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Todo ser humano es social por naturaleza. De Lux a:
MORAL SOCIAL
hecho, necesi ta de la sociedad para sobrevivir y de- Mundi 1

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(/) LA VIDA EN COMUNIDAD
establece con los otros, cercanos y lejanos, configu- ...,o - r f"l _ - _
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lo su persona sino el hábitat donde transcu-


José-Román Flecha

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dinero, la ecología, o
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stacando la virtud de

e en los límites de lo te-

a quinta y última entrega de un


1 de moral cristiana que lleva por tí-
a en Cristo.

José-Román Flecha es catedrático de teología moral


en la Universidad Pontificia de Salamanca.

...
ISBN: 978-84-301-1633-1

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SIGUE ME
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LUXMUNDI JOSÉ-ROMÁN FLECHA ANDRÉS
84

MORAL SOCIAL
La vida en comunidad

LA VIDA EN CRISTO

La ley del espíritu que da vida en Cristo nos ha liberado de la ley del pecado y de
la muerte (Rom 8, 2). Al aceptar por la fe al Mesías Jesús, pasamos de la ~í.a,'fia_w~Siamw,(}
muerte a la vida (Rom 5, 24). El comportamiento de los seguidores del Señor pue- Para servir a los que sir\•en al Evaagelio

de definirse como una «vida nueva» que tiene a Cristo como maestro y modelo, Cra. 7a. No. 44 - 17 Tels.: 2 85 0047. 2 45 76 70
Fax: 2 88 45 98 Bogotá D.C.
como consujeto y premio. Esa es la clave de toda la moral cristiana. E·mail: sicomoro@cable.net.co

l. Moral fandamental. La vida según el espíritu


II. Moral religiosa. La vida según Dios
EDICIONES SÍGUEME
III. Moral de la sexualidad. La vida en el amor
IV. Bioética. La fuente de la vida SALAMANCA
V. Moral social. La vida en comunidad. 2007
CONTENIDO

Presentación . .... .. .. .. .. .. ... .... ... . .. .. .. ... .... .. .. .. .. ... .. .. .. ...... .. .. .. .. .. .. .. . 9


Bibliografia y siglas . .. ... ........ .. .. .. ... ........ ..... .. .. ... ......... .. .. .. .. .. .. . 15

PREMISAS Y FUNDAMENTOS

1. Fundamentos de la moral social cristiana . .... ... ...... .. .. .. .. .. . 23


2. Fe cristiana y moral social ................................................. 43
3. El hombre, centro de la cuestión social ............................. 63
4. Los ideales de la modernidad ............................................ 89
5. Verdad, justicia, amor y libertad eomo normas- éticas para>
la convivencia ........ ................. .... :.. ... :.. .'.:....... :,.:...... ,:.. .. ;;::.. · "·113
6. Valores éticos en una sociedad plura~ .... :......................... ,.. 1,31

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II
© Ediciones Sígueme S.A.U., 2007 ESCENARIOS Y PROBLEMAS
CI García Tejado, 23-27 - 37007 Salamanca/ España
Telf: (+34) 923 218 203 - Fax(+34) 923 270 563 7. Los derechos humanos ...'. ....................... ."......................... . 155 ,.
E-mail: ediciones@sigueme.es 8. La familia ......................................... .............................. .'.. 177.
www.sigueme.es
9. La demografia como cuestión ética ................. ;
..........:....... 207
ISBN: 978-84-301-1633-1 10. El trabajo humano ............................ ........................ :........ 231
Depósito legal: S. 335-2007 11. Las migraciones ..............:................. :...... :....:.:........::...: .. :.· 255
Impreso en España / Unión Europea
12. La opción por los pobres ......... :.:..... :.~:.: ......:~.: ...:.::.........:: 279
Fotocomposición Rico Adrados S.L., Burgos
Imprime: Gráficas Varona S.A. 13. Salud y enfermedad ................. .......................................... 305
Polígono El Montalvo, Salamanca 2007 14. Poder y autoridad............................................................... 333
8 Contenido

15. Legalidad y ética 357 PRESENTACIÓN


16. El voluntariado ............................................. .................... . 381
17. Medios de comunicación social ....................................... . 403
18. El dinero, el mercado y los mercados ............ ............... ... . 431
19. El desafio de la globalización ....... .................................... . 459
20. Ecología y fe cristiana ...................................... ................ . 481
21. La guerra y la paz ... .................................... ...................... . 509

1. Teología y ética
III
DESAFÍOS Y ESPERANZA
La teología nos acerca, no sin temor y respeto, al misterio de Dios.
La teología se «profesa» de rodillas. La racionalidad acompaña a la fe
22. Responsabilidad moral ante la nueva cultura ................... . 537
para que la fe pueda iluminar la racionalidad. Esta disciplina resume y
23. La esperanza escatológica ............ ........................... ......... . 557 compromete la fe. ·
También la ética se nos presenta como una disciplina académica y
Índice general ............................................ ................. ..... :....... . 579 como un estilo de vida. La ética, como la teología, nunca se da por sa-
tisfecha en el ámbito de los saberes si no llega a poder reflejarse en el
mundo de los sabores. Una y otra pueden ser presentadas como scien-
tia y como sapientia.
Durante siglos marcharon íntimamente unidas ambas disciplinas,
que eran a la vez creencia y creancia, experiencia y vivencia. Esa con-
vivencia no siempre ha sido armónica. Con una reincidencia pendular
BIBLIOTECA y obstinada, la una ha corrido el riesgo de usurpar el tesoro y hasta
la identidad de la otra. Y la otra ha hecho lo propio con la una. Cuando la
teología ha sido reducida a ética, se ha profanado el misterio, redu-
ciéndolo a límites pragmáticos. Cuando la ética ha sido reducida a teo-
logía, se ha dificultado el diálogo y la tolerancia entre los humanos,
relegando el discernimiento racional al ámbito del positivismo reli-
gioso-magisterial 1•
Al parecer, el mundo secular ha tratado de concederles, o más bien
imponerles, un divorcio. Pero ni el otorgamiento ni la exigencia han
sobrevenido sin malestar y desasosiego para todos. Cuando la teología
se queda sin las ventanas a la calle que le ofrece la ética, se asfixia en
su buhardilla de única claraboya abierta a las nubes. Cuando la ética se
aleja de la teología corre el riesgo de convertirse en algarabía de patio
de Monipodio, en griterío de mercado, en pregón de bando municipal
o en demanda de juzgado.

l. A estas cuestiones nos hemos referido ampliamente en nuestra Teología moral


fundamental, Madrid 1994, 122-127.

·.
JO Presentación Presentación 11

Quizá la dificultad fundamental esté precisamente en el funda- Ángeles (México) 3, además de su significativa presencia en los docu-
mento. En esa inevitable querencia y querella entre lo absoluto y lo re- mentos que jalonaron el debate sobre la teología de la liberación4; su
lativo. Si el Absoluto absoluto no se encarna en la historia diaria, mal culminación se encuentra en diversos documentos pontificios como
puede ser evocado como norma. Pero si el Absoluto se convierte en re- las encíclicas Laborem exercens, Sollicitudo rei socia/is y Centesimus
lativo, puede perder el norte aquel que ya no sabe dónde queda la es- annus, si n dejar de lado la encíclica misional Redemptoris missio5•
trella polar. Si la peripecia y el negocio de lo relativo no se relacionan El documento a que nos referimos se articula en seis partes, distri-
con el Absoluto, todo queda relativizado: todo vale y nada vale. Pero si buidas con una lógica que se podría calificar de clásica. Se comienza,
lo relativo se convierte en un Absoluto, la nación o la raza, el dinero o en efecto, considerando la naturaleza de la Doctrina social de la Igle-
el poder pueden resucitar el viejo itinerario que va del cainismo al na- sia, pasando en la segunda parte a evocar su recorrido a lo largo de ca-
zismo, de la romanización a la talibanización. Lo malo de tales proce- si cien años. La tercera parte está destinada a exponer algunos princi-
sos es que siempre hay algún hermano-extraño que queda yaciendo pios y valores permanentes que animan dicha doctrina. La parte cuarta
por tierra. se ocupa de los criterios de juicio que la informan, mientras que las
Como ya se adivina, el problema viene de lejos. A Ja cultura occi- dos partes últimas ofrecen orientaciones para la acción social y para la
dental hace mucho tiempo que Je resulta, casi tan complejo como lo- formación de los aspirantes al sacerdocio, pero también de los laicos.
grar la cuadratura del círculo, intentar plantear adecuadamente la rela- De todo este conjunto, para la reflexión moral resulta especial-
ción entre la naturaleza y la gracia, entre la fe y Ja razón, entre la mente significativa la segunda parte, que constituye una válida refle-
mística y la ascética, entre Jo divino y lo humano, entre la trascenden- xión sobre la necesaria fundamentación axiológica del comportamien-
cia y la inrnanencia2 • En el Occidente y su s arrabales el péndulo se nos to socio-político y del estudio sobre tal comportamiento.
dispara siempre por Ja tangente. Seguramente nos hace falta tomar en Resulta interesante tomar conciencia de los «primeros principios
serio de una vez el misterio de la encarnación de Dios en una natura- que han orientado la Doctrina social de la Iglesia». Principios que son
leza humana. La síntesis cristológica nos ayudaría a vislumbrar la re- expresión y mediación de otros tantos valores humanos y sociales: la
lación dialógica y diacónica entre la tesis de la contemplación teologal dignidad de la persona, la importancia del bien común, la necesidad de
y Ja antítesis de la acción antropologal. Sólo entonces el lagos y el ico- la solidaridad y la promoción de la participación. Principios todos que,
no cristológicos se nos harían a la vez cristonómicos. lejos de ser solamente percibidos a la luz de la revelación, vinculan la
En este punto y hora de Jos comienzos del nuevo milenio, una de Doctrina social de la Iglesia con Jo más válido de la reflexión filosófi-
las cuestiones pendientes es precisamente la de Ja clarificación de esa ca (núm. 30).
parentela o vecindad entre la teología y la ética. De su bienquerencia o En esta encrucijada de «puntos cardinales», el documento explici-
malquerencia dependen muchas preguntas dificiles y brotan muchas ta la concepción cristiana de la persona, a la vez que subraya el pues-
respuestas logradas o malogradas.
3. Congregación para la Educación católica, Orientaciones para el estudio y ense-
ñanza de la Doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes (30.12. 1988).
Cf. Ja III Conferencia general del episcopado latinoamericano, La evangelización en el
2. Teología moral y Doctrina social de la Iglesia presente y en e/futuro de América Latina (Documento de Puebla), 472-479, 793, 1008,
1196; J. C. Scannone, Teología de la liberación y Doctrina social de la Iglesia, Madrid
1987. Cf. I. Camacho, Doctrina social de la Iglesia, Madrid 1991, 566-569.
El 30 de diciembre de 1988 la Congregación para Ja Educación ca- 4. Congregación para la Doctrina de la fe, Liberta/is nuntius (6.8. 1984), Jnstruc-
tólica publicaba unas Orientaciones para el estudio de la Doctrina so- ción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, en AAS 76 ( 1984), 876-909;
cial de la Iglesia, que venían a inscribirse en un momento de recupe- Libertatis conscientia (22.3.1986), Instrucción sobre libertad cristiana y liberación, 72-
80, en AAS 79 ( 1987), 585-591. Cf. R. Antoncich, Teología de la liberación y Doctri-
ración de Ja misma. Su referente inmediato era la celebración de la III na social de la Iglesia, en I. Ellacuria-J. Sobrino, Mysterium liberationis. Conceptos
Asamblea general del episcopado latinoamericano en Puebla de los fundamentales de la teología de la liberación l, Madrid 1990, 145-168.
5. Juan Pablo II, Laborem exercens (14.9.1981), en AAS 73 (1981), 577-647; So-
2. La reflexión sobre la relación entre la fe y la razón lleva a plantearse inmediata- 1/icitudo rei socia/is (30.12.1987), enAAS 80 (1988), 513-586; R edemptoris missio (7.
mente la cuestión sobre Jos cometidos actuales de la teología, cf. Juan Pablo Il, Fides et 12.1990), en AAS 83 (1991), 249-340; y Centesimus annus (1.5. 1991), en AAS 83
ratio (14.9.1998), 92-99. (1991), 793-867.
12 Presentación Presentación 13

to que el ser humano encuentra en el diálogo de la Iglesia con el mun- a realizar el servicio humano del amor en las diversas realidades en las
do. Respecto a la reflexión sobre los derechos humanos, es interesan- que se desarrolla la vida de la persona. En ningún momento se preten-
te que la Doctrina social de la Iglesia confiese su propia permeabili- de ofrecer aquí un estudio exhaustivo de todas las situaciones sociales
dad ante los hechos históricos, las reivindicaciones sociales y la en las que se refleja la vocación moral del cristiano. Nuestro manual
misma reflexión filosófica (núm. 32). busca compaginar la seriedad académica con el atractivo de un libro de
La segunda parte del tercer capítulo está dedicada a una rápida re- lectura. En virtud de la primera característica podría ser ofrecido como
flexión sobre los valores éticos fundamentales, que si aquí se presen- sencillo libro de texto en centros de estudio, institutos de ciencias reli-
tan en número de seis (núm. 43), más adelante serán recogidos en el giosas y similares. Por la segunda, podría ser acogido como obra de
número simbólico de siete (núm. 51 ). Conviene subrayar que, en ese consulta para cristianos laicos interesados en reflexionar sobre el mun-
contexto de reflexión decididamente moral, se afirma el derecho-de- do que nos rodea y su peripecia, y para conocer la doctrina de la Igle-
ber de la Iglesia para pronunciarse sobre las situaciones coyunturales sia católica relativa a las realidades del momento actual. Precisamente,
de la sociedad (núm. 47). en virtud de esa intención, la mayor parte de los temas aquí expuestos
Tal derecho-deber de pronunciamiento sobre problemas históricos siguen las líneas generales que configuran el esquema habitual de la
lleva consigo la capacidad para juzgar objetivamente las diversas si- catequesis cristiana.
tuaciones y estructuras, amén de los diversos sistemas económico-so-
ciales (núm. 48). Si en otros tiempos la Iglesia parecía fundamentar su
derecho a opinar sobre cuestiones sociales en la tutela del mismo or-
den social o en su capacidad para interpretar autorizadamente las exi-
gencias de la ley natural, en estos últimos años se hace cada vez más
frecuente la afirmación de tal derecho sobre el interés que a la Iglesia
le merece la suerte del hombre. La atención al hombre y su destino
forma parte, según la Iglesia, de su misma misión evangelizadora, a la
que sería infiel si no considerase con ojos compasivos y no atendiese
con eficaz cercanía al hombre caído a la vera del camino.

3. Un manual de moral social

Esta obra se presenta como un manual de teología moral social. Su


objeto es el análisis de la vida del ser humano en la sociedad a la que
pertenece y su responsabilidad ante la misma. Y su perspectiva propia
viene determinada tanto por la ética racional como por la luz de la re-
velación cristiana, tal como ha sido acogida y vivida en el seno de la
comunidad eclesial.
En consecuencia, la presente obra pretende analizar, aunque sea
brevemente, la estructura misma de la teología moral social. En un se-
gundo momento aborda algunos de los problemas y escenarios socia-
les. Finalmente, incluye una mirada a la tarea de la nueva evangeliza-
ción que convoca a los creyentes a ser testigos de la esperanza en
medio de los desafíos de la nueva cultura.
La responsabilidad moral cristiana únicamente es concebible como
una respuesta a una vocación. Se trata de la llamada de un Dios amor
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20 Referencias

2. Otras siglas y abreviaturas

AAS Acta apostolicae sedis


CDSI Compendio de la Doctrina social de la Iglesia
CFET Conceptos fundamentales de Ética teológica I
CFT Conceptos fundamentales de Teología
DB Dizionario di Bioetica PREMISAS Y FUNDAMENTOS
DBS Dictionnaire de la Bible. Supplément
DCT Diccionario de conceptos teológicos
DENT Diccionario Exegético del Nuevo Testamento
DET Diccionario de Ética teológica Hizo Dios al hombre semejante al mismo Dios. ¡Como quien
DETM Diccionario enciclopédico de Teología moral no dice nada! ¿Queréis saber este traslado de dónde se sacó y
DIPo Dizionario delle Idee politiche cúya imagen es nuestra ánima? Del mismo Dios, que es para
DMC Dictionnaire de Mora/e catholique siempre bendito; no su misma sustancia, sino mirando Dios a sí
DMCr Diccionario de Moral cristiana mesmo, crió nuestra ánima semejante a sí. ¿En qué? En bondad
DPAC Diccionario patrístico y de la Antigüedad cristiana y en descanso.
DSoc Diccionario de Sociología
Juan de Á vita, Sermón para el domingo XXII
DSPI Diccionario social de los padres de la Iglesia
después de la fiesta de Pentecostés
DSp Dictionnaire de Spiritualité
DTC Dictionnaire de Théologie catholique
DTP Dizionario di Teología della pace
DUCS Diccionario UNESCO de Ciencias sociales
DH Denzinger, E.-P. Hünermann, El magisterio de la
Iglesia
EAE Encyclopedia ofApplied Ethics
EB Encyclopedia ofBioethics
EC Enciclopedia católica
LinacreQ The Linacre Quarterly
NDCEPT New Dictionnary of Christian Ethics and Pastoral
Theology
NDCS The New Dictionary of Catholic Spirituality
NDCST The New Dictionary of Catholic Social Thought
NDMC Nuevo Diccionario de Moral cristiana
NDTM Nuevo Diccionario de Teología moral
NJBC The New Jerome Biblical Commentary
PG Patrología graeca. Migne
PL Patrologia latina. Migne
OEDSI Orientaciones para el estudio y enseñanza de la
Doctrina social de la Iglesia en la formación de los
sacerdotes
SM Sacramentum mundi
TWAT Theologisches Worterbuch zumAlten Testament
TWNT Theologisches Worterbuch zum Neuen Testament.
FUNDAMENTOS DE LA MORAL SOCIAL
CRISTIANA

La teología moral social puede ser presentada como la mediación


de la fe en el ámbito de las realidades sociales. Es la reflexión siste-
mática, a la luz de la fe, sobre los valores y responsabilidades que de-
mandan el compromiso de la persona en el mundo social y determinan
el discernimiento sobre la eticidad de las estructuras.
Esta presentación de la disciplina no deja de suscitar una cierta
perplejidad, tanto por razón de la sensibilidad espontánea de la perso-
na como por la dificultad para fundamentar la reflexión ética sobre las
realidades sociales.
En lo referido a la primera cuestión, es fácil observar que lo moral
y la moral aluden con demasiada frecuencia a un campo demasiado
privado. De hecho evocan algunas normas, generalmente prohibitivas,
encaminadas a regular determinados comportamientos de la persona
en el ámbito de la sexualidad o del respeto a la vida humana.
Cuando nuestro pueblo examina su conciencia moral y pronuncia
una sentencia absolutoria basada en la célebre confesión: «Yo no ro-
bo ni mato», parece ya ampliar el campo de lo moral al respeto a la
propiedad ajena de los bienes. Más aún, cuando el ciudadano medio
percibe que ha sido víctima de un atropello económico o social, em-
pieza a comprender que este terreno no puede quedar marginado de
la reflexión moral.
Ahora bien, aun admitida la necesidad de someter el campo so-
cial a una reflexión y ordenación moral, no queda automáticamente
establecida la fundamentación de la moral social. De hecho, la moral
tradicional católica no era unánime a la hora de determinar el lugar
adecuado para ese estudio. Así, la corriente tomista, que elaboró su
doctrina moral sobre el esquema de las virtudes, abordaba este tema
en el marco del estudio de la virtud de la justicia. Los manuales ela-

·.
24 Premisas y fundamentos Fundamentos de la moral social cristiana 25

horados por los jesuitas a partir de Juan de Azor, lo situaban en el de otros modelos exteriores a su proyecto de vida. Le parece que el
marco del séptimo mandamiento 1• grupo lo domestica, lo suplanta y finalmente lo olvida.
Se trataba, pues, de soluciones académicas inmediatas que no lle- De ahí que, aunque esté convencido de hallarse abocado a la con-
gaban a plantear las cuestiones sobre la necesidad y la posibilidad de vivencia, el ser humano se vea siempre sujeto a algunas tentaciones en
fundamentar la teología moral social. En realidad no era frecuente la cuanto a sus actitudes frente al grupo.
reflexión sobre el estatuto epistemológico de la moral social. Pero
aquellos tiempos de pacífica aceptación de su ser y su ser-así son ya a) Individualidad frente a comunidad
un mero recuerdo. Por diversas causas, que sería prolijo enumerar
aquí, la moral en general y la moral social en particular han de justifi- La primera tentación consiste en la indiferencia y el despego. El
car su pretensión de jugar un papel no sólo en la vida diaria, sino tam- hombre, anclado en sus intereses, convierte con excesiva frecuencia la
bién en el ámbito científico y académico. Y esa pretensión no puede individualidad en el súmmum de los valores. La persona tiende a «rea-
eximirse de presentar el fundamento sobre el que se apoya. Como es- lizarse» de espaldas a su familia y a su grupo, a su comunidad, a su
cribía Juan Pablo 11 en la encíclica Fides et ratio, «un gran reto que te- pueblo y a la humanidad entera. El individuo pretende «hacer su vida»
nemos al final de este milenio consiste en aprender a realizar la trave- y vivir «desentendido» y autónomo.
sía, tan necesaria como urgente, del fenómeno al fundamento» (FR El concilio Vaticano 11 sale al paso de esta tentación cuando pro-
83). Por los que se refiere a la teología moral es claro que el funda- clama: «La profunda y rápida transformación de la vida exige con su-
mento no puede encontrarse en las leyes, en la opinión de las mayorías ma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la
o en el sentimiento individual. El fundamento del deber es el ser hu- realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente in-
mano en sí mismo. «El hombre es lo que importa», como escribía el dividualista» (GS 30). A sí pues, la experiencia misma enseña que el
poeta León Felipe. La ética responde a la antropología. Y la responsa- ser humano se pierde a sí mismo cuando trata de aislarse de la comu-
bilidad social a la dignidad de la persona. nidad. Pero lo mismo enseña la fe. Precisamente en fidelidad a dicha
revelación, recuerda más adelante el concilio que «Dios creó al hom-
bre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad» (GS 32).
1. Sociedad y persona
b) Comunidad frente a individualidad
La moral social, evidentemente, ha de preguntarse hoy más que
nunca por el papel que juega en la sociedad la persona, que es a la vez Sin embargo, el ser humano ha de afrontar y superar otra tentación
sujeto y objeto de su normatividad. no menos frecuente y peligrosa: la sumisión servil al grupo. En este ca-
El ser humano sabe que no está solo en el mundo ni puede vivir so- so, la sociedad se impone al individuo. Unas veces por miedo ante las
lo. Su vida es moldeada continuamente por aquellos que conviven con demandas y otras por una beatería mimética, la persona particular se
él. Vivir es convivir. El hombre necesita a su grupo para descubrirse a somete incondicionalmente al dictado y a las exigencias del grupo. Lo
sí mismo como un «yo» autónomo y responsable y para realizarse co- magnifica y lo absolutiza, aun a riesgo de despersonalizarse a sí misma
mo persona; necesita al grupo para actuar de forma creativa en el en la entrega incondicional a las órdenes y exigencias del grupo.
mundo, que es teatro y compañero simultáneamente de su actuación. También el Vaticano II ha querido recordar que las instituciones
Y, sin embargo, el ser humano experimenta con frecuencia el peso, humanas, privadas o públicas, han de ponerse al servicio de la digni-
casi obsesivo y oprimiente, del grupo al que pertenece. A veces le pa- dad y del fin del hombre (GS 29d), mientras que, por otra parte, ex-
rece percibir que el grupo lo utiliza y manipula al antojo anónimo de horta a los ciudadanos a no atribuir a la autoridad política un poder ex-
no se sabe qué voluntad. Le parece que el grupo lo modela a la imagen cesivo (GS 75b).
De hecho, ese mundo que ha sido el nuestro durante el pasado si-
1. Un resumen de la historia de la teología moral puede encontrarse en J. R. Flecha, glo, ha estado dividido según el criterio que subyace a ambas tenta-
Teología moral fandamental, Madrid 2003, 33-74; cf. R. Gerardi, Storia della Mora/e.
Interpretazioni teologiche del/'esperienza cristiana, Bologna 2003. ciones. Medio mundo exaltaba el individualismo de la persona con-
26 Premisas y fandamentos Fundamentos de la moral social cristiana 27

creta, abogando por una libertad que con frecuencia significaba tan yección del «yo» no es algo puramente imaginario. Respetar la diver-
sólo un cínico desentendimiento ante las necesidades de la comuni- sidad del «tú», su autonomía y su indomesticabilidad, es la segunda de
dad; mientras el otro medio exaltaba el colectivismo más exigente, las grandes exigencias éticas del diálogo.
propugnando la abdicación del individuo en manos de las decisiones Todavía será necesario dar un paso más. El «yo» y el «tú», una vez
de las autoridades dirigentes del grupo social. encontrados, se trascienden a sí mismos. Cuando la relación es ade-
Ambos modelos de sociedad, protagonistas de una «guerra fría» en cuada, surge el «nosotros», es decir, la comunión y la comunidad. Es-
el campo militar y en el económico y cultural, contenían un error an- ta nueva realidad sustantiva está llamada a nuevas formas de diálogo,
tropológico. En un caso y en el otro, faltaba la conciencia de las pro- de colaboración y de creación con otros sujetos, percibidos y acepta-
fundas relaciones de interdependencia que vinculan a la persona con Ja dos como «vosotros».
sociedad a la que pertenece. Cuando este diálogo es veraz evita la exclusión del otro, tantas ve-
La doctrina social de la Iglesia católica no pretende constituirse en ces reflejada en las apelaciones a un indefinido «él» o «ellos». «Él» no
una «tercera vía» frente a ambos si~temas. Le basta con señalar el es la persona a la que se habla: es la persona de la que se habla; es el
ideal del respeto a la persona y ofrecer el criterio del amor como cla- ausente. Ausente por azar o ausente por decisión de los presentes.
ve para la intelección y aplicación de la justicia. En esa linea de diá- Pues bien, en la medida en que el «yo» acepta iniciar los caminos
logo y servicio se ha colocado el papa Benedicto XVI al afirmar que de la comunicación y las personas ausentes son integradas en el ámbi-
la doctrina social católica no pretende otorgar a la Iglesia un poder so- to de la comunión, la moral social puede felicitarse por su nacimiento
bre el Estado: «Tampoco quiere imponer a los que no comparten la fe y las posibilidades de vida y de actuación que se le ofrecen. Con todo,
sus propias perspectivas y modos de comportamiento. Desea simple- siempre le quedará la tarea pendiente de buscar y presentar sus cre-
mente contribuir a la purificación de la razón y aportar su propia ayu- denciales, es decir, su propia identidad y su misión.
da para que lo que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocido y pues-
to después también en práctica»2 •
2. Modelos de moral social
c) Yo-tú- nosotros
La misión de la moral social va inseparablemente vinculada a su
La antropología contemporánea, influida en mayor o menor medi- fundamentación; bien es cierto que son imaginables diversos modelos
da por el personalismo, ha subrayado la importancia del diálogo inter- para fundamentarla. Dichos modelos han encontrado a lo largo de la
personal. El «yo» no existe como tal si no se encuentra de forma res- historia la ocasión para lograr una formulación teórica. Así, y para no
ponsorial y responsable con un «tú». Para poder afirmarse como un alargar excesivamente este discurso, se consideran aquí dos de las po-
«yo» es preciso dejar de imaginar a los otros seres humanos bajo la sibilidades más habitualmente invocadas en nuestro entorno: la que
niebla de la indefinición. Tal es la primera exigencia del diálogo. La pretende fundamentar el juicio ético en la normatividad de la ley y la
persona emerge de la gente con un rostro y una identidad, unas ofer- que invoca como base el hecho histórico de una revelación divina.
tas y demandas propias. Sólo la percepción de la persona «prójima»
como un «tú» redime al sujeto de su indiferencia, tanto ontológica co- a) El criterio de la ley
mo ética3 .
Sin embargo, el descubrimiento del «tú» no resulta fácil ni obvio. Siempre ha existido el riesgo de confundir la ética con la política,
La relación entre el <<yo» y el «tú» puede convertirse fácilmente en es- lo lícito con lo legal, lo ético con lo políticamente correcto. Desde
pecular y proyectiva. El riesgo de convertir al «tú» en una simple pro- siempre, el ciudadano trata de acomodarse al orden de la ciudad y a las
costumbres admitidas en su entorno. No en vano, «el orden social tie-
2. Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est (25.12.2005), 28. ne relación con el orden moral; en efecto, sólo a través de las formas
3. Cf. M. Buber, Yo y tú, Madrid 1993, 11 : «Cuando estoy ante un ser humano co-
mo un Tú mío le digo la palabra básica Yo-Tú, él no es una cosa entre cosas ni se com- de la vida común, a través de sus expectativas y los imperativos que
pone de cosas». generan, Ja conciencia de cada uno llega a la comprensión del impera-
28 Premisas y fundamentos Fundamentos de la moral social cristiana 29

tivo moral»4 • Sin embargo, las expectativas y las normas sociales pue- na hacia la sociedad y viceversa, puede también regular la exigibilidad
den llegar a ser inmorales a causa de una imposición tiránica, del mie- de los derechos humanos en el marco de una sociedad concreta, pero
do o la comodidad de los ciudadanos. En consecuencia, es preciso no puede atribuirse la fundamentación última de los mismos derechos.
aprender a descubrir la gloria y la miseria de las leyes. Esto vale para la ley civil. Ya en 1891, el papa León XIII afirmaba
La calificación ética del comportamiento humano no puede apo- que «la cuestión obrera y social no encontrará jamás su verdadera y
yarse en las leyes y normas positivas, sean estas civiles o eclesiásticas. práctica solución en las leyes puramente civiles, aun las mejores». Es-
La ética se fundamenta en la antropología. El ser del hombre es nor- tamos ante una cuestión de conciencia. «Como la legislación humana
mativo para su quehacer y también para lo que se pueda hacer con él, no contempla directamente más que los actos exteriores del hombre en
de él y frente a él. Semejante descubrimiento, aparentemente novedo- sus relaciones sociales, no puede extenderse a la dirección de las con-
so, hunde sus raíces en el planteamiento tomasiano, aferrado a la nor- ciencias»8. Veinte años más tarde, el mismo Papa señalaba que la cues-
matividad misma de lo humano. tión social, lejos de ser solamente económica, es principalmente moral
Según el nominalismo, las acciones u omisiones humanas no son y religiosa9 •
buenas o malas en razón de su misma estructura antropológica o de su Esta observación sobre la insuficiencia de un tratamiento exclusi-
coherencia con la condición humana. Bueno es simplemente lo que vamente heterónomo puede aplicarse también para una moral social
Dios ordena y porque Él así lo prescribe5• Para Tomás de Aquino, en católica que pretendiera encontrar su fundamentación tan sólo en la
cambio, el fundamento de ia moralidad es la estructura de la misma doctrina social de la Iglesia. Los pronunciamientos papales, por muy
naturaleza. De esta forma se subraya la importancia de la creación y se respetables que sean, no constituyen la base de lo recto y lo justo, si-
dan los primeros pasos para la afirmación de la ley natural6 . El propio no que tan sólo lo reflejan, lo promueven y lo proponen de forma au-
santo Tomás advierte que en los actos humanos, el bien y el mal no es- torizada en un determinado momento de la historia'º·
tán determinados por una prescripción legal, sino por el orden natural,
como una y otra vez recuerda la encíclica Veritatis splendor7 .
Heredera del nominalismo, la pretensión de fundamentar el juicio b) El criterio de una revelación
ético sobre la positividad de la ley ha marcado el rumbo de la moder-
nidad. Arropada y justificada por el contrato social, la ley es la ultima En una sociedad oficialmente creyente era posible vincular las exi-
ratio para la determinación de lo bueno y de lo malo, entendido como gencias de la moral social con las normas deducidas de una revelación
lo lícito y lo ilícito. Ahora bien, es preciso recordar que el contrato so- positiva. Es cierto que tal planteamiento no estaba exento de dificulta-
cial dejó con frecuencia fuera de sus cláusulas algunos valores, dere- des. Estas dificultades provenían tanto del texto sagrado como de los
chos humanos y deberes sociales que no consideraba regulables. A destinatarios de su mensaje.
ello contribuyó la confusión entre lo biológico y lo cultural, la cual vi- Por lo que se refiere a lo primero, surgían dudas en torno a la se-
no a oscurecer la reflexión ética sobre los derechos de los esclavos, de lección de unas normas reveladas sobre otras; normas que habían na-
los negros o de las mujeres. cido separadas entre sí por el tiempo y el espacio concreto en que se
Sabemos que la ley es necesaria para la regulación de la sociedad, formularon. Por lo que se refiere a los destinatarios de las normas re-
pero no puede ser considerada como la última razón de los valores éti- veladas, se trata evidentemente de los creyentes. Pero ese hecho indis-
cos. Si la ley puede exigir el cumplimiento de los deberes de la perso- cutible planteaba algunos interrogantes: ¿Podrían afectar tales normas
a los no creyentes? ¿Cómo fundamentar la moral social en una socie-
4. G. Angelini, Teologia Mora/e Fondamentale, Milano 1999, 20. dad multicultural y multirreligiosa?
5. Cf. L. Vereecke, De Guillaume D 'Ockham a Saint Alphonse de Liguori, Roma
1986, 149- 167 («Vobligation morale selon Guillaume D ' Ockham>>).
6. «Non enim Deus a nobis offenditur nisi ex eo quod contra nostrum bonum agi- 8. León XIII, Grande est notrejoie (19.9. 1891), en F. Rodríguez (ed.), Doctrina
mus» (Tomas de Aquino, Suma contra gentes, 3, 122), texto recordado por la Instruc- p ontificia. Documentos sociales, Madrid 2 1964, 303.
ción de La Conferencia episcopal española, La verdad os hará libres, 38. 9. León XIII, Graves de communi, [10), en Grande est notrejoie, 367.
7. lbid., 3, 129: «Patet igitur quod bonum et malum in humanis actibus non solum 10. J. R. Flecha, Mora/fundamental. La vida según el Espíritu, Salamanca, 2005 ,
sunt secundum legis positionem, sed secundum naturalem ordinem»; cf. VS 43-44. 251-255.
30 Premisas y fandamentos Fundamentos de la moral social cristiana 31

Es cierto que, en el estudio y análisis de la problemática social, el bre, sujeto de derechos y deberes, es el primer principio y, se puede
magisterio de la Iglesia evoca en algunas ocasiones el pensamiento de decir, el corazón y el alma de la enseñanza social de la Iglesia» 12 .
la Sagrada Escritura. Pero, aun reconociendo su valor para los creyen- Dicho principio permanente de la reflexión social cristiana no ha
tes, los textos bíblicos invocados son recordados a modo de confirma- sido elegido al azar. No puede pensarse en una moral social que no se
ción de afirmaciones que han nacido de la experiencia humana y han apoye en una antropología integral. La teología moral social habrá de
sido estructuradas y aclaradas por la razón. Contra lo que a simple vis- tener en cuenta la antropología filosófica y también la antropología
ta pudiera parecer, la misma doctrina de la Iglesia reconoce la inade- teológica. Es preciso detenerse un momento sobre esta afirmación.
cuación de las fuentes bíblicas para fundamentar el juicio sobre pro- Resulta evidente que las normas morales no brotan de pronuncia-
blemas sociales coyunturales. Así lo pone de manifiesto Juan Pablo II mientos positivos. Estos han de encontrar su fundamentación en la
en su encíclica Fides et ratio: verdad última del ser humano. Tal apelación había sido ya explicitada
La teología moral necesita aún más la aportación filosófica. En efecto, por León XIII en la encíclica Libertas praestantissimum, como ha
en la Nueva Alianza la vida humana está mucho menos reglamentada por puesto de relieve Juan Pablo 11 al afirmar que «el totalitarismo nace
prescripciones que en la Antigua. La vida en el Espíritu lleva a los cre- de la negación de la verdad en sentido objetivo» (CA 44). Esa verdad,
yentes a una libertad y responsabilidad que van más allá de la ley misma. fuente y apoyo de la moral social, es a la vez una verdad sobre la crea-
El Evangelio y los escritos apostólicos proponen tanto principios genera- ción del mundo y sobre la redención del ser humano (CA 51 a), con-
les de conducta cristiana como enseñanzas y preceptos concretos. Para creto e histórico (CA 53). Otra cosa es que el sentido último de ese
aplicarlos a las circunstancias particulares de la vida individual y social, ser humano, previamente conocido a partir de la experiencia y de la
el cristiano debe ser capaz de emplear a fondo su conciencia y la fuerza razón, compartidas por todos, haya sido de hecho iluminado por la re-
de su razonamiento. Con otras palabras, esto significa que la teología velación divina (CA 54).
moral debe acudir a una visión filosófica correcta tanto de la naturaleza
Así, resumiendo el fondo de sus reflexiones sobre la moralidad,
humana y de la sociedad como de los principios generales de una deci-
sión ética11•
afirma la encíclica Veritatis splendor: «En la cuestión de la moralidad
de los actos humanos y particularmente en la existencia de los actos
En consecuencia, la teología moral de la sociedad, aun valorando intrínsecamente malos, se concreta en cierto sentido la cuestión mis-
la importancia de las leyes positivas y de la revelación, habrá de pre- ma del hombre, de su verdad y de las consecuencias morales que se
derivan de ello» (VS 83).
guntarse por el fundamento antropológico de los juicios que le mere-
ce la realidad social. El cristiano ha de recorrer junto al no cristiano La esencia de la persona orienta su presencia. La verdad integral
un camino común hacia el servicio al ser humano concreto. Por ello, del ser humano, su dignidad y su vocación, su ser-así y su ser-para-los-
mejor es que ambos busquen una base antropológica compartida de otros, su origen y su destino determinan lo que ha de hacer y el trato
cara a establecer las motivaciones de su actuación y los criterios para que ha de recibir, sus deberes y sus derechos como persona y como
miembro de la sociedad.
evaluarla.

d) La revelación del ser humano


c) La verdad del ser humano

Una vez sometidos a sospecha los dos modos de fundamentación Ahora bien, la lectura racional de la dignidad del ser humano no
que acaban de ser expuestos, parece necesario apelar a la dignidad on- sólo no invalida, sino que demanda una lectura creyente de su esencia
tológica del ser humano, con independencia de sus cualidades adjeti- y su presencia en el mundo. Para la fe cristiana, sólo el hombre es de-
finitivamente comprensible en relación al Dios trinitario.
vales. La moral social, como la moral en general, habrá de apelar a la
verdad última del ser humano: «El hombre, como ser inteligente y li-
12. Congregación para la Educación católica, Orientaciones para el estudio y en-
señanza de la Doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes
11. Juan Pablo Il, Fides et ratio, 68. (30.12.1988), 31.
32 Premisas y fundamentos Fundamentos de la moral social cristiana 33

1. El ser humano es imagen del Dios creador. Por tanto, una de las co, posee una dignidad no homologable con ninguna otra criatura, y
convicciones fundamentales del cristianismo puede expresarse me- por tanto ha de ser considerada y tratada como imagen viviente del
diante las siguientes palabras: «Cada persona es idea de Dios» 13. Se- Dios de la vida.
gún la primera página de la Biblia, el ser humano ha sido creado «a Recuérdese cómo Juan Pablo II explicita algunas exigencias éticas
imagen de la semejanza» de Dios. Son bien conocidas las diversas in- de esta iconalidad que remite el ser humano a Dios:
terpretaciones que, en cada momento cultural, se han ido atribuyendo Urge cultivar, en nosotros y en los demás, una mirada contemplativa.
a esta afirmación14 . La propia revelación nos sugiere un significado Esta nace de la fe en el Dios de la vida, que ha creado a cada hom-
relacional y dinámico. El ser humano es imagen de Dios, y por tanto bre haciéndolo como un prodigio. Es la mirada de quien ve la vida en
está dotado de Ja capacidad de conocer y amar a su Creador (GS 12c). su profundidad, percibiendo sus dimensiones de gratuidad, belleza,
Además, esa iconalidad le lleva a comportarse con sus semejantes co- invitación a la libertad y a la responsabilidad. Es la mirada de quien
mo se comportaría Dios con el resto de sus hijos. El que es imagen de no pretende apoderarse de la realidad, sino que la acoge como un
Dios, finalmente, ha sido llamado a ejercer con él una función de con- don, descubriendo en cada cosa el reflejo del Creador y en cada per-
creador del mundo. Es el visir y lugarteniente de Dios, encargado por sona su imagen. Esta mirada no se rinde desconfiada ante quien está
enfermo, sufriendo, marginado o a las puertas de la muerte, sino que
él de regentar el orden del jardín en el que ha sido situado. El ser hu-
se deja interpelar por todas estas s ituaciones para buscar un sentido
mano es co-responsable de la creación y encargado de «gobernar el y, precisamente en estas circunstancias, encuentra en el rostro de ca-
mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella da persona una llamada a la mutua consideración, al diálogo y a la
se contiene» (GS 34). El imperativo divino (Gn 1, 26-27) no es una solidaridad 17•
autorización para dominar a su antojo el mundo, sino para custodiar-
lo y cultivarlo. El hombre no ha sido creado para dominar el mundo, 2. Siendo imagen de Dios, el hombre es para la fe cristiana un se-
sino para aprender a dominar el dominio 15 • guidor-imitador de Jesucristo, con el que está llamado a identificarse.
El tema del hombre creado a imagen de Dios desempeña un papel La fe cristiana ha hecho del «seguimiento» una forma de expresión
insustituible en la fundamentación de una teología moral cristiana 16 . Si indispensable para describir las relaciones del cristiano con Jesucris-
la revelación nos presenta al hombre en la perspectiva de la «iconali- to1 8. Las relaciones del cristiano y las de todo ser humano. El para-
dad», el sujeto agente de la moralidad puede ser descrito como tal en digma del seguimiento tiene una hondura antropológica. Ser hombre
cuanto es y se comporta como imagen de Dios, creador y señor del es ser llamado (Me 1, 16-20). La vocación exige una renuncia a la
universo, y en cuanto realiza en si mismo, por la gracia del Espíritu, la propia comprensión de la vida, incluye un aprendizaje (Mt 9, 13) y,
imagen perfecta y definitiva de Dios que nos ha sido revelada en Je- en consecuencia, una conversión 19 . Seguir a Jesús implica renunciar a
sucristo. Pero, por otra parte, la persona, en cuanto objeto -sit venia uno mismo, tomar la cruz y estar dispuesto a imitarle (Le 9, 23-26;
verbo-, es decir, en cuanto término y receptor del comportamiento éti- 14, 25-33)2º.
El seguimiento no se limita a la simple aceptación histórica de Je-
13. J. Ratzinger, Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Barcelona sús, sino que se extiende a la asunción y realización de los valores que
2005 , 71. configuran el reino de Dios: la atención compasiva hacia los pobres y
14. Cf. J. R. Flecha, La opción por el hombre, imagen de Dios, en la ética cristia-
na, en N. Silanes (ed.), El hombre, imagen de Dios, Salamanca 1989, 115-14 1.
marginados, los hambrientos y encarcelados, en los que «el rey» es re-
15. En el siglo XVI, aun conociendo las opiniones teológicas habituales, el teólo- presentado cada día (Mt 25, 31-46)21. Seguidor de Jesús, el hombre se
go leonés fray Cipriano de la Huerga se aleja de ellas al poner la razón de esa iconalidad
y semejanza no en los componentes psicosomáticos, sino en la capacidad con-creadora
del ser humano y en su responsabilidad sobre el mundo creado: «Según mi opinión, es- 17. Juan Pablo II, Evangelium vitae, 83; cf. J. R. Flecha, Mora/fundamental, 145-
ta grandeza y superioridad del hombre y su similitud con Dios está cimentada en que 162.
Dios le ha colocado como dueño de todos los restantes seres vivientes» (Commentaria 18. Cf. O. González de Cardedal, Cristología, Madrid 200 l, 154.
in Librum Job 7, edición y traducción de C. Miguélez Baños, Cipriano de la Huerga. 19. E. Schillebeeckx, Jesús. La historia de un viviente, Madrid 1981, 202-203.
Obras completas ll, León 1992, 384-385). 20. Cf. A . Queralt, Vr.eu, en Dictionnaire de Spiritualité XVI, 1994, 1184-1186.
16. Cf. D. Tettarnanzi, L'uomo, immagine di Dios. Lineefondamentali di mora/e 2 l. D. O. Via, Ethical Responsability and Human Wholeness in Matthew 25, 31-46:
cristiana, Casale Monferrato 1992. Harvard Theological Review 80 (1987) 79-100.
34 Premisas y fundamentos Fundamentos de la moral social cristiana 35

convierte en representación intramundana de su rostro, en sacramen- Jesucristo es, pues, la revelación de Dios al hombre. Pero es tam-
to del Hijo de Dios22• bién la revelación plena y definitiva del ser humano. Del hombre y no
El seguimiento de Jesús, por otra parte, se refleja en Ja propuesta de sólo del cristiano confesante. «Jesús es la suprema posibilidad y pro-
sus valores fundamentales: los que han informado su propia vida y han moción de lo humano porque es la encarnación de Dios. Él ha llevado
de informar Ja de sus discípulos. Las bienaventuranzas (Mt 5, 3-10)23 no Ja humanidad hasta sus mejores posibilidades porque en él Dios llevó
son un sistema ético alternativo en el sentido nominalista, que las llega su divinidad hasta el límite supremo de humillación, compasión y
a presentar como una nueva «le)')>. Son un verdadero código antropoló- muerte con nosotros»26•
gico. En ellas se proclama la identidad verdadera del ser humano. Al mostrarlo a la multitud, Pilato dijo más de lo que pretendía:
En el evangelio de Juan el seguimiento de Jesús (Jn 1, 37.38.40.43) «Aquí tenéis al hombre» (Jn 19, 5). En él coinciden la individualidad
no se agota con ir detrás del Maestro, sino que conduce a una vida de y la universalidad. Para la fe cristiana, esa frase no sólo es mostrativa
comunión con el Hijo de Dios. Seguir a Jesús lleva a permanecer en él. de un individuo concreto, sino también reveladora de la identidad últi-
El seguimiento es una clave para definir toda la vocación cristiana, ma y más verdadera del hombre y de lo humano. Jesús, imagen del
con su parte de sufrimiento (Jn 13, 36-37; 21 , 19-22) y con su culmi- Dios invisible (Col !, 15), es también el icono del hombre. Lo es y es-
nación en una comunión de vida con el Señor. Esa comunión es pre- tá llamado a serlo constantemente. El paradigma ontológico se con-
sentada como un caminar en su luz (Jn 8, 12) y expresada en términos vierte, por tanto, en paradigma ético. La imitación es vocación. Para la
de convivencia en un lugar: «El que me sirva que me siga, y donde yo fe cristiana, ser hombre significa imitar a Jesucristo, tratar de repro-
esté, allí estará también mi servidorn (Jn 12, 26). ducir sus rasgos y sus gestos, compartir su suerte y su muerte.
Para Pablo, seguir a Cristo es conformarse con él en su misterio de 3. El hombre es guiado por el Espíritu de Dios. Los apóstoles fue-
muerte y de resurrección. Esta conformidad se inaugura en el bautis" ron confirmados en su misión el día de Pentecostés, según la promesa
mo (Rom 6, 3ss) y debe profundizarse por la imitación diaria (2 Cor 1, del Señor: «Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre
1), por la comunión voluntaria en la vida y en el sufrimiento de Cris- vosotros, y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda la Judea
to, en medio del cual se despliega el poder de la resurrección (2 Cor 4, y Samaría y hasta el último confin de la tierra» (Hch 1, 8, citado en
IOs; 13, 4; Flp 3, lOs; cf. 1Pe2, 21). LG 19). Los apóstoles y el pequeño grupo de seguidores de Jesús fue-
Pablo expresa toda la riqueza de esta dimensión dinámica y cristo- ron enriquecidos por Cristo con una efusión especial del Espíritu san-
céntrica del existir cristiano sirviéndose de la expresión «en Cristo», o to (LG 21).
más frecuentemente «en Cristo Jesús» 24 . Los cristianos están en Cris- Aquella fuerza de Dios, que baja sobre los discípulos, los conduce
to, en cuanto que, bautizados eis Christón, tienen ya a Cristo (1 Cor 1, hasta la verdad completa (Jn 16, 13) y los santifica en la verdad (Jn 17,
13.16). Pero si los cristianos están en Cristo, también Cristo está en 17), garantiza su pertenencia a Cristo (Rom 8, 9) y les ayuda a morti-
ellos," como un con-sujeto de su vida integral (Gal 2, 20). Como Adán ficar en ellos las obras de la carne (Rom 8, 13), los ayuda en la debi-
vive en los hombres, sus descendientes, así también Cristo vive en los lidad e intercede por ellos (Rom 8, 26). El Espíritu de Dios realiza la
fieles, compartiendo con ellos su vida resucitada de entre los muertos. unificación de las personas en el amor (Hch 2, 11) gracias a la multi-
La vida nacida de la resurrección de Cristo constituye su verdadera vi- tud de dones que derrama sobre ellas (1 Cor 12, 4). Donde está el Es-
da: vida para Dios en la fe del Hijo de Dios, vida de Cristo en nosotros píritu del Señor allí están la libertad y la verdadera realización del ser
(1 Tim 1, 16), que desemboca en la vida eterna25. humano (2 Cor 3, 17). Gracias a él, los hombres pueden reconocer a
Dios como Padre (Gal 4, 6) y gustar los frutos de una vida nueva y ar-
22. Cf. J. B. Metz, Antropocentrismo cristiano, Salamanca 1972, 132; J. R. Flecha,
Seguimiento de Cristo y moral cristiana, en F. J. A larcos (ed.), La moral cristiana como moniosa (Gal 5, 22-25).
propuesta. Homenaje al profesor Eduardo López Azpitarte, Madrid 2004, 219-244. En los documentos del Vaticano II se encuentra una frase llena de
23. J. Dupont, Les béatitudes, Paris 1969-1973 (2ª ed.); G. Lohfink, El sermón de profundo sentido antropológico: «El Espíritu santo obraba ya, sin du-
la montaña, ¿para quién?, Barcelona 1989.
24. M. Bourtier, En Christ, Paris 1962, 3 1-69.
25. J. R. Flecha, El cristiano y la esperanza: Studium Legionense 17 (1976) 11-66, 26. O. González de Cardedal, «Dios en Cristo: el hombre, la salvación y la exis-
en especial 19-28. tencia cristiana», en Historia, hombres, Dios, Madrid 2005, 581.
36 Premisas y fundamentos Fundamentos de la moral social cristiana 37

da, en el mundo antes de que Cristo fuera glorificado. Sin embargo, el tituyen los puntos de apoyo de la moral social cristiana y de todo el
día de Pentecostés descendió sobre los discípulos para permanecer con conjunto de la doctrina social de la Iglesia29 .
ellos para siempre» (AG 4). Siempre había estado ahí el Espíritu. Se
hallaba en el mismo ser del hombre. En el respeto a su dignidad. En
la promoción de sus derechos. En la búsqueda sincera del sentido de la 3. Persona y sociedad
vida. La glorificación de Cristo realiza y evidencia la presencia en el
hombre del Espíritu que humaniza. Así pues, el don de la fe no viene a anular los hallazgos de la razón
El es el Espíritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la vida humana sobre la dignidad de la persona y sobre su tarea en la socie-
eterna (Jn 4, 14; 7, 38-39), por quien el Padre vivifica a los hombres dad. Al contrario. La fe es una imponente fuerza transformadora de la
muertos por el pecado hasta que resucite sus cuerpos mortales en Cris- vida de la persona y de la sociedad entera30•
to (Rom 8, 10-11). El Espíritu, en efecto, «vivifica al pueblo de Dios e Dicho esto, volvamos al binomio persona-sociedad para intentar
impulsa a todos los hombres a amar a Dios Padre y al mundo y a los repensar algunas de las tareas que tal condición antropológica señalan
hombres en Él» (AA 29c). Un amor que es señorío y respeto ecológi- para una elemental actuación moral. Es preciso preguntarse por las
co ante el mundo. Un amor que es fraternidad ante los hombres. Un responsabilidades de la persona frente a la sociedad y de la sociedad
amor que es filialidad ante Dios. con relación a la persona.
Esa vida nueva es una vida nacida de una vocación, realizada en Nuestra reflexión se reduce a unas pocas sugerencias elementales
una itinerancia lenta, paciente y esperanzada, y orientada hacia la con- que podrían ser desarrolladas en los campos concretos de la actividad
sumación en el encuentro con Dios. La santidad de la vida es referen- humana, algunos de los cuales reclaman un puesto en este manual de
cial. Brota del Dios que la llamó al ser y del Dios que la acoge en su moral social.
eternidad. Nacida del amor, al amor está llamada y convocada para
siempre. La dignidad de la vida humana «no sólo está ligada a sus orí-
a) De la coexistencia a la convivencia
genes, a su procedencia divina, sino también a su fin, a su destino de
comunión con Dios en su conocimiento y amorn (EV 38). Se ha dicho más arriba que una reflexión y una dinámica social ba-
Así pues, la peripecia del hombre recibe una nueva luz de la reve- sadas solamente en las orientaciones legales, tienden a olvidar la fun-
lación. En la autodonación del Dios trinitario, el ser humano redescu- damentación de la ética en la dignidad ontológica y en la verdad últi-
bre su identidad de ser pístico, elpídico y agápico 27 • El hombre, por su ma de la persona. Sin embargo, la presión de lo legal no puede ser
propia naturaleza, es un ser que cree, espera y ama. Pero en diálogo definitiva. De hecho, la dignidad ontológica del ser humano está sien-
con Dios puede descubrir que Dios cree en él, espera en él y le ama. do redescubierta gracias a tres acontecimientos históricos que van ga-
Las virtudes teo-logales lo son, antes que nada, por tener a Dios como nando una relevancia cada vez mayor en el ámbito de la cultura con-
sujeto. Sólo en respuesta a esa iniciativa, y en gracia de la misma, el temporánea: los movimientos de defensa de los derechos humanos, el
ser humano se autotrasciende creyendo en quien creyó en él, esperan- cuestionamiento ético que suscitan algunos pasos de la moderna bio-
do en quien en él esperó y amando a quien lo ha amado y lo amará pa- tecnología y la reivindicación ecológica del respeto al ambiente y la
ra siempre. biodiversidad. Esos tres fenómenos culturales de nuestro tiempo están
Aun apoyándose en la verdad última del ser humano, la moral social planteando de manera más o menos radical la cuestión sobre lo natu-
cristiana no se cierra a la posibilidad de la revelación histórica acerca de ral, la ley natural y la verdad última del ser humano.
su ser y su vocación28 . En consecuencia, la racionalidad y la fe cons-
29. Cf. J. R. Flecha, La doctrina Social de la Iglesia como dimensión ética de la
27. Cf. P. Laín Entralgo, Creer, esperar, amar, Barcelona 1993, 9-1 l ; J. R. Flecha, fe, en El Padre Dehon y la Doctrina social de la Iglesia, Pozuelo de Alarcón 2006,
Vida cristiana, vida teologal. Para una moral de la virtud, Salamanca 2002. 83-100.
28. Hasta un agnóstico como Jürgen Habermas ha escrito que es necesario «man- 30. Cf. J. Bullón, La fe,fuerza transformadora en la sociedad, en M. A. Pena-J. R.
tener la distancia ante la religión sin cerrarse a la perspectiva de ésta» (En elfaturo de la Flecha-A. Galindo (eds.), Gozo y esperanza. Memorial Pro/ Dr. Julio A. Ramos Gue-
naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?, Barcelona 2002, 244). rreira, Salamanca 2006, 845-872.
38 Premisas y fundamentos Fundamentos de la moral social cristiana 39

Así, el movimiento ecológico ha apelado a un nuevo paradigma de cribía la libertad humana como un ejercicio de elección y discerni-
comprensión del ser humano que, a primera vista, parece lesivo para miento entre los medios que conducen a un fin: «Considerada en su
su dignidad y sus derechos. Sin embargo, si se observa con justeza, el misma naturaleza, esta libertad no es otra cosa que la facultad de ele-
diseño de un ambiente en equiÜório sostenible, asumido con coheren- gir entre los medios que son aptos para alcanzar un fin determinado,
cja: ayud~r,á ~ ~lantear la ~vehtili-a humana en términos de globalidad en el sentido de que el que tiene facultad de elegir una cosa entre mu-
ontológica 'y 'relacional. . d ' " chas es dueño de sus propias acciones» 32•
•(Semejante antropología integral, aquí evocada, nos recuerda que el 1. Ahora bien, ese fin al que se orientan los medios no es neutro
ser humano no es una mónada aislada. Su ser-humano lo sitúa en re- desde el punto de vista ético. El fin buscado puede aportar la feli-
lación con otros seres no humanos y, sobre todo, con otros seres-hu- cidad o el fracaso a la persona individual y a la comunidad. Por eso
manos. Para todo ser viviente, vivir consiste en interaccionar. Para el la libertad, que es el mejor florón de la corona de la dignidad hu-
viviente personal vivir es relacionarse y coexistir, es convivir. mana, dificilmente resulta alcanzable sin desgarros y dolores. La li-
El paradigma de las interacciones cósmicas queda superado cuali- bertad, en efecto, no es un punto de partida, sino de llegada.
tativamente por las relaciones del ser humano dotado de libertad, de Ya santo Tomás apuntaba que las elecciones humanas han de ser
capacidad de elección y, por tanto, de responsabilidad. El hombre es el tomadas humanamente, es decir, de acuerdo con su naturaleza racional
primer liberto de la creación. y no por capricho. Lo cual equivale a afirmar que la libertad del hom-
La teología moral social podrá apelar a esas observaciones de la bre ha de responder a su íntima verdad. La libertad no es la facultad de
moderna ecología para subrayar la vocación humana a actuar respon- elegir entre el bien y el mal. «El poder de hacer el mal no es la libertad
sablemente en un medio que modifica a la persona y al tiempo es mo- ni una parte de la libertad, aunque sea un cierto signo de libertad»33•
dificado por ella. El concilio Vaticano II constata por todas partes la sed de libertad
Curiosamente, la revelación cristiana, lejos de negar esos datos, (GS 6f.9c) y la exigencia de que el hombre goce y use tanto del propio
ayudará a aclararlos desde un esquema divino-trinitario, es decir, a la criterio como de la libertad responsable (DH la). Se congratula del en-
luz del proyecto creador de Dios y de la realidad salvífico-sacramen- tusiasmo lícito ante la libertad y lamenta las deformaciones que la
tal que Jesucristo y su mensaje aportan para la comprensión de un uni- confunden con la mera licencia para hacer cualquier cosa, aunque sea
verso que el Espíritu llevará a la verdad completa. mala, con tal de que ofrezca deleite (GS 17). Una mirada a la realidad
social recuerda que el ejercicio de la libertad es dificultado por las
condiciones de extrema necesidad, pero también por un estilo de vida
b) De la libertad a la liberación demasiado acomodado. Ambas situaciones hacen dificil la experiencia
de la libertad como convivencia y servicio a la comunidad (GS 3lb).
Esa verdad completa no se alcanza de forma mágica. El ser huma- Por ello, el Concilio subraya el aspecto humano de la vinculación en-
no ha de enfrentarse a menudo con las encrucijadas de elecciones an- tre libertad y responsabilidad (DH 7b). Ser libres significa ser respon-
te las que ha de ejercer su libertad. De ahí la realidad apasionante y sables de algo ante alguien.
misteriosa que ha sido descrita como una auténtica «Teodramática»31 • Por otra parte, la apelación a la libertad no está exenta de las ten-
El universo cósmico, creado como bueno, ofrece al ser humano taciones del reduccionismo. De ahí que nadie pueda pretender ser libre
unos signos ambivalentes. El lenguaje del cosmos es a la vez revelador de forma parcelada. No existe una libertad para el cuerpo si no se al-
y hermenéutico. La ambigüedad está todavía más presente en el uni- canza la libertad para el espíritu. No existe la libertad individual si no
verso histórico, configurado por las elecciones de los seres humanos. se propugna la libertad para la comunidad. Nadie puede presumir de
En su escenario se entrecruzan el bien y el mal, las decisiones huma- ser libre mientras siga habiendo esclavos a su alrededor.
nizadoras y las más deshumanizadoras. El don y la tarea de la libertad
humana son a la vez problema y misterio. Ya el papa León XIII des- 32. León XJU, Libertas praestantissimum, 5, en ASS 20 ( 1887), 593-613; también
en la edición de F. Guerrero, El magisterio pontificio contemporáneo II, 1991, 467.
31. Tal es el título general de cinco volúmenes que configuran la segunda parte de 33. Tomás de Aquino, De veritate, 22, 6; cf. J. Baucher, liberté, en DTC IX,
la gran obra teológica de H. U. von Balthasar, Teodramática, Madrid 1990-1996. 660-703.
40 Premisas y fundamentos Fundamentos de la moral social cristiana 41

2. El don de la libertad se convierte así en vocación a la liberación. c) De la solidaridad a la fraternidad


Son miles de millones las personas que se sienten esclavizadas por
otras personas o por las estructuras de injusticia y de pecado que les Como se habrá de repetir en esta obra, el ideal de la modernidad se
impiden vivir dignamente. Ya el concilio Vaticano II reconocía que gestó sobre la defensa de los lemas de la libertad, la igualdad y la fra-
«aunque casi todos los pueblos han alcanzado la independencia, distan ternidad. Aquel programa constituyó una de las utopías más fecundas
mucho de verse libres de excesivas desigualdades y de toda suerte de de la historia. Aunque muy pronto fue troceado de forma vergonzosa.
inadmisibles dependencias» (GS 85). Poco después, en la encíclica La revolución liberal occidental proclamó el derecho a la libertad,
Populorum progressio, Pablo VI habla con claridad de «construir un pero no se cuidó tanto de promover la igualdad. La revolución marxis-
mundo en el que todo hombre, sin excepción de raza, de religión, de ta oriental, alardeó de promover la igualdad entre los ciudadanos, pe-
nacionalidad, pueda vivir una vida más plenamente humana, liberada ro en su intento hubo de reprimir con toda crueldad la libertad. Toda-
de las servidumbres que le vienen de otros hombres y de una natura- vía falta por imaginar la síntesis de una tercera revolución, la de la
leza insuficientemente dominada» (PP 47; cf. OA 45). fraternidad. Sólo ella podrá contribuir a diseñar una libertad más igua-
En esta línea se sitúa la teología de la liberación 34 . La buena nueva litaria y a disfrutar de una igualdad más libre, feliz y humanizadora.
de Jesús ha de afectar a todas las formas de esclavitud que mantienen La cultura contemporánea, con todo, parece sentir un cierto pudor
a la persona incapacitada para alcanzar su dignidad y sus derechos. ante la mera evocación de la fraternidad38 • Quizá por ello, trata de sus-
«La libertad no es sólo un derecho que se reclama para uno mis- tituirla co·n la promoción de la «solidaridad». Tal sustitución, sin em-
mo, es un deber que se asume en favor de los demás»35 . De nuevo la bargo, no le resulta ajena al mundo secular. Efectivamente, ni la expe-
experiencia humana, por racional y secular que parezca, encontrará en riencia ni la razón nos descubren en el «otro» a un hermano. El «Otro»
el mensaje cristiano un apoyo sincero para incluir tales perspectivas li- es alguien diverso, que con frecuencia es percibido como un obstácu-
beradoras en el marco de la teología moral social. Esta tiene como fi- lo para el logro de los propios intereses. Para afirmar la fraternidad se
nalidad iluminar y promover una praxis cristiana que realice y encar- precisa un acto de fe. Fe humana y fe teologal. La primera nace de la
ne el mandamiento del amor, para restituir al ser humano la verdadera aceptación de un dato «invisible» que podemos denominar la comuni-
libertad y la liberación radical obrada por Jesucristo36• dad de origen, de vida y de destino, que florece en actitudes fiduciales.
De hecho, no puede ser justa una sociedad que se organiza elimi- La segunda nace del reconocimiento de la paternidad universal y aco-
nando el ámbito en el que las personas pueden reivindicar el derecho gedora de Dios, que florece en el ejercicio de la caridad.
y el ejercicio de la libertad. El resultado de semejante situación sería La vivencia de la filialidad humana respecto a Dios y la vivencia
la desorganización y la decadencia progresiva de la vida social. En de la fraternidad entre los humanos se reclaman y se complementan.
consecuencia, la responsabilidad moral exige tener en cuenta esta vo- La teología moral social debe integrar esa doble relación antropológi-
cación a la libertad que está inserta en la misma naturaleza hilmana37 • ca para posibilitar el testimonio de un compromiso ético coherente y
Nadie puede ser libre a solas. Como se dice en el Compendio de doc- responsable. Su estudio teórico ha de impulsar el compromiso de to-
trina social de la Iglesia, «evangelizar el ámbito social significa in- dos y cada uno de los creyentes con relación a sus hermanos, espe-
fundir en el corazón de los hombres la carga de significado y de libe- cialmente los más pobres. Juan Pablo JI señalaba con fuerza el «pano-
ración del Evangelio, para promover así una sociedad a medida del rama de la pobreza que puede extenderse indefinidamente, si a las
hombre en cuanto que es a medida de Cristo; es construir una ciudad antiguas añadimos las nuevas pobrezas que afectan a menudo a am-
del hombre más humana porque es más conforme al reino de Dios» bientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos
(Compendio de doctrina social de la Iglesia, 63; cf. 82). a la desesperación del sinsentido, a la insidia de la droga, al abandono
en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la dis-
34. Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, Salamanca 1972, 62-69. criminación social» (NMI 50).
35. Juan Pablo Il, Mensaje para la Jornada mundial de la paz 1981, 7.
36. Cf. Congregación para la Doctrina de la fe, instrucción Liberta/is conscientia,
71, en AAS 79 (1987), 585. 38. Cf. J. R. Flecha, La fraternidad como vocación ética, en J. L. Illanes (ed.), El
37. Cf. Juan Pablo 11, encíclica Centesimus annus, 25. Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Pamplona 2000, 409-425.
42 Premisas y fundamentos

Ante semejante panorama, sigue diciendo el Papa, el cristiano 2


«debe aprender a hacer su acto de fe en Cristo, interpretando el lla-
mamiento que él dirige desde este mundo de la pobreza. Se trata de FE CRISTIANA Y MORAL SOCIAL
continuar una tradición de caridad que ya ha tenido muchísimas ma-
nifestaciones en los dos milenios pasados, pero que hoy quizás re-
quiere mayor creatividad».

4. Conclusión

Gracias al rigor de su planteamiento y a la fidelidad al ser humano, Toda teo-logía incluye y determina una teo-praxis. La manera de
la teología moral social puede contribuir a promover la nueva «imagi- comprender a Dios, su esencia y su presencia, conlleva una forma ca-
nación de la caridad» ansiada para el tercer milenio cristiano. racterística de comprender al hombre, su ser y su quehacer. Tanto la
Así pues, como ya hiciera el Concilio (GS 13) y mucho antes los
antropología como la ética se encuentran estrechamente vinculadas
escritos del Nuevo Testamento (Tit 2, 12), la teología moral social
con la teología. Esta a su vez se nutre de la riqueza de la revelación bí-
comprende al hombre en su triple relación ontológico-moral con el
blica recogida, meditada y transmitida a las nuevas generaciones por la
mundo creado, la familia humana y el Dios creador. Su señorío res-
ponsable ante el mundo, su fraternidad solidaria ante sus semejantes, tradición vida de la Iglesia.
sufilialidad confiada y operante ante Dios, constituyen las notas ine- En la tradición bíblico-teológica se encuentran al menos tres refe-
vitables de su humanidad. He ahí su verdad ontológica, ante la cual rencias fundamentales para la fundamentación y articulación de la teo-
palidecen y se convierten en reduccionistas otras pretendidas notas logía moral social: la fe en la Trinidad, la comprensión del ser humano
constitutivas, como las referidas al sexo o la raza, la pobreza o la ri- como imagen de Dios y la proclamación del amor de Dios a los pobres
queza, la aportación del capital o del trabajo. y marginados de este mundo.
A esas tres referencias teológicas se dedican las páginas que con-
figuran este capítulo.
PAUTAS DE TRABAJO

1. ¿Se valora en la vida cotidiana la necesidad de fundamentar la ética so- 1. Trinidad y vida moral
cial cristiana? Además de las diversas fundamentaciones que se han propues-
to históricamente, ¿no cabría sugerir algunas otras?
Si la teología moral fundamental hunde sus raíces en la fe cristiana
2. Todo esquema moral brota de una determinada antropología. ¿Qué con-
secuencias éticas se derivan de la concepción antropológica cristiana y la que en la Trinidad, esta misma fe sustenta la acción moral del creyente en
está vigente en nuestra sociedad? la sociedad y la reflexión teórica sobre ese compromiso.
3. Este capítulo opta decididamente por una antropología de la iconalidad. Resulta fácil recordar la conocida opinión de Kant, el cual consi-
El ser humano es imagen de Dios. ¿Qué significa e implica semejante confe- dera que «a partir de la doctrina de Ja Trinidad no se puede hacer ab-
sión de fe en nuestra sociedad? solutamente nada con vistas a lo práctico». Añadía el filósofo, por si
4. Invocar la iconalidad del hombre respecto a Dios parece un retroceso a no bastara, que con la fe en la Trinidad «no se obtendría lo más míni-
una fundamentación demasiado estática, demasiado individual. ¿Reviste esta
mo para el mejoramiento moral» 1• El Catecismo católico alemán tra-
categoría alguna importancia y plausibilidad para la sociedad actual? ¿Será
suficientemente profética y evangelizadora? ta de responder a dicha crítica, crítica que considera que de la confe-

1. Estas opiniones, a las que se suma F. Schleiermacher, han sido recogidas por G.
Greshake, El Dios uno y trino. Una teología de la Trinidad, Barcelona 2001 , 34.
44 Premisas y fundamentos Fe cris tiana y moral social 45

sión en un Dios trino «no se sigue provecho alguno para la fe sencilla 2. Según el concilio Vaticano II, es posible y necesario intentar es-
e inmediata, ni para la vida cristiana»2 . bozar una sistematización de la teología moral cristiana a partir de la
El tratado teológico sobre el Dios de la revelación cristiana ayuda- fe en la Trinidad de Dios <mna e indivisible, que en Cristo y por Cris-
rá a la teología moral a articular sus reflexiones sobre la dignidad de la to es la fuente y origen de toda santidad» (LG 47).
persona humana a partir de la fe en la Trinidad y unidad de Dios3 . La vida trinitaria ad intra y la presencia trinitaria en la historia hu-
mana nos ofrecen el aliento y los datos necesarios para poder ofrecer
un discurso coherente, profundo e integral, sobre la moral social. El
a) Una conciencia antigua y nueva
amor que Dios es en sí mismo ha de servir de modelo e inspiración pa-
Resulta evidente que semejante descubrimiento no es nuevo, sino ra el diseño de una sociedad que trate de respetar los grandes valores
que responde a la más genuina tradición de la Iglesia. La confesión de de la verdad, la paz y la justicia, que constituyen los ejes de la moral
la fe trinitaria siempre ha estado acompañada por la conciencia de la sociaF. Ya Pablo VI situaba en la Trinidad de Dios el origen yelmo-
responsabilidad cristiana que de ella brota. delo del diálogo que la Iglesia considera como parte insoslayable de su
1. En la liturgia bautismal, el catecúmeno confiesa su fe en la Trini- misión:
dad al tiempo que pronuncia su renuncia a todo lo demoníaco que lo Hace falta que tengamos siempre presente esta inefable y dialogal rela-
mantenía precedentemente ligado al mal y al pecado4 . Pero dicha cele- ción, ofrecida e instaurada con nosotros por Dios Padre, mediante Cris-
bración bautismal no constituye el fin del proceso del acercamiento a la to en el Espíritu santo, para comprender qué relación debemos nosotros,
fe. El neófito ha de estar dispuesto a vivir cada día de acuerdo con la fe esto es, la Iglesia, intentar establecer y promover con la humanidad8 .
que ha profesado en su bautismo. Habiendo aceptado el misterio, escri-
be Hilario de Poitiers, «conservará entero e incontaminado en la confe- En el mismo sentido se sitúa la definición que, años más tarde, el
sión de la fe salvadora el misterio de la Trinidad que nos regenera»5 • mismo Papa ofrece de la evangelización: «Evangelizar es, ante todo,
Resulta igualmente ilustrativo el siguiente pasaje de León Magno, dar testimonio de una manera sencilla y directa de Dios revelado por
donde vincula la responsabilidad moral del cristiano con su profesión Jesucristo mediante el Espíritu santo»9 •
de fe bautismal: Aquella doctrina de Pablo VI reflejaba el pensamiento del concilio
Vaticano II, según el cual, la Iglesia, que se sabe instrumento de unión
En nuestra regeneración[ ...] renunciamos al demonio y manifestamos
con Dios en Jesucristo, «enseña al mundo que la genuina unión social
nuestra fe en Dios [ ... ] No está de acuerdo con Dios quien está en desa-
cuerdo con la profesión que hizo en su regeneración, ni quien, olvidan-
exterior procede de la unión de los espíritus y de los corazones, esto
do la alianza divina, sigue aferrado a lo que renunció, apartándose de lo es, de la fe y de la caridad, que constituyen el fundamento indisoluble
que dijo que creía6• de su unidad en el Espíritu santo» (GS 42).
Evidentemente, a pesar de las declaraciones oficiales, queda un
La profesión de la fe en la Trinidad se nos revela, pues, como el largo camino por recorrer. Los cristianos no siempre hemos prestado
fundamento de la moral formulada y de la moral vivida. Se manifies- la suficiente at~nción a la fuerza y a la belleza de los fundamentos tri-
ta no sólo como una idea-madre que ayuda a los cristianos a dar razón nitarios que nuestra fe nos presta para fundamentar la conciencia y la
del porqué y del cómo de su comportamiento moral. Se manifiesta tarea de la vocación social humana y para orientar la marcha misma de
también corno una fuerza que sostiene ese mismo comportamiento la sociedad.
aun en las situaciones más adversas. En un contexto en el que se refería a la importancia del ateísmo en
el mundo contemporáneo, afirmaba el Vaticano II: «A la Iglesia toca
2. Conferencia episcopal alemana, Catecismo católico para adultos. La fe de la hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo encarnado
Iglesia, Madrid 1988, 85.
3. J. R. Flecha, Teología mora/fundamental, Madrid 2003, 24. 7. Cf. las referencias al misterio trinitario que se encuentra, por ejemplo, en la en-
4. Ambrosio de Milán, De Sacramentis, 1, 5, en SC 25 bis, 62-63. cíclica de Juan Pablo Il, Sollicitudo rei socia/is, 36f.40bc.47g.48cd.49d.
5. Hilario de Poitiers, De Trinitate, I, 36 (edición de L. Ladaria), Madrid 1986, 67. 8. Pablo VI, Ecclesiam suam, 73.
6. León Magno, Sermo 63 , 6 y Sermo 66, 3, en PL 54 357 y 366. 9. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 26.
46 Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 47

con la continua renovación y purificación propias bajo la guía del Es- La fe en el misterio de la Trinidad puede liberar al ser humano de
píritu santo» (GS 21) 10• Ja tentación ancestral y siempre renovada de apelar a los ídolos. Su
3. También en el seno de una cultura secular, es preciso redescu- apariencia de divinidades benévolas encierra Ja máxima crueldad de la
brir que la fe en Dios es profunda y definitivamente liberadora. La despersonalización del individuo que adora al fruto de sus manos. En
proclamación de la fe trinitaria puede y debe fundamentar una ética contra de Jo que se dice en las críticas actuales contra el monoteísmo,
de la fraternidad, en la que los grandes valores de la libertad y de la hay que reconocer que la idolatría comporta también Ja mayor fuente
igualdad han de llegar al fin a encontrar su complementariedad y su de agresividad social y de cainismo. Los ídolos nacen de la pobreza
equilibrio 11 • del ser humano, no de la bondad de Dios manifiesta en su donación y
Así lo ha afirmado de forma bastante explícita Juan Pablo 11 en su oblatividad. En consecuencia, la adoración de los ídolos es un signo de
encíclica Evangelium vitae, al tratar de fundamentar sobre la fe en la Ja indigencia, no de Ja riqueza que se genera y se entrega tan sólo en Ja
Trinidad el valor del precepto bíblico «no matarás» y la defensa de to- ternura. Los ídolos no saben de intimidad. No pueden establecer unos
da vida humana: criterios de fraternidad entre los seres humanos y, por tanto, no pueden
El Creador ha confiado la vida del hombre a su cuidado responsable, no fundamentar la justicia ni el amor.
para que disponga de ella de modo arbitrario, sino para que la custodie La fe en un Dios trinitario se nos presenta, en consecuencia, co-
con sabiduría y la aclmjnistre con amorosa fidelidad. El Dios de la mo la única alternativa que resulta verdaderamente liberadora. La fe
Alianza ha confiado la vida de cada hombre a otro hombre hermano su- en Ja Trinidad de Dios ayudará a los creyentes a repensar de continuo
yo, según la ley de la reciprocidad del dar y del recibir, del don de sí su vocación ética en clave de autorrealización y de mutua relación
mismo y de la acogida del otro. En la plenitud de los tiempos, el Hijo
interpersonal 13 •
de Dios, encarnándose y dando su vida por el hombre, ha demostrado a
La conciencia de aquella misión no puede ser relegada al olvido.
qué altura y profundidad puede llegar esta ley de la reciprocidad. Cris-
to, con el don de su Espíritu, da contenidos y significados nuevos a la Para la ética cristiana, la fe en la Trinidad suscita y determina una au-
ley de la reciprocidad, a la entrega del hombre al hombre. El Espíritu, téntica vocación profética. El profeta está llamado a anunciar unos va-
que es artífice de comunión en el amor, crea entre los hombres una nue- lores al tiempo que denuncia unos antivalores. La clave de discerni-
va fraternidad y solidaridad, reflejo verdadero del misterio de recíproca miento es siempre el valor de la dignidad humana.
entrega y acogida propio de la Santísima Trinidad. El mismo Espíritu También la ética cristiana se acerca a la sociedad como llamada a
llega a ser la ley nueva, que da la fuerza a los creyentes y apela a su res- esa vocación profética que, sin mérito alguno, le ha sido confiada. Ni
ponsabilidad para vivir con reciprocidad el don de sí mismos y la aco-
el anuncio ni la denuncia pueden delatar una referencia narcisista y au-
gida del otro, participando del amor mismo de Jesucristo según su me-
dida (EV 76). torreferencial. Es precisamente la fe en la Trinidad la que orienta el va-
lor del anuncio y la compasión de la denuncia.
Después del Vaticano II se ha hecho esperar una reflexión sistemá-
tica sobre las consecuencias morales de la fe en el Dios trinitario. b) Anuncio de valores
De todas formas, hoy son muchos los que pueden decir con Jüngel
que la fe en el Dios uno y trino debería «caracterizar la existencia cris- La fe en Ja Trinidad de Dios ha posibilitado la oferta de algunos
tiana íntegra, debería determinar íntegramente la liturgia cristiana, la valores que, con el paso del tiempo, han sido intemalizados por Ja cul-
piedad cristiana, la moral cristiana y asimísmo Ja teología cristiana, que tura occidental, a saber: el concepto y dignidad de Ja persona, el valor
es responsable de la verdad cristiana» 12. de la comunidad y el sentido de Ja historia.
La asamblea del Sínodo de obispos para Europa (1999) ha abierto,
1O. Recuérdese también la riqueza trinitaria que se encuentra en la introducción al como nunca antes, un amplio espacio al misterio de la Trinidad. Su re-
decreto conciliar sobre la actividad misionera de la Iglesia (AG 2-4).
11. J. R. Flecha, la fraternidad como vocación ética, en J. L. lllanes (ed.), El Dios flexión busca poner de relieve lo específico de la fe cristiana con rela-
y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Pamplona 2000, 409-425.
12. E. Jüngel, Entsprechungen: Gott -Wahrheit - Mensch, München 1980, 265- 13. Cf. J. R. Flecha, Trinidad y vida moral: para un proyecto de vida cristiana, en
266. N. Silanes (ed.), Trinidad y vida moral, Salamanca 2002, 173-204.

·.
48 Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 49

ción a otras religiones, también monoteístas, como el judaísmo o el Is- píritu santo ofrece el misterio y camino de una personalidad compar-
lam. Se ha subrayado que a través de la Iglesia, precisamente partien- tida que no niega al individuo, sino que lo potencia. Esa nueva perso-
do del misterio trinitario de Dios, se han ofrecido y enseñado a Euro- na surge del amor mutuo y permanece sólo donde existe comunión en-
pa y al mundo aquellos valores insuprimibles que hoy son comunes tre los miembros del conjunto» 16•
también en la cultura laica. Una reflexión más atenta a la fuente trini- 3. Sentido de la historia. Hoy además se admite con frecuencia que
taria de tales valores podría contribuir a afianzar la conciencia de los precisamente la fe cristiana en la Trinidad de Dios ha sido uno de los
pueblos europeos y evitar la disgregación de la sociedad y la pérdida fermentos que han ayudado a la cultura occidental a descubrir el sen-
de referencias al sentido de la historia y de la vida 14 • tido de la historia y de lo histórico.
Por la importancia que tienen para la moral social, es preciso pres- A diferencia de los dioses inmutables e impasibles de Egipto, per-
tar atención a este préstamo que parece suficientemente recibido y de- ceptibles y adorables en la calma de Ja muerte, el Dios de la revelación
finitivamente aceptado. cristiana se revela como amigo de la vida y de su peripecia temporal.
1. Concepto y dignidad de la persona. La confesión de un Dios tri- A diferencia de los dioses recurrentes de las religiones de la naturale-
personal ha significado, por una parte, el descubrimiento del concep- za, que se muestran en dependencia con los ciclos de la reproducción,
to mismo de persona. Dada la complejidad del fenómeno humano, el Dios de la revelación cristiana se revela en la historia humana.
subsiste siempre la posible tentación de parcelarlo en «componentes»
visibles e invisibles. Aunque hubieran sido percibidos por la filosofía,
es precisamente la fe trinitaria la que ha contribuido a establecer la ne- c) Denuncia de antivalores
cesidad de postular la distinción y la integración entre lo somático y lo
espiritual en la persona. De esta forma, es posible pensar al hombre En consecuencia, la fe trinitaria otorga a la moral cristiana un irre-
como «espíritu encarnado». nunciable papel profético que se manifiesta también en la denuncia de
Por otra parte, la fe trinitaria ha posibilitado la afirmación de la los antivalores que hacen dificil o imposible la realización humana.
dignidad de la persona, con independencia de sus cualidades adjetiva- l. Del colonialismo a la globalización. Uno de los pecados más an-
les y de las relaciones que la orientan a otras personas 15 • tiguos de la humanidad, ya denunciado por el profeta Amós (Am l , 3-
2. Valor de la comunidad. La consideración del ser humano se sus- 15), ha sido el de la invasión de los territorios ajenos. Las invasiones
trae con dificultad a una segunda tentación de reduccionismo. Consi- generan deportaciones de personas y exportaciones de materias primas.
derado el hombre con relación a su grupo nutricio, en ocasiones se su- El mundo moderno llegó a institucionalizar este antiguo pecado
braya hasta tal punto la dignidad del individuo que se olvida la con la figura del colonialismo. Durante siglos, las potencias colo-
importancia de la comunidad. En otras ocasiones, el énfasis puesto so- niales sustrajeron personas y materias primas de los países ocupa-
bre lo comunitario puede IJegar a postergar la dignidad del individuo y dos. Pero los colonialismos no han terminado. Hoy se revisten de
aun hacer peligrar su inviolabilidad. nuevas formas, como el colonialismo de bienes de consumo, el «trá-
La fe en la Trinidad puede ofrecer una fundamentación suficiente fico» de productos manufacturados o la apropiación de los canales
para superar el peligro de la antítesis y para asumir y propugnar la ri- de la información y los instrumentos de la informatización. Pero aún
queza de una síntesis que pueda armonizar la dignidad de la persona hay más. En el momento presente, las posibilidades de conocer y
individual con el valor de la comunidad. Superando los extremos que manipular el patrimonio genético aventuran un nuevo tipo de colo-
conllevan el individualismo liberal y el comunismo societario, «el Es- nialismo basado en las patentes biotecnológicas, que supondrá nue-
vas formas de dependencia para los países que se encuentran todavía
14. Cf. G. Marchesi, ll secondo sinodo speciale p er l 'Europa: La Civilt:l Cattolica en vías de desarrollo.
3587 ( 1999/IV) 486-495, en especial 494. Como se verá más adelante, el nuevo nombre de la colonización
15. Cf. F. Collange, Fe, esperanza, amor y ética , en B. Lauret-F. Refoulé, Inicia-
ción a la práctica de la teología IV, Madrid 1985, 45: «Según Jesús, el amor auténtico puede empezar a ser «globalización». Juan Pablo 11 ha insistido en
entre los hombres sólo puede basarse en la afirmación de la diferencia y de la trascen-
dencia del Dios uno, pero tal afirmación, lejos de conducir a un exclusivismo rígido, se 16. Cf. X. Pikaza, «Comunidad de Dios (La experiencia trinitaria)», en Trinidad y
abre a todas las diferencias y se alimenta de ellas». comunidad cristiana, Salamanca 1990, 241.
50 Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 51

afirmar que, frente a una globalización de la economía, es preciso pro- y de relación creativa con lo otro, con los otros y con el absolutamen-
mover una globalización de la solidaridad. te Otro.
Pues bien, la fe en la Trinidad constituye una denuncia de las prác- l. La misma relación con el mundo cósmico y objetual, entendido
ticas colonizadoras y globalizadoras, cuando no respetan la dignidad como «lo otro» que se ofrece al hombre como manipulable, adquiere
única e irrepetible de las personas y no promueven y favorecen la crea- así una nueva dimensión. La relación del hombre con el cosmos ha si-
ción y articulación de una verdadera comunidad entre los individuos y do muy adecuadamente descrita en los términos de un lenguaje. Tan-
entre los pueblos. to el desprecio del mundo creado como el abuso del mismo, que no
2. Del individualismo a la masificación. El mundo occidental se ha tiene en cuenta una minima responsabilidad ecologista, denotan y de-
caracterizado por un individualismo liberal que parece negar la soli- nuncian una falsa comprensión del hombre. Esa comprensión se com-
daridad de la persona con sus semejantes. Por otra parte, el siglo XX pagina mal con la dignidad de quien es imagen de Dios y se sitúa an-
se ha hecho históricamente reo de la promoción de grandes movi- te el mundo con la libertad de quien se sabe señor de un mundo
mientos totalitarios que, con el apoyo de una ideología u otra, han tra- desacralizado. Y se aviene mal con la responsabilidad de quien se sa-
tado de imponer la soberanía y la majestad del grupo, de la etnia o del be co-creador y administrador de un mundo en trance de evolución y
estado nacional por encima de la dignidad de la persona concreta. finalización 18 •
Los genocidios causados en este siglo habrán de quedar para siem- 2. La relación con «los otros» se hace especialmente problemática
pre como un dramático recordatorio de lo que puede llegar a desenca- desde el punto de vista ético cuando la moral de la «alteridad» no es
denar una ideología masificadora. capaz de superar las limitaciones de una mera ética de la «alienida<l>>.
La fe en la Trinidad debería alentar la voz profética de unas nuevas La objetivación de los otros y su reducción al ámbito de los medios, e
«comunidades confesantes» contra las imposiciones de estos antiguos incluso de los instrumentos materiales, ha sido denunciada por todos
y renovados ídolos, dicho sea por evocar el ejemplo de Karl Barth al los humanismos.
redactar las declaraciones de los sínodos de Barmen contra la opresión Con razón se lamentaba ya Theodor Haecker de que las filosofías
del nazismo 17 . de la modernidad han abandonado la visión de la totalidad para diri-
gir la tensión de su pensamiento no al todo, sino a partes aisladas vio-
lentamente del conjunto. El pensamiento de la modernidad ha favore-
cido la fragmentación de la teoría y de la práctica. Tanto las cosas
2. El hombre, imagen de Dios
como las personas han sido vistas y manejadas como meros útiles e
instrumentos. «El pensador cristiano -decía- desea llegar a una Sum-
Junto a .la confesión de la Trinidad hay que recordar la concepción ma, y lo indica con el hecho de afirmar que el hombre fue creado ad
judeo-cristiana del hombre como persona creada a imagen y semejan- imaginem Dei» 19•
za de Dios. Ahora bien, también la revelación del hombre como ima- 3. En cuanto a la relación con «el absolutamente Otro», la reivindi-
gen de Dios trasciende el ámbito de lo ideológico para convertirse en cación de la libertad humana ha inducido el olvido y la negación de
una cuestión eminentemente práctica. Dios. Aun reconociendo las diversas manifestaciones y raíces del ateís-
La comprensión del hombre como imagen de Dios orienta la difí- mo contemporáneo, el Vaticano 11 subraya el afán de autonomía huma-
cil fundamentación de la moral cristiana, especialmente de la moral na que llega a negar toda dependencia del hombre respecto a Dios (GS
social. Ahora bien, la moral social no puede eximirse de una reflexión 20). Una y otra vez, el texto conciliar profesa que la referencialidad, la
sobre el ser del hombre y sobre su ser-con que, por fuerza, ha de re- filialidad, la dialogicidad del hombre frente a Dios no disminuye, sino
sultar normativo para el doble movimiento moral de autorrealización que posibilita la dignidad de lo humano. «El reconocimiento de Dios
no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta digni-
17. Cf. la segunda Declaración de Barmea (1934), citada por J. Bosch, «Karl
Barth», ea Teólogos protestantes contemporáneos, Salamanca 1968, 56-57; cf. W. Trill-
dad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección» (GS 21).
haas, La teología protestante ante el siglo XX, en H. Vorgrimler-R. Vander Guch ( eds.),
La teología en el siglo XXII, Madrid 1973, 87-97; cf. J. R. Flecha, Confesión pública de 18. Cf. J. L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, Santander 1986, 175-199.
Dios ante los nuevos ídolos: Salmaaticensis 48 (2001) 239-270. 19. T. Haecker, ¿Qué es el hombre?, Madrid 1961, 193.
52 Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 53

La ausencia en estos textos de la categoría de la imagen de Dios, minio sobre las obras de la creación que sirven de escabel a sus pies,
aunque implicada en otras expresiones, se justifica al considerar la im- como comenta admirativamente el salmo 8. Tanto en su ser como en
portancia que le ha reconocido el mismo documento conciliar (GS su obrar, el hombre existe desde Dios, pero sin identificarse con él. El
12). Nos encontramos aquí «frente a un humanismo radical e intransi- sujeto moral ha de tomar sus decisiones libres y responsables en seño-
gente, frente a la concepción del hombre como un Absoluto, por lo río frente al mundo que Je está sujeto y en una necesaria referencia,
que debe ser rechazado todo lo que de algún modo pueda oscurecer el antes óntica que decisional, hacia el Dios del que es imagen.
valor nativo del hombre celosamente perseguido»2º. Del texto bíblico se deduce que la iconalidad divina del ser huma-
En contrapartida con estas pretensiones, la comprensión del hom- no se ha de reflejar en un determinado comportamiento triplemente re-
bre como imagen de Dios, puede por el contrario apoyar su autocom- ferencial. El ser humano no puede ser pensado en sí mismo y en su ac-
prensión como co-creador del mundo y como agente de justicia y ar- tuación concreta salvo como imagen de Dios abierto al diálogo con su
monía en el mundo de las realidades sociales. Señor. Es decir, como imagen de Dios que desempeña una función de
visir y representante ante Jos animales, las plantas y hasta los astros
del firmamento; como imagen de Dios que se encuentra con otros se-
a) Responsabilidad del hombre como imagen de Dios
res humanos, complementarios, cercanos a la propia carne y los pro-
Imagen de Dios es quien habla a su hermano e imagen de Dios es pios huesos, pero que son también ellos imagen del único Dios.
quien escucha. Los dos agentes del diálogo están dotados de la misma La teología del Nuevo Testamento, sin abandonar totalmente la re-
dignidad y la misma «iconalida<l>>. ferencia a los orígenes, interpreta el tema de la imagen con referencia
El sujeto agente de la moralidad puede ser descrito como tal suje- a Cristo Jesús, imagen de Dios, paradigma de toda iconalidad y mo-
to en cuanto es y se comporta como imagen de Dios, creador y señor delo de los que en él y por él llegan a ser imagen de Dios.
del universo, y en cuanto realiza en sí mismo, por la gracia del Espíri- Jesús de Nazaret, muerto y resucitado, es confesado como la ima-
tu, la imagen perfecta y definitiva de Dios que nos ha sido revelada en gen del Dios invisible (Col 1, 15-17) y revelador de su majestad. Jesu-
Jesucristo. cristo es predicado como el reflejo visible del Dios invisible. En esa
Pero, por otra parte, la persona, en cuanto «objeto» y término del misma línea, Pablo afirma que los incrédulos son incapaces de «dis-
diálogo y receptor del comportamiento humano responsable de los de- tinguir el resplandor de la buena noticia del Mesías glorioso, imagen
más, podrá reivindicar ante ellos una dignidad no homologable con de Dios». La gloria de Dios, dice Pablo, resplandece en el rostro de Je-
ninguna otra criatura, siempre que sea considerada y tratada como sús (2 Cor 4, 4-6). Cristo, imagen de Dios, es imagen del hombre. Re-
imagen viviente del Dios de la vida. velación definitiva de la grandeza y la dignidad de lo humano, Cristo
De este modo, como escribe Karl Rahner, «esta dignidad personal se nos presenta como la norma viviente para la acción del hombre
del hombre, en el orden existente, recibe respecto a su carácter abso- frente a los demás y frente al mundo creado. Y eso no solamente en el
luto una cualidad todavía más elevada por el hecho de que el hombre futuro escatológico (1 Cor 15, 48-49), sino también en el momento
está llamado a asociarse inmediatamente con Dios, que es, sencilla- presente (2 Cor 3, 18). Ya desde ahora los seres humanos están llama-
mente, el absoluto y el infinito»21 • dos a transformarse en imagen del hombre nuevo, creado a imagen de
1. Según Ja tradición sacerdotal, la obra creadora de Dios culmina Dios, con la rectitud y santidad propias de la verdad (Ef 4, 22-24). El
en la creación del hombre a su imagen y semejanza, lo cual lo sitúa en nuevo ser desvelado en Cristo se convierte en normativo para un ac-
una dignidad inigualable respecto de Jos demás seres creados (Gn 1, tuar realmente nuevo.
26-27). Esta convicción traza ya los rasgos de una antropología y de 2. En ese ámbito relacional se sitúa el concilio Vaticano II al con-
una ética basadas en la grandeza del hombre y su superioridad y do- siderar el tema de la imagen de Dios en referencia antropológica a
Dios, a los demás hombres y al mundo creado. De hecho, la constitu-
20. V Miano, L'Ateismo, en A. Favale ( ed.), La Chiesa ne/ mondo contemporáneo, ción pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual recuerda a Cristo
Torino 1966, 492.
21. K. Rahner, Dignidad y libertad del hombre, en Escritos de teología II, Madrid como «imagen de Dios invisible y primogénito de toda la creación»,
1963, 256. para tratar de esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el
54 Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 55

hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de otras tantas imágenes del mismo Dios. Si el ser humano es y se com-
nuestra época (GS lOb). porta como imagen de Dios, todo ser humano merece también el res-
La misma constitución pastoral, al exponer su reflexión sobre la peto que se debe al que es imagen de Dios.
dignidad de la persona humana, recoge explícitamente la doctrina ve- 1. Tal certeza recorre las páginas de la Escritura, aunque con los
terotestamentaria sobre el hombre como imagen de Dios. La alusión al términos que aquí nos interesan se encuentre especialmente subrayada
texto del primer libro de la Biblia (Gn 1, 26), a los escritos sapiencia- al desplegar el programa del nuevo orden cósmico posdiluviano que el
les (Sab 2, 23; Eclo 17, 3-10) y al citado salmo 8, sitúan la confesión autor sacerdotal coloca en los labios del mismo Dios: «Quien vertiere
de la iconalidad del hombre en la línea de la dialogicidad respecto a sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a
Dios su creador y en su señorío sobre el mundo creado que el hombre imagen de Dios hizo él al hombre» (Gn 9, 6). Si toda sangre pertene-
ha de gobernar y usar glorificando a Dios (GS 12c). ce a Dios, único Señor y dueño de la vida (Lv 1, 5), con mucha mayor
Un tercer texto de la misma constitución pastoral, situado en el razón Je pertenece la sangre, es decir, la vida del hombre, creado a su
contexto de la exposición del pensamiento cristiano sobre la actividad imagen; y ello con independencia de sus condiciones y circunstancias.
humana en el mundo, alude de nuevo al tema de la imagen: El texto de Eclo 17, 3 («los revistió de una fuerza como la suya, los
creó a su imagen») parece vincular la iconalidad del hombre con la
Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el fuerza de Dios, que éste comparte para hacerse respetar por los ani-
mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella males y ejercer su dominio sobre las demás criaturas de la tierra. Por
se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero,
su parte, Sab 2, 23 («Dios creó al hombre para la inmortalidad, lo hizo
reconociendo a Dios como creador de todo, de modo que con el some-
a imagen de su propio sern) vincula el tema de la imagen de Dios con
timiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios
en el mundo (GS 34). el de la inmortalidad y la incorruptibilidad. Así, el tema de la imagen,
ahora retomado para responder a preguntas culturales helenistas, co-
El presente texto se refiere decididamente a la bondad ontológica necta con la dignidad de la vida humana.
En el Nuevo Testamento es frecuente el juego de palabras que ge-
de la actividad humana en el mundo, mientras que GS 35 y 36 se re-
nera el verbo «recibir» (déjomai): «El que recibe a este niño en mi
fiere a la bondad moral de tal actividad. En este punto se trata de la
nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe al que me en-
sumisión de las cosas al dominio del hombre, exponiéndose en GS 35
vió» (Le 9, 48). Para la comunidad cristiana, los pequeños son repre-
el orden jerárquico de los valores que culmina con el servicio a Dios,
sentantes y mensajeros de su Señor. Los términos resultan intercam-
y que continúa en GS 36-3722 .
biables, puesto que Jesús ha querido identificarse con los hermanos
De todas formas, ya es importante que la teología de la actividad hu- más pequeños, como pone de relieve la profecía del juicio final (Mt
mana en el mundo, antes que en fáciles moralismos, busque sus raíces en 25, 40.45). En ello se cumple aquel misterio de identificación que,
la antropología fundamental que apela al tema de la iconalidad del hom- evocando la hospitalidad de Abrahán, hace afirmar al autor de la Car-
bre respecto a Dios. Esta es entendida en su referencia al dominio que, de ta a los hebreos que «algunos, sin saberlo, hospedaron a los angeles»
forma vicaria, ejerce el hombre sobre la creación que le ha sido confiada; (Heb 13, 2) 23 •
y no para que la someta a una explotación sin sentido, sino para que ha- La profunda experiencia de la nueva <<justicia» que nace de la fe en
ga resplandecer en ella la <<justicia y la santidad>> del mismo Dios. el misterio de Cristo, lleva a Pablo a subrayar Ja importancia de la
identificación del Señor con el hombre justificado (Gal 2, 20). Por
b) Respeto a la imagen de Dios otra parte, la teología de la encarnación conduce a los escritos joáni-

Si la persona que actúa lo hace como imagen de Dios, también las 23. Cf G. W Buchanan, To the Hebrews, Garden City, NY 1972, 229-230. Los que
estaban dispuestos a mostrar su amor a los miembros de la propia comunidad, con fre-
otras personas que se encuentra en el camino han de ser tratadas como cuencia negaban su acogida a los extraños y a los transeúntes; de ahí que los cristianos
sean con frecuencia amonestados contra sus negligencias en este terreno (Rom 12, l 0-
22. F. Gil Hellín, Constitutionis pastora/is «Gaudium et spes». Synopsis histórica. 13; 1Tes4, 1-12; 1 Pe 1, 5-7); G. Theisen, Estudios de sociología del cristianismo pri-
«De Ecclesia et vocatione hominis». Pars I, Valencia 1985, 287-289. mitivo, Salamanca 1985, 67-68.
56 Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 57

cos, en el contexto de la polémica antignóstica, a confesar, aun sin hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos,
apelar directamente a la terminología relativa a la imagen, la íntima re- dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma
lación entre el hermano visible y el Dios invisible (1 Jn 4, 20)24 . naturaleza y el mismo origen. Y porque, redimidos por Cristo, disfru-
De una u otra forma, con una u otra expresión, el respeto debido al tan de la misma vocación y de idéntico destino» (GS 29a). En el pá-
ser humano se encuentra en íntima relación con la aceptación religio- rrafo segundo, los padres conciliares lamentan toda forma de discri-
sa de la grandeza y el amor de Dios. La responsabilidad ética ante el minación por ser contraria al plan divino original. La imagen de Dios
hombre se convierte así en una especie de signo sacramental de la res- se realiza en todo ser humano, con independencia de sus condiciones
ponsabilidad religiosa. circunstanciales. He ahí la fundamentación ofrecida por la revelación
2. Este aspecto de la fundamentación de la dignidad del hombre en para la estructuración de una ética de la defensa y promoción de la
su referencia a Dios, y en concreto en su iconalidad, ha sido varias ve- dignidad del hombre y la condena de toda discriminación basada en
ces explicitado en los documentos del concilio Vaticano 11. Así ocurre cualidades adventicias y, por tanto, discriminatorias.
cuando reivindica la superioridad del hombre por encima de todas las Esta misma profesión de fe en Dios y el hombre, su imagen, se en-
otras cosas: «Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo cuentra en el marco de la declaración conciliar Nostra aetate, sobre las
en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función religiones no cristianas: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos,
del hombre, centro y cima de todos ellos» (GS 12). si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres,
Especialmente importante a este respecto es el GS 24. En este nú- creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios Pa-
mero la índole esencialmente comunitaria de la vocación humana se dre y la relación del hombre para con los hombres sus hermanos están
fundamenta precisamente en la creación del hombre a imagen y seme- de tal forma unidas que, como dice 1a Escritura, el que no ama no ha
janza de Dios, así como en la comunión fáctica en el mismo linaje hu- conocido a Dios (1 Jn 4, 8)» (NA 5).
mano, recordada oportunamente por Pablo en el Areópago (Hch 17, Así pues, el tema de la imagen de Dios puede fundamentar las exi-
26). Consideraba, en efecto, la comisión conciliar que esta apelación a gencias éticas del respeto al hombre y la promoción de la justicia. En
la revelación sobre el origen del hombre resultaba absolutamente ne- los documentos del III Sínodo de los obispos se afirma que «la justi-
cesaria para la fundamentación de toda la segunda parte de la Gau- cia alcanza su plenitud interior solamente en el amor», y se añade:
dium et spes. Desde una perspectiva exquisitamente ética, se propug- «Siendo cada hombre realmente imagen visible del Dios invisible y
nan allí la promoción del bien común, el respeto a la persona, incluido hermano de Cristo, el cristiano encuentra en cada hombre a Dios y la
el adversario, la igualdad esencial entre los hombres y la superación exigencia absoluta de justicia y de amor que es propia de Dios»26•
de la ética individualista por medio de una mayor responsabilidad y El tema de la iconalidad ha sido asumido por el papa Juan Pablo 11,
participación25 . quien en la encíclica Redemptor hominis pone acertadamente en rela-
El mismo párrafo concluye con una reflexión tan sugestiva como ción el texto de Gn 1, 26 con la explicación que de él nos ofrece el sal-
inesperada: la unión de las personas divinas es reflejada en la unión de mo 8, 6, como ya se ha indicado más arriba27 • Sin embargo, es sobre
los hijos de Dios: «Esta semejanza - añade el texto conciliar- demues- todo en la encíclica Sollicitudo rei socia/is donde el tema de la icona-
tra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por lidad juega precisamente el papel de piedra angular del edificio ético.
sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega Para alcanzar el verdadero desarrollo humano y social resulta impres-
sincera de sí mismo a los demás» (GS 24).
cindible respetar la norma que se halla en el ser mismo del hombre,
En el mismo contexto de esta parte segunda de la Gaudium et spes
creado por Dios a su imagen y semejanza (Gn 1, 26). Una imagen que
se basa la igualdad fundamental entre los hombres sobre un esquema se encuentra participada en la realidad dual y dialógica de la pareja
histórico-saivífico. A la creación se unen aquí la redención y la fe en
humana, la cual significa y realiza la apertura social del hombre, y en
la culminación escatológica: «La igualdad fundamental de todos los

24. Cf. R. Schnackenburg, Cartas de san Juan, Barcelona 1980, 265-266 y 273-274. 26. IIJ Sínodo de los obispos ( 1971 ), Documento sobre la justicia II A, en AAS 63
25. F. Gil Hellín, Constitutionis pastora/is «Gaudium et speS». Synopsis histórica, (1971), 93 l.
208. 27. Juan Pablo II, Redemptor hominis, 9, en AAS 71 ( 1979), 272.
Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 59
58

el poder de dominio concedido al ser humano sobre toda la creación Imagen de Dios ante el mundo cósmico y humano. Imagen del
que le ha sido confiada28• cosmos y de la humanidad ante Dios. Eso es el hombre. Ahí está el
hombre, tendiendo puentes entre la inmanencia y la trascendencia, di-
vinizando lo humano y humanizando el mismo rostro de Dios. Ahí es-
3. Opción por Dios y opción por el hombre tá el hombre, ese «absoluto relativo», ese ser Dios finitamente, tensi-
vamente. Como ha escrito X. Zubiri: «La forma de ser humanamente
Dios ha optado gratuita y libremente por el ser humano. Y este no Dios es serlo deiformemente. El hombre es una proyección formal de
puede menos de volverse agradecido hacia Dios. La gratuidad divina la propia realidad divina; es una manera finita de ser Dios»3º.
encuentra respuesta en la gratitud humana. Esta intrínseca e inabdicable religación del hombre a Dios, esa ico-
Para la moral cristiana la atención a Dios es inseparable de la aten- nalidad ha sido evocada en términos cristológicos por el Documento
ción a los hombres. La veneración a un Dios que se ha revelado como de Puebla en aquella famosa letanía de los rostros concretos donde es
Padre comporta la veneración y el respeto a los seres humanos, que posible y necesario reconocer los rostros sufrientes de Cristo, el Se-
son sus hijos. El conocimiento de la paternidad divina comporta el re- ñor31. Esta religación del ser humano a Dios constituye un fundamen-
conocimiento de la fraternidad humana, universal e indiscriminada. Es to imprescindible para la moral social cristiana, así como para la op-
imposible optar verdaderamente por Dios si no se opta por el hombre, ción decidida en favor del hombre concreto, especialmente el más
creado a su imagen y semejanza. pobre y el más débil.

a) Problema y misterio b) Identidad y especificidad

El). est~ ~~mrexto, cabría recordar aciuí aquel¡as páginas vibrantes y A pesar de todas las razones aducidas, que~a, sin ~ml:>argo, lll!ª
er¡. gri'ln parte todavía vá!idas, en las que Jean Mourotix reflexionaba pregunta cuya seriedad sería vano ridiculizar o ignorar. Una pregtinta
sobre d "s entido cristiano del hoiho~e y de lo humano. Ud misterio ra- - y una respuesta- que sería dificil formular con palabras m'á s atinad'a s
a
dical que se resist~ dejarse qegradar al nivel de problema:
.... ·.
~ .. .
~ '\, . . .. .. ._ .
que las empleadas por el teólogo J. L. Ruiz de la Peña:
Considerado com<? ~a ~elación viviente con Dios, y en ese reflejo del ¿Y por qué la afirmación incondicionada del tú humano equivale, se-
"e!
r~~~F~ divino qu~ 'f~ fnai"éa para ~iemp~e, "horribre supera al hombre, gún la fe cristiana, a la afirmación de Dios? Porque allí donde se afir-
escapa a su captüra, no puede ser ni comprendido, ni juzgado, ni viola- ma a ese tú como valor absoluto, como fin y no como medio, se está
do en su secreto personal; no pertenece más que a Dios, y ningún poder haciendo algo no cubierto por ninguna garantía empírica. El dato em-
humano puede reivindicarlo para sí; no puede ser destruido, puesto que pírico certifica la contingencia del otro, no su absolutez; si pese a ello,
el acto que lo mata lo hace entrar al mismo tiempo en el misterio de se le confiere valor absoluto, se está yendo más allá de la pura aparien-
Dios y en la inmortal comunidad de los espíritus. Inserto en medio del cia; se está intuyendo en el otro el trasunto enigmático del misterio por
mundo, él es un ser del más allá, es sagrado29• antonomasia que es el Absoluto a quien llamamos Dios. Se está ha-
ciendo, en suma, un acto de fe, sépase o no, porque sólo Ja fe sabe leer
El hombre está dotado de una sacralidad que, sin embargo, no es en las apariencias para aprehender la realidad que late bajo las mismas.
un obstáculo para su profanidad. Es imagen de Dios, ciertamente, pe- En el amor personal al tú personal creado «se cumple toda la ley y los
ro enraizada en Ja terrenalidad más inabdicable y realizada en el com- profetas»; este acto de amor es simultáneamente el más acrisolado
acto de fe, al ser apertura y acogida de la realidad misteriosa del abso-
promiso creador sobre la tierra y dentro de la historia. En esa tierra y
luto creado, trasunto, sacramento e imagen del Absoluto increado32•
en esa historia el ser humano se alza como un signo, como el signo sa-
cramental primario del Dios vivo que crea y sustenta, que gobierna y 30. X. Zubiri, E l hombre y Dios, 381; cf. también 356 y 373.
salva al mundo, obra de sus manos y de su amor. 31. CELAM, Documento de Puebla, 31-39; cf. G. Gutiérrez, «Pobres y liberación
en Puebla», en La fuerza histórica de los pobres, Salamanca 1982, 169-211.
28. Juan Pablo II, Sollicitudo reí socia/is, 29 y 30. 32. J. L. Ruiz de la Peña, Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental,
29. J. Mouroux, Sens chrétien de l'homme, Paris 1945, 238-239. Santander 1988, 180-181.

·•
Premisas y fundamentos Fe cristiana y moral social 61
60

A la luz de la razón, tanto las éticas seculares como la ética cris- Esta íntima vinculación entre la celebración de la eucaristía y el
tiana pueden y deben reconocer la dignidad única e irrepetible del ser ejercicio de la responsabilidad social cristiana ha sido frecuentemente
humano. A la luz de la razón, de la experiencia histórica y de la nece- subrayada por Juan Pablo II34 y recordada por Benedicto XVI:
sidad de promover la paz y la justicia, es posible descubrir los valores La «mística» del Sacramento tiene un carácter social, porque en la co-
y derechos de la persona en la sociedad. A la luz de la razón es posible munión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás
articular las prioridades de una ética social, así como los deberes y las que comulgan: «El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos,
responsabilidades de una práctica social. formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan», di-
Ahora bien, apoyándose en la fe en el Dios que ama al ser huma- ce san Pablo ( 1 Cor 1O, 17). La unión con Cristo es al mismo tiempo
no hasta llegar a identificarse con él, la ética cristiana, por semejante unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a
Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos
que sea a las éticas seculares en cuanto a los contenidos categoriales
los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mí mismo
de respeto y acogida al ser humano, profesa y testimonia una oferta de para ir hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos Jos cris-
motivaciones trascendentales que señalan su especificidad. Ese mismo tianos. Nos hacemos «un cuerpo», aunados en una única existencia.
hombre, respetado y acogido por las éticas seculares, es respetado y Ahora, el amor a Dios y al prójimo están realmente unidos: el Dios en-
acogido como imagen y semejanza del Dios invisible. He ahí la gran- carnado nos atrae a todos hacia sí (Deus caritas est, 14).
deza y el desafio «martirial» - testifical y confesante- de la moral so-
cial cristiana. La eucaristía se revela así según la hermenéutica que brota de la
dimensión social de la vida cristiana. Al entregarse Jesús como ali-
mento de vida y como sangre de la alianza nueva y eterna, invita a
c) Eucaristía y vida social
los suyos a perpetuar su propia entrega. El cristiano que celebra la
La reflexión sobre la creación del hombre a imagen y semejanza eucaristía ha de estar dispuesto a convertirse en signo eucarístico pa-
de Dios une a la fe cristiana con la tradición judía, aunque encuentra ra los demás. «Sólo a partir de este fundamento cristológico-sacra-
su culminación en la confesión de Jesús como icono definitivo del ser mental se puede entender correctamente la enseñanza de Jesús sobre
humano. el amor. El paso desde la ley y los profetas al doble mandamiento del
amor de Dios y del prójimo, el hacer derivar de este precepto toda la
Sin embargo, la fe cristiana muestra su especificidad en la cele-
existencia de fe, no es simplemente moral, que podría darse autóno-
bración eucarística del amor del mismo Jesucristo. Se ha de prestar
mamente, paralelamente a la fe en Cristo y a su actualización en el
atención a este aspecto de la fe cristiana que se encuentra en la larga
Sacramento: fe, culto y ethos se compenetran recíprocamente como
historia de la tradición, desde los escritos evangélicos y patrísticos.
una sola realidad, que se configura en el encuentro con el agapé de
Valga como ejemplo un texto de Juan Crisóstomo:
Dios» (Deus caritas est, 14).
¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo La responsabilidad social del cristiano es, en muchos sentidos,
encuentres desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con eucarística. En primer lugar, porque significa y realiza la entrega de
lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el cada uno en bien de los demás. En segundo lugar, porque contribu-
mismo que dijo: «Esto es mi cuerpo», y con su palabra llevó a realidad ye a la «consagración>> del universo creado y de las realizaciones so-
lo que decía, afirmó también: «Tuve hambre y no me disteis de comer», ciales de la historia35 • En tercer lugar, porque manifiesta la gratitud
y más adelante: «Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pe- del creyente por los bienes gratuitamente concedidos por Dios a la
queñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer»[ ... ]. ¿De qué servi- humanidad en la creación y en la convivencia humana.
ría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo mue-
re de hambre? Da primero de comer al hambriento y luego, con lo que 34.Cf. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socia/is (30. 12. 1987); Id., Ecclesia de Eucha-
te sobre, adornarás la mesa de Cristo33 • ristia (17.4.2003), 20.
35. Cf. J. R. Flecha, Fruto de la tierra y de la vid. Eucaristía y mundo creado, en
33. Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de Mateo, 50, 3-4, en PG 58, A. Galindo-F. García López (eds.), Eucaristía y evangelización hoy, Salamanca 1994,
508-509; cf. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socia/is (30.12.1987). 145-159.
62 Premisas y fundamentos

Si esto es verdad, también lo es que la eucaristía sacramental se re-


3
fleja y prosigue en el ejercicio de la responsabilidad cristiana ejercida
en el ámbito de la vida social. No en vano, «una eucaristía que no EL HOMBRE, CENTRO DE LA CUESTIÓN
comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma».
La eucaristía lleva al compromiso social; del mismo modo, el com- SOCIAL
promiso se manifiesta y significa en la eucaristía.

4. Conclusión

Juan Pablo 11 escribió en la Centesimus annus que «la dimensión


teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los problemas
actuales de la convivencia humana» (CA 55). El Compendio de doc- La persona es el centro de la cuestión social. Es exigencia de re-
trina social de la Iglesia, editado por el Pontificio consejo «Justicia y flexión teológica y de planificación pastoral para la Iglesia. El hombre
paw, ha iniciado con dicha frase su primera parte. y su circunstancia determinan las exigencias sociales, siempre histó-
Como resulta claro, tal convicción ha impregnado la conciencia de ricas y siempre variables, del compromiso moral de los cristianos.
los cristianos a lo largo de los siglos. La fe implica para el creyente un En ese contexto se sitúa también la doctrina recogida por la doctri-
determinado comportamiento, tanto en el ámbito individual como en na social de la Iglesia. Se resume aquí, a modo de ejemplo, el pensa-
su vida social. Por tanto, Ja reflexión sobre la fe cristiana ha de orien- miento de León XIII, Juan XXIII y Juan Pablo 11 sobre el puesto cen-
tar las decisiones responsables del cristiano, Ja asunción de los valores tral del ser humano en la reflexión de Ja teología moral.
que puede haber descubierto por su propia razón o gracias a la convi-
vencia humana y la jerarquización de los mismos valores.
~ 'Los misterios de la fe cristiana no son meras afirmaciones de ver- 1. La antropología en León XIII
dades abstractas, sino que orientan la vida toda del creyente. Si la ley
del creer se refleja en la ley del orar, finalmente ha de manifiestarse en El papa León XIII, que tanta importancia dio a la enseñanza antro-
la ley del actuar humano responsable. pológica de santo Tomás 1, se apoyaría en ella al elaborar los funcia-
mentos de la doctrina social de la Iglesia. Detrás de sus orientaciones
sobre los trabajadores o sobre la familia se encuentra siempre una con-
PAUTAS DE TRABAJO
cepción integral de la persona, de su libertad, de su capacidad de rela-
ción en la sociedad y de su apertura a la trascendencia.
l . ¿Puede el tema de la Trinidad romper con el axioma de la privacidad de
El fundamento antropológico de su doctrina determina, además, la
nuestro mundo secularizado y fundar la moral social?
2. ¿En qué sentido el tema del «hombre, imagen de Dios» puede ayudar a
metodología empleada en su exposición. Si el ser humano es la clave
revisar la antropología y sociología de nuestro tiempo? del comportamiento personal y social, ello se debe a su última verdad
3. ¿Qué implicaciones puede desencadenar el tema de Ja iconalidad divina y ésta podrá ser descubierta por la razón humana. Así ocurre en el ma-
del ser humano en campos de la moral social, como la justicia, la economía, la gisterio leoniano. Si su argumentación apela a las motivaciones reli-
participación ciudadana y la política? giosas, el Papa no deja de subrayar explícitamente que «lo que nos en-
4. Sintetizar la doctrina de Juan Pablo II sobre Ja relación de la eucaristía
con Ja defensa de la justicia y la opción por los pobres.
1: León Xill, Aeterni Patris (1879), 20. Su decidida opción por el tomismo, con la
que sigue la obra de Pío IX, se refleja también en Cognita nobis ( 1882). La numeración
de los párrafos de las encíclicas leonianas, se toma de las ediciones de la BAC; así, el
texto citado se encuentra en F. Guerrero (ed.), El magisterio pontificio contemporáneo
J, Madrid 1991 , 122- 123.
El hombre, centro de la cuestión social 65
64 Premisas y fandamentos

que, en la sociedad humana, dichas clases gemelas concuerden armó-


seña la naturaleza [ .. .] eso es dogma cristiano y fundamento de la ra-
nicamente y se ajusten para lograr el equilibrio» (RN 14).
zón y de todo el ser de la religión»2 . 2. El planteamiento leoniano nos recuerda el pensamiento de los
padres de la Iglesia al vincular Ja iconalidad divina del ser .human? a
a) El hombre en sí mismo su alma y al atribuir a ella la capacidad de representar al mismo Dios
ante la creación entera. En efecto, el alma humana es «la que lleva im-
La antropología de León XIII parece pensada para superar los ha- presa la imagen y semejanza de Dios, en la que reside aquel ~oder ~e­
bituales duaJismos. De hecho, presenta al ser humano en su integridad diante el cual se mandó al hombre que dominara sobre las criaturas m-
e integralidad. La persona no tiene un cuerpo, como tampoco tiene un feriores y sometiera a su beneficio las tierras todas y los mares»5 •
alma. Es una unidad psicosomática. Su cuerpo merece tal atención y El alma humana es Ja sede de la libertad natural, que se da sola-
respeto que determina todas las decisiones éticas, mientras que el al- mente en los seres dotados de inteligencia o razón. Gracias a la liber-
ma aparece como el fundamento de la dignidad de la persona y de su tad, Ja persona puede ser considerada responsable de todos sus actos.
capacidad de actuar en libertad. En efecto, según Ja encíclica Libertas praestantissimum, «mientras los
1. El cuerpo es presentado básicamente como gesto y medio de co- animales obedecen solamente a sus sentidos y bajo el impulso exclu-
municación. Como se advierte en la encíclica Satis cognitum, «es evi- sivo de la naturaleza buscan lo que les es útil y huyen de lo que les es
dente que ninguna comunicación entre los hombres puede realizarse perjudicial, el hombre tiene a la razón como guía. en todas y .en cada
sino por medio de las cosas exteriores y sensibles», que son percibidas una de las acciones de su vida. Pero la razón, a la vista de los bienes de
por los sentidos3 . Nos encontramos ante una observación elemental este mundo, juzga de todos y de cada uno de ellos que lo mismo pue-
que, sin embargo, habría de tener amplias consecuencias en el futuro4 • den existir que no existir; y concluyendo, por esto mismo, que ningu-
Por otra parte, la misma constitución corporal de la persona revela su no de los referidos bienes es absolutamente necesario, la razón da a la
indigencia y su grandeza. El hombre es anterior a la sociedad y, antes que voluntad el poder de elegir lo que esta quiera» (LP 3).
ella, tiene el derecho a velar por su vida y por su cuerpo, como recuerda 3. De la misma estructura del ser humano extrae el Papa una conse-
la encíclica Rerum novarum (RN 6). Es más, la constitución corporal cuencia sobre la necesaria colaboración entre el poder político y el po-
comporta el derecho a procurarse los bienes necesarios para tutelada, el der religioso. Es cierto que ambos poderes tienen fines y medios espe-
derecho al trabajo y a la propiedad sobre los bienes necesarios (ibid. ). cíficamente distintos, pero es preciso recordar que ambos «ejercen su
De ahí se deduce también la inviolabilidad de la persona. Su cuer- autoridad sobre los mismos hombres, y no es raro que uno y otro poder
po no puede ser instrumentalizado contra su propia finalidad. En con- legislen acerca de una misma materia, aunque por razones distinta~».
secuencia, es vergonzoso e inhumano abusar de los hombres como si Por tanto, es necesario que haya un acuerdo entre ambos, como lo pide
pudieran ser reducidos a objetos de lucro «y no estimarlos en más que la estructura psicosomática de la persona. Así se expresa en la encícli-
cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí» (RN 15). ca Libertas praestantissimum: «Acertadamente ha sido comparado es-
Por otra parte, apelando a una imagen empleada ya por san Pablo te acuerdo a la unión del alma con el cuerpo, unión igualmente prove-
(Rom 12, 4-5; l Cor 12, 12-30), la sociedad es comparada con el chosa para ambos, y cuya desunión, por el contrario, es perniciosa
cuerpo humano. En ella, las clases sociales colaboran al equilibrio y particularmente para el cuerpo, que con ella pierde la vida» (LP 14) .
la armonía social: «Como en el cuerpo se ensamblan entre sí miem- La metáfora de la estructura del hombre, aplicada a los poderes po-
bros diversos, de donde surge aquella proporcionada disposición que lítico y religioso, refleja una ec\esiología vinculada a los ideales de la
justamente podría llamarse armonía, así ha dispuesto la naturaleza antigua cristiandad. Falta algún tiempo para que se descubra la auto-
nomía de las realidades terrenas. Pero sigue siendo válida la subordi-
2. León Xlll, Rerum novarum, 16, en F. Guerrero (ed.), El magisterio pontificio
contemporáneo 11, Madrid 1992, 492.
5. León Xlll, Rerum novarum, 30. El magisterio de los papas habría de interpretar
3. León XIII, Satis cognitum, 2, en F. Guerrero (ed.), El magisterio pontificio con-
una y otra vez el texto de Gn 1, 28, aquí aludido, en el sentido d~ un ?ominio responsa-
temporáneo l, 126.
ble de la naturaleza que, en modo alguno justifica su explotación inmoderada por el
4. Recuérdese, por ejemplo, M. Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción,
París 1945 . hombre.
66 Premisas y fandamentos El hombre, centro de la cuestión social 67

nación de ambos poderes a la dignidad primaria de la persona a la que Para León XIII el mismo lema de la revolución francesa es impen-
han de servir. · sable sin el humus cristiano que subyace a la Ilustración, que a veces
Por otra parte, el hombre es pensado por León XIII como una rea- pretende renegar de él. La libertad, la igualdad y la fraternidad son
lidad creada, ciertamente terrena e inmanente, pero abierta a la tras- grandes ideales cristianos que la Iglesia había podido realizar por in-
cendenci_a. El an~ia ardien~e d~ felicidad que lo caracteriza no puede menso beneficio de Cristo Redentor, como escribía el Papa en su car-
quedar circunscnta a los termmos de la vida presente. Su mismo ser ta sobre la esclavitud, enviada a los obispos brasileños9 • A esos ideales
apela a una dimensión que lo trasciende6. La posibilidad humana de de la modernidad se refiere una y otra vez.
aspirar a la virtud es signo y prenda de esa trascendencia fundamental 1. Previamente a considerar la libertad en su dimensión política,
de la persona (RN 17).
León XIII ha estudiado la libertad natural, a la que antes nos refería-
mos, y sobre todo, la libertad moral.
b) El hombre en comunidad - La libertad natural, patrimonio exclusivo de los seres racionales,
es la facultad de elegir entre los medios aptos para alcanzar un fin de-
La trascendencia tendencia! de la persona comienza a realizarse en terminado. En realidad es la voluntad misma, en cuanto posee la fa-
el ~onocirniento de las cosas y en el anhelo a una felicidad que no se cultad de elegir.
s~ti.sface con su posesión. Se manifiesta además en Ja apertura del in- - A esa libertad natural sigue necesariamente la libertad moral, en
dividuo a sus semejantes. En el pensamiento de León XIII el hombre cuanto que la voluntad sólo se mueve en dirección al bien, percibido
es presentado siempre como un ser social. En su relación con los de- antes como verdadero. Por tanto, la libertad, lo mismo que la voluntad,
más se ha~e a sí mi~mo y se comprende. La persona es impensable sin tiene por objeto un bien conforme a la razón. Precisamente ahí radica
la comun.idad. La libertad no es una negación de esa apertura funda- la grandeza y la debilidad de la libertad humana (LP 5). Fiel a la doc-
mental, smo una de sus pruebas más evidentes. Como se afirma en la trina de santo Tomás, León XIII promulga un principio que, andando
en~ícl~ca Diuturnum illud, «los hombres no constituyen una especie el tiempo, habría de ser tan querido para Juan Pablo 11: «El hombre se
s?htana y errante. Los hombres gozan de libre voluntad, pero han na- hace libre por la verdad» (LP 20).
cido p ara formar una comunidad naturah>1. - Por lo que se refiere a la libertad social, como derecho de toda
Ahora bien, la colaboración del individuo con la sociedad no es persona, el Papa contradice a Aristóteles cuando afirma que nadie es
f~to de una naturaleza anónima, sino que responde al proyecto de siervo por naturaleza, sino que Dios los hizo a todos libres10 . Es cier-
D10s_. Y por otra parte, no tiende solamente a la satisfacción de las ca- to que, reconocida esta libertad ontológica, es preciso considerar una
rencias biológicas, sino que es un medio para la compleción espiritual y otra vez el ejercicio de la misma. Ante las proclamas que se hacían
del ser humano: oír en su tiempo, el Papa afirma en su encíclica Quod apostolici mu-
neris que la libertad no puede ser desenfrenada (QAM 4).
El hombre está ordenado por la naturaleza a vivir en comunidad políti-
ca. El_ hombre no_ ~uede procurarse en la soledad todo aquello que la
- En una cuarta acepción, la libertad se concibe como libertad de
necesidad y la utthdad de la vida corporal exigen, como tampoco Jo conciencia. Señala el Papa «que el hombre en el Estado tiene el dere-
c~nducen~e a la perfección de su espíritu. Por esto la providencia de cho de seguir, según su conciencia, la voluntad de Dios y de cumplir
Di.os ha dispuesto que el hombre nazca inclinado a la unión y asocia- sus mandamientos sin impedimento alguno. Esta libertad, la libertad
c10n con sus semejantes, tanto doméstica como civil, la cual es la úni- verdadera, la libertad digna de los hijos de Dios, que protege tan glo-
ca que puede proporcionarle la perfecta suficiencia para la vidas. riosamente la dignidad de la persona humana, está por encima de to-
da violencia y de toda opresión y ha sido siempre el objeto de los de-
. 6. León ~rr, Quod apostolici muneris (28.12.1 878), 3, en F. Rodríguez (ed.), Doc- seos y del amor de la Iglesia» (LP 21).
trina pontificia. Documentos sociales, Madrid 1964, 167-169.
7. León XIII, Diuturnum illud (29.6.1881), 8, en F. Guerrero (ed.), El magisterio
pontificio contemporáneo II, 438.
9. León XlII,In p/urimis (5.5.1888), 1O, en F. Rodríguez ( ed.), Doctrina pontifi-
8. León XIII, Im:wrtale Dei (1.11.1885), 2, en F. Guerrero (ed.), El magisterio cia. Documentos sociales, 217-218.
pontificio contemporaneo II, 448.
10. !bid.
El hombre, centro de la cuestión social 69
68 Premisas y fundamentos

gión y consiervos ante la majestad de un común Señor» ~. ~on toda ra-


1
Ciertamente, Ja concepción leoniana de la libertad de conciencia,
inserta todavía en el marco del derecho único de la religión verdadera , puede el Papa citar a Lactancio, según el cual los cnstianos se dan
zon, · l
a ser reconocida y apoyada por el Estado, queda todavía muy lejos de recíprocamente el nombre de hermanos, porque creen que son igua es
la presentación que de ella habría de ofrecer el concilio Vaticano 111 1• (In plurimis, 9). , .
2. Por lo que se refiere a la igualdad, León XIII afirma que sólo Ahora bien, las cualidades del ser humano no solo defmen su ser,
será verdadera cuando llegue a ser universal. En la encíclica Rerum sino que determinan su actuar. Subraya León XIII que los dones de
novarum, fundamenta la igualdad entre los hombres tanto en el dato razón y libertad de que está dotado, sitúan a Ja persona en el mundo
de la creación como en el hecho de la redención (RN 18). como protagonista de la historia. De hecho, ~l hombre abarca con su
Es cierto que también la afirmación de la igualdad humana es razón Ja pluralidad de las cosas, enlaza y relaciona el futuro co? el pr~­
equívoca y dialéctica. Por una parte, tanto a la luz de la razón como de sente, es dueño de sus actos y puede elegir las cosas que estime mas
la revelación, se ha de defender la igualdad absoluta entre los seres hu- convenientes para su bienestar, también en el futuro (RN 5). .
manos, en sus derechos y obligaciones (QAM 2). Por otra parte, el Pa- La trascendencia de la persona que se anticipa al futuro constituye
pa subraya la desigualdad de derecho y de autoridad, que dimana del una de las notas más características del ser humano. Según León XIII,
mismo autor de la naturaleza (QAM 6). También hay desigualdad en- «poseer algo en privado como propio es un derec~o ~ado al hombre
tre los hombres por razón de las fuerzas naturales del cuerpo y del es- por la naturaleza». Los animales e~ercen _su doble mstmto de conser-
píritu, y por la posesión de los bienes (QAM 1O). Esta observación de vación del individuo y de la especie mediante el uso de las cosas. que
las desigualdades funcionales trataba sólo de contrarrestar las voces se encuentran a su alcance inmediato. La superación de la inmed1at~z
demagó_gicas del momento, pero en modo alguno pretendía afirmar Ja es propia del ser humano. «Lo que da_ al ho~bre el q~e lo sea y se dis-
desigualdad ontológica entre los seres humanos. tinga de las bestias, es la razón o intehgenc1a». De ah1 se deduce el de-
3. También la afirmación de lafraternidad le resultaba sospe- recho a usar los bienes, pero también a poseer con derecho ~stable Y
chosa a León XIII, como hace notar en la encíclica Auspicato con- permanente no sólo los bienes que se consumen con el uso, smo tam-
cessum que dedicó a san Francisco de Asís: «Nadando en el lujo di- bién los que, a pesar del uso, perduran en el tiempo (RN 4) . . . ,
sipan lo propio y ambicionan lo ajeno; ensalzando el nombre de la Esta observación sobre la historicidad humana Y la prev1s10n del
fraternidad humana, es mucho más, sin embargo, lo que hablan que futuro subyace a las reflexiones papales sobre otros ámbi.t~s de la con-
lo que hacen; se dejan, en efecto, arrastrar por el egoísmo, y la ge- vivencia y de la acción humana, como el trabajo, la famtha Y las rela-
nuina caridad para con los débiles y los necesitados di sminuye de ciones con la autoridad.
día en día» 12 •
En la mencionada epístola In plurimis, dirigida a los obispos del
Brasil sobre Ja esclavitud, reafirmaba el Papa la igual dignidad entre c) El hombre ante Dios
todos los hombres, descubierta por la razón humana y refrendada por La referencia del hombre a Dios no es un sobreañadido en la do_c~­
la revelación. Cristo mismo ha revelado la igualdad entre los hombres. na antropológica de León XIII. Dios es evocado unas veces como pnnc1-
Y san Pablo la proclama al exhortar a los fieles a la unión fraternal. pio y origen del ser humano y de su actividad; otras veces aparece ~mo
Para las comunidades cristianas, esos vínculos de nuevo parentesco término de sus búsquedas personales (RN 18) y también ~e_ la soc1e~ad
unen a los hombres, cualesquiera que sean su patria; su lengua y su en que se inserta. Por lo que se refiere al protagonismo o~gmal de Dios
condición. De hecho, el Nuevo Testamento «mandaba a los señores con relación a la persona individual, baste recordar aqm unas palabras
que en sus esclavos reconocieran y trataran convenientemente a los que León XIII incluye en su encíclica Libertas praestantissimum:
hombres, por naturaleza no distintos de ellos, iguales consigo en reli-
Es Dios quien ha hecho al hombre sociable Y.quien le ha colo~ado e~
medio de sus semejantes, para que las exigencias naturales que el por s1
11. Una referencia más amplia a este cambio de conciencia, puede verse en J. R.
Flecha, Cristianismo y tolerancia, Salamanca 22005.
12. León XIII, Auspicato concessum (17.9.1882), 11, sobre san Francisco de Asís, 13. León XIII, In Plurimis, 5-6, en F. Rodríguez (ed.), Doctrina pontificia. Docu-
en F. Rodríguez, Doctrina pontificia. Documentos sociales, 192. mentos sociales, 2 12-2 13.
70 Premisas y fandamentos
El hombre, centro de la cuestión social 71

solo no puede colmar las vea satisfechas dentro de la sociedad. Por eso
2. Antropología y humanismo de Juan XXIII
es necesario que el Estado, por el mero hecho de ser sociedad, reco-
nozca a Dios como Padre y autor y reverencie y adore su poder y su do-
minio (LP 17). Al referirse a Juan XXIII es preciso recordar el discurso que pro-
nunció en la apertura del concilio Vaticano 11. En el momento en que
Esta referencia al Dios creador retorna una y otra vez cuando el descalificaba a los que él llamó «profetas de calamidades», el Papa se-
Papa considera el ser mismo del hombre, su dignidad y sus derechos ñaló que los hombres «cada día están más convencidos del máximo
que brot~ ?el proyecto mismo de Dios. El Creador que dio a los hom~ valor de la dignidad de la persona humana y de su perfeccionamiento
bres domm10 sob~e las cosas y los animales, no se lo confió para que y del compromiso que esto significa» 14•
los hombres dorrunaran a sus semejantes, dice al condenar la esclavi- En sus dos grandes encíclicas sociales, Mater et magistra y Pacem
tud (In plurimis, 3). Por otra parte, afirma el Papa que «a nadie le está in terris, se contiene una rica y articulada doctrina antropológica y éti-
p~rmitid? violar impunemente la dignidad humana, de la que Dios ca, que se podría resumir con los siguientes trazos 15 •
~1smo dispone con gran reverencia; ni ponerle trabas en la marcha ha-
cia su perfeccionamiento, que lleva a la sempiterna vida de los cielos» a) Problema del hombre
(RN 30).
El hombre, creado por Dios, ha sido también redimido por Cristo y En primer lugar, la encíclica Mater et magistra constata el drama
lla~ado a una vida sobrenatural. La obra de este nuevo Adán, que es del olvido del hombre. La humanidad ha avanzado por los caminos de
Cn~t~'. restaura la fraternidad entre los hombres y aporta las razones la ciencia y de la técnica, pero ha retrocedido en el campo de la auto-
def1mtivas para ~a.abolición de la esclavitud (In plurimis, 6). Redimi- conciencia. Los hombres han ampliado su conocimiento de la natura-
dos por el benef1c10 de Jesucristo, todos los seres humanos están uni- leza y han inventado instrumentos admirables para dominarla. «Sin
dos por parentesco fraternal (RN 18). embargo, mientras se empeñan en dominar y transformar el mundo
. .Por lo que se refiere a la sociedad, también la confesión de Dios es exterior, corren el peligro de incurrir por negligencia en el olvido de sí
n:is1stente Y s.ignificativa. En ese contexto, puede recordarse aquí la te- mismos y de debilitar las energías de su espíritu y de su cuerpo» 16 •
~1s que constituye el argumento de la mencionada encíclica Diuturnum Esa preocupación por el olvido del hombre y de la humanitas re-
zllud: «En lo tocante al origen del poder político, la Iglesia enseña rec- torna en otros pasajes de las encíclicas de Juan XXIII. Un ejemplo:
t~ente que el ~oder.viene de Dios» (DI 5). Dios es el origen y el tér- «El espíritu y la moral han de ser antepuestos a todo si se quiere que el
mmo d~ la con~1venc1a humana, de los auténticos proyectos de vida en progreso científico y técnico no sirva para la aniquilación del género
una sociedad hbre y humanizadora. humano, sino para coadyuvar a la obra de la civilización» (MM 210).
, . La lectura antropológica aquí presentada implica una consecuencia No se trata de un recelo ante el progreso en general. El antídoto a sus
e~1ca: la. defensa de la dignidad de la persona humana. Explícitamente peligros se encuentra en la decisión de otorgar al espíritu y a la ética
dice Leon XIII que debe ser respetada la condición humana con inde- un puesto de prioridad en la escala de valores de la nueva cultura.
pende?cia ?e las diferencias que existen entre los seres h~anos (RN
13). ~1 hubiera que hacer alguna discriminación entre los seres huma- 14. Puede verse en J. L. Martín Descalzo, El Concilio de Juan y Pablo, Madrid
nos, iguales en dignidad aunque «distintos por las fuerzas naturales 1967, 517.
15. Entre los comentarios a estas dos encíclicas, se pueden recordar los editados
del cuerpo y del espíritu», tal excepción debería orientarse a la defen-
por C. Abaitúa-R. Alberdi-J. M. Setién, Exigencias cristianas en el desarrollo económi-
s~ d~ los pobr~s'. ~sa defensa no es opcional. Se trata de un deber prio- co-social. Comentarios a la encíclica «Mater et magistra», Madrid 1962; Fomento So-
n.tano de la m1s1on de la lg~esia y constituye una exigencia de la dig- cial, Mater et magistra. Estudio y comentario, Madrid 1963; Instituto social León XIII,
~1~ad de la persona y del rrusmo orden social. Si se olvidara ese deber Comentarios a la «Mater et magistra>>, Madrid 3 1968; Id., Comentarios a la «Pacem in
terris», Madrid 1963; E. Welty, La encíclica social del papa Juan XXIII, «Mater et ma-
eti,c?, las consecuencias, viene a decir el Papa, serían igualmente dra- gistra», Barcelona 1963; VV. AA., Comentarios civiles a la encíclica «Pacem in terris»,
mat1cas: o la esclavitud de una gran parte del género humano 0 lasa- Madrid 1963.
cudida de continuas revoluciones (QAM 10). 16. Juan XXIII, Mater et magistra, 242, en F. Guerrero (ed.), El magisterio ponti-
ficio contemporáneo lI, Madrid 1992.

·.
72 Premisas y fundamentos
El hombre, centro de la cues tión social 73

- Frente al olvido generalizado de los valores humanos, el Papa


to de los derechos humanos como clave de la dignidad humana y la
destaca una y otra vez el inmenso aprecio que el hombre merece a la
Iglesia. Ya en el primer párrafo de su encíclica Mater et magistra se promoción de unas relaciones interpersonales basadas en la dignidad
presenta la misión de la Iglesia con una referencia particular a la dig- de la persona.
nidad humana. La Iglesia ha de velar por la vida de los individuos y de
los pueblos. Pero ese deber no es sólo una promesa; es también un re- b) Dignidad del ser humano
cuerdo innegable de toda una historia. A lo largo de ella, la Iglesia ha
mirado con respeto y ha defendido vigilantemente la superior dignidad En la encíclica Pacem in terris, el concepto clave de persona reco-
del ser humano (MM 1). nocido a todo ser humano -con independencia de sus circunstancias o
La doctrina de Cristo, de la que la Iglesia es depositaria, se puede sus condiciones- se proclama como la fuente de los derechos y debe-
decir que constituye un inmenso puente que une la tierra con el cielo, res que le competen:
«ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que esta-
voluntad, y le ordena elevar su mente desde las condiciones transito- blecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona,
rias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por
día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas» (MM 2). El ser tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes que dimanan
humano tiene mucho de terreno, pero tiene también mucho de celes- inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos de-
tial. Su valor no se agota en su finitud. Al considerar al ser humano en rechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden re-
su integridad, la Iglesia no hace otra cosa que seguir el ejemplo de Je- nunciarse por ningún concepto (PT 9).
sús. Él se ocupaba ciertamente de la salvación eterna del hombre, pe-
ro también sentía compasión de la multitud (Me 8, 2) y trataba de sa- No es ociosa esa triple reivindicación de la universalidad, la invio-
ciar su hambre (MM 4). labilidad y la irrenunciabilidad de los derechos humanos. Los grandes
-Cuando dirige su mirada al mundo, encuentra el Papa algunos movimientos de masas que han marcado con sangre el siglo XX de-
síntomas esperanzadores que conviene recordar aquí con sus mismas muestran la desgracia que se cierne sobre los pueblos cuando se aban-
palabras: donan dichos postulados.
También en términos antropológicos evoca el Papa el derecho de
En las naciones más ricas, los hombres, insatisfechos cada vez más por
propiedad. Gracias a este derecho y a su ejercicio, el ser humano se ve
la posesión de los bienes materiales, abandonan la utopía de un paraí-
so perdurable aquí en la tierra. Al mismo tiempo, la humanidad entera capacitado para hallar en la fecundidad del trabajo la fuente de su efi-
no solamente está adquiriendo una conciencia cada día más clara de cacia, de modo que viene a constituir un medio eficiente para garan-
los derechos inviolables y universales de la persona humana, sino que tizar la dignidad de la persona humana (MM 112). Con razón se ha
además se esfuerza con toda clase de recursos por establecer entre los podido escribir que, precisamente cuando Juan XXIII aborda el tema
hombres relaciones mutuas más justas y adecuadas a su propia digni- de Ja propiedad, «por debajo de la exacta expresión doctrinal de su
dad. De aquí se deriva el hecho de que actualmente los hombres em- pensamiento se siente el latido de una honda comunión en el dolor de
piecen a reconocer sus limitaciones naturales y busquen las realidades millones de hombres» 17•
del espíritu con un afán superior al de antes. Todos estos hechos pare- - Pero una vez afirmada la dignidad de la persona humana, es pre-
cen infundir cierta esperanza de que tanto los individuos como las na- ciso detenerse a considerar su complejidad. Recordando la afirmación
ciones lleguen por fin a un acuerdo para prestarse múltiple y eficacísi- básica de la antropología cristiana, la encíclica Mater et magistra afir-
ma ayuda mutua (MM 211 ).
ma que «el hombre no consta sólo de cuerpo, sino también de alma,
dotada de inteligencia y libertad. El alma exige, en virtud de su propia
En este párrafo habría que subrayar la centralidad de esa referencia
a los derechos humanos y a unas relaciones nuevas - entre las personas 17. Cf. J. Ruiz-Jiménez, La propiedad, en Instituto social León Xlll, Comentarios
y entre las naciones- adecuadas a la dignidad humana. Esos son los a la «Mater et magistrw>, 407-467; J. Ruiz-Jirnénez, La propiedad, sus problemas, su
dos temas nucleares del humanismo de Juan XXIIT: el reconocimien- función social, Salamanca 1961; F. Fuente, La propiedad, en A. A. Cuadrón (coord.),
Manual de Doctrina social de la Iglesia, Madrid 1993, 449-468.

·•
74 Premisas y fundamentos El hombre, centro de la cuestión social 75

naturaleza, una ley moral basada en la religión» (MM 208). Un año inmutables e inviolables de Dios, las cuales han de ser conocidas y res-
más tarde, en la solemne apertura del Concilio, señalaba el Papa que la petadas por todos. Nadie, pues, puede lícitamente usar en esta materia
doctrina cristiana «comprende al hombre entero, compuesto de alma y los medios o procedimientos que es lícito emplear en la genética de las
cuerpo, al cual, como peregrino que es sobre la tierra, le enseña que plantas o de los animales (MM 193).
debe aspirar al cielo» 18 •
La afirmación antropológica deviene inmediatamente en postula- - En varias ocasiones afirmaba ya la Mater et magistra la necesi-
do ético. Lo mismo ocurre en la encíclica Pacem in terris, cuando se dad de proclamar y defender los derechos humanos. Ahora bien, en la
proclama que el contenido del bien común abarca tanto los bienes del Pacem in terris (1963), se reconoce la importancia de la Declaración
cuerpo como los del espíritu (PT 57-59). de los derechos humanos formulada por las Naciones Unidas. La en-
Por otra parte, esa unidad psicosomática del ser humano constitu- cíclica valora que en ella «Se reconoce solemnemente a todos los hom-
ye en realidad el elemento que propicia el definitivo discernimiento bres sin excepción la dignidad de la persona humana, y se afirman to-
entre las ideologías. Con una velada alusión al marxismo, afirma el dos los derechos que todo hombre tiene a buscar libremente la verdad,
Papa que hay ideologías que se van debilitando, precisamente porque respetar las normas morales, cumplir los deberes de la justicia, obser-
«no consideran la total integridad del hombre y no comprenden la par- var una vida decorosa y otros derechos íntimamente vinculados con
te más importante de éste. No tienen además en cuenta las indudables estos» (PT 144).
imperfecciones de la naturaleza humana, como son, por ejemplo, la
enfermedad y el dolor» (MM 213). c) Un ser relacional
Así pues, la afirmación de un hombre unidimensional implica el
fracaso de las ideologías. En esa pretensión se anuncia su propia rui- No se puede olvidar el segundo tema ya enunciado como motivo re-
na, porque «todos los hombres se sienten movidos por un profundo e currente en la doctrina de Juan XXIII: el de la afirmación del hombre
invencible sentido religioso, que no puede ser jamás conculcado por la como un ser relacional. Tal relación se abre a un trípode en cuyos apo-
fuerza u oprimido por la astucia» (MM 213). yos se sustenta el ser humano que se abre -o se cierra- a lo otro, a los
- La reflexión sobre la dignidad del hombre y los dualismos que otros y al Absolutamente otro. De esa apertura o clausura depende en
tratan de parcelarlo lleva al Papa a situar a la persona ante el misterio gran manera la posibilidad de diseñar y defender su propia identidad.
de su propia vida. La encíclica Mater et magistra evoca una filosofia 1. «Lo otro» es, en primer lugar, el mundo ambiental, percibido
etológica que pretende reducir al ser humano a la categoría de los de- como «la naturaleza» o el «cosmos» y, desde una perspectiva creyen-
más vivientes, como si no existiera una diferencia cualitativa entre él te, como «la creación>>. Ese mundo objetual ofrece al ser humano múl-
y los animales y vegetales. Esa asimilación adquiere unas repercusio- tiples bienes, que resultan seductores por presentarse como comple-
nes inadmisibles cuando se aplica a los momentos fuertes de la exis- mentarios de sus carencias y apagadores de sus ansias. La encíclica
tencia, como son el nacimiento y la muerte. Anticipándose al futuro, la Mater et magistra pone en guardia contra una posible magnificación
encíclica alude expresamente al milagro de Ja fecundación y a la po- de tales bienes, que los haga parecer superiores a la misma dignidad
sibilidad técnica de introducir una manipulación abusiva de los oríge- del ser humano que los apetece o los manipula con su actividad:
nes de la vida: El carácter natural del trabajo, el cual, por su procedencia inmediata
En esta materia hacemos una grave declaración: la vida humana se co- de la persona humana, debe anteponerse a la posesión de los bienes
munica y propaga por medio de la familia, la cual se funda en el matri- exteriores, que por su misma naturaleza son de carácter instrumental
monio uno e indisoluble, que para los cristianos ha sido elevado a la (MM 107).
dignidad de sacramento. Y como la vida humana se propaga a otros
hombres de una manera consciente y responsable, se sigue de aquí que Desde una perspectiva creyente, compartida por distintas religio-
esta propagación debe verificarse de acuerdo con las leyes sacrosantas, nes, el ser humano reconoce a las cosas creadas como «bienes». Los
bienes creados tienen un valor ontológico que inmediatamente se tra-
18. J. L. Martín Descalzo, El Concilio de Juan y Pablo, 514. duce en un valor referencial. Los «bienes» lo son en la medida en que
76 Premisas y fundamentos El hombre, centro de la cuestión social 77

contribuyen a realizar y plenificar al ser humano. Las cosas son para como en las iniciativas sociales o políticas. Hay situaciones en las que
el hombre y no el hombre para las cosas: «Dentro del plan de Dios esta responsabilidad se convierte en paradigmática. Tal es el ejemplo
creador, todos los bienes de la tierra están destinados, en primer lugar, de la empresa fam iliar en el mundo agrícola, evocado por el Papa:
al decoroso sustento de todos los hombres» (MM 119).
Quienes tienen una concepción natural y, sobre todo, cristiana de la dig-
En consecuencia, la organización de los bienes, ya sean raíces o
nidad del hombre y de la familia, consideran a la empresa agrícola, y
muebles, ha de estar orientada a la realización integral de la persona. principalmente a la familiar, como una comunidad de personas en la
La economía, o regulación de la casa del hombre, no puede ignorar la cual las relaciones internas de los diferentes miembros y la estructura
constitución misma del hombre de la casa. Si los papas anteriores ha- funcional de la misma han de ajustarse a los criterios de la justicia y al
bían aplicado este principio de la antroponomía a la organización de espíritu cristiano (MM 142).
las actividades industriales, acusadas en otro tiempo de crear la nueva
esclavitud del proletariado, Juan XXIII lo evoca y refuerza en el con- La valoración del hombre y de la familia, puede haber sido descu-
texto de las actividades agrícolas. Según él, los protagonistas de la ele- bierta por Ja razón humana, aunque se encuentre apoyada por la fe. Por
vación económica y social de los agricultores han de ser ellos mismos. eso, Ja valoración positiva del hombre y de la familia no es privativa de
- «Lo otro» no son solamente los objetos-bienes «naturales» con los seguidores de Jesús. Ante ese hecho, los cristianos no pueden por
que ha de habérselas el ser humano. Ante él se elevan también los ob- menos de alegrarse y de colaborar con los no cristianos en un nuevo
jetos, bienes, estructuras y servicios, imaginados y creados por el mis- ecumenismo ético. Tal participación en los ideales y en las estrategias
mo ser humano. Su presencia es con frecuencia percibida con una se aplica en este caso al ámbito de la economía agrícola, pero puede y
cierta ansiedad. La experiencia ante las estructuras laborales, sociales, debe aplicarse a todos los campos de la actividad humana.
económicas y políticas puede ser ambivalente. El criterio último de 3. El tercer punto de apoyo del trípode relacional que configura la
discernimiento y valoración de las mismas ha de ser, una vez más, el experiencia y la responsabilidad humana remite a Ja trascendencia. En
de su capacidad para promover y tutelar la dignidad humana: realidad, no hay humanismo auténtico si se priva a la persona de esa
Si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema pro- referencia connatural a su propio ser y a su propia vocación. El Papa
ductivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debi- sabía bien que «los hombres se olvidan muchas veces de sí mismos en
litan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su conducta práctica, mientras admiran sus propias obras hasta ado-
su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es in- rarlas como dioses» (MM 244). En esa idolatría radica la fuente del
justo, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él antihumanismo de la cultura moderna20 .
alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equi- Seguramente esa constatación es también patrimonio de muchas
dad (MM 83) 19•
otras concepciones antropológicas, pero para la fe cristiana constitu-
ye una parte integrante del primer artículo de su «credo»:
La defensa de la dignidad humana no se queda aquí en vagueda-
des, sino que se traduce en la oferta de algunos criterios concretos. Por Por grande que llegue a ser el progreso técnico y económico, ni la jus-
una parte, se deshecha el criterio puramente pragmático de la produc- ticia ni la paz podrán existir en la tierra mientras los hombres no tengan
ción de riqueza y aun el criterio mucho más humanista de la distribu- conciencia de la dignidad que poseen como seres creados por Dios y
elevados a la filiación divina: por Dios, decimos, que es la primera y úl-
ción de la misma; por otra, se postula como criterio la promoción del
tima causa de toda la realidad creada. El hombre, separado de Dios, se
sentido de responsabilidad y la expresión de la propia iniciativa.
torna inhumano para sí mismo y para sus semejantes, porque las rela-
2. E l otro punto de apoyo relacional del hombre lo remite a «los ciones humanas exigen de modo absoluto la relación directa de la con-
otros». Para Juan XXIII el hombre no vive solo. Miembro de una co- ciencia del hombre con Dios, fuente de toda verdad, justicia y amor
munidad de personas, está llamado a vivir de forma comunitaria yac- (MM 215).
tuar el valor de la comunitariedad, tanto en sus decisiones individuales
20. Cf. A. Herrera Oria, Reconstrucción de las relaciones de convivencia en la ver-
19. Sobre este tema, cf F. Rodríguez, Estructuras económicas, en Instituto social dad, en la justicia y en el amor, en lnstituto social León XIII, Comentarios a la 11Mater
León XIII, Comentarios a la 11Mater et magistra», 278-300. et magistra», 735-737.
78 Premisas y fundamentos El hombre, centro de la cuestión social 79

La fe en el Dios creador aparece de nuevo al principio de la encí- De todas formas, Juan XXIII no se limita a esbozar un programa
clica Pacem in terris, para recordar como cualidades fundamentales moral. Mucho más urgente le parece afirmar una religación del ser hu-
del ser humano la inteligencia y la libertad. A estas notas, accesibles mano con Dios, que puede ser considerada en su aspecto ontológico y
por la luz de la razón, se añade, la afirmación judeocristiana de la ico- en su dimensión tendencia/. El pensamiento papal no sigue una línea
nalidad del ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza. La discursiva de tipo cronológico, sino más bien experiencial. El senti-
referencia explícita al texto de Gn 1, 26, se encuentra explicada a su miento humano revela la esencia de lo humano.
vez por el texto del salmo 8, 5-6, en el que esa referencia iconal a Dios Por lo que se refiere al aspecto ontológico, el Papa subraya la im-
se entiende en términos de colaboración humana en el señorío sobre el portancia del sentido religioso al tiempo que trata de defender su in-
mundo creado (PT 3). violabilidad: «Todos los hombres se sienten movidos por un profundo
Esta afirmación de la fe en el Dios creador constituye sin duda un e invencible sentido religioso, que no puede ser jamás conculcado por
punto de anclaje importante para el establecimiento de un diálogo in- la fuerza u oprimido por la astucia» (MM 213).
terreligioso amplio, por ser común a muchas religiones. Pero aquel Y por lo que se refiere al aspecto tendencia!, es decir, a la consti-
artículo de la fe es invocado también para reivindicar ante las autori- tución misma de lo humano con relación a lo divino, la misma encí-
dades civiles, sociales y laborales algunos derechos del trabajador que clica afirma que «la íntima inclinación humana hacia la religión es
podrían haber sido defendidos sobre la base de una argumentación prueba convincente de que el hombre ha sido creado por Dios y tiende
más secular. Un ejemplo significativo es el descanso dominical. En su irrevocablemente hacia él» (MM 214).
exhortación a la santificación de las fiestas, el Papa apela «a la digni-
dad del hombre como ser creado por Dios y dotado de un alma hecha
a imagen divina» (MM 249). Es este un gesto profético que coincide 3. El puesto del hombre en la «Centesimus annus»
con las sociedades seculares en la reivindicación categorial de los de-
rechos humanos, aunque no se avergüenza en apelar a la comprensión Justo al final de la encíclica Centesimus annus, Juan Pablo II afir-
trascendental de los fundamentos revelados. ma que «también en el tercer milenio la Iglesia será fiel en asumir el
-La fe en el Dios creador del hombre se convierte en el postulado camino del hombre, consciente de que no peregrina sola, sino con
ético fundamental. Para la Pacem in terris no sólo interesa el ser del Cristo, su Señor. Es él quien ha asumido el camino del hombre, y lo
hombre, sino también su quehacer moral. La conciencia humana pue- guía incluso cuando éste no se da cuenta» (CA 62).
de descubrir, por la luz de la razón, el orden impreso por el Creador No se trata de una frase puramente protocolaria. El mismo Papa
que resulta inevitablemente normativo (PT 5). Ahora bien, esa norma- había afirmado en su primera encíclica, Redemptor hominis, que el
tividad no puede confundirse con las leyes que rigen las fuerzas y los hombre es el camino de la lglesia 21 • No podía ser de otra manera, pa-
elementos irracionales del universo. El modo peculiar de la creación ra una comunidad que se remite constantemente a la encarnación del
del hombre conlleva un significado peculiar en las leyes grabadas por Verbo de Dios, que ha asumido la peripecia humana, rescatándola de
el Creador en su misma naturaleza (PT 6). lo que la mantenía cautiva y llevándola a su definitiva y verdadera ple-
- El primero de los ámbitos en los que se demanda el ejercicio de lá nitud. En Jesucristo, el hombre ha descubierto su verdadera estatura y
responsabilidad moral es obviamente el de la defensa de la misma vida su íntima y última orientación.
humana, que «ha de considerarse por todos como algo sagrado, ya que
desde su mismo origen exige la acción creadora de Dios» (MM 194).
- E l segundo de esos ámbitos de la existencia que es modificado a) Purificación de intenciones
por la fe en el Creador es el relativo al trabajo, especialmente el traba-
jo agrícola, concebido como <<Ull mandato de Dios y una misión ex- Afirmar que el hombre es el camino de la Iglesia requiere una pu-
celsa» (MM 149). rificación de intenciones. Eso significa, en realidad, la exclusión de
-Un tercer ámbito de aplicación es el que se podría denominar con 21. Juan Pablo II, Redemptor hominis (4.3.1979), 14, enAAS 71(1979),284; Id.,
el título genérico de la cultura: ese «orden temporal sólido y prove- Discurso a la III Conferencia general del episcopado latinoamericano (28.1.1979), en
choso» que no puede diseñarse prescindiendo de Dios (MM 217). AAS 71(1979),187ss.
80 Premisas y fundamentos El hombre, centro de la cuestión social 81

otras intenciones ajenas a la defensa de la dignidad del ser humano. Al estrategias para su concreción. El discurso sobre el hombre puede pa-
pronunciarse sobre materias coyunturales, como la situación social recer tanto más brillante cuanto más desencarnado.
económica o política en la que se encuentran las personas, la Iglesi~ Como para prevenir tales suspicacias, la Centesimus annus se
no lo hace para apuntalar, en connivencia con los poderes de este mun- apresura a hacer un acto de fe en el hombre singular e histórico y una
do, una situación que de otra forma podría volverse conflictiva. Tam- profesión de las intenciones que han motivado los pronunciamientos
poco lo hace con una intención proselitista encaminada a ganar o re- de la doctrina social de la Iglesia:
cuperar prosélitos. Y mucho menos podría hacerlo para recobrar poder
Su única finalidad ha sido la atención y la responsabilidad hacia el
sobre los engranajes mismos de la sociedad. Así lo dice expresamen-
hombre, confiado a ella por Cristo mismo, hacia este hombre, que, co-
te la misma encíclica Centesimus annus: mo el concilio Vaticano II recuerda, es la única criatura que Dios ha
En los últimos cien años la Iglesia ha manifestado repetidas veces su querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la par-
pensamiento, siguiendo de cerca la continua evolución de Ja cuestión ticipación en la salvación eterna. No se trata del hombre abstracto, si-
social, y esto no lo ha hecho ciertamente para recuperar privilegios del no del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, por-
pasado o para imponer su propia concepción. Su única finalidad ha si- que a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha
do la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella unido Cristo para siempre a través de este misterio (CA 53) 23 •
por Cristo mismo, hacia este hombre, que, corno el concilio Vaticano 11
recuerda, es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre
b) El hombre y su verdad
la cual tiene su proyecto, es decir, Ja participación en la salvación eter-
na (CA 53)22•
La fe cristiana apela constantemente a la imagen de hombre que le
ha sido revelada en Jesucristo, como se acaba de decir. De hecho, pa-
Así pues, la motivación última para su pronunciamiento sobre ra la Iglesia «la doctrina social tiene de por sí el valor de un instru-
cuestiones sociales la encuentra la Iglesia en su misma fe cristológica. mento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio
Jesucristo, que ha asumido la suerte del hombre, la envía a tutelar la de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al
dignidad de lo humano. Una dignidad que no proviene de las cosas hombre a sí mismo. Solamente bajo esta perspectiva se ocupa de lo de-
que tiene, sino de la persona misma que es (CA 36). más» (CA 54).
Todavía hoy, como en tiempos de León XIII, el trabajo del hom- Pero la Iglesia apela igualmente a la verdad ontológica del hombre,
bre, y aun él mismo, es considerado simplemente como mercancía con frecuencia desconocida o despreciada.
(CA 34). Al denunciar tan estrecha concepción de la persona, la Igle- -No es extraño que, siguiendo a las encíclicas Laborem exercens y
sia se recuerda a sí misma que su acercamiento al hombre necesitado Sollicitudo rei socia/is, también la Centesimus annus afirme lisa y lla-
no puede limitarse a ofrecerle su apoyo material. Tampoco para ella el namente que «el error fundamental del socialismo es de carácter an-
hombre puede ser reducido a simple destinatario de su asistencia ca- tropológico» (CA 13). Al considerar al hombre como un elemento más
ritativa. Su misión no responderá al mandato de Cristo si no promue- del orden social, lo subordina al funcionamiento del sistema y consi-
ve la dignidad de la persona, ayudándola a superar su situación de dera que el hombre puede ser alcanzado al margen de su opción autó-
precariedad (CA 49). noma. «El hombre queda reducido así a una serie de relaciones socia-
Un discurso como este, fundado en el hombre revelado por Dios en les, desapareciendo el concepto de persona como objeto autónomo de
Jesucristo, suscita una mueca de escepticismo en un mundo seculari- decisión moral» (CA 13). Yendo al fondo de las cosas, el Papa no du-
zado. Una larga experiencia histórica hace desconfiar de los que ofre- da en afirmar que tal errónea concepción de la persona encuentra su
cen esplendorosas utopías que luego parecen incapaces de encontrar causa en el ateísmo. La comprensión del hombre queda peligrosa-
un «topos», una referencia a la realidad cotidiana, unas mediaciones y mente fragmentada cuando se le niega su ontológica religación con el
Absoluto, su dignidad y responsabilidad. Cuando se homologa a la
. 22. Cf. O. G?nzález de Cardedal, Contexto histórico y contenido teológico de la
enc1cl1ca «Centes1mus annus» de Juan Pablo 11, en Acerca de «Centesimus annus» Ma- 23. Cf. G. del Pozo, Manual de Moral social cristiana, Burgos 1991, 26-42; R.
drid 1991, 169-178. '
Sanz de Diego, Cien años de Doctrina social: XX Siglos 2 (199117) 68-80.
El hombre, centro de la cuestión social 83
82 Premisas y fundamentos

persona con el mundo en el que vive o con el producto de sus manos, una nueva herejía antropológica. La adoración del becerro de oro (Ex 32,
no sólo se Ja humilla, sino que, a la larga, se termina dañando la mis- 1-6) constituye un paradigma de todas las idolatrías y desesperanzas. La
ma concepción del mundo material. adoración del becerro es una renuncia a la libertad prometida.
- También en los sistemas sociales de cuño fascista o nacionalista Juan Pablo II ha podido afirmar con todo derecho que «el hombre
se toma como operativa una visión parcelada de la verdad del hombre, es, ante todo, un ser que busca la verdad y se esfuerza por vivirla y
ya sea por motivos de raza, de religión o de afiliación política. Tam- profundizarla en un diálogo continuo que implica a las generaciones
bién ahí se encuentra <mna concepción de la libertad humana que la pasadas y futuras» (CA 49)25 • Los subjetivismos y los totalitarismos
aparta de la obediencia de la verdad y, por tanto, también del deber de aparecidos y padecidos en el último siglo han encendido la llama de la
respetar los derechos de los demás hombres» (CA 17). Así, todos esos sospecha ante los positivismos legales y han obligado a redescubrir la
sistemas tratan de acallar las voces de la disidencia. Temen a la verdad normatividad última del ser humano para el hacer humano. Resulta ya
moral por haber despreciado anteriormente la verdad ontológica del impostergable la búsqueda de la verdad última del hombre.
hombre.
- También los sistemas de «seguridad nacional», ya denunciados c) La revelación del hombre
por el Documento de Puebla, al tratar de preservar del comunismo a
sus pueblos han llegado a destruir la libertad y los valores mismos de Esta apelación a la verdad del hombre no obedece a una estrategia
la persona. La lucha contra un reduccionismo no puede hacer bueno al interesada ni a una mera reflexión filosófica, sino que se nutre del
contrario, que, con frecuencia, termina por no ser tan diferente. mensaje revelado. Recordando unas palabras de Pablo VI, la encíclica
- Y por fin, la sociedad del bienestar y del consumo, al pretender Centesimus annus afirma que «la Iglesia conoce el sentido del hombre
mostrar el fracaso del marxismo, llega a coincidir con él en reducir al gracias a la revelación divina»26 . En efecto, si Dios ha hablado a través
hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesi- de la misma naturaleza, o por medio de hombres y mujeres eminentes,
dades materiales (CA 19). También a este fenómeno dirige la encícli- al llegar la plenitud de Jos tiempÓs ha hablado por medio de su Hijo
ca una inolvidable amonestación: (Heb 1, 1), que es, al mismo tiempo, Ja última palabra de Dios (Jn 1,
14) y la imagen de Dios invisible (Col 1, 15).
A través de las opciones de producción y de consumo se pone de ma-
nifiesto una determinada cultura como concepción global de la vida. Por eso -dice con razón el Papa- la antropología cristiana es en realidad
De ahí nace el fenómeno del consumismo. Al descubrir nuevas necesi- un capítulo de la teología y, por esa misma razón, la doctrina social de
dades y nuevas modalidades para su satisfacción, es necesario dejarse la Iglesia, preocupándose del hombre, interesándose por él y por su mo-
guiar por una imagen integral del hombre, que respete todas las dimen- do de comportarse en el mundo, pertenece al campo de la teología Y es-
7
siones de su ser y que subordine las materiales e instintivas a las inte- pecialmente de la teología moral2 •
riores y espirituales. Por el contrario, al dirigirse directamente a sus ins-
tintos, prescindiendo en uno u otro modo de su realidad personal, De hecho, y por retornar al trípode ya mencionado anteriormente,
consciente y libre, se pueden crear hábitos de consumo y estilos de vi- Ja revelación nos ayuda a entender al ser humano como una realidad
da objetivamente ilícitos y con frecuencia incluso perjudiciales para su relacionada y religada: con Dios, con los demás seres humanos, con el
salud física y espiritual (CA 36)24 • mundo que Je antecede y Je sirve de hogar.
1. La relación con Dios se encuentra evocada en un contexto socio-
No está de más la advertencia. Una vez evidenciado el fracaso del co- político. Afirma la encíclica que la ineficacia del sistema económico
munismo, no sólo en sus aspectos económicos, sino también en su mis-
ma antropología subyacente, no faltarán quienes pretendan canonizar de 25. El texto remite a su alocución a la UNESCO (2.6.1980), en AAS 72 ( 1980),
tal forma el liberalismo que lleguen a hacer del manifiesto consumista 735-752. Estas palabras son un eco del documento conciliar Dignitatis hum~nae, 3._
26. Se cita la homilía de Pablo VI en la última sesión pública del conc1ho Vatica-
24. Cf. también CA 55, donde a la concepción atea del hombre se contraponen las no lI (7.12.1965), en AAS 58 ( 1966), 58. Cf. en el mismo sentido GS 41.
soluciones permisivas o consumistas que, pretendiendo liberarlo de toda ley y de Dios 27. Juan Pablo II, Centesimus annus, 55, donde se remite a Sollicitudo rei socia-
mismo, termman por encerrarlo en un fatal egoísmo (AAS 83 [1991) 838 y 861). /is, 41, enAAS 80 ( 1988), 571.
84 Premisas y fundamentos El hombre, centro de la cuestión social 85

no es casual, sino debida a la violación de los derechos humanos y, en 3. Por lo que se refiere a la relación del hombre con «lo otro», la
el fondo, a la comprensión unilateral del hombre a partir del sector de encíclica afirma que «en la raíz de la insensata destrucción del am-
la economía, en una asombrosa mutilación de la cultura. Es ahí donde biente natural hay un error antropológico» (CA 37). La tierra, se había
se dice que «el punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el dicho previamente, es «el primer don de Dios para el sustento de la vi-
hombre asume ante el misterio más grande: el misterio de Dios» (CA da humana» (CA 31 ). Por eso, el dominio del hombre sobre el mundo
24). Una cultura se define por sus actitudes de admisión o rechazo de no debe ser despótico, sino responsable (CA 37.52)
Dios, que inevitablemente se encuentran reflejadas en expresiones En la Centesimus annus, el hombre es definido como un ser tras-
concretas. cendente. Respecto a Dios, su trascendencia revela su ontológica re-
El hombre es un ser llamado por Dios, querido por Dios. «Preci- ligación y su íntima vocación a la participación de la vida divina.
samente en la respuesta a la llamada de Dios, implícita en el ser de Respecto a sus semejantes, la trascendencia se caracteriza por su
las cosas, es donde el hombre se hace consciente de su trascendente constitutiva oblatividad. El ser humano, que es don de Dios a sí mis-
dignidad» (CA 13). Ahí radica su propia grandeza, su trascendencia mo, es a su vez donación para sus hermanos. En esa ofertabilidad de
respecto al mundo material, su irreductibilidad al capítulo de los ma- su ser y su servicio el hombre se encuentra a sí mismo. En el recha-
teriales o los bienes de producción y de consumo, su superioridad e zo de tal apertura y dadivosidad, el ser humano se frustra. Esa frus-
inadaptabilidad al mundo de los medios e instrumentos. De ahí que tración ética es precedida por la misma frustración ontológica. La
la defensa de los derechos humanos, además de ser un timbre de glo- alienación del ser humano, tan dramáticamente propiciada por los di-
ria para una cultura humanista, sea para los cristianos un acto de fe versos sistemas socio-económicos de los últimos tiempos, está ínti-
teologal. mamente relacionada con el enclaustramiento egoísta de la persona,
Además de los derechos que consigue el hombre con su esfuerzo con su negativa, más o menos consciente, a hacer de sí misma proji-
hay otros derechos que no proceden de ninguna obra realizada por él: midad y donación. Merece ser citado expresamente uno de los pasos
sino de su dignidad esencial como persona única e irrepetible (CA 11). más significativos de la encíclica:
Todo hombre - sean cuales fueren sus convicciones personales- lleva
Es necesario iluminar, desde la concepción cristiana, el concepto de
en sí mismo la imagen de Dios (Gn 1, 16). Su misma iconalidad es alienación, descubriendo en él la inversión entre los medios y los fines:
fuente y exigencia de derechos y deberes morales (CA 22)2ª. el hombre, cuando no reconoce el valor y la grandeza de la persona en
2. El hombre vive entre los hombres. Nadie nace de sí mismo y no sí mismo y en el otro, se priva de hecho de la posibilidad de gozar de la
puede vivir su aventura personal en absoluta soledad. Vivir es convivir propia humanidad y de establecer una relación de solidaridad y comu-
y «trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros; es hacer algo pa- nión con los demás hombres, para lo cual fue creado por Dios [... ] Se
ra alguien». A esta profunda intuición añade la encíclica Centesimus aliena el hombre que rechaza trascenderse a sí mismo y vivir la expe-
annus una explicación que no siempre parece encontrar eco en la vi- riencia de la autodonación y de la formación de una auténtica comuni-
vencia diaria: dad humana, orientada a su destino último que es Dios. Está alienada
una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción
El trabajo es tanto más fecundo y productivo, cuanto el hombre se ha- y consumo, hace más dificil la realización de esta donación y la forma-
ce más capaz de conocer las potencialidades productivas de la tierra y ción de esa solidaridad interhumana (CA 41)30•
ver en profundidad las necesidades de los otros hombres, para quienes
se trabaja (CA 31)29. En esta, como en otras encíclicas sociales, la centralidad del hom-
bre encuentra su fundamento en la centralidad de Cristo. La antropo-
28. Cf. también Sollicitudo rei socia/is, 29; cf. J. R. Flecha, La opción por el hom- logía remite necesariamente a la cristología. Frente a ideologías parti-
bre, imagen de Dios, en la ética cristiana: Estudios trinitarios 23 (1989) 57-83. distas que ofuscan la común dignidad humana, la defensa y promoción
29. El texto evoca inmediatamente la consideración del trabajo en sentido subje-
tivo .invocada por la encíclicaLaborem exercens, 6, en AAS 73 (1981), 589. Cf. l. Olá- de los derechos humanos por parte de la fe cristiana significan la afir-
bam, El hombre y el trabajo en la edad contemporánea a la luz de la «Laborem exer-
cens», en F. Femández (ed.), Estudios sobre la encíclica «Laborem exercens» Madrid, 30. Es fáci lmente perceptible el eco de GS 24, 41; cf. B. Forte, Trinidad cristiana
1987, 105-138. '
y realidad social, en El Dios cristiano y la realidad social, Salamanca 1987, 145-163.
86 Premisas y fandamentos El hombre, centro de la cuestión social 87

mación de que todo hombre -sean cuales sean sus convicciones per- de la Iglesia, la cual, valiéndose de todas las aportaciones de las cien-
sonales- lleva dentro de sí la imagen de Dios y, por tanto, merece todo cias y de la filosofía, se propone ayudar al hombre en el camino de la
respeto (CA 22.44). Pero el concepto de la dignidad de la persona se salvación (CA 54; también CA 59).
manifiesta en su plenitud en el misterio del Verbo encarnado3'·
La oferta de diálogo sobre la verdad del hombre queda, pues,
abierta a las ciencias humanas y a la filosofía, a las otras Iglesias cris-
4. Conclusión tianas y a todas las grandes religiones del mundo para que se encuen-
tren en el «testimonio unánime de sus comunes convicciones acerca
El hombre es el centro de la cuestión social y de la doctrina social de la dignidad del hombre, creado por Dios» (CA 60)32 .
de la Iglesia. Si dicha doctrina social ha definido su estatuto episte- Precisamente a ese Dios se vuelve agradecido el papa Juan Pablo
mológico y su campo de actuación práctica en el marco de la teología II «porque ha dado a su Iglesia la luz y la fuerza de acompañar al hom-
moral, no puede por menos de considerar al hombre a la luz de la re- bre en el camino terreno hacia el destino eterno» (CA 62)33 . La cen-
flexión de la fe y desde su misión evangelizadora. Una vez más, Ja éti- tralidad del hombre en la reflexión y en la acción social de la Iglesia
ca se enraíza en la antropología. dimana de la revelación de su grandeza y dignidad. Pero tal revela-
Sin embargo, la antropología no se presenta hoy como una parcela ción, si es para la Iglesia un privilegio inmerecido, es siempre el fun-
homogénea del conocimiento. Así, o por la complejidad del objeto de damento de una misión inesquivable.
su consideración, o por las hipotecas ideológicas de quienes lo han de
considerar, las antropologías disponibles son múltiples y con frecuen-
cia contradictorias. Los sistemas que en el siglo pasado han esclaviza- PAUTAS DE TRABAJO

do a las personas, calificándolas como proletarios, no arios o refugia-


dos, no negaban al hombre: lo parcelaban. Reducían «lo humano» a l . Leer la Gaudium et spes, constitución pastoral sobre la Iglesia en el
uno de sus componentes. Todo abuso del ser humano delata siempre mundo de hoy, y analizar el puesto que ocupa el hombre en su reflexión sobre
la sociedad.
una antropología deformada. Detrás de toda explotación del hombre
2. En este capítulo se ha ofrecido un breve resumen de Ja reflexión antro-
ya sea el sujeto o la víctima de la explotación, hay siempre un recha~
pológica que se encuentra en la encíclica Centesimus annus, de Juan Pablo Il.
zo de la verdad integral del hombre.
Completar el tema con Ja lectura de su primera encíclica Redemptor hominis.
Esa verdad integral sobre el hombre, la Iglesia «cree» haberla re- 3. Recoger durante varias semanas las noticias más importantes ofrecidas
cibido de modo absolutamente gratuito por revelación divina (CA 55). por Jos medios de comunicación y analizar la antropología que subyace tanto
Pero esa certeza no debe generar en su conciencia ni una sola tenta- a los hechos como a su presentación mediática.
ción de altanería o intolerancia. La Iglesia «sabe» que son muchos los
que se han formulado las preguntas más radicales sobre el ser huma-
no. Y ~abe que la racionalidad, en sus exponentes más serios, ha llega-
do a vislumbrar la grandeza de la peripecia humana. Por eso se ofrece
a un diálogo sereno sobre la verdad del hombre:
La doctrina social, especialmente hoy día, mira al hombre, insertado en
la compleja trama de relaciones de la sociedad moderna. Las ciencias
humanas y la filosofia ayudan a interpretar la centralidad del hombre
en la sociedad y a hacerlo capaz de comprenderse mejor a sí mismo co-
mo «ser social». Sin embargo, solamente la fe le revela plenamente su
identidad verdadera, y precisamente de ella arranca la doctrina social
32. El Papa se dirige también a los no creyentes, citando para ello Sollicitudo rei
socia/is, 38 y 47.
31. Esta afirmación fundamental de la GS 22 encuentra un eco frecuente en esta 33. Sobre la acción social a lo largo de la historia de la Iglesia, cf. el monográfico.
encíclica Cetessimus annus, 47.53.54.55. La justicia social: XX Siglos 2/7 (1991).
4
LOS IDEALES DE LA MODERNIDAD

En este mundo plural, globalizado y postmoderno, es imposible ig-


norar la importancia que tienen todavía los tres grandes ideales de la
modernidad: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Nacidos de la fe
cristiana, fueron presentados como el ideal de una sociedad seculari-
zada. Con todo, cabe preguntarse qué valor conservan en la sociedad
plural y qué valores éticos reflejan para el compromiso moral de los
cristianos.

1. Sobre la comprensión de la libertad

Efectivamente, en la sociedad plural, una de las preguntas funda-


mentales se refiere a la posibilidad y a los límites de la libertad indi-
vidual y grupal. Pero esa pregunta no va a tener fácil respuesta, si se
tiene en cuenta la dificultad de definir la esencia de la libertad y de
describir la posibilidad o imposibilidad real de sus reivindicaciones.
La libertad, en cuanto experiencia humana, resulta esquiva e inafe-
rrable. Siempre presentida y casi nunca tematizada adecuadamente, es
semejante a la experiencia del amor y a la del dolor, o sea, personal e
intransferible. Y si eso ocurre con la experiencia de la libertad, mucho
más escurridiza e inasible resulta su verbalización y comunicación.
Por no limitarse al aspecto negativo de la exención de coacciones,
y por su tono humanista, preanunciador de tiempos futuros, se puede
traer aquí a colación la siguiente caracterización que de ella ha hecho
. León XIII: «Considerada en su misma naturaleza, esta libertad no es
otra cosa que la facultad de elegir entre los medios que son aptos para
alcanzar un fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad
de elegir una cosa entre muchas es dueño de sus propias acciones» 1•

l. León XIII, Libertas praestantissimum, 5, en F. Guerrero (ed.), El magisterio


pontificio contemporáneo II, Madrid 1992, 467.
Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 91
90

De forma provisional presentamos aquí la libertad, en primer lugar, Por otro lado, el socialismo real entendió la libertad como acepta-
como un derecho; a continuación, se contempla como una propuesta ción de un sistema de economía programada por el Estado. La libertad
antropológica; por último, se concluye considerándola como una pro- era una bandera revolucionaria. Era libre quien superaba los vínculos
puesta abierta al futuro por obra de la gracia. que ligaban al ser humano a unas estructuras burguesas y, por tanto,
alienantes.
Al comienzo del tercer milenio cristiano se vive un momento en el
a) Reivindicación de la libertad como derecho
que la autonomía de la persona se ha constituido en el dogma más in-
El concilio Vaticano II observa por todas partes la sed de liber- tocable. Por ejemplo, es uno de los principios de la llamada trinidad
tad (GS 6fy 9c) y la exigencia de que el hombre goce y use de su bioética. Pero, en un ámbito más amplio, informa toda la vida social.
propio criterio y de libertad responsable (DH la); a la vez, se con- Ello es así hasta el punto de concebir que la reivindicación de la liber-
gratula del entusiasmo lícito ante la libertad (GS 17). Este derecho tad como autonomía es la fuente misma de los valores morales, y por
fundamental se convierte en fundamento de todos los demás dere- tanto, la «justificación» de toda ética.
chos humanos. La postmodernidad ha convertido a la libertad en un espontaneís-
Por referirnos tan sólo a los dos últimos siglos, recordamos dos mo sensacional y primario, situado cómodamente en la indiferencia
momentos significativos para la conciencia occidental: axiológica. A muchos les importa que el gesto sea libre para que ad-
. .1. En tiempos de la Revolución francesa, el anhelo de libertad sig- quiera toda su dignidad humana; no les importa en cambio que el ges-
mf1ca una reacción frente al Antiguo Régimen que se pretende supe- to se oriente a algo que pueda darle sentido. Interesa la acción, no su
rar. En ese contexto, la libertad es una conquista. Se la entiende como finalidad. La finalidad se identifica con la misma decisión, y el obje-
exención de ataduras y autoridades impositivas. to con su sujeto. La ética de nuestro tiempo no puede por menos de ser
2. Al otro lado del Atlántico, la independencia de las colonias de narcisista. La libertad del gesto ha olvidado que todo gesto mira ine-
Nueva Inglaterra posibilita el sueño de una libertad que, de forma más vitablemente hacia algo «distinto de sí» y que de eso a lo que se dirige
bien reduccionista, se entiende como patrimonio de los varones terra- recibe un destino de vida o de muerte.
tenientes y blancos. Sólo a ellos se les reconocen los llamado~ dere- Se ha perdido la percepción de la vinculación originaria entre la li-
chos humanos2 • bertad y el bien. Son muchos los que creen que la libertad puede com-
Aquel espíritu, que había de modelar la modernidad, ha impreg- prenderse como la capacidad de realizar el bien «O» el mal. De hecho,
nado la cultura, la política, la información y la educación del mundo resulta difícil percibir que la verdadera libertad es tan sólo la posibili-
moderno. dad de realizar el bien «en lugar del» mal. Y, sin embargo, si se quiere
El liberalismo occidental entiende la libertad como capacidad de afirmar la posibilidad de la humanización es necesario redescubrir la
decisión, como Ja exclusión de los privilegios y monopolios, como Ja libertad del bien 3•
garantía y el efecto de los mercados abiertos. La filosofía existencia- La comprensión de la libertad como mero derecho ha conducido
lista otorgó a Ja libertad un contenido ontológico, pero puramente for- en realidad a lo que se ha denominado como «el crepúsculo del de-
mal, determinante para la comprensión de la persona y, en consecuen- ber»4. La persona ha sido educada para reivindicar el derecho a su li-
cia, de la responsabilidad ética. Es de sobra conocida aquel penúltimo bertad, pero no se la ha educado para asumir sus deberes básicos. Se
párrafo de El ser y la nada, de J. P. Sartre: «Lo mismo da embriagarse promueve el ejercicio de Ja libertad sin promover la capacidad de dis-
a solas que ser dirigente de pueblos». ¿Cómo se puede llegar a una cernimiento sobre sus eventuales objetivos.
afirmación de ese tipo? Sencillamente, olvidando el carácter ético del La encíclica Veritatis splendor trata de contestar a una opinión que
objeto de las elecciones libres a fuerza de subrayar la importancia de parece reivindicar una autonomía axiológica, como si la razón y liber-
la misma elección libre. tad humanas fueran las creadoras últimas de los valores morales (VS

2. J. R. Flecha, Derechos humanos, derechos de la mujer. Reflexión ética, en J. R. 3. Cf., a este respecto, la obra de C. Vigna (ed.), La liberta del bene, Milano 1998.
Flecha (coord.), La mujer ante el nuevo siglo, Salamanca 2002, 233-254. 4. G. Lipovetsky, l e crépuscule du devoir, París 1992.
Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 93
92

40-41). Semejante afirmación si~ificaría «defi~ir ~a libertad por sí libertad es un punto de partida, pero es, sobre todo, un punto de llega-
misma y hacer de ella una instancia creadora de s1 nusma y de sus va- da. La libertad es ciertamente un derecho de la persona, pero ha de ser
lores» (VS 46) 5. concebida como el derecho de encontrar y realizar la propia verdad
ontológica. El ser es el primer derecho y, en consecuencia, es también
el primer deber de la persona.
b) La libertad como propuesta antropológica Ahora bien, para el creyente -y no sólo para el creyente cristiano-
ese ser del hombre no es autodecidido por el mismo hombre, sino que
El concilio Vaticano II intuía ya esta comprensión de la libertad, responde al proyecto de Dios. A la luz de la fe, laJYsis se comprende
ofreciendo una doble pista para una consideración antropológica: por necesariamente como ktisis: la naturaleza remite al diseño de su Crea-
una parte, la vincula con la dignidad misma del ser humano, y por
dor. Dios es su origen y su destino. Su logos determina su telos y am-
otra, la considera como signo de la imagen divina en el hombre, al bos constituyen la razón y el contenido de su nomos.
tiempo que lamenta las deformaciones que la confunden con la mera Tomás de Aquino afirma que las elecciones humanas han de ser
licencia para hacer cualquier cosa, aunque sea mala, con tal que ofrez- hechas humanamente, es decir de acuerdo con su naturaleza racional y
ca deleite (GS 17). no de acuerdo con su capricho. Tal cosa equivale a afirmar que la li-
Sin embargo, aquella comprensión de la libertad como mero dere- bertad del hombre ha de responder a su íntima verdad. El libre albe-
cho está haciendo crisis en este comienzo de milenio. Esa crisis puede drío es una propiedad de la voluntad que ha sido orientada precisa-
observarse, al menos, en tres ámbitos socioculturales, a saber: la rei- mente al bien del ser humano. Pero sería un error pretender que la
vindicación de los derechos humanos, la inquietud ante los avances de naturaleza de la libertad consiste en la facultad de elegir entre el bien
la biotecnología y las denuncias y reivindicaciones de los movimientos y el mal. La libertad de contrariedad no pertenece a la esencia de la li-
ecologistas. Por otra parte, el fenómeno de la inmigración masiva y la bertad de necesidad. «El poder de hacer el mal no es la libertad ni una
amenaza del terrorismo internacional están llevando a repensar la ver- parte de la libertad, aunque sea un cierto signo de libertad.>>8 • Por tan-
dadera naturaleza y los límites de la libertad humana. to, impedir a alguien hacer el mal, no es privarle de su libertad, sino
Y no se trata sólo de hechos. La reflexión contemporánea ha co- salvarle de la esclavitud.
menzado a marcar otras líneas para la comprensión de la libertad como Esta aparente paradoja, inaceptable para la mentalidad individua-
capacidad de afirmación y elección de lo verdaderamente humano y lista, ha sido comprendida por los modernos movimientos de concien-
humanizador. Puede pensarse en el ideal de la realización de la perso- ciación y liberación, que tratan de sacar del hombre lo mejor de sí mis-
na, propugnado por Abraham Maslow y la llamada tercera corriente de mo. En diálogo con la teología de la liberación, la doctrina de la
la psicología moderna. Puede pensarse también en la insistencia de Iglesia ha anotado el gran valor de la libertad, junto con los riesgos de
Hans Jorras en la reivindicación de una ética que encuentre su funda- injusticia social y deterioro del ambiente que puede llevar consigo. Y
mento y su objetivo en la responsabilidad humana. Y puede pensarse ha constatado, por otra parte, la tendencia moderna a considerar la
en la apelación de Alasdair Maclntyre a una ética de la virtud6 . Evi- moralidad como un límite irracional a la libertad del ser humano9 •
dentemente, junto a estos nombres es posible mencionarse a una plé- «Entre la afirmación de Dios y la libertad humana habría una incom-
yade de pensadores -de Blondel a Paul Ricoeur, de Ortega a Zubiri, de patibilidad radical» (Libertatis conscientia, 18). La afirmación de la
Rahner a Hiiring- más o menos vinculados a una filosofía de cuño autonomía humana sería imposible en el marco de la afirmación de
personalista7• la soberanía divina. A lo cual responde la Iglesia que la libertad hu-
Tras todo lo anterior, en la actualidad parece de nuevo posible la mana es una libertad participada. «En realidad, la libertad humana to-
presentación de la libertad como nota antropológica fundamental. La ma su sentido y consistencia de Dios y por su relación con él» (Liber-
tatis conscientia, 29).
5. A propósito del desarrollo de este tema en la Veritatis splendor, cf. B. Frahling,
La libertad y la ley, en Ja edición española de I.:Osservatore romano (21.1. 1994), 22.
6. A. Maclntyre, Tras la virtud, Barcelona 1987. 8. Tomás de Aquino, De veritate, 22, 6. Cf. J. Baucher, Liberté, en DTC IX, 660-703.
7. Por citar tan sólo un ejemplo de los mencionados, cf. P. Ricoeur, La liberta e il 9. Congregación para Ja Doctrina de la fe, instrucción Liberta/is conscientia
male, en C. Vigna (ed.), La liberta del bene, 21-3 l. (22.3. 1986).
94 Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 95

En esa línea filosófico-teológica se ha situado el carde~al Ernes~o reducción de la libertad humana al ámbito económico y social (GS
Ruffini al señalar que «la libertad es el derecho de cumplir el propio 20ab). Pero se alza también la vivencia práctica, bien por las condi-
deber[ ... ] Y la medida del deber es la voluntad de Dios» 10 • ciones de extrema necesidad, bien por la satisfacción de una vida de-
masiado fácil. Ambas situaciones hacen dificil la experiencia de la li-
bertad como convivencia y servicio a la comunidad (GS 31 b).
c) Una tarea utópica para la libertad
Por todo ello, el Concilio subraya el aspecto humano de la vincu-
A la luz de la fe, la realidad de este mundo plural se presenta como lación entre libertad-responsabilidad (DH 7b) y el aspecto teológico
un nuevo signo de los tiempos, una oferta de gracia y una nueva opor- de la necesidad de la gracia de Dios para que la libertad, herida por el
tunidad para la misión evangelizadora. pecado, pueda ordenarse al proyecto diseñado por Dios (GS 7lb). Es
De todas formas, ninguna de esas tres dimensiones antropologales más, situándose de lleno en el ámbito ético-político, proclama que «no
y teologales será realmente efectiva si no se replantean decididamen- hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad
del hombre con la seguridad que comunica el evangelio de Cristo,
te las cuestiones sobre la valía y las posibilidades de la libertad.
confiado a la Iglesia. El Evangelio anuncia y proclama la libertad de
La libertad es un fenómeno original y constituyente de la persona
los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes que derivan en última
y de sus valores. Dicha concepción de la libertad, a la vez antigua y
instancia del pecado; respeta santamente la dignidad de la conciencia
moderna, exige presentar a la sociedad plural algunas ofertas al tiem- y su libre decisión» (GS 4lb) 12 .
po que se le plantean determinadas demandas.
2. Algunas demandas. Una auténtica reflexión antropológica parti-
1. Ofertas a una sociedad plural. Será preciso superar en la teoría, cipa en cierto modo de la misión de la profecía, ya que está llamada a
en la educación y en la práctica ética el ideal de una «libertad de», re- anunciar y denunciar. En el contexto que nos ocupa, la reflexión cris-
ducida a la simple carencia de coacciones, de normas y de consejos. tiana sobre la libertad se presenta como una oferta de sentido. Pero no
Tal superación lleva aparejada la oferta teórica y práctica de la posibi- puede renunciar a plantearle algunas demandas.
lidad de una «libertad para», la realización de la verdad del ser en su - Hay que pedir al mundo contemporáneo, heredero de los ideales de
triple referencia comunitaria, cósmica y teologal, tan querida para el la modernidad, que tenga la coherencia de aceptar sin reduccionismos
Documento de Puebla: aquellos mismos ideales de la libertad, la igualdad y la fraternidad 13 •
La libertad implica siempre aquella capacidad que en principio tene- - Por otra parte, sean cuales sean las cosmovisiones y las antropo-
mos todos para disponer de nosotros mismos (GS 17) a fin de ir cons- logías que entran hoy en confrontación o en diálogo, es preciso tratar
truyendo una comunión y una participación que han de plasmarse en de articular una ética mínima, al menos por lo que se refiere a tres va-
realidades definitivas, sobre tres planos inseparables: la relación del lores fundamentales: 1) La defensa de la vida humana, tanto en sus
hombre con el mundo, como señor; con las personas, como hermano, orígenes como en su desarrollo y cuidado, pero también en el mo-
y con Dios, como hijoll. mento de su terminación biológica. 2) La promoción de la paz entre
los pueblos, entendida no sólo como superación de los conflictos ar-
La visión de fe, en efecto, reconoce en la libertad tanto la obra del mados, sino como verdadera y fraterna colaboración para el desarro-
Creador, que ha constituido al hombre de manera inteligente y libre en llo. 3) El respeto a la naturaleza y la defensa del inestable equilibrio
la sociedad (GS 2lc), como la obra redentora de Jesucristo, que en el ecológico que ha sido confiado a la responsabilidad del ser humano.
cruz ha adquirido para los hombres la salvación y la verdadera libertad Esos tres ámbitos marcan los puntos clave de ese trípode que seña-
(DH l la). Contra esta visión de fe se alza en la teoría la afirmación de la la dimensión relacional del ser humano. Cada uno de ellos es im-
que «la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí
mismo, el único artífice y creador de su propia historia», así como la 12. Teniendo en cuenta estos presupuestos, el Concilio exhorta a todos, pastores
(LG 37c), presbíteros (PO 6b.9b), poderes públicos (GE 6a) y educadores (OT 11 b), a
promover el ejercicio de la libertad humana y su adecuada maduración.
10. E. Ruffini, Pensamientos, Salamanca 2004, 54: «La libertad es el derecho de 13. Cf. J. R. Flecha, Responsabilidades éticas en una Europa unida, en A. Galin-
hacer el propio deber[ ... ] El deber se mide por la voluntad de Dios». do-l. Yázquez {eds.), Cristianismo y Europa ante el tercer milenio, Salamanca 1998,
11. CELAM, Documento de Puebla, 322. 283-294.

·.
96 Premisas y fandamentos Los ideales de la modernidad 97

practicable sin una estrecha vigilancia teórica y práctica sobre los observación más sencilla y elemental, presentándola como la «confor-
otros dos. Insistimos en afirmar que en la actuación sobre cada uno de midad de una cosa con otra en naturaleza, forma, calidad o cantidad».
ellos es inconcebible la comprensión de la libertad como mera exen- Esa conformidad entre cosas diversas remite, en primer lugar, al ám-
ción de coacciones. bito del ser último de las cosas que son consideradas iguales, pero re-
-En este mundo plural, los defensores del humanismo están lla- cuerda también otros posibles aspectos más periféricos, como la for-
mados a vivir el estilo de una libertad comprometida con la tarea de la ma, la cantidad o la calidad.
humanización. Y los cristianos habrán de vivir la responsabilidad de la La proclamación de la igualdad entre las personas adquiere toda su
libertad como una autentica «martiría», es decir, como un testimonio radicalidad metafisica, y por tanto ética, cuando se sitúa en el ámbito
de la verdad del ser humano, creado por Dios, redimido por Jesucris- de la naturaleza. Dicho ámbito, en consecuencia, se halla referido al te-
to y santificado por el Espíritu. «Si en verdad y humildad vivimos, he- rreno de la calidad, en su sentido más hondo, es decir, aquel que preci-
mos de dar la gloria a Dios y agradecerle que nos ayudó a querer el samente trasciende la mera eficacia. Tan sólo antiguos prejuicios cul-
bien con nuestro libre albedrío y a que fuese meritorio por la gracia turales o una interesada obcecación tratarían hoy de negar esa igualdad
que por su misericordia nos dio» 14 • entre las personas. La eventual desigualdad formal no puede ser toma-
da en consideración cuando se intenta establecer una tabla de valores,
derechos o deberes que encuentran su raíz en el ser mismo de la perso-
2. La igualdad como principio ético na y no en sus diferentes características adjetivales.
El mismo Diccionario nos ofrece un acercamiento a la igualdad
Los informes de la Organización internacional del trabajo denun- ante la ley. En ese contexto, la presenta como un «principio que reco-
cian que en la mayoría de los países sigue siendo muy significativa la noce a todos los ciudadanos capacidad para los mismos derechos».
diferencia de retribución entre hombres y mujeres en la realización del Sólo muy lentamente ha podido establecerse la conexión entre la
mismo trabajo. El informe constata que un tercio de las diferencias sa- igualdad de naturaleza y la igualdad de derechos en la sociedad. No
lariales entre hombres y mujeres obedecen a una discriminación por siempre fue tan evidente la íntima conexión entre ser persona y tener
razón del sexo. No es esta la única causa de una discriminación que derecho a ser tratada como tal, con independencia de otras determi-
hoy encuentra nuevas motivaciones en la edad, la discapacidad y el naciones.
origen de proveniencia de los inmigrantes. La igualdad entre los seres humanos parece hoy evidente, al menos
Estos datos son percibidos de forma más o menos consciente por en teoría. Se trata de un tema típico de la modernidad, aireado por la
toda la sociedad. Son muchas las personas que tratan de ignorarlos. Y Revolución francesa y reivindicado una y otra vez por el socialismo y
otras muchas todavía los consideran como normales. el comunismo. Sin embargo, la reflexión sobre la igualdad ha sido tra-
De todas formas, el concepto de igualdad adquiere una especial re- bajosamente tejida a lo largo de toda la historia de la filosofia.
levancia cuando se recorta sobre un panorama de desigualdades y dis- l. En la Grecia clásica, la igualdad fue la base de la democracia de
criminaciones. Pero, a su vez, nos invita a reconsiderar su identidad y las ciudades estado, que tienen en Atenas su paradigma más conocido.
sus limites, su relevancia utópica y la orientación ética que está llama- Pero tal igualdad de derechos de decisión convivía con una asombrosa
do a determinar. situación de exclusión y marginación. El postulado de la igualdad no
incluía a las mujeres, ni a los esclavos, ni a los metecos. La igualdad se
fundamentaba, pues, en una especie de convención positiva que no te-
a) El concepto de igualdad
nía reparos en simultanear un alto ideal con numerosas exclusiones di-
El Diccionario de la Real academia española ofrece varias defini- ficilmente justificables para nosotros.
ciones de la «igualdad». La primera de ellas se sitúa en el nivel de la La sustitución del gobierno de las ciudades estado por la unifica-
ción universalizante que trajo consigo el imperio helenístico originó la
14. Juan de Ávila, Carta 85, A una persona devota, en L. Sala-F. Martín (eds.), extensión del sistema griego a otros territorios. La propagación del
Obras completas del santo maestro Juan de Ávila V, Madrid 1970, 390. ideal cosmopolita quebró la antigua equivalencia entre hombre y ciu-
98 Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 99
15
dadano . Con ello se hizo necesario repensar la eventual igualdad en- La reflexión filosófica de Hobbes conduce a la instauración de una
tre las personas. Se la imaginó fundamentada en la naturaleza racional desigualdad radical entre el soberano y los súbditos, aunque exige en-
de los seres humanos, común a todos ellos, a pesar de sus diferencias tre estos unas relaciones de igualdad, que son calcadas sobre las rela-
de origen y ª?ariencia. De aquella asunción conceptual, elevada al ciones mercantiles. A partir de Locke, el contrato social paradójica-
r~ngo ?e utop1a y de norma para la convivencia, se ha alimentado la mente parece tener por efecto y por objeto asegurar una relación
v1venc1a humana, social y cultural de Occidente. desigual entre los ciudadanos a partir del reconocimiento de la igual-
Como se sabe, Roma hizo de la igualdad de sus ciudadanos ante la dad de las pretensiones personales. Contra dicho resultado opone J. J.
ley un principio básico del derecho. Ser ciudadano romano significa- Rousseau la admisión de la real y efectiva igualdad de los ciudadanos
ba un .salvoconducto para sentirse libre en la mayor parte del mundo en cuanto tales ciudadanos. Por el pacto social, cada ciudadano se ce-
conocido. Con todo, no fue fácil aplicar ese principio a los esclavos16 de a sí mismo, así que, en teoría, «se gana el equivalente de todo lo
a los bárbaros y a otras minorías como los judíos o los cristianos 11. Es~ que se pierde y más fuerza para conservar lo que se tiene» 18 . La ciu-
~os representaron una cierta novedad en aquella comprensión de la dadanía se convierte de esta forma en una fuente de derechos y debe-
igualdad humana. El cristianismo proclamaba por boca de Pablo de res que parece sustituir al papel que en el mundo clásico y medieval
!arso que «ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mu- desempeñaba la afirmación de la común naturaleza humana.
jer, Yª. ~ue todos so~s uno en Cristo Jesús» (Gal 3, 28). Esa igualdad de Con todo, el contrato social no asegura el respeto a la igualdad en-
vocac1on y de desuno había de convertirse en norma práctica para el tre los ciudadanos. Según Rousseau, habría que decir justo lo contrario,
respeto a la persona. Por otra parte, tal afirmación de la igualdad fun- puesto que la desigualdad, «casi nula en el estado de naturaleza», llega
dament~l. no implicaba necesariamente el reconocimiento de la igual- a ser «permanente y legítima por la constitución de la propiedad y de
dad pohtica de las personas, que dependía de su rango o su situación las leyes» 19 • De hecho, cada grupo social se plantea continuamente el
en una sociedad jerarquizada. objeto mismo de la contractualidad y sus límites, lo cual determina en
. En la filosofia escolástica se encuentra una rica reflexión sobre la consecuencia la continua revisión de los límites de la igualdad:
1g_ualdad proporcional, que exige dar a cada uno lo que se le debe se- Escapa en efecto a la contractualidad todo lo que continúa apareciendo si
gun ese rango que le distingue y lo sitúa dentro de la sociedad. Es no como orden natural, al menos como naturaleza; para que el estatuto
con:~nme_nte admitido que el ideal de la igualdad emerge tanto de la inferior de la mujer sea tenido como un hecho estrictamente social, y por
esp~~1tuahdad monástica medieval como de la doctrina de la justifi- tanto puramente arbitrario, hará falta esperar todavía mucho tiempo20•
cac1on por la fe y de la libre interpretación de las Escrituras, predi-
cada por los reformadores. Sin embargo, ni una ni otra afectan a las Es preciso insistir en esa dialéctica entre lo natural y lo contractual.
relaciones jurídicas. Recuérdese que Aristóteles atribuía a la naturaleza la determinación
2. Fue, s~n embarg~, el nacimiento de los estados nacionales lo que de algunas personas para vivir como esclavas21• Lo natural no puede
desencadeno las cuestiones modernas sobre la igualdad de los ciuda- entrar como cláusula del contrato social y, en consecuencia, habrá de
~anos. Igualdad que se fundamenta cada vez más claramente en la ser aceptado como está. Ese mismo mecanismo racional ha funciona-
idea del contrato social. do a la hora de pensar la eventual igualdad entre hombres y mujeres.
El contrato social, tan invocado por la modernidad como base para
la convivencia, se revela así como una dificultad para la imaginación,
15. G. Reale-O. Antiseri, Historia del p ensamiento filosófico y científico ¡ Barce-
lona 32001 , 204. '
18. J. J. Rousseau, El contrato social, !, 6.
16. Cf. M . T. Cicerón, Sobre los deberes, 1, 13: «No olvidemos que nuestra justicia 19. Id., Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Barcelona
deb~ alcanzar también a las personas más humildes. La más ínfima de todas es la con- 1984, 128.
dic1on Y la suerte de los e~cl~vos, y no piensan mal quienes aconsejan que se les consi- 20. J. Bidet, Égalité, en M. Canto-Sperber, Dictionnaire d 'éthique et de philoso-
dere, como Jomal.~ros, ex1g1e_n doles su trabajo y otorgándoles la debida recompensa» phie mora/e, Paris 1996, 472.
(segun la traduccron de J. Gmllén, Barcelona 1994, 25).
21. Aristóteles, Política, !, 1254A: «Aquel que es hombre, y naturalmente no es su-
17. .Sobre
. . las persecuciones
, en el Imperio romano, cf. J. Burckhardt, Del paganis-
· yo mismo sino de otro, este tal es naturalmente siervo. Ni tampoco se ha de contar por
mo a1cristianismo. La epoca de Constantino el Grande, México 1945, 275-291 . hombre el que fuere posesión de otro, siendo hombre».
100 Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 101

la defensa y la proclamación de la igualdad entre las personas. Apoya- La reflexión contemporánea retoma con toda razón a una formula-
da sobre esa base la modernidad se descalificaba a sí misma. ción de la igualdad que tenga más en cuenta el concepto de justicia. Des-
de un planteamiento que debe su estructura a la filosofía de Rawls, el
b) Fragmentación del objeto de la igualdad profesor David Wasserman ha abordado este tema desde el punto de vis-
ta de la justicia distributiva. Su pregunta clave es en este caso la defini-
Así es como la igualdad ha sido tan dolorosamente negada. Con ra- ción de la igualdad entre las personas, el reconocimiento de sus limites y
zón afirma Amartya Sen que todos los principios políticos aspiran a de- las posibilidades sociales y políticas de distribuir los recursos entre los
fender la igualdad, pero cada uno de ellos parte de una determinada con- ciudadanos con independencia de sus capacidades funcionales25 •
cepción de la igualdad y pretende aplicarla a ámbitos diferentes. Todos Por otra parte, autores como Joel Feinberg han escrito sobre la in-
l~s sistemas filosóficos o políticos postulan la igualdad en algo, que con- justicia «no-comparativa» que se manifiesta en los castigos y premios
vierten en el tema fundamental de sus reivindicaciones. El socialismo del no merecidos, en la calificación de los méritos de las personas y, sobre
siglo XIX ha utilizado el lema de la igualdad como un arma arrojadiza todo, en la emisión de juicios despectivos sobre alguien. De él depen-
contra el derecho a la propiedad. El comunismo aspira a la igualdad de de Geoffrey Cupit por lo que se refiere a la importancia concedida al
rentas. Una sociedad que tiene su ideal en el bienestar, propugna la igual- mérito personal (desert). Este autor elabora su concepto de la justicia
dad de beneficios. Los movirpientos anarquistas predican la igualdad de como «Fittingnes», es decir, «adecuación» hacia aquello que la perso-
libertades. Y el mercado ha canonizado la igualdad de utilidades22. na se «merece». La injusticia se hace evidente cuando consideramos y
Ya el papa León XIII afirmaba que la igualdad sólo será verdade- tratamos a las p ersonas como si fueran menos de lo que son. La justi-
ra cuando llegue a alcanzar los horizontes de una igualdad universal. cia, por tanto, está íntimamente relacionada con el desprecio injustifi-
El que pedía la abolición de la esclavitud en Brasil y en África orien- cado, con la falta de respeto y, finalmente, con el «mérito» 26 .
tal, propugnaba la igualdad entitativa entre los seres humanos mientras Sin duda, estas modernas concepciones de la justicia pueden re-
afirmaba la desigualdad operativa, basada en las habilidades y en las sultar muy significativas para un estudio de la igualdad y la desigual-
responsabilidades profesionales2 3. Esta observación de las desigualda- dad entre las personas.
des funcionales trataba sólo de contrarrestar las voces demagógicas
del momento, pero en modo alguno pretendía afirmar la desigualdad
ontológica entre los seres humanos. c) La utopía de la igualdad
El olvido del ser nos ha hecho olvidar la reivindicación de la dig-
Agnes Heller ha escrito que «la igualdad y la desigualdad no son
nidad única e irrepetible de la persona humana. En nuestros días, el ser
tendencias naturales». Para la autora, «las personas son singulares; la
es lo que parece ser. En ese ambiente, marcado por lo efímero resulta
igualdad y la desigualdad están creadas por normas y reglas». El ideal
difícil establecer con firmeza el principio de la igualdad. «La i~aldad
de la vida social debeóa estar orientado en primer lugar hacia la libertad.
se concibe así como un principio necesariamente variable, múltiple e
«La pretensión de igualdad esta sometida a la pretensión de libertad».
individualmente subjetivo, pero socialmente intersubjetiva, comparti-
De ahí deduce la autora que «la igualdad no puede ser considerada co-
do, si no por todos, por colectividades numerosas de individuos»24 •
mo el valor último universal». En consecuencia, en la vida práctica, la
En realidad, si la igualdad entre los humanos se evoca y se procla-
reivindicación de la igualdad se refiere siempre a una igualdad en algo,
ma en un contexto de subjetividad, será difícil sustraerla a las viola-
que podría concretarse en dos aspiraciones programáticas: la igualdad
ciones o los desprecios de los que no compartan esa visión subjetiva
del ser humano. en la(s) libertad(es) y la igualdad de oportunidades de vida27 •

25. Cf. A. Silvers-D. Wasserman-M. B. Mahowald, Disability, Difference, Discri-


22. Cf. A. K. Sen, Nuevo examen de la desigualdad, Madrid 1995, 7. mination. Perspectives on Justice in Bioethics and Public Policy, New York-Oxford
23. León .xm, Quod apostolici muneris (28.12.1878), 6, en F. Rodríguez (ed.), 1998, 147-208.
Doctrina Pontificia. Documentos sociales, Madrid 1964, 17 1.
26. G. Cupit, Justice as Fittingness, Oxford 1999; cf. nuestra recensión en Sal-
24. M. García Docarnpo, El concepto y la medida de las desigualdades sociales manticensis 50 (2003) 293-294.
La Coruña 2000, 116. '
27. A. Hcller, Más allá de /ajusticia, Barcelona 1994, 156-157.
Los ideales de la modernidad 103
102 Premisas y fundamentos

Tales consideraciones son eminentemente pragmáticas. Son acep- res humanos. La realidad, sin embargo, recuerda la persistencia del
tables si se admite que, más allá de las leyes que articulan la exigen- cainismo en el mundo.
cia de las libertades y oportunidades concretas, es necesario afirmar la La teología moral cristiana habría de considerar la fraternidad co-
igualdad personal como dato ontológico inexcusable. A pesar de todas mo fundamento de su raciocinio y como objeto de sus reflexiones. La
las declaraciones, no se podrá propugnar esa igualdad si no se apela a fraternidad humana es, a la vez, criterio hermenéutico de la moral for-
la dignidad última de la persona. De lo contrario, tanto los movimien- mulada y tarea siempre pendiente para la moral vivida.
tos sociales como las estrategias políticas quedarán a merced de pre- Para la fe cristiana «la fraternidad humana no se fundamenta sola-
siones culturales transitorias, de determinaciones legales provisionales mente en la identidad de la naturaleza, antes bien, tiene su raíz más
o, lo que es peor, de intuicionismos subjetivos. Las leyes pueden arti- profunda en la paternidad de Dios: no se puede ser hermanos si no hay
cular la reivindicación de los derechos humanos, pero no los conce- un origen comúm>29 . Si Dios es Padre de los seres humanos, esto~ ha-
den. La afirmación de la igualdad de las personas no puede quedar brán de reconocerse y comportarse como hijos suyos. La paternidad
colgada de las solas leyes positivas. conlleva la filiación, así como la conciencia y el ejercicio de la filiali-
Naturalmente la fundamentación ontológica de la igualdad desca- dad. Pero la paternidad de Dios no es limitada. Dios es ~l Padre d,e to-
lifica las discriminaciones por razón del sexo, de la edad, de la salud o dos Jos seres humanos. Padre de muchos hijos que, en El y por El, se
enfermedad, de las minusvalías o pretendidas «deficiencias». Y pro- saben y han de sentirse hermanos y hermanas. La paternidad de D.i?s
mueve la igualdad del niño con el adulto, así como la igualdad de la - y la consiguiente filialidad humana- determina el don y la vocacion
persona anciana con la persona madura y todavía productiva. de la fraternidad-sororidad30 .
Así pues, el postulado de la igualdad entre las personas ha de ser He ahí una nota común a todas las experiencias religiosas. Quienes
admitido como un principio ético inevitable. Está llamado a originar y profesan su fe en Dios han de profesar en consecuencia su fe e~ la fra-
orientar todas las diversas estrategias sociales y políticas, jurídicas y ternidad humana. Pero he ahí también una nota común a los diversos
educativas que han de articular una sociedad plural y adulta. Y, por su- movimientos que han configurado la cultura moderna. Entre los tres
puesto, constituye la clave de un estado de derecho. grandes ideales de la Revolución francesa, sobresale. ~recisamente. el
La conquista de la igualdad ha de ser una de las tareas prioritarias, de la «fraternidad». Igualmente, la otra gran revolucion, la del socia-
tanto para los individuos como para los grupos sociales o las instancias lismo, subrayó una y otra vez la fraternidad entre las personas y entre
del poder. La defensa de tal principio es en sí misma una de las princi- los pueblos, por encima de razas, lenguas y fronteras.
pales responsabilidades éticas. Su disfrute puede ser una de las heren- La revolución occidental ha propugnado la libertad, pero no ha de-
cias más preciosas que una generación puede legar a las sucesivas. dicado tanto esfuerzo a promover la igualdad entre los hombres. La
Revolución soviética subrayó con fuerza el derecho y el deber de la
igualdad, pero, para intentarla, aplastó la libertad de millones de per-
3. La fraternidad como vocación ética sonas y de docenas de pueblos. Ambas revoluciones olvidaron d valor
de la fraternidad, que hubiera debido ajustar las otras dos pretensiones.
Aunque la fraternidad figurara en el lema de la Revolución france- He ahí la revolución perdida: la de la fraternidad. A los dos siglos de
sa, apenas aparece en los estudios de teología moral. Tampoco se en- Ja Revolución francesa algunos políticos han llegado incluso a asegu-
cuentra fácilmente en los grandes diccionarios de teología o de espiri- rar que había pasado el tiempo de la fraternidad. En s~ lugar, era pre-
tualidad28. Es como si la ética racional hubiera abandonado uno de los ciso propugnar la solidaridad. No les faltaba coherencia, pues resulta
grandes lemas de la modernidad. Y como si la ética teológica hubiera imposible predicar la fraternidad si previamente se ha negado toda pa-
dado por admitidas unas hipotéticas relaciones fraternales entre los se-
29. E. Ruffini, Fe cristiana y dignidad humana, en Fe cristiana y sociedad, Sala-
28. Cf., como excepción, L. de Cándido, Fraternidad, en Nuevo Diccionario de es- manca 1998, 155.
piritualidad, Madrid 1983, 567-578; C. Maccise, Fraternidad, en Diccionario teológi- 30. Cf. J. Ratzinger, La fraternidad de los cristianos, Salamanca 2004; K. Rahner,
co de la vida consagrada, Madrid 1992, 741-756. Chi etuo frate//o? , Roma 1984.
104 Premisas y fa ndamentos Los ideales de la modernidad 105

ternidad. No tiene mucho sentido proclamar el ideal de la fraternidad 1. Es preciso reconocer el hecho de la diversidad y el principio de la
cuando se ha decidido vivir en orfandad31. diferencia. En la familia los hermanos se asemejan. Hay rasgos que los
Con:o se sabe, John Rawls ha reconocido que «en comparación hacen parecidos y otros que los diversifican. Tan peligroso es pretender
con la bbertad y la igualdad, la idea de la fraternidad ha tenido un lu- Ja uniformidad indiferenciada como subrayar hasta tal punto las dife-
gar menos importante dentro de la teoría democrática»32 . ¿A qué se rencias que se llegue a ignorar el patrimonio común. En el amor entre
debe tal olvido? los hermanos, la familia fomenta «la solidaridad originaria y abando-
nada del convivir, que conserva las peculiaridades de los miembros y
a) Un dificil descubrimiento crea un equilibrio entre ellas»33 .
También en la gran familia humana hay diferencias innatas y son
El descubrimiento y el ejercicio de la fraternidad resulta lento e in- adquiridas. Las diferencias raciales nos hacen olvidar la naturaleza hu-
consecuente. La hermandad entre los seres humanos es invocada con mana compartida. Las diferencias culturales son magnificadas a veces
frecuencia. Pero es negada, tanto en la práctica como en la teoría. hasta constituir un motivo para la rivalidad y la contienda34.
Es invocada la fraternidad universal, sobre todo para justificar las Todavía es más lamentable la exclusión de la fraternidad a causa
grandes alianzas, para condenar algunos genocidios o actos de terro- de una dificultad, enfermedad o minusvalía. Los reduccionismos aten-
risr:io, o bien para promover-y fundamentar algunas campañas de soli- tan contra la fraternidad y desmientan la coherencia de todos los que
dandad en favor de los marginados. la proclaman.
Pero la hermandad es negada, en la práctica, cada vez que se niega 2. Una gran dificultad para la comprensión y la vivencia de la fra-
el pan al hambriento, el agua al sediento o la cultura al iletrado. La ne- ternidad procede del subrayado de las diferencias. Con todo, ya desde
gación no se limita al terreno de la práctica y llega a veces a las mismas los comienzos del pensamiento revolucionario han aflorado otras difi-
formulaciones teóricas y doctrinales. Así ocurre en todos los racismos. cultades. La más importante es la que presenta una concepción de la
La xenofobia y la exclusión del otro adquieren formas diferentes. El fraternidad «identitaria» o «fusiona!», que vendría, al fin a negar el
color de la piel, la religión, la lengua y la cultura se convierten en ído- valor de los derechos individuales. Por ese camino se llegaría a la exal-
l~s intangibles y exigentes. A la divinización de las ideologías ha suce- tación patriótica, nacional o regional, y, en muchas ocasiones a una
dido la divinización de los nacionalismos. llamada a la violencia.
Una vez más, la hermandad deja de ser un dato originario vincu- La fraternidad suele confundirse también con el «gremialismo» de
l~do ~ la dignidad misma del ser humano, para convertirse en' un pri- las agrupaciones operarias o ciudadanas, cuyo objetivo consiste en la
vileg10, concedido o negado arbitrariamente. La hermandad deja de defensa de los derechos o privilegios de los pertenecientes al grupo.
ser un dato ontológico para convertirse en una clave cultural. El mis- En esos casos, el criterio de la fraternidad es más bien el de la asocia-
mo Rawls subraya que la fraternidad no se considera como un con- ción voluntaria, de tipo reivindicativo y libertario, que contrapone la
cepto específicamente político: o bien se lo identifica con una cierta libertad al poder. La fraternidad es una opción crítica.
igu~ldad en la estimación social o bien se le atribuye una aureola ex- A esa concepción se contrapone con frecuencia la de la fraterni-
c~s~vamente senti?1ental. Su alternativa consiste en considerar el prin- dad-virtud, que, considerando los peligros de disolución de la socie-
c1p10 de la fraterrudad al modo del principio de la diferencia tal como dad, subraya el ideal de la salud social, de la coherencia, del bienestar
se vive en la familia. En la institución familiar, «quienes se e~cuentran cooperativo. Su demonio particular es la lucha fratricida.
:n. mejores cir~unstancias están dispuestos a tener mayores ventajas En diálogo crítico con esas concepciones se sitúa la postura de la
un1camente bajo un esquema según el cual esto funcione para benefi- fraternidad contractualista, a la vez conflictiva «y)) consensual, ya que
cio de los menos afortunados». mira a la realización práctica de la justicia y de la solidaridad35 .

33_ G. Holzherr, El hombre y las comunidades, en MS 2/2, Madrid 1970, 868.


_ 31 . Cf. l R. Flecha, La fraternidad como vocación ética, en ]_ L. manes (ed.), El 34. A. Paoli, El rostro del hermano, Salamanca 1979.
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Pamplona 2000, 409-425. 35. V Muñoz-Dardé, Fraternité, en M. Canto-Sperber, Dictionnaire d 'Éthique et
32. J. Rawls, Teoría de /ajusticia, México 1978, 128. de Philosophie Politique, 583-585.
106 Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 107

b) Una tradición de fe Todos los hombres y mujeres participan de Ja filiación de Dios Y


de la fraternidad que los une en el Mesías Jesús. Él se ha identificado
La vocación a la fraternidad es un dato inexcusable tanto en el de- con todos ellos, de forma que en ellos Dios reconozca a todos como
pósito de la fe corno en la historia de la reflexión teológica36• «hijos en el Hijo». El Señor es el primogénito entre muchos hermanos
1. En la revelación bíblica, todos los seres humanos, creados a ima- (Rom 8, 28-30)42• .
gen de Dios, participan de su vida y de su poder en el mundo. La ico- 2. La Iglesia había de agradecer el don de la fraternidad y fomen-
nalidad es fuente de la dignidad humana y de su responsabilidad ética37. tar la responsabilidad que origina. Una y otra vez habrían de volver a
El misterio de la encarnación aporta una nueva dimensión a esa ella los teólogos, los predicadores y los catequistas.
certeza. «En Cristo, la elección ('hijo de Dios') y el servicio fraternal Baste aquí evocar unas palabras de san Agustín: «Tu enemigo es
de los hombres ('siervo de Dios' y de los hombres) adquieren un sig- como tú; mírale como a tu hermano. Nuestros primeros padres fueron
nificado más profundo [ ... ] La humanidad ha adquirido de este modo Adán y Eva; aquél el padre, y ésta, la madre. Luego todos somos h~r­
la salvación por el servicio fraternal de uno de entre nosotros, Cristo manos. Pero dejemos a un lado nuestro primer origen. Tenemos a Dios
Jesús, el elegido de Dios: el Hijo del Padre»38• como Padre y a Ja Iglesia como Madre; luego somos hermanos» (Ser-
Todos los discípulos del Señor son hermanos entre sí39 • Durante su mo 56, 14)43 . Y en los comentarios a los salmos añade: «Todos los
vida pública, Jesús ha tratado siempre de establecer una cierta distan- hombres son hermanos nuestros, pues tenernos los mismos padres:
cia respecto a ellos. Los ha llamado «amigos», pero nada más. Incluso Adán y Eva» (Enarraciones, 72, 13). «Tu prójimo es aquel que, como
al referirse a Dios lo ha evocado unas veces con el título de «vuestro tú, nació de Adán y de Eva. Todos somos prójimos, por la condición
Padre» (Mt 5, 48; 6, 15; 7, 11) y otras con el nombre de «mi Padre» del nacimiento terreno; pero también somos hermanos, por la espe-
(Mt 7, 21; 10, 32; 11, 27; 12, 50; 18, 10; 24, 36). Ya en tal declaración, ranza de la herencia celestial» (Enarraciones, 25, 2, 2).
afirmaba un cierto modo de parentesco con los que le seguían40• En uno de sus sermones, ha meditado san Agustín sobre la doble
Pero la resurrección parece explicitar la fraternidad de los discípu- dimensión, vertical y horizontal, que determina la confesión de Dios
los con el Señor. Así dice el resucitado a las mujeres que encuentran como Padre: «Todos decimos comunitariamente 'Padre nuestro'.
vacío su sepulcro: «No tengáis miedo; id a decir a mis hermanos que ¡Cuánta condescendencia para con nosotros! Lo dice el emperador, Y
vayan a Galilea; allí me verán>> (Mt 28, 10). lo dice el mendigo; lo dice el siervo y lo dice el señor. Todos nos da-
La nueva fraternidad no se encierra en los límites de la nueva co- mos cuenta de que somos hermanos, porque tenemos un solo Padre.
munidad de fe, de esperanza y de amor, que nace de la resurrección. Por eso, que ningún señor se avergüence de tener como hermano a su
Jesús ha proclamado su fraternidad con todos los hombres y mujeres, siervo, ya que Cristo el Señor quiso tenerle como a hermano» (Sermo
especialmente con los que viven en las fronteras de la marginación. 58, 2).
Así lo recuerda la parábola-profecía del juicio sobre la historia huma- Precisamente en el sermón siguiente, el mismo san Agustín gusta
na: «Os lo aseguro: cada vez que lo hicisteis con un hermano mío de de volver sobre este pensamiento: «Al decir 'Padre nuestro', comen-
esos más humildes, lo hicisteis conmigo» (Mt 25, 40)41 • zamos con esas palabras, lo cual quiere decir que pertenecemos a una
estirpe ilustre. En este Padre son hermanos el señor y el siervo, el em-
36. Para esta sección, cf. J. R. Flecha, Un Padre de muchos hermanos, en la obra en
colaboración Dios Padre, Salamanca 1998, 117-148. perador y el soldado, el rico y el necesitado» (Sermo 59, 2).
37. Cf. H. U. von Balthasar, Teodramática Il. Las personas del drama. El hombre 3. Como ya se ha dicho en otro tema, los distintos textos del con-
en Dios, Madrid 1992 («Imagen y semejanza de Dios», 290-309); J. R. Flecha, Jconali- cilio Vaticano 11 remiten una y otra vez a la categoría bíblica de la ico-
dad divina y defensa de la vida humana, en A. Sarmiento (ed.), Moral de la persona y
renovación de la teología moral, Madrid 1998, 180-195. nalidad: «La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado 'a irna-
38. E. Schillebeeckx, El mundo y la Iglesia, Salamanca 1970, 232-233.
39. Cf. H. V. Soden, Adelfós, en TWNT J, 144ss; W. Günther, Hermano, prójimo, 42. M. Legido, La Iglesia del Señor, Salamanca 1978, 61: «La filiación en Cristo
en DTNT JI, 271-276. funda la fraternidad en Cristo»; cf. Id., Fraternidad en el mundo. Un estudio de ecleszo-
40. J. L. Caravias, Vivir como hermanos. Reflexiones bíblicas sobre la hermandad, logía paulina, Salamanca 1982. . . . . . . .. .
Bilbao 1972; L. Evely, Fraternidad y Evangelio, Salamanca 1972. 43. Se siguen, generalmente, las traducciones de la ed1c1on b1lmgue, publicada por
41. Cf. B. Bonnard, Evangelio según san Mateo, Madrid 1976, 547-549. laBAC.
108 Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 109

gen de Dios', con capacidad para conocer y amar a su Creador» (GS Más aún, no es obstáculo a esta continuidad de fondo el hecho de que
12c). Todos los seres humanos participan de la misma naturaleza y de a lo largo de los años se descubra una cierta diversidad de subrayados
la misma dignidad. El Vaticano II no duda en afirmar la dignidad del en cada uno de los documentos magisteriales, como bien subrayan las
ser humano con unos términos que podrían ser aceptados por todas las Orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la
culturas. Pero a tal concepción racional y ecuménica tampoco duda en Iglesia45 •
yuxtaponer la confesión explícita de la religación ontológica del ser 4. El Catecismo de la Iglesia católica, por su parte, ha subrayado
humano con su Creador: en numerosas ocasiones la afirmación cristiana de la fraternidad uni-
Queda en pie para cada hombre el deber de conservar la estructura de
versal de todos los seres humanos.
toda la persona humana, en la que destacan los valores de la inteligen- Ya en la primera parte se recuerda que, por su comunidad de ori-
cia, voluntad, conciencia y fraternidad; todos los cuales se basan en gen, el género humano forma una unidad. Dios «creó, de un solo prin-
Dios creador y han sido sanados y elevados maravillosamente en Cris- cipio, todo el linaje humano» (Hch 17, 26; cf. Tob 8, 6). Los seres hu-
to (GS 6la). manos comparten la unidad de su naturaleza, la unidad de su fin
inmediato y de su misión en el mundo y la unidad de su morada. La fe
La primera frase parece establecer desde la racionalidad un diálo- les lleva a descubrir la unidad de su fin sobrenatural, la unidad de los
go con las éticas seculares. El Concilio articula su discurso sobre unos medios para alcanzar este fin y la unidad de su rescate realizado para
«valores» humanos que sitúan la personeidad no sólo en la capacidad todos por Cristo (CCE 360). Esta ley de solidaridad humana y de ca-
de autoposesión y de conciencia, sino en la capacidad de establecer la- ridad nos asegura que todos los hombres son verdaderamente herma-
zos de fraternidad. El hombre es él y su mundo relacional. No somos nos (CCE 361)46 .
hermanos por ser personas. Somos personas en la medida en que so- El hombre es predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios
mos hermanos. Y nuestro encuentro con los hermanos en la gratuidad hecho hombre -<<imagen del Dios invisible» (Col 1, 15}-, para que
del amor humano simboliza la gratuidad fontanal del amor divino 44 • Cristo sea el primogénito de una multitud de hermanos y de hermanas
Esa primera parte de la afirmación conciliar apela, sin nombrarlo, (cf. Ef 1, 3-6; Rom 8, 29) (CCE 381). El Hijo de Dios se ha hecho
al orden de la naturaleza del ser personal. Pero en la segunda parte se hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor
explicita una confesión de fe que no viene a negar la racionalidad que (CCE 469). Somos sus hermanos no por naturaleza, sino por don de la
soporta a la primera. Para el creyente, la consideración de la estructura gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real
personal remite tanto a la Creación como a la Redención. Por tanto, esa en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su resu-
fraternidad constitutiva y «natural», ha sido elevada por Cristo al orden rrección (CCE 654.660).
sobrenatural. En él, que es hijo del Padre, somos hijos del Padre. Por él, Tras recordar en la segunda parte la dimensión fraternal de la vida
que es nuestro hermano, somos hermanos en la riqueza de la vida de litúrgica (CCE 1108), dedica la tercera a la moral. El Catecismo afir-
Dios y en la esperanza de su herencia de gloria y de intimidad. ma que, «al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su pro-
El Vaticano II sitúa la dignidad de la persona (GS 26.27.40.41) pia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus se-
precisamente en el propio valor eminente, que ella debe realizar de mejantes y se rebela contra la verdad divina» (CCE 1740.1879).
forma libre por sí misma. Partiendo de tal convicción advierte contra Existe cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la fra-
el peligro de que la persona sea empleada como medio para un fin aje- ternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, en la verdad y el
no a sí misma (GS 27). Todos los seres humanos están llamados a re- amor (cf. GS 24, 3). El amor al prójimo es inseparable del amor a Dios
conocerse y comportarse como hermanos y hermanas. (CCE 1878.1890.1932).
Se puede afirmar que esta dimensión de la constitutiva fraternidad De forma más explícita, y evocando las grandes encíclicas socia-
humana recorre todas las páginas de la doctrina social de la Iglesia. les, se recuerda que el principio de solidaridad, expresado también con

44. P Fransen, El ser nuevo del hombre en Cristo, en MS 4/2, 900; cf. H. U. von 45. Congregación para la Educación católica, Orientaciones, 12.
Balthasar, Teodramática II, 358: «Lo que significa ser persona no aparecerá realmente 46. Cf. L. F. Ladaria, L'uomo, en R. Fisichella (ed.), Catechismo della Chiesa Ca-
más que con el cristianismo». ttolica. Testo integra/e e commento teologico, Casale Monferrato 1993, 690-696.
110 Premisas y fundamentos Los ideales de la modernidad 111

el nombre de «amistad» o «caridad social», es una exigencia directa -Denuncia de los actos y las actitudes, las traiciones y las omisio-
de la fraternidad humana y cristiana (cf. SRS 38-40; CA 10) (CCE nes que rompen la posibilidad de reconocimiento de los seres huma-
1939). nos como hermanos.
En la sección dedicada a los mandamientos se recuerda que la fra- - Renuncia a todo lo que desune y separa a las personas, a las co-
ternidad es la clave de la paz entre los pueblos (CCE 2304). De acuer- munidades y a los pueblos. Renuncia a todo lo que nos hace indife-
do con el séptimo mandamiento, la vida cristiana se esfuerza por or- rentes a los dolores y a las alegrías de los otros.
denar a Dios y a la caridad fraterna los bienes de este mundo (CCE La confesión de la fraternidad resulta determinante para el modelo
2401). Entre las obras de misericordia, la limosna hecha a los pobres ético racional que se adopta48.
e.s uno ~e l~s .principales testimonios de la caridad fraterna y una prác- 2. Pero el verdadero anuncio evangélico motiva y promueve la ce-
tica de JUSt1c1a que agrada a Dios (CCE 2447.2462). Con la multitud lebración de la buena noticia. Celebrar la fraternidad implica evitar las
d~ seres humanos. sin pan, sin techo, sin patria, se identifica Jesús, que celebraciones que glorifican el odio y el racismo, la diversidad y la ex-
dice: «Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos, también conmigo clusión. Implica repensar la celebración de los sacramentos cristianos:
dejasteis de hacerlo» (Mt 25, 45) (CCE 2463). su autenticidad, la seriedad del compromiso que los motiva y los con-
tinúa en la vida.
3. No hace falta insistir en la íntima relación entre el culto y la ca-
c) El evangelio de la fraternidad ridad, la celebración y el servicio. Practicar el servicio de la fraterni-
dad es una tarea imprescindible para la vida moral de los cristianos. Ya
Parecería que la fraternidad es un dato evidente. Pero no es cierto. el concilio Vaticano II decía: «Todos estamos llamados a ser herma-
L.a ~ermandad sólo se descubre a través de los ojos de la fe. Para per- nos. En consecuencia, con esta común vocación humana y divina po-
cibir en el otro a un hermano es preciso creer en un Dios que es con- demos y debemos cooperar, sin violencias, sin engaños, a la edifica-
fesado como Padre y afirmar que su paternidad alcanza por igual a to- ción del mundo en la verdadera paz» (GS 92e).
dos los hombres y mujeres de este mundo. El aprendizaje de la fraternidad incluye algunos aspectos aparen-
. Por eso se puede decir que la fraternidad es todo un evangelio, es de- temente negativos, como evitar los malos entendidos, los roces entre
crr, una «buena noticia». Este evangelio de la fraternidad ha de ser anun- las personas y los grupos. Pero incluye también muchos aspectos po-
ciado, celebrado y practicado por los creyentes en el Señor resucitado. sitivos, como crear lazos de solidaridad, compartir el pan (GS 69a), el
l. En primer lugar, es preciso anunciar esa buena nueva de la fra- agua y la cultura (GS 60a). Compartir con los necesitados tanto Jos
ternidad en el interior mismo de la Iglesia y recordar que «el cristia- bienes superfluos como los necesarios (GS 88b). Los hombres y mu-
nismo está abierto a la fraternidad universal, porque todos los hombres jeres sin techo y sin hogar, sin documentación y sin trabajo, sin fami-
son hijos del mismo Padre y hermanos en Cristo»47 . Y una vez evan- lia y sin salud son una continua interpelación a los que creen en un
gelizada, la Iglesia ha de anunciar a'todo el mundo la buena noticia de Dios del amor (cf. GS 27b; AA 8d; AG 12c; UR 12).
la fraternidad: «Al proclamar el Concilio la altísima vocación del
hombre y la divina semilla que en éste se oculta, ofrece al género hu-
mano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad 4. Conclusión
universal que responda a esa vocación» (GS 3b).
El ministerio profético incluye siempre el anuncio, la denuncia y la La invocación a la libertad, la igualdad y la fraternidad no puede
renuncia. identificarse con un orden basado solamente en el Jegalismo ni en un
- Anuncio de que Dios ejerce su paternidad sobre toda persona sin nuevo colonialismo.
distinción. Y anuncio de la posibilidad y la urgencia de una opción ge-
ner?sa y compasiva en pro de la fraternidad de todos los hombres y 48. Juan Pablo JI ha escrito que «sin esta determinación racional de la moralidad
mujeres del mundo. del obrar humano, sería imposible afirmar un orden moral objetivo y establecer cual-
quier norma determinada, desde el punto de vista del contenido, que obligue sin excep-
ciones; y esto sería a costa de la fraternidad humana y de la verdad sobre el bien, así co-
47. Juan Pablo TI, Redemptoris missio, 43a. mo en detrimento de la comunión eclesial» (VS 82b).
112 Premisas y fundamentos

Respecto al primer peligro, conviene recordar que no basta la mi-


5
sericordia: es necesaria la justicia. Pero también es cierto que la justi-
cia, tutelada por las leyes, se queda corta en el reconocimiento de la VERDAD, JUSTICIA, AMOR Y LIBERTAD COMO
fraternidad. La misericordia supera la justicia y asume Ja igualdad aun
sin borrar las diferencias entre las personas. «La misericordia - ha es-
NORMAS ÉTICAS PARA LA CONVIVENCIA
crito Juan Pablo U- se hace elemento indispensable para plasmar las
relaciones mutuas entre los hombres, en el espíritu del más profundo
respeto de lo que es humano y de la recíproca fraternidad. Es imposi-
ble lograr establecer este vínculo entre los hombres si se quieren regu-
lar las mutuas relaciones únicamente con la medida de la justicia»
(DM 14f).
Respecto al segundo riesgo, recordamos unas célebres palabras de
J. Moltmann: «El que Cristo haya muerto por nosotros tiene su fin y su La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de
futuro en el hecho de que él está con nosotros y nosotros reímos, vivi- la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no
mos y reinamos con él. El existir-para-los-otros en el amor vicario tie- se respeta fielmente el orden establecido por Dios (PT 1).
ne como finalidad el estar alguna vez con los otros en la libertad. Dar
pan a los hambrientos en el mundo, tiene como finalidad comer su pan Como ya se ha repetido en los temas anteriores, la fundamentación
con todo el mundo. Si no es esta la finalidad, la asistencia es sólo una antropológica es determinante para la teología moral social. La perso-
nueva forma de dominio»49 . na se convierte en el punto de partida y de llegada. Tras exponer algu-
La fraternidad se convierte, pues, en fundamento de la ética cris- nos ejemplos de juicio magisterial sobre Ja situación social, las Orien-
tiana y, al mismo tiempo, en su principal criterio hermenéutico. Juan taciones para el estudio de la Doctrina social de la Iglesia, publicadas
Pablo II subrayaba que entre los signos de esperanza que hoy se ob- por la Congregación para la Educación cató lica, incluyen una frase
servan en el mundo está el deseo de libertad, de justicia y de fraterni- importante:
dad (Rmi 86a).
Es obvio que la formulación de juicios morales sobre situaciones, es-
tructuras y sistemas sociales no reviste el mismo grado de autoridad
que el que es propio del magisterio de la Iglesia cuando se pronuncia
PAUTAS DE TRABAJO
sobre los principios fundamentales. Sin embargo, entre los varios jui-
cios, los que se refieren a los abusos contra la dignidad humana tienen
l. Analizar las falsificaciones que en el momento actual afectan a estas gran autoridad, porque están unidos a los principios y valores basados
tres claves y lemas de la modernidad. sobre la misma ley divina 1•
2. Tratar de ver cómo, a pesar de todo, los lemas de la modernidad ejer-
cen todavía una cierta influencia en las realidades sociales y en la concien-
cia ciudadana. Esta afirmación, en efecto, recoge muchos años de reflexión sobre
3. Preguntarse por las dificultades y posibilidades de aceptar y promover la naturaleza de la misma doctrina social de la Iglesia y viene a marcar
el ideal de la fraternidad como lema de una moral social de cuño secular. los linderos de su competencia y el grado de profundidad y vincula-
4. Reflexionar sobre las responsabilidades que corresponden a la fe cris- ción de sus afirmaciones y pronunciamientos. El hombre y los valores
tiana con relación a estos valores e ideales de la modernidad. éticos que se derivan de su dignidad determinan la responsabilidad
moral del cristiano ante la sociedad.
Tras evocar los tres grandes ideales de la Revolución francesa y su
raíz en la antropología cristiana, se analizan en este capítulo cuatro

l. Congregación para la Educación católica, Orientaciones para el estudio de la


49. J. Moltmann, Sobre la libertad, la alegría y e/juego, Salamanca 1972, 100. Doctrina social de la Iglesia, 49.
114 Premisas y fandamentos Normas éticas paro la convivencia 115

normas éticas imprescindibles para la convivencia. Estas normas han Sin pretender olvidar la importancia de esas cuestiones, conviene
sido especialmente subrayadas por el papa Juan XXIII en su encíclica subrayar otros cuatro aspectos importantes que caracterizan tanto el
Pacem in terris. contenido como la forma de este documento papal.
Nuestra reflexión tiene que comenzar evocando las palabras inicia- - En primer lugar, el modo como fue capaz de combinar el funda-
les de aquella encíclica. Con ellas presupone el Papa la existencia de un mento tradicional de la doctrina social de la Iglesia con algunas de las
conjunto de normas objetivas, que trascienden las opciones o los acuer- intuiciones de las filosofias más modernas del momento6 .
dos de los hombres. Además, dichas palabras iniciales nos sugieren que - En segundo lugar, llama la atención la profunda fundamentación
la aceptación y actuación de semejante orden objetivo es la condición antropológica que se descubre en este documento.
indispensable para la paz. En realidad se podría añadir que el respeto al - Además, es evidente el carácter decididamente ético que revisten
orden divino, que precede a las decisiones humanas, constituye por sí sus afirmaciones y exhortaciones.
mismo la esencia de la paz y su mejor garantía2 . - Por último, resulta obligado subrayar su clara orientación pastoral.
La encíclica Pacem in terris, publicada como un auténtico regalo Estas notas características van a ser asumidas a continuación como
pascual el día 11 de abril de 1963, festividad de jueves santo, fue aco- pautas para la reflexión que aquí se ofrece sobre la encíclica Pacem in
gida como el testamento social de un Papa que moriría apenas dos me- terris.
ses después.
A pesar de haber sido publicada en los años en que comenzaban a
aparecer numerosas cautelas sobre la configuración misma de la doc- l . Orden social y derecho natural
trina social de la lglesia3, esta encíclica fue elogiada por la inmensa
mayoría. Aquella recepción tan positiva, que el mismo Papa reconocía Seguramente una de las causas por las que esta encíclica, la última
unas semanas más tarde4, se debía al menos a tres motivos indiscuti- de Juan XXIII, fue acogida con tan unánime entusiasmo es precisa-
bles: a) el talante demostrado por el papa Juan XXIII; b) la autoridad mente el hecho de que en ella se asista a la confluencia de una filoso-
• moral alcanzada por la Iglesia en aquel momento estelar del concilio fia tradicional con un pensamiento moderno. La fidelidad a las fuen-
J Vaticano 11; y c) la valía intrínseca de aquel documento papal5.
J tes del pensamiento cristiano no resulta un obstáculo para la atención
De hecho, tanto a los católicos como a los demás cristianos, y aun a las modernas corrientes de pensamiento.

' a los no cristianos, les parecía que el texto venía a responder al ansia
de paz que por todas partes se respiraba. Venía a concretar los ideales
que se encerraban en la aspiración a la paz, así como las estrategias
que habrían de hacer posible aquella utopía universal.
a) Naturaleza y persona

La encíclica, en efecto, muestra su orientación tradicional precisa-


Pocas encíclicas habrán sido recordadas y celebradas tanto y con
mente en ese intento, ya mencionado al principio, de fundamentar el
tanta simpatía. Releída ahora, la Pacem in terris llama la atención por
orden social sobre la base del derecho natural, que es aquí presentado
muchos motivos, como, por ejemplo, la entusiasta proclamación y la
como el orden maravilloso del mundo (PT 2). Se ha dicho que el Pa-
defensa de los derechos humanos, o la exhortación a los católicos a
pa trata de dialogar con el mundo al modo como hizo san Pablo en el
participar en la vida pública junto a los demás ciudadanos.
Areópago de Atenas (Hch 17, 22-34), es decir, partiendo de la crea-
ción misma, tan admirada tanto entonces por la filosofia estoica como
2. A sí lo afirmaba el cardenal Agostino Casaroli en 1983; cf. J. Joblin, Pace, gius- ahora por los actuales movimientos naturalistas y ecologistas.
tizia e solidarieta: Aggiomamenti sociali 54 (2003) 518.
3. Cf. G. Angelini, La Dollrina Socia/e della Chiesa, en la obra del mismo título
presentada por G. Colombo, La Dottrina Socia/e della Chiesa, Milano 1989, 27-3 l. 6. Sobre este tema, cf. L. Sánchez Agesta, La «Pacem in terris» en el contexto ge-
4. Juan XXliI, en efecto, llegó a comentar que la encíclica había sacudido hasta las neral de la doctrina política de la Iglesia, en la obra preparada por el Instituto social
piedras (VOsservatore romano, 8.5. 1963). León XIII, Comentarios a la «Pacem in terris», Madrid 1963, 72-98. En España se pu-
5. Cf. J. Hünermann, Comentar zur Friedensenzyklika «Pacem in terriS», Essen blicó también la obra a cargo de M. Aguilar y otros, Comentarios civiles a la encíclica
1963. «Pacem in terris», Madrid 1963.
Premisas y fundamentos Normas éticas para la convivencia 117
116

Es verdad que para el Papa, la apelación a la naturaleza no es neu- orden moral (PT 80-85). Precisamente en ese contexto ético, que tras-
tra ni ingenua. Para él, lajj;sis es ktisis, la naturaleza es creación, o sea, ciende el ámbito jurídico y más aún el meramente contractual, las re-
obedece a un diseño, tiene un autor y encierra el secreto de una sor- laciones internacionales han de basarse en los mismos valores ya pro-
prendente teleología. puestos de la verdad (PT 86-90), la justicia (PT 91-97), la solidaridad
Al mismo tiempo, la encíclica parece francamente moderna por (PT 98) y la libertad (PT 120-125).
atreverse a dar un salto hermenéutico definitivo que va de la referen- Finalmente, en la parte cuarta de la encíclica, se expone la relación
cia a la naturaleza a la consideración de la persona. La filosofía per- de Jos Estados con una utópica y siempre necesaria autoridad mundial
sonalista, en efecto, considera a la persona como un nudo de relacio- (PT 130-131), que habría de ser garante del bien común universal (PT
nes, de las que ella depende en su ser y en su ser-así, al tiempo que ella 139) y cuidadosa defensora del principio de subsidiaridad y de las
misma interactúa sobre las demás personas y aun sobre el mundo cós- consecuencias que comporta (PT 141).
mico en el que se sitúan. Pues bien, la encíclica Pacem in terris ha Así pues, la concepción integral de la persona y Ja consideración
convertido la categoría de la persona como ser relacional en el hilo de su naturaleza relacional constituye el cañamazo para la reivindica-
conductor de su reflexión. La persona es el sujeto de los derechos hu- ción de Jos cuatro valores básicos de cara a la convivencia social, así
manos; además, es el sujeto agente de Ja paz. Las relaciones armonio- como para el diseño y consecución de la paz.
sas y justas entre las personas son definitivas para la construcción de
un mundo pacífico7 •
b) Fundamentación antropológica
En la primera parte de la encíclica, el Papa analiza la ordenación
de las relaciones interpersonales que configuran la sociedad.civil. De Es preciso insistir en la fundamentación antropológica, pues de
hecho, tales relaciones se articulan en un entramado armonioso de de- ella depende la nueva concepción de Ja doctrina social de la Iglesia y
rechos y deberes de la persona que manan de su misma constitución de Ja moral social, para quien la apelación a la ley natural es una for-
natural, los cuales contribuyen a crear una convivencia basada en la ma de fe en el Dios creador del mundo. La encíclica Pacem in terris
verdad, la justicia, el amor y la libertad (PT 35). Tal fundamención éti- ofrece un juicio sobre la realidad social basado en el ser m ismo del
ca se percibe, a la luz de la fe, como basada en el orden moral diseña- hombre, al igual que su argumentación ética8• Se puede observar, en
do por Dios (PT 45). efecto, que el fundamento de la convivencia humana se sitúa en e l
En la segunda parte, la encíclica considera las relaciones entre los principio de la personalidad natural y de la dignidad sobrenatural del
poderes públicos y el ciudadano. La afirmación de la necesidad de la ser humano, dotado de derechos y deberes (PT 8-10). De forma explí-
autoridad adquiere credibilidad al atribuir a esta el carácter de una cita esta apelación a la naturaleza, entendida en su sentido específica-
fuerza moral (PT 46-48), al servicio del bien común (PT 53-54). Es- mente humano, aparece en la reflexión pontificia sobre la constitución
pecialmente importante es la apelación a la integridad del ser humano. y desarrollo de Ja sociedad:
En este sentido, se recuerda que el contenido del bien común tutela
por igual los bienes del cuerpo y los del espíritu, donde la persona La sociedad humana se va desarrollando conjuntamente con la libertad,
es decir, con sistemas que se ajusten a la dignidad del ciudadano, ya
constituye una unidad psicosomática (PT 57-59). Es precisamente ese
que, siendo este racional por naturaleza, resulta, por lo mismo, respon-
carácter de servicio a los derechos de la persona, entendida como uni- sable de sus acciones (PT 35).
dad e integridad, lo que caracteriza el perfil moral y los deberes de la
autoridad y de los poderes públicos (PT 60-66).
No haría falta insistir demasiado en el carácter integral de la an-
En la tercera parte de la encíclica, se estudian las relaciones entre tropología que sirve de base a la reflexión social de la encíclica. El
los estados, en cuanto que necesariamente han de estar sometidas al ser humano, en efecto, es concebido en su dimensión psicosomática
que determina tanto su hacer como su merecer. D e ahí que la encícli-
7. De hecho, el estilo de la encíclica fue pronto calificado como «personalista»,
por ejemplo por J. C. Murray, cf. K. P. J. Hallahan, «Pacem in terris», en J. A. Dwyer
(ed.), The New Dictionnary of Catholic Social Thought, Collegeville, Minnesota 1994, 8. Cf. J. R. Flecha, Antropología y humanismo de Juan XXIII. Las encíclicas «Pa-
699. cem in terris» y 11Mater et magistra»: Diálogo ecuménico 36 (2001) 325-353.

·.
118 Premisas y fundamentos Normas éticas para la convivencia 119

ca excluya positivamente una visión reduccionista del bien común, De hecho, esa instalación de su metodología y contenido en el ám-
aquella que valora tan sólo las necesidades materiales (corporales) de bito de la ética se puede apreciar tanto si se presta atención a su fun-
Ja persona y olvida sus aspiraciones espirituales, las cuales trascien- damentación, como si se evocan los temas concretos que en la encícli-
den la inmediatez de sus logros. El que sigue es uno de sus textos más ca se abordan.
explícitos:
Hemos de hacer aquí una advertencia a nuestros hijos: el bien común a) La fundamentación moral
abarca a todo el hombre, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo co-
mo a las del espíritu. De lo cual se sigue que los gobernantes deben Como se sabe, la ética aristotélica, al tratar de buscar un funda-
procurar dicho bien por las vías adecuadas y escalonadamente, de tal mento en la dignidad del hombre, se articuló sobre el esquema de las
forma que, respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciuda- virtudes que llevan al ser humano a su perfección integral. En la his-
dano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu toria de la moral cristiana, el mismo esquema aristotélico fue seguido
(PT 57).
por Tomás de Aquino y el tomismo posterior, con independencia del
itinerario nominalista que, a la larga, prefirió un esquema fundado en
Este razonamiento, tan característico de la doctrina social de la los mandamientos mosaicos 11 •
Iglesia ha ido marcando sus pronunciamientos, tanto en el largo perio- Pues bien, la articulación del discurso moral que se trasluce en la
do en el que era preciso reivindicar la integridad de la persona frente encíclica Pacem in terris se autojustifica por su continua apelación a
al materialismo marxista, como en los momentos actuales en los que las virtudes morales y a los valores humanos. Para demostrarlo basta
procura reivindicar la dignidad de la persona humana en cuanto no recordar un hermoso texto en el que Ja preocupación por la identidad
puede ser reducida a la categoría de objeto de experimentación o de realmente «humana» de la comunidad se fundamenta precisamente
mercado. sobre esas dos categorías éticas, una antigua y otra relativamente mo-
derna, tan amigablemente hermanadas en él:

2. Orientación ética Una comunidad humana será cual la hemos descrito cuando los ciuda-
danos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cum-
plan sus propias obligaciones; cuando estén movidos por el amor de tal
Se ha insistido más arriba en la orientación ética de la encíclica Pa- manera, que sientan como suyas las necesidades del prójimo y bagan a
cem in terris. Este documento pontificio suscita todavía hoy nuestra los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo
admiración por su carácter decididamente ético. «La preocupación del haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíri-
Papa es la de favorecer una justicia mejor, un progreso de la civiliza- tu humano (PT 35).
ción y una mejora de las condiciones humanas. Indirectamente se de-
duce la idea de que el concepto de pecado ha de extenderse a todo mo- Inmediatamente después, la encíclica parece olvidar por un mo-
do de actuar contrario al bien común, o sea, a los valores del bien mento el esquema tradicional de las virtudes para detenerse en la con-
integral del hombre, constantemente defendidos»9 . Antes de que Juan sideración de algunos valores humanos que han de servir de funda-
Pablo 11, en la encíclica Solicitudo rei socialis, reivindicara para Ja mento para diseñar y urgir las responsabilidades morales en los más
doctrina social de la Iglesia el estatuto epistemológico propio de la diversos ámbitos de la vida social:
teología moral 10, ya Juan XXIII nos había invitado a repensar las cues- La sociedad humana, venerables hermanos y queridos hijos, tiene que
tiones sociales en el marco de la responsabilidad moral. ser considerada, ante todo, como una realidad de orden principalmente
espiritual: que impulse a los hombres, iluminados por la verdad, a co-
9. A 40 anni dalla «Pacem in terris» (editorial): La Civilta Cattolica 3671 municarse entre sí los más diversos conocimientos; a defender sus de-
(2003ffi) 427. rechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del espíritu; a disfru-
1O. Juan Pablo 11, So/licitudo rei socia/is (30.12.1987): «La doctrina social de la
Iglesia( .. . ) no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología, y especial- 11. Cf. J. R. Flecha, Vida cristiana, vida teologal. Para una moral de la virh1d, Sa-
mente de la teología moral» (4 lg). lamanca 2002.
120 Premisas y fandamentos Normas éticas para la convivencia 121

tar en común del justo placer de la belleza en todas sus manifestacio- Ja cabecera del documento, como base para el logro de la paz, son pre-
nes; a sentirse inclinados continuamente a compartir con los demás lo cisamente la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Los cuatro valo-
mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los bienes res son presentados explícitamente como fundamentos de la convi-
espirituales del prójimo. Todos estos valores informan, y, al mismo vencia humana:
tiempo, dirigen las manifestaciones de la cultura, de la economía, de la
convivencia social, del progreso y del orden político, del ordenamien- Una comunidad humana será cual la hemos descrito cuando los ciuda-
to jurídico y, finalmente, de cuantos elementos constituyen la expresión danos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cum-
externa de la comunidad humana en su incesante desarrollo (PT 36). plan sus propias obligaciones; cuando estén movidos por el amor de tal
manera, que sientan como suyas las necesidades del prójimo y hagan a
El carácter ético de la encíclica queda bien afirmado en esa evoca- los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo
ción a los deberes que acompaña a la mención de los derechos. Algu- haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíri-
nos han observado que el documento no ha logrado articular una re- tu humano. Ni basta esto sólo, porque la sociedad humana se va desa-
flexión racional capaz de armonizar las dos categorías 12, pero, sea de rrollando conjuntamente con la libertad, es decir, con sistemas que se
ajusten a la dignidad del ciudadano, ya que, siendo este racional por na-
ello lo que fuere, se podría responder que tal armonía se intenta al me-
turaleza, resulta, por lo mismo, responsable de sus acciones (PT 35).
nos por la vía de la apelación a los valores éticos, como se puede per-
cibir en el texto anteriormente citado.
3. Cuatro valores fandamentales
b) La ética de la paz
Poco más adelante, el Papa recuerda de nuevo la importancia an-
Se ha dicho con razón que, por lo que respecta a la reflexión sobre tropológica y social de estos cuatro valores al afirmar que «el orden
la guerra, Juan XXIII ha tomado en la encíclica Pacem in terris una vigente en la sociedad es todo él de naturaleza espiritual. Porque se
actitud que lo separa notablemente de la doctrina de sus predecesores.
funda e n la verdad, debe practicarse según los preceptos de la justicia,
En concreto, esa diferencia puede observarse en el hecho de que en
exige ser vivificado y completado por el amor mutuo, y, por último,
parte alguna asume ni apoya el derecho a una eventual autodefensa de
respetando íntegramente la libertad, ha de ajustarse a una igualdad ca-
los pueblos y de los Estados. De hecho, en el número 127, el Papa pa-
da día más humana» (PT 37).
rece descalificar cualquier tipo de justificación que pudiera invocarse
Se ha dicho con razón que una de las aportaciones más originales
a favor de la licitud de la guerra13 •
de la encíclica es la de haber desplazado la discusión sobre la cons-
Frente a la doctrina tradicional sobre la guerra justa, comienza a
trucción de la paz del terreno individual al campo de Ja acción práctica:
abrirse paso un nuevo tipo de discurso, de carácter positivo y preven-
tivo, fundamentado en la promoción de algunos valores éticos que, por De esta forma Juan XXIII no niega que la paz presuponga Ja introducción
ser cristianos, no dejan de ser racionales. de un orden internacional fundado sobre la verdad, la justicia, la libertad
Precisamente en este contexto es necesario recordar los cuatro va- y la solidaridad, que reciben su sentido de Dios; es más, mantiene sin po-
lores en los que la encíclica trata de fundamentar las normas para la sibilidad de equívocos esta afirmación de la doctrina tradicional, pero no
convivencia humana 14 . Dichos valores, expresamente mencionados en obliga a los hombres políticos a convertirla en materia de sus propios pro-
gramas políticos sin una adecuada reflexión previa. Las mentalidades se
12. Cf. K. P. J. Hallaban, Pacem in terris, 702, donde se refiere a Reinhol Niebuhr, transforman sólo lentamente; por tanto, no se puede realizar en tiempos
D. O'Brien yT. Shannon. breves un acuerdo sobre el contenido teórico del orden internacional, pe-
13. Cf. B. De Solages, La théorie de la guerrejuste, París 1946; L. Pereña, Teoría ro se puede encontrar un acuerdo sobre un pensamiento práctico, con el
de la guerra en Francisco Suárez I-II, Consejo superior de investigaciones científicas,
Madrid 1954; J. Comblin, Théologie de la paix 1-JI, Paris 1960-1963; G. Rodríguez de
Yurre, Actitud cristiana ante la guerra, en Instituto social León XIH, Comentarios a la nós de verdad, justicia, amor y libertad, y su conexión con la paz y el orden, 99- 126, así
«Pacem in terris», 448-485. como M. Villar Arregui, Verdad y justicia, principios conjiguradores de la convivencia
14. Estos cuatro valores que vertebran el desarrollo de la encíclica han sido estu- internacional, 312-339, ambos en Instituto social León XIII, Comentarios a la «Pacem
diados en numerosas ocasiones, cf., por ejemplo, J. Corts Grau, Los conceptos cristia- in terris».

·•
122 Premisas y fandamentos Normas éticas para la convivencia 123

fin de eliminar Jo que se encuentra manifiestamente en contradicción con Si todo esto vale para las personas individuales, ha de p oder apli-
él y de crear las condiciones para que ese pensamiento se desarrolle15• carse también a los Estados. «Sus relaciones deben regularse por las
normas de la verdad, !ajusticia, la activa solidaridad y la libertad. Por-
Lo que nos ha sido legado en esta encíclica es, por tanto, un men- que la misma ley natural que rige las relaciones de convivencia entre
saje ético, eminentemente práctico sobre la operatividad de los valores los ciudadanos debe regular también las relaciones mutuas entre las
y virtudes de la verdad, Ja justicia, la libertad y el amor. comunidades políticas» (PT 80).
De igual modo, «las relaciones internacionales deben regirse por la
verdad. Ahora bien, la verdad exige que en estas relaciones se evite to-
a) El valor de la verdad
da discriminación racial y que, por consiguiente, se reconozca como
En Pacem in terris, la verdad es antes que nada un derecho natural principio sagrado e inmutable que todas las comunidades políticas son
de la persona, que exige la posibilidad de buscar la verdad libremente iguales en dignidad natural» (PT 86).
(PT 12) y de buscarla cada día con mayor profundidad y amplitud (PT La dignidad de la verdad y de la justicia ha de llevar a las rela-
29). Ese derecho ha sido justamente incluido en la Declaración de las ciones internacionales a incrementarse por medio de una activa so-
Naciones Unidas (PT 145). lidaridad fisica y espiritual (PT 98). No hace falta una apelación a la
La sociedad humana «ha de ser considerada, ante todo, como una fe. Según el Papa, la misma razón nos hace sab er que «las relac iones
realidad de orden principalmente espiritual, que impulse a los hom- internacionales, como las relaciones individuales, han de regirse no
bres, iluminados por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos por la fuerza de las armas, sino por las normas de la recta razón, es
conocimientos» (PT 36). decir, las normas de la verdad, de la justicia y de una activa solidari-
Ahora bien, la verdad cognoscible por el hombre lo remite nece- dad» (PT 114).
sariamente a Dios, que es la primera verdad y el sumo bien, y por El tema de la verdad retoma en un contexto diferente, propio de la
tanto <da fuente más profunda, de la cual puede extraer su vida ver- moral sectorial, cuando el Papa subraya como exigencia de Ja verdad
dadera una convivencia humana rectamente constituida, provechosa que, en el uso de los medios de información, se observen las normas
y adecuada a la dignidad del hombre» (PT 38). Es conveniente su- de una serena objetividad (PT 90).
brayar que para la encíclica la búsqueda y la adhesión a la verdad no
se limita al ámbito noético, sino que tiene una clara dimensión mo- b) El valor de la justicia
ral. En este sentido, al mencionar la posibilidad de error en las «per-
sonas que desconocen por entero la verdad o la conocen sólo a me- Como era de esperar, la ju sticia aparece con una notable frecuencia
dias en el orden religioso o en el orden de la moral práctica» (PT en la encíclica. Casi en una treintena de p árrafos, la justicia es presen-
158), el discurso alude de hecho a la conciencia moral, y lo hace en tada como ideal de comportamiento, o bien como norma moral en ge-
términos que serán recordados casi literalmente por el concilio Vati- neral (PT 70), o bien como una de las virtudes cardinales, entendida a
cano 11 (GS 16). su vez en sus diversas acepciones clásicas. Unas veces se la recuerda
En la búsqueda instintiva de la verdad, la razón humana encuentra como medida del salario que merecen los obreros (PT 20) y otras ve-
su norma y su grandeza en la adecuación con la ley eterna (PT 38). De ces medida para la defensa legítima, eficaz e igualitaria de Jos dere-
esa ley eterna reciben legitimidad las leyes humanas: «Cuando la re- chos de la persona (PT 27). La justicia guía a los ciudadanos para que
gulación jurídica del ciudadano se ordena al respeto de los derechos y cumplan sus deberes y respeten los derechos ajenos (PT 35), amén de
de los deberes, Jos hombres se abren inmediatamente al mundo de las garantizar el orden de la sociedad (PT 37). La comprensión de la jus-
realidades espirituales, comprenden la esencia de la verdad, de la jus- ticia va unida a la comprensión de la verdad, del amor y de la libertad
ticia, de la caridad, de la libertad, y adquieren conciencia de ser miem- (PT 45.80).
bros de tal sociedad>> (PT 45). Aunque la justicia exige la igualdad de derechos entre los ciuda-
danos (PT 64), el Papa afirma que hay ocasiones en que ese desequili-
15. J. Joblin, Pace, giustizia e solidarieta: Aggiomamenti sociali 54 (2003) 520. brio no puede éticamente mantenerse. Esa ocasión se presenta tan só-

·.
124 Premisas y fandamentos Normas éticas para la convivencia 125

lo cuando la equidad ha de inclinarla en beneficio de los más débiles y Ya el papa Benedicto XV, en su encíclica Ad Beatissimi (1.11.1914)
necesitados (PT 56). presentaba la ausencia del amor mutuo en las relaciones entre los hom-
Si la invocación y actuación de la justicia orienta las relaciones in- bres como una de las cuatro causas de la Primera guerra mundial. Hay
terpersonales, dentro del Estado, también «las relaciones internacio- en aquel documento unas palabras que, por evidentes, no han dejado de
nales deben regularse por las normas de la justicia, lo cual exige dos ser proféticas: «Nunca quizá se habló tanto como en nuestros días de la
cosas: el reconocimiento de los mutuos derechos y el cumplimiento de fraternidad humana [ . ..] pero, en realidad nunca se han tratado los hom-
los respectivos deberes» (PT 91.98.114.149). En este contexto, se in- bres menos fraternalmente que ahora» 18 . Al mismo planteamiento ha-
cluye un aviso profético a favor de la paz: bría de retornar aquel Papa en su encíclica Pacem Dei (23.5.1920), en la
que afirma que sólo existe una misma moral para los individuos y para
La justicia, Ja recta razón y el sentido de Ja dignidad humana exigen ur-
los Estados y las naciones, «que en definitiva están compuestos por
gentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y de
otro, las naciones que los poseen Jos reduzcan simultáneamente; que se
hombres particulares» 19.
prohíban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en vir- Ante «la hora de tinieblas» que estaba cayendo sobre la humani-
tud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por dad, Pío XII, al comienzo de la Segunda guerra mundial (20.10.1939),
mutuas y eficaces garantías (PT 112). recordaba que «el deber de la caridad cristiana [ ... ] no es palabra va-
cía, sino práctica realidad viviente»2º.
Especialmente importante parece hoy la reflexión pontificia sobre En efecto, según Juan XXIII, es el amor el que vivifica y comple-
Ja rapidez de los cambios históricos que tienen lugar en nuestro tiem- ta el orden tutelado por la justicia (PT 37). Para la fe cristiana el amor
po. Este dinamismo, que Alvin Toffier calificó como «el shock del fu- no es un movimiento sentimental ni una decisión espontánea. Brota
turo»16, lleva al Papa a mencionar «las grandes dificultades que supo- del «paterno amor con que Dios nos mueve a amar a todos los hom-
ne comprender correctamente las relaciones que existen entre los bres, nos hace sentir una profunda aflicción ante el infortunio de quie-
hechos humanos y las exigencias de la justicia; esto es, la determina- nes se ven expulsados de su patria por motivos políticos (PT 103).
ción exacta de las medidas graduales y de las formas según las cuales Sin embargo, a pesar de nacer del mismo Dios, la vocación al
deban aplicarse los principios doctrinales y los criterios prácticos a la amor, como clave para las relaciones humanas - también las interna-
realidad presente de la convivencia humana» (PT 154). La rapidez de cionales- , puede ser descubierta por la razón humana, como sugiere
los cambios sociales hace que «el esfuerzo por ver cómo se ajustan ca- uno de los párrafos más bellos de la encíclica:
da vez mejor las realidades sociales a las normas de la justicia es un Cabe esperar que los pueblos, por medio de relaciones y contactos ins-
trabajo de cada día» (PT 155). titucionalizados, lleguen a conocer mejor los vínculos sociales con que
la naturaleza humana los une entre sí y a comprender con claridad cre-
ciente que entre los principales deberes de Ja común naturaleza humana
c) El valor del amor hay que colocar el de que las relaciones individuales e internacionales
obedezcan al amor y no al temor, porque ante todo es propio del amor
En tercer lugar, la encíclica subraya el valor del amor por el que las llevar a los hombres a una sincera y múltiple colaboración material y es-
personas sienten como suyas las necesidades del prójimo y hacen a los piritual, de la que tantos bienes pueden derivarse para ellos (PT 129).
demás partícipes de sus bienes (PT 35). Comentando esta encíclica, el
cardenal Herrera Oria afirmaba que «la justicia no produce directa- No es ociosa esa contraposición entre el amor y el temor. Es efec-
mente la paz. Remueve los obstáculos que la impiden. Sin justicia no tivamente el temor al otro, concebido y presentado públicamente co-
cabe paz. Pero, removidos los obstáculos, preciso es que entre en es-
cena la caridad, porque la paz es fruto específico de la misma» 17 . 18. Benedicto XV, Ad Beatissimi, 5, en J. L. Gutiérrez (ed.), Doctrina pontificia ll.
Documentos políticos, Madrid 1958, 445.
16. A. Toller, Future Shock, NewYork 1970, en especial la parte quinta de la obra, 19. Benedicto XV, Pacem Dei munus, 11, en J. L. Gutiérrez (ed.), Doctrina ponti-
en la que el autor analiza «los límites de la adaptabilidad. ficia JI, 479.
17. A. Herrera Oria, El magisterio político de la «Pacem in terris», en Instituto so- 20. Pío XII, Summi pontificatus, 76, en J. L. Gutiérrez (ed.), Doctrina pontificia TI,
cial León XIII, Comentarios a la «Pacem in terris», 669. 799-800.
126 Premisas y fundamentos Normas éticas para la convivencia 127

mo enemigo, lo que mantiene unidas a las sociedades, mediante un Hay que indicar otro principio: el de que las relaciones internacionales
juego de complejos que desencadenan la agresividad. El comprom.iso deben ordenarse según una norma de libertad. El sentido de este prin-
ético a favor de la paz habría de ser capaz de desarmar esa conexión cipio es que ninguna nación tiene derecho a oprimir injustamente a
que con frecuencia se percibe como fataF'. otras o a interponerse de forma indebida en sus asuntos. Por el contra-
El amor mutuo y fraterno, que en la encíclica es denominado unas rio, es indispensable que todas presten ayuda a las demás, a fin de que
veces como solidaridad y otras es calificado con el nombre cristiano estas últimas adquieran una conciencia cada vez mayor de sus propios
de la caridad, se presenta ante nuestros ojos como la condición para deberes, acometan nuevas y útiles empresas y actúen como protagonis-
tas de su propio desarrollo en todos los sectores (PT 120).
unas realidades humanas igualitarias y justas y como la base última
para el logro de la paz (PT 171).
Como había ocurrido con los valores de la verdad, la justicia y el
amor, también la libertad se constituye, por tanto, en un indispensable
d) El valor de la libertad eje transversal con vistas a la fundamentación de una ética relacional
basada en la dignidad de la persona, percibida por la razón humana.
La libertad, junto con la inteligencia, es para la encíclica el don De forma explícita, estos cuatro valores son recordados unidos en
fundamental por el cual el ser humano puede ser presentado por la Es- varias ocasiones, como cuando se afirma que el sentido de la vida dia-
critura como creado a imagen .y semejanza de Dios (PT 3). Con el pa- ria «requiere necesariamente como fundamento la verdad; como me-
pa León XIII, afirma la encíclica que «la libertad verdadera, digna de dida, !ajusticia; como fuerza impulsora, la caridad, y como hábito nor-
los hijos de Dios, protege tan gloriosamente la dignidad de la persona mal, la libertad» (PT 149).
humana, está por encima de toda violencia y de toda opresión y ha si- La misma encíclica nos ofrece una especie de resumen del pensa-
do el objeto de los deseos y del amor de la Iglesia» (PT 14). miento ético que la anima. En él nos recuerda su intento de «estable-
Privilegio del ser humano, la libertad es también don y tarea para cer un nuevo sistema de relaciones en la sociedad humana, bajo el ma-
Ja sociedad humana, que «se va desarrollando conjuntamente con la li- gisterio y la égida de la verdad, la justicia, la caridad y la libertad:
bertad, es decir, con sistemas que se ajusten a la dignidad del ciudada- primero, entre los individuos; en segundo lugar, entre los ciudadanos
no, ya que, siendo este racional por naturaleza, resulta, por lo mismo, y sus respectivos Estados; tercero, entre los Estados entre sí, y, final-
responsable de sus acciones» (PT 35). mente, entre los individuos, familias, entidades intermedias y Estados
No es dificil descubrir situaciones de opresión y dictadura tras las particulares, de un lado, y la comunidad mundial de otro. Tarea sin du-
palabras de la encíclica que denuncian las cortapisas puestas por los da gloriosa, porque con ella podrá consolidarse la paz verdadera según
Estados a la libertad de los individuos: el orden establecido por Dios» (PT 163 .168).
Tan triste situación demuestra que los gobernantes de ciertas naciones
restringen excesivamente los límites de la justa libertad, dentro de los
cuales es lícito al ciudadano vivir con decoro una vida humana. Más 4. Aplicación de los valores
aún: en tales naciones, a veces, hasta el derecho mismo a la libertad se
somete a discusión o incluso queda totalmente suprimido. Cuando es- La encíclica Pacem in terris no se limita a ofrecernos una ética de
to sucede, todo el recto orden de la sociedad civil se subvierte; porque la paz Y de la colaboración internacional, basada en esos cuatros valo-
la autoridad pública está destinada, por su propia naturaleza, a asegurar res de la verdad, la justicia, el amor y la libertad, lo cual no sería des-
el bien de la comunidad, cuyo deber principal es reconocer el ámbito deñable, sino que trata de aplicarlos a algunos problemas concretos del
justo de la libertad y salvaguardar santamente sus derechos (PT 104). ámbito social.

Esta denuncia profética dirigida a los regímenes dictatoriales se


abre a la orientación dirigida a regular las relaciones internacionales: a) Responsabilidad y compromiso

2 1. Cf. G. Bouthoul, Avoir lapaix, Paris 1967, 181-182, citado por R. Coste, Paix, Baste aquí mencionar, a modo de ejemplo, la situación de los obre-
en Dictionnaire de Spiritualité XII ( 1983), 49. ros y el derecho a un salario justo, la incorporación y participación de la
128 Premisas y fundamentos Normas éticas paro la convivencia 129

mujer en el entramado de la vida pública, la afirmación de la igualdad Al llegar a esa última parte, el Papa exhorta a los cristianos a «par-
de todos los seres humanos, la atención a los refugiados y a los emi- ticipar activamente en la vida pública y colaborar en el progreso del
grantes, la necesidad de promover la igualdad entre las personas y de bien común de todo el género humano y de su propia nación. Ilumina-
superar toda forma de esclavitud y de racismo (PT 39-44). dos por la luz de la fe cristiana y guiados por la caridad, deben procu-
Como se ha sugerido más arriba, la encíclica porta también la de- rar con no menor esfuerzo que las instituciones de carácter económi-
fensa del valor de la verdad y el compromiso por sanear el mundo de co, social, cultural o político, lejos de crear a los hombres obstáculos,
la información (PT 86-90). les presten ayuda positiva para su personal perfeccionamiento, así en
Evidentemente, cada uno de estos temas, que han ido ganando ac- el orden natural como en el sobrenatural» (PT 146).
tualidad con los años, nos daría pie para un estudio monográfico. Tras esa introducción, la encíclica contempla algunos de Jos cam-
No hace falta insistir en la importancia que en la encíclica adquie- pos en los que la presencia de los cristianos parece más necesaria y ur-
re el juicio ético sobre la guerra y sobre la carrera de armamentos. An- gente, y los exhorta a dialogar con todos los hombres y mujeres con el
te esas realidades dramáticas, el discurso pontificio ofrece la alterna- fin de lograr la llegada de la paz entre las personas y entre los pueblos.
tiva de la solidaridad y la cooperación internacionales con vistas a La paz es el mensaje. La paz es la consigna. La paz es la meta. Los ca-
asegurar la dignidad y la libertad de todos los pueblos (PT 126-129). rrúnos que a ella conducen han de ser perceptibles por la luz de la razón
Siguiendo el discurso de Luigi Taparelli ( 1793-1862), anticipado en y han de fundamentarse en valores fácilmente comprensibles por todos.
más de dos siglos por Francisco de Vitoria en Salamanca, el Papa abo- Lo cual no es obstáculo para que los cristianos perciban ese don y ta-
ga por una autoridad mundial capaz de impedir el recurso a la violen- rea de la paz como vocación que de Dios brota y a Dios conduce.
cia entre Jos Estados y de instaurar un orden de paz universal22 •
Por si pudiera subsistir el riesgo de olvidar el intento y el marco
del mensaje, el Papa lo resume una vez más, ya al final de su escrito:
b) Valores y presencia cristiana «La paz será palabra vacía mientras no se funde sobre el orden, cu-
yas líneas fundamentales, movidos por una gran esperanza, hemos co-
No haríamos justicia a la encíclica si la redujéramos a un esbozo o mo esbozado en esta nuestra encíclica: un orden basado en la verdad,
resumen de una ética racional, cuyos cuatro valores ciertamente son establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sustentado y hen-
percibidos y presentados como humanos y humanizadores. La encícli- chido por la caridad y, finalmente, realizado bajo los auspicios de la li-
ca no queda anclada en el fondo de la mera racionalidad. De hecho, bertad» (PT 168).
nunca abandona el ámbito de la fe cristiana. A Dios se le atribuye en He ahí, de nuevo, los pilares axiológicos que han de fundamentar
sus páginas un papel omnipresente y omniabarcante. Una y otra vez se la convivencia entre las personas y los pueblos. Aquella reflexión que
recuerda a Dios como origen y término de la aventura humana. Y una Juan XXIII nos dejó como testamento en su encíclica Pacem in terris
y otra vez se recuerda que los valores que la encíclica evoca y los idea- sigue teniendo una evidente actualidad23, y exigiendo de los ciudada-
les que propone son inalcanzables por las solas fuerzas humanas. Se nos y de los Estados de hoy un compromiso urgente para asumir y ac-
puede decir, por tanto, que la encíclica nos ofrece un espléndido pa- tualizar los valores éticos que han de fundamentar el diseño de la paz.
norama de la teología moral cristiana, especialmente en su sector so-
cio-político, pero siempre basada en una antropología teológica que
conoce y evoca la dialéctica y colaboración entre la naturaleza y la 5. Conclusión
gracia.
Esa antropología y esa orientación moral están impregnadas de Los cuatro valores éticos, propugnados por Juan XXIII no son in-
una clara orientación pastoral, especialmente evidente en la parte vocados por razones meramente estratégicas o coyunturales. Nacen de
quinta de la encíclica. las mismas raíces de la fe cristiana, aunque no sean ajenos a la capa-

22. Cf. J. Joblin, Pace, giustizia e solidarietii: Aggiornamenti sociali 54 (2003) 23. Cf. B. Sorge, Attua/itii del/'enciclica «Pacem in te"iS»: Aggiornamenti socia-
516. ¡¡ 54 (2003) 93-98.
130 Premisas y fundamentos

cidad de comprensión de la razón natural. La defensa y la promoción 6


de esos valores constituyen un anuncio del evangelio del reino de Dios
y un programa inevitable de la moral social cristiana. Aquellos cuatro VALORES ÉTICOS EN UNA SOCIEDAD PLURAL
valores morales han de ser propugnados y observados como normas
éticas para la defensa de la persona, así como para la convivencia y el
progreso de la sociedad.
Como ya se dijo en el tema anterior, hoy resulta obligado subrayar
con fuerza el hecho y la vocación a la fraternidad universal. El Cate-
cismo de la Iglesia católica nos recuerda estos principios fundamen-
tales de la ética cristiana, aludiendo de paso a eventuales legislaciones
que parecen incapaces de salvaguardar la dignidad del ser humano por Son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan la sensibi-
encima de toda discriminación: lidad cristiana. Nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de las
contradicciones de un crecimiento económico, cultural, tecnológico, que
El respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: «Que
ofrece a pocos afortunados grandes posibilidades, dejando no sólo a mi-
cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como otro
llones y millones de personas al margen del progreso, sino a vivir en con-
yo, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios pa-
diciones de vida muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad hu-
ra vivirla dignamente» (GS 27, 1). Ninguna legislación podría por sí
mana. ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se
misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las actitudes de so-
berbia y de egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades muere de hambre; quien está condenado al analfabetismo; quien carece de
verdaderamente fraternas. Estos comportamientos sólo cesan con la ca- la asistencia médica más elemental; quien no tiene techo donde cobijarse?
ridad que ve en cada hombre un «prójimo», un hermano24. Juan Pablo II, Novo mi/lennio ineunte, 50

En un momento marcado por el individualismo personal y por las La teología moral de la sociedad, como la moral fundamental, no
reivindicaciones regionales o nacionales, es preciso vivir y proclamar puede limitarse a repetir prohibiciones o límites. Es cierto que los
el don y la tarea de la fraternidad universal. mandamientos han sido formulados de forma negativa. Pero esa for-
mulación pedagógica está al servicio de valores positivos que es pre-
ciso poner de relieve y llevar a la vida concreta de las personas y las
PAUTAS DE TRABAJO
instituciones.
Entre esos valores sobresalen en la conciencia contemporánea los
1. Ver en qué medida estas normas éticas han sido recogidas por el conci-
lio Vaticano TI que Juan XXIII había convocado e inaugurado.
de la solidaridad, la subsidiaridad y el bien común.
2. Analizar las noticias ofrecidas por los medios de comunicación social du- Nuestra reflexión seguirá el esquema tradicional de la catequesis.
rante un determinado tiempo para observar si las normas éticas aquí presentadas En un primer momento, se ofrece una panorámica sobre la realidad so-
ejercen algún influjo en la sociedad contemporánea. cial; en un segundo tiempo, la mirada se vuelve a las fuentes de la fe
3. ¿Qué repercusión habrían de tener las normas señaladas en la convi- cristiana; por último, se contempla la misma realidad con el anhelo de
vencia social más inmediata y sujeta a nuestra directa observación? signarla con la señal de la fe e intentar transformarla por medio del
compromiso creyente.

1. Una mirada a la realidad social

La realidad social es nuestro mundo y nuestro ambiente. Por él nos


24. Catecismo de la Iglesia católica, 1931. sentimos situados en la historia y modelados en nuestra personalidad.
132 Premisas y fundamentos Valores éticos en una sociedad plural 133

Pero somos también conscientes de que nuestras acciones y omisio- 2. Olvido de los derechos humanos. El descubrimiento de los de-
nes, nuestras elecciones y escapadas, Jo modifican, lo convierten en rechos humanos es, sin duda, una de las características más notables
humano o inhumano, en humanizador o deshumanizador. de la modernidad. Sin embargo la ambigüedad de su reivindicación es
Al igual que nosotros mismos, nuestro mundo es una encrucijada patente. Ya en los comienzos de su proclamación, los derechos huma-
de opciones y dejaciones, de valores y antivalores. Señalemos a con- nos se restringieron a los ciudadanos con tal que fueran varones, pro-
tinuación distintos aspectos negativos y positivos. pietarios y naturalmente blancos.
Aquellas restricciones han ido cediendo ante sucesivas oleadas de
presión social. Las grandes manifestaciones callejeras han ido am-
a) Algunas zonas de sombra
pliando el campo de las reivindicaciones y de los logros. Más personas
Este mundo es el nuestro y no vamos a tener otro. No podemos vi- cuentan hoy con más derechos. Lo malo es que los disminuidos, los
vir en otro tiempo ni en otro lugar. Nos ha sido vedado refugiarnos en ancianos, los enfermos y los no nacidos no pueden manifestarse por
la utopía y en la ucronía. Por eso aceptamos nuestro mundo, aunque las calles para reivindicar su parcela de derechos.
nos gustaría verlo cada vez más humano. En él descubrimos, en efec- Juan Pablo JI ha afirmado que «nos encontramos frente a una
to, algunas zonas de sombra que lo afean, como el hambre y el olvido multitud de personas, hermanos y hermanas nuestros, cuyos derechos
de los derechos humanos. fundamentales son violados, también como consecuencia de la exce-
l. Hambre de pan y hambre de sentido. Juan Pablo II ha evocado siva tolerancia y hasta de la patente injusticia de ciertas leyes civiles:
en la carta apostólica Novo millennnio ineunte algunas de esas caren- el derecho a la vida y a la integridad fisica, el derecho a la casa y al
cias básicas que convierte en injusto nuestro sistema de vida. trabajo, el derecho a la familia y a la procreación responsable, el de-
Nunca el mundo logró producir tantos bienes como en la actuali- recho a la participación en la vida pública y política, el derecho a la
dad. Y, sin embargo, nunca se había sentido de forma tan dramática el libertad de conciencia y de profesión de fe religiosa» (Christifideles
flagelo del hambre. La gula ha dejado de ser un pecado capital indivi- laici, 5).
dual para alcanzar una dimensión grupal y continental. Mientras algu- Evidentemente, el número de los marginados por las sucesivas rei-
nos pueblos nadan en la abundancia, otros no logran conseguir los re- vindicaciones de los derechos humanos no sólo no ha disminuido, si-
cursos más necesarios para subsistir. Hay hambre de alimentos. no que se ha visto incrementado por sucesivas formas de discrimina-
En muchos países existe carencia de medicamentos, mientras las ción. Una de las últimas consiste en decidir qué seres humanos -en
grandes multinacionales patentan los nuevos descubrimientos, mono- estado adulto o embrional- han de ser sacrificados para que vivan al-
polizan su producción y distribución. Los servicios sociales están dis- gunos de sus hermanos.
tribuidos de forma muy desigual. El fenómeno global de las emigra-
ciones nos recuerda las dramáticas huidas de millones de personas b) Algunos puntos de luz
para escapar del hambre.
Los países ricos, por otra parte, parecen más satisfechos, pero no Pero este mundo que amamos cuenta también con signos de la re-
se muestran más felices. Ambicionan cosas, bienes y productos y po- dención y de la gracia. Son puntos de luz que nos recuerdan que ha si-
nen en ellos su confianza y su seguridad. Los idolatran como si de do amado por Dios y que todavía guarda una reserva de humanidad.
ellos pudiera provenir la salvación. Como ha dicho Juan Pablo II, «ba- Entre los valores que podrían ser evocados, queremos subrayar tan só-
jo ciertas decisiones, aparentemente inspiradas solamente por la eco- lo la solidaridad y la espiritualidad.
nomía o la política, se ocultan verdaderas formas de idolatría: dinero, l. Globalización de la solidaridad. Como se verá en otro tema, el
ideología, clase social y tecnología» (Sollicitudo rei socia/is, 37). Lo fenómeno de la globalización es fundamental en el contexto de la mo-
malo es que, como los antiguos ídolos, también estas nuevas divinida- dernidad. No solamente es un hecho. Se trata también de un paradig-
des, tienen ojos y no ven, tienen manos y no acarician, tienen boca y ma del conocimiento sistemático de la cultura, de la economía, de la
no profieren una palabra capaz de aportar sentido a la vida humana política, de la ciencia, de la información y del espacio. La globaliza-
(Sal 115, 4-7). ción se ha convertido en un nuevo estadio de la conciencia humana.
134 Premisas y fandamentos Valores éticos en una sociedad plural 135

Es cierto que este fenómeno tiene también sus lados oscuros. En O sin anhelar esa manifestación. Porque nuestra cultura podría de-
la actualidad resulta posible abarcar la unidad del espacio terrestre, finirse por el anhelo de una presencia benévola y acogedora, misterio-
pero al mismo tiempo aumenta el clamor de los particularismos. Vi- sa y mistérica, comprensiva y perdonadora. Lo aceptemos o no, todos
vimos en una civilización globalizada que comprime cada vez más a echamos de menos la presencia del absoluto, la cercanía del absoluto,
las personas pertenecientes a esferas culturales diferentes y suscita el acceso al absoluto. Por eso absolutizamos lo relativo. Y, ayunos de
en ellas la voluntad de defender su propia identidad frente a la pre- su experiencia, hasta nos atrevemos a hablar de los absolutos, en plu-
sión de la homogeneización. La defensa de lo propio y la reivindica- ral, cometiendo una flagrante contradicción.
ción de lo peculiar suscita a la vez el conservadurismo de unos y el La invocación de un absoluto-relativo nos hace crédulos y supers-
mesianismo de otros. Aunque no lo crean sus promotores y seguido- ticiosos, mágicos y agoreros, talismaníacos y horoscopológicos.
res ambos movimientos coinciden en su apelación a las raíces. Se Discípulos conscientes o inconscientes de Nietzsche, creemos que
bu~ca una identidad, con frecuencia mítica. Nacionalismo cultural, Dios es enemigo de la causa humana y por eso decretamos su muerte,
«chauvinismo» lingüístico y tradicionalismo religioso presentan casi muerte que anuncia un loco por las plazas. Pero, huérfanos de la luz,
siempre los mismos orígenes. doblamos las rodillas ante las mil cosas que idolizamos e idolatramos.
Y con todo, también la globalización presenta muchas facetas po- Así ocurre que nunca como ahora hemos dejado ver nuestra reli-
sitivas. Contamos con una mayor facilidad para la comunicación. Los giosidad ontológica. Necesitamos vivir en el mundo del espíritu o de
jóvenes de todo el mundo se conocen entre sí y comparten ideales y los espíritus. Todavía no nos hemos aclarado del todo, pero ya des-
canciones. Por todas partes surge una cierta globalización de la soli- punta la aurora que puede desvelamos al sol. Un sol de justicia, como
daridad. O al menos, la nostalgia de la solidaridad. dice nuestro pueblo. El sol del que brotan la justeza y la justicia.
Efectivamente, «signos positivos del mundo contemporáneo son la
creciente conciencia de solidaridad de los pobres entre sí, así como
también sus iniciativas de mutuo apoyo y su afirmación pública en el 2. Evocando las fuentes
escenario social, no recurriendo a la violencia, sino presentando sus
carencias y sus derechos frente a la ineficiencia o a la corrupción de Escribe Josef Pieper que «entre los muchos nombres que posee la
los poderes públicos» (SRS 39). infelicidad en este mundo, el que preferentemente ostenta es el de in-
La palabra «solidaridad» no resume adecuadamente el ideal ético justicia»1. Así que la justicia es, en cierto modo, la suma de todos los
cristiano. Tal vez resulte preferible el término «fraternidad». Es cierto bienes y todas las virtudes. Refleja en sí misma la bondad ética en su
que para vernos como hermanos necesitamos la fe. Los que no la han totalidad. La injusticia es percibida como el cúmulo de todos los ma-
descubierto o ya la han perdido, bueno es que, al menos, redescubran les y la representación misma de la maldad. En ese sentido, el icono de
el valor de la solidaridad y se presenten como médicos del mundo, far- la justicia tiene un alto valor antropológico, puesto que recuerda a la
macéuticos del mundo o profesionales del mundo. humanidad los elevados ideales de su propia realización, tanto perso-
Si Pablo VI dijo que el progreso es el nuevo nombre de la paz (cf. nal como comunitaria.
Populorum progressio, 87), Juan Pablo II ha añadido que «el proceso Pero, en un sentido más estricto, la justicia regula las relaciones
del desarrollo y de la liberación se concreta en el ejercicio de la soli- entre los ciudadanos, así como sus deberes y derechos ante los demás,
daridad, es decir, del amor y servicio al prójimo, particularmente a los ante la sociedad y quienes la dirigen. Y debería regular la distribución
más pobres» (SRS 46). La solidaridad puede ser hoy el nombre secu- de las cargas y de los bienes entre los mismos ciudadanos.
lar de la caridad y de la justicia. También en este sentido más restringido, el alcance antropológico
2. Búsqueda de la espiritualidad. En muchos ambientes, en mu- de la justicia es evidente. La segunda de las virtudes «cardinales» nos
chas personas, la fe se hace notar por su ausencia. Incluso los creyen- recuerda que nadie puede ser humano y comportarse como tal si olvi-
tes han aceptado con pasmosa frivolidad la contradicción antropológi- da la presencia y la demanda de los demás humanos, e incluso de los
ca de considerarse a la vez como creyentes y no practicantes. Como si
se pudiera amar sin manifestárselo a la persona amada. l. J. Pieper, Virtudes fundamentales, Bogotá 1988, 86.
136 Premisas y fundamentos Valores éticos en una sociedad plural 137

seres no humanos que con él conviven o simplemente coexisten en el Llegado de la tierra llana, Miqueas proclamaba en Jerusalén: «Ya
mundo, como luego se verá. se te ha dicho, hombre, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: tan
Si nos situamos en un plano teórico, el concepto de la justicia es, sólo que practiques la justicia, que sepas amar y te portes humilde-
pues, rico y complicado de delimitar. En el plano más práctico, la jus- mente con tu Dios» (Miq 6, 8). También en Jerusalén, clamaba Isaías,
ticia se nos muestra como una virtud dificil de llevar a la práctica. Los explicitando aquella exigencia del Señor: «Buscad la justicia, respetad
riesgos, ya en lo teórico pero sobre todo en lo práctico, pueden pre- los derechos al oprimido, haced justicia al huérfano y defended a la
sentarse por defecto o por exceso. A veces los hombres y mujeres no viuda» (Is 1, 17). Pero la realidad siempre fue muy diferente, como
llegan a comportarse justamente y enmascaran tal deficiencia con el atestiguan los poemas añadidos más tarde al final de su libro: «No se
paternalismo y la compasión. Y otras veces el deseo de practicar la ha hecho justicia como corresponde y se ha estado lejos de compor-
justicia a ultranza termina convirtiendo a las personas en seres duros y tarse como es debido» (Is 59, 14).
altaneros. «Summum ius, summa iniuria». Por otra parte, la literatura sapiencial deplora una situación social
Cuando la justicia se limita a una aséptica observancia de las leyes marcada por la desigualdad y por la insensatez que a ella va unida:
y no es suavizada por la magnanimidad -o la compasión, entendida en «Es cierto que perdimos el camino de la verdad. El espíritu de justi-
su sentido más noble- se convierte en una maquinaria chirriante y has- cia no fue nuestra luz. El sol verdadero no nos iluminó» (Sab 5, 6).
ta inhumana2 • Y, sin embargo, siguen manteniendo el antiguo principio formulado
por Oseas (6, 6) y mil veces repetido por la tradición: «Obrar con
rectitud y justicia es más agradable al Señor que los sacrificios»
a) El mensaje bíblico (Prov 21, 3).
A cualquiera que se asome a las páginas de la Sagrada Escritura, le 2. Un gesto, una parábola y una profecía. Apenas abiertas las pá-
llama inmediatamente la atención el frecuente uso de la palabra <~us­ ginas del Nuevo Testamento descubrimos que la virtud de la justicia
ticia». Al menos, por la amplia diversidad de significados que parece tiene sus exigencias con relación a la convivencia diaria de los hom-
(: 1
tener tanto en la primera alianza como en el mensaje de Jesús y la vi- bres. A las orillas del Jordán, Juan el Bautista la pregona y exige un
p, gesto que signifique y evidencie el deseo de conversión. Ese gesto no
~· da de las primeras comunidades cristianas.
1. El desafio de Amós. En el Antiguo Testamento, el paradigma de la puede ser otro que el de compartir los bienes con los necesitados: «El
~., que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que ten-
justicia es el mismo Dios. Él es un juez justo, que no tuerce el derecho ni
ga de comer, que haga lo mismo ... No exijáis más de lo que está fija-
pervierte la justicia (Job 8, 3). Él hace justicia a los oprimidos. Es el de-
fensor y guardián de los pobres que no encuentran defensor. Yahvé escu- do .. . No hagáis extorsión a nadie» (Le 3, 11-14).
En una de sus parábolas, Jesús contrapone la figura del rico sin
cha a los pobres y no desprecia a sus cautivos (Sal 69, 34). A Él se aco-
entrañas a la del pobre que languidece a su puerta, olvidado de todos
ge el desvalido que es presa de las garras del violento: «¡Por tu justicia
y, sobre todo, ignorado por aquel al que se aproxima. La parábola
sálvame, libérame, tiende hacia mí tu oído y sálvame!» (Sal 71, 2).
contrapone también el plano de esta vida con el de la verdad última
Como Dios es justo, también el hombre está llamado a actuar con
y definitiva que se clarifica ante Dios. El pobre encuentra su riqueza
justicia, tanto ante Dios como ante los demás hombres: «Busca la jus-
mientras que el que no ha practicado la cercanía misericordiosa se
ticia y sólo la justicia, si quieres heredar la tierra que te dio el Señor tu
encuentra definitivamente con su profunda verdad: la del sinsentido
Dios», amonesta el Deuteronomio (16, 21). Tras gritar contra la opre-
de su existencia (Le 16, 19-31).
sión y las desigualdades sociales, en la alta colina de Samaría, ya
Presenta también Jesús a un juez que no teme a Dios ni respeta a
Amós, abría su corazón en un deseo improbable: «Quiero que la jus-
los hombres. A él acude una viuda con su lamento: «¡Hazme justicia
ticia sea tan corriente como el agua y que la rectitud crezca como un
contra mi adversario!». Si no por rectitud, al menos por comodidad, el
torrente inagotable» (Am 5, 24).
juez termina por hacerle justicia, para no ser continuamente importu-
2. Se resume aquí lo escrito ya en otro lugar, cf. J. R. Flecha, Vida cristiana, vida nado. Dios no es así, concluye Jesús: Él hace justicia a los elegidos,
teologal. Para una moral de la virtud, Salamanca 2002, 191-208. con generosidad y prontitud (Le 18, 1-8).
138 Premisas y fundamentos Valores éticos en una sociedad plural 139

De todas formas, en boca de Jesús el mensaje se convierte en pro- a) El principio del bien común
fecía. La justicia se trasciende a sí misma en la necesidad de descubrir
la presencia del Señor en el rostro del hambriento y del sediento, del El estudio del bien común y sus exigencias resulta imprescindible
desnudo y del enfermo, del encarcelado y del inmigrante (Mt 25, para un conocimiento profundo, tanto de la estructura como del com-
3lss). Con todos ellos se identifica el Señor de la historia. Y por su portamiento de todos los elementos que integran la sociedad3 .
acogida o desdén hacia ellos serán juzgados al fin tanto los que se pro- Ya Juan XXIII afirmaba que «el bien común consiste y tiende a
fesaban creyentes como los que no lo reconocían como Señor. concretarse en el conjunto de aquellas condiciones sociales que con-
Para Pablo la justicia se entiende como honradez en las relaciones sienten y favorecen en los seres humanos el desarrollo integral de la
humanas y como bondad natural de la persona, precisamente por na- persona» (PT 58).
cer de la justicia y santidad de Dios que hace justos a los que se con- En un sentido más estricto podría concebirse como el bien que,
fian a Él. En el Evangelio se revela la justicia de Dios, dice Pablo aun conviniendo a cada persona como propio, constituye el bien de
(Rom 1, 17). La justicia se convierte en justificación misericordiosa y una comunidad y sólo en la comunidad puede ser conseguido. La re-
gratuita por parte de Dios, otorgada a todos los que aceptan a Cristo ferencia a cada persona trata de evitar la oposición del propio bien al
como salvador (Rom 9, 30; 10, 3-4). Pero la justicia tiene también una bien común. El bien común, en efecto, es propio de cada uno de los in-
dimensión social. Pablo no deja de recordar los deberes nacidos de la dividuos que integran una comunidad. Al decir que constituye el bien
caridad hacia los hermanos, como la prudencia en el juicio que impi- de una comunidad se intenta señalar la diferencia que existe entre el
de proyectar estereotipos y condenas sobre ellos, y sobre todo, la ne- bien común y el bien particular. Afirmar que sólo en la comunidad
cesidad de sobrellevar las flaquezas de los débiles (Rom 12- 15). puede ser conseguido es marcar una nueva diferencia con el bien pri-
De forma aún más directa, y con duras expresiones que recuerdan las vado, que puede ser logrado por el individuo sin apelar a la sociedad.
denuncias de Amós en Samaria, la Carta de Santiago exhorta a los fieles «El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particu-
a respetar a los pobres (Sant 2, 1-13), al tiempo que recrimina a los ricos lares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno,
por la explotación a la que con frecuencia los someten (Sant 5, 1-5). es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es
posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al fu-
turo» (Compendio de doctrina social de la Iglesia, 264).
3. Los principios de la doctrina social de la Iglesia Ya Maritain intentaba una delimitación al decir que el bien común
de la sociedad política no es sólo el conjunto de bienes o servicios, ni
A lo largo de los últimos cien años, los continuos pronunciamien- el conjunto de leyes justas y sabias instituciones, ni los símbolos y te-
tos papales, que han venido a formar el cuerpo de la doctrina social soros de su cultura. El bien común sería, más bien:
de la Iglesia, han insistido en la importancia de la justicia, entendida
La integración sociológica de todo lo que supone conciencia cívica, de
como actitud y virtud o bien como estilo de una sociedad humana. las virtudes políticas y del sentido del derecho y de la libertad, y de to-
Bajo su manto se amparan los principios de la doctrina social cristia- do lo que hay de actividad, de prosperidad material y de tesoros espiri-
na. En realidad, estos principios, en su conjunto, «constituyen la pri- tuales, de sabiduría tradicional inconscientemente vivida, de rectitud
mera articulación de la verdad de la sociedad, que interpela toda con- moral, de justicia, de amistad, de felicidad, de virtud y de heroísmo, en
ciencia y la invita a interactuar libremente con los demás, en plena la vida individual de los miembros de la comunidad, en cuanto todo es-
corresponsabilidad con todos y respecto de todos» (Compendio de to es comunicable y se distribuye y es participado, en cierta medida,
doctrina social de Ja Iglesia, 163). por cada uno de los individuos, ayudándoles así a perfeccionar su vida
Esta fundamentación de los principios en la verdad ontológica del y su libertad de persona. Todas estas cosas son las que constituyen la
ser humano y de la sociedad les confiere un significado profunda- buena vida humana de la multitud4 •
mente moral. Fundados en el protoprincipio de la dignidad, unidad e
3. Cf. V. Possenti, Bene comune, en DIPo, 32-42; P. Carlotti, Societa: Bene comu-
igualdad de todas las personas, se enumeran los principios del bien co- ne, en DTP, 827-829.
mún, de subsidiaridad y de solidaridad. 4. J. Maritain, La persona y el bien común, Buenos Aires 1948, 58-59.
140 Premisas y fundamentos Valores éticos en una sociedad plural 141

Retomando las palabras de la Mater et magistra, Juan XXIII re- Por ello ha podido afirmar el concilio Vaticano 11, en su declara-
cuerda en su encíclica Pacem in terris que «el bien común abarca todo ción sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae, que «el bien co-
el conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el mún de la sociedad, que es la suma de aquellas condiciones de la vida
desarrollo expedito y pleno de su propia perfección» (PT 58). social mediante las cuales los hombres pueden conseguir con mayor
1. Entre las características del bien común hay que mencionar, en plenitud y facilidad su propia perfección, consiste sobre todo en el res-
primer lugar, su universalidad. Por su misma naturaleza, el bien co- peto de los derechos y deberes de la persona humana» (DH 6).
mún debe redundar en provecho de todos los ciudadanos, sin prefe- 2. Esta alusión al concilio Vaticano 11 nos hace recordar que, de
rencias por personas especialmente privilegiadas o por grupos sociales acuerdo con su doctrina, el bien común no es solamente un bien rea-
determinados. El bien común excluye las discriminaciones por razo- lizado o extrínseco que ha de ser compartido por todos, sino también
nes económicas, raciales, religiosas, de edad o de sexo. De haber al- una tarea intrínseca o realizable, a la que todos han de prestar su co-
guna excepción, habría que pensar que «razones de justicia y de equi- laboración.
dad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan - La primera acepción del bien común, como magnitud a la que to-
especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que puedan hallarse dos tienen derecho, fue ampliamente explicitada en la encíclica Mater
en condiciones de inferioridad, para defender sus propios derechos y et magistra (78-81 ). En esta linea se sitúa el Concilio al definir el bien
asegurar sus legítimos intereses» (PT 56). común como el «conjunto de condiciones de la vida social que hacen
El bien común se caracteriza, además, por la nota de la supraindivi- posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más
dualidad, es decir, por rebasar el bien privado de cada uno de los miem- pleno y más fácil de la propia perfección» (GS 26; cf. 74a) 5.
bros de la sociedad. Y por rebasar también la mera suma de todos los - La segunda acepción del bien común, como deber al que todos
bienes privados de los individuos que integran la misma sociedad. La están convocados, ha encontrado también amplia repercusión en las
suma de las riquezas de un país sigue constituyendo un bien «privado» páginas del Concilio. Así, por ejemplo, cuando se afirma que «el de-
si no alcanza una adecuada distribución entre los ciudadanos. ber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada
En íntima relación con esta nota se puede citar la participabilidad uno al bien común según la propia capacidad y la necesidad ajena»
del bien común. Se puede calificar como el bien común precisamente (GS 30a); o cuando recuerda a los ciudadanos el derecho y el deber de
porque de él participan todas las personas que forman la sociedad: participar con su voto a la promoción del bien común (GS 75a); o
«Todos los miembros de la comunidad deben participar en el bien co- cuando exhorta a los cristianos a adquirir conciencia de la vocación
mún por razón de su propia naturaleza, aunque en grados diversos, se- que los impulsa a dar ejemplo de responsabilidad y de servicio al bien
gún las categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano» (PT 56). común (GS 75e; cf. CDSI 167).
Por otra parte, cabe señalar la nota de relatividad del bien común. 3. El valor del bien común es determinante para la moral social, en
En un mundo histórico y cambiante, las exigencias del bien común di- cuanto orienta a la persona hacia el valor ético de la justicia. En el
cen evidentemente relación con la situación de los tiempos concretos concilio Vaticano 11 la justicia es evocada con mucha frecuencia. Al-
y con «las propiedades características de cada nación» (PT 55; CCE gunas veces, los textos conciliares se refieren a ella, entendiéndola
1907; CDSI 166). bien como la santidad que Dios concede a los hombres y espera de
Por último, aunque sea lo más importante, es necesario mencionar la ellos (LG 9, 32; DV 11), bien como una nota indispensable del reino
personalidad como característica imprescindible del bien común. En de Dios: un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gra-
efecto, el bien común está íntimamente ligado a la naturaleza humana. cia, un reino de justicia, de amor y de paz (LG 36). En otras ocasiones,
Por ello no se puede mantener su total integridad más que en el supues- el Concilio alude a la justicia, entendiéndola como una virtud insepa-
to de que, atendiendo a la íntima naturaleza y efectividad del mismo, se rable de la caridad y de Ja paz (LG 41 ).
tenga siempre en cuenta el concepto de la persona humana>> (PT 55). Si
la dignidad de la persona es el criterio último del bien común, lo es, ade- 5. Cf. CDS! 164, n. 346, donde se remite a algunos otros textos importantes, como
Juan XXIIl, Mater et magistra, en AAS 53 (1961), 417-421; Id., Pacem in terris, en
más, en su totalidad: «El bien común abarca a todo el hombre, es decir, AAS 55 (1963), 272-273; Pablo VI, Octogesima adveniens, 46, enAAS 63 (197 1), 433-
tanto a las exigencias del cuerpo como a las del espíritu» (PT 57). 435; Catecismo de la Iglesia católica, 1905-1912.
Premisas y fundamentos lillores éticos en una sociedad plural 143
142

La fe debe manifestar su fecundidad imbuyendo toda Ja vida de los cede y, al mismo tiempo, da cumplimiento a la dimensión histórica. Es-
c reyentes, incluso Ja profana, e impulsándolos a la justicia y al amor, ta perspectiva alcanza su plenitud a la luz de Ja fe en la pascua de Jesús,
sobre todo respecto del necesitado (GS 21). «El orden social hay que que ilumina en plenitud la realización del verdadero bien común de Ja
humanidad. Nuestra historia -el esfuerzo personal y colectivo para ele-
desarrollarlo a diario, fundarlo en la verdad, edificarlo sobre la justi-
var la condición humana- comienza y culmina en Jesús: gracias a Él,
cia, vivificarlo por el amorn (GS 26). Las excesivas desigualdades
por medio de Él y en vista de Él, toda realidad, incluida la sociedad hu-
económicas y sociales son contrarias a la justicia social, a la equidad, mana, puede ser conducida a su Bien supremo, a su cumplimiento. Una
a la dignidad de la persona y a la paz social e internacional (GS 29). visión puramente histórica y materialista terminaría por transformar el
«El deber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyen- bien común en un simple bienestar económico, carente de finalidad tras-
do cada uno al bien común según la propia capacidad y la necesidad cendente, es decir, de su más profunda razón de ser (CDS! 120).
ajena, promoviendo y ayudando a las instituciones, así públicas como
privadas, que sirven para mejorar las condiciones de vida del hombre»
(GS 30). «El hombre vale más por Jo que es que por lo que tiene. Asi- b) El principio de subsidiaridad
mismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, ma-
El principio del bien común exige por sí mismo la apelación al
yor fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas so-
principio de subsidiaridad, que contempla la realidad, los valores, los
ciales, vale más que los progresos técnicos» (GS 35).
derechos y deberes de la sociedad civil. Ese entramado de familias, de
Se puede afirmar que la tarea ética de edificar un mundo mejor en
grupos y de asociaciones diversas crea y fomenta las múltiples rela-
la verdad y en la justicia es signo de un nuevo humanismo, en el que el
ciones interpersonales que constituyen la base de toda sociedad viva,
hombre queda definido principalmente por la responsabilidad hacia
sus hermanos y ante la historia (GS 55). creativa y respetuosa con la dignidad de las personas.
En conclusión, los principios de justicia y equidad, aunque son exi- Presente ya en la doctrina de León XIII, el principio de subsidiari-
dad se encuentra especialmente explicitado en la encíclica Quadrage-
,, gidos ya por Ja recta razón, pueden además ser apoyados por el Evan-
gelio (GS 63). A la luz de la fe, la justicia se comprende acompañada simo anno, del papa Pío XI. Allí se decía, en efecto, que no se puede
,. quitar a los individuos lo que pueden realizar con su esfuerzo, ni se
t. "
y completada por Ja virtud de la caridad (GS 69), así como por el sen-
timiento de Ja benevolencia y del servicio al bien común (GS 73). Val- puede arrebatar a las comunidades inferiores Jo que ellas pueden con-
gan como resumen las precisas palabras de la declaración conciliar so- seguir por sí mismas. Las instituciones superiores no deben suplantar
bre la libertad religiosa: «Todos los hombres y grupos sociales, en el ni absorber Ja creatividad de las instituciones inferiores6• En su encí-
ejercicio de sus derechos, están obligados por la ley moral a tener en clica Deus caritas est, el papa Benedicto XVI llama Ja atención contra
cuenta los derechos ajenos y sus deberes p ara con los demás y para la excesiva absorción de tareas de servicio que convierte al Estado en
con el bien común de todos» (DH 7b). un organismo burocrático, incap az de realizar el ideal de Ja justicia:
En un mundo secular es necesario subrayar el horizonte de tras- El Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se
cendencia al que necesariamente se abre el ideal del bien común. Los convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede ase-
fines intermedios encuentran su plenitud en el fin último al que está gurar lo más esencial que el hombre afligido -<:ualquier ser humano-
llamado el ser humano. Privarle de esta vocación trascendente, que tie- necesita: una entrañable atención personal. Lo que hace falta no es un
ne su fuente y su icono en Jesús el Cristo, seria negar su honda verdad Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y
y olvidar la nota más gloriosa de su dignidad humana. También esta apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que
característica ha sido recogida por el Compendio de la doctrina social surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con
de la Iglesia: la cercanía a los hombres necesitados de auxilio (Deus caritas est,
28b).
El bien común de la sociedad no es un fin autárquico; tiene valor sólo en
relación al logro de Jos fines últimos de la persona y al bien común de 6. Pío XI, Quadragesimo anno, en AAS 23 (193 1), 203; cf. Juan Pablo 11, Cente-
toda la creación. Dios es el fin último de sus criaturas y por ningún mo- simus annus, 48, en AAS 83 (1991), 852-854; Catecismo de la Iglesia católica, 1883;
tivo puede privarse al bien común de su dimensión trascendente, que ex- CDSI 186.
144 Premisas y fundamentos fülores éticos en una sociedad plural 145

El principio de subsidiaridad implica consecuencias positivas, co- jantes, el Papa apela explícitamente a la necesidad de actuar según el
mo la obligación socio-política de prestar ayuda legislativa, institucio- principio de la solidaridad:
nal y económica a las entidades sociales más pequeñas. Pero también
La solidaridad social, que hoy día agrupa a todos los hombres en una
implica consecuencias negativas, como la abstención de las instancias única y sola familia, impone a las naciones que disfrutan de abun-
gubernativas de todo lo que restrinja la sana autonomía y creatividad dante riqueza económica la obligación de no permanecer indiferen-
de las células menores y esenciales de la sociedad. tes ante los países cuyos miembros, oprimidos por innumerables di-
El principio de subsidiaridad protege a las personas de los abusos de las ficultades interiores, se ven extenuados por la miseria y el hambre y
instituciones sociales superiores e insta a estas últimas a ayudar a los no disfrutan como es debido de los derechos fundamentales del hom-
particulares y a los cuerpos intermedios a desarrollar sus tareas. Este bre (MM 157)7 •
principio se impone porque toda persona, familia y cuerpo intermedio
tiene algo de original que ofrecer a la comunidad (CDSI 187). La solidaridad trasciende los límites y posibilidades del compro-
miso individual, para solicitar un puesto de honor en los presupuestos
Las organizaciones superiores habrán de ejercer una función de su- de los países ricos: «Tanto la j usticia como la humanidad exigen que
plencia con relación a las instituciones inferiores, de forma que les las naciones ricas presten su ayuda a las naciones pobres» (MM 161).
presten su apoyo para el logro de los fines legítimos que no puedan al- La solidaridad es una virtud humana, accesible desde la luz de la
canzar por sí mismas. Pero no deberían ahogar los espacios de libertad razón. Pero puede ser iluminada por la luz de la fe cristiana. En esos
en los que ellas pueden demostrar su capacidad de iniciativa y de res- casos, la solidaridad se convierte en fraternidad y adquiere la radi-
ponsabilidad. La asfixia de la sociedad civil puede deberse a un exa- calidad y la universalidad de la caridad de Cristo. El cristiano no re-
gerado deseo de control sociopolítico por parte de las instituciones su- niega del valor de una solidaridad que le invita a «tomar sobre sus
periores, o por un miedo a la diversidad y al pluralismo que en nada hombros las cargas de los demás» (Gal 6, 2). Pero sabe - es decir,
favorece el recto ejercicio de la vida social. cree- que, siguiendo el ejemplo y el espíritu de Jesucristo, ha de lle-
gar a identificarse con los otros, con los que el mismo Señor se
c) El principio de solidaridad identifica:
Cuando se está animado de la caridad de Cristo, se siente uno vincula-
Junto a los dos principios precedentes, ha adquirido cada vez do a los demás, experimentando como propias las necesidades, los su-
más relevancia el principio de solidaridad. El Compendio de la doc- frimientos y las alegrías extrañas, y la conducta personal en cualquier
trina social de la Iglesia ha afirmado con claridad el doble signifi- sitio es firme, alegre, humanitaria, e incluso cuidadosa del interés aje-
cado que la solidaridad ha de adquirir en este momento concreto de no (MM 257).
la historia:
Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos, Como no podía ser de otra forma, la necesaria apertura de la per-
que son de hecho formas de solidaridad, deben transformarse en rela- sona a las necesidades y las demandas de los demás encuentra también
cio~es que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad ético-so- su puesto en las páginas de la encíclica Pacem in terris. Los principios
cial, que es la exigencia moral ínsita en todas las relaciones humanas. normativos insertos en la misma naturaleza del ser humano le mues-
La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos complementa- tran cómo debe regular sus mutuas relaciones en Ja convivencia hu-
rios: como principio social y como virtud moral (CDSI 193). mana, que se concibe abierta a los círculos de las relaciones de Jos ciu-
dadanos con las autoridades públicas de cada Estado, a las relaciones
1. Sin embargo, el concepto no es nuevo. Al conmemorar los se- entre los Estados y a toda la comunidad mundial. Esas relaciones han
tenta años de la publicación de la encíclica Rerum novarum el papa de estar regidas por las exigencias del bien común.
Juan XXIII volvía sus ojos a la dignidad del ser humano, siempre ne-
cesitado de reconocer sus vínculos sociales y de obrar en consecuen- 7. Un breve apunte sobre la historia del concepto de «solidaridad» se encuentra en
cia. Consciente de esa necesaria referencia de la persona a sus seme- el CDSl 194, n. 421.
146 Premisas y fundamentos Valores éticos en una sociedad plural 147

En virtud de esa «apertura», se afirma allí que es preciso eliminar en el momento en que se reviste de las dimensiones específicamen-
todo racismo (PT 86), se propugna la necesidad de promover la soli- te cristianas de gratuidad total, de perdón y de reconciliación (SRS
daridad común (PT 98) y se proclama una vez más Ja necesidad de 38-40)13 .
acudir al principio de subsidiaridad en las relaciones de las institucio-
nes mayores con los individuos y las instituciones más pequeñas (PT
140)8• En el pensamiento de Juan XXIII, la paz sólo podía fundamen- d) La radicalidad de la caridad
t~rse en los cuatro grandes pilares de la verdad, la justicia, el amor y Ja
libertad, a los que se dedica otro capítulo de esta obra9. Como es evidente, los principios de la acción social se resumen en
el principio y mandamiento evangélico de la caridad.
2. Ese postulado de la solidaridad, va a cobrar una gran importan-
1. A este respecto, hay un pasaje conciliar que merece ser recorda-
cia en el magisterio de Juan Pablo 111°. La inesquivable dimensión de
do y estudiado con todo detalle. En él se encuentran las bases para una
la «projimidad» constitutiva del ser y del verdadero actuar del hombre
se encuentra desarrollada en la encíclica Sollicitudo rei socia/is. En profunda reflexión teológica sobre el amor, así como para una cate-
quesis sobre la caridad:
ella se define la solidaridad como «la determinación firme y perseve-
rante de empeñarse por el bien común; a saber, por el bien de todos y «Dios es caridad y el que permanece en la caridad permanece en Dios
cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de to- y Dios en El» (! Jn 4, 16). Y Dios difundió su caridad en nuestros co-
dos» (SRS 39) 11• La solidaridad es allí considerada no sólo como un razones por el Espíritu santo que se nos ha dado (Roro 5, 5). Por consi-
postulado práctico para el buen funcionamiento de la sociedad, sino guiente, el don principal y más necesario es la caridad con la que ama-
como una nota distintiva de la humanidad, entendida en su mismidad mos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Él (LG 42).
ontológica antes de ser explicitada como programa social. No en vano
se afirma allí que «el ejercicio de la solidaridad dentro de cada socie- Este primer acorde se revela decididamente teo-lógico. En efecto,
dad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros co- Dios es presentado como el sujeto y el destinatario del amor. Con dos
mo personas (SRS 39)» 12 • importantes referencias bíblicas se presenta la doble dimensión de la
En los últimos documentos de la Iglesia la solidaridad ha alcan- caridad. La caridad increada es Dios mismo, que no puede presentar-
zado un puesto de privilegio. La encíclica Sollicitudo rei socia/is no se sino como el amor gratuito y universal. La caridad creada es un don
sólo trata de liberarla de toda apariencia de sensiblería y de propo- de Dios, infundido por el Espíritu. Gracias a Dios, podemos amar a
ner!~ como camino hacia la paz y hacia el desarrollo, sino que la
Dios y amar al prójimo por Él.
considera como una virtud cristiana, bastante semejante a la caridad, El texto conciliar continúa describiendo el cuidado que se ha de
prestar a la caridad para que crezca en el alma del justo. Los pasos
8. Si? la vivencia de la solidar~da~ y el abandono de las luchas por conseguir una señalados se refieren a la triple misión de Cristo maestro, sacerdo-
supremac1a sobre los demás, será d1fic1l afumar el comportamiento inteligente del ser te y rey, evocada tantas veces por el concilio Vaticano U (PO 1). En
humano (cf. L. Gállego, Etología humana y animal. ¿Nuestro comportamiento es real- consecuencia, el crecimiento de la caridad pasa por la escucha de la
mente inteligente?, en A. Blanch [ed.], El sentido del hombre en el universo Madrid
1999, 83-97). ' palabra de Dios, la celebración sacramental y el servicio prestado
9. Cf._ ~· Corts Grau, Los conceptos cristianos de verdad, justicia, amor y libertad, en favor de los demás, que configura el ejercicio de todas las virtu-
Y su conexion con la paz y el orden, en Instituto social León XIII, Comentarios a la «Pa- des. La caridad se presenta así «como vínculo de la perfección y
cem in terris», Madrid 1963, 99-126.
plenitud de la ley (Col 3, 14), gobierna todos los medios de santifi-
1O. Cf., entre otros muchos lugares, estas tres encíclicas de Juan Pablo 11 Re-
demptor hominis, 16; Solicitudo rei socia/is, 21-23.26.33.36.38.40.45-47; Cente;imus cación, los informa y los conduce a su fin. De ahí que el amor hacia
annus 10. 16.22.26.29.41 .43.49.51 .60.61 . Dios y hacia el prójimo sea la característica distintiva del verdadero
.1 l. Juan Pablo II, So/licitudo rei socia/is, 38, en AAS 80 (1988) 565-566. El texto discípulo de Cristo» (LG 42).
ha sido retomado por el CDSI 193.
12. Cf. E. Cófreces, Nuevo concepto de la 'solidaridad ' en la «Sollicitudo rei so-
cialiS», en A. Jim~nez (ed.), Comentario a la «Sollicitudo rei socia/is», Madrid, 1990, 13. Cf. J. R. Flecha, Caridad liberadora y Doctrina social de la Iglesia: Corintios
303~329 ; cf. también M. Toso (ed.), Solidarieta, nuovo nome della pace. Studi sul/'en-
XIII 59-60 (1991) 117-153; A. Galindo (ed.), Pobreza y solidaridad. Desajios éticos al
c1c/1ca «Sollicitudo rei socia/is» di Giovanni Paolo 11, Torino 1988.
progreso, Salamanca 1989.
148 Premisas y fundamentos Valores éticos en una sociedad plural 149

Tras recordar la caridad de Jesús, se subraya que nadie tiene un 4. El testimonio de la caridad
mayor amor que el que ofrece la vida por Él y por su s hermanos ( 1 Jn
3, 16; Jn 15, 13). El texto conciliar se cierra, finalmente con una refe- De todo lo dicho, se deduce que el ejercicio de la solidaridad y la
rencia a dos textos paulinos que sitúan la caridad cristiana en la diná- caridad se hace realidad en el compromiso diario a favor de los pobres
mica del seguimiento e imitación del Señor Jesucristo: y los marginados. «La caridad que ama y sirve a la persona no puede
La Iglesia considera también la amonestación del Apóstol, quien, ani- jamás ser separada de la justicia: una y otra, cada una a su modo, exi-
mando a los fieles a la práctica de la caridad, les exhorta a que «sien- gen el efectivo reconocimiento pleno de los derechos de la persona, a
tan en sí lo que se debe sentir en Cristo Jesús», que «Se anonadó a sí la que está ordenada la sociedad con todas sus estructuras e institucio-
mismo tomando la forma de esclavo [ ... ] hecho obediente hasta Ja nes»14. La justicia no viene a completar las deficiencias de la caridad.
muerte» (Flp 2, 7-8), y por nosotros «se hizo pobre, siendo rico» (2 Cor Es la caridad la que viene a perfeccionar el itinerario de la ju sticia. Esa
8, 9) (LG 42). perfección tiene su origen en Dios. Y encuentra sus mediaciones en la
colaboración humana. Una colaboración que necesariamente ha de ser
2. La caridad es una de las normas éticas fundamentales para la vi- p ersonal y estructural
da social, según afirmaba Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris, La antropología contemporánea ha subrayado la importancia del
como se ha visto en el tema anterior. diálogo interpersonal. Como ya se ha dicho en el primer tema de esta
Aquella insistente afirmación no puede quedar en el olvido. De he- obra, el «yo» no existe como tal si no se e ncuentra de forma respon-
cho, en su primera encíclica, Deus caritas est, el papa Benedicto XVI sorial y responsable con un «tú». El «yo» y el «tú», una vez encontra-
resume la rica historia del «servicio de la caridad» llevado a cabo por dos, se trascienden a sí mismos en el nacimiento del «nosotros», es de-
la Iglesia a lo largo de los siglos (DCE 20-25). A continuación evalúa cir, la comunión y la comunidad.
las conocidas objeciones marxistas a ese sistema de caridad eclesial, Pues bien, en la medida en que el «yo» acepta iniciar los caminos
'. acusado de mantener la situación de los pobres y retrasar la implanta- de la comunicación y las personas ausentes son integradas en el ámbi-
ción de la justicia (DCE 26). La encíclica reafirma que si la justicia es to de la comunión, los principios del bien común, la subsidiaridad y la
necesaria, no hace innecesario el servicio de la caridad. Después de solidaridad pueden orientar la acción responsable de los ciudadanos. A
subrayar la importancia de la justicia como tarea prioritaria del Esta- la luz de la fe, esta tarea, iluminada por la caridad, señala la vocación
do, Benedicto XVI recuerda el papel insustituible que juega la caridad de los cristianos y la misión de los laicos en la sociedad.
en la vida social:
El amor -caritas- siempre será necesario, incluso en la sociedad más a) Lafe y la misión social
justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el ser-
vicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desen- l. Ya ha quedado insinuada la incongruencia de pretender vivir co-
tenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que mo creyente no practicante. Quien ha recib ido e l don de la fe lo vive
necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán como tarea ineludible y gozosa. La fe en Dios está integrada, en efec-
también situaciones de necesidad material en las que es indispensable to, por tres actitudes fundamentales:
una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo (DCE 28b). -Vivir de la fe significa para el creyente verse como fruto de una
elección gratuita, saberse acompañado por la voz de una llamada y
Así pues, del ejemplo de Jesucristo, recogido por la mejor tradi- proyectado desde la hondura cálida y afectuosa de una vocación que
ción de la Iglesia, brota la radicalidad de la caridad cristiana, la gran- suscita el ser y el ser-en-comunión con el Dios que llama y convoca.
deza de su aliento y el heroísmo de sus gestos, siempre martiriales, - De ahí que vivir de la fe signifique también una apertura a la dia-
es decir siempre testimoniales. Pero, aun en la sociedad civil, es pre- logicidad. Creer en Dios es mantenerse disponibles para el encuentro
ciso afirmar ese plus de atención personal que no siempre puede ser con un Tú, cercano y trascendente a la vez, que se identifica con los
ofrecido por las instituciones encargadas de promover y tutelar la
justicia. 14. Juan Pablo II, Christifideles laici, 42.
150 Premisas y fundamentos Valores éticos en una sociedad plural 151

pequeños tús, hambrientos o sedientos, que esperan nuestra acogida y b) Estructuras y comunidades
nuestra entrega (Mt 25, 3 lss).
- Por eso, la fe en Dios, además de la vocación y la dialogicidad, in- 1. Ahora bien, las decisiones personales no terminan en la persona
cluye siempre el amor. Creer en Dios es saberse amados y portadores que las provoca. Estamos rodeados de estructuras que no hacen visible
de un amor que nos desborda. De un amor que nos ha sido dado para el proyecto salvador de Dios. Son estructuras de pecado, en cuanto que
que a su vez lo demos. Esta fe y esta certeza determinan una nueva an- nacen de decisiones personales inmorales y, sin emabrgo, terminan
tropología y una nueva ética. El hombre es el ser que se sabe amado por justificar otras decisiones inmorales. Lo malo de las estructuras de
por Dios y transmite su amor a los hermanos. pecado es que nos llevan a considerar como normal el mal que noso-
Creer es amar. Y amar es siempre entregarse. El amor marca una tros mismos hemos generado. Son como las valvas de los moluscos.
dedicación concreta a la fe y ofrece una meta a la esperanza. Es impo- Generadas por ellos, se convierten en su propio refugio y defensa. Ni
sible creer en Dios si no se tiene -o no se ejercita- esta capacidad «na- ellos mismos podrían quebrar su dureza 17 •
tural» para vivir sabiéndose amados 15 • Tales «actitudes y estructuras de pecado» solamente se vencen -con la
2. Ahora bien, la fe no puede ser reducida a los límites de la priva- ayuda de la gracia divina- mediante una actitud diametralmente opues-
cidad. No es adecuada una educación de la fe que oriente a los cre- ta: la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a «perderse»,
yentes a una vivencia individual y privada de la misma. La fe ha de ser en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a «servirlo»
en lugar de oprimirlo para el propio provecho (Mt 10, 40-42; 20, 25;
vivida en el espacio comunitario. Evidentemente, tampoco sus com-
Me 10, 42-45; Le 22, 25-27)18.
promisos relativos a la justicia y a la caridad pueden quedar relegados
al ámbito de la privacidad. Se podrá discutir la visibilidad de la fe, pe-
2. Si es innegable que estamos inmersos en estructuras de pecado,
ro es indudable la visibilidad de sus efectos. Mucho más dificil es afir-
creemos que también pertenecemos a estructuras de gracia. Estamos
mar la invisibilidad del amor y la justicia.
llamados a crearlas y fomentarlas. Nuestras comunidades de fe están
1 .,
Pues bien, en ese ejercicio visible y tangible del compromiso cre-
llamadas a ser comunidades de esperanza y comunidades de caridad.
yente por la justicia y la solidaridad, los laicos alcanzan un protago-
El anuncio de la liberación del Evangelio, la celebración del mis-
nismo único. No es que estén llamados a un amor especial, es que su
terio de la salvación, el servicio a la vida humana más desprotegida,
llamada al amor y a la justicia se realiza en el espacio público en el
indefensa y marginada. He ahí las tareas que esperan a las comunida-
que se toman las decisiones sobre la marcha de la ciudad terrena. El
des cristianas. Cada una de esas tareas encuentra mil ocasiones en las
trabajo, la investigación, la docencia o la actividad social y política se diversas situaciones del mundo y de la sociedad.
convierten para ellos en los lugares en los que han de realizar la voca- Pero en todas esas situaciones, los creyentes están llamados a
ción creyente al amor universal. anunciar, celebrar y promover la justicia de Dios a favor de sus hijos.
Juan Pablo II ha recordado dos tentaciones a las que no siempre Esa tarea no es fácil. Sin embargo, los seguidores del Señor no pueden
han sabido sustraerse los laicos: «la tentación de reservar un interés caer en la desesperanza. Saben que cuentan con la presencia misma de
tan marcado por los servicios y las tareas eclesiales, de tal modo que Dios y con el apoyo de la comunidad.
frecuentemente se ha llegado a una práctica dejación de sus responsa- La comunidad está llamada a vivir a contracorriente. Ser testigo su-
bilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cul- pone estar ahí siendo diferentes. Estar en el mundo viviendo unos va-
tural y político; y la tentación de legitimar la indebida separación en- lores que no son socialmente aceptados. Esa vivencia testimonial es el
tre fe y vida, entre la acogida del Evangelio y la acción concreta en las primer anuncio de la evangelización, como decía Pablo VI en 1975 19•
más diversas realidades temporales y terrenas» 16 •
acción de los fieles laicos. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el
15. M. Cozzoli, Etica teologale. Fede, Carita, Speranza, Cinisello Balsamo 1991, tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es licito permanecer ocioso» (CbL 3).
45-121, donde presenta las exigencias éticas de la fe en términos de fidelidad, respues- 17. Cf. J. R. Flecha, La teología del desarrollo. Estructuras de pecado, en A . Gu-
ta obediencia, conversión y testimonio. tiérrez (ed.), Comentario a la «Sollicitudo rei socia/is», Madrid 1990, 21-57 .
' 16. Juan Pablo II, Christifideles laici, 2; «Nuevas situaciones, tanto eclesiales ,co- 18. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socia/is, 38.
mo sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la 19. Cf. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 21.
152 Premisas y fandamentos

5. Conclusión

Pablo VI fue elegido Papa en el año 1963. Aquel mismo año, la


víspera de navidad, dirigía un radiomensaje al mundo en el que decía:
II
¡Que Ja caridad reine en el mundo! ¡Que el amor traído por Cristo, he-
cho niño sobre la tierra y por Él encendido entre Jos hombres, se infla-
me siempre más hasta que llegue a ser capaz de quitar de nuestra civili-
ESCENARIOS Y PROBLEMAS
zación la deshonra de la miseria que pesa sobre los hombres!

Aquellas palabras, releídas a distancia de años, nos invitan a un Decimos a Dios Padre nuestro, luego todos somos hermanos.
examen de conciencia. Comenzado el tercer milenio cristiano, es ho- Quien no quiere el nuestro, no quiere a Dios por Padre. Siendo
ra de preguntarnos si la caridad revelada por Cristo, se ha convertido como somos hijos de Dios, somos todos hermanos; y no es de
en nervio, fuste y columna básica de nuestra civilización. hermanos buenos que unos tengan muy demasiado y que otros
En sintonía con aquellas palabras, Juan Pablo ll invitaba a los cris- se mueran de hambre. No es ley de hermanos que uno esté des-
tianos a iniciar el nuevo milenio desde el reto de la caridad: nudo y que a otro le sobren ropas y locura. A no tener hermanos
con necesidad, fuera cosa pasadera; mas teniéndolos como los
Tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad tenemos, cosas excesivas en el vestir no sólo es locura, más aún
cristiana, se sientan como «en su casa». ¿No sería este estilo la más gran- es robo. Que robáis a vuestro hermano, pues no Je dais lo que es
de y eficaz presentación de la buena nueva del Reino? Sin esta forma de suyo. Que lo que vos gastáis en locuras, no habiéndolo menes-
evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la ter, en ley de hermandad es suyo.
pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera cari-
Juan de Avila, Comentario a la carta 1 de Juan, 3, l 7.
dad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de pa-
labras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día.
La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras (NMI 50).

La caridad de Cristo nos urge. Sin ella nuestra unión con Dios
simplemente no existe ni el encuentro con el otro resulta significante.
Sin la caridad seremos sal que se ha desvirtuado o campana que sue-
na y cuyo eco se olvida. Porque nadie acepta vivir en la frustración.

PAUTAS DE TRABAJO

1. ¿Cómo puede ser actualizado hoy el mensaje bíblico que reclama la jus-
ticia humana como fruto de Ja justicia que viene de Dios?
2. Analizar situaciones en las que sería necesario aplicar con más decisión
los principios del bien común, la subsidiaridad y la solidaridad.
3. Tratar de explicar cómo la caridad puede radicalizar esos principios de
Ja doctrina social de Ja Iglesia y hacer más humana la justicia.
4. Proponer algunas situaciones de «pecado estructural» y analizar cómo
se violan en ellas los principios sociales mencionados aquí.
7
LOS DERECHOS HUMANOS

El tema de los derechos humanos es hoy de una palpitante actuali-


dad. La Declaración universal de los derechos humanos se ha conver-
tido en patrimonio universal y en expresión de la conciencia colectiva
de la humanidad y en marco de referencia para dirimir las grandes
cuestiones y para juzgar el verdadero desarrollo político, social, cultu-
ral y moral de los pueblos.
Violar los derechos humanos significa poner barreras al nacimien-
to y desarrollo de la vida humana, destruir el medio ambiente, cultivar
el odio entre las personas y la insolidaridad entre los pueblos, desen-
cadenar contiendas y depuraciones étnicas, preparar refugiados para el
día de mañana, aumentar la xenofobia, cerrar nuestras fronteras a otros
pueblos y abrir las puertas para todo tipo de reivindicaciones extre-
mistas. En un mundo marcado por el signo del pluralismo, la negación
de los derechos humanos implica hacer una profesión de intolerancia.
Tras los tremendos atentados del 11 de septiembre de 2001, la preo-
cupación por la seguridad de los ciudadanos y del Estado parece justi-
ficar intervenciones preventivas que, con frecuencia, constituyen serias
violaciones de los derechos humanos 1• Así, pues, las preocupaciones por
fijarlos y tutelados subsisten y hasta se aumentan.

l . Explicitación de los derechos humanos

La reflexión sobre los derechos humanos se ha ido haciendo cada


vez más universal y más rica. Pero también se ha ido haciendo notable
el compromiso práctico de muchos hombres y mujeres en la noble ta-
rea de afirmarlos y servirlos.

l. Cf. J. M. Tortosa, Los derechos humanos/rente al nuevo escenario preventivo.


Retos para una globalización más humana, en M.C. Marín (ed.), La seguridad preven-
tiva como nuevo riesgo para los derechos humanos, San Sebastián 2006, 87-105.
156 Escenarios y problemas Los derechos humanos 157

Se dice que los derechos humanos se han convertido en una espe- Nos encontramos, pues, con la célebre distinción, tantas veces ana-
cie de lingu,afranca del lenguaje ético, de tal forma que la mayor par- lizada en los estudios de moral fundamental, entre el derecho positivo
te de las discusiones sobre asuntos éticos en las relaciones internacio- y el derecho natural, entre la moralidad fundada en la ley y la basada
nales apelan al vocabulario de los derechos2 . en la dignidad misma del ser humano.
2. Aunque la expresión «derechos humanos» sea reciente, se pue-
de decir que sus antecedentes recorren la historia de Ja humanidad.
a) Sobre los fundamentos
La expresión «derechos humanos», como término específico, es de ori-
Los derechos humanos constituyen hoy una categoría básica en el gen reciente. Incluso su fórmula droits del 'homme, de inspiración fran-
pensamiento ético y político. Sin embargo, no es fácil ponerse de cesa, se remonta tan sólo a las últimas décadas del siglo XVIIJ. Sin em-
acuerdo sobre el sentido mismo de la expresión. bargo, la idea de una ley o de un legislador que define y protege los
1. Los derechos humanos, por ejemplo, pueden ser definidos y derechos de origen legal de los hombres -principalmente los derechos
presentados en términos positivos o normativos. recíprocos de los miembros de la comunidad- es realmente muy anti-
gua. Sería quizá forzar un poco las cosas buscar el origen de la protec-
El planteamiento positivo o empírico los considera tal y como se
ción de los derechos humanos en el Código del rey Hammurabi de Ba-
defienden o postulan en la actualidad y se tutelan en los ordenamien- bilonia (hacia 2130 a 2088 a.C.), el código más antiguo que conocemos
tos legales existentes. En esta concepción, las personas tienen dere- hasta ahora 5.
chos humanos porque los gobiernos han establecido normas y conve-
nios que les conceden efectividad. Hoy es comúnmente admitido que el pensamiento de los derechos
La perspectiva normativa o moral subraya los derechos que debe- humanos hunde sus raíces en dos importantes corrientes de pensa-
rían ser protegidos. En este caso, se considera que la validez de los de- miento y de vida, a saber, el estoicismo y el cristianismo.
rechos humanos depende de la interna legitimidad moral de los mis- En la filosofía estoica aparecen dos convicciones que serán deter-
mos, con independencia de Jos acuerdos y ordenamientos adoptados minantes. La primera es la universalidad de la razón moral, de la que
por los estados. se deriva la noción de la igualdad moral de las personas. Y Ja segun-
Considerados desde un punto de vista positivo, los derechos hu- da, la universalidad de las obligaciones políticas para todos Jos seres
manos se fundamentan en los hechos, mientras que desde un punto de humanos. Estos, en efecto, pertenecen a una comunidad universal, que
vista normativo se fundamentan en la moralidad3• trasciende los límites de las ciudades-estado, características de la cul-
El papa Juan Pablo 11 optaba por la segunda fundamentación cuan- tura griega. Para el estoicismo, el ser humano es algo sagrado, como
do escribía que «la Declaración universal es muy clara: reconoce los afirma Cicerón. El respeto debido a toda persona es el criterio para
derechos que proclama, no los otorga. En efecto, tales derechos son juzgar la práctica del poder político. Estas dos perspectivas de la uni-
inherentes a la persona humana y a su dignidad, desprendiéndose de versalidad de la razón y de la comunidad política contribuyeron de for-
ahí que nadie puede privar legítimamente de ellos a uno sólo de sus se- ma decisiva a la concepción de la ley natural, de la que habría de brotar
mejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su propia naturaleza. en el siglo XVII la idea de los derechos naturales6•
Todos los seres humanos, sin excepción, son iguales en dignidad. Por La tradición judeo-cristiana, por su parte, ha contribuido de forma
la misma razón, tales derechos se refieren a todas las fases de la vida significativa a la idea de los derechos humanos, al subrayar la íntima
y en cualquier contexto político, social, económico o cultural. Confor-
man un conjunto unitario, orientado decididamente a la promoción de 5. E. Schwelb, Derechos humanos, en Enciclopedia internacional de las ciencias
sociales IIT, Madrid 1974, 597.
cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad»4 • 6. Uno de los padres de la Declaración de los derechos humanos, como Maritain,
reconoce que se ha abusado de la idea de la ley natural, en la que se apoya la idea de los
2. R. J. Vincent, The Idea o/Rights in Interna/ion Ethics, en T. Nardin-D. R. Mapel derechos del hombre. Sin embargo, afirma que, «el descrédito en el cual el positivismo
(eds.), Traditions o/Jnternational Ethics, Cambridge 1992, 267. ha sumido transitoriamente la idea de la ley natural ha causado, fatalmente, igual des-
3. Cf. M. R. Amatutz, /nternational Ethics. Concepts, Theories, and Cases in Glo- crédito en lo que a la idea de los derechos del hombre se refiere» (J. Maritain, Acerca de
bal Politics, Oxford 1999, 70, en quien se inspiran algunas nociones de este apartado. lafilosofia de los derechos del hombre, en UNESCO, Los derechos del hombre, Barce-
4. Juan Pablo 11, Mensaje para la jornada mundial de la paz de 1999, 3. lona 1975, 115).
i58 Escenarios y problemas Los derechos humanos i59

valía y dignidad de toda persona. Esta, a su vez, se apoya en dos con- -Los derechos humanos forman parte del orden natural de la
vicciones innegociables: la creación y la salvación. creación.
Según el Antiguo Testamento, toda persona ha sido creada a ima- - Los seres humanos tienen una dignidad intrínseca y han de ser
gen y semejanza de Dios (Gn 1, 26-27). Tal afirmación distingue al ser tratados como fines, no como medios.
humano de todos los animales. Dios mismo vela por la vida del hom- -Todos los seres humanos son fundamentalmente iguales.
bre, que se sustrae así a la arbitrariedad de sus semejantes. Dios esta- En consecuencia, tanto en su fundamentación como en su desarro-
blece una alianza con los hombres y extiende su protección sobre el llo más original, la noción de los derechos humanos ha sido una con-
huérfano y la viuda, pero también sobre los extranjeros (Ex 23 , 9; Lv cepción moral y había de exigir un estatuto moral.
19, 34).
Para la fe cristiana «la fuente última de los derechos humanos no
se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad b) Reconocimiento de las libertades del hombre
del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en
Dios su Creadorn7 . Precisamente en este contexto se sitúa la doctrina Si desde épocas antiguas se ha intentado fijar los derechos de las
católica cuando afirma: «Los diez mandamientos pertenecen a la re- personas, la baja Edad Media ofrece elementos suficientes para una
velación de Dios. Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humani- reflexión coherente sobre el tema. En su tratado De regimine princi-
dad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto, pum, Tomás de Aquino afirma la libertad individual, el derecho a la
indirectamente, los derechos fundamentales que son inherentes a la vida y el derecho a la propiedad como criterios para juzgar el poder
naturaleza de la persona humana. El Decálogo contiene una expresión justo. A estos derechos añade Bartolo de Sassoferrato (siglo XIV) la
privilegiada de la 'ley natura1'» 8. libertad de pensamiento y la libertad de asociación. Para Guillermo de
Por otra parte, según el Nuevo Testamento, a toda persona alcanza Ockham la libertad y la propiedad son derechos que Dios concede a la
el don sagrado de la redención llevada a cabo por Jesucristo. «Tanto persona en íntima conexión con su dignidad humana. También N ico-
amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único» (Jn 3, 16). El amor lás de Cusa reconoce unos derechos naturales universales que han de
de Dios se ha derramado sobre la humanidad, de forma que también ser respetados por los gobernantes.
los seres humanos se amen con el amor que viene de Dios (1 Jn 4, 7- Pero es sobre todo a partir de la época moderna, que enfatiza el in-
21 )9. La persona pertenece a instituciones terrenas sujetas al poder hu- dividualismo, cuando comienza a adquirir cuerpo el reconocimiento
mano, pero se sabe vinculada a la voluntad divina. En caso de conflic- progresivo de las libertades del hombre. En 1486, Pico della Mirando-
to, «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29) 1º. la publica su obra De dignitate hominis. Entre los reformadores, Cal-
3. Así pues, en el mundo occidental han cristalizado algunas de las vino ofrece la base para una reflexión sobre los derechos humanos, a
ideas que han dado pie a la afirmación de los derechos humanos. Va- pesar de las prácticas por él seguidas en el gobierno de la ciudad de
rias de ellas son: Ginebra. En su obra Cautio crimina/is, Friedrich Spee von Langenfeld
-Existe un orden moral trascendente, cuyas normas pueden ser aboga por la supresión de la tortura. En Salamanca, en el sig lo XVI,
percibidas por la razón humana. Francisco de Vitoria apela a la unidad del género humano para rev isar
la j ustificación de la guerra y criticar los argumentos en los que se ba-
7. Compendio de doctrina social de la iglesia, 153. Resulta interesante ver todo sa la legitimidad de la conquista de América 11 •
el apartado 4 dedicado a los derechos humanos (CDSI 152-159).
8. Catecismo de la iglesia católica, 2070; este texto ha sido retomado por el El reconocimiento de las libertades del hombre cuenta con un
CDSI 22. momento importante en la caída del Antiguo régimen y la aparición
9. Cf. T. Hoppe, Human Rights, en NDCSTh, 454-470, donde se encuentra un de la burguesía. Este nuevo grupo social se va a distinguir, a partir
buen resumen histórico.
10. El citado Mark R. Amsmtz, profesor de Ciencias políticas en el Wheaton Co- de la Revolución francesa, por su reivindicación de las libertades
llege, menciona la opinión contraria de Arthur Schlesinger, Jr., Human Rights and the sociales.
American Tradition: Foreign Affairs 57/3 (1979) 504, para el cual la religión ha negado
el derecho a la fel icidad terrena y por tanto no tiene nada que ver con la idea de los de- 11. Cf. R. Hernández, Derechos humanos en Francisco de Vitoria, Salamanca
rechos humanos. Tópicos como este persisten en muchos creadores de opinión. 1984; l. Jericó, La Escuela de Salamanca del siglo XVI, Guadarrama 2005.
160 Escenarios y problemas Los derechos humanos 161

Con el nacimiento de los Estados liberales y democráticos, que Magna Charta libertatum de Juan sin Tierra (1215)-, las declaracio-
se dan a sí mismos una constitución y un gobierno intérprete y ser- nes más importantes son las siguientes:
vidor de la opinión pública, nace el liberalismo como sistema social -Declaración de Derechos (Bill ofRights) del Estado de Virginia
y como forma general de la cultura, aun bajo la crítica de los mismos (1776), de tono empirista y práctico, que recoge las ideas y aun las
liberales. mismas palabras del Bill ofRights de Inglaterra (1689).
La crítica de Karl Marx a la mera afirmación de los derechos hu- - Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, apro-
manos denuncia la libertad formal del liberalismo. Abierta en aparien- bada el 26 de agosto de 1789 por la Asamblea constituyente francesa,
cia a todos, constituye en realidad un privilegio para unos pocos -en que encarna e inspira los ideales de la sociedad y las constituciones li-
concreto para los dueños del capital- , protegidos por un Estado inefi- berales del siglo XIX.
caz que favorece el individualismo más feroz. - Declaración universal de derechos humanos, adoptada el 1O de
Ni la revolución burguesa ni la revolución proletaria han llevado al diciembre de 1948 por la Asamblea general de las Naciones Unidas,
ser humano a la posesión de la libertad y de sus libertades fundamen- en la que no sólo se proclaman los derechos y libertades políticos y ci-
tales, dificultadas también por la nueva dictadura de la burocracia y de viles tradicionales, sino también derechos económicos, sociales y cul-
la tecnocracia. Por tanto, son muchos los que abogan por una nueva re- turales. «Su elaboración fue ardua, su fundamentación no era muy se-
volución de rostro humano y de talante ético, gracias a la cual el ser gura, su aprobación estuvo llena de compromisos. En su navegación
humano pueda al fin ser estimado por lo que es y no por lo que tiene tuvo que sortear tres grandes escollos ante los cuales no era posible el
o produce. acuerdo: la relación del hombre a Dios, el fundamento absoluto de los
Ante la sustitución de la moral por la fuerza y ante el fracaso de los derechos, los límites de esos derechos y su relación con los deberes» 13 •
prometeísmos tecnocráticos, se piensa hoy que «es preciso encontrar A pesar de estas «carencias genéticas», el papa Pablo VI ha con-
una antropología de la religación, donde el amor sea la categoría fun- siderado esa Declaración como «uno de los más hermosos timbres
damental, capaz de devolver al hombre su sentido» 12 • de gloria de las Naciones Unidas». Por su parte, el papa Juan Pablo
II ha dicho que «la Declaración tiene como premisa básica la afir-
mación de que el reconocimiento de-la dignidad innata de todos los
c) Declaraciones de los derechos del hombre
miembros de la familia humana, así como la igualdad e inalienabili-
Al reconocimiento de las libertades del ciudadano corresponde, dad de sus derechos, es el fundamento de la libertad, de la justicia y
como su concreción histórica jurídica, la formulación de las diversas de la paz en el mundo. Todos los documentos internacionales suce-
declaraciones de los derechos del hombre que han tenido lugar a lo sivos sobre los derechos humanos reiteran esta verdad, reconociendo
largo del segundo milenio. y afirmando que derivan de la dignidad y del valor inherentes a la
El mismo término de «declaración» es bastante ambiguo. En efec- persona humana» 14 •
to, puede entenderse como una simple formulación de derechos y de- Esta Declaración, que intenta expresar Ja conciencia jurídica de la
beres. O también ser vista como aquel texto que explicita la concien- humanidad representada en la ONU, ha sido completada por otras di-
cia social, cada vez más viva y compartida, de esos mismos derechos. versas declaraciones -Los derechos del niño (1959), Los derechos de
A su vez, puede comprenderse como una especie de compromiso pú- Ja mujer (1967)-, así como por dos pactos internacionales: uno relati-
blico que la humanidad formula ante sí misma. Y puede, finalmente, vo a los derechos económicos, sociales y culturales; el otro referido a
ser presentada como una aceptación vinculante que una determinada los derechos civiles y políticos ( 1966).
comunidad realiza en orden a poner en práctica tales derechos y las -El Acta final de Helsinki (1.8.1975) reconoce «el valor universal
consiguientes obligaciones. de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, cuyo res-
Dejando de lado algunos precedentes antiguos - como el Decreto peto es un factor esencial de la paz, la justicia y el bienestar necesarios
del rey Alfonso IX, promulgado en las Cortes de León (1188), o la
13. A. Lobato, Nuevos derechos humanos, en Consejo pontificio para la familia,
Lexicón, Madrid 2004, 860.
12. C. Díaz, Contra Prometeo, Madrid 1980, 65. 14. Juan Pablo II, Mensaje para la jornada mundial de la paz de 1999, 3.
162 Escenarios y problemas Los derechos humanos 163

para asegurar el desarrollo de relaciones amistosas y de cooperación» Silabus (DH 2919-2955). La situación concreta de la Francia republi-
entre todos los Estados. cana contribuyó a crear una cultura liberal progresista y una contra-
- Por último, conviene mencionar la Declaración final de la Confe- cultura conservadora, clerical y realista que muy pronto se identificó
rencia mundial sobre derechos humanos celebrada en Viena, durante con la reacción papista 18 •
junio de 1993. En ella se afirma que «la promoción y la protección de Sin embargo, la misma Iglesia católica introdujo lentamente esta
los derechos humanos constituyen un asunto de prioritaria importan- categoría de los derechos humanos en su reflexión ética sobre la con-
cia para la comunidad internacional». Y de forma explícita se procla- vivencia, especialmente a partir de la apertura iniciada por el papa
ma que «la naturaleza universal de estos derechos y libertades está León XIII. De las reticencias contra la libertad de pensamiento (DH
fuera de toda discusión» 15 • 3252), pasa el Papa a la defensa del derecho de propiedad (DH 3265),
del derecho al trabajo y al salario justo (DH 3268) 19•
De todas formas, convendría considerar por separado las manifes-
2. Los derechos humanos en la ética cristiana taciones de la Iglesia anteriores al concilio Vaticano 11 (1959-1965) y
las que se han producido a partir de aquel acontecimiento fundamental.
Ya en el alborear de Ja Edad Moderna, en sus famosas relectiones
pronunciadas en la Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria se a) Antes del concilio Vaticano JI
convertía en un pionero de los derechos humanos al defender el derecho
de libre comunicación o «ius peregrinandi», el principio de Ja libertad Se podrían encontrar atisbos de una aceptación de los derechos hu-
de navegación, el derecho de comercio internacional, la igualdad de de- manos en algunos documentos pontificios que cuentan con más de un
rechos de los extranjeros, el derecho de domicilio y nacionalidad, la ne- siglo de antigüedad. Así, por ejemplo, la encíclica Rerum novarum, de
gación del pretendido derecho de expulsión de los ciudadanos sin cau- León XIII, proclama la prioridad del derecho del ser humano respec-
sa justa, y el derecho general de emigración y colonización 16 . to al Estado y de la familia con respecto a la comunidad; señala la ne-
1. Es cierto que la Iglesia católica recibió con una cierta suspicacia cesidad de atender a los derechos de todos, especialmente de los más
algunas declaraciones de derechos humanos. Tal actitud se comprende débiles; lleva a cabo una llamada en favor del respeto y Ja tutela del
por el ambiente de reivindicación social, de afirmación antieclesiásti- derecho de asociación.
ca y aun de persecución religiosa en que tales pronunciamientos se lle- Pío XI, en la encíclica Casti connubii, se refiere a los derechos de
vaban a cabo 17 • Aquel espíritu anticatólico puede percibirse en Ja sim- la familia. Pero es sobre todo Pío XII quien destaca una serie de dere-
ple lectura de los «errores» condenado por Pío IX y contenidos en el chos fundamentales de la persona durante su famoso radiomensaje de
la Navidad de 1942:
15. Cf. N. Álvarez Molinero, La evolución de los derechos humanos a partir de
1948: hitos más relevantes, en Instituto de Derechos humanos, La Declaración univer- Quien desea que aparezca la estrella de la paz y se detenga sobre la so-
sal de derechos humanos en su cincuenta aniversario, Bilbao 1999, 93-178. ciedad [ ... ] apoye el respeto y la práctica realización de los siguientes
16. Cf. T. Urdánoz, Obras de Francisco de Vitoria. Relecciones teológicas, Madrid derechos fundamentales de la persona: el derecho a mantener y desa-
1960, 598-612.
17.LaAsamblea nacional francesa adoptó la Constitución civil del clero (12.7.1790)
rrollar la vida corporal, intelectual y moral, y particularmente el dere-
y también el Decreto (27 .11.1790) que imponía al clero et juramento de adhesión a la cho a una formación y educación religiosa; el derecho al culto de Dios,
constitución. Respondiendo a la carta que le habían enviado los obispos franceses, el pa- privado y público, incluida la acción caritativa religiosa; el derecho, en
pa Pablo VI firmó el breve Quod aliquantum (10.3.1971), donde critica dos artículos de principio, al matrimonio y a la consecución de su propio fin; el derecho
la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789: el núm. 10, relativo a a la sociedad conyugal y doméstica; el derecho a trabajar, como medio
la libertad de opinión, también en el terreno religioso; y el núm. 11, relativo a la libertad
de expresión y de comunicación. Aquella situación, en la que era preciso defender la li-
indispensable para la manutención de la vida familiar; el derecho a la
bertad religiosa de los obispos, ayuda a valorar en su conjunto aquel documento (cf. G. libre elección de estado y, por consiguiente, aun del estado sacerdotal y
Filibeck, Diritti umani, en Dizionario di Dottrina socia/e della Chiesa, 239-241 ). Sobre
este contencioso, cf. D. Velasco, Los antecedentes histórico-ideológicos de la Declara- 18. Cf. H. Küng, Cristianismo, Madrid 1996, 730-735.
ción universal de los derechos del hombre de 1948, en La Declaración universal de de- 19. Cf. R. Etcbegaray, Culture chrétienne et droits de l'homme: du rejet al'enga-
rechos humanos en su cincuenta aniversario, 205-308, en especial 275-287. gement, en Christianity and Human Rights, Louvain-La-Neuve 1991, 3-15.
164 Escenarios y problemas Los derechos humanos 165

religioso; el derecho a un uso de los bienes materiales, con plena con- cer y respetar los derechos ajenos; colaborar para hacer fácil a todos
ciencia de sus deberes y de las limitaciones sociales20 . el ejercicio de los derechos indicados; colaborar en la prosperidad co-
mún; proceder consciente y responsablemente en todas las esferas de
Con todo, el docwnento fundamental sobre este punto de la doctri- la vida».
na de la Iglesia es la encíclica Pacem in terris (1963). En ella Juan Tanto o más que la declaración de los derechos humanos, esta afir-
XXIII reconoce la importancia de la Declaración de los derechos hu- mación de los deberes que incumben a la persona viene a explicitar un
manos formulada por las Naciones Unidas. Además, exhorta a que se «dogma» imprescindible de una antropología integral, es decir, aquel
promuevan la garantía y realización de esos derechos (PT 143-145) y que afirma que el ser humano, por completo que sea, necesita de los
trata de completar aquella iniciativa internacional, ofreciendo su pro- otros y se debe a los otros. Ser humano es una realidad debitoria23 • El
pia declaración de derechos, relativamente completa y sistemática. descubrimi.ento de sus derechos y deberes es la clave para la construc-
1. La encíclica afirma, en primer lugar, el derecho a la existencia, ción de una humanidad verdadera y abierta al amor, así como de una
a la integridad corporal y a los medios necesarios para un decoroso ni- sociedad basada en la justicia y la libertad.
vel de vida. Se enumeran después los derechos al respeto debido a la
Cuando Ja regulaciónjuridica del ciudadano se ordena al respeto de los
persona, a buscar la verdad, manifestar sus opiniones, ejercer una pro-
derechos y de los deberes, los hombres se abren inmediatamente al
fesión, disponer de información objetiva, acceder a los bienes de la mundo de las realidades espirituales, comprenden la esencia de la ver-
cultura y a una instrucción fundamental. dad, de la j usticia, de la caridad, de la libertad, y adquieren conciencia
Tras subrayar el derecho a profesar una religión según la concien- de ser miembros de tal sociedad (PT 45).
cia personal, se afirma el derecho a elegir estado de vida, a fundar una
familia, así como a mantener y educar a la prole. Se recogen, además, 3. Esta afirmación puede ser formulada a la luz de la razón, como
los derechos económicos - trabajo y retribución-, el derecho a la pro- lo admite la misma encíclica Pacem in terris. Sin embargo, este docu-
piedad privada de los bienes, que entraña una función social, los dere- mento se atreve a establecer una vinculación entre la promoción de la
chos de reunión y de asociación, de residencia y emigración, el dere- conciencia de los derechos y los deberes del hombre con el conoci-
cho a intervenir en la vida pública para contribuir al bien común, así miento y la aceptación de Dios como fundamento último del ser y del
como a la defensa jurídica de los propios derechos 21 . quehacer humanos:
He ahí un dilatado horizonte de derechos humanos que recoge lo
más rico y granado de la reflexión racional de los dos últimos siglos, Movidos por estas mismas causas [los hombres] se sienten impulsados
a conocer mejor al verdadero Dios, que es superi or al hombre y perso-
integrándolo en una visión personalista impregnada por la fe cristiana.
nal. Por todo lo cual juzgan que las relaciones que los unen con Dios
La lista es, por tanto, moderna y ecuménica, pero también utópica y son el fundamento de su vida, de esa vida que viven en la intimidad de
profética22• su espíritu o unidos en sociedad con los demás hombres (PT 45)24 •
2. El papa Juan XXIII no se limita a propugnar una nueva decla-
ración de derechos humanos, sino que recoge también un amplio aba- Derechos y deberes, comprendidos, asumidos y propugnados con
nico de deberes «naturales» del hombre, que reafirma su misma dig- seriedad y coherencia, darán nervio y consistencia a la libertad hwna-
nidad y su necesaria apertura social. Entre esos deberes se mencionan na, así como a su reivindicación y su tutela. Con una expresión llama-
el de «conservar la vida, vivir dignamente, buscar la verdad; recono- tiva, el profesor Laín Entralgo escribía que la frase de Jesús: «La ver-
dad os hará libres», podría muy bien llevar corno corolario, dentro de
20. Cf. P. Galindo, Colección de encíclicas y documentos pontificios I, Madrid una concepción cristiana de la vida, esta otra sentencia: «La libertad
6 1962, 355-356.
21. Juan XXITI, Pacem in te"is, 11-27, en F. Guerrero (ed.), El magisterio ponti-
ficio contemporáneo II, Madrid 1992, 745-748. 23. Cf. C. Soria, Derechos y deberes de la persona humana, en Instituto social
22. Para el estudio de este tema pueden resultar muy interesantes las obras prepa- León XIII, Comentarios a la «Pacem in terris», Madrid 1963, 160- 196,
radas por G. Filibeck, Les droits de l'homme dans / 'enseignement de l 'Eglise: de Jean 24. Puede verse un comentario a este pasaje en E. García de Enterría, La institu-
a
XXIII Jean Paul ll, Citta del Vaticano 1992; Id. , I Diritti dell 'uomo nell 'insegnamen- cionalización del poder. Una nueva perspectiva de la «Pacem in terris11, en Comenta-
to della Chiesa: da Giovanni XXITI a Giovanni Paolo Il, Citta del Vaticano 2001. rios civiles a la encíclica «Pacem in terris11, Madrid 1963, 139-142.
166 Escenarios y problemas Los derechos humanos 167

os hará verdaderos». En opinión de aquel ilustre profesor, tal parece c) Después del Concilio
ser el sentir de la encíclica Pacem in terris 25 .
La doctrina de la Iglesia católica ha continuado ocupándose de es-
te tema, con insistencia y de forma cada vez más articulada. He aquí
b) La enseñanza conciliar algunas referencias tomadas de los escritos de los últimos Papas.
l. Pablo VI, en su carta Octogesima adveniens ( 1971 ), propugna el
El concilio Vaticano II trata en varias ocasiones el tema de los dere-
reconocimiento del derecho a la emigración (OA 17) e intuye la nece-
chos humanos. Baste recordar tan sólo tres de ellas, a título de ejemplo. sidad de evitar la degradación del medio ambiente (OA 21). Por otra
- La constitución pastoral Gaudium et spes (1965), tras constatar la parte, lamenta que los derechos del hombre, aceptados en los acuerdos
mayor conciencia de la dignidad de la persona, de sus derechos y de- internacionales, «permanezcan todavía con frecuencia desconocidos,
beres, pide que se facilite al hombre aquello que necesita para una vi- si no burlados, o [siendo] su observación puramente formal». Al mis-
da verdaderamente humana. Entre otras cosas se menciona el derecho mo tiempo, constata que sin una educación para la solidaridad «la afir-
al alimento, el vestido y la vivienda, el derecho a la libre elección de mación excesiva de la igualdad puede dar lugar a un individualismo
estado y a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fa- donde cada cual reivindique sus derechos sin querer hacerse responsa-
ma, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con su ble del bien común» (OA 23)26 .
conciencia, a la protección de la vida privada y a la libertad religiosa 2. La misma vinculación entre derechos y bien común se observa
(GS 26). en el largo apartado que Juan Pablo 11 ha dedicado a este tema en su
-Una diferente y novedosa enumeración de los derechos humanos primera carta encíclica Redemptor hominis ( 1979). En ella afirma que
se halla formulada de la siguiente manera: «La conciencia más viva de Ja paz se reduce al respeto a Jos derechos inviolables del hombre. Su-
la dignidad humana ha hecho que en las diversas regiones del mundo braya que la violación de los derechos del hombre va acompañada de
surja el propósito de establecer un orden político-jurídico que proteja Ja violación de los derechos de un pueblo o nación. Observa que, ge-
neralmente, se acepta «la letra» de los derechos humanos, mientras
mejor en la vida pública los derechos de la persona, como son el dere-
que «el espíritu» de la vida social se halla en oposición con esa acep-
cho de libre unión, de libre asociación, de expresar las propias opinio-
tación. Y afirma, finalmente, que «el bien común al que la autoridad
nes y de profesar privada y públicamente la religión» (GS 73).
1' 11 sirve en el Estado se realiza plenamente sólo cuando todos los ciuda-
- Pero el Concilio no se limita a la enumeración o a la constatación
danos están seguros de sus derechos» (RH 17)27 •
de la importancia que han adquirido los derechos humanos en el mun-
Al tema de los derechos humanos se ha referido posteriormente el
do de hoy. De un modo expreso, y partiendo de los presupuestos evan- papa Juan Pablo 11 en numerosas ocasiones, sobre todo en sus encícli-
gélicos, proclama su actitud positiva ante esta realidad de la época ac- cas Dives in misericordia28 , Laborem exercens29, Sollicitudo rei socia-
tual: «La Iglesia, pues, en virtud del Evangelio que se le ha confiado, /is30, Redemptoris missio31, Centessimus annus32, Veritatis splendor3 3,
proclama los derechos del hombre y reconoce y estima en mucho el Evangelium vitae34 , Ut unum sint35 .
dinamismo de la época actual, que está promoviendo por todas partes
tales derechos. Debe, sin embargo, lograrse que este movimiento que- 26. Cf. F. Guerrero (ed.), El magisterio pontificio contemporáneo Il, Madrid 1992,
811 -814.
de imbuido del espíritu evangélico y garantizado frente a cualquier 27. Id., El magisterio pontificio contemporáneo I, Madrid 1991, 385-388.
apariencia de falsa autonomía. Acecha, en efecto, la tentación de juz- 28. Juan Pablo II, Dives in misericordia, J la. 12c. 14h; cf. J. Marías, Una lectura
gar que nuestros derechos personales solamente son salvados en su antropológica de la encíclica «Rico en misericordia», de Juan Pablo ll, en Problemas
del cristianismo, Madrid 2 1982, 107-125.
plenitud cuando nos vemos libres de toda norma de la ley divina. Por 29. Id., Laborem exercens, 14g.16-23.
ese camino, la dignidad humana no se salva; por el contrario, perece» 30. Id., Sollicitudo rei socia/is, l 5a.26bc.33ac.38e.42e.44e.49b.
(GS 41). 31. Id., Redemptoris missio, 37m.39a.42c.83d.86a.
32. Id., Centessimus annus, 6a. l 7b. l 9a.2 l a.24a.47ab.48b.
33. Id., Veritatis splendor, 13b.27c.30b.3 I b.51 c.59b.84c.96b.97b.1 Ola.
25. P. Laín Entralgo, Consecratio mundi, en Comentarios civiles a la encíclica 34. Id., Evangelium vitae, 2bc.5c. l l b.18bcd. 19bc.20a.60b.70d.7 lcd. 74c. IO1cef.
<<Pacem in terriS», 232-233. 35. Id., Ut unum sint, 43b.
168 Escenarios y problemas Los derechos humanos 169

No es una casualidad que el mensaje del papa Juan Pablo II para la Por otra parte, ayudan a los cristianos a articular una reflexión cohe-
jornada de la paz, celebrada el 1 de enero de 1999, llevara un título tan rente sobre Jos mismos. Además, contribuyen a orientar la responsabi-
significativo como el siguiente: «En el respeto de los derechos huma- lidad moral que exige su demanda y su promoción.
nos, el secreto de la verdadera paZ». En el mensaje del pontífice se Esos principios, formulados a modo de tesis39, quedan expuestos
afirma que «cuando la promoción de Ja dignidad de la persona es el en el siguiente decálogo:
principio conductor que nos inspira, cuando la búsqueda del bien co- 1. El fundamento último de los derechos humanos es la dignidad
mún es el compromiso predominante, entonces es cuando se ponen de la persona, creada a imagen y semejanza de Dios.
fundamentos sólidos y duraderos a la edificación de la paz. Por el con- La fe en el Dios creador es para la fe cristiana la base y el funda-
trario, si se ignoran o desprecian los derechos humanos, o la búsqueda mento que permiten afirmar la grandeza del ser humano, creado a su
de intereses particulares prevalece injustamente sobre el bien común, imagen y semejanza. El concilio Vaticano II afirma que es «sólo Dios,
se siembran inevitablemente los gérmenes de la inestabilidad, la rebe- quien creó al hombre a su imagen y lo redimió del pecado», el que pue-
lión y la violencia» 36 . de dar respuesta cabal a sus preguntas. A pesar de las pretensiones de la
3. Aunque sea de una forma menos explícita, el tema de Jos dere- moderna secularización, «en esta ordenación divina, la autonomía de lo
chos humanos aparece también en la primera encíclica de Benedicto creado, y sobre todo del hombre, no se suprime, sino que más bien se
XVI, Deus caritas est37 . Sin _embargo, ya durante el primer año de su restituye a su propia dignidad y se ve en ella consolidada» (GS 41; cf.
pontificado, este Papa había afirmado: CDSI 153).
2. La defensa y la promoción de los derechos humanos no es para
La Iglesia proclama y defiende sin cesar los derechos humanos funda-
la Iglesia una mera estrategia social o política, sino que forma parte de
mentales, por desgracia violados aún en diferentes partes de Ja tierra, y
la misión que le ha sido confiada por el Señor: «La Iglesia, para poder
se esfuerza por lograr que se reconozcan los derechos de toda persona
humana a la vida, a la alimentación, a una casa, al trabajo, a la asisten- ofrecer a todos el misterio de la salvación y la vida traída por Dios, de-
cia sanitaria, a la protección de la familia y a la promoción del desarro- be insertarse en todos estos grupos con el mismo afecto con que Cris-
llo social, en el respeto de la dignidad del hombre y de Ja mujer, crea- to se unió por su encarnación a determinadas condiciones sociales y
dos a imagen de Dios38 . culturales de los hombres con quienes convivió» (AG 10).
3. La promoción y la tutela de los derechos humanos es para la co-
La sola enumeración de estos textos y de estas inquietudes proféti- munidad cristiana una forma histórica de prestar atención a los signos
cas abre la posibilidad de realizar todo un trabajo de investigación so- de los tiempos y de llevar a cabo, con la ayuda del Espíritu santo, el
bre el tema. Evidentemente esta indicación se enriquece de forma no- mandamiento del amor.
table cuando se tienen en cuenta las numerosas referencias a algunos Cristo «envió sobre los discípulos a su Espíritu vivificador y por él
derechos humanos concretos. hizo a su Cuerpo, que es la Iglesia, sacramento universal de salvación»
(LG 48b).
4. En consecuencia, la dignidad de la persona constituye un valor
3. Derechos humanos y fe cristiana prioritario para la misma Iglesia, y como tal lo propone a todos los sis-
temas o programas políticos. «La Iglesia sabe perfectamente que su
Siguiendo el espíritu del concilio Vaticano II, el magisterio de la mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón
Iglesia ha ido subrayando algunos principios que, enraizados en la fe humano cuando reivindica la dignidad de la vocación del hombre, de-
cristiana, clarifican la percepción cristiana de los derechos humanos. volviendo la esperanza a quienes desesperan ya de sus destinos más
altos. Su mensaje, lejos de empequeñecer al hombre, difunde luz, vida
36. Id., Mensaje para la jornada mundial de la paz de 1999, 1. En el mismo men- y libertad para el progreso humano» (GS 2lg).
saje, el Papa enumera algunos nuevos derechos humanos que no se encuentran en la De-
claración de las Naciones Unidas.
37. Benedicto XVI, Deus caritas est, 26 y 30. 39. Esta formulación ha sido en parte inspirada por G. Filibeck, Diritti umani (tu-
38_ Id., Discurso al Cuerpo diplomático ante la Santa Sede (1 2.5.2005). tela dei), en Dizionario di Dottrina socia/e della Chiesa, 247-249.
170 Escenarios y problemas Los derechos humanos 171

5. El ejercicio de la caridad y !ajusticia no sólo no se excluyen si- siempre la necesidad de arraigar los derechos humanos en las diversas
no que resumen la misión de la Iglesia al servicio de la persona y de su culturas, así como de profundizar en su dimensión jurídica con el fin
servicio profético a los derechos del ser humano. «La presencia de los de asegurar su pleno respeto»4º.
fieles cristianos en los grupos humanos ha de estar animada por la ca- A estos principios se refiere Juan Pablo II en el mensaje para la
ridad con que Dios nos amó, que quiere que también nosotros nos Jornada mundial de la paz de 1999, al afirmar que «la defensa de la uni-
amemos unos a otros. En efecto, la caridad cristiana se extiende a to- versalidad y de la indivisibilidad de los derechos humanos es esencial
dos sin distinción de raza, condición social o religión; no espera lucro para la construcción de una sociedad pacífica y para el desarrollo in-
o agradecimiento alguno [ ... ]. Tomen parte los fieles cristianos en los tegral de los individuos, los pueblos y las naciones. La afirmación de
esfuerzos de aquellos pueblos que, luchando con el hambre, la igno- esta universalidad e indivisibilidad no excluye, de hecho, legítimas di-
rancia y las enfermedades, se esfuerzan en conseguir mejores condi- ferencias de orden cultural y político en la actuación de cada uno de
ciones de vida y en afirmar la paz en el mundo» (AG 12). los derechos» 4 1•
6. El respeto a los derechos humanos es el criterio para juzgar la 8. El reconocimiento de los derechos humanos no puede prescindir
legitimidad de todo poder y de cualquier ejercicio de la autoridad, tan- del reconocimiento de los respectivos deberes. «Es, pues, necesario
to en la Iglesia como en la sociedad. «Nada desea tanto como desarro- que se facilite al hombre todo lo que necesita para vivir una vida ver-
llarse libremente, en servicio de todos, bajo cualquier régimen políti- daderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el
co que reconozca los derechos fundamentales de la persona y de la derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia, a la edu-
familia y los imperativos del bien común>> (GS 42). «Los ciudadanos cación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada infor-
están obligados en conciencia a obedecer. De todo lo cual se deducen mación, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la
la responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes. protección de la vida privada y a la justa libertad también en materia
Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a religiosa» (GS 26).
los ciudadanos, estos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien El magisterio de la Iglesia no ha dejado de subrayar la recíproca
común; les es lícito, sin embargo, defender sus derechos y los de sus complementariedad entre los derechos y los deberes, que afecta tanto
conciudadanos contra el abuso de tal autoridad, guardando los límites a la persona individual como a la misma sociedad. Ya Juan XXIII es-
que señala la ley natural y evangélica» (GS 74). cribía que «quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por comple-
En este contexto se sitúa la doctrina de la Iglesia al denunciar las to sus deberes o no les dan la importancia debida, se asemejan a los
continuas violaciones de los derechos humanos, incluso en los países que derriban con una mano lo que con la otra construyen»42.
donde están vigentes formas de gobierno democrático. Entre ellas se 9. El pleno ejercicio de los derechos humanos es la condición de
mencionan explícitamente «los genocidios y las deportaciones en ma- una paz estable y de un auténtico desarrollo. «Bien claro queda, por
sa; la difusión por doquier de nuevas formas de esclavitud, como el tanto, que debemos procurar con todas nuestras fuerzas preparar una
tráfico de seres humanos, los niños soldados, la explotación de los tra- época en que, por acuerdo de las naciones, pueda ser absolutamente
bajadores, el tráfico de drogas y la prostitución» (CDSI 158). prohibida cualquier guerra. Esto requiere el establecimiento de una
7. Los derechos del hombre están dotados de la característica de autoridad pública universal reconocida por todos, con poder eficaz pa-
la universalidad y de la indivisibilidad. Crece al mismo tiempo la ra garantizar la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto
conciencia de la excelsa dignidad de la persona, de su superioridad de los derechos» (GS 82).
sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables Estas palabras recuerdan las relectiones salmantinas de Francisco
(GS 26). de Vitoria. En los últimos tiempos, el concepto de los derechos del
Estas dos características de universalidad e indivisibilidad son más hombre se ha ampliado a la promoción y tutela de los derechos de los
que evidentes. Los derechos humanos corresponden a la dignidad de pueblos y de las naciones (CDSI 157). En vísperas de la celebración
la persona, y ella no puede ser negada a nadie. Por otra parte, atentar
contra uno de los derechos humanos es poner en peligro todos los de- 40. Juan Pablo II, Mensaje para la jornada mundial de la paz de 1998, 2.
41. Id., Mensaje para la jornada mundial de la paz de 1999, 3.
más. En consecuencia, se trata de «dos principios guía que exigen 42. Juan XXIII, Pacem in terris, en AAS 55 (1963), 264; CDS! 156.
172 Escenarios y problemas Los derechos humanos 173

del tercer milenio cristiano el papa Juan Pablo II decía: «La promo- Ahora bien, supuesta esta fundamentación de la instancia ética de
ción del derecho a la paz asegura en cierto modo el respeto de todos Jos derechos humanos, siempre es posible preguntarse por la función
los otros derechos porque favorece la construcción de una sociedad en que puede desempeñar esta instancia ética. Señalemos tres postulados
cuyo seno las relaciones de fuerza se sustituyen por relaciones de co- para su articulación.
laboración con vistas al bien común. La situación actual prueba so-
bradamente el fracaso del recurso a la violencia como medio para re-
a) Guía para las normas positivas
solver los problemas políticos y sociales»43•
10. El derecho a la libertad religiosa constituye la medida del pro- En primer lugar, la conciencia de los derechos humanos y, más
greso de toda sociedad. «Este concilio Vaticano declara que la perso- concretamente, su fo rmulación en declaraciones solemnes puede y
na humana tiene derecho a la libertad rel igiosa, Esta libertad consiste debe ejercer una función «orientadora» para la creación y articula-
en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, sea por ción de las normas positivas y las estrategias políticas que han de re-
parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier gir la sociedad.
potestad humana; y esto, de tal manera que, en materia religiosa, ni se La constatación de los derechos humanos impide, en efecto, que
obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe las leyes se desvíen hacia orientaciones contrarias a la dignidad y a la
conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, realización del hombre. Aporta, además, la clave para la interpretación
dentro de los límites debidos. Declara, además, que el derecho a la li- de sus aplicaciones concretas. Viene, después, a urgir una toma de
bertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la conciencia progresiva de las heridas infligidas a la dignidad de cual-
persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios quier persona por leyes que no respetan el bien común. Y asegura, por
y por la misma razón natural. Este derecho de la persona humana a la fin, que ese eventual progreso de la conciencia social se realice dentro
libertad religiosa debe ser reconocido en el ordenamiento jurídico de de la fidelidad a los valores objetivos de lo humano.
la sociedad de forma que se convierta en un derecho civil» (DH 2). Con todo, el descubrimiento de la dignidad imprescindible del
hombre es siempre una tarea dinámica. Cabe esperar que el discurrir
histórico irá ayudando a comprender no sólo eventuales ofensas al ser
4. Derechos humanos y ética social humano, sino también ulteriores «derechos» y la necesidad de que los
mismos derechos sean cada vez más «humanos».
Si la cuestión de los derechos humanos reviste un indudable inte-
rés histórico, sociológico y jurídico, aquí resulta ineludible preguntar- b) Protección de la persona
se por su puesto en la reflexión ética.
Los derechos humanos adquieren una vigencia ética por expresar Las declaraciones de derechos humanos tienen otra función im-
valores básicos de la persona y de la convivencia, intraducibles plena- portante, como es la de garantizar la protección y exigibilidad de los
mente al campo de la norma jurídica. mismos tanto por parte de los ciudadanos como de las instituciones.
Los derechos humanos pueden entrar plenamente en la fundamen- Si los derechos representan valores de la persona, es precisamente
tación de una ética de la convivencia, precisamente por reflejar el ca- a partir de ellos como se puede y se debe postular aquel conjunto de
rácter de absolutez y de insobornabilidad de la persona, que nunca garantías jurídicas y políticas que hagan posible, en cada situación his-
puede ser objetivada como medio o instrumento para la prosecución tórica concreta, la realización de la persona.
de otros valores. El reconocimiento de la persona como valor final y El carácter ético que corresponde a los derechos humanos, y por
no mediato, como lugar axiológico autónomo y original, constituye el tanto a tales declaraciones, ayudará a comprender que los derechos hu-
núcleo ético que desarrolla el proceso de concienciación que se plas- manos pertenecen al hombre como hombre. En consecuencia, le son
ma en las declaraciones de derechos humanos. debidos con anterioridad a su calificación como ciudadano o como
miembro de un grupo social o de un partido político. Los derechos hu-
43. Juan Pablo Il, Mensaje para /a jornada mundial de la paz de 1999, 11. manos son previos a cualquier aceptación del individuo en la sociedad
174 Escenarios y problemas Los derechos humanos 175

y previos a cualquier concesión que pudiera hacerle la sociedad o un La teología dogmática, católica y protestante, gusta de ver los de-
determinado sistema político. rechos humanos en el marco de la antropología. La afirmación de la
Por otra parte, el carácter ético de los derechos humanos exige una creación del hombre por parte de Dios fundamenta la dignidad del ser
adecuada protección jurídica con el fin de que no queden reducidos a humano. Creado a imagen y semejanza de Dios, aparece a los ojos del
mera retórica. O dicho de otra forma, las declaraciones solemnes y los creyente como revestido de la máxima dignidad y acreedor del más al-
convenios internacionales son importantes para que los derechos hu- to respeto, con independencia de las condiciones adjetivales de tiempo
manos sean reconocidos por las normas jurídicas positivas y sean, a y lugar, sexo o raza, posición social o afiliación política.
fin de cuentas, exigibles por parte de los individuos concretos y por La teología práctica no duda en fundamentar la ética sobre la an-
los grupos marginales. tropología. Es la honda verdad ontológica del ser humano la que evi-
dencia sus valores, propugna sus derechos y reclama el cumplimiento
de sus deberes frente a los demás. Es más, los derechos humanos son
c) Crítica y juicio de los abusos considerados a la luz de la teología moral como una clave de compor-
La instancia ética de los derechos humanos tiene también como tamiento ético. La moral católica considera como pecado social todo
función importante la de ejercer una crítica utópica sobre las condi- aquel que se comete contra la justicia, tanto en las relaciones entre las
ciones sociales en las que se viven tales valores de la persona o sobre personas individuales como entre la persona y la comunidad y vice-
las condiciones que los hacen prácticamente imposibles. versa, por atentar contra «el designio de Dios que quiere en el mundo
De este modo, la asunción de la categoría de los derechos humanos justicia, libertad y paz entre los individuos, los grupos y los pue-
está llamada a urgir su paso del ámbito formal al ámbito real. Es así co- blos»46. En ese contexto, las violaciones de los derechos humanos al-
mo puede y debe ejercer una función crítica sobre las estructuras socia- canzan una valoración francamente negativa:
les, económicas, culturales y políticas, que hacen difícil la realización de Es social todo pecado contra los derechos de la persona humana, co-
tales derechos o que, incluso, tienden a convertir la declaración de li- menzando por el derecho a la vida, incluido el del no-nacido, o contra
,.,
t lf,. ••
bertades en un nuevo instrumento de opresión para los más débiles44 •
Ni que decir tiene que el reconocimiento de los derechos humanos
la integridad física del alguien; todo pecado contra la libertad de los de-
más, especialmente contra la libertad de creer en Dios y de adorarlo; to-
!~
de la persona, habrá de superar las diferencias adjetivales para afirmar do pecado contra la dignidad y el honor del prójimo. Es social todo pe-
'!tlii ,.'•
lit cado contra el bien común y contra sus exigencias, en toda la amplia
la dignidad de toda persona, con independencia de su sexo, de su ori-
esfera de los derechos y deberes de los ciudadanos (CDS! 11 8).
gen racial o social, de su pertenencia a una clase u otra, de su edad o
de su estado de salud45 .
A la luz del concilio Vaticano JI, la pastoral de la Iglesia defiende
la dignidad y libertad de la conciencia moral de cada persona, al tiem-
5. Conclusión po que trata de defender el derecho a la fe de los reduccionismos ha-
bituales que la amenazan. En este sentido se articulan tanto el discur-
so cristiano sobre el ecumenismo como la pretensión cristiana de la
El tema de los derechos humanos tiene una estrecha relación con
tolerancia en un mundo plural.
diversos sectores de la teología, tanto de la dogmática como de la prác-
Esta reflexión nos pone en guardia ante la pretensión de la afirma-
tica, ya sea moral o pastoral.
ción de «nuevos derechos humanos». Evidentemente no hay un núme-
44. Cf. M. Vida!, Moral de actitudes III, Madrid 1979, 167-175. ro cerrado de derechos humanos. Los signos de los tiempos nos van
45. El 17 de julio de 1998, ciento veinte Estados aprobaron el Estatuto de Roma con ayudando a descubrir algunos que hasta ahora habían pasado inadver-
vistas a la Institución de un Tribunal penal internacional, con sede en La Haya. Al texto del tidos, como el derecho al medio ambiente. Pero no todos los «nuevos»
Convenio se opusieron siete Estados (Bahrein, China, Estados Unidos, India, Israel, Qatar
y Vietnam) que representan en total casi la mitad de toda la humanidad, mientras que otros derechos humanos, corno el derecho al aborto, a la eutanasia o al «ma-
veinte países se abstuvieron en la votación. Para su entrada en vigor, el Convenio había de
ser ratificado por los dos tercios de los Estados firmantes ( cf. P. Ferrari da Passano, I Tri- 46. Juan Pablo Il, exhortación apostólica Reconci/iatio et paenitentia 15 en AAS
bunali Intemazionali peri diritti umani: La Civilta Cattolica 3581 (1999/III] 403-414). 77 (l 985), 216. • •

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176 Escenarios y problemas

trimoni0>> entre personas del mismo sexo, pueden ser reconocidos co- 8
mo tales. Lejos de fundarse en la última verdad del ser humano, se
apoyan en el pragmatismo o en el consenso social. Tal consenso con LA FAMILIA
frecuencia es manipulado por omnipotentes grupos de presión y tien-
de a la promulgación de leyes abiertamente injustas e inmorales.
El criterio para elaborar un discernimiento sobre los auténticos va-
lores humanos se basa en tres afirmaciones inesquivables: la dignidad
del ser personal, la fundamentación en la ley moral del hombre, Ja
condición comunitaria de los humanos. Teniendo en cuenta estos prin-
cipios, fácilmente alcanzables por la razón y, por tanto, accesibles a to-
da persona con anterioridad a su fe, resulta posible clarificar la legiti- La familia puede perfectamente ser considerada una «institución»,
midad de los pretendidos «nuevos» derechos humanos47 • tanto por su solera y antigüedad como por su capacidad para ofrecer
En el citado mensaje para la Jornada mundial de la paz del año soluciones a necesidades básicas. «La familia es una institución social
1999, el papa Juan Pablo II, aboga por una cultura de los derechos hu- en el sentido de constituir toda una estructura cultural de normas y va-
manos: «Cuando se acepta sin reaccionar la violación de uno cual- lores organizada por la sociedad para regular la acción colectiva en
quiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están torno a ciertas necesidades básicas, como podrían ser la procreación,
en peligro. Es indispensable, por lo tanto, un planteamiento global del el sexo, la aceptación y seguridad afectiva entre personas, la educación
tema de los derechos humanos y un compromiso serio en su defensa. de los recién nacidos e, incluso, la producción y el consumo de bienes
Sólo cuando una cultura de los derechos humanos, respetuosa con las
económicos» 1•
diversas tradiciones, se convierte en parte integrante del patrimonio
Dicho esto, hay que tener en cuenta dos peligros bastante habitua-
moral de la humanidad, se puede mirar con serena confianza al futuro
les en la comprensión y tratamiento de la familia: el de la institucio-
l [ ... ]La cultura de los derechos humanos no puede por menos de ser
1~ •• nalización y el de la personalización excesivas.
r cultura de paw (n. 12)48 .
El primer riesgo consiste en considerar la familia como la uni-
1 .,,,;" dad institucional elemental de la sociedad, sin aparente relación a
ht' ¡ las personas y su protagonismo, como si pudiera existir la familia
PAUTAS DE TRABAJO
sin las personas. Pero «no se puede hablar de la familia como si fue-
ra un sujeto agente, ya que de este modo podría pasarse por alto que
1. Analizar algunas de las violaciones de derechos humanos más frecuen-
tes en la sociedad de hoy. la realidad de la familla es creada y debe ser creada por las personas
2. Esbozar un juicio crítico sobre algunos pretendidos nuevos «derechos concretas»2 •
humanos» con los que se trata de ocultar la trasgresión de los valores que dig- El segundo riesgo consiste en considerar y propugnar los derechos
nifican a la persona. de las personas individuales sin atreverse a reivindicar los derechos de
3. Reflexionar sobre el papel que corresponde a la fe cristiana y a todos los la familia como institución.
cristianos en la promoción y defensa de los derechos humanos. Esta institución, tan profundamente antropológica y relacional, es
4. Imaginar la fundamentación, la defensa y la promoción de los derechos la base de la sociedad. Se trata de una realidad siempre idéntica, pero
humanos en una sociedad plural y multirreligiosa.
siempre sometida a los cambios de los tiempos.

1. G. Pastor Ramos, Sociología de la familia. Enfoque institucional y grupal, Sala-


47. Cf. A. Lobato, Nuevos derechos humanos», en Consejo pontificio para la fa- manca 1988, 71; L. Roussel, Peut-on donner une définition de la fomil/e?, en R. Stei-
milia, Lexicón, 855-868. chen (ed.), La Famil/e et les/ami/les: que/le identité aujourd'hui?, Louvain-la-Neuve
48. Cf. G. Marchesi, Difesa dei diritti umani per la pace ne/ mondo: La Civilta 1996, 13-26.
Cattolica 3566 (1999/I) 169-178. 2. K. Lüscber-F. B0ckle, Familia, Madrid 1985.
178 Escenarios y problemas La familia 179

1. Familia en cambio do de comportamiento. Además, otras muchas familias encuentran di-


ficil el acceso a la"J'rimera vivienda o el mantenimiento de una vivien-
El cambio, tanto en las personas como en las instituciones, viene da digna. Uniones prematrimoniales o uniones de parejas de viudos,
motivado por la alteración de las relaciones con ese trípode referencial tienen con frecuencia mucho que ver con estas situaciones4 •
que nos define: lo otro, los otros y el Absolutamente Otro. Tales cam- En la era postindustrial, el puesto de trabajo puede estar situado le-
bios en Ja comprensión del ser humano y de su mundo influyen, por jos del hogar. Gracias a las nuevas tecnologías, cada vez más personas
fuerza, en el cambio de la institución familiar3. pueden realizar su trabajo desde la propia casa. Indudablemente, am-
bas posibilidades afectarán a las relaciones familiares.
a) La relación con lo otro 3. Las estructuras de reproducción también han cambiado de for-
ma radical. Nada será igual a partir de 1978, cuando se logró el primer
Lo otro es el mundo. Abarca las múltiples estructuras de habita- caso de fecundación in vitro y transferencia embrional (FIVTE) 5• Esto
ción, producción y reproducción; estructuras que se muestran cam- no afecta sólo a los métodos, sino también a la misma concepción de
biantes y desafiantes para la estructura familiar y para las personas la reproducción. La procreación de los hijos, antes vinculada a una es-
que la componen. pecie de determinismo natural, ahora se comprende como una deci-
l. Las estructuras de producción estaban en otros tiempos maneja- sión personal compartida por la pareja6 •
,. das por Ja familia, que era con frecuencia propietaria de su «parcela» La ciencia ha puesto en manos del matrimonio los medios necesa-
económica. Con la llegada de la industrialización la familia hubo de rios para controlar su propio dinamismo biológico. Estas nuevas posi-
salir de casa para buscar trabajo. La nueva situación afecta tanto a los bilidades técnicas no dejan de suscitar interrogantes éticos sobre sus
jóvenes, que no pueden iniciar su proyecto familiar, como a toda la fa- posibilidades y sus límites7• Mujeres que en otro tiempo hubieran sido
milia, que se ve obligada a repensar su propia situación económica y consideradas ancianas, pueden acceder a una primera maternidad. Las
social. implicaciones sociales y psicológicas que tales posibilidades pueden
El encuadre de las nuevas generaciones en situaciones laborales di- desencadenar son difícilmente previsibles.
ferentes lleva consigo para los mayores una aguda conciencia de su La perspectiva de la generación por clonación supone un auténti-
desfase educativo e intergeneracional. Los padres y los abuelos ya no co desafio para la vida y la comprensión de la familia. Finalmente, el
son quienes poseen y transmiten los conocimientos indispensables pa- proyecto genoma nos hace ver que la expresión «paternidad/materni-
ra la realización eficaz de los proyectos laborales y profesionales. Es dad responsable» se va a cargar próximamente de un significado que
más, con frecuencia la formación profesional de los jóvenes se sitúa apenas se podía prever hace unos años.
en un nivel más alto y es más actualizada e innovadora, con lo que se
hace más «rentable» para las estructuras de producción. b) Relación con los otros
2 . También las estructuras de habitación han cambiado ostensible-
mente. La casa se ha hecho más cómoda, más urbana; pero también se Así pues, Ja relación con un mundo cambiante ha modificado no-
ha hecho menos estable, más transitoria y residencial. En la época in- tablemente la estructura y la autocomprensión de la familia. Pero su
dustrial la familia vive menos en la casa que en el puesto de trabajo o comportamiento se ve afectado también por la modificación de las re-
en el Jugar de esparcimiento. Las relaciones entre los esposos, y de
ellos con Jos hijos o Jos abuelos, se ven modificadas por el menor es- 4. J. R. Flecha, Familias sin hogar: un desafio ético: Studium legionense 28 ( 1987)
123-150.
pacio en que se realiza su encuentro o su acogida. 5. Cf. J. Gafo (ed.), Nuevas técnicas de reproducción humana, Madrid 1986; Id.,
En los últimos tiempos, muchas familias cuentan con una segunda Procreación asistida: aspectos técnicos, éticos y legales, Madrid 1998.
casa como lugar de descanso, lo cual modifica ostensiblemente su mo- 6. Cf. A . Mattheeuws, Unión y procreación. Evolución de la doctrina de los fines
del matrimonio, Madrid 1992, 607-620.
7. Cf., a este respecto, la instrucción Donum vitae, publicada por la Congregación
3. J. Marquet-P. Collar!, Les /ami/les entre variances et invariances, en La/ami/le para la Doctrina de la fe (22.2.1987), cuyas orientaciones se encuentran resumidas en el
et les /amilles, 87-96. Catecismo de la Iglesia católica, 2375-2378.
180 Escenarios y problemas La familia 181

laciones interpersonales. La mutación en los esquemas de compren- de «anonimidad», la familia tendrá que reaprender un nuevo ethos de
sión y aceptación de los otros que forman o rodean a la familia ha vecindad, de amistad, de «projimidaci». La familia puede y debe cons-
creado una vivencia diferente para la familia misma. tituir el reducto -o mejor, el fermento- donde se vivan a la vez los va-
1. Las relaciones entre los cónyuges son hoy bastante diferentes. lores de la libertad y de la solidaridad.
Las condiciones de trabajo y la mayor libertad de la mujer han hecho
que los cónyuges se cuestionen con frecuencia su propia identidad en
el seno de la familia. Son muchos los que se preguntan qué significa c) Relación con el Absolutamente Otro
ser padre o madre en una familia donde se viven unas relaciones toda-
Si ha cambiado la relación del ser humano con su mundo y con sus
vía no aprendidas de participación y comunicación.
semejantes, también se ha modificado el estilo de sus relaciones con
Por otra parte, resulta cada vez más frecuente el caso de parejas li-
Dios. Dichas relaciones se han modificado en lo referido a los inte-
bres: El. h.echo es capaz de una amplia tipología y de una gran pluralidad
rrogantes que la persona se plantea sobre Él y en las preguntas que la
de significados. El reconocimiento social de las parejas homosexuales
ayudan para planificar y proyectar su existencia. Es decir, se han mo-
suscita numerosas preguntas sobre las relaciones de «conyugalidad» y
dificado tanto la experiencia religiosa como la eticidad.
de «paternidad/maternidad». Motivados por la maternidad en soltería
por l~ fecundación artificial programada, por las rupturas de una parej~
La experiencia religiosa se ha hecho más privada y personal. Ni si-
quiera los lazos familiares determinan la afiliación religiosa o la ex-
antenor, los casos de paternidad-maternidad monoparental originan una
presión de esa experiencia.
amplia tipología que aquí tan sólo puede ser evocada.
2. Las relaciones de paternidad y filialidad se ven notablemente Por lo que se refiere a la ética, se han visto notablemente modifi-
cados los códigos de conducta a causa de la secularidad, la postmo-
afectadas_ por los presentes cambios sociales y tecnológicos. De hecho,
la «autondad» parental ya no es la única fuente de conocimiento y de demidad y la pluralidad que caracterizan a la sociedad de hoy.
transmisión de valores. Los hijos esperan ver en los padres la oferta 1. La familia, situada en un mundo secular, trata de transmitir una
testimonial de unos modelos de conducta más que la imposición de cultura y unos valores morales con independencia de la profesión re-
unos preceptos. ligiosa. No cabe duda de que la sociedad y la familia buscan los crite-
Los hijos de hoy viven en una especie de solidaridad generacional rios morales, pero sin embargo la pretensión de vivir «como si Dios no
que los hace partícipes de los criterios y valores que informan la vida existiera» no ha favorecido la promoción y la defensa de la dignidad
de los jóvenes de su misma edad a lo ancho y largo del mundo. humana, del valor de la vida, de la protección integral de la familia.
En e~te mismo cont~~to, hay que recordar las relaciones de los pa- 2. La familia, instalada en un mundo postmoderno, ha perdido la
dres ancianos con sus hijos adultos. O si se prefiere, las relaciones de confianza en la racionalidad, vive en la inmediatez y redescubre el
la fa1?ilia con sus abuelos. La afirmación de la libertad y la indepen- sentimiento. Declarado el final de las utopías, la cultura occidental pa-
dencia de unos y de otros ha modificado notablemente también esta rece anclada en el disfrute del presente y parece haber decidido vivir
relación intergeneracional8• «al día». Sin embargo, se constata cada vez con más claridad la nece-
3. También han cambiado las relaciones con el resto de la socie- sidad del retorno a lo esencial. Se procura la búsqueda del significado
dad. Así, por ejemplo, el control cuasi-tribal ejercido en una comuni- y de una cierta trascendencia, aunque poco vinculada a los esquemas
dad rural ha.sido sustituido por los nuevos controles sociales ejercidos de las instituciones religiosas.
por los med10s de comunicación. 3. La familia, inmersa en un mundo plural, invoca la tolerancia y
La cultura postindustrial ha obligado a los individuos a pagar en pretende con ello reivindicar el derecho a la libertad sin injerencias
sole~ad lo que han ganado en libertad. Libre de los controles de la pe- ajenas. Los grandes flujos migratorios hacen coincidir en el mismo lu-
quena aldea rural, la persona se siente perdida en la gran ciudad, aban- gar y al mismo tiempo modelos muy diferentes de familia. Tanto la
donada y hasta despreciada en medio de la multitud. En ese ambiente percepción social de los mismos como la necesaria reglamentación
originarán algunas crisis importantes.
8. J. R. Flecha, Los mayores en la Iglesia y en el mundo actual: Familia 8 (1994) Así pues, las modificaciones en la comprensión de la familia no
57-71. son simples datos estadísticos, sino que resultan relevantes por su ca-
182 Escenarios y problemas La familia 183

pacidad significativa. De hecho, la promoción de los cambios en la fa- ñada por el mismo Dios como signo y medio del encuentro interper-
milia se ha convertido en un tema con frecuencia politizado. sonal. Ya sólo con esa constatación se nos advierte de la bondad fun-
damental de esa relación (Gn 2, 21).
- La mujer es creada por Dios durante el sueño del varón (Gn 2,
2. Familia y revelación 21). El sueño es con frecuencia el espacio privilegiado para la revela-
ción divina. Así que el «tú» representado por la persona del otro sexo
También con relación a la familia se pronuncian los textos bíbli- es el camino de acceso al Tú trascendente. En la pareja humana se re-
cos. Y sus pronunciamientos nos invitan a fijarnos en la suerte tan di- vela el mismo D ios.
versa que aguarda a las familias que viven en el amor y a aquellas -Más aún, este tipo de relación entre el varón y la mujer marca la
otras que convierten el egoísmo en norma de su vida. Se podría decir diferencia entre los seres humanos y el resto de los vivientes. Sólo an-
que las familias fieles y fecundas son para la Biblia un auténtico men- te la mujer puede Adán salir de su soledad y encontrar una ayuda ade-
saje de Dios. La Biblia nos ofrece una palabra divina sobre la familia cuada, ayuda que ninguno de los demás seres creados es capaz de pro-
~ero ~sa palabra suena a humana y muy humana, pues brota de expe~ porcionarle (Gn 2, 18.22).
nencias de enamoramiento o de desencuentro, de fidelidad y de trai- -El texto bíblico insinúa la igualdad que existe entre las personas
ción, de perdón y de rechazo. de diverso sexo. Esa igualdad se refleja en el origen del que proceden,
Con todo, esas experiencias humanas se trascienden a sí mismas. en el nombre que reciben y en el destino al que están llamadas. En
Las pal~~ras bí.bl.icas sobre el amor y la familia nos recuerdan el pro- efecto, la mujer proviene del mismo cuerpo del varón, recibe un nom-
yecto d1vmo ongmal y nos remiten al fin al que está llamada la convi- bre equivalente al suyo -se llama 'issá, por haber sido tomada del va-
vencia humana. De ahí que cada familia aparezca como una parábola rón, que se llama 'ís- y está unida a él por la vocación a la unión mu-
de la relación entre Dios y la humanidad. Cada familia de las que apa- tua: «Serán una sola carne». Así se refleja la unidad de proyectos y de
recen e? las páginas bíblicas es una especie de icono que, en positivo vida (Gn 2, 23-24). Por otra parte, la pérdida de la igualdad original
o negativo, nos desvela lo que la familia está llamada a ser9. de la pareja es fruto del pecado (Gn 3, 16), de tal forma que la subor-
dinación social de la mujer no estaba diseñada por Dios.
a) Creación y elección - El texto subraya a su vez Ja armonía ideal de las relaciones de la
pareja humana, todavía no empañadas por el pecado. Su desnudez ori-
Los relatos que se contienen en los primeros capítulos del Génesis ginal nos remite a un mundo de paz que refleja y realiza el proyecto de
constituyen un testimonio precioso de la fe de Israel y de la reflexió~ Dios (Gn 2, 25; 3, 10- 11). Llamados al amor, los primeros seres hu-
humana. En un estilo muy peculiar transmiten una vivencia del miste- manos se encuentran también llamados a transmitir la vida.
n.o de Dios y, al mismo tiempo, una profunda experiencia de la peripe- El himno inicial (Gn 1, 1-2, 4a) afirma que Dios ha creado el ser
cia ~umana. T~~bién expresan las dificultades y gozos que comporta humano a su imagen y semejanza. Tal referencia iconal parece nece-
la v_ida de farruha. Una y otra vez habrá que <<Volver al principio», es sitar la bisexualidad para poder reflejar de alguna manera la riqueza
decir, al gesto creador de Dios, como hizo Jesús al proponer la indiso- inefable del ejemplar: «Creó Dios el hombre a su imagen: a imagen de
lubilidad matrimonial, enraizada en la verdad original, «creatural», del Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1, 27). La sexualidad y la
ser humano (cf. Me 1O, 6). vida pertenecen a la forma humana de ejercer el señorío sobre el mun-
1. El relato de la creación de la mujer (Gn 2, 21-25) incluye, al me- do creado. Los seres humanos están llamados a colaborar en la obra de
nos, las siguientes afirmaciones: la creación con el Señor de la vida: «Sed fecundos, multiplicaos, lle-
- La familia se fundamenta sobre la unión afectiva y sexual de un nad la tierra, sometedla, dominad» (Gn 1, 28) 1º.
hombre y una mujer. Esta institución humana ha sido querida y dise-
10. También el Catecismo de la Iglesia católica, 357, ofrece una interpretación re-
lacional de esa iconalidad del ser humano creado por Dios. A estos textos del Génesis
9. Para una ampliación de estos temas, cf. J. R. Flecha, Moral de la persona Ma- retorna ampliamente la carta que Juan Pablo 11 dedica a las mujeres, Mulieris dignita-
drid 2002, 89-119. ,
tem (29.6.1995), 6-8.
184 Escenarios y problemas La familia 185

2. En las sagas de los patriarcas y sus esposas se vislumbra el pro- Cuando el mensaje de los profetas utiliza la experiencia del amor
yecto de Dios sobre el amor humano y sobre el don divino de la des- humano como metáfora, no sólo queda ilustrado el significado - las re-
cendencia. La dignidad del matrimonio y la familia se revela en pare- laciones de Yahvé con su pueblo-, sino el mismo significante. La propia
jas paradigmáticas, como la de Abrahán y Sara, los progenitores del relación humana es valorada en su dignidad y en su expresividad signi-
pueblo, que reciben del mismo Dios la promesa de una larga descen- ficativa, y considerada en su ambivalencia ética. El encuentro de la pa-
dencia. Conocemos a Isaac y Rebeca, cuyo encuentro es descrito en reja humana puede ser la más alta expresión del amor fiel, pero puede
términos poéticos (Gn 24). La familia poligámica de Elcaná, Fenina y también sucumbir a la infidelidad y la traición hacia el ser amado.
Ana, recibe de Dios el don de la vida ( 1 Sm 1). La peripecia de amor 4. La ética sapiencial es altamente pragmática, también en lo que
y simpatía que concluye en el matrimonio entre Rut y Boaz, nos abre se refiere a las normas y valores que rigen la vida de familia.
a la historia del rey David (Rut 4). El relato colorista del casamiento El consejo de evitar a la prostituta se apoya en razones económicas
tembloroso de Tobías y de Sara se inserta en el marco de una familia - no malgastar los dineros- , pero también en el aprecio de la propia dig-
patriarcal (Tob 9- 1O). nidad y libertad - no rebajarse, no perder el vigor fisico o la propia li-
En todas estas historias, más o menos noveladas, una cosa aparece bertad-. La prostituta es asimilada a una fosa y un pozo, tal vez para
clara: el amor conyugal, sin perder su hondura y su complicación hu- evocar el reino de la muerte (Prov 23, 27).
mana, alcanza de forma casi espontánea dimensiones religiosas. Estas El adulterio es condenado desde todas las motivaciones imagina-
familias se inscriben en una historia en la que los creyentes perciben la bles. No se compagina con las orientaciones de la Sabiduría (Prov 2,
intervención de Dios. Sus alianzas son un trasunto de la alianza de Dios 16; cf. 7, 14-20). Conduce a la pérdida del honor personal en la socie-
con su pueblo. Esas familias son el modelo de todas las familias. Su dad y aun a la pérdida de la propia vida, puesto que la ramera es alia-
ternura esponsal y su fecundidad se convierten en valores ideales. da y enviada de la muerte (Prov 5, 1-14). El adúltero es un necio (Eclo
3. De todas formas, la experiencia del matrimonio y de la familia ha 41, 22-24). Y, sobre todo, el adulterio significa un olvido de la alian-
sido vista a la luz de la fe, como se descubre en los escritos proféticos. za de la pareja, es decir, de la alianza con Dios (Prov 2, 17).
Su experiencia de esposo traicionado ayuda a Oseas a ver la idolatría de Los libros sapienciales reflejan una situación patriarcal, en la que
su pueblo Israel como un adulterio, en el que se ha roto la alianza con la famil ia es una institución sagrada. En ella brota la vida, en ella se
Dios (Os 8, 1). Para el profeta el amor, el matrimonio y la experiencia forja la felicidad de la persona y sobre ella se derraman las bendicio-
familiar son importantes y profundamente significantes. nes de Dios. Por eso, se exhorta a los jóvenes a respetar a sus padres
También Jeremías utiliza la imagen del amor, el noviazgo y la fa- (Eclo 3, 1-15).
milia para reflejar la ternura que Dios siente por su pueblo (Jr 2, 1-2). En el Antiguo Testamento el matrimonio y la familia encuentran
Pero, una vez más, lo significado por su mensaje valora de rechazo el una valoración muy positiva, en cuanto proyecto de Dios y expresión
mismo lenguaje que se utiliza. El amor humano resalta como un don del amor y del encuentro interpersonal. Es más, la experiencia de la
mutuo en la sacrificada entrega, en la fidelidad y la estabilidad, en Ja vida matrimonial y familiar es asumible y asumida como parábola y
ternura, en la apertura al misterio de lo invisible (Jr 3, 1-13). lenguaje que expresa la elección del pueblo por parte de Dios y su res-
Mediante una larga alegoría que evoca la historia de Israel, el pro- puesta al amor divino. Por otra parte, la reflexión bíblica no deja de
feta Ezequiel subraya el hondo misterio de elección y fidelidad -o in- mirar con realismo la vida de la pareja y de la familia, marcada como
fidelidad- que se esconde en toda experiencia humana de amor y ma- toda realidad humana por el signo del pecado y expuesta al riesgo de
trimonio (Ez 16). Es esa una historia de elección y de ternura. Una no significar ni las adecuadas relaciones de la humanidad con Dios, ni
historia de pecado y de perdón. Una historia de misericordia y de fi- las relaciones humanizadoras entre las propias personas.
delidad. Bajo ese contenido teológico e histórico-salvífico, se puede
descubrir de nuevo una honda reflexión sobre el amor y la familia. b) Misión y servicio
También el amor humano está entretejido con los hilos de una elec-
ción, continuamente ratificada en Ja fidelidad. En el amor se esconde El mensaje de Jesús orienta a las primeras comunidades a vivir en
siempre un misterio de predilección. el mundo de una forma diferente. El cristiano está llamado a vivir los
186 Escenarios y problemas La familia 187

ideales más antiguos, por ejemplo en lo relativo a la unicidad e indi- sabilidad ética en un doble sentido'. el que apunta a la interioridad de
solubilidad de la pareja, mientras que se sabe inserto en la nueva vida los pensamientos y Jos deseos (Mt 5, 27-30) y el que orienta hacia una
del Resucitado consideración más radical de las normas habituales sobre el repudio o
1. La primera palabra evangélica sobre la familia es el misterio el matrimonio con la repudiada (Mt 5, 31-32).
de la encarnación. El Verbo eterno de Dios, al entrar en la historia Si Jesús se ocupa de la mujer, se preocupa también de los niños, a
temporal, de alguna forma asume los valores y la peripecia del des- Jos que llama (Me 9, 36-37), acoge y bendice (Me 10, 13-14), convir-
tino humano. En ese itinerario terreno, ocupa un puesto primero la tiéndolos en modelo para la conversión de los adultos (Mt 18, 3). El
familia humana. Jesús nace y crece en una familia concreta, con sus que devuelve la vida al joven de Naím (cf. Le 7, 11-17) y a la hija de
alegrías y sus sobresaltos, sus temores y sus consuelos, sus pérdidas Jairo (cf. Le 8, 41-42.49-56) muestra su preocupación por uno de los
y sus encuentros. dramas más dolorosos para una familia.
La familia formada por Jesús, María y José se presenta como una Idéntica preocupación por la familia demuestra cuando denuncia a
«trinidad» terrena e histórica que hace visible y cercano el amor; ese Jos que, se escudan en las ofrendas presentadas en el templo para
valor indefinible y sustancial que constituye y arropa a las personas de abandonar a sus padres necesitados (cf. Me 7, 8-13).
la Trinidad eterna y celestial. Los evangelios sinópticos ponen en boca de Jesús la comparación
Tras su «pérdida y hallazgo» en el templo de Jerusalén, Jesús re- del reino de Dios con la celebración de un banquete de bodas (Mt 22,
gresa a Nazaret con sus padres y les está sujeto. Su madre conserva es- 1-14), insertándose así en la tradición profética y rabínica que utiliza
tas cosas en su corazón. Y Jesús progresa en sabiduría, en estatura y en la imagen de las bodas para significar la plenitud y la alegria de los
gracia ante Dios y ante los hombres (Le 2, 51-52) 11 • tiempos mesiánicos. Jesús mismo es presentado como el novio que
2. Durante su ministerio público, Jesús sorprende a sus convecinos centra la atención del banquete nupcial (Me 2, 19; Mt 25, 1-13). Este
por su novedosa relación con las mujeres (Le 8, 2ss). Jesús las acoge y significado parece estar sugerido también en el relato joánico de las
se compadece de ellas (Me 1, 29-31; 5, 21-43; 7, 24-30; Le 7, 11-17; bodas de Caná (Jn 2, 1-12). La elección del signo, no sólo explica lo
13, 10- 17), las evoca en sus parábolas (Mt 13, 33; Le 15, 8ss; 18, 1ss) significado - la alianza de Dios con la humanidad- , sino que de paso
y recibe a algunas en el grupo de sus discípulos más cercanos (Le 10, ilustra y dignifica la calidad del significante: la experiencia humana
38-42; Jn 11). Su relación con las mujeres es ya en un evangelio, un de la sexualidad esponsal.
verdadero anuncio de la llegada del reino de Dios.
Precisamente su actitud igualitaria ante la dignidad de la mujer ex- e) Las comunidades domésticas
plica la postura revolucionaria de Jesús ante la cuestión del divorcio (Me
10, 2-12; Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Le 16, 18). Frente a las distinciones le- En las comunidades primeras, las cuestiones relativas a la vivencia
gales que facilitaban el divorcio, Jesús defiende el matrimonio indisolu- cristiana de la familia fueron, por fuerza, numerosas. La fidelidad a la
ble e invita a los suyos a remontarse al proyecto original de Dios. «Lo nueva vida anunciada por Jesús y recibida en el bautismo favoreció a
que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». La fidelidad matrimo- su vez una fidelidad a unos ideales de limpieza, que no eran los habi-
nial es para él un reflejo de la fidelidad de Dios al amor que profesa a la tuales en el ambiente. No es extraño que en las cartas apostólicas en-
humanidad. Con ello establece un principio que habría de ser válido pa- contremos referencias significativas a estos temas.
ra la reflexión cristiana sobre el ser humano y su dignidad. l. Ya en la primera de sus cartas (1 Tes 4, 3-5), Pablo presenta el
Jesús no se limita a repetir la tradicional condena del adulterio (Ex matrimonio como una comunidad personal y santificante, motivada
20, 14; Dt 5, 18; Jn 8, 1-11), sino que amplía el ámbito de la respon- por la espera de la parusía. Los cristianos han de diferenciarse de los
paganos, también en el modo de comportarse con su propio cuerpo,
l 1. En su peregrinación a la basílica de Nazaret, el papa Pablo V1 trató de <<recoger, sin dejarse arrastrar por la pasión.
casi furtivamente, algunos fragmentos de la lección de Nazaret»: lección de silencio, de La postura de san Pablo ante el matrimonio se resume claramente
vida doméstica y de trabajo. Lecciones que, a pesar de las circunstancias sociales siem-
pre cambiantes, resultan en todo momento válidas para las familias de hoy (Pablo Vl,
en Gal 3, 28: «Aquí no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni
Cristo, vida del hombre de hoy, Madrid 1968, 90-92). hembra, porque todos sois uno en Cristo» (cf. 1 Cor 12, 13; Col 3, 11).
188 Escenarios y problemas La fa milia 189

La nueva fe supera todas las «distinciones», tanto las étnicas -judíos y La palabra de Dios ha sido confiada a nuestra responsabilidad. El
griegos- , como las sociales -esclavos y libres- y las antropológico-se- hecho de que la revelación bíblica nos haya desvelado algunos valores
xuales - hombre y mujer- . Gracias a la justificación por Cristo, todos e ideales de la vida familiar nos compromete. Para anunciar un nuevo
los bautizados han sido «revestidos de Cristo». Ante él son iguales en tipo de familia, celebrarlo y prestarle un servicio responsable.
dignidad el hombre y la mujer.
En los viajes misioneros de Pablo sobresale su encuentro con Li-
dia, cuya familia se convierte en una pequeña iglesia doméstica (Hch 3. La familia y sus bienes
16, 13-15). En Corinto y en Éfeso, otra familia, formada por Áquila y
Priscila, goza de la plena confianza de Pablo como catequistas (Hch La reflexión tradicional sobre Ja familia ha seguido con frecuencia
18, 26). Saludos como los que dirige a Rufo y a su madre (Rom 16, el esquema de los tres bienes del matrimonio, ya propuesto por san
13) nos revelan a un Pablo muy sensible a la vida y la misión de la fa- Agustín en su polémica contra los pelagianos. Según él, los bienes del
milia en el seno de la fe cristiana. matrimonio son la prole, la fidelidad y el sacramento 12 .
Ante una pregunta de los Corintios ( cf. 1 Cor 7, 1), Pablo ofrece un Explicando estos bienes, dice en otra ocasión el mismo autor:
amplio resumen de su reflexión sobre el matrimonio y la familia. Afir- «En la fidelidad se atiende a que, fuera del vínculo conyugal, no se
ma que cada hombre debe tener su propia mujer y cada mujer ha de te- tenga comercio carnal con otro o con otra; en la prole, a que se la re-
ner su marido (1 Cor 7, 2), y pide a los cónyuges que vivan con natu- ciba con amor, se la críe con benignidad y se la eduque religiosa-
ralidad sus compromisos matrimoniales (1 Cor 7, 3-5), que mantengan mente; en el sacramento, a que el matrimonio no se disuelva y que el
la estabilidad matrimonial y olviden las costumbres habitUales - tanto abandonado o abandonada no se una con otro ni siquiera por razón
judías como paganas- sobre el repudio del cónyuge (1 Cor 7, !Os). Pa- de la prole. Esta es como la regla del matrimonio, con la que se en-
ra Pablo cada cristiano ha de estar atento al carisma que le ha sido con- noblece la fecundidad de la naturaleza y se reprime la perversidad de
cedido y tratar de vivirlo «en el Señor». la incontinencia» 13 .
2. Los escritos cristianos adoptan los ideales familiares del mundo Aunque la reflexión presente se refiere a la fami lia, seguramente
helenista, tal como se resumían en las llamadas «tablas del hogar». En sería válida la apelación a esos tres bienes del matrimonio, sobre el
la Carta a los efesios el matrimonio cristiano se ilumina a la luz del cual se asienta la familia.
misterio de la unión de Cristo con su Iglesia (Ef 5, 22-23). Los espo-
sos cristianos se constituyen en una especie de modelo eclesial de la a) El bien de la fidelidad
colaboración y «sometimientm> de los fieles entre sí, que refleja la acep-
tación del señorío de Cristo. Inmediatamente después, el amor de Cris- La familia es una comunidad fundada en una alianza conyugal que
to hacia su Iglesia se convierte en modelo para el amor que el esposo refleja y propugna la confianza entre los esposos. La confianza en uno
ha de profesar a su esposa (Ef 5, 25-33). De forma semejante se cons- mismo y la confianza en el otro. Las personas no sólo se confian mu-
truye la exhortación de Col 3, 18: la «Sumisión» de la muj er, típica del tuamente sus bienes, sino que se confian a sí mismas en la integridad
orden antiguo, se inserta en el orden nuevo del servicio mutuo en el de su existencia psicosomática y en la vivencia de sus dimensiones es-
amor (Col 3, 19) y la caridad (Col 3, 13-14). pacio-temporales.
En la primera carta de Juan se incluye un texto poético en el La confianza excluye las traiciones. La confianza, entendida en su
que, evocando la nueva vida de los creyentes en Cristo, se propug- dimensión temporal, incluye el proyecto de definitividad en la entre-
nan unas actitudes éticas que han de edificar la convivencia familiar ga interpersonal. La entrega de los esposos exige la fidelidad mutua en
según el estilo cristiano (1 Jn 2, 12-16). A este poema se añade una el presente y la decisión de vivir esa fidelidad para siempre.
conclusión en la que se propone la voluntad de Dios como guía de
12. Agustín de Hipona, De bono coniugali, 24, 32.
conducta personal y familiar: El mundo y sus concupiscencias pa- 13. Id., De Gen. ad litt., IX, 7, 12. Estos textos del padre de la Iglesia son recogi-
san; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre dos por el papa Pío XI en su encíclica Casti connubii (núm. 11), que se articula preci-
(1Jn2, 17). samente sobre dichos bienes.
190 Escenarios y problemas La familia 191

Ahora bien, esa proyección en el futuro es difícilmente comprensi- c) El bien del sacramento
ble por una cultura de la inmediatez. Es muy frecuente asistir al es-
pectáculo de la frivolización de la fidelidad que se considera imposi- En la cultura actual, tanto las teorías sobre la familia como la rea-
ble. El hombre de hoy ha sido educado en el marco de una cultura de lidad fáctica sugieren una gran diversidad de tipos de familia. Algunos
la provisionalidad. Se valora más la multiplicidad de las experiencias de ellos no parecen fundarse en el matrimonio, sino que admiten o
que la permanencia en un proyecto de vida. propugnan el modelo de familia monoparental, el de la «pareja libre»,
Sin embargo, tanto las personas implicadas en la comunidad fami- el de las familias reconstituidas sobre la base de un segundo matrimo-
liar como la comunidad misma necesitan el don y la ofrenda de la fi- nio o ulteriores compromisos.
delidad. Sin ella, difícilmente podrán afirmarse las unas y la otra. La permanencia de la alianza matrimonial se presenta ante los ojos
de las nuevas generaciones como una utopía inalcanzable. Una vez
más la justificación de las rupturas se sitúa en la defensa de la libertad.
b) El bien de la prole
Si la libertad de las personas ha podido iniciar la alianza, ¿por qué no
La familia es la cuna de la vida. La entrega de los esposos no se va a ser capaz de ponerle término?
agota en un diálogo existencial dual. La relación «yo-tú» se completa En este contexto socio-cultural resulta muy difícil concebir el ma-
en el «nosotros», que incluye las nuevas vidas alentadas por el amor trimonio cristiano como un signo sacramental del amor de Dios a la
conyugal. Los hijos son proyectados y acogidos como el fruto del humanidad y del amor de Jesucristo a su lglesia 15•
amor de los cónyuges.
En las culturas agrarias o pastoriles los hijos eran deseados y reci-
bidos con amor, ciertamente. Pero eran también considerados como fu- 4. Matrimonio y familia en la doctrina de la Iglesia
turos obreros en la pequeña «empresa» familiar o como futuros defen-
sores del clan familiar y de sus bienes, en cuanto transmisores de sus Ante este panorama aquí simplemente esbozado, es necesario re-
propiedades y tradiciones. El bien intrínseco de la prole podía traer cordar, una vez más, la visión cristiana del matrimonio y de la familia.
aparejados otros bienes accesorios, pero también preciosos y deseables.
En el heptálogo que sigue se recogen los puntos fundamentales del
Gracias a la revolución tecnológica y sus aplicaciones al proceso
magisterio reciente de la Iglesia católica.
de la generación, los hijos pueden ser no sólo deseados y programados
a) Frente a los que atacaban a la familia en el siglo XIX, afirmaba
en cuanto al tiempo de su nacimiento, sino también manipulados en su
mismo ser. En nuestros tiempos los hijos no son solamente un objeto ya el papa León XIII que el orden de la sociedad se apoya, por derecho
de deseo; son también objeto de experimentación. . natural, en la unión indisoluble del hombre y de la mujer (QAM 9).
Las técnicas de reproducción humana asistida afectan al ser del hi- A este tema dedicaría el propio León XIII su encíclica Arcanum
jo, pero también a la comprensión misma de los progenitores y, por divinae sapientiae, que constituye un completo tratado de antropolo-
consiguiente, de la familia. Un bebé puede ser <<producido» para solu- gía del matrimonio y de la familia 16• En ella afirma la igual dignidad
cionar los problemas de infertilidad de los padres. Otro puede haber entre hombres y mujeres con relación al matrimonio, es decir, la igual-
sido solicitado para satisfacer una necesidad psicológica. Tal otro es dad de derechos y la reciprocidad de deberes, al tiempo que asegura y
producido para que, por medio de un trasplante de su médula, venga reivindica la dignidad de la mujer (ADS 9).
en ayuda de un hermano enfermo. Más adelante, en la encíclica Rerum novarum vuelve el Papa sobre
Por otra parte, al tiempo que se desarrollan las técnicas reproducti- este tema para proclamar el derecho natural y primario de la persona a
vas, se hace especialmente problemática la reflexión sobre la misma contraer matrimonio (RN 9). Frente a los que propugnan un excesivo
vida que comienza. Hoy son patentes las dificultades que encuentra la intervencionismo estatal, afirma que la familia tiene derechos y debe-
civilización occidental para establecer el estatuto jurídico del embrión
14
y el reconocimiento de su personeidad . 15. Muchas de estas cuestiones han sido ampliadas por los diversos autores que co-
laboran en nuestra obra La familia en la iglesia y en la sociedad, Salamanca 200 l.
14. Cf. J. R. Flecha, Bioética. La fuente de la vida, Salamanca 2005, 93-112 y 16. León Xlll, Arcanum divinae sapientiae ( 10.2.1880), 14, en F. Guerrero (ed.),
113-128. El magisterio pontificio contemporáneo ll, Madrid 1992, 243.
Escenarios y problemas La familia 193
192

res propios, totalmente independientes de la potestad civil y anteriores téntica naturaleza de la Iglesia, que es comunidad de caridad de todos
a ella. En ese contexto, el argumento social retorna a las bases filosó- los hijos de Dios» (GS 48d).
ficas de la libertad humana. La familia es una verdadera sociedad, con c) En la exhortación Familiaris consortio (1981), Juan Pablo 11 re-
derechos para elegir los medios más adecuados para prever y planear cogía las aportaciones de la asamblea del Sínodo de los obispos dedi-
su futuro y aplicar los medios necesarios en orden a su incolumidad y cadas a la familia. En este documento se podía encontrar un análisis de
justa libertad. los aspectos positivos y negativos que presenta la situación de la fami-
b) En el siglo XX ha sido especialmente significativa la aportación lia en el mundo de hoy.
doctrinal del Vaticano U a los temas del matrimonio y la familia. El -Entre los aspectos positivos se menciona «la conciencia más vi-
Concilio ha vinculado acertadamente ambas instituciones como reali- va de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las re-
dades de gracia y redención de lo humano. Veamos aquí algunos de laciones interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la digni-
esos puntos fundamentales, que han sido posteriormente explicitados dad de la mujer, a la procreación responsable, a Ja educación de los
por la misma doctrina de la Iglesia. hijos; se tiene además conciencia de la necesidad de desarrollar rela-
El matrimonio es considerado por el Concilio como un bien natu- ciones entre las familias en orden a una ayuda recíproca espiritual y
ral, una realidad que en su misma autonomía es portadora de sentido. material, al conocimiento de la misión eclesial propia de la familia, a
La íntima comunidad conyugal de vida y amor, que se establece sobre su responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa».
la alianza de los cónyuges, posee sus propias leyes (GS 48a). No cabe -Entre los aspectos negativos se enumeran algunos signos de preo-
duda de que, para los creyentes, esa realidad natural es vista en su in- cupante degradación de varios valores fundamentales: «Una equivoca-
trínseca referencia al Dios que la ha pensado. La naturaleza es crea- da concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges
ción. Y la alianza matrimonial ha sido fundada por el Creador (GS entre sí; las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad en-
48a). Dios mismo es el autor del matrimonio, al cual ha dotado con tre padres e hijos; las dificultades concretas que con frecuencia expe-
bienes y fines varios, como el amor conyugal, la procreación y la edu- rimenta la familia en la transmisión de los valores; el número cada vez
cación de los hijos (GS 48a; 50a.c). Es más, el Creador del mundo es- mayor de divorcios, Ja plaga del aborto, el recurso cada vez más fre-
tableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la socie- cuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia
dad humana. mentalidad anticoncepcional».
Esa realidad natural que es el matrimonio adquiere una nueva sig- La exhortación apostólica afirma que en la base de estos fenóme-
nificación a la luz de la fe, y la familia se constituye así en una «igle- nos negativos está una comprensión demasiado egoísta de la libertad,
sia doméstica»: muy ajena a la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios so-
De este consorcio procede la familia, en la que nacen nuevos ciudada- bre el matrimonio y Ja familia.
nos de la sociedad humana, quienes, por la gracia del Espíritu santo, - Además, el documento menciona otras dificultades que diferen-
quedan constituidos en el bautismo hijos de Dios que perpetuarán a tra- cian a los países pobres de los países ricos. En los primeros, las fami-
vés del tiempo el pueblo de Dios. En esta especie de Iglesia doméstica, lias carecen de los medios fundamentales para la supervivencia: el ali-
los padres deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mento, el trabajo, la vivienda, las medicinas, o las libertades más
mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación de ca- elementales. En los países más ricos, el don de la fecundidad y de la
17
da uno, pero con un cuidado especial la vocación sagrada (LG 11) • vida no se ve como una bendición, a causa del excesivo bienestar y el
ansia de consumo, unidos a la falta de esperanza ante el futuro.
Con la gracia de Dios, la sociedad conyugal se ha convertido en sa- La consideración de este panorama no desemboca en el pesimis-
cramento grande en Cristo y en la Iglesia (AA 1 la, citando a Ef 5, 32). mo, sino en la necesidad de una nueva educación en el amor, enraiza-
En consecuencia, la familia, que se fundamenta en el matrimonio, ma- do en la fe, que pueda ayudar a interpretar los «signos de los tiempos»
nifiesta a todos «la presencia viva del Salvador en el mundo y la au- a la luz del amor de Dios 18 •
17. Sobre la familia como iglesia doméstica, cf. también el documento pastoral de
la Conferencia episcopal española, Matrimonio y familia, hoy, 47-51. 18. Juan Pablo II, exhortación apostólica Familiaris consortio (22. 11. 198 l ), 6.
La familia 195
194 Escenarios y problemas

d) En la encíclica Centesimus annus, Juan Pablo 11 presenta a la fa- - Recogiendo la mencionada definición de la familia acuñada por
milia como una comunidad de trabajo y de solidaridad. Mas cuando la el concilio Vaticano II (GS 48), Juan Pablo 11 señala la tarea que, en
familia decide realizar plenamente su vocación, se puede encontrar sin este momento, se impone con relación a la pastoral familiar:
el apoyo necesario por parte del Estado. La célula básica de la socie- Hay que descubrir la verdad de la familia como íntima comunión de vi-
dad necesita la ayuda de la sociedad entera. Por tanto, es necesario da y amor, abierta a la procreación de nuevas personas, así como su
promover iniciativas políticas no sólo en favor de la familia, sino tam- dignidad de «iglesia doméstica>> y su participación en la misión de la
bién políticas sociales que tengan como objetivo principal a la familia Iglesia y en la vida de Ja sociedad (EE 90).
misma. Las iniciativas pueden ser varias. Por ejemplo, la asignación
de recursos adecuados e instrumentos eficaces de ayuda, bien sea pa- Estos cuatro rasgos resumen el pensamiento cristiano sobre la fa-
ra la educación de los hijos, bien sea para la atención de los ancianos, milia. Con ellos se trata de subrayar su verdad ontológica y, en conse-
evitando su alejamiento del núcleo familiar y consolidando las rela- cuencia, su función. La verdad última de la familia puede ser conside-
ciones entre las generaciones (CA 49). rada, en primer lugar, en el plano de su identidad antropológica, y en
e) La carta apostólica Gratissimum sane, escrita por el mismo Pa- un segundo momento, en el contexto de su vocación específicamente
pa con motivo del año internacional de la familia (1994), juega con el cristiana.
binomio «comunión» y «comunidad». Sólo las personas pueden vivir Por lo que se refiere a su «ser natural», la familia se percibe como
en comunión y, por ello, establecer una comunidad. «La comunión se una comunión que puede identificarse por su doble finalidad unitiva y
refiere a la relación personal entre el 'yo' y el 'tú'. La comunidad, en procreativa, es decir, por la relación de vida y amor entre los esposos
cambio, supera este esquema apuntando hacia una sociedad, un 'no- y por su capacidad para transmitir la vida.
sotros'. La familia, comunidad de personas, es por consiguiente la pri- Por lo que se refiere a su inserción en el orden «sobrenatural» de la
mera sociedad humana» 19• fe cristiana, la familia se comprende como una pequeña iglesia del ho-
En este sentido, relegar la familia «a un papel subalterno y secunda- gar que despliega su ser y su vocación en la tarea de la gran Iglesia.
rio, excluyéndola del lugar que le compete en la sociedad, significa cau- Como englobando y situando ambas dimensiones se menciona la
sar un grave daño al auténtico crecimiento de todo el cuerpo social»2º. integración dinámica de la familia en la vida de la sociedad.
,1 1!'il f) Por lo que se refiere al panorama de la nueva Europa, se puede - Poco después introduce el Papa unas palabras que no han pasado
J11 ' ; recordar la anotación vertida por Juan Pablo II en la exhortación Ec- inadvertidas a los lectores de esta exhortación:
,/.J6!
clesia in Europa (28.6.2003): «La situación europea actual experi-
Se debe profundizar Ja teología y la espiritualidad del matrimonio y de
menta el grave fenómeno de las crisis familiares y el deterioro del con- Ja familia; proclamar con firmeza e integridad, manifestándolo con
cepto mismo de familia» (EE 8). ejemplos convincentes, Ja verdad y Ja belleza de la familia fundada en
-En un apartado especialmente dedicado a la familia, Juan Pablo TI el matrimonio de un hombre y una mujer, entendido como unión esta-
recuerda los «muchos factores culturales, sociales y políticos que con- ble y abierta al don de la vida (EE 91 ).
tribuyen a provocar una crisis cada vez más evidente de la familia.
Comprometen en buena medida la verdad y dignidad de la persona hu- Esta especie de definición resulta hoy interpelante. Según la
mana y ponen en tela de juicio, desvirtuándola, la idea misma de fa- doctrina católica, la familia está fundada en el matrimonio. Ahora
milia. El valor de la indisolubilidad matrimonial se tergiversa cada vez bien, el matrimonio no puede identificarse con cualquier tipo de
más; se reclaman formas de reconocimiento legal de las convivencias unión, sino que se concibe como la unión estable de un hombre con
de hecho, equiparándolas al matrimonio legítimo; no faltan proyectos una mujer, unión que se mantiene abierta al don de la vida. La mis-
para aceptar modelos de pareja en los que la diferencia sexual no se ma definición establece una clara diferencia entre el matrimonio y
considera esencial» (EE 90). otras uniones. Las tres categorías citadas resultan diferenciadoras
de la realidad matrimonial y excluyentes de otras realidades (la ho-
19. Juan Pablo II, carta a las familias Gratissimum sane (2.2.1994), 7, en AAS 86 mosexualidad, la provisionalidad de la unión y la renuncia a la vo-
(1994), 875; cf. Catecismo de la Iglesia católica, 2206 y CDS! 213.
20. Juan Pablo II, Gratissimum sane, 17. cación procreadora).
196 Escenarios y problemas La familia 197

-A continuación, el Papa se fija en algunas de las tareas priorita- g) El Compendio de la doctrina social de la Iglesia ha resumido
rias a las que la comunidad cristiana habrá de prestar atención: estas enseñanzas reafirmando la importancia de la familia para la per-
Hay que ofrecer con solicitud materna por parte de la Iglesia una ayuda sona y para Ja sociedad. Recogiendo el pensamiento ya expresado en
a los que se encuentran en situaciones difioiles, como por ejemplo, las la Carta a las familias, se dice aquí que «la familia, comunidad natu-
madres solteras, personas separadas, divorciadas o hijos abandonados. ral en donde se experimenta la sociabilidad humana, contribuye en
En todo caso, conviene suscitar, acompañar y sostener el justo protago- modo único e insustituible al bien de la sociedad» (CDSI 213). Como
nismo de las familias, individualmente.o asociadas, en Ja Iglesia y en la evocando la división cultural, política y social que ha marcado Ja his-
sociedad, y esforzarse para que Jos Estados y la Unión Europea misma toria reciente, se subraya que el respeto a la persona es el criterio de la
promuevan auténticas y adecuadas políticas familiares (EE 91 ). verdadera humanización de la sociedad. En consecuencia, se añade
que «Una sociedad a medida de la familia es la mejor garantía contra
El texto pontificio menciona, como se ve, cuatro situaciones espe- toda tendencia de tipo individualista o colectivista, porque en ella la
cialmente difíciles que interpelan a la acción pastoral de la Iglesia. Es- persona es siempre el centro de la atención en cuanto fin y nunca co-
ta enumeración no pretende ser exhaustiva. La problemática familiar mo medio» (CDSJ 213).
es mucho más amplia, como recuerdan los numerosos casos de vio- Por otra parte, el Compendio repite que la familia es anterior al Es-
lencia doméstica que llenan la crónica diaria o bien las dificultades tado y a cualquier otra institución. Así, «ha de afirmarse la prioridad
que encuentran las familias en las que alguno de sus miembros ha te- de la familia respecto a Ja sociedad y el Estado [ ... ] La familia no es-
nido que emigrar a otro país. tá, por lo tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la so-
Estas y otras situaciones familiares no podrán resolverse por sí so- ciedad y el Estado están en función de la familia» (CDSI 214).
las. Requieren la iniciativa de las mismas familias implicadas, los pro- En definitiva, todo modelo social que trate de promover el bien de
gramas pastorales de la Iglesia y las políticas familiares de los Estados. la persona no puede prescindir de la centralidad de la familia y de la
- Nada de todo esto es ajeno al ámbito de la reflexión y de la prác- responsabilidad social que exige de toda la sociedad. «La sociedad y
tica moral de los cristianos. Esta referencia moral viene sugerida por el Estado, en sus relaciones con la familia, tienen la obligación de ate-
el párrafo siguiente de Ja exhortación pontificia. nerse al principio de subsidiaridad» (CDSI 214).
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Tras unas breves observaciones sobre la preparación al matrimonio
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'.:-Jll: y la asistencia pastoral a las jóvenes parejas, el Papa recuerda que «la
Iglesia ha de acercarse también, con bondad materna, a las situaciones 5. Desafios morales
matrimoniales en las que fácilmente puede decaer la esperanza». En
particular, se refiere a los creyentes que se han divorciado y vuelto a Después de recordar algunos trazos elementales de la doctrina de
casar civilmente. Ante las personas afectadas por este problema, «la la Iglesia sobre la familia, es hora de reflexionar sobre los desafíos que
Iglesia no se siente llamada a expresar un juicio severo e indiferente, a la moral católica le plantea la comprensión actual de la familia.
sino más bien a iluminar los diversos dramas humanos con la luz de la La responsabilidad moral evocada por la institución familiar po-
palabra de Dios, acompañada por el testimonio de su misericordia». dría ser articulada según el clásico binomio de los derechos y los de-
El Papa afirma que estos creyentes «no están excluidos de la comuni- beres, que para la fe cristiana se ve completado por los mencionados
dad; al contrario, están invitados a participar en su vida, recorriendo bienes del matrimonio y de la familia.
un camino de crecimiento en el espíritu de las exigencias evangélicas.
La Iglesia, sin ocultarles la verdad del desorden moral objetivo en el
a) Los derechos de la familia
que se hallan y de las consecuencias que derivan de él para la práctica
sacramental, quiere mostrarles toda su cercanía materna» (EE 93). Có- El Sínodo de los obispos en su asamblea de 1980 pidió que se es-
mo ha de manifestarse esa cercanía maternal depende en parte de las tudiara «el papel de la familia cristiana en el mundo contemporáneo»
medidas pastorales que se puedan tomar en los diferentes contextos (proposición 42). En el número 46 de su exhortación apostólica Fami-
personales y comunitarios. liaris consortio, el papa Juan Pablo 11 aprobó aquel voto del Sínodo e
198 Escenarios y problemas La familia 199

instó a la Santa Sede para que preparara una Carta de los derechos de cho de profesar públicamente su fe y propagarla, participar en los actos
la familia. Dicho documento fue efectivamente presentado el día 22 de de culto en público y en los programas de instrucción religiosa libre-
octubre de 1983 a todas las personas, instituciones y autoridades inte- mente elegidos, sin sufrir alguna discriminación.
resadas en la misión de la familia en el mundo contemporáneo21. Art. 8. La familia tiene el derecho de ejercer su función social y políti-
La Carta afirma en el preámbulo que la familia está fundada en el ca en la construcción de la sociedad.
matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, libremente con- Art. 9. Las familias tienen el derecho de poder contar con una adecua-
da política familiar por parte de las autoridades públicas en el terreno
traído, públicamente afirmado y abierto a la transmisión de la vida
jurídico, económico, social y fiscal, sin discriminación alguna.
(B). Por otra parte, se afirma que la familia es una sociedad natural Art. 10. Las familias tienen derecho a un orden social y económico en
que existe antes que el Estado o cualquier otra comunidad (D). Esta el que la organización del trabajo permita a sus miembros vivir juntos,
«comunidad de amor y de solidaridad» es insustituible en «la transmi- y que no sea obstáculo para la unidad, bienestar, salud y estabilidad de
sión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, la familia, ofreciendo también la posibilidad de un sano esparcimiento.
esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de Art. 11. La familia tiene derecho a una vivienda decente, apta para la
la sociedad» (E). Como fundamento de todas sus cláusulas, la Carta vida familiar, y proporcionada al número de sus miembros, en un am-
proclama que «la familia es el lugar donde se encuentran diferentes biente físicamente sano que ofrezca los servicios básicos para Ja vida
generaciones y donde se ayudan mutuamente a crecer en sabiduría hu- de la familia y de la comunidad.
Art. 12. Las familias de emigrantes tienen derecho a la misma protec-
mana y a armonizar los derechos individuales con las demás exigen-
ción que se da a las otras familias.
cias de la vida social».
Casi todos los derechos allí recogidos habían sido ya expresados
Cada una de las enumeraciones de estos derechos va acompañada
en otros documentos, tanto de la Iglesia como de la comunidad inter-
de oportunas explicitaciones. En ellas se incluye a veces la fundamen-
nacional.
tación de estos postulados y, en otras ocasiones, se añaden nuevos de-
Art. l. Todas las personas tienen el derecho de elegir libremente su es- rechos complementarios. La Carta está destinada a los gobiernos y a
tado de vida y por tanto derecho a contraer matrimonio y establecer una los que comparten la responsabilidad del bien común. También se di-
familia o permanecer célibes. rige a las organizaciones internacionales encargadas de evitar las vio-
Art. 2. El matrimonio no puede ser contraído sin el libre y pleno con-
laciones de los derechos fundamentales de la familia, con el fin de
sentimiento de los esposos debidamente expresado.
suscitar en ellas la conciencia de su función en la sociedad y de ani-
Art. 3. Los esposos tienen el derecho inalienable de fundar una familia
y decidir sobre el intervalo entre los nacimientos y el número de hijos a marlas a cumplir sus deberes.
procrear, teniendo en plena consideración los deberes para consigo mis-
mos, para con los hijos ya nacidos, la familia y la sociedad, dentro de b) Los deberes de la familia
una justa jerarquía de valores y de acuerdo con el orden moral objetivo,
que excluye el recurso a la contracepción, la esterilización y el aborto. La moral cristiana ha redescubierto la íntima unión que existe en-
Art. 4. La vida humana debe ser respetada y protegida absolutamente
tre el don y la tarea. También la familia entra en esta lógica, a la vez
desde el momento de la concepción.
humana y evangélica. El ser determina el deber, tanto para la persona
Art. 5. Por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen
el derecho originario, primario e inalienable de educarlos, por esta ra- como para la familia. Es lo que, enfáticamente, ha dicho Juan Pablo 11
zón ellos deben ser reconocidos como los primeros y principales edu- en la citada exhortación apostólica Familiaris consortio:
cadores de sus hijos. En el designio de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo
Art. 6. La familia tiene el derecho de existir y progresar como familia. su identidad: lo que es, sino también su misión, lo que puede y debe ha-
Art. 7. Cada familia tiene el derecho de vivir libremente su propia vida cer. Del cometido, que ella por vocación de Dios está llamada a de-
religiosa en el hogar, bajo la dirección de los padres, así como el dere- sempeñar en la historia, brota su mismo ser y representa su desarrollo
dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma
21. Cf. Santa Sede, Carta de los derechos de la familia, Preámbulo, D-E, Ciudad la llamada imborrable que define a la vez su dignidad y su responsabi-
del Vaticano 1983, 6. lidad: ¡Familia, 'sé' lo que eres'! (FC 17).
200 Escenarios y problemas La familia 201

Siguiendo al concilio Vaticano 11, el Papa recuerda que si la fami- vida, transmitiendo su imagen. «La fecundidad es el fruto y el signo
lia está constituida como «Íntima comunidad de vida y de amor» (GS del amor conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y recíproca
48), su misión se concreta en ser cada vez más lo que ya es, «es decir, de los esposos» (FC 28).
comunidad de vida y amor, en una tensión que, al igual que para toda El servicio a la vida se encuentra a veces en situaciones de con-
realidad creada y redimida, hallará su cumplimiento en el reino de flicto, como ya reconocía el Concilio (GS 51) y más tarde la encíclica
Dios». Unas líneas más adelante afirma de un modo más concreto que Humanae vitae. Más que subrayar los aspectos negativos, habrá que
la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor. descubrir la visión integral del hombre y de su vocación (FC 32).
En esta misión, la familia cristiana se presenta como un cuasi-sacra-
La fam ilia cristiana concibe la sexualidad como un gesto auténtica-
mento del amor de Dios hacia la humanidad entera, así como del amor mente humano y personal, en el diálogo, en la exigencia de fidelidad.
que el Cristo Señor profesa por la Iglesia su esposa. La familia cristiana sabe que este proceso está marcado por la expe-
En continuidad con la doctrina del sínodo sobre la familia, el Pa- riencia pascual de muerte y resurrección y constituye un verdadero iti-
pa subraya y explica ampliamente los cuatro cometidos generales que, nerario, con deficiencias tal vez, hacia una meta que se busca sin an-
manando de la fuente del amor, constituyen la misión de la familia. siedades de conciencia (FC 34)22•
1. Formación de una comunidad de personas. En un mundo don-
de la retórica sobre la importancia y dignidad de la persona no res- Pero el servicio a la vida no concluye con la generación responsa-
ponde al respeto que ordinariamente se le tributa, la familia ha de ble. Se continúa con la tarea educativa que promueve en los miembros
formar una comunidad de personas. Su vocación sería falseada si la de la familia la consolidación de los valores fundamentales, como «el
familia fuese un grupo homogéneo, unido por la permanencia bajo el sentido de la verdadera justicia» y el «sentido del verdadero amor, co-
mismo techo, por las mismas tradiciones o por confluyentes intere- mo solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, espe-
ses. La comunidad es otra cosa. Ha de ser un lugar de liberación, cialmente a los más pobres y necesitados» (FC 37).
donde cada persona puede ser ella misma sin temor y sin violencia. 3. Participación en el desarrollo de la sociedad. Ya el concilio Vati-
La comunidad está hecha de amor y aceptación, de p erdón y de aco- cano II repetía que «la familia es la célula primaria y vital de la socie-
gida, de recuerdos y esperanzas, de trabajo y de fiesta, de ternura y dad» (AA 11). Esa expresión ya tópica sugiere la idea de que según sea
de soledad. la familia, será la sociedad. Una familia cristiana, nacida del don de la
Pero en esta comunidad la persona, que «no puede vivir sin gracia, proyectará sobre la sociedad una imagen diferente: la de su pro-
amor» (RH 1O), encuentra el amor distribuyendo amor. Las perso- pia experiencia de un amor que se hace comunicación y participación
nas dej an de ser incomprensibles. Se desvelan como tales al serles (FC 43).
revelado el amor. La igualdad de los esposos en su complementa- En el mundo actual no basta con el mudo testimonio de unos valo-
riedad, la acogida a los niños, desvalidos e «improductivos» como res «chocantes». Las familias pueden y deben luchar por el reconoci-
son, el respeto a los ancianos que, a su vez, ayudan a clarificar la miento de unos valores auténticamente humanizadores. Por tanto, «la
escala de valores (FC 27), constituyen otros tantos capítulos de es- función social de las familias está llamada a manifestarse también en
ta misión de amor que la familia lleva a cabo en el mundo. Todo eso la forma de intervención política. Es decir, las familias deben ser las
es parte de su evangelio v ivo, de Ja buena noticia que proclama en primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no só-
la ciudad humana. lo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los dere-
2. Servicio a la vida. En un mundo donde se canta continuamente chos y los deberes de la familia» (FC 44).
a Ja vida, se constata por todas partes la presencia de la muerte. A ve- No se trata de una misión «secular» accesoria. Si la fe no signifi-
ces se tiene la impresión de que se hubiera decidido terminar con la vi- ca una evasión de este mundo, al que Dios ha ofrecido la mayor prue-
da y su posibilidad. ba de amor (cf. Jn 3, 16), el amor humano se desborda sobre toda la
Ante ese panorama, la misión fundamental de la familia es el ser-
vicio a la vida. Y la misión de la familia creyente consiste en realizar a 22. Cf. J. R. Flecha, Moral de la persona, Madrid 2002, 243-264; Id., Moral de la
lo largo de la historia la bendición original de un Dios Creador de la sexualidad. La vida en el amor, Salamanca 2005, 325-346.
202 Escenarios y problemas La familia 203

realidad creada: de la sexualidad y la educación a las instituciones po- siva entre un hombre y una mujer; y con unas condiciones imprescin-
líticas (FC 47)23 • dibles de unicidad y reciprocidad, de oblatividad y definitividad.
4. Participación en la vida y misión de la Iglesia. En los textos del La fidelidad de la pareja pertenece por igual a la finalidad unitiva
concilio Vaticano II se afirma que también los cónyuges cristianos, en y a la finalidad procreativa de la sexualidad conyugal. A la luz de la fe,
virtud del sacramento del matrimonio, «poseen su propio don, dentro esta fidelidad conyugal es don y tarea. Es un don del Dios fiel a su
del pueblo de Dios, en su estado y forma de vida» (LG 11). La fami- alianza con la humanidad y de Jesucristo con su Iglesia. Y es una tarea
lia cristiana, en su misma esencia, significa y revela el rostro de la moral de la pareja y aun de toda la familia.
Iglesia universal. Y en eso mismo consiste su misión. Unida a la Igle- Por otra parte, la fidelidad conyugal incluye también una dimen-
sia, de la que es célula viva, mantiene un amor total, único, fiel Y fe- sión social. Es un bien que trasciende a las mismas personas implica-
cundo como recordaba Pablo VI en la encíclica Humanae vitae (HV das para afectar a la misma sociedad en la que se insertan. La esqui-
9). El ~mor, que constituye su esencia, configura también su misión. zofrenia afectiva no es sólo una enfermedad personal, sino también un
La familia cristiana está llamada a tomar parte viva y responsable síntoma de la enfermedad de la sociedad. En este sentido, a la socie-
en la misión de la Iglesia de manera propia y original, es decir, po- dad civil le interesa contar con familias en las que la fidelidad se vive
niendo al servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, con generosidad y discreción, con gratuidad y sinceridad.
en cuanto comunidad íntima de vida y de amor. Si la familia cristiana La admisión pública de la infidelidad, por «normal» que parezca
es comunidad cuyos vínculos son renovados por Cristo mediante la fe en este momento, no puede ser calificada como moralmente buena. La
y los sacramentos, su participación en la misión de la Iglesia debe despenalización del adulterio no equivale a su legalización, y mucho
realizarse según una modalidad comunitaria; juntos, pues, los cónyu- menos a su justificación moral. Lo sociológicamente normal no puede
ges en cuanto pareja, y los padres e hijos en cuanto familia han de vi- ser identificado con lo éticamente normativo.
vir su servicio a la Iglesia y al mundo (FC 50). 2. Don y tarea de la fecundidad. En las culturas primitivas la fe-
Casarse en el Señor no es, en efecto, un simple acto social. Los cundidad era al mismo tiempo un deseo natural, personal y social, con
cristianos que, como individuos, viven su fe, su esperanza y su cari- votos y ritos. Para el pensamiento judeocristiano, la fecundidad es uno
dad, se comprometen un día ante la comunidad a vivir esas actitudes de los momentos privilegiados en los que se evidencia la iconalidad
en la pequeña comunidad que intentan fundar. Habiendo .vivido s~ fe divina del ser humano. El Dios creador es el mismo que dice a los se-
en su familia anterior, intentan vivirla en la nueva comumdad de vida res creados a su imagen: «Creced y multiplicaos, llenad la tierra» (Gn
y amor. Formar una familia cristiana significa vincularse a la Iglesia 1, 28). La procreación es el signo más precioso de la colaboración hu-
de una forma específica, es decir, por medio del amor conyugal y fa- mana en la creación divina del mundo y de su historia.
miliar que edifica el reino de Dios en la historia. Pero esta colaboración no puede desvincularse de la cualidad de
seres libre que distingue a los colaboradores. La aceptación o rechazo
c) De nuevo los bienes del matrimonio y la familia de la función procreadora es uno de los signos más evidentes de la di-
mensión teodramática que caracteriza a toda la vocación humana. Y
Es posible articular tales desafíos siguiendo el esquema de los tres esa libertad humana, que encuentra su sagrario en la familia, puede ser
bienes del matrimonio mencionados a lo largo de este capítulo. condicionada y manipulada por la sociedad.
1. Don y tarea de la fidelidad. Para el pensamiento cristiano, la fi- Como la fidelidad, también la fecundidad ha de ser entendida co-
delidad conyugal no es una consecuencia de la celebración cristiana mo un don gratuito y como una tarea moral responsable. Ha sido muy
del matrimonio, sino uno de sus requisitos indispensables. La fideli- lento el descubrimiento de la mecánica que hace posible el surgimien-
dad pertenece a la constitución antropológica del amor conyugal. Es- to de la vida. Pero puede ser muy lento el descubrimiento de la poéti-
te no se confunde con una amistad plural e indeterminada, sino exclu- ca que la hace realmente humana y, por tanto, divina.
La técnica reciente ha hecho posible disociar de forma intencional
23. Sobre el sentido «secularn del sacramento del matrimonio resulta sugerente el
estudio de J. Fuchs, Theo/ogy ofthe Meaning ofMarriage Today, en J. T. McHugh, Ma-
los dos aspectos esenciales de la sexualidad humana: el unitivo y el
rriage in the light ofVatican ll, Washington 1968, 13-30. procreativo. Hay encuentros sexuales que son privados voluntariamen-
204 Escenarios y problemas La familia 205

te de su potencial fecundidad, y nacimientos que han sido técnicamen- premiso matrimonial. Sin duda, son muchas las parejas cuyo compro-
te disociados del encuentro sexual. Muchas personas están siendo y se- miso matrimonial está viciado por un defecto que lo invalida ya de par-
rán producidas, no engendradas. Ante las modernas técnicas de repro- tida. Entre ellas, hay bastantes que no pueden demostrar la invalidez de
ducción humana asistida es preciso plantear los interrogantes morales su compromiso, aun estando íntimamente convencidas de ella. Todos
sobre el sujeto, el «objeto» y las circunstancias de la procreación. esos casos requieren un tratamiento comprensivo y maternal por parte
-Con relación a los sujetos de la generación, habrá que recordar de la Iglesia. El juicio moral siempre habrá de ser muy matizado.
una vez más que la generación humana es una tarea reservada a la pa- La sociedad, por su parte, habrá de procurar la mejor solución pa-
reja heterosexual, unida por vínculos únicos, exclusivos, definitivos y ra los casos en los que la unión fáctica de los cónyuges puede ser un
socialmente reconocidos. Cabe preguntarse si la reproducción asistida peligro para el equilibrio de la familia, así como para la salud, la inte-
está abierta a las personas no unidas por un compromiso matrimonial. gridad y la vida de alguno de sus miembros.
Iguales cautelas exige la posibilidad de maternidad subrogada.
-Con relación al «objeto» de la procreación, es preciso tener en cuen-
ta que no se trata de una cosa, sino de un ser humano dotado de perso- 6. Conclusión
neidad y del derecho a ser generado y concebido en el seno de una pare-
ja heterosexual estable. Junto a este se alza el derecho a ser engendrado La situación actual del matrimonio y de la familia suscita numero-
como un ser humano único e irrepetible, no comercializable y pensado y sas inquietudes e interrogantes, y no sólo a los católicos. Después de
aceptado como fin en sí mismo. En esas y otras razones se funda el re- años de sufrir numerosos ataques ideológicos, son muchos los que se
chazo a las técnicas de clonación encaminadas a producir seres humanos. preguntan si los políticos y la administración, los educadores y los me-
-Con relación a las circunstancias de la procreación, habrá que te- dios de comunicación no deberían plantearse la necesidad de promo-
ner en cuenta las condiciones de edad y de salud de los progenitores. ver una profunda reflexión y una urgente acción en favor de la familia.
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"1
Las nuevas posibilidades que hoy ofrece el conocimiento del patrimo-
nio genómico habrá de modificar la comprensión del ideal de la «pa-
Con más razón que los parques y las ciudades, la familia habría de
ser declarada «patrimonio de la humanidad». Mucho más que las es-
ternidad y maternidad responsables». Si este lema se proponía en sen- pecies animales y vegetales en vías de extinción, la familia requiere
t·ll!l\f
), ' 1 tido cuantitativo, hoy se puede entender en un sentido cualitativo. No una cordial atención y urgentes cuidados de conservación y tutela24 .
rMi11 bastará con preguntarse cuántos hijos se pueden tener; habrá qué pre-
guntarse con qué calidad de vida han de ser engendrados.
Ni que decir tiene que el don de la procreación en modo alguno se PAUTAS DE TRABAJO
compagina con la decisión de dar la muerte al hijo ya engendrado. Co-
mo ha dicho el concilio Vaticano II, «Dios, Señor de la vida, ha con- l. Prestando atención a los medios de comunicación social, analizar otros
fiado a los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que cambios que se puedan observar hoy en las familias.
ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre. Por tanto, la vida 2. Preguntarse por qué la vida de la familia trasciende los límites de la pri-
desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; vacidad para alcanzar una dimensión social.
el aborto y el infanticidio son crímenes abominables» (GS 51 ). 3. Reflexionar sobre la especificidad de la familia cristiana y las notas que
3. Don y tarea de la permanencia en el Señor. Como ya se ha di- la diferencian en medio de una sociedad plural.
cho, la tradición judía preveía el divorcio (Dt 24, 1-4). Para las cate- 4. Ver en qué sentido la familia es sujeto y objeto de las decisiones políti-
cas de una determinada sociedad.
quesis cristianas, aquella regulación no pertenecía al proyecto original
5. Preguntarse por las tareas éticas que la vocación cristiana exige de los
de Dios sobre el matrimonio, sino que se debía a la dureza de los co- creyentes para promocionar los valores, derechos y deberes de las familias en
razones, es decir, a las dificultades concretas para convertir en reali- la sociedad.
dad aquel ideal primitivo (cf. Mt 19, 1-9).
En el momento actual, la moral cristiana ha de afrontar decidida- 24. Cf. J. R. Flecha, Evolución social de la familia en España. Desafios a la ética
mente las cuestiones relativas a la permanencia y la ruptura del com- cristiana, en G. Tejerina (ed.), La familia: problema y promesa, Salamanca 2005, 235-247.
9
LA DEMOGRAFÍA COMO CUESTIÓN ÉTICA

El ser humano ha vivido en el planeta sin preocuparse excesiva-


mente de controlar el número y la calidad de los habitantes que iba a
dejar en la tierra. Hoy ha llegado el momento de plantearse las pre-
guntas sobre ese control. Tal planteamiento puede ser estudiado con
criterios sociológicos o económicos, políticos o éticos. Las siguientes
reflexiones se sitúan en un marco ético, reivindicado a la vez como po-
sibilidad y como obligación.
De hecho, las cuestiones relativas a la demografia se plantean hoy
desde la perspectiva de los derechos humanos. Sin embargo, como ha
explicado Hans Küng, los derechos humanos son a veces propugnados
sin escrúpulos morales 1•
Ni el comportamiento individual ni las proyecciones políticas
pueden prescindir de la preocupación moral. Olvidarla supondría un
retorno a la instintividad o un refugio en la frivolidad. De cualquier
forma las decisiones estarían determinadas por el utilitarismo y el
pragmatismo2 •

1. La preocupación demográfica

A lo largo del tiempo los seres humanos han transmitido el don de


la vida sin conocer los mecanismos que determinaban su aparición. La
cantidad y la calidad de la vida naciente parecían reservadas a la sabi-
duría y a las decisiones de las divinidades. En consecuencia, difícil-
mente hubieran podido las personas controlar el número óptimo de sus

l. H. Küng, Una ética mundial para la economía y la política, Madrid 1999, 114-
117; cf. M. Schooyans, Le crash démographique, Paris 1999.
2. Sobre estos temas, puede verse los artículos de G. F. Dumont, Demografia, tran-
sición demográfica y política demográfica y Superpoblación, ¿mito o realidad?, en la
obra producida por el Consejo pontificio para la familia, Lexicón, Madrid 2004, 193-
201 y 1063-1077.
208 Escenarios y problemas La demografia como cuestión ética 209

hijos, el ritmo de su aparición en el mundo y, menos aún, las condi- ción en tres esquemas legales, que determinan otros tantos esquemas
ciones de salud o enfermedad de que habrían de venir dotados. de actuación3 .
1. La primacía de los derechos humanos. En la segunda mitad del
siglo XX una gran parte de los Estados han pretendido orientar su nor-
a) Técnica y ética mativa demográfica sobre las declaraciones de las Naciones Unidas y
Las investigaciones técnicas de los dos últimos siglos han ido pro- de otros organismos de rango supraestatal.
porcionando a la especie humana el conocimiento que podría hacerla Esta referencia estaba exigida por la necesidad de unos paráme-
dueña de su propio control genético. Ahora bien, el descubrimiento de tros de alcance universal, por el deseo de alcanzar una plausibilidad
un «podern técnico había de llevar aparejado el descubrimiento del democrática internacional y, con frecuencia, por la necesidad de con-
«podern ético. ¿Cuáles son los límites de esa posibilidad, si es que los tar con la ayuda técnica y económica ofrecida por las grandes agen-
hay? ¿Todo lo que puede técnicamente realizarse, puede éticamente cias internacionales.
ser llevado a cabo? 2. La afirmación de la autonomía estatal. En algunos casos, las
En un primer momento, la necesidad de contar con unos criterios medidas relativas al control demográfico han apelado de forma más o
de actuación ha llevado a muchos a interrogar a las grandes familias menos explícita al derecho positivo particular. El ordenamiento legal
religiosas. Estas han tratado de contestar a dichas preguntas, buscando de cada país parecía más que suficiente para determinar tanto los fines
algunas respuestas plausibles en el fondo de sus creencias. Las difi- como los medios.
cultades que siempre comporta la aplicación de las creencias a los De esa forma, la normativa estatal podría justificar y promover las
comportamientos se han visto aquí agravadas por el uso de algunas necesarias medidas de control demográfico. Y estas habrían de deter-
mediaciones racionales y sociológicas, que resultaban discutibles para minar tanto el optimum de población estimado de acuerdo con las con-
muchos. En consecuencia, el magisterio de las religiones instituciona- diciones socioeconómicas reales, como las estrategias y medios para
les se ha visto, por una parte, dividido en el interior y, por otra, con- conseguirlo.
•' trovertido desde el exterior. 3. Los derechos humanos y la autonomía estatal. Numerosos paí-
Ello ha hecho que muchos, individualmente, hayan tratado de bus- ses han seguido un camino de síntesis entre las dos posturas anterior-
car otro tipo de orientación, marcado por la invocación a la racionali- mente mencionadas. Por una parte, se proclama la aceptación incondi-
dad. Tampoco en ese segundo momento, los criterios de acción han si- cional de las declaraciones universales. Y por otra, se propugna el
do unánimes: en unos casos se han configurado como un cálculo de reconocimiento del derecho de cada país a intervenir en aquellos casos
beneficios y perjuicios; en otros, han recalado en un espontaneísmo que revisten una especial urgencia.
decisorio carente de motivaciones profundas. Es más, esta intervención se justifica con una apelacion al princi-
Por lo que respecta a las autoridades gubernativas, la cuestión del pio del conflicto de valores. Se dice que si el Estado se ve obligado a
cálculo del número· deseable de habitantes en su territorio se ha con- limitar la libertad individual de reproducción es tan sólo con vistas al
vertido en problema administrativo y en bandera política.
bien común.
Un autor como D. P. Warwick, que ha sistematizado estos diversos
b) Esquemas de acción esquemas de acción, aboga por la conveniencia de propugnar univer-
salmente el modelo primero. De hecho, subraya la necesidad de acep-
Ante el problema demográfico, los gobiernos han tenido que adop- tar las normas de las Naciones Unidas, también la Declaración euro-
tar algunas decisiones inmediatas, tratando de anticiparse a situacio- pea de derechos humanos, así como la denominada «stepladder
nes futuras de sobrepoblación o de escasez de bienes y recursos. En el ethics», o «ética de la escalera de tijera», que sugiere la necesidad de
nuevo marco de la aldea planetaria, ninguna autoridad se atrevería a la alternancia de modelos a tenor de las circunstancias.
asumir una serie de directrices que pudieran ser tachadas de irracio-
nales o arbitrarias. Por tanto, en la práctica, las orientaciones relativas 3. Cf. D. P. Warwick, Populations Ethics. !l. Normative Approaches, en Encyclo-
al control demográfico se esfuerzan por encontrar su propia justifica- pedia o/Bioethics IV, NewYork 1995, 67-73.
Escenarios y problemas La demografia como cuestión ética 211
210

c) Principios y valores vamente, la libertad de procrear ha de encontrar su contrapunto en el


«bienestar» que la familia puede ofrecer a la nueva vida.
Aunque tal solución de compromiso resulte discutible, la propues- Con todo, tal apelación al bienestar puede resultar ambigua, si se
ta de Warwick trata de aportar una apariencia de respetabilidad ética, entiende en términos puramente económicos o de confortabilidad, que
apelando in e:xtremis a un discurso axiológico, que resulta indiscutible siempre serán relativos al ambiente cultural de las personas y de las fa-
en abstracto. milias concretas.
Sea cual sea el esquema que se siga para actuar política y social- El valor del bienestar puede ser invocado también con referencia a
mente sobre la cuestión demográfica, es preciso tener en cuenta deter- las posibilidades de la comunidad estatal o administrativa que preten-
minados valores imprescindibles. de adecuar sus esquemas de acción. En este caso, la apelación al valor
1. El valor de la vida. Un esquema social o político de actuación del bienestar puede resultar fácilmente hipócrita si no contempla una
sobre la población que se desea ha de tener en cuenta la dignidad de la promoción de la justicia distributiva y de la solidaridad, ~to en ~l se-
vida humana. El mundo secular experimenta cierta alergia ante el me- no de la misma comunidad como en el marco de las relac10nes mter-
ro predicado de la sacralidad de la vida humana. Pero una elemental nacionales.
coherencia con el empeño manifestado en defensa de la vida vegetal 4. El valor de la equidad. El punto anterior nos lleva a considerar
y animal, comporta la exigencia de unos fines y medios que sean res- la necesidad de reflexionar sobre la justicia social. Una práctica de-
petuosos con la vida humana ya iniciada. mográfica que pretenda ser mínimamente ética habrá de tener en
Por consiguiente, sea cual sea el estatuto ontológico y jurídico que cuenta la distribución equitativa de los beneficios y perjuicios deriva-
una determinada comunidad pudiera «reconocer» o «asignar» al em- dos de las políticas de población.
brión humano, no pueden considerarse como medios lícitos para el Evidentemente, la equidad ha de plantearse tanto en el ámbito re-
control de los nacimientos los métodos abortivos4 . gional o estatal como en el internacional. No es justo tratar de limitar
2. El valor de la libertad. Igualmente se ha de tener presente el va- la población de los países o de los grupos más pobres para que los más
lor de la libertad de la persona. También el estatuto ontológico y jurí- ricos puedan disfrutar más tranquilamente de sus beneficios.
dico de la paternidad-maternidad se encuentra en discusión. Sin em- 5. El valor de la verdad («Truth-telling»). Se ha dicho con fre-
bargo, Ja vocación procreadora ni es concedida ni puede ser limita~a cuencia que las políticas de población han jugado en algunas ocasio-
por los ordenamientos legales. Su función puede ser tan sólo orientati- nes con datos falsos o simplemente anticuados. Por una parte, sería
va y tuteladora de la libertad de los progenitores y de los derechos del una ofensa a la verdad hacer creer que la causa de la pobreza es sólo
nascituro. Los ordenamientos legales pueden marcar unas pautas de o principalmente la superpoblación. Y por otra, no se puede ocultar
salud y seguridad para la procreación, pero no pueden ni imponer ni que la disminución de la población es una causa notable del empobre-
prohibir la actividad procreadora de las personas. . cimiento de una región o de un determinado grupo social.
Seguramente en los tiempos futuros, este subrayado sobre la hber- Hoy son numerosas las voces que afirman que el crecimiento de-
tad de los progenitores habrá de ser completado con una reflexión so- mográfico del siglo XX y del siglo XXI, que es inferior a todas luces,
bre sus mismas capacidades para la transmisión de la vida en condi- no se debe a un aumento de la natalidad, que ha disminuido, sino a un
ciones aceptables. El derecho de procreación no es absoluto. El retroceso importante de la mortalidad, gracias a los progresos econó-
derecho de los padres habrá de ser contrapesado por el derecho del hi- micos y sanitarios5. Alguna vez se ha denunciado la tremenda ignomi-
jo que ha de nacer. nia del abuso de la mentira como primera de todas las fuerzas que di-
3. El valor del bienestar. En las sugerencias éticas de Warwick rigen el mundo6 • Ante el enorme problema de la destrucción de los
ocupa un lugar central la afirmación del valor del bienestar («Welfa- recursos naturales se ha podido decir que las soluciones técnicas son
re» ). Su relación con el valor de la libertad parece innegable. Efecti-
5. G. F. Dumont, Superpoblación, ¿mito o realidad?, en Consejo pontificio para la
4. Cf., a este respecto, D. Solter (ed.), Embryo Research in Pluralistic Europe, Ber- familia, Lexicón, Madrid 2004, 1076.
lin 2003. 6. J. F. Revel, El conocimiento inútil, Barcelona 1989, 9.
212 Escenarios y problemas La demografía como cuestión ética 213

ineficaces sin el apoyo de este respeto ético a la verdad7 • La responsa- . Hoy los excesos pueden descubrirse por las dos bandas. Ante el pe-
bilidad ética ante la explosión-implosión demográfica exige un hu- ligro cierto de una fecundidad irresponsable, asistimos también a una
milde servicio a la verdad. masiva restricción de la natalidad, que utiliza todos los medios, espe-
cialmente los más eficaces, sin una mínima atención a su moralidad o
inmoralidad objetiva.
d) Una ética antropológica
2. La cuestión ética se hace cada día más dificil. Hasta ahora la eti-
La conciencia de la responsabilidad humana sobre su propio dina- queta de la «paternidad-maternidad responsable» se refería a Ja di-
mismo biológico y sobre la procreación no ha dejado de ir en aumen- mensión cuantitativa de las decisiones y las prácticas vinculadas a la
to8. En nuestros días, los hombres y mujeres han descubierto que, al procreación. El estudio del genoma humano y el avance en la medici-
igual que otros campos de la existencia, también el de la fecundidad y na prev~~tiva han hecho que la mentalidad se modifique y que Ja res-
la reproducción se halla bajo su directa responsabilidad. pon~ab1hdad descubra nuevos territorios. De ahora en adelante, bajo
Pero han descubierto igualmente que el nacimiento es un aconteci- tal titulo habrá que colocar muchas decisiones relativas a la calidad de
miento que no sólo interesa a los progenitores, sino también a toda la vida que se puede transmitir o que de ningún modo se debería trans-
familia humana, como ha puesto de relieve la Conferencia internacio- mitir. Ya no se tratará de preguntarse por cuántos hijos se pueden tener
nal sobre población y desarrollo, celebrada en El Cairo9 • sino con qué cualidades podrán o deberán ser engendrados. '
He ahí el marco general en el que se desarrollan los cambios en el 3. Por lo que se refiere a la visión cristiana del problema, es preci-
planteamiento del juicio ético sobre la procreación responsable y so- so recordar que la vida humana encierra una referencia divina, tanto
bre el control de los nacimientos. por razón de su origen como por razón de su destino final. Es decir el
1. En primer lugar, no hace falta subrayar las ambigüedades a las cristiano, junto con otros creyentes, afirma y confiesa que Dios es el Se-
ñor de la vida y que el ser humano ha sido llamado a participar como
que está expuesto un juicio ético sobre la demografia que se base tan
«concreadorn en el servicio a la vida humana. Pero, además, confiesa
sólo en razones pragmáticas.
El problema afecta, desde luego, a la ética social. La preocupación y espera que la vida de los hombres está llamada a participar en la vi-
da y la gloria eterna del mismo Dios.
social y política no puede dar origen a medidas coactivas, basadas en
planteamientos racistas o simplemente economicistas. Si tal preocu-
pación pretende ser ética, ha de tratar de fundamentar sus finalidades
y estrategias sobre la base de una buena antropología. Es preciso pre- 2. La fecundidad humana a la luz de la Escritura
guntarse qué significa ser persona y cuál es la actuación humana que
resultará más humanizadora 10 • Ningún problema humano importante ha pasado desapercibido a
El problema afecta también a las decisiones personales y a la res- los hombres y mujeres que nos han dejado constancia del eco de la re-
ponsabilidad compartida de los eventuales padres de una nueva vida. velación de Dios en sus vidas. La dimensión fecunda del amor espon-
En este contexto, la reflexión moral sobre la procreación responsable sal ocupa muchas páginas de la Biblia, tanto del Antiguo como del
no debería limitarse a la elaboración de un abanico de disquisiciones Nuevo Testarnento 11 •
sobre la moralidad objetiva y la responsabilidad personal.
a) Antiguo Testamento
7. Cf. D. H. Meadows-D. L. Meadows-J. Randers, Más allá de los límites del cre-
cimiento, Madrid 1992, 270-272.
8. J. T. Noonan, Contraception. A History of its Treatment by the Catholic Theo- La fecundidad es presentada como el llamamiento originario de
logians and Canonists, Cambridge MA 1965; J. M. Riddle, Contraception and Abortion Dios a la vida, que recorre el tiempo y la historia 12 • El canto con que
from theAncient World to the Renaissance, Cambridge MA-London 1992.
9. Naciones Unidas, Conferencia internacional de El Cairo sobre población y 11. Cf. T. C. de Kruiyf, La sessualita ne/la Bibbia, Roma 1968; A. Tosato, n ma-
desarrollo, Madrid 1995; cf. E. Chiavacci-M. Livi Bacci, Etica e riproduzione. Un teo- trimonio ne/ Giudaismo antico e ne/ Nuovo Testamento, Roma 1976; G. Crocetti lafa-
logo e un demografo a confronto, Firenze 1995. miglia secando la Bibbia, Milano 1983. '
10. J. R. Flecha, Moral de la persona. Amor y sexualidad, Madrid 2002, en espe- 12. L. Alonso Schiikel, Símbolos matrimoniales en la Biblia, Estella 1997 187-
cial el capítulo 1O, dedicado a la reproducción humana. 240, con especial estudio de la fecundidad en el Antiguo y el Nuevo Testamento. '
214 Escenarios y problemas La demografia como cuestión ética 215

hoy se abre la Biblia reconoce en la fecundidad un don de Dios, el úl- gran éxito si el Señor no bendice sus actividades. Así ocurre con el
timo y más espléndido: «Los bendijo Dios y les dijo: Procread y mul- nacimiento de los hijos (Sal 127, 3). Junto al aprecio de la fecundi-
tiplicaos, henchid la tierra y sometedla» (Gn 1, 28). Si el autor tiene dad, en la Biblia se encuentra también el valor del amor y la ternura
ante los ojos los ritos cananeos en los que la petición de la fecundidad como bienes del matrimonio. Las palabras de Elcaná a su esposa Ana,
alcanzaba un puesto tan importante, dicha bendición de Dios está sin que llora su esterilidad, expresan una visión del matrimonio que con-
duda cargada de intención. La fecundidad humana no es, pues, un don sidera como «mayor bien» la amistad y la ternura entre los cónyuges
de los ídolos, sino del Dios de los dioses. El mandato de Dios es repe- (1 Sm 1, 8) 14 •
tido, no sin intención, al inaugurarse el orden nuevo del mundo, tras la Un largo camino se ha recorrido para que el libro de la Sabiduría
catástrofe del pecado y el diluvio (Gn 9, 1). deje de considerar la fecundidad como un valor ideal, si no está acom-
Los hijos son recibidos como un don precioso de Yahvé (Gn 4, 1) y pañada por la integridad de vida (Sab 3, 13-14). El verdadero ideal no
como símbolo de la gratuidad de toda la existencia (Sal 127, 3). Su na- es, pues, la mera fecundidad biológica, sino la vida virtuosa, tanto en
cimiento constituye un íntimo deseo natural (Gn 19, 30-38; cf. Lv 18, los hijos engendrados como en los mismos padres (Eclo 16, 1-3). Só-
6-18), de forma que a veces se recurre a la institución de una especie lo en este sentido resulta posible afirmar que «mejor es carencia de hi-
de adopción legal, heredada de las culturas mesopotámicas (Gn 16, 2; jos acompañada de virtud, pues hay inmortalidad en su recuerdo» (Sab
30, 3), o a otros repertorios legales, como la institución del levirato (Dt 4, 1; cf. Prov 1O, 7) 15 .
25, 5). La fecundidad llega a ser un derecho que justifica comporta-
mientos habitualmente tenidos por moralmente equívocos y condena-
bles, como el de Tamar (Gn 38). · b) Nuevo Testamento
La fecundidad es un sello de las bendiciones de Dios (Gn 22, 11),
símbolo y cifra de las esperanzas mesiánicas (Is 49, 21; 60, 4.15); tam- Jesús no niega la vocación humana a la fecundidad y hasta alude
bién es la expresión del mejor deseo con que se puede obsequiar a una con frecuencia a los trabajos de la maternidad (Jn 16, 21), así como a
desposada. Un buen ejemplo de ello es el augurio positivo que dirigen la dignidad de los niños (Me 9, 36). Pero Jesús otorga a la fecundidad
a Rebeca los miembros de su clan: «¡Oh hermana nuestra, que llegues un nuevo sentido, al afirmar que su familia está constituida por los que
a convertirte en millares de miríadas, y conquiste tu descendencia la dan muestras de disponibilidad para acoger la palabra de Dios (Le 11,
puerta de tus enemigos!» (Gn 24, 60). Bendiciones semejantes pro- 27-28).
nuncian sobre Rut los habitantes de Belén (Rut 4, 11). Con el anuncio del Evangelio ha nacido un nuevo tipo de familia,
La citada ley del levirato asume la defensa del hombre que muere fundado no en la carne ni en los lazos de la descendencia, sino en la
sin descendencia y la de la mujer que no ha podido ser madre. Se trata atención y cumplimiento de la voluntad del Padre que da vida y senti-
de defender la memoria del uno y la seguridad de la otra (Dt 25, 5-10). do a toda paternidad (Mt 12, 48-50). Precisamente en eso se funda la
Esta institución constituye una de las claves de la trama del sugestivo propia opción de Jesús por la inimaginable fecundidad del celibato por
libro de Rut (1, 11.13; 3, 9; 4, 1-17)13 • En el Nuevo Testamento, la en- el reino de Dios (Mt 19, 12).
contramos también tras la pregunta que sobre la resurrección de los Esa novedad no deja de resultar llamativa entre las primeras comu-
muertos formulan a Jesús los saduceos (Mt 22, 23-33). nidades cristianas. Pablo recuerda a los cristianos de Corinto que sólo
Pero el valor de la fecundidad no queda reducido a sus dimensio- una cosa es importante: la llamada a vivir «en el Señor». A esa voca-
nes biológicas o de clan. Como todas las realidades humanas, tam- ción fundamental quedan subordinadas tanto la fecundidad biológica
bién esta, son consideradas en Israel a la luz de la fe. Los hijos, en del matrimonio como la «fecundidad» de la virginidad (1 Cor 7) 16 .
efecto, son recibidos como un signo de la gratuidad de toda la exis-
tencia. Ni el que construye una casa ni el que vigila en la ciudad, lo- 14. Cf. G. Auzou, La danza ante el Arca. Estudio de los libros de Samuel, Madrid
1971, 55-67.
15. Cf. L. Alonso Schiikel-J. Vílchez, Proverbios, Madrid 1984, 261.
13. Cf. E. F. Campbell, Ruth, Garden City 1975, 130-138, donde se comentan am- 16. Cf. J. R. Flecha, Moral de la sexualidad. La vida en el amor, Salamanca 2005,
pliamente las implicaciones de la ley del levirato. 110- 113.
216 Escenarios y problemas La demografía como cuestión ética 217

3. Doctrina de la Iglesia católica el nacimiento de un nuevo viviente», con tal de que queden a salvo «la
naturaleza intrínseca del acto y su subordinación al fin primario».
A lo largo de la reflexión cristiana sobre el matrimonio, sobresalen En la misma encíclica, el Papa se opone a la legalización del abor-
Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, para los cuales la bondad ín- to y a las políticas eugenésicas que llegan a prohibir la celebración del
tegra y perfecta del matrimonio está expresada por «los tres bienes»: matrimonio y el derecho a la procreación «a todos aquellos que, según
la prole, la fidelidad y el sacramento. Los dos primeros, componen la las normas y conjeturas de su teoría, estiman que habrán de dar una
bondad natural del matrimonio, mientras que el bien del sacramento le prole defectuosa y enferma por transmisión hereditaria, aun cuando
aporta la bondad sobrenatural 17 . aquéllos sean de por sí aptos para el matrimonio» (CC 68)20• El con-
Como se sabe, la doctrina reciente de la Iglesia católica sobre la fe- texto es una clara denuncia de las actuaciones de la autoridad pública
cundidad y la responsabilidad del ser humano sobre ella ha constitui- que, más allá de la legítima orientación a la sociedad, trata de suplan-
do uno de los puntos más conflictivos de los últimos tiempos, tanto tar los derechos y la responsabilidad que solamente corresponden a los
por lo que se refiere a la reflexión antropológico-moral como a las esposos.
orientaciones pastorales. 2. En su célebre «Discurso a las comadronas» (29.10.1951), Pío
El problema del control de los nacimientos se planteó ya en el pri- XII expuso todo un tratado sobre la dignidad de la vida naciente y de
mer tercio del siglo XX, en tanto que en su segunda mitad la doctrina la maternidad. Aunque habitualmente se recuerde este documento por
oficial de la Iglesia católica ha abordado también las cuestiones de- su pronunciamiento sobre los medios de control de los nacimientos, es
mográficas18. Aquí solamente es posible señalar algunos de los mo- importante su condena del aborto. En una clara alusión a los abusos
mentos más significativos de sus pronunciamientos. cometidos por el régimen nazi, afirma el Papa que «la destrucción de
la llamada vida sin valor, nacida o todavía sin nacer, practicada en
gran número hace pocos años, no se puede en modo alguno justificar»
a) De Pío XI a Juan XXIII (Discurso a las comadronas, 8).
Reconociendo los derechos de los esposos frente a las intromisiones
1. En la encíclica Casti connubii (31.12.1930), articulada sobre los de la autoridad pública, admite Pio XII que de la vocación a la procrea-
tres bienes del matrimonio proclamados por Agustín, recuerda Pío XI ción <<pueden eximir, incluso por largo tiempo y hasta por la duración
que «todo uso del matrimonio, en cuyo ejercicio el acto quede priva- entera del matrimonio, serios motivos, como los que no raras veces exis-
do, por industria de los hombres, de su fuerza natural de procrear vida, ten en la llamada indicación médica, eugenésica, económica y social»
infringe la ley de Dios y de la naturaleza, y quienes tal hicieren con- (Discurso a las comadronas, 25)2 1•
traen la mancha de un grave delito» (DS 3717) 19 . Fue aquella una alocución muy matizada, que valora mucho los
Esta frase habrá de ser recogida una y otra vez en los documentos motivos personales de los cónyuges a la hora de decidir el número de
posteriores de la Iglesia relativos a este tema (HV 11; FC 29). En aten- hijos y los tiempos en que han de nacer.
ción a los fines «secundarios» del matrimonio, reconoce la encíclica 3. En la encíclica Mater et magistra (15.5.1961), Juan XXIII dedi-
que no obran contra el orden de la naturaleza «los esposos que hacen ca un amplio apartado al desnivel entre el aumento de la población y
uso de su derecho siguiendo la recta razón natural, aunque por ciertas el de los medios de subsistencia22, que es allí estudiado de forma mo-
causas naturales, ya de tiempo, ya de otros defectos, no se siga de ello derna. En ese contexto, denuncia la encíclica muy oportunamente las

17. F. Gil Hellin, El matrimonio y la vida conyugal, Valencia 1995, 58. 20. A estas advertencias de la Casli connubii sobre el eugenismo se refería tam-
18. Para el estudio del tema puede ser útil la obra editada por el Consejo pontificio bién Pío XII en su alocución Le Vlle Congres, al VJJ Congreso de hematología
para la familia, Enchiridion de la familia, Madrid 2000. (12.9.1958), en P. Galindo, Colección de encíclicas y documentos pontificios TI, Madrid
19. Pío XI, Casti connubii, 57: «Ecclesia catholica promulgat: quemlibet matri- 1962, 1792-1798.
monii usum, in quo exercendo, actus, de industria hominum, naturali sua vitae procre- 21. Este discurso de Pío Xl1 puede encontrarse en P. Galindo, Colección de encí-
andae vi destituatur, Dei et naturae legem infringere, et eos, qui tale quid commiserint, clicas y documentos pontificios 11, 1700-1714.
gravis noxae !abe commaculari» (existe traducción de F. Guerrero [ed.], El magisterio 22. Juan XXIII, Mater et Magistra (15.5.1961), 185-199, en F. Guerrero (ed.), El
pontificio contemporáneo 11, Madrid 1992, 267). magisterio pontificio contemporáneo 11, 724-726.
218 Escenarios y problemas La demografía como cuestión ética 219

tentaciones de la política antinatalista (MM 187) y aun la manipula- a desempeñar un importante papel en la teología familiar del postcon-
ción de los datos (MM 188) que se estaban llevando a cabo en aquel cilio. Pero, por otra parte, subraya la ordenación del matrimonio tanto
momento. a la procreación como a la educación integral de los hijos.
Adelantándose en cierto modo a los tiempos, reivindica, además, - En GS 51 se valora la facultad procreadora humana por encima
para la procreación humana una dignidad que no permite el uso de téc- de la propiedad reproductiva animal24 •
nicas genéticas que podrían ser lícitamente aplicables a las plantas o a El texto apunta, además, a un posible «conflicto de valores» en la
los animales (MM 193). Y apela, por último, al sentido de la «respon- vida matrimonial. Reconoce, en efecto, que a veces puede existir una
sabilidad>> humana, tanto a la hora de la constitución de la familia co- colisión entre el valor de la fecundidad y el de la intimidad. Entre las
mo de la procreación y la educación de los hijos (MM 195). soluciones inmorales para solucionar tal conflicto se condena el abor-
to y el infanticidio. A la hora de esbozar una respuesta positiva, apela
a la «responsabilidad de los esposos». Esta ha de basarse tanto en la
b) El concilio Vaticano JI sincera intención y apreciación de los motivos como en «criterios ob-
jetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios
Muchos pensaban que la regulación de los nacimientos era uno de
que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana
los problemas humanos sobre el que habría de pronunciarse el conci-
procreación, entretejidos con el amor verdadero».
lio Vaticano II. De hecho, la Gaudium et spes, constitución pastoral
sobre la Iglesia en el mundo de hoy, no podía silenciar este tema al
abordar la responsabilidad de los cónyuges ante la vida familiar. Sus c) El magisterio posterior
palabras sobre el crecimiento demográfico incluyen una crítica profé-
tica tanto de los medios como de las actitudes profundas que dificul- l. Concluido c::l Concilio el 8 de diciembre de 1965, el problema
tan la apertura a la vida: quedaba planteado adecuadamente, pero la respuesta no pudo ser lo
suficientemente explícita. Diversos motivos indujeron a Pablo VI a re-
El amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, tirar el tema de la discusión pública en el aula conciliar con el deseo de
el hedonismo y los usos ilícitos contra la generación. Por otra parte, la
que en el debate se dejaran oír otras voces. En los pontificados poste-
actual situación económica, socio-psicológica y civil son origen de
fuertes perturbaciones para la familia. En determinadas regiones del
riores se ha retomado el tema, tanto en términos de moral personal co-
universo, finalmente, se observan con preocupación los problemas na- mo en el contexto de la moral sociopolítica.
cidos del incremento demográfico. Todo lo cual suscita angustia en las Pablo VI publicaría dos años después la encíclica Populorum pro-
conciencias (GS 47). gressio (26.3.1967). En ella se afirma que un crecimiento demográfi-
co acelerado añade ulteriores dificultades a los problemas del desa-
-En GS 48 se recoge la doctrina tradicional sobre la ordenación del rrollo, haciendo suya la observación maltusiana de que el volumen de
amor y de la vida conyugal a la procreación <<y educación» de la prole23 • la población crece con más rapidez que los recursos disponibles. Tal
-En GS 49 se afirma que el acto conyugal «significa y favorece» situación propicia con frecuencia la tentación.de frenar el crecimien-
el don recíproco de los esposos. Como se puede observar, la expresión to demográfico con medidas radicales.
respeta los términos teológicos para sugerir una especie de sacramen- La encíclica reconoce también el deber de intervención de los po-
talidad antropológico-cristiana aplicable al mismo acto conyugal. deres públicos. Su intervención contempla en primer lugar una ade-
- En GS 50 se establece una definición del matrimonio como «co- cuada información, y en segundo lugar, otras medidas sociales y polí-
munidad de vida conyugal y de amor procreador», definición llamada ticas que de todas formas respeten las exigencias de la ley moral y la
justa libertad de los esposos.
23. «Por su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están
ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ci- 24. «La índole sexual del hombre y la facultad generativa humana superan admi-
ñen como su propia corona» (GS 48); «El matrimonio y el amor conyugal están orde- rablemente lo que de esto existe en los grados inferiores de vida» (GS 51); cf. F. Gil He-
nados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole» (GS 50; cf. to- llín, Constitutionis Pastora/is Gaudium et Spes Synopsis Historica. De dignitate Matri-
do el núm. 50 a la luz de lo dicho sobre el amor en el núm. 49). monii et Fami/iaefovenda, Valencia 1982, 48-133.
220 Escenarios y problemas La demografía como cuestión ética 221

Refiriéndose a la doctrina conciliar (GS 52b), afirma la encíclica En su carta Octogesima adveniens (1 4.5.1971), publicada con moti-
que la persona no puede ser privada de su derecho al matrimonio y a la vo del 80 aniversario de la encíclica Rerum novarum, Pablo VI aborda el
procreación. Es a los padres a quienes toca decidir, con pleno conoci- tema de la demografia. Ningún documento había sido tan explícito has-
miento de causa y en el ejercicio de su responsabilidad, el número de ta la fecha. En un primer momento, el Papa pronostica el aumento del
hijos. Tal decisión depende de su conciencia, instruida por la ley de desempleo que el crecimiento demográfico puede originar en el futuro
Dios auténticamente interpretada y sostenida por la confianza en Él25 • y adelanta algunas de las posibles soluciones al conflicto. En un segun-
Al año siguiente (25. 7 .1968), el mismo Papa publicó la encíclica do momento, y recordando lo que ya había escrito en laPopulorum pro-
Humanae vitae, que se abre precisamente evocando el temor de muchos gressio, alude a las soluciones maltusianas que se adoptan en diversas
ante la «amenaza» del rápido desarrollo demográfico (HV 2). Hay en partes para promover tanto la anticoncepción como el aborto. En este
esta encíclica, que en muchos puntos puede calificarse de profética26, contexto, reivindica de nuevo los derechos de la persona a contraer ma-
una reflexión profunda, inspirada en una filosofüi personalista, sobre el trimonio y a procrear, al tiempo que denuncia las intromisiones del po-
amor esponsal. Dicho amor es analizado en sus características ontológi- der público en este ámbito de libertad personal y conyugal27•
cas, a saber: humano y humanizador, total, fiel, exclusivo y fecundo 2. Su sucesor, Juan Pablo II, que como teólogo había estudiado es-
(HV 9). El amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su mi- tos temas 28 , en su exhortación Familiaris consortio (22.11.1981) de-
sión de «paternidad responsable». La encíclica explica el cuádruple sen- clara que el matrimonio y la familia están ordenados a la procreación
tido de la expresión «paternidad responsable». y educación de la prole. En 6Sa vocación a una paternidad-maternidad
-En un contexto biológico, significa conocimiento y respeto de integral ambas instituciones encuentran su coronación.
sus funciones. En la exhortación se vincula la iconalidad del ser humano - varón
- Con relación a las tendencias instintivas, la mencionada expre- y mujer- con la vocación divina a participar en el amor y en el poder
sión evoca el dominio necesario sobre las mismas. y paternidad de Dios «mediante su cooperación libre y responsable en
- En relación con las condiciones fácticas de la familia, tal respon- la transmisión del don de la vida humana» (FC 28).
1 •
sabilidad puede implicar el decidir tener un nuevo hijo o evitarlo. Ahora bien, el documento incluye una nota de cautela sobre la
.. I'

~rl!Jll' ~
-Y con relación al orden moral objetivo, la expresión evoca su res- mentalidad anti-vida que por aquel entonces ya se iba difundiendo en
el mundo y de «un cierto pánico derivado de los estudios de los ecó-
1:
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peto en cuanto orden establecido por Dios. 11
¡,' 1' logos y futurólogos sobre la demografia, que a veces exageran el peli-
El siguiente texto resume el pensamiento papal sobre la paternidad
f!Jí;I
responsable: «En la misión de transmitir la vida, los esposos no que- gro que representa el incremento demográfico para la calidad de la vi-
dan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pu- da» (FC 30c). El texto condena la violencia ejercida por la autoridades
diesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lí- públicas contra los esposos a favor del anticoncepcionismo e incluso
citos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención de la esterilización y del aborto procurado, así como la práctica de
creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio condicionar las ayudas internacionales a la promoción de estas prácti-
y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia» (HV 1O). cas contra la vida humana (FC 30f; cf. 31 t).
Dejando aquí aparte las cuestiones relativas a la moral matrimo- En la Carta a las familias (2.2.1994), publicada con ocasión del
nial, hay que recordar que en la encíclica se incluye una apelación a Año internacional de las familias, Juan Pablo 11 dedica un amplio es-
las autoridades públicas, llamadas a contribuir a la solución del pro- pacio a las cuestiones relativas a la paternidad y la maternidad. Subra-
blema demográfico, para que ejerzan una cuidadosa política familiar y ya de nuevo que «las dos dimensiones de la unión conyugal, la uniti-
una sabia educación de los pueblos, que respete la ley moral y la li- va y la procreativa, no pueden separarse artificialmente sin alterar la
bertad de los ciudadanos. La solución a los problemas demográficos verdad íntima del mismo acto conyugal (Carta a las familias, 12). El
se halla en el desarrollo económico y en el progreso social (HV 23). razonamiento se centra especialmente en el significado antropológico
de la persona y de la entrega. Así, «la unión conyugal conlleva la res-
25. Pablo VI, Populorum progressio (26.3.1967), 37, en AAS 59 (1867), 276.
26. Conferencia Episcopal Española, Una enc íclica profética: La «Humanae vi- 27. Pablo VI, carta apostólica Octogesima adveniens, 18.
tae»: Ecclesia 2620 (20.2.1993) 24-38. 28. Cf. K . Wojtyla, Amor y responsabilidad, Madrid 1978.
222 Escenarios y problemas La demografia como cuestión ética 223

ponsabilidad del hombre y de la mujer ante la vida, una responsabili- en curso de un ser humano. La anticoncepción se opone a la virtud de la
dad potencial que llega a ser efectiva cuando las circunstancias lo im- castidad matrimonial, mientras que el aborto se opone a la virtud de
ponem>. A la luz de estos conceptos se añade un punto fundamental: la justicia y viola el precepto divino «no matarás» 31 •
Pues bien, en este contexto, la encíclica recuerda el fenómeno de-
En el momento del acto conyugal, el hombre y la mujer están llamados
a ratificar de manera responsable la recíproca entrega que han hecho
mográfico, que reviste modalidades diversas en los países ricos y en
de sí mismos con la alianza matrimonial. Ahora bien, la lógica de la en- los países pobres. Ante la superpoblación de los países pobres faltan a
trega total del uno al otro implica la potencial apertura a Ja procrea- nivel internacional medidas globales, es decir, políticas serias.
ción: el matrimonio está llamado así a realizarse todavía más plena- 3. Es preciso constatar, por último, el discurso que el papa Bene-
mente como familia. Ciertamente, la entrega recíproca del hombre y de dicto XVI ha dirigido a la Asamblea plenaria del Pontificio consejo
la mujer no tiene como fin solamente el nacimiento de los hijos, sino para la familia (13.5.2006). Tras recordar los principios de la visión
que es, en sí misma, mutua comunión de amor y de vida. Pero siempre cristiana del matrimonio y de la familia, presenta algunos peligros con
debe garantizarse la íntima verdad de tal entrega. «Intima» no es sinó- que se enfrentan hoy ambas instituciones. Entre ellos, se encuentra
nimo de «subjetiva». Significa más bien que es esencialmente coheren-
una breve observación sobre el «invierno demográfico»:
te con la verdad objetiva de aquellos que se entregan (Carta a las fami-
lias, 12). Amplias áreas del mundo están sufriendo el así llamado «invierno de-
mográfico», con el consiguiente envejecimiento progresivo de la po-
Se puede observar que tales afirmaciones incluyen una fuerte re- blación. En ocasiones las familias se ven amenazadas por el miedo an-
ferencia tanto a la verdad ontológica de la relación esponsal como al te la vida, la paternidad y la maternidad. Es necesario volver a darles
significado de la vida y los actos conyugales. Unos temas que resultan confianza para que puedan seguir cumpliendo su noble misión de pro-
fundamentales en la filosofia personalista que impregna el reciente crear en el amor32.
29
magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia .
En diversas ocasiones Juan Pablo 11 aborda en la encíclica Evan-
30
gelium vitae las cuestiones relativas a la procreación responsable . En 4. Para un planteamiento ético
ella se relaciona la anticoncepción con la promoción mundial del abor-
:~11·1
1
. '
ji'
. to. Rechaza la acusación de que, al oponerse a la primera, la Iglesia fa-
vorece de hecho la extensión del segundo. Y afirma que «los contra-
En este recorrido por los documentos eclesiales a lo largo de más
de sesenta años, se observa un cambio de acento. De subrayar casi en
1 11"'
valores inherentes a la 'mentalidad anticonceptiva' son tales que hacen exclusiva la culpabilidad de los cónyuges, se ha pasado a una reflexión
más fuerte esta tentación [del aborto], ante la eventual concepción de matizada sobre la moral objetiva de la anticoncepción, la responsabili-
una vida no deseada» (EV 13). dad de los esposos y aun de toda la sociedad.
Para la encíclica, el aborto y la anticoncepción están íntimamente
relacionados, «como frutos de una misma planta». Eso no significa que a) Una responsabilidad compartida
hayan de ser estudiados con la misma metodología ni calificados con
los mismos esquemas de valores. Ambos comportamientos obedecen a Por lo que se refiere a la moralidad de la procreación, aquí suficien-
una misma actitud frente a la sexualidad y ante la vida, pero los valores temente sugerida con las anotaciones anteriores, se puede encontrar un
éticos a los que se oponen y violan son diferentes. La anticoncepción buen resumen en el Compendio de la doctrina social de la Jglesia 33 •
contradice la verdad plena del acto sexual en cuanto expresión propia y Aquí la reflexión ha de limitarse a algunos aspectos más directamente
privilegiada del amor conyugal, mientras que el aborto destruye la vida relacionados con la moral social.
29. Cf., la encíclica de Juan Pablo II, Evangelium vitae, 23a.43.52.86 y 92.
30. Cf. J. Gafo, La «Evangelium vitae»: una defensa apasionada de la vida huma- 31. Juan Pablo 11, Evangelium vitae, 13; donde se observa que la producción de
na: Razón y fe 231 (1995) 583-598; J. R. Flecha, El Evangelio de la vida. Desafíos y «anticonceptivos», que en realidad son abortivos sofisticados, no hace más que subrayar
propuestas de una encíclica: Sal terrae 83 (1995) 555-567; cf. también el número mo- la vinculación práctica de ambas manifestaciones en la mentalidad contemporánea.
nográfico dedicado a Evangelium vitae por la revista Teología moral 27/ 106 ( 1995). 32. Cf. la edición castellana de I:Osservatore romano, 38/20 (19.5 .2006), 5.
224 Escenarios y problemas la demografia como cuestión ética 225

El problema de la explosión demográfica ya fue mencionado por trar en conflicto con la vocación esponsal a la manifestación del mutuo
Juan XXJIJ34 y Pablo Vl35. En la encíclica Evange/ium vitae, Ju an Pa- amor, como el mismo Concilio reconoce (GS 51).
blo II evoca los problemas planteados por el descenso de la natalidad Rechazadas las soluciones extremas, que incluyen tanto la infide-
en algunos países y la explosión demográfica en otros (EV 16). A la lidad conyugal como la supresión de la vida ya concebida, queda un
vista de ese panorama, denuncia las medidas políticas que «antes que amplio margen, difícil de delimitar a priori, para el ejercicio de lapa-
querer afrontar y resolver estos graves problemas respetando la digni- ternidad y la maternidad plenamente responsables.
dad de las personas y de las familias, más el derecho inviolable de to- Ahora bien, en la elaboración del juicio sobre las posibilidades y
do hombre a la vida, prefieren promover e imponer por cualquier me- límites de su voluntad de procrear tienen los padres absoluta priori-
dio una masiva planificación de nacimientos» (EV 16). dad sobre cualquier otra instancia. A ellos corresponde Ja formación
En la misma línea de las declaraciones de la Santa Sede en la Con- del juicio acerca del intervalo entre los nacimientos y del número de
ferencia de El Cairo, la Evangelium vitae subraya que la solución pa- los hijos. Este es uno de sus derechos inalienables. Su ejecución los
ra el problema demográfico pasa por el desarrollo integral de los pue- coloca solamente ante Dios. Tal decisión no puede ser forzada por
blos míseros y la reforma estructural del orden económico global36 • nadie. Y la elaboración de la misma ha de realizarse teniendo en
cuenta los deberes de los cónyuges para consigo mismos, con los hi-
jos ya nacidos, con la familia y con la sociedad (cf. CDSI 234).
b) El derecho de los padres

No hace falta decir que el primer paso de una reflexión ética sobre es- c) La responsabilidad pública
te tema ha de ser precisamente afirmar el valor ético del encuentro sexual
matrirnonial37 . Tras exaltar el sentido del amor conyugal, el Concilio re- Es evidente que al poder público corresponden también algunas
cuerda que «los actos con los que los esposos se unen íntima y casta- responsabilidades importantes en este ámbito. En primer lugar Je com-
mente entre sí son honestos y dignos; y ejecutados de manera verdadera- pete la difusión de una información apropiada y Ja adopción de opor-
mente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se tunas medidas demográficas. Los poderes públicos han de apoyar aquí
enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud» (GS 49). más que nunca la libertad de las personas. Su acción no puede jamás
Es cierto que sentada tan espléndida afirmación, será preciso reco- anular, contradecir o sustituir la decisión libre de las parejas, que ha de
nocer la vinculación ontológica de ese amor conyugal con la vocación respetar escrupulosamente. Mucho menos lo pueden hacer las diversas
esponsal de cooperar con el amor del Dios Creador de la vida humana organizaciones, públicas o privadas, que trabajan en el ámbito de la
(GS 50). Tal vocación procreativa puede en algunas circunstancias en- planificación de la paternidad-maternidad (cf. CDSI 234).
Tanto los poderes públicos como estas agencias o fundaciones de
33. CDS! 233. Para todo este apartado, cf. J. R. Flecha, Moral de la sexualidad. La ámbito nacional o internacional, pueden realizar un buen servicio a las
vida en el amor, Salamanca 2005, 203-215 y 325-346.
34. Cf. CDSI 94.
familias y a la sociedad preparando y difundiendo una información
35. Cf. CDSI 100. apropiada y propiciando Ja adopción de oportunas medidas demográfi-
36. En la Conferencia internacional de El Cai ro sobre población y desarrollo, la cas. El ejercicio de ambas competencias debe llevarse a cabo respetan-
Santa Sede presentó sobre este tema sus reservas. Baste el siguiente resumen: «Con res-
pecto a las expresiones 'contracepción', 'planificación de la familla', 'salud sexual y re-
do la dignidad de las personas y la libertad de las parejas. Es preciso in-
productiva', 'capacidad de la mujer de controlar su propia fecundidad', 'variedad más sistir en que no se pueden jamás sustituir sus decisiones ni de forma
amplia de servicios de planificación de Ja familia' y a cualquier otra expresión conteru- directa ni por medio de una publicidad capciosa. (cf. CDSI 234).
da en el documento relativa a los conceptos de servicios de planificación de la familia y El Compendio de la doctrina social de la Iglesia se refiere a estas
control de Ja fecundidad, el hecho de que la Santa Sede se sume al consenso no ha de in-
terpretarse como una modificación de su conocida posición respecto de esos métodos medidas de acción y orientación familiar con ejemplos muy concretos:
de planificación de la familia, que la Iglesia católica considera moralmente inacepta-
Son moralmente condenables, como atentados a Ja dignidad de la per-
bles, o respecto de servicios de planificación de la familia que no respetan.la libertad
de los cónyuges, la dignidad humana ni los derechos humanos de los part1c1pantes». sona y de la familia, los programas de ayuda económica destinados a fi-
37. Cf. G. Grandis, La procreazione responsabile. Aspetti antropologici ed etici: nanciar campañas de esterilización y anticoncepción o subordinados a
Problemi di Sessualita e Fecondita Umana 3 (1996) 42-62. la aceptación de dichas campañas. La solución de las cuestiones rela-
226 Escenarios y problemas La demografia como cuestión ética 227

cionadas con el crecimiento demográfico se debe buscar, más bien, res- de ser integral, es decir, ha de buscar el verdadero bien de toda perso-
petando contemporáneamente la moral sexual y la social, promoviendo na y de toda la persona38 •
una mayor justicia y una auténtica solidaridad para dar en todas partes
dignidad a la vida, comenzando por las condiciones económicas, socia-
les y culturales (CDSI 234). e) Una educación integral

A estas orientaciones se podría añadir una llamada de atención so- Los problemas que plantea la cuestión demográfica están exigien-
bre el papel que ejercen los medios de comunicación social en la difu- do un gran esfuerzo educativo. Como es claro, Ja educación que se
sión de modelos de familia y en la imposición abierta o subliminal de exige en este campo afecta a varios frentes complementarios entre sí.
prácticas inmorales para el control demográfico. -En primer lugar, ha de afectar tanto a la formación de las con-
ciencias como a la reforma de las estructuras. La responsabilidad per-
sonal -y más en concreto, de los matrimonios y las parejas- no sólo se
d) Demografia y desarrollo
manifiesta en la decisión del número de hijos que deciden traer al
El panorama del crecimiento demográfico suele vincularse inme- mundo, sino también en las condiciones económicas y sociales que
diatamente con la situación de pobreza y subdesarrollo en el que se pueden ofrecerles. Pero la responsabilidad no puede limitarse a estas
encuentran numerosos países. Por otra parte, el temor ante un aumen- decisiones «privadas», sino que ha de expresarse en Ja exigencia pú-
to excesivo de la población mundial se relaciona también con la preo- blica de políticas familiares adecuadas que respeten la decisión de los
cupación medioambiental por el crecimiento sostenible. Aun recono- padres y favorezcan el desarrollo de las familias.
ciendo la oportunidad de tales relaciones y preocupaciones, no deben - En segundo lugar, la educación ha de ser una educación integral
utilizarse como pretexto para tomar decisiones políticas y económicas que tenga en cuenta los parámetros económicos y también los valores
poco conformes a la dignidad de la persona. éticos. No se pueden proponer medios de control de la población que
Es bien conocido que en los países del Norte del planeta se asiste en atenten contra la vida del nascituro o que violen la dignidad y la liber-
estos momentos a una «caída de tasa de natalidad, con repercusiones tad de sus padres39• Una imposición coactiva del número de hijos o una
en el envejecimiento de la población, incapaz incluso de renovarse bio- esterilización impuesta constituyen un grave atentado al orden moral.
lógicamente» (SRS 25; cf. EV 16). Al mismo tiempo, en los países del
-Finalmente, un programa educativo requiere una actuación ade-
Sur las altas tasas de natalidad se acompañan con frecuencia con una
cuada tanto en los países ricos como en los que se encuentran en vías
dramática escasez de bienes y alimentos. Es cierto q"i.ie Ja desigual dis-
tribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos de desarrollo. Ni l@s primeros deben imponer condiciones inmorales a
al desarrollo y al uso sostenible del ambiente. Sin embargo, se debe re- la hora de ofrecer ayudas al desarrollo, ni los segundos han de hipote-
conocer que el crecimiento demográfico es compatible con un desarro- car su libertad y responsabilidad.
llo integral y sostenible, siempre que se adopten medidas de colabora- En un campo y en otro, los medios de comunicación social tienen
~ión en la creación de la riqueza y en el justo reparto de los bienes (cf. un papel insustituible a la hora de difundir criterios de actuación que,
CDSI 484). obviamente, deberían estar de acuerdo con los derechos de la persona
A este respecto, es oportuno recordar lo que Juan Pablo II decía en y la dignidad de la vida humana.
1994 con motivo de la Conferencia internacional sobre población y
desarrollo que se había de celebrar en El Cairo: 38. Juan Pablo II, Mensaje a Ja Sra. Nafis Sadik, Secretaria general de la Confe-
rencia internacional sobre población y desarrollo ( 18.3. 1994), 3, en AAS 87 (1995),
Todos están de acuerdo en que la política demográfica representa sólo 191; puede verse en la revista Ecclesia 2684 (14.5.1994) 736-739; cf. CDSI 483.
una parte de una estrategia global de desarrollo. Así pues, es importan- 39: En.la Conferencia internacional sobre la población (ciudad de México, 1984)
se mamfesto un consenso mtemac1onal sobre el hecho de que «en ningún caso el aborto
te que cualquier discurso s~bre políticas demográficas tenga en cuenta puede ser promovido como método de planificación familian>. Tal unanimidad de crite-
el desarrollo actual y futuro de las naciones y las zonas. Al mismo tiem- rios fue ignorada en el docwnento base para la Conferencia de El Cairo. Así lo denun-
po, es imposible no considerar la verdadera naturaleza de lo que signi- ciaba Juan Pablo fl en su mensaj e a la Sra. Nafis Sadik, 9; cf. J. R. Flecha, Conferencia
fica el término «desarrollo». Todo desarrollo digno de este nombre ha internacional sobre población y desarrollo. El Cairo: Familia 11 ( 1995) 99-102.
228 Escenarios y problemas La demografia como cuestión ética 229

5. Conclusión derecho a ser respetado como persona desde el momento mismo de su


concepción» 4 1•
Para el cristiano, la vida humana encierra una referencia divina, Si el hijo no es un objeto de derechos para sus padres, mucho menos
tanto por razón de su origen como por razón de su destino final. El puede serlo de decisiones económicas y políticas de los poderes públicos
cristiano, junto con otros creyentes, afirma y confiesa que Dios es el y las todopoderosas agencias internacionales de planificación familiar.
Señor de la vida y que el ser humano ha sido llamado a participar co- , Es preciso recordar que este es un problema en el que la humani-
mo «concreadorn en el servicio a Ja vida humana. Pero confiesa y es- dad entera ha de sentirse implicada. A todos interesa la cuestión sobre
pera que la vida de los hombres está llamada a participar en la vida y la «cantidad» de vida y la «calidad» de vida. También por lo que res-
Ja gloria eterna del mismo Dios. pecta a la vida humana.
La vocación y el ejercicio de la generación humana trasciende cua- Ahora bien, el control del crecimiento demográfico, siendo un de-
litativamente cualquier otro tipo de acción y de proyecto humano. Ahí recho y un deber de todos no puede llevarse a cabo con medios inmo-
se revela de forma eminente la vocación y dignidad del ser humano, rales que no respeten la vida misma del nascituro ni la libertad res-
hombre y mujer, llamado a continuar la obra de Dios y a prolongar en ponsable de quienes han de traerlo al mundo. Siempre habrá de animar
el mundo su imagen. y consolar a los que se esfuerzan por ser fieles a la vocación al amor
Por otra parte, la experiencia cristiana profesa la fe en la gracia y y a la «buena noticia» de la vida.
el auxilio de Dios. Lo que es imposible para los hombres es posible
para Dios. Si la procreación es un timbre de gloria para el.ser huma-
no, es también uno de los momentos en los que los hombres y muje- PAUTAS DE TRABAJO

res son llamados a la máxima responsabilidad. En ese momento y esa


vocación, el misterio de la cruz y de la gracia puede iluminar y apo- 1. Recoger noticias de prensa en las que se perciba la preocupación por la
yar esa tarea y responsabilidad. Llamados por amor y llamados al situación demográfica tanto en los países ricos como en los países en vías de
desarrollo y juzgarlas desde un punto de vista moral.
amor (FC 11 ), los cónyuges son invitados a trasmitir la vida en el 1
2. Ver la palabra «Demografía» en el índice analítico del Enchiridion de la
amor y la generosidad. familia y resumir la doctrina de la Iglesia católica sobre las cuestiones demo- 11
gráficas y las políticas familiares. ~
Una práctica pastoral sólida está siempre basada en la firme confianza 1
en la misericordia de Dios y en el poder perdonador de Cristo, pero 3. Leer, analizar y resumir los puntos fundamentales del citado mensaje de 1
también en la necesidad y disponibilidad de la gracia de Dios para ca- Juan Pablo II a la señora Nafis Sadik, Secretaria general de la Conferencia in-
pacitar a toda persona que permanece abierta a esa gracia y fiel a los ternacional sobre población y desarrollo (19.3.1994).
sacramentos, que son los canales de la gracia de Dios, a perseverar en 4. Preguntarse cómo pueden colaborar los cristianos para la educación in-
la amistad de Cristo en todas las crisis morales40• tegral de la sociedad sobre los problemas relativos a la demografía.

De acuerdo con algún otro documento reciente de la Iglesia, el Ca-


tecismo de la Iglesia católica afirma que «el hijo no es un derecho, si-
no un don». En este sentido, el «don más excelente del matrimonio» no
es algo, sino alguien: una persona. Así pues, el hijo no puede ser con-
siderado como un objeto de propiedad. No se puede hablar de «derecho
al hijo». Si se pretende utilizar esa terminología, habrá que afirmar que
también el hijo es titular de derechos. E l texto se refiere a dos: el de
«ser el fruto del acto específico del amor conyugal de sus padres, y el

. 4 1. C~tecismo d~ la lgl~ia católica, 2378. El pretendido derecho al hijo había ya


40. Palabras del comunicado de la Congregación para el clero a propósito del «ca- sido discutido por la mstrucc16n de la Congregación para la Doctrina de la fe, Donum
so Washington», en la edición en inglés de VOsservatore romano (20.5. 1971), 7. vl/ae (22.2. 1987), 2.8.
10
EL TRABAJO HUMANO

De entre los diversos elementos que concurren en el proceso eco-


nómico, el más importante es, sin duda, el trabajo humano; trabajo que
se lleva a cabo tanto en el campo de la producción como en el del co-
mercio o en el de los servicios. Respecto al trabajo, los demás ele-
mentos han de ser considerados siempre como medios e instrumentos
(GS 67). La importancia del trabajo humano ha sido subrayada por
Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercem:
El principio de la prioridad del trabajo respecto al capital es un postu-
lado que pertenece al orden de la moral social. Este postulado tiene im-
portancia clave tanto en un sistema basado sobre el principio de la pro-
piedad privada de los medios de producción, como en el sistema en que
se haya limitado, incluso radicalmente, la propiedad privada de estos
medios. El trabajo, en cierto sentido, es inseparable del capital, y no
acepta de ningún modo aquella antinomia, es decir, la separación y con-
traposición con relación a los medios de producción, que han gravado
sobre la vida humana en los últimos siglos, como fruto de premisas úni-
camente económicas (LE 15).

Es cierto, sin embargo, que en la comprensión del trabajo se cae


con frecuencia en una cierta ambigüedad. A veces se entiende el tra-
bajo solamente como un esfuerzo corporal o manual. De forma más o
menos consciente se contrapone «el mundo del trabajo» al «mundo de
Ja cultura>>. Y eso, aun sabiendo que todo trabajo contribuye a la crea-
ción y difusión de la cultura. Por otra parte, toda tarea, incluidas las
más estrechamente vinculadas con una actividad intelectual, define al
hombre como un ser trabajador.
Si el trabajo designa todo tipo de acción realizada por el ser humano,
se puede decir que «el trabajo es una de las características que distin-
guen al hombre del resto de las criaturas» (Laborem exercem, prólogo).
El hombre necesita vitalmente trabajar para sentirse útil y autosu-
ficiente. El trabajo revela su señorío sobre las cosas y sobre todo lo
232 Escenarios y problemas El trabajo humano 233

que produce, le hermana con los demás seres humanos y le convierte con las cosas, el hombre se revela o como señor y creador o manifies-
en colaborador del mismo Dios. ta su entreguismo y sometimiento al mundo irracional. Ahí muestra su
Pero, por otra parte, el trabajo es con frec uencia la mayor fuente de empuje y su debilidad. «La tierra, decía Juan Pablo 11, no da sus frutos
sufrimiento para el ser humano. Le descubre su menesterosidad y su sin una peculiar respuesta del hombre al don de Dios, es decir, sin el
limitación, le revela su soledad, le priva de su libertad y le presenta de trabajo. Mediante el trabajo, el hombre, usando su inteligencia y su li-
forma violenta la amplia y variada agresividad humana. Todo ello ha- bertad, logra dominarla y hacer de ella su digna morada. De este mo-
ce que este campo privilegiado de Ja experiencia humana, iluminado do, se apropia una parte de la tierra, la que se ha conquistado con su
también por la palabra de Dios, presente al creyente continuas exigen- trabajo: he ahí el origen de la propiedad individual. Obviamente le in-
cias éticas. cumbe también la responsabilidad de no impedir que otros hombres
obtengan su parte del don de Dios; es más, debe cooperar con ellos pa-
ra dominar juntos toda la tierra» (CA 31).
1. Trabajo y ocio en la experiencia humana - Al trabajar, se relaciona el hombre con «los otros». En el trabajo,
y a través de él, la persona se encuentra con los demás, empezando por
Tan hondamente arraigado está el trabajo en la vida y en la expe- los que están más íntimamente vinculados a él - los miembros de su
riencia del hombre que se puede afirmar que «el trabajo lleva en sí un propia familia-, siguiendo por los compañeros de trabajo y terminan-
signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona do en los destinatarios del fruto del trabajo. El mismo papa Juan Pablo
activa en medio de una comunidad de p ersonas: este signo determina II ha subrayado vigorosamente la dimensión comunitaria del trabajo al
su característica interior y constituye en cierto sentido su mºisma natu- escribir que «hoy más que nunca, trabajar es trabajar con otros y tra-
raleza» (Laborem exercens, prólogo). bajar para otros: es h acer algo para alguien. El trabajo es tanto más fe-
Sin embargo, este signo se realiza tanto en la ambigüedad de la ex- cundo y productivo, cuanto el hombre se hace más capaz de conocer
periencia del trabajo, como en la experiencia -también polivalente-- las potencialidades productivas de la tierra y ver en profundidad las
del descanso y el ocio'. necesidades de los otros hombres, para quienes se trabaja» (CA 31 ).
Esos «otros» son necesariamente los más cercanos al trabajador.
a) La experiencia de/ trabajo De ahí, la íntima relación entre la dedicación al trabajo y la atención a
la familia. «El trabajo es el fundamento sobre el que se forma /a vida
Tal vez sea el trabajo el punto de la experiencia humana donde el familiar, la cual es un derecho natural y una vocación del hombre [ . .. ]
ser humano se encuentra, para su bien o para su mal, con todos los po- El trabajo es, en un cierto sentido, una condición para hacer posible la
los de la existencia que configuran su mundo relacional. fundación de una familia, ya que ésta exige los medios de subsistencia
- En primer Jugar, consigo mismo. La persona que trabaja puede que el hombre adquiere normalmente mediante el trabajo[ ... ] La fa-
encontrar en su labor un medio para conocer su capacidad de conoci- milia es, al mismo tiempo, una comunidad hecha posible gracias al
miento de Ja realidad y de transformación de la misma realidad. El tra- trabajo y la primera escuela interior de trabajo para todo hombre»
bajo es también un medio para que la persona conozca las posibilida- (LE 10).
des creadoras de su fantasía. Es cierto que también puede ser un Trabajar es siempre trabajar con otros. No siempre, sin embargo,
espacio para la evasión cuando la realidad parece demasiado pesada. se trata de una verdadera «colaboración». A veces el trabajo se con-
- Al trabajar, se encuentra uno con «lo otro». En el trabajo, y por vierte en un medio inicuo que se aprovecha para mantener dominados
medio de él, la persona se encuentra con las cosas, es decir con el am- a otros hombres, manipulando sus necesidades.
biente cósmico en el que vive y «marca con su impronta la materia so- -Al trabajar, por último, se encuentra el ser humano con «el Abso-
bre la que trabaja y la somete a su voluntad>> (GS 67b). En esa relación lutamente Otro». En el trabajo la persona desarrolla su capacidad de
«con-crear» este mundo. Ahí descubre la raíz de su dignidad y señorío
1. Cf. P. Laín Entralgo, Ocio y trabajo, Madrid 1960; J. Camacho, Aspectos éticos
del trabajo, el paro y el ocio, en A. Dou (ed.), Ocio y trabajo en la sociedad tecnológi- sobre el mundo. Pero a veces el hombre parece sucumbir ante el mie-
ca, Madrid 1997, 173-218. do. En tales casos apela a una mal entendida «omnipotencia de Dios»,
234 Escenarios y problem as El trabajo humano 235

como si tuviera que acudir a librarlo de forma mágica de toda amena- --Con las cosas. El ocio puede ser una ocasión para encontrarse ad-
za. En realidad, al actuar así, el ser humano abdica de su responsabili- mirativa y creadoramente con el ambiente cósmico, con la naturaleza
dad creadora2 . y con el paisaje. Pero el ocio puede dar ocasión para la aparición del
Seguramente, este esquema relacional valdría para estudiar la acti- miedo. Un terror debido al acoso y la amenaza del mundo de las má-
vidad laboral humana de todos los tiempos. Pero las circunstancias del quinas que sustituyen a la persona, mientras ella no encuentra nuevos
trabajador y del trabajo mismo han cambiado hasta tal punto que con campos para su creatividad4 •
razón se puede decir que «el trabajo es una invención moderna. Loc- -Con los hombres. El ocio puede ser ocasión para el encuentro y
ke hace de él el origen de la propiedad. Smith funda la riqueza sobre el la celebración festiva, para el intercambio de experiencias y vivencias
valor de cambio creado por el trabajo. Marx, en fin, afirma el trabajo y para el disfrute compartido de la libertad. Pero el tiempo y los me-
por sí mismo, como la esencia de la humanidad»3 • dios del ocio pueden ser manipulados y explotados, organizados y
Lo que resulta verdaderamente sorprendente es que, en un momen- programados por los que no valoran tanto la libertad como los bene-
to en el que con frecuencia se niega y desprecia el valor de la persona, se ficios. En otras ocasiones el ocio de algunos, forzado y humillante, es
repita reiteradamente que las personas son el principal activo de la em- ocasionado por los que indebidamente acumulan diversas actividades
presa. Tanto el mundo de la producción y del mercado como la admi- remuneradas.
nistración pública parecen haber descubierto que los humanos son los -Con Dios. El ocio, en fin, puede constituir un espacio privilegia-
primeros y mejores recursos de la economía. Si semejante apreciación do para la adoración. En un mundo que solamente valora la utilidad
fuera sincera, no habría más que felicitarse por tal hallazgo y solicitar de inmediata, atreverse a dedicar un tiempo al ocio que facilita la cele-
los individuos y de las estructuras un comportamiento consecuente. bración puede significar una profesión de fe en otra dimensión del ser
De todas formas, en el trabajo se descubre la ambigüedad de toda humano, realmente revolucionaria e inhabitual5.
empresa humana. De hecho, puede ser realizador o alienante. Puede
ser vivido como el signo de la dignidad humana o como el estigma de
un castigo. Puede convertirse en la más humanizadora de las tareas o 2. El trabajo y el ocio a la luz de la Escritura
puede terminar deshumanizando a la persona.
Se ha reflexionado poco sobre la influencia que la tradición bíbli-
b) La experiencia del ocio ca ha ejercido en la dignificación del trabajo humano6 . «En el mundo
clásico greco-romano el trabajo era despreciado hasta el punto de ser
También el ocio pertenece al campo de las experiencias primor- considerado indigno de persona libre y honesta. A excepción de Hesío-
diales de la humanidad. Durante milenios, los hombres han intentado do, de Virgilio y de pocos más, los grandes autores griegos y latinos
llenar con acciones «satisfactorias» y gratificantes los márgenes de vi- que mejor representan la mentalidad de su tiempo, consideran al tra-
da dejados por el trabajo. También el ocio constituye un espacio privi- bajo como signo de clara inferioridad, admisible solamente para quien
legiado para el encuentro: ha nacido esclavo o para quien, por derecho de guerra, por falta de pa-
--Consigo mismo. Durante el tiempo del ocio, y gracias a las deci- go de deudas o por otro infame motivo, ha perdido con la libertad per-
siones responsables que intentan humanizarlo, el ser humano puede sonal todo derecho civil»7 •
encontrarse con Jo más auténtico de sus aspiraciones. También es cier-
to que puede utilizar este espacio para evadirse de sus compromisos 4. Cf. A. Caprioli-L. Vaccaro, Il lavoro. l. Filosofia, Bibbia e Teología, Brescia
1983.
más sagrados e imprescindibles. El ocio puede así convertirse en oca- 5. Cf. H. Cox, La ciudad secular, Barcelona 1968 («Trabajo y ocio en la ciudad se-
sión para el descanso o para la pereza fundamental. cu\arn, 187-211).
6. Cf. M. Riber, El trabajo en la Biblia, Bilbao 1967; A. Sonora, Trabajo, en Nuevo
2. Retomamos aquí lo que ya se decía en J. R. Flecha, El misterio del hombre, San- Diccionario de teología bíblica, Madrid 1990, 1895-1908, con la bibliografia allí citada.
tiago de Chile 1989, 45-50. 7. E. Ruffini, El trabajo, en Fe cristiana y sociedad, Salamanca 1998. Tras recor-
3. C. Larrere, Travail, en M. Canto-Sperber (ed.), Dictionnaire d 'éthique et de phi- dar cómo Platón y Aristóteles despreciaban el trabajo manual, el autor recuerda que
losophie mora/e, Paris 1996, 1555. «Cicerón, testigo bastante auténtico del pensamiento de Roma, concluye la lista de va-
236 Escenarios y problemas El trabajo humano 237

Al leer las páginas de la Biblia, se percibe que el trabajo es una ex- frimientos en el campo laboral. Así se puede observar en todas las tra-
periencia humana fundamental. Sin embargo, el trabajador descrito en diciones: en los libros históricos (1 Sm 8, 10-18; 2 Sm 12, 31), en las
sus páginas (un artesano o un pastor, un jornalero o un pequeño agri- interpelaciones de los profetas (Am 5, 11 ; Jr 22, 13) y en la reflexión
cultor) vive en una situación social muy diferente de la actual (hoy el sapiencial (Eclo 33, 25-29).
trabajador vive vinculado a un trabajo intensivo y altamente organiza- Pero junto al trabajo, también el descanso encuentra su puesto en
do). Por eso se puede pensar a veces que los textos de la Escritura no la Escritura. Santificar el sábado significa consagrar un día al Señor
resultan demasiado clarificantes para una reflexión ética sobre el tra- para reconocer su señorío sobre el mundo y sobre las obras humanas
bajo actual, que evidentemente desconocían. Sin embargo, «estos tex- (Ex 20, 8). El piadoso israelita sabe que el verdadero reposo consiste
tos no son sólo principios de los que se pueden sacar consecuencias y en tomar el camino del bien (Jr 6, 16). El descanso es una participa-
aplicaciones, sino que están cargados de una inspiración que fermen- ción en la plenitud de Dios: una especie de sacramento de unión entre
ta en las situaciones nuevas» 8• Yahvé y sus fieles (Gn 2, 2-3; Ex 31, 17). Si el sábado santifica es por-
que Dios lo santifica (cf. Ez 20, 12).
a) El trabajo y el sábado El descanso tiene, además, una dimensión horizontal. Es un signo
de liberación: un memorial de la liberación de los trabajos forzados
El valor del trabajo se ve reflejado ya en la misma presentación an- padecidos en Egipto (Dt 5, 15). Por eso debe permitirse a los trabaja-
tropomórfica de un Dios que con sus propias manos modela al ser hu- dores, y aun a los animales, disfrutar del reposo necesario (Ex 23, 12).
mano (Gn 2, 7), o que fija con sus dedos las estrellas del cielo (Sal 8, El descanso, que es un don de Dios, es también una señal de libertad
4). Aun antes del pecado, y como consecuencia de su misma dignidad (cf. 1 Re 8, 56)9 .
de imagen o visir de Dios, el ser humano es encargado de cultivar el
paraíso (Gn 2, 15). Para el texto bíblico, el trabajo no es un castigo en
sí mismo: es el signo de la dignidad del hombre, llamado a colaborar b) El trabajo y la cruz
con Dios, y es la ley de la condición humana (Dt 5, 13; Sal 104, 23).
El trabajo es ensalzado por el ejemplo de Jesús, que es recordado
La evidente fatiga que comporta el trabajo se debe al cambio de-
como artesano (Me 6, 3) e hijo del artesano (Mt 13, 55). Jesús parece
terminado por el pecado (Gn 3, 19), que lo convierte en penoso y es-
haber observado con atención y estima las ocupaciones de agricultores
téril (Ecl 2, 22-23). Tras este acorde fundamental, el trabajo recorre to-
y pastores, de constructores y pescadores. También el apóstol Pablo se
das las páginas de la revelación. Como ha subrayado la encíclica
gloría de trabajar con sus manos para ganarse el sustento (1 Cor 4, 12;
Laborem exercens, «en los libros del Antiguo Testamento no faltan
Hch 18, 3; 20, 34). La esperanza cristiana no significa para él un aban-
múltiples referencias al trabajo humano, a las diversas profesiones
dono de las tareas cotidianas. Por eso reprende a los cristianos que con
ejercidas por el hombre. Baste citar, por ejemplo, la de médico (Eclo
facilidad abandonan sus labores (2 Tes 3, 10-12).
38, 1-3), farmacéutico (Eclo 38, 4-8), artesano-artista (Ex 31, 1-5;
Eclo 38, 27), herrero (Gn 4, 22; Is 44, 12) - se podrían referir estas pa- Por otra parte, el trabajo, siempre necesario como signo de la se-
labras al trabajo del siderúrgico de nuestros días-, la de alfarero (Jr 18, riedad de la esperanza (Mt 25, 14-30), es relativizado cuando se colo-
3-4; Eclo 38, 29-30), agricultor (Gn 9, 20; Is 5, 1-2), estudioso (Bel ca en el contexto del reino de los cielos (Mt 6, 33; Le 9, 25; Jn 6, 27).
12, 9-12; Eclo 39, 1-8), navegante (Sal 107 [108], 23-30; Sab 14, 2- La Escritura subraya con fuerza la dignidad del trabajador y la recom-
3a), albañil (Gn 11, 3; 2 Re 12, 12-13; 22, 5-6), músico (Gn 4, 21), pensa que merece por su trabajo. Se dice, en consecuencia, que el tra-
pastor (Gn 4, 2; 37, 3; Ex 3, l; 1 Sm 16, 11) y pescador (Ez 47, 10)». bajo del asalariado defraudado clama al cielo (Sant 5, 4).
Israel, que padeció en Egipto las penas de una esclavitud marcada También respecto al descanso del sábado Jesús aporta una notable
por los trabajos forzados (Ex 1, 8-14), sabe mucho de injusticias y su- novedad. Él, que se proclama a sí mismo Señor del sábado (Mt 12, 8),

rios oficios sosteniendo que los trabajadores viven en oficios sucios y que donde se tra- 9. Cf. P. Van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, Madrid 1969, 564-573;
baja nada puede considerarse noble» (p. 36). W. Beilner, Sábbaton, en H. Balz-G. Schneider (eds.), Diccionario exegético del Nue-
8. M. D. Chenu, Trabajo, en SM VI, Barcelona 1976, 673 . vo Testamento II, Salamanca 1998, 1331-1340.
238 Escenarios y problemas El trabajo humano 239

lo coloca en una dimensión humana (Me 2, 27; 3, 4). El sábado tiene a) Referencias en los principales documentos
sentido en cuanto orientado al ser humano, puesto que no es el hombre
el que está al servicio del sábado, sino al contrario. El sábado, en efec- 1.. Ya en la encíclica Rerum novarum, León XIlI afirma que por el
trab~J~ el hombre se proyecta sobre la tierra, Ja hace suya. El trabajo
to, significa la liberación de los hijos de Dios (Le 13, 16). Jesús, que
no tenía donde reclinar su cabeza (Mt 8, 20), ofrece su reposo a los modifica la naturaleza (RN 8). En consecuencia, la propiedad privada
que acuden a él (Mt 11, 29). no sólo es conforme con la naturaleza del hombre, sino que posibilita
No es extraño que la encíclica Laborem exercens haya presentado el una convivencia social pacífica y tranquila (RN 8).
trabajo humano como colaboración con el Dios creador, siguiendo la También es posible recordar el magisterio de Jos papas Pío XI y
doctrina del Génesis. Tampoco es extraño que dedique un largo núme- Pí~ XII. El primero había observado que, en ese diálogo que por el tra-
ro a Cristo, el hombre del trabajo (LE 26). Pero es especialmente inte- baJo establece el hombre con su medio natural, «sale ennoblecida la
resante la vinculación del trabajo humano con el misterio pascual de inerte materia, pero los hombres se corrompen y envilecem> 12 • El se-
Cristo: gundo, por su parte, había ya denunciado el abismo que media entre el
progreso científico técnico y el retroceso que ha experimentado el sen-
El sudor y la fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la condi- tido de la dignidad humana 13 .
ción actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a cada hombre, que Juan XXIll, por su parte, afirma que el trabajo es un deber y un de-
ha sido llamado a seguir a Cristo, la posibilidad de participar en el
recho de cada persona. Así, <<responde plenamente al plan de la Provi-
amor a la obra que Cristo ha venido a realizar. Esta obra de salvación
se ha realizado a través del sufrimiento y de la muerte de cruz. Sopor- d~~cia que e~~ hombre alcance su propia perfección mediante el ejer-
tando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado por noso- cic10 de su d1ano trabajo» (MM 256) 14 •
tros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la re- Con el fin de que pueda ser realizado de acuerdo con la dignidad
dención de la humanidad. Se muestra verdadero discípulo de Jesús p:opia de la pe:sona, es preciso reconocerle a ella el derecho a la pro-
llevando a su vez la cruz de cada día en la actividad que ha sido lla- piedad de los bienes; un derecho que no es absoluto, sino que ha de ser
mado a realizar[ ... ] En el trabajo humano el cristiano descubre una entendido en una perspectiva humana y social a la vez. Si ese derecho
pequeña parte de la cruz de Cristo y la acepta con el mismo espíritu de de la persona ha de ser tutelado, defendido y armonizado con el dere-
redención con ~l cual Cristo ha aceptado su cruz por nosotros. En el cho de otros individuos, las autoridades públicas están llamadas a in-
trabajo, merced a la luz que penetra dentro de nosotros por la resu-
tervenir oportunamente, pero no de forma que suplanten las posibili-
rrección de Cristo, encontramos siempre un tenue resplandor de la vi-
dades de una recta actuación individual. El criterio que marca los
da nueva, del nuevo bien, casi como un anuncio de los «nuevos cielos
y otra tierra nueva» (2 Pe 3, 13; Ap 21, 1), los cuales, precisamente límites de la intervención pública en la regulación del trabajo viene se-
mediante la fatiga del trabajo, son participados por el hombre y por el ñalado por el principio de subsidiariedad: lo que pueda hacer la perso-
mundo (LE 27) 1º. na, o bien la familia u otras instituciones cercanas a ella, no debería
ser programado ni gestionado por otras instituciones más complejas y
lejanas.
3. Responsabilidades ante el trabajo La razón es evidente. El hombre se realiza en su trabajo. Por tal ra-
zón, el trabajo puede convertirse en un deber y en un derecho, preci-
Si tal es la dignidad del trabajo es preciso realizarlo de forma hu- samente porque antes constituye una nota fundamental del ser-huma-
mana y permitir que los demás se humanicen en él y por él. El derecho
12. Pío XI, Quadragesimo anno, 135.
y deber del trabajo comparta, pues, la responsabilidad moral del tra-
13; Pío XII, Radiomensaje navideño (12.1943), 7- 12, P. Galindo (ed.), Colección
bajador y ante el trabajador 11 • de enc1cl1cas y documentos pontificios I, Madrid 6 1962, 360-369, en especial 361-363.
14. Para una introducción a la antropología y ética del trabajo, cf. A. Galindo Mo-
10. El mismo Juan Pablo Il proclamó este sentido pascual del trabajo, al anunciar ral socioeconómica, Madrid 1996, 285-342, así como F. Totaro, Non di solo /avord. On-
el evangelio del trabajo en Barcelona el 7 de noviembre de 1982. tologia della persona ed etica del /avaro ne/ passaggio di civilta, Milano 1999, que en
11. Cf. G. Mattai, Trabajo, en Nuevo Diccionario de teología moral, Madrid 1992, su cuarta parte ofrece un estudio del trabajo tal como se presenta en la doctrina social de
1782- 1787. la Iglesia.
240 Escenarios y problemas El trabajo humano 241

no que determina el hacer-humano. Su dignidad exige un ejercicio de sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superación, rectamente en-
responsabilidad: tendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acu-
mularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Asimis-
Los deberes de la justicia han de respetarse no solamente en la distribu- mo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, mayor
ción de los bienes que el trabajo produce, sino también en cuanto afecta fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales,
a las condiciones generales en que se desenvuelve la actividad laboral. vale más que los progresos técnicos. Pues dichos progresos pueden ofre-
Porque en la naturaleza humana está arraigada la exigencia de que, en el cer, como si dijéramos, el material para la promoción humana, pero por
ejercicio de la actividad económica, le sea posible al hombre asumir la sí solos no pueden llevarla a cabo. Por tanto, esta es la norma de la acti-
responsabilidad de lo que hace y perfeccionarse a sí mismo (MM 82). vidad humana: que, de acuerdo con los designios y voluntad divinos, sea
conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, co-
Esa responsabilidad humana ante el trabajo adquiere una dimen- mo individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar ínte-
sión trascendente cuando es considerada desde el punto de vista de la gramente su plena vocación (GS 35).
fe cristiana. «Cuando el cristiano está unido espiritualmente al divino
Redentor, al desplegar su actividad en las empresas temporales, su tra- Entre estas consideraciones que se han hecho famosas, destaca la
bajo viene a ser como una continuación del de Jesucristo, del cual to- doble consideración del trabajo como medio de autorrealización de
ma fuerza y virtud salvadora» (MM 259). la persona y servicio al bien común.
La antropología del ser-humano y del humano quehacer se abre así La asamblea conciliar afirma, además, explícitamente que «el tra-
a una teología y a una espiritualidad del trabajo. bajo humano que se ejerce en la producción y en el comercio o en los
2. Entre el inmenso acerbo de doctrina que nos ofrece el concilio servicios es muy superior a los restantes elementos de la vida econó-
Vaticano II, es fácil recordar un pregón sobre la dignidad del ser hu- mica, pues estos últimos no tienen otro papel que el de instrumentos.
mano. Un cristiano sabe y confiesa, con las palabras de aquella asam- El trabajo humano, autónomo o dirigido, procede inmediatamente de
blea conciliar, que «el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que tra-
amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en baja y la somete a su voluntad» (GS 67).
la entrega sincera de sí mismo a los demás» (GS 24). En el mismo contexto se dedica una referencia al tema de la retri-
El Concilio afirma, además, que «el principio, el sujeto y el fin de bución justa. En ese sentido, se recuerda que «la remuneración del tra-
todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la bajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna
cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida so- en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el
cial. La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condi-
Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servi- ciones de la empresa y el bien común».
cios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hom- De una forma más general, se afirma a continuación que «la acti-
bre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación vidad económica es de ordinario fruto del trabajo asociado de los
(GS 25). hombres; por ello es injusto e inhumano organizarlo y regularlo con
Entre los numerosos atentados que se suelen perpetrar contra la vi- daño de algunos trabajadores. Es, sin embargo, demasiado frecuente
da y junto a las ofensas inferidas a la dignidad humana, el Concilio de- también hoy día que los trabajadores resulten en cierto sentido escla-
nuncia «las condiciones laborales degradantes, que reducen al opera- vos de su propio trabajo. Lo cual de ningún modo está justificado por
rio al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a las llamadas leyes económicas. El conjunto del proceso de la produc-
la responsabilidad de la persona humana» (GS 27). ción debe, pues, ajustarse a las necesidades de la persona y a la mane-
Especial importancia adquieren aquí las palabras conciliares sobre ra de vida de cada uno en particular, de su vida familiar, principal-
la ordenación humana de toda actividad: mente por lo que toca a las madres de familia, teniendo siempre en
La actividad humana, así como procede del hombre, así también se or- cuenta el sexo y la edad».
dena al hombre. Pues éste con su acción no sólo transforma las cosas y El Concilio exhorta a toda la sociedad a ofrecer a los trabajadores
la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva las oportunidades necesarias para su capacitación integral: «Ofrézca-
242 Escenarios y problemas El trabajo humano 243

se, además, a los trabajadores la posibilidad de desarrollar sus cuali- Ya desde este punto de vista se percibe la dramática situación de
dades y su personalidad en el ámbito mismo del trabajo. Al aplicar, un mundo que, habiendo crecido en los aspectos técnicos, no ha ma-
con la debida responsabilidad, a este trabajo su tiempo y sus fuerzas, durado igualmente en el descubrimiento de su responsabilidad ética,
disfruten todos de un tiempo de reposo y descanso suficiente que les como también había afirmado la encíclica Redemptor hominis: «El
permita cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa. Más aún, progreso de la técnica y el desarrollo de la civilización de nuestro
tengan la posibilidad de desarrollar libremente las energías y las cua- tiempo, que está marcado por el dominio de la técnica, exigen un de-
lidades que tal vez en su trabajo profesional apenas pueden cultivar>>. sarrollo proporcional de la moral y de la ética» (RH 15).
Todas estas enseñanzas y sugerencias, contenidas en el texto de - En el segundo sentido, el problema ético del trabajo se centra so-
Gaudium et spes, 67, pueden parecer absolutamente novedosas a quie- bre su sujeto. El trabajo, por el que el ser humano domina y transfor-
nes desconocen la intuición pionera y la fuerza profética de la doctri- ma la naturaleza, es válido ciertamente por sus logros, pero ante todo
na social de la Iglesia con relación al trabajo y al trabajador. por ser trabajo del mismo hombre. En él se realiza la persona:
Es más, la consideración de la dignidad de la persona, lleva al tex-
En esta concepción desaparece casi el fundamento mismo de la antigua
to conciliar, en el número siguiente, a sugerir la promoción de la acti-
división de los hombres en clases sociales, según el tipo de trabajo que
va participación de todos en la gestión de la empresa y en otras formas realizasen. Esto no quiere decir que el trabajo humano, desde el punto
de asociación. «Por medio de esta ordenada participación, que está de vista objetivo, no pueda o no deba ser de algún modo valorizado y
unida al progreso en la formación económica y social, crecerá más y cualificado. Quiere decir solamente que el primer fundamento del va-
más entre todos el sentido de la responsabilidad propia, el cual les lle- lor del t rabajo es el hombre mismo, su sujeto. A esto va unida inmedia-
vará a sentirse colaboradores, según sus medios y aptitudes propias, en tamente una consecuencia muy importante de naturaleza ética: es cier-
la tarea total del desarrollo económico y social y del logro del bien co- to que el hombre está destinado y llamado al trabajo; pero, ante todo, el
mún universal» (GS 68). trabajo está «en función del hombre» y no el hombre «en función del
·' trabajo». Con esta conclusión se llega justamente a reconocer la pree-

'to
,
l~I
3. Este resumen de la doctrina posterior de la Iglesia con relación
al trabajo y al trabajador, no quedaría completo sin una alusión a la en-
minencia del significado subjetivo del trabajo sobre el significado ob-
jetivo (LE 6).

l ll' cíclica Laborem exercens, publicada por el papa Juan Pablo Il el 14 de
1u 1i1 septiembre de 1981 15 •
, ~ 1,1
Tras constatar que el problema del trabajo se encuentra en la ba-
Esta doble consideración del trabajo humano evoca inmediata- 11
111' ¡, mente algunas reflexiones sobre las exigencias éticas y las responsa- 1
se de toda la cuestión social, la encíclica Laborem exercens ofrece
bilidades que se presentan, tanto a la persona individual como a la so-
un fundamento antropológico para la reflexión ética sobre este cam-
ciedad en general.
po: la distinción entre el sentido objetivo y el sentido subjetivo del
trabajo.
-En el primer sentido, el problema se centra en la técnica, entendi- b) Diferentes responsabilidades
da «no como capacidad o aptitud para el trabajo, sino como un con-
junto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo» (LE 1) Responsabilidad individual
5). Aliada del hombre en la facilitación de su labor y en la mayor pro-
El hombre, en primer lugar, ha de ser consciente de su derecho al
ducción de bienes y de mejor calidad, la técnica puede convertirse en
trabajo y prepararse adecuadamente para hacer valer ese derecho a una
adversaria del hombre cuando lo suplanta, cuando le priva de la satis-
actividad que lo realiza como persona y le abre al encuentro creador
facción o de la responsabilidad del creador y cuando reduce al ser hu-
con las cosas y con los demás.
mano a la categoría de esclavo de las máquinas.
Para ser plenamente humano, el trabajo tiene que ser realizado de
forma que favorezca la potenciación de todas las cualidades del traba-
15. Puede verse el comentario dirigido por F. Femández Rodríguez, Estudios sobre
la encíclica «Laborem exercens», Madrid 1987, especialmente la contribución de S. jador. El derecho al trabajo lleva consigo el derecho a las circunstan-
García Echeverría, E/ factor humano en La empresa. Análisis a la luz de la «Laborem cias que desarrollan la personalidad del ser humano en el ámbito mis-
exercenS» y de la evolución actual de la empresa, 681 -695. mo del trabajo (cf. GS 67).
244 Escenarios y problemas El trabajo humano 245

Otro aspecto ético del problema es el que afecta al ocio y al tiem- es deber de la sociedad ajustar el trabajo a las necesidades de la per-
po libre. Los trabajadores tienen derecho a disfrutar de un «tiempo de sona y a su modo de vida y, en concreto, de su vida familiar (GS 67).
reposo y de descanso suficiente que les permita cultivar la vida fami- Una importante obligación moral consiste en prever y seguir las nor-
liar, cultural, social y religiosa». Más aún, han de tener «la posibilidad mas y cautelas para evitar los accidentes laborales y garantizar la se-
de desarrollar libremente las energías y las cualidades que tal vez en guridad del trabajador.
su trabajo profesional apenas pueden cultivar» (GS 67). Especiales exigencias éticas plantea la situación de discriminación
Por otra parte, la responsabilidad personal ante el trabajo incluye que padece el trabajador agrícola en los países desarrollados y el de-
también algunos deberes, como el de trabajar fielmente, el de abste- samparo en que se encuentra en los países en vías de desarrollo. A es-
nerse del consumo de drogas o estupefacientes, el de cumplir los even- te tema, al que ya se había referido ampliamente Juan XXIIl 16, ha de-
tuales contratos, el de seguir los dictados de la respectiva ética profe- dicado una página espléndida Juan Pablo II en la encíclica Laborem
sional, el de responder a las expectativas que suscita la presentación exercens, 21.
del trabajador - especialmente el profesional- en un determinado El mismo documento dedica una atención particular a las personas
puesto de servicio, el de realizar su labor con independencia de sobor- que sufren de alguna discapacidad. Una sociedad que valore el «sen-
nos y de discriminaciones basadas en el sexo, la raza, la religión, la tido subjetivo» del trabajo no debería caer en una discriminación a fa-
ideología, etc. vor de los fuertes y sanos en descrédito de los débiles y enfermos (cf.
Obviamente, la situación personal del trabajador puede traer con- LE 22).
sigo otras exigencias éticas, como la de la distribución de los frutos de Como resumen podría decirse que, según los planteamientos de
su trabajo entre los miembros de la familia que de él depende. una ética cristiana, tanto el trabajo como el ocio han de tener una di-
mensión específicamente humana y humanizadora, es decir, liberado-
2) Responsabilidad social ra. El cristiano vive su trabajo y valora el de los demás como un signo
privilegiado de su dignidad personal, de su dominio sobre el mundo,
El derecho de la persona al trabajo subraya ya, en primer término, de su solidaridad con los demás hombres y mujeres. La fe lleva a creer
el deber que la sociedad tiene de «ayudar, según sus propias circuns- que tanto el trabajo como el descanso, cuando son realmente huma-
tancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de nos, vinculan al hombre con la obra creadora de Dios, con el misterio
un trabajo suficiente» (GS 67). pascual de Jesucristo, con el proyecto del mundo nuevo que el Espíri-
La perspectiva del desempleo probable agosta demasiadas ilusio- tu mantiene vivo en los proyectos de los hombres.
nes y esperanzas en los jóvenes que deberían prepararse para colabo- De ahí que el cristiano, que estima y valora el trabajo, se sabe sin
rar con la sociedad. Por otra parte, la precariedad y provisionalidad del embargo libre ante él. Y hasta lo relativiza, en la medida que no lo
empleo genera una inseguridad que en nada favorece a la productivi- «aprecia» solamente por razón de su eficacia, sino sobre todo por la
dad y al equilibrio psíquico del trabajador. dignidad que significa y representa.
Por lo que se refiere al salario, es deber de la sociedad el procurar Por eso, si el trabajo tiene para el creyente el sentido de un «sacra-
que la remuneración del trabajo sea adecuada, de forma que permita al mento» de su fe, de su esperanza y de su caridad, también el ocio es
trabajador y a su familia una vida digna. Si, por una parte, la cuantía valorado como espacio para la celebración, para la utopía, y para el
del salario ha de tener en cuenta la naturaleza y la responsabilidad del encuentro entre las personas.
trabajo mismo, por otra parte, ha de fijarse con relación a la situación
familiar del trabajador. En cuanto a la cualidad de la «vida digna», el
c) Defensa del trabajador
concilio Vaticano II la refiere tanto al plano material y social, como al
cultural y espiritual (GS 67). Los principios generales de una ética del trabajo están bastante cla-
Por lo que se refiere al modo del trabajo, «es injusto e inhumano ros y son aceptados por todos, aunque parezcan nacidos de la fantasía
organizarlo y regularlo con daño de algunos trabajadores», de forma
que resulten en cierto sentido esclavos de su propio trabajo. Por tanto, 16. Juan XXIll, Mater et magistra, 123-149.
246 Escenarios y problemas El trabajo humano 247

o dé la impresión de referirse al cielo nuevo y a la tierra nueva en los (RN, 34) y se fundamentan en el derecho natural de asociación (RN
que habitará !ajusticia (cf. 2 Pe 3, 13). Nadie niega el deber y el dere- 35; QA, 29, MM, 22). Según la doctrina social de la Iglesia, estas aso-
cho al trabajo que son propios de las personas, incluidas las que pade- ciaciones deben reunir las siguientes condiciones:
cen alguna discapacidad. -Ser libres y gozar de verdadera autonomía, tanto frente al Estado co-
Los problemas éticos se plantean no tanto en el terreno de las ideas mo frente al capital (MM 22 y GS 68). Juan Pablo II ha subrayado tam-
como en la práctica concreta de la vida. Y se plantean con referencia, bién su libertad frente a las decisiones de los partidos políticos (LE 20).
ciertamente, a las necesidades inaplazables y a la urgente defensa del - Ser representativas, en cuanto «representan auténticamente al trabaja-
trabajador. Pero se plantean también, superando el individualismo y la dor y pueden colaborar en la recta ordenación de la vida económica»
inmediatez, con relación a la problemática global del mundo obrero. (GS 68).
A primera vista parecería haber pasado a la historia la visión ma- - Ser eficaces, de modo que sirvan realmente a los intereses de Jos obre-
terialista y economicista que entendía y valoraba el trabajo como una ros y del bien común (RN 34 y PP 38).
«mercancía» que el trabajador vende al empresario. La influencia de
nuevos planteamientos filosóficos y la necesidad de ajustar la misma E n la encíclica Populorum progressio, Pablo VI aceptaba también
organización económica mediante nuevos sistemas de producción, de- y propugnaba el pluralismo de las asociaciones obreras: «Un pluralis-
berían haber modificado aquel presupuesto. No siempre se ha logrado. mo de las organizaciones profesionales y sindicales es admisible; des-
Como afirma Juan Pablo II, «el peligro de considerar el trabajo como de un cierto punto de vista es útil si protege la libertad y provoca la
una 'mercancía sui generis', o como una anónima 'fuerza' necesaria emulación» (PP 39). Juan Pablo II, por su parte, niega «que los sindi-
para la producción (se habla incluso de 'fuerza-trabajo'), existe siem- catos constituyan únicamente el reflejo de la estructura de 'clase' de la
pre, especialmente cuando toda la visual de la problemática económi- sociedad y que sean el exponente de la lucha de clase que gobierna
ca esté caracterizada por las premisas del economismo materialista» inevitablemente la vida social». Más que instrumentos de lucha contra
(LE 7). los demás, han de ser exponente de la lucha por la justicia social, pues-
Ante el continuo peligro de explotación, al trabajador apenas le to que el trabajo ha de ser entendido como un factor constructivo de
queda otro recurso que la asociación a las organizaciones sindicales o orden social y de solidaridad (LE 20) 17 •
la apelación a la amenaza de huelga.
2) La huelga
1) Organizaciones sindicales
En los casos de conflicto económico social, el Concilio aboga en
Siguiendo una línea que ya era tradicional en la doctrina social de primer lugar por las soluciones pacíficas, entre las cuales subraya el
la Iglesia, el Concilio invita a promover la activa participación en la diálogo. Sin embargo, reconoce que «en la situación presente, la huel-
gestión de las empresas por parte de todos los que en ella colaboran, ga puede seguir siendo medio necesario, aunque extremo, para la de-
sean propietarios, administradores, técnicos o trabajadores (GS 68). fensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los traba-
De todas formas, reconociendo que en nuestros días las decisiones jadores» (GS 68) 18 •
económicas y sociales de las que depende el porvenir de los trabaja- Aun reconociendo el derecho a la huelga como último medio de
dores no se toman en la misma empresa sino en niveles institucionales defensa, Pablo VI alude a dos peligros en los que puede caer con fre-
superiores, el Concilio constata que no es suficiente la estructura de la cuencia. Por una parte, se puede utilizar la posición de fuerza que con-
cogestión en la empresa. De ahí que sea necesaria la agrupación sindi- lleva la huelga para imponer situaciones demasiado gravosas para el
cal. El fin de las asociaciones se centra, por una parte, en el fomento conjunto de la economía o para obtener reivindicaciones de orden di-
de la responsabilidad propia en la colaboración al desarrollo económi-
17. Cf. O. P. Doni, Sindicalismo, en Nuevo Diccionario de teología moral, 1697-
co, y, por otra, en el logro del bien común universal (GS 68). 1708.
Las asociaciones profesionales, llámense sindicatos o corporacio- 18. B. Montanari-G. Higuera, Huelga, en Nuevo Diccionario de teología moral,
nes, ocupan el primer lugar entre las demás asociaciones privadas 868-880.
248 Escenarios y problemas El trabajo humano 249

rectamente político. Por otra, es fácil llevarla a tales límites, sobre to- personal del trabajador y desafian a toda la organización de la socie-
do en el campo de los servicios públicos, que los perjuicios causados dad contemporánea. Entre esas situaciones es necesario recordar bre-
a toda la sociedad resulten inadmisibles (OA 14). Estos mismos prin- vemente los desafios que plantean, por una parte, el pluriempleo y el
cipios fundamentales han sido recogidos por Juan Pablo II: desempleo, y por otra, la búsqueda de los «recursos humanos» y el tra-
[La huelga] es un método reconocido por la doctrina social católica co- to que reciben en la empresa.
mo legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En rela-
ción con esto, los trabajadores deberían tener asegurado el derecho a la
a) Pluriempleo y desempleo
huelga, sin sufrir sanciones penales personales por participar en ella.
Admitiendo que es un medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiem-
En contra de lo que con frecuencia se piensa, «el paro no se debe
po que la huelga sigue siendo, en cierto sentido, un medio extremo. No
solamente a razones coyunturales, como puede ser en un momento da-
se puede abusar de él; no se puede abusar de él especialmente en fun-
ción de los «juegos políticos». Por lo demás, no se puede jamás olvidar do la crisis de la energía, sino sobre todo a razones estructurales, a las
que cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, és- bases jurídicas y económicas de una sociedad cuyo motor principal o
tos han de asegurarse en todo caso mediante medidas legales apropiadas, único es prácticamente el lucro y, con él, la ley del más fuerte»20.
si es necesario. El abuso de la huelga puede conducir a la paralización El pluriempleo se revela casi siempre como inmoral. O bien por
de toda la vida socio-económica, y esto es contrario a las exigencias del nacer del egoísmo del que pretende aumentar sus ganancias a costa de
bien común de la sociedad, que corresponde también a la naturaleza otros que se quedan sin un puesto de trabajo, o bien por constituir la
bien entendida del trabajo mismo (LE 20). prueba de una situación alienante, que brota de las exigencias de con-
sumir más y más, creadas por las modernas técnicas publicitarias. El
pluriempleado cree vivir mejor, pero «vive» menos.
4. Nuevas situaciones El desempleo creciente nace del desarrollo de la automación (GS
66c), del retraimiento de las inversiones, del crecimiento demográfico
En nuestros días es cada vez más evidente que la reflexión moral y de la población, etc. Sea cual sea su causa, sus repercusiones humanas
el compromiso de los creyentes ha de situarse ante una perspectiva más y sociales son de sobra conocidas. Afecta a la estabilidad familiar (Do-
amplia. Ni las organizaciones sindicales ni el recurso a la huelga per- cumento de Puebla, 576) y desemboca en fenómenos tan lamentables
miten hoy afrontar todos los problemas que afectan al mundo obrero. como el parasitismo y la delincuencia (Octogesima adveniens, 18).
La problemática que afecta al trabajo y a los trabajadores tiene profun- También Juan Pablo II se ha fijado en este «hecho desconcertante»
das raíces estructurales. El Documento de Puebla observa que las es- que no puede menos de impresionar al observador:
tructuras generadoras de injusticias están unas veces en conexión con
el proceso de expansión del capitalismo liberal y otras veces se hallan Mientras por una parte siguen sin utilizarse conspicuos recursos de la na-
turaleza, existen por otra grupos enteros de desocupados o subocupados
inspiradas por el colectivismo marxista (Puebla, 437). Al mismo tiem-
y un sinfín de multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda el
po, recordando la doctrina de Medellín, el mismo documento parece que, dentro de las comunidades políticas como en las relaciones existen-
anticiparse a un momento en el que se rompería el equilibrio entre los tes entre ellas a nivel continental y mundial -en lo concerniente a la or-
dos grandes bloques ideológicos y económicos. Aun después del socia- ganización del trabajo y del empleo- hay algo que no funciona y concre-
lismo real, «el cambio necesario de las estructuras sociales políticas y tamente en los puntos más críticos y de mayor relieve social (LE 18).
económicas injustas no será verdadero y pleno si no va acompañado
por el cambio de mentalidad personal y colectiva respecto al ideal de Ante este problema tan grave la responsabilidad ética exige a todos
una vida humana digna y feliz que a su vez dispone a la conversión» 19 • un compromiso: desde la colaboración en la campaña de conciencia-
Las estructuras actuales de la producción y el trabajo crean hoy ción sobre este problema, hasta la planificación de una redístribución
nuevas situaciones que bordean los límites intolerables por la dignidad
20. A. lniesta, Reflexiones sobre el paro y sobre la Iglesia en el faturo de España,
19. CELAM, Documento de Puebla, 1155. Madrid 1978, 20.
250 Escenarios y problemas El trabajo humano 251

de los salarios y las rentas, desde la promoción de las inversiones, pú- -Gedeón selecciona a sus guerreros por la rapidez con la que beben
blicas y privadas, hasta el diseño de un nuevo sistema económico de la agua del torrente (Jue 7, 1-8). El criterio de discernimiento para la se-
lección de los líderes es la rapidez y la disponibilidad con la que se
sociedad. Y sobre todo, una decidida y eficaz opción por los más dé-
aprestan a asumir su tarea24.
biles y los más pobres. - Samuel elige para rey de Israel a David, el hijo más pequeño de Jesé
Si la ética del trabajo ha subrayado durante tanto tiempo la necesi- (cf 1 Sm 16, 1-14). Se nos advierte, siguiendo una línea constante en la
dad de los movimientos de solidaridad entre los hombres y mujeres tradición bíblica, que no son las apariencias externas las que ponen de
del trabajo, es hoy necesario, sin olvidar aquello, actualizar un movi- manifiesto la auténtica valía de las personas2s.
miento de solidaridad con los hombres y mujeres del trabajo, como ha - El mismo Jesús de Nazaret, al rodearse de discípulos, los selecciona
señalado Juan Pablo II (LE 8). personalmente. Los forma a su lado, comparte con ellos su tiempo y su
Ahí se muestra el compromiso de los cristianos por la justicia: en el intimidad, los envía a una especie de misión de ensayo, les confiere res-
acercamiento a los más débiles. «Es cierto que Jesús anuncia una sal- ponsabilidades y quiere confiar en ellos a pesar de sus arrogancias y
sus olvidos, sus desmayos y sus traiciones26.
vación integral para todos los hombres. Pero la concreción de sus valo-
- En la comunidad cristiana de Corinto, hay comerciantes y cargadores
res la efectúa desde una óptica popular: desde la óptica de los pobres. del puerto. Pablo tiene la osadía de confiar en ellos. Es más, se toma un
Ellos son los preferidos por Jesús. No se pierde de modo alguno la to- tiempo para reconocer los dones y carismas que enriquecen a cada per-
talidad y la universalidad del mensaje al centrarlo en el experiencia sona de aquella comunidad (cf. 1 Cor12, 4-11)27 •
desvalida del humilde y del menesteroso. Al contrario; desde abajo se
percibe la única posibilidad de una perspectiva de universali<l;ad»21 • Estos episodios bíblicos, y muchos otros que podrían ser evocados,
son todavía hoy portadores de una lección importante. No siempre las
b) Los recursos humanos apariencias revelan el valor íntimo de la persona. Por decirlo con pala-
.1,I bras más actuales, la selección, la atención y la valoración de los re-
i fii1I En la economía contemporánea se suele afirmar que la categoría cursos humanos ha de trascender tanto el aspecto exterior como los
J !1111
de los recursos humanos corresponde a «la caracterización más amplia primeros informes que acompañan a la persona. La persona vale más
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por lo que es que por lo que tiene o representa.
1
ln~111 del factor trabajo, para un tratamiento completo de su mejor aprove-
¡ ~f!lll· chamiento por medio de las técnicas laborales, de management y de 2. El tema de los recursos humanos evoca algunos conceptos an-
1•11·i1l1· responsabilización»22 • tropológicos fundamentales: la vocación humana, su identidad, su
Sin embargo, la misma terminología empleada nos hace a veces al- grandeza, su ideal. He ahí algunas claves para una valoración ética de
bergar algunas sospechas. Nos asustan los que alaban todo lo humano la gestión de los recursos humanos en la empresa.
y luego desprecian al hombre concreto. La moderna expresión «recur- - Por lo que se refiere a la selección de los recursos humanos, los cri-
sos humanos» nunca debería enmascarar el rostro y la dignidad de las terios de selección pueden ser más o menos subjetivos, ideológicos, et-
personas, y más específicamente de las personas que laboran y cola- nocéntricos, familiares o partidistas. De todas formas, es preciso valorar
boran con nosotros 23 . a la persona por lo que es, con independencia de toda consideración de
l. Una de las preocupaciones primarias de la empresa moderna es género o de raza, de origen o de religión. Si es preciso cuidar la acogi-
la selección adecuada de los «recursos humanos». Aunque, situados da a la persona en el primer momento, es también imprescindible pro-
en un contexto muy diferente, los relatos bíblicos también evocan a
24. Cf. A. IbáñezArana, Jueces, en S. Guijarro-M. Salvador (eds.), Comentario al
veces este momento de la elección de las personas adecuadas. En ellos Antiguo Testamento I, Madrid-Salamanca-Estella 1997, 349.
se revelan los criterios de la selección. 25. Cf. G. Auzou, La danza ante el arca. Estudios de los Libros de Samuel, Madrid
1971, 161-168; A. González Lamadrid, Libros de Samuel, en S. Guijarro-M. Salvador
21. J. R. Flecha, «La pastoralidad de la moral cristiana», en La moral al servicio (eds.), Comentario a/Antiguo Testamento I, 400.
del pueblo, Madrid 1983, 142. 26. Cf. U. Luz, El evangelio según san Mateo I, Salamanca 1993, 243-248.
22. R. Tamames-S. Gallego, Diccionario de economía y finanzas, Madrid 1995, 530. 27. Cf. W. F. Orr-J. A. Walter, 1 Corinthians, Garden City, NY 1976, 279-283; M.
23. Cf. J. ChaparroAzanza, La ética en la gestión de recursos humanos, en Acción Salvador, Primera Carta a los corintios», en S. Guijarro-M. Salvador (eds.), Comenta-
social empresarial, Ética empresarial, Madrid 1990, 33-42. rio al Nuevo Testamento III, Madrid-Salamanca-Estella 1995, 471-473.
252 Escenarios y problemas El trabajo humano 253

gramar la escucha y atención a la misma en los días sucesivos. Siempre yecto coherente de formación permanente. En un mundo dominado
constituirá un ideal de buena práctica empresarial el tratar de promover por la parcelación, la promoción de las personas ha de ser verdadera-
la autoestima de la persona así como su capacidad de autocomprensión mente integral.
y de colaboración. El secreto de una buena selección consiste en con- Se dice hoy que en el proceso de ventas se ofrecen a la vez la tarea
tratar a los mejores profesionales, es decir, a esas personas que serán ca- el trato y la tangibilidad. Quien habla, comunica datos, pero a la vez s~
paces de alcanzar el éxito tanto para su empresa como para sí mismas28 • revela a sí mismo e interpela al otro. Los recursos humanos son una
- Evidentemente, la valoración de los recursos humanos y su trata- voz que resuena hasta horizontes insospechados. La ética empresarial
miento a partir de una clave ética no termina con el proceso de selec- ayuda a descubrir y potenciar los medios que han de hacer que esa tri-
ción. La responsabilidad inicial se hace cotidianidad en la relación, ple oferta sea en verdad humana y humanizadora.
tanto personal como institucional. Ahí es preciso recordar que el ser Tanto en el plano individual y empresarial como en el ámbito socio-
humano no está al servicio de la máquina, sino que las herramientas y político, se requiere un cambio de paradigma no sólo funcional o estraté-
los útiles están al servicio de la persona. «Se requiere la primacía del gico, sino epistemológico. Es decir, no basta con modificar tan sólo el
trabajo sobre el capital, es decir, del hombre trabajador sobre los me- comportamiento de las estructuras de producción y de ventas. Se trata de
dios de producción; y ello exige desarrollar ulteriormente el tema de la hacer un esfuerzo para repensar su encuadre antropológico: su misma
participación del trabajador en los medios de produccióm>29 • concepción del hombre y de lo humano. Ahí puede y debe fundamentar-
La persona que trabaja no es un número más en la cadena de pro- se una nueva responsabilidad ética con relación a los recursos humanos.
ducción o distribución de la empresa. El trabajo ha de ser valorado en
atención al sujeto que lo realiza, más que a la calidad o el precio del
producto o del servicio que lleva a cabo. Este principio ha de informar 5. Conclusión
y orientar las decisiones que se tomen con vistas a la seguridad de los
recursos humanos. Hay que establecer unas estructuras y condiciones No son estos los únicos problemas que hoy presenta el mundo del
que hagan posible y fluido el diálogo, la participación, la iniciativa trabajo. En efecto, la responsabilidad moral de las personas y de las
creadora, por parte de todos los recursos que colaboran en la empre- instituciones se enfrenta con cuestiones graves, debidas en parte al fe-
sa. Evidentemente, habrá que fijar también los medios adecuados pa- nómeno de la globalización, como el trabajo de los inmigrantes, el tra-
ra la continua revisión de esas estructuras y condiciones, de modo que bajo de los niños31 y los atentados que una organización laboral poco
se pueda evitar que se conviertan en obsoletas e injustas. respetuosa puede infligir contra el medio ambiente32 •
-En cuanto a la realización de los recursos humanos, hay que re- Estos nuevos problemas son otro tantos «signos de los tiempos»,
codar que las instituciones no se crean «para la eternidad». En este que demandan una respuesta responsable por parte de las personas, de
tiempo, más que en otros, se percibe esa sensación de «la muerte de la las empresas, de los gobiernos y las instituciones sociales.
permanencia», ese continuo dinamismo y esa sensación de vértigo que Para los cristianos, la globalización es una gran oportunidad para
despierta en nosotros el continuo choque con un presente que apenas promover un movimiento mundial de solidaridad sin fronteras, pero
habíamos podido imaginar3°. encierra el riesgo de graves injusticias a los trabajadores, a las empre-
Es preciso dedicar los necesarios recursos económicos a la promo- sas de los países en vías de desarrollo y a esos mismos países.
ción de las personas trabajadoras, de forma que puedan seguir un pro- El trabajo de los inmigrantes constituye una ayuda imprescindible
para los países en los que se percibe un notable «invierno demográfico»,
28. Tal es la tesis que sustenta la obra de B. D. Smart, El valor del capital humano.
Cómo las empresas de éxito contratan e incentivan a sus directivos, Barcelona 2001; cf. 31. A este respecto, hay que tener en cuenta las iniciativas de la Organización in-
también W Venís-B. Nanus, Líderes. Estrategias para un liderazgo eficaz, Barcelona 2001. ternacional del trabajo, especialmente la Convención 138 (1973) sobre la edad mínima
29. Así se expresaba Juan Pablo 11 (2.5.1987) en las instalaciones de la mina Pros- para la asunción de un empleo y la Convención 182 (1999) sobre la prohibición de las
per/Haniel, en Bottrop (Alemania), en la edición castellana de I.:Osservatore romano formas más duras del trabajo de los menores.
19/20 (17.5.1987), 19. 32. Recuérdese la iniciativa Global Compact, lanzada en 1999 por Kofi Annan, Se-
30. Esta sensación ha sido magistralmente descrita por A. Toffler en su famosa cretario general de las Naciones Unidas, en la que se insta a las empresas a adoptar nue-
obra Future Shock, Nueva York 1970. ve principios relativos a la protección ambiental.
254 Escenarios y problemas

pero puede también convertirse en una nueva ocasión de explotación de


personas que no pueden «legalizar» su estancia en el país de llegada. 11
El trabajo de Jos niños y los menores, realizado casi siempre en LAS MIGRACIONES
países en vías de desarrollo, es una de las pruebas más evidentes de la
inmoralidad de sistemas económicos que necesitan del trabajo de los
nuevos esclavos para seguir manteniendo sus beneficios.
Finalmente, una organización del trabajo que constituya un daño irre-
versible para el medio ambiente no sólo es un atentado contra Ja salud y el
bienestar de Jos actuales habitantes del planeta, sino que hipoteca grave-
mente Ja vida de las generaciones venideras, como se verá en otro tema.
Todos estos graves problemas constituyen para el creyente otros
tantos «pecados estructurales» que requieren tanto la conversión per- El mundo actual parece marcado por el signo ambiguo de la glo-
sonal como Ja lucha por instaurar unas estructuras más humanas. balización. La globalización, sin duda, ofrece muchas facetas positi-
Y con todo, frente a estos problemas se ha podido diseñar una fecun- vas; no en vano, gracias a ella contamos en Ja actualidad con una ma-
da teología del trabajo33 . La fe cristiana ofrece la posibilidad de ver el tra- yor facilidad para la comunicación. Arij Roest Crollius, vicepresidente
bajo como una vocación a colaborar con el Dios creador, a continuar la del Instituto Maritain, ha expresado su esperanza de que Ja globaliza-
redención del mundo iniciada por Jesucristo, a testimoniar el amor que ción pueda llegar a convertirse en «Una aventura espiritual, un proceso
nace del Espíritu santo. Con la gracia de Dios, es posible Ja santificación de transformación, de liberación y de recreación interiorn 1• Sería ya un
del trabajo humano. Es necesario estudiar y proponer Ja espiritualidad del signo de esperanza el ver que, entre ilusiones y cansancios, surge por
trabajador3 4 . Es posible superar Ja mentalidad del mercado para asumir todas partes una cierta globalización de la solidaridad. O al menos, la
una lógica del don35 . nostalgia de la solidaridad.
Con todo, la globalización está provocando numerosos efectos no
deseados que constituyen otros tantos desafíos morales. Uno de ellos es
PAUTAS DE TRABAJO la emigración. Así, en el mapa dibujado por las fuerzas convergentes de
la globalización, las nuevas corrientes migratorias se han convertido
l. Analizar la problemática del mundo laboral, en sus dimensiones más
para muchos en la única salida posible para su situación desesperada; y
cercanas y en sus efectos más visibles.
2. Evaluar las circunstancias que pueden hacer éticamente aceptable o in-
sin embargo, pueden ser para todos una ocasión de gracia para descu-
aceptable una huelga. brir de nuevo el ideal de la humanidad y el don de la caridad.
3. Releer los apartados que Juan XXIII dedica al trabajo agrícola en la en-
cíclica Mater et magistra y preguntarse si se han llevado a efecto las sugeren-
cias políticas y económicas que allí se presentaban. 1. Problemas de la migración actual
4. Buscar información completa y actualizada sobre la problemática social
que plantea el trabajo de los inmigrantes «ilegales».
Ya en 1979, la III Conferencia general del episcopado latinoame-
5. Esbozar las líneas generales de una espiritualidad cristiana del trabajo.
ricano, reunida en Puebla de los Ángeles, hacía unas consideraciones
sobre aquel continente que estaban llamadas a convertirse en profé-
ticas: «El desequilibrio socio-político a nivel nacional e internacio-
nal está creando numerosos desubicados, como son los emigrantes,
33. Cf. H. V. Truhlar, Labor christianus. Para una teología del trabajo, Madrid 1963.
34. Cf. J. L. !Uanes, la santificación del trabajo, Madrid 1980; G. Mattai, Traba- cuyp núm~ro pue~e ser magnitud insospech~da en ~! próxi~o futu-
jador, en Nuevo Diccionario de espiritualidad, Madrid 1983, 1368-1382; E. Ancilli, ro. A estos deben añadirse desubicados políticos como son los asila-
Trabajo, en Diccionario de espiritualidad Ill, Barcelona 1984, 523-528.
35. Cf. G. Manzone, // /avoro tra riconoscimento e mercato. Per una /ogica del do-
1. Citado por M. P. Gallagher, Le dimensioni culturali della globalizzazione: La Ci-
no, Brescia 2006. vil ta Cattolica 3673 (2003/fII) 58.
256 Escenarios y problemas Las migraciones 257

dos , los refugiados, los desterrados y también los indocumentados El caso europeo es significativo en este punto. Así, el 18 de octu-
de todo género» 2 . bre de 1961 se firmó en Turín la Carta social europea que había de en-
Aquella observación se ha ido convirtiendo en una realidad casi trar en vigor el 26 de febrero de 1965. Su artículo 19, promovido por
inabarcable y altamente preocupante para los países de origen y para el Consejo de Europa, trata de «asegurar el ejercicio efectivo del de-
los países de llegada de Jos flujos migratorios. Por lo que se refiere a recho de los trabajadores emigrantes y de sus familias a la protección
nuestro ámbito socio-económico y político, esa movilidad fue centrí- y la asistencia sobre el territorio de cualquier otra parte contratante».
fuga durante medio milenio. Ahora Ja movilidad ha cambiado de di- El texto insta a las autoridades administrativas a garantizar a los inmi-
rección. Las antiguas carabelas están de vuelta. grantes un trato no menos favorable que el dispensado a los propios
Los diarios de un día cualquiera presentan titulares como el si- nacionales, especialmente en Jo relativo al salario, la asociación y el
guiente: «La inmigración desafia a Europa y EEUU»3 . La globaliza- alojamiento. El Convenio insiste en que las medidas que han de ga-
ción ha comportado un imparable flujo de personas que pretenden ins- rantizar la igualdad se refieren a los inmigrantes «cuando se encuen-
talarse en las zonas más desarrolladas de Europa y Norteamérica para tren legalmente en el territorio».
disfrutar de las comodidades que les ofrece el progreso técnico y el Con todo, el fenómeno actual de las migraciones plantea muy se-
amparo de su sistema de protección social. rios problemas, pero nos ofrece una espléndida ocasión para redescu-
brir antiguos valores olvidados. El balance entre los problemas y las
ventajas constituye un buen abanico de desafios éticos que será preci-
a) La emigración como derecho so afrontar con decisión y generosidad.
En su Declaración de los derechos humanos (10.12.1948), la
Asamblea general de las Naciones Unidas proclamaba que «toda per- b) La inmigración como desafio
sona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y re-
gresar a su país» (art. 13). Se comprende la importancia de aquel pos- Al aumentar el flujo de los inmigrantes, Jos ciudadanos de los paí-
tulado al contemplar la situación impuesta por el comunismo soviético ses de llegada parecen experimentar una sacudida de miedo e insegu-
que, por medio de coacciones y hasta de muros fisicos, impedía la sa- ridad ante los extranjeros. Las noticias los presentan como peligrosos.
lida de sus ciudadanos y el retorno a los que lograban salir. La misma En los países de acogida los ciudadanos olvidan que hasta hace muy
Declaración añadía a renglón seguido que <{en caso de persecución to- poco tiempo muchos de ellos eran extranjeros en otros países. Una
da persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de él en cualquier parte de la prosperidad de que disfrutan en este momento se debe a Jos
país» (art. 14). dineros que enviaban a casa Jos antiguos emigrados.
Aquellos artículos trataban de favorecer la libertad y articular un El fenómeno del rechazo se ha convertido en un tópico. El proble-
derecho del refugiado. Años más tarde, podrían invocarse como apoyo ma de los recelos ante los extranjeros no es nuevo, pero en cada etapa
para la defensa de la libertad de emigración. Hoy no basta, evidente- de la historia se reviste de especiales formas de exclusión. Y de miedo.
mente, con reivindicar la libertad de salida del propio país: es preciso En el fondo, el problema de la xenofobia parece reducirse a una espe-
exigir la libertad para entrar, con dignidad y seguridad, en el país que cie de terror inconfesado ante el advenedizo que, por eso mismo, pa-
rece un usurpador.
la persona elija para habitar y trabaj ar'.
Cuando son interrogados abiertamente, los ciudadanos de los paí-
ses de llegada afirman con decisión que en su corazón no abrigan re-
2. CELAM, La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina (Do-
sentimiento alguno contra los extranjeros. Incluso resulta de buen to-
cumento de Puebla), 1266.
3. Sobre este tema, cf. la obra de M. A. Pena-A. Galindo (eds.),lnmigración y uni- no contar a algunos de ellos entre los amigos personales.
versidad, Salamanca 2005. Si esto ocurre en e l plano de las relaciones interpersonales, tam-
4. A propósito de aquella Declaración resulta interesante la colección de ensayos bién las medidas políticas de acogida a los extranjeros resultan fran-
que, con una introducción de Jacques Maritain, publicó la UNESCO, Human Rights.
Comments and Interpretations. A Symposium, en 1949 (versión cast.: Los derechos del camente rentables. Sobre todo, cuando se trata de visitantes ilustres
hombre, Barcelona 1973). por su formación científica, su relevancia artística o su rentabilidad
258 Escenarios y problemas Las migraciones 259

deportiva; también cuando se trata de turistas adinerados o de even- La incidencia negativa o positiva de la inmigración sobre el merca-
tuales inversores en nuestra siempre mejorable economía. do laboral depende en gran medida de la preparación y productividad
Por tanto, lo que supone un signo diferenciador en las actitudes de de los inmigrantes. Si efectivamente su aportación supone una contri-
acogida o desconfianza es la autosuficiencia o indigencia de los que lle- bución al crecimiento económico del país de destino, «los trabajadores
gan. Lo inquietante no es la condición de extranjería de los que llegan, nativos no tendrán que preocuparse de la posibilidad de que los inmi-
sino la de su pobreza. Los inconvenientes derivados de la diferencia ra- grantes se conviertan en una carga. De igual manera, si los inmigran-
cial o religiosa no cuentan tanto como las diferencias sociales económi- tes carecen de las cualificaciones que los empleadores del país destino
co-sociales. El fenómeno del rechazo se debe, pues, más a razones eco- demandan y encuentran dificil su adaptación a las condiciones del mer-
nómicas que culturales. Y en contra de lo que se afirma, la presencia del cado de trabajo receptor, la inmigración podría incrementar significati-
extranjero en medio de nuestra sociedad no interpela tanto nuestros es- vamente los costes asociados a los programas de bienestar social»5.
crúpulos ante la diversidad como nuestro egoísmo ante unas propieda- De todas formas, nuestros temores ante esta invasión de trabajado-
des y unos bienes que habríamos de compartir con el que llega. res deja a veces al descubierto algunas hipocresías habituales y difi-
cilmente admitidas, no sólo por los empresarios, sino también por los
trabajadores nativos. Los países que han visto disminuir su tasa de na-
c) Algunos problemas concretos
talidad y necesitan mano de obra del exterior recelan, sin embargo, de
Resulta una obviedad afirmar que los movimientos migratorios los riesgos de la invasión de esos nuevos operarios.
siempre han constituido una fuente de dificultades y problemas tanto
para las personas que emigran como para las comunidades que las 2) La casa y la vivienda
acogen, para los países que las despiden como para aquellos otros que
han de tratar de incorporarlas a su estilo de vida. Las principales difi- Con la vivienda ocurre algo parecido a lo que pasa con el trabajo.
cultades tienen mucho que ver con el trabajo y la habitación. Estos Cuando los inmigrantes ostentan una posición social y económica ele-
«ámbitos humanos» determinan las dificultades más generales que vada pueden elegir lugares y tipos de vivienda del más alto nivel, elec-
afectan a la convivencia. ción que parece preocupar poco a los nativos.
Son los inmigrantes pobres los que suscitan recelos también en este
ámbito. La escasez de recursos con que cuentan los lleva a alquilar vi-
1) El trabajo y la producción de bienes
viendas en zonas alejadas de su puesto de trabajo, lo cual alarga sus des-
Es frecuente oír cómo los nativos se lamentan del riesgo que supo- plazamientos y resta tiempo a su descanso. En ocasiones sólo pueden
ne la llegada de extranjeros para el desequilibrio del mercado laboral. encontrar una vivienda adecuada a sus recursos en zonas marginales,
Se dice que los recién llegados van a copar los puestos de trabajo, que ya eran previamente conflictivas y que, con motivo de las nuevas in-
siempre escasos y siempre discutidos. corporaciones, pueden ver aumentada su marginalidad. Los inmigrantes
En algunas ocasiones ese temor habría sido más que fundado, so- con menos ingresos se ven obligados a compartir lugares de habitación
bre todo cuando algunas profesiones se han nutrido de la aportación demasiado pequeños o insalubres, lo cual da origen a múltiples proble-
de profesionales extranjeros bien preparados, como ha ocurrido en los mas derivados del hacinamiento o de la falta de privacidad.
campos del deporte, del espectáculo y de los medios de comunicación. El amplio abanico de situaciones relativas a la casa y la habitación
Pero ese no es el caso que más ha preocupado a la opinión pública. afecta también a la salud y la sanidad. Muchos de estos problemas de
Por otra parte, muchos inmigrantes han encontrado trabajo en ocu- salud son debidos unas veces a la misma cultura de los inmigrantes y
paciones que eran despreciadas por los naturales del país, como por otras a la forma de vida que se ven obligados a adoptar6.
ejemplo, en las minas, en la limpieza urbana o en el servicio domésti-
5. R. Carrasco, Inmigración y mercado laboral: Papeles de economía española, 98
co. Los inmigrantes no legalizados se ven con frecuencia obligados a (2003) 100-101 (dentro del número monográfico Inmigración en España).
ejercer trabajos penosos o denigrantes, mientras que se ven privados 6. Cf. A. Morrone, Aspetti sanitari del fenómeno immigratorio, en G. dalla Torre,
de las tutelas legales, sanitarias o sindicales. Immigrazione e salute. Questione di biogiuridica, Roma 1999, 31 -85.
260 Escenarios y problemas Las migraciones 261

Los fenómenos migratorios han evidenciado que las bolsas de po- algunas ocasiones, los recelos encuentran una base que podría justifi-
breza, típicas de los países del tercer mundo, se han instalado en el co- carlos. De hecho, hay inmigrantes que, al llegar al país de destino sin
razón mismo de las grandes ciudades del primer mundo7 • medios de subsistencia, se ven obligados a implicarse en actividades
situadas al margen de la legalidad y aun en el ámbito de lo delictivo.
3) La dificil convivencia Pero también es verdad que los eventuales delitos de las personas in-
migrantes reciben en los medios de comunicación un tratamiento dis-
La situación de los inmigrantes pertenecientes a las clases más hu- tinto al que recibe un comportamiento semejante de los nativos.
mildes con relación a las estructuras de producción y de habitación ge- El conflicto ante la manifestación de los signos religiosos en un
nera, de forma casi automática, un amplio abanico de conflictos que mundo secular no ha hecho más que empezar 10 . Como se sabe, Francia
no revierten solamente sobre ellos. ha tratado de regular estos conflictos con una normativa cargada de
La convivencia con los inmigrantes nunca ha resultado totalmente ambigüedad que incluye la prohibición de signos judíos, cristianos e
pacífica. Su mera presencia suscita con frecuencia recelos y descon- islámicos en las escuelas públicas 11 • Ha sido sorprendente oír las vo-
fianza, sobre todo cuando hablan otra lengua o pertenecen a una cultu- ces discordantes que, con este motivo, se han alzado unas veces a fa-
ra diferente a la del lugar de acogida. El desconocimiento crea prejui- vor de la libertad religiosa y otras en defensa de la cultura nacional,
cios, basados en estereotipos raciales y culturales. Y estos distorsionan fuertemente marcada por la laicidad. Es este un ejemplo de lo que
la percepción de la realidad del otro8 • Un conocido documento, publi- puede ocurrir en otros muchos países en los que falta preparación pa-
cado por la Comisión pontificia «Justicia y paZ», llamaba la atención ra asimilar una cultura de la integración.
sobre esta tentación del racismo espontáneo y su moderna reaparición
ante el fenómeno migratorio:
Los prejuicios con los cuales estos inmigrantes son con frecuencia re- 2. Emigración y acogida en la Biblia
cibidos, corren el riesgo de desencadenar reacciones que se pueden ma-
nifestar al principio por un nacionalismo exacerbado [ ... ],degenerando Las migraciones son un fenómeno muy antiguo, aunque la nueva
después en xenofobia o incluso en odio racial. Tales actitudes reprensi- globalización les haya conferido un carácter nuevo. En las páginas bí-
bles nacen de un terror irracional, provocado a menudo por la presencia blicas, los movimientos de pueblos y de personas encuentran un eco
del otro y la necesidad de confrontarse con Jo diverso. El objetivo ex- muy notable.
preso o implícito que las inspira es la negación al otro del derecho a ser
lo que es, y en todo caso de serlo «entre nosotros»9.
a) Un pueblo nómada
La observación final no deja de ser significativa. Los recelos no
nacen del hecho de que el otro «sea diverso», sino de su pretensión de «Forastero y advenedizo soy entre vosotros». Estas son las prime-
seguir siendo diverso cuando vive «entre nosotros». Es cierto que, en ras palabras que el Génesis pone en boca de Abrahán cuando, a la
muerte de Sara, trata de adquirir un terreno para sepultarla en la tierra
7. Es todavía interesante la obra de J. García Valcárcel (dir.), La pobreza en Espa- a la que ha llegado como forastero (Gn 23, 4). La conciencia de perte-
ña y sus causas, Madrid 2 1985, aunque apenas ofrece referencias a la inmigración. Es-
nencia a un pueblo advenedizo, nunca bien y definitivamente recibido,
paña era por entonces un país con numerosos inmigrantes en Europa.
8. Cf. J. Harding, Estereotipos, en Enciclopedia internacional de la ciencias so- se funde en el «credo israelita» con la memoria de la emigración'y lar-
ciales, Madrid 1977, 4, 491-493; A.M. Boileau, Estereotipo y Prejuicio, en Dicciona-
rio de sociología, Madrid 1986, 638-48 y 1353-69; J. A. Garmendia, Estereotipo, en 1O. En octubre de 2003, un italiano convertido al Islam obtenía de un juez la reti-
Diccionario UNESCO de ciencias sociales Il, Barcelona 1987, 826-27; L. Carreño, Pre- rada del crucifijo de la escuela pública de Ofena, en la región de los Abruzzos.
juicio social, en Diccionario UNESCO de ciencias sociales IU, Barcelona 1987, 1749- 11. En 2003 un comité recomienda al presidente francés Jacques Chi.rac prohibir el
1751. velo y las grandes cruces en la escuela. La información aparecida en los medios de co-
9. Comisión pontificia «Justicia y paw, La Iglesia ante el racismo. Para una so- municación explica que se trata de prohibir «vestimentas y signos que manifiesten una
ciedad más fraterna, 14, en la edición castellana de I.:Osservatore romano (19.2. 1989), pertenencia religiosa o política», lo cual incluye la cruz, el velo islámico y el uso de la
15-20. ldppa judía.
262 Escenarios y problemas Las migraciones 263

ga esclavitud padecida en Egipto (Dt 26, 5-1 O). Ese ~s el recuerdo fun- 30) 14• La prevención contra el peligro de la idolatría se apoyaba sin du-
damental de Israel su memoria fundante y normativa. A ella regresa da en el recuerdo de Salomón y de sus numerosas concubinas extran-
una y otra vez a la,hora de articular su vida social y de someter a dis- j eras (1 Re 11, 4) que arrastraron su corazón tras otros dioses, como ya
cernimiento los modelos e ideales de su propia conducta. lo advertían los textos sagrados (Dt 7, 3-4). El relato que evoca la fi-
gura de Rut, junto a otras finalidades más o menos evidentes, refleja
sin duda la sorda protesta de un pueblo que recuerda que no siempre
1) El forastero ante la ley
fue nefasta la unión con mujeres extranjeras 15 •
«No molestarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuis-
teis vosotros en el país de Egipto». Así repiten una y otra vez los có- 2) La oración y los cantos
digos legislativos de Israel (Ex 22, 20; 23, 9). Más d.e m_ia ~ez ~~s ex-
tranjeros tuvieron que sufrir muchas formas de discr.1mmac10n, al Más interesantes que la normativa legal son las fórmulas de oración
tiempo que veían cómo se les aplicaba el derecho con evidente falta .de de Israel. De hecho, David recuerda la condición de emigrante que ha
equidad. También eso lo prohíbe la ley de Moisés, q~e considera al in- configurado la identidad del pueblo: «Todo viene de ti y de tu mano te
migrante, al huérfano y a la viuda personas espec1~lmente t:utela~as lo damos; porque forasteros y huéspedes somos delante de ti, como to-
por el derecho y destinatarios privilegiados de la candad del 1sraehta: dos nuestros padres» (1Cr29, 14-15). También es positiva la conside-
«No torcerás el derecho del forastero ni del huérfano, ni tomarás en ración del extranjero que se trasluce en la plegaria puesta en boca de
prenda el vestido de la viuda» (Dt 24, 17)12 • . Salomón, con motivo de la dedicación del nuevo templo: «También al
Más allá de estas prescripciones negativas, la ley propugna el ejer- extranjero que no es de tu pueblo, al que viene de un país lejano a cau-
cicio de una conducta positiva y generosa: «Ama, pues, al forastero, sa de tu nombre [ ... ] escúchale tú desde los cielos, lugar de tu morada,
porque forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto» (Dt l O, 19). y haz como te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tie-
Esa orientación está ya reflejada en el Levítico: «Cuando un forastero rra conozcan tu nombre» (1Re8, 41 -43 ; 2 Cr 6, 32).
resida junto a ti, en vuestra tierra, no le molestéis. Al forastero que re- El recuerdo de la propia historia y el anhelo de la justicia apelan al
side junto a vosotros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo. Y le Dios santo contra la altanería de los soberbios que «matan al foraste-
amarás como a ti mismo, pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra ro y a la viuda, y asesinan a los huérfanos», mientras repiten, al pare-
de Egipto. Yo, Yahvé, vuestro Dios» (Lv 19, 33-34). cer impunemente: «No lo ve Yahvé» (Sal 94, 4; Sal 146, 9).
En este mismo libro se recoge una normativa ajustada a la cultura Y sin embargo, dos puntos quedan todavía oscuros. En efecto,
agrícola, que pretende remediar la dignidad del indigente: «Cuando
cosechéis la mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde de tu .l mientras Jeremías proclama una vez más la prohibición divina de ve-
jar al extranjero, al huérfano y a la viuda (Jr 22, 3), parece maldecir a
campo, ni espigues los restos de tu mies. Ta~poco hará~ re?usco de los extranjeros que han llegado hasta el santuario (Jr 51 , 51 ). La dife-
tu viña, ni recogerás de tu huerta los frutos ca1dos; los deJ~as para el rencia de acento distingu e a los forasteros necesitados que han acepta-
pobre y el forastero» (Lv 19, 9-10; 23, 22; Dt 24, 19-22). Dios escucha do vivir pacíficamente en Israel, de los extranjeros que han llegado co-
los gemidos de los pobres y se constituye en defensor de los que su- mo enemigos contra lo más santo del pueblo y contra la santa ciudad.
fren la opresión, los ebionim 13 • El propietario Booz cumple con creces Por otra parte, el himno exultante en honor de la Jerusalén recons-
esta norma con relación a Rut, la extranjera moabita (Rut 2, 15- 16).
truida después del exilio proclama que Jos extranjeros, otrora devasta-
El celo por la unicidad de Dios explica los recelos que de vez en
dores, se convertirán un día en constructores de la nueva ciudad (Is 60,
cuando aparecen contra los extranjeros, así co.mo la prohibic~ón de los
10). Ellos habrán de ser Jos labradores y viñadores al servicio de aque-
matrimonios con mujeres extranjeras, especialmente enfatizada a la
llos a los que antes habían humillado (Is 61, 5). En ese cambio de tor-
vuelta del destierro por Esdras (Esd 10, 2.11) y Nehemías (Neh 13,
14. Cf. J. M. Myers, Ezra-Nehemiah, Garden City NY 1965, 21 6.
12. W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento II, Madrid 1975, 371. 15. J. R. Flecha, Buscadores de Dios I. Entre la ansiedad y la osadía, Salamanca
13. J. R. Flecha, Sobre el Dios de los pobres: Laicado 68 (1985) 26. 1997, 77-83: «Rut, o la fidelidad de la extranjera».
264 Escenarios y problemas Las migraciones 265

nas es fácil encontrar de nuevo el eco de un canto a la providencia del mas sagradas de la hospitalidad (Gn 19) 18 . La acogida prestada por
Dios que es juez de la historia y hace cambiar la suerte de su pueblo 16 • Abrahán a los peregrinos será evocada por la Carta a los hebreos como
ejemplo definitivo de hospitalidad {Hebl3, 2), sólo superado por al-
gunas exhortaciones del Señor (Mt 10, 40). 19
3) Una realidad con muchos nombres

En estos textos se observa una aparente contradicción entre unas b) Una comunidad universal
normas y otras, entre unos relatos y otros. Hay que tener en cuenta, en
primer lugar, que nacen en épocas y situaciones históricas muy dife- El Nuevo Testamento ofrece un cambio notable de perspectivas. Es
rentes, que explican tal divergencia precisamente al hacernos ver la di- cierto que ahí se recoge lo más valioso de la tradición de un pueblo
ferente actitud de los extranjeros hacia Israel y Jerusalén. que, habiendo sido deportado y humillado, ha aprendido a ser hospi-
Y sobre todo, hay que considerar la diversidad de actitudes del ex- talario con los forasteros. Pero ahí se amplían los horizontes para atis-
tranjero, reflejada por la diferente terminología que se le aplica. En bar la posibilidad de una comunidad universal, abierta a todos los pue-
1 1
efecto, se reserva la palabra zar para referirse al extranjero propia- blos y culturas.
mente dicho, extraño a la estirpe, a la tribu y al pueblo. Un calificati-
vo más matizado (nokri) recibe el que transitoriamente se encuentra en 1) Luz para todos los pueblos
el país en calidad de forastero (ger y a veces toshav) que ha decidido
establecerse en la tierra de Israel. La comunidad cristiana retrotrae con razón esta convicción de fe a
La acepción de zar es más amplia, significa simplemente «el otro» los mismos orígenes históricos de Jesús. Apenas nacido en Belén, Je-
y designa a los no pertenecientes al grupo (Ex 29, 33; 1 Re 3, 18; Is sús es ya proclamado como «luz para iluminar a los gentiles» (Le 2,
43, 12). Nekar o nokri significa más bien el «desconocido» (Prov 20, 32) y es adorado por unos magos extranjeros (Mt 2, 1-12), en los que
16; 27, 2.13), al que se Je puede ofrecer hospitalidad (Job 31, 32), aun- «el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la en-
que la Ley no lo protege (Dt 15, 3; 23, 32). El ger es más bien el emi- º.
carnación, la buena nueva de la salvacióm>2 Perseguido por un rey
grado o refugiado que es aceptado por la comunidad y goza de ciertos fantoche, Jesús ha de buscar refugio en Egipto, reproduciendo así en
derechos (Jr 19, 16). Mientras el primero es considerado con frecuen- su persona el itinerario del pueblo de Israel y anunciando mediante un
cia enemigo, el segundo ha de ser recibido con hospitalidad y el terce- nuevo éxodo la liberación definitiva2 ' .
ro puede y debe ser acogido en el seno de la comunidad de Israel y aun A su retorno a Nazaret y en el marco de su discurso programático,
en sus celebraciones religiosas (Ex 12, 48-49; Lv 16, 29; Dt 16, Jesús recuerda cómo los grandes profetas Elías y Eliseo habían dedi-
11.14)17_ cado una atención preferente a los extranjeros. Al mismo tiempo, Je-
Como resumen, y en forma de parábola viviente, el pueblo evoca sús reinterpreta en términos de universalidad el anuncio profético del
el ejemplo de Abrahán, el cual, por agasajar con hospitalidad a unos Mesías de los pobres (Le 4, 16-30). Para ello no duda en omitir cuan-
extraños, se encontró acogiendo al mismo Dios de las promesas (Gn to de particularismo revanchista parecía contener el antiguo oráculo
18), mientras que, como dramática contrafigura, los habitantes de So- recogido en el libro del profeta Isaías que acaba de leer y aplicar a su
doma encontraron su perdición precisamente al menospreciar las nor- propia misión (Is 61, 1-6).
A lo largo de su vida pública, Jesús invita a amar a los enemigQs
(Mt 5, 44), que eran con frecuencia los extranjeros22 • Es más, realiza
16. Cf. J. L. McKenzie, Second Isaiah, Garden City, NY 1968, 181-182.
17. E. Lipinski, Extranjero, en Maredsous, Diccionario enciclopédico de la Biblia, algunos gestos provocativos, como la atención prestada a una cananea
Barcelona 1993, 594; cf. R. de Vaux, Instituciones de/Antiguo Testamento, Barcelona
3 1985, 117-119; TWAT !, 979-991; 11, 556-564; V 454-463; TWNT V, 8-16; VI, 727- 18. Cf. E. Wiesel, Messengers ofGod, NewYork 1976, 85-86.
745; X/2, J 196- J J97; R. Martin-Achard, Zar, en E. Jermi- C. Westennann, Diccionario 19. H. Strathmann, La Epístola a los hebreos, Madrid 1971, 189.
teológico manual del Antiguo Testamento I, Madrid 1978, 728-730; Id., Nekar, en ibid. 20. Catecismo de la Iglesia católica, núm. 528.
ll, Madrid 1985, 97-100, con bibliografía allí citada; cf. C. M. Martini, Sueño una Eu- 21. Cf. G. Pérez Rodríguez, La infancia de Jesús, Salamanca 1990, 238-239.
ropa del Espíritu, Madrid 2000, 15-17. 22. Cf. U. Luz, El evangelio según san Mateo 1, Salamanca 1993, 429-439.
266 Escenarios y problemas Las migraciones 267

sirofenicia (Me 7, 24-30) y a un centurión de la guarnición de Cafar- experiencia con personas concretas pertenecientes al helenismo confi-
naúm (Mt 8, 5-13). En ambos casos, Jesús subraya la fe de estos ex- guran pronto la universalidad de su mensaje. Tanto a los judíos como
tranjeros que le suplican, afirmando incluso que en Israel no ha en- a los griegos se les anuncia la salvación (Rom 1, 16; 2, 10). Es más,
contrado una fe semejante. ante la redención obrada por Jesucristo, ya no hay distinción entre ju-
La parábola de los viñadores, en la que evoca el poema que consi- díos y griegos (Gal 3, 28; Col 3, 11)24 .
dera a Israel como la v iña elegida por Dios (Is 5, 1-7), dramatiza la di- Pero a los cristianos que han llegado del mundo cultural y religio-
ferente respuesta que judíos y extranjeros ofrecen a la llamada de Dios so del helenismo todavía es preciso recordarles con palabras que han
y a la oferta de su Reino (Mt 20, 1-16; 21, 33-45). Los judíos, es decir, sido incluidas en el cuerpo de los escritos paulinos: «Los que en otro
los que parecen tener más derechos a la posesión y beneficios de la vi- tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de
ña y su cosecha, no son fieles a su responsabilidad, mientras que «los Cristo. El es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derri-
otros», los de fuera, se muestran dignos de la confianza del dueño de bando el muro que los separaba, la enemistad. Así pues, ya no sois ex-
los campos. Ante Ja oferta de la salvación quedan relativizados los lí- tranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y familia-
mites tradicionales, marcados por la raza o la nacionalidad. res de Dios» (Ef2, 11-22).
En el momento de la muerte de Jesús una de las fórmulas más En consecuencia, toda la Iglesia está llamada a testimoniar la uni-
completas de la confesión cristiana de fe se encuentra en los labios de versalidad de la llamada del Evangelio. Los antiguos padres de la Igle-
un extranjero que dificilmente podía conocer el alcance que el evan- sia han visto cómo «las extranjeras, las esclavas, las pecadoras trazan
gelista y la comunidad conceden a Ja frase: «Verdaderamente este una figura de la Ecc/esia ex gentibus particularmente elocuente» 25 • En
hombre era Hijo de Dios» (Mt 15 , 39). Las fronteras entre los pueblos ella, los extranjeros se han convertido en signo cuasi-sacramental de la
han sido, pues, derribadas por la muerte del Mesías Jesús. vocación universal a la fe y a la salvación.

2) Un pueblo único 3. Una nueva conciencia cristiana


Tras estos pocos rasgos se descubren las dificultades que las pri-
meras comunidades tuvieron que superar para admitir a los p aganos Sin pretender ser moralista en principio, el mensaje bíblico com-
extranjeros en el círculo de los discípulos de Jesús. porta una inexcusable dimensión ética. Si los extranjeros forman ya un
Resulta significativo que el apóstol Pedro haya tenido que apelar a solo pueblo con los creyentes, es necesario poner Ja unidad de la fe por
la revelación que le ha llegado a través de un sueño para poder justifi- encima de las eventuales diferencias de origen y de nacionalidad, de
car su acercamiento a la casa y familia de un pagano extranjero como raza y de lengua, de cultura o de fronteras.
Cornelio (Hch 1O, 1-48). Si a un judío no Je estaba permitido juntarse Aquella fe ha ayudado a la Iglesia a prestar una atención afectiva y
con un extranjero, sobre todo en cuestiones de fe y adoración, Dios ha efectiva a este signo de los tiempos que son las migraciones contem-
mostrado a los creyentes que no hay que llamar profano o impuro a poráneas.
ningún hombre (Hch 10, 28).
A pesar de algunas resistencias iniciales, tanto por parte de la co- a) El concilio Vaticano JI
munidad de Jerusalén como del mismo Pedro, el apóstol Pablo, judío
de raza y greco-romano de cultura y ciudadanía, anuncia incansable- El Concilio se refirió a la emigración desde el punto de vista de los
mente el evangelio a los gentiles que proceden del mundo helenista. derechos y deberes de la persona. Por doloroso que sea el desarraigo,
Pablo encuentra hombres y mujeres de auténtica fe y apertura al Evan- el hombre tiene el derecho a dejar su propia tierra o el entorno donde
gelio, también entre los extranjeros23 . Su aceptación de Jesucristo y su se hace dificil su trabajo y su mismo vivir (cf. GS 65).

23.Cf. l. Richter Reimer, Frauen in der Apostelgeschichte des Lukas. Eine feminis- 24. Cf. H. Schlier, La Carta a los gálatas, Salamanca 1975, 201-202.
tisch-theologische Exegese, Gütersloh 1992, donde evoca el encuentro de Pablo con Li- 25. H. de Lubac, Catolicismo. Aspectos sociales del dogma, Barcelona 1963, 134;
dia (Hch 16, 13-15.40), la esclava de Filipos (Hch 16, 12-2 1) o Priscila (Hch 18, 1-21). todo el párrafo es un rico empedrado de citas patrísticas.
268 Escenarios y problemas Las migraciones 269

El capítulo de los deberes se abre con la denuncia de toda discri- que, por encontrar un trabajo, librarse de una catástrofe o de un clima
minación relativa al salario o a las condiciones de trabajo, en el caso hostil, abandonan sus regiones y se encuentran desarraigadas entre las
de quienes trabajan en una región diferente a la que les era propia. La demás».
sociedad entera, gobernantes y gobernados, deben considerar al emi- A la vista de esta situación, y haciendo suyas las palabras del Con-
grante en su dignidad personal y nunca como simple instrumento de cilio (NA 5), el Papa subrayaba el deber de todos -y especialmente de
producción. Esta constatación fundamental conlleva las exigencias los cristianos- por trabajar con energía para instaurar la fraternidad
de una vivienda digna, el derecho a la reagrupación familiar y el dere- universal, base indispensable de una justicia auténtica y condición de
cho a la incorporación a la vida social del país que se beneficia con su una paz duradera: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos
trabajo (cf. GS 66b). negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados
a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios Padre y la re-
lación del hombre para con los hombres sus hermanos están de tal for-
b) Juan XXIII y Pablo VI
ma unidas que, como dice Ja Escritura, el que no ama, no conoce a
l. En su encíclica Pacem in terris, el papa Juan XXIII considera- Dios (1 Jn 4, 8)» (OA 17).
ba la inadecuada relación entre el capital y el trabajo que la emigra-
ción ha venido a desvelar: «En tales casos, juzgamos lo más oportuno c) Juan Pablo 11
que, en la medida de lo posible, el capital busque al trabajador, y no al
contrario. Porque así se ofrece a muchas personas la posibilidad de Estas preocupaciones han sido asumidas por Juan Pablo II en la
',¡ mejorar su situación familiar, sin verse constreñidas a emigrar peno- encíclica Laborem exercens. En ella se repite el principio funda-
samente a otros países, abandonando el suelo patrio, y emprender una mental de que el capital está en función del trabajo y no el trabajo
nueva vida, adaptándose a las costumbres de un medio distinto» (PT en función del capital. De ahí se deducen muchas conclusiones éti-
102)26 . Es evidente que la afluencia de capitales y la creación de fuen- cas. Por ejemplo, el emigrante no debe hallarse en desventaja fren-
tes de riqueza en los países de origen evitaría muchos de los riesgos te a los trabajadores «nativos» por lo que se refiere a los derechos
que la moderna emigración está creando. concernientes al trabajo. La emigración no puede convertirse en
2. Estas preocupaciones fueron recogidas por Pablo VI en su carta ocasión para la explotación financiera o social. Puesto que es siem-
Octogesima adveniens: pre el hombre el que trabaja, el valor del trabajo ha de medirse por
su aspecto subjetivo, evitando las discriminaciones de nacionalidad,
Pensamos también en la precaria situación de un gran número de traba- religión o raza.
jadores emigrados, cuya condición de extranjeros hace tanto más difí-
Si la emigración es en cierto modo un mal, Ja responsabilidad de
cil, por su parte, toda reivindicación social, no obstante su real partici-
pación en el esfuerzo económico del país que los recibe. Es urgente que
todos ha de procurar que no comporte mayores males en sentido mo-
se sepa superar, con relación a ellos, una actitud estrictamente naciona- ral, que se articule una justa legislación que tutele los derechos del
lista, con el fin de crear en su favor una legislación que reconozca el de- emigrante y de su familia (cf. LE 23), y que se preste atención a los
recho a la emigración, favorezca su integración, facilite su promoción emigrantes que han de regresar a su tierra.
profesional y les permita el acceso a un alojamiento decente, adonde Juan Pablo 11 ha tenido otras muchas ocasiones de abordar el tema
pueda venir, si es posible, su familia. de la emigración. Baste recordar lo que escribía en su mensaje con
motivo de la Jornada mundial del emigrante del año 2002:
Tras estas palabras, con las que remitía a su encíclica Populorum Durante los últimos decenios la humanidad ha ido adquiriendo el as-
progressio, el Papa aludía a las causas más frecuentes de la emigra- pecto de una gran aldea, donde se han acortado las distancias y se ha
ción, al afirmar: «Tienen relación con esta categoría las poblaciones extendido la red de comunicaciones. El desarrollo de los medios mo-
dernos de transporte facilita cada vez más los desplazamientos de per-
26. Juan XXIII, Pacem in terris, 102; es interesante leer también los núm. 103-104, sonas de un país a otro, de un continente a otro. Una de las consecuen-
en los que se recoge el derecho de amparo a los exiliados políticos. cias de este importante fenómeno social es la presencia de cerca de
Las migraciones 271
270 Escenarios y problemas

cuando no por la explotación, de muchos. Los países ricos no tienen


ciento cincuenta millones de inmigrantes esparcidos en distintas partes
derecho a apropiarse en exclusiva de los frutos del desarrollo. A esta
de la tierra27•
clave del desarrollo se refiere la misma exhortación cuando añade:
El mismo Papa ha recordado que el solemne jubileo del año «Teniendo en cuenta el estado de miseria, de subdesarrollo o también
2000 le ofreció «la ocasión para lanzar una fuerte llamada a reme- de insuficiente libertad, que por desgracia caracteriza aún a diversos
diar los desequilibrios económicos y sociales existentes en el mun- Países y son algunas de las causas que impulsan a muchos a dejar su
do del trabajo, y a gestionar con decisión los procesos de la globali- propia tierra, es preciso un compromiso valiente por parte de todos pa-
zación económica en función de la solidaridad y del respeto debido ra realizar un orden económico internacional más justo, capaz de pro-
a cada persona humana» (NMI 1O). En el mismo documento escri- mover el auténtico desarrollo de todos los pueblos y de todos los paí-
bía que «hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada ses» (EEu 100).
vez es más variada y comprometida, en el contexto de la globaliza- Tras estas referencias al pensamiento pontificio es oportuno recor-
ción y de la nueva y cambiante situación de pueblos y culturas que dar la elogiosa valoración que sus pronunciamientos han merecido a
la caracteriza»28 • un organismo internacional tan prestigioso como la Comisión para la
La adecuada respuesta a esta nueva situación no puede agotarse en eliminación de la discriminación racial (CERD):
las medidas de orden interno, ni siquiera supranacional o comunitario. El Comité toma nota con satisfacción que las leyes y enseñanzas de la
Es preciso pensar en la respo~sabilidad global que afecta a todos los Iglesia católica promueven la tolerancia, la coexistencia amigable y la
países, especialmente a los más desarrollados. integración multirracial y que en varios discursos el papa Juan Pablo 11
Esta idea ha retornado una y otra vez a sus mensajes y discursos ha condenado abiertamente todas las formas de racismo, discrimina-
para recordar que ante la globalización económica es preciso inventar ción racial y xenofobia manifestadas por medio de tensión y conflictos
y promover la globalización de la solidaridad. En la exhortación post- raciales en todo el mundo 3º.
sinodal Ecclesia in Europa, en la que Juan Pablo II recoge las refle-
xiones y sugerencias de la II Asamblea sinodal sobre Europa29, inclu- En unos tiempos que parecen marcados por una indiferencia y aun
ye un apartado especial sobre la inmigración, «que llama en causa la hostilidad ante el magisterio de la Iglesia católica resulta reconfortan-
capacidad de la Iglesia para acoger a toda persona, cualquiera que sea te leer una observación tan serena y tan autorizada.
su pueblo o nación de pertenencia» (EEu 100). Este fenómeno exige
repensar y articular las estructuras sociales del continente. La inmi-
gración, en efecto, «estimula también a toda la sociedad europea y sus 4. Desafios éticos para un tiempo nuevo
instituciones a buscar un orden justo y modos de convivencia respe-
tuosos de todos y de la legalidad, en un proceso de posible integra- La visión del mapa nuevo que hoy nos ofrece la inmigración no
ción» (EEu 100). puede atrincherarse en el pesimismo. La nueva situación comporta
Es cierto que el progreso económico es resultado de siglos de tra- unos innegables beneficios para todos. La multiculturalidad es un
bajo. Pero ese trabajo no ha sido privativo de los que ahora se benefi- desafio para nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.
cian de él. El bienestar de unos ha sido propiciado por el esfuerzo, La diversidad es fuente de riqueza para todos. En principio, nos ayu-
da a superar nuestras viejas tentaciones de endogamia. Y puede llevar-
27. En este contexto, hay que recordar la homilía pronunciada por Juan Pablo lI en nos a comprender nuestra misma cultura.
Guadalupe-España (4.11.1982). Él mismo ha afirmado que en el momento actual las
migraciones exigen a la Iglesia la acogida, el diálogo, la ayuda y, en una palabra, la fra- 30. Observaciones finales del Comité para la eliminación de la discriminación ra-
ternidad, especialmente con relación a los millones de refugiados que han tenido que cial: Holy See, 01 /05, 2001. CERD/C/304/add.89, n. 4. El mismo documento aíiade más
desplazarse por todo el mundo (Rmi 37i). adelante: «Se expresa reconocimiento por las contribuciones del Consejo pontificio pa-
28. Juan Pablo II, Novo mi/lennio ineunte, 40. ra la pastoral de los emigrantes e itinerantes, entre otras cosas, por medio de declara-
29. Cf. G. Marchesi, L'esortazione apostólica «Ecclesia in Europa»: La Civiltil ciones y programas para promover la no discriminación de refugiados e inmigrantes en
Cattolica 3678 (2003/III) 504-513. Juan Pablo lI ha dedicado también su atención a los diversas partes del mundo» (núm. 7).
latinoamericanos emigrados a Norteamérica, cf. Ecclesia in America, 65.
272 Escenarios y problemas Las migraciones 273

a) Una cultura de la acogida pecialmente a las autoridades públicas, como «la responsabilidad de
ejercer el control de los flujos migratorios considerando las exigencias
La afluencia masiva de inmigrantes exige una profunda transfor-
del bien común». Ante el panorama de explotación de los inmigrantes,
mación de las estructuras de producción de bienes y servicios. Una
tanto en los países de origen como por parte de los que los transportan
mejor y más justa distribución de la riqueza, haría menos necesaria y
con engaños y ponen en peligro su vida, su integridad y su intimidad,
menos traumática para muchas personas la decisión de abandonar el
es lógico que la compasión se hermane con la invocación de un cierto
propio país, jugándose con frecuencia la vida.
rigor legal. No es extraño que la misma exhortación postsinodal añada
Ahora bien, la solución a los problemas generados por la emigra-
que «la acogida debe realizarse siempre respetando las leyes y, por
ción no se encuentra solamente en las medidas estrictamente econó-
tanto, debe armonizarse, cuando fuere necesario, con la firme repre-
micas. Harán falta también medidas políticas. «Uno de los principales sión de los abusos» (EEu 1O1 ).
desafíos de nuestras sociedades actuales es crear modelos democráti-
cos acompañados de un esfuerzo real de conocimiento del otro, de diá-
logo y de intercambio, aunque el miedo del otro es un hecho perma- b) La riqueza de la diversidad
nente de nuestras civilizaciones. Los individuos y las comunidades
están fundadas sobre un sentimiento perpetuo de inseguridad y vulne- Además de las medidas económicas y políticas, se necesita un pro-
rabilidad que debe ser analizado»31 . fundo cambio de mentalidad para valorar las migraciones.
Por otra parte, es claro que será preciso imaginar y articular nuevas Albert Schweitzer dejó escrita una reflexión sobre lo que él había
formas de inversión en los países que se encuentran en vías de desa- experimentado personalmente al dejar Europa para cuidar leprosos en
rrollo, pero es necesario imaginar una nueva cultura que Juan Pablo 11 Lambarené: «La diferencia entre blanco y negro, entre civilizado y
ha definido como «la cultura de la acogida». He aquí los pensamien- primitivo, desaparece cuando viene uno a departir con los habitantes
tos que ha plasmado en su exhortación apostólica sobre Europa: de la selva sobre cuestiones referentes a nuestras relaciones con noso-
tros mismos, con los hombres, con el mundo y con la eternidad»32 •
Ante el fenómeno de la inmigración, se plantea en Europa la cuestión de
Es insostenible el mito de la pureza de una cultura determinada.
su capacidad para encontrar formas de acogida y hospitalidad inteligen-
tes. Lo exige la v isión <<Universal» del bien común: hace falta ampliar las
Ninguna cultura ha de ser totalmente demonizada, pero tampoco
perspectivas hasta abarcar las exigencias de toda la familia humana. El puede ser idolatrada. La cultura, como la persona, se hace en la re-
fenómeno mismo de la globalización reclama apertura y participación, lación y el encuentro. Si cada persona tiene su carisma, cada grupo
si no quiere ser origen de exclusión y marginación sino más bien de par- cultural puede ofrecer a la comunidad de los pueblos unos nuevos
ticipación solidaria de todos en la producción e intercambio de bienes valores que a veces pasan inadvertidos o infravalorados ante los ojos
(EE 101). de otros grupos.
1. La diversidad no es, por sí misma, una desgracia ni una fuente
En el mismo contexto, se explica que el diseño y el avance de una de desastres. Es, más bien, una ocasión propicia para el desarrollo so-
cultura madura de la acogida es obra de todos. A todos, en efecto, co- cial de los pueblos33 • Y como tal, ha de ser potenciada en un mundo
rresponde redescubrir dos elementos fundamentales como son «la globalizado34 • Las nuevas corrientes migratorias pueden ofrecer a to-
igual dignidad de cada persona y la obligada solidaridad con los más dos la posibilidad de una apertura siempre necesaria aunque a veces
débiles». Sobre estos presupuestos será posible y necesario «que se re- temida. Lo admitamos o no, el extranjero nos enriquece e ilumina.
conozca a todo emigrante los derechos fundamentales}>.
Si es esta una tarea universal, que sin duda requerirá un lento y de- 32. El texto pertenece a su escrito Zwischen ffásser und Urwald (1929), y se en-
cidido proceso educativo, hay otras tareas específicas que afectan es- cuentra recogido en la antología preparada por J. Hersch, El derecho de ser hombre, Sa-
lamanca 1973, 389.
33. Cf. UNDP, Rapporto su/lo sviluppo umano, 1997, Torino 1997.
31. C. de Cueto Noguerras-R. Vázquez García, Participación política e inmigra- 34. Sobre las implicaciones de las migraciones en un mundo globalizado, cf. M.
ción en España: Sociedad y Utopía 21 (2003) 240; en este contexto, los autores remi- Samaniego, Promover la diversidad, en M. M. Tavares Ribeiro (ed.), Europa em Muta-
ten a J. Curbert, Una seguridad ilusoria, Barcelona 2003, 4. ~iio, Coimbra 2003, 175-199.
274 Escenarios y problemas
Las migraciones 275

La creatividad parece estar condicionada a nuestra disponibilidad


con una mayor facilidad para satisfacer sus necesidades primarias, pe-
para situarnos en la ucronía y en la utopía, es decir, fuera de nuestro ro descubren pronto que el progreso técnico no siempre corresponde a
tiempo y de nuestro lugar original. Esa extrapolación no es fácil. Pero, un verdadero progreso ético.
de alguna forma, los que se acercan a nosotros nos traen los aires de Los elementos que aportan los emigrantes nos llevan a revisar
otros tiempos y de otros lugares. Ellos posibilitan, estimulan y facili- nuestros criterios sobre el consumo, la competitividad, el empleo del
tan a quien los acoge la capacidad de creación. tiempo de ocio, las relaciones de vecindad y de amistad y tantas otras
Se ha escrito con razón que «los inmigrantes a menudo pertenecen realidades humanas. Muchos de nuestros nuevos huéspedes nos re-
a sectores sociales económicamente modernizados y culturalmente cuerdan que contamos con los mejores medios para ir a cualquier par-
más equipados, ya que son los que conocen un mayor desfase entre te, pero que no sabemos adónde vamos.
sus expectativas y sus oportunidades, los más informados y los mejor
preparados para incorporarse a las sociedades de acogida»35 • Nuestra
respuesta a ese estímulo que nos aportan puede a veces ser resentida c) Revisar nuestra escala de valores
y tacaña. Pero mejor sería que, desde un punto de vista meramente hu-
mano, fuera magnánima y generosa. Por lo que se refiere a la viven- La nueva comprensión de la diversidad y la complementariedad
cia específica de la fe cristiana, es impagable la ayuda y el estímulo cultural está llamada a producir frutos concretos. La experiencia nos
que pueden aportar los cristianos que, llegados de fuera, se insertan en dice que las grandes crisis no se remedian solamente con un cambio
las comunidades de los países de acogida36. de estructuras y que el esfuerzo educativo ha de compaginarse con la
2. Es evidente que el encuentro con los inmigrantes nunca es del voluntad personal del cambio de actitudes. Y nuestras actitudes hacia
todo unívoco. Puede ser frustrante o emiquecedor. El factor que deter- los inmigrantes no siempre son políticamente correctas. Se necesita
mina esas diferencias se halla en las mismas culturas que se encuen- una revisión de los valores que informan la vida de las personas.
tran. Con frecuencia se presentan como antagónicas e irreconciliables, Sin embargo, el esfuerzo por favorecer la integración de las perso-
como si estuvieran fatalmente condenadas a la lucha, al dominio de la nas y de los grupos pertenecientes a otras culturas no puede generar el
una sobre la otra. Es esa una visión romántica de las culturas. Hoy sa- desfondamiento de los valores que sustentan el tejido de la comunidad
bemos que las culturas viven más juntas de lo que parece e interactúan de acogida. La tolerancia no puede confundirse con la dejación ni con
las unas sobre las otras37 . la indiferencia. Por eso ha escrito Juan Pablo II que «no se ceda a la in-
Por otra parte, tanto la moderna sociología cultural como la refle- diferencia sobre los valores humanos universales y que se salvaguarde
xión ética nos recuerdan que las culturas se encuentran realmente re- el propio patrimonio cultural de cada nación>> (EEu 102).
presentadas por las personas, aferradas a sus valores y contravalores. No es ociosa esa advertencia en la era postmoderna del «crepúscu-
En este sentido, el nuevo mapa migratorio exige de todos unas nuevas lo del debern38 , en la que se piensa que no existe diferencia cualitati-
actitudes y plantea nuevos desafios. El encuentro entre culturas que Ja va entre los valores y los antivalores humanos. El encuentro con inmi-
emigración contemporánea ha propiciado, viene a cuestionar los crite- grantes debe ayudar a clarificar los propios valores humanos y
rios habituales sobre el progreso. Grupos y pueblos que se consideran morales, como el valor de la vida y del dinero, el valor de la solidari-
marginados se dirigen hoy a los escenarios en los que esperan alcanzar dad y de la justicia, el valor de la verdad y de la fidelidad.
los bienes y servicios logrados por el progreso. Esta situación pone en No se construye la comunidad de vida, de ideales y proyectos ne-
crisis el mismo concepto de progreso. Los imnigrantes se encuentran gando o disimulando los valores que nos han formado y conformado
como una sociedad humanizada y humanizadora. La convicción de su
35. M. Femández Enguita, La segunda generación ya está aquí, en Inmigración en valía y la apertura dialógica a los valores sustentados por los otros ha-
España, 244. brán de fundamentar la convivencia39 .
36. Cf. a este respecto Jos estudios y testimonios recogidos en Ja obra de M. Spin-
dler-A. Lenoble-Bart (ed.), Chrétiens d 'outre meren Europe. Un autre visage de l'im-
38. Cf. G. Lipovetsky, Le crépuscule du devoir. L'éthique indo/ore des nouveaux
migration, Paiis 2000. temps démocratiques, Paris 1992.
37. Tal es la tesis de G. Verbunt, La société interculturelle. Vivre la diversité hu-
. 39. «Un.a .con~ivencia pacífica y un intercambio de la propia riqueza interior harán
maine, Paris 2001.
posible la edif1cac16n de una Europa que sepa ser casa común, en Ja que cada uno sea

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276 Escenarios y problemas Las migraciones 277

He ahí un valioso ideal para esta etapa de la historia. Y un buen le- nuevas elecciones que orienten el pensamiento y la actuación de los
gado para las generaciones futuras. cristianos y de las comunidades, un 'hecho ' a través del cual se subra-
ye no sólo la 'diferencia' entre las personas, las culturas y las religio-
nes diversas, sino también la igual dignidad humana» 41 •
5. Conclusión Ante el fenómeno de las migraciones, que se multiplica y se agran-
da en el nuevo mapa de la globalización, la llamada a la solidaridad
Los emigrantes han llegado a nuestras puertas. Una y otra vez, a lo puede constituir una respuesta responsable para todos y un nuevo ejer-
largo de la historia se presentado la religión como fuente de exclusión cicio de la caridad para los seguidores de Jesucristo.
y xenofobia, como motivo para el anatema y causa de enfrentamientos
con frecuencia homicidas. A la luz de la revelación bíblica habrá que
reconocer que tales resentimientos no nacían de una auténtica fe, sino PAUTAS DE TRABAJO

precisamente de la falta de fe en el Dios de la vida y en el Mesías de la


reconciliación universal. Otras motivaciones más inconfesables, como 1. Analizar algunos de los problemas sociales que la emigración está cau-
sando o evidenciando en nuestro entorno y tratar de ver sus causas y efectos,
el egoísmo, la competencia, el imperialismo y la tiranía, han tratado de
así como los desafios que plantean a las personas y a las instituciones.
ocultarse bajo la máscara de la confesión religiosa. 2. Preguntarse a qué se deben los prejuicios y estereotipos que nacen ante
Todos los nacionalismos y todos los nuevos regionalismos, cuando la presencia de los inmigrantes.
se absolutizan por encima de la dignidad de la persona y la fraternidad 3. Leer la instrucción Erga Migrantes Caritas Christi, publicada por el
de la fe, toda xenofobia y exclusivismo, cuando olvidan la universali- Pontificio consejo para la pastoral de los emigrantes e itinerantes (3.5.2004)
dad gozosa y abierta que Cristo nos ofrece y posibilita, constituyen un y resumir los puntos más importantes para la moral social.
antievangelio escandaloso. 4. Preguntarse en qué sentido la presencia de los inmigrantes en nuestra
Con razón el Catecismo de la Iglesia católica fundamenta la igual- sociedad constituye una interpelación para los valores y actitudes asumidos
como normales en el ambiente.
dad entre todos los seres humanos en dos confesiones de fe que se re-
5. Preguntarse cuál puede ser la aportación de los cristianos, como perso-
miten al Antiguo y al Nuevo Testamento: nas y como grupo social, ante los desafíos que comporta el fenómeno de las
Creados a imagen del Dios único y dotados de una misma alma racio- migraciones masivas.
nal, todos los hombres poseen una misma naturaleza y un mismo ori-
gen. Rescatados por el sacrificio de Cristo, todos son llamados a parti-
cipar en la misma bienaventuranza divina: todos gozan por tanto de una
misma dignidad4º.

Comenzaba esta reflexión con una referencia al fenómeno de la


globalización. Una globalización sin alma, reducida a ideales pragmá-
ticos y gestionada con criterios puramente economicistas, puede con-
vertirse en el mayor de los pecados estructurales de nuestra historia.
Como ha escrito la Cáritas italiana, p ara los cristianos «la emigra-
ción se convierte en un 'lugar teológico' para un renovado camino de
Iglesia: un 'hecho', un 'acontecimiento' a través del cual hay que re-
pensar la identidad cristiana, con la fantasía de propuestas nuevas y de

acogido, nadie se vea discriminado y todos sean tratados, y vivan responsablemente, co- 41. Caritas italiana, Immigrazione «Segno dei tempi», Bologna 2003, 7; cf. tam-
mo miembros de una sola gran familia>> (EEu 102). bién el vademécum preparado por el arzobispado de Madrid, La pastoral de los inmi-
40. Catecismo de la Iglesia católica, núm. 1934. grantes. Camino para la realización de la misión de la Iglesia, hoy, Madrid 2002.
12
LA OPCIÓN POR LOS POBRES

Desde un punto de vista operativo, se ha definido la pobreza como


«aquella situación social en la que se produce una carencia notable de
bienes socialmente valorados y escasos por debajo de un nivel que se
considera socialmente inaceptable» 1 . Hablar de la pobreza es evocar
experiencias humanas muy diversas. En un contexto ético cristiano, el
término puede sugerir al menos tres significados diferentes:
- La pobreza denota en primer lugar la misma condición de creatu-
reidad e indigencia en que el hombre se halla. Ser hombre es ser pobre
y pretender ignorarlo es intentar confundir vanamente el estado con el
ser, como ya ironizaba Juan de Avila2 al denunciar las argucias del que
se crea necesidades para representar un papel social.
- Junto a esta condición «Ontológica» de la menesterosidad huma-
na radical, se extiende el espectáculo de la pobreza social. El Docu-
mento de Mede//ín la presentaba como «una situación de subdesarro-
llo, delatada por fenómenos masivos de marginalidad, alienación y
pobreza, y condicionada, en última instancia, por estructuras de de-
pendencia económica, política y cultural con respecto a las metrópo-
lis industrializadas que detentan el monopolio de la tecnología y de la
ciencia» 3 •
- Al lado de esta situación objetiva de pobreza, los creyentes han
vislwnbrado siempre otra tercera dimensión: la «ignota riqueza y bien
fecunda» de la dama pobreza a la que nadie, como a la muerte, abre la
puerta y con la que se unió Francisco de Asís, según los versos exta-
siados del Dante4 • Se trata de la pobreza elegida como camino de li-

l. J. M. Vázquez, Pobreza, en Diccionario UNESCO de ciencias sociales III, 1691,


que reproduce esta definición de Amando de Miguel.
2. Cf. L. Sala-E Martín Hemández (eds.), Obras completas del Santo Maestro
Juan de Ávila IV, Madrid 1970, 496.
3. CELAM, Iglesia y liberación humana (docwnentos de Medellín), 1O, «Movi-
miento de laicos», 2, donde cita la Populorum progressio, 19.26.57.59.
4. Cf. D. Alighieri, La divina comedia, Paraíso, 11, 55-82, Madrid 1965, 417-418.
280 Escenarios y problemas La opción por los pobres 281

bertad y disponibilidad en la asunción radical del seguimiento de Je- breza ya no es ampliamente aceptada como inevitable o deseable, y su
sucristo. Sobre tal pobreza advertía fray Luis de Granada: abolición es un objetivo universal. Esto presupone no sólo la elevación
Acuérdate que no es la pobreza virtud, sino el amor de la pobreza. Los universal del mínimo de vida material a un nivel del que son guía los
pobres que voluntariamente son pobres, son semejantes a Cristo, que niveles efectivos de los países ricos o de los estratos más ricos de la
siendo rico, por nosotros se hizo pobre. Mas los que viven en la pobre- sociedad, sino también la abolición de las desigualdades sociales inse-
za necesaria y la sufren con paciencia, y desprecian las riquezas que no parables del concepto de pobreza» 8•
tienen, de esa pobreza necesaria hacen virtud5• Por otra parte, el pobre no sólo carece de los recursos necesarios
para llevar una vida digna, sino que se encuentra hoy en una sociedad
Para el cristiano, en efecto, el término «pobreza» no se refiere tan en que sus valores no son considerados como válidos. El subdesarro-
sólo a la situación de privación y marginación de las que es necesario llo significa carencia de bienes materiales, de cultura y de protagonis-
liberarse y promover la liberación. Designa un modo de vida que el An- mo en la historia9. El que es pobre económica y socialmente es tam-
tiguo Testamento atribuye a los «pobres de Yahvé» y en el Nuevo Tes- bién pobre culturalmente. Otra cultura ha venido a ocupar el espacio
tamento se concreta en la vivencia y el mensaje de Jesús de Nazaret. previamente interpretado y re-creado por sus símbolos. Exiliado de su
Ese estilo de vida, entre la libertad y la confianza, constituye una voca- propio mundo, como el indio de las praderas, el pobre se ha visto in-
ción para todos los creyentes en Jesucristo. El Documento de Puebla lo vadido por la oferta de nuevos símbolos y nuevos códigos. No es ex-
ve reflejado en muchos hijos de la Iglesia que, con su vida sencilla, traño que con frecuencia, el pobre se sienta incómodo en su mismo
constituyen una verdadera denuncia al materialismo de nuestro tiempo mundo y haya perdido el sentido de totalidad que lo envolvía de forma
y abren una esperanza alternativa a la sociedad de consumo6• protectora.
J ••
.'
1. La pobreza social b) Pobreza como indefensión

No es dificil observar que las personas que viven en una situación


La percepción de la pobreza varía de unos lugares a otros, de unos
de pobreza, de privación y de marginalidad se encuentren también ale-
tiempos a otros y de unos grupos sociales a otros. De todas formas,
jadas respecto a los núcleos decisorios de la marcha de este mundo.
parece innegable que la pobreza incluye siempre una desigualdad so-
Los pobres no tienen voz en el concierto social. Raras veces logran
cial y una cierta indefensión.
asociarse. Reducidos a su individualidad, no pueden ser oídos. No
pueden defender sus derechos.
a) Pobreza como desigualdad Por otra parte, con excesiva frecuencia han de presenciar el triste
espectáculo de la anulación de sus profetas. Unos son silenciados con
Se establece con frecuencia una distinción entre la pobreza social, la muerte, otros con el exilio, otros con la calumnia o el desprestigio.
el pauperismo y la pobreza moral. Se dice que «la pobreza social su- De forma todavía más sutil, la voz profética que reivindica la dig-
pone no solamente la desigualdad económica (de propiedad, renta, ni- nidad de los pobres es con frecuencia trivializada y convertida en ob-
veles de vida, etc.), sino también la desigualdad social, es decir, una jeto de espectáculo o compraventa. La Comisión ecuménica sobre la
relación de inferioridad, dependencia o explotacióm> 7• participación de las Iglesias en el desarrollo, aduce como ejemplo evi-
En la percepción de la pobreza se ha pasado de un planteamiento dente, la amplia utilización que la cultura moderna ha hecho de los
estático y fatalista a uno más dinámico y operativo. En otros tiempos
se veía la pobreza como un mal endémico e irremediable. Hoy «lapo-
8. !bid., 291; el autor explica a continuación cuán dificil resulta establecer los crite-
rios, siempre cambiantes, que se establecen para la medición de la pobreza material. Más
5. Luis de Granada, Obra selecta, Madrid 1952, 461. dificultades plantea la medición de los aspectos no materiales de la pobreza, como la mar-
6. Cf. CELAM, Documento de Puebla, 1148-1152. ginalidad de los pobres en el ámbito de los derechos y las oportunidades sociales.
7. E. J. Hobsbawm, Pobreza, en Enciclopedia internacional de las ciencias socia- 9. Cf. R. Tamames, Pobreza, penuria y subdesarrollo : Documentación social 76
les VIII, Madrid 1974, 289. (1989) 33-40.
282 Escenarios y problemas La opción por los pobres 283

gritos proféticos expresados en los cantos espirituales de los negros Para Sofonías, el pobre no es tan sólo el que socialmente aparece
norteamericanos. como tal, sino el que acepta confiado la voluntad de Dios. La pobreza
alcanza así dimensiones religiosas. Los pobres son los fieles y los hu-
mildes. Yahvé exige cuentas a los grandes y poderosos, pero dejará sub-
2. Los pobres en las fuentes de la fe sistir en medio de su pueblo una pequeña porción humilde ( «ani») y
pobre («dal»), que encontrará cobijo en el nombre de Yahvé (Sof3, 12).
La tradición bíblica tiene mucho que decir a este respecto. Desde Figura prototípica de esta actitud será el Siervo de Yahvé y Libera-
sus páginas se nos va desvelando una historia en la cual no sólo los po- dor de los pobres, cantado en los poemas del Déutero-Isaías (Is
bres se han acercado a Dios, sino que, sobre todo, Dios ha tomado la 42.49.50.52-53). La salvación viene por un «pobre», en el más amplio
iniciativa de aproximarse a Ja vida de los pobres. La experiencia hu- sentido de la palabra: el despojado materialmente que ha puesto su
mana de la pobreza, a la vez económica y social, ha encontrado refle- confianza espiritual en el Dios de los humildes 11 •
jo frecuentemente en las páginas de la Biblia 10•
b) La pobreza en el mensaje de Jesas
a) La pobreza en Israel
Ya en la primera página del Nuevo Testamento, María, haciéndose
La experiencia primordial del Antiguo Testamento es la liberación eco del canto de Ana, la madre de Samuel, proclama la grandeza del
del pueblo de Israel. Dios no es indiferente al lamento de los oprimi- Dios que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los hurnildes 12 •
dos: «El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto La encarnación del Verbo de Dios es precisamente el misterio del
además la opresión con que los egipcios los oprimen» (Ex 3, 9). Dios anonadamiento del propio Dios y de su abrazo con la pobreza huma-
escucha los gemidos de los pobres y se constituye en defensor de los na. Jesús nace pobre, es perseguido, vive pobremente y no tiene don-
que sufren la opresión, los «ebioninl». No es, pues, extraño que la ley de reclinar la cabeza (Mt 8, 19).
mosaica convierta en normativa esta actitud de Dios: también el israe- En la inauguración de su ministerio profético, en la sinagoga de
lita deberá dejar espigas y racimos para el rebusco al que se dedican Nazaret, Jesús retoma un antiguo texto (Is 61, 1) para anunciar que ha
los pobres (Lv 19, 10) y habrá de alargar su mano compasiva al her- sido «ungido» por el Espíritu del Señor para «anunciar Ja buena noti-
mano que se ha empobrecido (Ex 22, 20-25; Lv 25, 35-55). cia a los pobres» (Le 4, 18). Ese mismo anuncio a los pobres será una
Los profetas se constituyen en defensores de la causa de los pobre de las claves de su ministerio mesiánico (Mt 11, 5).
En el sermón de la montaña, pregón y anticipo del reino de Dios
y humillados. Ellos son los «anawim», los que no pueden confiar más
que Jesús viene a instaurar, el Maestro declara «bienaventurados» a
que en la providencia de Dios. Entre los profetas preexílicos, Amós
los pobres en el espíritu (Mt 5, 2), que son en realidad los pobres
denuncia con vigor la opresión a Ja que se ven sometidos los pobres y
sociales que le escuchan y que han empezado a seguir su camino
Jos débiles (Am 2, 6-7; 4, 1-2; 5, 11-13).
(Le 6, 20) 13 .
A las imprecaciones de Isaías contra los que aplastan el rostro de
Su Padre es el Dios de cuya palabra viven pendientes los humildes
los pobres (Is 3, 14-15), sigue la promesa de un Mesías, amigo de los
(Mt 4, 4) y ante quien se inclina como un siervo adorante (Mt 4, 10).
pequeños, que juzgará en justicia a los pobre y a los humildes de la tie-
Por ello, puede invitar a todos los sobrecargados y abatidos a deposi-
rra (Is 11, 4).
11. Cf. N. M. Loss, Il tema della povertá nei libri storici e profetici dell'Antico
10. Para ampliar este tema, cf. F. Hauck-E. Bammel, Ptójós, en TWNT VI, 885- Testamento (pp. 47-106); A. Renon, Evangelizare pauperibus nei Salmi et Sapienziali
815; A . George, Pauvre, en DBS VII, 387-406; A. Gelin, Los pobres de Yavé, Barcelo- (pp. 107- 125) y A. Penna, l «poveri» secondo il Deuteronomio (pp. 219-228), en las Ac-
na 2 1970; B. Hernando, Los pobres y la Palabra de Dios en el Nuevo Testamento: Bur- XX!Y
tas de la semana bíblica de la Associazione biblica italiana, Evangelizare paupe-
gense 22 (1981) 9-43; J. Schottroff-W. Stegemann, Jesús de Nazaret, esperanza de los ribus, Bresc1a 1978; D. Mollart, El Dios de los pobres, Santiago de Chile 1964.
pobres, Salamanca 1981; L. Coenen-H. H. Esser, Pobre, en DTNT III, 380-385; G. 12. Cf. L Gomá Civit, El magníficat, Madrid 1982.
Theissen, Estudios de sociología del cristianismo primitivo, Salamanca 1985; H. Mer- 13. Cf. J. Dupont, Le beatitudini III. Gli evangelisti, Cinisello Balsamo 1992 («!
klein, Ptójós, en DENT U, 1258-1266. poveri in spiritm>, 603-740).
284 Escenarios y problemas La opción por los pobres 285

tar sus fardos en él, que es manso y humilde de corazón como los po- vestido, y entra también un pobre con traje raído. Si os fijáis en el que
bres (Mt 11, 28-29). va espléndidamente vestido y le decís: 'Siéntate cómodamente aquí',
Jesús ha tenido ocasión para denunciar la esclavitud a la que los y al pobre le decís: 'Quédate ahí de pie o siéntate en el suelo a mis
bienes de esta tierra someten con frecuencia a los hombres. Así lo ha- pies', ¿no estáis actuando con parcialidad y os estáis convirtiendo en
ce en la parábola del rico necio (Le 12) y en la conversación que sigue jueces que actúan con criterios perversos?» (Sant 2, 2-4).
al episodio del joven rico (Mt 19, 23-30; Me 10, 23-31; Le 18, 24-30). Para el autor de la carta, la injusticia y la falta de caridad se agravan
Jesús recomendó con frecuencia las obras de la misericordia res- por cuanto ese proceder parece usurpar el puesto al Señor, juez de la
pecto a los pobres y a los necesitados (Mt 6, 19-34; Le 12, 3-34). Y se historia, que no ha de juzgar por las apariencias externas. Pero tal pro-
identificó finalmente con ellos al anunciar que la historia y cada uno ceder contradice el espíritu mismo de la salvación. Dios no ha obrado
de los hombres habrán de ser juzgados precisamente por su acogida o así. Y los creyentes están llamados a imitar el comportamiento del mis-
rechazo hacia los pobres y marginados: «Os aseguro que cuando lo mo Dios: «¿No eligió Dios a los pobres según el mundo para hacerlos
hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hi- ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que lo aman?
•1 cisteis» (Mt 25, 40) . ¡Pero vosotros menospreciáis al pobre!» (Sant 2, 5-6). Esa es la mayor
Cuando Jesús dice que a los pobres los tendremos siempre con acusación que puede hacerse a quienes dicen creer en el Dios de !ajus-
nosotros (Jn 12, 8) no justifica el pecado de desentendimiento que ha- ticia y del amor14•
brá de recorrer los siglos, sino que desenmascara la hipocresía de
quienes apelan a los pobres para eximirse de las obras de la religión,
cuando tampoco atienden a los pobres. 3. La tradición patrística
Decididamente, en Jesús Dios se ha revelado como el Dios de los
pobres. No son ellos los que van a su encuentro. Dios mismo sale en Ya entre los padres apostólicos se encuentra la preocupación cris-
su busca y sigue sus pasos. tiana por los pobres. Entre los deberes señalados en la Didajé se dice:
«No rechazarás al necesitado, sino que comunicarás en todo con tu
hermano y de nada dirás que es tuyo propio. Pues si os comunicáis en
e) La pobreza en la Iglesia primitiva
los bienes inmortales, ¿cuánto más en los mortales?» 15 . Una motiva-
La comunidad de los primeros cristianos fue socialmente un grupo ción estrictamente teologal aduce el Discurso a Diogneto cuando afir-
de pobres. Los apóstoles no tienen reparo en confesar su propia po- ma que «quien suministra a los necesitados lo mismo que él recibió de
breza ante el tullido que mendiga a la puerta del templo: «No tengo Dios, se convierte en Dios de los que reciben de su mano; tal es el ver-
oro ni plata; pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Naza- dadero imitador de Dios» 16 •
reno, echa a andar» (Hch 3, 6). El motivo comunitario retorna en la simplicidad y belleza de aque-
Seguidores de aquel que, siendo rico, se hizo pobre por amor nues- lla imagen utilizada en el Pastor de He~mas: las piedras son útiles pa-
tro (2 Cor 8, 9), los cristianos saben que no hay entre ellos muchos sa- ra la edificación cuando han sido talladas; pues bien, los ricos de este
bios o poderosos o nobles: Dios ha elegido lo débil del mundo para mundo no pueden ser útiles para el Señor si no se han desprendido de
confundir a los fuertes de la tierra (1 Cor 1, 26-28). Es cierto que en- sus riquezas, como el canto rodado en manos del cantero 17 •
tre esos mismos cristianos de Corinto eran frecuentes las divisiones
entre ricos y pobres (1 Cor 11, 20-22). Bien pronto, Pablo hubo de ex- 14. Cf. R. J. Sider, Rich Christians in anAge ofHunger. A Bíblica/ Study, Ramsey,
NJ 1977; S . Legasse, Pauvreté chrétienne l. Écriture Sainte, en Dictionnaire de Spiri-
hortar a los cristianos de Asia a acudir en ayuda de las comunidades tualité XII ( 1983), 613-634.
pobres de Judea (2 Cor 8, 12-14). 15. Didajé, 4, 8; la misma expresión se encuentra en la Carta de Bernabé 19 8
La Carta de Santiago abandona el discurso abstracto para presen- ambos textos en D. Ruiz Bueno (ed.), Padres apostólicos, Madrid 1979; cf. M . G. Ma~
tar ante los cristianos una imagen que debió de ser escandalosamente ra, Ricchezza e poverta ne/ cristianesimo primitivo, Roma 1980; Id., Pobres-Pobreza, en
DPAC, 1814- 1816.
frecuente ya desde los primeros tiempos: «Supongamos que en vues- 16. Discurso a Diogneto, 10, 6, en D. Ruiz Bueno (ed.), Padres apostólicos, 857.
tra asamblea entra un hombre con sortija de oro y espléndidamente l 7. Cf. Pastor de Hermas, 3, c. 6, n. 5, en PG 2, 903.
286 Escenarios y problemas
La opción por los pobres 287

Entre los padres apologistas, el mártir Justino presenta la puesta en tes: «Cuando veas a un pobre no pases de largo; piensa más bien lo
común de los bienes materiales como uno de los efectos más eviden- que se~ías tú en su l~gar. ¿Qué no quisieras que hicieran todos por ti?
tes de la conversión a la fe cristiana: «Los que amábamos por encima [ ... ]Piensa que es hbre como tú, que participa de tu misma nobleza,
de todo el dinero y el aumento de nuestros bienes, ahora todo lo que ~ue t?do lo posee en común contigo. Y sin embargo, ese que no te es
tenemos lo ponemos en común y de ello damos parte a todo el que es- mfenor en nada, a menudo no lo aprecias tanto como a tus perros.
tá necesitad0» 18 • Ellos se hartan de pan, y él frecuentemente se duerme muerto de
hambre»23 .
a) Los padres orientales Su celo de pastor preocupado por los pobres de su comunidad se
resume en aquella frase célebre: «Dad a los indigentes: nunca cesaré
Entre los padres orientales, Clemente de Alejandría es el primero de repetirlo»24.
en articular la doctrina cristiana sobre la riqueza y la pobreza. Para él ~~tre los padr~s capadocios hay que recordar las homilías del gran
la puesta en común de los bienes obedece al proyecto del mismo Dios: ~as1ho s.obre los neos y la riqueza25 , así como los discursos de Grego-
. ' <<Dios creó el género humano para la comunión de unos con otros, de no de N1sa sobre los pobres que han de ser amados 26 ; también el dis-
curso 14 de Gregorio Nacianceno sobre al amor a los pobres. Es pro-
tal manera que Él empezó por repartir de lo suyo y a todos los hom-
..
.. bres suministró su Logos común. Todo lo hizo por todos. Luego todo fundamente evangélica aquella célebre exhortación suya: «Siervos,
ll! es común y no pretendan los ricos tener más que los demás. Así pues, hermanos y coherederos de Cristo, visitemos a Cristo curemos a Cris-
' aquello de 'tengo y me sobra, ¿por qué no he de gozar?', no es huma- to, aliment~mos a Cristo, vistamos a Cristo, recojam~s a Cristo, hon-
j~ no ni propio de la comunión de bienes. Más propio de la caridad es de- remos a Cnsto [ ... ] entreguémosle nuestra compasión por medio de
' cir: 'Tengo, ¿por qué no dar parte a los necesitados?' El que así siente los pobres, postrados hoy por tierra»21.
es perfecto, porque ha cumplido el mandamiento de 'amar a su próji-
mo como a sí mismo'. Estos son los verdaderos goces, este el lujo que b) Los padres occidentales
vale atesorar. Mas los gastos que se hacen para vanos deseos no tienen
razón de gasto, sino de perdición» 19 . .. De modo semejante, en Occidente, Cipriano de Cartago podía iden-
Orígenes, por su parte, no dudaba en comparar la pobreza al mar- tificar la riqueza con la ceguera al exaltar la libertad del que se des-
tirio20. Según él, el deber de la hospitalidad no se cumple solamente prende de sus bienes para «imitar la gloria de la pasión del Señorn2s.
con recibir al huésped, es preciso salir a buscarlo por todas partes, por Entre las obras de Ambrosio de Milán sobresale el Libro de Nabot
si se encuentra en las plazas y ha de dormir fuera de techo 21 • en el que al parecer se recoge una serie de sermones contra los ricos'.
Juan Crisóstomo, presentando al pobre como un hombre libre22 , Según él todos los días nace un avariento como el rey Ajab. Pero tam-
se refiere al que ha elegido una pobreza que, al desatarlo de la codi-
cia, lo hace señor de la tierra y del mar. Al mismo tiempo descubre 23_. Ju3'.1 Crisóstomo, In Hebr. hom., 11 , 3, en PG 63, 93; cf. R. Sierra Bravo, El
a su alrededor muchos pobres a los que su condición hace esclavos. mensa1e social de los padres de la Iglesia, 307, donde se recogen numerosos textos de
este santo padre relativos a la pobreza y a los pobres; cf. también DSPI, 250.
En sus vibrantes homilías, repite interpelaciones como las siguien- ,2_4. Juan C~sóstom.o, In 1 Cor., 43, 2, en PG 61, 369c; cf. A. Solignac, Pauvreté
chret1enne II. Peres del Église et Moines des origines, en DS 12, 638-639.
25. Basilio el Grande, Homilía contra los ricos, en PG 31, 277-304; cf. R. Sierra
18. Justino, Apología 1, 14, 2, D. Ruiz Bueno (ed.), Padres apologetas griegos, Bravo, El mensaje social de los p adres de La Iglesia, 118-128.
Madrid 1979, 195. 26. Gregorio de Nisa, Sobre los pobres que han de ser amados en PG 46 453-490·
19. Clemente de Alejandria, El Pedagogo, II, 12, en PG 8, 54 l; según la versión de cf. R. S~e~ Brav~, El mensaje social de los padres de la Iglesia, Í85-199; cf. tambié~
R. Sierra Bravo, El mensaje social de los padres de la Iglesia, Madrid 1989, 72, donde las hom1has del Niceno sobre la beneficencia y sobre el juicio final, en PG 46, 454-489.
se encuentran otros muchos textos sobre la pobreza y los pobres.
27. <:""ego~o Nacianceno, Orationes, 14, 40, en PG 35, 909B; cf. R. Sierra Bravo,
20. Orígenes, Exhortatio ad martyrium, 15, en PG 11, 581D. El mensa1e social de los padres de la Iglesia, 144-163.
21. Id., In Rom. 9, 13, en PG 14, 1220.
28. Ci~riano de Cartago, De dominica oratione, 20, en PL 4, 533B; sobre la po-
22. Juan Crisóstomo, Adversus oppugnatores vitae monasticae, 6, 5, en PG 47, 33 7;
b_reza Y la nquez~ en l~s padres occidentales, cf. A. Solignac, Latine {Église), en Dic-
M. I. Rouet De Journel-J. Dutilleui, Enchiridion Asceticum, Barcelona 1978, n. 346. tionna1re de Spmtualite IX, 37 1-375.
288 E scenarios y problemas La opción por los pobres 289

poco Nabot es el único pobre asesinado: «Todos los días se renueva su Según Isidoro de Sevilla Ja posesión de los bienes presentes sólo es
sacrificio; todos los días se mata al pobre»29 . En sus sermones afirma verdadera cuando sirve para sustentar la vida de los necesitados. Fue-
que «la misericordia es parte de la justicia, de modo que si quieres dar ra de eso, las riquezas mundanas son sólo motivo de tentación y serán
a los pobres esta misericordia, es justicia [ ... ] Es injusto que el que es ocasión de mayores tormentos en el futuro: «Reservando los bienes te-
completamente igual a ti no sea ayudado por su semejante, sobre todo rrenos, los perdemos; distribuyéndolos, los guardamos. El patrimonio
desde el momento en que Dios nuestro Señor quiso que esta tierra fue- retenido perece; repartido, permanece. No podemos permanecer du-
se posesión común de todos los hombres y suministrase frutos para to- rante largo tiempo con nuestros bienes, o porque nosotros los abando-
dos ellos; pero la avaricia dividió los derechos de las posesiones»3º. namos cuando morimos, o porque ellos nos dejan a nosotros viviendo
Agustín de Hipona enseña que compartir los bienes es una cues- aúm>34 •
tión de justicia (Serm. 61, 3). Una justicia interpersonal que revela la La doctrina de los padres de la Iglesia no podía contemplar el pa-
verdad de la justicia interior. Lo que es superfluo para los ricos es ne- norama universal que alcanza a la pobreza en un mundo globalizado,
cesario para los pobres. Poseer bienes superfluos equivale, por tanto, a pero ofrece los valores evangélicos y los criterios para orientar la con-
poseer bienes ajenos31 . En consecuencia, a imitación de los primeros ciencia moral y la justicia crítica ante el drama de los desposeídos 35 •
1 . ~- cristianos de Jerusalén, es preciso poner todos los bienes en común:
A causa de lo que poseemos inclividualmente existen pleitos, enemista-
¡ 'I des, discordias, guerras entre los hombres, tumultos, disensiones, es- 4. La doctrina de la Iglesia
cándalos, pecados, homicidios. ¿A causa de qué? Por los mismos bie-
nes que poseemos individualmente. ¿Acaso litigamos por los bienes En su primera encíclica, Deus caritas est, el papa Benedicto XVI
comunes? El aire que respiramos y el sol que nos alumbra lo disfruta- reconoce que «los representantes de la Iglesia percibieron sólo lenta-
mos en común. Por eso, bienaventurados los que hacen lugar al Señor, mente que el problema de la estructura justa de la sociedad se p lantea-
de modo que no se alegran en Jo suyo particular32 • ba de un modo nuevo». Con todo, menciona Ja figura pionera del obis-
po Ketteler de Maguncia (tl 877), así como las asociaciones, uniones,
De todas formas, san Agustín ha meditado muchas veces sobre las federaciones y, sobre todo, nuevas congregaciones religiosas, que en el
actitudes humanas ante los bienes. Ha observado, ciertamente, que la siglo XIX se dedicaron a combatir la pobreza, las enfermedades y las
riqueza engendra altanería. Sin embargo, los pobres son soberbios en situaciones de carencia en el campo educativo. A continuación men-
ocasiones, mientras que los ricos son humildes: «Ves al pobre que gi- ciona los hitos que desde 1891 han ido marcando los documentos del
me, sometido al rico; pero cambia de fortuna y entonces el pobre opri- magisterio pontificio y que aquí se recuerdan brevemente (cf. Deus ca-
me al rico y este se muestra humilde. La condición de cada uno se com- ritas est, 27).
prueba cuando tiene algo. Por eso, el pobre de Dios consiste en el
espíritu, no en la falta de dinero[ ... ] Dios no mira la hacienda, sino la
codicia»33 . a) Los orígenes de la doctrina social

29. Ambrosio de Milán, De Nabuthae, 1, en PL 14, 765 ; cf. R. Sierra Bravo, El En la encíclica Rerum novarum, el papa León XIII expone «la doc-
mensaje social de los padres de la Iglesia, 389. trina social sobre el trabajo, sobre el derecho de propiedad, sobre el
30. Ambrosio de Milán, Serm., 118, VIII, 15, en PL 15, 1368; cf. R. Sierra Bravo, principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases como me-
El mensaje social de los padres de la Iglesia, 406-407.
31. Agustín de Hipona, Enar. In Psal., 147, 12: «Res alienae possidentur cum su-
dio fundamental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles,
perflua possidentum. sobre la dignidad de los pobres y sobre las obligaciones de los ricos,
32. Id., Serm. 131, 5, en PL 31 , l 7 l 8ss. La misma idea se encuentra en Juan Cri-
sóstomo, Hom. 12, sobre 1Tim4.
33. Agustín de Hipona, Serm. 131 , 26, en PL 31, l 7 l 8ss; cf. R. Sierra Bravo, El 34. Isidoro de Sevilla, Sen/. III, 60, 1, en PL 83, 732; cf. R. Sierra Bravo, El men-
mensaje social de los padres de la Iglesia, 466-467; cf. T. J. van Bavel, Amor, en A. D. saje social de los padres de la Iglesia, 526.
Fitzgerald (dir), Diccionario de san Agustín. San Agustín a través del tiempo, Burgos 35. Cf. P. Cowley, El humanismo de los padres de la Iglesia, Santiago de Chile
2001, 46-47. 1975.
290 Escenarios y problemas La opción por los pobres 291

sobre el perfeccionamiento de la justicia por la caridad, sobre el dere- reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador
cho a tener asociaciones profesionales»36 • pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende ser-
Es cierto que los <<pobres» de los que hablan algunos documentos vir en ellos a Cristo» (LG 8). Los pobres son el icono de la Iglesia.
más recientes ya no se pueden identificar con los «proletarios» a los También en la constitución Lumen gentium se reconoce que «están es-
que se refiere León XIII o los «parados» que eran el centro de la aten- pecialmente unidos a Cristo, paciente por la salvación del mundo,
ción de Pío XI en su encíclica Quadragesimo anno. Cada época de la aquellos que se encuentran oprimidos por la pobreza, la enfermedad,
historia tiene sus protagonistas. Y tiene también sus pobres. Sin olvi- los achaques y otros muchos sufrimientos, o los que padecen persecu-
dar las palabras y los gestos de Jesús, fielmente recogidos y actualiza- ción por la justicia» (LG 41 ).
dos por las comunidades primeras, el cristiano ha de mantenerse aten- Esta intuición fundamental se haría mucho más evidente en la
to a los «signos de los tiempos», a las nuevas necesidades del hombre constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo de
concreto, al rostro actual de los pobres que habremos de tener siempre hoy., incluso desde su comienzo: «Los gozos y las esperanzas, las tris-
entre nosotros (cf. Me 14, 7). tezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de
Primero, pues, fueron los trabajadores y proletarios. Más tarde, la los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tris-
doctrina social de la Iglesia dedicó su atención a los que no encontra- tezas y angustias de los discípulos de Cristo» (GS 1).
ban trabajo a causa de las crisis económicas del periodo de entregue- El Concilio denuncia las situaciones de injusticia que el desarrollo
rras. Una vez estallada la Segunda guerra mundial, las preocupaciones económico debería mitigar y que, en cambio, ha agravado con fre-
sociales de Pío XII se vuelven a los refugiados y a los deportados, a cuencia. A pesar de tal desarrollo se ha producido un retroceso en las
los prisioneros y a los detenidos en los campos de concentración, a los condiciones de vida de los más débiles y un desprecio de los pobres:
niños y a todas las víctimas inocentes de una guerra demasiado larga y «Mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente nece-
destructora37• La llegada de la paz no trajo consigo el apaciguamiento sario, algunos, aun en los países menos desarrollados, viven en la opu-
de las tensiones ni mejores condiciones para los pobres. lencia y malgastan sin consideración. El lujo pulula junto a la miseria.
Y mientras unos pocos disponen de un poder amplísimo de decisión,
muchos carecen de toda iniciativa y de toda responsabilidad, viviendo
b) El espíritu del Concilio
con frecuencia en condiciones de vida y de trabajo indignas de la per-
Juan XXIII y Pablo VI han tenido que referirse una y otra vez a las sona humana» (GS 63).
dimensiones planetarias de la «cuestión social». Países que alcanzaron El Concilio recuerda un principio muy querido para los antiguos
la independencia mediante un proceso de descolonización poco respe- padres de la Iglesia: Si Dios ha destinado la tierra y cuanto ella con-
tuoso con su identidad y sus medios de subsistencia digna, regiones las- tiene a todos los hombres y todos los pueblos, la justicia y la caridad
timadas por contiendas tribales, nacionalistas o represivas, totalitaris- exigen que los bienes creados lleguen a todos equitativamente. Con in-
mos injustos. Todo ello hacía dificil una paz basada en !ajusticia y una dependencia de las diversas formas posibles de propiedad, hay que
realización humana basada en los derechos inalienables de la persona. mantener el destino universal de los bienes. Aunque se afirma el dere-
Con ello, no sólo subsistían bolsas localizadas de pobreza en un mun- cho a poseer los bienes necesarios para la persona y la familia, se re-
do que pretendía programar el progreso y el desarrollo, sino que se conoce la dimensión comunitaria de los mismos. Por tanto, «los hom-
abría cada vez más la brecha entre los países ricos y los países pobres38 • bres están obligados a ayudar a los pobres; y por cierto, no sólo con
A través de los textos del concilio Vaticano II, queda claro que «la los bienes superfluos». Es más, «quien se halla en situación de necesi-
Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, dad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario pa-
ra sí». En este mismo sentido, y «habiendo como hay tantos oprimidos
36. OEDSI, 24. actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a to-
37. OEDSI, 12; cf. J. R. Flecha, Caridad liberadora y doctrina social de la Iglesia, dos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase
119-131. de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo
38. Cf. V J. Sastre, El cuarto mundo, en M. García (ed.), Teología y sociología del
desarrollo. Comentario a la «Populorumprogressio», Madrid 1968, 297-313. alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y
292 Escenarios y problemas La opción por los pobres 293

ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a Los pobres, liberar a los receptores de la dependencia externa para que se basten
tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollar- por sí mismos.
se por sí mismos» (GS 69). Salvadas estas cautelas, los cristianos laicos están llamados a cola-
EL texto conciliar no dudaba en proponer medidas muy concretas borar en las obras de caridad y las organizaciones de asistencia social,
para remediar las situaciones de pobreza. De hecho, propugnaba «las privadas y públicas, nacionales e internacionales. De todas formas, en
reformas que tengan por fin, según los casos, el incremento de las re- el ejercicio de la caridad han de buscar tanto la eficacia como Ja cola-
muneraciones, la mejora de las condiciones laborales, el aumento de la boración con las personas de buena voluntad (AA 8).
seguridad en el empleo, el estímulo para la iniciativa en el trabajo y Después del Concilio, el papa Pablo VI, tras denunciar el aumento
hasta el reparto de las propiedades insuficientemente cultivadas a fa- de la pobreza en el mundo y el ensanchamiento de la brecha entre ri-
vor de quienes sean capaces de hacerlas valer» (GS 71 ). cos y pobres, señalaba algunas deficiencias en las soluciones que ha-
Estos principios y propuestas trascienden el ámbito nacional. Por bitualmente se proyectan:
eso el Concilio exhorta a los cristianos a colaborar en la edificación
Todo ello no puede bastar, como no bastan las inversiones privadas y
.¡ del orden internacional teniendo en cuenta que <da mayor parte de la públicas ya realizadas, las ayudas y los préstamos otorgados. No se tra-
~ .. humanidad sufre todavía tan grandes necesidades, que con razón pue- ta tan sólo de vencer el hambre, y ni siquiera de hacer que retroceda la
de decirse que es el propio Cristo quien en los pobres levanta su voz pobreza. La lucha contra la miseria, aunque es urgente y necesaria, es
para despertar la caridad de sus discípulos» (GS 88a). insuficiente. Se trata de construir un mundo en el que cada hombre, sin
Si el Concilio pide a los obispos que consagren cuidado especial a exclusión alguna por raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida
los pobres (CD 13a), se dirige especialmente a los laicos para recor- plenamente humana, liberada de las servidumbres debidas a los hom-
darles la primacía del mandato del amor (cf. Mt 22, 27-40; Mt 25, 40; bres o a una naturaleza insuficientemente dominada; un mundo, en el
Jn 13, 35). El ejercicio de ese mandamiento ha marcado Ja vida de la que la libertad no sea palabra vana y en donde el pobre Lázaro pueda
sentarse a la mesa misma del rico 39•
Iglesia a través de múltiples obras de caridad. En un mundo que ha
acercado a las gentes, esas obras son más necesarias que nunca: «La
Pablo VI recordaba, por otra parte, que «el Evangelio, al enseñar-
acción caritativa puede y debe llegar hoy a todos los hombres y a todas
las necesidades. Donde haya hombres que carecen de comida y bebi- nos la caridad, nos inculca el respeto privilegiado a los pobres y su si-
tuación particular en la sociedad: los más favorecidos deben renunciar
da, de vestidos, de hogar, de medicinas, de trabajo, de instrucción, de
a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes
los medios necesarios para llevar una vida verdaderamente humana,
al servicio de los demás»4º.
que se ven afligidos por las calamidades o por la falta de salud, que su-
fren en el destierro o en la cárcel, allí debe buscarlos y encontrarlos la
caridad cristiana, consolarlos con cuidado diligente y ayudarlos con c) Ante el cambio de milenio
la prestación de auxilios. Esta obligación se impone, ante todo, a los
hombres y a los pueblos que viven en la prosperidad» (AA 8). 1. Situándose en la continuación de este largo camino, Juan Pablo
Ahora bien, el Concilio señala siete condiciones para que el ejerci- II llama la atención en su encíclica Centesimus annus sobre algunos
cio de la caridad se manifieste en toda su verdad: 1) que se vea en el grupos especialmente necesitados de protección, como los ancianos
prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado; 2) que el pró- (CA 48). Constata, además, el aprecio actual de los ideales democráti-
jimo sea tratado como Cristo, a quien en realidad se ofrece lo que se cos y la preocupación universal por la defensa de los derechos huma-
da al necesitado; 3) que se respete la libertad y dignidad de la persona nos. Precisamente en ese contexto la encíclica denuncia algunas trans-
que recibe el auxilio; 4) que no se manche la pureza de intención con gresiones modernas de tales derechos, como los que se refieren a la
el interés de la propia utilidad o el deseo de dominar; 5) que se respe- vida misma, a la búsqueda y el conocimiento de la verdad, la funda-
te la justicia, de modo que no se entregue como ofrenda de caridad lo
39. Pablo VI, carta encíclica Populorum progressio, 47.
que ya se debe por título de justicia; 6) que se eliminen las causas de 40. Id., carta apostólica Octogesima adveniens, 23, enAAS 63 (197 1), 418 ; este
los males y no sólo los efectos; 7) que la ayuda prestada contribuya a texto ha sido recogido en el CDSI 158.
294 Escenarios y problemas La opción por los pobres 295

ción de una familia unida, la profesión de la propia fe. En consecuen- Evocando la historia de la Iglesia, desde las primeras comunidades
cia, postula un sistema socio-político que se fundamente en la verdad a las iniciativas de los monjes, la encíclica recuerda que la atención a
ontológica del hombre y no solamente en una serie de presiones elec- Jos pequeños, con los que se ha identificado Cristo (Mt 25, 40), no es
torales o financieras 41 . A la consideración de la dignidad del hombre sólo un piadoso deseo, sino también un compromiso concreto de vida:
concreto une, como ya se ha dicho en el tema anterior, Ja denuncia de
los mecanismos despersonalizados y burocráticos del Estado de bienes- Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se
tar que quitan responsabilidad a la sociedad civil: hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia
y lógica interna. De esta conciencia deriva también su opción preferen-
Conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de modo más ade- cial por los pobres, la cual nunca es exclusiva ni discriminatoria de
cuado quien está próximo a ellas o quien está cerca del necesitado. otros grupos (CA 57)45.
Además, un cierto tipo de necesidades requiere con frecuencia una res-
puesta que no sea sólo material, sino que sepa descubrir su exigencia 2. La opción preferencial por los pobres, propugnada ya por la ITI
humana más profunda. Conviene pensar también en la situación de los
Conferencia general del episcopado latinoamericano46 fue solemne-
prófugos y emigrantes, de los ancianos y enfermos, y en todos los de-
mente reafirmada por el papa Juan Pablo 11 durante su primer viaje a
más casos necesitados de asistencia, como es el de los drogadictos: per-
sonas todas ellas que pueden ser ayudadas de manera eficaz solamente Brasil47 . Posteriormente hubo de ser explicada una y otra vez por las
por quien les ofrece, aparte de los cuidados necesarios, un apoyo since- instrucciones romanas a propósito de la teología de la Jiberación48 y
ramente fratemo42 • plenamente asumida por el Sínodo de obispos. Se puede decir que, de
esta forma, ha comenzado a reencontrar en Ja conciencia eclesial el
La encíclica nos muestra el panorama de las nuevas pobrezas. Las puesto privilegiado que había ocupado en Ja Iglesia primitiva y en los
necesidades del hombre no se limitan a carencia de pan, de vivienda, escritos de los santos padres49•
de trabajo o de sanidad. El hombre necesita un sentido para su vida y Sin duda hay que evitar fáciles exclusivismos y reconocer la pre-
una cercanía afectiva en su itinerario vital. Tanto en los países desa- sencia de nuevas formas de pobreza, aun en medio de sociedades que
rrollados como en los países que se integran en el llamado tercer mun- han hecho del despilfarro su habitual estilo de vida (CA 33.48.52).
do, la persona necesita recobrar la convicción de su auténtico valor. El Con todo, la Iglesia descubre que el nuevo nombre de Ja paz tal vez no
hombre no se reduce a las notas adjetivales que con frecuencia pare- sea el desarrollo, como se pensaba en los años sesenta, sino Ja solida-
cen definirlo. «El hombre es, ante todo, un ser que busca la verdad y ridad con la suerte y las esperanzas de los más pobres50.
se esfuerza por vivirla y profundizarla en un diálogo continuo que im- La opción por el pobre no significa hoy solamente atención a las
plica a las generaciones pasadas y futuras» 43 • carencias materiales de los hombres y de los pueblos, cm~ ser ellas ca-
De acuerdo con la encíclica ~entesimus annus, la Iglesia entiende
su cercanía al hombre concreto y la defensa de sus derechos no como 45. Cf. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socia/is, 42, en AAS 80 (1988), 569.
46. CELAM, Documento de Puebla, 1134-1165; cf. G. Gutiérrez, «Pobres y libe-
una estrategia coyuntural, sino como una exigencia inolvidable de su ración en Puebla», en La fuerza histórica de los pobres, Salamanca 1982, 169-211.
misión evangelizadora44 • Si la Iglesia no puede olvidar su misión reli- 47. Juan Pablo, 11, Alocución en la «Favela Vidigal» en Río de Janeiro (4.7.1980),
giosa y trascendente en favor del ser humano, tampoco olvida que su 4, enAAS 72 ( 1980), 854.
48. Congregación para la Doctrina de la fe, Libertatis consciencia, 68, en AAS 79
compromiso en la evangelización tiende a promover al hombre inte- ( 1987), 583-584; J. Lois, Teología de la liberación: opción por los pobres, Madrid 1986;
gral (CA 55). · J. Pixley-C. Boff, Opción por lo,s pobres, Madrid 19a7; G. Gutiérrez, Pobres y OfCión
fundamental, en l. Ellacuría-J. Sobrino, Mysterium llberationis I, Madrid 1991, 303-
321; J. M. Vigil (ed.), La opción por los pobres, Santander 1991.
41. Juan Pablo II, Centesimus annus, 47; cf. M. Antolí, Doctrina social de la Igle- 49. La misma encíclica Sollicitudo rei socia/is, 31, remite '\,los escritos de los Pa-
sia desde Juan XXI!! hasta Juan Pablo!!, Valencia 1988, 40-44. dres, tanto orientales como occidentales.
42. Juan Pablo II, Centesimus annus, 48; cf. J. Martínez Cortés, El Estado de 50. Juan Pablo II, So//icitudo reí socia/is, 33.38-40; Id., Christifideles /aici, 41-42,
bienestar y su crisis: Fomento social 45 (1990) 14 1-155. en AAS 81 ( 1989), 470-476; R. Echarren, Exigencias de la solidaridad para la Iglesia
43. Juan Pablo 11, Centesimus annus, 49. a la lüz de la «Sollicitudo "rei socialis»: ·Corintios Xlll 49-5 1 (1989)269-294; J. Her-
44. Se menciona también esa dimensión integral de la misión cristiana en la encí- nández Pico, Valor humano, valor cristianó de la solidaridad: Estudios eclesiásticos 64
clica Redemptoris missio, 58-59, en AAS 83 (1991), 305-308. (1989) 193-221.
296 Escenarios y problemas La opción por los pobres 297

da vez más inquietantes. Junto a la pobreza múltiple de los grupos preferencial por los pobres refleja de forma cuasi-sacramental la se-
marginados, de Jos ancianos y enfermos, de los prófugos y emigrados riedad de la fe en la encarnación del Verbo de Dios.
y de tantas víctimas del consumismo como se encuentran aún en los 3. En su encíclica Ut unum sint el Papa volvía a destacar que para
países de cultura occidental, la encíclica Centesimus annus recuerda un mejor desarrollo del mundo es necesaria la voz común de los cris-
las crisis dramáticas que atenazan a los países que se hallan en vías de tianos, su compromiso «para que triunfe el respeto de los derechos y
desarrollo (CA 57). Ante ese panorama, la encíclica no deja de urgir la de las necesidades de todos, especialmente de los pobres, los margi-
promoción de la justicia: nados y los indefensos»52 •
El amor por el hombre y, en primer Jugar, por el pobre, en el que la Al finalizar el jubileo del año 2000, en el que se celebró el segun-
Iglesia ve a Cristo, se concreta en la promoción de /ajusticia. Esta nun- do milenio de la encarnación del Hijo de Dios, decía Juan Pablo 11
ca podrá realizarse plenamente si los hombres no reconocen en el ne- que, en virtud de ese misterio, nadie pude ser excluido de nuestro
cesitado, que pide ayuda para su vida, no a alguien inoportuno o como amor. Según afirmaba Jesús, «en la persona de los pobres hay una pre-
si fuera una carga, sino la ocasión de un bien en sí, la posibilidad de una sencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencial
riqueza mayor5 1• por ellos. Mediante esta opción, se testimonia el estilo del amor de
Dios, su providencia, su misericordia y, de alguna manera, se siembran
Como se sabe, la encíclica Sollicitudo rei socia/is reafirma la todavía en la historia aquellas semillas del reino de Dios que Jesús
convicción de la Iglesia de que ha de aliviar la miseria de los que su- mismo dejó en su vida terrena atendiendo a cuantos recurrían a él pa-
fren no sólo con lo «superfluo», sino con lo «necesario» (SRS 31). ra toda clase de necesidades espirituales y materiales» (NMI 49).
La encíclica Centesimus annus retoma aquella idea y afirma que la El nuevo milenio se inicia, según el Papa, cargado de las contra-
incorporación de los más pobres -hombres o pueblos- al círculo del dicciones de un crecimiento económico, cultural y tecnológico que
desarrollo económico será posible «no sólo utilizando lo superfluo privilegia a algunos afortunados mientras deja a millones de personas
que nuestro mundo produce en abundancia, sino cambiando sobre al margen del progreso y «en condiciones de vida muy por debajo del
todo los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, mínimo requerido por la dignidad humana». Entre las nuevas pobre-
las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad» zas, menciona el hambre, el analfabetismo, la falta de asistencia mé-
(CA 58). dica y la carencia de vivienda (NMI 50).
La opción por los pobres trasciende el cambio personal de com- En ese contexto, añade el Papa unas palabras que se han hecho jus-
portamiento para alcanzar los niveles de un cambio de estructuras. Por tamente famosas: «Es la hora de un nueva imaginación de la caridad,
insignificante que parezca, la encíclica llega a sugerir una medida tan que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas,
cristiana como revolucionaria: Que los grandes países y las organiza- sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, pa-
ciones internacionales «a la hora de valorar las consecuencias de sus ra que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino
decisiones, tomen siempre en consideración a los pueblos y países que como un compartir fraterno» (NMI 50).
tienen escaso peso en el mercado internacional y que, por otra parte,
cargan con toda una serie de necesidades reales y acuciantes que re- d) Benedicto XVI
quieren un mayor apoyo para un adecuado desarrollo» (CA 58). Tal es-
trategia es válida igualmente para las decisiones que se toman en el in- En su primera encíclica, dedicada precisamente a subrayar el pues-
terior de la misma Iglesia, a cualquier nivel que sea. Y es válida para to de la caridad en la vida y misión de la Iglesia, el papa Benedicto
verificar la seriedad y verdad de la conversión personal. La opción XVI ha mencionado varias veces el desafio de la pobreza y la dignidad
de los pobres que reclaman la atención de la sociedad y de Jos cristia-
51. Juan Pablo JI, Centesimus annus, 58; cf. también Laborem exercens, 4, en AAS nos. Su memoria se inserta en un interesante discurso sobre el Estado
73 (1981), 584, donde se afirma que la Iglesia cree en el hombre con la ayuda delco- y la Iglesia, sobre la justicia y la caridad.
nocimiento científico y, ante todo, a la luz de la palabra revelada, del Dios vivo. Para do-
cumentos anteriores, cf. J. Rodhain (ed.), La charité. Anthologie de documents pontifi- 52. Juan Pablo TI, Ut unum sint, 43, en AAS 87 ( 1995), 946. Este pasaje ha sido re-
caux contemporains. De Pie VI á Jean XXIII. 1789-1963, Paris 1963. cordado por Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est, 30.
298 Escenarios y problemas La opción por los pobres 299

Evocando las tres parábolas evangélicas del rico y Lázaro (cf. Le das formas, la Iglesia es consciente de que ha llegado la hora del «diá-
16, 19-31), del buen samaritano (cf. Le 10, 25-37) y del juicio final logo con todos los que se preocupan seriamente por el hombre y por el
(cf. Mt 25, 31 -46), advierte del riesgo que corre quien ignora frívola- mundo» (Deus caritas est, 27).
mente al pobre necesitado, y recuerda que Jesús se identifica con los Estando así las cosas, la Iglesia reconoce que es tarea del Estado y
pobres (los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, en- de la política la promoción y defensa de la justicia, sirviéndose de las
fermos o encarcelados). «Amor a Dios y amor al prójimo se funden luces de la razón. La fe no pretende imponer sus propias perspectivas
entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús en- y modos de comportamiento. Pero puede contribuir a la purificación
contramos a Dios» (Deus caritas est, 15). de la razón y la formación ética. Por eso «el amor -caritas- siempre
En los sumarios que se encuentran en el libro de los Hechos de los será necesario, incluso en la sociedad más justa» (Deus caritas est,
apóstoles, la «comunión» (koinonia) consiste precisamente en que los 28). Esa caridad se caracteriza al menos por tres notas distintivas: a) es
creyentes tienen todo en común y en que, entre ellos, ya no hay dife- ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en
rencia entre ricos y pobres (cf. también Hch 4, 32-37). El Papa reco- una determinada situación; b) ha de ser independiente de partidos e
noce que «a medida que la Iglesia se extendía, resultaba imposible ideologías; c) no ha de ser un medio en función de lo que hoy se con-
mantener esta forma radical de comunión material. Pero el núcleo cen- sidera proselitismo (Deus caritas est, 31 ).
tral ha permanecido: en la comunidad de los creyentes no debe haber Para que la caridad pueda realizar su alta misión, la fe cristiana re-
una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesa- conoce el valor de la acción y de la oración. Por un lado, el programa
rios para una vida decorosa» (Deus caritas est, 20). del cristiano, como el del buen samaritano, es «un corazón que ve»;
Aquella actividad asistencial a los pobres y necesitados fue modé- pero, por otra parte, «la piedad no escatima la lucha contra la pobreza
lica para la Iglesia de Roma, donde la figura del diácono Lorenzo o la miseria del prójimo» (Deus caritas est, 31 y 36).
(t258) ha quedado como un gran exponente de la caridad eclesial. El
Papa recuerda algunos santos y santas que a lo largo de la historia se
han distinguido por su amor y atención a los pobres. Con todo, no ig- 5. Opción de la Iglesia por los pobres
nora la objeción que desde el siglo XIX se ha planteado contra la ac-
tividad caritativa de la Iglesia, desarrollada sobre todo por el marxis- Tomás de Aquino enumeraba cuatro razones para explicar la po-
mo. Se dice, en efecto, que las obras de caridad sólo sirven para eludir breza de Cristo: l) En primer lugar, Cristo «padeció la pobreza corpo-
la instauración de la justicia, tranquilizar las conciencias, mantener la ral para darnos a nosotros las riquezas espirituales». 2) Además, «la
situación social y despojar a los pobres de sus derechos. Por tanto «en pobreza era conveniente en su misión de predicar», pues se precisa
vez de contribuir con obras aisladas de caridad a mantener las condi- que los predicadores estén alejados de todo cuidado con relación a las
ciones existentes, haría falta crear un orden justo, en el que todos reci- cosas temporales. 3) «Si tuviera riquezas, podría achacarse su predi-
ban su parte de los bienes del mundo y, por lo tanto, no necesiten ya cación a la ambición»; en este sentido, su pobreza avalaba su credibi-
las obras de caridad». lidad. 4) Por último, «para que apareciera tanto mayor la fuerza de su
El Papa reconoce que en esta argumentación hay algo de verdad, divinidad, cuanto por la pobreza se le viera más miserable». En su hu-
pero anota también sus errores. Es cierto que la era de la industriali- mildad y pobreza resplandecía de modo eminente la sabiduría y el po-
zación provocó un cambio radical en la configuración de la sociedad, der de Dios53 •
convirtiendo a los medios de producción y el capital en el nuevo poder Si tales eran las razones de Cristo, la Iglesia no puede sentirse exi-
que privaba a las masas obreras de sus derechos. El marxismo las in- mida de seguir idéntico camino. Su acercamiento a los pobres no ha de
citaba a la rebelión. La Iglesia sólo lentamente percibió que «el pro- ser - ni parecer- simplemente estratégico para asegurarse nuevas áreas
blema de la estructura justa de la sociedad se planteaba de un modo de poder o de influencia. Aún menos deberá acercarse a los pobres pa-
nuevo». Con todo, también el sueño de la revolución promovido por el
marxismo se ha desvanecido. Es más, su filosofía resulta deshumani- 53. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 40, 3c; cf. J. Duppont, Jesús annonce la
zadora por sacrificar el presente al Moloc de un futuro dudoso. De to- bonne nouvelle aux pauvres, en Evangelizare pauperibus, Brescia 1978, 127-189.
300 Escenarios y problemas La opción por los pobres 301

ra remediar antiguas culpabilidades no claramente resueltas en su in- Reino que prometió a los que le aman?» (Sant 2, 5)56 . Ellos evangeli-
terior. Tampoco podrá acercarse a ellos desde inconfesables motiva- zan, es decir transmiten, a veces con su muda presencia, los valores
ciones demagógicas. más bellos que constituyen la buena nueva de Jesús el Señor57 •
La Iglesia se acerca a los pobres porque así ha hecho Dios: Dios es En consecuencia, la atención a los pobres se convierte para todos
el Dios de los pobres; Cristo ha querido identificarse con ellos; en los cristianos en un deber moral imprescindible, consecuencia de su
ellos descubre la Iglesia cada día el rostro maltratado de su Señor. Es- misma vocación al reino de Dios.
te acercamiento no es evidentemente un lujo, sino consecuencia de la
propia vocación.
b) Compromiso con los pobres

a) Conversión a los pobres El compromiso de los cristianos con los pobres hunde sus raíces en
la comunidad de vida y de destino de toda la humanidad. Es, por tan-
Durante algún tiempo fue habitual en la Iglesia afirmar que ella ha to, anterior a la fe, aunque encuentre en ella nuevas motivaciones y,
de abrir sus puertas a los pobres. La idea es conmovedora por Jo que sobre todo, el modelo revelado en Jesús.
indica de reconocimiento del pecado de la exclusión. Pero no es del to- Pues bien, ese compromiso no tiene inconveniente en compartir
do exacta. Los pobres han sido declarados dichosos porque a ellos per- los ideales, las metas y las estrategias de la sociedad, como las marca-
tenece el reino de Dios (Mt 5, 3). Si la Iglesia ha de ser en verdad «sa- das por los «Objetivos de desarrollo del milenio». Como se sabe, el
cramento de salvación» y anuncio del Reino que llega, tendrá más año 2000 se celebró en Nueva York Ja llamada Cumbre del milenio. A
bien que acercarse con humildad a aquellos que parecen ser no sólo su conclusión, los 191 estados miembros de las Naciones Unidas sus-
'~
• los destinatarios de su anuncio y sus promesas, sino los poseedores del cribieron la resolución 55/2 de la Asamblea general de las Naciones
secreto camino que conduce al reino de Dios54 . La Iglesia entiende su Unidas, adoptada el 8 de septiembre de 2000, en la que se incluye la
propia sacramentalidad como participación en la sacramentalidad mis- Declaración del milenio. En ella se recoge un listado con los ocho
ma de Cristo, pero ¿no son los pobres presentados en íntima y miste- «Objetivos de desarrollo», que los jefes de estado se comprometieron
riosa identificación con el mismo Cristo Salvador? a conseguir para el año 2015. Son los siguientes: 1) Erradicar lapo-
A este propósito es interesante comprobar la riqueza que se con- breza extrema y el hambre. 2) Lograr la enseñanza primaria universal.
tiene en esta declaración del Documento de Puebla: 3) Promover la igualdad de sexos y la autonomía de la mujer. 4) Re-
El compromiso con los pobres y los oprimidos y el surgimiento de las ducir la mortalidad infantil. 5) Mejorar la salud materna. 6) Combatir
comunidades de base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades. 7) Garantizar la sos-
evangelizador de los pobres, en cuanto la interpelan constantemente, tenibilidad del medio ambiente. 8) Fomentar una asociación mundial
llamándola a Ja conversión y por cuanto muchos de ellos realizan en su para el desarrollo.
vida los valores evangélicos de solidaridad, servicio, sencillez y dispo- Cada uno de estos objetivos lleva consigo una o más metas pro-
nibilidad para acoger el don de Dios55 • pias. Además, varios indicadores cuantificables miden el grado de
cumplimiento de cada una de las metas.
Estas palabras no brotan de un fácil oportunismo. La Iglesia que ha Los Objetivos de desarrollo del milenio combinan y simplifican los
de evangelizar a los pobres (Le 4, 18; Mt 11, 5), ha de estar dispuesta compromisos internacionales adquiridos en las cumbres de las Naciones
a dejarse evangelizar por los pobres. «¿Acaso no ha escogido Dios a Unidas celebradas en las décadas precedentes. Por otra parte, propor-
los pobres según el mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del
56. Cf. G. Gutiérrez, Lafaerza histórica de los pobres, 25-33: «Los pobres evan-
54. Cf. K. Rahner, Heilsauftrag der Kirche und Humanisierung der Welt, en Schrif- gelizan>>. Este aspecto es subrayado por el mismo documento que sobre algunos aspec-
ten zur Theologie X, Einsiedeln 1972, 547-567; Id., Der eine Jesus Christus und die tos de la «teología de Ja liberación» publicó la Congregación para la Doctrina de la fe
Universalitát des Heils, en Schriften zur Theologie XII, Einsiedeln 1975, 251-282. (6.8.1984), sobre todo en su parte IV: «Fundamentos bíblicos».
55. CELAM, Documento de Puebla, 1147; cf. L. de Cándido, Pobre, en Nuevo 57. Cf. A. Torres Queiruga, Cristianismo y opción por los pobres: algunas aclara-
Diccionario de espiritualidad, Madrid 1983, 1142-1157. ciones fandamentales: Corintios XIII 4 7 ( 1988) 195-222.
302 Escenarios y problemas La opción por los pobres 303

cionan un marco global de referencia para las políticas de los gobiernos, Aceptar al Dios de los pobres supone aceptar a los pobres de Dios.
las organizaciones internacionales, el sector privado y la sociedad civil. Además, confesar a ese Dios como Padre, exige profesar la fraternidad
A pesar de la ambigüedad de estos objetivos internacionales, la op- entre todos los hombres en el compromiso diario de la solidaridad y de
ción cristiana por los pobres puede asumir esos compromisos y pro- la comunión, en el acercamiento afectivo y en la lucha comprometida
pugnar su cumplimiento por medios éticos. y eficaz por el cambio de un mundo que hace posibles a los pobres
porque hace escandalosamente ofensivo el mundo de los ricos.
El Dios al que con dificultad se acercan los pobres a través de las
c) Estilo de evangelización mediaciones de la naturaleza, de la historia o de la voz de los profetas,
exige a los creyentes que profesen y proclamen con palabras y obras
No es suficiente acercarse a los pobres ni aún dejarse evangelizar
su opción por los pobres. El Dios que se acerca a los pobres como li-
por ellos. La Iglesia necesita reaprender siempre los caminos de lapo-
berador y como pobre en Jesucristo pide a los cristianos que se acer-
breza que Dios ha querido recorrer para anunciar a los hombres la
quen a los pobres con ánimo convertido, con el anuncio de la buena
buena noticia. La misma evangelización no puede seguir otros sende-
noticia, con la «com-pasión» comprometida y fraternal de quien ve en
ros. Desde los escritos del Nuevo Testamento hasta la exhortación
ellos el rostro del Señor.
Evangelii muntiandi de Pablo VI (cf. EN 41), la Iglesia es invitada una
La fe exige a los cristianos estar del lado de los más pobres y mar-
y otra vez a revisar su estilo y sus medios de evangelización para ajus-
ginados, pero también estar dispuestos a defender los derechos que a
tarlos a la pobreza primordial.
ellos les corresponden y ejercer el servicio de la justicia crítica cuan-
En su tarea evangelizadora, la Iglesia ha de aprender de los pobres
do son injustamente olvidados o marginados.
a contar con Dios más que con sus propias fuerzas o con el apoyo de
..
¡~
los poderosos de este mundo. Como ha dicho el Documento de Puebla
y ha sido recordado más arriba, «en la acción evangelizadora la Igle-
PAUTAS DE TRABAJO
sia contará más con el ser y el poder de Dios y de su gracia que con el
'tener más' y el poder secularn 58 .
l. Realizar un trabajo de investigación sobre las pobrezas más frecuentes
También esta convicción resulta normativa para la presencia de los y los mayores problemas de los pobres que viven en el entorno más próximo.
cristianos en la sociedad. Ellos tienen los mismos derechos y deberes 2. Analizar los Objetivos de desarrollo del milenio, adoptados por los je-
que todos los ciudadanos para participar en las instituciones públicas. fes de estado y de gobierno de todo el mundo y preguntarse qué cambios de
Incluso tienen los derechos que les corresponden como cristianos en estructuras y actitudes exigen de los gobiernos, de la sociedad civil y de los
virtud de la libertad religiosa. Pero siempre habrán de ser conscientes ciudadanos.
de que su testimonio de fe y aun de humanidad se lleva a cabo con los 3. Leer por extenso los textos mencionados de los santos padres y elabo-
medios y el estilo de los más pobres. rar un resumen articulado de su pensamiento.
4. Preguntarse por las posibilidades concretas de acción que los cristianos
pueden llevar a cabo -solos o en unión con otros- en favor de los pobres del
entorno social.
6. Conclusión

Para ser fieles a las exigencias de la fe cristiana, no basta con acer-


carse a los pobres o aprender de ellos el estilo de la disponibilidad y la
humilde acogida. Es preciso vivir con ellos la solidaridad del amor
afectivo y comprometido eficazmente. Los pobres son el icono del
Cristo ante el cual se ofrece el sacrifico verdadero de sus seguidores.

58. CELAM, Documento de Puebla, 1158; cf. P. Gauthier, Los pobres, Jesús y la
Iglesia, Barcelona 1964; I. Ellacuría, Pobres, en Conceptos fundamentales de pastoral,
Madrid 1983, 786-802.
13
SALUD Y ENFERMEDAD

La salud se nos muestra como un concepto conocido y esquivo a la


vez. Sabemos cuándo estamos sanos, pero no sabemos por qué lo es-
tamos. Nos parece conocer bastante bien esa realidad, a la vez cotidia-
na y misteriosa, que configura el binomio salud-enfermedad.
Con todo, la realidad de la salud y la enfermedad es difícilmente
perceptible en abstracto. Las personas concretas constituyen nuestro
campo de observación e información. La salud y la enfermedad nos
son conocidas por observación de lo que ocurre a nuestros parientes y
·• conocidos, y más tarde o más temprano, también por lo que a nosotros
nos acontece.
Es bien conocida la definición que se encuentra en la Carta funda-
cional de la Organización mundial de la salud, según la cual, «la salud
es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no mera-
mente la ausencia de molestias y enfermedades». Se trata de «Una de-
finición casi paradójica, ya que en ella se habla de la enfermedad, de
la ausencia de enfermedad y de la saluci» 1• La definición viene a decir
que la salud no coincide, en principio, con la ausencia de enfermedad,
denomina por algunos como salud biológica (Diego Gracia). Un se-
gundo nivel, el de la salud biográfica, integra un conjunto de paráme-
tros y relaciones que determinan y reflejan el bienestar de la persona.
Ninguno de los dos niveles puede funcionar en solitario: <da perfec-
ción biográfica sin la integridad biológica funciona mal, y lo mismo
viceversa: la integridad biológica sin la integridad o perfección bio-
gráfica funciona regulan>.
Muchas personas han perdido algunos o muchos grados de salud
biológica, pero son más las que han perdido una buena parte de su sa-
lud biográfica. La primera pérdida ha sumido a muchos en el aisla-
miento o la marginación; la segunda influye en la primera, causando
dolencias o carencias importantes.

1. D. Gracia, Modelos actuales de salud. Aproximación al concepto de salud: La-


bor hospitalaria 219(1991)11-14.
306 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 307

Para la Iglesia católica, <<UJla visión de la salud, fundada en una an- «bienestar» no puede agotarse en las metas económicas. No basta te-
tropología respetuosa de la persona en su integridad, lejos de identifi- ner dinero o una buena casa: es preciso contar con un mínimo de se-
carse con la simple ausencia de enfermedades, se presenta como aspi- guridad, que podrá asegurar un equilibrio personal, a la vez mental y
ración a una armonía más plena y a un sano equilibrio fisico, psíquico, social. La perspectiva cerrada en el presente no puede satisfacer a la
espiritual y social. Desde esta perspectiva, la persona misma está lla- persona que es, por su misma esencia, un ser abierto al futuro.
mada a movilizar todas las energías disponibles para realizar su propia Es posible que el hombre de hoy pueda volver a entender que si la
vocación y el bien de los demás» 2 • salud se identifica con «un estado de perfecto bienestar fisico, mental
Como ya se puede deducir de la misma definición de la salud, tan- y social», todos nosotros necesitamos un proceso de aprendizaje de las
to esta como la enfermedad revisten connotaciones muy personales y metas en las que se encuentra la felicidad y de los caminos que con-
a la vez sociales. ducen a ella. Pero, al mismo tiempo, necesitamos abrir los ojos para
Por lo que se refiere al aspecto individual, sabemos que Ja percep- descubrir a las personas que, por una causa o por otra, se ven impedi-
ción personal de la salud establece una clara distinción entre las per- das para acercarse a los umbrales de ese estado de bienestar integral.
sonas. Los que disfrutan de buena salud imparten fáciles consejos a Esta reflexión se articula según el esquema de trabajo sugerido por
los que no los necesitan, o peor aún, a Jos que sufren de otras necesi- el concilio Vaticano II. Una primera mirada se dirige a nuestro mundo;
dades más apremiantes. Las apreciaciones de la salud, sus causas y sus la segunda, a las fuentes de la fe; la tercera, a nuestro compromiso dia-
connotaciones difieren de unas personas a otras. El que se percibe co- rio en favor de los enfermos, interpelado y renovado por la palabra de
mo enfermo no encuentra tan saludables el sol, el agua y el ejercicio Dios.
físico.
Y por Jo que se refiere al aspecto social, en nuestra sociedad se va-
lora la salud, y sin embargo, se multiplican las actividades que la po- l. Problemática social
nen en peligro. Nuestra forma de comer, el abuso de las bebidas, la ex-
tensión de las adiciones a las drogas, las prisas y la velocidad, la El mundo de la enfermedad y de la salud plantea hoy muchos pro-
contaminación atmosférica y el desprecio por las medidas de seguri- blemas y nos dirige un cúmulo siempre creciente de demandas. Las
dad en el trabajo son ejemplos bien conocidos. más fáciles de percibir son las que afectan a la tecnificación de los
La salud se ha convertido hoy en objeto de culto y de negocio. Se cuidados médico asistenciales. Pero su interpelación es fácilmente po-
multiplica por todas partes Ja propaganda de los alimentos integrales o litizable y comercializable. La realidad de la enfermedad es demasia-
del régimen vegetariano. Pero se olvida que los grandes problemas de do significativa para ser ignorada por los líderes políticos en sus cam-
nuestro mundo son todavía el hambre y la marginación social de las pañas electorales. Y es suficientemente universal para suscitar el
personas que no tienen acceso a las comodidades habituales en el pri- interés de los grandes inversores de capitales.
mer mundo. Nuestro mundo occidental cuenta con instalaciones sani- Junto a esas percepciones de la realidad de los enfermos surgen
tarias excelentes, que funcionan muy bien en situaciones de emergen- otros interrogantes y caben otros subrayados. Uno de los más impor-
cia, pero con frecuencia resultan deshumanizadoras y excluyentes en tantes es el que nos plantean las cuestiones éticas sobre los fines y los
la rutina diaria. medios que pueden y deben emplearse en el cuidado de la salud.
Diferentes teóricos de la salud se preguntan por la validez del Si estos problemas éticos no formaban parte en otros siglos de la
«bienestar» que se incluye en la definición habitual de salud. Nuestra teología moraP, en la actualidad han cobrado gran importancia para
sociedad ha convertido el «bienestar» en la cristalización de los idea-
les de perfección y de felicidad. Pero ese bienestar ha quedado reduci- 3. Los antiguos manuales de teología moral apenas mencionaban las cuestiones
do con frecuencia a límites puramente económicos. Las grandes crisis, relativas a la salud. En España fue pionera la obra de L. Alonso Muñoyerro, Código de
como un monstruoso atentado terrorista, nos revelan que el ideal del deontología médica, Madrid' 1956 (primera edición de 1934), prologada por el doctor
A. Vallejo Nágera. La problemática ética relativa a la salud fue ya abordada en la fa-
mosa obra de B. Hiiring, La ley de Cristo Ill, Barcelona 7 1973 (original alemán de
2. Juan Pablo TI, Mensaje paro la Vllljomada mundial del enfermo (11.2.2000), 13. 1954), 236-277.
308 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 309

ella y para la bioética laica por los valores y antivalores, los derechos ción por las consecuencias que tales intervenciones pueden acarrear pa-
y deberes que entran en juego o conflicto en el área de la sanidad4 • ra la actuación del ser humano y aun para la misma comprensión del
De hecho, el mundo de la enfermedad y la sanidad aparece marca- mismo. Así se manifestaba hace unos años Juan Pablo II:
do por algunos «signos de los tiempos» que lo hacen especialmente
El progreso científico y tecnológico diariamente pone al hombre fren-
significativo. Varios de ellos son preocupantes, mientras que otros nos
te a descubrimientos sorprendentes que, mientras suscitan su admira-
ayudan a mantener en alto el don y la virtud de la esperanza. ción, al mismo tiempo Jo llevan a interrogarse, a veces con preocupa-
ción, sobre las incógnitas del futuro. Descubre cada vez más que la
a) Signos de preocupación dimensión ética de Ja investigación relacionada con Ja vida representa
un patrimonio indispensable para garantizar su misma supervivencia7 .
1. Hoy es evidente la conciencia de la manipulación que amenaza
al ser humano. En otros tiempos, la manipulación del hombre por el Los progresos técnicos en el campo de la medicina y de la sanidad,
hombre era un tanto rudimentaria y casera. En la actualidad, la ciencia en general, merecen alabanza, siempre que estén realizados con res-
y la técnica no sólo facilitan esa intervención sobre el ser humano, si- ponsabilidad, puesto que las graves cuestiones que con frecuencia sus-
no que la alientan y la convierten en una meta seductora. De esta for- cita la manipulación y la investigación sobre los seres humanos son
ma, la manipulación del ser humano puede a veces dejar de ser un me- siempre de tipo ético y antropológico.
dio para convertirse en un fin en sí misma5 • 2. Más peligrosa que la tecnología parece la orientación economi-
La manipulación del hombre puede afectar tanto a su ser como a cista de la medicina y de la enfermería. La atención a los servicios sa-
su ser-así, tanto a su naturaleza e identidad como a sus actitudes y nitarios ha de entrar necesariamente en la planificación de los presu-
comportamiento. La manipulación tiende a modelar el mismo «sern puestos estatales o regionales. Pero la intención política de reducir los
del hombre, ya sea por medio de la ingeniería genética, ya tratando de gastos sociales precisamente en el campo de la sanidad puede dejar el
«normalizar» Ja «muerte asistida». En otras ocasiones, la manipula- derecho a la salud en una declaración de principios que no encuentra
ción tiende a modelar el «ser así» del hombre domesticando su pensa- su realización en la asignación de los recursos8.
miento, orientando sus decisiones y coloreando sus preferencias. En este contexto, es bien sabido que en muchos países se ha aban-
El papa Juan Pablo II ha tenido ocasión de recordar que el mundo de donado el viejo ideal del Estado del bienestar. El Estado ha renuncia-
la medicina necesita una orientación moral por lo que se refiere a los te- do a la socialización de los servicios médico-sanitarios y los ha entre-
mas de la ingeniería genética, el respeto del genoma humano, la procrea- gado de buena gana al ámbito privado, gestionado con frecuencia por
ción responsable, la definición de las tareas y fines de la organización compañías aseguradoras en ocasiones vinculadas a grandes grupos in-
sanitaria, así como los problemas relacionados con las intervenciones ternacionales. También la asistencia médico-sanitaria ha entrado en la
biomédicas en la corporeidad, en el enfermo y el moribundo. Estos múl- órbita de la globalización9 .
tiples y crecientes ámbitos de actuación han planteado la necesidad de De todas formas, tanto en el sistema del servicio público como en
una reflexión coherente y plural que siente las bases para una ética de la el sistema privatizado, la atención a los enfermos está siendo conside-
<<manipulación humana», entendiendo este término en su sentido gene- rada cada vez más con criterios puramente empresariales. También la
ral y todavía no peyorativo6• En el ambiente se observa una preocupa-
7. /bid., 9. Resulta lamentable contemplar cómo se trata de ignorar la voz de las re-
4. Cf. M. di Giandomenico, La malattia tra teoria e storia, en F. Bellino (ed.), Trot- ligiones en el terreno bioético, cf. A. Verhey, (ed.}, Religion and Medica/ Ethics: Loo-
tato di Bioetica, Bari 1992, 77-90; D. Tettamanzi, Nuova Bioetica cristiana, Casale king Back, looking Forward, Grand Rapids, Mich., 1996, especialmente el capítulo de
Monferrato 2000, 370-384 (<<Le strutture ospedaliere al servizio della persona»). S. Lammers y el de S . Hauerwas en el que se denuncia el traspaso efectuado por Paul
5. Para una ampliación de este tema, cf. J. R. Flecha, Bioética. La fuente de la vi- Ramsey del pensamiento cristiano a la ética médica.
da, Salamanca 2005, 63-76. 8. Cf. E. Guillén, El derecho a la salud en los programas de actuación sanitaria:
6. Juan Pablo II, Discurso al Congreso de bioética organizado por la Universidad Labor hospitalaria 179-1 80 (198 l) 13-14; todo el número está dedicado a los derechos
católica del Sagrado Corazón (17.2.1996), en la edición castellana de J:Osservatore ro- del enfermo.
mano 28/8 (23.2.1996), 6; Ecclesia 2787 (4.5.1996) 36-37; todo el discurso es intere- 9. Cf. M. A. Baily, Managed Care Organizations and the Rationing Problem: The
sante para este tema. Hastings Center Report 33/1 (2003) 34-42.
310 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 311

salud ha entrado a formar parte de la oferta de objetos y servicios que na tal actitud sería un pecado contra la esperanza y contra la caridad.
son cotizados en los nuevos mercados 10 • Por supuesto, también contra la más elemental justicia. El creyente
Este riesgo es especialmente sentido cuando nos acercamos al conoce y confiesa que la realidad humana ha sido redimida por el Hi-
campo de la asistencia a los enfermos ancianos. Aunque suelan prestar jo de Dios y la situación social de nuestros días presenta a su vez el
buenos servicios, las residencias privadas para personas mayores son rastro de las «semillas del Verbo», el cual ha venido a humanizar es-
con frecuencia gestionadas casi exclusivamente con criterios pura- ta tierra.
mente económicos 11• También en el ámbito de la sanidad y del cuidado de la salud, el
Seria una tragedia que el ser humano fuera tratado solamente de campo está sembrado de semillas de esperanza. En el mensaje para la
acuerdo con los criterios de los gastos o los beneficios que aporta a la celebración de la Jornada del enfermo del año jubilar 2000, el papa
sociedad o a las empresas comerciales. Juan Pablo II puso de relieve algunos de los logros conseguidos en es-
3. Otro signo preocupante es el anonimato de la profesionalidad te campo, como la prolongación de la vida y la mejora de su calidad,
sanitaria. La atención a la persona enferma estuvo durante siglos en los avances farmacológicos y técnicos y las conquistas sociales, entre
manos de personas que asumían esa tarea como una «vocación>>. El las que destaca la conciencia del derecho a la asistencia, la mejor cua-
mundo de hoy exige que ese servicio sea prestado por personas prepa- lificación de la enfermería y la presencia del voluntariado 12 • Junto a
radas y dotadas de una exquisita profesionalidad.
estos, se pueden mencionar otros signos positivos.
Sin embargo, la profesionalidad también puede resultar ambigua.
1. En primer lugar, es importante el descubrimiento de los dere-
Por de pronto, no puede entenderse como una negativa al aspecto vo-
chos de la persona. Entre los aspectos más positivos que han marca-
cacional del servicio. Y en un segundo momento, la profesionalidad a
do el pasado siglo XX conviene recordar la Declaración universal de
veces puede entenderse como una reivindicación del anonimato o de
la insensibilidad en relación con el paciente. los derechos humanos (10.12.1948), seguida por la Convención euro-
4. La sanidad se ha convertido en una profesión dificil. Nuestra so- pea de los derechos del hombre (4.11.1950) y por tantas otras declara-
ciedad ha ido dejando de lado una ética fundada sobre los deberes del ciones. En este contexto sobresale el Convenio relativo a los derechos
médico para ir articulando cada vez más una práctica sobre la base de humanos y la biomedicina, promulgado por el Consejo de Europa en
los derechos del paciente. Esta conquista social ha generado una ma- Oviedo (España), el 4 de abril de 1997. Tanto en el preámbulo como
yor conciencia de la justicia que ha de regir las relaciones entre el per- en varios de los artículos del mismo se subraya el interés por la digni-
sonal médico sanitario y los pacientes. dad de la persona, que ha de ser protegida de cualquier amenaza deri-
Ahora bien, la conciencia de los propios derechos se manifiesta a vada del uso inadecuado de los avances científicos.
menudo en demandas contra los agentes médico-sanitarios sobre la Con toda razón, el Convenio extiende además su interés a la socie-
base de pretendidos o reales abusos o mala práctica. La atención y el dad en la que vive la persona y a toda la especie humana, que ha de ser
cuidado a los enfermos están hoy cuajados de susceptibilidades, de objeto de especial responsabilidad, gracias precisamente a los logros
miedos y de recursos a los tribunales y las empresas de seguros. Con que se basan en el enorme avance de la genética y en el conocimiento
todo ello, el espíritu de la sanidad se ha enrarecido. del genoma humano.
En este momento se puede decir con verdad que los últimos tiem-
pos han aportado un significativo cambio de paradigma. El paciente
b) Signos de esperanza
ha pasado de ser considerado como infirmus, a poder presentarse co-
Con todo, sería inadecuada una desconfianza sistemática ante los mo un sujeto de derechos 13 •
profesionales de la sanidad. En el marco de una cosmovisión cristia-
12. El mensaje evocaba también los persistentes motivos de preocupación como
1O. Cf. E. Haavi Morreim, Holding Health Care Accountab/e: Law and the New son las guerras o las «formas de enfermedad difundidas ampliamente en la sociedad, co-
Medica! Marketplace, Oxford 2001. mo la drogadicción, el sida, las enfermedades debidas a la degradación de las grandes
11. B. Jennings-T. Ryndes-C. D'Onofrio-M. A. Baily, The Ethica/ Jmperativefor ciudades y del ambiente».
acces to Hospice Care: The Hastings Center Report (2003) 13-26 (número monográfi- 13. E. Busquets i Alibés, El paciente: de «infirmus» a sujeto de derechos: Bioética
co: Acces to Hospice Care). &Debat9/31(enero2003)1-4.
312 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 313

2. Por otra parte, se ha ganado en una comprensión global de la sa- ciencias y las técnicas médico-sanitarias no es posible sin el recurso a
lud y la enfermedad, que implica a la persona entera y reclama, por la investigación. A nadie se le oculta que ella puede atentar contra los
tanto, Ja atención de muchos profesionales sanitarios y sociales 14 • derechos de la persona y de la sociedad cuando no obedece a criterios
La articulación de la bioética contemporánea está obligando a to- éticos. La técnica no puede ser autónoma. No todo lo que es posible,
dos a redescubrir la identidad de la persona. No basta con afirmar los es por el mismo hecho aceptable. Diversos documentos, como la De-
derechos de la persona, es preciso analizar el concepto mismo de per- claración de Helsinki, posteriormente revisada en Tokio y Venecia,
sona que está enjuego 15 • han establecido normas tendentes a regular la investigación y espe-
3. La sanidad se ha profesionalizado y especializado. El cuidado cialmente la experimentación con seres humanos.
de los enfermos tiene hoy un nuevo rostro. Requiere cada vez más una Es de agradecer que los criterios éticos no solamente sean solicita-
preparación técnica y humana. Es cierto que la profesiona/ización de dos y seguidos por los equipos dedicados a la investigación, sino que
la sanidad se entiende como humanización. Seguramente la profesio- informen las políticas que la promueven. Con frecuencia la orienta-
nalidad habrá de entenderse cada día más en clave de humanización y ción de tales criterios puede ser detectada al comprobar la mera distri-
de entrega generosa. bución de los recursos, privilegiando unas prioridades sobre otras 19 • Es
La Carta del personal de Ja sanidad, promulgada en 1995 por el de esperar que, sobre las eventuales finalidades marcadas por intereses
Pontificio consejo para la pastoral de los servicios de la salud, co- económicos o políticos, se imponga siempre el mayor y mejor interés
mienza recordando que «la actividad de los profesionales de la salud de la persona, especialmente la persona «enferma» y necesitada de
tiene un valor inestimable de servicio a la vida. Es la expresión de un atención médica.
compromiso profundamente humano y cristiano, asumido y ejercido,
no sólo en forma de actividad técnica, sino también de dedicación y de
amor hacia el prójimo» 16 • Los principios éticos de CICIAMS recuer- 2. Una mirada a las fuentes de la fe
dan expresamente que «para el personal de enfermería católico el ser-
vicio de la persona humana se enraíza en el amor de caridad, que tie- Los profesionales cristianos de la salud y la enfermedad juzgan su
ne su fuente en el mismo Dios» 17 . propio comportamiento a Ja luz de la razón humana, como hacen sus
Además, como ya se ha dicho en otro tema, es un signo de espe- compañeros que no se profesan creyentes. La fe no les exime del dis-
ranza poder descubrir que por todas partes del mundo surge el anhelo cernimiento racional sobre lo que se ha de hacer o se ha de evitar. Pa-
de un voluntariado generoso y diligente 18 • Esta señal puede ser leída ra creyentes y no creyentes es aceptable el antiguo lema de Protágoras,
como una invitación profética. aunque entendido ahora en sentido ético: «El hombre es la medida de
4. Por otra parte, hay que anotar que la investigación es general- todas las cosas».
mente respetuosa con la dignidad del ser humano. El progreso en las Sin embargo, el creyente no puede por menos de volver su mirada
a las páginas de la Sagrada Escritura; en ellas encuentra la presencia
14. Cf. S. Polgar, Salud, en Enciclopedia internacional de las ciencias sociales IX, constante del enfermo y la invitación a prestarle una ayuda afectuosa
Madrid 1974, 451-456; S. Spinsanti, Salute, en Nuovo Dizionario di bioetica, Roma-
y eficaz.
Acireale 2004, 1049- 1052.
15. Cf. E. Kowalski, Qua/e uomo e qua/e etica p erla bioética?: Studia moralia
3911 (2001)1 75-195.
16. Pontificio consejo para la pastoral de los servicios de la sanidad, Carta del per- a) Una historia de misericordia
sonal de la sanidad, 1, Ciudad del Vaticano 1995.
17. CICIAMS, Références Ethiques et príncipes d 'action pour le personnel infir- La atención a los enfermos y a la enfermedad es en el Antiguo Tes-
mier et obstétrica/ catholique, 1. 1, Roma 1988, 3. Las siglas corresponden al Comité in-
tamento un signo del poder de Dios sobre la misma, aun antes de ser
ternacional católico de enfermeras y asistentes médico-sociales, que tiene su sede en
Roma. una ocasión para ejercer la compasión humana. En sus páginas se en-
18. Sobre la emergencia de la inclinación al voluntariado entre los jóvenes espa-
ñoles, cf. P. González Blasco, Relaciones sociales y espacios vivencia/es, en J. Elzo 19. Cf. E. Sgreccia, La política della ricerca biomédica: valori e priorita: Medi-
(ed.), Jóvenes españoles 99, Madrid 1999, 235-245. cina e morale 5311 (2003) 11-65.
314 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 315

cuentra una especie de teología narrativa sobre la enfermedad. Baste veces devolvió la vida a los muertos. Era sensible a todo sufrimiento
recordar algunos iconos significativos. humano, tanto al del cuerpo como al del alma (SD 16).
El profeta Elías se compadece de la familia que le hospeda en tie-
rra extranjera. El hijo de la viuda de Sarepta, que le ha acogido en su 1. Efectivamente, de Jesús se recuerda con frecuencia que sanó a
casa, cae enfermo. El profeta ora por él y se lo devuelve vivo a su ma- todos los enfermos (Mt 8, 16; 14, 35).
dre (1 Re 17, 17-24). El evangelio de Marcos tiene verdadero interés en presentar a Jesús,
Pero la enfermedad no afecta sólo a los pobres. Iguala a los pode- desde el primer día de su ministerio público, como el profeta lleno de
rosos con los humildes. Cuando el rey Ezequías cae enfermo, el pro- poder y de compasión hacia los enfermos. De entre todos ellos, la cura-
feta Isaías se convierte para él en signo de la misericordia de Dios (2 ción de la suegra de Pedro es una hermosa metáfora de su misión com-
Re 20, l; 2 Cro 32, 34; Is 38, 1). pasiva (Me 1, 29-31 ). Como la mujer enferma, la humanidad entera ya-
De todas formas, la pregunta más inquietante es la que se refiere al ce postrada. Al contacto con Jesús recibe la salvación, que tiene su signo
motivo mismo del dolor, el sufrimiento y la enfermedad. Esta cuestión en la salud corporal. Y una vez sanada puede ya levantarse en pie para
es la que recorre todo el libro de Job. La tesis tradicional, repetida por atender a sus huéspedes. Como metáfora de un nuevo itinerario exodal,
los amigos de Job, es que el sufrimiento se debe a una falta moral. Job la mujer pasa, gracias a Jesús, «de la servidumbre al servici0»2 º.
se revuelve contra dicha interpretación. Su conciencia no le acusa de Utilizando el expediente de los «Sumarios» o resúmenes que iden-
culpa (Job 31). El libro se cierra sin una respuesta a ese misterio. Sin tifican el espíritu de la persona o la comunidad, los evangelios refieren
embargo, queda descalificada la atribución automática de la enferme- que todos los que tenían enfermos los traían hasta Jesús (Me 1, 32; Le
dad al pecado. 4, 40) y los ponían en las calles para que los curara a su paso (Me 6,
En los poemas incluidos en la segunda parte del libro de Isaías se 56). De hecho se dice que Jesús sanó a muchos de enfermedades y
dice que el «Siervo de Dios» asumió nuestras enfermedades, las cua- plagas (Le 7, 21 ).
les tienen finalmente un valor salvífico para otros (Is 53, 4-5). Estas Ese ministerio de sanación, que lo distingue como el Mesías de
palabras se aplicarán un día a Jesús (Mt 8, 17). Dios, forma parte del mandato de Jesús a sus discípulos: «Sanad en-
fermos, limpiad leprosos, resucitad muertos» (Mt 10, 8). De hecho,
Jesús los envía a predicar y a devolver la salud a los enfermos (Le 9, 2;
b) «Pasó haciendo bien» 10, 9).
Por otra parte, en la profecía del juicio escatológico Jesús no sólo
El cristiano cree que la figura y el valor del ser humano le han si- se identifica con los enfermos, sino que uno de los criterios del mismo
do revelados definitivamente en la palabra y el icono de Jesús, el Cris- juicio es precisamente visitarlos (f::f. Mt 25, 3q.39).
to de Dios (cf. GS 22). Él no es sólo maestro de comportamiento, si- 2. Como se sabe, el evangelio· de· Jµan presenta el espectáculo de
no modelo de conducta. Es el ideal mismo. El universal-concreto de una multitud de enfermos que se apiñan bajo los pórticos de la pis~ina
los valores éticos. La fe nos ayuda ulteriormente a comprender que es, de Betesda y señala la compasión de Jesús hacia un hombre que no
además, consujeto del obrar humano responsable. tiene quien le ayude (Jn 5, 3-5).
En su carta apostólica Salvifici doloris ( 1984), sobre el dolor hu- La curación de un ciego de nacimiento se convierte en una esplén-
mano, el papa Juan Pablo II recordaba a Cristo precisamente en su cer- dida catequesis sobre la fe. En ese contexto se plantea de nuevo la pre-
canía misericordiosa a todos los enfermos, evocando las formas y mo- gunta tradicional sobre la relación entre el mal fisico y el mal moral.
mentos de su presencia sanadora junto a ellos: Jesús responde afirmando que la enfermedad del ciego de nacimiento
En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó incesan- no puede vincularse a un pecado personal (Jn 9, 3).
temente al mundo del sufrimiento humano. «Pasó haciendo bien », y En el mismo evangelio, se recoge el mensaje que Marta y María
este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los enfermos y a quienes espera- envían a Jesús para hacerle saber de la enfermedad de Lázaro, su ami-
ban ayuda. Cu¡-aba a los enfermo~, consolapa a los afli~idos, alimenta-
ba a los hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera, de la cegue- 20. Tal es el título de un famoso libro de G. Auzou, De la servidumbre al servicio.
ra, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones fisicas; tres Estudio del libro del Éxodo, Madrid 4 1974.
316 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 317

go. El relato muestra la amistad de Jesús y, sobre todo, lo presenta co- pasaje agustiniano dicha dedicación pone de manifiesto la atención a
mo Señor de la vida (Jn 11, 1-3). los débiles y los pecadores25 •
3. Ya desde el principio, la comunidad cristiana hace suyo el deber
moral de atender a los enfermos. El sentido de la fraternidad se mani-
fiesta en la compasión. 3. Doctrina reciente de la Iglesia
Pero antes que mensaje moral, los relatos de curaciones de enfer-
mos revelan la fuerza de Dios que acompaña a los discípulos de Jesús. A lo largo de los siglos, son innumerables las reflexiones de los es-
La curación del tullido por parte de Pedro se convierte en ocasión pa- critores cristianos sobre el valor de la vida y la dignidad de los enfer-
ra anunciar el misterio de Jesucristo y el poder que ha concedido a los mos; también son incontables las obras asistenciales promovidas por
suyos (Hch 3). En ellos se repiten las escenas de la vida de Jesús. Al la lglesia26 •
paso de los apóstoles, las gentes sacan a la calle a sus enfermos, que Por lo que se refiere al magisterio eclesiástico, son muy abundan-
quedan curados (Hch 5, 15; cf. 19, 12; 28, 29). tes las enseñanzas del papa Pío XII sobre la enfermedad y los enfer-
Así pues, antes de subrayar la responsabilidad moral de la nueva mos, pero ante todo sobre las cuestiones morales que suscitaban los
,. comunidad hacia los enfermos, estos relatos son otras tantas cateque- progresos de la medicina.
sis sobre la presencia de Cristo y su poder en el seno de la misma21 • Desde un punto de vista social, a pesar de su extrema parquedad en
este tema, el concilio Vaticano 11 pide que se garanticen «la subsisten-
¡, c) El testimonio de los Padres
cia y la dignidad humana de los que, sobre todo por razón de enfer-
medad o de edad, se ven aquejados por graves dificultades» (GS 66).
'•• Para Ireneo, «la gloria del hombre es Dios». Pero puesto que el re-
ceptor de la operación de Dios es el ser humano, también se puede a) Magisterio de Juan Pablo JI
,,l•f
afirmar con igual justicia que la gloria de Dios es el hombre viviente22 .
Los padres antiguos de la Iglesia compararon con frecuencia al Ha sido especialmente Juan Pablo 11 quien ha prestado mayor aten-
:~ buen samaritano con la persona misma de Jesús. Él hace nuestro pro- ción a la suerte de los enfermos.
111 pio camino y nos encuentra heridos y medio muertos. Él no pasa de 1. En su carta apostólica Salvifici doloris, sobre el sentido cristia-
1
h largo junto a nosotros. Tomó sobre sí todas nuestras dolencias, como no del sufrimiento humano (11.2.1984), afirma que «el hombre sufre
el Siervo cantado por los poemas que se encuentran en el libro del pro- de modos diversos, no siempre considerados por la medicina, ni si-
feta lsaías. Y se entregó por nosotros y por nuestra salvación. Tal es la quiera en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es algo to-
interpretación que ofrece, por ejemplo, sanAmbrosio23 . davía más amplio que la enfermedad, más complejo y a la vez aún
Según san Jerónimo, a los apóstoles que «prometían el reino de los más profundamente enraizado en la humanidad misma» (SD 5).
cielos, el Señor les concede estos poderes: curad enfermos, limpiad le- De la persona que sufre nos dice el Papa que «halla como una nue-
prosos, expulsad demonios, a fin de que la grandeza de las obras de- va dimensión de toda su vida y de su vocación [ ... ] Cuando este cuer-
muestre la grandeza de las promesas»24• po está gravemente enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente
Los enfermos se convierten para Agustín en una referencia obliga- como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la
da de la caridad. A ellos se dedican especialmente los obispos, sacer- madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo una lección
dotes, diáconos y ministros de los misterios divinos, aunque en algún conmovedora para los hombres sanos y normales» (SD 26).
Por lo que se refiere a quienes prestan sus cuidados al enfermo, el
21. Para concluir este punto, cabe señalar que en la Carta de Santiago se deja cons- Papa sigue el esquema de la parábola evangélica del buen samaritano,
tancia de un rito de oración presbiteral identificado generalmente con el sacramento de
la unción de los enfermos (Sant 5, 14).
recordando unas responsabilidades mínimas: «No puede el hombre
22. Ireneo de Lyon, Adv. Haer., 3, 30, 2; 4, 20, 7.
23. Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 7, 74-79 (cf. M. 25. Agustín de Hipona, Costumbres de la Iglesia católica, 1, 32, 69.
Garrido [ed.], Obras de san Ambrosio 1, Madrid 1964, 381-382). 26. Cf. C. González Quintana, Dos siglos de lucha por la vida: XIII-XIY. Una con-
24. Jerónimo, Comentario al evangelio de Mateo , 1, 10, 8, Madrid 1999, 98. tribución a la historia de la bioética, Salamanca 1995.
Escenarios y problemas Salud y enfermedad 319
318

'prójimo' pasar con desinterés ante el sufrimiento ajeno, en nombre de leer este documento según el esquema de una catequesis articulada so-
la fundamental solidaridad humana; y mucho menos en nombre del bre los tres puntos tradicionales: ver, juzgar y actuar.
amor al prójimo. Debe 'pararse' , 'conmoverse', actuando como el sa- El primer momento nos invita a contemplar el mundo del dolor y
maritano de la parábola evangélica. La parábola en sí expresa 'una de Ja enfermedad, de la salud y de la muerte. Se trata de descubrir los
verdad profundamente cristiana', pero a la vez universalmente huma- logros alcanzados y los malogros sufridos, fijándose tanto en el pre-
na» (SD 29). sente como en el pasado, tanto en la realidad más cercana como en las
Ahora bien, este compromiso práctico en servicio de los enfermos grandes diferencias entre el mundo rico y los países en vías de de-
«asume, en el transcurso de los siglos,formas institucionales organi- sarrollo. En el mensaje se constata un desequilibrio entre los avances
zadas y constituye un terreno de trabajo en las respectivas profesio- técnicos en el campo de la sanidad y las deficiencias éticas. «Todas es-
nes». El Papa afirma que del buen samaritano han tomado su espíritu tas contradicciones y situaciones paradójicas son síntomas de falta de
la profesión del médico, de la enfermera y otras similares, que prefie- armonía entre la lógica del bienestar y Ja búsqueda del progreso tec-
re considerar más como «vocación» que como profesión. Estas insti- nológico, por una parte, y la lógica de los valores éticos fundados en la
tuciones que han realizado un servicio «de samaritano», se han de- dignidad de todo ser humano, por otra» (núm. 5).
sarrollado y especializado todavía más en nuestros días. «Viendo todo En el segundo momento se presenta a Jesús de Nazaret como pro-
esto - añade-, podemos decir que la parábola del samaritano del Evan- motor de la salud desde tres motivos: su presencia salvífica, su ense-
gelio se ha convertido en uno de los elementos esenciales de la cultu- ñanza y sus acciones. El Salvador ofrece la salud a los enfermos, se
ra moral y de la civilización universalmente humana» (SD 29). comporta como buen samaritano y, por último, envía a sus discípulos
En ese contexto se inserta una reflexión a propósito del voluntaria-
t do de los que, «como buenos samaritanos», dedican a los ancianos
parte de su tiempo libre en una actividad social que puede también de-
a curar toda dolencia. Partir el pan de la eucaristía será para ellos in-
separable de lavar los pies a los hermanos que sufren. «El ejemplo de
Jesús, buen samaritano, no sólo impulsa a asistir al enfermo, sino tam-
., finirse como apostolado: bién a hacer lo posible por reinsertarlo en la sociedad. En efecto, para
La actividad voluntaria «de buen samaritano» se realiza a través de ins- Cristo curar es, a la vez, reintegrar: de la misma forma que la enfer-
tituciones adecuadas o también por medio de organizaciones creadas medad excluye de la comunidad, así también la curación debe llevar al
para esta finalidad [.. . ]No es menos preciosa también la actividad in- hombre a reencontrar su lugar en la familia, en la Iglesia y en la so-
dividual, especialmente por parte de las personas que están mejor pre- ciedad» (núm. 9).
paradas para ella, teniendo en cuenta las diversas clases de sufrimiento El tercer momento constituye una interpelación a diversos sujetos,
humano a las que la ayuda no puede ser llevada sino individual o per-
entre los que se cuentan los agentes de sanidad, la familia, la escuela y
sonalmente. Ayuda familiar, por su parte, significa tanto los actos de
amor al prójimo hechos a las personas pertenecientes a la misma fami-
las organizaciones internacionales. La interpelación recuerda la ur-
lia, como la ayuda recíproca entre las familias (SD 29). gencia de asumir dos deberes importantes: el de defender la vida, des-
de su concepción hasta la muerte natural, y el de promover una salud
Sin pretender enumerar los tipos y ámbitos de la actividad «sama- digna del hombre, sin necesidad de convertirla en un ídolo al que se
ritana» que existen en la Iglesia y en la sociedad, el Papa reconoce que subordina cualquier otro valor (núm. 11-13).
«gracias a ellos, los valores morales fandamentales, como el valor de El mensaje incluye una invitación a las diversas Iglesias cristianas
la solidaridad humana, el valor del amor cristiano al prójimo, forman para procurar una colaboración ecuménica en el servicio amoroso a
el marco de la vida social y de las relaciones interpersonales, comba- los enfermos, así como un llamamiento a los organismos internacio-
tiendo en este frente las diversas formas de odio, violencia, crueldad, nales políticos, sociales y sanitarios, para que traten de desterrar todo
desprecio por el hombre, o las de la mera 'insensibilidad', o sea la in- lo que atenta contra la dignidad y la salud de Ja persona.
diferencia hacia el prójimo y sus sufrimientos» (SD 29). 3. En múltiples ocasiones Juan Pablo II se refirió, además, a enfer-
2. Especial importancia ha adquirido el ya citado mensaje papal mos muy concretos, como los afectados por enfermedades mentales,
para la VIII Jornada mundial del enfermo, celebrada el 11 de febrero los que sufren del SIDA o los que son víctimas de la drogadicción. En
del año jubilar 2000. Como en otras muchas ocasiones, resulta posible todos esos casos, sus palabras reflejaban sentimientos de misericordia
320 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 321

al tiempo que invocaban la necesidad de una mayor justicia social. El dades, a fin de que los agentes del sector puedan salir con más efica-
Papa no sólo trataba de testimoniar el amor de Dios y de la Iglesia o de cia al encuentro de esos enfermos y de sus familias, las cuales solas no
subrayar el valor del sufrimiento, sino que exhortaba a la comunidad serían capaces de atender adecuadamente a sus miembros enfermos».
cristiana, a la sociedad y a sus representantes a promover las medidas Tras dirigirse a los enfermos, el Papa expresa su «aprecio a todos
oportunas de prevención o de terapia para hacer más llevadera la si- los que los atienden en los centros residenciales, en los Day Hospitals
tuación de los enfermos27 . y en los sectores de diagnóstico y curación, y los exhorta a prodigarse
para que nunca falte, a quien la necesite, una asistencia médica, social
y pastoral que respete la dignidad propia de todo ser humano». A las
b) Magisterio de Benedicto XVI asociaciones y organizaciones de voluntariado, les recomienda que
El papa Benedicto XVI firmó el día 8 de diciembre de 2005 su pri- sostengan, con formas e iniciativas concretas, a las familias que tienen
mer mensaje para la XIV Jornada mundial del enfermo, que había de a su cargo discapacitados mentales, con un doble deseo: que crezca y
celebrarse el día 11 de febrero de 2006. Señalaba con tal motivo: «La se difunda la cultura de la acogida y la comunión, y que se dicten leyes
Iglesia quiere inclinarse con particular solicitud sobre los que sufren, adecuadas y se articulen planes sanitarios que prevean suficientes re-
llamando la atención de la opinión pública hacia los problemas relacio- cursos para su aplicación concreta.
nados con la discapacidad mental, que afecta ya a una quinta parte de
la humanidad y constituye una auténtica emergencia socio-sanitaria».
En muchas partes del mundo, los servicios para estos enfermos o 4. Criterios para una actuación ética
no existen o resultan insuficientes o se están desmantelando. El con-
1 texto social no siempre acepta a los enfermos y p or tanto existen difi- El panorama de la problemática que se presenta en el campo de la
,! cultades para encontrar los recursos humanos y económicos necesa- salud es muy vasto. Cualquier manual de política sanitaria nos recuer-
1
rios. De hecho, «en muchos países no existe aún una legislación en esta da que son muchos los interrogantes y muy discutidas las respuestas
materia, y en otros falta una política definida para la salud mental». que se les pueden ofrecer.
Los defectos se perciben especialmente en los países azotados por De todas formas, por compleja que sea la realidad de la enferme-
la guerra, las catástrofes naturales y el terrorismo. Además de sem- dad y la búsqueda de la salud, es posible articular algunos criterios que
brar la muerte, estas plagas «han originado en muchos supervivientes pueden orientar los caminos de la praxis. Aquí se resumen en un hep-
traumas psíquicos, a veces dificilmente recuperables». Pero también tálogo provisional.
en los países desarrollados «la crisis de valores morales influye nega-
tivamente en el origen de nuevas formas de malestar mental. Eso au- a) La salud es un bien
menta el sentido de soledad, minando e incluso destruyendo las tradi-
cionales formas de cohesión social, comenzando por la institución de A primera vista, parece evidente el postulado de la bondad funda-
la familia, y marginando a los enfermos, de modo especial a los men- mental de la salud. Pero ya Tomás de Aquino sentía la necesidad de
tales, considerados a menudo como un peso para la familia y para la afi rmar enfáticamente que la vida es un bien. Más en concreto, la vi-
comunidad». da humana es un bien de la criatura racional, o sea, de la persona, por-
En consecuencia, el Papa alaba a los que promueven la solidaridad que «el modo más perfecto de vivir es el de los seres dotados de en-
en el cuidado de los enfermos y enfermas mentales, inspirándose en tendimiento, que son, a su vez, los que con mayor perfección se
ideales y principios humanos y evangélicos, trabajando para que se les mueven a sí mismos»28 • Por otra parte, la vida es un bien necesario pa-
presten los cuidados necesarios. Así, resulta necesario «integrar mejor ra la realización personal, porque esta depende del grado de felicidad
el binomio terapia adecuada y sensibilidad nueva ante las discapaci- alcanzado ya aquí en la tierra como prenda de la felicidad definitiva:
«La felicidad que se puede tener en esta vida depende en cierto modo
27. Pueden encontrarse referencias a sus pronunciamientos en J. R . Flecha, Bioé-
tica. La fuente de la vida, 209-212 (trasplantes de órganos), 232-235 (drogadicción),
253-255 (enfermedad mental), 270-272 (sida). 28. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, \, 18, 3, resp.
322 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 323

del cuerpo» 29. La vida es, además, el sop orte básico del resto de ele- La salud, como la vida, es un b ien que corresponde a toda la co-
mentos que la componen, porque la estructura moral del ser humano le munidad humana. La vida y la salud de cada individuo pertenecen de
obliga a plasmar su impronta de sentido en toda la realidad de la vida: alguna manera al patrimonio común: «Cada parte, en cuanto tal, es al-
«El último fin del hombre es vivirlo bien todo» 3 º. go del todo; y un hombre cualquiera es parte de la comunidad, y por
Las tres afirmaciones anteriores sobre el valor intrínseco de la vi- tanto, todo lo que él es pertenece a la sociedad»33 .
da, podrían ser aplicadas de forma analógica a la salud humana. Tam- Desde el punto de vista de un creyente, la salud, como Ja vida, es un
bién ella es un bien necesario para la realización de nuestro ser y de don recibido de Dios y pertenece a Dios: «Nuestro ser, nuestro vivir y
nuestro ser-así, y constituye el soporte y la condición de otros valores nuestro movimiento tienen por causa a Dios»34 • Por eso, «la vida es un
que nos enriquecen y que demandan nuestra responsabilidad. En esta don entregado al hombre por Dios y sujeto a su divina potestad»35 •
línea de pensamiento se colocaban hace unos años los obispos espa- Este vivir en sí mismo sin vivir para sí mismo constituye el pri-
ñoles cuando escribían: mero y el más formidable de los desafios humanos. Apetecer la pro-
pia salud, sabiendo que ese tesoro es recibido de fuera y ha de orien-
La salud es wio de los bienes fundamentales del ser humano y constituye
tarnos hacia afuera, he ahí el reto que se dirige a toda persona. De
wia de sus aspiraciones permanentes. En nuestra sociedad del bienestar
ahí nace esa característica de la salud en cuanto responsabilidad y
observarnos actitudes contradictorias ante la salud: se exalta e idealiza el
vigor y la salud física y se olvida Ja salud afectiva, mental y espiritual; se deber. Amar la propia salud y evitar los riesgos innecesarios que la
destinan medios y esfuerzos ingentes para mantener o recuperar la salud y pondrían en peligro no es un signo de egoísmo sino el primer gesto
jugarnos con ellas irresponsablemente viviendo y fomentando un estilo de d_e la humana solidaridad.
vida poco sano: vida ajetreada, incomwiicación, tabaco, droga, alcohol,
accidentes de tráfico, consumismo, contaminación, etc.; disponemos de
c) La salud como derecho humano
medicinas y de hospitales sofisticados, pero quizás dependemos cada vez
más de ellos y nos sentimos menos responsables de nuestra salud3 1•
No resulta ociosa esta concepción de la salud como «bien común».
Pero tampoco es unívoca. El concilio Vaticano II entiende el bien común
Ese bien de la salud se presenta con la doble faz de la donación y en términos de deber al que todos estamos llamados ( cf. GS 30a; DH 7b)
la responsabilidad. La salud humana es un don y una tarea. En virtud
.. de su gratuidad es preciso recibirla, agradecerla y celebrarla. En justa
y en términos de derecho que a todos nos corresponde (cf. GS 26.74a).
Pues bien, la salud humana contribuye de modo primordial a con-
correspondencia con su carácter de inacabamiento y quehacer, es pre- figurar ese tesoro social y público al que todos los ciudadanos han de
ciso defenderla, mejorarla y promoverla. poder tener acceso, «sin distinción de raza, sexo, edad, religión, na-
cionalidad, opinión política, condición social o estado de salud», como
b) La salud es un «bien común» reconocen los códigos deontológicos de la profesión sanitaria36 •
Afirmar el derecho de toda persona a la salud no significa vivir en
Afirmada la bondad de este bien, hay que proclamar que la salud, una utópica Arcadia feliz, donde los seres humanos no hubieran de pa-
como la vida, no es un bien puramente individual y privado. Es un decer mal alguno. Reivindicar el derecho a la salud equivale a promo-
bien que pertenece a todo ser humano y a cualquier otro ser vivo, por- ver el derecho a la vida, a una vida sana, a una vida con calidad, y al
que, como afirma Tomás de Aquino, «todo ser se arna naturalmente a mismo tiempo, exigir el acceso equitativo a los medios sanitarios.
sí mismo y a esto se debe el que todo ser se conserve naturalmente en Es en este contexto en el que la discriminación de algunos enfer-
la existencia y resista cuanto sea capaz lo que podría destruirle» 32 . mos se nos presenta ante nuestros ojos como un atentado contra la

29. !bid., l-2, 4, 5. 33. !bid.


30. !bid. , 2-2, 51 , 2, ad 2m. 34 . !bid., 1, 18, 4, ad lm.
3 1. Comisión episcopal de pastoral, Jes ús es la salud, mensaje con motivo del día 35. !bid. ' 2-2, 64. 5.
del enfermo (5 de mayo de 1991), 2. 36. Así se expresa, por ejemplo, el Código deontológico de la enfermería españo-
32. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 2-2, 64, 5. la , art. 4.
324 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 325

dignidad de la persona y como una muestra vergonzosa de las injus- Es cierto que la enfermedad iguala a ricos y pobres, pero las
ticias de nuestras sociedades. desigualdades sociales se evidencian también ante la llegada de la
enfermedad.
Por una parte, el origen de muchas enfermedades tiene una estre-
d) La enfermedad es independiente del mal moral cha vinculación con la situación de pobreza en la que viven las perso-
La enfermedad no es una consecuencia fatal de unas decisiones in- nas. Por otro lado, es también innegable que la enfermedad contribuye
morales de la persona enferma. En la antigüedad, en efecto, se creía a crear o agravar las condiciones de pobreza en las que puede verse su-
que el mal fisico era una consecuencia del mal moral. Esta vinculación mergida la persona y, por extensión, la familia entera. Por si fuera po-
fatal se encuentra reflejada en las páginas bíblicas. El pueblo de Israel co, la pobreza de las personas y de los pueblos hace más dificil el ac-
creía fielmente en la justicia de Dios, pero tardó mucho tiempo en ad- ceso a los medios sanitarios más elementales y totalmente imposible el
mitir la posibilidad de una retribución post mortem. Por tanto, conside- recurso a las terapias más avanzadas.
raba que el Dios justo habría de premiar a los buenos con bienes terre-
nales y no podría dejar de castigar a los malvados con males concretos. t) La pobreza y la enfermedad son con frecuencia inducidas
Se pensaba que un desastre natural o una enfermedad dolorosa eran
manifestaciones del juicio de Dios sobre el comportamiento humano. Contra lo que se piensa habitualmente, la pobreza no obedece a una
Esa vinculación mecánica del mal moral con los males fisicos es de- fatalidad. Casi siempre es dinámica e inducida. Nadie nace pobre,
fendida por los amigos de Job, mientras él se subleva contr~ esa falsa puesto que la vida misma constituye la mayor riqueza. Sin embargo, el
teodicea, que no tiene en el fondo otro modo de defender la justicia de ambiente en el que nace Ja persona puede ser pobre y comenzar a limi-
Dios que denigrando a sus hijos, por justos que sean. tar inmediatamente sus posibilidades de vida y de salud. Las estructu-
Todavía en el Nuevo Testamento encontramos restos de aquella an- ras con las que ha de ir enfrentándose pueden agravar notablemente esa
tigua creencia. Ante un ciego de nacimiento, los discípulos preguntan pobreza. Hay pobres porque no son distribuidas con equidad las rique-
a Jesús: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido zas de la tierra.
ciego?». A esta pregunta, el Maestro responde: «Ni él pecó ni sus pa- Algo parecido se puede decir de la salud y la enfermedad. Muchas
dres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios» (Jn 9, 2-3). personas podrían superar la precariedad de su salud si pudieran dis-
Pues bien, aquellas antiguas creencias, típicas de sociedades reli- frutar de los bienes de este mundo, de una adecuada alimentación, de
giosamente primitivas, perviven a veces en la sociedad moderna. Esta un caudal de agua suficiente y saludable, de un ambiente no contami-
conexión entre los males y el juicio de Dios provoca sentimientos de nado y de unos servicios médico-sanitarios cercanos y accesibles. En
rechazo hacia una divinidad aparentemente cruel que no ha tenido muchos seres humanos enfermos, su situación ha sido originada por
compasión de los enfermos graves o de los .niños y jóvenes que han su condición de marginación o de pobreza, de esclavitud o de prosti-
muerto de forma repentina. Y esa conexión condiciona también el jui- tución, de explotación laboral o de violación sexual.
cio y las actitudes hacia los demás. También hoy algunos enfermos La enfermedad no es una fatalidad natural. Mucho menos lo es
suscitan una desconfianza y encuentran una marginación semejante a cuando ha sido creada o difundida maliciosamente con intenciones ge-
Ja que en otro tiempo experimentaban Jos leprosos. nocidas o como «daño colateral» de un conflicto bélico. Hay quien ha
decidido sembrar dolencias como bombas, para afirmar su propia su-
premacía política, militar, económica o social.
e) La enfermedad puede tener relación con la pobreza

Frente a esta comprensión pretendidamente sacra! y vertical de la g) La ética se convierte hoy en bioética
enfermedad que termina por marginar al enfermo, es preciso descubrir
unas causas más seculares. La enfermedad y la marginación parecen En otros tiempos, la moral formulada apenas dedicaba unas pocas
más unidas que nunca, intercambiándose entre sí los roles de la causa- cuestiones a la salud y la enfermedad. Hoy ese capítulo ha sido am-
lidad y del efecto. pliado de forma impensable hasta hace poco. Desde el año 1970 se ha
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326 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 327

acuñado la palabra «bioética» para subrayar la necesidad de estudiar Ahora bien, la antropología no es única ni unívoca. Las numerosas
los problemas emergentes en el campo de las ciencias de la vida y de definiciones del hombre y de lo humano han permitido eliminar a los
la salud. Las nuevas tecnologías plantean cada día nuevos interrogan- que no caían en los límites de la definición preestablecida. Es preciso
tes sobre sus posibilidades de manipular el ser y el ser-así de la espe- superar las continuas tentaciones que llevan al reduccionismo. El ser
cie humana y de las demás especies vivientes. humano no puede ser considerado solamente en su aspecto material y
Esta nueva disciplina, o parte especializada de la ética general, tangible ni puede ser valorado según los criterios de la productividad o
ha de superar, entre otros, el riesgo de un reduccionismo temático. la eficacia material. Tampoco puede ser considerado solamente en su
La bioética no sólo ha de afrontar los nuevos y sorprendentes pro- dimensión espiritual, como si sus necesidades inmediatas no interpe-
blemas técnicos relativos al principio y al final de la vida. Ha de laran a la solidaridad, la fraternidad y la fe.
ocuparse también del resto de la vida, de las condiciones de su de- La salud y la enfermedad no existen en abstracto, sino que revelan
sarrollo y de las enfermedades que condicionan y dificultan el dis- demandas concretas de personas muy concretas. Una antropología in-
frute de la vida. tegral llevará a descubrir al enfermo como persona, con independencia
1 .
En realidad, toda la ética es bioética. También la ética aplicada al de sus connotaciones adjetivales, de sexo o de edad, de riqueza o de
estudio de la familia o la sexualidad, la economía o la política, los me- pobreza, de nacionalidad o de extranjería.
dios de comunicación o la guerra y la paz. Consciente o inconsciente- Y por supuesto, una ética antropológica puede superar esa manía
mente, toda decisión y toda actividad favorecen o perjudican Ja suerte político-sectaria de calificar el bien y el mal con términos que remiten
de la vida y, en definitiva, la causa de la salud humana. a la confesión religiosa. Si la tortura, la violación o el aborto son ma-
los moralmente, su moralidad no depende de la confesión religiosa de
sus agentes ni por supuesto de sus víctimas.
5. Una tarea para este tiempo
b) Ética y virtud
Ante el panorama que hoy se descubre en el ámbito de la salud y la
enfermedad es fácil experimentar un sentimiento de impotencia o de En un segundo momento, la responsabilidad ética ha de superar las
desaliento. Son tantos los frentes abiertos que uno puede pensar que determinaciones de lo prohibido. La ética verdadera no se enzarza en lo
apenas puede hacer algo útil y significativo. negativo, sino que apunta a los ideales positivos, es decir, a la virtud.
Sin embargo, las posibilidades existen. Algunas nos remiten al La mayor parte de las virtudes han sido descubiertas por la razón
campo técnico y otras al terreno ético. Pues bien, la tarea ética se ar- humana. Ante el enfermo, tanto el más atendido como el marginado,
ticula en un plano fundamental y otro sectorial. no basta con examinar el mal que se ha llevado a cabo. Es preciso pre-
guntarse por esas actitudes virtuosas que dignifican tanto al cuidador
a) Ética y antropología como al cuidado.
1. Los antiguos apoyaban la ética sobre las cuatro virtudes cardi-
El fundamento de la ética no puede ser el capricho de las personas, nales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. La pruden-
ni la inercia de las instituciones, ni el «talante» dictado verticalmente cia sirve para aplicar un cuidadoso discernimiento a las situaciones y
para cada momento, ni el consenso mayoritario, ni las directrices eco- buscar las actitudes y medios adecuados. La justicia no significa tra-
nómicas para limitar gastos en los proyectos de la sanidad. Las pre- tar a todos por igual, sino dar a cada uno lo que le corresponde del
guntas éticas sobre la responsabilidad individual y comunitaria en el abanico de servicios sanitarios que la sociedad puede ofrecerle. La
campo de la salud y la enfermedad no pueden ser respondidas adecua- fortaleza enseña a vencer rutinas y perezas y dedicar más recursos a la
damente con fórmulas heterónomas o pragmáticas, sean impuestas o atención de la vida que a la promoción de la muerte. La templanza,
consensuadas. Una ética que oriente en la toma de decisiones ante la por último, exige moderar el egoísmo y aprender a superar las tenta-
persona enferma o «enfermable» ha de basarse en la misma dignidad ciones de instrumentalizar la vida y la salud para fines ajenos a la pro-
de la persona humana. pia persona.
328 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 329

2. Junto a estas virtudes humanas, el pensamiento judeo-cristia- tiene el deber moral de actuar con exquisita profesionalidad, ofertan-
no ha valorado otras tres virtudes que remiten a Dios como origen y do además gratuitamente ese «plus» que sólo puede nacer de la virtud
como destino. La primera es la fe; lleva a los creyentes a ver en el de la caridad.
enfermo el icono mismo de Dios y, en su caso, del mesías Jesús. La Junto al ejercicio profético de la palabra, se impone un cambio de
segunda de ellas, la esperanza, es una apuesta que, superando tanto estructuras: en los países desarrollados para promover una mayor hu-
el pesimismo como el optimismo, alcanza a contemplar en un futu- manización de la sanidad39 y en los países con escasos recursos para
ro sin lágrimas ni dolor ese horizonte de plenitud que es a la vez el atender a sus enfermos, apelando incluso a la justicia internacional y
don gratuito de la providencia divina y el fruto más noble del es- exigiendo programar la globalización de la solidaridad40.
fuerzo humano. La tercera de ellas, la caridad, convierte el acerca-
miento al enfermo en un signo cuasi-sacramental de la cercanía
amorosa de Dios a sus hijos. 6. Conclusión
He ahí un desafío para las proclamas de la sanidad mejor planifi-
cada y para la actitud inhibida y narcisista de quien olvida el dolor aje- Esta tarea moral incluye algunos valores, de entre los cuales al me-
no. Los profesionales cristianos de la salud han de pensar y articular nos los tres siguientes resultan especialmente relevantes y urgentes en
formas nuevas y creativas de atención, cercanía y ayuda a las personas este momento.
que sufren37 • l. En primer lugar, la valoración de la dignidad de la persona. El
concilio Vaticano II sitúa la dignidad de la persona (GS 26-27 y 40-
c) Una tarea moral 41 ), precisamente en el valor eminente que ella debe realizar de forma
libre por si misma. Por eso advierte contra el peligro de que la perso-
La primera de las obras «corporales» de misericordia es visitar y na sea empleada como medio para un fin ajeno a si misma (GS 27) y
atender a los enfermos. En un mundo tan tecnificado, esta obra de mi- apela a la categoría de la iconalidad: «La Biblia nos enseña que el
sericordia recuerda la necesidad de completar la eficiencia técnica con hombre ha sido creado 'a imagen de Dios', con capacidad para cono-
una presencia humana al lado del enfermo. cer y amar a su Creador» (GS 12c).
Es preciso promover nuevas actitudes para la atención afectiva y A la luz de esta confesión cristiana, se comprenden dos cualidades
efectiva a todos los enfermos, sin discriminación y sin reduccionis- de la persona que son determinantes para Ja reivindicación ética de su
mos. Si el ser humano es una unidad psico-somática, no se puede par- dignidad: Ja unicidad y la finalidad.
celar para ignorar sus necesidades espirituales38 • Ante una atención sa- - La persona no puede ser reducida a pieza reemplazable, anónima
nitaria tan profesionalizada, hay que cultivar actitudes más humanas y y prescindible. Esta reclamación de la unicidad no se basa solamente
humanizadoras con relación a los enfermos: se precisa aprender a des- en la ostentación de los rasgos fisionómicos, sino en la diferenciación
cubrir el dolor del otro, aprender a compadecerse y prestar una ayuda de la conciencia personal. Los dolores y los gozos de un ser humano lo
eficaz. modelan en el doble sentido que alude tanto a la conformación como
De todas formas, esta obra que en definitiva es de misericordia in- a la ejemplificación. El hombre es un ser «modelado» por «su» histo-
terpela no sólo a Jos individuos, sino a toda la comunidad cristiana ria personal. Y, en íntima conexión con ese dato, el hombre se con-
para que intente promover una política sanitaria verdaderamente jus- vierte en un ser «modélico» y prototipico.
ta y una adecuada pastoral de los enfermos. Junto a la comunidad Algo de la hondura de estas vivencias reflejan unas palabras de
cristiana se descubre también la presencia y la acción de las institu- Juan Pablo II, en las que la afirmación de la iconalidad divina del ser
ciones sanitarias, públicas y privadas. Si trabaja en ellas, el cristiano
39. Cf. J. R. Flecha, Humanisation ofpain in health care. Care and Compassion,
37. Cf. G. L. Gigli, 1<Duc in altum!». Los médicos y la nueva evangelización: Do- en Humanization in Health Care. 17th World Congress of Ciciams (16-20.oct.2002),
lentium hominum 17/51 (2002) 35-43 (número especial: Iglesia y salud en el mundo). Bangalore-India 2002, 43-50.
38. Cf. J. B. Llinares Lloret, Necesidades espirituales del enfermo y beneficios del 40. Cf. D. N. Irving, Which Medica/ Ethics for the 21st Century?: The Linacre
acompañamiento espiritual: Labor hospitalaria 35 (2004) 29-58. Quarterly 70/ 1 (2003) 46-59.
330 Escenarios y problemas Salud y enfermedad 331

humano, a partir de su misma creación, le lleva a la defensa de la uni- fermería moderna trata de suscitar las posibilidades de autocuidado
cidad de la persona: que yacen, a veces desconocidas, en todo ser humano.
Precisamente por ser persona, el hombre, entre todas las criaturas, está El Convenio europeo relativo a Jos derechos humanos y la biome-
revestido de una dignidad única. Cada hombre tiene su propia razón de dicina subraya con razón la importancia del consentimiento informa-
ser, y jamás puede ser utilizado como simple medio para alcanzar otras do del paciente (cap. II, art. 5), que ha venido a constituir el primero
metas, ni siquiera en nombre del bienestar y del progreso de toda Jaco- de los principios de la moderna bioética. Este principio no constituye
munidad. Dios, al crear al hombre a su imagen, quiso hacerlo partícipe una mera estrategia funcional con el fin de evitar algunas consecuen-
de su señorío y de su gloria41 • cias desagradables en la relación entre el personal médico sanitario y
el paciente, sino que ha de reflejar el valor de la persona.
A la luz de la fe, la unicidad de la persona remite a una dialogici- Para Jos cristianos, Ja confianza en las posibilidades de autocuida-
dad trascendente, es decir, a la comunicación de Dios y a la comuni-
do nace de la afirmación de la dignidad y la responsabilidad de la per-
cación con Dios. A esa fe nos conduce la consideración de Jesús, Ver-
sona que es confiada a nuestra acogida y compasión. Si su dolor se ha
bo e Icono de Dios que se hace «conversación» con los hombres y
hecho de alguna forma «nuestro», también nuestra vitalidad y nuestro
mujeres de todos los tiempos. He ahí una de las consecuencias prime-
amor a la vida y a la salud ha de hacerse de alguna forma «suyo».
ras de la afirmación creyente de la «encarnación». Esa convicción se
encuentra reflejada en la afirmación paulina: «Me amó y se entregó a En su habitual mensaje para la Jornada mundial del enfermo del
sí mismo por mí» (Gal 2, 20). año 2003, el papa Juan Pablo II ofrecía a los hospitales católicos unas
La unicidad de la persona subraya su finalidad. El ser humano se pautas de conducta que responden a un empeño integral en el cuidado
sitúa en el reino de los fines no en razón de sus propiedades «adjeti- de los enfermos y en Ja defensa de la vida. Baste recordar aquí tan só-
vales», sino por su mismo carácter de absolutez, previo a toda deter- lo un breve párrafo:
minación coyuntural. Los hospitales católicos deben ser centros de vida y de esperanza, don-
A la luz de la revelación bíblica, el hombre se comprende como fin de se promuevan, junto con el servicio de los capellanes, los comités
de la creación (Sal 8), mientras que él sólo en Dios tiene su último éticos, la formación del personal sanitario laico, la humanización de los
fin42 • Jesús antepone la dignidad del hombre concreto a las normas más cuidados a los enfermos, la atención a sus familias y una particular sen-
.. sagradas de la ley de Moisés (cf. Me 2, 27). Para Jesús, el ser humano sibilidad hacia los pobres y los marginados. El trabajo profesional ha de
concreto es incomparablemente superior a todos los bienes de la tierra concretizarse en un auténtico testimonio de caridad, teniendo presente
( cf. Mt 12, 12). Como se sabe, el Concilio afirma enfáticamente: «El que la vida es un don de Dios, del cual el hombre es solamente admi-
hombre vale más por lo que es que por lo que tiene» (GS 35a)43 • nistrador y garante45 •
La práctica médico sanitaria está llamada no sólo a curar (to cure),
sino sobre todo a cuidar (tocare) a la persona. La ética del cuidado se Estos conceptos y proyectos no pueden ser privativos de los hospi-
fundamenta en Ja dignidad de la persona. Ese cuidado determina la tales católicos. Ni siquiera de los católicos que trabajan en las institu-
bondad ética y Ja aceptabilidad de las prácticas sanitarias44 • ciones sanitarias públicas o privadas, pero no pertenecientes a la Iglesia.
2. Por otra parte, es preciso confiar en la posibilidad del autocui- Precisamente por su honda raigambre antropológica, estas orientaciones
dado. Precisamente, en atención a esa dignidad de la persona, la en- pueden ser compartidas por creyentes y no creyentes. Y si la apelación a
Dios nos sitúa abiertamente en el ámbito del creer, tal referencia no só-
41 . Juan Pablo 11, Discurso a los participantes en la XI Conferencia internacional
de pastoral sanitaria (30.11.1996), en la edición castellana de I:Osservatore romano
lo no mengua o amortigua la validez ética de dichas propuestas, sino
28/49 (6.12.1996), 8. que les ofrece una orientación trascendente que les confiere un rango de
42. Cf. GS 41; GS 2lg; GS !Oa, donde el hombre se presenta a nuestros ojos como radicalidad e integridad nada despreciables en medio de la cultura de la
ilimitado en sus deseos.
43. Cf. también EV 81 y 98.
fragmentación.
44. Cf. H. Lindemann Nelson, Pictures ofPersons and the Good ofHospital Care:
The Hastings Center Report (2003) S 13-826 (número especial Access to Hospice Care). 45. Juan Pablo 11, Mensaje para la XI jornada mundia.I del enfermo (1 1.2.2003), 3.
332 Escenarios y problemas

PAUTAS DE TRABAJO 14
1. Tratar de adquirir conciencia de la situación de la atención a los enfer- PODER Y AUTORIDAD
mos en el ambiente más cercano.
2. A la luz de los relatos evangélicos de las curaciones realizadas por Je-
sús, tratar de diseñar unas pautas de comportamiento ético con relación a los
enfermos.
3. Preguntarse qué puede significar para la sanidad contemporánea el mo-
delo evangélico del buen samaritano (Le 10, 25-37; Juan Pablo II, Salvifici do-
loris, 28-30).
4. Intentar completar las demandas éticas que la situación actual dirige a
los profesionales médico-sanitarios, tanto cristianos como no cristianos. El poder constituye una de esas experiencias fundamentales que
configuran la vida humana en su ser y en su existir. Es esta una expe-
riencia que resulta importante para la reflexión teórica y para su apli-
cación práctica. Como es bien sabido, se suele establecer una distin-
ción entre el poder y la autoridad. Max Weber afirma que «el poder
significa la facultad o probabilidad (chance), en el marco de una rela-
ción social, de implantar la propia voluntad incluso contra la resisten-
cia». Ahora bien, la autoridad sería para él «la probabilidad de obtener
obediencia a una orden de determinado contenido» 1•
La experiencia diaria nos advierte de una doble comprensión del
poder, que es considerado tanto desde el punto de vista activo como
desde una perspectiva que podríamos llamar pasiva.

•. En el primer caso, constatamos que el ser humano se afirma sobre


ese primer pilar del «poder» (los otros dos son el «tenern y el «pla-
cern2) para construir su personalidad. En el segundo caso, observamos
que la experiencia del poder, por afectivo que sea, determina el proce-
so de la socialidad y la educación ética de la persona.
Por otra parte, el poder se nos p resenta siempre rodeado de una
serie de ritos sociales que, con mucha frecuencia, han sido sacraliza-
dos. Pero también lo contrario puede afirmarse con verdad: la socia-
lización y ritualización de la experiencia religiosa raramente se ven
alejadas de la vinculación con una u otra forma de poder. Dichas
vinculaciones nos invitan a intentar una breve reflexión sobre este
fenómeno humano .

1. M. Weber, Wirtschafl und Gesellschafl, Tubinga 1956, 16, citado por J. A. Gar-
mendia, Poder, en Diccionario UNESCO de ciencias sociales III, 1693; cf. también A.
M. Rocheblave-Spenlé, El p oder desenmascarado, Madrid 1975.
2. Recuérdese la importancia concedida a esta triada de experiencias por l. Kant,
y más recientemente por P. Ricoeur, Finitud y culpabilidad, Madrid 1982, 127-128.
334 Escenarios y problemas Poder y autoridad 335

1. La experiencia humana bien común. El poder exige responsabilidad, como afirma el concilio
Vaticano II (GS 74).
Como se acaba de sugerir, la experiencia de poder es siempre bipo- 2. Riesgos del poder. Es también evidente que los seres humanos
lar. En algunas ocasiones se nos impone la urgencia y necesidad del po- perciben fácilmente la peligrosidad del poder. Si toda forma de poder
der; en otras, lo que atrae nuestra atención es el hecho de que las perso- puede prestarse a abusos respecto a los más débiles, esto es especial-
nas y los grupos sociales parecen demandar la sumisión y la obediencia. mente verdadero cuando el poder político, económico o religioso se
Ambos polos, a su vez, están cargados de sentidos plurivalentes. diviniza, es decir, «cuando en la práctica se lo tiene como absoluto.
Por eso el uso totalitario del poder es una forma de idolatría»6 . En esos
casos, se puede caer en la tentación de adorar a las instituciones que
a) La experiencia del poder apelan a Dios antes que al Dios al que dicen servir las instituciones.
Son muchas las circunstancias en las que, a todos los niveles, pue-
El poder, en general, es la forma más originaria y universal del ser.
Todo lo que es, en cuanto es, es poderoso. Pero junto al fenómeno del de desviarse el ejercicio de la autoridad de la búsqueda del bien co-
poder ontológico, se nos presenta, como inevitable signo del mismo, el mún para ponerla al servicio de un grupo de presión o de los mismos
poder social y político. que la ejercen, sobre todo cuando se presentan revestidos de una auto-
Ni que decir tiene que, para esta reflexión moral, el poder se iden- ridad delegada por la divinidad (GS 73).
tifica con el poder político, y concretamente con el Estado3 •
Ahora bien, el poder político es «la voluntad de individuos o gru- b) La experiencia de la sumisión
pos que ejerce influencia determinante sobre la coexistencia de varios
dentro de un espacio vital común o de estructuras de orden [ .. .] Si la La otra cara del poder remite a la aceptación del mismo, es decir, a
voluntad poderosa obra sobre la voluntad de otros, que libremente la obediencia y la sumisión. Si el poder es «Ordenamiento eficaz de la
asienten, en los órdenes de cosas comunes, el poder cobra la forma de existencia humana como ser en el mundm>7, la obediente aceptación
autoridad [ ... ] Si fija a la fuerza desde fuera el mundo de los otros, tie- del mismo parece necesaria para la realización del ser humano y, sobre
ne la forma de violencia»4 • todo, para la consecución del bien común, de la armonía y de la paz
A todas luces, el poder es necesario en una comunidad, aunque no social.
.•. deje de tener sus inevitables riesgos . 1. Necesidad de la sumisión. La necesidad y positividad de la su-
1. Necesidad del poder. Resulta evidente que el poder sea necesa- misión al poder se deduce de la necesidad de la colaboración entre los
rio para unificar las voluntades individuales, con el fin de que la so- seres humanos. La aceptación libre y consciente de una determinada
ciedad pueda funcionar de manera adecuada. Por su naturaleza y su fi- forma de poder puede ser signo de la máxima libertad humana. Y de
nalidad, el poder adquiere una valoración claramente positiva. «Las un amor sereno y consciente hacia los demás.
1
1
diversas formas del poder en la sociedad pertenecen fundamentalmen- En el ámbito religioso la sumisión se presenta revestida del manto
' f
te al orden de la creación. Por tanto, llevan en sí la bondad esencial del sagrado de la virtud de la obediencia. «Para que la obediencia sea vir-
servicio que deben prestar a la comunidad humana»5• tuosa es preciso que sea iluminada y responsable, es decir, que sea la
Esa necesidad del poder no lo exime de controles que analicen su obediencia de una persona y no de un autómata»8 .
comportamiento moral. Es cierto que la autoridad resulta necesaria pa- 2. Peligros de la sumisión. Sin embargo, la ambigüedad antropoló-
ra la unificación de los ideales individuales de la sociedad. Pero su gica y ética de la sumisión aparece por todos los costados. La misma
fuerza obligatoria procede del orden moral, como dice la encíclica Pa- palabra «sumisión» suscita un instintivo rechazo. Puede, en efecto
cem in terris (PT 47). Para obligar en conciencia, el ejercicio de la au- ocurrir que la obediencia se entienda como una abdicación desperso-
toridad ha de desarrollarse dentro del orden moral a fin de procurar el
6. !bid., 500.
3. Cf. J. A. Garmendia, Poder, 1694. 7. K. Hennerle, Poder, 492.
4. K. Hennerle, Poder, en Sacramentum mundi V, Barcelona 1974, 491-492. 8. G. Gatti, Obediencia, en Diccionario enciclopédico de teología moral, Madrid
5. CELAM, Documento de Puebla, 498. 1978, 715.
336 Escenarios y problemas Poder y autoridad 337

nalizada de la iniciativa que lleva al individuo a someterse inerme a dentemente, la sumisión humana al poder tendrá un sentido muy dife-
unas orientaciones heterónomas que, por hipótesis, pueden resultar rente en un caso y en el otro.
abusivas. Puede también ocurrir que la decisión de prestar obediencia Dedicamos, en primer lugar, una breve reflexión a la doctrina que
a los representantes del poder nazca del interés, del miedo o de la vo- sobre el poder y la obediencia nos ofrecen Jos libros pertenecientes a
luntad de adulación a los poderosos. Una sumisión semejante no pa- la Primera Alianza, para pasar después a evocar el mensaje del Nuevo
saría los más elementales controles de eticidad. Testamento.
La voluntad de exigir o prestar obediencia ha de ser siempre juz-
gada a la luz de unos valores humanos y humanizadores. Un discerni-
a) Un Dios poderoso
miento ético se impone, sobre todo, cuando la orden dictada por quien
ejerce el poder exige algo que la conciencia del súbdito considera in- l. El poder de Yahvé se manifiesta desde el principio en Ja libertad
justo o inmoral. En esos casos, como ya afirmaba Tomás de Aquino, y señorío con que se realiza su acción creadora sobre el mundo (Gn 1,
se impone el deber de resistir a Jo impuesto, es decir, de apelar a la ob- 1). Pero ante todo se pone de relieve en la protección amorosa que des-
jeción de conciencia, como se verá en el tema siguiente9 • pliega sobre los seres humanos, comenzando p or los patriarcas (Gn
La conciencia humana siempre ha considerado como degradante la 12, 2-3; 18, 14; 28, 13ss). Uno de los episodios más sorprendentes
sumisión para el mal. donde se aprecia el poder del Señor es la lucha que sostienen Jacob y
Dios (Gn 32, 27-30). El patriarca recibe por ello un nuevo nombre: Is-
rael, cuyo significado es precisamente «¡Muéstrese fuerte Dios!».
2. El poder en la Escritura El poder de Dios aparece como primer analogado en la decisión de
liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto con mano poderosa (Ex
Una experiencia humana tan fundamental como el poder y la su- 3, 19) y brazo extendido (Dt 4, 34).
misión no podía permanecer al margen de las vivencias religiosas que Ahora bien, de este poder de Yahvé participan los jueces de Israel,
se recogen en las tradiciones bíblicas 10• como Gedeón (Jue 6, 12ss), los reyes, como David (1 Sm 2, 10; 2 Sm
Dios es «omnipotente» (Ex 6, 3; Job 29, 5; Sal 91, 1). Tal afirma- 7, 9) y, siglos más tarde, los hermanos Macabeos (1 Mac 3, 18s).
ción pone de manifiesto un atributo esencial de Dios, recogido y con- Con todo, ya desde el primer momento se percibe la posibilidad de
fesado en todas las creencias religiosas. La fe judeo-cristiana matiza un poder siniestro que convierte a Caín en un asesino y a Lamec en un
esta concepción de forma que no signifique un atentado contra la li- vengador (Gn 4, 8.23s). El pecado de Babel ejemplifica admirable-
bertad del ser humano, creado por Dios «a su imagen y semejanza» mente la búsqueda indebida del poder por parte del ser humano al
(Gn 1, 26-27). pretender ser como Dios. Tal orgullo sacrílego tiene inmediatas con-
Pero junto al poder divino, que se acepta como bueno, la Escritura secuencias sociales. La blasfemia contra Dios origina la confusión so-
habla también de otros poderes malignos que pueden esclavizar al ser cial. Quien no admite la soberanía de Dios termina por romper los la-
humano. La teología y la antropología bíblica se niegan a atribuir este zos que mantienen unida a la comunidad. Quien no atiende a Dios no
poder «malo» a una entidad ontológicamente simétrica a la entidad di- puede hacerse entender por sus hermanos (Gn 11).
vina. El problema del poder del mal trata de situarse en el ámbito de la E l mismo pueblo de Israel se ha visto obligado a sufrir en Egipto el
libertad creada 11 • peso opresor del poder (Ex 5, 2.6-18). Sin embargo, a pesar de ese
También las estructuras sociales, incluso las religiosas, pueden amargo recuerdo, también en el pueblo de Israel los poderosos han
participar en mayor o menor medida de una orientación u otra. Evi- aplastado con excesiva frecuencia a los pobres indefensos, según de-
nuncian una y otra vez los profetas (Is 3, 14s; 10, 1-2; Miq 3, 9ss).
9. Cf. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 2-2, 104, 6. 2. En Israel, la autoridad política está al servicio del pueblo. Al
1O. Para toda esta sección es interesante el estudio de R. Guardini, El poder, Ma- igual que ocurría en otras naciones del entorno, al gobernante israeli-
drid 1981 , en especial 180-195.
11. Cf. C. Joumet, El mal. Ensayo teológico, Madrid 1964; E. Yarnold, Mal, en G. ta la «vocación de mando» no Je venía por inclinación personal, sino
Barbaglio-S. Dianich (eds.), Nuevo Diccionario de teología l, Madrid 1982, 949-968. por una llamada divina que le confiaba esa misión en beneficio del
338 Escenarios y problemas Poder y autoridad 339

pueblo de Dios. Dicha misión consistía fundamentalmente en «salvar» tos a renunciar a sus frutos para «vagar por encima de los árboles».
al pueblo (Jue 2, 16; 1 Sm 9, 16; 2 Sm 19, 10), donde salvación signi- Sólo la zarza estaba pronta para reinar: «Si con sinceridad venís a un-
ficaba básicamente liberación de los peligros que le acechan en cada girme para reinar sobre vosotros, llegad y cobijaos a mi sombra. Y si
momento histórico. así no fuera, brote de la zarza fuego que devore los cedros del Líbano»
La intervención salvadora que se esperaba de la autoridad integra- (Jue 9, 15). El cuento era tan claro que Jotán hubo de huir para poner-
ba, al menos, las siguientes actuaciones: se a salvo de la «zarza», es decir de la ira homicida de su hermanastro.
-En primer lugar, había de garantizar la seguridad del pueblo frente El relato encierra una triple lección de ética socio-política. La fuerza
a las amenazas exteriores, como hacen los jueces (Jue 6, 14; 11, 5-6.32) es vencida por la debilidad. Nadie puede tratar de asentar impune-
y el propio David frente a los filisteos y otros enemigos (2 Sm 3, 18). mente sus pretensiones sobre la arrogancia y el terror. La violencia só-
-El gobernante, además, había de consolidar la unidad de la co- lo genera violencia. Es la lección de la zarza.
munidad social y política, articulando instituciones que favorecieran la Igualmente significativos son los relatos que describen la divi-
administración y el funcionamiento del reino (2 Sm 8, 16-17; 1Re21, sión del reino davídico. Roboán, hijo y sucesor de Salomón, lejos de
8-11 ). mitigar la dureza del gobierno de su padre, promete al pueblo un yu-
- En consecuencia, la autoridad había de promover el bienestar ma- go más pesado que el anterior (1 Re 12, 11). Para doblegar a las tri-
terial de su pueblo. Para ello lleva a cabo las defensas de las ciudades (2 bus envía a un recaudador de impuestos odiado por las gentes. El
Sm 5, 9), la construcción de obras públicas oportunas (1 Re 9, 23; 2 Re pueblo lo apedrea y estalla la secesión ( 1 Re 12, 16). Diez tribus lo
20, 20) y el desarrollo de la industria y el comercio (1 Re 1O, 14-1 7). abandonan para formar el reino de Israel, allá en el norte, que elige
-Junto a la prosperidad material, el gobernante había de promover por rey a Jeroboán, capataz de los trabajadores de Salomón. El pro-
los valores del espíritu, y especialmente la educación y la tutela de los feta Ajías, le había anunciado que reinaría sobre las diez tribus del
ideales morales y de comportamiento recto (Prov 25, 1). norte (1 Re 11, 31 ). Pero Jeroboán olvida la gratuidad del reino que
- A las autoridades políticas correspondía preservar la identidad se ha puesto en sus manos y sanciona la escisión política con un cis-
religiosa de Israel, construyendo lugares de culto (2 Sm 7, 1-3; 1 Re ma religioso. Su política queda contaminada por la idolatría y la in-
6-7), manteniéndolos con decoro (2 Re 22, 3-7), organizando el ser- justicia. Tanto el reino de Israel como el de Judá se caracterizan por
vicio sacerdotal (2 Sm 20, 25-26) y, sobre todo, procurando mante-
.. ner la fidelidad religiosa a la alianza con Dios (Jos 24, 25-26; 1 Re
los abusos y la injusticia.
Como alternativa ética, la Biblia presenta la figura del gobernador
8, 51.53). Nehemías. Enviado a reconstruir Jerusalén, aparece como el hombre
- Finalmente, el cometido peculiar de la autoridad política israeli- de la tenacidad y el entusiasmo (cf. Neh 4, 8-11). Nehemías es un go-
ta consistía en administrar justicia (2 Sm 8, 15; 1 Re 3, 9) y defender a bernador justo. En la ciudad restablecida se alza un inmenso clamor
las personas socialmente débiles (1 Sm 12, 3-4) 12 . ante la desigualdad económica y social y la esclavitud. Ante estos ma-
3. Además de señalar los contenidos de la misión del gobernante,
les endémicos en la sociedad israelita, Nehemías grita con la indigna-
la Biblia resume en algunos iconos y relatos paradigmáticos los ries-
ción de los profetas: «Nosotros hemos rescatado, en la medida de
gos que comporta el ejercicio del poder.
nuestras posibilidades, a nuestros hermanos judíos que habían sido
Así ocurre con Abimélec y Jotán. Abimélec era hijo de Gedeón y
vendidos a las naciones. ¡Y ahora sois vosotros los que vendéis a vues-
de una concubina que tenía en Siquem. Entre su padre y su madre,
tros hermanos para que nosotros los rescatemos!» (Neh 5, 8). Nehe-
Abimélec opta por ella. Su ambición queda bien clara cuando mata a
rnías invita a su pueblo a la solidaridad, exige la restitución de las fi~­
sus hermanos. Sólo se salva Jotán, que recita a los siquemitas una fá-
cas y propiedades hipotecadas y la condonación de las deudas. El
bula vieja como el mundo. Los árboles quisieron elegir un rey. Ni el
mismo ofrece su propio ejemplo (Neh 5, 14-16). Su rectitud lo con-
olivo ni la higuera ni la parra aceptaron tal honor: no estaban dispues-
vierte en un modelo de gobernante 13 •

12. J. García Trapiello, La autoridad política en la Biblia, Madrid 1997, 118-152, 13. Cf. J. R. Flecha, Buscadores deDiosI , Salamanca 1997, 127.147.215; Buscado-
con una buena selección bibliográfica. res de Dios II, Salamanca 1994, 31.73.169; Buscadores de Dios III, Salamanca 1998, 71.
340 Escenarios y problemas Poder y autoridad 341

b) Del poder al servicio mutuo bestia del poder que continuamente tiende a la autodivinización. Esa
es la idea central del Apocalipsis. Ante el poder imperial que exige ser
En el Nuevo Testamento el poder de Dios se manifiesta de forma adorado, los seguidores del Señor han de mantener su fidelidad y su li-
definitiva en la persona de Jesús de Nazaret (Mt 28, 18ss). Ese poder bertad. Su resistencia a esa idolatría puede llegar a costarles la propia
de Dios se evidencia precisamente por medio de los milagros que lo vida (Ap 20, 4).
acreditan como enviado de Dios (Hch 2, 22) y prueban que Dios está
con él (Jn 3, 2; 9, 33). De todas formas, una y otra vez se repite que Je-
sús no busca ni anhela un poder mesiánico de alcance temporal o po-
3. La tradición patrística
lítico (Mt 4, 3-7; Jn 8, 50). Jesús sólo aspira a cumplir la voluntad de
su Padre (Jn 5, 30) y a mostrarse siempre y en todo como un servidor
Entre las múltiples acusaciones que se dirigieron desde el primer
de sus hermanos (Jn 13, 12-16).
momento contra los cristianos estaba la de una aparente independen-
Los discípulos han de aprender, en consecuencia, que el primero
cia justificada por su apelación a la voluntad de Dios. Muy pronto tu-
de ellos ha de ser y comportarse como el esclavo de todos (Me 9, 34-
vieron que hacer declaración explícita de su fidelidad a los poderes
35) 14. El evangelio de Marcos repite esta lección fundamental a pro-
públicos. No en vano, san Justino tiene que afirmar que los cristianos
pósito de las pretensiones de predominio manifestadas por Santiago y
pagan los tributos antes que nadie, tal como fueron adoctrinados por el
Juan. Jesús denuncia a los jefes de este mundo, que gobiernan a las na-
Señor15 • En esa línea de fidelidad y discernimiento se sitúan los padres
ciones como señores absolutos y las oprimen con su poder. En cam-
de la Iglesia.
bio, entre los seguidores del Maestro, e l que quiera ser el primero ha-
brá de hacerse esclavo de todos, puesto que «el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por a) Las Iglesias de Oriente
muchos» (Me 10, 41-45).
En los escritos apostólicos se repite que es precisamente en virtud San Juan Crisóstomo advierte al pueblo de Antioquía que «Si los
de la obediencia de Cristo como son justificados los hombres (Rom 5, tribunales se suprimen, se suprime toda la disciplina u orden de nues-
19; F lp 2, 8. 11). Por tanto, el cristiano se define también por su obe- tra vida». El santo obispo ap ela a numerosas imágenes, como la del pi-
diencia a l evangelio (2 Tes 3, 14) y por estar dispuesto a vivir esa nue- loto en la nave, el general que dirige el ejército o las paredes en la ca-
va vida que se resume en Ja obediencia de la fe (Rom 1, 5). sa, para afirmar su necesidad y utilidad en vistas a la consecución de
Ante la cuestión de la sumisión de los cristianos a las autoridades la paz social. De hecho, invita a sus conciudadanos a dar gracias a
paganas, Pablo afirma el principio del origen divino del poder, siem- Dios por quienes les gobiernan, pues «si a una ciudad le quitan sus go-
pre que sea legítimo y sea ejercido rectamente. Quien se opone a la au- bernantes» superaríamos a las propias fieras, «mordiéndonos y devo-
toridad se opone, por tanto, al orden divino. Quien actúa correctamen- rándonos unos a otros, el rico al pobre, el fuerte al débil y el sinver-
te no debería teme r al que gobierna, pues se trata de un servidor de güenza al hombre honrado» 16•
Dios para el bien, es decir, para hacer justicia y reprimir la maldad. En De todas formas, comentando la frase paulina: «No hay potestad
consecuencia, es preciso someterse a la autoridad, no sólo por temor al que no venga de Dios» (Rom 13, 1), el Crisóstomo establece una inte-
castigo, sino en concie ncia (cf. Rom 13, 1-7). resante distinción entre la potestad y el soberano, que es con frecuen-
Sin embargo, en los casos en Jos que se presenta un grave conflicto cia ignorada. «De Ja sabiduría divina se deriva que exista el poder, que
de fidelidades, el cristiano sabe que ha de obedecer a Dios antes que a unos manden y otros estén sujetos, que no se dejen ir Jos asuntos pú-
los hombres, aunque se trate de los miembros del Sanedrín (Hch 4, 19). blicos al azar, ni den tumbos los pueblos de aquí para allá como los to-
A lo largo de los siglos, los seguidores de Cristo se hallarán en la rrentes». Pero eso no implica que cada gobernante responda de forma
disyuntiva de obedecer al poder de Dios o a los otros poderes que tra- automática al plan de Dios. «Por eso no digo: 'No hay príncipe que no
tan de usurpar su dominio. Con frecuencia han de negarse a adorar a la
15. Cf. Justino,Apología, 1, 18, l.
14. Cf. K. Hess, Servicio, en DTNT IV, 212-216. 16. Juan Crisóstomo, Al pueblo de Antioquia, hom., 6, l.
342 Escenarios y problemas Poder y autoridad 343

venga de Dios', sino, hablando del poder en sí: 'No hay potestad que Así pues, el príncipe debe siempre gobernar teniendo presente el
no venga de Dios'; es él quien ha establecido las que hay sobre la tie- bien público. Con todo, el que acepta las normas promulgadas por una
rra»17. La autoridad viene de Dios, no necesariamente quien la deten- autoridad justa no por eso se convierte en esclavo. La verdadera escla-
ta en un determinado lugar o momento. vitud nace del sometimiento a los vicios y al mal:
Ante las palabras de Pablo: «Quien resiste a la autoridad, resiste a En la tierra, el reino de los buenos aprovecha no tanto a ellos cuanto a las
Dios» (Rom 13, 2), el Crisóstomo comenta que esa consideración no cosas humanas; el reino de los malos daña a Jos que reinan, que estragan
nos esclaviza, sino que nos libera. En efecto, «obedecemos a la auto- sus ánimos con mayor libertad en los crímenes; en cambio, a los que, sir-
ridad no graciosamente, sino en cumplimiento de una obligación es- viéndoles, se les someten, no daña sino la propia iniquidad. Porque cua-
tricta». Por otra parte, la autoridad está para ayudar a los ciudadanos a lesquiera males que los malos señores infligen a los justos no son pena de
la culpa, sino prueba de la virtud. Por consiguiente, el bueno, aunque sir-
conseguir el bien, a procurar la paz y a gestionar la administración. Así
va, es libre; y el malo, aunque reine, es siervo, y no de un solo hombre,
pues, la obediencia a la autoridad no brota del temor al castigo, sino
sino, lo que es más grave, de tantos señores cuantos son sus vicios21 •
como un deber moral: «Aunque al desobediente no se le siguiera nin-
gún castigo, tú tendrías el deber de someterte para que no pareciera Dada la ambigüedad del poder, no es extraño que san Agustín se
que no tienes conciencia y eres ingrato al que te hace bien» 18. pregunte si es honesto que alguien desee para sí mismo o para los su-
yos honores y potestades. Como era de esperar, la misma respuesta
b) Las Iglesias de Occidente ofrece un importante criterio para el discernimiento de tales apeten-
cias: «Es honesto querer estas cosas, si con ello se busca el bien de los
Al convertirse el cristianismo en la religión oficial del Imperio no subordinados, no por sí mismas, sino por el bien que con ellas puede
pierde sentido Ja pregunta por la legitimidad del poder. hacerse; pero no lo es si se desean por el fasto vano del orgullo, por la
1. En esa situación nueva vive san Agustín. Ciertamente se confía pompa superflua o por una necia vanidad»22 .
en el poder imperial, pero es preciso afirmar la absoluta lealtad a la 2. Isidoro de Sevilla conserva el antiguo saber y lo adapta a las
conciencia, como había hecho su maestro Ambrosio de Milán 19 . Se ha nuevas circunstancias de la sociedad hispano-goda. Una gran resonan-
subrayado la sabiduría y moderación de Agustín en el delicado tema cia ha adquirido la consideración isidoriana sobre el rey y su función
de la autoridad del príncipe y de la obediencia debida a las leyes civi- de servicio a la justicia y a la benignidad:
•· les. Son en este sentido célebres algunas frases suyas que proclaman la El término <<rey)) deriva de «regir», como «sacerdote)), de «sacrificar)).
necesidad de que el poder se ajuste a la majestad de la justicia: No «rige» el que no «corrige». El nombre de «rey» se posee cuando se
obra «rectamente»; y se pierde cuando se obra mal. De aquí aquel pro-
Desterrada la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes piraterías? Y las verbio que corría entre los antiguos: «Serás rey si obras con rectitud; si
mismas piraterías, ¿qué son sino pequeños reinos? También éste es un no obras así, no lo serás». Las virtudes regias son principalmente dos: Ja
puñado de hombres, rígese por el poderío de un príncipe, lígase con pac- justicia y la piedad. No obstante, más suele alabarse en los reyes la pie-
to de sociedad y repártese su botín según las leyes de sus decretos. Si es- dad, pues la justicia, por su propia esencia, es severa23 .
te mal crece, porque se le añaden hombres perdidos hasta enseñorearse
de Jugares, fundar cuarteles, ocupar ciudades, subyugar pueblos, asume La autoridad es necesaria para refrenar las inclinaciones al mal que
el nombre más llamativo de reino. Este nombre se lo da ya abiertamente subsisten en la humanidad caída, aunque redimida. Así que los gober-
no la cupididad perdida, sino la impunidad añadida20.
21. Agustín de Hipona, De civitate Dei, IV, 3, en PL 41, 114 (J. Morán, Obras de
17. Este texto ha sido recogido por Juan XXIII en su encíclica Pacem in terris, 46. san Agustín XVI, 274); cf. S. ÁlvarezTurienzo, La Edad Media, en V. Camps (ed.), His-
18. Juan Crisóstomo, In Rom. hom., 23, l. toria de la ética I, Barcelona 1988, 364-367.
19. G. Peters, Lire les Peres de l'Eglise. Cours depatrologie, Toumai 1981, 650-651. 22. Agustín de Hipona, Epist. 130, 12, en PL 33, 495. Otros textos son recogidos
20. Agustín de Hipona, De civitate Dei, IV, 4, en PL 41, 115 (versión cast.: J. Mo- por P. J. Lasanta-R. del Olmo, Autoridad, en Diccionario doctrinal de san Agustín, Ma-
rán, Obras de san Agustín XVI, Madrid, 1958, 274-275). El inicio de esta frase ha sido drid 2003, 53-55.
reproducido por Juan XXlll en Pacem in terris, 92, y por Benedicto XVI en Deus cari- 23. Isidoro de Sevilla, Etym., IX, 3, 1-4; cf. también Vil, 2, 8-9; 12-17; 3, 19-22;
tas est, 28: ((Remota itaque iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia?». así como I, 3 1 yll,29, 7, donde se contrapone el rey al tirano.
344 Escenarios y problemas Poder y autoridad 345

nantes tienen por función «apartar del mal a sus pueblos por el temor regimine principum ( 1266), por ejemplo, la fundamentación en la na-
e inclinarlos por medio de las leyes a vivir rectamente». De todas for- turaleza misma del hombre de la necesidad de una autoridad social,
mas, los príncipes y gobernantes han de recordar que ante Dios «no bien sea la del padre en la familia, el jefe en una comunidad o el sobe-
hay acepción de personas» (Col 3, 25) y que con frecuencia Dios elige rano en el reino.
a lo más despreciable del mundo para que nadie se gloríe ante Él, que También siguiendo a Aristóteles, distingue el Doctor angélico el
ha de juzgar igualmente a los gobernantes y a los súbditos24 . buen gobierno del malo. Frente a la democracia y la aristocracia, le
El santo obispo de Sevilla establece unos criterios para juzgar la parece ideal la monarquía, pero para que no degenere en tiranía, re-
rectitud moral del ejercicio del poder; criterios que no se fundamentan comienda una constitución mixta que, junto al soberano, conceda un
en la cantidad del mismo, sino en el bien que facilita a los ciudadanos: lugar en la administración a los elementos aristocráticos y democrá-
El poder no es provechoso por ser elevado, sin más, sino cuando se ticos (De reg. princ., 1-2, 105, 1). Si, a pesar de todo, la monarquía
administra bien. Y se administra bien cuando beneficia a los súbditos, degenera en tiranía insoportable, el pueblo puede intervenir, cuando
a los que aventaja en honor terreno. El poder es bueno, y ha sido da- se trata de un monarca electivo, aunque sin matar al tirano (De reg.
do por Dios para contener al mal por el temor, no para que se pueda princ., 1, 6)27 .
cometer el mal temerariamente. Nada peor que tener por el poder la Tomás de Aquino aborda también el tema del poder y la autoridad
libertad de pecar, ni nada más desgraciado que la facultad de obrar
mal25• en la Suma teológica, donde llega a escribir unas palabras que han si-
do muchas veces citadas:
Ahora bien, el mal que contamina el ejercicio del poder es, cierta- El régimen tiránico no es justo, porque no se ordena al bien común, si-
mente, el mal moral, pero se refleja en la opresión de los ciudadanos. no al bien privado del gobernante. Por lo mismo, perturbar este régimen
El bienestar de los mismos es la piedra de toque que revela los valo- no tiene carácter de sedición, a no ser cuando se le perturba de manera
res éticos del ejercicio de la autoridad. «El principado debe ser prove- tan desordenada que se siguen mayores daños a los ciudadanos de la
choso para los pueblos, no pernicioso, y no debe oprimirlos con su do- perturbación que del mismo régimen tiránico. Más bien hay que acusar
minio, sino mirar por ellos con su condescendencia, a fin de que sea de sedicioso al propio tirano, que no tiene reparo en fomentar sedicio-
útil el poder elevador que por don de Dios tiene sobre los miembros de nes y discordias en el pueblo que tiene esclavizado para dominarle con
Cristo para su protección»26. mayor seguridad. Esto sí que es tiránico, ya que se ordena al bien par-
ticular del presidente con daño de la multitud28 .

4. Doctrina de los teólogos Como se ve, santo Tomás llega a admitir la licitud de la subleva-
ción contra el tirano. Es verdad que, ante tal eventualidad, se reco-
La cuestión de la legitimidad y la moralidad del poder y la autori- mienda evaluar cuidadosamente los riesgos que puede hacer temer el
dad ha sido repetidamente examinada por los teólogos. Aquí no es po- fracaso de la sublevación. Si los excesos del poder no son especial-
sible más que hacer una breve alusión a Tomás de Aquino y a Francis- mente graves y los medios de la sublevación no hacen presagiar el éxi-
co de Vitoria. to de la misma, será preferible soportar una tiranía moderada. Su pa-
recer incluye una nota de confianza en la legalidad: «Conviene más
que actúe contra Ja crueldad de los tiranos la autoridad pública que
a) Tomás de Aquino
una presunción particular de algunos»29 .
Comentando el segundo libro de la Política de Aristóteles, Tomás
27. R. Garrigou-Lagrange, Thomas d 'Aquin, commentateur d 'Aristote, en DTC
de Aquino subraya algunas ideas que ya había expuesto en la obra De XV, 641-651.
28. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 2-2, 42, 2, ad 3. Cf. el resumen de lapo-
24. Isidoro de Sevilla, Sentencias, 3, 47, 1-2. lítica tomasiana en J. Hirscbberger, Historia de la fl/osofia l, Barcelona 1976, 4 16-41 9.
25. !bid., 3, 47, 5. 29. Tomás de Aquino, De reg. princ., 1, 7; L. Robles-A. Chueca (eds.), La monar-
26. !bid., 3, 29, 3. quía, 1, 6, 18 y 20, p. 30 y 32.
344 Escenarios y problemas Poder y autoridad 345

nantes tienen por función «apartar del mal a sus pueblos por el temor regimine principum (1266), por ejemplo, la fundamentación en la na-
e inclinarlos por medio de las leyes a vivir rectamente». De todas for- turaleza misma del hombre de la necesidad de una autoridad social,
mas, los príncipes y gobernantes han de recordar que ante Dios «no bien sea la del padre en la familia, el jefe en una comunidad o el sobe-
hay acepción de personas» (Col 3, 25) y que con frecuencia Dios elige rano en el reino.
a lo más despreciable del mundo para que nadie se gloríe ante Él, que También siguiendo a Aristóteles, distingue el Doctor angélico el
ha de juzgar igualmente a los gobernantes y a los súbditos 24 • buen gobierno del malo. Frente a la democracia y la aristocracia, le
El santo obispo de Sevilla establece unos criterios para juzgar la parece ideal la monarquía, pero para que no degenere en tiranía, re-
rectitud moral del ejercicio del poder; criterios que no se fundamentan comienda una constitución mixta que, junto al soberano, conceda un
en la cantidad del mismo, sino en el bien que facilita a los ciudadanos: lugar en la administración a los elementos aristocráticos y democrá-
El poder no es provechoso por ser elevado, sin más, sino cuando se ticos (De reg. princ., 1-2, 105, 1). Si, a pesar de todo, la monarquía
administra bien. Y se administra bien cuando beneficia a los súbditos, degenera en tiranía insoportable, el pueblo puede intervenir, cuando
a los que aventaja en honor terreno. El poder es bueno, y ha sido da- se trata de un monarca electivo, aunque sin matar al tirano (De reg.
do por Dios para contener al mal por el temor, no para que se pueda p rinc., 1, 6) 27 •
cometer el mal temerariamente. Nada peor que tener por el poder la
Tomás de Aquino aborda también el tema del poder y la autoridad
libertad de pecar, ni nada más desgraciado que la facultad de obrar
mal25• en la Suma teológica, donde llega a escribir unas palabras que han si-
do muchas veces citadas:
Ahora bien, el mal que contamina el ejercicio del poder es, cierta- El régimen tiránico no es justo, porque no se ordena al bien común, si-
mente, el mal moral, pero se refleja en la opresión de los ciudadanos. no al bien privado del gobernante. Por lo mismo, perturbar este régimen
El bienestar de los mismos es la piedra de toque que revela los valo- no tiene carácter de sedición, a no ser cuando se le perturba de manera
res éticos del ejercicio de la autoridad. «El principado debe ser prove- tan desordenada que se siguen mayores daños a los ciudadanos de la
choso para los pueblos, no pernicioso, y no debe oprimirlos con su do- perturbación que del mismo régimen tiránico. Más bien hay que acusar
minio, sino mirar por ellos con su condescendencia, a fin de que sea de sedicioso al propio tirano, que no tiene reparo en fomentar sedicio-
útil el poder elevador que por don de Dios tiene sobre los miembros de nes y discordias en el pueblo que tiene esclavizado para dominarle con
Cristo para su protección»26 . mayor seguridad. Esto sí que es tiránico, ya que se ordena al bien par-
•· ticular del presidente con daño de la multitud28 •

4. Doctrina de los teólogos Como se ve, santo Tomás llega a admitir la licitud de la subleva-
ción contra el tirano. Es verdad que, ante tal eventualidad, se reco-
La cuestión de la legitimidad y la moralidad del poder y la autori- mienda evaluar cuidadosamente los riesgos que puede hacer temer el
dad ha sido repetidamente examinada por los teólogos. Aquí no es po- fracaso de la sublevación. Si los excesos del poder no son especial-
sible más que hacer una breve alusión a Tomás de Aquino y a Francis- mente graves y los medios de la sublevación no hacen presagiar el éxi-
co de Vitoria. to de la misma, será preferible soportar una tiranía moderada. Su pa-
recer incluye una nota de confianza en la legalidad: «Conviene más
que actúe contra la crueldad de los tiranos la autoridad pública que
a) Tomás de Aquino
una presunción particular de algunos»29.
Comentando el segundo libro de la Política de Aristóteles, Tomás
27. R. Garrigou-Lagrange, Thomas d'Aquin, commentateur d'Aristote, en DTC
de Aquino subraya algunas ideas que ya había expuesto en la obra De XV, 64 1-651.
28. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 2-2, 42, 2, ad 3. Cf. el resumen de lapo-
24. Isidoro de Sevilla, Sentencias, 3, 47, 1-2. lítica tomasiana en J. Hirschberger, Historia de lafllosofia l, Barcelona 1976, 416-419.
25. !bid., 3, 47, 5. 29. Tomás de Aquino, De reg. princ., 1, 7; L. Robles-A. Chueca (eds.), La monar-
26. !bid., 3, 29, 3. quía, l , 6, 18 y 20, p . 30 y 32.
346 Escenarios y problemas Poder y autoridad 347

b) Francisco de Vitoria a) El concilio Vaticano JI


El 21 de septiembre de 1526 tuvo lugar la incorporación de Fran- Al analizar la presencia de los cristianos en la sociedad, el Conci-
cisco de Vitoria al claustro de profesores de la Universidad de Sala- lio ha reflexionado sobre el papel de la autoridad pública. Si bien se
manca. Por la navidad del año 1528 pronunció la «relección», o lección observan los textos, se puede adivinar la situación de los países en los
pública, De potestate civili. que las libertades públicas, y en concreto la libertad religio_s~, han si-
Afirma allí que todo poder público o privado por el que se admi- do suprimidas por el poder civil. En ese contexto, el Conc1ho ofrece
nistra la república, no sólo es justo y legítimo, sino que tiene a Dios algunos criterios sobre el origen de la autoridad civil, sus competen-
por autor. El poder público tiene, pues, la misma utilidad que la co- cias y sus límites. .
munidad y la sociedad: la defensa y conservación de los ciudadanos. 1. Por lo que respecta al origen de la autoridad civil,' el Vaticano 11
Vitoria defiende la licitud de la monarquía, instituida por derecho apela a los principios tradicionales, utilizados ya por Juan Crisóstomo.
natural y divino y no por designación de la misma república. Para él, Por eso afirma que «la comunidad política y la autoridad pública se
«la libertad evangélica no se opone al poder de los reyes». Ahora fundan en la naturaleza humana y, por lo mismo, pertenecen al orden
bien, cuando la república crea al rey, no le transfiere la potestad, si- previsto por Dios, aun cuando la determinación_del rég~men ?.ºlítico y
no la autoridad. El poder de los soberanos civiles no viene de una es- Ja designación de los gobernantes se dejen a la hbre des1gnac1on de los
pecie de contrato social. ciudadanos» (GS 74c).
Digna de ser grabada en bronce puede considerarse su frase: «Es Esta referencia al orden natural impone algunos deberes y límites
mucho mayor el poder que se demuestra consiguiendo que los hom- al poder público. De hecho, el ejercicio de la autoridad política debe
bres cambien sus dioses que en hacer que cambien sus reyes» (De po- realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar
testate civi/i, 178). el bien común (GS 74d), que nunca puede ser subordinado al benefi-
Vitoria considera, contra la opinión habitual, que las leyes de los cio de un grupo o de los propios gobernantes (GS 73d).
príncipes obligan en el fuero de la conciencia, más aún, bajo pena de 2. En cuanto a los deberes del poder civil, el Concilio recuerda que
pecado y culpa, puesto que por Dios reinan los reyes. Tratando de pre- pertenece a la obligación del poder civil proteger y promover los dere-
cisar un poco más, considera el profesor salmantino que la ley civil chos de la persona (DH 6b). Por tanto, debe evitar que la igualdad ju-
.. puede obligar incluso bajo culpa mortal. rídica de los ciudadanos, que pertenece al bien común de la sociedad,
sea lesionada por motivos religiosos, o que se establezca cualquier ti-
Tras afirmar que las leyes obligan también a los legisladores y a
po de discriminación (DH 6d). «El poder civil tiene como fin pr?pio el
los reyes, de pronto nos traslada a dimensiones globales: «El orbe to-
de velar por el bien común temporal, pero debe reconocer la v1?a re-
do, que en cierta manera forma una república, tiene poder de dar leyes
justas y a todos convenientes, como son las del derecho de gentes». ligiosa de los ciudadanos y favorecerla» (DH ~~- ~n ~onsec~enc1a, ex-
cede sus límites y competencias si pretende dmgJr o 1mped1r los actos
La mayor parte de las cuestiones relativas a la institución del prín-
religiosos. Ahora bien, como la sociedad civil tiene derecho a prote-
cipe son leídas hoy desde otra perspectiva, dada la secularización de la
gerse contra los abusos que puedan darse so pretexto de libertad reli-
vida social y política. Las cuestiones relativas a la ley y la convivencia
giosa, corresponde principalmente al poder civil prestar esta protec-
siguen teniendo pleno vigor. Y sus intuiciones sobre la autoridad y el ción (DH7c).
derecho de gentes resultan proféticas por su valor utópico.
- Entre las obligaciones concretas del poder civil ocupa un lugar
primordial velar por el matrimonio y la familia, proteg~rla y ayu~ai:Ia,
asegurar la moralidad pública y favorecer la prospendad domestica
5. Doctrina reciente de la Iglesia
(GS 52b). En cambio, no puede la autoridad pú_blica su~lantar el d~~e­
cho y la conciencia de los esposos para determmar el numero de hijos
En la época moderna, las cuestiones relativas al poder y la autori- que han de tener (GS87c).
dad han ocupado un amplio espacio en la doctrina del magisterio - Con relación a la educación, el poder público, a quien correspon-
pontificio. de amparar y defender las libertades de los ciudadanos, debe procurar
348 Escenarios y problemas Poder y autoridad 349

distribuir los subsidios públicos de modo que los padres puedan esco- He ahí todo un tratado de ética política, que constituye un excelen-
ger con libertad y según su propia conciencia, las escuelas que deseen te resumen de los deberes, derechos y responsabilidades de los gober-
para sus hijos (GE 6). nantes y de los súbditos.
-Con relación a la actividad económica, el Concilio amonesta vela-
damente tanto sobre los riesgos del liberalismo como del intervencio-
b) En el paso del milenio
nismo estatal. «No se puede confiar el desarrollo [económico] ni al so-
lo proceso casi mecánico de la acción económica de los individuos ni a 1. En su largo pontificado, Juan Pablo II ha tenido múltiples oca-
la sola decisión de la autoridad pública» (GS 65b). De hecho, las autori- siones para hacerse eco de la doctrina de sus predecesores, así como
dades públicas, así como los responsables de la economía, han de pro- de las enseñanzas del Concilio, sobre todo en los discursos al cuerpo
curar que las inversiones se orienten a asegurar posibilidades de trabajo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Aquí se recoge tan sólo un
y beneficios suficientes a la población presente y futura (GS 70). Aun breve resumen de su encíclica Centesimus annus. En ella se recuerda
en un régimen de libertades, a la autoridad pública toca impedir que se que, ante los múltiples conflictos que la cuestión social ha venido
abuse de la propiedad privada en contra del bien común (GS 71d). Co- planteando o ante las disyuntivas socio-políticas del siglo XX, la Igle-
mo anticipándose al futuro, se advierte que los poderes públicos deben sia no tiene modelos alternativos para proponer. Reconoce que «los
considerar a los trabajadores _extranjeros como personas, y no simple- modelos reales y eficaces pueden nacer solamente de las diversas si-
mente como meros instrumentos de producción (GS 66b). tuaciones históricas».
-Con relación al ámbito cultural, «a la autoridad pública no com- El único criterio de discernimiento que la Iglesia ofrece en el cam-
pete determinar el carácter propio de cada cultura, sino fomentar las po económico es precisamente el «desarrollo integral de la persona hu-
condiciones y los medios para promover la vida cultural entre todos, mana». La empresa, en efecto, no puede ser entendida como una «So-
aun dentro de las minorías de alguna nación» (GS 59e). ciedad de capitales». Es, y ha de ser, sobre todo, una «sociedad de
3. El Concilio señala también algunos posibles abusos en el ejerci- personas». Por utópico que parezca, ese ideal contiene en sí mismo la
cio del poder público; por ejemplo, la «discriminación entre creyentes fuerza profética necesaria para la denuncia o la autocritica, tanto de los
y no creyentes», que constituiría una injusta negación de los derechos sistemas socialistas como de los capitalistas (CA 43).
fundamentales de la persona humana (GS 3lf). No es licito al poder Y si tal criterio resulta válido para juzgar los proyectos económi-
.. público imponer a los ciudadanos, por Ja violencia, el temor u otros cos, también lo es para evaluar los proyectos políticos. La Iglesia, co-
medios, la profesión o el rechazo de cualquier religión (DH 6e). mo la historia, ha visto durante el siglo XX Ja aparición y el derrum-
Ante los abusos del poder, los ciudadanos no pueden ignorar su be de diversos sistemas totalitarios. Sin olvidar el dolor que con ellos
propia responsabilidad. Tanto individual como colectivamente, han de se suscitó en el mundo, percibe y aplaude la floración del ideal demo-
evitar atribuir a la autoridad política todo poder excesivo; tampoco de- crático, junto con una viva atención y preocupación por los derechos
ben exigir del Estado ventajas o favores excesivos (GS 75b). Con ra- humanos y la prosecución del b ien común en un Estado de derecho.
zón los ciudadanos solicitan «la delimitación jurídica del poder públi- Ante semejante panorama, lejos de apostar por un sistema u otro, en-
co, a fin de que no se restrinjan demasiado los límites de la justa tre los que dicen respetar los derechos humanos, la Iglesia se guarda
libertad, tanto de la persona como de las asociaciones» (DH l a). muy mucho de sacralizar o ungir a uno en concreto:
A pesar de todo, «cuando la autoridad pública, rebasando su com- La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático; pero
petencia, oprime a los ciudadanos, ellos no deben rehuir las exigencias no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solu-
objetivas del bien común» (GS 74e). ción institucional o constitucional. La aportación que ella ofrece en es-
Evocando las tradiciones neotestamentarias, se recuerda que los te sentido es precisamente el concepto de la dignidad de la persona, que
apóstoles, como Jesús, reconocían la legitima autoridad civil (Rom 13, se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado30•
1-2), pero, llegado el momento de demostrar su fidelidad a la fe, no te-
míeron contradecir al poder público cuando se oponía a la voluntad de 30. Juan Pablo TI, Centesimus annus, 47, en AAS 83 (1991), 852. Resulta fácil-
Dios (Hch 5, 29) (cf. DH llb). mente reconocible la referencia a la constitución pastoral Gaudium et spes, 22.
350 Escenarios y problemas Poder y autoridad 351

Esa es su oferta específica. Evidentemente, una vez afirmada, que- Pero es precisamente en este punto en el que política y fe se en-
dan todavía múltiples preguntas sin contestar. Cuando los grupos políti- cuentran. Si la fe p one al ser humano en relación con el Dios vivo,
cos o los movimientos ideológicos piden a la Iglesia un pronunciamien- también le ilumina el horizonte intrahistórico. La fe es una fuerza pu-
to sobre uno de esos sistemas institucionales, ¿no estarán pidiéndole que rificadora para la misma razón. «En este punto se sitúa la doctrina so-
apuntale con su autoridad una previa opción de intereses y convenien- cial católica: no pretende otorgar a la Iglesia un poder sobre el Estado.
cias, en lugar de solicitarle una palabra sobre el hombre? Y aun cuando Tampoco quiere imponer a los que no comparten la fe sus propias
pretenden entablar con ella el diálogo de los humanismos, ¿no ocurre con perspectivas y modos de comportamiento. Desea simplemente contri-
frecuencia que previamente se ha mutilado la misma imagen de hombre buir a la purificación de la razón y aportar su propia ayuda para que lo
sobre la que se pide una orientación? que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocido y después puesto tam-
Tampoco, por el otro lado, las cosas están siempre claras. La inhi- bién en práctica».
bición ante las decisiones en pro de un sistema institucional u otro no La encíclica insiste en afirmar que la construcción de un orden so-
han de encubrir ni una cierta inhibición ni una estrategia oportunista cial y estatal justo es una tarea fundamental que debe afrontar de nue-
por parte de la Iglesia. Ella no puede limitarse a cultivar la no injeren- vo cada generación. Compete al Estado la gestión de este quehacer po-
cia en la elección de soluciones institucionales, sino que ha de presen- lítico, en el que no ha de inmiscuirse la Iglesia. Ella tiene, con todo,
tar la oferta de una antropología coherente que le ha sido revelada en «el deber de ofrecer, mediante la purificación de la razón y la forma-
Jesucristo. ción ética, su contribución específica, para que las exigencias de la
2. La primera encíclica del papa Benedicto XVI constituye una pro- justicia sean comprensibles y políticamente realizables».
funda reflexión sobre el amor que procede de Dios y es reflejado en el Como si fuera necesario subrayar que la Iglesia no pretende negar la
compromiso diario de las personas, especialmente de los cristianos. sana laicidad del Estado, la encíclica repite que «la Iglesia no puede ni
Ahora bien, el ejercicio diario del amor y de la caridad implica ne- debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la so-
cesariamente una reflexión sobre el papel de la Iglesia en el seno del ciedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tam-
Estado. «Una norma fundamental del Estado -afirma el Papa- debe poco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por !ajusticia. Tiene
ser perseguir la justicia; y el objetivo de un orden social justo es ga- que insertarse en ella a través de la argumentación racional y despertar
rantizar a cada uno, respetando el principio de subsidiaridad, su parte las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige tam-
de los bienes comunes» (Deus caritas est, 26). bién renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no
Por consiguiente, «el orden justo de la sociedad y del Estado es puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa
una tarea principal de la política. Un Estado que no se rigiera según la sobremanera trabajar por la justicia, esforzándose por abrir la inteligen-
justicia se reduciría a una gran «banda de ladrones», como dijo san cia y la voluntad a las exigencias del bien» (Deus caritas est, 28a).
Agustín en una frase ya citada. El Papa recuerda que «es propio de la Y sigue diciendo: «El Estado que quiere proveer a todo, que ab-
estructura fundamental del cristianismo la distinción entre lo que es sorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una instancia bu-
del césar y lo que es de Dios (Mt 22, 2 1), aquello que corresponde al rocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligi-
Estado y aquello que pertenece a Iglesia; o como dice el concilio Va- do -cualquier ser humano- necesita: una entrañable atención personal.
ticano II, el reconocimiento de la autonomía de las realidades tempo- Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que
rales (GS 36). El Estado no puede imponer la religión, pero tiene que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de sub-
garantizar su libertad y la paz entre los seguidores de las diversas re- sidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y
ligiones. Ahora bien, la Iglesia, como expresión social de la fe cristia- que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados
na, tiene derecho a su independencia y a vivir su forma comunitaria de auxilio» (Deus caritas est, 28b).
basada en la fe, que el Estado debe respetar. «Son dos esferas distintas, A la luz de estas consideraciones, la encíclica repite que «el estable-
pero siempre en relación recíproca» (Deus caritas est, 28). cimiento de estructuras justas no es un cometido inmediato de la Iglesia,
Así pues, «la justicia es el objeto y, por tanto, también la medida in- sino que pertenece a la esfera de la política, es decir, de la razón auto-
trínseca de toda política». Su ejercicio «concierne a la razón práctica>>. responsable. En esto, la tarea de la Iglesia es mediata, ya que le corres-
352 Escenarios y problemas Poder y autoridad 353

ponde contribuir a la purificación de la razón y reavivar las fuerzas mo- titucionalizadas como en el seno de las minorías religiosas- pueden
rales, sin lo cual no se instauran estructuras justas, ni estas pueden ser estar al servicio de la humanización o pueden también deshumanizar a
operativas a largo plazo» (Deus caritas est, 29). La Iglesia no pretende quien los ejerce y a quien los frecuenta.
entrometerse en los asuntos políticos. Los fieles cristianos pueden y de- Tanto la reflexión como la práctica del poder habrán de prestar, en
ben hacerse presentes en la estructuras del Estado, no por un ansia de in- consecuencia, una sincera y operativa atención a los valores éticos que
tromisión, sino precisamente para promover el bien común y ejercer su están en juego. De ellos se eligen aquí solamente dos, a modo de
actividad política, vivida como «caridad social» (ibid.). muestra.
Con independencia del Estado, y en virtud de una función supleto- l. El bien común. Entre estos valores éticos indispensables, se en-
ria siempre necesaria, las organizaciones caritativas de Ia Iglesia res- cuentra el del bien común. Como se ha dicho en otro tema de esta
ponden a un cometido que le es propio. Más allá de la justicia, el ser obra, esta categoría puede ser entendida de forma pasiva o activa. En
humano, tiene y tendrá siempre necesidad de amor. el primer sentido, el bien común se entiende como una magnitud de
La falta de perspectiva impide todavía un juicio más amplio sobre servicios a la que tienen derecho de acceso todos los ciudadanos. En el
estos pronunciamientos. De todas formas, es fácil intuir que el papa segundo sentido, el b ien común se entiende como una tarea universal
Benedicto XVI intenta evitar dificultades y ayudar a superar prejuicios en lo ideal y concreta en la acción, tendente a buscar el máximo bienes-
- por una parte y por otra- para que el diálogo entre la Iglesia y el Es- tar para todos los ciudadanos.
tado pueda contribuir a promover el bien común para la humanidad. En ambos casos, el poder está llamado a ejercer una vocación de
La base del razonamiento es ciertamente ética y eclesiológica, pero arbitraje y de estímulo para la justa promoción del bien común, según
sobre todo antropológica. El ser humano, en cuanto unidad corpóreo- los principios de la justicia y la equidad32 •
espiritual, necesita una atención integral. 2. Colaboración y conciencia. En consecuencia, lejos de situarse
en el nivel de la imposición, el ejercicio del poder ha de intentar sus-
citar entre los ciudadanos las posibilidades de colaboración con vistas
6. Para una reflexión ética al bien común. Los grandes ideales no se consiguen en solitario. La
defensa de la dignidad humana y de la promoción de la justicia cons-
Las anteriores consideraciones -antropológicas, bíblicas y eclesia- tituyen una tarea solidaria, fundada en la colaboración leal entre los
les- están ya demandando un espacio conclusivo. En él habrá que tra-
•• propios ciudadanos y con quienes detentan la autoridad .
tar de articular algunas reflexiones de tipo ético31 •
Por otra parte, ese proyecto exigirá siempre un esfuerzo de con-
cientización respecto a los fines que se han de alcanzar en la sociedad
a) Poder y valores éticos y los medios que se han de poner en ejercicio. Un f in bueno no justi-
fica la utilización de cualquier medio, como podemos observar por
Tanto los datos de la Escritura como la reflexión teológica nos lle- ejemplo a la vista de los atentados terroristas.
van a pensar que el poder (como el saber o el tener) adquiere su cali- El proceso de educación de la conciencia individual determina
ficación ética de los valores morales que se reflejan en la acción u el nivel de responsabilidad en las comunidades y de j usticia en las
omisión responsable a la que acompañan. estructuras.
El poder puede ser humanizador o deshumanizador: puede ayudar
al ser humano a defender su dignidad y a las asociaciones y grupos a
alcanzar su s objetivos más nobles. b) Función profética ante el poder
Por cierto, también el poder religioso está sujeto a una ambivalen-
Ante los poderes establecidos, tanto políticos como religiosos, los
cia semejante. Los ritos y cultos -tanto en las grandes religiones ins-
profetas fueron siempre enviados para pronunciar una palabra no pro-
3 1. Para una ampliación del panorama al que nos referimos, cf. J. R. Flecha, Teo-
logía y ética ante los nuevos problemas y desafíos: Sociedad y utopía. Revista de cien- 32. Cf. J. Langan, Common Good, en J. Macquarrie-J. Childress (eds.), A New Dic-
cias sociales 17 (2001) 214-227. tionary o/Christian Ethics, London 1986, 102.
354 Escenarios y problemas Poder y autoridad 355

pía, sino recibida de Dios. Como se sabe, el profeta no se limita a an- En un mundo secularizado, el poder siente la tentación de la auto-
ticipar el futuro, sino que trata de enderezar el presente, en el que se divinización. El ejercicio del poder corre el riesgo de convertirse en
entrecruzan las exigencias y las demandas de los poderosos y de los una nueva forma religiosa con sus sacerdotes, pastores y maestros, con
débiles. sus ritos y ceremonias, con la exigencia de la adoración y con la ame-
Por ello, según el Documento de Puebla, el profeta está llamado y naza de la excomunión y del martirio para los insumisos33 •
enviado a ejercer siempre una función de anuncio y de denuncia. Pero, por otra parte, también las vivencias sociales de la experien-
l. El anuncio de un mundo nuevo. La función profética anuncia la cia religiosa corren el peligro de asumir los gestos y signos del poder
recuperación del sentido original del poder, que originado por Dios, temporal, olvidando que su última dimensión es la del servicio inte-
evidencia su presencia y providencia sobre el mundo y sobre los hom- gral a la persona, precisamente por vivir al servicio del Absoluto.
bres. El paraíso no es sólo una nostalgia, es siempre una promesa. Y el En consecuencia, también en la «nueva era» de la postmodernidad
profeta anuncia esa armonía que lo recuerda y anticipa. y del pragmatismo será preciso estar atentos a la voz de los profetas
En los labios y en los escritos de los profetas, el poder está llama- que, sin duda, habrán de denunciar la sacralización del poder y la pro-
do a identificarse con los valores humanos de la colaboración social y fanación de lo sagrado34 .
del servicio interpersonal.
2. La denuncia de lo inhumano. Sin embargo, el profeta no se pue-
PAUTAS DE TRABAJO
de limitar a anunciar la utopía. Todos ellos se han visto siempre obli-
gados a denunciar cualquier comprensión idolátrica del poder.
1. Analizar las noticias de prensa durante un periodo de tiempo y anotar
Cuando los hombres o instituciones intentan arrebatar el poder a
las observaciones sugeridas sobre el ejercicio del poder político.
Dios, los débiles son despojados de sus viñas o de su vida, como 2. Preguntarse qué puede suponer en el tiempo actual la frase de los após-
ocurre en el caso paradigmático de Nabot, tan ampliamente comen- toles: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres».
tado por san Ambrosio. El profeta no sólo no puede guardar silencio, 3. Estudiar los documentos de la propia Conferencia episcopal referidos a
sino que está llamado a denunciar el abuso del poder, por antidivino la realidad socio-política del Estado.
y antihumano. 4. Tratar de concretar las responsabilidades morales de los cristianos con
3. El poder de la renuncia. La experiencia nos demuestra que ni el relación a la autoridad política local, regional, nacional e internacional.
anuncio es creíble ni la denuncia es atendible cuando no van acompa-
ñados por la «renuncia». Ante el ejercicio abusivo del poder, el profe-
ta ha de poder demostrar su absoluta libertad, su falta de «intereses»
personales en la reforma que promueve y demanda.
Esta actitud de exquisita limpieza es especialmente exigible en los
casos en que el profetismo es ejercido - malgré luí- por un individuo o
por un grupo que, desde un planteamiento religioso, propugnan el
ejercicio ético del poder.

7. Conclusión

A lo largo de esta reflexión se ha podido descubrir la íntima rela-


ción que existe entre el sentimiento religioso y Ja comprensión y ejer-
cicio del poder. Largos siglos de experiencia religiosa y de reflexión
33. Cf. J. R. Flecha, Confesión pública de Dios ante los nuevos ídolos: Salmanti-
teológica han tenido que establecer algunos criterios éticos para man- censis 48 (2001) 239-270.
tener esas magnitudes en justa colaboración y equilibrio. 34. Cf. Id., Dec/ínio ou jlorescimento da Re/igiao: Eborensia 8 ( 1995) 3-20.
15
LEGALIDAD Y ÉTICA

La relación entre la ética y la política es muy antigua, tanto de he-


cho como de derecho. Viene de lejos la pregunta sobre Ja legitimidad
del poder que dirige las actividades comunitarias, así como los límites
de Ja obediencia que los individuos le prestan de forma más o menos
voluntaria.
En Jos tiempos primitivos, la obediencia a las autoridades que go-
bernaban el grupo social era sin duda percibida como una forma, in-
mediata y necesaria, de obediencia a la autoridad divina que en ellas
y por ellas se manifestaba.
Las sucesivas «secularizaciones» de la autoridad visible han pro-
vocado la cuestión de la fundamentación de su liderazgo y la legitimi-
dad de sus decisiones. Las imposiciones arbitrarias de los gobernan-
tes, han obligado a pensar en una norma anterior a ellos, a la cual
habrían de ajustarse sus decretos. Una norma que se fundamentaría en
.. la naturaleza del cosmos o en la dignidad misma de los ciudadanos,
entendidos como dotados de una soberanía e igualdad fundamental
que requiere un respeto por parte de los mismos gobernantes.

l . Derecho y ley en el mundo antiguo

Si este proceso evoca inmediatamente lo ocurrido en las ciudades-


estado griegas, no es menos verdadero por lo que se refiere a la cultu-
ra hebrea, que constituye el otro gran afluente del río cultural de Oc-
cidente. Aunque no haya sido a primera vista tan evidente, también en
Israel se da un decidido proceso de secularización de toda autoridad
humana y una dramática defensa de los derechos del ciudadano 1•
No resulta dificil ver, sin embargo, la diferencia existente entre
ambos esquemas de pensamiento. La normatividad última que justifi-

1. Cf. H. Cox, The Secular City, New York 1967, 22-23, donde presenta el éxodo
de los israelitas como la desacralización de la política.
358 Escenarios y problemas Legalidad y ética 359

ca y sostiene a la normatividad penúltima es percibida en Grecia en las leyes sí. El derecho no está limitado a un tiempo o a un lugar. Es
términos de naturaleza, mientras que en Israel se contempla en térmi- universal e inmutable. Es superior a las leyes.
nos de creación. Un poco diferente es la idea que Platón desarrolla en el Critón.
Ambas cosmovisiones están destinadas a encontrarse en un formi- Considera este gran pensador que si uno acepta vivir en una ciudad-es-
dable proceso de amalgama, primero en el mundo helenista y después tado eso significa que acepta sus leyes y su protección. Hay una espe-
en el imperio romano. cie de pacto implícito entre el individuo y la polis. Quien no respeta
sus leyes no es de fiar, ni siquiera si, huyendo de ellas, se refugia en
otra ciudad. También allí será sospechoso. «Quienquiera que sea des-
a) De Sófocles a Platón
tructor de las leyes, también parecerá ser destructor de jóvenes y de
La gloria de Ja Atenas de Perieles fue proclamada en el teatro por su hombres sencillos». Por eso hace preguntarse a Sócrates cómo podrá
amigo Esquilo, sobre todo en la tragedia Los persas, que dio a la bata- decir a los hombres que amen la virtud, la justicia, la obediencia y las
lla de Salamina el honor legendario de que ya gozaba la batalla de Ma- leyes el que no las ha amado. En realidad, la virtud parece equivalen-
ratón. La moral individual encuentra su reflejo y realización en lamo- te a la obediencia a las leyes.
ral de la ciudad-estado y en sus leyes. La igualdad desempeña en el Esa es la voz que como la de un oráculo, escucha el mismo Sócra-
campo político la misma función que la «mesura» desempeña en el te- tes de la boca de las leyes, a las que parece personificar y distinguir de
rreno moral. los hombres que las aplican. Las leyes le invitan a obedecerlas. Ellas
Pero esa identificación no es tan evidente en las tragedias de Sófo- representan la justicia al reflejar los pactos que el individuo ha hecho
cles. El rey Edipo se hace indigno de su propia ciudad, pero el poeta se con la ciudad4 •
refugia todavía en la determinación incomprensible de los dioses. Más Con razón se ha podido decir que en este diálogo se enfrentan
abiertamente crítica es Antígona. Ante las órdenes del tirano Creón, no dos posiciones: la del ateniense del siglo V a.C., representado por
duda en oponer la majestad de la conciencia individual: Sócrates, y la de un ateniense del siglo IV a.C., reflejado por Critón.
El primero está integrado en las estructuras de la polis, a la que to-
No creo que vuestros edictos sean tan importantes
do se lo debe y considera que nada tiene valor si no está en función
como para que un hombre mortal rechazase
las leyes no escritas e inmortales de los dioses, del bien de esa ciudad, cuyas leyes democráticas desea acatar, aun
cuya vida no es de hoy o de ayer sino de siempre convencido del error de los que las aplican. El segundo vive en una
y nadie sabe de dónde provienen. época individualista en la que la polis se ha derrumbado y en la que
No me expondría al castigo de los dioses ya se piensa en Ja posibilidad de unas leyes injustas, por democráti-
quebrantando estas leyes por temor a ningún hombre 2• cas que sean5.

Ahí se confrontan la vida del clan y la vida de la ciudad. Creón se


b) Pensamiento de Aristóteles
había presentado como defensor de la ley y del orden y termina siendo
acusado de no obedecer las leyes no escritas que, precisamente Peri- En Ja Ética a Nicómaco presenta Aristóteles un panorama ético
cles, en su discurso fúnebre, afirma que los atenienses cumplen escru- que, por estar basado en las virtudes, parece referirse a la vida priva-
pulosamente3. Para Antígona el derecho no necesita ser proclamado; da de los ciudadanos. Sin embargo, se encuentran en esa obra algunas
referencias interesantes relativas a las relaciones de los individuos con
2. Sófocles, Antígona, 450-460. Cf. A. Macíntyre, Tras la virtud, Barcelona 1987,
180: <<El drama trágico había explorado muy pronto los conflictos que podían surgir den- la organización política6 .
tro del sistema posthomérico. Esquilo contó con los imperativos contradictorios de las
lealtades del parentesco y los imperativos igualmente contradictorios de la teología que 4. Cf. Platón, Critón, 54bc.
sostenía el parentesco. Pero es Sófocles quien explora sistemáticamente las fidelidades 5. M. J. Ribas de Danes-A. González Gallego, en la edición de los Diálogos de Pla-
rivales a bienes incompatibles, en especial en Antígona y en Filoctetes, de un modo que tón, Madrid 1979, 82-83.
plantea la clave y todo un complejo conjunto de cuestiones acerca de las virtudes». 6. A. Macintyre, Tras la virtud, 187, donde dice que Aristóteles «busca ser la voz
3. C. M. Bowra, La Atenas de Pericles, Madrid 1985, 142. racional de los mejores ciudadanos de la mejor ciudad-estado; él mantiene que la ciu-
360 Escenarios y problemas Legalidad y ética 361

La polis de Aristóteles no encuentra su origen en la esfera religio- a) Historia de Israel


sa, sino en la de la razón. Para él, la política necesita de fundamentos
filosóficos: sólo el conocimiento «de la naturaleza misma y de la ver- Se ha dicho, y con razón, que la Biblia ha realizado un colosal pro-
dad» concede al hombre de Estado el conocimiento de las normas ab- ceso de crítica al poder político. Es cierto que las situaciones históri-
solutas a partir de las cuales ha de juzgar sobre lo que es bueno, justo cas son muy diferentes con relación a las actuales, pero en el amplio
y conveniente para la sociedad. Se trata de una concepción que no es- arco que recogen los textos bíblicos se pueden encontrar algunos
tá lejos de la de El político de Platón7 • El derecho natural, invocado ejemplos significativos.
por Aristóteles, se mantiene a medio camino entre el derecho divino y - Las parteras egipcias (Ex 1, 15-22) se niegan a obedecer la orden
el derecho positivo. Así se expresa el filósofo: del faraón, por la cual ordenaba matar a los hijos varones de los he-
breos. Y lo hacen precisamente movidas por el «temor de Dios», es de-
En la justicia civil y en el derecho político se puede distinguir lo que es cir, por reconocer una autoridad superior a la que reflejan las leyes del
natural y lo que es puramente legal. Es natural lo que en todas partes tie- faraón, por mucho que detente un poder absoluto 10 •
ne la misma fuerza y no depende de las resoluciones que los hombres
- Las escenas del nacimiento y la salvación de Moisés (Ex 2, 1-10)
puedan tomar en un sentido o en otro. Lo puramente legal es todo lo
que, en un principio, puede ser indiferentemente de tal modo o del mo-
presentan a dos mujeres, pertenecientes a culturas diferentes, que con-
do contrario, pero cesa de ser indiferente desde que la ley lo ha resueltos. sideran que la vida humana tiene un valor que ha de ser defendido a
toda costa, demostrando que el derecho está por encima de la ley.
Piensa Aristóteles que es más útil que mande la ley que no cual- - Un episodio en apariencia bastante extraño (2 Sm 21, 1-14) nos
quier particular ciudadano. Los gobernantes, en efecto, habrían de ser recuerda la venganza de los gabaonitas sobre los descendientes del rey
guardianes y ejecutores de las leyes, y en concreto de las leyes con- Saúl. Condenan a muerte a siete de sus hijos: dos de ellos nacidos de
suetudinarias, que son más venerables que las leyes escritas. La ley es Rispá y cinco de Mikal. Pues bien, Rispá, la concubina, vela los cadá-
«la razón desprovista de pasión>>. Es más, cuando un hombre preten- veres durante al menos seis meses, hasta que el rey David decide dar-
de gobernar a la ley, parece arrogarse el gobierno sobre la divinidad y les honrosa sepultura. Si David representa la ley, Rispá - que nos re-
sobre la razón9 . En esos casos peligra la justicia. cuerda a Antígona- refleja el derecho y el respeto a la dignidad de
toda persona 11 •
Junto a estos relatos paradigmáticos, curiosamente protagonizados
2. La revelación bíblica por mujeres que se oponen a leyes y órdenes dictadas por monarcas
varones, se pueden recordar todavía otros numerosos ejemplos agru-
Es habitual que las historias de la filosofia, a la hora de esbozar el pables en un septenario provisional:
desarrollo del pensamiento occidental, se centren de forma casi ex- - En el relato de José, el esclavo extranjero humillado y encarcela-
clusiva en la experiencia griega. Pero Occidente también es deudor de do injustamente, llega a dirigir al pueblo que lo ha acogido, convir-
otras culturas, entre las cuales resulta determinante el pensamiento tiéndose en su salvador (Gn 39, 20-21; 41, 37).
hebreo. - Moisés, un hombre bicultural, criado en los ámbitos del poder, op-
ta por la suerte de los esclavos, burla al poder político y lleva a cabo un
formidable proceso de liberación de los oprimidos (Ex 2, 15; 14, 31).
dad-estado es la única forma política en que las virtudes de la vida humana pueden ser
auténtica y plenamente mostradas». - En el relato de los hechos de los jueces se nos transmite una es-
7. M . García Valdés, Introducción a la «Constitución de los Atenienses», Madrid pecie de parábola en acción que es en realidad una meditación sobre el
1984, 15, con las referencias a la opinión de W. Jiiger,Aristóteles, México 1946, 99-122, sentido de la historia. La alternancia entre la fidelidad a la alianza di-
sobre ese pasaje del filósofo.
8. Aristóteles, Moral a Nicómaco, 5, 7, l 134b. A continuación retoma Aristóteles
la discusión expuesta en el Gorgias de Platón, para dilucidar si lo natural es siempre in- 1O. El pasaje bíblico de las parteras es citado expresamente por Juan Pablo TI,
mutable, mientras que la justicia legal tiene siempre y sin excepción un carácter muda- Evangelium vitae, 73 .
ble; cf. E. von Hippel, Historia de lafilosojia política I, Madrid 1962, 177. 11. Cf. J. L. Ska, II diritto e la legge. Una distinzione fondamentale ne/la Bibbia:
9. Aristóteles, Política, 3, 1287ab; cf. G. Sabine, Historia de la teoría política, 79-82. La Civilta Cattolica 3737 (2006/I) 468-4 79.
362 Escenarios y problemas Legalidad y ética 363

vina y la caída en la idolatría determinan la prosperidad o la humilla- en torno a Jesús los revolucionarios de su tiempo, buscando en él un
ción del pueblo (Jue 2, 11-23). nuevo líder carismático. Jesús mismo habría estado muy cerca del gru-
- Tanto los profetas carismáticos - Elías (1 Re 21) y Eliseo (2 Re 6, po de los celotes. El Evangelio habría sido invocado como bandera de
21-23)- como los grandes profetas del Norte y del Sur - Amós (Am 2, reivindicaciones político-guerrilleras.
6-16) o lsaías (Is 9, 15)- se ven obligados a intervenir con frecuencia Sin embargo, la tesis de Hernando Guevara ha venido a matizar ta-
en los asuntos políticos de su tiempo y a desenmascarar la injusticia les afirmaciones, ofreciendo datos suficientes para demostrar que el
del poder. ambiente socio-político de Palestina en tiempos de Jesús era mucho
- Las historias de los reyes son, en realidad, meditaciones religiosas más tranquilo de lo que se suponía, al superponer con excesiva ligere-
en las que el éxito o fracaso es leído desde la perspectiva y la catego- za el tiempo de Jesús y el de la comunidad cristiana posterior:
ría de la «búsqueda de Dios», cuyo abandono habrá de llevar al exilio. La respuesta de las fuentes es muy clara: la época de la vida pública de
- Es precisamente ahí, y con motivo del destierro del pueblo hebreo Jesús fue una época pacífica. No quiere decir eso que no hubo tensio-
a Babilonia, cuando los profetas intuyen por una parte la dignidad de nes entre judíos y romanos en esos años, sino que los judíos acudieron
la persona individual y por otra la necesaria apertura a otros mundos y a vías legales y pacificas para exigir el respeto a su ley; su actitud hacia
otras culturas. La idea de la responsabilidad ciánica es revisada para el gobierno de Roma fue una actitud conciliadora, buscaron la manera
dar paso a una conciencia de responsabilidades individuales, aunque de convivir con el poder extranjero, en plena fidelidad a la ley judia
compartidas y extensibles al extranjero. Sin duda había de pasar bas- [ . ..] Este estudio ha hecho ver la necesidad de distinguir entre la épo-
tante tiempo hasta que esas intuiciones llegaran a hacerse comunes en ca de la Judea dividida (6 a.C.-41 d.C.) y la época siguiente, cuando la
Judea reunificada estuvo bajo los procuradores romanos (44-46 d.C.).
el área del Mediterráneo.
Esta última fue, en verdad, una época extremadamente revolucionaria,
- Pero, entre tanto, novelas como las de Judit y Ester; leyendas, pa-
pero no la primera13 •
rábolas y visiones apocalípticas como las recogidas en el libro de Da-
niel; relatos ejemplares como los relativos a los Macabeos, plantean
Por otra parte, Jesús anunciaba un Reino que no es de este mundo.
las eternas preguntas sobre la dialéctica entre el poder y la majestad de Pero su aceptación implicaba de tal forma a la persona, que exigía de
la conciencia individual 12 • ella una conversión que había de trascender los límites individuales
del comportamiento ético. De hecho, la comunidad cristiana, reflexio-
.. b) Jesús y la vida política nando sobre el acontecimiento de Jesús a partir de la experiencia pas-
cual, no dejará de subrayar que el conflicto entre Jesús y su Reino, por
En este tema, como en tantos otros por los que la ética muestra un una parte, y los poderes de este mundo, por otra, había comenzado
1
interés especial, la tentación suele ser doble. O bien se subraya la ab- muy pronto. Así lo percibió el anciano Simeón (Le 2, 34) y así loma-
soluta novedad del Evangelio respecto a las culturas precedentes o am- nifiesta también la actitud de Herodes tras la partida de los magos (Mt
1. bientales, o bien se afirma que su mensaje nada vino a aportar a las ri- 2, 13-18.20).
quezas acumuladas por la sabiduría secular. Los mismos evangelios nos transmiten algunas críticas, más o me-
Por lo que a este tema se refiere, el evangelio de Jesús se presen- nos veladas, ante el poder fáctico de Pilato (Le 13, 1-5) y de Herodes
taba anunciando la llegada del reino de Dios (Me 1, 15). Es cierto que Antipas (Le 13, 31-33). Por otra parte, como ya se ha podido ver en el
la aceptación de tal «señorío» de Dios no parecía poner en entredicho tema anterior, los evangelios transmiten un inequívoco mensaje sobre
la seguridad política de los regímenes existentes de gobierno. el auténtico sentido de la autoridad y del poder, que en el ámbito cris-
Se ha subrayado en exceso el ambiente de tensión en el que se ha- tiano ha de ser ejercido como servicio (Me 10, 41-45 par).
bría desarrollado la vida de Jesús. En medio de una serie de reivindi-
caciones nacionalistas contra el imperio romano, se habrían reunido 13. H. Guevara, Ambiente político del pueblo judío en tiempos de Jesús, Madrid
1985, 259. La opinión contraria es defendida por S. G. F. Brandon, The Fa// ofJerusa-
len and the Christian Church, London 1957, y Jesus and the Zealots, Manchester 1971.
12. Cf. J. R. Flecha, Buscadores de Dios 1-III, Madrid-Salamanca, 1992, 1993 y Cf. también J. Alonso Díaz , Actitud de Jesús y del Evangelio ante la violencia, Madrid
1999. 198 1.
364 Escenarios y problemas Legalidad y ética 365

c) La experiencia cristiana Y sin embargo, los seguidores de Jesús tuvieron que reconocer muy
pronto que hay ocasiones en las que habrán de decir a las autoridades:
Los cristianos constataron bien pronto la misma ambigüedad de la «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a
autoridad. Su experiencia recuerda con frecuencia sus propios conflic- Dios» (Hch 4, 19)16 • La obediencia a las leyes y orientaciones positivas
tos de conciencia. La pregunta dirigida a Jesús a propósito de la licitud emanadas del poder no puede oponerse a la fidelidad al proyecto divino.
del tributo al emperador parece orientar, por una parte, la obediencia a Ni puede oponerse al respeto debido a la dignidad del ser humano.
las autoridades legítimas y, por otra, la sinceridad y radicalidad de la
dedicación a Dios (Mt 22, 15-22 par).
A favor de la autoridad parecen proponerse también unas conoci- 3. El poder y la conciencia en la teología cristiana
das palabras de Pablo dirigidas a los cristianos de Roma, en las que les
pide que se sometan a las autoridades constituidas, en cuanto que re- Precisamente de ese valor del ser humano parte Hegel, al reconocer
presentan a Dios (Rom 13, 1-7). que con el cristianismo ha aparecido la convicción de la dignidad de to-
A la vista de esta postura se suele decir que el ímpetu escatológi- do hombre, en cuanto imagen de Dios y «fuente de la infinitud en sí mis-
co que animaba a las primeras comunidades les impedía preocuparse mo». Con ello se comenzaba a soñar en el fin de la esclavitud y en el re-
de los asuntos temporales, que dejaban de buena gana a las autorida- conocimiento del principio de la libertad absoluta en Dios. De ahí deduce
des constituidas. Tal es la opinión de R. Bultmann: Hegel la existencia de dos Estados para el cristiano. Su ideal es que la re-
En cuanto a las relaciones con el Estado vale igualmente que el cristia- ligión aparezca como razón humana y que el principio religioso (que ha-
no debe someterse a él como algo dado dentro de la ordenación del bita en el corazón del hombre) sea realizado también como libertad tem-
mundo, ya que es institución de Dios (como Rom 13, 1-7, así 1Clem61, poral. En su opinión, el sueño de esa anhelada armonía sólo podría llegar
l ). El cristiano debe obedecerle (Tit 3, 1; l Clem 60, 4), incluso en aque- a su realización con el advenimiento de los pueblos gerrnánicos 17 •
llas ocasiones en las que él sea sospechoso como cristiano (1 Pe 2, 13-
17). En época muy temprana toma la comunidad cristiana de la sinago-
ga la oración en favor de las autoridades estatales (1 Tim 2, 12; l Clem a) Los padres de la Iglesia
61, Is; Poi Flp 12, 3). El autor de Hechos se esfuerza por subrayar la
De todas formas, los padres de la Iglesia hubieron de platearse una
.. lealtad de los cristianos y por presentar como calumnia la afirmación de
que ellos eran enemigos del Estado (18, 12s; 21, 27s; 23, 29; 25, 18s; 26, y otra vez la cuestión de la legitimidad moral de las leyes civiles y el
31). El odio que va extendiéndose contra Roma en Ap no se basa en un significado de la obediencia o desobediencia ante las mismas. En
rechazar por principio la ordenación del Estado, sino que surge de la realidad, la cuestión se enmarcaba en la comprensión misma del pues-
irritación que produce la pretensión del culto al César, lo que, natural- to de los cristianos en la sociedad.
mente, va más allá de los límites de la obediencia cristiana14• 1. Entre los padres apostólicos de la Iglesia, el autor del discurso o
Epístola a Diogneto hace una admirable presentación del talante con el
Para no simplificar excesivamente los diversos puntos de vista, se- que los cristianos participan en la vida civil: «Los cristianos no se dis-
ría interesante estudiar los factores socio-políticos que condicionan
tanto a los predicadores carismáticos itinerantes como a los organiza- 16. W. Schrage, Ética del Nuevo Testamento, Salamanca 1987, 192- 194, donde
dores de las primeras comunidades estables 15 • De la diversidad de ta- afirma que «a Lucas le interesa mucho demostrar que el cristianismo no es ninguna re-
ligión peligrosa para el Estado, y que no puede ser sospechosa de subversión o de fal -
les situaciones proviene sin duda la diversidad de los mensajes que
tar al respeto a los órganos del /mperium Romanum». Sin embargo, <<también transmite
han sido recogidos en los primeros escritos cristianos. frases criticas (cf. Le 3, 19; 13, 32s), tiene conocimiento de lo que, en ocasiones, es pre-
ciso declarar delante de los reyes y gobernadores (Le 12, 11), pone en boca de Pedro
que hay que obedecer a Dios más que a los hombres (Hch 5, 29; cf. 4, 19) e incluso re-
14. R. Bultmann, Teología del Nuevo Testamento, Salamanca 198 1, 659-660; cf. calca la necesidad del seguimiento hasta la entrega de la propia vida (cf. Le 14, 26 fren-
también 368 y 533. te a Mt JO, 37)».
15. G. Theissen, Estudios de sociología del cristianismo primitivo, Salamanca 17. G. W. F. Hegel, Lecciones sobre lafilosofia de la historia universal III, 3, 3,
1985, 153-154 y 162. Barcelona 1994.
366 Escenarios y problemas Legalidad y ética 367

tinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus 3. Ante la situación nueva que se crea con la cristianización del im-
costumbres [ ... ] Habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suer- perio, san Agustín se plantea en profundidad la pregunta por la mora-
te que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás lidad de las leyes. Es bien conocida la distinción que establece entre la
género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de ley eterna y las leyes positivas. Para él la ley eterna coincide con lavo-
un tenor de peculiar conducta admirable y, por confesión de todos, sor- luntad amorosa de Dios21 . Ahí se centra su reflexión sobre el derecho
prendente[ ... ] Toman parte en todo como ciudadanos y todo lo sopor- natural, que reformula siguiendo a san Pablo (Rom 2, 14-15) al pre-
tan como extranjeros[ ... ] Obedecen a las leyes establecidas; pero con sentarlo como la ley eterna que resuena en el corazón de los justos:
su vida sobrepasan las leyes» 18 • Esa es la traducción histórica que aquel «Lex aeterna in cordibus piorum» (Serm. 81, 2; Conf., III, 7, 13).
autor anónimo hace de la constatación evangélica de que los seguidores Para posibilitar la convivencia, son necesarias también las leyes
de Jesús están en el mundo sin ser del mundo (cf. Jn 17, 14-15). humanas. Si la ley eterna es inmutable, las leyes humanas son cam-
Mientras tanto, Tertuliano confiesa de forma todavía más explíci- biantes en el tiempo, pero tienen en aquella su fundamento y su justi-
ta el respeto que a los cristianos les merece Ja autoridad, así como la cia (De lib. arb., I, 6, 15). Ahora bien, una ley injusta no sería ley22 •
Por consiguiente, el príncipe debe siempre gobernar teniendo presen-
raíz religiosa de su aceptación: «Nosotros veneramos en los empera-
dores el juicio de Dios que los puso al frente de los pueblos. Sabemos te el bien público:
que en su mano está lo que Dios quiso y, por tanto, queremos se salve En la tierra, el reino de los buenos aprovecha no tanto a ellos cuanto a
lo que Dios quiso» (Apol. , 32). En el mismo contexto, subraya la pos- las cosas humanas; el reino de los malos daña a los que reinan, que es-
tura política de los cristianos: «Es menester que respetemos a aquel a tragan sus ánimos con mayor libertad en los crímenes; en cambio, a los
quien eligió nuestro Señor» (Apol., 33). que, sirviéndoles, se les someten, no daña sino la propia iniquidad. Por-
que cualesquiera males que los malos señores infligen a los justos no
2. También entre los apologetas griegos, san Justino había ya ex-
son pena de Ja culpa, sino prueba de la virtud. Por consiguiente, el bue-
presado abiertamente la voluntad de los cristianos de pagar los tribu- no, aunque sirva, es libre; y el malo, aunque reine, es siervo, y no de un
tos establecidos y de obedecer a las autoridades, al tiempo que sutil- solo hombre, sino, lo que es más grave, de tantos señores cuantos son
mente sugería la necesidad de un gobierno justo y prudente. sus vicios23 .
En cuanto a tributos y contribuciones, nosotros procuramos pagarlos
antes que nadie a quienes vosotros tenéis para ello ordenados por todas En realidad, ninguna ley humana obliga a los ciudadanos, si no se
partes, tal como fuimos por Él enseñados[ ... ] De ahí que sólo a Dios deriva de la ley eterna (De lib. arb., 1, 15; De Civ. Dei, XIX, 21; De
adoramos; pero, en todo lo demás, os servimos a vosotros con gusto, ver. re/., 31 ). Hasta tal punto se puede decir que el bien social es la ley
confesando que sois emperadores y gobernantes de los hombres y ro- suprema que, si él lo exige, se podría tratar de cambiar el gobierno es-
gando que, junto con el poder imperial, se halle que también tenéis pru- tablecido, y derribar una democracia injusta y violenta para establecer
dente razonamiento 19 . un poder aristocrático o monárquico (De lib. arb., I, 6, 14) 24 •
La Iglesia, en principio, trata de conservar el orden social y con-
Las persecuciones sufridas de parte del imperio, a las que hace alu- formarse a él (De Civ. Dei, XIX, 17). Sin embargo, tampoco hay que
sión inmediatamente el citado texto de san Justino, harán más que evi- mitificar a los gobernantes. Dios es emperador de emperadores (Serm.
dente esa situación difícil ante el poder político. Al menos, mientras el 86, 11 ). Y se distingue de ellos absolutamente: Dios no es un empera-
poder político no esté en manos de cristianos2º.
21. Agustín de Hipona, Contra Faust. manich., XIII, 27: «Lex aetema est ratio di-
18. D. Ruiz Bueno (ed.), Padres apostólicos, Madrid 1950, 850; cf. J. Touchard, vina ve! voluntas Dei ordinem naturaJem conservari iubens, perturbari vetans»; cf. De
Hístoire des idées politiques I, Paris 1959, 92-118. Es interesante Ja colección de textos Civ. Dei, XIX, 15.
recogidos por H. Rahner, L'Église et l 'État dans le chrístianisme primitif, Paris 1964. 22. Id., De lib. arb., I, 5, 11 : «Mihi !ex esse non videtur, quae iusta non fuerit»; cf.
19. Justino,Apologías, 1, 17, 1-3, en D. Ruiz Bueno (ed.), Padres apologetas grie- S. Álvarez Turienzo, La Edad Media, en V Camps (ed.), Historia de la ética I, Barce-
gos, Madrid 1979, 200. lona 1988, 362.
20. Otros textos de los padres de Ja Iglesia sobre la autoridad pueden encontrarse 23. Agustín de Hipona, De Civ. Dei, IV, 3, en PL 41, 114 (versión cast.: J. Morán,
en R. Sierra, Diccionario social de los padres de la Iglesia, 26-31 y en A. Heilmann, La Obras de san Agustín XVI, Madrid 1958, 274).
teología dei Padri III, 306-322. 24. E. Portalié, Augustin (Saint), en DThC I, 2440.
368 Escenarios y problemas Legalidad y ética 369

dor que gobierna por real decreto (Serm. 223, A.5). Así que la fe y Ja cir, si se deriva de la bondad que brota de Ja ley eterna31 • En virtud de
conciencia no están h ipotecadas a la autoridad civil: «Es un error pre- su fundamentación en la ley natural y su ordenamiento al bien común,
tender que la libertad cristiana exima de Ja obediencia al prirtcipe; pe- el cumplimiento de las leyes justas obliga en concie ncia, puesto que
ro es un error mayor todavía creer que puede uno someter su fe a la au- toda potestad humana viene de Dios y el que resiste a la autoridad hu-
toridad del magistrado civil»25 • mana resiste a la disposición de Dios, corno dice san Pablo (Rom 13,
En los escritos antimaniqueos, reconoce que las leyes divinas han 1-7; cf. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 1-2, 96, 4 , ad 1). Sin
sido grabadas en lo profundo de la n aturaleza y en el interior del al- embargo, las leyes pueden dej ar de obligar si son injustas, creando un
ma26. Una y otra vez vuelve san Agustín sobre estos principios funda- verdadero conflicto de conciencia. He aquí un famoso texto en el que
mentales27. santo Tomás ofrece los criterios de discernimiento sobre las leyes jus-
De todas formas, el conocido habitualmente como «agustinismo tas y la responsabilidad con la que han de ser rechazadas o aceptadas.
político», que propugna la absorción del Estado por parte de la Iglesia
Las leyes inj ustas pueden serlo por dos capítulos: Primero, porque se
cristiana, dificilmente puede atribuirse al mismo san Agustín. Si esta
oponen al bien humano: o por razón de su fin (como cuando un sobe-
corriente típicamente medieval apela al padrinazgo del obispo de Hi-
rano impone leyes onerosas a sus súbditos mirando a la gloria y los in-
pona, es preciso recordar que «siguiendo el Nuevo Testamento y la tra- tereses propios más que a la utilidad común), o por razón de su autor
dición patrística, Agustín admitía que había que obedecer a las autori- (cuando un hombre dicta leyes que traspasan la potestad que le ha sido
dades paganas»28 • otorgada), o también por razón de la forma (por ejemplo, cuando se re-
parten las cargas a la multitud de una manera muy desigual, aun cuan-
do se ordenen al bien común).
b) Tomás de Aquino y el retorno de Aristóteles
Tales leyes son más bien violencias[ ... ] Por eso tales leyes no obligan en
el foro de la conciencia, si no es para evitar el escándalo y el desorden;
También santo Tomás, como san Agustín, se refiere a la ley eterna,
por cuya causa el hombre debe ceder de su propio derecho[ ... ].
a la que considera «el plan de la divina sabiduría, por el que dirigen to-
El segundo motivo por el que las leyes pueden ser injustas es por ser con-
das las acciones y movimientos de las criaturas en orden al bien común trarias al bien divino; por ejemplo, las leyes de los tiranos que obligan a la
de todo el universm>29• Sin embargo, mucho más decisiva y novedosa es idolatría o a cualquier cosa contraria a la ley divina. Nunca es licito obser-
su concepción del derecho natural, como fundamento jurídico de todas var estas leyes, según aquello que se nos dice en los Hechos de los após-
las leyes humanas, orientación privilegiada ya por el estoicismo. toles: «Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29)32 •
El pensamiento del Aquinate con relación a las leyes positivas ha
sido frecuentemente estudiado 30 . Según él, las leyes han de ser esta- Para santo Tomás, el valor obligante de la ley no depende de la
blecidas por la colectividad o quien haga sus veces y cuide de ella cualidad religiosa del gobernante, cuya autoridad no se legitima por su
(Summa Theologiae, 1-2, 90, 3). La ley es buena si es racional, es de- fe, sino por el derecho natural. Es así como un soberano, aun no ere-

25. Agustín de Hipona, Expos. quat. propos. ex Epist. ad Rom., 72, en PL 35, 31. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 1-2, q. 93, a. 3 ad 2um: «Lex humana
2083. intantum habet rationem legis, inquantum est secundum rat ionem rectam: et secundum
26. Id., De duabus animabus, 16 (versión cast. : P. de Luis, Obras completas de san hoc manifestum est quod a Jege aeterna derivatur. Inquantum vero a rat ione recedit sic
Agustín XXX, Madrid 1986, 209). dicitur !ex iniqua: et sic non habet rationem legis, sed magis violentiae cuiusdam». Es-
27. Cf. una buena selección de sus pensamientos en C. Cremona, Agostino d'Jp- te texto ha sido incluido en el CDSI 397, núm. 816.
pona. Pensieri, Milano 1988, 151-163. 32. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 1-2, 96, 4. Más adelante dirá que «CO·
28. O. Kries, Político, Aguslinismo, en Diccionario de san Agustín, 1070, donde re- mo el legislador no puede tener en cuenta todos los casos particulares, propone la ley de
mite a los escritos de H. X. Arquilliere, al que se atribuye la invención de este término. acuerdo con lo que más frecuentemente sucede, poniendo siempre su intención en la uti-
29. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 1-2, 93, l. lidad común. Por eso, si llega un caso en que el cumplimiento de tal ley es perjudicial a l
30. Habría que comenzar leyendo Tomás de Aquino, Summa Theo logiae, 1-2, 95- bien común, no ha de cumplirse esa ley». Aunque habría de ser el soberano el que se-
97; 2-2, 109, 3, ad I; 114, 2, ad l; 129, 6, ad l; 157, 3, ad 3; 188, 8; Summa contra gen- ñalara los casos de dispensa de la obligación de la ley, puede haber situaciones de emer-
tiles, 3, 85; Polit., 1, l. Es bien conocida su definición: «Ordinatio rationis ad bonum gencia en las que los ciudadanos han de tomar una decisión: en esos casos la necesidad
commune, ab eo qui curara communitatis habet promulgata» (Tomás de Aquino, Sum- lleva aneja la dispensa, porque la necesidad no está sujeta a la ley» (Summa Theologiae,
ma Theologiae, 1, 2, 90, 4). 1-2, 96, 6).
370 Escenarios y problemas Legalidad y ética 371

yente, puede dictar leyes justas que obligan en conciencia a los que Al sugerir Ja evaluación de esos riesgos, santo Tomás apela de nuevo
confiesan que toda autoridad viene de Dios33 . a la prudencia política para apostar en principio por el respeto a la legiti-
Otra cosa es cuando las leyes son injustas. Ese poder que viene de midad establecida. Por eso, como ya se ha anotado en el tema anterior,
Dios no puede extenderse a una materia contraria a la justicia, que es llega a afirmar que «conviene más que actúe contra la crueldad de los ti-
también creación de Dios (Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 1-2, ranos la autoridad pública que una presunción particular de algunos»37.
96, 4, ad 3). El orden de la justicia no se salva cuando la autoridad no
es justa, sino usurpada, o cuando manda cosas contrarias al derecho
natural: en esos casos no se debe prestarle obediencia (Tomás de Aqui- 4. Doctrina reciente de la Iglesia
no, Summa Theologiae, 2-2, 104, 6, a~ 3). .
Y con todo, también esas leyes injustas pueden alguna vez vmcu- En la época contemporánea esta doctrina tradicional sobre la ley
lar la conciencia, o bien para evitar el escándalo o bien para evitar ma- positiva y la cuestión sobre la moralidad de sus orientaciones ha sido
les mayores 34 . asumida plenamente por el magisterio oficial de la Iglesia.
Muy ligada a esta cuestión de la majestad de la conciencia frente Ya el papa Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris, afirmaba
a los mandatos del que gobierna, está la de la resistencia y la rebelión que los poderes públicos tienen el deber de reconocer, respetar, armo-
contra el tirano3s, que santo Tomás aborda también en la Suma teoló- nizar, tutelar y promover los derechos humanos, y facilitar el cumpli-
gica, donde llega a escribir uÍlas famosas palabras: miento de los respectivos deberes. Unos y otros son anteriores a las
El régimen tiránico no es justo, porque no se ordena al bien común, si- normas positivas. El Papa se remitía a diversos documentos de los
no al bien privado del gobernante. Por lo mismo, perturbar este régimen pontífices anteriores que condenaban el nazismo y el comunismo, o
no tiene carácter de sedición, a no ser cuando se le perturba de manera trataban de abrir un nuevo camino hacia una real democracia. Y en
tan desordenada que se siguen mayores daños a los ciudadanos de la consecuencia, afirmaba que los magistrados que no reconozcan los
perturbación que del mismo régimen tiránico. Más bien hay que acusar derechos del hombre o los atropellen, no sólo faltan ellos mismos a su
de sedicioso al propio tirano, que no tiene reparo en fomentar sedicio-
deber, sino que privan a sus propias prescripciones de las condiciones
nes y discordias en el pueblo que tiene esclavizado para dominarle con
mayor seguridad. Esto sí que es tiránico, ya que se ordena al bien par- que garantizan su obligatoriedad38 •
ticular del presidente con daño de la multitud36 . De todas formas, la dialéctica entre Ja ley positiva y la majestad de
Ja conciencia y Jos valores que ha de reflejar se ha hecho más signifi-
De todas formas, aun admitiendo Ja licitud de Ja sublevación con- cativa en el concilio Vaticano 11 y en documentos posteriores. Y esto
tra el tirano, el Aquinate ofrece otro criterio práctico de actuación ba- no sólo por la frecuencia con la que ha sido tratada en los documentos
sado en el juicio de prudencia sobre los resultados previsibles. Cuan- conciliares, sino por plantearse teniendo en cuenta los modernos sis-
do el tirano no comete graves excesos, puede ser preferible soportar temas democráticos.
temporalmente una tiranía moderada, y ello para evitar tres riesgos
que la experiencia convierte en verosímiles: el fracaso de la rebelión, a) El concilio Vaticano JI
que traería consigo un mayor ensañamiento por parte del tirano; las
previsibles discordias entre los mismo que promueven la revuelta; la Para el Vaticano 11, «la norma suprema de la vida humana es la
posible tiranía del líder que promovió y llevó a cabo la revolución. misma ley divina, eterna, objetiva y universal, por la que Dios ordena,

33. !bid., 2-2, 10, 10; 12, 2; 104, 6. 37. Tomás de Aquino, De reg. princ., 1, 7; La monarquía, 1, 6, 18 y 20.
34. !bid., 2-2, 42, 2 ad 3; 104, 6, ad 3. 38. Juan XXIII, Pacem in terris, II, en AAS 55 (1963), 273-274. Sobre este tema,
35. Sobre la importancia que el tema recibe en la obra De regimine principum, o la encíclica remite en nota a Pío XI, Mir brennender Sorge (14.3. 1937), en AAS 29
De regno, cf. Tomas de Aquino, La monarquía (versión cast.: L. de Robles-A. Chueca (1937), 159; Id., Divini Redemptoris ( 19.3.1937), III, en AAS 29 (1937), 79; Pío XII,
[eds.], Madrid 1989, L-LV). Radiomensaje de Pentecostés (1.6.1941), enAAS 33 (1941), 200; Id., Radiomensaje de
36. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 2-2, 42, 2, ad 3. Cf. el resumen de lapo- Navidad (24.12.1942), en AAS 35 (1943), 9-24. El texto, a su vez, ha sido retomado por
lítica tomasiana en J. Hirschberger, Historia de la filosofia I, Barcelona 1976, 416-419. Juan Pablo II, Evange/ium vitae, 7ld.
372 Escenarios y problemas legalidad y ética 373

dirige y gobierna el mundo y los caminos de la comunidad humana se- b) Después del Concilio
gún el designio de su sabiduría y de su amor» (DH 3).
Por medio de la conciencia percibe el ser humano los dictámenes Con posterioridad al concilio Vaticano ll, la discrepancia entre la
de la ley divina. Precisamente a la conciencia, ha dedicado el Con- ley civil y la ley moral ha encontrado un eco notable en el magisterio
de la Iglesia, sobre todo, a causa de la normativa nacional e interna-
cil.io una articulada exposición (GS 16), en la que sobresalen los
cional relativa a las cuestiones suscitadas por la moderna biotecnolo-
puntos siguientes:
gía. La objeción de conciencia no puede limitarse al ámbito estricta-
- La conciencia está dotada de un carácter sagrado en cuanto que
mente bélico.
es dictada por Dios, constituye el sagrario de la intimidad del hombre
He aquí algunos textos publicados durante el pontificado de Juan
con Dios y revela la voz de Dios y su ley, «cuyo cumplimiento consis-
Pablo II, que se presentan siguiendo un orden cronológico en vez de
te en el amor a Dios y al prójimo».
cualitativo o de contenido.
- La conciencia tiene carácter universal. Su «voz» asiste a creyen-
1. A la vista de las posibilidades técnicas de la procreación huma-
tes y no creyentes, puesto que su normatividad se remonta al mismo
na asistida, la Congregación para Ja Doctrina de la fe publicó la ins-
ser del hombre. De ahí que la apelación a la conciencia debería esta-
trucción Donum vitae (1987), sobre el respeto de la vida humana na-
blecer vínculos de unión y colaboración entre Jos creyentes y los no
ciente y la dignidad de la procreación. Aquel documento, firmado por
creyentes, en la búsqueda dialogada de las soluciones a los problemas
el cardenal Joseph Ratzinger, incluye en su parte III una cuidadosa re-
morales que se presentan al individuo y a la sociedad.
flexión sobre la dialéctica entre la ley y la moral.
- La conciencia es, en consecuencia, la garantía del proceso huma-
El texto afirma dos valores fundamentales, como el derecho invio-
nizador de Ja peripecia humana y del progreso técnico de los pueblos,
lable de todo individuo humano inocente a la vida desde el momento
en cuanto libera al hombre de la pura instintividad y del «ciego capri- de su concepción, y Jos derechos de la familia y de la institución ma-
cho» y le ayuda a descubrir y realizar los valores objetivos que confi- trimonial, que incluyen en este ámbito el derecho de los hijos a ser
guran el universo moral. concebidos, traídos al mundo y educados por sus padres. Estos valores
- La conciencia, sin embargo, es frágil y está sujeta al error. Aun- afectan a Ja condición natural y a la vocación integral de la persona
que la ignorancia invencible no haga perder la dignidad íntima del humana, así como a Ja estructura misma de la sociedad. Por tanto, «las
hombre, su conciencia puede ciertamente entenebrecerse a causa de nuevas posibilidades de la técnica en el campo de la biomedicina re-
las opciones pecaminosas. quieren la intervención de las autoridades políticas y legislativas». En
En consecuencia, llamados a contribuir a la prosperidad social, Jos efecto, la responsabilidad privada de los investigadores no basta para
cristianos han de obedecer a las leyes justas y respetar los poderes le- asegurar el respeto de Jos derechos personales y del orden público. La
gítimamente constituidos (CD 19b). Sin embargo, en los asuntos tem- ausencia de ordenamientos legales podría dar origen al «eugenismo» y
porales, deben guiarse por el juicio de la conciencia rectamente for- la discriminación entre los seres humanos, lo cual sería un grave aten-
mada a la luz de la fe (GS 8b). Por otra parte, a nadie se le puede negar tado contra la igualdad, contra la dignidad y contra los derechos fun-
el derecho a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia (GS damentales de la persona.
26b; DH 3c). Ahora bien, la intervención de la autoridad política no puede ser in-
Es preciso insistir en esta última observación sobre la majestad de moral en sí misma. Debe inspirarse en los principios racionales que re-
la conciencia bien formada. Apelar a la conciencia recta es un derecho gulan las relaciones entre la ley civil y la ley moral. Remitiéndose a la
humano. Su juicio ha de prevalecer ante Ja normatividad impuesta por doctrina conciliar (DH 7), la instrucción recuerda que el fin de la ley ci-
las leyes cuando ellas se revelan injustas. Como se sabe, el Concilio vil es «garantizar el bien común de las personas mediante el reconoci-
sancionó de alguna forma la objeción de conciencia, afirmando que es miento y Ja defensa de los derechos fundamentales, Ja promoción de Ja
razonable que las leyes tengan en cuenta, con sentido humano, el ca- paz y de Ja moralidad pública>>. En este contexto, el documento recuer-
so de Jos que se niegan a tomar las armas por motivos de conciencia da algunos principios bien conocidos por la ética tradicional que se re-
(GS 79c). cogen a continuación:
374 Escenarios y problemas Legalidad y ética 375

En ningún ámbito de la vida la ley civil puede sustituir a la concien- 2. Cuatro años más tarde, el papa Juan Pablo Il publicaba la encí-
cia ni dictar normas que excedan la propia competencia. La ley civil a clica Centesimus annus. En ella se subraya la importancia del princi-
veces deberá tolerar, en aras del orden público, lo que no puede pro- pio del Estado de derecho, en el cual es soberana la ley y no la volun-
hibir sin ocasionar daños más graves. Mas, los derechos inalienables tad arbitraria de los hombres. En consecuencia, se denuncia el abuso
de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la so- de los totalitarismos, nacidos del rechazo de toda verdad trascendente
ciedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no (CA 44).
están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son
Si los terribles totalitarismos del siglo XX negaban la validez de la
una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturale-
libertad personal, las modernas democracias tienden a asumir como
za humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador
que la ha originado. dogma fundamental la ideología del relativismo ético. Por distancia-
dos que parezcan ambos sistemas confluyen en Ja negación de la ver-
dad objetiva: «Una democracia sin valores se convierte con facilidad
Con todo, en algunos Estados la ley ha autorizado la supresión di-
en un totalitarismo visible o encubierto» (CA 46b). Las consecuencias
recta de inocentes. Pues bien, cuando una ley priva a algunos seres hu-
de ese relativismo democrático son fáciles de prever. Si las normas le-
manos de la protección que se les debe, el Estado niega la igualdad de
gales no se fundamentan en la verdad última del ser humano, su pre-
todos ante la ley y quebranta los mismos fundamentos del Estado de
tensión de legitimidad queda francamente debilitada.
derecho. Algo parecido ocurre con leyes que permiten procedimientos
En un contexto específicamente moral, la encíclica Veritatis splen-
reproductivos altamente peligrosos para la vida del nascituro. En con-
dor ( 1993) recuerda que la Iglesia ha asumido en su enseñanza la doc-
secuencia, «la ley no podrá tolerar -es más, deberá prohibir explícita-
trina tomista sobre la ley natural. Por tal motivo, «León XIII ponía de
mente- que seres humanos, aunque estén en estado embrional, puedan
relieve la esencial subordinación de la razón y de la ley humana a la
ser tratados como objetos de experimentación, mutilados o destruidos,
sabiduría de Dios y a su ley»39 •
con el pretexto de que han resultado superfluos o de que son incapaces
3. La dialéctica entre la ley y la moralidad ha reaparecido, amplia-
de desarrollarse normalmente». da y explicitada, en la encíclica Evangelium vitae (1995). En ella Juan
La instrucción añade otras situaciones previsibles en el campo de Pablo JI propugna el respeto a la ley natural, previa a las leyes positi-
la procreación humana asistida, que subrayan la doctrina general sobre vas, y afirma que «el valor de la democracia se mantiene o cae con los
el papel de la ley civil. Esta, en efecto, ha de estar regulada por las nor- valores que encarna y promueve»4º.
mas fundamentales de la ley moral en lo relativo a los derechos del Una vez plantadas estas bases, recuerda el Papa que los elementos
hombre, la vida humana y la institución familiar. Por tanto, los políti- fundamentales de las relaciones entre ley civil y ley moral forman
cos deben esforzarse en obtener el acuerdo social sobre estos puntos parte del patrimonio de las grandes tradiciones jurídicas de la huma-
esenciales. nidad. Se reconoce que lo legal y lo ético no coinciden adecuada-
Si las normas positivas han de adecuarse a las «leyes no escritas», mente. El cometido de la ley civil es diverso y de ámbito más limita-
grabadas por el Creador en el corazón humano, puede darse la cir- do que el de la ley moral. Citando la mencionada instrucción Donum
cunstancia de tener que apelar a la objeción de conciencia ante leyes vitae, la encíclica señala que «en ningún ámbito de la vida la ley ci-
que lesionen los derechos humanos fundamentales: vil puede sustituir a la conciencia ni dictar normas que excedan la
Todos los hombres de buena voluntad deben esforzarse, particularmen- propia competencia».
te a través de su actividad profesional y del ejercicio de sus derechos ci- Encargada de garantizar una convivencia social justa, la ley civil
viles, para reformar las leyes positivas moralmente inaceptables y co- debe asegurar a los ciudadanos el respeto de los derechos fundamen-
rregir las prácticas ilícitas. Además, ante esas leyes se debe presentar y tales, que pertenecen originariamente a la persona y que toda ley posi-
reconocer la «objeción de conciencia». Cabe añadir que comienza aún- tiva debe reconocer y garantizar, como el derecho a la vida. En este
ponerse con agudeza en la conciencia moral de muchos, especialmen-
te de los especialistas en ciencias biomédicas, la exigencia de una re- 39. Juan Pablo 11, Veritatis splendor, 44a, donde remite a León Xlll, Libertas
sistencia pasiva frente a la legitimación de prácticas contrarias a la vida praestantissimum (20.6. 1888), en Leonis XIII P.M. Acta VlII, Romae 1889, 219.
y a la dignidad del hombre. 40. Juan Pablo II, Evangelium vitae, 70, en AAS 87 ( 1995), 481-483 .
376 Escenarios y problemas Legalidad y ética 377

contexto, y siguiendo a santo Tomás, se insinúa una distinción entre la 5. Principios éticos
despenalización y la legalización de un determinado comportamiento
que podría ser inmoral: El conflicto entre las leyes humanas y la conciencia de los ciuda-
Si la autoridad pública puede, a veces, renunciar a reprimir aquello que
danos no sólo se han podido dar en las dictaduras del siglo pasado.
provocaría, de estar prohibido, un daño más grave, sin embargo nunca También resulta frecuente en el sistema democrático. Evidentemente
puede aceptar legitimar, como derecho de los individuos - aunque estos es posible tratar de ignorar el dilema ético y actuar sobre la ingenua
fueran la mayoría de los miembros de la sociedad-, la ofensa infligida presunción de la eticidad de todas las normas positivas. Sin embargo,
a otras personas mediante la negación de un derecho suyo tan funda- tanto la razón como la experiencia diaria dan fe de la falacia de esta
mental como el de la vida. La tolerancia legal del aborto o de la euta- pretensión. Actuar equivale a comprometerse moralmente ante unos
nasia no puede de ningún modo invocar el respeto de la conciencia de valores que anteceden a la ley.
los demás, precisamente porque la sociedad tiene el derecho y el deber Tras este recorrido histórico, sólo queda establecer algunas consi-
de protegerse de los abusos que se pueden dar en nombre de la con- deraciones éticas sobre la responsabilidad de la persona en las situa-
ciencia y bajo el pretexto de la libertad (EV 7 lc). ciones en las que las leyes positivas atenten contra los valores éticos
fundamentales y contra su propia conciencia.
A continuación, la encíclica Evangelium vitae amplia la reflexión Aun reconociendo la dificultad del tema, seguramente podría ser
sobre la necesaria conformidad de la ley civil con la ley moral, recor- aquí resumido en forma de siete conclusiones propuestas a modo de
tesis e inspiradas en el Compendio de la doctrina social de Ja Iglesia42•
dando la doctrina expuesta en la Pacem in terris y su fundamento en la
1. La autoridad pública debe dejarse guiar por Ja ley moral: toda su
enseñanza de santo Tomás, para aplicarla a las leyes actuales que per-
dignidad deriva de ejercitarla en el ámbito del orden moral, que tiene
miten o legalizan el aborto y la eutanasia (cf. EV 72). Por oponerse a a Dios como primer principio y último fin (CDS! 396).
valores y derechos fundamentales del ser humano, tales leyes «no só- 2. La autoridad político-administrativa debe reconocer, respetar y
lo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contra- promover los valores humanos y morales esenciales, que preceden a
rio, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas me- los ordenamientos positivos (CDSI 397).
diante la objeción de conciencia» (EV 73)41 • 3. Los gobernantes deben comprometer su autoridad en Ja creación
.. De todas formas, la introducción de legislaciones injustas puede de leyes justas, es decir, conformes a la dignidad de Ja persona huma-
plantear a los ciudadanos moralmente rectos difíciles problemas de na y a los dictámenes de la recta razón (CDSI 398).
conciencia en materia de colaboración. Será necesario tener en cuen- 4. Es necesario reconocer a los ciudadanos el derecho a la objeción
ta los principios generales sobre la cooperación en acciones moral- de conciencia. «El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir
mente malas. «Los cristianos, como todos los hombres de buena vo- las prescripciones de las autoridades civiles si ellas son contrarias a las
luntad, están llamados, por un grave deber de conciencia, a no prestar exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las per-
su colaboración formal a aquellas prácticas que, aun permitidas por Ja sonas o a las enseñanzas del Evangelio» (CDS! 399; CCE 2242).
legislación civil, se oponen a la ley de Dios. En efecto, desde el punto 5. En los casos de conflicto moral, «es un gran deber de conciencia
no prestar colaboración, ni siquiera formal, a aquellas prácticas que,
de vista moral, nunca es lícito cooperar formahnente en el mal [ ... ] El
aun siendo admitidas por la legislación civil, están en contraste con Ja
rechazo a participar en la ejecución de una injusticia no sólo es un de-
ley de Dios» (CDSI 399).
ber moral, sino también un derecho humano fundamental [ ... ] Quien
6. Igualmente hay que reconocer el derecho a la resistencia frente
recurre a la objeción de conciencia debe estar a salvo no sólo de san- a las leyes injustas e inmorales. «Reconocer que el derecho natural
ciones penales, sino también de cualquier daño en el plano legal, dis- funda y limita el derecho positivo significa admitir que es legítimo re-
ciplinar, económico y profesional» (EV 74). sistir a la autoridad en caso de que viole grave y repetidamente los
principios del derecho natural» (CDSI 400).
41. El texto introduce una precisión casuística para considerar la licitud de aprobar
una ley que, aun tolerando un mal como el aborto, trata de limitar sus daños. 42. Para una explicitación más amplia, cf. CDS!, 393-405.
378 Escenarios y problemas Legalidad y ética 379

7. La doctrina social indica los criterios para el ejercicio del dere- públicas y prestar su serena colaboración a las grandes tareas políticas
cho de resistencia: «La resistencia a la opresión de quienes gobiernan y sociales de sus respectivos países»45 •
no podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las Bien se puede observar que se trata solamente de unos pocos ejem-
condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones ciertas, graves y pro- plos. Muchas de esas situaciones recuerdan tiempos de abierta perse-
longadas de los derechos fundamentales; 2) después de haber agotado cución contra los cristianos. En otros países, incluidos los países for-
todos los otros recursos; 3) sin provocar desórdenes peores; 4) que ha- malmente democráticos, las leyes establecen discriminaciones,
ya esperanza fundada de éxito; 5) si es imposible prever razonable- injusticias o graves atentados contra los valores humanos y la dignidad
mente soluciones mejores»43 • La lucha armada debe considerarse un de la persona.
remedio extremo para poner fin a una «tiranía evidente y prolongada Ante esa posibilidad se requiere una educación de la conciencia
que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y ciudadana sobre el valor y el sentido de las leyes y sobre la necesidad
dañase peligrosamente el bien común del país»44 • de formarse una conciencia verdadera y cierta.
Actuar de acuerdo con esa conciencia no es sólo responsabilidad
de las personas individuales. La sociedad civil y la comunidad cristia-
6. Conclusión na ha de crear instancias educativas y de apoyo para hacer posible una
justicia crítica ante los pecados estructurales de nuestro tiempo.
Aun bajo el amparo de las leyes civiles, son muy frecuentes las
violaciones de los derechos humanos, Mons. Tauran, responsable de
PAUTAS DE TRABAJO
asuntos exteriores de la Secretaria de Estado, denunciaba en Ginebra
algunos abusos de los que son víctimas los cristianos en algunas par-
1. Analizar situaciones cercanas y bien conocidas en las que sea evidente
tes del mundo: la inmoralidad de las leyes y normas establecidas.
- se ven en la imposibilidad total de profesar públicamente su fe y 2. Observar si hay algunas leyes o normas administrativas que son modi-
reunirse en un lugar de culto; ficadas para beneficiar a determinadas opciones políticas de alcance partidis-
- son objeto de discriminaciones descaradas que llegan hasta la ta y no de interés social general.
destrucción de sus casas, escuelas, templos e incluso cementerios; 3. Juzgar la inmoralidad de las leyes o normas administrativas a la luz de
- se les propone renegar de su fe para conseguir un trabajo o un la tradición bíblica y de la doctrina social cristiana.
subsidio social; 4. Preguntarse por las posibilidades de contribuir a formar en los ciudada-
- se les imponen medidas de carácter administrativo con el fin de nos una conciencia respetuosa con la legalidad y, al mismo tiempo, crítica an-
te su eventual inmoralidad.
limitar sus posibilidades de organizarse y actuar según las leyes de su
país y conforme a las reglas de su religión;
- se les impide comunicar con sus correligionarios o jefes espiri-
tuales que residen en el extranjero.
«Estas situaciones discriminatorias -añadía- no sólo son honda-
mente injustas y hieren a las personas en lo más querido que tienen
- su religión, que les inspira sus opciones más importantes- , sino que
les impiden también depositar su total confianza en las autoridades

43. CCE 2243, recogido en CDS! 401.


44. Pablo VI, carta encíclica Populorum progressio, 31 , en AAS 59 ( 1967), 272. En
una de las respuestas oficiales a la teología de la liberación, la Santa Sede considera que
en nuestros tiempos es preferible el camino de la resistencia pasiva, «más conforme con
los principios morales y no menos prometedor del éxito» (Congregación para la Doctri- 45. J. L. Tauran, lnlervención en la LIV Asamblea de la Comisión de los derechos
na de la fe, instrucciónLibertatis conscientia, 79, en AAS 79 (1987], 590). humanos (Ginebra, 20.3 .1998): Ecclesia 2912 (26.9. 1998) 1437.
16
EL VOLUNTARIADO

La iniciativa habitual de dedicar un año a la exaltación de una idea


o una carencia social tiene la ventaja de obligarnos a reflexionar sobre
su importancia y sobre nuestras actitudes habituales ante dicha cues-
tión. En este sentido, 200 1 fue declarado Año internacional del volun-
tariado. Y aunque tal fenómeno ya venía siendo popular, con este mo-
tivo se presentó una ocasión excelente para llevar a cabo numerosas
reflexiones sobre el tema.
La palabra «voluntariado» no era frecuente hace unos años. Sin
embargo, siempre ha habido personas que se han ocupado de sus ve-
cinas, aunque no se presentaran ni fueran reconocidas como volunta-
rias o voluntarios.
En estos últimos tiempos, el fenómeno del voluntariado ha adquiri-
do una mayor presencia y prestancia. Con todo, no cualquier actividad
opcional puede ser considerada como voluntariado. Es necesario preci-
sar el concepto y proponer al menos una definición como la siguiente:
1. A los efectos de la presente ley, se entiende por voluntariado el conjun-
to de actividades de interés general, desarrolladas por personas fisicas,
siempre que las mismas no se realicen en virtud de una relación laboral,
funcionarial, mercantil o cualquier otra retribuida y reúna los siguientes
requisitos: a) Que tengan carácter altruista y solidario; b) Que su realiza-
ción sea libre, sin que tengan su causa en una obligación personal o deber
jurídico; c) Que se lleven a cabo sin contraprestación económica, sin per-
juicio del derecho al reembolso de los gastos que el desempeño de la ac-
tividad voluntaria ocasione; d) Que se desarrollen a través de organizacio-
nes privadas o públicas y con arreglo a programas o proyectos concretos.
2. Quedan excluidas las actuaciones voluntarias aisladas, esporádicas o
prestadas al margen de organizaciones públicas o privadas sin ánimo de
lucro, ejecutadas por razones familiares, de amistad o buena vecindad.
3. La actividad de voluntariado no podrá en ningún caso sustituir al tra-
bajo retribuido'.

l. Ley del voluntariado (España), ley 6/ 1996, de 15 de enero, Boletín oficial del
Estado, núm. 15, de 17 de enero de 1996.
382 Escenarios y problemas El voluntariado 383

Como se ve, Ja ley trata de «institucionalizar» el voluntariado ex- Pero, por suerte, el voluntariado no sólo ha surgido en estos últi-
cluyendo de su concepto la prestación libre y espontánea de servicios mos tiempos, sino que, de una forma o de otra, ha estado siempre pre-
sociales. Sin embargo, resulta evidente la pluralidad de significados sente en la sociedad y en la Iglesia. Volvamos por un momento la vis-
que encierra el voluntariado. ta hacia atrás, con el fin de recordar algunos datos históricos antes de
Dos años más tarde (1998), la Comisión pastoral de la Conferencia considerar el fenómeno actual del voluntariado.
episcopal española propuso la siguiente definición de este fenómeno:
El voluntariado es una forma de participación en la vida social y, al a) En la historia
mismo tiempo, una expresión de solidaridad que anida en toda persona.
Hoy día es un fenómeno cultural, social y eclesial de nuevas e insospe- Si bien se mira, el fenómeno del voluntariado ha existido siempre
chadas dimensiones. Son numerosos los grupos y asociaciones que lo en todas las culturas y en todas las religiones, como respuesta al sufri-
promueven y ejercen, muy variados los servicios que prestan y los ám- miento, a la marginación y a la pobreza. En realidad, es propio del ser
bitos donde operan, plurales los estilos de acción, las motivaciones que humano ser solidario, aunque a veces olvide esa exigencia de su ser y
los sustentan y los significados a los que remiten2 . de su ser-con-los-otros.
A través de la historia de la Iglesia, miles y miles de creyentes se
Establecidas estas aclaraciones y delimitaciones, se plantean en este han dedicado al servicio generoso a sus hermanos. Los cristianos han
capítulo algunas cuestiones con el ánimo de aportar una reflexión que enseñado a roturar los campos; han construido puentes para los pere-
pueda servir para un necesario proceso de discernimiento cristiano. Con- grinos y ejercido la hospedería y la hospitalidad; han dedicado su
sideremos, en primer lugar, la presencia del voluntariado en la Iglesia y tiempo a difundir la cultura, visitar a los prisioneros, recoger dinero
en el mundo, tanto en el pasado como en el presente, para contemplarlo para redimir cautivos; han atendido a los apestados, a los leprosos y a
a la luz de la doctrina cristiana; a continuación estableceremos algunos los condenados a galeras; han creado escuelas y universidades.
criterios de discernimiento; por último, consideraremos la urgencia con Todo esto y mucho más, ha sido hecho por amor a Dios y por amor
que se nos presenta en el horizonte del mundo y de la Iglesia. al ser humano, que era para ellos la imagen viviente de Dios. El vo-
luntariado cristiano refleja la fe en un Dios de la misericordia. No en
vano, las llamadas «obras de misericordia» sintetizan las actividades
1. Una tarea imprescindible de voluntariado sugeridas a los fieles por la virtud de la caridad4 •
Lo han hecho, además, de forma espontánea en ocasiones y asocia-
Se puede decir que si el voluntariado no hubiera surgido, habría da en otras. Bastaría recordar las múltiples iniciativas sociales que, pro-
que inventarlo inmediatamente. De hecho, parece absolutamente ne- movidas por las cofradías y hermandades de diverso tipo, llevaban a ca-
cesario en una sociedad democrática, de la que es signo y resumen; bo en la sociedad el principio de subsidiaridad. Resulta aleccionador
pues «el voluntariado recoge la síntesis democrática: por una parte, es releer las palabras que ya en el siglo XVI escribe Juan de Ávila:
la forma a través de la cual el pueblo manifiesta espontáneamente su En cada pueblo ordenen los obispos una cofradía o (a) una de las que
voz y, por otra, es un vehículo participativo por el que el poder puede están ya ordenadas den particular oficio y principal asumpto de enten-
conocer los sentimientos de los ciudadanos»3• der y conocer los pobres avergonzantes y la necesidad y calidad de ca-
Así pues, el voluntariado es hoy uno de los frutos de la cultura de- da uno de ellos; y, sabida, se encarguen de procurar limosnas, por las
mocrática. Y, al mismo tiempo, una consecuencia del resurgir de una vías posibles, o de los mismos cofrades o de otras partes, o lo uno y lo
otro juntamente, como suelen hacer los cofrades, que suelen tomar a
nueva conciencia de la responsabilidad ciudadana ante la presencia de
un Estado patemalista y omniabarcante.
4. Cf. A. Royo Marín, Teología de la caridad, Madrid 1960, 420-479; M. Sacadu-
2. Se ha dicho que el voluntariado es hoy una forma de solidaridad organizada, cf. to, Charity, Works of, en New Catholic Enciclopedia III (1967), 480-497; l. Noye, Mi-
C. Ranci-U. Ascoli (eds.), La solidarieta organizzata, Roma 1997. séricorde (<Euvres de), en Dictionnaire de Spiritualité X (1979), 1328-1349; G . Co-
3. A. Galindo, Voluntariado y sociedad participativa, Salamanca 2005, 13. lombo (ed.), La carita e la Chiesa. VirtU e ministero, Milano 1993.
384 Escenarios y problemas El voluntariado 385

cargo un hospital para curar los pobres todos que a él vinieren, pues és- En ese contexto, el voluntariado representa una de tantas iniciati-
ta es más heroica obra5• vas intermedias entre el individuo y el Estado definidas como «tercer
sector» o sector privado-social. Con todo, conviene aclarar que el vo-
Los voluntarios cristianos han prestado una ayuda insustituible a la luntariado se distingue de otras formas de organización, como las aso-
sociedad. Y lo han hecho, sobre todo, con rigor y preparación, con ge- ciaciones o las cooperativas sociales. He aquí una clarificación signi-
nerosidad y absoluta gratuidad; igual cuando dedicaban su atención a ficativamente próxima al contexto de la moral social:
los creyentes o cuando prestaban sus cuidados a los infieles o a los no
creyentes. La literatura internacional asocia el ténn.ino voluntariado a acciones
desarrolladas de modo continuado y regulado, es decir, organizado, por
parte de sujetos asociativos que, a tenor del régimen jurídico y fi scal
b) En la actualidad existente, pueden asumir formas jurídicas diversas que van de la aso-
ciación a la fundación. En su acepción contemporánea, por tanto, el tér-
1. El voluntariado moderno es una de las consecuencias del Estado mino voluntariado se refiere a la existencia de formas asociativas es-
del bienestar (Welfare State). Se trata de una concepción relativamen- pecíficamente orientadas a la producción de ayudas y servicios a favor
te nueva. De hecho, la idea del Estado que se ocupa de aportar solu- de sujetos desfavorecidos que no forman parte de la asociación, valién-
ciones a los problemas vitales de sus ciudadanos en el campo de lapo- dose de la contribución operativa de personas que ofrecen libre y gra-
breza, la educación, la enfermedad o la vivienda surgió en los días de tuitamente parte de su tiempo9•
la Segunda guerra mundial6• El proyecto de una seguridad social om-
niabarcante, apoyado en las teorías económicas de J. M. Keynes 2. Tras esta inicial clarificación de conceptos, se pueden aducir al-
(1883-1946), parecía por entonces la solución a todos los problemas gunas de las numerosas razones que han contribuido a la aparición del
originados por la marginación y la pobreza. voluntariado moderno:
Treinta años más tarde, las teorías y las prácticas del Estado del - Se ha extendido cada vez más la conciencia de unas necesidades
bienestar han sido sometidas a duras críticas por sociólogos y filóso- humanas, que nunca podrán ser atendidas por las instituciones socia-
fos. Algunos como Friedrich Hayek y Robert Nozick llegaron a cues- les, ni siquiera las mejor organizadas.
tionar no sólo los resultados reales, sino también la misma legitimidad - La persona vive hoy sumergida en una cultura urbana que favore-
moral de un Estado que se arroga el derecho de invadir y programar la ce el aislamiento y el anonimato, pero que al mismo tiempo está exi-
vida de los ciudadanos7 . giendo de la misma persona una salida al exterior.
La reacción al Estado del bienestar subraya la importancia de la - En nuestra época, la persona se ha encontrado con un tiempo li-
iniciativa privada y de las organizaciones civiles intermedias. Es habi- bre que quiere emplear de forma humana y humanizadora, y a ser po-
tual señalar que la filosofía de la Iglesia católica romana, con su insis- sible en proyectos comunitarios compartidos.
tencia en el principio de subsidiaridad, ha marcado el punto de oposi- - La misma secularización de la cultura contemporánea ha tratado
ción más serio a las teorías del Estado de bienestar8. de encontrar nuevas denominaciones para algunas realidades de valía
largamente contrastada en la cultura cristiana. De hecho, ha traducido
5. Advertencias al Sínodo provincial de Toledo ( 1565-1566) «sobre la ejecución de la fraternidad por solidaridad y la caridad por voluntariado.
algunas cosas mandadas en el santo concilio de Tridentino», núm. 27, en L. Sala Balust- - Finalmente, en el seno de la Iglesia católica, la renovación conci-
F. Martín Hernández, Obras completas del santo maestro Juan de Ávila VI Madrid liar ha suscitado la conciencia de los valores y exigencias sociales de
1971, 258. ,
6. Su origen suele colocarse en el informe «Social Insurance and Allied Services» una fe que no puede ser vivida de forma individual. El espíritu evan-
escrito en su mayor parte por William H. Beveridge (1879- 1963) y publicado por el Go~ gélico nos sugiere que el servicio a los demás, aun nacido de la es-
biemo británico en 1942. pontaneidad y de las capacidades de cada persona, no puede realizar-
7. Cf. J. W. Gladwin, Welfare State, The, en NDCEPT, 889-891.
8. ~al viene a ser la afirmación de N. Barry, Welfare Policies, en EAE rv, 51 1-523, se como una tarea puramente individual.
en especial 517; a este propósito, cf. M. Toso, Welfare Society. L'aporto dei pontefici da
Leone XIII a Giovanni Pao/o JI, Roma 1995. 9. I. Colozzi, Vo/ontariato, en Dizionario di dottrina socia/e della Chiesa, 655.
386 Escenarios y problemas El voluntariado 387

c) Evaluación del voluntariado cia los marginados y necesitados, por respetuosa que sea, cuando no se
cumplen los mínimos exigidos por la j usticia. Pero el moderno ejerci-
El voluntariado es hoy, sin duda, uno de los signos de los tiempos. cio del voluntariado ha venido a poner de manifiesto que tampoco
Es verdad que es un signo ambiguo, como lo son casi todos. Presenta basta cumplir las exigencias de la justicia si ella no está acompañada
algunos aspectos negativos junto a muchos otros positivos. Por eso por una compasión afectiva y efectiva.
suscita tanto detractores y tantos fieles defensores. La reflexión puede continuar considerando las capacidades del ser
1. Para los que se muestran más críticos ante este fenómeno social, humano para acercarse a las necesidades de sus semejantes y las acti-
el voluntariado no es otra cosa que una cierta forma de engaño colec- tudes que es preciso educar para que la persona pueda realizar el ideal
tivo. Y para demostrarlo, aducen una larga serie de razones: de la solidaridad y contribuir al bien común. Seguramente se puede
- No sierve más que para paliar algunos de los desórdenes estructu- decir que el voluntariado ha proporcionado en nuestros tiempos nue-
rales generados por un sistema a todas luces injusto. Tan sólo resulta útil vos caminos para el altruismo 10•
para ayudar a los gobiernos a ahorrar unos recursos que estarían obliga- La reflexión puede proseguir todavía repensando las posibilidades
dos a invertir para solucionar determinados problemas sociales. logradas gracias a la moderna tecnología, pues de hecho se dispone de
- Disminuye, además, las posibilidades de acceder a un puesto de más tiempo libre para dedicarse a tareas no retribuidas, sean altruistas
trabajo a muchas personas que no pueden encontrar un empleo digno. o no. De cómo y en qué se dedique el tiempo libre depende en gran
- Ofrece a los mismos voluntarios una imagen beatífica de sí mis- parte el perfil moral y social de la persona.
mos, que los exime de preocuparse de una forma estable por sus her-
manos y aun de preguntarse qué más podrían hacer por una humani-
dad doliente.
2. En las fuentes de la fe
2. Para otros, en cambio, el voluntariado es una buena señal que, a
pesar de las apariencias y de los prejuicios de los pesimistas, certifica
Como ante tantas otras realidades humanas, también ante el volun-
el excelente grado de salud de nuestra sociedad.
tariado hemos de preguntamos no sólo sobre sus valores «sociales»,
- En primer lugar, el voluntariado es, como ya se ha dicho, una res-
sino sobre el juicio que merece a la luz de la fe. Y aunque la palabra de
puesta coherente a la presencia abusiva del Estado, el cual tiende a ig-
Dios no puede emitir un juicio categorial sobre las motivaciones so-
,, norar las instancias sociales intermedias.
ciales que impulsan el voluntariado moderno, sin embargo contiene
- Constituye, además, una prueba fehaciente de que, incluso en una
visiones trascendentales sobre el espíritu que ha de sostenerlo y ani-
sociedad marcada por los signos del consumismo y de la inmediatez, del
marlo. Por eso es preciso prestar atención a las fuentes de la fe y a los
pragmatismo y de la fiivolidad, sigue habiendo señales de solidaridad.
testigos cualificados de la tradición cristiana.
- Por otra parte, el voluntariado demuestra que, aun en medio de
En este sentido, hallamos en la Sagrada Escritura algunos ejem-
una cultura de la secularidad, algunas personas, ajenas a las motiva-
plos que, sin reflejar la situación actual en la que nace el movimiento
ciones propias de la fe, puede dedicar el tiempo libre a atender a los
ciudadanos más necesitados. de los voluntarios, constituyen una especie de teología narrativa capaz
de contribuir a elaborar un discernimiento sobre el mismo.
- Y finalmente, este fenómeno del voluntariado hace más que evi-
dente que, en un mundo pluralista, se puede llegar a la unión por el ca-
mino de la solidaridad y se puede trabajar con un ideal ecuménico a) Antiguo Testamento
cuando se pone el énfasis en el servicio y la entrega personal.
3. Teniendo en cuenta tales contrastes, seguramente se impone un Los protagonistas del Antiguo Testamento vivieron en una sociedad
esfuerzo de síntesis. ¿Se podrá llegar a descubrir que los inconvenien- clánica y solidaria, tanto en el pecado como en la gracia. Pero en mu-
tes del voluntariado pueden ser equilibrados por los beneficios que chas ocasiones, las injusticias o la guerra suscitaron ejemplos especial-
aporta a las personas y a la sociedad? mente significativos de entrega personal en favor de la comunidad.
Para empezar, sería necesario repensar la contraposición ya tópica
entre la justicia y la caridad. Es verdad que no basta la compasión ha- JO. Cf. l. Colozzi, Nuove vie per / 'altruismo, Saronno 1998.
388 Escenarios y problemas El voluntariado 389

Puede evocarse, en primer lugar, a Tobías como prototipo del israe- El evangelio de Juan dedica una atención momentánea pero im-
lita misericordioso y compasivo. La narración novelada lo sitúa en el portante a un joven anónimo. Ante la multitud hambrienta y cansada
exilio. Tobías comparte con sus hermanos más necesitados sus bienes y que sigue a Jesús, sus discípulos se muestran incapaces de encontrar
su tiempo; además, se compromete a enterrar a los miembros de su una solución para el problema de aquellas gentes. Sin embargo, el
pueblo que nadie da sepultura. Tal actitud le lleva a no ser bien visto so- apóstol Andrés conoce a un joven que ofrece todo lo que tiene: unos
cialmente. Las obras de caridad que Tobías practica son en realidad panes y unos peces. Ante la sorpresa de los discípulos, la oferta vo-
otras tantas obras de misericordia, realizadas incluso con riesgo para su luntaria y generosa de este joven hace «posible» el milagro de la mul-
salud (sufre Ja ceguera) y para su propia vida (Tob 2, 7- 10) 11 . tiplicación (Jn 6, 9) 13 •
Entre las novelas ejemplares que se incluyen en la Biblia es bien Por otra parte, es especialmente significativa la escena de la cura-
conocida la de Judit. Su mismo nombre la presenta como símbolo de ción del paralítico en Cafarnaún . El relato subraya la afluencia de gen-
la comunidad judía. Ante la desesperación de stis vecinos de la ciudad tes que acuden a escuchar a Jesús. El evangelio de Marcos tiene mu-
de Betulia por el asedio de las tropas de Holofemes, su entrega imagi- cho interés en presentarlo corno maestro y como médico. Pero, al
nativa y arriesgada la convierte en señal activa para la esperanza de to- mismo tiempo, recoge el gesto de los camilleros que, confiada e ima-
do un pueblo (Jdt 8, 9-36). ginativarnente, acercan al paralítico hasta los pies de Jesús (Me 2, 1-
Estos dos ejemplos, apreciados y magnificados por la tradición, 12). El texto subraya oportunamente la fe de aquellos «voluntarios»,
subrayan la convicción de que sólo la fe en el Dios de la vida y de la que parece conmover a Jesús (Me 2, 5) 14 •
justicia mueve a sus hijos a dedicar su tiempo y sus mejores dones a Ja En este mismo contexto, resulta imposible no evocar la parábola
atención integral de sus hermanos. · del buen samaritano. Jesús ha subrayado la importancia del manda-
Con todo, se trata de ejemplos donde la entrega a los demás tiene miento de amar al prójimo. Ante la pregunta de quién ha de ser consi-
por protagonistas a personas aisladas. Para encontrar grupos organiza- derado como prójimo, Jesús presenta la secuencia de un caminante al
dos de asistencia habría que recordar, en cierto sentido, a los grupos que los bandidos han despojado y golpeado hasta dejarlo medio muer-
de profetas que aparecen en el entorno de Eliseo (2 Re 4, 38). Segura- to. Un sacerdote y un levita pasan de largo junto a él, sin detenerse a
mente aquellos hombres no se dedicaban solamente a la oración. El conocer la situación. Sólo un samaritano se conmueve ante el herido y
espíritu de Dios los empujaba también a prestar un servicio a sus ve- hace lo posible para ofrecerle una solución inteligente y eficaz. Sólo él
cinos. Elíseo aparece corno el paradigma de su dedicación. se convierte en prójimo del herido abandonado (Le 10, 25-37) 15 •
Por último, la historia de las primeras comunidades está llena de
personas que, movidas por el amor, se dedican en cuerpo y alma a los
b) Nuevo Testamento
demás. Para no reducir el voluntariado cristiano a una función pura-
En las páginas del Nuevo Testamento se guarda memoria de algu- mente benéfica, es preciso recordar a los judíos emigrantes Aquila y
nos personajes convertidos en iconos de la dedicación creyente y ge- Priscila. Un matrimonio cristiano que, además de dedicar su tiempo a
nerosa a los demás. su profesión habitual (Hch 18, 2-3), encuentra espacios para difundir
Antes de nada, conviene recordar a María, la madre de Jesús. Se-
prima Isabel, próxima a dar a luw (Discurso al Pontificio consej o de la pastoral para
gún el evangelio de Lucas, tras recibir el anuncio del ángel, María se los agentes sanitarios [9.3.1998): Ecclesia 2886 [28.3.1998] 25).
pone en camino por la montaña de Judea para prestar un doble servi- 13. El joven de los panes recuerda el relato de 2 Re 4, 42, en el que un hombre pre-
cio a su pariente Isabel. Por una parte le lleva la ayuda personal que senta los panes al profeta Elíseo (cf. R. E. Brown, El evangelio según Juan I-XII, Ma-
necesita y, por otra, le hace presente y cercano al Mesías que también drid 1979, 463-464).
14. En realidad, es «la fe» lo que une a los camilleros y al paralítico en la misma
ella espera y anhela (Le 2, 39-45) 12 • esperanza (cf. V Taylor, Evangelio según san Marcos, Madrid 1979, 216).
15. La figura del buen samaritano ha sido evocada por Juan Pablo II como icono
11. l. Nowell, Tobit, en The New Jerome Biblical Commentary, Englewood Cliffs, del voluntariado en la carta apostólica Salvifici doloris , 28-30, y por Benedicto XVI en
NJ 1990, 569. la encíclica Deus caritas est, 31 b («El programa del cristiano - el programa del buen sa-
12. En este sentido el papa Juan Pablo II se ha referido a María, «quien tras el maritano, el programa de Jesús- es un 'corazón que ve'. Este corazón ve dónde se ne-
anuncio del ángel concretó su disposición inmediata en un servicio a la vida para con su cesita amor y actúa en consecuencia»).
390 Escenarios y problemas El voluntariado 391

la palabra de Dios y ejercer el servicio de la catequesis en diversas co- En ese pensamiento encontramos la raíz y justificación del volun-
munidades (Hch 18, 26). tariado moderno, por entonces apenas entrevisto y reglamentado en al-
gunos países. Pero también una apremiante llamada a la creatividad, la
responsabilidad y la provisionalidad. Tanto las personas como las ins-
3. En la voz de la Iglesia tituciones habrán de mostrarse siempre atentas y vigilantes para perci-
bir las necesidades cambiantes en cada momento. Las necesidades y
Sería una tarea ardua y tediosa recoger las innumerables expresio- los necesitados, con su situación real y su rostro concreto.
nes del magisterio de la Iglesia en las que se invita a los cristianos -y 2. Poco después, el concilio Vaticano II, ha señalado las dificulta-
a todas las personas de buena voluntad- a prestar su apoyo a los po- des de una excesiva intervención del Estado en el campo económico-
bres y a los enfermos. social. Por eso afirma que «es necesario que las iniciativas espon-
Se recogen aquí solamente algunos textos del magisterio pontificio táneas de los individuos y de sus asociaciones libres colaboren con los
que se refieren al papel actual del voluntariado en la vida cristiana, esfuerzos de las autoridades públicas y se coordinen con éstos de for-
con especial énfasis en el voluntariado en favor de los enfermos. ma eficaz y coherente» (GS 65).
Sus observaciones reflejaban la contraposición de los sistemas
marxista y liberal enfrentados en una guerra fría. Pero ofrecían una
a) Voluntariado en general
inspiración para la promoción del protagonismo de la sociedad civil:
1. Analizando la economía moderna, Juan XXIII expone en la en- No se puede confiar el desarrollo ni al solo proceso casi mecánico de la
cíclica Mater et magistra el derecho a la propiedad, a la que corres- acción económica de los individuos ni a la sola decisión de la autoridad
ponde una inseparable función social. Observa el Papa que en los pública. Por este motivo hay que calificar de falsas tanto las doctrinas
tiempos modernos tanto los estados como las instituciones públicas que se oponen a las reformas indispensables en nombre de una falsa li-
han extendido el campo de sus intervenciones. Sin embargo, las per- bertad como las que sacrifican los derechos fundamentales de la perso-
na y de los grupos en aras de la organización colectiva de la producción
sonas individuales no deben por ello sentirse dispensadas de su res-
(GS 65).
ponsabilidad ante las necesidades sociales y las demandas de quienes
les rodean.
En consecuencia, y hablando a los cristianos, el Concilio recuerda
Así pues, los ciudadanos están llamados a prestar su colaboración.
a los laicos el deber y el honor de una vocación que traduce cada día la
En primer lugar, en razón de la misma función social de la propiedad
caridad en obras concretas de misericordia:
privada que les ha sido confiada; y en segundo lugar, por la multitud
de situaciones de necesidad o marginación a las que no puede llegar La Santa Iglesia, como en sus orígenes, uniendo el «ágape» con la cena
ninguna institución pública por muy eficiente que sea: eucarística se manifestaba unida con el vínculo de la caridad en tomo
a Cristo, así, en nuestros días, se reconoce por este distintivo de la ca-
Hay siempre una amplia gama de situaciones angustiosas, de necesida- ridad y, mientras goza con las iniciativas de los demás, reivindica las
des ocultas y al mismo tiempo graves, a las cuales no llegan las múlti- obras de caridad como su deber y derecho inalienable. Por eso la mise-
ples formas de la acción del Estado, y para cuyo remedio se halla total- ricordia con los pobres y enfermos, así como las llamadas obras de ca-
mente incapacitado; por lo cual, siempre quedará abierto un vasto ridad y de ayuda mutua, dirigidas a aliviar las necesidades humanas de
campo para el ejercicio de la misericordia y de la caridad cristiana por todo género, la Iglesia las considera un especial honor (AA 8).
parte de los particulares (MM 120).
3. Años más tarde, en la exhortación postsinodal Christi.fideles lai-
Desde un punto de vista teológico y pastoral, esta frase resulta ci, el papa Juan Pablo 11 ha trazado las líneas maestras de una pastoral
enormemente fecunda y provocadora. La caridad cristiana ejerce un de la caridad. Según él, son diversos los modos en los que puede ma-
papel de suplencia frente a la presencia de las instituciones públicas. O nifestarse y realizarse el servicio a la sociedad. Por razón de su origen,
mejor, desempeña una función profética para descubrir unas situacio- unos son libres e informales y otros han sido institucionalizados. Por
nes que no han sido cubiertas todavía por la asistencia pública. razón de su destino, unos se concretan en la ayuda ofrecida al indivi-
392 Escenarios y problemas El voluntariado 393

duo, mientras que en otros casos ella va dirigida a grupos diversos y Pues bien, en este campo de los servicios ha estado siempre pre-
comunidades de personas. sente la Iglesia, atenta a ofrecer apoyo integral al ser humano necesi-
Recuerda el Papa la vocación de toda la Iglesia a ejercer el servicio tado, por fidelidad al mandato de su Señor:
de la caridad hacia el prójimo, en la que se manifiesta la participación Gracias a Dios, hay que decir que la caridad operante nunca se ha
de los fieles en la realeza y el servicio de Jesucristo, que «no ha veni- apagado en la Iglesia y, es más, tiene actualmente un multiforme y
do a ser servido, sino a servirn (Me 10, 45). Por eso, la caridad con el consolador incremento. A este respecto, es digno de mención especial
prójimo, traducida en obras de misericordia corporal y espiritual, re- elfenómeno del voluntariado, que la Iglesia favorece y promueve, so-
presenta el compromiso laica] por la animación cristiana del orden licitando la colaboración de todos para sostenerlo y animarlo en sus
temporal. La caridad, resumen y cumbre de todos los carismas del Es- iniciativas (CA 49).
píritu (cf. 1 Cor 13, 13) es el alma y el apoyo de esa solidaridad acti-
va, que se muestra atenta a todas las necesidades del ser humano. Entre los sujetos, y a la vez destinatarios de este servicio de la ca-
Ahora bien, el servicio de la caridad puede ser ejercitado no sólo ridad social, menciona el Papa a la familia. Además de la familia, hay
por las personas en singular, sino también por los grupos y comunida- otras sociedades intermedias y comunidades de personas que generan
des. Aun en medio de una sociedad bien estructurada y eficaz para estructuras de solidaridad y desarrollan funciones primarias. De esta
responder a las necesidades de sus miembros, siempre será necesaria forma refuerzan el tejido social y evitan la masificación de la sociedad
la caridad. De hecho, la caridad puede atenuar los peligros de funcio- moderna (CA 49).
nalismo y burocracia que amenazan a las instituciones. Ahí se impo- Resulta interesante constatar que el tema del voluntariado vuelve a
ne la creatividad y la cercanía del servicio personalizado: aparecer en dos exhortaciones apostólicas dedicadas específicamente
Precisamente en este contexto continúan surgiendo y difundiéndose, en a los sacerdotes y a los miembros de la vida consagrada.
concreto en las sociedades organizadas, distintas formas de voluntaria- En la primera de ellas, Juan Pablo II indica que la experiencia del
do, que actúan en una multiplicidad de servicios y obras. El voluntaria- voluntariado, hacia el cual está creciendo la sensibilidad de tantos jó-
do, si se vive en su verdad de servicio desinteresado al bien de las per- venes, cuando se apoya en motivos evangélicos, es capaz de educar al
sonas, especialmente de las más necesitadas y las más olvidadas por los discernimiento de las necesidades humana. Cuando, además, es vivi-
mismos servicios sociales, debe considerarse una importante manifes- do con entrega y fidelidad, y está abierto a la posibilidad de un com-
tación de apostolado, en el que los fieles laicos, hombres y mujeres, promiso definitivo en la vida consagrada y alimentado por la oración,
desempeñan un papel de primera importancia (ChL 41). hará al joven más sensible a la voz de Dios que lo puede llamar al sa-
cerdocio. A diferencia del joven rico, el voluntario podría aceptar la
Tres años más tarde, al conmemorar el centenario de la encíclica invitación, llena de amor, que Jesús le dirige 16 •
Rerum novarum, el mismo papa Juan Pablo II ha vuelto a evocar el vo- En la otra exhortación, recogiendo las proposiciones del Sínodo
luntariado. Y lo ha hecho en un contexto dedicado a estudiar el papel sobre la vida consagrada, señala el Papa que «es justo tener en gran
del Estado en el sector de la economía. El Estado, en efecto, tiene el estima el voluntariado que se nutre de las riquezas de la vida consa-
deber y el derecho de garantizar la seguridad del sistema monetario y grada» . Con todo, advierte que es preciso cuidar la formación de los
de los servicios públicos. voluntarios, con el fin de que «tengan siempre, además de competen-
Tiene también el deber de vigilar y encauzar el ejercicio de los de- cia, profundas motivaciones sobrenaturales en su propósito y un vivo
rechos humanos. Ahora bien, en este segundo campo, la responsabili- sentido comunitario y eclesial en sus proyectos» 17 •
dad primera incumbe a las personas y a los diversos grupos y asocia- Al año siguiente, Juan Pablo U recibía a la Federación de organis-
ciones en que se articula la sociedad. El Estado tiene una función de mos cristianos de servicio internacional voluntario. En su discurso se
suplencia y debería respetar el principio de subsidiaridad. No debería encuentra una sencilla descripción de los modernos movimientos de
impedir ni quitar responsabilidad a la sociedad civil. La iniciativa pri- voluntariado. Además, ofrece algunas de las clayes para realizar una
vada en el ámbito del servicio a las necesidades humanas puede evitar
gastos superfluos y conjurar los riesgos de la excesiva burocratización 16. Juan Pablo JI, exhortación Pastores dabo vobis (25.3.1 992), 40.
de los servicios (CA 48). 17. Id., exhortación Vita consecrata (25.3. 1996), 56.
394 Escenarios y problemas El voluntariado 395

evaluación del fenómeno desde una perspectiva cristiana. La claridad siasmo y sus tareas con otros voluntarios que entregan su tiempo y sus
del texto justifica la longitud de la cita: energías a los demás por razones meramente humanitarias. La refle-
xión papal trata de unir a la argumentación racional una consideración
Queréis ser «voluntarios en el mundo». Esto lleva a pensar en el papel
fundamental que, junto con las instituciones públicas, desempeñan en
específicamente cristiana. Parece que el voluntariado es concebido co-
varias partes del mundo los organismos de voluntariado. Sus miembros mo categorialmente idéntico, aunque desde una perspectiva trascen-
brindan de modo directo y gratuito su servicio a sus hermanos, espe- dental, la fe cristiana le añada nuevas motivaciones confesionales. Al
cialmente a los necesitados o marginados. Su objetivo es salir al en- ideal secular de la liberación y de la promoción humana se une el mo-
cuentro de quienes se hallan en dificultad, para ayudarles a recorrer un tivo cristino del anuncio de la constante presencia de Cristo que cami-
camino de liberación y promoción auténticamente humana. na con la humanidad.
El título «voluntarios en el mundo» hace pensar en vuestro papel, pero 4. También el papa Benedicto XVI se ha fijado en el voluntariado
antes aún en la inspiración que os anima, ya que, si tenéis la «voluntad»
en su encíclica Deus caritas est. Es interesante ver el contexto. El Pa-
de «estar en el mundo» no para obtener beneficios sino para prestar un
servicio, esto responde ciertamente a una llamada ideal. Por tanto,
pa menciona el proceso de globalización y descubre en él una exce-
vuestra obra es asunción de responsabilidades ante vuestro prójimo y lente oportunidad para prestar ayuda humanitaria a los hermanos y
expresión de vuestro compromiso generoso para hacer que crezca en el hermanas necesitados, incluso en operaciones de alcance internacio-
mundo la cultura del amor[ ... ) nal. Por otra parte, los Estados favorecen estas iniciativas mediante
Ser <<Voluntarios en el mundo» para un proyecto de liberación del hom- ayudas o desgravaciones fiscales. «De este modo, la solidaridad ex-
bre y de promoción eficaz de su dignidad, supone un arraigo constante presada por la sociedad civil supera de manera notable a la realizada
en el patrimonio de valores que, a lo largo de los siglos, el Evangelio ha por las personas individualmente» (DC 30a).
inspirado, alimentado y sostenido. ¡Cuántos, recurriendo a estas límpi- En esta situación han surgido nuevas formas de colaboración entre
das fuentes, han sabido ser testigos auténticos de la caridad, construc-
entidades estatales y eclesiales. Estas pueden animar a las institucio-
tores de paz y artífices de justicia y solidaridad! [ ... ]
¡Que nadie se deje abatir por el desaliento, aunque las dificultades re- nes civiles, por medio de la transparencia de su gestión y por la fide-
sulten más graves y parezcan casi insuperables! Precisamente frente a lidad en el testimonio del amor. Ahí se insertan las organizaciones sur-
las situaciones en las que experimentamos una especie de impotencia gidas con fines caritativos y filantrópicos, así como las numerosas
debe sostenemos la fe en Dios, para quien nada es imposible (Le 1, 37; formas de voluntariado. A las personas implicadas en estas actividades
Mt 19, 26). Vuestro testimonio es importante, particularmente para las dirige el Papa una palabra de aprecio y gratitud. Retomando una ex-
nuevas generaciones de voluntarios, que deben aprender a conjugar el presión querida de su predecesor, afirma él que esta labor no sólo edu-
entusiasmo del impulso inicial con el esfuerzo de un camino gradual y ca a los jóvenes para la solidaridad sino que, con la oferta del amor
paciente de formación y perseverancia.
disponible, contribuye a la superación de una cultura de la muerte y la
Queridos voluntarios, vuestras intervenciones silenciosas y concretas
en medio de hombres y mujeres necesitados constituyen un anuncio vi- creación de una cultura de la vida (DC 30b).
vo de la constante presencia de Cristo, que carnina con la humanidad de Si el tratamiento del tema es lógico y bien articulado en torno a la
todos los tiempos. Arnadísimos hermanos, os encomiendo a cada uno reflexión sobre el amor, parece que el Papa intenta por todos los me-
de vosotros[ .. .] a la protección de María Santísima. En su <<he aquí», al dios favorecer el encuentro y el diálogo entre las instituciones civiles
que rápidamente siguió el servicio concreto de caridad a su prima Isa- y las organizaciones eclesiales. Si la perspectiva trascendental las di-
bel (cf. Le 1, 38, 56), podéis reconocer el «icono» del voluntariado cris- ferencia, el objeto las unifica y hermana.
tiano, inspirándoos en él para iniciativas siempre nuevas de comunión Fiel a la inspiración que parece alentar toda la encíclica, el Papa
con vuestros hermanos en todo el mundo18 •
reconoce el puesto que corresponde al Estado en la promoción y la
defensa de la justicia, pero descubre espacios que el Estado no puede
Se diría que este discurso ha sido pensado teniendo en cuanta la cubrir. Es precisamente ahí donde se perciben innumerables necesi-
sociedad plural actual. Los voluntarios cristianos comparten su entu- dades humanas que reclaman el principio de subsidiaridad y la legi-
18. Id., Discurso a la Federación de organismos cristianos de servicio internacio-
timidad y oportunidad de la intervención de la sociedad civil. En esos
nal voluntario (FOCSIV) (22.2.1997): Ecclesia 2849 (12.7. 1997) 22. espacios el voluntariado tiene un papel insustituible. Y la fe cristiana
rn
396 Escenarios y problemas El voluntariado 397

no puede por menos de promoverlo y alentarlo. Y, si es el caso, ayu- Creyentes y no creyentes ofrecen su tiempo y su servicio al ser huma-
darle a descubrir el espíritu de Ja caridad. no, con generosidad, preparación y coordinación. El cristiano además
profesa explícitamente su fe en la identidad de Jesucristo co~ las per~
sonas a las que presta su apoyo desinteresado.
b) Voluntariado ante los enfermos

Entre las mil formas del voluntariado moderno, es preciso subrayar


una vez más el significado especial que alcanza el trabajo de los volun- 4. Criterios de discernimiento
tarios y voluntarias al servicio de los enfermos. Siguiendo las pautas
marcadas por su Señor, Ja tradición cristiana ha puesto un gran interés .En un mundo que ha hecho del pluralismo una forma de vida y un
en promover y valorar este servicio. He aquí una de las reflexiones que es~Ilo d~ cultura, es preciso preguntarse por las notas que determinan
a este tema dedicó el papa Juan Pablo U: la identidad y especificidad de la presencia cristiana en el mundo.
Ta~ ~eterminació_n es aplicable a numerosas formas de presencia y
La encarnación del Verbo ha sanado toda debilidad nuestra y ha enno-
blecido a la naturaleza humana, elevándola a dignidad sobrenatural y de actividad. Pero, sm duda, es pertinente también para el análisis del
haciendo del pueblo de los redimidos, gracias a la acción del Espiritu voluntariado cristiano. De hecho, podría realizarse sobre el cañamazo
santo, un solo cuerpo y un solo espíritu. Precisamente por ello todo ac- de algunas notas excluyentes y otras incluyentes.
to de asistencia al hombre enfermo, lo mismo en las estructuras sanita-
rias de vanguardia que en las sencillas estructuras de los países en vías
de desarrollo, si está hecho con espíritu de fe y con delicadeza fraterna,
a) Notas negativas
se transforma, en un sentido muy auténtico, en acto de religión.
Con~iene subrayar, antes de nada, algunos riesgos que han de pro-
curar evitar tanto los voluntarios como los que se dedican a reflexionar
El cuidado de Jos enfermos, desempeñado en un contexto de res-
sobre el voluntariado.
peto por la persona, no se limita a la terapia médica o a la intervención
- Hace unos años se hizo famoso un libro titulado: Creer es com-
quirúrgica, sino que está finalizado a sanar íntegramente al hombre,
pr~meterse .. El título resulta verdadero sólo en parte. Es cierto que Ja
restituyéndole la armonía de un equilibrio anterior, el gusto por Ja vi-
da, la alegria del amor y de la comunión 19 . fe mcluye siempre un compromiso práctico, pero no puede reducirse a
A las consideraciones anteriores, este texto añade la referencia al él. El ':'~luntario cristiano ha de poner en práctica su fe, pero no debe
misterio de la encarnación, por el que el Verbo de Dios ha sanado, ele- tranqmhzar su conciencia considerando que con su acción social que-
da amortizada la exigencia de su fe.
vado y reunido al pueblo de los redimidos. Esa intervención de Dios
en la historia humana unifica la dimensión vertical y la horizontal de . -E~ algunas ocasiones se ha pensado y afirmado que el volunta-
Ja fe. El servicio a los hermanos es en realidad un acto de religión. riado viene a ser una cantera de mano de obra barata en beneficio de
No deberíamos dejar dormir estas palabras en el almacén de las he- ~as ~~titucion~s públicas, que así podrían ahorrarse los fondos que en
merotecas o de los diccionarios de pastoral. En ellas se encuentran al- Justicia debenan dedicar al ámbito de las necesidades sociales. Si el
gunos criterios de discernimiento que habrán de ser tenidos en cuenta voluntariado fuera solamente eso, no sólo no sería cristiano, sino que
por los cristianos, así como por las diversas comunidades en las que se entraría a formar parte del pecado estructural que trata de paliar.
fomenta, se vive y se evalúa el voluntariado específicamente cristiano. -Como en tantas otras actividades, que según Jesús pueden incluir
Tras estas evocaciones, se podría plantear la pregunta por lo espe- hasta ~¡ ayuno, la limosna y la oración (Mt 6, 1-18), también en el vo-
cífico que diferencia el voluntariado cristiano del prestado por los no luntanado moderno puede infiltrarse un cierto peligro de autoafirma-
cristianos. Parece que la diferencia no está tanto en la actividad misma ción Y fariseísmo. Es decir, el bien podría ser realizado con Ja mira
como en el espíritu: no en el «qué» sino en el «cómo» y el «por qué». puesta en la gratificación personal que de él se podría derivar con lo
que perdería su integridad. '
19. Juan Pablo ll, Discurso al Pontificio consejo de la pastoral para los agentes sa- - Por último, el voluntariado no debería ser considerado como una
nitarios (9.3.1998): Ecclesia 2886 (28.3.1998) 25. salida fácil para personas necesitadas de atención, afecto y reconoci-
Escenarios y problemas El voluntariado 399
398

miento social. La responsabilidad a la que se comprometen es dema- a) Con sus sombras y sus luces
siado grande. Por eso no puede ser entendida como una forma de te-
Es cierto que el voluntariado está expuesto a algunas ambigüeda-
rapia para personas que necesitan robustecer su autoestima o como
des, las mismas, por otra parte, que pueden empañar cualquier activi-
una ocupación para personas aburridas y bienintencionadas.
dad humana: las eternas tentaciones del tener, del poder o del prestigio.
- El voluntariado tiene un valor innegable. Puede constituir un ver-
b) Notas positivas dadero ejercicio de la fe, de la esperanza y de la caridad.
- El voluntariado no hace innecesaria ni superflua una atención es-
Aunque no necesitaría ulteriores justificaciones confesionales, el tructural en favor de los pobres y desvalidos, que se les debe por razón
voluntariado cristiano parece fundamentarse en algunas bases que re- de la justicia.
sultan irrenunciables. - El voluntariado significa que la persona descubre en sí misma al-
- En primer lugar, la fe en un Dios Padre de todos, confesado como gunos dones y carismas que ha recibido gratis y que gratis ha de com-
principio del amor (1 Jn 4, 8), exige un compromiso afectivo y efecti- partir con los hermanos (Mt 1O, 8).
vo en favor de los hijos de Dios, que son nuestros hermanos. - El voluntariado es una escuela en la que la persona aprende los
- Por otra parte, la asunción y la práctica de la fe, recibida y confe- valores humanos más elementales y se ejercita en la edificación de un
sada en la comunidad eclesial, conlleva una dimensión comunitaria en mundo diferente.
el ejercicio de sus compromisos sociales. - El voluntariado es una ocasión privilegiada para descubrir que en
-Una forma de vivir eclesialmente la vocación a la fe exige una
el ámbito del espíritu sólo vive quien se desvive por los otros, quien da
disposición a responder a las exigencias más auténticas de la caridad
su vida por amor a los demás (Jn 15, 13).
que se traducen en el servicio a los pobres y necesitados.
- El voluntariado es una oportunidad de gracia para recordar que la
- Es preciso reafirmar la necesidad de una presencia más activa de
J la fe en los ámbitos sociales, aunque pudieran estar marcados por la
caridad cristiana o es servicial o no es caridad (1 Cor 13, 4).
l secularidad y aun por la increencia.
- Resulta evidente que los trabajos en favor de la promoción hu- b) Con sus interpelaciones
1 mana constituyen ya el principio de Ja tarea de la evangelización.
- La llamada a las Iglesias a articular los pasos para un ecumenis- El voluntariado puede constituir hoy un verdadero signo profético,
mo doctrinal, pasa por los compromisos nacidos de la caridad, que de- de esos que están llamados a interpelar a la comunidad eclesial y al
terminan una forma de ecumenismo práctico. mundo en general. En un movimiento de este tipo ha de ver la comu-
- Y por fin, aunque parezca una nota egoísta, el creyente sabe nidad cristiana el renacimiento y la permanencia de los mejores idea-
que la ayuda que presta a los demás es siempre la mejor forma de les que se vieron reflejados en el Evangelio; más aún, ha de ver la so-
autoayuda. ciedad secular la vigencia y urgencia de lo s valores que han de
configurarla como humana y humanizadora.
1. En el seno mismo de la Iglesia, el voluntariado constituye una
5. Una tarea urgente llamada profética tanto para la misma persona voluntaria como pa-
ra las personas a las que se acerca, y en general, para la comunidad
Hemos partido de una evocación de la realidad social y a ella que- entera.
remos volver, tras haberla examinado a la luz de la razón y de la fe. El - En primer lugar, para la misma persona voluntaria, que ha de ir
breve recorrido realizado hasta aquí nos lleva a concluir con algunas descubriendo cada día las palabras del Señor: «Hay más gozo en dar
reflexiones que orienten nuestro compromiso humano y cristiano. El que en recibir» (Hch 20, 35).
voluntariado es un fenómeno que, con sus sombras y sus luces, nos ha - Para las personas «atendidas» por los voluntarios, que han de re-
de ayudar a recordar la inesquivable vocación del cristiano a entregar cordar humildemente que desempeñan el papel del mismo Jesús cuan-
su vida por sus hermanos. do es atendido por su hermanos (Mt 25, 40).
400 Escenarios y problemas El voluntariado 401

- Para la misma comunidad, que está llamada a recordar que ha de El voluntariado cristiano es una denuncia profética. Una denuncia
perpetuar por los siglos Ja actitud y los gestos de los apóstoles, los de la falta de fe en Dios y en el ser humano. Una denuncia de los pe-
cuales, sin tener oro ni plata, estaban dispuestos a entregar a Jos nece- cados de desesperación y de presunción, que hacen difícil, cuando no
sitados lo mejor que tenían (Hch 3, 6). imposible, la itinerancia paciente de la esperanza. Una denuncia de la
2. Pero el voluntariado ha de ser un signo profético también para indiferencia y el desentendimiento que niega cada día en la práctica
los que, desde fuera, miran con mayor o menor simpatía lo que ocurre las pretensiones y promesas del amor.
en el seno de la Iglesia. Ya el libro de los Hechos de los apóstoles nos Pero ni el anuncio ni la denuncia serán posibles sin la renuncia. De
recuerda que esta palabra de admiración brotaba con frecuencia de los otra forma, el profeta nunca sería creído. El voluntariado es un signo
labios de Jos observadores ante el espíritu que parecía mover a los cris- de que el ser humano se realiza precisamente en la renuncia a la co-
tianos de la primera hora (Hch 2, 46; 3, 11; 4, 33). modidad, al egoísmo y al individualismo.
Esa interpelación del voluntariado habrá de afectar, en primer lu- Los voluntarios cristianos saben y creen que a ellos les serán diri-
gar, a los inmediatos beneficiarios, después a los meros espectadores gidas las palabras del Señor de la historia: «Tuve hambre y me disteis
y, por último, a las mismas estructuras sociales. de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me hospe-
- Los inmediatos beneficiarios han de preguntarse quiénes son los dasteis; desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis; me hallaba
que les sirven de forma desinteresada y cuáles son los extraños moti- en prisión y vinisteis a verme» (Mt 25, 35-36).
vos que los animan. En esas preguntas iniciales se encuentra ya el co-
mienzo de la evangelización, como afirmaba Pablo VFº.
- Los espectadores de la escena pública habrán de preguntarse por 6. Conclusión
qué en un mundo marcado por el pragmatismo y el utilitarismo, otras
personas son capaces de entregar gratuitamente su tiempo y sus capa- Es bueno subrayar la tarea de los voluntarios, reconocer su dispo-
cidades, tanto personales como profesionales. nibilidad y alabar su dedicación. Pero la palabra puede traicionar al es-
- Y por último, las mismas estructuras sociales, a menudo tan in- píritu. Entendemos con frecuencia lo «voluntario» como lo opcional y
formatizadas como mecanizadas, deberían dejarse impregnar por el prescindible. Pero no puede ocurrir así con el voluntariado cristiano.
sentido de la gratuidad que es propio del voluntariado. El perfil del voluntario cristiano se determina más por la respuesta a
una vocación que por la decisión voluntaria del que dispone de su
tiempo y sus aptitudes. Un cristiano no es libre para ser «voluntario» o
c) Con su profecía
no; tan sólo es libre para determinar, de acuerdo con sus dones y ca-
Como se recuerda varias veces en esta obra, el Documento de Pue- rismas, el lugar donde ha de ejercer su «voluntariado».
bla afirma que la profecía incluye siempre un impulso de «anuncio» El voluntario cristiano no dedica a los demás su tiempo por simple
y otro de «denuncia». El anuncio de unos valores deja de manifiesto la capricho personal, sino porque no tiene otra alternativa si quiere ser
ausencia o la pérdida de los mismos. fiel a su ser de cristiano. Los que entregan su tiempo a los demás han
El voluntariado cristiano es un anuncio profético. Un anuncio de reconocer humildemente que «son siervos inútiles» (Le 17, 10),
del Dios de la misericordia. Un anuncio de Jesucristo, que pasó por que no han hecho más que lo que tenían que hacer.
el mundo haciendo el bien. Un anuncio de la esencia y de la misión El voluntariado cristiano busca sus raíces en Jesucristo y su estilo
del Espíritu santo en la Iglesia, llamada a ser sacramento de espe- de presencia en la presencia misma de la Iglesia. Con razón han escri-
ranza para el mundo. Un anuncio del valor único e irrepetible de ca- to los obispos de la Comisión episcopal española de pastoral:
da ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26-27). El voluntario cristiano que actúa (en el ámbito de la salud y de la sani-
Un anuncio del mundo nuevo que esperamos, en el que ya no habrá dad) se sabe partícipe de la misma misión de Cristo, que vino a asumir
lágrimas ni dolor ni muerte (Ap 21, 4). la causa del hombre entero, a ofrecerle una nueva calidad de existencia,
a revelarle los nuevos horizontes de la esperanza, a ser mediador del
20. Cf. Pablo VI, exhortación Evangelii nuntiandi (8.1 2. 1975), 21. amor infinito del Padre, a reconciliarlo con sus propios límites. En la
402 Escenarios y problemas

variedad de servicios que presta y de espacios donde actúa, el volunta-


rio ha de ser consciente de que nunca es de forma excluyente un «agen-
17
te social» o un «agente pastoral», sino un testigo del Evangelio. De ahí
la necesidad imperiosa de educarse en la escuela del buen samaritano,
MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL
de formarse para servir mejor, de enriquecer a diario las motivaciones
y purificarlas, de cultivar el sentido de participación y de pertenencia a
la comunidad, de mantener viva y creativa la llama de la solidaridad
mediante la oración.

El voluntario cristiano se identifica con Cristo, que es presentado


por las confesiones de fe como maestro o profeta, como mediador o
sacerdote, como pastor o servidor. Ahí se condensa la triple misión de Nos hallamos en la era de la información. El mundo se ha conver-
la Iglesia entera. Y así se define el perfil «cristiano» del voluntariado. tido en una aldea planetaria en la que todos los ciudadanos están in-
Una misión profética, en la que se repite a través de los tiempos, formados de lo que se hace, se dice y hasta se piensa en todo el mun-
la apasionada y convencida exclamación de san Pablo: «¡Ay de mí si do1. La urbanización, la industrialización y la modernización han
no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9, 16). Una misión celebrativa, por propiciado las condiciones para el desarrollo de la comunicación so-
la que el voluntario trata de hacer de puente entre Dios y los hombres, cial; por otra parte, esos mismos procesos generan sociedades que de-
testimoniar y evidenciar la santidad y la cercanía de Dios, su miseri- penden cada vez más de esa comunicación2 .
cordia y su ternura. Y una misión de servicio a todos, especialmente La información parece ser la clave del conocimiento. Sabe quien
a los más pobres, en cuanto que los voluntarios pretenden humilde- está informado. Y parece ser también la clave del poder. La informa-
mente convertirse en las manos acariciadoras de Dios y de Jesús. ción da poder, lo defiende y lo sustenta. Tal vez por eso ha surgido es-
En consecuencia, parece necesario redescubrir la eclesialidad de ta nueva «triple alianza» entre información, sabiduría y poder. Mutua-
una vocación que constituye hoy un privilegiado signo de los tiempos. mente se apoyan y se j ustifican, se buscan y se ayudan. En un mundo
En el mundo de hoy se necesitan voluntarios. Los puntos negativos globalizado, la información está al servicio de la economía y de los
que se pueden encontrar en el voluntariado moderno no son una razón grandes mercados, de la seguridad de los ciudadanos y de los Estados
suficiente para ignorarlo, sino otras tantas invitaciones para purificar frente a la amenaza del terrorismo internacional.
su intención y su sentido. Pero la información no es neutra y aséptica, como tampoco son
neutros el saber y el poder. La información ofrece las noticias, pero
previamente las selecciona según determinados intereses, las presenta
PAUTAS DE TRABAJO
justamente en el momento que «alguien» considera oportuno, las uti-
liza como medios para conseguir fines económicos, políticos, socia-
1. Recopilar datos con el fin de adquirir conciencia de las necesidades y les, religiosos o contra-religiosos.
posibilidades de voluntariado en la propia ciudad.
La información nunca es totalmente objetiva. Los hechos nunca
2. Estudiar las leyes concretas sobre el voluntariado que existen en el pro-
pio país y ver el espacio que conceden a la intervención de la sociedad civil.
pueden ser presentados en su «objetividad». La pretendida objetividad
3. Tratar de completar las exigencias éticas que supone un ejercicio res- se convierte con frecuencia en una especie de ritual estratégico pues-
ponsable del voluntariado. to al servicio de la imagen de una persona, de un medio de comunica-
4. Preguntarse por las características específicas que pueden distinguir al
voluntariado cristiano. l. Sobre la verdad de este tópico, cf. G. Sartori, Homo videns. La sociedad teledi-
rigida, Madrid 1998 («La aldea global de McLuhan es 'global' sólo a medias, por lo que
en realidad no es global. La cámara de televisión entra fácil y libremente en los países
libres; entra poco y con precaución en los países peligrosos; y no entra nunca en los pa-
íses sin libertad», p. 89).
2. M. Janowitz, El estudio de la comunicación de masas, en Enciclopedia interna-
cional de las ciencias sociales II, Madrid 1974, 573.
404 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 405

ción o de la empresa. Aun en el medio más «objetivo», los hechos son lores, porque precisamente los medios de comunicación social se atri-
juzgados y evaluados, en sus raíces, causas y consecuencias, tanto en buyen con frecuencia la última responsabilidad de definirlos, tutelar-
la presunta intención de los protagonistas como en el previsible uso de los e inculcarlos a las distintas generaciones.
los receptores de la noticia. Sin embargo, la comunicación también ha favorecido algunos va-
La noticia es comentada al tiempo que es ofrecida. Y el comenta- lores importantes como el conocimiento de las personas, el reconoci-
rio de la noticia se convierte con frecuencia en otra noticia, tan impor- miento de las características culturales de los pueblos o la promoción
tante o más que la primera. El comentario de la noticia incluye nece- de la solidaridad en momentos de emergencia.
sariamente una serie de referencias axiológicas. No hay noticia que no
revele todo un mundo de valores y contravalores.
b) Los medios y la cultura

Con frecuencia se insiste en la obviedad de que los medios de co-


1. Importancia de los medios de comunicación municación son tan sólo eso: unos instrumentos o «medios» que es pre-
ciso aprender a utilizar correctamente. Pero tal observación ha quedado
En la «aldea global» que pretende ser la cultura contemporánea, a obsoleta. Es una parcelación de un sector que no sólo ha ido adquirien-
pesar de sus caprichos individualistas y sus fortines nacionalistas, los do una enorme autonomía, sino que constituye uno de los signos privi-
medios de comunicación social han adquirido una evidente importan- legiados de la nueva cultura. Así lo ha reconocido Juan Pablo ll:
cia. Así lo reconoce el Catecismo de la Iglesia católica:
Constituye una señal muy positiva el hecho de que cada vez más los me-
Dentro de la sociedad moderna, los medios de comunicación social de- dios de comunicación social estén considerados como algo más que me-
sempeñan un papel importante en la información, Ja promoción cultural ros instrumentos. De hecho, forman por sí solo un mundo - «una cultura
y la formación. Su acción aumenta en importancia por razón de los pro- y una civilización>>- que la Iglesia también está llamada a evangelizar. La
gresos técnicos, de la amplitud y la diversidad de las noticias transmiti- cuestión de la implicación de la Iglesia en el mundo de las comunicacio-
das, y la influencia ejercida sobre la opinión pública (CCE 2493). nes sociales se transforma, pues, en cuestión acerca de la misión que per-
sigue una auténtica inculturación. Además el mundo de las comunica-
El reconocimiento del papel de los medios de comunicación social ciones sociales no constituye un sector aislado, y conforme ejerce su
se muestra tanto en la admiración como en la crítica. Parece práctica- influencia en las distintas culturas, se asienta profundamente en ellas3 •
mente imposible mantener la indiferencia ante los medios. Las suspi-
cacias que suscitan apenas sí logran ocultar la seducción que han ejer- Ante las posibilidades de los medios hay que preguntarse por los
cido previamente en el usuario. valores que definen y realizan al ser humano, los valores que configu-
ran esa nueva cultura y los que son deseables para la promoción de
una sociedad más humana y más justa.
a) Los medios y los valores éticos Por otro lado, y siguiendo un elemental ejercicio de discernimien-
to, es preciso preguntarse si los valores humanos que se encuentran ca-
Los medios de comunicación social pueden ser hoy considerados da día reflejados por los medios de comunicación social coinciden con
desde muchos puntos de vista: desde el sociológico al religioso, des- los valores vividos y proclamados por Jesús de Nazaret; es decir, los
de el pedagógico al médico, desde el estético al ético. A este último se valores que distinguen el reino de Dios y que ha de promover una
limita nuestro tema. Antes de nada conviene preguntarse por el papel evangelización afectiva y efectiva4 •
que juegan los valores éticos en el ámbito de los medios de comunica-
ción social. El campo es inmenso e inabarcable, tanto si se mira con 3. Cf. la revista Ecclesia 2905-2906 (8 y 15.8.1998) 1217. El texto remite a la ex-
ojos de pensador como si se mira con ojos de creyente. hortación Ecclesia in A/rica, 7 1; D. Crowley-P. Heyer, La comunicación en la historia.
Ya una observación elemental percibe que la comunicación parece Tecnología, cultura, sociedad, Barcelona 1997; G. Pastor-M. R. Pinto-A. L. Cheverri
(coords.), Cultura y medios de comunicación, Salamanca 2000.
dañar con frecuencia valores humanos importantes como la verdad, la 4. Cf. B. Sorge, Nuova evangelizzazione e comunicazione di massa: Aggiorna-
justicia o la tolerancia. No es casualidad que se aluda a estos tres va- menti sociali 2 (1997) 99-114.
406 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 407

2. Las fuentes de la revelación Jesús de Nazaret es reconocido como un Maestro. Habla del Padre
y enseña como «quien tiene autoridad» (Mt 7, 29; cf. Me 1, 22; Le 4,
Como es obvio, resultará dificil encontrar en las páginas bíblicas 32). Invita a todos a seguirle como «el camino, la verdad y la vida» (Jn
una referencia normativa de tipo categorial a los modernos medios de 14, 6) y las gentes se reúnen para escuchar su predicación y su ense-
comunicación, pero siempre será posible buscar en ellas un horizonte ñanza (Mt 8, 1.18; Me 2, 2; 4 , l ; Le 5, 1). No pierde tiempo en discur-
trascendental de valores y de sentido. La revelación invita a los cris- sos insustanciales o justificándose a sí mismo, ni siquiera cuando es
tianos a reconocer los valores del bien y la verdad, la paz y la justicia, acusado y condenado (Mt 26, 63; 27, 12-14; Me 15, 5; 15, 61).
la fraternidad y el amor, la libertad y la colaboración entre todos los Su enseñanza adopta la forma de parábolas. Con las palabras más
hombres. sencillas revela las verdades más profundas. «En sus comunicaciones
Para la fe cristiana, toda la comunicación humana se basa en la co- mostraba respeto por sus oyentes, solicitud por su situación y sus ne-
municación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu santo. Esa comunión cesidades, compasión por su sufrimiento (por ejemplo, Le 7, 13 ), y
trinitaria llega hasta la humanidad, puesto que en y por Jesucristo, Hi- firme determinación de decirles lo que necesitaban oír, de un modo
jo y Palabra hecha carne, Dios se comunica a sí mismo y comunica su que debía atraer poderosamente su atención, y de ayudarles a recibir el
salvación a los hombres y mujeres. «Muchas veces y de muchos mo- mensaje, sín coerción ni componendas, sin engaño ni manipulación».
Por otra parte, el comunicador Jesús enseña que la comunicación
dos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profe-
es un acto moral: «De lo que rebosa el corazón habla Ja boca. El hom-
tas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Heb
bre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo, del
l, 1-2). La comunicación en la Iglesia y por medio de ella encuentra
~. tesoro malo saca cosas malas. Os digo que de toda palabra ociosa que
su punto de partida en la comunión de amor entre las personas divinas
1 y en su comunicación con nosotros5.
hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus
palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado» (Mt
Ahora bien, a la luz de la fe, la historia de la comunicación huma- 12, 34-37). Jesús critica severamente a quienes escandalicen a los «pe-
na es un largo camino que va desde Babel, lugar y símbolo del colap- queños» (Me 9, 42; cf. Mt 18, 6; Le 17, 2).
so de las comunicaciones (Gn 11, 4-8), hasta Pentecostés (Hch 2, 5- Él era completamente sincero; un hombre de quien se podía decir
11 ), ámbito del restablecimiento de la comunicación gracias al que «en su boca no se halló engaño» o que «al ser insultado no res-
Espíritu santo enviado por el Hijo. pondía con insultos, al padecer no amenazaba, sino que se ponía en
manos de aquel que juzga con justicia» (1 Pe 2, 22-23). Por eso puede
a) El mensajero y el mensaje pedir sinceridad y veracidad a los demás, y condenar la hipocresía, la
inmoralidad y cualquier forma de comunicación torcida y perversa:
En el centro de la historia, se nos revela Jesús como Palabra y co- «Sea vuestro lenguaje: Sí, sí; no, no, pues lo que pasa de aquí viene del
municación de Dios. El Padre nos comunica en su Hijo el amor y el maligno» (Mt 5, 37).
sentido último de la vida humana.
El mismo Cristo en su vida se presentó como el perfecto comunicador. b) La franja del manto
Por la encarnación se revistió de la semejanza de aquellos que después
iban a recibir su mensaje, proclamado tanto con palabras como con su Jesús no sólo comunica su mensaje con palabras. También con sus
vida entera, con fuerza y constancia, desde dentro, es decir, desde en obras revela el poder de Dios y su propia identidad y misión. Segura-
medio de su pueblo. Sin embargo, se acomodaba a su forma y modo de mente bastaría con esa afirmación para hilvanar toda una teología de
hablar y pensar, ya que lo hacía desde su misma situación y condición6• la comunicación7. En una famosa carta pastoral, el cardenal Cario M.
Martini se refería al episodio evangélico de la hemorroísa curada por
5. Cf. Pontificio consejo para las comunicaciones sociales, Ética en las comunica-
Jesús de los flujos de sangre que padecía (Me 5, 25-34; Le 8, 42-48).
ciones sociales (4.6.2000), 3, Ciudad del Vaticano 2000. ·
6. Id., Communio et progressio, 11. 7. Cf. F. Martinez Díez, Teología de la comunicación, Madrid 1994.
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En aquel pasaje evangélico, distingue el autor tres realidades que ca- adoraban a Dios; y diariamente en el ágora con los que por allí se en-
racterizan nuestra civilización, tan condicionada por los mass media: contraban» (Hch 17, 17). Entre sus oyentes había algunos filósofos
dos personajes o actitudes y un acontecimiento ante el cual se com- epicúreos y estoicos. Posiblemente con el fin de prestarle una mayor
portan de manera diferente: la masa, la persona y la comunicación. atención, lo acompañaron al Areópago (Hch 17, 19-20). Pablo aprove-
La masa es aquella multitud anónima de hombres y mujeres que se chó la ocasión para exponer su fe en el Dios creador y en Jesucristo re-
apretujan en torno a Jesús. En la multitud de curiosos se puede ver re- sucitado (Hch 17, 22-34).
flejada la imagen de las masas actuales, que se autocalifican de buen También este episodio puede ser considerado corno un icono de la
grado como utentes pasivos de unos medios que se llaman precisa- comunicación. Pablo transmite un mensaje vital para él. El discurso
mente «de masas». parte de un hábil intento de captar la benevolencia de sus oyentes. El
Sin embargo, entre Ja masa de los que se acercan a Jesús emerge mensajero comparte con ellos las mismas creencias y hasta un len-
una persona. Tiene un proyecto, una voluntad precisa y, sobre todo, guaje filosófico y poético. Finalmente, Pablo aprovecha el momento
una fe grande y profunda. Aun permaneciendo escondida entre lama- oportuno para anunciar Ja «novedad» del enviado por Dios y resucita-
sa anónima, esta mujer enferma vive un proceso de fuerte personali- do de entre los muertos. El análisis del relato habría de tener en cuen-
zación, entra en contacto auténtico con Jesús. Este surgir de la perso- ta las motivaciones por las que los oyentes rechazan el mensaje que les
na ha acontecido precisamente a través de una comunicación . Es la ha sido comunicado.
comunicación de la fuerza sanadora de Jesús a la mujer enferma. Pero, De todas formas, la presencia de Pablo en el areópago de Atenas
a diferencia de otras veces en las que Ja comunicación es más directa nos recuerda que los modernos medios de comunicación son inevi-
- Jesús habla, manda, toca- , aquí parece ser suficiente el contacto con tablemente un foro de encuentro y han de ser para los cristianos un
la franja del manto, para establecer la posibilidad de un encuentro y la lugar, si no teológico, sí al menos de evangelización. Cualquier ob-
emergencia de la persona. servación en torno a los mass media desde un punto de vista cristia- ...t
Martini utiliza esta parábola para apoyar su reflexión pastoral. no, habrá de preguntarse no solamente hasta qué punto son válidos •
También por medio de los mass media es posible una verdadera co- para anunciar el evangelio explícito de Jesucristo, sino para estable- l·
municación humanizante y hasta salvífica. Es necesario favorecer el cer los «preámbulos de Ja fe» y la base antropológica de consenso
proceso de «salida de la masa», para que las p ersonas, de consumido- para el acceso a la fe. l.1
res anónimos de mensajes e imágenes masificadas, pasen a una rela-
ción personal como receptores dialogantes, vigilantes y activos8•
3. Sobre la doctrina de la Iglesia
c) Los nuevos areópagos
Si la comunicación es hoy unos de los «signos de los tiempos» más
La Iglesia, enviada al mundo para anunciar la buena nueva (Mt 28, notables y omnipresentes, necesariamente ha de merecer Ja atención y
19-20; Me 16, 15), tiene la misión de proclamar el Evangelio hasta el la reflexión de la Iglesia.
fin de los tiempos. Así lo hizo en Jerusalén, en Samaria, en el mundo Baste recordar aquí Jos pasajes más explícitos de algunos docu-
helenístico y a lo largo y ancho del imperio romano. mentos en los que se mencionan los valores éticos como exigencia de
La doctrina de la Iglesia católica viene desde hace algún tiempo una auténtica comunicación personalizadora.
definiendo a los medios de comunicación social como el nuevo «areó-
pago». Así los presentó Juan Pablo 11 en la encíclica Redemptoris mis- a) PíoXII
sio, 37. Esta denominación trata de evocar aquella colina de Atenas,
situada al sur del ágora, o bien el Consejo del Areópago. Llegado a Las bases para una reflexión cristiana sobre los medios de comu-
Atenas, Pablo «discutía en la sinagoga con los judíos y con los que nicación se sientan ya en la encíclica Miranda prorsus de Pío XII
(1957). En ella se valoran Jos esfuerzos realizados por defender los va-
8. C. M. Martini,J/ lembo del mantel/o, Milano 1991, 9-11. lores humanos (MP 5). Anticipándose al debate sobre la libertad de los
410 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 411

agentes de la comunicación y su posible conflicto con otros valores, se pide a los pueblos subrayar los aspectos positivos de su vida, pero pro-
subraya ya entonces que «la verdadera libertad exige el acertado uso y híbe herir la fama de cualquier otro país'°.
la difusión de los valores que contribuyen a la virtud y al perfecciona-
miento humano» (MP 11 ). b) El concilio Vaticano JI
La intervención de la Iglesia en la evaluación de la comunicación
se justifica por su misión al servicio de la dignidad integral de la per- El concilio Vaticano II, tan interesado por los problemas más acu-
sona humana. Por eso rechaza la idea de «que una determinada forma ciantes de la humanidad, no podía ignorar la omnipresencia de los me-
de difusión puede ser explotada, puesta de relieve y aun exaltada, aun- dios de comunicación. A ellos dedicó el decreto Inter mirifica, pro-
que falte gravemente al orden moral, con tal que tenga mérito artístico mulgado al final de la segunda sesión conciliar (4.12.1963).
y técnico» (MP 12). En él se pregunta el Concilio por «las relaciones que median entre
La encíclica constata ya entonces la llegada de un universo nuevo, los llamados derechos del arte y las normas de la ley moral». Ante las
que pasa del dominio de la palabra a la invasión de la imagen. Ade- discusiones sobre la autonomía de la creación artística, se proclama la
más, la Iglesia levanta acta de un acontecimiento que se intuye como primacía del orden moral objetivo sobre los demás órdenes de valores,
revolucionario desde el punto de vista técnico y muy significativo des- sin excluir la esfera del arte (IM 6).
de el punto de vista ético: Para el Concilio, la responsabilidad por los valores éticos no pue-
de ser atribuida a un solo grupo de profesionales. En realidad, afecta
Las tres principales técnicas audiovisuales de difusión -el cine, la radio
a muchos agentes diversos: «periodistas, escritores, actores, autores,
y la televisión- no son simples medios de recreo y de entretenimiento
(aunque gran parte de los oyentes y de los espectadores las consideren
productores, realizadores, exhibidores, distribuidores, vendedores, crí-
preferentemente bajo tal aspecto), sino de verdadera y propia transmi- ticos y a cuantos participan de algún modo en la realización y difusión
sión de los valores humanos, sobre todo espirituales; y, por lo tanto, de las comunicaciones». Todos ellos, «informando e incitando, pueden
pueden constituir una forma nueva y eficaz de promover la cultura en conducir recta o erradamente al género humano» (IM 11 ).
beneficio de la sociedad moderna. Bajo ciertos aspectos, la técnica de En el mismo contexto, se invita a todos los profesionales de los
estos inventos ofrece, más que el libro, la posibilidad de colaboración y medios a comprometerse en la observancia de un código ético y a tu-
de intercambio espiritual, instrumentos de civilización común entre los telar la majestad del bien común por encima de los intereses particu-
pueblos todos del globo; perspectiva muy grata a la Iglesia, que, sien- lares. Las actividades económicas, políticas o artísticas no han de ser
do universal por naturaleza, desea la unión de todos en la común pose- contrarias al bien común. Por tanto, se propugnan dos medios que po-
sión de los auténticos valores (MP 13). drían ayudar a la promoción de dicho bien común: las asociaciones
profesionales y un código ético que oriente a todos en el cumplimien-
La encíclica invita al crítico católico de cine a acentuar los valores to de las normas morales (IM 11 ).
morales, sabiendo que sus juicios han de ser «una norma directiva se-
gura para evitar el peligro de deslizarse hacia un deplorable relativis-
c) Juan Pablo 11
mo moral o de confundir la jerarquía de los valores». Igualmente, los
diarios y publicaciones católicas han de informar a sus lectores sobre Como ha reconocido Benedicto XVI, su predecesor el papa Juan
el valor moral de los espectáculos (MP 23)9• Pablo 11 mantuvo relaciones constantes y fecundas con los profesiona-
Su sucesor, el papa Juan XXIII, sitúa la exigencia de verdad que se les de las comunicaciones sociales''· Su rico magisterio sobre los me-
espera de los medios de comunicación social en el marco del respeto
que un país debe a los otros pueblos. En la encíclica Pacem in terris 10. Juan XXIII, encíclica Pacem in terris, 90, donde se refiere a Pío XII, Radio-
pide que se observen las normas de una serena objetividad, que no im- mensaje navideño de 1940, enAAS 33 (1941 ), 5-14, en el que el papa Pacelli criticaba,
en tiempos de guerra, la «propaganda desenfrenada que no rehuye las manifiestas de-
formaciones de la verdad mostrando, día por día, y hasta hora por hora, ante la opinión
9. Para un estudio más amplio de este tema hasta el concilio Vaticano ll, cf. J. Iri- pública, a las naciones adversarias bajo una luz falseada y ultrajante».
barren, El derecho a la verdad. Doctrina de la Iglesia sobre prensa, radio y televisión 11. Así lo afirmó el 23.4.2005, en su Discurso a los responsables de Jos MCS pre-
(1831-1963), Madrid 1968. sentes en Roma para el cónclave: Enseñanzas de Benedicto XVI, 1.2005, 391.

l
Escenarios y problemas Medios de comunicación social 413
412

dios de comunicación social se recoge en los mensajes publicados pa- No basta, pues, usarlos para difundir el mensaje cristiano y el magiste-
ra Ja Jornada anual de las comunicaciones sociales 12• Son también im- rio de Ja Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje mismo en esta
«nueva cultura» creada por la comunicación moderna. Es un problema
portantes las alusiones que les dedica en las exhortaciones apostólicas
complejo, ya que esta cultura nace, aun antes que de los contenidos, del
sobre Ja familia (FC 76) y sobre la vocación y misión de los laicos
hecho mismo de que existen nuevos modos de comunicar con nuevos
(ChL 44). lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos psicológicos 13 •
Sin embargo, sobresale la encíclica Redemptoris missio, en la que
se reconoce el mundo de la comunicación como el primero de los mo- Además de esta reflexión, hay que mencionar la carta apostólica El
dernos «areópagos» en los que la Iglesia se encuentra con la cultura. rápido desarrollo, carta dirigida a los responsables de las comunica-
En este texto, tantas veces citado, se pueden distinguir tres partes, que ciones sociales (24.1.2005). En ella recuerda las intervenciones previas
Jo articulan al modo de una pequeña catequesis. En la primera parte del magisterio sobre este tema (I) e incluye una reflexión teológica so-
-<<Vet'>>-, se enfatiza la importancia de los medios de comunicación so- bre la comunicación de Dios con Ja humanidad por medio del Verbo
cial para la información y la formación de las nuevas generaciones: encamado y sobre la misión de Ja Iglesia de comunicar el misterio y el
El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunica- mensaje que le han sido confiados (ll). En un plano más práctico, pro-
ción, que está unificando a Ja humanidad y transformándola -como pugna la necesidad de un cambio de mentalidad y renovación pastoral
suele decirse- en una «aldea global». Los medios de comunicación so- (III), de forma que la Iglesia sea capaz de afrontar, de manera adecua-
,.
~ cial han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal
instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para
da, el cambio de época que estamos viviendo (núm. 8). El Papa se re-
fiere a las nuevas tecnologías y señala «cómo Internet no sólo propor-
.z;: los comportamientos individuales, familiares y sociales. Las nuevas ge- ciona recursos para una mayor información, sino que también habitúa
il neraciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por estos
r;. a las personas a una comunicación interactiva. Muchos cristianos ya es-
1' medios. tán utilizando este nuevo instrumento de modo creativo, explorando las
potencialidades para la evangelización, p ara la educación, para la co-
En un segundo momento -<~uzgar>>-, el Papa se pregunta por las municación interna, para Ja administración y el gobierno» (núm. 9).
actitudes pasadas de Jos cristianos ante Jos medios de comunicación En el contexto de esta obra importa subrayar que el Papa conside-
social y se plantea en profundidad e l significado que su uso podría al- ra los medios de comunicación como una encrucijada de las grandes
canzar con vistas a Ja evangelización: cuestiones sociales (IV):
Quizás se ha descuidado un poco este areópago: generalmente se privi- El positivo desarrollo de los medios de comunicación al servicio del
legian otros instrumentos para el anuncio evangélico y para la forma- bien común es una responsabilidad de todos y cada uno. Debido a los
ción cristiana, mientras los medios de comunicación social se dejan a la fuertes vínculos que los medios de comunicación tienen con la econo-
iniciativa de individuos o de pequeños grupos, y entran en la progra- mía, la política y la cultura, se hace preciso un sistema de gestión que
mación pastoral sólo a nivel secundario. El trabajo en estos medios, sin pueda salvaguardar la centralidad y la dignidad de la persona, la prima-
embargo, no tiene solamente el objetivo de multiplicar el anuncio. Se cía de la familia, célula fundamental de la sociedad, y Ja correcta rela-
trata de un hecho más profundo, porque la evangelización misma de la ción entre las diversas instancias (núm. 11).
cultura moderna depende en gran parte de su influjo.
Por tanto, se imponen algunas decisiones que pueden sintetizarse
El tercer momento -<<actuar>>-, aborda una alternativa muy intere- en tres opciones fundamentales: una tarea de formación, una partici-
sante. Se afirma, en efecto, que Ja evangelización no puede limitarse a pación responsable y la apertura a un diálogo que puede ser vehículo
usar los medios de comunicación, sino que ha de integrar la cultura de conocimiento recíproco, de solidaridad y de paz (núm. 11).
que Jos sustenta y es modelada por ellos para poder actuar de una ma- Tras una nota sobre la participación «de la opinión pública en la
nera adecuada: Iglesia» y «de la Iglesia en la opinión pública» (núm. 12), el docu-
12. Estos mensajes, iniciados por el papa Pablo VI ya en 1967 pueden encontrarse
en el archivo informático del Vaticano. 13. Juan Pablo JI, encíclica Redemptoris missio (7.12.1990), 3 7.
414 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 415

mento concluye con una exhortación a comunicar sin temor la verdad tras facilitan «una gran mesa redonda» para el diálogo, a veces gene-
con la fuerza del Espíritu santo (V) 14• ran «una forma de monocultura que oscurece el genio creador, reduce
la sutileza del pensamiento complejo y desestima la especificidad de
d) Benedicto XVI prácticas culturales y la particularidad de la creencia religiosa». Estas
distorsiones ocurren cuando la industria de los medios está al servicio
1. En su primera encíclica Deus caritas est, Benedicto XVI ha de sí misma o busca sólo el lucro, perdiendo el sentido de responsabi-
mencionado los medios de comunicación social dentro del contexto de lidad hacia el bien común.
la globalización. En efecto, recuerda el Papa que los modernos medios Una orientación ética exige la información precisa de los aconteci-
de comunicación acercan a las gentes, dan a conocer los desastres que mientos, la explicación completa de los hechos de interés público y la
padecen y las necesidades que las afligen, con lo que pueden contri- presentación justa de los diversos puntos de vista. Ni que decir tiene
buir a la promoción de la solidaridad: que los medios pueden ejercer un gran papel en el apoyo a la vida ma-
Los medios de comunicación de masas han como empequeñecido hoy
trimonial y familiar, que es la base de la sociedad y la cultura (núm. 3).
nuestro planeta, acercando rápidamente a hombres y culturas muy di- Finalmente, el Papa recuerda los tres pasos señalados en el último
ferentes. Si bien este «estar juntos» suscita a veces incomprensiones y documento de Juan Pablo 11, necesarios con vistas al servicio que los
tensiones, el hecho de que ahora se conozcan de manera mucho más in- mass-media deben prestar al bien común: formación, participación y
mediata las necesidades de los hombres es también una llamada sobre diálogo. El texto afirma que el esfuerzo para promover esos pasos,
todo a compartir situaciones y dificultades. Vemos cada día lo mucho ayudará a los medios a desarrollarse como una red de comunicación
que se sufre en el mundo a causa de tantas formas de miseria material o comunión y cooperación. Y ese desarrollo, por su parte, ayudará a lo~
espiritual, no obstante los grandes progresos en el campo de la ciencia hombres, mujeres y niños a prestar más atención a la dignidad de la
y de la técnica. Así pues, el momento actual requiere una nueva dispo- persona, a ser más responsables y abiertos a los otros, especialmente
nibilidad para socorrer al prójimo necesitado (DCE 30).
a los miembros más necesitados y débiles de la sociedad 1s.
2. Por otra parte, en el mensaje para la XL Jornada mundial de las
comunicaciones sociales, el papa Benedicto XVI ha querido reflexio- e) Otras orientaciones
nar sobre la concepción de los medios como una red que facilita la co-
municación, la comunión y la cooperación. El Pontificio consejo para las comunicaciones sociales ha desem-
Centrándose en la experiencia de comunión con Dios y con los de- peñado a partir del concilio Vaticano II un gran papel, tratando de edu-
más, que se encuentra reflejada en la Carta a los efesios (Ef 2, 18-22), car la conciencia de los católicos sobre la importancia de los medios de
afirma el Papa que «la comunicación auténtica demanda valor y deci- comunicación social, y de señalar los criterios éticos que han de regir
sión radicales. Requiere la determinación de aquellos que trabajan en su utilización. He aquí algunos de los documentos que ha publicado.
los medios para no debilitarse bajo el peso de tanta información nipa- 1. Recogiendo el mandato del Concilio y con la aprobación de Pa-
ra conformarse con verdades parciales o provisionales. Por el contra- blo VI, este Consejo -entonces Comisión- publica el 18.5 .1971 la
rio, requiere tanto la búsqueda como la transmisión de lo que es el sen- instrucción pastoral Communio et progressio 16• En ella se recuerda
tido y el fundamento último de la existencia humana, personal y que «el recto uso de los medios de comunicación social recae en todo
social. De esta forma, los medios pueden contribuir constructivarnen- el pueblo de Dios» (CP 4). Enumera algunos valores que los medios
te a la propagación de todo lo que es bueno y verdadero» (núm. 2). pueden promover, así como algunos antivalores que con frecuencia
Reconoce el Papa que los medios de comunicación social facilitan fomentan (CP 6-9.12-23); también ofrece un principio ético esencial:
el intercambio de información, ideas y entendimiento mutuo entre los
grupos humanos, aunque también están teñidos de ambigüedad. Mien- 15. A propósito de este apartado, cf. M. Cortés, Breve aproximación a la doctrina
de la Iglesia sobre los medios de comunicación como transmisores deje y cultura, en
Cultura y medios de comunicación, 739-751.
14. Otros textos se encuentran recogidos en E. García, Diccionario de Juan Pablo 16. ~omisión pontificia para las comunicaciones sociales, instrucción pastoral
!!, 570-579. Commumo et progressio, en AAS 63 (1971 ), 593-656.
416 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 417

Es necesario que toda comunicación se ajuste a la ley primordial de la -que la Iglesia sostenga a los profesionales de los medios de co-
sinceridad, de la honradez y de la verdad. No bastan, pues, la buena in- municación; ·
tención y la recta voluntad, para que la comunicación resulte, sin más, -que elabore una antropología y una verdadera teología de la co-
honesta. Es además necesario que la comunicación difunda los hechos municación;
a partir de la verdad, esto es, que dé una imagen verdadera de las cosas -que la misma teología se haga más comunicativa, más eficaz pa-
y que ella misma tenga su propia verdad intrínseca. La estima y el valor
ra revelar los valores evangélicos y aplicarlos a las realidades contem-
moral de una comunicación no nace sólo de su contenido ni de su en-
poráneas de la condición humana;
señanza teórica, sino también del motivo que la determina, del modo y
técnica de expresión y persuasión, de las circunstancias y de la diversi-
-que los responsables de la Iglesia y los agentes pastorales respon-
dad misma de los hombres a los que se dirige (CP 17; cf. IM 4). dan con buena voluntad y prudencia a las demandas de los medios de
comunicación;
~que traten de establecer con ellos relaciones de confianza y de
La instrucción subraya seguidamente las implicaciones éticas del
respeto mutuo, fundadas sobre valores comunes con los que no com-
derecho a obtener y comunicar la información, así como los presu-
puestos éticos de la publicidad, al tiempo que propone cauces educa- parten la fe cristiana (AN 8).
Este subrayado de los valores comunes, sin olvidar que por huma-
tivos adecuados para «transmisores» y «receptores».
nos pueden ser ya en cierto modo cristianos, se encuentra también en
1 La tercera parte del documento se refiere más directamente a la
•I otros lugares de la instrucción (cf. AN 12). Sobre el tema de los valo-
•I importancia que los medios tienen y han de alcanzar para la evangeli-
i: res éticos vuelve el documento al ofrecer las líneas para elaborar un
zación y para la vida de los católicos. .
plan pastoral de comunicaciones (AN 24.33) y alentar la formación
2. A los veinte años de la Communio et progressio, el Pontificio
espiritual de Jos profesionales católicos (AN 29).
consejo para las comunicaciones sociales publicó la instrucción Aeta-
3. El mismo Pontificio consejo para las comunicaciones sociales
tis novae (22.2.1992) 17• En ella se constata que los medios de comuni-
publicó un interesante documento sobre la Ética en la publicidad
cación han significado la aparición de una nueva cultura:
(22.2.1997) 18 •
El cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone, más En él se subraya que, en la sociedad moderna, la publicidad tiene
que una simple revolución técnica, la completa transformación de aque- un profundo impacto en cómo las personas entienden la vida, el mun-
llo a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la do y a sí mismas, especialmente en relación a sus valores y sus modos
percepción verifica y expresa. El constante ofrecimiento de imágenes e de elección y comportamiento. El documento se refiere explícitamen-
ideas así como su rápida transmisión, realizada de un continente a otro te a la debatida cuestión de Ja neutralidad axiológica de los medios de
tienen consecuencias, positivas y negativas al mismo tiempo, sobre ei comunicación, para afirmar que los medios reflejan el panorama ético
desarrollo psicológico, moral y social de las personas, la estructura y
de la sociedad, pero contribuyen también a educarlo y modificarlo. De
el funcionamiento de las sociedades, el intercambio de una cultura con
hecho, la publicidad influye en los valores éticos tanto por acción co-
otra, la percepción y la transmisión de los valores, las ideas del mundo,
las ideologías y las convicciones religiosas. La revolución de las comuni-
mo por omisión. Mientras que a veces promueve falsos valores éticos,
caciones afocta incluso a la percepción que se puede tener de la Iglesia y en otras ocasiones silencia voluntariamente aspectos de la realidad que
contribuye a formar sus propias estructuras y funcionamiento (AN 4). serían imprescindibles para conocerla en su integridad.
Los publicitari.os seleccionan los valores y actitudes a ser fomentados y
Las empresas multinacionales de comunicación imponen a otros alentados; mientras promocionan unos ignoran otros. Esta selectividad
pueblos y culturas unos parámetros culturales con detrimento de formas contradice la idea de que la publicidad no hace más que reflejar el en-
artísticas, de medios de comunicación que se encuentran en ellas y de torno cultural. Por ejemplo, la ausencia de publicidad de ciertos grupos
valores que contienen (AN 5). La nueva situación exige de la Iglesia una raciales y étnicos en algunas sociedad multirraciales o multiétnicas pue-
de contribuir a crear problemas de imagen e identidad, especialmente
apertura al diálogo, que requiere algunas actitudes novedosas:
entre los grupos marginados, y se dará de forma casi inevitable la im-
17. Pontificio consejo para las comunicaciones sociales, instrucción pastoral Aeta-
tis novae, enAAS 84 (1992), 447-468. 18. Id., Ética en la publicidad (22.2.1997), Ciudad del Vaticano 1997.
418 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 419

presión, en la publicidad comercial, de que poseer muchas cosas lleva a Los usuarios de la comunicación social han de esforzarse por infor-
la felicidad y satisfacción, lo cual es erróneo y frustrante (núm. 1O). marse, discernir, seleccionar y hacer opciones responsables, de acuer-
do con sólidos criterios éticos. En concreto, «los padres tienen el serio
El documento retoma la imagen del «areópago», aplicada a los deber de ayudar a sus hijos a aprender a valorar y usar los medios de
medios por Juan Pablo II, para afirmar que la Iglesia no sólo ha de uti- comunicación, formando correctamente su conciencia y desarrollando
lizar los medios para evangelizar, sino que ha de asumir todas las im- sus facultades críticas» (núm. 25).
plicaciones de esa observación. «Los medios comprenden una parte El documento recuerda la necesidad de aplicar los principios éticos
central de aquel gran moderno areópago donde las ideas se comparten a las nuevas circunstancias (núm. 28). Esos principios y valores se re-
y las actitudes y los valores se forman» (núm. 22). sumen en servir a la persona, construir una comunidad social fundada
4. Con motivo del Jubileo de los periodistas, el mismo Pontificio en la solidaridad, la justicia y el amor, y decir la verdad sobre la vida
consejo para las comunicaciones sociales publicó otro documento ti- humana y su plenitud final en Dios (núm. 33)20.
tulado É tica en las comunicaciones sociales, que pretende «apoyar a
los profesionales de la comunicación, proponiéndoles principios posi-
tivos para asistirles en su trabajo», y fomentar un diálogo en el que to- 4. Algunas cuestiones éticas
das las partes interesadas puedan participar (núm. 4).
Como se sabe, la comunicación social aporta algunos beneficios La pregunta por los valores éticos en los medios de comunicación
económicos, políticos, culturales, educativos y religiosos (núm.7-12), social no puede ser en modo alguno sirnplificada21 . Si los valores nun-
pero el documento recuerda distintos abusos que se observan en cada ca están ausentes de la acción humana, mucho menos lo estarán en una
una de esas áreas (núm. 14-19). Para promover los beneficios y evitar acción programada como medio de encuentro y de relación, de trans-
los abusos, «Se pueden aplicar siempre los principios de la ética social, misión de cultura o de socialización22 .
como la solidaridad, la subsidiariedad, la justicia, la equidad y la res- Como ha explicado Parsons, los medios de comunicación determi-
ponsabilidad en el uso de los recursos públicos y en el cumplimiento nan constantemente los «factores de control», que son fundamental-
de funciones de responsabilidad pública. La comunicación debe ser mente los sistemas de valores que tratan de mantener las estructuras
siempre veraz, puesto que la verdad es esencial a la libertad individual culturales institucionalizadas. Tales medios de influencia ofrecen, de
y a la comunión auténtica entre las personas» (núm. 20). hecho, una censura axiológica, a veces ostentosa, que se realiza a cos-
Refiriéndose a las tres áreas que configuran la comunicación ta de la despersonalización del individuo, como ha apuntado Haber-
- mensaje, proceso y cuestiones estructurales y sistemáticas- , se pro- mas23. De esa forma resulta bastante dificil, al menos a corto plazo, el
ponen tres principios éticos: cambio de las estructuras normativas, jurídicas o penales que configu-
- La persona humana y la comunidad humana son el fin y la medi-
da del uso de los medios de comunicación social (núm. 21). 20. Finalmente, el día 22 de enero de 2002, el mismo Pontificio consejo para las
-El bien de las personas no puede realizarse independientemente comunicaciones sociales ha publicado dos documentos realmente novedosos: La Iglesia
del bien común de las comunidades a las que pertenecen (núm. 22). e Internet y Ética en Internet.
2 1. Cf. N. Blázquez, Ética y medios de comunicación, Madrid 1994; R. Hevia, .La
-Es necesaria la participación pública en la elaboración de decisiones palabra pública. Ética y periodismo, Santiago de Chile 1994; A. Echániz-J. Pagola, Eti-
sobre la política de las comunicaciones. En todos los niveles, esta parti- ca del profesional de la comunicación, Bilbao 2004; R. E. Trotti, La dolorosa libertad
cipación debería ser organizada, sistemática y auténticamente represen- de prensa. En busca de la ética perdida, Buenos Aires 1993; F. Vázquez, Ética y deon-
tología de la información, Madrid 1991; P. J. Rossi-P. A. Soukup (eds.), Mass Media and
tativa, sin desviarse en favor de grupos particulares (núm. 24)19. the Moral Jmagination, Kansas City 1994; R. Termes, Libertad.frente a censura en la in-
El documento recuerda, además, que «los comunicadores profe- terne/, Pamplona 1997.
sionales no son los únicos que tienen deberes éticos. También las au- 22. A este propósito y por lo que se refiere a España, la Comisión episcopal de me-
diencias - los usuarios- tienen obligaciones». Los comunicadores res- dios de comunicación social publicó el 23.9.1992, el documento Comunicación y valo-
res éticos: BOCE 36 (1992) 235-236.
ponsables de sus deberes merecen audiencias conscientes de los suyos. 23. C. M. Korfias, Opinión pública, en Diccionario de sociología , Madrid 1986,
1186-1199; A. Benitoi (ed.), Diccionario de ciencias y técnicas de la comunicación,
19. Estos tres principios son recogidos en el CDSI 416. Madrid 1991; J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona 1982.
420 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 421

ran los cauces mínimos de moralidad permitidos por la sociedad en un rirse, en primer Jugar, a la persona y a las personas que elaboran el
determinado momento histórico. contenido material del mensaje comunicado: reporteros, periodistas,
La comunicación moderna sigue el esquema ya diseñado por Aris- redactores, guionistas, dibujantes, locutores, técnicos, etc. De Jos pe-
tóteles en su Retórica, en el que se subrayaba tanto el papel de la per- riodistas se ha dicho que viven cada día entre el protagonismo y el
sona que habla y el de la persona que escucha, como el del mismo dis- riesgo26 • Tal aserto es verdadero si se entiende en el sentido literal, im-
curso pronunciado. Aquel esquema habría de ser, de una forma u otra, pregnado de connotaciones sociales. Pero también es verdadero si se
retomado por los estudiosos modernos, desde Claude Shannon y Wa- entiende desde el punto de vista ético.
rren Weaver, hasta Schramm, Westley, McLean, Fearing o Johnson y De alguna forma, sin embargo, se puede afirmar que el sujeto es
tantos otros. Se la puede estudiar según el esquema que contempla los también el medio mismo: periódico impreso, emisión de radio, emi-
componentes del proceso de la comunicación: l. La fuente de la co- sión de televisión, empresas productoras de discos, cintas, vídeos y
municación; 2. el encodificador; 3. el mensaje; 4. el canal; 5. el deco- otros soportes de la palabra o la imagen.
dificador; 6. el receptor de la comunicación. Hay un tercer sujeto cada día más activo y productivo, que por ser
Por lo que afecta al campo ético, se espera de la fuente-encodifi- más personal, no deja de ser bastante anónimo: las empresas vincula-
cador tanto sus habilidades comunicativas, como sus actitudes mora- das a la producción de productos de informática.
les. El subrayado de las actitudes del mensajero interpela inevitable- El sujeto de la comunicación es también la empresa o el grupo
mente a su coherencia ética y a su sentido de la responsabilidad24 . económico que comparte la propiedad de los medios de comunicación
Claro que no se puede olvidar tampoco la importancia que las acti-
social o que facilita su comercialización y distribución27 .
tudes tienen en el papel del decodificador-receptor. La forma en que re-
Y dando un paso más, en el ámbito del sujeto habrá que considerar
cibe y descodifica el mensaje está determinada y modificada por sus ac-
a todos aquellos que, con su patrocinio publicitario, sustentan total o
titudes personales hacía sí mismo, hacia Ja fuente, hacia el contenido del
en una gran parte los gastos de la comunicación.
mensaje y hacia el medio en el que tal comunicación se produce25 .
A todos ellos cabría preguntarles por los valores que configuran el
Por eso, a la hora de establecer diversas pautas para la articulación
marco ideológico en el que se sitúan y del que parten, la selección de
del juicio ético, parece apropiado adoptar un esquema habitualmente
los mensajes y los receptores, el fin que pretenden conseguir con la
empleado en el estudio de los medios de comunicación social.
comunicación, la relación entre tales fines y tales medios, etc.
Hoy vuelve a ser objeto de estudio la psicología de la comunica-
a) ¿Quién comunica? ción28. Con ser importante, debería ir acompañada por una ética de la
comunicación. Los agentes de Ja comunicación viven en una encruci-
El Catecismo de la Iglesia católica ha subrayado el deber moral de jada de valores y de derechos, entre los cuales está ciertamente el de
los sujetos de Ja comunicación, y en concreto los más representativos: conseguir unos resultados económicos satisfactorios o el de promover
Por razón de su profesión en la prensa, sus responsables tienen la obli- unos ideales socio-culturales determinados. Es más que evidente que
gación, en la difusión de la información, de servir a la verdad y de no la defensa de Ja libertad se ha convertido en la clave de la cultura de la
ofender a la caridad. Han de esforzarse por respetar con una delicade- modernidad. Y se ha demostrado como el dogma más sacrosanto de
za igual, la naturaleza de los hechos y los límites del juicio crítico res- los agentes de la comunicación.
pecto a las personas. Deben evitar ceder a la difamación (CCE 2497). Sin embargo, sería bueno recordar que los mismos promotores de
la dignidad de la libertad, como John Stuart Mili, han insistido en el
Pero ¿quién es el sujeto en el complejo proceso de la comunica- deber de utilizar «positivamente» la libertad que uno tiene. Él mismo
ción? La responsabilidad por Jos valores éticos parece que ha de refe-
26. Cf. A. Ente! (comp.), Periodistas: entre el p rotagonismo y el riesgo, Buenos
24. Cf. P. Barroso, Ética de los medios de comunicación, en F. J. Davara et. al., In- Aires 1997.
troducción a los medios de comunicación, 373-41 3. 27. Cf. E. Johnson, Media Ownership, en EAE ITI, 145-153, donde subraya el he-
25. D. K. Berlo, El proceso de la comunicación. In troducción a la teoría y a la cho de la enorme concentración de medios en poder de los mismos propietarios.
práctica, Buenos Aires 1973 (original de 1960). 28. Cf. A. Mucchielli, Psicología de la comunicación, Barcelona 1998.
422 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 423

escribía: «Hay que protegerse de la tiranía de la opinión y el senti- inserta. Pero se sitúa también en un rnicroespacio concreto. Percibe el
miento prevalecientes, de la tendencia de Ja sociedad a imponer, por mensaje en casa o en la escuela, en el coche o en la sala de cine; en ho-
medios diversos a la legislación penal, sus propias ideas y prácticas ras de trabajo y en momentos de ocio. Cada una de esas «situaciones»
como reglas de conducta a aquellos que disienten de ellas, dificultan- determina una cierta percepción y valoración de la comunicación y
do el desarrollo e incluso impidiendo la formación de una individua- sus contenidos.
lidad que no esté en armonía con las formas sociales, y obligando a to- El receptor, individual o colectivo, puede ser concebido y autocon-
dos los caracteres a moldearse según su modelo»29 • cebirse de acuerdo con paradigmas muy diferentes. Evocamos aquí
Esta constatación ha servido a Victoria Camps para tratar de ela- solamente algunos, a modo de ejemplo:
borar una especie de valor primario en la ética de la comunicación: -como un infante que recibe de forma pasiva unos alimentos que
han sido elegidos por otros y que él apenas puede elegir o rechazar;
Los medios realizan una función mediadora entre la realidad y quien no
tiene acceso directo o fácil a ella. A esa función mediadora se la llama -como un espectador que acude a un espectáculo que conoce va-
«comunicación» porque se realiza a través del lenguaje en el sentido gamente pero donde paga por obtener una cierta dosis de sorpresa;
más amplio. Si la libertad de palabra es un derecho de todos, lo es más -como un cliente que, en medio de las mil ofertas de un supermer-
propiamente - si se puede hablar así- de quienes, por oficio, tienen el cado, selecciona algunos productos que necesita;
uso de la palabra: los profesionales de los medios. Un uso de la palabra -como un aficionado que busca apasionadamente determinadas
que no tiene más remedio que ajustarse a dos grandes limitaciones, si obras de arte o piezas que faltan en su colección;
quiere ser respetuoso con los derechos básicos de cada cual: no debe -como un crítico que acude al espectáculo para juzgar su calidad y
perjudicar a la libertad de nadie, y debe utilizarse para el bien y no pa- oportunidad, puesto que tal es su trabajo;
ra el maP0 • - como un «detallista mercantil» que compra productos en los
grandes almacenes para volver a venderlos a sus vecinos y clientes.
b) ¿A quién comunica? Detrás de cada una de esas configuraciones del sujeto y detrás de
sus comprensiones se oculta una muy diferente escala de valores, que
No hay comunicación sin receptor, actual o futuro, previsto o im- unas veces son respetados y otras veces manipulados por los medios
previsto. El receptor puede ser considerado, en general, como una ma- de comunicación social. Seguramente, la distinción nunca será del to-
sa indeterminada que es motivada por los medios de comunicación so- do adecuada. Cada uno de nosotros juega diversos roles ante los me-
cial, y que accede a ellos para consumir información y formación, dios, según sea el periódico o el medio audiovisual, la página o el ho-
diversión o espectáculo. rario que se consulta.
El receptor de la comunicación es, sobre todo, una persona con- El Catecismo de la Iglesia católica se ha fijado también en los
creta, con su edad, sexo, situación social o psicológica, su cultura hu- usuarios para reflexionar sobre las responsabilidades éticas que com-
manística y técnica, su capacidad o incapacidad de reacción y de crí- porta su relación con los medios:
tica, sus creencias y querencias, sus valencias y aficiones. Los medios de comunicación social (en particular, los mass-media)
El receptor no es un ser aislado ni vive en una campana de cristal. pueden engendrar cierta pasividad en los usuarios, haciendo de éstos,
Es alcanzado por la comunicación en un determinado lugar y en un consumidores poco vigilantes de mensajes o de espectáculos. Los usua-
determinado tiempo. Se sitúa en un macroespacio o país, que refleja rios deben imponerse moderación y disciplina respecto a los mass-me-
su cultura, la mentalidad del pueblo a que pertenece, el estado de desa- dia. Han de formarse una conciencia clara y recta para resistir más fá-
rrollo o infradesarrollo económico de la sociedad política en la que se cilmente las influencias menos honestas (CCE 2496).

29. J. Stuart Mili, Sobre la libertad, Madrid 1988; puede encontrarse una recopila- c) ¿Qué comunica?
ción de textos del magisterio de la Iglesia sobre el derecho a la libertad de expresión y de
información en G. Filibeck, l Diritti dell 'uomo ne/ insegnamento della Chiesa, 684-695.
30. V. Camps, El lugar de la ética en los medios de comunicación, en E. Bonete Los mass-media, en primer lugar, comunican como noticias he-
(ed.), Éticas de la información y deontologías del periodismo, Madrid 1995, 57 . chos que acontecen en el mundo. Es cierto, sin embargo, que la mera
424 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 425

selección, clasificación y revestimiento técnico de las noticias supone Y en fin, es necesario recordar que los mass-media generan a la
una toma de postura de los sujetos de la comunicación que necesaria- larga la noticia en la medida en que contribuyen a crear necesidades,
mente reviste matices axiológicos. Las noticias, las noticias concretas, reales o ficticias. De ahí la importancia de una reflexión crítica sobre
son elegidas por ser «interesantes». Lo dificil es responder a quién in- la ética de la publicidad34 .
teresan y por qué interesan en este momento y en este lugar. La publicidad trata de vender objetos o servicios. Pero también tra-
Además, los medios de comunicación social no se limitan en oca- ta de ofrecer una visión de la realidad o una oferta política35 . Decimos
siones a comunicar noticias, sino que las determinan y originan. Más una «visión» de la realidad, puesto que, por su misma naturaleza, la
aún, comunican incluso como gran noticia la ausencia misma de noti- publicidad utiliza la palabra y la imagen, el silencio o la oscuridad pa-
cias. Es bien sabido que los medios no solamente administran la pala- ra vender no solamente la realidad perceptible y mensurable, sino, so-
bra, sino también los silencios. Administran la imagen, pero también bre todo, la realidad soñada por el destinatario36 • Los mismos sueños
la ausencia de imágenes. pueden ser estudiados y manipulados por los que llevan a cabo las in-
Las noticias casi siempre implican a personas concretas. Incluso vestigaciones cualitativas orientadas al «marketing» y la publicidad37 .
cuando se refieren a fenómenos naturales. Y sin embargo, la mayor Pero, además de comunicar la noticia, los medios de comunicación
parte de las veces el contenido de la información está constituido por social también comunican sentimientos, vivencias, opiniones y valora-
acciones o comportamientos de personas, de grupos sociales, de inmi- ciones de otras personas. Resulta innegable la importancia que juegan los
grantes o de minorías étnicas 31 • En dichos casos, los valores éticos im- medios en la transmisión de los estereotipos; por ejemplo, en la deter-
plicados son muchos y muy delicados. Es preciso preguntarse por el minación de los roles masculino-femenino38, nativo-extranjero, blanco-
derecho de la persona a la intimidad, al buen nombre y a Ja fama. No negro . .. Quien comunica algo, se comunica a sí mismo. Importa pre-
se puede calumniar ni difamar. No se puede declarar culpable a una guntar al comunicador por su responsabilidad al ofrecerse públicamente
persona o a una institución sin haberlas oído. Los medios no pueden como alguien que determina sentimientos y valoraciones.
constituirse en tribunales.
Especial sensibilidad suscita la comunicación de actos vincula-
dos con los movimientos terroristas. Hoy se reconoce que «el im- d) ¿Cómo comunica?
pacto público del terrorismo ha sido grandemente magnificado por
el uso de los modernos medios de comunicación. Es seguro que todo En último lugar, es preciso tener en cuenta el modo y circunstan-
acto de violencia atraerá la cobertura de la televisión, que introduce cias de la comunicación.
directamente el acontecimiento en millones de hogares y expone a Se ha aludido ya con frecuencia a las circunstancias de lugar y de
los espectadores a las demandas, las protestas y las metas políticas tiempo. Pero es preciso considerar especialmente el modo de la comu-
de los terroristas»3 2 . nicación. Los antiguos distinguían muy claramente el género cómico,
Los medios de comunicación pretenden en ocasiones presentar la del dramático o del trágico. En los modernos mass-media tal distinción
realidad con la máxima objetividad. El máximo paradigma es, en este es con frecuencia imperceptible. Lo más sublime puede ser tratado del
caso, el «documental». Sin embargo, también el documental, aunque modo más ridículo. Sin embargo, también los acontecimientos más tri-
fuera reducido a pura imagen, incluye una determinada ideología, co-
mo bien demostrara Bill Nichols en su obra Jdeology and the Image. 34. Cf. E. T. Brioschi, Etica ne/la pubblicita: conferme e indicazioni: Aggioma-
menti sociali 49/3 (1998) 201-214.
También el documental puede estar al servicio del poder o del cono- 35. Cf. P. Maarek, Marketing político y comunicación. Claves para una buena in-
cimiento. También ante el documental cabe formular las habituales formación política , Barcelona 1997.
preguntas sobre la relación entre los fines y los medios33. 36. Cf. una amplia descripción de la escritura publicitaria en J. Rey, Palabras para
vender, palabras para soñar. Introducción a la redacción p ublicitaria, Barcelona 1997.
31. Cf. C. Critcher, Media Depiction ofEthnic Minorities, en EAE líl, 129-144. 37. Cf. P. Soler, La investigación cualitativa en Marketing y Publicidad, Barcelona
32. Así se expresa, a modo de ejemplo, el artículo Terrorism, en The New Enciclo- 1997.
paedia Britannica XI, 15 1987, 651. 38. J. A. Capo, Teaching Values: The Shifting Roles of Women and the Media, en P.
33. Cf. B. Nichols, La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre A . Rossi-P. A. Soukoup, Mass Media and the Moral lmagination , Kansas City, MO
el documental, Barcelona 1997. 1994, 146-161.

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426 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 427

viales pueden ser tratados con una solemnidad que los separa de su ám- 2. Pero aun en esa meritoria tarea, hay mucho que revisar. No es
bito original. Es cierto que de las dos formas se asegura un parte del éxi- bueno acercarse a otras culturas con el espíritu del turista que recorre
to del espectáculo, pero es preciso preguntarse por el precio ético que el mundo buscando costumbres diferentes para luego condenarlas des-
exige tal manipulación de los hechos, de las ideas o de los sentimientos. de la autosuficiencia frívola e ignorante. Y no es bueno acercarse al
1. Se ha reflexionado poco sobre la estructura antropológica del dolor ajeno sin el pudor de quien sabe que las personas no pueden ser
«escándalo». Una persona o un grupo social se escandaliza cuando ad- violadas en su intimidad. Es inmoral hacer del dolor un espectáculo o
vierten que los valores fundamentales sobre los que han asentado su utilizar la sangre y las lágrimas como aderezo o cebo, con el fin de
vivir y su convivir son violados de forma abierta e impune. Tales va- competir por más altos niveles de audiencia y visión.
lores configuran su autocomprensión. El «escándalo» es una especie La televisión y los medios de comunicación social podrían edu-
de señal de alarma ante la violación a que son sometidos39 • carnos para el descubrimiento de la solidaridad con todo el género
El modo de presentar al ser humano, a su ambiente social y a su humano, para la igualdad de derechos y deberes, para la concordia
mundo circundante delata inevitablemente el mundo de valores en que que olvida las heridas de pasadas contiendas, para la tolerancia que
se mueven el sujeto de la comunicación y el código de valores que in- supera prejuicios, desprecios, desdenes y venganzas.
forman al mensaje, que pueden ser muy diferentes al código de valo- La televisión debería educarnos para que pudiéramos descubrir de
res que sustentan la identidad y la convivencia de los receptores. El es- nuevo el valor de la vida humana, con independencia de las cualidades
cándalo gratuito, buscado con finalidades ideológicas o comerciales adjetivales de los vivientes: el sexo y la condición social, la raza, la re-
(por ejemplo, con el fin de educar al pueblo en un determinado senti- ligión, la opción política, la edad, la productividad de las personas. Se-
do político o bien para aumentar el nivel de las audiencias de un cier- ría bueno que en esta proclamación de la majestad de la vida, que su-
to medio), requiere siempre un análisis ético detallado y crítico. pera la violencia doméstica y el machismo, el racismo y el terrorismo,
En este sentido, resulta necesaria una seria reflexión entre los fi- se superaran también «abortismos» y «eutanasismos» al uso.
nes perseguidos y los medios empleados: entre el contenido del men- Todo ello habrá de exigir una reeducación de la persona. El mismo
saje y el vehículo que lo transmite y configura. Las palabras y las lenguaje televisivo privilegia la inmediatez y el ahora, resultando di-
imágenes, su selección y su secuenciación, la relación entre unas u ficil evocar la tradición y la historia o apelar a la capacidad discursiva
otras no es indiferente. Existe siempre el riesgo de que el valor fun- de los televidentes. No importa tanto la capacidad de razonar como la
cional trate de sobreponerse al valor moral, el valor estético al valor capacidad de sentir y experimentar sensaciones fuertes, fugaces e irre-
ético40 • La zafiedad y la degradación, el encanallamiento y la nece- petibles. La educación de la socialidad humana habrá de ser planteada,
dad que se observan en determinados programas mediáticos resultan en consecuencia, desde una nueva metodología43 •
posibles porque vivimos en una civilización de la «factibilidad»,
donde todo lo que es posible hacer, se hará un día u otro.
Los manuales de semántica lingüística o icónica para la formación 5. Una mirada al mañana
de los profesionales de la comunicación no deberían perder de vista el
aspecto ético que se encuentra implícito en la relación existente entre Se dice en ocasiones que los modernos medios de comunicación se
la semántica lingüística, la semántica formal o filosófica y la pragmá- han convertido en medios de «incomunicación» o que los medios de
tica contemporánea41 . Es preciso iniciar un estudio sereno sobre el uso «información» se han convertido en medios de «desinformación» o,
ético del diseño gráfico en la comunicación42 . peor aún, de «deformación>>. Se ha dicho que la verdadera desinfor-
mación no es informar poco, sino informar mal, distorsionando44 •
39. Cf. W Molinski, Escándalo, en SM II, 643-644.
Hay que recordar con el Catecismo de la Iglesia católica que «la
40. Cf. F. Vázquez Femández, Ética y deontología de la información, Madrid
1991; M. A. San Martín Pascal, Código ético y deontológico para la fotografia e imagen información de los medios es un servicio al bien común. Y que la so-
informativa periodística: Sociedad y utopía 9 (1997) 243-254.
41. Cf. J. Lyons, Semántica lingüística. Una Introducción, Barcelona 1997. 43 . H. Otero, Repercusiones de la televisión en la pastoral: Misión abierta 4
42. A esa falta de una buena teoría trata de responder L. Arfuch-N. Chaves-M. Le- (1990) 106-107.
desma, Diseño y comunicación. Teorías y enfoques críticos, Buenos Aires 1997. 44. G. Sartori, Hamo videns. La sociedad teledirigida, 89.
428 Escenarios y problemas Medios de comunicación social 429

ciedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la liber- b) La deformación


tad, !ajusticia y la solidaridad» (CCE 2494). Pero no es de recibo de-
monizar a los medios sin tener en cuenta las actitudes de los agentes y Sobre la amenaza de la «deformación» conviene señalar que nin-
de Jos usuarios. La desinformación puede deberse a las hipotecas so- guna persona es «formada» sola y exclusivamente por otra. Cada uno
de nosotros ha recibido información y formación de muchos: desde el
ciales y políticas que dificultan a los medios de comunicación la li-
propio hogar, pasando por la escuela y la universidad, hasta los grupos
bertad de movimientos. Pero también puede deberse a la acedia o el
de pertenencia social o política y los medios de información elegidos.
clientelismo político o ideológico de los usuarios.
La persona se sitúa en la dinámica que va precisamente de la infor-
mación «impuesta» a la información «elegida». Su proceso de madu-
a) La incomunicación ración tiene mucho que ver con la superación de la imposición inicial y
la responsabilidad ejercida ante las múltiples elecciones posteriores46.
En primer lugar, una palabra sobre el riesgo de la «incomunica- Es de esperar que, también ante los nuevos medios de comunica-
ción>>. Es cierto que la persona puede hoy pasar muchas horas atada al ción, el ser humano pueda asumir con responsabilidad el peso y el
televisor, como podía en otros tiempos dedicar mucho tiempo a la lec- riesgo de sus propias elecciones. Ellas determinarán las metas y los
tura o está ya empleando muchas horas navegando por las redes infor- «medios» que habrán de configurar la autocomprensión del ser huma-
,~'
máticas. Pero no es tan seguro que tales actividades -o pasividades- no y de la sociedad en la que quiere vivir.
estén llamadas a generar fatalmente una mayor incomunicación entre
las personas. Puede muy bien ocurrir exactamente lo contrario, como
6. Conclusión
se atrevía a pronosticar Alvin Toller hace ya algunos años:
'.'.,.
l...
Iti!'~
,i11- ¡• I Los computadores y las telecomunicaciones pueden ayudarnos a crear No es extraño que los obispos españoles, tras haber denunciado la
comunidad. Aunque no fuera más, pueden librarnos a gran número de crisis de valores morales en la sociedad, se dirijan a los agentes de la
t ill
rlil nosotros de la necesidad de Jos cotidianos desplazamientos, esa fuerza comunicación:
f¡~ centrífuga que nos dispersa por la mañana y nos lanza a superficiales
relaciones laborales, al tiempo que debilita nuestros lazos sociales, más Apelamos también desde aquí a la responsabilidad de quienes son pro-
pietarios de los medios de comunicación social y de quienes trabajan en
importantes, del hogar y la comunidad. Al posibilitar que gran número
ellos. Su influjo está siendo decisivo. Por eso, la fuerza y la eficacia de
de personas trabajen en su propio hogar (o en centros de trabajo situa-
los medios puede y debe desempeñar, en estos momentos, un papel alta-
dos en su mismo barrio), las nuevas tecnologías podrían dar lugar a fa- mente beneficioso para el desarrollo y la regeneración moral de nuestro
milias más unidas y a una vida comunitaria más finamente granulada. pueblo. Les pedimos, pues, encarecidamente su colaboración en la difu-
El hogar electrónico puede resultar ser el más característico negocio fa- sión y defensa de los valores fundamentales de la persona humana en los
miliar del futuro. Y, como hemos visto, podría conducir a una nueva que se asienta la vida en libertad de una sociedad democrática, en la
unidad de trabajo familiar común con participación de los hijos (y, a ve- creación y elevación de una cultura verdaderamente digna del hombre y
ces, ampliada incluso para acoger también a extraños)45 • en el rechazo fi rme y valiente de toda forma de marginación47 .

El autor continúa evocando otras posibilidades, como las que se La responsabilidad ante los valores éticos, que configuran la silue-
ofrecen a personas tímidas o inválidas que tienen dificultades para re- ta cultural de la sociedad, no es privativa del emisor-encodificador.
lacionarse con otros. El mundo emergente de la infosfera podrá po- Ante la múltiple oferta de mensajes-medios, el decodificador-receptor
nerles en contacto con personas con aficiones o intereses similares.
La clave no estará, por tanto, en los medios de comunicación, sino en 46. Cf. L. Castellani, La famiglia e i suoi stereotipi ne/la propósta audiovisiva: La
Farniglia 185 (1997) 48-58; C. Gozzoli, TV efamig/ia: chi educa chi?: La Farniglia 186
la pasividad o en la impotencia para utilizarlos adecuadamente. (1997) 17-26; M. Fanchi, Programmi televisivi e valori. L'unita familiare nei «ta/k
show» e nei «rea/ity show»: Aggiomamenti sociali 49/4 ( 1998) 319-326.
45. A. Toffier, La tercera ola, Barcelona 1981, 360. 47. Conferencia episcopal española, La verdad os hará libres (20.11.1990), 57.
430 Escenarios y problemas

está más llamado que nunca a ejercer su capacidad de decisión y su 18


responsabilidad. Es decir, está llamado a ejercer su derecho a la liber-
tad. Y no sólo su «libertad-de» ataduras y presiones a la hora de selec- EL DINERO, EL MERCADO Y LOS MERCADOS
cionar los mensajes, sino también su «libertad-para» dialogar crítica y
creativamente con la fuente y el emisor de la comunicación.
Si la presentación del mensaje y su contenido está con frecuencia
hipotecado por presiones sociales y orientaciones ideológicas, el deco-
dificador-receptor habrá de desarrollar un especial sentido de respon-
sabilidad y de discernimiento, prenda y signo de su propia libertad. Esa
responsabilidad habrá de trascender los límites de la responsabilidad
individual, para configurar verdaderas propuestas de valores plausibles Los mercados pertenecen a la experiencia milenaria de la humani-
para la misma comunidad. Y puesto que las respuestas no son unidi- dad. Su técnica podría resumirse en la palabra «trueque». Pero sumís-
reccionales y convocan a un ejercicio de la responsabilidad comunita- tica es inaferrable si no se acude a otro tipo de palabras como «en-
ria, caben sin duda muchas y «plurales» propuestas. cuentro». En los mercados se han encontrado las personas y los
Para los cristianos, la reflexión sobre los mass-media suscita ine- pueblos. Las rutas de la plata y de la seda no sólo han permitido el
vitablemente la pregunta por las posibilidades y los medios de la evan- transporte de productos: han favorecido y desarrollado también im-
gelización. Sin duda, ese es el reto de estos nuevos areópagos. portantes vías de cultura. Hasta los caminos de peregrinación religio-
sa -como el Camino de Santiago-- han dejado un rastro de mercados
en la historia. Hoy, aquella experiencia mercantil y cultural ha adqui-
PAUTAS DE TRABAJO rido dimensiones nuevas mucho más complejas.

1. Analizar durante un breve tiempo algún medio de comunicación, con El mercado es la etapa en la que se reúnen ciertos sujetos económicos
especial referencia a los valores éticos que en él se perciben. -empresas, economías familiares y sindicatos- y adoptan decisiones
2. Tratar de sistematizar los puntos fundamentales de la doctrina de la económicas clave para la sociedad. Del proceso de intercambio del
Iglesia sobre los medios de comunicación. mercado salen los precios, salarios y beneficios que sirven para deter-
3. Preguntarse por el papel y la responsabilidad concreta de los usuarios minar la asignación de los recursos de la economía y la distribución de
de los medios. la renta nacional. El mercado es, pues, un concepto central de la eco-
4. Reflexionar sobre las actitudes específicas de los cristianos ante este nomía. Es, sin embargo, dificil de definir'.
poderoso signo de los tiempos.
La palabra «mercado» es familiar en todo el mundo. Sin embargo,
encierra en sí misma al menos tres conceptos muy distintos.
En una primera acepción, de alcance geográfico o espacial, el mer-
cado es un lugar donde se compran y venden productos. En una se-
gunda acepción, de tipo estructural, el mercado alude a una organiza-
ción que facilita la compraventa de bienes y servicios. En una tercera
acepción, el mercado se entiende en clave de proceso que determina la
formación de precios2 .

1. P. O. Steiner, Mercados e industrias, en Enciclopedia internacional de las cien-


cias sociales VII, Madrid 1974, 61, donde se ofrece una amplia explicación de las di-
versas acepciones que alcanza la palabra.
2. L. A. Martínez Cachero, Mercado, en DUCS m, 1375; más de setenta entradas
relativas al «mercado» se pueden encontrar en R. Tamames-S. Gallego, Diccionario de
economía y finanzas de la COPE, Madrid 1995, 407-417.
432 Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 433

Por otra parte, es bien conocida otra acepción, también presente en a) De la segunda a la tercera ola
el lenguaje de la calle, que considera el mercado como el conjunto de las
operaciones de cambio de valores referidas a una categoría de bienes, de Los mercados subsisten en nuestros días y están llamados a multi-
plicar de forma impensable el número y el alcance planetario de sus
servicios o actividades financieras.
transacciones. Pero su fisonomía ha cambiado completamente. A pe-
En términos aún mucho más generales, por mercado se entiende, en
sar de la rápida mutación de los gustos y de las estructuras económi-
definitiva, un sistema económico, político y social, marcado por una
cas y comerciales, permanecen algunas islas que conservan el estilo de
«economía de mercado», basada en el juego libre de la oferta y de la
la «primera ola», aun en medio de la sociedad industrial y urbana. Pe-
demanda. «Por definición, y en contraposición respecto a una econo-
ro hace tiempo que la mayor parte de nuestras sociedades occidentales
mía planificada, una economía de mercado se caracteriza por el hecho pasaron por la segunda ola. Con ella, sobrevino un cambio fundamen-
de que la ley de la oferta y la demanda domina las operaciones entre los tal en la comprensión de los mecanismos de intercambio:
agentes»3.
Allá donde llegó la segunda ola y la finalidad de la producción se des-
plazó del uso al cambio, tenía que haber un mecanismo a cuyo través
pudiera efectuarse el intercambio. Tenía que haber un mercado. Pero el
1. De los mercados a la economía de mercado mercado no era pasivo. El historiador económico Karl Polanyi nos ha
mostrado cómo el mercado, que se había subordinado a los objetivos
Como escribe Alvin Toffler, «el intercambio - y por consiguiente, sociales o religioso-culturales de las sociedades primitivas, pasó a fijar
la plaza de mercado- surgió antes que el beneficio e independiente- los objetivos de las sociedades industriales. La mayoría de las personas
mente de él. Pues el mercado, estrictamente hablando, no es más que fueron absorbidas en el sistema del dinero. Los valores comerciales se
una red de intercambio, un cuadro de distribución, como si dijéramos, convirtieron en centrales, el desarrollo económico (medido por las di-
mensiones del mercado) se transformó en el objetivo fundamental de
a través del cual bienes o servicios, como mensajes, son encauzados a
los gobiernos, fuesen capitalistas o socialistas5•
sus debidos destinos»4 •
Sin embargo, el mercado fue mucho más que un espacio; también
1. La organización del mundo según Jos esquemas de la «segunda
era un tiempo determinado del año, con su recurrencia rítmica y su ola» estimuló la división del trabajo y aumentó la productividad. Con
oportunidad para Ja celebración. Se trataba de una ocasión privilegia- ello, contribuyó de forma imprevisible a la e levación de los niveles de
da para la comunicación de noticias, el aprendizaje y transmisión de vida. Pero, al mismo tiempo, las gentes pudieron asistir al conflicto
usos y costumbres, el intercambio de expresiones lingüísticas y de for- creado entre la producción y e l consumo. Las demandas de los pro-
mas culturales. ductores y las contrademandas de los consumidores alcanzaron un to-
Los mercados no han dejado de suscitar cuestiones morales. En no más alto y más áspero que el del antiguo regateo.
ellos se cruzan ofertas exageradas, rechazos calculados y fraudes Con la llegada de la «segunda ola» se produjo una civilización
siempre conocidos y siempre temidos. Con todo, en los antiguos mer- más calculadora, codiciosa y metalizada. Entre las personas solamen-
cados nunca ha faltado un punto de honor y de respetabilidad. Las te parecía subsistir el nexo del interés. Cambiaron las formas de pago
gentes han apreciado la fidelidad de l vendedor y del comprador. De y las relaciones entre las personas. Como observa e l mismo Toffler,
hecho, conocían con mucha aproximación el valor de las mercancías «relaciones personales, vínculos familiares, amor, amistad, lazos de
que se vendían y compraban y valoraban el mantenimiento de la ver- vecindad y de comunidad, todo quedó teñido o corrompido por el lu-
dad en los pactos; los cuales eran rubricados con un gesto, sencillo y cro comercial» .
solemne a la vez, como podía ser un apretón de manos y un buen va- Cambiaron los productos que llegaban a la plaza del mercado. En
so de vino compartido. una sociedad «moderna» no sólo se compran, venden o intercambian
productos de la naturaleza u objetos manufacturados. Se ofertan y de-
3. E. Malinvaud, Mercato, en Dizionario di Dottrina socia/e della Chiesa, 421.
4. A. Toffler, La tercera ola, Barcelona 1981, 53. 5. !bid., 54.
434 Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 435

mandan también el trabajo, las ideas, la creatividad y el arte, el ocio y to el encanto de volver a ocupar su tiempo libre en la producción de
hasta las almas. los frutos y objetos que necesitaba. He ahí la moda gloriosa del «¡Há-
Cambiaron, finalmente, los agentes del mercado. Compradores y galo usted mismo!». Esa «mismidad» se convierte en señal de identi-
vendedores son con frecuencia representados por terceras o cuartas dad y de orgullo. El hogar se convierte en una fortaleza de individua-
personas. El agente de ventas y de compras puede caer con facilidad lidad. El «yo» se autodefiende de tantas agresiones publicitarias.
en la tentación de embolsarse una comisión no pactada previamente Pero no sólo cambia el individuo, cambian también sus relaciones.
por sus representados. Se modifican los roles de las personas dentro del hogar. Se establece
Esta corrupción es inherente al divorcio operado entre producción y un equilibrio entre masculinidad y feminidad. Surge una nueva con-
consumo. La necesidad misma de un mercado o cuadro de distribu- cepción antropológica y la demanda de una nueva ética, basada en los
ción para reunir a productor y consumidor, para transportar bienes valores de la verdad y de la libertad individual 8•
desde el productor hasta el consumidor, sitúa por fuerza a los que Hoy cabría preguntarse si la tercera ola no ha sido ya superada por
controlan el mercado en una posición de poder excesivo, con inde- nuevos esquemas de relaciones comerciales. El individuo que había
pendencia de la retórica a que recurran para justificar ese podei-0. aprendido a «hacer las cosas por sí mismo» ha de acudir a las grandes
superficies de venta para adquirir, al menos, las herramientas para el
Este divorcio entre producción y consumo, típico de las sociedades bricolaje. El antiguo mercado ha dado paso a una elaborada «merca-
de la segunda ola, afectó a nuestra misma comprensión de la persona. dotecnia» o ciencia del mercado9 •
Las gentes ya no se reconocían por sus relaciones de vecindad o de
amistad, sino por sus vínculos contractuales, más o menos reales o so-
breentendidos. La separación de esas dos funciones - productor y con- b) Economía de mercado y capitalismo
sumidor- creó una personalidad dual. En cuanto productora, la perso-
La imagen de los mercados es evocada aquí a modo de parábola. A
na era aleccionada para ser disciplinada, controlada, obediente; había
su luz, se ofrecen estas reflexiones sobre las posibilidades, los valores
de aprender, además, a renunciar a la gratificación y a jugar en equi-
y los desafios éticos que afectan a la economía de mercado; a conti-
po. En cuanto consumidora, la persona era aleccionada para buscar
nuación se presenta el mensaje de dos importantes encíclicas sociales
la gratificación instantánea, aprender a ser hedonista, a prescindir de
sobre la economía contemporánea; por último, se destacan algunas
la disciplina, a perseguir su placer individual.
pautas sobre la ética del mercado.
Lo más curioso es que dicho estilo de vida era considerado como
l. «Bien miradas las cosas, el capitalismo democrático habrá de
modélico. Toda la fuerza de la publicidad -directa o subliminal- se
llevar un pesado fardo el día del juicio final. Su estructura fundamen-
orientaba al potencial comprador, que a su vez se dejaba seducir. No
tal ha demostrado ser productiva, sus libertades son amplias: por eso
en vano se le decía que, al comprar y consumir, estaba realizando un
sus responsabilidades son numerosas» 1º. Estas palabras que Michael
servicio a su país.
Novak coloca ya en la conclusión de su famoso libro sobre la ética
En Occidente, sobre todo, se dirigió sobre el consumidor toda la poten- económica, han llegado a formar parte de la conciencia colectiva, que
cia de la publicidad, urgiéndole a pedir prestado, a comparar sin refle- no pretende esperar hasta el último día para organizar su juicio y emi-
xión, a «vuele ahora, pague después», y, con ello, a realizar un servicio tir su veredicto sobre el capitalismo democrático.
patriótico para mantener en funcionamiento las ruedas de la econornia7 • Las evidentes responsabilidades del capitalismo no nos hacen ol-
vidar sus aportaciones para el desarrollo integral de la humanidad. Sus
2. Alvin Toffier pretendía demostrar que el mundo occidental había
sido invadido por una «tercera ola». Se habría pasado del ideal del
consumo al ideal del «prosumo». El individuo habría al fin descubier- 8. !bid., 373-375.
9. Cf. R. Sierra Bravo, Mercadotecnia, en Diccionario UNESCO de ciencias so-
ciales III, 1377.
6. !bid., 55. 10. M. N ovak, Une éthique économique. Les valeurs de l'économie de marché, Pa-
7. !bid. , 55-56. rís 1987, 431.
436 Escenarios y problemas E l dinero, el mercado y los mercados 43 7

logros han sido inmensos, pero sus deficiencias son enormes 11• El es- traño que muchos pensadores - y también inversores- se pregunten no
tudio de la economía occidental en el último siglo revela los méritos y sólo por las posibilidades técnicas del mercado de capitales, sino tam-
deficiencias tanto del sistema propugnado por el tradicional Estado de bién por sus aspectos éticos 14 .
bienestar, como por la economía social de mercado. Es fácil recordar Las dos asignaturas pendientes del respeto ecológico a la tierra 15 y
las atinadas y un tanto irónicas observaciones que John Kenneth Gal- la solidaridad - también ecológica- con sus habitantes, enfrentan aJ ser
braith esbozaba ya en su obra La sociedad opulenta: humano y a los sistemas socioeconómicos con las cuestiones últimas
de la utilidad y del sentido 16 . Los desastres colaterales generados por
Pocas cosas son más evidentes en la historia social moderna que la deca-
dencia del interés por la desigualdad en cuanto problema económico[ . ..]
la avaricia, consentida o promovida por los sistemas económicos, así
La desigualdad, mientras continúa desempeñando un importante papel como el abuso de la técnica, ya no son remediables por el simple re-
ceremonial en la sabiduría convencional de conservadores y liberales, ha curso al aumento de la misma técnica, como por un momento se pudo
dejado de ocupar la atención de los hombres. Incluso la sabiduría con- soñar17•
vencional ha efectuado concesiones a este nuevo estado de cosas 12.
. 2. Las preocupaciones habituales por el crecimiento económico se 2. En las fa.entes de /aje
::;~· han difundido incluso entre las capas ciudadanas de nivel medio. El
!:!
.~,,~ informe del Consejo del Club de Roma afirma que «entre las princi- El dinero ha jugado un papel importante en los pactos de compra-
al • •
(,; pales áreas de preocupación, merece especial atención el rápido cam- venta. Tanto que se ha convertido en un símbolo del estatus de las per-
bio de la economía mundial» 13 • Desde una perspectiva ética, las preo- sonas o los grupos sociales y en un medio para conseguir o afirmar el
cupaciones se ceñían en otros tiempos a los estrictos problemas de la poder. En consecuencia, ha marcado también los límites entre las cla-
supervivencia o a los relativos a las expectativas de bienestar que el ses sociales. La pobreza se distingue por Ja carencia de dinero y de in-
Estado estaba obligado a proporcionar, articular y tutelar. La caída del fluencias sociales. No es extraño que esta dimensión humana de los
muro de Berlín ha descubierto, de pronto, un mundo unificado. Los mercados y del dinero aparezca también en las páginas de las Escritu-
dos antiguos bloques muestran ahora sus deficiencias. Mientras el sis- ras bíblicas. En muchas de ellas los bienes materiales parecen conver-
tema marxista se ha visto obligado a hacer su confesión de faltas, el tirse en la máxima tentación del ser humano.
sistema capitalista da pruebas de una profunda inhumanidad.
En este momento, la imagen tradicional de los mercados sugiere, a) El mercado y el mercader
además, una figura nueva de flujos financieros cada vez más impulsa-
dos por el fenómeno de Ja globalización. Cada día se mueven en los El mercader -en hebreo sojer- era en la antigüedad una figura im-
mercados mundiales enormes cantidades de dinero, generalmente de portante. Como se puede comprobar por los ingresos que percibía el
modo virtual. Son inversiones directas o comerciales, pero más fre- rey Salomón, los comerciantes y mercaderes eran controlados por el
cuentemente, capitales en busca de un mayor rendimiento. En este tipo poder real (1 Re 10, 15; 2 Cro 9, 4). El libro del Génesis presenta a los
de mercados, la especulación se da por descontada. Las organizaciones madianitas como traficantes de especias y perfumes entre Galaad y
económicas internacionales no han previsto aún una reglamentación de
este sector. Aunque tenga aspectos positivos, esta nueva forma de mer- 14. E. Perrot, La finanza globalizzata: La CiviltA Cattolica 3742 (2006/ll) 355-365 .
cado, que atraviesa en breves segundos las fronteras, puede crear enor- 15. L. Ferry, Le nouvel ordre écologique, París 1992.
16. A. King, La situación de nuestro planeta, Madrid 1978; C. D. Stone, Earth and
mes desequilibrios en la economía de los países más débiles. No es ex- Other Ethics. The Case/ar Moral Pluralism, New York 1988; A. Caprioli-L. Vaccaro,
Questione Eco/ogica e Coscienza Cristiana, Brescia 1988; N. M. Sosa, Ética ecológica,
11 . J. l. González Faus, El engaño de un capitalismo aceptable, Santander 1983; L. Madrid 1990; J. Gafo (ed.), Ética y ecología, Madrid 1991 ; A. Galindo (ed.),Ecología y
Capilla, Capitalismo y neocap italismo, en Diccionario de pensamiento contemporáneo, creación, Salamanca 1991 , 295-320.
166-172. 17. Cf. R. Tamames, Ecología y desarrollo. La polémica sobre los límites del cre-
12. J. K. Galbraith, La sociedad opulenta, Barcelona 1992, 93. cimiento, Madrid 1980; Id., La transfo rmación de los sistemas económicos y sociales.
13. A. King-B. Schneider, La primera revolución mundial, Barcelona 1991 , 87. Antecedentes y previsiones, Madrid 1978.
438 Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 439

Egipto (Gn 37, 28). En un poema profético estos mercaderes son des- tarles asistencia gratuita: «Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al po-
calificados por no conocer el camino de la verdadera sabiduría (Bar 3, bre que habita contigo, no serás con él un usurero; no le exigirás inte-
23). Isaías pronuncia un duro oráculo contra el orgullo y que generan rés» (Ex 22, 24). Se trata de socorrer al hambriento y de compartir con
las riquezas de los mercaderes fenicios (Is 23, 2.8). Su riqueza, unida a él los propios bienes, teniendo en cuenta la razón de fraternidad y de
su idolatría, debió de constituir una tentación constante para Israel (Ez pertenencia al mismo pueblo. El mismo texto añade una precisión que
16, 29). Su altivez es proverbial y su sistema de mercados internacio- revela la condición extrema de muchos pobres: «Si tomas en prenda el
nales merece la crítica más dura del profeta (Ez 27). También Caldea es manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él
calificada como nación de mercaderes y comerciantes (Ez 17, 4). Al re- se abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no?
torno del exilio, Nehemías emprende medidas disuasorias contra los ti- Clamará a mí y yo le oiré, porque soy compasivo» (Ex 22, 25).
rios o fenicios que organizan sus mercados en Jerusalén en el día del El mismo ideal de fraternidad consecuente se deja ver en las nor-
sábado y contra los judíos que acuden a ellos (Neh 13, 16.20). mas del llamado Código de santidad: «Si tu hermano se empobrece
Un consejo un tanto críptico de Qohélet parece reflejar el interés y [ ... ] no tomarás de él interés ni usura; antes bien, teme a tu Dios y de-
la clarividencia de los que emprenden un negocio: «Echa tu pan al ja vivir a tu hermano junto a ti. No darás por interés tu dinero ni le da-
agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás» (Ecl 11, 1). Sin rás tus víveres a usura» (Lv 25, 35-37). El mismo libro recoge la prác-
embargo, el Sirácida ofrece una enseñanza muy matizada. Mientras tica del año sabático y del año jubilar. Un año de descanso por cada
que el comerciante no debe avergonzarse de obtener beneficios en sus semana de años. Y un año de liberación general por cada semana de
ventas (Eclo 42, 5), se subraya el riesgo moral que corren los nego- semanas de años. «Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis
ciantes: «Dificilmente se libra de falta el negociante; el comerciante en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un
no quedará limpio de pecado. Por amor a la ganancia han pecado mu- jubileo; cada uno recobrará su propiedad» (Lv 25, 10). Durante el año
chos; el que trata de enriquecerse desvía la mirada» (Eclo 26, 29-27, jubilar cada uno ha de recobrar su propiedad (Lv 25, 13). La razón
1). De todas formas, una medida de prudencia es no aceptar consejos fundamental de esta norma social se coloca precisamente en los labios
del comerciante sobre los productos y los precios (Eclo 37, 11). del mismo Dios: «La tierra no puede venderse para siempre, porque la
El mercado puede llegar a infames aberraciones cuando no duda tierra es mía» (Lv 25, 23) 1s.
en aplastar la dignidad humana. Con enorme dramatismo se cuenta En una sociedad agrícola o pastoril, es rico quien puede prestar; es
que, aprovechando la represión promovida por el rey Antíoco contra pobre quien pide algo prestado. La observación vale tanto para las per-
los sublevados macabeos, una multitud de mercaderes se abatieron so- sonas concretas como para todo un pueblo. El Deuteronomio indica
bre las tierras de Judá para comprar como esclavos a los hebreos (1 como premio tangible a la fidelidad del pueblo la posibilidad de pres-
Mac 3, 41; 2 Mac 8, 34). No es extraño que en la gran elegía por Ba- tar a los extraños: «Yahvé tu Dios te bendecirá como te ha dicho, y tú
bilonia, los mercaderes se lamenten por el cese de los malvados nego- prestarás a crédito a naciones numerosas, sin necesidad de tomar pres-
cios que había disfrutado al amparo de su poder (Ap 18, 3.11.15 .23). tado de ellas» (Dt 16, 6). Se trata de un signo de la prosperidad e in-
Sin embargo, el mercader puede también ser imaginado como el dependencia que se espera conseguir.
icono de la suprema sabiduría. En una parábola sobre la necesidad de En ese mismo espíritu, la posibilidad del préstamo se amplía cuan-
formular una opción radical ante la importancia del reino de los cielos, do se trata de los extranjeros. Las normas deuteronómicas establecen
Jesús evoca al mercader de perlas que es capaz de vender todos sus una distinción entre los necesitados, norma que tendría enormes re-
bienes para conseguir el tesoro que siempre ha buscado (Mt 13, 45s). percusiones culturales: «No prestarás a interés a tu hermano, ya se tra-
te de réditos de dinero, o de víveres, o de cualquier otra cosa que pro-
duzca interés. Al extranjero podrás prestarle a interés, pero a tu
b) El préstamo y la usura hermano no le prestarás a interés, para que Yahvé tu Dios te bendiga
en todas tus empresas» (Dt 23, 20-21).
Siempre hubo pobres en el seno del pueblo de Dios. Algunos de
ellos se encontraban a veces en una situación de apremiante necesi- 18. Sobre al año jubilar, cf. R. North, Sociology of the Biblical Jubilee, Roma
dad. Ya el llamado Código de la alianza, preveía la obligación de pres- 1954; Id.,yóbel, en TWAT III, 554-559.
440 Escenarios y problemas
El dinero, el mercado y los mercados 441

c) Mercaderes y abusos
vadas de la fosa del Mar Muerto. Gracias a aquel regateo - y a otros
Ya los profetas primeros pudieron comprobar que la justicia y la encuentros- Abrahán llegó a conocer los designios de Dios y el cora-
compasión no eran, por desgracia, la norma universal. Amós profie- zón de Dios (Gn 18, 22-32). Semejante regateo ha revelado al Dios
re una maldición contra los que pisotean al débil y le cobran tributo compasivo.
por el grano (Am 5, 11 ). Es más, uno de los crímenes de Israel con- El mensaje de Jesús subraya la necesidad de una compasión hu-
siste en vender al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias mana que haga visible la compasión de Dios. Ya no se hace distinción
(Arn 2, 6). La observación parece denunciar la venalidad de jueces entre connacionales y extranjeros. Ha nacido un nuevo pueblo de her-
que se dejan sobornar con un regalo para torcer la sentencia en des- manos. Y Dios es el modelo para su conducta: «Amad a vuestros ene-
ventaja del pobre. Y puede también evocar la amarga situación de migos; haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra re-
algunas personas que se venden como esclavas por un par de sanda- compensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno
lias, o por no haber podido devolver el préstamo de una prenda se- con los ingratos y los perversos» (Le 6, 35).
mejante (Am 8, 6). La oración típica de los cristianos incluye esa referencia a la gene-
Contra tales iniquidades, la oración del piadoso israelita proclama rosidad. Así reza el texto transmitido por Mateo: «Perdona nuestras
un alto ideal de compasión: «El justo es compasivo y presta, su estirpe deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6, 12).
será siempre bendición» (Sal 37, 26). «El hombre de bien es compa- Las «deudas» humanas respecto a Dios trascienden el límite de lo mo-
sivo y presta, con juicio arregla sus asuntos» (Sal 112, 5). La razón pa- netario. Nuestras deudas son nuestras ofensas. Lucas ha traducido con
ra tal comportamiento no es puramente social. Hay un motivo religio- justeza la primera parte en términos religiosos, pero ha dejado en la
so que lleva al creyente a descubrir en su hermano al mismo Dios: segunda el eco de las relaciones sociales que le servían de modelo:
«Quien se apiada del débil presta al Señor, el cual le dará su recom- «Perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a
pensa» (Prov 19, 17). todo el que nos debe» (Le 11, 4). El aspecto religioso y el aspecto ju-
Sin embargo, la experiencia diaria se convierte en consejo popu- rídico se unen así en la misma plegaria (Rom 4, 4).
lar para el retraimiento y la prudencia: «No seas de los que chocan la En los evangelios sinópticos alcanzan un puesto importante las pa-
mano, y salen fiadores de préstamos: porque si no tienes con qué pa- rábolas de las deudas y los préstamos. En la narración sobre el siervo
gar, te tornarán el lecho en que te acuestas (Prov 22, 26-27). Quien sin entrañas, un amo perdona una inmensa deuda a un siervo que le su-
así razona, a buen seguro conoce la dureza de sus vecinos presta- plica. Sin embargo, él es incapaz de perdonar otra deuda ridícula a uno
mistas en los casos en que alguien no ha podido pagar sus deudas. Y, de sus compañeros (Mt 18, 23-35). El proceder de Dios, evidentemen-
con todo, el ideal sigue manteniéndose en alto. Un compromiso
te, se convierte en modelo para las relaciones humanas.
aceptado por la comunidad repite todavía a la vuelta del exilio: «En
Es significativa la parábola del que pide prestados unos panes, in-
el año séptimo abandonaremos el producto de la tierra y todas las
comodando a su vecino en el corazón de la noche (Le 11, 5). Si el ami-
deudas» (Neh 1O, 32).
go no accede por amistad a las demandas del importuno, lo hará al
menos para poder dormir tranquilo.
d) Perdonar como Dios perdona Finalmente, la parábola del administrador infiel (Le 16, 1-8) po-
dría ser entendida como el relato de un propietario que cambia de ac-
En los mercados se ha practicado siempre el regateo, esa forma, titud ante sus bienes y sus deudores, y termina por aprobar la genero-
osada y comedida a la vez, de interesarse por los gustos del comprador sidad del administrador que condona una parte de las deudas.
y por el uso que piensa dar a los productos que adquiere. El regateo Las tres parábolas presentan un Dios que escucha la plegaria que
suele desembocar en un descuento en el precio fijado. En la Biblia se se le dirige confiada e insistentemente. Dios es el modelo para los
cuenta que Abrahán, el padre de las tres grandes religiones monoteís-
hombres, que han de estar dispuestos a descubrir y remediar las nece-
tas, se atrevió a regatear con el mismo Dios sobre el número de perso-
sidades de sus semejantes. La urgencia de la necesidad no tolera dife-
nas justas que podrían merecer una amnistía para las ciudades <lepra-
rir la justicia y la misericordía.
442 Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 443

3. La tradición y la reflexión teológica tingues la verdadera de la falsa y, sin embargo, desconoces totalmente
a tu hermano en tiempo de necesidad21 •
Como se sabe, la experiencia religiosa nunca ha estado totalmente
desligada del pensamiento sobre la actividad económica. Una y otra En la misma línea de exigencia evangélica, Gregorio Nacianceno
vez volvía Stuart Mill sobre el tema de la religión; y eso que, siendo exhorta a los fieles a no atesorar y guardar sus bienes, mientras los
profeso de la tradición ilustrada, concibiera más bien una divinidad otros están sumidos en la indigencia. Haciendo de esta forma imita-
natural ajena a la historia y la peripecia humanas 19. rían el egoísmo de las gentes de Samaria que se repetían: «¿Cuándo
Más próximo a nosotros, F. A. Hayek, tras afirmar la importancia pasará el mes para poder vender, y el sábado para abrir nuestros te-
de las creencias religiosas, incluso predicadas por clérigos que des- soros?» (Am 8, 5). Junto a este egoísmo, condena igualmente el abu-
confian de ellas, afirma que hasta el agnóstico tendrá que admitir que so de falsear las balanzas y los pesos, que también criticaba el pro-
nuestros esquemas morales, así como la tradición que ha hecho posi- feta Amós 22 •
ble nuestra supervivencia y nuestra civilización, se deben a tales pre- No es extraño que Juan Crisóstomo considere que el amor que el
dicaciones, por infundadas que puedan parecer desde el punto de vis- usurero profesa al dinero es mucho más grave que el amor carnal más
ta científico2º. desordenado23 . Por su parte, Gregorio de Nisa ridiculiza la necedad del
Si eso se repite en una referencia vaga tanto a la religión como a usurero 24 y Gregorio el Taumaturgo condena a los que se apropian de
las actividades socioeconómicas, la mutua relación se hace explícita los bienes de los prófugos25 •
en los escritos de los antiguos padres de la Iglesia sobre los ricos y los 2. En Occidente, san Ambrosio ridiculiza la actitud del avaro que
pobres, así como en las reflexiones de los pensadores cristianos. almacena sus productos mientras los demás pasan hambre con el fin
de aumentar los precios, y ahora se lamenta de la abundancia de la
nueva cosecha: «El avaro se siente arruinado por la abundancia de las
a) Los padres de la Iglesia
cosechas, cuando considera el bajo precio de los alimentos. La fecun-
Mucho antes de que se estudiara la relación de los precios con las didad es un bien para todos, pero la mala cosecha sólo es ventajosa pa-
oscilaciones de la oferta y la demanda, los padres de la Iglesia ya ha- ra el avaro. Se goza más de la enormidad de los precios que de la
bían observado y condenado los abusos a que daba lugar una especu- abundancia de los productos y prefiere tener algo solo que vender a
lación que no tenía en cuenta los derechos de los pobres. todos. Teme la abundancia de trigo que, rebosando de los graneros, va-
1. En Oriente, son bien conocidas las frecuentes intervenciones de ya a parar a manos de los pobres y ayude a los necesitados a adquirir
los padres capadocios. Por ejemplo, una homilía de san Basilio, en la algún bien. El rico reclama para sí solo el producto de las tierras, no
q~e condena el oportunismo de los que pretenden aumentar sus nego- porque quiera usarlo él, sino para negárselo a los demás» 26 .
cios a base de las necesidades de los pobres y los hambrientos, afirma: El propio Ambrosio reconoce la legitimidad del interés comercial,
pero denuncia los abusos que se pueden cometer. El más grave es el de
No vendas a altos precios, aprovechándote de la necesidad. No aguar- acaparar los productos más necesarios para que su precio suba en el
des a la carestía de pan para abrir entonces tus trojes. Porque «el que su- mercado. Contrapone los deseos de los comerciantes con los deseos de
be el precio del pan es aborrecido del pueblo» (Prov 11, 26). No espe-
los necesitados. La avaricia de los primeros genera una desconfianza
res a que venga el hambre por amor al oro, ni por hacer negocio privado
aguardes la común indigencia. No seas traficante de las calamidades
21 . Basilio el Grande, Hom. Destruam, 3, en PG 31, 261-277.
humanas. No hagas de la ira de Dios ocasión para alimentar tu dinero.
22. Gregorio Nacianceno, Disc. 14 sobre el amor a los pobres, 24, en PG 35,
No abras más las heridas de los atribulados a fuerza de azotes. Tú miras 857-91 0.
al oro y no miras a tu hermano; reconoces el cuño de la moneda y dis- 23. Juan Crisóstomo, Hom. sobre la Carta a Tito, 5, 2.
24. Gregorio de Nisa, Contra los usureros.
25. Gregorio el Taumaturgo, Epístola canonica, 2-4. Pueden encontrarse estos y
19. Cf. D. Negro, Prólogo a John Stuart Mill. Sobre la libertad, Madrid 1991. otros muchos textos en A. Heilmann, Poverta e ricchezza, en La teologia dei Padri III,
. 20. F. A. Hayek, La/atal arrogancia, Madrid 1990, 213; cf. R. Termes, Antropolo- Roma 1975, 224-247.
g1a del capitalismo. Un debate abierto, Madrid 1992. 26. Ambrosio de Milán, De Naboth, 33 y 35, en PL 14, 765ss.
444 Escenarios y p roblemas El d inero, el mercado y los mercados 445

de los segundos. Al aguardar el momento oportuno para aprovecharse mentaria, tanto por la utilidad que el comerciante presta a la sociedad
de la indefensión del necesitado, el comerciante no se distingue en na- como por obtener una remuneración por su trabajo (Summa Theolo-
da de los ladrones: giae, 77, 4). Siguiendo esta doctrina, los autores afirman que «en el
precio justo debe incluirse la razón de estipendio o retribución justa
¿Por qué utilizas para el fraude el producto de la naturaleza? ¿Por qué
apartas del uso de los hombres lo que la naturaleza produce para todos? en proporción del servicio que el industrial o el comerciante prestan
¿Por qué menguas la abundancia del pueblo? ¿Por qué deseas la esca- a la sociedad»29 .
sez? ¿Por qué das lugar a que los pobres prefieran la esterilidad? Cuan- Los moralistas establecen una distinción entre el valor intrínseco
do no participan de los beneficios de la fecundidad, porque tú elevas los del producto en sí mismo y el extrínseco, que le es conferido por la es-
precios y escondes el trigo, ellos prefieren que nada nazca antes de que timación que se le tiene o la utilidad que presta; el valor industrial,
tú negocies con el hambre del pueblo. Deseas la escasez de trigo y la que refleja el esfuerzo empleado en la transformación del producto, y
penuria de alimentos. Te pesa el año bueno, lloras la fertilidad pública, el valor comercial, que añade el trabajo y el riesgo que supone el acer-
deploras que los graneros estén llenos de trigo. Tratas de adivinar cuán-
camiento de la mercancía al usuario.
do va a ser el año escaso. Te alegra que tenga lugar la maldición de que
nada nazca para nadie cuando es conforme a tus deseos. Tu regocijo es Pero la ética no sólo afecta a compradores y vendedores. En el si-
grande entonces porque llega la hora de cosechar tú, de que amontones glo XVI, los teólogos de la Escuela de Salamanca disertan en las aulas
riquezas a costa de la miseria de los demás. Y a este modo de obrar, que universitarias sobre la justicia en los precios. Francisco de Vitoria pro-
es una artimaña astuta, lo llamas industria y diligencia, y a lo que es su- pone las quince reglas que Conrado de Sumrnerhardt utiliza para el es-
ma maldad lo llamas remedio. ¿He de llamarlo robo o usura? Al igual tablecimiento del «precio natural» de los productos, que debía ante-
que los ladrones, aguardas el tiempo oportuno para introducirte a es- ponerse al precio que les podía atribuir la estimación común de las
condidas en las entrañas de los pobres. Los frutos por ti encerrados se gentes30• Con especial empeño reflexionaron los maestros salmantinos
te multiplican por la usura. Como usurero escondes el trigo, como ven- sobre el precio de la lana y de los paños y sobre los títulos que fundan
dedor aumentas el precio. Tu ganancia es daño público27•
el derecho a un posible sobreprecio cuando se demora el pago de las
mercaderías31 • Aquellas preocupaciones siguen dando origen a nume-
Sobre estos temas son innumerables las intervenciones de los pa-
rosos estudios en los tiempos modernos 32 .
dres de la Iglesia, siempre preocupados por la defensa de los pobres28 •
En esta época, el mercado juega también con el dinero mismo. No
se venden mercancías, se venden valores y divisas. Se di ce que la éti-
b) La doctrina de los teólogos ca social cristiana ha dedicado una atención muy escasa a la evalua-

El mercado fue en la antigüedad un lugar para favorecer el true- 29. A. Peinador, Tratado de moral p rofesional, Madrid 21969, 542; cf. T. Urdánoz,
que de mercancías. Pero, como ya recuerda santo Tomás, algunas La moral de los precios, en Tomás de Aquino, Suma Teológica Vl!I, Madrid 1956, 650-
660, en la introducción a 2-2, q. 77; J. Azpiazu-Gorosquieta, La moral del hombre de ne-
mercancías fueron sustituidas por el dinero. Las preguntas se cen- gocios, Madrid 3 1964, 281ss; M. Zalba, Theologiae Mora/is Compendium l, Madrid
traban entonces en la cantidad de dinero que habría que entregar por 1958 («De iusto mercium pretio», 1133-1 157).
las mercancías. Se puede decir que la ética tradicional se fijaba ca- 30. Cf. F. de Vitoria, De iustitia, q. 77, a. l, n. 2; Id., Comentarios a la 2-2 (vol. 4),
Salamanca 1934, 118 (edic ión de Beltrán de Heredia); cf. Conradus de Surnmerhardt,
si exclusivamente en las cuestiones relativas al precio justo de las D e contractibus, q. 56, concl. l.2; L. Molina, De iustitia, tr. 2, disp. 345-347; M. Gri-
mercancías. ce-Hutchinson, La Escuela de Salamanca. Una interpretación de la teoría monetaria
Tomás de Aquino señala que, en principio, el precio no debe ex- española 1544-1605, Salamanca 2005.
ceder del valor de la cosa que se oferta en el mercado (Summa Theo- 31. Cf. L. Vereecke, Le commerce de la laine selon les théologiens espagnols du
XVIe siécle, en De Gui/laume d 'Ockham aSaint Alphonse de Liguori, Roma 1986, 423-
logiae, 2-2, 77, 1). Ahora bien, es lícito obtener una ganancia suple- 434. Cf. J. Barrientos, Un siglo de moral económica en Salamanca (1526-1 629), Sala-
manca 1985; también los estudios publicados por J. de la Iglesia (ed.), Diez economis-
27. Ambrosio de Milán, D e officiis, 3, 6, 41 , en PL 16, 166. tas españoles. Siglos XVI y XVII, San Lorenzo de El Escorial 199 1.
28. R. Sierra Bravo, El mensaje social de los p adres de la Ig lesia, Madrid 1989; 32. Cf. J. R. Flecha (ed.), Europa, ¿mercado o comunidad? De la Escuela de Sa-
Id., Especulación, en DSPI, 143.144; cf. R. J. Sider, Rich Christians in an Age of Hun- lamanca a la Europa de/futuro, Salamanca 1999. Cf. también A. Plasschaert (ed.), Mul-
ger, NewYork 1977. tinational Enterprise and National Policies, Roma 1989.
446 Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 447

ción moral de los mercados financieros, que ya suscitaba cuestiones En la primera de ellas, llama la atención la novedad de la termino-
morales en la época del renacimiento33 , m ientras que está reflexionan- logía que ha aceptado decididamente la categoría de las «estructuras
do con profundidad sobre el sistema del mercado libre que gobierna la de pecado», tantas veces empleada por los teólogos de la liberación. A
sociedad34• dos décadas de la encíclica Populorum progressio, sin desconocer el
esfuerzo en favor del desarrollo, la encíclica reconoce que los resulta-
dos no son tan halagüeños como se esperaba. Por ejemplo, apenas han
4. Economía y mercado en la doctrina de la Iglesia tenido eco ni el reintegro por los países desarrollados del 1O % de los
ingresos percibidos por las exportaciones, ni la negociación de la deu-
Son bien conocidos los numerosos pronunciamientos del magiste- da externa.
rio católico sobre la economia contemporánea35 • De hecho, un cuida- Teniendo a la vista el documento dedicado a este tema por la Ponti-
doso estudio de los movimientos económicos más representativos a lo ficia comisión «Justicia y paw, en el que se invita a unos y otros a una
largo del siglo XX nos ha ayudado a descubrir no sólo las variaciones reconsideración de sus respectivos compromisos, la encíclica Sollicitu-
de acento, sino también los diversos fundamentos invocados por los do reí socia/is adopta una perspectiva más amplia38 • De hecho, exhorta
pronunciamientos de la doctrina de la Iglesia36. a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad, a dirigir una
En sus escasas alusiones a la economía, el concilio Vaticano II pro- mirada al mundo contemporáneo, en el que persiste y se amplía la bre-
nunciaba una crítica velada a los dos sistemas vigentes en el mundo cha entre el Norte desarrollado y el Sur en vías de desarrollo39• Esta ter-
del momento: «No se puede confiar el desarrollo ni al solo proceso ca- minología geográfica es tan sólo indicativa y convencional, puesto que,
si mecánico de la acción económica de los individuos ni a la sola de- a decir del Papa, «las fronteras de la riqueza y de la pobreza atraviesan
cisión de la autoridad pública. Por este motivo hay que calificar de fal- en su interior las mismas sociedades, tanto desarrolladas como en vías
sas tanto las doctrinas que se oponen a las reformas indispensables en de desarrollo»40•
nombre de una falsa libertad como las que sacrifican los derechos fun- Indicadores de esa pobreza son: las multitudes que carecen de vi-
damentales de la persona y de los grupos en aras de la organización vienda digna y hasta de un techo para cobijarse; los refugiados que
colectiva de la producción» (GS 65). Frente al liberalismo occidental «en un mundo dividido e inhóspito no consiguen encontrar ya un
y el intervencionismo estatal promovido por el marxismo, se ofrecía el hogar» (SRS 24c); los afectados por el problema demográfico, que
criterio del respeto a la dignidad y los derechos de la persona. junto a las dificultades económicas padecen la intromisión en la in-
Por otra parte, el Concilio ha propugnado una política de inversio- timidad de las parejas (SRS 25c); las numerosas violaciones de los
nes tendentes a asegurar posibilidades de trabajo y beneficios sufi- derechos humanos, entre ellos el de iniciativa económica (SRS
cientes a la población presente y futura (GS 70). 15.42), por primera vez evocado en la doctrina social de la Iglesia; el
1. Las cuestiones relativas a la articulación de los mecanismos de desempleo y el subempleo (SRS 18); y las mil formas de pobreza,
la producción y del mercado no podían estar ausentes de los últimos
documentos de la doctrina social de la Iglesia, especialmente las encí-
nuamente de modelo de automóvil. Hay indicios alentadores de que también en este
clicas Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus31 • campo la misma libertad de mercado hace que, por ejemplo, se trabaje para lograr so-
luciones técnicas maduras que tengan en cuenta la conciencia ecológica y Ja preocupa-
33. Cf. L. Vereecke, La licéité du «Cambium Bursae» chez Jean Mair (1469- ción por disminuir el número de accidentes fatales. Con todo, los mecarusmos del mer-
1550), en De Gui//aume d'Ockham a Saint Alphonse de Liguori, 309-324; cf. M. Zal- cado no son omnipotentes; teniendo en cuenta sobre todo el mercado mundial y Jos
ba, Theologiae Mora/is Compendium 1 («De operatiorubus bursae», 1242-1249). intereses de los países en vías de desarrollo y con rruras a una prudente utilización de los
34. E. Malinvaud, Mercato, en Dizionario di Do/trina socia/e della Chiesa, 426._ recursos limitados de esta tierra, será preciso que se tomen antes algunas decisiones po-
35. Cf. J. Y. Calvez, L'économie, /'homme, la société. L'enseignement social de l'E- líticas en relación con in1portantes campos de Ja industria».
g/ise, París 1989. 38. J. Velarde, Entre el subdesarrollo y el progreso. Diagnóstico socio-económico
36. I. Camacho, Doctrina social de la Iglesia, Madrid 199 l. de la situación actual, en A. Galindo (ed.), Pobreza y solidaridad. Desafios éticos al
37. El papa Juan Pablo II decía el 24.4.1987 a la junta directiva de la fábrica ale~ progreso, Salamanca 1989, 21-43.
mana de automóviles Adam-Opel: «Ustedes estarán seguramente de acuerdo conmigo si 39. Cf. J. Gorosquieta, La interdependencia y la solidaridad Norte-Sur: Fomento
digo que los únicos criterios de la planificación empresarial no pueden ser producir m~­ social 172 ( 1988) 369-394.
delos cada vez más utilitarios y más veloces, o lograr que los usuanos cambien contt- 40. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socia/is, 14, en AAS 80 (1988), 526-527.
Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 449
448

marcadas por la explotación, el analfabetismo y las discriminaciones Esta determinación -añade la encíclica- se funda en la firme convic-
ción de que lo que frena el pleno desarrollo es aquel afán de ganancia y
de todo tipo 41 •
aquella sed de poder de que se ha hablado. Tales «actitudes y estructu-
Evidentemente esos datos pueden ser leídos con diferentes claves.
ras de pecado» solamente se vencen -con la ayuda de la gracia divina-
Sin embargo, hay una lectura formalme?te ~r~yente de la rea~i~ad, que mediante una actitud diametralmente opuesta: la entrega por el bien del
no niega la pertinencia de las lecturas c1entif1cas, como exphc1tamen- prójimo, en la que uno está dispuesto a «perderse», en sentido evangé-
te se reconoce en la encíclica: lico, por el otro en lugar de explotarlo, y a «servirlo» en lugar de opri-
Si la situación actual hay que atribuirla a dificultades de diversa índole, mirlo para el propio provecho (cf. Mt 10, 40-42; 20, 25; Me 10, 42-45;
se debe hablar de «estructuras de pecado» [ .. .). Le 22, 25-27)45 .
Se puede hablar ciertamente de «egoísmo» y de «estrechez de mir.a~».
Se puede hablar también de «cálculos políticos errados» ~ ~e «?ec1s10- Según el pensamiento que recorre toda la encíclica, al entretejido
nes económicas imprudentes». Y en cada una de estas cahf1cac10nes se de pecados personales y estructuras de pecado ha de corresponder el
percibe una resonancia de carácter ético-moral. En efecto, la condici.ón esfuerzo por la conversión personal, acompañado por gestos políticos
del hombre es tal que resulta dificil analizar profundamente las acc10- sociales y económicos, verdaderamente decididos y eficaces46•
nes y omisiones de las personas sin que ello implique de una u otra for- 2. Publicada para corunemorar el primer siglo de la doctrina social
ma juicios o referencias de orden ético. de la Iglesia, la encíclica Centesimus annus evoca los grupos sociales
que han merecido la atención de los papas, desde los proletarios a los
Esta valoración es de por sí positiva, sobre todo si llega a ser ple- emigrantes, pasando por los refugiados y los agricultores. En todos
namente coherente y si se funda en la fe en Dios y en su ley, que orde- ellos han visto al ser humano como camino para la misión de la Iglesia,
na el bien y prohíbe el mal. En esto está la diferencia entre la clase de precisamente por ser la imagen de Dios y el icono vivo de Jesucristo.
análisis socio-político y la referencia formal al «pecado)) y a las «es- Con todo, el cambio brusco producido por la caída del muro de
tructuras de pecado»42• . Berlín sitúa a la doctrina social de la Iglesia en una actitud absoluta-
La adopción de la terminología «estructuras de pecado» constituye mente nueva. Ha criticado un sistema socioeconómico que sustentaba
la novedad más importante de la Sollicitudo reí socialis. Al ofrecer s~ una política estatalista, fuente de falsas esperanzas y causa de profun-
interpretación creyente de la realidad, la «desnuminiza» al volver a si- das desarmonías sociales y de un evidente fracaso productivo. Pero
tuarla en el ámbito de las responsabilidades humanas y de las conse- ahora el sistema liberal capitalista parece arrogarse, con su victoria
cuencias estructurales que de tal responsabilidad dimanan43 . económica, una especie de legitimidad moral que, a su vez, puede ge-
Sin embargo, el análisis teológico de la realidad, en la que las es- nerar profundas frustraciones 47 .
tructuras de pecado se oponen por igual a la paz y al -~esarrollo (S~S El juicio ético sobre ambos sistemas, más que coyuntural u opera-
39g), no debe conducir al fatalismo, sino a la convers1on y a la acc1on tivo, trata de ser antropológico. Es la más honda verdad del ser huma-
transformadora44 • La constatación del mal moral, fruto de muchos pe- no lo que está en juego. Si el marxismo era un error sobre el hombre,
cados que generan «estructuras de pecado» (SRS 3?d), ha ?e conducir la encíclica examina la alternativa que a las cuestiones sociales pre-
a los seres humanos hacia una actitud moral y social configurada por tende ofrecer la sociedad del bienestar o sociedad del consumo:
la virtud de la solidaridad y la determinación de empeñarse por la con-
Esta tiende a derrotar al marxismo en el terreno del puro materialismo,
secución del bien común:
mostrando cómo una sociedad de libre mercado es capaz de satisfacer
41. Cf. R. Buttiglione, La doctrina social de la lgles_ia e int~rpretación ~el mundo las necesidades materiales humanas más plenamente de lo que asegu-
contemporáneo, en Instituto internacional para la doctrina social, La doctrina social
cristiana. Una introducción actual, Madrid 1990, 48-63.
42. Juan Pablo 11, Sollicitudo rei socialis, 36. 45. Juan Pablo 11, Sollicitudo rei socia/is, 38.
43. S. Bastianel, (ed.), Struture di peccato. Una sfida teologica e pastora/e, Cas~­ 46. J. R. Flecha, La teología del desarrollo. Estructuras de pecado, en A. Jiménez
le Monferrato 1989; Id., Strutture di peccato. Una riflessione teologico-morale: La C1- (ed.}, Comentario a la «Sollicitudo rei socialis», Madrid 1990, 21-57.
vilta Cattolica 140 (1989) I, 325-338. .. 47. Cf. O. González de Cardedal, Contexto histórico y contenido teológico de la
44. Cf. L. González Carvajal, Las estructuras de pecado y su transformaczon: Sal encíclica «Centesimus annus» de Juan Pablo II, en J. Velarde (ed.}, Acerca de «Cente-
simus annus», Madrid 1991, 127-191.
terrae 9 (1988) 601 -611 .
450 Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 451

raba el comunismo y excluyendo también los valores espirituales. En desarrollo -añade la encíclica- no debe ser entendido de manera ex-
realidad, si bien por un lado es cierto que este modelo social muestra el clusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral»
fracaso del marxismo para construir una sociedad nueva y mejor, por (CA 29).
otro, al negar su existencia autónoma y su valor a la moral y al derecho, Teniendo en cuenta estos principios, se explican las cautelas que
así como a la cultura y a la religión, coincide con el marxismo en el re-
formula la encíclica sobre la economía de la empresa48 • La empresa
ducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfac-
ción de las necesidades materiales (CA 19). ciertamente recibe una valoración positiva, teniendo en cuenta la li-
bertad sobre la que se funda y el valor creciente que en su seno ha ido
La encíclica denuncia el peligro fundamental, congratulándose de adquiriendo Ja persona, «es decir, su capacidad de conocimiento, que
que no siempre se sucedan las consecuencias previstas, bien por falta se pone de manifiesto mediante el saber científico y su capacidad de
de aplicación global del sistema, bien por las correcciones introduci- organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesida-
das en su propio dinamismo. De hecho, el ser humano se resiste a ser des de Jos demás» (CA 32). Sin embargo, junto a este elogio, se ano-
tratado como simple pieza en la máquina global de la producción. Y tan algunos riesgos y problemas, como las situaciones de marginación,
los más lúcidos se sublevan ante la pretensión de reducirlos a simples que hacen dificil y hasta imposible el acceso al sistema de economía
consumidores. A ese propósito, la encíclica llega a afirmar que la ine- de empresa. Entre tales situaciones la encíclica subraya las dificulta-
ficacia del sistema económico no consiste sólo en un problema técni- des para la preparación científica y técnica, o para una especialización
co, fácilmente superable, sino que es consecuencia de la violación de necesaria en el mundo de la competitividad, que ofrece mercancías de
los derechos humanos a la iniciativa, a la propiedad y a la libertad en mejor calidad y producidas por métodos nuevos (CA 33)49 . A conti-
el sector de la economía. nuación se explicitan aún más estos logros y peligros inherentes a la
economía del libre mercado:
No es posible comprender al hombre considerándolo unilateralmente a
partir del sector de la economía, ni es posible definirlo simplemente to- Tanto a nivel de naciones, como de relaciones internacionales, el libre
mando como base su pertenencia a una clase social. Al hombre se le mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y res-
comprende de manera más exhaustiva si es visto en la esfera de la cul- ponder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo pa-
tura a través de la lengua, la historia y las actitudes que asume ante los ra aquellas necesidades que son «solventables», con poder adquisitivo,
acontecimientos fundamentales de la existencia, como son nacer, amar, y para aquellos recursos que son «vendibles», esto es, capaces de al-
trabajar, morir. El punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el canzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades hu-
hombre asume ante el misterio más grande: el misterio de Dios (CA 24). manas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de jus-
ticia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades
La referencia, tanto ontológica como moral, del ser humano al humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por
misterio de Dios no puede desmembrarse de su obligada referencia a ellas. Además, es preciso que se ayude a estos hombres necesitados a
los demás hombres y a todo lo que constituye su casa y las estructuras conseguir los conocimientos, a entrar en el círculo de las ínterrelacio-
que lo arropan. En un proceso de cierta circularidad, esos tres tipos de nes, a desarrollar sus aptitudes para poder valorar mejor sus capacida-
des y recursos. Por encima de la lógica de los intercambios a base de
relación determinan y revelan Ja concepción antropológica y la praxis
los parámetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hom-
de una determinada clase social o de una época histórica. Esas refe-
bre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad. Este algo de-
rencias configuran el sistema de valores por el que se rigen y orientan bido conlleva inseparablemente la posibilidad de sobrevivir y de parti-
los individuos y las sociedades (CA 28). cipar activamente en el bien común de la humanidad (CA 34).
En ese contexto de revisión de la escala de valores, la encíclica
pide abandonar una mentalidad que considera a los pobres -personas 48. Cf. J. A. Sánchez Asiain, La empresa en la «Centesimus annus», en J. Velarde
y pueblos- como un fardo inoportuno. En ellos ve la Iglesia el rostro (ed.), Acerca de «Centesimus annus», 225-239; A. García-Casco, Reflexiones éticas so-
bre la actividad económica empresarial, en A. Jiménez (ed.), Ética empresarial, Madrid
de su Señor; más aún, reivindica para ellos «el derecho de participar
1990, 79-96.
y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su trabajo, crean- 49. Cf. A. F. Utz, La empresa como dimensión del mundo del trabajo, ¿el trabaja-
do así un mundo más justo y más próspero para todos» (CA 28). «El dor como socio?, Barcelona 1986; Id., Ética social, Barcelona 1991.
El dinero, el mercado y los mercados 453
452 Escenarios y problemas

En virtud de esa dignidad del ser humano, se descubren tres debe- nales estén representados los intereses de toda la gran familia h~ma­
res ineludibles para la organización del libre mercado: na y que se tome en consideración a los pueblos y países que tienen
- Es necesario solucionar el problema de la deuda exterior de los escaso peso en el mercado internacional (CA 58).
países más pobres. Es cierto que las deudas deben ser pagadas. Pero
<<no es licito exigir o pretender su pago, cuando éste vendría a imponer
de hecho opciones políticas tales que llevaran al hambre y a la deses- 5. EL mercado y La responsabilidad moral
peración a poblaciones enteras. No se puede pretender que las deudas
contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables» (CA 35). Después de haber reflexionado sobre la economía liberal de mer-
- Junto a este deber, se recuerda la opción moral de invertir en un cado este tema retoma a la parábola inicial de los mercados. Con la
lugar y no en otro, en un sector productivo en vez de otro, con el fin de conciencia de que también en la «mercadotecnia» contemporánea han
ofrecer a un determinado pueblo la ocasión de dar valor al propio tra- de volver a plantearse las antiguas cuestiones éticas. .
bajo. Una decisión semejante es un gesto de ayuda mutua y de con- Hoy se demanda un cambio de paradigma en los comportamJentos
fianza en la providencia de Dios (CA 36). individuales y en la misma comprensión de la planificación económi-
- Y un tercer deber de la nueva economía de mercado es el de velar ca. Nunca como ahora los moralistas se habían interesado tanto por la
por el medio ambiente y la conservación de sus recursos. Este deber, economíasº. Y nunca como ahora, el lenguaje de los economistas se ha
en efecto, es iluminado por la conciencia de que la comunidad huma- parecido tanto al de los predicadores, si no en el re~onocimie.~to del
na trasciende los límites espaciales de la localización de la empresa y pecado, sí al menos en la invocación de una necesana convers1on que
los límites temporales del presente (CA 37). hay que reconocer como moral. Todo un cambio axiológico está en
Los tres deberes tienen una orientación antropológica. El trabajo juego. Nunca como ahora se ha hecho urgente la pregunta por los va-
del hombre y el hombre mismo no pueden reducirse al nivel de simple lores morales que acaricia una determinada sociedad.
mercancía. La justicia exige que el capital, o la posesión de los medios
de producción y la tierra, no prevalezca sobre el trabajo libre del hom-
a) Orientación a la persona del vendedor
bre. Ahora bien, «en la lucha contra este sistema no se pone, como
modelo alternativo, el sistema socialista, que de hecho es un capitalis- Por todas partes está surgiendo el propósito de crear empresas do-
mo de Estado, sino una sociedad basada en el trabajo libre, en la em- tadas de una filosofía francamente ética. A mitad de los años 1970 co-
presa y en la participación. Esta sociedad tampoco se opone al mer- mienza a aparecer en el mundo de las grandes empresas norteameri-
cado, sino que exige que sea controlado oportunamente por las fuerzas 51
canas la tendencia a dotarse de códigos éticos de conducta •
sociales y por el Estado, de manera que se garantice la satisfacción de Parece imponerse un nuevo sistema de comportamiento. El vende-
las exigencias fundamentales de toda la sociedad» (CA 38). dor-empresa trata de parecer cercano e interesado por sus clientes, sus
Los beneficios son un índice de la buena marcha de la empresa, pe- necesidades y sus gustos. Esa actitud se convierte en un nuevo valor,
ro no son el único índice. La empresa no tiene como única finalidad la que marca la diferencia en la competición con los demás ofertadores
producción de beneficios, sino la constitución de una comunidad de de bienes y servicios.
hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus nece- Los peligros que de esta técnica pueden surgir para una concep-
sidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de ción ética son innumerables. Pensemos en el fingimiento de unas rela-
la sociedad entera. «Los beneficios son un elemento regulador de la
vida de la empresa, pero no el único; junto con ellos hay que conside- 50. Cf. E. Küng, Economía y moral, Madrid 1986, 149-192; F. A. Hayek, Gleich-
rar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo heit, Wert und Verdienst, Godesberg 1958. . .
menos igualmente esenciales para la vida de la empresa» (CA 38). 51. Se podrían mencionar aquí Jos interesantes intentos de crear una. banca et1ca'.
que encuentran su máximo exponente en la Gran:ieen Ba~..cf. L. .saccom, ~trca degli
Finalmente, hay que constatar la ampliación universal de los mer- aflari. Jndividui, imprese e mercati ne/la prospettiva dz un. etzca razz~nale, Milano 1991 '.
cados. En el marco de una «economía planetaria», es necesaria la con- 340· M. Calvi, Sore/la Banca. Pasato, presente.futuro dz Banca Etrca, Saronno, 2000,
certación entre los grandes países, que en los organismos internacio- G. Salvini , Una Banca Etica in Italia: La Civiltá Cattolica 3602 (2000/Ill) 132-143.
454 Escenarios y problemas El dinero, el mercado y los mercados 455

ciones que no interesan más que por el beneficio mismo. Por otra par- c) Los objetos y productos vendidos
te, es más que posible la utilización ilegítima de los datos obtenidos de
los clientes con el fin de conocer y manejar sus gustos. Y en tercer lu- Se oye hablar con frecuencia de la imitación de los productos y la
gar, puede darse una nueva especie de complicidad y gremialismo que falsificación de las marcas comerciales. Seguramente, muchos clien-
agrupa a Jos miembros de la empresa vendedora, obligados a demos- tes se sienten más que satisfechos con un objeto barato -aunque falso-
trar a toda costa su agresividad y creatividad al servicio de la empresa. que remita a un original prestigioso y caro. En ese caso, las normas
En algunos casos el cumplimiento de una pretendida deontología pro- éticas -así como las legales- han de regular los derechos de los diver-
fesional puede ser claramente antiético. sos fabricantes. Pero con relación al consumidor entrará en vigor una
Pero no todo es tan peligroso en este nuevo panorama. Los valores especie de pacto secreto de complicidad que no conlleva ninguna otra
éticos que se vislumbran son: una mayor personalización de las rela- responsabilidad ética más allá de la certificación de Ja verdadera natu-
raleza del producto.
ciones, una mayor fidelidad en el diálogo del servicio, un esfuerzo de
En general se podría decir que los valores éticos implicados en es-
transparencia en las transacciones, un mayor esfuerzo por lograr Ja
te ámbito son los de verdad, autenticidad, fiabilidad, confiabilidad.
identificación con los empleados y del vendedor con la empresa.
Hay otra preocupación ética que atañe a la fuente de origen de los
productos y servicios, cuando en ella se encuentran implicados esos
b) Orientación a la persona del comprador millones de personas que trabajan en régimen de cuasi-esclavitud. En-
tre ellos es obligado recordar a los niños y niñas que producen prendas
Una mayor atención a la persona del receptor-comprador está ya y artículos que vemos en los grandes encuentros deportivos o que,
originando una auténtica revolución. Se escribe con frecuencia sobre simplemente, marcan un distintivo del status social de los usuarios54 .
un «marketing ético» en un mundo orientado al consumidor. Con Un marketing preocupado por la ética habrá de tener en cuenta la si-
frecuencia se afirma hoy que «el egoísmo sale caro». En adelante tuación humana y social de sus proveedores.
habrá que examinar más agudamente los retos que afrontan los espe- Por otra parte, la reciente revolución ecológica está demandando
cialistas en marketing cuando tratan de diseñar estrategias éticas que de los productores y vendedores una clara definición en defensa del
cubran las necesidades del público. De un público que, por una par- medio ambiente. La oferta de productos verdes, es decir, naturales y/o
te, es cada vez más homogéneo en sus exigencias y, por otra, más di- reciclables, exigirán replantear en muchos casos las fórmulas de un
versificado con relación a su nacionalidad de origen, su ideología, su proyecto de marketing estratégico.
religión.
Si se piensa en los países en vías de desarrollo, se comprende que
d) Atención al medio y al mensaje
en el mundo globalizado, el cliente no siempre y sólo es un individuo.
Tanto el vendedor como el comprador son con frecuencia una empre- En las políticas de marketing, la ética fomenta y alimenta las rela-
sa o incluso el gobierno del país. También en esa hipótesis se impone, ciones interpersonales. Ahora bien, esas relaciones no pueden ser fal-
y cada vez más, la exigencia ética de un comercio justo. Las grandes seadas. Y lo serán si la propaganda de los productos y servicios trans-
multinacionales suscitan hoy muchas inquietudes sociales, políticas y mite mensajes engañosos. En este contexto, es preciso repensar la
éticas52 • Más aún, incluso las grandes potencias económicas, al no su- ética de la publicidad. Es de sobra sabido que el spot publicitario ape-
primir las propias barreras proteccionistas en determinados sectores, la a los sentimientos, las ambiciones, los sueños y las fantasías de los
están generando un aumento del desempleo y la pobreza en países en eventuales compradores. Precisamente por eso, es tan peligroso el jue-
vías de desarrollo53 • go que considera lícito cualquier mensaje para vender cualquier servi-
cio. El fin no justifica los medios.
52. Cf. R. Rossano, Responsabilita socia/e de/le multinazionali e diritti umani:
Aggiornamenti sociali 57/03 (2006) 235-246. 54. Sobre este tema, cf. P. Arlacchi, Schiavi. Il nuovo traffico di essere umani, Mi-
53. Cf. A. Macchi, La burrascosa con/erenza dell'Organizzazione Mondiale del lano 1999, así corno G. de Rosa,/ nuovi schiavi del nostro tempo: le donne e i bambi-
Commercio (WTO): La Civilta Cattolica 3591 (2000/I) 290-298. ni: La Civiltil Cattolica 3593 (2000/I) 431-443.
El dinero, el mercado y los mercados 457
456 Escenarios y problemas

Si este riesgo es habitual y serio cuando la publicidad se sitúa en el -Esa dedicación a la acción económica tiene por finalidad que «to-
nivel casi indefinible de lo consciente, el peligro se agrava cuando uti- da su vida, así la individual como la social, quede saturada con el es-
liza mensajes subliminales que no solamente ponen en peligro la liber- píritu de las bienaventuranzas, y particularmente con el espíritu de la
tad de los eventuales usuarios, sino que, de paso, estimulan sentimientos pobreza» (GS 72).
o reacciones inaceptables para él mismo y para el grupo social en el que Por lo que se refiere a las dos encíclicas analizadas, es evidente
se inserta. que no son las únicas palabras posibles que la fe cristiana puede pro-
Por otra parte, el marketing moderno está utilizando cada vez más los nunciar sobre la situación socioeconómica, pero son significativas. Se
canales informáticos. Una enorme cantidad de bienes y servicios son puede discutir si han recogido adecuadamente la importancia que el
ofrecidos y adquiridos on-line. Esta nueva ola del E-commerce está des- pensamiento socialista ha tenido para la reforma del mundo actual. Se
velando ya algunos problemas éticos importantes. Se está violando con- puede también discutir si su presentación del capitalismo, crítica como
tinuamente el derecho de propiedad intelectual sobre objetos de diseño o es, no le dejará demasiado asentado en su orgullo de triunfador. Pero
creaciones literarias, artísticas o musicales. Se comienza a desequilibrar / estas dos encíclicas sociales han suscitado y promovido la conciencia
el sistema de los precios y de las estructuras de ventas. El papel de los in- de la necesidad de una nueva cultura y ética de la solidaridad57 .
termediarios está siendo sobrepasado o francamente eliminado. Los con- Si hace unos años se podía decir que el desarrollo, o al menos el
sumidores a través de la red saben que pueden gozar de numerosos be- buen desarrollo58, era el nuevo nombre de la paz, hoy se puede afirmar
neficios a costa de los productores y de los intermediarios, que dejan de que la solidaridad es el nuevo nombre de la caridad59 . La solidaridad
añadir un calor a las transacciones. «El gobierno, la hacienda y los ope- no puede identificarse con la verdadera fraternidad, pero orienta las
radores tradicionales corren el riesgo de verse superados»55 • Se impone miradas hacia el nuevo cielo y la tierra nueva en los que habita la jus-
una nueva y urgente reflexión ética sobre estos y otros avances técnicos56• ticia (2 Pe 3, 13), según proclaman la fe y la esperanza cristianas.
Que estas sean palabras pronunciadas por los discípulos de Jesu-
cristo, a nadie le puede extrañar. Lo que hoy resulta ya sorprendente
6. Conclusión es que vengan pronunciadas por los que, al menos explícitamente, no
se presentan como cristianos. Por una parte y por otra se oyen hoy
El concilio Vaticano II, al reflexionar sobre la actividad económica advertencias relativas al riesgo de banalización del debate sobre éti-
y comercial, no olvida que, más que ofrecer teoría especializada, se ca y economía, así como sobre el peligro de instrumentalización de
está dirigiendo a los seguidores de Jesucristo. Su exhortación se arti- la ética por parte de una sociedad sometida a un poder económico
cula en tres puntos. «sin ley» 6º.
-En primer lugar, pide a «los cristianos que toman parte activa en
el movimiento económico-social de nuestro tiempo y luchan por la 57. F. J. Vitoria Cormenzana, Pistas para una lectura militante de la «Centesimus
justicia y caridad, que adquieran conciencia de que pueden contribuir annus», en J. Jirnénez García (ed.), Doctrina social de la Iglesia y lucha por /ajusticia,
Madrid 1991, 197-221.
mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del mundo». 58. Cf. C. Val verde, Un modelo de hombre para el desarrollo. Proyecto ético en la
-En consecuencia, su trabajo en el mundo de la economía ha de encíclica «Sollicitudo rei socialis», en A. Galindo (ed.), Pobreza y solidaridad, Sala-
respetar dos fidelidades: una más profesional y la otra más trascen- manca 1989, 83-100, en especial 96-97.
59. Cf. T. Goffi, Solidarietii, nome di pace e di progresso: Rivista di Teologia Mo-
dental. «Adquirida la competencia profesional y la experiencia que rale 78 (1988) 53-57; M. Toso (ed.), Solidarietii, nuovo nome della pace. Studi sulla en-
son absolutamente necesarias, respeten en la acción temporal la justa ciclica «Sollicitudo rei socialis» di Giovanni Paolo !/, Torino 1988; D. Velasco, La so-
jerarquía de valores, con fidelidad a Cristo y a su Evangelio». lidaridad, nuevo nombre de la paz: Sal terrae 9 (1988) 589-599; J. Vélez Correa,
Solidaridad: concepto clave para una lectura de la nueva encíclica «Sollicitudo rei so-
cia/is» y de la doctrina social de la Iglesia: Medellín 55 (1988) 320-332.
55. J. J. Spillane, L'impatto del commercio elettronico sull'economia tradiziona/e:
60. A. Galindo, Cultura ética del trabmo, en M. Vida! (ed.), Conceptos fundamen-
La Civilta Cattolica 3598 (2000/II) 378; cf. J. Peet, A Survey ofE-Commerce: Shopping
tales de ética teológica, Madrid 1992, 74 7; cf. l. Camacho, <<Economía y moral», en
around the Web, en The Economist (26.2.2000), 6.
56. Cf. D.G. Johnson, Ética on-line: la ética en las redes informáticas: Moralia 20 Doctrina social de la Iglesia, 725-745; S. Cipriani, Nuovefrontiere dell'etica economi-
( 1997) 73-86. ca, Bologna 1989.
458 Escenarios y problemas

PAUTAS DE TRABAJO 19
1. Analizar las noticias transmitidas por los medios de comunicación social EL DESAFÍO DE LA GLOBALIZACIÓN
para ver el puesto que ocupan en ellas el dinero y los intereses económicos.
2. Sistematizar la doctrina de la Iglesia sobre los mercados de bienes, ca-
pitales y servicios.
3. Preguntarse cuál debería ser la actitud de los cristianos con relación a
las estructuras económicas.

Se dice, no sin razón, que la globalización -o mundialización- es


uno de los tres grandes desafios con que la humanidad se enfrenta en
el momento actual. Los otros dos son el descubrimiento y aceptación
de la verdad misma del ser-hombre y la comprensión y gestión del
pluralismo y de las diferencias (CDSI 16).
Aparentemente, la globalización es sobre todo un fenómeno me-
diático. Nuestra mirada puede presenciar casi todo lo que ocurre en el
mundo, pues de una forma más o menos confusa y filtrada, nos llegan
casi todos los sonidos de la humanidad. Evidentemente el mundo se
nos ha hecho más pequeño. Lo podemos recorrer. Y él se nos acerca
en cada momento. Cada persona puede visitar virtualmente todos los
mercados del mundo.
El mundo parece cada vez más pequeño y abarcable. Las distan-
cias se han acortado. La información se transmite en un tiempo real.
Las nuevas tecnologías hacen posible la celebración simultánea de un
congreso con sedes muy alejadas entre sí. Los medios de producción
y los productos de consumo provienen de todas las partes de nuestro
planeta. Los productos de cualquier parte del mundo, ahora globaliza-
do, llegan cada día hasta nuestra mesa. Y hasta los valores éticos son
compartidos por las personas más dispares, que comparten -eso sí- un
semejante status socio-económico. Realmente se puede decir que vi-
vimos en «la aldea global».
Con todo, la globalización de la información y los medios, de los
bienes y productos, de las ideas y de los valores, parece suscitar cada
vez con mayor fuerza y violencia la afirmación de las diferencias entre
los grupos sociales y las personas. La globalidad es percibida al mismo
tiempo como un logro contemporáneo y como una tremenda amenaza
para la libertad y para la afirmación y recuperación del sujeto•.
Junto con las noticias, los bienes y las ideas, la globalización ha
acercado también a las personas y ha facilitado los movimientos de

l. Cf. A. Blanch, la recuperación del sujeto ante la dispersión global, en A.


Blanch (ed.), Luces y sombras de la globalización, Madrid 2000, 343-352.
460 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 461

gentes y las migraciones. Gracias a la globalización, los inmigrantes Este fenómeno puede definirse como «el proceso de interconexión
están dibujando en todas partes una cultura plural y multivalórica. Se financiera, económica, política, social y cultural posibilitada por las
quiera o no, la pluralidad es hoy una realidad palpable, cruzada por tecnología de la información y de la comunicación, que relaciona a de-
numerosas demandas sociales. terminadas personas y organizaciones gubernamentales o no, creando
El fenómeno de las migraciones, siempre presente a lo largo de Ja dinámicas complejas de relación y de exclusiórn>4 •
historia, se ha convertido hoy en un fenómeno nuevo. Y ello, no tanto por
los movimientos de masas como por la conciencia del valor y superiori-
a) Un fenómeno complejo
dad de la propia cultura que llevan consigo los inmigrantes. Muchos
de los rasgos típicos del encuentro intercultural son bien conocidos l. Es preciso recordar que la globalización comporta diversos as-
por el recuerdo de movimientos históricos del pasado. Sin embargo, hoy pectos mediáticos y culturales. Pero hay que subrayar que, antes que
se plantea con nueva fuerza la cuestión del diálogo multicultural, así co- nada, significa una enorme y compleja modificación de la econo-
mo las diversas alternativas que se ofrecen con motivo de ese encuentro. mía. El mundo se ha globalizado principalmente porque se han glo-
Al mismo tiempo, el fenómeno de la globalización suscita en los balizado los mercados y el comercio. Son los flujos de capitales y la
individuos y en las comunidades la afirmación de la propia identi- ubicación plural de las grandes empresas lo que suscita mayores
dad. El individualismo no es sólo una moda pasajera, sino que cons- preocupaciones.
tituye en muchos casos un dramático recurso de defensa de la inti- Un buen conocedor del panorama de los derechos humanos ha
midad personal. descrito con tonos muy realistas y bastante oscuros el proceso de la
Esa afirmación de lo propio personal se traduce al mismo tiempo globalización:
en continuas reivindicaciones de las notas características de las identi-
dades locales, regionales o nacionales. La libertad de decisión perso- La mundialización es un proceso acelerado que afecta a la economía,
nal encuentra su reflejo en la proclamación de la autonomía individual las relaciones financieras internacionales y las comunicaciones a tra-
y política. vés del soporte electrónico[ ... ] Su ideología es exclusivamente capi-
talista y se plasma en las libertades de mercado y de comercio, el cre-
Por otra parte, la pluralidad fáctica parece exigir una pluralidad
cimiento económico, la especulación financiera, la privatización de la
axiológica. Es precisamente ahí donde se plantean las cuestiones más economía, la desregulación social, Ja des-localización de las empresas
importantes. El pluralismo resulta aceptable, y hasta rentable econó- y la reducción del papel económico del Estado. El instrumento ejecu-
micamente, cuando se limita al ámbito de ios gustos, las modas o el tor del llamado «Consenso de Washington» han sido las instituciones
folklore. Su problematicidad se plantea precisamente cuando se insta- financieras internacionales (Banco mundial, Fondo monetario inter-
la en el terreno ético2 • nacional) y la Organización mundial del comercio. Los principales
Así pues, la globalización ha llegado con ánimo de quedarse entre beneficiarios del proceso de mundialización han sido las empresas
nosotros. Incluso los movimientos más opuestos a ella se benefician transnacionales.
de sus productos.
Tras esta descripción, el autor anota una grave deficiencia del pro-
ceso por lo que se refiere a las consecuencias sociales que ya está des-
1. El panorama de la globalización encadenando en el mundo:
Por tanto, el proceso de rnundialización ha sido puramente económico
Todo el mundo ha oído hablar de la globalización, aunque no sepa y no se ha acompañado de aspectos esenciales en los ámbitos político,
bien qué es lo que se oculta detrás de ese nuevo mito de nuestro tiempo3. social, judicial y de derechos humanos que, de haber sido oportuna-
mente incorporados, habrían corregido sus consecuencias más negati-
2. J. R. Flecha, Pluralismo en el ámbito de la ética y de la teología moral, en J.
Martín Velasco (ed.), Pluralismo y comunión en la Iglesia, Estella 1994, 121-152.
3. Cf. a este respecto el número monográfico dedicado al tema de la globalización 4. J. F. Maria i Serrano, La globalización, Cuadernos «Cristianismo y justicia»,
por la revista Concilium 5/200 l. Barcelona 2000, 33.
462 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 463

vas, esto es, la profundización de las desigualdades económico-sociales - Los mecanismos que promueven y gestionan la globalización
del mundo entre el Norte y el Sur5. económica se revelan con frecuencia como un poderoso instrumento
depositado en unas pocas manos, pero capaz de manejar a grandes
A la vista de tal panorama, se puede afirmar que en nuestros días la multitudes.
globalización se ha convertido en un hecho, en un ideal y en un riesgo. - Los dirigentes de la globalización tienden a Wlirse creando gran-
En un hecho, sobre todo a partir de la caída del muro de Berlín y el des multinacionales. Estas organizaciones ostentan un poder enorme,
fracaso del modelo socio-económico marxista, que ha impuesto en to- a veces superior al poder y la autonomía de que pueden disponer los
do el mundo el esquema económico de la competencia libre, el cual Estados soberanos. Se teme que la globalización pueda acabar con la
pretende basarse en el juego de la oferta y la demanda que rige los democracia liberal 9 y dañar seriamente la promoción y la tutela de los
mercados 6 . En un ideal. Se ha convertido en Wla especie de dogma la derechos humanos 10 •
creencia de que una economía de libre mercado habría de ayudar a ele- - La globalización es vista de forma diferente por los países ricos y
var los niveles de producción, pero también los niveles de desarrollo y por los países pobres. Mientras que para unos es un bien, para los
de distribución de los bienes y servicios. En el fondo, la globalización otros se presenta como una amenaza. De hecho, no es ilusorio el peli-
se percibe como el escenario para la realización de la libertad de au- gro de nuevas formas de colonización mediante los medios de comu-
tonomía7. En un riesgo. La globalización podría ser un medio para el nicación, la informática y la biotecnología.
logro de una sociedad del bienestar y la justicia, Pero tiene también - La globalización de la economía lleva consigo una globalización
sus lados oscuros, como la falta de equidad en el reparto de los recur- de la cultura. Unos pocos centros de influencia internacional difunden
sos mundiales. La Organización de las Naciones Unidas para la agri- e imponen una cierta comprensión de la vida, unos nuevos (anti)valo-
cultura y la alimentación señalaba en noviembre de 2003 el espantoso res y estilos uniformes de vida, un <muevo modo de pensar, de com-
aumento del hambre en el mundo. Hoy día existen en el planeta casi portarse y de comunicarse» 11 •
novecientos millones de personas que sufren de hambre. - Finalmente, a la globalización de la economía no corresponde to-
2. Así pues, para muchos países y grupos sociales, la globalización davía una globalización de los valores ni de los instrumentos para con-
se ha convertido en un peligro. He aquí algunas de las razones más vertirlos en reales. En particular, se echa de menos una difusión uni-
frecuentemente aducidas para justificar este aserto. versal del valor de la solidaridad.
- Si bien es cierto que se percibe la unificación de capitales y mer- 3. Sin embargo, aun teniendo a la vista Ja anterior lista de siete sus-
cados, también es evidente que el crecimiento económico apetecido picacias, es preciso reconocer que la globalización puede considerarse
no es uniforme para todos los pueblos. Subsisten las dramáticas dife- en principio un fenómeno ambiguo y polivalente. Así lo hacía el papa
rencias entre los países desarrollados y los países que se consideran en Juan Pablo II al establecer en 1999 esta especie de evaluación sobre el
vías de desarrollo. mismo:
- Aunque a primera vista pudiera parecer lo contrario, especial-
Desde el punto de vista ético, puede tener una valoración positiva o ne-
mente a los ojos de los inmigrantes, tampoco es uniforme el creci- gativa. En realidad, hay una globalización económica que trae consigo
miento económico y el disfrute de los bienes sociales en el seno de un ciertas consecuencias positivas, como el fomento de la eficiencia y el
mismo país desarrollado8• incremento de la producción, y que, con el desarrollo de las relaciones
entre los diversos países en lo económico, puede fortalecer el proceso
5. C. Villán Durán, Las Naciones Unidas ante el nuevo escenario preventivo. El re- de unidad de los pueblos y realizar mejor el servicio a la familia huma-
to de los derechos humanos, en M. C. Marin (ed.), La seguridad preventiva como nuevo
riesgo para los derechos humanos, San Sebastián 2006, 20-21 .
na. Sin embargo, si la globalización se rige por las meras leyes del mer-
6. Cf. N. González, Factores globalizadores en la historia del siglo XX, A. Blanch,
Luces y sombras de la globalización, 19-63. 9. Cf. P. Cammack, Globalization and the death o/liberal democracy: European
7. Cf. A. K. Sen, Globalizzazione e liberta, Milano 2002. Review 6/2 ( 1988) 249-263.
8. En 1968 el 5% de los norteamericanos con ingresos medios más altos contaba 10. Cf. R. Rossano, Responsabilita socia/e de/le multinazionali e diritti umani:
con 16 veces más ingresos que el 20% de las personas más pobres. En el año 1998 Ja Aggiornamenti sociali 57/3 (2006) 235-246.
desigualdad se había incrementado hasta 24 veces (C. Comas, Sociedad, economía, cul- 11. M. R. Ferrarese, Le istituzioni della globa/izzazione. Diritto e diritti ne/la so-
tura: Una aproximación histórica, Barcelona 1999, 3). cieta trasnaziona/e, Bologna 2000, 113.
464 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 465

cado aplicadas según las conveniencias de los poderosos, lleva a conse- civilización global que comprime cada vez más a las personas perte-
cuencias negativas. Tales son, por ejemplo, la atribución de un valor ab- necientes a esferas culturales diferentes y suscita en ellas la voluntad
soluto a la economía, el desempleo, la disminución y el deterioro de
de defender su identidad propia contra la presión de la homogeneiza-
ciertos servicios públicos, la destrucción del ambiente y de la naturale-
za, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres, y la competencia ción. La defensa de lo propio y la reivindicación de lo peculiar susci-
injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferiori- ta el conservadurismo de unos y el mesianismo de otros. Aunque no
dad cada vez más acentuada. La Iglesia, aunque reconoce los valores estén dispuestos a admitirlo, ambos movimientos coinciden en su ape-
positivos que la globalización comporta, mira con inquietud los aspec- lación a las raíces. Se busca una identidad, con frecuencia mítica. El
tos negativos derivados de ella 12• nacionalismo cultural, el chauvinismo lingüístico y el tradicionalismo
religioso están más emparentados de lo que se sospecha.
Una enumeración de las esperanzas que alimenta la globalización Igualm ente preocupante es la globalización cultural producida por
y de los grandes interrogantes que origina se encuentra también en el la fuerza de los medios de comunicación social, los cuales «imponen
número 362 del Compendio de Doctrina social de la Iglesia . nuevas escalas de valores por doquier, a menudo arbitrarios y en el
De todas formas, la impresión que queda flotando en el ánimo de las fondo materialistas, frente a los cuales es muy dificil mantener viva la
gentes y aun en los informes de las agencias internacionales es que la adhesión a los valores del Evangelio» 15 •
«globalización» de la economía podría aumentar notablemente las dife-
rencias entre ricos y pobres. En consecuencia, dejaría a poblaciones en-
teras al margen de las ventajas que conllevará el espectacular aumento 2. En las fuentes de la fe
de bienes y de servicios ofrecido por las nuevas tecnologías 13 •
Puede parecer ridículo tratar de descubrir en las páginas bíblicas
algún precedente que pueda iluminar hoy a los creyentes a la hora de
b) La globalización de la cultura
juzgar el fenómeno de la globalización. Sin embargo, la modernidad
Durante algún tiempo se pensaba que la globalización se reducía a con la que se reviste el fenómeno no logra encubrir apetencias de po-
un intercambio de productos naturales o manufacturados. Hoy es fácil der y de lucro que se encuentran en todos los tiempos y en todos los
percibir que el fenómeno de la globalización es fundamental en el con- lugares.
texto de la modernidad. No solamente es un hecho. Es también un pa-
radigma del conocirníento sistemático de la cultura, de la economía, de a) La confusión de Babel
la política, de la ciencia, de la información y del espacio. La globaliza-
ción se ha convertido en un nuevo estadio de la conciencia humana14• Los grandes mitologuemas de las religiones deberían convertirse
Además de Jos problemas de supervivencia a que está dando ori- en patrimonio de la humanidad. Por ejemplo, el relato de la torre de
gen, la globalización está generando un peligroso riesgo de tipo cultu- Babel nos advierte del riesgo del endiosamiento del poder que afecta a
ral. Hoy es posible abarcar la unidad del espacio terrestre, pero al mis- todas las culturas (Gn 11, 1-9).
mo tiempo aumenta el clamor de Jos particularismos. Vivimos en una De modo semejante, las condenas que dirige el profeta Amós con-
tra los instalados de su tiempo trascienden la situación concreta de Ja
12. Exhortación apostólica postsinodal del papa Juan Pablo II, Ecclesia inAmeri- prosperidad de Samaria (Am 6, 1-7). El profeta deseaba sobre todo ver
ca (22. 1.1999), 20.
13. Así lo manifiesta el informe número 1Odel Programa de las Naciones Unidas al pueblo unido, como lo estaba antes de que el comercio extranjero y
para el desarrollo: UNDP, Rapporto 1999 su lo Sviluppo Umano 1O. La globa/izzazione, los cultos paganos destrozaran la sociedad israelí. La primera de las
Torino 1999; cf. G. Salvini, Globalizzazione e Sviluppo umano: La Civilta Cattolica maldiciones pronunciadas por Isaías parece dramáticamente actual:
3585 ( 1999/IV) 240-250.
«¡Ay los que juntáis casa con casa, y campo al campo anexionáis, has-
14. Sobre los aspectos culturales de la globaJización, cf. la obra publicada por R.
Papini (ed.), Globalizzazione: conjlitto o dialogo di civilta?, Napoli 2002, que ha sido ta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país!» (Is 5, 8).
presentada por M. P. Gallagher, Le dimensioni culturali della globalizzazione: La Civil-
ta Cattolica 3673 (2003/lli) 52-58. 15. Juan Pablo II, Ecclesia inAmerica, 20.
466 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 467

«En términos modernos, Isaías denuncia la acumulación del capital en Por último, el libro del Apocalipsis resume en las lamentaciones
pocas manos». Esa condena encuentra eco en el oráculo de Miqueas contra Babilonia, emporio de fuerza, de riqueza y de dominación uni-
contra los acaparadores de Jos bienes ajenos (Miq 2, 1-5) o en lás in- versal, el juicio sobre las pretensiones de un dominio sobre todas las
crepaciones de Jeremías contra Yoyaquim, el hijo del infortunado rey gentes (Ap 18, 9-24)21.
Josías (Jr 22, 13-19) 16 .
El impresionante y duro oráculo del profeta Nahum contra Nínive
evoca la alegria de los pueblos que se ven liberados de su opresión y 3. La doctrina de la Iglesia católica
canta la justicia de Dios con la rabia del oprimido (Nah 3) 17 • La alego-
ría del águila que desmocha hasta los cedros del Líbano es una denun- El término «globalización» está todavía ausente en la mayor parte
cia del imperialismo de Nabucodonosor y la política babilónica de so- de los diccionarios y manuales de moral social. Tampoco se encuentra
metimiento de todos los pueblos (Ez 17) 18 • El relato novelado del libro un documento del magisterio de la Iglesia dedicado de forma exclusi-
de Judit ha descrito también esta política insensata de ambiciones uni- va a este tema22 . Sin embargo, el fenómeno de la globalización ha ido
J
versales (Jdt 1, 5-12). suscitando desde muy pronto las reflexiones de los teólogos y también
El mensaje religioso que transmiten los libros de los Macabeos no los pronunciamientos del magisterio de la Iglesia, como lo demuestran
ocultan el proyecto de «globalización» política y cultural que delatan los textos recogidos a continuación.
los planes expansionistas de Antíoco IV Epífanes (1 Mac 1, 16-20) 19 .

a) De Juan XXIII a Pablo VI


b) Contra la última Babilonia
1. En la encíclica Mater et magistra Juan XXIII había observado la
En el mensaje de Jesús quedan ridiculizadas las ansias del poder y dimensión universal que había alcanzado en 1961 la cuestión social.
del tener. Por lo que se refiere a lo primero, una y otra vez se repite Ya se observaba por aquel entonces que, en todos los campos de la
que los que quieran llegar a ser grandes han de convertirse en servido- convivencia humana, los lazos y las relaciones se habían estrechado
res de los demás (Me 10, 41-45). En esa actitud de servicio se resume mucho más, gracias a los adelantos científicos y técnicos. Con ello au-
el ejemplo de Jesús a sus discípulos (Jn 13, 12-15). mentaba la interdependencia de los pueblos, de forma que los proble-
Y por lo que se refiere al ansia de acumular riquezas y depositar en mas rebasaban las posibilidades de un solo país y afectaban necesaria-
ellas toda confianza, el evangelio de Lucas se muestra especialmente mente a muchas naciones y a veces a todo el mundo 23 .
duro. El rico que se enorgullece de la amplitud de sus cosechas es des- 2. También el concilio Vaticano 11 percibió la llegada de este nue-
calificado por el mismo Dios (Le 12, 16-21)20 • vo signo de los tiempos. Entre los aspectos que la vida económica re-
Por otra parte, el relato del día de Pentecostés parece querer con- viste en la actualidad constataba «la multiplicación e intensificación
traponerse al relato de Babel. Si allí el egoísmo llevó a la confusión de de las relaciones sociales y la interdependencia entre ciudadanos, aso-
las lenguas, aquí la efusión del Espíritu, como fuente de los dones de ciaciones y pueblos, así como también la intervención cada vez más
Dios, restaura la unidad y favorece el entendimiento de todos los pue- frecuente del poder público» (GS 63).
blos (Hch 2, 5-13). Reconocía el Concilio que el desarrollo de la vida económica po-
dría mitigar las desigualdades sociales, aunque con demasiada fre-
16. J. L. Sicre, «Con los pobres de la tierra». La justicia social en los profetas de
Israel, Madrid 1985, 156.219.262-270, el cual cita, a propósito de las críticas al latifun- cuencia trae consigo un endurecimiento de ellas y a veces hasta un re-
dismo, los estudios de Kapelrud, Troeltsch, Alt y Davies sobre la ética de los profetas troceso en las condiciones de vida de los más débiles y un desprecio
hebreos.
17. L. Alonso Schiikel-J. L. Sicre, Profetas. Comentario II, Madrid 1980, 1077. 21. Cf. J. Massyngberde Ford, Revela/ion, Garden City, NY 1975, 304-305, donde
18. Cf. L. Boadt, Ezequiel, en The New Jerome Biblical Cornrnentary, Englewood se expone la importancia de los mercados y los mercaderes en los tiempos bíblicos.
Cliffs, NJ 1990, 317-318. 22. D. Martin, Globalizzazione, en Dizionario di Dottrina socia/e della Chiesa,
19. Cf. J. A. Goldstein, 1 Maccabees, Garden City, NY 1976, 201-204. 344.
20. Cf. J. A. Fitzmyer, El evangelio según Lucas III, Madrid 1987, 449-457. 23 . Juan XXJII, encíclica Mater et rnagistra, 200-201 , enAAS 53 (1961), 440.
468 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 469

de los pobres. De hecho, aumentan las desigualdades y la oposición 3. Aunque no se refiriera explícitamente a la globalización, este fe-
entre las naciones económicamente desarrolladas y las restantes, lo nómeno se encontraba ya de algún modo presente en la encíclica Po-
cual puede poner en peligro la misma paz mundial (GS 63). pulorum progressio de Pablo VI.
A estos problemas se trata de poner remedio con un aumento de la En ella se subrayaba como el hecho más importante que se haya
producción de bienes. Ahora bien, este aumento no puede ser un fin en difundido la conciencia de que la cuestión social ha entrado por com-
sí mismo ni un medio para afianzar todo tipo de poder. «No debería te- pleto en la universal solidaridad de los hombres, como lo habían afir-
ner por finalidad el mero incremento de los productos, ni el beneficio, mado Juan XXIII y el concilio Vaticano 11 en los textos ya citados.
ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo El Papa evocaba la voz de Jos pueblos hambrientos que interpelan
en cuanta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, a los que abundan en riquezas. Ante tal situación, la Iglesia convoca a
morales, espirituales y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo todos Jos hombres para que, movidos por amor, respondan finalmente
grupo de hombres, sin distinción de raza o continente» (GS 64). al clamor de los hermanos necesitados (PP 3).
En consecuencia, «el desarrollo debe permanecer bajo el control
/
del hombre. No debe quedar en manos de unos pocos o de grupos
b) De Juan Pablo JI a Benedicto XVI
económicamente poderosos en exceso, ni tampoco en manos de una
sola comunidad política o de ciertas naciones más poderosas» (GS 1. En su encíclica Sollicitudo reí socia/is, Juan Pablo 11 rinde tri-
65). La participación del mayor número de personas y de naciones ha buto a Pablo VI precisamente por haber afirmado la dimensión mun-
de tomar parte activa en la dirección del desarrollo. dial que ha adquirido la cuestión social. La afirmación de ese alcance
Además, el Concilio parecía adelantarse a la situación que la caída universal no significa que haya disminuido su fuerza de incidencia o
del muro de Berlin habría de instaurar en el mundo. Frente al predominio que haya perdido su importancia en el ámbito nacional o local. Signi-
económico y político de algunos pocos, propugnaba una más estrecha fica, por el contrario, que la problemática laboral o sindical de un de-
cooperación internacional: «La actual unión del género humano exige terminado país ya no es algo aislado, sino que depende de factores
que se establezca también una mayor cooperación internacional en el or- transnacionales.
den económico. Pues la realidad es que, aunque casi todos los pueblos Ese panorama ampliado revela las enormes desigualdades de me-
han alcanzado la independencia, distan mucho de verse libres de excesi- dios de subsistencia y de beneficios existentes entre los países en vías de
vas desigualdades y de toda suerte de inadmisibles dependencias, así co- desarrollo y los países desarrollados. Tal desigualdad no se debe a la
mo de alejar de sí el peligro de las dificultades internas» (GS 85). responsabilidad de las poblaciones indigentes, ni a una especie de fata-
Observa el Concilio que el progreso de un país depende de sus pro- lidad dependiente de las condiciones naturales o del conjunto de las cir-
pios medios humanos y financieros y de la colaboración de expertos cunstancias, sino que se debe a una mala distribución de los recursos. La
extranjeros. Ahora bien, estos no han de comportarse como domina- conciencia de esta causa implica una valoración moral de esta realidad.
dores, sino como auxiliares y cooperadores. Por eso Ja ayuda material La encíclica Populorum progressio ofrecía dos grandes novedades: el
a los países en vías de desarrollo requiere profundos cambios en las descubrimiento de la obligación moral como «deber de solidaridad» y la
estructuras actuales del comercio mundial. De hecho, los países de- convicción de que la concepción misma del desarrollo es diferente si se
sarrollados deberán colaborar con ellos por medio de donativos, prés- le considera en la perspectiva de la interdependencia universal:
tamos o inversión de capitales. Evidentemente esa relación internacio-
El verdadero desarrollo no puede consistir en una mera acumulación de
nal requiere generosidad por parte del que ayuda y honradez por parte riquezas o en la mayor disponibilidad de los bienes y de los servicios, si
del que recibe la ayuda. esto se obtiene a costa del subdesarrollo de muchos, y sin la debida
Para establecer un auténtico orden económico universal hay que aca- consideración por la dimensión social, cultural y espiritual del ser hu-
bar con las pretensiones de lucro excesivo, las ambiciones naciona- mano (SRS 9; cf. PP 14).
listas, el afán de dominación política, los cálculos de carácter mili-
tarista y las maquinaciones para difundir e imponer las ideologías Así pues, del pensamiento de ambos pontífices se puede deducir
(GS 85). que la conciencia de la globalización de la economía lleva a la relati-
470 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 471

vización de los pretendidos logros de un país o un grupo social, logros ticia social sobre los pilares de la dignidad humana, la solidaridad y la
conseguidos a expensas de la pobreza de otros grupos o países. O el subsidiariedad, respetando la opción preferencial por los pobres2 5•
desarrollo es solidario y realmente humano o no merece tal nombre. Si El día 27 de abril de 2001 Juan Pablo 11 abordó más directamente
es verdad que no hay libertad mientras siga habiendo esclavos, tampo- el tema de Ja globalización en un discurso dirigido al congreso pro-
co hay desarrollo económico mientras se ignore el subdesarrollo de movido por Ja Academia pontificia de Ciencias sociales. Allí afirmaba
los demás. que la característica principal de Ja globalización es Ja creciente elimi-
2. El mismo discurso ha sido retomado por Juan Pablo Il en su en- nación de las barreras que dificultan el movimiento de las personas,
cíclica Centesimus annus. Según él, «el amor por el hombre y, en pri- del capital y de los bienes: «Representa una especie de triunfo del
mer lugar, por el pobre, en el que la Iglesia ve a Cristo, se concreta en mercado y de su lógica que, a su vez, produce rápidos cambios en los
la promoción de !ajusticia». Ahora bien, !ajusticia no se cumple con sistemas sociales y en las culturas. Muchas personas, especialmente
dar lo superfluo, sino que exige ayudar a los pueblos excluidos o mar- las más pobres, la viven como una imposición, más que como un pro-
ginados a que alcancen el desarrollo económico y humano. No basta ceso en el que pueden participar activamente».
con repartir los bienes superfluos, es preciso cambiar los estilos de vi- Tras recordar cómo en su encíclica Centesimus annus aceptaba la
da, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consoli- economía de mercado como un medio para responder a las necesida-
dadas de poder que rigen hoy la sociedad. No se trata de destruir ins- des económicas de los pueblos en la medida en que respete su libre
trumentos eficaces de organización social sino de orientarlos según iniciativa (CA 34 y 58), observa que ahora el comercio y las comuni-
una concepción adecuada del bien común con referencia a toda la fa- caciones ya no están limitados por las fronteras.
milia humana. He ahí la conciencia de la nueva dimensión universal A Jos ojos del Papa, esa situación presenta algunos riesgos. Por
de la cuestión social: ejemplo, la reducción de las relaciones sociales a factores económicos
Hoy se está experimentando ya Ja llamada «economía planetaria>>, fe- y la creación de nuevas formas de exclusión o marginación. Otro mo-
nómeno que no hay que despreciar, porque puede crear oportunidades tivo de preocupación consiste en que el mercado como mecanismo de
extraordinarias de mayor bienestar. Pero cada día se siente más la nece- intercambio se ha transformado en el instrumento de una nueva cultu-
sidad de que a esta creciente internacionalización de la economía co- ra, imponiendo su modo de pensar y su escala de valores en el com-
rrespondan adecuados órganos internacionales de control y de guía vá- portamiento de las personas y de los pueblos. Por otra parte, Ja globa-
lidos, que orienten la economía misma hacia el bien común , cosa que lización corre el riesgo de destruir las estructuras construidas con
un Estado solo, aunque fuese el más poderoso de la tierra, no es capaz esmero, exigiendo Ja adopción de nuevos estilos de trabajo, de vida y
de lograr (CA 58). de organización de las comunidades.
El Papa afirma enfáticamente que «la globalización no es, a priori,
Tres requisitos son precisos para conseguir este resultado: a) una ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella». Un criterio ético
mayor concertación entre los grandes países; b) la representación de fundamental es que no se convierta en fin en sí misma, sino que esté al
los intereses de todos en los organismos internacionales; c) la consi- servicio de la persona, de la solidaridad y del bien común.
deración de las consecuencias que las decisiones de política económi- Hacen falta garantías sociales, legales y culturales para defender el
ca desencadenan sobre los pueblos y países menos desarrollados. bien común, y para que las personas y los grupos intermedios man-
3. La nueva situación ha suscitado también nuevos pronuncia- tengan su centralidad. Y hace falta, sobre todo, una reflexión ética que
mientos pontificios. En la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia contemple la exigencia esencial de la persona y de la comunidad hu-
in America, ya mencionada más arriba, Juan Pablo 11 ofrece un análi- mana. Sin embargo, con esto no está dicho todo. El Papa sabe que no
sis breve pero significativo del fenómeno de la globalización24 . En ese basta cualquier tipo de reflexión moral:
contexto, invita a los cristianos de aquel continente a promover la jus-
Pero no todas las formas de ética son dignas de este nombre. Están apa-
reciendo modelos de pensamiento ético que derivan de la globalización
24. La mayor parte de los textos aquí analizados se encuentran en la obra del Pon-
tificio consejo «Justicia y paw, Agenda social, Ciudad del Vaticano 2000 («La econo-
mía global», 201-205). 25. Juan Pablo II, Ecclesia in America, 55.
472 Escenarios y problemas
El desafio de la globalización 473

misma y llevan la marca del utilitarismo. Con todo, los valores éticos
no pueden ser dictados por las innovaciones tecnológicas, la técnica o Por último, al insistir en la identidad de Europa, se recuerda que
la eficiencia; se fundan en la naturaleza misma de la persona humana. «ha de construir un modelo nuevo de unidad en la diversidad, una co-
La ética no puede ser la justificación o legitimación de un sistema; más munidad de naciones reconciliada, abierta a los otros continentes e im-
bien, debe ser la defensa de todo lo que hay de humano en cualquier plicada en el proceso actual de globalización» (EEu 109; cf. 111 ):
sistema. La ética exige que los sistemas se adecuen a las necesidades
Europa debe convertirse en parte activa en la promoción y realización
del hombre, y no que el hombre se sacrifique en aras del sistema.
de una globalización «en la» solidaridad. A ésta, como una condición,
se debe añadir una especie de globalización «de la» solidaridad y de
Frente a esa ética pragmática y utilitarista, la Iglesia afirma que el sus correspondientes valores de equidad, justicia y libertad, con la fir-
discernimiento ético en el marco de la globalización debe basarse en me convicción de que el mercado tiene que ser «controlado oportuna-
dos principios inseparables: El primero es el valor inalienable de la mente» por las fuerzas sociales y por el Estado, de manera que se ga-
persona, fuente de todos los derechos humanos y de todo orden social. rantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de toda la
El ser humano debe ser siempre un fin y nunca un medio, un sujeto y sociedad (EEu 112).
no un objeto; tampoco un producto comercial. El segundo es el valor
de las culturas humanas, que ningún poder externo tiene el derecho de 5. En su primera encíclica, Deus caritas est, el papa Benedicto
menoscabar y menos aún de destruir. La globalización no debe ser un XVI reconoce que «los representantes de la Iglesia percibieron sólo
nuevo tipo de colonialismo. Debe respetar la diversidad de las culturas lentamente que el problema de la estructura justa de la sociedad se
que, en el ámbito de la armonía universal de los pueblos, son las cla- planteaba de un modo nuevo». Tras recordar los diversos pronuncia-
ves de interpretación de la vida. En particular, no tiene que despojar a mientos de la doctrina social católica a lo largo del último siglo, ano-
los pobres de lo que es más valioso para ellos, incluidas sus creencias ta el fracaso del proyecto revolucionario promovido por el marxismo.
y prácticas religiosas, puesto que las convicciones religiosas auténti- Es así como llega al momento presente.
cas son la manifestación más clara de la libertad humana. En la difícil situación en la que nos encontramos hoy, a causa también
Resulta interesante ver cómo en un determinado momento, el dis- de la globalización de la econorrúa, la doctrina social de la Iglesia se ha
curso papal incluye en el marco de la globalización los numerosos convertido en una indicación fundamental, que propone orientaciones
atentados a la dignidad humana que acechan por el campo de la bio- válidas mucho más allá de sus confines: estas orientaciones - ante el
tecnología26. avance del progreso- se han de afrontar en diálogo con todos los que se
4. En su exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, preocupan seriamente por el hombre y su mundo (DC 27).
Juan Pablo II ha mencionado el signo de la globalización en tres con-
textos diferentes. Un poco más adelante la encíclica observa cómo los medios de co-
En primer lugar para advertir de la amenaza que supone que, en municación han contribuido a acercar a las gentes y las culturas. Al
vez de llevar a una mayor unidad del género humano, la globalización hacer presentes las necesidades de los que están lejos pueden signifi-
siga una lógica que margina a los más débiles y aumenta el número de car una llamada a compartir situaciones y dificultades.
los pobres de la tierra (EEu 8).
Por otra parte -y este es un aspecto provocativo y a la vez estimulante
Además, ante el fenómeno de las migraciones el documento pro- del proceso de globalización-, ahora se puede contar con innumerables
pugna actitudes de apertura y participación, para que la globalización medios para prestar ayuda humanitaria a los hermanos y hermanas ne-
no sea «Origen de exclusión y marginación sino más bien de partici- cesitados, como son los modernos sistemas para la distribución de co-
pación solidaria de todos en la producción e intercambio de bienes» mida y ropa, así como también para ofrecer alojarrúento y acogida. La
(EEu 101). solicitud por el prójimo, pues, superando los confines de las comunida-
des nacionales, tiende a extender su horizonte al mundo entero[ ... ) Los
26. Las actas del congreso están publicadas por la Pontificia academia «Scientia- organismos del Estado y las asociaciones humanitarias favorecen inicia-
rurn Socialiwn», Globalization. Ethical and Institutional Concerns: The Proceedings of tivas orientadas a este fin, generalmente mediante subsidios o desgrava-
the Seventh Plenary Session of the Pontifical Academy ofSocial Sciences. 25-28 April ciones fiscales en un caso, o poniendo a disposición considerables re-
2001, Vatican City 2001.
cursos, en otro. De este modo, la solidaridad expresada por la sociedad
474 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 475

civil supera de manera notable a Ja realizada por las personas indivi- Ante esta situación económica y social será necesario repetir una
dualmente (DCE 30)27• vez más la pregunta típica de la conversión moral: «¿Qué hemos de
hacer?» (Hch 2, 37).
En consecuencia, la doctrina de la Iglesia católica mira a la globa-
lización como a un fenómeno neutro, desde el punto de vista ético. Si
bien es verdad que alimenta nuevas esperanzas, también da origen a a) Posturas y actitudes
serios interrogantes sobre sus fines y sus medios. En realidad, la glo- Se ha escrito acertadamente que ante la globalización caben tres
balización técnica habría de favorecer el nacimiento de una globaliza- posturas, que hay que examinar cuidadosamente: rechazarla, aceptarla
ción de la solidaridad. de forma incondicional o tratar de gobernarla con criterios de huma-
nización.
1. El rechazo ya se está dando de hecho. Sus manifestaciones se
4. Un desafio ético encuentran en ámbitos muy diferentes, como los fundamentalismos y
los movimientos anti-globalización.
El fenómeno de la globalización no puede quedar al margen de la - Los fundamentalismos religiosos y culturales no favorecen la dig-
reflexión moral cristiana. Los seguidores de Jesucristo han de ser nidad del ser humano. Su rechazo de los bienes y productos, así como
consciente de lo que significa el proceso. No en vano, el Compendio de los mecanismos típicos de la economía del mercado, no sólo mantie-
de la Doctrina social de la Iglesia ha presentado con trazos tan firmes ne a muchas personas en la pobreza, en la incultura y en la inatención
como los que siguen la situación actual de la economía: médica, sino que, con demasiada frecuencia, fomenta escandalosas
Nuestro tiempo está marcado por el complejo fenómeno de Ja globali- desigualdades sociales y mantiene formas vergonzosas de esclavitud,
zación económico-financiera, esto es, por un proceso de creciente inte- tanto de raza como de género.
gración de las economías nacionales, en el plano del comercio de bie- - Los movimientos anti-globalización, surgidos en el mismo seno
nes y servicios y de las transacciones financieras, en el que un número de las sociedades ricas, tampoco aportan un gran beneficio a la socie-
cada vez mayor de operadores asume un horizonte global para las de- dad. Es cierto que su denuncia utópica es positiva en cuanto ayuda a
cisiones que debe realizar en función de las oportunidades de creci- mantener los ideales de la justicia y la solidaridad. Pero no ofrecen una
miento y de beneficio [ ... ] Resulta cada vez más decisivo y central el salida alternativa. Además, son incoherentes, a pesar suyo. Su rechazo
papel de los mercados financieros, cuyas· dimensiones, a consecuencia de la globalización es con frecuencia hipócrita, puesto que se sirven de
de la liberalización del comercio y de la circulación de capitales, se han
ella y, de forma más o menos consciente, la mantienen y promueven.
acrecentado enormemente con una velocidad impresionante, al punto
En este sentido, «los movimientos solidarios anti-globalización ten-
de consentir a los operadores desplazar «en tiempo real», de una parte
a la otra del planeta, grandes cantidades de capital. Se trata de una rea- drían que evolucionar hacia estrategias pro-activas, es decir, hacia el
lidad multiforme y no fácil de descifrar, ya que se desarrolla en varios diseño de propuestas positivas para que la globalización estuviera al
niveles y evoluciona continuamente, según trayectorias dificilmente servicio de todos» 2s.
previsibles (CDSI 361). 2. Es cierto que, frente al rechazo, nos encontramos también con
una postura de aceptación incondicional de la globalización. De he-
27. Cf. el discurso de Benedicto XVI a diversos embajadores (16.6.2005), en el
cho, la opción neoliberal, aprovechándose de la derrota del socialismo
que decía: «Para dar una respuesta concreta al llamamiento que nos hacen nuestros her- real y del fracaso del Estado del bienestar, trata de imponer la majes-
manos en la humanidad, debemos afrontar el primero de los desaflos: el de la solidari- tad del libre comercio como panacea para todos los males29.
dad entre las generaciones, la solidaridad entre los países y entre los continentes, para
una distribución cada vez más equitativa de las riquezas del planeta entre todos los hom-
bres. Es uno de los servicios fundamentales que los hombres de buena voluntad deben 28. J. F. Maria i Serrano, La globalización, 34; U. Beck, ¿Qué es la globa/ización?
prestar a la humanidad. En efecto, la tierra tiene la capacidad de alimentar a todos sus Falacias del globalismo. Respuestas a la globalización, Barcelona 1998.
habitantes a condición de que los países ricos no se queden con lo que pertenece a to- 29. Cf. R. Skidelsky, El mundo después del comunismo, Barcelona 1996; O. La-
dos» (J. A. Martínez Puche [ed.], Enseñanzas de Benedicto XVI [112005}, Madrid 2006, fontaine-C. Muller, No hay que tener miedo a la globalización. Bienestar y trabajo pa-
139). ra todos, Madrid 1998.
Escenarios y problemas El desafio de la g lobalización 477
476

Su juego se sustrae al control de una organización política mun- crecimiento económico de los diversos países. «La doctrina social mu-
dial se desenvuelve en favor de los intereses de los más poderosos y chas veces ha denunciado las distorsiones del sistema de comercio in-
des;recia el diálogo con los agentes sociales y las culturas con las que ternacional (PP 61) que, a menudo, a causa de las políticas proteccio-
trata de establecer el intercambio mercantil. nistas, discrimina los productos procedentes de los países pobres y
Puesto que impone sus propios proyectos políticos, sociales y cul- obstaculiza e l crecimiento de actividades industriales y la transferen-
turales, esta postura de aceptación indiscriminada puede considerarse cia de tecnología hacia estos países (SRS 43)» (CDSI 364).
como otro tipo de fundamentalismo. En tercer lugar, la globalización exige la defensa y promoción de
3. Pero cabe todavía una tercera alternativa, que promueve un serio los derechos humanos. Los países que controlan la economía mun-
intento de humanización del proceso. Esto supone admitir los bienes dial exigen con frecuencia a países en vías de desarrollo que articu-
que la globalización puede aportar, por ejemplo, gracias a la utiliza- len una normativa que defienda los derechos humanos, pero ellos
ción de las modernas técnicas de la información y la comunicación. mismos dejan mucho que desear en este campo. En el Mensaje para
De hecho, todos podemos observar que no hay muchas personas dis- la Jornada mundial de la paz del año 2003, denunciaba Juan Pablo II
puestas a abandonar los ordenadores o los teléfonos móviles. la divergencia entre una serie de nuevos derechos promovidos por las
Pero esta alternativa supone también asumir una postura de sereno naciones tecnológicamente avanzadas y los derechos humanos ele-
discernimiento ante los medios producidos y explotados por la globa- mentales que todavía no son respetados en situaciones de subdesa-
lización. Es preciso incidir en todos los niveles: tecnoeconómico, so- rrollo. Entre ellos citaba, a modo de ejemplo, el derecho a la ali-
ciopolítico y cultural. mentación, al agua potable, a la vivienda, a la autodeterminación y
a la independencia32 . La hipocresía que denota tal divergencia resul-
ta escandalosa (CDSI 365).
b) Prioridades éticas
En cuarto lugar, ante el fenómeno de la globalización es urgente
Resulta evidente que un mundo globalizado exige de todos un au- promover el protagonismo de las organizaciones de la sociedad civil.
mento de la responsabilidad social3°. El Compendio de la Doctrina so- Ellas pueden ejercer un servicio de vigilancia y de defensa de los de-
cial de la Iglesia ha señalado algunas de las tareas más urgentes que rechos humanos. Pueden además llevar a cabo un programa de educa-
parece demandar el fenómeno de la globalización. ción social para los ciudadanos del propio país. Pueden contribuir a
En primer lugar, se impone una mejor redistribución de la riqueza promover y apoyar proyectos en los países en vías de desarrollo. Y
entre las diversas áreas del planeta, a favor de los más necesitados, los pueden suscitar la sensibilidad respecto a las características específi-
excluidos o marginados del progreso social y económico. La globali- cas de las culturas particulares, que corren el riesgo de ser comprome-
zación en la solidaridad no puede dejar a nadie al margen. No basta tidas por los procesos económico-financieros (CDSI 366)33 •
con asegurar la libre circulación de capitales. La riqueza que se ha de Y finalmente, junto a la solidaridad sincrónica es necesario pro-
distribuir incluye un mejor reparto de los medios de acceso a los co- mover la solidaridad diacrónica, es decir, se debe subrayar con fuerza
nocimientos científico-técnicos y a los más recientes productos tecno- la solidaridad entre las generaciones. Este proyecto vale sobre todo pa-
lógicos31. D e lo contrario, «el proceso de globalización termina por di- ra el respeto debido a la creación y la conservación de sus recursos. La
latar, más que reducir, las desigualdades entre los países en términos tierra no la hemos recibido en herencia de nuestros mayores si no es
de desarrollo económico y social» (CDSI 363). para hacerla habitable para nuestros sucesores. «Es moralmente ilícito
En segundo lugar, es preciso luchar por la humanización del co- y económicamente contraproducente descargar los costos actuales so-
mercio, de forma que se fomente Ja especialización productiva y el bre las futuras generaciones: moralmente ilícito, porque significa no
asumir las debidas responsabilidades, y económicamente contrapro-
30. Cf. G. Piana, Responsabilita socia/e in un contesto globalizzato: Aggiorna-
menti sociali 5612 (2005) 99- 108.
31. La necesidad de compartir la tecnología como compromiso de la solidaridad 32. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada mundial de la paz 2003, 5, en AAS 95
internacional fue afirmada por Juan Pablo Il en el discurso al Cuerpo diplomático (2003), 343.
( 10. 1.2000) ; cf. Pontificio consejo «Justicia y paZ», Juan Pablo JI y la familia de los 33. El CDSI remite aquí al citado discurso de Juan Pablo TI a la Pontificia acade-
pueblos, Ciudad del Vaticano 2002, 304-3 12. mia de las Ciencias sociales (27.4.2001), 4, en AAS 93 (2001 ), 600.
478 Escenarios y problemas El desafio de la globalización 479

ducente porque la corrección de los daños es más costosa que la pre- Como se ve, si la globalización es aplaudida por lo que puede com-
vención» (CDSI 367). portar de ayuda al progreso de los pueblos, resulta sospechosa si no se
esfuerza por mantener un ideal coherente de humanidad, por promover
c) Globalización y religión la dignidad del ser humano, por respetar la riqueza de las diversas cul-
turas y por preservar el carácter inmutable de los valores éticos.
No deberíamos infravalorar el hecho de que la religión puede dar
una aportación positiva y constructiva al fenómeno de la globaliza-
ción. Su aportación se orienta, sobre todo, en tres campos: el de la re- 5. Conclusión
flexión, el de la motivación y el del compromiso.
Una de las sorpresas más llamativas en el ámbito de las reflexiones
La globalización puede ser una ocasión extraordi~aria ~ara la humani-
sobre la globalización de la economía y los riesgos para el ser humano
dad, con tal de que esté iluminada por aquellas d1mens1one~ humanas
presentes en las culturas y en la fe, que ayu~en a redescubnr lo esen- J y el medio ambiente, se recibe al asomarse a las páginas de la obra
cial a lo cual Ja humanidad intenta desde siempre dar respuesta para Más allá de los límites del crecimiento. Escrita por Donella H. Mea-
pod~r realizar del modo más auténtico, es decir, más humano, el propio dows, Dennis L. Meadows y JOrgen Randers, evoca y radicaliza las
camino34• preocupaciones que el Club de Roma había expresado veinte años an-
tes con el informe Los límites del crecimiento, elaborado en el MIT
Como tantas otras actividades humanas o fenómenos históricos, la bajo la dirección del mismo profesor Dennis Meadows.
globalización exige de todos los creyentes un discernimiento atento y A la hora de articular algunos medios prácticos para lograr que las
un talante profético. . .. personas luchen por una economía y unas intervenciones técnicas que
Un discernimiento que sepa distinguir las aportaciones pos1t1~as estén en favor de una sociedad sostenible, los autores se atreven a ofre-
de las amenazas que la globalización puede desencadenar.pa~a la mis- cer algunas sugerencias concretas.
ma comprensión del ser humano, para el respeto de su d1gmdad per- La primera es «desarrollar visiones», es decir aprender a imaginar lo
sonal y para la promoción de una sociedad más justa.. que realmente se quiere del futuro, independientemente de lo que alguien
y un talante profético que se exprese en el anuncio de los verda- nos ha enseñado a querer o de aquello que nos hemos acostumbrado a
deros valores humanos, en la denuncia de los antivalores al uso y en la desear como objetivo. Es precisamente en ese contexto donde se propug-
renuncia a un pragmatismo despersonalizador y antifraternal. na «una economía que sea un medio, y no un fin, que sirva al bienestar
Terminamos recordando las palabras que pronunciaba el papa Juan de la comunidad humana y al medio ambiente, en lugar de demandar que
Pablo II casi al final del discurso evocado más arriba. tanto la comunidad como el medio ambiente le sirvan>>.
La segunda sugerencia es la de intentar construir redes o tejidos de
La humanidad, al embarcarse en el proceso de globalización, no puede conexiones entre iguales, ya sean locales, nacionales o internacionales
por menos de contar con un código ético común. Esto no significa. un con el fin de lograr una sociedad más humana.
único sistema socioeconómico o una única cultura dommante, que lffi- La tercera nos orienta a decir sencillamente la verdad. No se pue-
pondría sus valores y sus criterios sobre cuestiones éticas. Las norm~
de seguir afirmando: «Todos deberían alcanzar los niveles de vida ma-
de Ja vida social deben buscarse en el hombre como tal, en la humaru-
terial de las naciones ricas». Habrá que afirmar más bien: «Todas las
dad universal nacida de la mano del Creador. Esta búsqueda es indis-
pensable para evitar que la globalización sea sólo un nue;o n~mbre de necesidades materiales humanas deberían ser satisfechas material-
la relativización absoluta de los valores y de la homogene1zac16n de los mente y todas las necesidades inmateriales deberían ser satisfechas in-
estilos de vida y de las culturas. En todas las diferentes formas cultura- materialmente».
les existen valores humanos universales, los cuales deben manifestarse La cuarta nos invita a un aprendizaje práctico con el fin de mate-
y destacarse como la fuerza que guíe todo desarrollo y progreso. rializar un mundo sostenible, puesto «que el desarrollo de visiones, la
construcción de redes y el decir la verdad son inútiles si no desembo-
34. G. p Salvini, Etica e globalizzazione: La Civilta Cattolica (2001) III, 400. can en la acción».
480 Escenarios y problemas

Pero lo que más llama la atención, por inesperada, es esa quinta 20


advertencia, que no es ni más ni menos que una invitación al amor:
ECOLOGÍA Y FE CRISTIANA
No se admite hablar de amor en la cultura contemporánea -confiesan
los autores- , salvo que hablemos en el sentido más romántico y trivial
de la palabra. Cualquiera que apele a la práctica de un amor fraternal
entre Ja gente, muy probablemente será objeto del ridículo antes que se
le tome en serio[ ... ] La revolución de la sostenibilidad deberá ser, por
encima de todo, una transformación social que permita expresarse y
nutrirse a lo mejor de la naturaleza humana, y no a lo peor de ella35 •

Para esa visión optimista y esperanzada del futuro, Jos autores no ! La ecología constituye hoy una gran preocupación social y políti-
tienen reparo en apelar nada menos que a John Maynard Keynes, ca. Pero el estudio de las relaciones del ser humano con la comunidad
quien ya en 1932 pronosticaba un futuro día en que el problema de la biótica ha de suscitar necesariamente una reflexión sobre las respon-
economía habría de ocupar los asientos de la última fila, mientras que sabilidades éticas que en esa relación corresponden al hombre.
la palestra del corazón y de la mente sería ocupada por los problemas De semejantes cuentiones no están eximidos los seguidores de Je-
de la vida y las relaciones humanas, de la creación, la conducta y la re- sucristo. Para los cristianos el mundo creado es un libro en el que nos
ligión36. Tal vez no sean tan fácilmente separables los espacios en los habla Dios, pero es también un interlocutor que nos dirige algunas ur-
que se desarrolla el teatro de Ja vida. Pero todos estamos llamados a gentes demandas éticas.
una mayor integración entre los que representan el drama. Estas reflexiones pretenden contribuir a tender un puente entre la
contemplación y la acción. Para ello se comienza con una mirada a la
situación de Ja naturaleza, tantas veces explotada; a continuación, se
PAUTAS DE TRABAJO
presta una cordial atención a las palabras que orientan nuestra fe; por
último, se intenta retornar a la realidad con unas actitudes que favo-
1. Analizar hasta qué punto el proceso de la globalización afecta a nues- rezcan el compromiso ético.
tros usos y costumbres, a nuestras ideas y nuestra cultura.
2. Recoger en los medios de comunicación las noticias que reflejan el pro-
ceso de globalización económica que está teniendo lugar en todo el mundo.
3. Observar cómo el proceso de la globalización está afectando a empre- 1. La situación de un mundo profanado
sas bien conocidas y, por tanto, a obreros conocidos personalmente.
4. Resumir en siete conclusiones, a modo de tesis, la doctrina de la Igle- Creyentes y no creyentes están de acuerdo en la necesidad de con-
sia católica sobre la globalización. servar y proteger el medio ambiente, ya sea para defender al mismo
5. Concretar las tareas morales que la globa!ización económica y cultural ser humano, ya sea para reconocer unos pretendidos derechos autóno-
exige de la responsabilidad moral de los individuos y de los gobiernos. mos de la naturaleza no-humana. Está en juego el futuro común de la
humanidad, y hasta su momento presente.
Esta observación y estas preocupaciones no son indiferentes a la
responsabilidad moral de los cristianos 1• Aun desde la simple consta-
tación de los desastres ecológicos desencadenados sobre nuestro mun-
do, son muchos los que abogan por una nueva cultura del amor2.

1. Cf. J. R. Flecha, El respeto a la creación, Madrid 2001, de donde se resumen la


35. D. H. Meadows-D. L. Meadows-J. Randers, Más allá de los límites del creci- mayor parte de las reflexiones que siguen.
miento, Madrid 1992, 274-275. 2. D. H. Meadows-D. L. Meadows-J. Randers, Más allá de los limites del creci-
36. J. M. Keynes, Prefacio a Essays on Persuassion, New York 1932. miento, Madrid 1992, 274-276.
482 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 483

a) Amenazas y desafios hubiera que apoyar en este momento una especie de alternancia valóri-
ca. En este sentido, se llega a escuchar lo siguiente: «No es correcto de-
La ecología tiene una historia muy anterior a las preocupaciones cir que siempre debe privilegiarse a los humanos ni tampoco decir que
del hombre de la calle. Esa preocupación no es privativa de los cientí- preservar un ecosistema siempre es más importante que proteger cual-
ficos, sino que, desde hace algún tiempo, ha ido alcanzando a todas las quier conjunto de intereses humanos»4 • Es fácil descubrir el peligro que
capas de la población hasta convertirse en bandera de múltiples rei- encierran afirmaciones como estas. Cuando los seres no humanos se
vindicaciones políticas y sociales. Como era de esperar, también se ha equiparan a la persona, la persona se sitúa al nivel de las cosas.
convertido en el objeto de una especializada reflexión ética. 2. La ética medioambiental, o «ética de la tierra», según la expre-
La Carta mundial en favor de la naturaleza adoptada por la Asam- sión acuñada en 1949 por Aldo Leopold5 , se ha diversificado radical-
blea general de las Naciones Unidas proclama el deber de respetar la
mente6. Nos encontramos hoy ante diversas posturas que han entrado
naturaleza y la necesidad de defenderla de los desastres causados por
en diálogo y confrontación durante estos últimos años.
la guerra y otras actividades hostiles.
Los promotores de la «Deep Ecology» propugnan una igual consi-
El informe oficial de la Comisión internacional creada en 1983, ti-
deración y respeto hacia toda la comunidad biótica. Una consecuencia
tulado Nuestro futuro común, contiene reflexiones y directrices sobre
nuestras preocupaciones y tareas. A veces las medidas que propone inmediata es la propuesta de un cambio de paradigma en la autocom-
con vistas a un cambio legal e institucional con relación al medio am- prensión del ser humano en el mundo. Por otra parte, los defens~res de
biente han encontrado un silencio demasiado espeso3• una línea más humanista, a veces descrita como «Shallow Ecology»,
En 1987, la comunidad internacional acordó en Montreal dismi- propugnan una modificación de actitudes personales, así como una
nuir en un cincuenta por ciento la producción de clorofluorcarbonados asunción de medidas sociales y políticas que contribuyan a respetar el
(CFC) antes del final del siglo XX. A lo largo del año 1989, y tras la medio ambiente y a conservar unos recursos naturales cuyo deterioro
conferencia reunida en Londres para estudiar el deterioro de la capa de podría hacer peligrar la vida del hombre y todo género de vida.
ozono, tuvieron lugar numerosas conferencias sobre el control de los Tratando de superar las discusiones habituales sobre las posibili-
residuos contaminantes y sobre el control de las sustancias que dañan dades y los riesgos del antropocentrismo en el discurso ecológico, mu-
la capa de ozono. Sin embargo, el Protocolo de Kyoto para la regula- chos abogan por una filosofía «ecocompatible» y pacíficamente com-
ción de la contaminación ha encontrado resistencias por parte de los plementaria, que trate de extraer y actuar las mejores intuiciones
países más poderosos y más contaminantes. existentes en ambas posturas.
La preocupación ética podría articular, como ya hiciera Jan G. Bar-
b) Esquemas de interpretación bour, las relaciones del hombre con el ambiente a partir de las claves
del dominio, la participación y la custodia del medio por parte del ser
Con todo, el problema no es sólo político y económico. Es también humano. En aquel mismo estudio, el autor planteaba ya algunas cues-
moral. Las dos cuestiones básicas de la ecología podrían formularse tiones sobre la relación entre Dios y la naturaleza, la actitud del hom-
así: ¿Cómo puede concretarse una ética ambiental? ¿Cómo puede jus- bre ante la misma, el papel de la técnica y el problema del crecimien-
tificarse una pretendida ética ambiental? to, y el uso de los recursos7 •
l . La primera pregunta orienta la mirada a diversos y discrepantes
centros de interés, con lo que podremos tener una ética centrada en el 4. R. Eliot, la ética ambiental, en P. Singer (ed.), Compendio de ética, Madrid
hombre, en los animales, en la vida, en los seres inanimados, o bien en 1995, 402.
5. Cf. A. Leopold, A Sand County Almanac and Sketches Here and There, Oxford-
una visión holística de la vida y su escenario. Por lo que se refiere a la New York 1949. El autor ha sido reconocido como el precursor de una ética ecológica-
segunda, no es raro encontrarse con ambigüedades. Parece como si exis- mente responsable.
tiera un cierto sentido de culpa frente al predominio del ser humano y 6. En ese contexto se sitúa la antología de textos preparada por M. Tallacchini
(ed.), Etiche della terra. Antologia difilosofia dell'ambiente, Milano 1998.
7. l. G. Barbour, Environment and Man, en W. T. Reich (ed.), The Encyclopedia of
3. Comisión internacional, Our Common Future, Oxford-New York 1987. Bioethics, New York-London 1978, 366-374.
484 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 485

c) Desafíos a la fe cristiana en un proyecto de hominización y de socialización generalizada,


hasta tal punto que se hace dificil determinar lo que, en su constitu-
Hace años se convirtió en un tópico la afirmación de que la fe cris- ción y en la de la naturaleza, ha de ser atribuido al uno o a Ja otra' 1•
tiana se encontraba en los orígenes de la crisis ecológica. Algunos, en
efecto, cargan a la cuenta de la fe judeocristiana el despojo medioam- La teología cristiana ha negado de plano las acusaciones. Pero no
biental que hoy padecemos. Para ello aducen tres razones: 1) La con- se ha limitado a hacer apologética, sino que ha mostrado el aprecio
cepción lineal del tiempo, frente a la visión cíclica de la naturaleza, que el mundo, en cuanto creación de Dios, merece para los creyentes
habría imbuido a dicha fe de una confianza desmedida en el progreso.
en el Dios creador. La teología moral ha subrayado, además, la res-
2) Al mismo tiempo, la valoración del hombre como imagen de Dios
ponsabilidad que al ser humano le compete frente al mundo que es su
lo habría convertido en un dueño despótico del medio. 3) Tal arrogan-
casa. Así que la fe cristiana, una vez admitida la radicación y extrañi-
cia humana seria la madre de la ciencia moderna, pero también de su
/ dad del hombre frente al orden cósmico, confiesa la íntima vincula-
afán de dominio desmedido sobre la naturaleza8.
ción que a él lo unen los contenidos de 1a revelación, que afirman tan-
N o todos están de acuerdo con tal acusación. En una conferencia
pronunciada en 1972, James Barr recordaba el famoso artículo de to la creación como la redención del hombre y de su mundo.
Lynn White sobre «las raíces históricas de nuestra crisis ecológica», -Creer en un Dios creador del mundo exige ver el mundo como
donde este autor ya responsabilizaba al cristianismo. Sin embargo, creado, es decir, diseñado por Dios y confiado a la responsabilidad vi-
Barr presenta una especie de enmienda a la totalidad, para concluir caria y «concreadora» del ser humano.
afirmando que la conexión directa entre la fe bíblica y la ciencia mo- -Creer en el misterio de la redención conlleva admitir a Cristo co-
derna es mucho menos importante de lo que consideran algunas co- mo Señor del mundo, en cuanto peripecia historia y en cuanto realidad
rrientes teológicas recientes 9• universal, asumida, santificada y sacramentalizada.
Robin Attfield, por su parte, afirma que, mal que les pese a Lynn -Creer en el Espíritu de Dios implica vivir en el amor a todo ser
White, a Passmore y a Coleman, ni la fe ni las actitudes de los cristia- humano y a todas las criaturas que con él conviven y aguardan un
nos han estado habitualmente orientadas a la explotación de los recur- mundo nuevo.
sos naturales 10. Para Ja fe cristiana el mundo es lo que es, más lo que «significa y
Hoy por hoy, la ética cristiana no tiene inconveniente en unirse a la realiza». Y ese plus de significatividad no puede ser abruptamente
demanda de responsabilidad por el medio ambiente que han hecho su- arrancado de la misma realidad significante.
ya las éticas seculares. Apelando a la expresión clásica del <~usto me-
dio», Franc;ois Ost (1993) ha sugerido sutilmente el derecho a y de un
<~usto medio ambiente» para ofrecer una concepción dialéctica de la 2. El mensaje de la fe
relación hombre-naturaleza:
Doblemente radicado en el cosmos físico y en el orden de lo vivien- A la luz de esta revelación trinitaria, la fe cristiana no tiene incon-
te, el hombre se ha separado doblemente de él: al mismo tiempo ex- veniente en admitir el valor de la naturaleza. Es más, encuentra en sus
traño a estos niveles y con todo solidario todavía de ellos, los asume mismas fuentes el estímulo para tal valoración y respeto. La misma
historia demuestra hasta qué punto la fe ha suscitado sacrificios heroi-
8. Estas acusaciones de L. White, The historical Roots ofour Ecologica/ Crisis:
Science 155 (1967) 1203- 1207, han sido continuadas por J. W. Forrester, World Dyna-
cos por atender al ser humano y su ambiente natural. Las escrituras bí-
mics, Cambridge 1971 y C. Amery, Das Ende der Vorsehung. Die ganadenlosen Fo/gen blicas nos muestran el puesto que en ellas ocupa el respeto a la natura-
des Christentums, Hamburg 1972. leza y, sobre todo, la responsabilidad del ser humano en su destrucción
9. J. Barr, Man and Nature. The Ecological Controversy and the Old Testament:
Bulletin of the John Rylands University Library of Manchester 55 (1972) 9-32; repro- o conservación.
ducido por M. Tallacchini (ed.), Etiche della terra , 61-84.
10. R. Artfield, Christian Altitudes to Nature: Journal ofthe History ofldeas 44/3 11. F. Ost, n giusto 11miliew>. Una concezione dialettica del rapporto uomo-natu-
(1983) 369-386 (versión italiana en M. Tallacchini, Etiche della terra, 103-1 27). ra, en M. Tallacchini (ed.), Etiche della terra, 362.
486 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 487

a) «Dominad la tierra» Creador y la pregunta sobre la dignidad del hombre. Por eso se recono-
ce como el señor de las obras salidas de las manos de Dios. Pero ese se-
1. La acusación de despotismo sobre la naturaleza suele fundarse ñorío no es arbitrario ni despótico. Dios sigue siendo el dueño de los
en las palabras que Dios pronuncia al final del poema bíblico de la animales y del mismo hombre. El hombre es el primer ministro de Dios.
creación: «Llenad la tierra y sometedla; dominad en los peces del mar, Responsable del mundo, responsable ante Dios y ante sus hermanos.
en las aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra» (Gn
2. La naturaleza, ahora extraña y hostil, participará un día en la
1, 28). Esas palabras, puestas en la boca de Dios, van dirigidas al ser
misma redención del hombre. Así lo canta el profeta Isaías para anun-
humano, creado «a imagen y semejanza» del mismo Dios, creador de
ciar una era de paz y de justicia: «Serán vecinos el lobo y el cordero
todas las cosas (Gn 1, 26-27). La expresión significa que todo hombre
[ ... ]Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de
creado es imagen y lugarteniente de Dios, y, en consecuencia, partíci-
la víbora el recién destetado meterá la mano» (Is 11 , 6-8). Es más,
pe de su mismo dominio sobre el mundo. El hombre es representante
/ esas visiones esperanzadas de un futuro reconciliado están llenas de
de Dios en la creación, es decir, está llamado a hacer visible y efecti-
árboles frondosos plantados en la ribera de torrentes abundantes (Ez
va su providencia sobre el mundo creado. Los cinco imperativos del
47, 7). El futuro de alianza y de armonía espiritual va acompañado en
Creador (Gn 1, 28) constituyen al ser humano en visir y colaborador
los oráculos de los profetas por la visión de un paisaje regado por
en su tarea12 .
aguas abundantes y poblado de árboles. Los árboles, escasos y pre-
A veces se entiende el «dominio» como un derecho despótico so-
bre el objeto del dominio. Pero en el texto bíblico el Señor invita al ciosos en una tierra semidesértica, son para los textos bíblicos la ima-
hombre a compartir su tarea creadora y su responsabilidad hacia el gen del hombre justo: cuando están plantados al borde de las aguas,
mundo creado. Tal es la convicción del israelita, que confiesa en su dan fruto y solaz (Sal 1, 3; Jr 17, 8). Los libros sapienciales pueden
oración: «El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hom- afirmar que el fruto del hombre justo es como un árbol lleno de vida
bres» (Sal 115, 16). El verbo «darn (natan) no significa una patente de (Prov 11, 30).
expoliación, sino que comporta el sentido de «confiarn algo a la res- Para la Biblia, la creación entera es una especie de gran sacramen-
ponsabilidad de alguien. Así, se canta que «Salomón tenía una viña y to que refleja las huellas de Dios, como gustan de repetir los salmos.
se la dio a guardar (natan) a los aparceros» (Cant 8, 11). En ellos se retoma alguna vez el motivo del lenguaje del cosmos: «El
En otros lugares la Biblia pone en labios de Dios una defensa de su cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus
propiedad que comporta consecuencias sociales importantes: «La tie- manos» (Sal 19, 2).
rra no puede venderse para siempre, porque la tierra es mía, ya que Las cosas creadas han sido constituidas como pregoneras de la glo-
vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes» (Lv 25, 23). Con ria de Dios. Una vez creadas, Dios las contempló y las vio muy buenas
todo, no se trata sólo de esa parcela de terreno. La soberanía de Dios (Gn 1, 31 ). Cuando el hombre les presta atención, ellas le hablan del
se extiende sobre los cielos y la tierra. El creyente proclama: «Tuyo es misterio de Dios. Es cierto que la creación sigue siendo enigmática pa-
cuanto hay en cielo y tierra; tú eres rey y soberano de todo[ .. .], tú eres ra el ser humap.o. No siempre ofrece fáciles respuestas. Es invitación
Señor del universo» (1Cro29, 11); «De Yahvé es la tierra y cuanto la al trabajo fiel y esforzado, como ocurre en el Libro de los proverbios
llena, el orbe y todos sus habitantes» (Sal 24, 1; Dt 10, 14). (Prov 24, 30-34). Y sigue siendo motivo de contemplación del Dios
El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. El tema de que despliega los cielos, hace manar las fuentes y da su alimento a los
la iconalidad del hombre es profundo y fecundo. La mejor explicación cachorros del león (Sal 104).
de tal categoría bíblica se encuentra en la confesión de quien sabe y La tierra entera está llena de la gloria de Dios (Is 6, 3). Sin embar-
agradece que todo el universo ha sido confiado al ser humano (Sal 8, 4- go, la creación, obra de Dios, no puede ser adorada en lugar del mis-
1O). El mismo salmo transmite el respeto admirado del hombre ante la mo Dios (Is 40, 12-26). Es Dios quien hace salir por orden el ejército
creación, cuya contemplación suscita a la vez la admiración hacia el celeste (Is 40, 26).
Llamada a ser huella y lenguaje de Dios, la creación se ha con-
12. Cf. A. Bonora, L'uomo co/tivatore e custode del suo mondo in Gen 1-11, en A. vertido con frecuencia en pantalla y en sustitución del mismo Dios.
Caprioli-L. Vaccaro, Questione ecologica e coscienza cristiana, Brescia 1988, 155-166. Ha sido el abuso de la libertad el que ha quebrado el significado de la
488 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 489

creación. De «simbólica» se ha convertido en «diabólica». Ha deja- mensaje de Jesús el que invita a los hombres a ser señores responsa-
do de remitir al Absolutamente otro para ser absolutizada en sí mis- bles de las obras de sus manos, a no idolatrar las riquezas, a emplear
ma. Tal absolutización puede llevar al ser humano a dos posturas apa- una sabia austeridad en el uso de los bienes (Le 12, 13-21 ). En un
rentemente contradictorias: bien la adoración de la realidad creada, mundo que destroza la naturaleza por su insaciable voracidad, este
bien su objetivización «des-significada». En el primer caso, la crea- mensaje de Jesús no puede resultar insignificante.
ción puede ser temida y adorada. En el segundo, será manipulada en En realidad, no hay verdadera preocupación ecológica sin una va-
aras de las necesidades o las ansias depredadoras del ser humano. loración de la dignidad del ser humano y su puesto en medio de las co-
Pero tales posturas no reflejan el mensaje bíblico primordial. Acha- sas de este mundo. La exhortación de Jesús a practicar la hospitalidad
car a la Biblia la justificación religiosa para el expolio de la naturale- y la acogida respecto a los pequeños, los humildes y los pobres (Mt
za significa desconocer el aprecio que contiene por el Dios creador y 25, 31-45) propugna un estilo de vida que ha de reflejarse en la actitud
por la creación salida de las manos de semejante Dios. / de los individuos y las instituciones hacia el medio ambiente y hacia
aquellos seres humanos que no podrán disfrutar de él.
Por otra parte, hay que recordar la insistencia evangélica en el va-
b) «Aprended de los lirios»
lor de la cruz. Jesús había manifestado con toda sencillez su pobreza:
También para los cristianos Dios es creador y la creación es su don «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del
y el reflejo de su gloria. Pero, junto a la fe en el Dios creador, la fe en hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20). Quien quiera
la encamación del Verbo de Dios constituye para los cristianos el últi- seguirlo, habrá de vivir en una austeridad semejante (Me 8, 34-37).
mo fundamento para el respeto a la naturaleza. El Verbo se ha hecho Esta invitación a la conversión de las actitudes ante las cosas ma-
carne (Jn 1, 14) y se ha unido, en cierto modo, al mundo creado a su teriales exige una reflexión cristiana coherente y radical sobre las preo-
imagen. cupaciones ecológicas de Ja sociedad actual.
1. El Evangelio nos ofrece otros datos, más episódicos pero no me-
nos elocuentes, sobre la importancia de lo creado. Jesús de Nazaret ha e) La ansiosa espera de la creación
sido un atento observador de la naturaleza. De ella extrae muchas de sus
lecciones más bellas. Ha contemplado Jos montes y el mar; habla de 1. Al apóstol Pablo parece interesarle más el espectáculo del dra-
fuentes cuyas aguas saltan hasta la vida sin término. Conoce a la ga- ma que se desarrolla en el interior de la persona que la contempla-
llina que acoge sus polluelos, a las ovejas y los lobos, los perrillos y ción de la naturaleza que configura su ambiente. Y sin embargo,
los peces, las palomas y las serpientes, los cuervos y las polillas. Dis- también Pablo sabe y recuerda que la suerte del hombre, venturosa o
tingue las higueras y las zarzas, el trigo y la cizaña, la mostaza y los desdichada, está irremediablemente unida a la suerte del mundo que
cedros. Jesús habla de mosquitos y camellos, de la menta y el comino, lo alberga.
de cardos y de lirios, de uvas y de higos, del sol y de la luna. La teología de la creación parece estar en Pablo al servicio de la
Jesús ama la soledad de los montes, pero también explica a las salvación en Jesucristo. Eso no significa, ni mucho menos, una deva-
gentes su mensaje desde una barca varada en la ribera del lago. Ade- luación del mundo. Hay dos momentos especialmente importantes en
más, parece haber aprendido a escuchar los susurros del viento y a dis- la Carta a los romanos, donde se invita a los cristianos a volver sus
tinguir su canción y sus bramidos. ojos a la creación.
Al invitar a sus seguidores al abandono confiado en la providencia En el primero de ellos, Pablo se refiere a la vocación que Dios ha
de Dios, Jesús Jos exhorta a contemplar los pájaros del cielo que no dirigido a todos los hombres, incluidos los paganos. Aunque no hayan
siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y les pide que apren- conocido la ley de Moisés, los paganos pueden alcanzar el conoci-
dan Ja lección de Jos lirios del campo, que no se fatigan ni hilan, y sin miento de Dios y de su voluntad: «Pues lo que de Dios se puede co-
embargo ni Salomón logró vestirse como uno de ellos (Mt 6, 25-30). nocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisi-
2. Con todo, no son estos textos aislados los que han de funda- ble de Dios, desde Ja creación del mundo, se deja ver a la inteligencia
mentar una teología cristiana del medio ambiente. Es el conjunto del a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad» (Rom 1, 19-20).
490 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 491

También los paganos pueden, por tanto, reconocer en los elementos de lentamente va pasando del nomadismo al sedentarismo, el respeto a la
la naturaleza una huella del poder de Dios. naturaleza estaba muy lejos de las preocupaciones y exigencias que
Más importante es todavía el segundo pasaje. Pablo está hablando concitan las actuales amenazas tecnológicas. Y para una comunidad
de Ja herencia que espera a los hijos de Dios. Y de pronto parece dar cristiana primitiva que se esfuerza por vivir su fe en medio de una cul-
un salto inesperado: «La ansiosa espera de la creación desea vivamen- tura helenista, tan centrada en la soberanía de la naturaleza, el cosmos
te la revelación de Jos hijos de Dios». La creación no es sólo objeto de había de ser visto como un signo de la gloria de Dios.
las fatigadas esperanzas humanas, sino también un sujeto esperante. Y Pero si es cierto que no se hallan en la Escritura las respuestas ca-
¿qué es Jo que espera la creación? Según Pablo, «la creación fue so- suísticas, en sus páginas sí se revela el espíritu que nos ha de ayudar a
metida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la some- solucionar estos problemas en un mundo en el que la técnica necesita
tió, en Ja esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción el correctivo de la reflexión ética.
para participar en Ja gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabe-
mos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de
parto» (Rom 8, 19-22). 3. Una historia de amor a la creación
Las imágenes son sugerentes. La creación está sometida a una es-
clavitud que ha nacido del pecado, es decir del ansia idolátrica del Apoyándose en estas fuentes de la fe, durante la Edad Media Ja
hombre. Pero sueña y espera Ja liberación total: la suya y la de la co- Iglesia tuvo que enfrentarse una y otra vez con las corrientes dualistas
munidad humana. Así, Pablo puede afirmar que la creación entera an- que rehúsan atribuir a Dios la creación de la materia, considerada co-
hela dar a luz un mundo nuevo: un mundo humano redimido del mal y mo prisión del alma y causa de todos los males.
de toda servidumbre. Los cistercienses vivieron un respeto práctico a Ja creación. Regu-
2. La fe invita a los cristianos a vivir aguardando una nueva crea- laron Ja tala de árboles y la regeneración de los bosques. Su iniciativa
ción (Col l, 15-20). En la Carta segunda de Pedro se recuerda que, an- pasó luego a ser competencia de todos. En el siglo XN se inicia la lu-
te la caducidad de las cosas visibles, una cosa permanece cierta: «Es- cha legal contra la contaminación producida por Ja combustión del
peramos nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia» (2 carbón; además, se toman medidas contra la contaminación de las
Pe 3, 13). El mundo nuevo, aun en sus dimensiones cósmicas, será fru- aguas, regulando la situación de los mataderos y las tenerias 13 •
to y manifestación de la justicia de Dios, convertida finalmente en jus-
ticia interhumana. También en el Apocalipsis se anuncia la llegada de
«un cielo nuevo y una nueva tierra, porque el primer cielo y la prime- a) El Canto de las criaturas
ra tierra desaparecieron y el mar no existe ya» (Ap 21, 1). El universo
En ese mundo vive Francisco de Asís. Este hombre del siglo XIII
nuevo, anunciado ya en el libro de Isaías es un símbolo de la renova- estaba convencido de que junto al ser humano «todas las cosas espiri-
ción de la era mesiánica, pero puede significar también aquí un mun-
tuales y corporales» han sido hechas también a «imagen» de Dios (Re-
do renovado gracias a las nuevas actitudes de los seres humanos (Is 51, gla, 1, 23, l). Según Tomás de Celano, su primer biógrafo, Francisco
16; 65, 17; 66, 22). «exhortaba con todo empeño a todas las aves, a todos los animales y
Estas afirmaciones sobre la transformación del universo material
a todos los reptiles, e incluso a todas las criaturas insensibles, a que loa-
no son una fuente de información sobre el futuro del cosmos, pero
sen y amasen al. Creador, ya que comprobaba a diario la obediencia de
nos ofrecen el testimonio de una esperanza personalizada que gene-
todos ellos al invocar el nombre del Salvadom 14 .
ra un compromiso ético para respetar el mundo creado, regenerarlo
El modo franciscano de ser y estar en el mundo junto a las cosas, no
y convertirlo en escenario y lenguaje de una humanidad redimida y
sobre ellas, pone de manifiesto que todo el mundo creado es digno de
reconciliada.
De todas formas, nadie pretenderá buscar en la Biblia una concre- 13. C. González Quintana, Dos siglos de lucha por la vida: XIII-XIV, Salamanca
ta estrategia ecologista, como tampoco puede encontrar una toma de 1995, 100.
postura ante la energía nuclear. Para un pueblo como el de Israel, que 14. Tomás de Celano, Vida primera, 58.
492 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 493

reverencia y de respeto. Las cosas que hay en él no están ahí para suje- El Cántico es, entonces, «un sí a la intensidad del sern 1s y, en con-
tarse al caprichoso dominio del ser humano, sino para ser tratadas co- secuencia, un sí al valor ético de la creación. San Francisco nos dice
mo «hermanas». Este sentimiento de fraternidad con la naturaleza bro- que el creyente en el Dios de la vida ha de amar toda forma de vida
ta de las experiencias religiosas que configuran la vida de Francisco. cread.a por Dios. También a Francisco, como a san Agustín, las cosas
En primer lugar, su conciencia de la paternidad universal de le dmgen un mensaje referencial: «El que nos ha hecho es el mejornl6.
Dios, que suscitaba en el santo de Asís la conciencia de la filiación
y de la fraternidad universal. Se sabía y se sentía íntimamente liga-
do a toda la creación. Descubría en las cosas al Creador y al Ama- b) El libro de la naturaleza
do. No había para él enemigos ni amenazas. El mundo retornaba al
Esta forma de mirar a la naturaleza como un libro que nos habla de
paraíso primordial.
En segundo lugar, la «vida del Evangelio de Jesucristo» (Regla pri- Dios se repit~ con frecuencia en el cristianismo. San Agustín, en el se-
/ gundo serrnon sobre el salmo 26, invita a admirar la creación: «Dé
mera, prol.) creaba y convocaba hermanos «menores» (Regla primera,
VI, 4 y VII, 2), introduciendo en la vida humana el paradigma del ser- vueltas tu ánimo por la creación entera; por todas partes te gritará la
vicio mutuo y el sometimiento a «toda criatura» (Regla primera, IV, creación: Dios me hizo[ ... ] Da vueltas todavía por los cielos hasta lle-
2.6; VI, 3-4; XI, 5-6; XVI, 6). gar a la tierra; nada dejes de observar; por todas partes te gritan acla-
Y por último, la opción por la pobreza más radical. Elegida a imi- mando al Creador todas las cosas; las mismas bellezas de las criaturas
tación de Jesús (Regla primera, IX, 1.5.8; Regla segunda, VI, 3-4; Tes- son voces que alaban al Creador» (En. in Ps. 26, II, 12). Para avanzar
tamento, 1-2) y como modo de vivir el evangelio (Regla primera, I, 1; por el camino de la fe tenemos el libro divino, donde pueden leer los
Regla segunda, I, 1 y 11, 5-6.8), la pobreza es un modo de entender la letrados, Y el libro del orbe de la tierra, donde pueden ver hasta los ig-
vida que hace posible descubrir el valor y el ser propio de las cosas; norantes (En. in Ps. 45, 7).
más aún, permite que las cosas sean lo que son por ellas mismas, e im- Por las obras creadas hemos de alabar al Creador. No podemos ser
plica la renuncia a apropiárselas. Francisco se hizo hermano de lasco- como los niños que en la escuela aprenden a alabar las cosas creadas
sas por ser capaz de acogerlas sin interés alguno de posesión, de lucro sin menci~nar al Creador. Todas las obras, hasta los árboles y las pie~
o de eficacia. dras, confiesan y alaban al Señor (En. in Ps. 144, 6-7 y 13).
En su Cántico de las criaturas o Cántico del hermano sol, Fran- El mismo aprecio por el libro de la creación se muestra en la obra
cisco alaba a Dios por todas las criaturas sus hermanas, descubiertas y de ,las Confesiones. En la célebre escena de Ostia Tiberina, Agustín y
apreciadas en su belleza y utilidad. El cántico envía al cristiano a las Momea parten de la contemplación de las cosas creadas hasta abis-
bienaventuranzas proclamadas por Jesús de Nazaret. En ambos men- ~arse en las realidades eternas (Conf. IX, 10, 23-25). El hombre espi-
sajes son considerados felices los que viven en la paz y en la armonía, ritual ve este mundo a la luz del Espíritu (Conf. XIII, 31, 46). Por eso
es decir, los que aceptan la voluntad de Dios: Agustín concluye su meditación dando gracias a Dios por la creación,
por su belleza y por su bondad. Nosotros vemos las cosas porque son;
Altísimo, omnipotente, buen Señor,
pero ellas son porque Dios las ve (Conf. XIII, 32, 47-38, 53).
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
Esta tradición continúa en la historia, en los escritos de Hugo de
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención. San Víctor (siglo XII). Según este autor, Dios ha entregado tres libros
a la ~omuni~ad para que pueda conocerle: la creación, la Biblia y Je-
Los versos continúan y nos muestran a Francisco, penetrado por el sucnsto. El hbro de la creación sigue siendo útil incluso para quienes
conocen los otros dos 17 •
amor de Dios, que se derrama sobre las criaturas todas. Invadido él
mismo por la alegría de sus dones, se constituye en voz de las cosas
creadas para alabar al Creador. Él se sitúa junto a las cosas, como ser- 15. E. Leclerc, El Cántico de las criaturas, Oñate 1977, 149.
vidor y trovador. Por eso precisamente las hace humanas, porque se re- 16. Tomás de Celano, Vida segunda, 165; cf. C. Díaz, Ecología y pobreza en Fran-
cisco de Asís, Madrid 1986.
crea en ellas sin destruirlas, las utiliza sin maltratarlas. 17. Hugo de San Víctor, Arca Noe mora/is, en PL 176, 643.
Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 495
494

También Tomás de Aquino recuerda que «como un buen maestro, La teología de Agustín de Hipona es extremamente rica. El santo
Dios se ha cuidado de componer para nosotros escritos excelentes pa- afirma que los valores terrestres pueden ser útiles para la edificación
ra instruirnos en la perfección [ ... ] Esos escritos se encuentran en dos del reino de Dios (De Civ. Dei, 5, 15). Es más, será siempre necesario
libros: el libro de la creación y el de la Escritura. En el primero, tan- amar a Dios y amar las cosas por Él (En. in Ps. 144, 8).
tas como son las criaturas, tantos son los escritos excelentes que nos 2. A lo largo de la Edad Media la reforma monástica que desem-
enseñan la verdad sin mentira» 18• boca en las fundaciones de Camaldoli, la Cartuja y el Císter, será fe-
Para Buenaventura de Bagnoregio el creyente puede leer en un do- cunda en exhortaciones al desprecio del mundo. La culminación de es-
ble libro: uno interior, que es el arte y la sabiduría de Dios, y el otro, te tipo de literatura se encuentra en Rugo de San Víctor (tl 141); el
el exterior, que es el mundo sensible. El hombre, dotado de un doble cual, aunque considera la naturaleza como el libro de Dios, afirma que
sentido, sabe leer el segundo a la luz del primero 19• «así como por las cosas visibles ha caído el hombre de la contempla-
Comentando la conversación de Jesús en casa de Marta y María, /
ción de Dios, así ahora, avisado por las obras visibles de Dios, ha de
recuerda el Maestro Eckhart que el primer camino que el alma tiene acostumbrarse a levantarse para contemplarlo de nuevo» 23 •
para llegar a Dios es precisamente buscarlo con amor en todas las Ahora bien, en el decreto Firmiter, dirigido contra los cátaros por el
criaturas20 • concilio IV de Letrán (1215), el mundo es considerado como una cria-
tura de Dios (DH 800). En un mundo que ha sido creado bueno, el mal
se ha introducido tan sólo a causa del pecado. Dos siglos más tarde, el
c) La huida del mundo concilio de Florencia (1442) recuerda las antiguas herejías maniqueas
al confesar que «Dios creó por su bondad y cuando quiso absoluta-
A pesar de estos admirables testimonios, con frecuencia se identi-
mente todas las criaturas, tanto las espirituales como las corporales, y
fica la ascética cristiana con el ideal de la huida del mundo, entendi-
las creó ciertamente buenas, porque fue el bien soberano quien las hi-
da con demasiada rapidez como el desprecio de lo creado.
zo, aunque sujetas a mutación, puesto que estaban hechas de la nada»
1. Ya los Padres de los tres primeros siglos -desde la Didajé hasta
(DH 1333).
Clemente Alejandrino-, aun afirmando la bondad del mundo en cuan-
Así pues, de acuerdo con esta doctrina, la renuncia de los valores
to criatura de Dios, habían subrayado la necesidad de apartarse de él
afectivamente para poder aspirar a los bienes celestiales. La vida ere- terrenos no puede concebirse como una huida del mundo, sino tan só-
mítica y, después, la vida cenobítica promueven la ascesis de la huida lo como el ejercicio de la pobreza en el seguimiento de Cristo. Tal era
del mundo como medio necesario para la contemplación. el espíritu de Francisco de Asís.
Juan Crisóstomo, que siendo monje había alabado frecuentemente Con un matiz u otro, todos los autores han sabido establecer una
la huida del mundo, una vez convertido en pastor de almas, parece distinción entre las cosas creadas, que son buenas en sí mismas, y el
cambiar de opinión para afirmar que son diversos los caminos que mundo creado, en cuanto ansiado de forma excluyente por la líbertad
conducen al único paraíso21 • . enferma del ser humano. El problema no está en la creación, sino en la
En Occidente, Ambrosio de Milán escribe al final de su vida un actitud que ante ella asume y muestra el ser humano. El equívoco ha
opúsculo titulado De fuga saeculi, en el cual más que exigir el abando- nacido de la ambigua interpretación del «mundo». El «mundo» que
no efectivo del mundo, propugna el cambio de las actitudes humanas había que «desprecian> no era la naturaleza creada, tan admirada y
ante el mundo. Para él, «la huida no consiste en abandonar la tierra, si- cultivada por los cristianos, sino el «mundo» entendido como dimen-
no, permaneciendo en la tierra, en observar !ajusticia y la sobriedad, en sión religiosa y anticrística, al que ya se habían referido los escritos
renunciar a los vicios y no al uso de los alimentos»22 . paulinos (Rom 12, 2) y joánicos (1Jn2, 16-17), amén de otros autores
neotestamentarios (Sant 4, 4)24 .
18. Tomás de Aquino, Sermo V in Dom. 2 de Adventu.
19. Buenaventura de Bagnoregio, Breviloquium, Il, 11, 229. 23 . Hugo de San Víctor, De vanitate mundi et de rerum transeuntium usu, 2, en PL
176, 714.716-717.
20. Maestro Eckhart, E/fruto de la nada, Madrid 1998, 107.
21 . Juan Crisóstomo, Hom. In Eutropio, 15. 24. Cf. T. Moral, Huida del mundo, en Diccionario teológico de la vida consagra-
da, Madrid 1992, 822-837.
22. Ambrosio de Milán, De Isaac, 3, 6.
496 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 497

Como su Señor, los cristianos han sido enviados al mundo, pero han Es cierto que la encíclica papal no contempla todavía las acusacio-
de tratar de no ser de este mundo (Jn 17, 15-19). Aman al mundo creado, nes de la «ecología profunda»25 • Pero se anticipa a esas criticas futuras
pero no idolatran ni sus realidades creadas ni sus estructuras de pecado. al matizar las posibles pretensiones de un antropocentrismo radical.
En ese sentido, la encíclica denuncia abiertamente el hecho de que
«algunos utilizan tales recursos contra la razón humana o contra la na-
4. Doctrina pontificia turaleza social de estos últimos, y por consiguiente, contra los planes
del mismo Dios» (MM 199).
El magisterio moderno de la Iglesia ha prestado una cuidadosa 2. En los documentos del Vaticano II se afirma que, al crear el
atención a este «signo de los tiempos» que es la preocupación por la mundo, Dios decide ya llevarlo a su plena consumación en Cristo, a
naturaleza y el ambiente. He aquí algunos hitos más significativos. través del esfuerzo con-creador del hombre (GS 34-39; AA 7). Tanto
las esperanzas humanas como el esfuerzo por construir esta tierra per-
/ tenecen al dinamismo de Ja esperanza cristiana. Ella vive aguardando
a) De Juan XXIII a Pablo VI un nuevo cielo y una nueva tierra que, bajo el impulso renovador del
Cristo glorioso, constituirán al mismo tiempo el último don del Espí-
1. En la encíclica Mater et magistra , el papa Juan XXIII incluye ritu y el fruto más precioso de la tierra de los hombres.
una poética referencia al medio natural - tan querida, por cierto, a los El respeto hacia lo creado se convierte, pues, en responsabilidad
papas Pío XI y Pío XII- para subrayar Ja capacidad del agricul.tor pa- creadora. Una responsabilidad que encuentra orientación en las clási-
ra elevarse desde lo creado a la imagen del Creador: «Trabajan, en cas virtudes morales y, especialmente, en las virtudes teologales.
efecto, en el templo majestuoso de Ja Creación, y realizan su labor, ge- 3. Con todo, es Pablo VI quien comienza a emplear la misma palabra
neralmente entre árboles y animales, cuya vida, inagotable en su ca- «ecología>>. En su visita a la FAO (16.11.1970), alaba los proyectos para
pacidad expresiva e inflexible en sus leyes, es rica en recuerdos del el aumento y mejora de la producción de alimentos, pero advierte de los
Dios creador y providente» (MM 144). Detrás de esas palabras subya- riesgos de unas posibilidades técnicas que dañan el equilibrio del medio
ce la tradición cristiana que observa el medio y pretende leerlo como natural y que podrían «conducir a una verdadera catástrofe ecológica»26.
«liber naturae». Además de otras muchas intervenciones pontificias, hay que recor-
Adelantándose no a la invención de la palabra «ecología>> -que ya dar la carta apostólica Octogesima adveniens (14.5.1971), escrita con
contaba con una larga historia~, pero sí a Ja eclosión de la conciencia ocasión del 80 aniversario de la encíclica Rerum novarum. Ahí se reco-
ecológica, Juan XXIII considera necesario que el hombre de hoy noce que el hombre ha adquirido bruscamente la conciencia de que
aprenda a redescubrir su puesto y su responsabilidad frente al medio «Una explotación inconsiderada de la naturaleza corre el riesgo de des-
ambiente. La fe cristiana nos recuerda que, «en el principio», Dios dio truirla y de ser a su vez víctima de esta degradación» (OA 21). El texto
al ser humano dos mandamientos: el primero, propagar la vida, que se vincula el problema de la contaminación y los desechos con otras for-
encuentra reflejado en la fórmula Creced y multiplicaos. El segundo mas de destrucción de la sociedad y de la vida, para asomarse al hori-
mandamiento invita al ser humano a dominar la naturaleza: Llenad la zonte de una ecología social y para invitar a los cristianos a hacerse res-
tierra y señoreaos de ella» (MM 196). ponsables, en unión con los demás hombres, de un destino común.
Con todo, el cumplimiento del primero de estos mandatos solicita del
ser humano un ejercicio de responsabilidad, que comporta decisiones po-
líticas respetuosas de la dignidad de la persona y de su propio dinamismo b) De Juan Pablo JI a Benedicto XVI
procreador. Algo parecido ha de afirmarse con relación al segundo man-
l. Sin embargo, es durante el pontificado de Juan Pablo II cuando
damiento mucho menos estudiado a lo largo de la historia. Contra todas
la preocupación ecológica ha sido abordada más directa y explícita-
las acusa~iones de antiecologismo que se han dirigido al pensamiento ju-
deo-cristiano, el Papa afirmaba ya en 1961 que «el segundo de estos pre- 25. Cf. el estudio de A. N aes, ll movimento ecológico: ecologia superficiale ed
ceptos no se dio para destruir los bienes naturales, sino para satisfacer ecologia pro/onda. Una sintesi, en M. Tallacchini, (ed.), Etiche della terra, 143-149.
con ellos las 'necesidades de la vida humana'» (MM 197). 26. Cf. Pablo VI, lnsegnamenti VIII, 1970, Citta del Vaticano 1971, 1146- 1147.
498 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 499

mente por el magisterio de la Iglesia e incluida formalmente en su Respondiendo a las acusaciones a Ja fe cristiana ya mencionadas,
doctrina social. Ya en su primera encíclica Redemptor hominis, Juan el Papa recuerda que el señorío del hombre no debe ser ejercido de
Pablo II había percibido el miedo que el hombre contemporáneo ex- forma arbitraria, pues sólo puede ser rectamente ejercido cuando el ser
perimenta ante las obras de sus propias manos2 7. En su encíclica So/li- humano se apresta a leer en la dignidad de lo creado y su propia teleo-
citudo reí socia/is articula un largo y elaborado discurso sobre el au- logía las pautas de su diálogo con el mundo:
téntico desarrollo humano, sus posibilidades y sus riesgos 28 .
A nadie pasó inadvertido el mensaje de Juan Pablo II para la Jor- El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sen-
tido, de «creao> el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desa-
nada de la paz del 1 de enero de 1990, en el que subrayaba que la paz
rrolla siempre sobre la base de la primera y originaria creación de las
social, fruto de la paz con el Creador, exige también una especie de cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la
gran pacto de paz con toda la creación29 . Allí evoca el Papa las ense- tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviese
ñanzas bíblicas fundamentales, que van desde la afirmación de la bon- una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el
/
dad de la creación (Gn 1, 31) hasta el gemido del mundo creado que hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En
aguarda su propia liberación (Rom 8, 20-21); desde la redención cós- vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la
mica de la creación realizada por Jesucristo hasta la espera de una creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de
creación renovada (Ap 21, 5). El mensaje considera la crisis ecológica la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él3 1•
como un problema moral, tanto por la aplicación irresponsable de los
adelantos científicos y tecnológicos, como por la ofensa a la vida que La explotación inmoderada de la creación revela, en el fondo, un
implican muchas actuaciones sobre el medio ambiente. Los problemas grave error ontológico. Al destruir la naturaleza, el hombre manifiesta
morales de la ecología no están lejos de los ligados a la economía y los desconocer su propia y profunda verdad. Su relación con lo otro, su re-
problemas ecoéticos tampoco están lejos de los bioéticos30• lación con los otros y su relación con el absolutamente Otro. Cuando
En Ja encíclica Centesimus annus el problema ecológico es visto renuncia a colaborar con Dios en la obra de la creación, el hombre pro-
en relación con la dignidad y el puesto del hombre en el mundo. «En voca la rebelión de la naturaleza misma. Ya no es gobernada, sino tira-
la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error nizada por su avaricia, por su descabellado y frenético consumismo.
antropológico» (CA 37). Desde el punto de vista de la fe, se ve la na- Pero también se hace un agravio a «los otros»: los que ya hoy son pri-
turaleza en clave de creación y la creación en clave de donación. El vados de sus derechos y los que en el futuro habrán de pagar las conse-
mundo ambiental es regalo y tarea, don y responsabilidad. La tierra es cuencias del despojo y contaminación que la tierra sufre en el presente.
«el primer don de Dios para el sustento de la vida humana» (CA 31 ). Además de condenar la destrucción irracional del ambiente natu-
Pero la encíclica apela a una reflexión anterior a la fe, compartible por ral, la encíclica propugna la defensa del ambiente humano en una pro-
las diversas ideologías y credos, en cuanto basada en una experiencia puesta de lo que se podría llamar «ecología humana». Tras afirmar
fundamental del ser humano: la de la doble dialéctica entre el ser y el que la tierra ha sido dada por Dios al hombre, llega la afirmación más
tener, entre el trabajo como medio captativo o como signo creativo. sorprendente de la encíclica: «El hombre es para sí mismo un don de
Dios» (CA 38). Evidentemente este aserto se sitúa en la línea de la tra-
27. Juan Pablo TI, Redemptor hominis, 15, enAAS 71(1979),286-289; cf. E. López dición judeo-cristiana que profesa la fe en un Dios creador. Es la no-
Azpitarte, La moral ecológica: una defensa del hombre: Proyección 36 (1989) 91-103.
28. Juan Pablo TI, Sollicitudo rei socia/is, 34, en AAS 80 ( 1988), 559-560; cf. J. L. vedad de la formulación lo que llama la atención. O tal vez, su opor-
Ruiz de la Peña, Ecología y teología, en El desafio ecológico. Ecología y humanismo, tunidad. En el mundo de las finanzas o de la política se subraya-hoy la
Salamanca 1985; Id., ¿Ha sido el cristianismo antiecológico?: Misión abierta 2 (1990) grandeza del hombre que se ha hecho a sí mismo («selfmade man»).
78-83.
29. Juan Pablo II, Paz con Dios, paz con toda la creación, Mensaje para la cele- Tal afirmación es mentirosa, aun entendida en sentido sociológico. Pe-
bración de la Jornada mundial de la paz (1.1.1990): Ecclesia 2456 (3.12.1989) 1929- ro en un marco religioso, una antropología que olvide la dadivosidad
1933; cf. l. Musu, Ambiente, en Dizionario di Dottrina socia/e della Chiesa, 130- 133.
30. Cf. el texto castellano en Ecclesia 2456 (30.12.1989) 1929-1933; cf. J. R. Fle- 31. Juan Pablo II, Centesimus annus, 37 (cf. también 52), en AAS 83 (1991),
cha, Ecología y ecoética. Una tarea para la fe, en A. Galindo ( ed.), Ecología y creación. 840.858. El tema había sido ampliamente tratado en la encíclica Laborem exercens; cf.
Fe cristiana y defensa del planeta, Salamanca 1991, 295-320. l. Camacho, Doctrina social de la Iglesia, Madrid 1991, 459-492.
500 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 501

de Dios y la creatureidad humana resulta inhumana a la larga. Si no se considerada como la divinidad armoniosa de los griegos, pero tampo-
admite la humanidad como don divino, es fácil admitir cualquier ideo- co como la realidad maligna de los gnósticos. Para los cristianos, la
logía que propugne la vigencia de otros «creadores» o la arbitrariedad naturaleza participa junto con el hombre del estado de «creaturalidad»
de los criterios que definen la humanidad misma de los hombres. y con él aguarda la revelación pascual del Señor.
2. Benedicto XVI, en su comentario semanal a los salmos, ya ini- Sin embargo, en esta clave creacional, el señorío del hombre sobre
ciado por su predecesor, ha puesto de relieve que «el primer signo vi- el mundo no significa un permiso para la explotación inmoderada del
sible de la caridad divina (Sal 13 5) ha de buscarse en la creación». Esa mismo mundo y sus otros habitantes no personales. Además, la reve-
percepción de la naturaleza como revelación cósmica de Dios se en- lación asocia al anuncio de la encarnación del Verbo el anuncio com-
contraba también en el salmo 18 y retorna a su vez en el libro de la Sa- plementario de la transformación final del mundo que él ha asumido y
biduría (Sab 13, 5) y en el mensaje paulino (Rom 1, 20). redimido. Y, en tercer lugar, el Espíritu de Dios, que sopla donde quie-
El Papa recuerda también ampliamente la primera homilía de Ba- re (cf. Jn 3, 8), recrea el mundo creado, sirviéndose de la responsabi-
/
silio Magno sobre el Hexameron y concluye: lidad de aquellos que se dejan guiar por él.
Una moral social cristiana más atenta al respeto a la creación podría
Por consiguiente, dejémonos despertar por esta palabra de Dios, pida-
mos que esta Palabra ilumine nuestra mente, para que podamos captar encontrar suficientes apoyos en la tradicional atención a las virtudes33 .
el mensaje de la creación - inscrito también en nuestro corazón- : que el Junto a la reflexión teológica va surgiendo, cada vez más clara, to-
principio de todo es la Sabiduría creadora, y que esta Sabiduría es da una corriente ética o, como empieza a llamarse, ecoética34 • Es inte-
amor, es bondad; «es eterna su misericordia»32 • resante la formulación sectorial de tal pretensión moral, es decir, la
enumeración de los deberes éticos que ante la naturaleza competen a
3. Estos textos no son la única palabra de la Iglesia sobre la preo- los individuos y a las instituciones.
cupación ecológica. El Compendio de la Doctrina social de la Iglesia Junto a los subrayados sobre la ética sectorial y específica, parece
dedica todo el capítulo X a la necesidad de «salvaguardar el medio más importante aún trazar las líneas de una ecoética fundamental. Se
ambiente» (CDSI 451-487). La riqueza de su contenido difícilmente trataría de aportar algunas convicciones primarias, y a ser posible
podría ser resumida en estas breves reflexiones. compartidas, que hagan posible un diálogo ético en una sociedad plu-
ral sobre las responsabilidades del hombre hacia su entorno. He aquí
un decálogo que las resume.
5. Propuestas morales 1. El discurso ecoético ha de estudiar, en primer lugar, al sujeto de la
responsabilidad, es decir, las personas e instituciones que tienen a su cui-
Una consideración creyente de la naturaleza ha de evitar una doble dado un ámbito concreto de la naturaleza y de la vida, así como el título
tentación: la de una idolatría de lo natural y la del rechazo al orden na- de su responsabilidad sobre esa parcela35 . Ha de estudiar la situación ac-
tural. Estas dos tentaciones han encontrado su concreción histórica: la tual y posible, o sea, las perspectivas optimales de esa parcela de la natu-
primera, en la cultura griega; la segunda, en el gnosticismo. En el pri- raleza, así como de los valores que en ella se entrecruzan, a saber, del
mer caso, el hombre y la naturaleza se ven hasta tal punto inmersos y equilibrio que en ella es preciso mantener para evitar en lo posible su de-
hasta identificados en un cosmos, que la postura del ser humano por gradación o para promover su regeneración. Ha de estudiar, además, los
fuerza ha de ser pasiva ante el destino. En el segundo caso, la con-
ciencia del mal es hiriente e inevitable. Una conclusión se impone: el 33. Una referencia más amplia a esta dimensión «ecológica» de las virtudes pue-
de encontrarse en J. R. Flecha, Vida cristiana, vida teologal. Para una moral de la vir-
creador del espíritu no puede ser el mismo creador de la materia. Por tud, Salamanca 2002.
tanto, es preciso odiar y despreciar el mundo material. 34. B. Bennassar, Ecoética: la ecología, desafio a la moral. La ética, salvación de
Para la fe cristiana, el mundo material es reconocido como fruto de la ecología: Biblia y fe 16 (1990) 265-300.
la acción creadora y sustentadora de Dios. La naturaleza no puede ser 35. La Subcomisión de la ONU para la Promoción y la protección de los derechos
humanos ha adoptado normas (13.8.2003) en las que se determina que las empresas na-
cionales y multinacionales han de realizar sus actividades «en conformidad con los re-
32. Benedicto XVI, Catequesis en la audiencia general (9. 11.2005), en J. A. Mar- lativos acuerdos, principios, objetivos, responsabilidades y standard internacionales con
tínez Puche (ed.), Enseñanzas de Benedicto XVI. 112005, Madrid 2006, 142- 144. relación al ambiente» (núm. 14).
502 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 503

eventuales beneficiarios de esa parte del planeta, tanto los beneficiarios cia los hombres, con religiosa piedad hacia Dios (Tit 2, 12). Así lo ha
humanos, presentes y futuros, como los beneficiarios «vivos y no racio- resumido el Documento de Puebla:
nales» que se aprovechan de ese ecosistema. Y ha de estudiar, por fin, las La libertad implica siempre aquella capacidad que en principio tene-
circunstancias en las cuales los diversos valores entran en conflicto. mos todos para disponer de nosotros mismos (cf. GS 17) a fin de ir
2. Al estudio de los protagonistas de esta múltiple relación habrá construyendo una comunión y una participación que han de plasmarse
de acompañar la pregunta por los eventuales fundamentos de la res- en realidades definitivas, sobre tres planos inseparables: la relación del
ponsabilidad. La reflexión moral ante el planeta en su globalidad, o hombre con el mundo, corno señor; con las personas, como hermano,
ante una parte concreta del mismo, no puede olvidar que la eticidad no y con Dios, como hijo37 •
se puede identificar con la legalidad. Por demasiado obvia, tal obser-
vación puede pasar desapercibida. Algunas intervenciones sobre el Ahora bien, la relación con cualquiera de esas apoyaturas del trí-
medio ambiente pueden eventualmente estar autorizadas por los orde- pode, influye sobre las otras dos, como en un proceso de recirculación.
/
namientos legales vigentes, tanto regionales o nacionales como inter- Así, el que desprecia lo otro, dificilmente podrá concebirlo ni presen-
nacionales; y sin embargo, ser claramente inmorales, en cuanto aten- tarlo como dádiva a los otros. Quien desprecia a los otros, mal podrá
tatorias contra la vida, en sus múltiples manifestaciones. abrirse al absolutamente Otro ni ver lo otro con ojos de gratuidad.
3. La relación del ser humano con el cosmos puede ser descrita Quien no reconoce al absolutamente Otro, no puede considerar a lo
en los términos de un lenguaje. De la misma forma que acontece en la otro como Su huella y creación ni aceptar a los otros como hermanos.
comunicación interpersonal, también el lenguaje del cosmos es en Lo cual no quiere decir que no llegue por vía de la razón o del con-
ocasiones diálogo que revela noticias y desvela presencias; por otra senso a descubrir el respeto al mundo y sus habitantes.
parte, es discusión e interpelación. La creación material está dotada 5. Esa sobriedad y responsabilidad ante el mundo cósmico se com-
de una estructura coloquial -<<Sprachlichkeit>>-. En cuanto interlo- prende en el contexto de la dialéctica entre la técnica y la ética. Uno de
cutor -<<sprachendes Dasein>>- el mundo revela en cierto modo los los dramas más agudamente sentidos por el mundo contemporáneo se
rasgos del Creador y sirve de medio expresivo para manifestar el juega precisamente en esa contradicción. Nuestra cultura contemporá-
hombre al hombre, al tiempo que el mundo se revela a sí mismo. En nea nos ha hecho creer que todo lo que podemos - técnicamente- rea-
cuanto oponente -«wiedersprechendes Dasein»- , se presenta como lizar, podemos - éticamente- llevarlo a cabo. Esta pretensión se torna
antagonista, como fuerza que trata de contradecir la fuerza de la li- escandalosa, tanto cuando se manifiesta en el ámbito de la explotación
bertad. En cuanto mundo incompleto e indigente -<<beansprochendes de la naturaleza como cuando pretende aplicarse a la manipulación de
Dasein»- , exige la intervención del Creador y reclama una postura la misma vida humana, que ha de ser defendida en su integridad.
de responsabilidad por parte del ser humano36 • La relación ética de la 6. La defensa integral de la vida. La responsabilidad moral ante el
persona con el medio ha de incluir y aceptar esa triple modalidad ca- planeta no puede limitarse a defender la casa, olvidando a sus habi-
racterística del diálogo. tantes. Pero tampoco puede limitarse a defender a los habitantes nora-
4. Además, el ser del hombre se realiza en la triple relación con lo cionales de la casa planetaria. Junto a la tentación recién mencionada
otro, con los otros y con el absolutamente Otro . Esa relación puede ser de convertir el cosmos en caos, parece asomar por doquier la otra ten-
estrecha o airosa. Y de ello dependerá la propia realización del ser hu- tación de promover la ecoética olvidando la bioética.
mano. Ante lo otro, el hombre puede comportarse como señor o como 7. Si toda responsabilidad moral se resume, para el cristiano, en un
esclavo, con dignidad o con el abajamiento del ansia. Ante los otros, el ejercicio de la virtud de la caridad, del mandamiento nuevo del amor
hombre se relaciona con magnanimidad o con envidia. Ante el abso- (OT 16; DC 18), también la ecoética ha de ser integrada en ese marco
lutamente Otro, puede el hombre vivir la dignidad de la religación o el
agápico. El respeto a la naturaleza y a la vida, en todas sus formas, es
egoísmo de la magia. Algo de esto dice la Escritura al invitarnos a vi-
para el creyente un signo de su amor a Dios, con el que participa en la
vir con sobriedad o sensatez ante las cosas, con justicia y equidad ha-
tarea de la creación y conservación de un mundo que revela sus hue-
36. J. R. Flecha, Vocación a la esperanza cristiana: Studium legionense 28 (1979)
196-197. La referencia al lenguaje de la creación se debe a G. Gloeger, Sch6pfung, en 37. CELAM, Documento de Puebla («La Evangelización en el presente y en el fu-
RGG V (3ª ed.), 1488-1489. turo de América Latina»), 322.
504 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 505

llas y es signo cuasi-sacramental de la providencia. El respeto al am- elementos para un discernimiento crítico ante unas esperanzas inme-
biente es también una prueba de amor al lugar donde se desarrolla la diatas de felicidad y bienestar que terminan por ahogar al hombre al
humana experiencia, los encuentros humanos, las aspiraciones huma- destruir su morada. La esperanza escatológica ejerce una función pro-
nas. Para el creyente la naturaleza -«fysis>>- es percibida y aceptada fética ante los proyectos que pretenden ordenar el planeta. Si Ja verda-
como creación -<<ktisis»- . Pero el respeto hacia ella es, además, signo dera esperanza no se confunde con el prometeísmo altanero, sino que
privilegiado del amor a los otros seres humanos. brota de la cruz, no dejará de ofrecer motivos para una ética de la aus-
8. Se podrá preguntar si no será una exageración afirmar que el teridad ante los bienes que nos ofrece la tierra en que vivimos41 •
mundo tiene derechos. Se dice que las leyes y la ética se fijan en el mun-
do que hay que defender, en cuanto que es propiedad de alguien. La eco-
ética más superficial parece basarse en la defensa de los derechos de los 6. Conclusión
seres humanos al medio ambiente. Por eso es dificil justificar la punibi- I
lidad de un comportamiento destructivo cuando el objeto de tal acción, Ni la razón ni la fe nos llevan a mirar con desprecio a este mundo
u omisión, es una parcela del paisaje o de la vida que no parece tener creado. La misma condición dialogal de la experiencia específicamente
propietarios. Es comprensible la pretensión de crear un código de dere- humana nos lleva a ser responsables de la v ida y del mundo creado ante
chos para los árboles y para los demás seres vivientes no personales38 • nuestros semejantes. En realidad, no somos tan sólo responsables de al-
No es extraño que algunos traten de afrontar el tema de la ecoética no go ante alguien. Lo queramos o no, somos siempre responsables de «al-
tanto sobre un fundamento instrumental y auxiliar del medio ambiente, guien» ante «alguien». El objeto de nuestra responsabilidad nunca es re-
como sobre un sincero respeto y deber responsable hacia la misma na- ducible al mundo inanimado de las cosas.
turaleza. La misma expresión «medio ambiente» les parece a muchos El monje trapense Thomas Merton ha escrito páginas espléndidas
equivocada y equivocadora: parecería reflejar una actitud para la que la sobre la adecuada relación entre el contemplativo y el mundo:
naturaleza no cuenta moralmente, por no tener un valor intrinseco39 . Tratar al mundo como una mera aglomeración de objetos y bienes ma-
9. La ecoética nos interpela todavía en un sentido no bien subrayado. teriales externos a nosotros y rechazar esos bienes y objetos para bus-
Nos hemos dirigido al planeta con la codicia avariciosa del que trata de car otros que son «interiores» y «espirituales», es de hecho no entender
arrebatarle sus tesoros. Nos preocupamos de su destrucción con el gesto el sentido del arduo enfrentamiento del mundo y Cristo[ ... ] El mundo
preocupado de los ricos que temen perder la fuente de sus riquezas. Pero en sí no constituye problema alguno, pero nosotros somos un problema
es preciso comenzar a mirar el mundo con ojos de pobre. Los pobres es- para nosotros mismos porque estamos enajenados de nosotros mismos,
peran desde la gratuidad y reciben con gratitud los bienes de la tierra. Y y esta enajenación se debe precisamente a un hábito inveterado de divi-
por otra parte, los pobres son los primeros que sufren el expolio de la tie- sión, por el cual hacemos pedazos la realidad y, después de haberlo he-
cho, nos preguntamos por qué nos hallamos sin contacto con la vida,
rra. Ellos son los primeros en pagar los desastres ecológicos. La conver-
con la realidad, con el mundo y, sobre todo, con nosotros mismos42 .
sión a la ecoética implica una conversión hacia el mundo de los pobres,
su cosmovisión, su autocomprensión, su actitud ante la tierra de todos40.
Para la fe cristiana, el compromiso moral ante el mundo creado na-
10. Y por fin, la ética del respeto a la creación y al mundo presen-
ce de la misma vocación al amor. Somos responsables del proyecto de
te tiene mucho que ver con la esperanza escatológica. Como afirmó
Alguien frente a Alguien. Entre el logos y el te/os se nos ofrece Ja
en varias ocasiones el concilio Vaticano 11, la esperanza de una nueva
grandeza invitante del nomos, que por venir de quien viene y por ir a
tierra no aminora ni adormece el empeño ético por edificar y respetar
quien va, no puede menos de presentarse como agape. En ese itinera-
la actual morada humana (GS 20.39). La esperanza última proporcio-
rio que va de la fuente al mar discurre el río de la caridad. El amor es
na apoyos para las esperanzas penúltimas. Y al mismo tiempo, ofrece
41. Cf. E. López Azpitarte, Perspectivas morales en torno a la ecología: Misión
38. C. Stone, Earth and Other Ethics, NewYork 1987. abierta 2 (1990) 61-70.
39. Cf. G. L. Brena (ed.), Etica pubblica ed ecologia, Padova 2005. 42. T. Merton, Acción y contemplación, Barcelona 1982, 84-85; cf. su reflexión so-
40. Cf. L. Boff, Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres, Madrid 2 1997; Id., bre el valor simbólico de la creación, como se recoge en los salmos: Pan en el desierto,
El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la tierra, Madrid 2002. Buenos Aires 1962, 70-80.
506 Escenarios y problemas Ecología y fe cristiana 507

la fuente y razón de nuestra responsabilidad ante la vida humana y an- El amor al mundo creado forma parte, por tanto, del tesoro de la fe
te el hogar cósmico en el que se aloja. cristiana y otorga credibilidad al ministerio de la evangelización que
Ahora bien, la caridad nos invita a una atención sincrónica a los ha sido confiado a la Iglesia y a cada uno de los creyentes.
hermanos que hoy conviven con nosotros, pero también a una espe-
ranzada atención diacrónica a los que nos sucedan en el mundo. Tam-
bién el mismo cosmos que nos sobreviva «tiene derecho» a ser un PAUTAS DE TRABAJO
mundo viviente. Desde la fe podemos decir que el mundo ha de poder
ser ahora y en el futuro un cuasi-sacramento de la presencia de Dios. 1. Recoger algunas noticias de los medios de comunicación sobre los de-
Esa responsabilidad bioética y ecoética, compartida con nues- sastres ecológicos más cercanos.
tros vecinos no cristianos, es para los cristianos fruto de las más 2. Preguntarse por las causas más habituales de la irresponsabilidad de
los ciudadanos y de las instituciones públicas ante la naturaleza y el medio
hondas raíces de la fe. Y testimonio y demanda de una esperanza ambiente.
que se abre al futuro de Dios, que ha de ser un futuro más humano 3. Reflexionar sobre las consecuencias que la revelación de la Trinidad de
para el hombre. Dios implican para el compromiso cristiano con relación al mundo cósmico.
La ecología es hoy, en consecuencia, una preocupación universal, 4. Tratar de sistematizar los puntos más importantes de la doctrina social
tanto desde el punto de vista socio-filosófico, como teológico o ético. de la Iglesia con relación al medio ambiente.
«Salvar la tierra» o «promover la paz con la creación» no son só- 5. Esbozar un esquema de catequesis cristiana sobre el respeto al medio
lo lemas del momento. Son un gesto del amor que, en su doble di- ambiente.
mensión diacrónica y sincrónica, trata de hacer del mundo un hogar
- «oikós>>- para el hombre y para la vida. La ecología no es sólo una
moda. Ni una reivindicación política. Es una tarea moral.
Ya no se oye la vieja acusación de que a fuerza de esperar el mun-
do del más allá, los cristianos suelen despreciar el mundo del más acá.
Pero aquella acusación resurge a veces con otro lenguaje. A fuerza de
pensar en un mundo eterno, se dice, los cristianos se habrían desen-
tendido de este mundo terreno. Su fe en la gracia habría en cierto mo-
do favorecido el desprecio -la depreciación, al menos- de la naturale-
za. La naturaleza humana y la naturaleza cósmica.
No es verdad. Los creyentes en un Dios creador saben que han de
amar el universo por Él creado. Los seguidores de Jesucristo saben
que su redención llega hasta un mundo elevado por su entrega perso-
nal a la categoría cuasi-sacramental de la salvación. Los movidos por
el Espíritu profesan su fe y su compromiso con la fuerza que da vida.
Tanto el desprecio del mundo creado como el abuso del mismo que no tie-
ne en cuenta una mínima responsabilidad ecologista denotan y denuncian
una comprensión del hombre que se compagina mal con la imagen de
Dios que se sitúa ante el mundo desde la libertad, nada mágica o encogi-
da, de quien se sabe señor de un mundo desnuminizado, pero también des-
de la responsabilidad, contemplativa y activa, de quien se sabe con-crea-
dor y administrador de un mundo en trance de evolución y finalización43 •

43. J. R. Flecha, La opción por el hombre, imagen de Dios, en la ética cristiana, en


N. Silanes, El hombre, imagen de Dios, Salamanca 1989, 119.
21
LA GUERRA Y LA PAZ

Frente la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, una estatua


de bronce representa a un hombre que, con un martillo en su mano de-
recha, está tratando de convertir en una reja de arado la espada que
sostiene con la izquierda. Se trata de una figuración plástica de la co-
nocida profecía de Isaías: «De las espadas forjarán arados y de las lan-
zas podaderas» (Is 2, 4). Paradójicamente, la estatua, que lleva escrita
en su base la cita bíblica, ha sido regalada por la antigua Unión Sovié-
tica. En el gran salón de aquella organización internacional, el papa
Pablo VI tuvo el coraje de decir a los representantes de todo el mundo:
«¡Nunca más los unos contra los otros, jamás, nunca más![ ... ] Si que-
réis ser hermanos, dejad caer las armas de vuestras manos. No se pue-
de amar con armas ofensivas en las manos» 1•
La guerra parece tan antigua como la humanidad. También su es-
tudio es antiguo, aunque solamente en el siglo XX haya florecido la
«polemología» -<lel griego «polemos», guerra- , como disciplina aca-
démica orientada al estudio de la violencia y sus causas2 • Más recien-
te aún es la «irenología», es decir, el estudio interdisciplinar de la paz
--en griego «eirene»- y de la resolución de los conflictos 3 . Aunque hoy
se prefiere dedicar la atención a la promoción de la cooperación y del
intercambio no violento entre los pueblos, la eliminación de la guerra
se presenta como un valor ético primordial4 •
La guerra se define como «un conflicto violento, a gran escala,
entre grupos, países o Estados». La definición de la paz en términos
negativos como la mera ausencia de guerra resulta excesivamente
pobre5 .

l. Cf. E. Pancirolli, (ed.), Paolo VI, p ellegrino apostolico, Brescia 2001 , 87-88.
2. Cf. J. Busquets, Guerra, en Diccionario UNESCO de ciencias sociales 11, 976-979.
3. T. Kawata, Paz (Investigaciones para la) , en Diccionario UNESCO de ciencias
sociales III, 1638-1639.
4. Cf. R. Strassoldo, Guerra y Paz, en DiSo, 813-828 y 1254-1266.
5. Cf. W. Morris, Guerre et paíx, en M . Canto-Sperber (dir.), Dictionnaire d 'éthí-
que et de philosophie mora/e, Paris 1996, 61 7-625, con abundante bibliografía.
510 Escenarios y p roblemas La guerra y la paz 511

La experiencia de la guerra evoca el fracaso de los ideales morales bilidades de defensa de un grupo o un país, de la conciencia de la pro-
de la convivencia y la solidaridad, mientras que la paz se perfila como pia condición de indefensión.
el paradigma de todos los bienes que constituyen el ideal de la felici- La paz, por otra parte, es continuamente boicoteada a causa de in-
dad humana. En el marco de una reflexión moral, la guerra no puede tereses contrastantes que prevalecen sobre la seguridad de las perso-
ser vista como una fatalidad ni la paz puede ser esperada como un don nas. El orgullo de un pueblo o de una raza, el miedo a los que parecen
puramente gratuito. La responsabilidad humana es llamada a juicio diferentes, los nacionalismos excluyentes, el odio alimentado contra
ante estas dimensiones contrastantes de la sociabilidad humana. los vecinos no nacen de forma automática.
En consecuencia, la paz se limita frecuentemente a una tregua en-
tre dos conflictos, a una especie de guerra fría, mientras se producen
1. Dificultades ante la paz costosos armamentos que hipotecan el desarrollo de los pueblos.
)
Resulta muy dificil concebir la paz como la meta de una comuni-
Tanto la guerra como la paz ocupan un puesto importante en el dad universal de los pueblos, vinculados por lazos de comunión y
universo imaginario del ser humano. Sin embargo, ante esas dos rea- participación. No en vano, desde la Segunda guerra mundial los con-
lidades contrapuestas se evidencian las contradicciones antropológicas flictos se han sucedido continuamente en una parte u otra del mundo.
y sociales del propio hombre. Durante muchos años fueron atizados por los grandes protagonistas
de la «guerra fría». A partir de los atentados terroristas del 11 de sep-
tiembre de 2001 contra los símbolos del poder económico y militar
a) Dificultades personales de la gran superpotencia, ha emergido con una fuerza insospechada el
terrorismo internacional. Ante esta situación, la pretensión de buscar
Habituado a la discordia y a las guerras, el ser humano ni siquiera
la seguridad a cualquier precio ha significado el recurso ilegal de la
se atreve a soñar el ideal de una paz estable. En realidad, la percibe so-
fuerza unilateral, sin autorización del Consejo de Seguridad de las
lamente como un sueño más bien utópico y ucrónico, es decir, situa-
Naciones Unidas y con flagrantes violaciones del Derecho interna-
do fuera del lugar concreto y del tiempo real en el que vive.
cional humanitario6•
La paz resulta con frecuencia parcelada. Se habla de la paz para el
Las dificultades socio-políticas para el logro de la paz no hacen
alma o de la paz para el ambiente exterior, con independencia de los
más que aumentar de día en día.
conflictos interiores del ser humano. Se habla de paz para el mundo,
pero en realidad se piensa sólo en un grupo o en una determinada cla-
se social. Se anhela la paz como carencia de conflictos, pero se tienen c) Dificultades «teológicas»
en cuenta solamente los conflictos más evidentes.
En muchas ocasiones, la misma mención de la «paZ» resulta ofen- Con respecto al «sujeto» de la paz, se considera a veces que su lo-
siva: o porque evoca la experiencia de una represión que ha dejado el gro se debe solamente al esfuerzo del ser humano con olvido total de
escenario social convertido en un desierto; o porque suena como una su dimensión trascendente. En momentos de angustia se atribuye a
palabra hueca repetida como estrategia en los discursos políticos; o Dios la responsabilidad de la guerra y sus desastres y se le culpa por la
porque se recuerda tan sólo como una orden autoritaria para aquietar a pérdida de la paz. El prometeísmo y el quietismo más irresponsables
los rebeldes. se dan cita de nuevo ante los desastres de la guerra o los campos de
concentración.
Con respecto al «objeto» de la búsqueda, se cae de nuevo en conti-
b) Dificultades sociales nuos reduccionismos. O bien se piensa en una paz «Social» que pare-
ce ignorar los valores más espirituales del ser humano; o bien se pien-
La humanidad tiende a olvidar que las guerras no nacen por sí so-
las. En muchas ocasiones la paz no ha sido buscada como resultado de
6. C. Villán Durán, Las Naciones Unidas ante el nuevo escenario preventivo. El re-
la justicia y el esfuerzo fraternal. Ha nacido únicamente del miedo a to de los derechos humanos, en M. C. Marín ( ed.), La seguridad preventiva como nuevo
un adversario poderoso y bien armado, de la inseguridad en las posi- riesgo para los derechos humanos, San Sebastián 2006, 22-24.
512 Escenarios y problemas La guerra y la paz 513

sa en una paz «espiritual» que pretende ignorar el lamento del hombre 1. En un texto del libro del Levítico se vincula al cumplimiento de
que sufre. la voluntad de Dios la llegada de la paz para su pueblo. Pero esa paz va
Así pues, pocos temas interpelan tan profundamente la sinceridad acompañada por la violencia contra los enemigos:
del ser humano y la verdad y justicia de sus estructuras sociales como
Si camináis según mis preceptos y guardáis mis mandamientos, po-
el binomio guerra y paz. niéndolos en práctica, os enviaré las lluvias a su tiempo, para que la tie-
rra dé sus frutos y el árbol del campo su fruto. El tiempo de trilla al-
canzará hasta la vendimia, y la vendimia hasta la siembra; comeréis
2. La guerra y la paz en el mensaje bíblico vuestro pan hasta saciaros y habitaréis seguros en vuestra tierra. Yo da-
ré paz a la tierra y dormiréis sin que nadie os turbe; haré desaparecer
La palabra hebrea miljamah viene a significar la hostilidad más o del país las bestias feroces, y la espada no pasará por vuestra tierra. Per-
menos violenta entre los grupos humanos. La palabra shalom, que re- seguiréis a vuestros enemigos, que caerán ante vosotros a filo de espa-
/ da (Lv 26, 3-7).
fleja la paz, proviene de una raíz que evoca la perfección. Puede refe-
rirse a terminar una casa (1 Re 9, 25) o al hecho de «apaciguar» a un
acreedor (Ex 21, 34). La paz bíblica no es la mera tranquilidad facili- En el libro de Josué se repite varias veces que el país vivió en paz,
tada por los pactos ni el tiempo de clama entre dos guerras. La paz es pero esa paz sólo ha podido obtenerse por medio de la guerra y de la
la armonía del ser humano consigo mismo, con lo otro, con los otros y terrible práctica del «anatema» o exterminio de los conquistados (Jos
con el absolutamente Otro. La paz es bendición, descanso, salvación y 11 , 23; 14, 15; cf. 21, 44).
vida. Su imagen y su lugar existencial es el «paraíso»7 . Sin embargo, la doctrina bíblica no considera la guerra como una
Pocas palabras se repiten tanto en la Biblia como las que evocan la fatal necesidad. En un capítulo dedicado a regular las disposiciones
<<paZ» 8. Con ellas unas veces se indica la situación social de un pueblo para la guerra, el Deuteronomio introduce una medida de clemencia
que se ha visto libre de la guerra. Otras, la palabra es empleada como para las ciudades que se rindan al que las asedia:
saludo y como el mejor deseo que se puede dedicar a las personas Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, le propon-
amigas. Y siempre, la paz es entendida como una dádiva de Dios que drás la paz. Si ella te responde con la paz y te abre sus puertas, todo el
se manifiesta en la armonía de la conciencia, en la convivencia apaci- pueblo que se encuentre en ella te deberá tributo y te servirá. Pero si
ble o en un orden social marcado por la tranquilidad y la prosperidad. no hace la paz contigo y te declara la guerra, la sitiarás. Yahvé tu Dios
la entregará en tus manos, y pasarás a filo de espada a todos sus varo-
nes; las mujeres, los niños, el ganado, todo lo que haya en Ja ciudad,
a) Entre la guerra y la paz todos sus despojos, lo tomarás como botín. Comerás los despojos de
los enemigos que Yahvé tu Dios te haya entregado (Dt 20, 10-14; cf.
En el Antiguo Testamento se alude en ocasiones a las guerras de Jos 11 , 19).
Yahvé. Se glorifica la imagen de Josué y la de los jueces que empuña-
ron las armas y se alaba a Judit y a Ester que no ahorraron violencia Estos textos pueden resultar escandalosos. Hay que recordar que la
para defender a su pueblo. La paz es un don precioso, pero con fre- revelación ha seguido un proceso histórico, marcado por las luces y las
cuencia es entendido y promovido con los criterios típicos de todos los sombras que acompañan a cada época. La Biblia no sólo nos dice có-
nacionalismos9 • mo hemos de ser con la ayuda de Dios, sino también cómo somos en
la realidad ordinaria de nuestra existencia. Por otra parte, no podemos
7. Cf. X. Léon-Dufour, Paz, en Vocabulario de Teología bíblica, 656-660; J. Rade-
makers, Guerra y Paz, en Diccionario enciclopédico de la Biblia, Barcelona 1993, 673-
olvidar que precisamente en la peripecia nacional el pueblo ha llegado
674 y 11 94. a descubrir la presencia y la providencia de Dios. Una conciencia tan
8. Cf. W. Foerster-G. von Rad, Eiréne, en TWNT Il, 398-418; J. Terán-Dutari, Paz, profundamente religiosa como la de Israel todo lo atribuye a interven-
en SM V, Barcelona 1974, 319-328; H. Beck, Paz, en DTNT lll, 308-314; V. Hasler,
ciones directas de Dios en la historia humana. Si las derrotas han sido
Eiréne, en DENT 1, 1200-1209.
9. Sobre la «guerra santa en Israel», cf. J. Comblin, Théologie de la paix 1, Paris permitidas por Dios como castigo por los pecados de su pueblo, la vic-
1960, 64-73. toria se recibe como don de Dios. Se comprende, en consecuencia, que
514 Escenarios y problemas La guerra y la paz 515

también la paz sea recibida como su don gratuito (Jos 23, l ; cf. 2 Sm no de Israel como al de Judá. Con un gesto casi blasfemo Jeremías
7, 1.11; 2 Cro 15, 15; 20, 30). increpa al mismo Dios por la violencia que amenaza a su pueblo:
2. La paz tiene además una dimensión antropológica y religiosa. «!~Y, Señor Yahvé! ¡Cómo embaucaste a este pueblo y a Jerusalén
Ante la magnanimidad de David, el rey Saúl reconoce que, en contra d1c1endo: 'Paz tendréis', y ha penetrado la espada hasta el alma!»
de lo que él ha hecho al respetarle, ningún hombre encuentra a su ene- (Jr 4, 10).
migo y Je permite seguir su camino en paz (1 Sm 24, 20). Mientras Jeremías se adelanta a anunciar el acoso de los babilonios
Aunque es don de Dios, Ja paz ha de ser pensada y programada por Y la caída de Jerusalén, constata que, desde el profeta hasta el sacer-
los hombres. Ante las dificultades de la guerra contra los sirios, Judas dote, tod.os prac~i~an el fraude. «Han curado el quebranto de mi pue-
Macabeo envía una delegación a Roma para proponer una alianza de blo a la hg~ra, diciendo: «¡Paz, paz!», cuando no había paz» (Jr 6, 13-
paz y de colaboración (l Mac 8, 20). Tanto él como sus hermanos o el 14; cf. M1q 3, 5). Los falsos profetas pretenden que Dios les ha
sacerdote Onías son alabados por procurar la paz para Judá y Jerusa- revel~do que les dará una paz segura. Dios mismo se encarga de des-
lén (2 Mac 3, 1). mentir las falsas profecías que profieren en su nombre (Jr 14, 13-14;
Entre los proverbios recogidos por la sabiduría de Israel, se puede cf. Ez 13, 10).
recordar al menos uno en el que se refleja la valoración de la persona Sin e~bargo, la guerra no es el horizonte definitivo. A pesar de la
en consonancia con su aprecio de la paz: decadencia y del fracaso evidente, el profeta Nahum puede anunciar
un fu~ro de paz y bienestar: «¡He aquí por los montes los pies del
Fraude en el corazón de quien trama el mal;
mensajero de buenas nuevas, el que anuncia la paz! Celebra tus fies-
gozo para los que aconsejan paz (Prov 12, 20).
tas, Judá, cumple tus votos, porque no volverá a pasar por ti Belial: Ha
sido extirpado totalmente» (Nah 2, l; cf. Is 52, 7).
Como se ve, este proverbio anticipa en cierto modo, aunque con un
De todas formas, la tarea de la paz trasciende el mero silencio de
cierto tono «secularizado» y puramente antropológico, la bienaventu-
las armas y en boca del profeta Zacarías se convierte en tarea ética in-
ranza proclamada por Jesús. Los que aman la paz y la aconsejan se
tegral capaz de redimir una existencia: «Amad, pues, la verdad y la
distinguen por la alegría que los inunda. paz» (Zac 9, 19).
3. La paz, además, es objeto de oración. Los salmos reconocen
que Yahvé bendice a su pueblo con la paz (Sal 29, 11). En otras oca-
siones piden al piadoso israelita: «Apártate del mal y obra el bien, b) El evangelio de la paz
busca la paz y anda tras ella» (Sal 35, 15). En un salmo que evoca la
prosperidad de Salomón se desea que traigan los montes paz al pue- 1. En el primer momento de la Nueva Alianza, otro Zacarías entre-
blo, y justicia los collados (Sal 72, 3). En una personificación de los vé la misión de su hijo, el futuro Juan Bautista, como el que irá delan-
valores, se canta que «Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz t~ del Señor para que la luz de lo alto ilumine a Jos que habitan en ti-
se abrazan» (Sal 85, 11). En otro canto se recoge el lamento del des- meblas y sombras de muerte y guíe los pasos de su pueblo por el
terrado que experimenta cada día las dificultades de vivir entre los camino de la paz (Le 1, 79).
que aman la violencia: «Si yo hablo de paz, ellos prefieren guerra El nacimiento de Jesús es anunciado con cantos celestiales que
(Sal 120, 7). proclaman: «Gloria a Dios en las alturas y en Ja tierra paz a los hom-
Es fácil recordar un himno en el que el peregrino que se acerca a la bres en quienes él se complace» (Le 2, 14). Al comienzo de su misión
Ciudad santa exhorta a sus compañeros a pedir la paz para Jerusalén: J~~ús proclam_a dichosos a los que «hacen la paz» (Mt 5, 9). La expre~
«Desead la paz a Jerusalén: ¡Vivan seguros los que te aman, haya paz s1on «persegurr la paz», tomada del Antiguo Testamento (Sal 34, 15),
dentro de tus muros, en tus palacios seguridad! Por mis hermanos y encontraba ya su eco entre los esenios (CD 6, 2ls; 1QM 3, 5; TestDan
compañeros, voy a decir: ¡La paz contigo!» (Sal 122, 6-8). 5, 2) Y los fariseos. Comentando esta bienaventuranza, Bernardo de
4. Entre los escritos de los profetas sobresale el ya citado texto Claraval ofrece unas distinciones interesantes:
de lsaías (Is 2, 4). Aquel sueño utópico pretendía guiar los destinos El apacible, en cuanto de él depende, tiene paz. El paciente vive la paz.
del pueblo. Sin embargo, la guerra volvería a amenazar tanto al rei- El pacífico suscita la paz y con razón se le honra con el apelativo de hi-
516 Escenarios y problemas La guerra y la paz 5 17

jo, porque se porta como un hijo. Lleno de gratitud por estar reconci- 10, 34-36). Más que un propósito del Mesías, estas palabras reflejan
liado con su padre, quiere reconciliar también a los demás 10 • la situación real creada en las primeras comunidades cristianas por la
aceptación de la fe por parte de alguno de sus miembros 14 •
El sentido primero de la bienaventuranza no puede disociarse del En el evangelio de Marcos se nos ha transmitido una sentencia un
que reflejan los otros macarismos. Si se glorifica a los pobres y a los tanto enigmática en la que se identifica la sal que ha de dar sabor a la
humildes, esta felicitación no puede referirse a los poderosos y a quie- vida del creyente con la paz que han de promover: «Buena es la sal;
nes firman los tratados de paz. Según Comblin, lo que Jesús quiere no mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en
es una profesión diplomática, sino un nuevo tipo de personas. Otros vosotros y tened paz unos con otros» (Me 9, 50) 15 •
intérpretes piensan que no se debe subrayar en exceso el carácter «pa- Al entrar en Jerusalén, a la que tantos peregrinos han deseado la
sivo» de los artífices de la paz. Para Dupont, que sigue en esto la ins- paz, Jesús Ja interpela con una lamentación: «¡Si también tú conocie-
piración de las interpretaciones rabínicas, los pacificadores cumplen ras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus
el deber misericordioso de poner paz y concordia entre las personas /
ojos» (Le 19, 42). Y sin embargo, la paz es el resumen de los bienes
que se han enemistado 11• que deja en herencia a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy;
Por otra parte, es significativo el premio que se otorga a los «pa- no os Ja doy como Ja da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se
cificadores»: serán llamados «hijos de Dios». El sujeto que así los acobarde» (Jn 15, 27). También la paz es el saludo pascual con el que
«llama» no puede ser otro que Dios mismo, por quien los hombres Jesús resucitado se presenta a sus discípulos: «La paz con vosotros»
serán llamados pequeños o grandes en el Reino (Mt 5, 19). Como los (Jn 20, 19.26).
otros que han sido felicitados por Jesús, también los pacificadores re- 3. En la doctrina apostólica, Jesús de Nazaret es recordado y pre-
cibirán su nombre «en el último día» (Le 20, 36; cf. Ap 2, 17). La sentado como el mensajero de la paz. Es más, su propio mensaje es
promesa que se vislumbra en Mt 5, 9 parece un eco de la profecía de propuesto como el «Evangelio de la paw: «El ha enviado su Palabra
Oseas, recordada oportunamente por san Pablo: «El número de los hi- a los hijos de Israel, anunciándoles Ja buena nueva de la paz por medio
jos de Israel será como la arena del mar, que no se mide ni se cuenta. de Jesucristo que es el Señor de todos» (Hch 10, 36; cf. 6, 15).
Y sucederá que en lugar de llamarlos 'No-mi-pueblo', se les llamará El Cristo glorificado ya no es sólo el mensajero que ha venido a
'Hijos-de-Dios-vivo'» (Os 2, l ; cf. Rom 9, 25-26) 12 • Esta bienaventu- anunciar la paz, sino que la ha llevado a cumplimiento por medio de
ranza de Jesús, dirigida a los que procuran la paz y con promesa de su entrega en la cruz. Por eso, él mismo puede ser identificado con
ser reconocidos como hijos de Dios (Sal 37, 11), encuentra también la paz. De hecho, según se manifiesta en la Carta a los efesios, es
su paralelo en algunos textos propios de los esenios (1 QS 4, 7s; 1QH venerado y proclamado como el que ha venido a derribar el muro
13, 17; 15, 16) 13• que separaba al pueblo de Israel respecto a los demás pueblos de la
2. Coherente con sus orígenes y con su doctrina, Jesús enviará a gentilidad:
sus discípulos con el encargo de llevar un saludo de paz a las casas que
los reciban: «Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais le-
jos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es
digna, vuestra paz se vuelva a vosotros» (Mt 10, 13). Y sin embargo,
nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que
el Maestro avisa a sus oyentes de las divisiones que Ja fidelidad a su los separaba, la enemistad, anulando en su carne la ley de los manda-
propia doctrina habrá de suscitar en el mundo: «No penséis que he ve- mientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo
nido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada» (Mt hombre nuevo haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un
solo Cuerpo por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la ene-
JO. Bernardo de Claraval, Ad clericos de conversione, XVIII, 3 1, en Obras com-
pletas de San Bernardo l, Madrid 1993, 410-411 .
11. Cf. J. Comblin, Théologie de la paix 1, 199; a esa opinión se opone J. Dupont, 14. Cf. S. Guijarro, Fidelidades en conflicto. La ruptura con la familia por causa
Gli artefici di pace, en Le Beatitudini III, Cinísello Bálsamo 1992, 995- 1045, en espe- del discipulado y de la misión en la tradición sinóptica, Salamanca 1998.
cial 1028-1029. 15. Según Taylor, este pasaje podria significar que «el camino que conduce a la paz
12. Cf. J. Dupont, Gli artefici di pace, 1033. es una vida sazonada con las cualidades de la sal o quizá, como diriamos nosotros, con
13. V Hasler, Eiréne, en DENT l, 1202. el sentido común» (V Taylor, Evangelio según san Marcos, Madrid 1980, 494).
518 Escenarios y problemas La guerra y la paz 519

mistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos y paz a a) Doctrina tradicional
los que estaban cerca (Ef2, 13-17).
La paz constantiniana significa el final de una especie de inhibi-
Esta confesión de fe trasciende los límites de la antigua separación ción política de los cristianos. La nueva alianza entre la Iglesia y el
entre Israel y los pueblos paganos. El Espíritu continúa derramado el Imperio obliga a los cristianos a asumir con una cierta tranquilidad, o
don de la paz entre los seguidores del Mesías Jesús. Tras exponer los con excesiva confianza en el poder político, la inevitabilidad de la
frutos de la carne, Pablo enumera los frutos del Espíritu, que son guerra.
«amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, manse- San Agustin considera que el justo debe estar dispuesto a renunciar
dumbre y dominio de sí» (Gal 5, 22-23). a la propia defensa cuando lo exija un bien mayor (De sermone Domi-
En consecuencia, la dádiva de Dios en Jesucristo ha de convertir- ni in monte, 19), pero muchas veces habrá que obrar de otra forma,
se en ideal moral para las nuevas comunidades. Pablo escribe a los ro- precisamente en razón del bien común y aun por el bien de los mismos
J
manos que «es preciso vivir de acuerdo con el don de la paz. Procure- enemigos (Ep. ad Marcellianum, 2, 14). Ante estas ideas que Agustín
mos, por tanto, lo que fomente la paz y la mutua edificación» (Rom de Hipona aduce al comentar algunos textos bíblicos como Mt 5, 39 y
14, 19). Ese esfuerzo por «hacer la paz» produce frutos de justicia, co- Rom 12, 19, cabe distinguir entre el modo y las finalidades de la gue-
mo oportunamente se recuerda a los que procuran apaciguar las dis- rra. De hecho, piensa este autor que sólo los malos encuentran placer
cordias (Sant 3, 13, 18). En ese contexto, el saludo tradicional hebreo en la guerra; para los buenos no se trata más que de una necesidad ine-
se convierte para los cristianos en una auténtica manifestación de fe en vitable (De Civ. Dei, 4, 15).
el Dios revelado por Jesucristo: «El Dios de la paz sea con todos voso- Es conocido el antiguo lema Si vis pacem, para bellum («si quieres
tros. Amén» (Rom 15, 33; cf. 16, 20). la paz, prepara la guerra»), que se remonta a los griegos Tucídides y
Resumiendo el mensaje bíblico, afirma el Catecismo de la Iglesia ca- Dión Crisóstomo y se encuentra en los romanos Horacio, Cicerón y
tólica que «la paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el 'Prín- Séneca. En esta línea negativa se coloca también san Agustín cuando
cipe de la paz' mesiánica (Is 9, 5). Por la sangre de su cruz, 'dio muerte afirma que «las guerras se hacen con el fin de instaurar la paZ» (Con-
al odio en su carne' (Ef2, 16; cf. Col 1, 20-22), reconcilió con Dios a los tra Faustum, 21, 78). De todas formas, al anotar las condiciones que
hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género hu- de alguna manera legitiman la guerra, se muestra excesivamente «ofi-
mano y de su unión con Dios. 'El es nuestra paz' (Ef 2, 14). Declara cialista»: la condena evangélica contra los que utilizan la espada (Mt
'bienaventurados a los que construyen la paz' (Mt 5, 9)» (CCE 2305). 26, 52) queda reducida a quien la usa sin autorización o mandato de la
legítima autoridad, que es la única que puede legítimamente declarar y
hacer la guerra (Contra Faustum, 22, 70) 17•
3. La guerra y la paz en la tradición cristiana La carta del derecho a la guerra y su licitud quedó prácticamente
consagrada en el Decreto de Graciano (parte II, causa 23). Su plantea-
En los primeros siglos de la historia cristiana falta una reflexión miento será enteramente aceptado por Tomás de Aquino 18 , quien seña-
sistemática sobre la licitud o ilicitud de la guerra y la urgencia de bus- la tres condiciones para la licitud de una guerra:
car la paz. Parecería que para muchos de los antiguos padres de la 1. Que sea declarada por un principe con autoridad y no por las
Iglesia la guerra no es un mal en sí misma. Si condenan la milicia es personas privadas, según él deduce de Rom 13, 4 y de la tradición.
por el peligro de idolatría que comporta, no por una opción en favor de 2. Que esté en juego una causa justa, como ya había afirmado san
la no-violencia. Es cierto que Tertuliano se había propuesto el proble- Agustín comentando el libro de Josué.
ma, negando a los cristianos el uso lícito de las armas, y por tanto de 3. Que los combatientes tengan una intención recta y una cierta
la guerra; pero en general «la Iglesia deja en manos del Estado el de- mesura o humanidad, como cree poder deducir también del pensa-
recho -que inevitablemente reviste un carácter ético- de administrar la miento agustiniano.
justicia política en todas sus formas, incluida la guemrn 16 .
17. Cf. T. Ortolan, Guerre, en DTC VI, 1912-1915.
16. G. Pattaro, Paz, en Nuevo Diccionario de teología II, Madrid 1982, 131 7. 18. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 2-2, 40.
520 Escenarios y problemas La guerra y la paz 521

Tal habría de ser el pensamiento ordinariamente admitido en la re- deración como el derecho-, y después de la contienda - buscar el me-
flexión escolástica. nor daño de los vencidos-.
Además, el examen sobre la licitud de la guerra y sobre la recta in-
tención no se reserva sólo a los príncipes; también los combatientes
b) La reflexión de Francisco de Vitoria
están obligados a este discernimiento que, en el contexto vitoriano,
Sin embargo, Ja teoría tradicional de la guerra justa ha sido puesta aparece como un precedente notable de la objeción de conciencia.
en entredicho desde las reflexiones de Francisco de Vitoria. Su «relec- 3. Las reglas de comportamiento durante el desarrollo de la guerra
ción» De indis relectio posterior, sive de iure belli fue pronunciada en reflejan el estado embrionario del derecho internacional. Aunque a ve-
Salamanca a finales del curso 1538-1539. Ante las guerras que Espa- ces se muestran poco compatibles con el derecho natural, al menos se
ña mantenía en Europa y la necesidad de hacer frente a los turcos, Vi- interrogan sobre la situación jurídica de los inocentesl9 •
toria recoge la doctrina tradicional, aunque sometiéndola a un juicio / En resumen, las condiciones impuestas por Francisco de Vitoria a
crítico que mitiga la dureza de la contienda y anticipa la admisión de la iniciativa de la guerra hacen extremadamente improbable su licitud.
los derechos de los contendientes y de los vencidos. Aun conservando el esquema tradicional, introduce un razonamiento
1. Por lo que se refiere a la licitud de la guerra, Vitoria añade a la novedoso que difícilmente justifica el recurso a la guerra. Lo que es
doctrina tradicional el apéndice de los medios lícitos. Según él, pue- más novedoso es sin duda su reflexión sobre las dimensiones mundia-
den usarse las armas contra los enemigos exteriores, del mismo modo les de toda contienda y su apelación a un organismo mundial de me-
que se puede usar el poder coercitivo contra los «malhechores internos diación, diálogo y arbitraje. Finalmente, es importante su exigencia de
y ciudadanos sediciosos». Por analogía con el principio de la legítima un discernimiento sincero y personal sobre la violencia.
defensa de los individuos, también a los Estados les es permitido ir a
la guerra defensiva para salvaguardar sus legítimos intereses. La gue-
rra ofensiva es para él un complemento necesario de la defensiva, que 4. Doctrina católica reciente
nunca puede ser efectiva «si no se infiere un escarmiento a los enemi-
gos que hicieron la injuria». El fin de las guerras es la paz y la seguri- Las dimensiones de la guerra actual no podían ser imaginadas por
dad de la república, seguridad que muchas veces no se puede alcanzar Vitoria cuando hablaba en su «releccióm> (núm. 39) de una guerra per-
si no se infiere al enemigo el terror de la guerra. petua y total. Con ser graves en su tiempo estas formas de destrucción
2. En cuanto a las condiciones de la guerra justa, Vitoria aporta al- de los enemigos y de sus recursos, quedaban muy lejos de las inmen-
gunas novedades interesantes. Piensa él que la potestad legítima para sas posibilidades de aniquilación humana y ecológica que la industria
declarar o hacer la guerra la ejercen los supremos poderes de la «re- bélica ha llegado a contabilizar.
pública» por delegación de la autoridad de todo el orbe, vislumbran- Ante la amenaza de las armas termonucleares, bacteriológicas o
do la necesidad de un organismo internacional - superior a la institu- químicas resuena la pregunta que en la Oficina de prensa del Conci-
ción imperial por él conocida- que tutele una paz universal. lio se formulaba el cardenal Alfrink, el día 25 de octubre de 1965:
La causa justa de la guerra no pueden ser los motivos puramente «¿Es todavía hoy valedera, como lo fue en el pasado, la teoría de la
religiosos o la ambición de ensanchar el propio territorio, ni la bús- guerra justa?».
queda de la gloria o el provecho particular del monarca. La única cau- Esta pregunta contaba con una larga reflexión en la doctrina de la
sa que justifica la guerra es la injuria recibida, entendida como una Iglesia católica20 . Ya en el siglo XIX, el papa Pío IX, en el consistorio
violación grave del derecho de gentes y el orden internacional, valora-
19. El texto puede verse en T. Urdánoz, Obras de Francisco de Vitoria , Madrid
da de forma objetiva y considerando el principio de la proporcionali- 1960, así como en F. de Vitoria, Relectio de Jure Belli o Paz dinámica (edición de L. Pe-
dad entre el mal de la guerra y los males que de ella surgirán. reña, Madrid 1981 ); cf. R. de Valic, Perché non é piu possibile parlare di una «guerra
Según Vitoria, el requisito ético de la recta intención, ha de anali- giusta», en F. V. Joannes (ed.), Controguerra, Verona 1970, 43-57.
20. Cf. P. Nyaga, Paix comme droit humain fondamental. Reflexión sur les problé-
zarse antes de la contienda - buscar la paz y acudir a la guerra sólo en a
mes de la paix et de la guerre la tu:iiere du magistére (1878-1 992), Roma 1994. An-
caso de necesidad extrema-, durante la contienda - buscar tanto lamo- tologías de textos del magisterio de la Iglesia sobre la guerra y la paz pueden encontrar-
522 Escenarios y problemas La guerra y la paz 523

de 20 de abril de 1849 y en su carta encíclica Cum sancta Mater tos queden reducidos a las exigencias estrictas de la defensa. Cuando la
(27.4.1859) lamentaba el escándalo de la guerra y afirmaba que había puesta en marcha de este medio entraña una extensión tal del mal, que
de predicar incesantemente la paz. escapa seguramente al control del hombre, su utilización debe rechazar-
En la segunda década del siglo XX, Benedicto XV, elegido papa al se como inmoral. En este caso no se trataría ya de «defensa» contra la
comienzo de la Primera guerra mundial, ya en su primera encíclica, Ad injusticia y de «salvaguardia» necesaria de posesiones legítimas, sino
de pura y simple aniquilación de toda la vida humana dentro de su radio
Beatissimi ( 1.11.1914) incluía una dramática descripción y condena de
de acción, y esto no está permitido por título alguno23 .
la guerra; y el 1 de agosto de 1917 enviaba una «nota>> a los jefes de los
pueblos en guerra para pedir el fin de aquella inútil carnicería21 .
2. El papa Juan XXIII concluyó prácticamente su pontificado con
la publicación de la encíclica Pacem in terris (11.4.1963). En ella de-
a) Doctrina de Pío XII y Juan XXIII dica un apartado a la carrera de armamentos y al desarme, que exige
/ de los ciudadanos sacrificios enormes, mientras que otros pueblos
1. En vísperas de la Segunda guerra mundial, Pío XII pronunció el quedan sin las ayudas necesarias para su progreso económico y social.
24 de agosto de 1939 una advertencia que habría de hacerse famosa: «La consecuencia es que los pueblos viven bajo un perpetuo temor,
«Es inminente el peligro, pero todavía hay tiempo. Nada se ha perdido como si les estuviera amenazando una tempestad que en cualquier
con la paz. Todo puede perderse con la guerra»22 . En el radiomensaje momento puede desencadenarse con ímpetu horrible».
de navidad de 1944, cuando aún no había terminado la guerra, Pío XII Por otra parte, los experimentos atómicos realizados con fines bé-
criticaba en principio «la teoría de la guerra en general» y sobre todo licos pueden poner en peligro toda clase de vida en el planeta. «Por lo
la guerra de agresión, augurando una evolución radical en la resolu- cual la justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen
ción de los conflictos: urgentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y
Nadie podría saludar con mayor gozo esta evolución que quien desde de otro, las naciones que los poseen los reduzcan simultáneamente; que
hace largo tiempo ha defendido el principio de que la teoría de la guerra, se prohíban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en
como medio apto para resolver los conflictos internacionales, está ya so- virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por
brepasada[ ... ] Pero, precisamente por esta inversión, ha aparecido cada mutuas y eficaces garantías».
vez más evidente la inmoralidad de la llamada guerra de agresión. Además, es preciso reconocer que una paz internacional verdadera
y constante no puede apoyarse en el equilibrio de las fuerzas militares,
Diez años más tarde, el papa Pío XII volvería a referirse claramen- sino únicamente en la confianza recíproca. Ello es posible si las rela-
te a la cuestión de la guerra justa en términos que recuerdan todavía ciones internacionales, como las relaciones individuales, se rigen no
los planteamientos tradicionales: por la fuerza de las armas, sino por las normas de la recta razón, es de-
No se puede plantear la licitud de la guerra atómica, química y bacterio- cir, las normas de la verdad, de la justicia y de una activa solidaridad,
lógica sino en el caso en que se la juzgue indispensable para defenderse garantizadas por una serie de tratados amistosos, firmes y fecundos24 •
de las condiciones indicadas. Y aún entonces es necesario por todos los
medios evitarla mediante acuerdos internacionales o al menos fijar a su
utilización límites suficientemente claros y estrechos para que sus efec- b) El concilio Váticano JI

A punto de concluir el concilio Vaticano 11, el papa Pablo VI pro-


se en Pontificio consejo «Justicia y paw, Agenda social, 188-191, así como en G. Fili-
beck, J diritti dell'uomo nel/'insegnamento della Chiesa («Diritti dell'uomo e pace», nunció en la ONU (4.10.1965) aquel dramático ruego: «¡Nunca más la
321-368).
21. Llamamiento a los jefes de los pueblos beligerantes (1.8.1917), en AAS 9 23. Pío XII, Discurso a la VIII Asamblea de la Asociación médica mundial
(1917), 423; a esta apelación se ha referido Benedicto XVI en el mensaje para la Jorna- (30.9.1954), en AAS 46 (1954), 587. Ideas semejantes desarrolló en el Discurso al XVI
da mundial de la paz de 2006; cf. G. Rumi, Benedetto XV e la pace, Brescia 1990. Congreso internacional de medicina militar (19.10.1953), enAAS 45 (1953), 744-754.
22. El mismo Papa rogó expresamente al rey de Italia Vittorio Emanuele III que no 24. Cf. Juan XXIII, Pacem in terris, 109-119. Como se sabe, el año anterior Juan
entrase en la Segunda guerra mundial, y pidió una y otra vez el cese de los combates: cf. XXIII había intervenido ante N. Kurschov y J. F. Kennedy con motivo de la crisis de los
B. Schneider, Pio XII. Pace, opera della giustizia, Roma 1984. misiles en Cuba ( 1962) para evitar una guerra nuclear.
524 Escenarios y problemas La guerra y la paz 525

guerra!»25 . Dos años más tarde concluía su encíclica Populorum pro- para cometer tales delitos y con cierta inexorable conexión puede em-
gressio preguntando: «Si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, pujar las voluntades humanas a determinaciones verdaderamente horri-
¿quién no querrá trabajar con todas sus fuerzas para lograrlo?» (PP 87). bles (GS 80).
Entre tanto, el Concilio, en su constitución pastoral Gaudium et
spes, sobre el mundo de hoy, había abordado el problema de la guerra Por otra parte, la inmoralidad de la carrera de armamentos radica,
desde perspectivas distintas a las antiguas, pero complementarias. sobre todo, en su inadecuación con el logro de la meta de la paz a la
1. En primer lugar, y como un postulado de mínimos, afirma que que a primera vista parece encaminada. El equilibrio que engendra no
es preciso frenar la crueldad de las guerras y recuerda cómo las gran- es la paz. Es más, la falsa ilusión de paz que puede producir, evita el
des guerras del siglo perviven en innumerables conflictos, continua- empeño por trabajar en la eliminación de las causas verdaderas de los
dos por la plaga del terrorismo. Por otra parte, la sofisticación de las conflictos. Finalmente paraliza los esfuerzos que se deberían emplear
armas hace temer el resultado de una barbarie sin precedentes (GS / en la promoción de la justicia y de los derechos humanos: «La carre-
79). Ante ese panorama, el Concilio apela a los principios del derecho ra de armamentos es la plaga más grave de la humanidad y perjudica a
internacional y a la conciencia ética de la humanidad. Condena los ac- los pobres de manera intolerable. Hay que temer seriamente que, si
tos criminales que los contradicen en las guerras modernas y alaba a perdura, engendre todos los estragos funestos cuyos medios ya prepa-
todos los que luchan por la paz. ra» (GS 81).
Subraya la obligación de cumplir y perfeccionar los tratados inter- 2. En consecuencia, el concilio Vaticano II propugna una abolición
nacionales para que se elimine cuanto agrava la crueldad de las gue- absoluta de la guerra. Ese horizonte exige, como ya afirmaba Vitoria,
rras. En este contexto, se manifiesta a favor de la legalización de la la creación de «Una autoridad pública universal reconocida por todos,
objeción de conciencia. Y finalmente, apunta a la necesidad de recon- con poder eficaz para garantizar la seguridad, el cumplimiento de la
siderar los antiguos principios sobre la licitud de la guerra: justicia y el respeto de los derechos» (GS 82). Sin embargo, reconoce
con realismo que esa meta es todavía utópica y que es preciso ir dan-
Mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional
do algunos pasos previos, como los siguientes: 1) apoyo a las muchas
competente y provista de medios eficaces, una vez agotados todos los
iniciativas ya existentes; 2) la creación de una mentalidad pública fa-
recursos pacíficos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de le-
gitima defensa a los gobiernos [ ... ] La potencia bélica no legitima cual- vorable a la paz; 3) una educación eficaz en el espíritu de la paz; 4) la
quier uso militar o político de ella. Y una vez estallada lamentablemen- reducción simultánea de armamentos; 5) la ayuda a los que luchan por
te la guerra, no por eso todo es lícito entre los beligerantes. Los que, al la paz; 6) propiciar una nueva mentalidad en los que dirigen los desti-
servicio de la patria, se hallan en el ejército, considérense instrumentos nos de los pueblos (GS 82).
de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien es- Con todo, la articulación de una ética de la paz no afecta solamen-
ta función contribuyen realmente a estabilizar la paz (GS 79). te a los políticos y a los militares. Ellos obedecen con frecuencia a
sentimientos violentos, a la hostilidad y el nacionalismo que se alber-
Teniendo en cuenta la experiencia de las bombas atómicas que pu- gan en la conciencia comunitaria de los pueblos. Es preciso crear una
sieron fin a la Segunda guerra mundial, el Concilio considera la tra- conciencia universal que abomine definitivamente de la violencia y
gedia de una guerra total, que puede causar destrucciones masivas e trate de encontrar caminos alternativos. Todos somos responsables de
indiscriminadas, que sobrepasan los límites de la legítima defensa: la paz. A todos se nos pide modificar nuestras actitudes.
Toda acción bélica que tienda indiscriminadamente a la destrucción de La lectura de estos textos conciliares resulta todavía hoy sorpren-
ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un dente. Es inevitable preguntarse por las medidas concretas que se ha-
crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza brían podido tomar en el mundo para conseguir ese ideal. La respues-
y sin vacilaciones. El riesgo característico de la guerra contemporánea ta es bastante desalentadora. Sin embargo, ahí quedan, como señales
está en que da ocasión a los que poseen las recientes armas científicas de pistas, esas sugerencias políticas, sociales, educativas y éticas. To-
das ellas tratan de ayudar a la humanidad a dar ese paso de gigante de
25. Cf. L. Bogliolo, La pace e Paolo VI, Roma 1969. la antigua ética de la guerra a la deseada ética de la paz.

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Escenarios y problemas La guerra y la paz 527
526

c) De Juan Pablo JI a Benedicto XVI - Es preciso reconocer las causas de la guerra, entre las cuales hay
que mencionar ciertamente el pecado y las pasiones humanas, pero
Después del Concilio han sido numerosos los conflictos armados. también los imperialismos ideológicos, la explotación económica y la
Tras la caída del muro de Berlín y el final de la guerra fria, el mundo violación sistemáticas de los derechos humanos.
no ha sido mucho más pacífico. El nuevo orden internacional, lidera- - La guerra no es la solución a las tensiones entre los grupos socia-
do por los Estados Unidos de América, ha sido pródigo en conflictos. les o los Estados, puesto que no favorece el bien común de la humani-
1. También Juan Pablo II tuvo la oportunidad de hablar en la ONU dad; por tanto, todos debemos esforzarnos por superar la cultura de la
(1979). Allí denunciaba la producción masiva de armamento y pro- guerra30 .
pugnaba la cooperación internacional para la promoción del desarro- Con motivo de las guerras en los Balcanes, se fue abriendo camino
llo, al tiempo que señalaba la injusticia como la causa de las guerras26• una nueva concepción del antiguo principio de la no-ingerencia. Los
Y allí volvió años más tarde (5.10.1995) para defender los derechos de genocidios y los proyectos de «limpieza étnica» demandan interven-
las naciones como una extensión de los derechos del hombre y para ciones humanitarias en países donde se violan los derechos humanos,
establecer una distinción entre el nacionalismo, como matriz de into- especialmente el derecho a la vida. En su discurso al Cuerpo diplomá-
lerancia, y el patriotismo, como amor al propio país27 • tico acreditado ante la Santa Sede, Juan Pablo II afirmaba (16.1.1993)
Además de las menciones que ha dedicado a la guerra y a la paz en que «los juristas deberán aplicarse todavía a esta nueva realidad y tra-
sus encíclicas Centesimus annils (CA 52) y Evangelium vitae (EV 27), tar de matizar sus límites»31 .
merece especial mención su mensaje con ocasión del 50 aniversario Con motivo del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 a
del final de la Segunda guerra mundial en Europa (8.5.1995): las torres gemelas del World Trade Center y al Pentágono de los Esta-
Las divisiones causadas por la Segunda guerra mundial nos recuerdan dos Unidos, no ha faltado quien ha vinculado el terrorismo con la fe
el hecho de que la fuerza al servicio de la «voluntad de podern es un monoteísta. Ante esa acusación, Juan Pablo II volvió a reunir en Asís,
instrumento inadecuado para construir Ja verdadera justicia. Esta más el 24 de enero de 2002, a los líderes de las confesiones religiosas. Se
bien introduce en un nefasto proceso de consecuencias imprevisibles trataba de orar por Ja paz, de manifestar la voluntad de promoverla a
para hombres, mujeres y pueblos que corren así el peligro de perder to-
toda costa y de evitar que la fe pueda ser convertida en motivo de dis-
da la dignidad humana junto con los bienes e incluso la propia vida28 .
cordia. Los líderes religiosos allí presentes estaban convencidos de
que la humanidad debe elegir entre el amor y el odio. Sus pensamien-
De todas formas, su pensamiento ha quedado plasmado en los
mensajes anuales publicados en preparación de la Jornada mundial de tos quedaron concretados en el «Decálogo de Asís por la paZ», procla-
la paz29 . En ellos Juan Pablo II ha subrayado una y otra vez tres ideas mado al término de la jornada y que Juan Pablo II enviaría un mes más
fundamentales : tarde a todos los presidentes y jefes de gobierno.
- No deberíamos habituarnos fatalmente a considerar la guerra, 2. Benedicto XVI, por su parte, ha elegido el título En la verdad, la
con todo lo que ella tiene de irracional, como un fenómeno normal de paz para encabezar su primer mensaje con motivo de la Jornada mun-
nuestra civilización. dial de la paz del 1 de enero de 2006.
Tras recordar a los papas Pablo VI y Juan Pablo II, «inspirados ar-
26. Juan Pablo 11, Discurso a la XXXIV Asamblea general de la ONU en Nueva tífices de paZ», afirma que la paz no puede reducirse a la ausencia de
York (12.J 0.1979). conflictos armados. En cuanto resultado de un orden diseñado y que-
27. En el año 1982, dirigiéndose a la OTAN, decía el Papa: «Si queréis garantizar
la defensa, procurad la paz. Sí, la paz es el nuevo nombre de la defensa»; cf. G. Mari, rido por el amor de Dios, la paz tiene su verdad intrínseca e inapelable.
Magistero di pace, en L. Lorenzetti (ed.), Dizionario di Teologia della Pace, Bologna
1997, 576-577.
28. Cf. este texto, junto a otros, en E. García, Diccionario de Juan Pablo JI, Madrid 30. P. Serrano, La iglesia ante la guerra. La enseñanza de Juan Pablo JI: Sociedad
1997, 37 1. y utopía 17 (2001)3 19-333.
29. Como se sabe, mediante un mensaje publicado el 8 de diciembre de 1967, Pa- 3 1. Cf. en I:Osservatore romano (19.1.1993), 4. Sobre este tema, cf. R. Sapienza,
blo VI instituía la Jornada de la paz, que desde 1968 habria de celebrarse el día prime- L'intervento umanitario ne/ diritto internazionale contemporaneo: Aggiornamenti so-
ro del año; cf. Pablo VI-Juan Pablo II, Mensajes para la celebración de la Jornada mun- ciali 46 (1995) 805-818; P. Ferrari Da Passano, Qua/e diritto di ingerenza umanitaria?:
dial de la paz (1968-1998), Madrid 1998. La Civilta Cattolica 3583 ( 1999/IV) 14-25.
528 Escenarios y problemas La guerra y la paz 529

«La paz, concebida de este modo, es un don celestial y una gracia di- dolo con ídolos hechos a su propia imagen. En el análisis de las cau-
vina, que exige a todos los niveles el ejercicio de una responsabilidad sa~ del fenómeno contemporáneo del terrorismo es deseable que, ade-
mayor: la de conformar -en la verdad, en Ja justicia, en la libertad y en mas de las razones de carácter político y social, se tengan en cuenta
el amor- la historia humana con el orden divino». también las más hondas motivaciones culturales, religiosas e ideoló-
gicas (núm. 1O).
La paz es imposible cuando falta la adhesión al orden trascenden-
te de la realidad; cuando se desprecia la «gramática del diálogo»;
cuando se obstaculiza y se impide el desarrollo integral de la persona Por último, el Papa recuerda que junto a generosos proyectos e ini-
y la tutela de sus derechos fundamentales; cuando muchos pueblos se ciativas persiste la tentación de buscar la seguridad en las armas nu-
ven obligados a sufrir injusticias y desigualdades intolerables (núm. cleares. La verdad de la paz exige que los gobiernos se encaminen ha-
4). Pero la paz es posible cuando se reconoce que todos los hombres cia un desarme nuclear progresivo y concordado. «Los recursos
pertenecen a una misma y única familia: ahorrados de este modo podrían emplearse en proyectos de desarrollo
/ en favor de todos los habitantes y, en primer lugar, de los más pobres»
La exaltación exasperada de las propias diferencias contrasta con esta (núm. 13).
verdad de fondo. Hay que recuperar la conciencia de estar unidos por un Finalmente, la Iglesia católica desea la renovación tanto institu-
mismo destino, trascendente en última instancia, para poder valorar me- cional como operativa de la Organización de Naciones Unidas, con
jor las propias diferencias históricas y culturales, buscando la coordina-
el objetivo de que pueda promover mejor los valores de la justicia, de
ción, en vez de la contraposición, con los miembros de otras culturas.
la solidaridad y de la paz en la época de la globalización. Y por su
Estas simples verdades son las que hacen posible la paz; y son fácil-
mente comprensibles cuando se escucha al propio corazón con pureza parte, no deja de proclamar el «Evangelio de la paz». Esa es su mi-
de intención (núm. 6). sión y su certeza. «Para que la paz sea auténtica y duradera, ha de es-
tar construida sobre la roca de la verdad de Dios y de la verdad del
El Papa aborda después tres temas concretos: los abusos contra las hombre. Sólo esta verdad puede sensibilizar los ánimos hacia la jus-
personas civiles, el terrorismo y el riesgo atómico. ticia, abrirlos al amor y a la solidaridad, y alentar a todos a trabajar
Con relación al primer tema, solicita limitar lo más posible las con- por una humanidad realmente libre y solidaria. Ciertamente, sólo so-
secuencias devastadoras de la guerra, sobre todo entre la población ci- bre la verdad de Dios y del hombre se construyen los fundamentos
vil; además, al contemplar los nuevos tipos de armamento y de com- de una auténtica paZ» (núm. 15).
bate, el pontífice anima a respetar y aplicar las normas recogidas en el
derecho internacional.
Por otra parte, recuerda cómo Pablo VI y Juan Pablo II intervinie- 5. La tarea ética de la paz
ron en muchas ocasiones para denunciar el terrorismo y condenar la
insensatez de sus planes de muerte, que manifiestan los efectos mal- Se dice que hay dos modos de evitar la violencia: o abstenerse de
vados del nihilismo y el fundamentalismo fanático: ella o intentar limitarla. El esfuerzo por educar a las gentes para la
convivencia ha motivado la necesidad de reflexionar sobre los límites
Bien mirado, tanto el nihilismo como el fundamentalismo mantienen que se han de imponer a la violencia. Ante el hecho de la agresividad
una relación errónea con la verdad: los nihilistas niegan la existencia humana y su manifestación en el fenómeno de la guerra, no han falta-
de cualquier verdad, Jos fundamentalistas tienen la pretensión de im-
do los intentos de elaborar una reflexión sobre la eticidad de la misma.
ponerla con Ja fuerza. Aun cuando tienen orígenes diferentes y sus
Sin embargo, resulta dificil concebir la paz como un don gratuito, co-
manifestaciones se producen en contextos culturales distintos, el ni-
hilismo y el fundamentalismo coinciden en un peligroso desprecio del mo una tarea esforzada y responsable, como una colaboración activa e
hombre y de su vida y, en última instancia, de Dios mismo. En efecto, inteligente.
en la base de tan trágico resultado común está, en último término, la Con todo, una reflexión ética sobre la guerra y la paz ha de fijar-
tergiversación de la plena verdad de Dios: el nihilismo niega su exis- se, al menos, tres objetivos: el conocimiento de las causas de la guerra,
tencia y su presencia providente en Ja historia; el fundamentalismo fa- la educación para la paz y la articulación de los medios que pueden
nático desfigura su rostro benevolente y misericordioso, sustituyén- conducir a ella.
530 Escenarios y problemas La guerra y la paz 531

a) Conocer las causas cenarios amenazadores de muerte en diversas regiones del mundo? La
auténtica búsqueda de la paz requiere tomar conciencia de que el pro-
En primer lugar es necesario conocer las causas de las discordias y blema de la verdad y la mentira concierne a cada hombre y a cada mu-
conflictos. Los sociólogos establecen una división que parece acepta- jer, y es decisivo para un futuro pacífico de nuestro planeta33 •
ble en principio:
Se suelen distinguir dos órdenes de causas: estructurales o inmanentes b) Educación para la paz
y coyunturales o incidentales. Entre las primeras se suelen enumerar las
que se refieren a la naturaleza humana y a Ja naturaleza del sistema in- El conocimiento de las causas es el primer paso en el proceso de
ternacional; entre las segundas, las que se refieren a las características una educación para la paz, que incluye sobre todo la asunción y pro-
de las diversas sociedades 32 • moción de los valores, así como el respeto a los derechos de las per-
/ sonas y de los pueblos34.
La referencia a la naturaleza humana no debería inducir a un fata- l. No sólo los gobernantes, sino también todos los ciudadanos, es-
lismo inoperante, basado en la hipótesis de la innata agresividad del tán obligados a empeñarse en evitar las guerras (CCE 2308). Con to-
ser humano. La alusión al sistema socio-político nacional e interna- do, dadas las circunstancias concretas, hay que admitir la licitud de la
cional nos recuerda que los conflictos no nacen de forma espontánea. legítima defensa mediante la fuerza armada. Ahora bien, la gravedad
Pablo VI afirmaba que las necesidades de subsistencia no satisfechas de semejante decisión exige unas condiciones rigurosas para que pue-
podían poner en peligro la paz civil en los países en desarrollo y aun la da ser legitimada moralmente. El Catecismo de la Iglesia católica re-
paz mundial (PP 55). Al viejo axioma habría que aportarle una co- coge las condiciones tradicionales:
rrección fundamental: «Si quieres la paz, prepara estructuras de justi- -Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad
cia y solidaridad». Así pues, es necesario prestar más atención al se- de las naciones sea duradero, grave y cierto.
gundo bloque de causas y, en concreto, a los factores que configuran -Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan
las características diferenciales de cada sociedad. resultado impracticables o ineficaces.
A las causas de la guerra se refiere también el Catecismo de la -Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
Iglesia católica cuando afirma que «las injusticias, las desigualdades -Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más
excesivas de orden económico o social, la envidia, la desconfianza y el graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios
orgullo, que existen entre los hombres y las naciones, amenazan sin modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apre-
cesar la paz y causan las guerras. Todo lo que se hace para superar es- ciación de esta condición.
tos desórdenes contribuye a edificar la paz y evitar la guerra» (CCE Ahora bien, «la apreciación de estas condiciones de legitimidad
2317). moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien
En consecuencia, una primera tarea ética es la de tratar de conocer común» (CCE 2309). Por eso, verificada la legitimidad de la defensa,
la verdad de las razones que originan los conflictos. Para ello habrá los poderes públicos tienen, por un lado, el derecho y el deber de im-
que desconfiar de las razones aparentes que airea la propaganda inte- poner a los ciudadanos las obligaciones necesarias para la defensa
resada en promoverlos. Según ha recordado Benedicto XVI, los siste- nacional (CCE 2310), y por otro, atender a quienes, por motivos de
mas ideológicos y políticos aberrantes del siglo XX comenzaron por conciencia, rehúsan el empleo de las armas y optan por servir de otra
tergiversar de manera programada la verdad para llevar a la explota- forma a la comunidad humana (CCE 2311; cf. GS 79, 3).
ción y al exterminio a un número impresionante de hombres y muje- 2. Por otra parte, la educación para la paz, supone también la re-
res, e incluso de familias y comunidades enteras: flexión sobre la dignidad de la persona y sus valores fundamentales,
Después de tales experiencias, ¿cómo no preocuparse seriamente ante
las mentiras de nuestro tiempo, que son como el telón de fondo de es- 33. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial de la paz, 1 de enero de
2006.
34. Cf. T. Tentori (ed.), Educazione allapace, Roma 1970; P. Roveda, Pereducare
32. R. Strassoldo, Guerra, en Diccionario de sociología, 823. al/a pace, Milano 1983.
532 Escenarios y problemas La guerra y la paz 533

así como los valores de cada comunidad, pueblo y nación. Esta refle- cía militar puede excusar a los que practican la barbarie. «Existe la
xión conlleva la revisión y superación de los estereotipos a los que se obligación moral de desobedecer aquellas decisiones que ordenan ge-
acude para descalificar a los que conviene presentar como enemigos. nocidios» (CCE 23 13).
2. Entre los aspectos positivos, sobresale la necesidad de promover
el respeto y el desarrollo de la vida humana y de los derechos que con-
c) Colaboración en la búsqueda de la paz tribuyen a salvaguardar la dignidad del ser humano. «La paz no es só-
lo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas
El paso de una cultura de la guerra a una cultura de la paz no será
fácil ni automático35 • Por eso requiere de algunas medidas tanto nega- adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra, sin la salvaguardia
de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres hu-
tivas como positivas.
manos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la
1. Entre los aspectos negativos, es preciso denunciar la producción
/
práctica asidua de la fraternidad. Es la 'tranquilidad del orden' (Agus-
masiva de armamento, así como su acumulación y su venta. La acu-
tín de Hipona, De Civ. Dei, 19, 13). Es obra de !ajusticia (cf. Is 32, 17)
mulación de armas, justificada a veces como procedimiento de disua-
y efecto de la caridad (cf. GS 78, 1-2)» (CCE 2304).
sión, merece severas reservas morales: «La carrera de armamentos no
Evidentemente, la búsqueda de la paz exige el compromiso ético
asegura la paz. En lugar de eliminar las causas de guerra, corre el ries-
en pro de la justicia. Para esta humanidad, tan acostumbrada a las gue-
go de agravarlas. La inversión de riquezas fabulosas en la fabricación
rras fratricidas, la paz sigue siendo una utopía inabdicable. Se puede
de armas siempre más modernas impide la ayuda a los pueblos indi-
decir que, en el día de hoy, la cuestión de la guerra justa ha dejado pa-
gentes (cf. PP 53), y obstaculiza su desarrollo. El exceso de arma-
so a las mil preguntas y posibilidades de la pazjusta36 .
mento multiplica las razones de conflictos y aumenta el riesgo de con-
tagio» (CCE 2315).
Como se sabe, el comercio de armas ha sometido a los países en
6. Decálogo de Asís para la paz
vías de desarrollo a la nueva esclavitud de la deuda externa y ha con-
tribuido a mantenerlos en estado de pobreza y dependencia. «La bús-
1. Nos comprometemos a proclamar nuestra firme convicción de
queda de intereses privados o colectivos a corto plazo no legitima em-
que la violencia y el terrorismo se oponen al auténtico espíritu religio-
presas que fomentan violencias y conflictos entre las naciones, y que
so, y, condenando todo recurso a la violencia y a la guerra en non:bre
comprometen el orden jurídico internacional» (CCE 2316).
de Dios o de la religión, nos comprometemos a hacer todo lo posible
Por otra parte, hay que recordar las monstruosidades que la guerra
por erradicar las causas del terrorismo.
parece justificar, como violaciones, asesinatos de personas por razo- 2. Nos comprometemos a educar a las personas en el respeto y la
nes religiosas, matanzas de inocentes. No en vano, los pensadores an- estima recíprocos, a fin de que se llegue a una convivencia pacífica y
tiguos, como Francisco de Vitoria, no sólo reflexionaron sobre el de- solidaria entre los miembros de etnias, culturas y religiones diversas.
recho a la guerra (ius in bellum ), sino también sobre el derecho en la 3. Nos comprometemos a promover la cultura del diálogo, para que
guerra (ius in bello). No todo es lícito durante la contienda (GS 79, 4; aumenten la comprensión y la confianza recíprocas entre las personas y
CCE 2312). El horror y la alarma social ante escándalos bien conoci- entre los pueblos, pues estas son las condiciones de una paz auténtica.
dos revelan un fondo ético en la humanidad. 4. Nos comprometemos a defender el derecho de toda persona hu-
No se puede defender moralmente el exterminio de un pueblo, de mana a vivir una existencia digna según su identidad cultural y a for-
una nación, de una minoría étnica o de un grupo religioso. Antes que mar libremente su propia familia.
los acuerdos internacionales, el derecho natural nos dice que «es pre- 5. Nos comprometemos a dialogar con sinceridad y paciencia, sin
ciso respetar y tratar con humanidad a los no combatientes, a los sol- considerar lo que nos diferencia como un muro insuperable, sino, al
dados heridos y a los prisioneros». Ni siquiera el deber de la obedien-
36. Cf. J. Joblin, Dalla guerra giusta a/la costruzione della pace: La Civilta Catto-
35. La propuesta del paso de una cultura de la guerra a una cultura de la paz se en- lica 3576 ( 1999/U) 559-571; P. H. Kolvenbach, Guerra e pace nel contesto del dialogo
cuentra en el mensaje de Juan Pablo II para la Jornada mundial de la paz de 1997. interreligioso: Aggiornamenti sociali 57/3 (2006) 254-260.
534 Escenarios y problemas

contrario, reconociendo que la confrontación con la diversidad de los


demás puede convertirse en ocasión de mayor comprensión recíproca.
6. Nos comprometemos a perdonarnos mutuamente los errores y
los prejuicios del pasado y del presente, y a sostenemos en el esfuerzo
común por vencer el egoísmo y el abuso, el odio y la violencia, y por III
aprender del pasado que la paz sin justicia no es verdadera paz.
7. Nos comprometemos a estar al lado de quienes sufren la miseria DESAFÍOS Y ESPERANZA
y el abandono, convirtiéndonos en voz de quienes no tienen voz y tra-
bajando concretamente para superar esas situaciones, con la convic-
ción de que nadie puede ser feliz solo.
8. Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de quienes no se Cada uno haga juicio con su prójimo; y no os contentéis
J
resignan a la violencia y al mal, y queremos contribuir con todas nues- con dar lo que debéis, sino dad lo que no debéis. No só-
tras fuerzas a dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real lo hagáis justicia, sino misericordia. [ ... ] Ten compa-
de justicia y de paz. sión, y con esto haz las obras de misericordia. ¿Qué te
9. Nos comprometemos a apoyar cualquier iniciativa que promue- aprovecha llorar con tu prójimo? No hagas mal a la viu-
da, ni al huérfano, ni al pobre. ¿No os respondí esto por
va Ja amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso tecno-
Jos profetas pasados? No lo quisieron oír, sino volvieron
lógico, cuando falta un entendimiento sólido entre los pueblos, expo- las espaldas y pusieron su corazón más duro que dia-
ne al mundo a riesgos crecientes de destrucción y de muerte. mante. ¡Que veas a tu prójimo deshonrado, lo veas pobre
1O. Nos comprometemos a solicitar a los responsables de las na- y enfermo, y te vayas tú riendo a tu casa, como si no te
ciones que hagan todo lo posible para que, tanto en el ámbito nacional tocase nada! Más adelante: ¡Que tenga tu perro y tu mu-
como en el internacional, se construya y se consolide un mundo de so- la de comer, que les sobre, y no Jesucristo! ¡Corazón de
lidaridad y de paz fundado en Ja justicia. diamante! Por no oír mi ley, que dice: Este es mi manda-
miento, que os améis unos a otros; por no oír cosa de
[24 de enero de 2002] amor, apretaron el corazón, porque no entre allá esta ley.
Juan de Ávila, Sermón para el domingo XXII
después de Pentecostés.
PAUTAS DE TRABAJO

1. Analizar las actitudes ante la guerra y el terrorismo que se encuentran


en las personas del entorno social más próximo.
2. Comprobar cómo se manipulan las noticias relativas a las guerras -las
pasadas y las actuales- en los medios de comunicación.
3. Ampliar el estudio de la doctrina del concilio Vaticano 11 sobre la gue-
rra y la paz.
4. Comentar en grupos el «Decálogo de Asís para la paw y ver las posi-
bilidades y dificultades para su realización concreta.
5. Examinar qué oportunidades se presentan en el entorno para conseguir
una verdadera educación para la paz.
22
RESPONSABILIDAD MORAL ANTE
LA NUEVA CULTURA

Al concluir un manual de teología moral de la sociedad se advier-


te que son muchas las cuestiones que no han podido ser abordadas. El
tiempo corre a gran velocidad. Y los problemas se renuevan cada día
modificando la comprensión y el aspecto de nuestra cultura. Su muta-
bilidad desafia constantemente a la reflexión moral. De ahí que, en su
osadía evangélica, haya de aceptar humildemente su provisionalidad.
Y su apertura a la esperanza.
Hoy se entiende la cultura como «ese conjunto de presupuestos bá-
sicos con los que enjuiciamos el mundo y nuestro sentido en él, así co-
mo también ese conjunto de elementos superestructurales como el len-
guaje, lo sociopolítico, lo axiológico, lo religioso, lo económico y
cuanto, con hechura humana, forma parte del medio en que vivimos» 1•
Pues bien, es evidente que están modificándose rápidamente esos
presupuestos y elementos que constituyen nuestro nicho vital y nues-
tro código de lenguaje. A la hora de concluir esta obra, se imponen,
por tanto, unas reflexiones elementales sobre algunos problemas so-
ciales que en el momento presente marcan la nueva cultura; también
sobre el desafio que plantean a la teología moral; por último, sobre la
responsabilidad que exigen de los seguidores de Jesucristo.

l. Los nuevos problemas

Ya el concilio Vaticano II detectaba los cambios: «El género hu-


mano se halla en un periodo nuevo de su historia, caracterizado por
cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden

1. M. Sánchez Cuesta, Cultura, en Diccionario de pensamiento contemporáneo,


297; cf. M. Singer, Cultura, en Enciclopedia internacional de las ciencias sociales III,
Madrid 1974, 298-31 1.
538 Desafíos y esperanza Responsabilidad moral ante la nueva cultura 539

al universo entero» (GS 4). Como se puede comprobar por estas y Es ya un tópico afirmar que vivimos en una aldea global4 . Precisa-
otras muchas expresiones, el Vaticano 11 fue plenamente consciente mente en este momento hará falta un cuidadoso ejercicio de discerni-
de la novedad de los hallazgos y acontecimientos que estaban gene- miento para valorar sus ventajas y considerar los enormes desequili-
rando una nueva cultura (GS 54). Con ella aparecían nuevas posibi- brios que este panorama puede crear en el mundo.
lidades para el ser humano y también nuevos problemas técnicos y Por otra parte, es bien sabido que nos encontramos hoy situados y
éticos. desgarrados entre una tendencia a la globalización y una afirmación
Ya en 1932, Gabriel Marce! establecía una distinción entre el mis- obstinada y con frecuencia violenta de la propia identidad personal,
terio del ser y el problema del ser2. Es verdad que él mismo advertía grupal o nacional. La primera tendencia parece orientarnos al futuro.
del riesgo de convertir este binomio en un lugar común filosófico, La segunda tiende a subrayar los elementos -con frecuencia epidérmi-
bien ajeno al carácter original y aventurado que había tenido al prin- cos y anecdóticos- que nos mantienen ligados al pasado.
cipio. Para Marce!, el problema es «algo con lo que me encuentro, al- 2. Nuestra sociedad ha afrontado con enormes dificultades una lar-
J
go que hallo todo entero frente a mí, pero que puedo por eso mismo ga marcha hacia la democracia, que ha sido aceptada como sistema
circunscribir y reducir, mientras que el misterio es algo en lo que yo ideal de organización de la sociedad. Sin embargo, percibimos sus enor-
mismo estoy comprometido, y que por tanto no es pensable más que mes fallos. Lo que había de ser un instrumento lo vemos convertido en
como una esfera donde la distinción del 'en mí' y el 'ante mí' pierde su un fin, que puede justificar la elección de cualquier medio, por inmoral
significación y su valor inicia1»3 • que sea. La afirmación de la verdad parece a veces una ofensa al espíri-
Según él, el problema sería manejable por una técnica apropia- tu y a la práctica democrática. Por ello, se tiende a glorificar el relativis-
da, mientras que el misterio trasciende por definición toda técnica mo social, político y moral como la esencia misma de la democracia.
concebible. A este descubrimiento se ha referido repetidas veces el cardenal
El ser humano se enfrenta a lo largo de su vida con multitud de pro- Joseph Ratzinger. He aquí un ejemplo de sus observaciones:
blemas. Unos lo son en cuanto amenazan a su ser y otros en cuanto que
constituyen un riesgo para su ser-así. Problemas de alimentación y de sa- El relativismo aparece así como el fundamento filosófico de la demo-
lud, de vivienda y de trabajo, de cultura y de seguridad van ritmando los cracia, la cual se basa precisamente en que nadie debe alzarse con la
días, y con frecuencia, las noches en blanco de las personas que no en- pretensión de conocer el camino recto; la democracia viviría de que to-
dos los caminos se reconocieran mutuamente como fragmentos del in-
cuentra una fácil solución para ellos. Son problemas antiguos que, a me-
tento por llegar a lo mejor, y de que en el diálogo se buscara lo común
nudo, se presentan con una urgencia nueva. Su novedad puede ser de ti-
( ... ]En el ámbito político, esta concepción tiene buena parte de razón
po cuantitativo, pero también de carácter cualitativo. ( ... ] El problema reside en que el relativismo se sitúa a sí mismo más
Evidentemente, la gravedad y la urgencia de estos y otros proble- allá de todos los límites. Llega a aplicarse de manera plenamente cons-
mas dependen del área geográfica en la que vive la persona, del desa- ciente al campo de la religión y de la ética5 •
rrollo del país al que pertenece o del grado de bienestar que puedan
ofrecer las instituciones. Por lo que se refiere a esta hora concreta de La reivindicación a ultranza del relativismo sería, pues, la razón úl-
Ja historia, subrayamos tan sólo algunos campos problemáticos que tima del rechazo del cristianismo. Si las cosas son como parecen ser
parecen responder a esa pregunta por la novedad del momento. en este momento, la sociedad europea no puede de forma coherente
aceptar una religión que afirma que Cristo es la verdad, puesto que
a) La aldea global eso sería dogmático y antihistórico. Y por otra parte, no puede aceptar
que Cristo sea la única verdad, porque eso equivaldría a caer en las re-
1. La globalización de nuestra sociedad, por Jo que se refiere a la des del fundamentalismo.
cultura, a los bienes y a los servicios, parece ser un hecho imparable.
4. M. McLuhan-B. R. Powers, La aldea global, Barcelona 1995; A. Blanch (ed.),
2. Cf. S. Plourde, Yócabulaire Philosophique de Gabriel Marce/, Montréal-Paris Luces y sombras de la globalización, Madrid 2000.
1985, 367-375 y 422-425. 5. J. Ratzinger, Fe, verdad, tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo,
3. G. Marce!, Etre et avoir, Paris 1935, 169. Salamanca 2005, 105.
540 Desafios y esperanza Responsabilidad moral ante la nueva cultura 541

Pues bien, en diálogo con el cardenal y en justa reciprocidad, Mar- les. «Es de desear -decía- que los Estados miembros de tales organi-
cello Pera, presidente del Senado italiano, ha tratado de reflexionar so- zaciones, sobre todo los que tienen un mayor peso en las decisiones,
bre las consecuencias que el relativismo político puede desencadenar logren encontrar el consenso necesario para llegar a una rápida solu-
sobre la aceptación o rechazo de la fe cristiana. ción de una cuestión de la que depende el proceso de desarrollo de
En un lúcido ensayo sobre «el relativismo, el cristianismo y Occi- muchos países, con graves consecuencias para la condición económi-
dente», Pera afirma que esta tesis es contradictoria, falsa y contrapro- ca y existencial de tantas personas» (NMI 14).
ducente no sólo para el cristianismo, sino también para la misma de- 2. En este momento en que tenemos la sensación de vivir en medio
mocracia pluralista. Es contradictoria, porque si con el relativismo se de un puente entre culturas, percibimos con preocupación la reivindi-
sostiene que no existen fundamentos, entonces ni siquiera el relativis- cación del derecho humano a la emigración y las enormes complica-
mo puede ser presentado como el fundamento de la democracia. Ade- ciones humanas, sociales, económicas, políticas y religiosas que ese
más, la tesis es falsa, porque la democracia presupone como funda- derecho comporta8.
/
mento propio los valores de la persona, de la dignidad, de la igualdad Las corrientes migratorias que estamos presenciando al comienzo
y del respeto. Ahora bien, si se quita el valor a estos valores se ha su- del nuevo siglo constituyen un desafio a las estructuras de injusticia
primido la democracia. Y finalmente, la tesis es contraproducente por- vigentes en nuestro mundo.
que, en la clave del relativismo, toda verdad equivale a cualquier otra La emigración nos aporta el encuentro con otras culturas y otras
y, en ese caso, cabe preguntarse para qué sirve el diálogo6• formas de pensar. Pero, por otra parte, el aumento de los flujos migra-
torios nos ha llevado a comprobar la existencia o el resurgir de la xe-
nofobia en nuestro ámbito cultural. Al mismo tiempo, podemos des-
b) La brecha Norte-Sur
cubrir nuevas e insospechadas formas de pobreza, tanto fuera como
La aldea global no es, ni mucho menos, una aldea fraterna. El de- dentro de nuestras fronteras.
sarrollo ha sido proclamado como el nuevo nombre de la paz. Pero el
desarrollo no es sincrónico. Mientras unos países obtienen de él gran- c) Las nuevas tecnologías
des beneficios, otros continúan sumergidos en la pobreza y dificil-
mente encuentran medios para superarla. El denominado conflicto Un segundo capítulo de preocupaciones éticas se centra en el pro-
Norte-Sur o Sur-Norte es uno de los términos claves en que se sitúan blema creado --0 tal vez agudizado- por las nuevas tecnologías. Gra-
las grandes encrucijadas de la crisis de este inicio de milenio. La de- cias a ellas~ y más que nunca a lo largo de la historia, el ser humano ha
nominación geográfica no es del todo justa, pero ejemplifica de forma pasado de manipulador a manipulado.
visual el panorama de un reparto injusto de los bienes y servicios del 1. La manipulación del ser humano comienza ya en sus primeros
planeta7 . momentos. La investigación sobre el hombre y sobre sus componentes
1. A la vista de esa situación de desigualdad, el papa Juan Pablo 11, genéticos es un descubrimiento espectacular. Puede ser empleado con
con motivo del Jubileo del 2000, dirigió una llamada a una mayor y fines terapéuticos, especialmente en el campo fantástico de la medici-
más comprometida atención a los problemas de la pobreza que aún na predictiva. Pero no faltan las preocupaciones sobre el uso de estas
afligen al mundo. En concreto, propugna una solución para la deuda nuevas posibilidades técnicas. Baste recordar la manipulación no tera-
internacional de los países pobres hacia los países más desarrollados. péutica del genoma, las patentes de determinadas secuencias y, por
Más problemática le parece la cuestión de la deuda multilateral, con- consiguiente, de nuevos procedimientos y fármacos, así como la posi-
traída por países pobres con los organismos financieros internaciona- bilidad de una nueva colonización de los países en vías de desarrollo.
Ni el Código de Helsinki -actualizado en Tokyo y en Venecia- ni el
6. M. Pera, Il relativismo, il cristianesimo e /'occidente, en M. Pera-J. Ratzinger, Convenio de biotecnología firmado en Oviedo ( 1997) por los países
Senza radici, M ilano 2004, 26-27.
7. Cf. L. Emmerij, El enfrentamiento Norte-Sur. Un polvorín en el mundo moder-
no, Barcelona 1993; P. Sáez Ortega, Sur-Norte, en Diccionario de pensamiento con- 8. Cf. W. Petersen-T. Brinley, Migración, en Enciclopedia internacional de las
temporáneo, 1135-1141. ciencias sociales VII, Madrid 1974, 93-104.
542 D esafíos y esperanza Resp onsabilidad moral ante la nueva cultura 543

del Consejo de Europa, parecen ofrecer una suficiente tutela para la Si cabe decir eso de los individuos de la especie humana, caben to-
defensa de la dignidad del ser humano en cuanto sujeto de experimen- davía algunas indicaciones particulares. El siglo XX será recordado
tación o de manipulación genética9 • también por Jos cambios de todo tipo que ha supuesto la nueva com-
2. Por otra parte, la exploración y explotación del entorno por el prensión de la identidad y del puesto de la mujer en el mundo. Es un
hombre suscita hoy una preocupación casi unánime. Los motivos pa- motivo de satisfacción constatar el surgimiento de una conciencia de
ra la inquietud son innumerables. Entre ellos, es habitual mencionar la igualdad, colaboración y complementariedad entre la mujer y el varón.
deforestación sin medida, la explotación masiva de los carburantes fó- Sin embargo, esta nueva conciencia trae aparejadas urgentes cues-
siles, la disminución de la capa de ozono, el calentamiento de la at- tiones sobre la formación de Ja mujer, la defensa de sus derechos y la
mósfera, la disminución de la biodiversidad, los proyectos de modifi- admisión de su voz y su presencia en todos los foros de la vida social
caciones transgénicas en plantas y animales. Todo ello nos lleva a y política. Es preciso recordar que «la mujer representa un valor par-
pensar que hace tiempo hemos ya sobrepasado los límites de un cre- ticular como persona y, al mismo tiempo, como aquella persona con-
J
cimiento sostenible 10 • creta, por el hecho de su feminidad. Esto se refiere a todas y cada una
3. Un tercer grupo de problemas pendientes -e incluso agravados de las mujeres, independientemente del contexto cultural en el que vi-
con el tiempo y con la nueva técnica- , se centra en las nuevas posibi- ven y de sus características espirituales, psíquicas y corporales, como,
lidades de transmisión del conocimiento y de la información. De he- por ejemplo, la edad, la instrucción, la salud, el trabajo, Ja condición
cho, se está produciendo con demasiada frecuencia la manipulación de de casada o soltera» 12 •
las noticias y, en consecuencia, una manipulación de las ideas y los 2. En estrecha vinculación con lo anterior, se plantea en el momen-
sentimientos. Ha sido muchas veces denunciado el uso irrespetuoso de to presente el tema de las posibilidades y los riesgos de la intelección
la publicidad, tanto consciente como subliminal. Por otra parte, las de la familia en cuanto comunidad abierta a nuevas formas de auto-
nuevas tecnologías informáticas constituyen un nuevo riesgo para la comprensión, de interpretación y de lenguaje, así como de institucio-
educación y una amenaza para la propiedad intelectual, así como para nalización.
la privacidad de las personas y los datos que le afectan. Por otra parte, las modernas técnicas de reproducción humana
asistida han venido a contribuir a la modificación de la comprensión
del papel de la familia en la sociedad y, en concreto, en la transmisión
d) La persona en la sociedad de la vida. Un ejemplo extremo es la ley española 35/1 988 (levemen-
te modificada en 2003 y 2006), la cual concede a la mujer el derecho
Parecería que los nuevos problemas quedan relegados al campo de a formar el tipo de familia que considere conveniente. El papel del pa-
las nuevas herramientas y de las posibilidades que ofrecen. Sin em- dre queda en muchos casos relegado al ámbito del anonimato o de Ja
bargo, la problemática que se plantea al estudioso de la ética tiene mu- irresponsabilidad. Los embriones no implantados quedan sometidos al
cho más que ver con la autocomprensión humana que con el multipli- peligro del abandono y de Ja muerte. El hijo se convierte en objeto de
cado alcance de los instrumentos de los que puede disponer. un derecho, mientras que, por otra parte, aumenta el número de los hi-
l. Se puede decir que el siglo pasado ha supuesto un cambio nota- j os de nadie 13 •
ble para esa comprensión del ser humano, que hoy se ve fragmentado,
parcelado y, con frecuencia, anulado. Las definiciones de la persona
son a menudo reduccionistas. El hombre ha empezado a sentir miedo e) Los derechos humanos
ante los productos de sus propias manos 11 •
La mención de la familia nos lleva a recordar que también se ha
convertido en problemática la relación del hombre con otros «objetos»
9. A. J. Márquez Cabeza, Homogeneidad tecnológica y diversidad biológica, en
A . Blanch, Luces y sombras de la evangelización, 235-261. 12. Juan Pablo ll, cana apostólica Mulieris dignitatem ( 15.8. 1988), 29.
1O. Cf. D. H. Meadows-D. L. Meadows-J. Randers, Más allá de los límites del cre- 13. J. R. Flecha, Bioética. Lafaente de la vida, Salamanca 2007, 113-128; Id.,
cimiento, Madrid 1992. ¿Existen límites en la p rocreación asistida?, en J. Gafo (ed.), Procreación humana asis-
11. Cf. Juan Pablo II, encíclica Redemptor hominis (4.3.1 979), 15. tida: aspectos técnicos, éticos y legales, Madrid 1998, 21 1-323.
544 Desafios y esperanza R esponsabilidad moral ante la nueva cultura 545

sociales, producidos por la iniciativa humana. Las instituciones son f) Pluralidad y tolerancia
ambivalentes en sí mismas. No han de ser demonizadas a priori. Es
cierto que la moral cristiana y la doctrina social de la Iglesia han lle- Desde los tiempos de John Locke es de buen tono apostar por la
gado a referirse a las «estructuras de pecado», pero hay que reconocer tolerancia y permisividad. Pero la tolerancia es un problema ético de
que el espíritu humano ha de permanecer vigilante y atento a los sig- dificil delimitación 16.
nos de los tiempos para poder reconocer también las estructuras exis- En nuestros días se tiende a pensar que la tolerancia es una especie
tentes de gracia. de espíritu de resignación, propio de los grupos minoritarios, con fre-
1. La hora presente nos invita a preguntarnos por el significado de cuencia marginados por la sociedad. La realidad es bien diferente. En
la cultura en general y de las formas culturales que se están afirman- la moderna sociedad plural, grupos étnicos o sociales, como algunas
do en el mundo. El hombre es un ser simbólico. Es por eso necesaria- comunidades de inmigrantes, se muestran con frecuencia más intole-
mente cultural. Incluso cuando se niega a vivir en una cultura o a co- rantes respecto a los últimos llegados al país de lo que pudieran serlo
/ los ciudadanos anteriores.
laborar para crear una cultura, está actuando de forma positiva, aunque
sea en el sentido contrario. Resulta urgente preguntarnos por el tipo de La tolerancia no es patrimonio de las rninorias contra la intolerancia de las
cultura que estamos creando o permitiendo que surja 14 • mayorías, como no lo es el racismo. El fundamentalismo religioso, por
En este momento comprendemos que es preciso sobrepasar la cul- ejemplo, genera la misma intolerancia en las mayorías fanatizadas que en
tura de la injusticia para intentar proyectar una cultura de la equidad y sectas y movimientos marginales al tejido del cuerpo macrosocial 17 .
la solidaridad. Es necesario trascender la antigua cultura de la guerra
- también la de la pretendida guerra justa- para comenzar a crear una 1. La tolerancia tiene mucho que ver con la verdad y la responsa-
cultura de la paz. La «polemología» (guerra) ha de ser sustituida por la bilidad. Sin ser moralista en principio, el mensaje bíblico comporta
«irenología» (paz). Paz que no podrá construirse sin una nueva refle- una inexcusable dimensión ética. Si los extranjeros forman ya un solo
xión sobre los derechos y deberes del hombre 15 • pueblo con los creyentes, es necesario poner la unidad de la fe por en-
2. Se impone hoy una reflexión mas completa sobre el ser humano. cima de las eventuales diferencias de origen y de nacionalidad, de ra-
Sobre el hombre, sin adjetivaciones y sin discriminaciones de sexo y za y de lengua, de cultura o de fronteras.
género, de raza, de lengua o nacionalidad, de religión, de tamaño o de Si pretenden nacer de la fe, o fundamentarse en ella, todos los na-
edad, de salud o «discapacidad>>. cionalismos y todos los nuevos regionalismos, cuando se absolutizan
Los individuos, las agrupaciones sociales y la comunidad interna- por encima de la dignidad de la persona y la fraternidad de la fe, toda
cional han de velar de manera escrupulosa por los derechos de los ex- xenofobia y exclusivismo, cuando olvidan la universalidad gozosa y
tranjeros, los emigrantes y refugiados; los de todos aquellos que son abierta que Cristo nos ofrece y posibilita, constituyen un antievangelio
explotados, comprados y vendidos como esclavos; los sometidos a ex- escandaloso.
perimentación y manipulación. Especial atención merecen precisa- 2. Pero el ideal de la tolerancia nos lleva a revisar nuestros con-
mente los más débiles e indefensos; y en concreto, las mujeres y los ceptos de verdad y libertad. En la verdad está la libertad. No es que la
niños - también los no nacidos- , que tantas veces padecen las mil for- libertad genere la verdad, como a veces se pretende. Es que la libertad
mas de la violencia; los enfermos y los ancianos, que sufren soledad nunca lo será si no está enraizada en la verdad. En la verdad moral,
o abandono. ciertamente. Pero también, y sobre todo, en la verdad misma del ser,
de la naturaleza, del hombre.
La verdad es objeto de la búsqueda incesante del ser humano. Pero
14. Remitimos al proyecto cultural promovido por la Conferencia episcopal italia- es también el motivo para la más exultante y agradecida de las cele-
na, Progello cultura/e orientato in senso cristiano (28. 1.1997); Conferenza episcopale
italiana, Fede, liberta, intel/igenza. Forum del progetto cultura/e, Casale Monferrato
braciones. No porque el acceso a la verdad genere privilegios para el
1999; Id., Liberta della jede e mutamenti cu/turali, Bologna 2000; Id., Dopo 2000 anni
di cristianesimo, Milano 2000. 16. Remitimos aquí a J. R. Flecha, Cristianismo y tolerancia, Salamanca 22005 .
15. Cf. J. R. Flecha (ed.), Derechos humanos y responsabilidad cristiana, Sala- 17. A. González Montes, Tolerancia e intolerancia religiosas en países mayorita-
manca 1999. riamente confesionales: Diálogo ecuménico 25 (1990) 227.
546 Desajios y esperanza Responsabilidad moral ante la nueva cultura 547

que ha llegado hasta sus umbrales. N o porque el abrazo a la verdad en- mercado. Las grandes multinacionales de la producción han impuesto
gendre los frutos de Ja intolerancia. San Agustín repetía en sus sermo- un estilo totalmente nuevo de relaciones: entre persona y p ersona, en-
nes: «Victoria veritatis est caritas», es decir, el amor es la única y la tre persona y empresa, entre empresas y empresa (B2B: business to
auténtica victoria de Ja verdad 18 • business), entre empresas y Estados. Las grandes áreas de distribución
La responsabilidad por la verdad es una responsabilidad por el están imponiendo en este momento sus ritmos y sus normas no sólo al
amor, y en consecuencia, por la tolerancia. La verdad es sinfónica. Y comprador, sino también al productor.
ecuménica. En su respuesta a Secundino, el mismo Agustín establece El marketing se presenta hoy como una «rama de la economía de
las bases para lo que ha de ser un diálogo constructivo en el respeto y empresa que analiza los gastos del consumidor y que trata de llegar a
la caridad: «Una vez serenadas las mentes, tras haber disipado Ja nie- una estimación de la demanda, desagregada según niveles de renta, di-
bla de la obstinación, pongamos juntos nuestra atención en la razón de fusión espacial, precios y otras características del mercado, incluida la
la verdad, que no es tuya ni mía, que se nos propone a cada uno de comercialización de los productos»22 .
J
nosotros para que Ja contemplemos» 19• Las nuevas técnicas de mercado han «descubierto» la importancia
Como escribía el filósofo Julián Marías, «un programa para el si- y Ja necesidad de implementar un estilo de relación más personal con
glo XXI podría ser: la reconciliación del hombre con la verdad, y esto el cliente (CRM: Client Relationship Managing). La ventaja comercial
sería, por supuesto, la reconciliación del hombre consigo mismo. Es parece asegurada por la sensación de seguridad y de fiabilidad que la
decir, con su condición personal, con su irrenunciable libertad, con su empresa ofrece al cliente, pero esa estrategia impone un código de eti-
doble realización como varón y mujer, con su carácter histórico y a la cidad que, por otra parte, parece más rentable a largo plazo.
vez proyectivo, con su mortalidad y su esperanza, con su absoluta ne- El mismo mundo de la empresa y de los mercados está dedicando
cesidad de buscar Ja verdad para nutrirse de ella»2º. hoy un gran esfuerzo por prestar una mejor atención a los «recursos
humanos». Sin embargo, la misma selección del personal, las medidas
de atención que se articulen, los proyectos de inversión en formación
g) La cultura del consumismo y seguridad requieren un sincero esfuerzo por tener en cuenta la dig-
Se puede decir que la persona es valorada hoy en cuanto puede nidad de la persona y los valores éticos imprescindibles23 .
Esta nueva cultura del consumo está configurando un estilo de vi-
consumir bienes y servicios. El horno faber se ha convertido en el ho-
da y hasta una nueva autocomprensión del ser humano.
rno consumens. La publicidad comercial ocupa amplios espacios de
tiempo y de Jugar en los medios de comunicación. Y la familia consa-
gra una buena parte del tiempo de ocio a realizar compras en las gran-
des superficies que responden a «casi» todas sus necesidades. Hay 2. Los nuevos desafios
personas que se han convertido en compradores compulsivos. D e he-
cho, se habla ya de la nueva religión del consumo, que incluye nuevas Lo malo de algunos problemas es que resultan inevitables para el
catedrales, peregrinaciones, ritos, dogmas y mandamientos21 . ser humano, que trata de ser y de ser-así. En ese caso se convierten en
Las técnicas de ventas, directamente o por los cauces de las nuevas desafíos. Los que aquí hemos seleccionado, entre los que nuestra ho-
tecnologías, se han sofisticado hasta límites insospechados. Resulta ra nos ofrece, reclaman una demanda de sentido. Nuestra reflexión se
asombroso comprobar las modernas investigaciones en el campo del articula en tres bloques. El primero se centra en unas preguntas inevi-
tables para un repensamiento ético de nuestra cultura. En el segundo
18. Agustín de Hipona, Serm. 358, 1, en PL 39, 1586 (edición de P. de Luis, Obras nos atrevemos a sugerir unos valores que juzgamos imprescindibles
completas de san Agustín XXVI, Madrid 1985, 281). para una nueva civilización. Y en el tercero se apuesta por una oferta
19. Agustín de Hipona, Contra Secundinum, 2, en PL 42, 579 (edición de P. de
testimonial de actitudes nuevas como respuesta preliminar a los nue-
Luis, Obras completas de san Agustín XXX, Madrid 1986, 565-566).
20. J. Marías, Tratado sobre la convivencia, Barcelona 2000, 64. vos interrogantes y problemas.
21. Cf. G. Ritzer, La religione dei consumí. Cattedrali, pellegrinaggi e riti del/ 'i-
perconsumismo, Bologna 2000. El mismo autor, profesor de sociología en la universi- 22. R. Tamames-S. Gallego, Diccionario de economía y finanzas, Madrid 1995, 399.
dad de Maryland, había ya publicado el libro /1 mondo a/la McDonald's, Bologna 1997. 23. Cf. L. Sacconi, Etica deg/i ajfari, Milano 1991 , 170-1 75.
548 Desafíos y esperanza R esponsabilidad moral ante la nueva cultura 549

a) Cuestiones fundamentales mo automático de estímulos y respuestas. El hombre es capaz de hacer


propuestas novedosas al medio. De ahí que la ética no pueda ser redu-
Ante el panorama aquí apenas sugerido, se nos presentan algunas cida a la etología. Precisamente en este momento, la educación ética
preguntas que constituyen la trama última del tejido de la ética. Como ha de sobrepasar la tentación del determinismo y ayudar a redescubrir
se puede imaginar, estas preguntas no son inocentes. Planteadas en el papel insustituible de la conciencia.
forma de alternativa, apuestan intencionadamente por la segunda par-
La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hom-
te del binomio. bres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos proble-
1. ¿Libertad de o libertad para? Recordemos unas palabras del con- mas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto ma-
cilio Vaticano II: «La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra yor es el predominio de la recta conciencia, tanta mayor seguridad tienen
con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contempo- las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para so-
ráneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razón. Con frecuencia, sin meterse a las normas objetivas de la moralidad (GS 16).
/
embargo, la fomentan de forma depravada, como si fuera pura licencia
para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala» (GS 17). En los últimos tiempos, el abandono de la idea de una verdad uni-
Nuestro mundo ha valorado el ideal de la libertad. Pero se tiende versal sobre el bien ha llevado a muchos a cambiar profundamente la
con demasiada frecuencia a limitar ese anhelo a la llamada «libertad misma concepción de la conciencia. Esta no se concibe como el ejer-
de ejercicio», mientras que se olvidan a veces las enormes exigenci.a cicio racional de la aplicación del bien objetivo a una situación con-
de la «libertad de especificación>>. Importa educarnos para actuar li- creta, sino como una facultad autónoma que decide por sí misma la
bremente y para exigir las condiciones que hagan posible esa caracte- sustancia y los límites del bien y del mal. Tal visión individualista de
rística de lo humano. Pero importa mucho aprender a elegir responsa- la conciencia hace casi imposible ese diálogo que habría de unir a los
blemente el objeto de nuestras decisiones libres. cristianos con los demás hombres en la búsqueda y la realización de la
En esta hora, que exalta hasta el extremo la «libertad de» como ca- verdad y del bien24•
rencia de coacciones externas, es necesaria una educación ética que 4. ¿Consenso o utopía? La sociedad pluralista ha necesitado darse
posibilite la «libertad para» la responsabilidad, la colaboración y el a sí misma unas normas que facilitaran la convivencia. La sociedad
servicio. democrática establece esas normas tratando de fundamentarlas sobre
2. ¿Legalidad o excelencia? Al final de un proceso en el que la re- el consenso expresado por las mayorías. Sin duda es un procedimien-
flexión ética se ha visto privada de sus anclajes ontológicos, no ha to aceptable para evitar enfrentamientos y luchas intestinas.
quedado más remedio que intentar fundamentar derechos y deberes, Sin embargo, el riesgo que comporta semejante procedimiento es
valores y contravalores en la pura y desnuda normatividad legal. el de transmitir de forma más o menos subliminal la convicción de que
El ordenamiento positivo puede y debe hacer posible la conviven- el consenso social es el fundamento último de los valores éticos25 . En
cia en la sociedad plural. Pero los ideales éticos no se pueden construir ese caso, caerían en descrédito todas las minorías desiderativas, entre
solamente sobre el entramado de la legalidad. Es más, las leyes han de las cuales surgen los grandes pioneros - técnicos y éticos- que tienen
responder a los principios morales y al bien común (AA 14). Sin em- el valor de aspirar a metas que parecen utópicas en el presente.
bargo, las rápidas mutaciones que han afectado a nuestra cultura hacen
que «las instituciones, las leyes, las maneras de pensar y de sentir, he-
redadas del pasado, no siempre se adaptan bien al estado actual de co- b) Va.lores humanos y humanizado res
sas» (GS 7).
La ética, precisamente en cuanto diversa de la legalidad, ha de ser A la vista de lo dicho, parece que se impone la urgencia de insistir
creativa y ha de tender a la excelencia. A la excelencia convoca el ejer- en la educación de algunos valores éticos que se derivan de la dignidad
cicio de las virtudes. Y las virtudes encuentran en la ley positiva tan misma de la persona y, en consecuencia, contribuyen a la humaniza-
sólo algunas indicaciones negativas o a lo sumo propedéuticas. 24. Cf. Juan Pablo II, encíclica Veritatis splendor, 32; Id., Fides et ratio, 98.
3. ¿Capricho o conciencia? El ser humano es el primer «liberto ?e 25. También esta opinión ha sido criticada por Juan Pablo II en la encíclica Fides
la creación». No funciona adecuada y plenamente sobre un mecams- et ratio, 56.
550 Desafios y esperanza Responsabilidad moral ante la nueva cultura 551

ción de su hacer y su convivir. Por razones de brevedad, se resumen Frente al panorama de las antiguas y nuevas formas de injusticia, al
aquí en tres puntos que resumen muchas otras implicaciones. cristiano se le pide un esfuerzo para promover la nueva «imaginación
1. Capacidad de discernimiento. El discernimiento es la más pre- de la caridad». Ese esfuerzo nunca puede ser privativo de una confesión
ciosa de las herramientas de las que se sirve el ser humano a la hora de religiosa. Y ha de conducir al establecimiento de un «nuevo orden in-
establecer un juicio sobre la acción. Discernir es actuar con sabiduría, ternacional», no reducible a los meros equilibrios sociopolíticos sino
aprender a jerarquizar los valores, tomar decisiones que contribuyan a necesariamente traducible en proyectos de justicia y equidad26 •
la felicidad, es decir, a la realización integral del ser humano y de la 3. Tenacidad y fidelidad. Por otra parte, parece necesario subrayar
sociedad. a la vez el carácter itinerante de la condición humana y el cariz de
Curiosamente, la fe cristiana ha considerado siempre el discerni- amenaza urgente que revisten las nuevas situaciones. Hace falta re-
miento como uno de los dones más preciosos del Espíritu de Dios. En descubrir la esperanza. Se dice que vivimos la hora de una postmo-
el aprecio del discernimiento la naturaleza y la gracia se abrazan. demidad desencantada, que pretende haber visto caducados los plazos
El discernimiento supone una buena base de humildad y exige una de las utopías. Con todo, sus lemas no pueden empujarnos a asistir pa-
buena información sobre las posibilidades que se abren ante nosotros, sivamente al espectáculo del «crepúsculo del debern, descrito por Li-
una infatigable capacidad de diálogo, una decisión de insobornabili- povetsky27.
dad ante las ofertas halagüeñas, una sincera capacidad de reflexión, La esperanza sólo es presentable cuando viene acompañada por la
una determinación a la hora de aplaudir o elegir las condiciones que paciencia. Pero la paciencia no es confundible con la pasiva resigna-
hagan posible el valor más humano. ción, sino con la fiel tenacidad de la osadía que dosifica los plazos sin
En una época marcada por mil ofertas axiológicas, se impone una olvidar el fulgor de la meta.
paciente educación de este don y quehacer del discernimiento.
2. Amor a la justicia y la equidad. El aprecio por la justicia ha
constituido una de las más altas banderas de la modernidad. Por des- c) Una alternativa a las actitudes éticas habituales
gracia, su realización práctica no ha corrido pareja con su afirmación En consecuencia, un comportamiento ético responsable ante los
teórica. nuevos problemas exige algunas actitudes personales y comunitarias,
Precisamente al comienzo del nuevo milenio, Juan Pablo II recor- que no siempre resultarán «políticamente aceptables». Hace ya unos
daba de forma dramática la situación de un mundo injusto que inter- cuantos años, al glosar el mandato evangélico, J. B. Metz escribía que
pela a los cristianos y a todos los hombres y mujeres de esta hora: al cristiano se le exigen con igual fuerza la presencia en su mundo y la
Nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de las contradiccio- diversidad respecto al mundo - «da sein und anders seim>- . Sin la pre-
nes de un crecimiento económico, cultural, tecnológico, que ofrece a sencia, no podrá dar testimonio de la realidad. Sin la diversidad, su tes-
pocos afortunados grandes posibilidades, dejando no sólo a millones y timonio no será ni convincente ni interpelante.
millones de personas al margen del progreso, sino a vivir en condicio- 1. La primera de las actitudes que aquí se propugnan es la del reco-
nes de vida muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad hu- nocimiento de la realidad y de nuestra fundamental religación a ella. A
mana. ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se
saber, la fidelidad a lo objetivo y el amor a la verdad. El ser humano no
muere de hambre; quién está condenado al analfabetismo; quién care-
es lo que nosotros decimos que es. La justicia o la injusticia no depen-
ce de la asistencia médica más elemental; quién no tiene techo donde
cobijarse? de de los expendedores de etiquetas. Los pobres y oprimidos de este
mundo no dejan de serlo simplemente porque los llamemos de otra ma-
El panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, si a nera. Los eufemismos sólo maquillan la realidad. Un aborto es un ho-
las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a micidio aunque se denomine «pequeña cirugía ginecológica».
ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expues-
26. Cf. P. Ricoeur, Soi-méme comme un autre, Paris 1990, 264-278, donde dialoga
tos a la desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al aban-
con J. Rawls, Teoría de la justicia.
dono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la 27. G. Lipovetsky, Le crépuscule du devoír. L'éthique indo/ore des nouveaux temps
discriminación social (NMI 50). démocrotiques, Paris 1992.
552 Desafíos y esperanza Responsabilidad moral ante la nueva cultura 553

2. Por otra parte, es preciso redescubrir la solidaridad como don y nerales de ese proyecto educativo se resumen aquí apelando, una vez
como tarea. El subjetivismo noético nos ha llevado al subjetivismo éti- más, al clásico esquema de las relaciones que configuran al ser huma-
co. Los valores morales no pueden ser vividos ni actuados desde el no: la relación con lo otro, con Jos otros y con el absolutamente Otro.
más clausurado y excluyente individualismo. «Portarse» éticamente es
siempre «com-portarse» de acuerdo con unos valores que socializan al a) Ética de la responsabilidad
grupo humano de pertenencia del individuo.
La insolidaridad no es sólo el signo del fracaso de las relaciones Al considerar la relación del hombre con «lo otro», pensamos en
institucionales, es también la señal del fracaso de las más elementales primer lugar en una ética de la responsabilidad, según ha sido propug-
concepciones ontológicas y antropológicas. nada por Hans lonas. Nunca como en este momento, el ser humano
3. Además, será preciso cultivar en nosotros una sincera apertura al puede saberse y sentirse más responsable de su entorno, del mundo
futuro y un renovado sentido de la itinerancia. Diversas corrientes filo- / que le ha sido confiado y de sí mismo.
sóficas nos han llevado a identificar la verdad con la praxis28 . Como era La vivencia del señorío ante el mundo creado distingue al ser huma-
de esperar, tal identificación nos habría de conducir a un pragmatismo no frente a los demás seres vivientes. Pero tal pretensión y vivencia no
inmediatista. Apenas nos damos cuenta de que tal actitud revela el in- está privada de ambigüedad. El hombre se ha autocomprendido como se-
fantilismo de nuestra cultura. El niño pretende que la satisfacción de ñor omnipotente y como dueño absoluto del mundo. Su ansia de dominio
sus deseos sea inmediata y automática. Y ese tipo de comportamiento parecía no tener límite. El pensamiento ecologista profundo puede haber
alcanza una amplia acogida en nuestro tiempo. exagerado sus postulados al tratar de cambiar el paradigma y hacer del
La permanencia en la inmediatez desiderativa nos arrastra irremi- ser humano un viviente más, y precisamente el último llegado a la casa
siblemente a la esclavitud de las adiciones a todas las drogas y suce- cósmica. Con todo, ya hace años que Pablo VI nos dijo que si han hecho
dáneos. Solamente un adecuado crecimiento nos hace capaces de ir falta miles de años para que el hombre aprendiera a dominar la naturale-
elaborando la dinámica del deseo. Sólo el adulto es capaz de interpo- za, le ha llegado la hora de aprender a «dominar su dominacióm>29 •
ner plazos entre la aparición del deseo y su satisfacción.
Es preciso aprender a superar la mentalidad inmediatista que, por
una parte, glorifica la impelencia del deseo, y por otra, convierte en b) Ética de la fraternidad
mágicos Jos poderes de la técnica. Frente a esas tentaciones se impone Por otra parte, el ser humano se realiza a sí mismo gracias a su re-
el aprendizaje de la esperanza y el lento ejercicio de la paciencia. lación con «los otros». No puede vivir siempre contra-los-demás. Ni
puede vivir al margen de los demás. El concilio Vaticano 11 nos decía
que «el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales
3. Una interpelación a la moral cristiana es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tie-
ne absoluta necesidad de la vida social. La vida social no es, pues, pa-
Se mencionaba más arriba la distinción marceliana entre el problema ra el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los
y el misterio. Pues bien, esperamos que Ja mera evocación de los proble- demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos,
mas que hoy desafian al ser humano nos haya hecho caer en la cuenta de la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capa-
que ello trascienden su mera problematicidad. Los nuevos «problemas» cita para responder a su vocación» (GS 25).
son, al fin de cuentas, nuevos planteamientos e interrogantes sobre el La alusión al diálogo con los hermanos no puede ser gratuita ni re-
eterno «misterio» del ser en general y del ser humano en particular. tórica. Es cierto que la razón humana encuentra dificil el descubri-
En consecuencia, en este momento de la historia, nos enfrentamos miento del otro como un hermano. Si los roces diarios llevan al hom-
con la necesidad y la posibilidad de dar un paso al frente para intentar bre a ver en el otro un obstáculo o un competidor, los ojos de la fe nos
repensar una educación ética holística y personalizante. Las líneas ge-
29. Pablo VI,InsegnamentiVIIl, Citta del Vaticano 1970, 1146-1147; cf. J. R. Fle-
28. Cf. J. R. Flecha, La verdad como praxis: Salmanticensis 47 (2000) 5-34. cha, El respeto a la creación, Madrid 200 l.
554 Desafíos y esperanza Responsabilidad moral ante la nueva cultura 555

llevan a descubrirlo como hermano. La ética de la solidaridad, por ele- En primer lugar y de forma concreta, habrán de prestar su humil-
vada que sea, ha de dejar paso a una ética de lafraternidad.3°. de contribución a la misma autocomprensión del hombre. Por tanto, a
Sin embargo, la proclamación de la fraternidad no está exenta de la fragmentación práctica del ser humano corresponde en este mo-
ambigüedades. Algunas provienen de la tentación de limitar el ámbito mento una multiplicidad de antropologías. El descubrimiento del ser y
de los hermanos y hermanas a las personas más identificadas con los de la verdad del hombre es por ello una tarea inaplazable.
datos y los ideales del que pretende elegirlos por su grado de afinidad. En un segundo momento, la reflexión filosófica y la meditación
Considerar hermanos sólo a los que comparten la misma raza, nacio- sobre la revelación habrán de prestar su colaboración a la gestión res-
nalidad o cultura es un error antropológico y un pecado contra la uni- ponsable del mundo y de las estructuras sociales.
versalidad del amor. Por dificiles que sean los nuevos problemas y desafíos, será preci-
Por otra parte, la fraternidad es un don, pero es también una tarea. so afrontarlos con un realismo no carente de empatía.
Ha de ser reconocida como condición previa a la decisión humana, pe- Ahí, precisamente ahí, se realiza la vocación a la esperanza a la
ro ha de ser realizada y asumida por medio de decisiones que implican que hemos sido llamados en la fe y de la que hemos de dar razón con
la responsabilidad personal. nuestras obras de caridad para la vida del mundo.

c) Ética de la fi/ialidad
PAUTAS DE TRABAJO

Por último, es preciso recordar que el ser humano se realiza en una


inesquivable relación con «el Absolutamente Otro». · l. Intentar concretar con ejemplos cercanos las formas de la «nueva» cul-
tura que aquí se presenta y buscar algunas otras manifestaciones de la misma.
Es cierto que, precisamente por su trascendencia, esta relación que
2. Tratar de ver a quién se dirigen los desafíos que se perciben en el pano-
da sentido a las dos anteriores, tiende a ser olvidada en el mundo secu- rama de la nueva cultura.
lar. No es extraño que, por un proceso de reduccionismo, el ser humano 3. Preguntarse por las responsabilidades morales que suponen para los
sea privado de esta referencia y, en consecuencia, dramáticamente em- cristianos estos desafíos percibidos en nuestra sociedad.
pobrecido. El hombre no puede ser condenado a vivir como huérfano
con la excusa de que así alcanzará más fácilmente su mayoría de edad.
Sin la vivencia de lafilialidad el hombre dificilmente podrá vivir
en fraternidad con los demás y en un señorío respetuoso hacia el mun-
do cósmico que le ha sido confiado.
Ante la presencia del misterio del Absoluto, hemos pasado de la
manipulación a la indiferencia y de la blasfemia al neopaganismo. Se-
guramente ha llegado la hora de que el ser humano recobre la con-
ciencia del «hijo-hermano-señor» para poder vivenciar la actitud inte-
gradora que le hará sentirse sencillamente y gloriosamente hombre:
«Ni ángel ni bestia».

4. Conclusión

La teología y la ética vuelven aquí a darse la mano. No para en-


frentarse entre sí, sino para colaborar en la tarea que les corresponde.

30. Cf. J. R. Flecha, La fraternidad como vocación ética, en J. L. Illanes (ed.), El


Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Pamplona 2000, 409-425.
23
LA ESPERANZA ESCATOLÓGICA

/ Después de reflexionar sobre los grandes valores e ideales que sos-


tienen la moral social cristiana no es posible acabar nuestra obra sin
abordar la virtud de la esperanza. En primer lugar, porque no se deben
desoír las continuas acusaciones que desde un campo y el otro se han
dirigido a la esperanza, tal como es predicada, pensada y reivindicada
por los cristianos. Y en segundo lugar, porque ya desde el primer mo-
mento de la peregrinación cristiana por el mundo, los seguidores de
Jesús han afirmado que viven en esta tierra como quien está de paso,
en provisionalidad. Los cristianos decían vivir aguardando la manifes-
tación de su Señor, que comportaría el establecimiento de una nueva
sociedad: «Nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia»
(1 Pe 3, 13).
Como se sabe, son muchas las interpretaciones que a esa espera es-
catológica se han dado, según se subrayara uno u otro de los textos neo-
testamentarios que a ella se refieren. Para unos, el anuncio del reino de
Dios y su justicia se refería a una dimensión transhistórica, futura cier-
tamente, y para más señas, próxima e inminente. Para otros, la procla-
mación no hacía más que subrayar la presencia del reino de Dios y sus
inmensas virtualidades en medio de la sociedad humana y, por supues-
to, en el interior de las conciencias de los creyentes. Para otros, en fin,
la predicación neotestamentaria se sitúa en la dialéctica entre el ya y el
todavía no. La salvación que los profetas habían anunciado para los
tiempos últimos, habría llegado con Jesús de Nazaret, pero su manifes-
tación plena aguarda todavía el final de los tiempos y la conversión de
los que han escuchado la buena noticia (Hch 3, 19-21).
Como es evidente, cada una de estas interpretaciones de la es-
peranza escatológica y de su predicación supone también una diver-
sa interpretación de la radicalidad moral del comportamiento cristia-
no. En el primer caso, la moral cristiana parece estar legitimada para
exigir comportamientos heroicos, como aquellos que espontánea-
mente se prestan en momentos de excepción y de riesgo inaplazable.
558 Desafíos y esperanza La esperanza escatológica 559

Se entiende que a los cristianos se les pida vivir corno si no tuvieran queña niña esperanza atravesará los mundos», pronosticaba Dios y
esposa o hacienda. En el segundo caso, la moral cristiana se presenta proclamaba el poeta2 •
como el ejercicio agradecido de la vida ante la salvación que ya ha si- Pero la realidad no parece avalar tan halagüeños vaticinios, aunque
do concedida. No es menor la radicalidad, pero es diferente el talante. siempre deja pendiente el beneficio del crédito.
Se trata de vivir en la caridad y de caminar en la verdad. En el terce-
ro de los casos, la moral cristiana orienta el lento desgranar de una
a) ~cusaciones a la esperanza
«paciencia» que vive «entre los tiempos» el gozo de la liberación y la
espera de la plenitud. Entre el hallazgo y la búsqueda transcurre la iti- 1. La acusación más frecuentemente repetida contra la esperanza
nerancia cristiana1• cristiana procede del marxismo. Ante el espectáculo de las masas pro-
De la diversidad de las interpretaciones del mensaje cristiano sobre letarias, reducidas a la miseria por la explosión industrial, la fe parecía
la esperanza escatológica no queda eximida la práctica de la justicia, / ofrecer un menguado consuelo. Por una parte, daba la impresión de
corno analogado principal del comportamiento moral. pretender aliviar el sufrimiento de los explotados con las promesas
Por eso, no resultará extraño que, desde los primeros tiempos de la de un paraíso en el que se colocaban todos los bienes ahora inalcanza-
Iglesia, la predicación de los Padres haya insistido en un comporta- bles. Por otra parte, tranquilizaba las conciencias de los explotadores,
miento justo, que llevaba consigo incluso la invitación a repartir los ofreciéndoles el fácil expediente de una caridad compasiva que en na-
bienes entre los miembros de la comunidad, poniendo ante la vista co- da modificaba las estructuras injustas.
mo motivo de conversión el juicio escatológico sobre los hombres y Aquella acusación no puede ser ignorada. Una interpretación mora-
las estructuras sociales. lizante de las bienaventuranzas se vuelve contra su más hondo mensaje
Pero tampoco resultará extraño que, sobre todo a partir de la mo- moral. Las bienaventuranzas no son un código de ética nominalista, que
dernidad, se haya criticado el anuncio escatológico como justificación impone deberes heterónomos, justificándolos con la promesa de un pre-
para todas las inhibiciones ante el compromiso humano por mejorar la mio futuro, en nada constatable por la experiencia histórica. Si así fuera,
tierra y la convivencia. tendrían razón tanto las protestas de F. Nietzsche contra una moral de es-
Algo ha debido de ocurrir para que la vivencia cristiana de la es- clavos sometidos como las suspicacias de S. Freud ante un comporta-
peranza escatológica resultase en cierto sentido sospechosa y en la miento basado en la proyección de un inconsciente insatisfecho.
mayor parte de los casos francamente escandalosa para los que la con- Ha faltado un estudio antropológico de las bienaventuranzas. Hu-
templaban con ojos críticos. biera hecho falta considerarlas como la revelación de lo más auténti-
co del ser humano. Pues el núcleo que caracteriza esencialmente al
hombre no se satisface con el acaparamiento o la venganza, con el har-
1. El juicio a la niña esperanza tazgo y la satisfacción, con la indiferencia y la mentira, con la discor-
dia y el camaleonisrno. En ese sentido, las bienaventuranzas desvelan
Así la denomina Charles Péguy con poéticas palabras, colocadas el ser más verdadero del hombre. Y, por tanto, las raíces mismas de su
nada menos que en los labios del mismo Dios. La niña esperanza, aga- vocación moral.
rrada de la mano de sus dos hermanas mayores, la fe y la caridad, ju- Sólo así, las bienaventuranzas significan el anuncio profético de
guetona y desvalida al parecer, se muestra fuerte y decidida. «Esta pe- un Reino escatológico, preocupado también por la transformación de
1. Esas diversas interpretaciones, representadas fundamental.mente por A. Schweit-
las estructuras mismas de un mundo entretejido de injusticias sociales.
zer, C. Dodd y O. Cullmann, se basan en diversos textos bíblicos y determinan una dis- 2. No fueron menores las suspicacias al imentadas en el seno de las
tinta orientación en el comportamiento cristiano. Cf., a este respecto, W. Schrage, Éti- diversas corrientes existencialistas. Si el hombre era un «ser para la
ca del Nuevo Testamento, Salamanca 1987 («La ética escatológica de Jesús», 27-142); muerte», como escribía Heidegger, cualquier anuncio de una esperan-
S. A. Panimolle, Reino de Dios, en Nuevo Diccionario de teología bíblica, Madrid 1990,
1609-39; R. Aguirre, Reino de Dios y compromiso ético, en M. Vida! (ed.), Conceptos
fundamentales de ética teológica, Madrid 1992, 69-87; J. L. Ruiz de la Peña, La pascua 2. C. Péguy, Le porche de la deuxiéme vertu, en (Euvres poétiques completes, Pa-
de la creación, Madrid 1996. ris 1975, 536: «C'est cette petite filie pourtant qui traversera les mondes».
560 Desafíos y esperanza La esperanza escatológica 561

za escatológica había de sonar a hueco. Peor aún, había de sonar como mientos se ha resignado a no ofrecer su propia visión de un paraíso es-
una invitación a abdicar de la dignidad y el riesgo de asumir dramáti- catológico. Bien lo intuyó Teilhard de Chardin cuando escribía: «Se
camente la libertad humana. puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en
El existencialismo ateo contradice el mensaje cristiano de la espe- manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones pa-
ranza no sólo desde su pesimismo constitutivo, sino también y por pa- ra vivir y razones para esperarn4 •
radójico que parezca, desde su prometeísmo. Prometeo o Sísifo, el
hombre es un héroe descabalgado, arrojado de todos los paraísos, con- b) Acusaciones a los acusadores
denado a los ciclos cósmicos de la repetición y de la náusea. Pero, a
fin de cuentas, el héroe humano tiene para los existencialistas el dere- Pero he aquí que, de pronto, han enmudecido los acusadores de la
cho y la osadía de enfrentarse al futuro desde sus propias fuerzas, por niña esperanza. De pronto o al final de un largo proceso que venía
menguadas y mortales que ellas sean. Y sin embargo, la esperanza J
gestándose en el silencio del sumario. Los antiguos acusadores han
cristiana pretende apoyarse en la ayuda gratuita de un Otro que, para el ido cayendo.
existencialismo ateo, parece reducir el ámbito y las posibilidades de la Posiblemente, todavía no sea creíble la oferta de justicia que nece-
libertad humana, es decir, de lo más humano de los hombres. sariamente ha de implicar la esperanza escatológica de los cristianos.
3. A pesar de las apariencias, no ha sido menor la desconfianza Pero algo ha comenzado a cambiar, lo cual no significa que no surjan
que ante la esperanza escatológica cristiana han nutrido las diversas nuevas acusaciones y nuevas desconfianzas.
ideologías que proclamaban las excelencias del progreso, fuera técni- 1. En primer lugar, parece haber sonado la hora de la posmoderni-
co o social. Ya E. Mounier denunciaba «el pequeño miedo del siglo dad. Todavía son demasiados los movimientos y tendencias que se
XX>>3 . Era inevitable. Todo un mundo occidental había puesto su con- agrupan bajo esa etiqueta excesivamente ambigua, pero ya parece que
fianza en un futuro posibilitado y facilitado por las máquinas. Un la posmodernidad no puede reducirse a una neoconservadora antimo-
mundo tecnificado, racionalizado, planificado. El progreso técnico dernidad ni a una apologética ultramodernidad. Se trata de proponer
había de ser la panacea universal. una superación de la modernidad mediante un cambio de paradigmas5 •
El futuro no merecía la pena si no era un futuro objetivable, expe- Desde ese punto de vista, entran en crisis la visión economicista
rimentable, evaluable. Las promesas escatológicas quedaban fuera de apadrinada por el marxismo, la inmediatez decisoria propugnada por
toda comprobación empírica. Es más, de nuevo parece contradecir el existencialismo y también el pragmatismo occidental, arrodillado
obstinadamente las pretensiones de un sistema pragmatista, decidido a ante el ídolo de un progreso entendido casi solamente en términos
homologar sus logros sociales con los antaño ofrecidos por la religión técnicos.
para un mundo del más allá y del después. El cielo es presencializado. Con eso no está dicho todo. Pero queda abierta la posibilidad de
Y el juicio universal será presidido por un juez escatológico, al que se repensar al ser humano y a su mundo en términos de una justicia de di-
da el vago nombre de la Historia, que juzgará al mundo sobre el crite- mensiones personales, orientada hacia el proyecto de un mundo más
rio universal del progreso técnico y económico. humano, más armonioso, más gozoso en su redención.
Pues bien, en cada uno de estos momentos, lo que se encuentra en La llegada de una época en la que se dice que han enmudecido los
juego, en el fondo, es la justicia social, o si se prefiere, la autocom- grandes relatos y las más ampulosas utopías no puede significar, sin
prensión del ser humano en relación con sus semejantes. más, el destierro de la niña esperanza. En ese nuevo marco tal vez pue-
Ninguno de estos tres grandes movimientos, con sus diversas ra- da tener lugar la oferta gratuita de un futuro escatológico que se reci-
mificaciones, es ajeno a la pretensión de mejorar la suerte de la hu- be y se teje pacientemente en la urdimbre de la justicia social.
manidad, de articular los derechos humanos a un bienestar tangible, 2. En segundo lugar, los grandes ideales de la modernidad, centra-
de asegurar el máximo de felicidad. Es decir, ninguno de estos movi- dos en la tríada de la libertad, la igualdad y la fraternidad, no han per-

3. E. Mounier, El pequeño miedo del siglo XX, en Id., Obras completas III, Sala- 4. J. Teilhard de Chardin, La crise présente. Réjlexions d'un naturaliste: Etudes
manca 1990, 359-448; cf. también su obra póstuma La esperanza de los desesperados, 233 (1937) 165. Sin cita explícita, GS31c repite estas palabras casi al pie de la letra.
en Id., Obras completas IY, Salamanca 1988, 319-458. 5. Cf. H. Küng, Proyecto de una ética mundial, Madrid 1991, 38-41.
562 Desafios y esperanza La esperanza escatológica 563

dido su vigencia. Tan sólo hace falta exigirles una coherencia interna Por lo que aquí interesa, baste recordar que estas nuevas voces en-
que les ayude a corregir sus deformantes reduccionismos. La revolu- carnan una propuesta ética. De un lado, vuelven a invocar y anticipar
ción de la fraternidad-sororidad ha de armonizar los anhelos de liber- la promesa del futuro como estímulo prospéctico para la renovación
tad y de igualdad. ética del presente. De otro, consideran esta renovación no como un au-
Son muchos los que, desde una perspectiva laica, también asumida mento de la capacidad técnica, sino como una modificación ética de
por los líderes religiosos, enarbolan la bandera de la solidaridad. No de- nuestras actitudes. En realidad, se trata de una renovación de nuestras
ja de ser extraña esta íntima resistencia a la muerte de los mitos, los ide- estructuras en la justicia.
ales y los grandes relatos. Nuestro mundo ha levantado una grandiosa es- Mirando al conteniente europeo, Juan Pablo II ha mencionado nu-
tatua a Prometeo, justo en el centro donde se toman las más importantes merosos indicios de una pérdida de la esperanza, pero ha encontrado
decisiones mundiales6 . Nuestro mundo parece identificarse con Narciso, también la permanencia de una fuerte nostalgia de la esperanza8 . Tal
que se mira complacidamente en todos los estanques, ignorando la voz vez sin saberlo, la cultura actual vuelve a pensar en la posibilidad de
del amor que lo busca. Nuestro mundo reproduce la historia opulenta y considerar la justicia social como mediación ética de la esperanza es-
trágica de Midas, que convierte en oro todo lo que toca, es decir, todo lo catológica. Quizá esto baste para un diálogo entre las diversas religio-
que usa, todo lo que necesita comer y todo lo que debería amar. nes e ideologías que se encuentran hoy en la plaza del mundo9 .
Y a pesar de todo, nuestro mundo se reencuentra unido ante los
grandes desastres. Un mundo que trata, una y otra vez, de deletrear la
solidaridad como el nuevo paradigma de la salvación escatológica, co- 2. Evocando el mensaje
mo desde antiguo confesaron los judíos de Jerusalén: «Todos estos
han nacido allÍ» (Sal 87, 5). No es aquí el lugar más apropiado para recordar el contenido cate-
3. En tercer lugar hay que mencionar a los diferentes movimientos gorial ni el marco trascendental en el que se sitúa la reflexión cristiana
ecologistas. Con sus limitaciones, ingenuidades e incoherencias han sobre la esperanza escatológica.
despertado en la humanidad la conciencia de una doble fraternidad. Baste recordar, solamente, algunos de los momentos característi-
Una hermandad diacrónica, que trasciende el momento presente para cos de la formulación de esta conciencia cristiana, con especial refe-
abrirse a un futuro de promesas y temores, y una hermandad sincróni- rencia a la promoción de la justicia social. Para ello, se proponen en
ca, que trasciende la solidaridad entre los humanos para ampliarla a primer lugar los datos neotestamentarios; a continuación, se evoca el
todos los seres vivos y aun al mundo cósmico no sentiente. eco vigoroso de las voces de los Padres, y por último los más recientes
La ecología se ha convertido en ecoética. No pretende solamente documentos de la doctrina social de la Iglesia.
invitar a los humanos a reconsiderar sus relaciones con el medio para
poder sobrevivir, sino que propugna un cambio de paradigma en el
comportamiento. Dicho cambio se parece asombrosamente a lo que la a) Esperanza y justicia en la Escritura
tradición judeocristiana ha conocido y caracterizado con el nombre de
la «conversión>> (metanoia). Uno de los textos más bellos para un hebreo del final del periodo
Conviene subrayar, por otra parte, la importancia que en los plan- del segundo templo había de ser, sin duda, el precioso poema recogido
teamientos de los ecologistas ha tenido la imagen del futuro. Tampoco en el capítulo 60 del libro de Isaías. Allí, un poeta muy cercano al au-
en este campo ha estado ausente el anuncio de una salvación escato- tor del llamado Libro de la Consolación, vislumbra la gloria de la fu-
lógica que, por cierto, es descrita en la Biblia en términos de armonía tura Jerusalén. La ciudad, convertida en centro de peregrinación uni-
cósmica (Is 11, 1-9; Rom 8, 18-25; 2 Pe 3, 13; Ap 21, 5)7. versal, se ve enriquecida por los tributos de todos los pueblos que en
otro tiempo la esclavizaron. Es verdad que no se oculta un cierto sen-
6. Es decir, en medio del Rockefeller Center, de Nueva York.
7. Cf. J. R. Flecha, Escatología y ecología: desafios éticos de la esperanza, en Ins- 8. Juan Pablo U, Ecclesia in Europa (28.6.2003), 7-1 7.
tituto superior de estudios teológicos, O Cristéio e o desafio ecológico, Coimbra 1993, 9. Cf. J. R. Flecha, La justicia, mediación ética de la esperanza: Estudios eclesiás-
127-141. ticos 64 (1989) 433-464.
564 Desafios y esperanza La esperanza escatológica 565

timiento de revancha y orgullo nacional, pero prevalece el anuncio de luaci~n. la atención a los hambrientos, los sedientos, los despojados y
una armonía sin violencia que parece el sello de un nuevo mundo y los pns10neros. Con razón, la misma encíclica Centesimus annus evo-
una nueva sociedad basada en la justicia. ca las palabras de Jesús: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos
Esta visión de Jerusalén es recogida por el autor del Apocalipsis. míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40), para añadir
La ciudad santa, la nueva Jerusalén, es a la vez don de Dios y fruto de «que no deben quedarse en un piadoso deseo, sino que han de conver-
la tarea humana. Ella baja del cielo y está construida con las piedras tirse en compromiso concreto de vida» 12 .
más bellas de la tierra. Es la morada de Dios con los hombres. En ella Según la tradición lucana, son precisamente aquellos criados que
se ha instalado la negación de todas las negatividades (Ap 21, 4). han olvidado la meta de su esperanza y han dejado de aguardar a su
No es una casualidad que la encíclica Centesimus annus remita Señor, los que abusan de las cosas y quiebran las normas de la convi-
precisamente a este texto, al situar la reflexión eclesial sobre la justi- vencia pacífica con los demás (Le 12, 45).
cia en la dinámica del futuro que esperamos: Menos parabólica, pero más completa, por referirse a la relación
En todo tiempo, la verdadera y perenne «novedad de las cosas» viene
del hombre con lo otro, con los otros y con el Absolutamente Otro, es
de la infinita potencia divina: «He aquí que bago nuevas todas las co- la exhortación que se encuentra en la Carta a Tito: «Vivamos con sen-
sas» (Ap 21, 5). Estas palabras se refieren al cumplimiento de la histo- satez, justicia y piedad en el siglo presente, aguardando la feliz espe-
ria, cuando Cristo entregará el <<reino a Dios Padre[ ... ], para que Dios ranza y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro
sea todo en todas las cosas» (1 Cor 15, 24.28). Pero el cristiano sabe Jesucristo» (Tit 2, 12-13). El dinamismo de la esperanza genera tres
que la novedad, que esperamos en su plenitud a la vuelta del Señor, es- virtudes morales referidas a las cosas, a los demás y a Dios. Así pues,
tá presente ya desde la creación del mundo, y precisamente desde que la esperanza del Mesías no aliena a los creyentes de su compromiso de
Dios se ha hecho hombre en Cristo Jesús y con él y por él ha hecho justicia, sino que lo aviva y lo confirma.
«una nueva creación>> (2 Cor 5, 17; Gal 6, 15)io.

La visión de la esperada ciudad de la paz universal no invita sola- b) La tradición de los padres de la Iglesia
mente a la contemplación, sino también al compromiso beligerante,
Es conocida la riqueza y la viveza de las exhortaciones de los Padres
como hace años escribía el teólogo J. B. Metz 11 •
En efecto, el anuncio escatológico de la nueva Jerusalén conlleva con relación a Ja justicia social. A la abundancia de los textos se une la
diversidad de fundamentaciones teológicas a las que acuden: el amor
el anuncio de la paz universal y de la justicia social que, desde la no-
vedad de la <rjusticia» de Dios, impregna las decisiones y las estructu- universal de Dios, la fraternidad de los hombres en Cristo, el ejemplo de
ras humanas. Conlleva también la denuncia de todas las injusticias y las primeras comunidades, la superación de la siempre recurrente tenta-
de todos los obstáculos que, al impedir la llegada de la paz mesiánica, ción de Caín. Pot lo que aquí interesa, resulta especialmente significa-
impiden a la vez la humana convivencia, la afirmación de la solidari- tiva la continua alusión al tema del juicio sobre la humanidad y a la
dad universal y la amanecida de los ideales de los que Jerusalén es la realización de las promesas que nos orientan a la vida eterna. Aquí so-
cifra y el símbolo. Pero ese anuncio escatológico conlleva, además, la lamente será posible recordar algunos textos, entre los más significati-
renuncia a todas las decisiones y omisiones que, individual y estruc- vos, por la riqueza teológica o la viveza de sus expresiones.
turalmente, hacen poco factible, poco creíble y poco esperable la Ya en las comparaciones del Pastor de Hermas, se evoca la condi-
irrupción de la ciudad de la paz en el mundo de los hombres. ción de extranjería en que vive el cristiano para exhortarlo a la auste-
No se puede olvidar que la profecía del juicio escatológico ejem- ridad y para invitarlo a atender al huérfano y la viuda. El esfuerzo in-
plifica el juicio último sobre la historia, tomando como criterio de eva- vertido en la atención a los pobres constituye la compra de las mejores
posesiones con las que ha de encontrarse en su ciudad cuando vuelva
10. Juan Pablo II, Centesimus annus, 62. a ella 13 • Son claras las referencias a la ciudadanía celestial, de que ha-
11. A la alternativa propuesta por R. Garaudy entre espera cristiana y lucha en fa-
vor del mundo le respondía J. B. Metz que la esperanza cristiana no se puede realizar en 12. Juan Pablo II, Centesimus annus, 57.
una espera puramente contemplativa, puesto que ella es fundamentalmente creadora y 13. Pastor de Hermas, comp. 1, 6-11 , en D. Ruiz Bueno (ed.), Padres apostólicos,
combativa (J. B. Metz, Disputa su/l'avvenire de/l 'uomo: Sapienza 20 [1967) 145). Madrid 1979, 1008-1009. Convendría recordar aquí a Ignacio de Antioquía en su Car-
566 Desafíos y esperanza La esperanza escatológica 567

bla Pablo a los filipenses (Flp 3, 20), y a la exhortación evangélica a una y otra vez a Juan Crisóstomo a glosar la profecía evangélica sobre el
vender los bienes y entregarlos a los pobres para tener un tesoro en el juicio final en términos verdaderamente interesantes 17 . Su homilía antio-
cielo (Le 12, 33-34 ; 18, 22). quena sobre la penitencia enfatiza las palabras de gracia del Juez escato-
1. De entre los padres griegos, Basilio el Grande recuerda en su s lógico, evocando la sorpresa de quienes nunca supusieron poder vestir al
homilías el anuncio del juicio final como advertencia contra la avari- que viste los cielos y la tierra. Pero más llamativas aún son las palabras
cia y la injusticia. Las palabras del Juez eterno: «Apartaos de mí, mal- dedicadas a la condena de los malvados: «¿Por qué motivo, en castigo de
ditos», no acusan, según él, al ladrón, sino que condenan al que no qué? Porque tenía hambre y no me disteis de comer. No dijo: Porque for-
quiere dar de lo suyo 14 • Ante el tribunal del Juez justo no acompañarán nicasteis, porque cometisteis adulterio, porque robasteis, levantasteis fal-
a los hombres injustos Jos abogados comprados, ni los aduladores ha- so testimonio o perjurasteis. Males son, evidentemente, todos esos, pero
bituales. Sus homilías constituyen un retrato patético de abusos bas- inferiores a la inhumanidad y falta de entrañas» 18•
tante habituales: El recuerdo del juicio futuro, sin embargo, no sólo le sirve para
Y es así que, adonde quiera que vuelvas los ojos, verás imágenes claras condenar las injusticias más notorias, sino también para recordar a los
de tus maldades. De un lado, las lágrimas de los huérfanos; de otro, los fieles la otra injusticia del abuso de los bienes legítimamente adquiri-
gemidos de las viudas; de otro, Jos pobres sobre quien descargaste tus dos, sin mantenerse dentro de los límites de lo necesario. «Dios nos ha
puñetazos, los esclavos cuyas carnes desgarraste, los vecinos a quienes procurado todo eso no para que gocemos solamente nosotros de ello,
exasperaste; todos se levantarán contra ti, todo un coro malo de lamen- sino también para remediar la necesidad de nuestros semejantes» 19 •
taciones te ceñirá como una muralla15 •
2. De entre los padres occidentales, hay que recordar, al menos, al-
gunos de los más llamativos pensamientos de Agustín de Hipona. Una
También en el Oriente, Juan Crisóstomo recurre a una figura que
y otra vez retorna en sus sermones la situación lamentable de la distri-
atraviesa toda la historia de la literatura: la de la vida como representa-
bución injusta de las riquezas, la explotación de los pobres y las resis-
ción teatral. Sólo el reino esperado de la verdad retira las máscaras de
tencias de sus fieles a' compartir sus bienes. No es extraño que la vi-
los actores: «Se presenta la muerte, se deshace el teatro, y sin las más-
sión evangélica de tales problemas de justicia se apoye en la parábola
caras de la pobreza y Ja riqueza se pasa a la otra vida; y allí son todos
lucana del rico y el pobre Lázaro que ven cambiadas sus suertes en «el
juzgados por sus obras, y unos parecen como verdaderos ricos, otros co-
mo pobres; unos como honrados, otros como m . f;ames» 16 . una cons1"de- día de la retribución, cuando, devueltos los cuerpos, todo hombre re-
ración sobre la escatología «individual» alcanza de pronto los límites del ciba lo que merece»2º.
También la profecía mateana del juicio final aparece continuamen-
juicio sobre la historia entera.
Las antiguas preguntas sobre la retribución en el más allá en contraste te en sus escritos para exhortar a los cristianos a la fidelidad, al amor y
con la prosperidad actual de los que se enriquecen injustamente llevan a la justicia. Con uno de sus habituales juegos de palabras, gusta de
afirmar que «cuando vean al juez los malos no les parecerá bueno»21.
ta a los efesios, XI, 1, donde a la convicción de vivir en los últimos tiempos, vincula un E l doctor de la gracia es también el doctor de la esperanza. Para
conjunto de virtudes que, en medio de la paganía, caracteriza el esfuerzo de los cristia- Agustín la vida de la vida mortal es precisamente la esperanza de la
nos por vivir en la paz y en la justicia ( cf. la edición de J. J. Ayán Calvo, Ignacio de An-
vida inmortal22• Con imágenes que bien podían entender los terrate-
tioquía, Madrid 199 1, 11 5). Por otra parte, la superación de la avaricia y la lucha por la
justicia va un.ida a la esperanza y a la conciencia de la caducidad de lo presente en vis-
ta de la eternidad (cf. Policarpo de Esmirna, Carta a los filipenses, IV, 1). Baste recor- 17. Id., De fato et providentia, or. 1, en PG 50, 768.
dar aquí, además, el precioso texto de Ja Epístola de Bernabé, l '. 6: «Tres ~on . las ense- 18. Id., De poenitentia, hom. , VII, 7, en PG 49, 335.
ñanzas del Señor: la esperanza, principio y fin de nuestra fe; Ja JUSt1c1a, pnnc1p10 y fm 19. Id., In Genesim, hom., XXXVII, 5, en PG 53, 348. Estos y otros muchos textos
del juicio; y el amor, testimonio de la alegria y del gozo de las obras de la justicia» (1, 6, se pueden encontrar en la obra de R. Sierra Bravo, El mensaje social de los padres de la
en J. J. Ayán Calvo [ed.], Epístola del Pseudo-Bernabé, Madrid 1992, 153). Iglesia, Madrid 1989, cuya traducción se utiliza aquí.
14. Basilio el Grande, Hom. «Destruam harrea mea», 8, en PG 31, 278. 20. Agustín de Hipona, Serm. 280, 5, en PL 38, 1283; cf. Id., Quaest. evang., 11,
15. Id., Hom. In divites, 6, en PG 31, 295. Según Gregario de Nisa, la esperanza de 38, en PL 35, 1350; y En. in Ps. 36, 1, 10, en PL 36, 361.
Ja remuneración y del premio mueve a algunos a vivir la virtud y la rectitud (In Cant. 2 1. Id., De Trin., l, 13, 31, en PL42, 843; cf. Id., De div. quaest ad Simpl., 1, 2, 21,
cantic. hom., 1, en PG 44, 765). en PL4, 126.
16. Juan Crisóstomo, De Lazara contio secunda, 3, en PG 48, 986-87. 22. Id., En. in Ps. 39, 7, en PL 36, 437-38.
568 Desafíos y esperanza La esperanza escatológica 569

nientes de su época, el obispo de Hipona invita a ensanchar el deseo les de la profecía ·escatológica: «Cuanto hicisteis a uno de estos her-
en la esperanza, como se amplían los graneros cuando se prevé una manos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis»25 •
abundante cosecha23 . Mucho más significativa es la referencia al juicio definitivo conte-
Para concluir, y a modo de resumen, baste aquí recordar un pasaje nida en el radiornensaje que Pío XII dirigió al mundo en la navidad de
de un sermón del papa León Magno, que refleja tantas reflexiones de 1951. Ante las continuas tentativas de considerar a la Iglesia como una
los Padres sobre la profecía del juicio final: potencia terrenal cualquiera, con el fin de obligarla a renunciar a su
Cuando venga el Hijo del hombre en su majestad y se siente en el tro- neutralidad ante los pueblos y las contiendas internacionales, el Papa
no de su gloria y examine, reunidas todas las naciones, las obras bue- reivindica para la Iglesia la libertad de juzgar moralmente los aconte-
nas y malas, ¿en qué serán alabados los que estarán a su derecha sino cimientos. Sólo en ese aspecto abandona la Iglesia su neutralidad. An-
en las obras de benevolencia y en los oficios de caridad, que Jesucris- te el curso de la historia Dios jamás es neutral. Y tampoco puede ser-
to reputará como hechos a Él mismo? Porque quien hizo suya la natu- lo la Iglesia:
raleza del hombre, en nada quiso distinguirse de la humildad humana.
Pero a los que estén a la izquierda, ¿qué les reprochará, sino el olvi- Si habla ella, es en virtud de su misión divina querida por Dios. Si habla
do del amor, la dureza de la inhumanidad y la misericordia negada a y juzga sobre los problemas del día, es con la clara conciencia de antici-
los pobres? Es como si ni otras virtudes tuvieran los de la derecha ni par, por la virtud del Espíritu santo, la sentencia que al final de los tiem-
otros pecados los de la izquierda. En aquel grande y supremo juicio pos confirmará y sancionará su Señor y Cabeza, Juez del universo26.
en tanta cuenta se tendrá ya la benignidad de la liberalidad, ya la im-
piedad de la avaricia, que, por el conjunto de todas las virtudes y por 2. No se puede ignorar aquí el cambio de orientación que, ya antes
la suma de todos los delitos cometidos, por una sola virtud unos serán del concilio Vaticano ll, venía recibiendo el tradicional tratado teológi-
admitidos en el reino, y por un solo vicio los otros serán arrojados al co De Novissimis. Más que estudiar «las últimas cosas», se comenza-
fuego eterno24 • ba a estudiar la promesa y la venida de Cristo, «el Último» y el consu-
mador de la historia de la salvación. Al rnísrno tiempo, se estudiaba a la
Se podría decir, en consecuencia, que el anuncio de la esperanza Iglesia como la comunidad escatológica que, entre el ya de la salvación
escatológica no sólo no ha inhibido las fuerzas de los cristianos, sino aportada por Cristo y el todavía no de la glorificación final, carnina y
que las continuas exhortaciones de los Padres han presentado ante los peregrina en la esperanza. La escatología había perdido su fisicalidad
ojos de los fieles el futuro prometido para invitarlos al cumplimiento y privacidad tradicionales para ganar en acentos cristológicos, eclesio-
de la justicia y a la práctica de la humanidad y la solidaridad. lógicos y cósmicos.
En esa nueva perspectiva se sitúan las reflexiones del concilio Va-
ticano II sobre la índole escatológica de la Iglesia peregrinante (LG
c) Doctrina social de la Iglesia 48-51). Ahí se reconoce que la restauración prometida y esperada ya
1. Esta tradición secular se refleja también en la doctrina social de ha comenzado en Cristo e ilumina el sentido de las actividades tem-
la Iglesia. De hecho, ya desde el primer momento ha insistido en la porales: la esperanza de los bienes futuros no aleja a los creyentes de
evocación de la venida del Señor para ejercer un juicio definitivo so- la tarea que el Padre les ha confiado en este mundo (LG 48). Entre lí-
bre la historia, sobre las acciones de los hombres y sobre las estructu- neas es posible leer la ya añeja acusación de inhibición, lanzada con
ras humanas. Ya la encíclicaRerom novarum evoca el día en que los ri- frecuencia contra la esperanza escatológica. Más explícita, sin em-
bargo, es la respuesta que se le ofrece en la constitución pastoral
cos habrán de dar cuenta rigurosa, ante Dios corno juez, del uso que
Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo de hoy. En un contex-
hubieren hecho de sus riquezas, al tiempo que cita las palabras centra-
to en que se consideran las manifestaciones actuales del ateísmo, re-
cuerda abiertamente el Concilio: •
23. La imagen está evidentemente tomada de Le 12, 16-21 y recurre con frecuen-
cia en los escritos de san Agustín. Por lo que se refiere tan sólo a sus sermones, cf., por 25. León XIII, Rerum novarum, 16; cf. también Plo XI, Quadragesimo anno, 126,
ejemplo, 32, 27; 36, 9; 86, 15; 107, 5-6; 178, 2; 306, 6. donde cita el texto de Mt 16, 27.
24. León Magno, Serm. X, cap. 11, en PL 54, 165. 26. Pío XII, Radiomensaje de navidad (1951), 6.
570 Desafios y esperanza La esperanza escatológica 571

Enseña la Iglesia que la esperanza escatológica no merma la importan- Las continuas discusiones que han tenido lugar en los años si-
cia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos mo- guientes nos indican que nos encontramos, una vez más, ante el eterno
tivos de apoyo para su ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese problema de la dialéctica entre la naturaleza y la gracia, el don de Dios
fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad hu- y la tarea humana. Se podría decir que, dentro de la Iglesia, tal dialéc-
mana sufre lesiones gravísimas (GS 21c). tica sólo ha podido ser aclarada por medio de la referencia a la econo-
mía sacramental. La esperanza escatológica es a las esperanzas intra-
En aquellos momentos tan propicios al diálogo entre las grandes históricas lo que el significado es al significante, lo que la eucaristía
ideologías, estas palabras parecieron excesivamente apologéticas. A la es al pan, lo que la regeneración es al bautismo. No hay eucaristía sin
antigua acusación de inhibición ante el compromiso temporal, parecía pan. Pero la nutrición y la convivialidad que el pan realiza y sugiere no
replicar el Concilio que es precisamente donde falta tal esperanza ul- agota el significado de la eucaristía del Señor.
traterrena y trascendente donde se producen las amenazas más graves La conclusión de aquel importante paso conciliar no era, ni mucho
contra el bien mismo del ser humano. La promesa y la aspiración a la menos, una mera exhortación piadosa. Se trataba de un profundo acto
justicia absoluta no sólo no impedían los humildes pasos iniciados en de fe en la dignidad metahistórica de los esfuerzos humanos en favor
la construcción de las metas relativas de la justicia. Más aún, la caren- de la paz y la justicia. Era un sentido acto de esperanza orientado a la
cia de ese ideal y de esa meta para el camino, hacía borrosos y perdi- plenitud del reino de Dios y traducido en la paciencia del esfuerzo dia-
dizos todos los senderos. rio por la humanización de este mundo28 •
En la misma línea, y con mayor explicitud, se sitúa el GS 39. El en- Esta confesión de fe y de esperanza se ha traducido en otras nu-
tusiasmo por este mundo no impide a la fe proclamar, a un tiempo, su merosas exhortaciones conciliares, en las que se invita a los cristianos
caducidad y su permanencia en la nueva tierra en la que habita la jus- a manifestar la esperanza a través de las estructuras de la vida secular
ticia. El Concilio reconoce que nuestra visión de ese futuro escatoló- (GS 35) y a ofrecer un testimonio vivo y operante de esa esperanza
gico no está exenta de elementos proyectivos. En realidad no puede ser (GE 2; UR 12).
de otra forma, si de alguna manera los seres humanos han de aspirar a 3. Esta nueva orientación teológica, que no es sino la recuperación
un mundo sobrenatural que, por definición, es inexperimentable si no de una escatología cristiana previa a la privatización y cosificación que
es a través de ráfagas analógicas que remiten a la felicidad y la satis- había padecido anteriormente, está presente en documentos ulteriores
facción de los más hondos anhelos de paz27 • de la doctrina social de la Iglesia. La reflexión conciliar se repite, por
La fe ha de estar pronta a relativizar todas las ganancias técnicas y ejemplo, en una de las páginas de la encíclica Sollicitudo rei socia/is:
económicas que se convierten en pérdida de humanidad. Pero, por otro La Iglesia sabe bien que ninguna realización temporal se identifica con
lado, los creyentes confiesan que «la espera de una tierra nueva no de- el reino de Dios, pero que todas ellas no hacen más que reflejar y en
be amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar es- cierto modo anticipar la gloria de ese Reino que esperamos al final de
ta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual pue- la historia, cuando el Señor vuelva. Pero la espera no podrá ser nunca
de de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo» (GS 39). una excusa para desentenderse de los hombres en su situación personal
El texto introducía a continuación unas precisiones que retornarían concreta y en su vida social, nacional e internacional, en la medida en
en Medellín, en Puebla y en los debates sobre la teología de la libera- que ésta -sobre todo ahora- condiciona a aquélla29 .
ción. No hay esperanza escatológica sin encarnación en esperanzas
concretas e intermedias de justicia; las cuales, legítimas y necesarias 28. J. Alfaro, Reflexiones sobre la escatología del Vaticano ll, en R. Latourelle
(ed.), Vaticano !l. Balance y perspectivas, Salamanca 1989, 789-797: «Toda estructura de
como son, no pueden agotar el plus que representa y ofrece la espe- segregación opresora está en contradicción con la escatología y la esperanza cristiana, es
ranza escatológica. Evidentemente, el esquema es transferible a otras decir, con la esperanza de la salvación última anticipada en el presente (siempre penúlti-
categorías, como la paz o la j usticia, la fraternidad o la solidaridad. mo) de la historia. La esperanza cristiana se verifica (se hace y se muestra verdadera) so-
lamente en el compromiso práxico por la fraternidad y por la justicia en el mundo: cum-
plir la verdad del evangelio en el amor del prójimo (Ef 4, 15)» (p. 797).
27. Cf. J. R. Flecha, Una esperanza para el mundo, en la reflexión pastoral del 29. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socia/is, 48, enAAS 80 (1988), 583; cf. J. R. Fle-
concilio Vaticano JI, en M. A. Pena-J. R. Flecha-A. Galindo (eds.), Gozo y esperanza. cha, La teología del desarrollo. Estructuras de pecado, en Comentario a la «Sollicitudo
Memorial Pro/ Dr. Julio A. Ramos Guerreira, Salamanca 2006, 395-4 11 . rei socialis», Madrid 1990, 23-57, en especial 45.
572 Desafios y esperanza La esperanza escatológica 573

Tal vez esa última nota era lo único que faltaba en las antiguas pre- Es más, la encíclica Centesimus annus parece esbozar un argu-
dicaciones de los padres de la Iglesia: la convicción y la evidencia de mento de contra réplica, basado en la consideración misma de la na-
que el juicio universal se anticipa ya y requiere compromisos de al- turaleza humana. Se trata de un argumento que trasciende la facticidad
cance igualmente universal. La justicia escatológica, de alcance uni- para remontarse a una meditación antropológica sobre la última ver-
versal y hasta cósmico, está requiriendo hoy de los cristianos un com- dad del ser humano. La encíclica puntualiza la versión que el marxis-
promiso decidido en favor de una justicia intrahistórica, también mo dio de la alienación del hombre en la sociedad mercantilista, pero
universal y cósmica, sin la cual es ya imposible la antigua utopía de añade que la alienación, junto con la pérdida del sentido auténtico de
una vida social justa. la existencia, es también una realidad en las sociedades occidentales.
Una vez más, la justicia escatológica pasa por las mediaciones de Se aliena, en efecto, el hombre que se niega a salir de sí mismo: el que
la justicia intrahistórica. El anuncio de la salvación realizada por Jesu- se objetiviza al identificarse con el objeto de sus apetencias, el que re-
cristo es inseparable del compromiso por la promoción del ser huma- baja la meta de sus más hondas esperanzas. Esperanzas que se hacen
no y su liberación. realidad en una doble trascendencia: la que abre el sujeto al diálogo
Los debates sobre la teología de la liberación no estaban lejos del generoso con los demás hombres y la que le abre al mundo del Abso-
centro mismo de estas cuestiones. La encíclica sobre la acción misio- luto:
nera de la Iglesia no podía mostrarse sorda ante estos problemas teo-
Se aliena el hombre que rechaza trascenderse a sí mismo y vivir la ex-
lógicos, y por eso mismo profundamente pastorales. La reflexión ya
periencia de la autodonación y de la formación de una auténtica co-
estaba madura para referirla a la predicación neotestamentaria sobre la munidad humana, orientada a su destino últímo que es Dios. Está alie-
esperanza escatológica. Y así lo hace la encíclica: nada una sociedad que en sus formas de organización social, de
Con el mensaje evangélico la Iglesia ofrece una fuerza liberadora y pro- producción y consumo, hace más dificil la realización de esta dona-
motora de desarrollo, precisamente porque lleva a la conversión del co- ción y la formación de esa solidaridad interhumana (CA 41).
razón y de la mentalidad; ayuda a reconocer la dignidad de cada per-
sona; dispone a la solidaridad, al compromiso, al servicio de los El anuncio y reivindicación de la trascendencia del hombre y de lo
hermanos; inserta al hombre en el proyecto de Dios, que es la cons- humano es, para la Iglesia, un elemento imprescindible de su predica-
trucción del Reino de paz y de justicia, a partir ya de esta vida. Es la ción y de su misión evangelizadora. Cuando anuncia al ser humano la
perspectiva bíblica de los <<nuevos cielos y nueva tierra» (Is 65, 17; 2 Pe salvación de Dios, la Iglesia cree contribuir al enriquecimiento de la dig-
3, 13; Ap 21, 1) la que ha introducido en Ja historia el estímulo y la me- nidad del mismo hombre (CA 55).
ta para el progreso de la humanidad. El desarrollo del hombre viene de
Tal anuncio no es un motivo para la evasión, sino precisamente un
Dios, del modelo de Jesús Dios y hombre, y debe llevar a Dios. He aquí
servicio al ser humano, entendido en su globalidad y en su última ver-
por qué entre el anuncio evangélico y la promoción del hombre hay una
estrecha conexión30•
dad ontológica. Con todo, tal anuncio no exime a la Iglesia ni a los
cristianos del humilde esfuerzo por tejer los lazos de la solidaridad hu-
Pero aún queda, apenas confesado, el hondo malestar por la vieja mana y por articular los esfuerzos que han de conducir a la justicia so-
acusación de inhibición y alienación dirigida por el marxismo a la pre- cial (CA 62).
dicación cristiana de la esperanza. Los últimos documentos de la Igle-
sia han insistido en justificar su derecho a pronunciarse sobre cuestio-
nes sociales y coyunturales, ya no por obediencia a un mandato 3. Un diálogo necesario
recibido de su Señor o por el derecho a manifestar su opinión en una
sociedad democrática, sino por su vocación de servicio al hombre in- La oferta explícita de la esperanza escatológica es intrínseca a la es-
tegral y por su vocación evangelizadora31 • tructura misma de la fe. Creer significa, entre otras cosas, confiar en el
futuro que Dios promete al hombre por Jesucristo. Creer implica acep-
30. Juan Pablo II, Redemptoris missio, 59.
31. Cf. J. R. Flecha, La doctrina social de la Iglesia y la libertad religiosa, en C. algunas de las motivaciones invocadas por la Iglesia para tratar de justificar su inter-
Corral (ed.), Libertad religiosa hoy en España, Madrid 1992, 57-81, donde se recuerdan vención sobre materias sociales coyunturales.
5 74 Desafios y esperanza La esperanza escatológica 575

tar ese futuro como donación gratuita y tratar de ir anticipándolo en la dando, proponiendo una salida cualitativamente diversa a la .situación
entrega a los demás y en la construcción de un mundo más humano. Es del pecado del mundo.
impensable la fe sin su dimensión esperanzada. Como son impensables Ahora bien, los anunciadores de tal esperanza han de saber que
la fe y la esperanza sin las mediaciones prácticas en las que se realiza la no tienen el privilegio único de la inconformidad y la interpelación
caridad, es decir, sin la actuación decidida de la justicia32 . Son muchos los que anhelan un mundo nuevo en el que reine la jus-
Pero también es intrínseca a la estructura de la fe y de la caridad la ticia (2 Pe 3, 13). Son muchos los que ya han diseñado incluso los
evangelización que se apoya en la misma vivencia de la esperanza, es planos de la nueva ciudad de las utopías. Los cristianos tienen el de-
decir la oferta de las razones de la esperanza (l Pe 3, 15). Tal anuncio ber de prestarse a un diálogo sincero y cordial con todos los «des-
supo~e una oferta de diálogo que beneficia tanto a la Iglesia como al contentos» de la injusticia, y el deber de colaborar lealmente en la
mundo. búsqueda de una salida honrosa hacia la tierra de las humanas reali-
zaciones.
Sin embargo, los cristianos han de estar atentos a no homologar fá-
a) La esperanza de la Iglesia
cilmente la esperanza escatológica con cualquier tipo de esperanza in-
El anuncio de la esperanza escatológica interpela necesariamente a termedia. En concreto, no se puede identificar el mensaje de justicia
la misma Iglesia anunciante. En este, como en otros muchos casos, el que implica la esperanza escatológica con las reivindicaciones ideoló-
cantar ha de terminar por cambiar al cantor. gicas o partidistas.
Anunciar su esperanza exige de la Iglesia superar las continuas La esperanza cristiana y las esperanzas seculares, o tal vez «civi-
tentaciones de instalación en el presente, de abandono de la itinerancia les», podrán coincidir en lo categorial, pero seguramente diferirán en lo
y de infidelidad a la vocación que la llama a los desiertos (Ap 12, 6). trascendental. Sin tal coincidencia en los objetivos, la oferta de justicia
El abandono o el silencio de la esperanza escatológica lleva a las que brota de la esperanza escatológica nunca será creíble, precisamen-
te por no ser apetecible, por no responder a los anhelos humanos, por
comunidades eclesiales a una acomodación a los esquemas injustos de
este mundo. A una especie de pacto secreto de no injerencia con los no ser esperable. Sin tal diversidad en las motivaciones últimas y en el
marco referencial de la salvación, la esperanza escatológica se priva a
que promueven o permiten la injusticia: tanto la injusticia de la explo-
sí misma de ese plus profético que, a fin de cuentas, no le beneficia a sí
tación como la injusticia de la preterición de los pequeños.
misma pero compromete su propia fidelidad.
Anunciar la esperanza escatológica significa renunciar obstinada-
Los documentos recientes de la doctrina social de la Iglesia subra-
mente a olvidar el misterio pascual. La esperanza escatológica, en
yan la necesidad del testimonio de las obras e invitan a todos los cris-
efecto, no brota de los optimismos de este mundo, sino del escándalo
tianos a una opción preferencial por los pobres33 • He ahí el contenido
de Ja cruz y de la novedad increíble de la resurrección (1 Tes 1, 10).
categorial de las mediaciones de justicia en las que se encarna el anun-
Por eso el anuncio de la esperanza escatológica denuncia, desde el sig-
cio de la esperanza escatológica.
no incómodo de la cruz, los injustos procesos contra los hombres jus-
La continua referencia a la profecía mateana - «os digo que a mí
tos. Y por eso, el anuncio de la esperanza escatológica suscita con fre-
me lo hicisteis»- marca precisamente la diferencia trascendental de tal
cuencia la sonrisa o el sarcasmo de los que planifican un futuro de
anuncio y empeño por la justicia y la solidaridad. Una diferencia que
justicia apoyándose en la mera racionalidad de las ideologías o en las
no puede menos de marcar una exigencia de radicalidad.
ventajas y beneficios del mercado.
Anunciar la esperanza escatológica significa testimoniar la propia
incomodidad ante un presente injusto y vivir tensionalmente, aguar- b) Para la vida del mundo

No sólo la reflexión teológico-moral se ha de encaminar a la pro-


32. Cf. J. Moltmann, Teología de la esperanza, Salamanca 1969; F. Kerstiens, Die
Hojfnungsstruktur des Glaubens, Mainz 1969; R. Laurentin, Nouvelles dim ensions de ducción de frutos en la caridad «para la vida del mundo» (OT 16).
l 'esp érance, Paris 1972; J. Alfaro, Esperanza cristiana y liberac ión del hombre, Barce-
lona 1972; O. González de Cardedal, Raíz de la esperanza, Salamanca 1995. 33. Juan Pablo Il, Redemptoris missio, 20.28 y 86; Id., Centesimus annus, 57.
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576 Desafíos y esperanza La esperanza escatológica 577

También, y previamente, el mismo compromiso moral de los cristia- del mundo nos llaman a vivir con seriedad la vida, a tomar ante el fu-
nos tiene la obligación seria de orientarse al servicio del mundo redi- turo decisiones responsables y a redimir con buenas obras el tiempo
mido por Jesucristo. que aún se nos da» 37 •
Tal servicio es necesariamente humilde, como el del Señor (Jn O la predicación cristiana de la moralidad y la justicia recobra su
13, 14). El anuncio de la esperanza escatológica está llamado a tono escatológico o correrá sin lugar a dudas el riesgo de instalarse en
anunciar un porvenir a los desesperanzados y a denunciar el falso un acomodado presente. Cuando se olvida esta orientación escatológi-
porvenir de los presuntuosos. A anunciar un futuro para los aplasta- ca, la exhortación moral cristiana se termina identificando - y no sólo
dos por la injusticia y a denunciar el falso futuro que pretenden cons- en lo categorial- con cualquier propuesta ideológica o con un deter-
truir los injustos. minado proyecto político.
Sin embargo, como ya se ha dicho, ni el anuncio ni la denuncia La esperanza escatológica no menosprecia las esperanzas inter-
son creíbles sin la renuncia . Renuncia a la complicidad con las medias, pero tampoco se identifica trascendentalmente con ellas. Si
grandes injusticias globales, y también a los pequeños gestos que así fuera, perdería la oportunidad y hasta el derecho de ofrecer un
hacen menos creíble el designio salvador de Dios sobre la historia plus de salvación y de intervenir proféticamente en la marcha y desarro-
humana. llo de la historia.
La obligada renuncia a las instalaciones y prebendas, a las segurida- La apelación escatológica no devalúa las realidades del presente y
des y privilegios, nos hace recordar la interpelación de san Agustín: la lucha histórica por la justicia, sino que les confiere su verdadera va-
«Vosotros no cesáis ni un momento de esperar los bienes temporales, a lía. Al relativizarlas, las desnuminiza, las desdemoniza, las integra en
pensar de que tan frecuentemente fallan vuestras esperanzas ... ¿No son el proyecto de la salvación de todo hombre y de todo el hombre. La es-
éstos los bienes que deseados enardecen, poseídos se envilecen y per- peranza cristiana nos libera de los ídolos que tienen oídos y no oyen,
didos se desvanecen?» 34 • manos y no acarician, corazón pero no aman (Sal 115, 6). La esperan-
El anuncio de la pobreza escatológica ofrece al mundo el impen- za cristiana libera a la lucha por la justicia de las aristas y durezas de
sable regalo de la pobreza. En el esfuerzo por la promoción de la jus- una justicia sin misericordia.
ticia, vivir en la pobreza no significa destruir o despreciar instrumen-
Pero las críticas a la injusticia de tantos proyectos de justicia no
tos y organizaciones sociales, como ha dicho la Centesimus annus,
pueden nacer de la arrogancia o el desdén. También los encandilados
«sino orientarlos según una concepción adecuada del bien común con
por el proyecto cristiano de la esperanza se saben itinerantes y peca-
referencia a toda la familia humana»35 •
dores. También en ese sentido, la moral cristiana de la justicia brota de
Se trata de ofrecer un «nuevo paradigma» de relaciones entre los
la esperanza y a ella conduce38 •
hombres y entre las instituciones sociales, así como entre el ser huma-
La evangelización ha de ser compasiva y esperanzada o no será
no y el mundo, que es su casa y su interlocutor, como postulan los pro-
evangelización. No sonará a buena noticia de esperanza, equidad y fe-
yectos de una ética global36 .
licidad. La Iglesia que ofrece pautas de humanismo y, de paso, critica
el deshumanismo del mundo lo hace por amor a ese mundo que es
también el suyo. Ante él, por desviado que parezca, la Iglesia no pue-
4. Conclusión
de renunciar a ser «madre y maestra» de verdad y de humanidad. Tal
es su servicio.
En un párrafo que para muchos pasó inadvertido en el documento
La verdad os hará libres, los obispos españoles recuerdan que «las
promesas escatológicas de Dios y las realidades futuras del hombre y
37. Conferencia episcopal española, instrucción titulada La verdad os hará li-
bres (20.11.1990), 47.
34. Agustín de Hipona, Serm. 157, 5, enPL 38, 861 (versión castellana de M. Pei- 38. Cf. Juan Pablo Il, Centesimus annus, 59: «La experiencia de novedad vivida en
nado, La predicación del Evangelio en los padres de la Iglesia, Madrid 1992, 291 ) . el seguimiento de Cristo exige que sea comunicada a los demás hombres en la realidad
35. Juan Pablo Il, Centesimus annus, 58. concreta de sus dificultades y luchas, problemas y desafíos, para que sean iluminadas Y
36. Cf. H. Küng, Proyecto de una ética mundial, 87-91. hechas más humanas por la luz de la fe».
578 Desafios y esperanza

PAUTAS DE TRABAJO
ÍNDICE GENERAL
1. Preguntarse por las esperanzas que alimentan la vida de nuestros con-
ciudadanos y la respuesta que les ofrece el testimonio cristiano de la esperan-
za en Jesucristo.
2. Analizar hasta qué punto una decidida y sincera opción por los pobres
exige de los cristianos una visible oferta de esperanza.
3. Elaborar una síntesis de los contenidos de la moral social desde la ca-
tegoría de la esperanza escatológica cristiana.

Presentación ..... ........ ... .... ... ......... ..... ... ................. ........ ..... ....... ... .... .... 9
l. Teología y ética ...... ... ..... ... ..... ... ..... .... ..... ... ..... ... ..... ........ ...... ... . 9
2. Teología moral y Doctrina social de la Iglesia ... ..... .............. .. .. 1O
3. Un manual de moral social..................................................... ... 12
Bibliografia .......................................................................................... 15
l . Fuentes ...................................................................................... 15
2. Diccionarios .............................................................................. 16
3. Manuales . ..... . .. ....... ........ . ...... .. ....... . ........ .. ...... . ........ . ...... . ...... . .. 17
4. Obras................................................................................ ......... 17
Siglas y abreviaturas .. ...... . ....... .. ...... . ....... .. .............. ... ....... . ....... .. .... . .. 19

PREMISAS Y FUNDAMENTOS

1. Fundamentos de la moral social cristiana ......... ............. ... ..... ...... .. 23


l. Sociedad y persona . . ....... .. ...... .. ....... . ....... .. ..... .. . ....... .. ....... ...... . . 24
a) Individualidad frente a comunidad ....................................... 25
b) Comunidad frente a individualidad .......... ........ .... .... ..... ....... 25
c) Yo-tú- nosotros ..................................................................... 26
2. Modelos de moral social ......... ................................................ .. 27
a) El criterio de la ley ...... ... ..... ... ..... ......... ... ............. ........ ... .... . 27
b) El criterio de una revelación .. ..... ........ ... .......... .... ......... .. ... .. 29
c) La verdad del ser humano .................................................... 30
d) La revelación del ser humano ..... .... ..... ... ......... .... ..... .... ....... 31
3. Persona y sociedad .. . ...... . ... ..... . ...... ... ............ .......... .. .. ... ... . .. ... .. 37
a) De la coexistencia a la convivencia ...................................... 37
b) De la libertad a la liberación ................................. ............... 38
c) De la solidaridad a la fraternidad .................................. ....... 41
4. Conclusión .. ..... ... ........ ..... .. ...... ... ..... ... ...... ............ .... .... ..... .. ..... 42
Pautas de trabajo ...... ..... ... ..... ... ..... ... ..... ... ................. .............. ...... . 42

2. Fe cristiana y moral social .............................. ................................ 43


1. Trinidad y vida moral .. ..... ... ........ ........ ......... ..... ............. ..... .. .... 43
a) Una conciencia antigua y nueva........................................... 44
580 Índice general Índice general 581

b) Anuncio de valores ....... ....................................................... 47 5. Verdad, justicia, amor y libertad como normas éticas para la con-
c) Denuncia de antivalores ........ ................................. ............. . 49 vivencia ......................................................................................... . 113
2. El hombre, imagen de Dios ..................................................... . 50 l. Orden social y derecho natural .................................................. 115
a) Responsabilidad del hombre como imagen de Dios ....... ..... 52 a) Naturaleza y persona ........................................................... . 115
b) Respeto a la imagen de Dios ............. ....... ....................... .... . 54 b) Fundamentación antropológica ............................................ 117
3. Opción por dios y opción por el hombre .................................. . 58 2. Orientación ética ....................................................................... 118
a) Problema y misterio ............................................................ . 58 a) La fundamentación moral ................................................... . 119
b) Identidad y especificidad .................................................... . 59 b) La ética de la paz ................................................................. . 120
c) Eucaristía y vida social ....................................................... . 60 3. Cuatro valores fundamentales .................................................. . 121
4. Conclusión .................................................................... ........... . 62 a) El valor de la verdad ........................................................... . 122
Pautas de trabajo ........................................................................... . 62 b) El valor de la justicia ........................................................... . 123
c) El valor del amor ................................................................ . 124
3. El hombre, centro de la cuestión social ......................................... . 63 d) El valor de la libertad .......................................................... . 126
l. La antropología en León XIII .................................................. . 63 4. Aplicación de Jos valores ......................................................... . 127
a) El hombre en sí mismo ........................ ................................ . 64 a) Responsabilidad y compromiso .......................................... . 127
b) El hombre en comunidad .................................................... . 66 b) Valores y presencia cristiana ............................................... . 128
c) El hombre ante Dios ............................................................ . 69 5. Conclusión .................................................. ............................. . 129
2. Antropología y humanismo de Juan XXIII ............................. . 71 Pautas de trabajo ........................................................................... . 130
a) Problema del hombre ........................... ..............................:. 71
b) Dignidad del ser humano .................................................... . 73 6. Valores éticos en una sociedad plural ........................................... . 131
c) Un ser relacional ............................ ..................................... . 75 1. Una mirada a la realidad social ................................................ . 131
3. El puesto del hombre en la Centesimus annus ......................... . 79 a) Algunas zonas de sombra .................................................... . 132
a) Purificación de intenciones ................................................. . 79 b) Algunos puntos de luz ....................................................... .. . 133
b) El hombre y su verdad ........................................................ . 81 2. Evocando las fuentes ................................................................ . 135
c) La revelación del hombre .................................................... . 83 a) El mensaje bíblico ............................................................... . 136
4. Conclusión ............................................................................... . 86 3. Los principios de la doctrina social de la Iglesia ..................... . 138
Pautas de trabajo ........................................................................... . 87 a) El principio del bien común................................................. . 139
b) El principio de subsidiaridad ........................................... .... . 143
4. Los ideales de la modernidad ........................................................ . c) El principio de solidaridad .................................................. . 144
89
l. Sobre la comprensión de la libertad ......................................... . 89 d) La radicalidad de la caridad ................................................ . 147
a) Reivindicación de la libertad como derecho ....................... . 90 4. El testimonio de la caridad ................................. ...................... . 149
b) La libertad como propuesta antropológica .......................... . 92 a) La fe y la misión social ....................................................... . 149
c) Una tarea utópica para la libertad ...................................... .. 94 b) Estructuras y comunidades ................................................. . 151
2. La igualdad como principio ético ........ ..................................... . 96 5. Conclusión ............................................................................... . 152
a) El concepto de igualdad ...................................................... . 96 Pautas de trabajo ........................................................................... . 152
b) Fragmentación del objeto de la igualdad ............ ................ . 100
e) La utopía de la igualdad .................. .................................... . 101
3. La fraternidad como vocación ética ........................................ . ll
102
ESCENARIOS Y PROBLEMAS
a) Un dificil descubrimiento .................................................... . 104
b) Una tradición de fe .............................................. ................. 106
e) El evangelio de la fraternidad ..................... ...................... .. . 7. Los derechos humanos ................................................................. . 155
110
4. Conclusión ............................................................................... . l. Explicitación de los derechos humanos .................................. . 155
111
a) Sobre los fundamentos ........................................................ . 156
Pautas de trabajo ........................................................................... . 112
b) Reconocimiento de las libertades del hombre .................... . 159
c) Declaraciones de los derechos del hombre ......................... . 160
582 Índice general Índice general 583

2. Los derechos humanos en la ética cristiana ............................. . 162 4. Para un planteamiento ético .................................................... .. 223
a) Antes del concilio Vaticano II ............................................ .. 163 a) Una responsabilidad compartida ......................................... . 223
b) La enseñanza conciliar ........................................................ . 166 b) El derecho de los padres ...................................................... . 224
c) Después del Concilio .......................................................... . 167 c) La responsabilidad pública ......................................... ......... . 225
3. Derechos humanos y fe cristiana ............................................. . 168 d) Demografía y desarrollo .................................................... .. 226
4. Derechos humanos y ética social ............................................ .. 172 e) Una educación integral ........... ............................................. . 227
a) Guía para las normas positivas ......................... ................... . 173 5. Conclusión ......................... ........................ .............................. . 228
b) Protección de la persona .................................................... .. 173 Pautas de trabajo ........................................................................... . 229
c) Crítica y juicio de los abusos ............................................. .. 174
5. Conclusión .............................................................. ................ .. 174 10. El trabajo humano .................. ..................................................... .. 231
Pautas de trabajo .. ....................... ............. ..................................... . 176 l. Trabajo y ocio en la experiencia humana ................................ . 232
a) La experiencia del trabajo ........................... ...................... .. 232
8. La familia ....................... ................................................ ....... ........ . 177 b) La experiencia del ocio ...................................................... . 234
l . Familia en cambio ................................................................... .. 178 2. El trabajo y el ocio a la luz de la Escritura ....... .................... .. . 235
a) La relación con lo otro ....................................................... .. 178 a) El trabajo y el sábado ................................................. ........ . 236
b) Relación con los otros ............................................ ............. . 179 b) El trabajo y la cruz ............................................................. . 237
c) Relación con el Absolutamente Otro .................................. . 181 3. Responsabilidades ante el trabajo .......................................... .. 238
2. Familia y revelación ................................................................. . 182 a) Referencias en los principales documentos ...................... .. 239
a) Creación y elección ............................................................. . 182 b) Diferentes responsabilidades ............................................ .. 243
b) Misión y servicio .................................................................. 185 1) Responsabilidad individual ........................................... . 243
c) Las comunidades domésticas ............................................. .. 187 2) Responsabilidad social .................................................. . 244
3. La familia y sus bienes .................. .................................. ........ .. 189 c) Defensa del trabajador ...................................................... .. 245
a) El bien de la fidelidad ......................................................... . 189 1) Organizaciones sindicales ............................................ .. 246
b) El bien de la prole ............................................................... . 190 2) La huelga ....................................................................... . 247
c) El bien del sacramento .................................. ....... .............. .. 191 4. Nuevas situaciones .................................................................. . 248
4. Matrimonio y familia en la doctrina de la Iglesia .... ............... .. 191 a) Pluriempleo y desempleo ..................................... ............. .. 249
5. Desafios morales ....... ............................................................... . 197 b) Los recursos humanos ....................................................... .. 250
a) Los derechos de la familia .................................................. . 197 5. Conclusión ................................................. ................ ....... ...... . 253
b) Los deberes de la familia ................................. .................. .. 199 Pautas de trabajo ........... ........ ................ ........................ ........ ...... . 254
c) De nuevo los bienes del matrimonio y la familia ........... ..... . 202
6. Conclusión .................................................... ........ ....... ............ . 205 l l. Las migraciones .......................................................................... . 255
Pautas de trabajo ............................ ........ ............ ....................... .... . 205 1. Problemas de la migración actual .......................................... .. 255
a) La emigración como derecho ...... ...................................... .. 256
9. La demografia como cuestión ética ............................................... . 207 b) La inmigración como desafio ...... ...................................... . 257
1. La preocupación demográfica ................................ ................. .. 207 c) Algunos problemas concretos ............................................ . 258
a) Técnica y ética ........................ ........................................... .. 208 l) El trabajo y la producción de bienes ....... ....................... 258
b) Esquemas de acción ............................................................ . 208 2) La casa y la vivienda .................................................... .. 259
c) Principios y valores ...................................... ....................... . 210 3) La dificil convivencia .................................................... . 260
d) Una ética antropológica ..................................................... .. 212 2. Emigración y acogida en la Biblia .......................................... . 261
2. La fecundidad humana a la luz de la Escritura ........................ . 213 a) Un pueblo nómada .............. ............................................... . 261
a) Antiguo Testamento ............................................................ . 213 l) El forastero ante la ley ................................................... . 262
b) Nuevo Testamento ............... ...... ..................... ..................... . 215 2) La oración y los cantos ................................................. .. 263
3. La doctrina de la Iglesia católica ....................................... ...... .. 216 3) Una realidad con muchos nombres .............................. .. 264
a) De Pío XI a Juan XXIII ...................................................... .. 21 6 b) Una comunidad universal .................................... ............. .. 265
b) El concilio Vaticano II ................. ................................... ..... . 218 1) Luz para todos los pueblos ...................... ..................... .. 265
c) El magisterio posterior .................................... ................... .. 219 2) Un pueblo único ............................................. .............. .. 266
584 Índice general indice general 585

3. Una nueva conciencia cristiana ................................................ 267 4. Criterios para una actuación ética ........................................... . 321
a) El concilio Vaticano U .. ....... ............ .............. .................... 267 a) La salud es un bien ............................................................ . 321
b) Juan XXIII y Pablo VI ... .... ... .... .. ..... . .... ... ................. ... ... .... 268 b) La salud es un «bien comúm> ............................................. . 322
c) Juan Pablo II ....................................................................... 269 c) La salud como derecho humano ........................................ . 323
4. Desafíos éticos para un tiempo nuevo ... ....... ....................... ... 271 d) La enfermedad es independiente del mal moral ................ . 324
a) Una cultura de la acogida .................................................... 272 e) La enfermedad puede tener relación con la pobreza ......... . 324
b) La riqueza de la diversidad ..... ............................................ 273 f) La pobreza y la enfermedad son con frecuencia inducidas 325
c) Revisar nuestra escala de valores ....................................... . 275 g) La ética se convierte hoy en bioética ................................. . 325
5. Conclusión ............................................................................... 276 5. Una tarea para este tiempo ...................................................... . 326
Pautas de trabajo . ... ..... .. ...... . .... .. .. ..... . ..... . ..... . ...... .. ...... ...... .. ....... . 277 a) Ética y antropología ........................................................... . 326
b) Ética y virtud ...................................................................... . 327
12. La opción por los pobres ................................................. .............. 279 c) Una tarea moral .................................................................. . 328
1. La pobreza social ....... ........... .......... ... ...... .... ....... .. ..... ... ..... ...... 280 6. Conclusión ..................... ...................................................... ... . 329
a) Pobreza como desigualdad ... ... .... .. .... ....... ....... .. ..... ... ..... ..... 280 Pautas de trabajo ......................................................................... . 332
b) Pobreza como indefensión .................................................. 281
2. Los pobres en las fuentes de la fe .... ....... ......... ........ ....... ..... ... . 282 14. Poder y autoridad ......................................................................... . 333
a) La pobreza en Israel ........... .... .. .... ... ...... .............. ........ ........ 282 l . La experiencia humana ........................................................... . 334
b) La pobreza en el mensaje de Jesús ..................................... 283 a) La experiencia del poder .................................................... . 334
c) La pobreza en la Iglesia primitiva ...................... ................. 284 b) La experiencia de la sumisión ............................................ . 335
3. La tradición patrística ............................................................. 285 2. El poder en la Escritura ............................................................ 336
a) Los padres orientales .......................................................... 286 a) Un Dios poderoso .............................................................. . 337
b) Los padres occidentales .. ... . ...... . ..... .. .. .. .. ............... .. .. ... ... .. . 287 b) Del poder al servicio mutuo ............................................... . 340
4. La doctrina de la Iglesia ........................................................... 289 3. La tradición patrística............................................................. . 341
a) Los orígenes de la doctrina social ..... .............. ...... ........ ...... 289 a) Las Iglesias de Oriente ...................................................... .. 341
b) El espíritu del Concilio ..................... .................................. 290 b) Las Iglesias de Occidente ........................................... ....... . 342
c) Ante el cambio de milenio ... . ...... .... .. ....... ...... . ...... . ....... . ..... 293 4. Doctrina de los teólogos .. ........................................................ . 344
d) Benedicto XVI .. ........ .. .. .. ...... . ..... . ...... . ...... ...... . ....... ...... .. .. .. 297 a) Tomás de Aquino ............................................................... . 344
5. Opción de la Iglesia por los pobres .......... ....... ......................... 299 b) Francisco de Vitoria ............................ ............................... . 346
a) Conversión a los pobres ............ .... ....... ... ... ........ ....... ... ..... .. 300 5. Doctrina reciente de la Iglesia ......... ................ ................ ....... . 346
b) Compromiso con los pobres ...................... ......................... 301 a) El concilio Vaticano II ................................................ ....... . 347
c) Estilo de evangelización ..................................................... 302 b) En el paso del milenio ........................................................ . 349
6. Conclusión ............................................................................... 302 6. Para una reflexión ética ........................................................... . 352
Pautas de trabajo .......................................................................... 303 a) Poder y valores éticos ........................................................ . 352
b) Función profética ante el poder ......................................... . 353
13. Salud y enfermedad ...................................................................... 305 7. Conclusión ....................................................... ....................... . 354
1. Problemática social ................................ .................................. 307 Pautas de trabajo ......................................................................... . 355
a) Signos de preocupación ......... ............. ..................... ........... 308
b) Signos de esperanza ............................................................ 310 15. Legalidad y ética .......................................................................... . 357
2. Una mirada a las fuentes de la fe ...... ....................................... 313 l. Derecho y ley en el mundo antiguo ........................................ . 357
a) Una historia de misericordia . ....... ............. .......................... 313 a) De Sófocles a Platón .......................................................... . 358
b) «Pasó haciendo biem> ........ .. .. . .... .. . ...... .. .. .. . ... .... .. .... . .... .. . .... 314 b) Pensamiento de Aristóteles ................................................ . 359
c) El testimonio de los Padres............................................. .... 316 2. La revelación bíblica ................................................. .............. . 360
3. Doctrina reciente de la Iglesia ........... ....... ....... ........................ 317 a) Historia de Israel ................................................................ . 361
a) Magisterio de Juan Pablo U .... ........ ...... ...... ........ ...... ... ..... .. 317 b) Jesús y la vida política ........................ ............................... . 362
b) Magisterio de Benedicto XVI .................................... ......... 320 c) La experiencia cristiana ..... ................................................ . 364
586 Índice general Índice general 587

3. El poder y la conciencia en la teología cristiana ...................... 365 4. Algunas cuestiones éticas ............ ........ ................................... . 419
a) Los padres de la Iglesia .... .. .... ............... .... ................ ........ .. 365 a) ¿Quién comunica? ......... ......... ....................................... .... . 420
b) Tomás de Aquino y el retorno de Aristóteles ...................... 368 b) ¿A quién comunica? .............. ............................................ . 422
4. Doctrina reciente de la Iglesia ................................................. 371 c) ¿Qué comunica? ................................................................. . 423
a) El concilio Vaticano lI ........................................................ 371 d) ¿Cómo comunica? ............................................................. . 425
b) Después del Concilio .......................................................... 373 5. Una mirada al mañana ............................................................ . 427
5. Principios éticos ....................................................................... 377 a) La incomunicación ............................................................. . 428
6. Conclusión .............................................................................. 378 b) La deformación .................................................................. . 429
Pautas de trabajo . ....... . ...... .. ...... . ..... .. ..... . ..... .. .... . ...... ... ..... .. ...... ... 3 79 6. Conclusión ....................... ................ ......... ................. ............. . 429
Pautas de trabajo 430
16. El voluntariado .................... ............... .................... ...... ........ ......... 381
l. Una tarea imprescindible ......................................................... 382 J 8. El dinero, el mercado y los mercados .......... .......................... ...... . 43 1
a) En la historia ...... ................................................................ . 383 1. De los mercados a la economía de mercado ... ......... ............... . 432
b) En la actualidad . . ....... . ....... . ..... . ...... . ..... . ...... ....... . ...... . .... .... . 3 84 a) De Ja segunda a la tercera ola ............................................ . 433
c) Evaluación del voluntariado ....................................... ........ 386 b) Economía de mercado y capitalismo ................... .............. . 435
2. En las fuentes de la fe .............................................................. 387 2. En las fuentes de la fe ............................................................ .. 437
a) Antiguo Testamento ............................................................ 387 a) El mercado y el mercader .................................. ................ . 437
b) Nuevo Testamento ............................................................... 388 b) El préstamo y la usura ........................................................ . 438
3. En la voz de la Iglesia ......................................... ...... ............... 390 c) Mercaderes y abusos .............. ........ ..................................... 440
a) Voluntariado en general ...................................................... 390 d) Perdonar como Dios perdona ........................... .................. . 440
b) Voluntariado ante los enfermos .......................................... 396 3. La tradición y la reflexión teológica ....................................... . 442
4. Criterios de discernimiento ................. ................ .. ................... 397 a) Los padres de la Iglesia ...................................................... . 442
a) Notas negativas ................................................................... 397 b) La doctrina de los teólogos ................................................ . 444
b) Notas positivas .................................................................... 398 4. Economía y mercado en la doctrina de la Iglesia ................... . 446
5. Una tarea urgente ..................................................................... 398 5. El mercado y la responsabilidad moral ................................... . 453
a) Con sus sombras y sus luces .......................... ..................... 399 453
a) Orientación a la persona del vendedor ............................... .
b) Con sus interpelaciones ...................................................... 399 454
b) Orientación a la persona del comprador ............................ .
c) Con su profecía ..... ........ ...................................................... 400
c) Los objetos y productos vendidos .... .................................. . 455
6. Conclusión .... ...... .. .... ... ...... .. ..... ... .... ...... .. ..... .. ..... .. ........ .... ... ... 401
d) Atención al medio y al mensaje ...... ................................... . 455
Pautas de trabajo .... ... ...... ....... ........ .. .... ... ... ... .... .. ..... ... ..... .. ..... ... .. 402
6. Conclusión ... ........ ........ ........ .......................... ......................... . 456
Pautas de trabajo ......................................................................... . 458
17. Medios de comunicación social .................................................... 403
l. Importancia de los medios de comunicación . .. ..... ... .... ... .... ... .. 404
a) Los medios y los valores éticos ..................................... ..... 404 19. El desafio de la globalización .......................... .................... ....... .. 459
b) Los medios y la cultura ....................................................... 405 l. El panorama de la globalización ....... .................. .................... . 460
2. Las fuentes de la revelación ....... ....... ...... ....... ... .... ....... ... ..... .... 406 a) Un fenómeno complejo ............... ....................................... . 461
a) El mensajero y el mensaje ........... ......... .... .............. ............ 406 b) La globalización de la cultura ............. ............................... . 464
b) La franja del manto ............................................................. 407 2. En las fuentes de la fe ............................................................. . 465
c) Los nuevos areópagos ......................................................... 408 a) La confusión de Babel ....................................................... . 465
3. Sobre la doctrina de Ja Iglesia .................................................. 409 b) Contra la última Babilonia ................................................. . 466
a) Pío XIl ..... ......... ....... ......... .............. .... ... ....... ...... ....... ......... 409 3. La doctrina de la Iglesia católica ............................................ . 467
b) El concilio Vaticano 11 ........................................................ 411 a) De Juan XXIII a Pablo VI .................................................. . 467
c) Juan Pablo 11 ...................................................................... 411 b) De Juan Pablo 11 a Benedicto XVI .................................... .. 469
d) Benedicto XVI .................................................................... 414 4. Un desafio ético ................ ............................................. ........ .. 474
e) Otras orientaciones ................ ............ ....... .......................... 415 a) Posturas y actitudes .............. ............................................... 475
588 Índice general Índice general 589

b) Prioridades éticas ...... .......................................................... 476 Ill


c) Globalización y religión ..................................................... 478 DESAFÍOS Y ESPERANZA
5. Conclusión ............................................................................... 479
Pautas de trabajo . .. ..... .. ...... . ..... .. .... .. ..... .. .... .. .... . . ..... .. . ....... .. ...... .. 480 22. Responsabilidad moral ante la nueva cultura ............................... . 537
l. Los nuevos problemas ......................... .................................... . 537
20. Ecología y fe cristiana .......................... .... ..................................... 481 a) La aldea global ................................................................... . 538
l. La situación de un mundo profanado ..... ....... ....................... .... 481 b) La brecha Norte-Sur .......................................................... . 540
a) Amenazas y desafios ........................................................... 482 c) Las nuevas tecnologías ....................................................... . 541
b) Esquemas de interpretación ................................................ 482 d) La persona en la sociedad ................................................... 542
c) Desafios a la fe cristiana ..................................................... 484 e) Los derechos humanos ....................................................... . 543
2. El mensaje de la fe .............................................................. ..... 485 t) Pluralidad y tolerancia ....................................................... . 545
a) «Dominad la tierra>> ..................... ............. ................ ....... ... 486 g) La cultura del consumismo ................................................ . 546
b) «Aprended de los lirios» ........................................ ............. 488 2. Los nuevos desafíos ................................................................ . 547
c) La ansiosa espera de la creación ......................................... 489 a) Cuestiones fundamentales ................................................. . 548
3. Una historia de amor a la creación........................................... 491 b) Valores humanos y humanizadores .................................... . 549
a) El canto de las criaturas .. .................................................... 491 c) Una alternativa a las actitudes éticas habituales ............... .. 551
b) El libro de la naturaleza ........................... ................ .......... 493 3. Una interpelación a la moral cristiana .................................... . 552
c) La huida del mundo ............................................................ 494 a) Ética de la responsabilidad ............................................... .. 553
4. Doctrina pontificia ........ .............. ............................................. 496 b) Ética de la fraternidad ........................................................ . 553
a) De Juan XXIII a Pablo VI ............................................. :..... 496 c) Ética de la filialidad .......................................................... .. 554
b) De Juan Pablo II a Benedicto XVI...... ................................ 497 4. Conclusión .............................................................................. . 554
5. Propuestas morales ................................................................. 500 Pautas de trabajo ........... ............... ............................................... . 555
6. Conclusión ........ ....... .......... .... ...... ....... ....... ....... ....... ....... ......... 505
Pautas de trabajo .... ....... ........ ........ ...... .... .. ........ ............. .............. 507 23. La esperanza escatológica ............................................................ . 557
1. El juicio a la niña esperanza .................................................... 558
21. La guerra y la paz . .. ..... .. ..... .. ... ... . .. ... . .. .... . ... .. .. .. .. .. .... .. . .. ..... .. .. ... .. 509 a) Acusaciones a la esperanza ................................................ . 559
l. Dificultades ante la paz .. .. ..... .. ..... .. .... .. ..... . ...... . ...... .. .......... .... . 51 O b) Acusaciones a los acusadores ........................................... .. 561
a) Dificultades personales ........................................ ............... 510 2. Evocando el mensaje .............................................................. . 563
b) Dificultades sociales ........................................................... 510 a) Esperanza y justicia en la Escritura ................................... . 563
c) Dificultades «teológicas» ................................................... 511 b) La tradición de los padres de la Iglesia .............................. . 565
2. La guerra y la paz en el mensaje bíblico ......... .... ....... ... ..... ... ... 512 c) Doctrina social de la Iglesia .............................................. .. 568
a) Entre la guerra y la paz. .......................... ............................ 5 12 3. Un diálogo necesario .............................................................. .. 573
b) El Evangelio de la paz .. .. ... .. .... .. .... ... .... .. ... ... .. ..... . ..... .. .... ... 515 a) La esperanza de la Iglesia ................................................... 574
3. La guerra y la paz en la tradición cristiana .............................. 518 b) Para la vida del mundo .................................. ..................... . 575
a) Doctrina tradicional .... .. ..... .. ... .. . ..... .. ..... .. ...... . ....... ... .. ... ... .. 519 4. Conclusión ............................................................................... 576
b) La reflexión de Francisco de Vitoria ... .... ....... .......... ........... 520 Pautas de trabajo .......... .................................................................. 578
4. Doctrina católica reciente .. ... ..... ...... ......... ..... .. .... ... ..... ... .... ... .. 521
a) Doctrina de Pío XII y Juan XXIII ...... ....... .............. ............ 522
b) El concilio Vaticano 11 ............................................ ............ 523
c) De Juan Pablo II a Benedicto XVI ...................................... 526
5. La tarea ética de la paz ............................................................. 529
a) Conocer las causas .................................... .......................... 530
b) Educación para la paz ..... ....... ....... .. ...... ........... ... ..... ... ... ..... 531
c) Colaboración en la búsqueda de la paz ................................ 532
6. Decálogo de Asís para la paz ............... .... ......... .... ............... ... . 533
Pautas de trabajo ...... ........ .... ..... .. ..... .. ..... ...... .. ..... ...... ............... ... 534

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