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Ramón Fernández de Bobadilla
Andrea Horta Barba
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Índice
Introducción............................................................................................... 7
1. Aspectos generales............................................................................. 9
1.1. Consideraciones generales en la entrevista psicopatológica ....... 10
1.2. Generalidades de valoración y medición ................................... 11
2. Escalas específicas.............................................................................. 13
2.1. Depresión ..................................................................................... 13
2.1.1. Inventario de Depresión de Beck (BDI) ......................... 14
2.1.2. Escala de Hamilton para la Depresión (HDRS) .............. 14
2.1.3. Escala de Depresión Geriátrica de Yesavage (GDS) ........ 15
2.1.4. Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión (HADS) ... 15
2.1.5. Escala de Ansiedad y Depresión de Goldberg (GADS) ... 16
2.1.6. Montgomery Asberg Depression Rating Scale
(MADRS) ......................................................................... 16
2.2. Ansiedad ...................................................................................... 16
2.2.1. Beck Anxiety Inventory (BAI) ........................................ 17
2.2.2. Hamilton Anxiety Rating Scale (HAM-A) ...................... 17
2.2.3. Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión (HADS) ... 17
2.2.4. Escala de Ansiedad y Depresión de Goldberg (GADS) ... 17
2.3. Apatía ........................................................................................... 18
2.3.1. Starkstein’s Apathy Scale (SAS) ...................................... 19
2.3.2. Lille Apathy Rating Scale (LARS) ................................... 19
2.3.3. Apathy Evaluation Scale (AES) ...................................... 19
2.4. Riesgo de suicidio ........................................................................ 20
2.4.1. Columbia Suicide Severity Rating Scale (CSSRS) ........... 21
2.4.2. Sheehan Suicidality Tracking Scale (STS) ....................... 21
2.4.3. Escala para la Ideación Suicida (SSI) .............................. 22
2.4.4. Escala de Intencionalidad Suicida (SIS) ......................... 22
2.5. Agitación ..................................................................................... 22
2.5.1. Cohen Masfield Agitation Inventory (CMAI) ................ 24
2.5.2. The Positive and Negative Syndrome Scale (PANSS) ..... 24
2.6. Irritabilidad .................................................................................. 25
2.6.1. The Brief Irritability Test (BITE) .................................... 26
2.6.2. The Irritability Questionnaire (IRQ) .............................. 26
2.7. Agresividad .................................................................................. 26
2.7.1. Overt Agression Scale (OAS) .......................................... 27
2.7.2. Inventario de Agitación de Cohen Mansfield (CMAI) ... 27
2.7.3. Inventario de Expresión de Ira Estado Rasgo
(STAXI-2) ........................................................................ 28
2.8. Impulsividad ................................................................................ 28
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3. Escalas comunes................................................................................. 44
3.1. Schedules for Clinical Assessment in Neuropsychiatry
(SCAN) ......................................................................................... 44
3.2. Mini International Neuropsychiatric Interview (MINI) .............. 44
3.3. Escala Breve de Evaluación Psiquiátrica (BPRS) .......................... 45
3.4. Inventario Neuropsiquiátrico (NPI) ............................................ 45
3.5. Behavioral Pathology in Alzheimer´s Disease Rating Scale
(BEHAVE-AD) .............................................................................. 46
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Bibliografía................................................................................................. 49
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Introducción
1. Aspectos generales
Es muy importante tener un contacto próximo con los pacientes para poder
detectar la aparición de estos síntomas desde el inicio y que puedan recibir el
tratamiento adecuado.
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Cuando se vaya a administrar una escala, hay que dar un plazo de tiempo
adecuado para cada pregunta, saber en qué momento de la enfermedad se
encuentra el paciente y, siempre que sea posible, procurar que esté presente
un familiar o un amigo cercano.
Si sospechamos que el paciente nos está intentando engañar para obtener al-
gún beneficio externo, por ejemplo, conseguir una incapacidad, podremos ha-
cer uso de simuladores para su detección y nos basaremos en nuestra expe-
riencia acerca del comportamiento de la alteración psiquiátrica.
En cuanto a los tests que administraremos, no hay una respuesta única de qué
tipo de prueba es mejor, sino que dependerá de cuál sea el objetivo (investiga-
ción frente a clínica, análisis cuantitativo frente a cualitativo, etc.) que querea-
mos evaluar. No obstante, siempre hay que intentar utilizar escalas adecuadas
para el fin que buscamos, con valores normativos adecuados al sexo, la edad
y el nivel educativo.
Según Lischinsky (2004), para abordar este hecho podemos emplear distintos
enfoques:
© FUOC • PID_00231151 11 Evaluación conductual
Estos son algunos conceptos que hay que comprender antes de escoger el
instrumento�de�medida:
• Validez. La escala mide realmente lo que dice que mide. La validez se con-
firma demostrando su asociación con otras dimensiones de la misma pa-
tología, así como su independencia respecto a otras afectaciones no rela-
cionadas.
2. Escalas específicas
2.1. Depresión
Son muchos los hallazgos que han demostrado que hay mayor prevalencia en
las mujeres que en los hombres.
Se sabe, además, que existen factores sociales, como el estado civil, la condi-
ción socioeconómica (baja) y los acontecimientos estresantes, que influyen en
las probabilidades de padecer una depresión.
Los tests específicos más utilizados para valorar la depresión son los siguientes:
Es una escala diseñada en el año 1960 para obtener un índice global de seve-
ridad de la depresión; por tanto, se utiliza en pacientes que ya han sido diag-
nosticados previamente de depresión mediante criterios clínicos. El objetivo
de la escala es evaluar cuantitativamente la gravedad de los síntomas y valorar
los cambios en pacientes con depresión. Se valora de acuerdo a la información
obtenida en la entrevista clínica.
Es una escala muy utilizada para evaluar la depresión en ancianos. Fue desa-
rrollada por J. A. Yesavage y colaboradores en el año 1983. Es una escala de
autoevaluación y no requiere de formación específica ya que es de fácil apli-
cación.
La versión inicial está formada por treinta preguntas a las que el paciente debe
responder con un sí o no. Asimismo, existen versiones con un número menor
de preguntas. En cuanto a los datos normativos, se correlaciona bien con los
criterios de depresión y tiene una buena fiabilidad test-retest (Yesavage et al.,
1983).
Los puntos de corte para la ansiedad debe ser superior a 4; y para la depresión,
mayor a 2, siendo mas severo el problema, a mayor puntuaje. Se necesita una
interpretación por parte del entrevistador, al ser respuestas dicotómicas (Gold-
berg y Hillier, 1979).
La MADRS es una escala heteroaplicada; por tanto, siempre debe ser aplicada
por un clínico. Fue publicada en 1979 y evalúa los síntomas y la gravedad de
la depresión.
2.2. Ansiedad
Estas son algunas de las escalas más frecuentemente utilizadas para medir la
ansiedad:
Es una escala muy conocida para medir la ansiedad. Fue desarrollada por Beck
en 1988, con el objetivo de valorar la severidad de los síntomas de la ansiedad.
Esta escala puede aplicarse a la población normal y es sencilla de utilizar. Está
formada por veintiún ítems, cada uno con cuatro posibilidades de respuesta
que van desde en absoluto a severamente, y proporciona un rango de puntua-
ciones entre 0 y 63. Aporta datos normativos en la población española.
Los puntos de corte sugeridos son los siguientes: 0 a 21, ansiedad muy baja;
22 a 35, ansiedad moderada; más de 36, ansiedad elevada (Beck et al., 1996).
2.3. Apatía
Las escalas de medición más utilizadas para este caso son las siguientes:
Esta escala la desarrolló Starkstein para evaluar y medir la severidad de los sín-
tomas apáticos en pacientes con enfermedad de Parkinson, aunque también
se utiliza en la evaluación de la apatía en otras enfermedades. La escala está
compuesta por catorce ítems que se le preguntan al paciente; basandonos en
su conducta en el último mes. Cada una de las preguntas se pueden responder
con las siguientes variantes: nada, ligeramente, un poco y mucho (Starkstein,
2009).
La escala LARS se basa en los criterios de apatía definidos por Marin siendo
buenas las propiedades psicométricas de la escala para la detección de la apa-
tía. Está compuesta por treinta y tres ítems, agrupados en nueve dominios
que evalúan los siguientes factores: reducción en la productividad diaria, pér-
dida de interés, pérdida de iniciativa, extinción de la búsqueda de sensaciones,
motivación, respuestas emocionales, falta de preocupación, actividad social
reducida y autoconciencia pobre. Las tres primeras preguntas son puntuadas
mediante una escala de Likert de 5 puntos; el resto deben responderse con un
sí o un no. El test considera las actividades realizadas en las últimas cuatro
semanas. La puntuación oscila de -36 a +36 siendo mayor el grado de apatia,
a mayor resultado. También existe una versión española de la escala (Sockeel
et al., 2006).
Es una escala muy utilizada para evaluar la apatía en estudios clínicos. La es-
cala es autoevaluada, contiene dieciocho ítems y fue diseñada por Marin en
1991. El mismo autor define la apatía como una «pérdida de motivación no
atribuible a una disminución del estado de consciencia, deterioro cognitivo
o estrés emocional». También aporta una definición operativa donde especifi-
© FUOC • PID_00231151 20 Evaluación conductual
No hay un determinante común que guíe una conducta suicida, solo un terri-
ble sufrimiento emocional que no permite a la persona que está sufriendo ver
otra salida; en muchas ocasiones, el impulso que le ha guiado es desconocido.
Algunos de los factores que aumentan la prevalencia son: las conductas adicti-
vas, el trastorno mental, los trastornos de personalidad, la soledad, el padecer
una enfermedad crónica o los acontecimientos vitales estresantes.
La escala se diseñó para distinguir las ideas suicidas del comportamiento sui-
cida y se miden cuatro constructos: severidad de las ideas, intensidad de las
ideas, comportamiento suicida y tentación actual. Cada uno de estos construc-
tos tiene diferentes escalas de medición y el periodo que debe evaluarse de-
penderá del fin para el qué se esté utilizando la escala (investigación o clínica).
Es una escala que valora ideas y comportamientos suicidas. Está formada por
ocho ítems y puede ser autoadministrada o heteroadministrada. Cada ítem
se puntúa en una escala de Likert de 0 a 4 y con las siguientes variables: no
(0); un poco (1); moderadamente (2); bastante (3) y en extremo (4). La escala
proporciona la puntuación total o la puntuación de cada subescala. Es una
© FUOC • PID_00231151 22 Evaluación conductual
Este instrumento fue diseñado por Beck, Schuyler y Herman en 1974 para me-
dir las particularidades de la tentativa suicida, (preparativos, propósito subjeti-
vo, conductas antes, durante y después de la tentativa, consumo de sustancias,
etc). Es un instrumento de evaluación que debe administrar un profesional
compuesto de quince ítems y cada uno de ellos puntúa de 0 a 2. Se considera
que la gravedad de la tentativa es mayor cuando la puntuación es elevada, ya
que no existen puntos de corte. (Beck et al., 1974).
2.5. Agitación
La agitación inicial puede no ser tan incapacitante para el paciente, pero cuan-
do aumenta y el episodio es grave debe tratarse de manera correcta para pre-
venir la violencia.
Las siguientes escalas son las más utilizadas para evaluar la agitación:
2.6. Irritabilidad
2.7. Agresividad
Las escalas más utilizadas para medir la agresividad son las siguientes:
2.8. Impulsividad
Por lo tanto, las personas con impulsividad presentarán una fuerte incapaci-
dad para retrasar la recompensa siendo personas que prefieren pequeñas re-
compensas inmediatas a tener que esperar, aunque la recompensa pueda ser
mayor.
© FUOC • PID_00231151 29 Evaluación conductual
Es muy importante hablar con los familiares que conviven con el paciente y
decirles que estén atentos a cualquier cambio que pueda presentar, aunque,
en ocasiones, resulte difícil de detectar por el encubrimiento que practican los
pacientes para poder continuar realizando la actividad. Igual de importante es
explicar a los familiares las bases neuroanatómicas de por qué sucede y ayudar
a manejarse frente a esta situación.
nunca (0), ocasionalmente (1), a menudo (3) y siempre o casi siempre (4). Los
ítems 1, 5, 6, 7, 8, 10, 11, 13, 17, 19, 22 y 30 tienen una puntuación inversa. La
puntuación de cada subescala se obtiene sumando las puntuaciones parciales
obtenidas en cada uno de sus ítems. La puntuación total se obtiene de la suma
de todos los ítems y no existe un punto de corte propuesto.
2.9. Desinhibición
Estadísticamente posee una alta consistencia interna demostrada por los pro-
pios autores, con un coeficiente de 0,92 y 0,88 para la versión del paciente y
del familiar respectivamente (Stout et al., 2003).
El test DIS-I fue desarrollado por Dindo y colaboradores en el año 2009, con
el fin de valorar la desinhibición. La escala distingue cinco elementos de me-
dición: manipulación, distractivilidad, asunción de riesgo, prosocialidad y ca-
pacidad de orden (Dindo et al., 2009).
En general, se cree que este trastorno solo se puede dar en personas con una
obsesión por el control de peso; no obstante, también se puede presentar en
personas con enfermedades neurológicas, producto de una conducta alimen-
taria compulsiva o del cambio de apetencias alimentarias.
Para valorar el TCA y sus diferentes variables se han propuesto varias escalas o
instrumentos que tratan de establecer síntomas y medir la presencia de con-
ductas de riesgo para TCA. Tal y como hemos comentado anteriormente, no
es suficiente obtener un resultado significativo en una escala para hacer un
diagnóstico, sino que serán necesarias varias entrevistas con un profesional
capacitado.
• Escala SCOFF
• Escala Eating Attitudes Test (EAT)
• Eating Disorders Examination Questionnaire (EDE-Q)
• Eating Disorders Inventory (EDI)
© FUOC • PID_00231151 33 Evaluación conductual
Esta escala destaca por ser muy sencilla de administrar, y se usa para valorar si
existe riesgo de sufrir una alteración en la conducta alimentaria. Fue propuesta
por Morgan y colaboradores en 1999. Consta de cinco preguntas que se le ha-
cen al paciente sobre su conducta en los últimos tres meses. La respuesta es di-
cotómica y cada respuesta positiva obtiene un punto. Una puntuación igual o
mayor que 2 indica un probable TCA; a mayor puntuación, más probabilidad.
Igual que en los casos ya mencionados, esta escala se utiliza para detectar a
aquellos individuos con riesgo de padecer algún trastorno en la conducta ali-
mentaria.
Esta escala fue desarrollada por Garner, Olmstead y Polivy en 1983. Aunque se
utiliza principalmente para detectar síntomas y conductas de riesgo, también
es útil para hacer el seguimiento de las personas que presentan alteraciones del
comportamiento alimentario. La escala identifica las variables de riesgo según
los criterios del DSM-IV. Esta escala es larga y compleja de administrar. Consta
de sesenta y cuatro preguntas que se pueden agrupar en los siguientes domi-
nios: obsesión por la delgadez, bulimia, insatisfacción con la imagen corporal,
ineficacia, perfeccionismo, desconfianza interpersonal, conciencia interocep-
tiva y miedo a la madurez. Asimismo, se valoran actitudes y comportamientos
en relación con la alimentación y la forma corporal, con la autoestima y con el
autoconcepto. Cada pregunta tiene seis opciones de respuesta que presentan
mayor grado de patología a mayor puntuación.
Existen dos escalas realizadas por los mismos autores, EDI-1 y EDI-2. En la
segunda, se agregan variables para valorar el ascetismo, la impulsividad y la
inseguridad social (Garner et al., 1983).
Los trastornos de conducta del sueño en la fase REM son un síntoma de alerta
para futuras enfermedades neurodegenerativas. Estos pacientes suelen tener
conductas violentas mientras duermen, por eso es posible que el acompañante
nos explique que se mueven, hablan o gritan durante la fase de sueño.
Los diarios del sueño pueden ayudarnos a hacer una estimación cuantitativa
de las horas que se ha dormido, pero no consideran aspectos cualitativos del
sueño.
Esta escala fue desarrollada por Johns en el año 1990 y se utiliza con mucha
frecuencia. Es una escala autoadministrada (igual que la escala de calidad de
vida de Pittsburg) y está formada por ocho preguntas proporcionando una
medida general para la somnolencia diurna o propensión a dormirse en la vida
diaria.
Los puntos de corte son los siguientes: menor o igual a 6, compatible con eu-
timia; entre 7 y 20 compatible con episodio mixto; más de 20 puntos, compa-
tible con cuadro maniaco. La puntuación máxima y total de la prueba es de
60 puntos (Young et al., 1978).
una observación previa del comportamiento del paciente durante tres días. La
puntuación de la escala oscila entre 0 y 44, y la gravedad de los síntomas es
mayor cuanta más puntuación se obtenga (Bech et al., 2007).
Se trata de conductas que suponen algún tipo de acto motor sin ninguna fina-
lidad objetiva. Algunos ejemplos habituales son la deambulación, la repetición
de actos de manera constante, las actividades inapropiadas, como ordenar ob-
jetos en lugares impropios y sin razón aparente, etc. Estos comportamientos
ocurren en mayor medida durante la noche y en situaciones de cambio am-
biental para el paciente, aunque no exclusivamente.
La mayoría de las personas que sufren este trastorno reconocen que sus pen-
samientos y comportamientos no tienen sentido y admiten que, si pudieran,
se desprenderían de sus conductas, pero esto les resulta imposible.
Una persona puede presentar obsesiones que no requieran una conducta de-
terminada, pero raramente existirán compulsiones que no dependan de un
pensamiento obsesivo.
El delirio es una alteración mental definida por una creencia que se sostiene
y se defiende sin lógica y que resulta inapropiada para el entorno social y
cultural. Este tipo de creencia es patológica y es distinta a la ilusión. Se puede
dar en muchas enfermedades neurológicas y debe ser «una idea firmemente
sostenida con fundamentos ilógicos que no atañe a la experiencia y que es
considerada inadecuada en el entorno cultural del sujeto».
Según el DSM-V, los delirios son creencias fijas que no son susceptibles de
cambio ni siquiera a la luz de pruebas que las refuten siendo los mas frecuentes,
los delirios: persecutorios, referenciales, somáticos, religiosos, etc.).
2.17. Alucinaciones
Según el DSM-V, las alucinaciones son percepciones que se dan sin la necesidad
de un estímulo externo; son vívidas y tienen toda la fuerza y el impacto de
una percepción normal, sin estar sujetas al control voluntario.
Las alucinaciones visuales son muy frecuentes; son imágenes más o menos
claras que parecen reales. Pueden ser objetos, personas o animales; ser estáticas
o con movimiento.
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La escala DRS es un instrumento que mide síntomas delirantes y debe ser apli-
cada por un profesional experto. Ha sido traducida a varias lenguas, entre ellas
al castellano. Está compuesta por diez preguntas y considera los siguientes as-
pectos: inicio de síntomas, alteraciones de la percepción, tipo de alucinacio-
nes, delirios, comportamiento psicomotor, estado cognitivo durante la prueba
formal, trastorno físico, alteración del ciclo sueño-vigilia, labilidad del estado
de ánimo y variabilidad de los síntomas. La escala revisada, DRS-R-98 o Deli-
rium Rating Scale-Revised-98, está compuesta por dieciséis ítems (Trzepacz et
al., 2001).
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3. Escalas comunes
El test MINI es una entrevista diagnóstica estructurada que explora los princi-
pales trastornos psiquiátricos del Eje I del DSM-IV y la CIE-10.
La escala está dividida por módulos; cada uno de ellos está formado por pre-
guntas correspondientes a los criterios de diagnóstico principales para ese tras-
torno y da pautas precisas de cómo se debe pasar la escala (Sheehan et al.,
1998).
Es de fácil aplicación; por tanto, puede ser administrada por cualquier profe-
sional con formación básica en psicopatología (Overall y Gorham, 1962).
La escala fue diseñada por Cummings en el año 1994 y evalúa las manifesta-
ciones neuropsiquiátricas más habituales en las demencias, en el daño cerebral
adquirido y en los accidentes vasculares, entre otros.
La PBA es una escala que mide los problemas de comportamiento que se dan,
en mayor medida, en pacientes con la enfermedad de Huntington. El cues-
tionario contiene las pautas para hacer una entrevista clínica semiestructura-
da, en la que se pregunta por las conductas que suelen verse más alteradas.
Está compuesta por once ítems: estado de ánimo deprimido, ideación suici-
da, ansiedad, irritabilidad, enfado o comportamiento agresivo, apatía, perse-
verancia, conductas obsesivo-compulsivas, delirios o pensamientos paranoi-
cos, alucinaciones y desorientación. Los síntomas se clasifican según la grave-
dad y la frecuencia con las que se hayan presentado en las últimas cuatro se-
manas; proporcionando criterios específicos de puntuación de severidad para
cada síntoma. Se requiere entrenamiento para su utilización y se debe aplicar,
siempre que sea posible, con el cuidador y el paciente; su administración tiene
© FUOC • PID_00231151 47 Evaluación conductual
una media de veinte minutos. La escala fue diseñada por el grupo de traba-
jo de comportamiento del Grupo Europeo de la Enfermedad de Huntington.
(Craufurd et al., 2001).
© FUOC • PID_00231151 49 Evaluación conductual
Bibliografía
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