
tener validez universal y ser aceptados por los diversos grupos humanos,
aunque la traducción realizada en las normas concretas haya sido muy
diferente. Las condiciones históricas y culturales de cada época producen
esta variedad impresionante y variada de expresiones, que buscan la
defensa de un mismo valor y eran la mejor forma de defenderlo, de
acuerdo con las circunstancias, conocimientos y sensibilidad del momen-
to. Si esta expresión nos parece ya inaceptable, tal vez siga teniendo
vigencia lo que con ella se queria defender.
2. La experiencia de la gratuidad
L
Hacia un nuevo rostro de la moral cristiana 51
49 M. A. FUENTES
Actualidad delfariseísmo como problema moral, Gladius, n°
15 (1989), 29-44.
50 J. PORIER,¿Predicar en la montaña o cenar con meretrices?, Concilium, nO
130 (1977), 493-503. 1. GARCÍA,Así es Dios, tan bueno. Parábola al fariseo que
habita en nuestro corazón, Sal Terrae 78 (1990),133- 147.
. ...
51Es el núcleo de la famosa meditación de San Ignacio sobre las dos banderas en
sus Ejercicios, donde sintetiza la enseñanza constante de la revelación para dis-
cernir entre el espíritu de Dios y el del enemigo.
,
Tal vez el mayor regalo de su amor pudiera ser esa herida dolorosa
'IIICnunca cicatriza, a pesar de todos los intentos y remedios empleados,
I''':roque nos hace caminar por la vida sin ninguna autosuficiencia, car-
~~;ldos con el peso molesto de una cruz que revela el propio fracaso e inca-
pacidad, pero convertida en un canto de alabanza: en esa rcalidad tan
limitada se hace presente la salvación. Cuando no se tiene otra cosa que
-
56 Eduardo López Azpitarte, S. J.
Todo esto no significa, sin embargo, que nuestra moral necesite una
fundamentación exclusivamente religiosa, que la justificación de una
conducta sólo pueda encontrarse en la palabra de Dios, sin que su base
racional tenga mayor importancia. Según la opinión más generalizada en
la actualidad, no es fácil afirmar que las normas de conducta y los conte-
nidos éticos que aparecen en la Biblia hayan sido revelados por Dios de
una manera directa e inmediata. La gran epifanía del Sinaí, para la pro-
mulgación del Decálogo, no hay que interpretarla de forma literal: "Estos
son los mandamientos que el Señor pronunció con voz potente... y sin
añadir más, los grabó en dos losas de piedra y me los entregó" (Dt 5,22).
Entre otras razones, porque existe un paralelismo excesivo, sin negar las
diferencias y purificaciones efectuadas al ser asumidos por la revelación.
entre los mandamientos divinos y los de otros países cercanos, como los
que se encuentran grabados en algunos templos de Egipto.61Esto indica
que, en la elaboración de los libros sagrados, se da un proceso de asimi-
lación de los valores éticos, elaborados por otros pueblos y culturas, para
injertarlos en el marco de la alianza y convertirlos en palabra de Dios. La
originalidad no está tanto en los contenidos sino en la forma de integrar-
los a su fe y en la manera de vivirlos como expresión ya de la voluntad
amorosa de Dios.
Habría que decir, por tanto, que lo que Yahvé manda y quiere en el
campo de la conducta es fundamentalmente lo que el mismo ser humano des-
cubre que debe realizar. Así se explican mucho mejor los cambios evolutivos
y hasta los juicios morales contradictorios que con frecuencia aparecen en la
revelación del Antiguo Testamento. Muchos de sus pasajes éticos resultaron
escandalosos y, desde luego, inaceptables para una mentalidad ajena a la cul-
tura de aquella época. Los intentos de solución han sido múltiples en la his-
toria, pues se hacía dificil comprender y aceptar semejantes conductas como
expresión directa de la voluntad de Dios.62
Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1977, donde recoge los fallos éticos del
AT, las soluciones dadas al problema y los caminos para una adecuada ex-
plicación.
60 Eduardo López Azpitarte. S. J.
que le hace mucho más sensible a ellos y le impide absolutizar otros bie-
nes creados. No es que busquemos en la Escritura una solución concreta
para nuestros problemas actuales, pero sí nace de ella como un instinto
especial, una sintonía de fondo que puede impregnar al cristiano y dotar-
le de una transparencia y lucidez especial. Es evidente que el perdón de
los enemigos resulta más fácil de comprender y asimilar observando la
doctrina y el comportamiento de Cristo, que no por una simple reflexión
humana. De hecho, los grandes historiadores reconocen que el pensa-
miento y la cultura de Occidente se encuentran profundamente influen-
ciados por el mensaje evangélico, y el encuentro con los valores lo ha
tenido antes el creyente en el ámbito de la fe que en el de su elaboración
racional.
68Que la doctrina paulina sobre la libertad de la ley fue captada con todo su ra-
dicalismo se deduce de los intentos que, desde el comienzo, existieron por
suavizar su pensamiento. Cf. S. LYONNET, Libertad cristiana y ley nueva,
Sígueme, Salamanca 1967,87-91, donde resume la oposición abierta o latente
que encontró, entre muchos, su evangelio de la libertad. Como poco después afir-
ma (p. 94): «muy pronto copistas bien intencionados intentaron mitigar» algunas
de sus afirmaciones que resultaron escandalosas.
-
66 Eduardo López Azpitarte, S. J.
La libertad cristiana alcanza así su densidad más profunda. Vivir sin ley
significa sólo que la filiación divina produce un dinamismo diferente, que
orienta la conducta no con la normativa de la ley, sino por la exigencia de un
amor que radicaliza todavía más el propio comportamiento. Para el cristiano,
vivificado por el Espíritu e impulsado por la gracia interna, no existe ninguna
norma exterior que le coaccione o impongan desde fuera y ante la que se sien-
te molesto. Colocar de nuevo a la ley en el centro de su interés significaría la
vuelta a un estadio primitivo e infantil: "ahora, en cambio, al morir a lo que
nos tenía cogidos, quedamos exentos de la ley; así podemos selVir en virtud
de un espíritu nuevo, no de un código anticuado" (Rom 7,6).
esa intimidad, oculta a cualquier otro imperativo, para hacer sentir su lla-
mada de manera personal, exclusiva e irrepetible.
L
..
Esto significa que el discernimiento tiene que ver muy poco con la
democracia. Esta será la forma menos mala de gobernar una sociedad,
pero la presencia del Espíritu, su invitación y su palabra no se detecta
siempre allí donde vota la mitad más uno. Como tampoco está presente
en los responsables de la Iglesia por el simple hecho de estar constituidos
en autoridad, ni en los hombres de ciencia por mucha teología que domi-
nen. Cuando se tratade discernir son otras las categorías que entran en
juego. A Dios lo captan fundamentalmente los que se encuentran com-
prometidos e identificados con Él, los que han asimilado con plenitud los
valores y las perspectivas evangélicas.72
Por eso, para superar esta actitud de inhibición, hay que urgir la
necesidad de esforzarse también por un cambio de estructuras. A pesar de
todas las dificultades, no debería nunca desaparecer el convencimiento de
una nueva posibilidad, la ilusión por transfonnar el ambiente que nos
rodea. No basta, pues, mantener a salvo la propia honestidad, sino que
ésta hay que ponerla al servicio de una mejora común, a través de las
mediaciones políticas y grupales, que la hagan eficaz. Lo importante es
que la existencia de tales estructuras pecaminosas "no debe inducir a
nadie a disminuir la responsabilidad de los individuos, sino que quiere ser
una llamada a la conciencia de todos para que cada uno tome su respon-
sabilidad, con el fin de cambiar seria y valientemente esas nefastas reali-
dades y situaciones intolerables".73
En el mundo existe este misterio del mal, una fuerza inicua que
penetra en el corazón de las personas, se apodera de las estructuras e
impone su dominio sobre la creación. Es un clima y una atmósfera con-
taminada y corrompida, que impide la salud espiritual de los individuos.
Sumergidos en ese ambiente se encuentran cerrados por completo a la
práctica del bien. La explicación última de todos los pecados personales
radica en esta trágica situación, de la que la humanidad se siente prisio-
nera e incapaz para conseguir su libertad. A Satán, como personificación
de ese misterio, le interesa sobre todo fomentar y extender semejante con-
dición, pues en la medida que su presencia se acentúa, el reino del peca-
do se hace más fuerte y la victoria del mal, incluso en las personas
particulares, adquiere mayores dimensiones. El ser humano ha experi-
mentado en su propia carne una incapacidad absoluta para romper el cír-
culo de esclavitud y muerte donde se encuentra encerrado.75
75 V.CASAS,
El misteriode la iniquidaden laSagradaEscritura,Verdady Vida
44 (1986), 359-382. J. A. RUIZ DE GOPEGUI,Las figuras biblicas del diablo y de
los demonios ante la cultura moderna, Selecciones de Teología, 38 (1999) 259-
273.
72 Eduardo López Azpitarte, S J.
sino sobre todo su actitud frente a los grandes problemas básicos del
mundo y de las personas. Cada uno posee su ideología religiosa o políti-
ca, está vinculado a un grupo económico y cultural detenninado, tiene sus
intereses y preferencias, etc., que condicionan enfoques y ópticas muy
diferentes. ¿Quién puede asegurar que su punto de vista será el mejor para
la sociedad?, ¿que las soluciones adoptadas encierran menos inconve-
nientes? El convencimiento sincero de que así será podrá evitar la culpa,
pues se vive de forma coherente con lo que parece lo mejor, pero no eli-
mina los errores y equivocaciones lamentables que se detectarán en el
futuro, o los males inevitables que siempre brotarán, sea cual sea nuestra
decisión.77
r
I
I
Conclusión
TÍTULOS DE LA COLECCIÓN
6. Antonio Blanch, S. J.
Lo estético y lo religioso: cotejo de experiencias y expresiones.
ISBN ~b8-85~-40~-1
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