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Unidad II
LOS SACRAMENTOS EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACION
1. Una evolución teológico- conceptual: el paso de la noción de “sacramento” en sentido estricto a la
noción amplia de “sacramentalidad”.
2. La lectura sacramental de la manifestación y acción de Dios en la creación, en la historia de la
salvación y en su Palabra. Los “sacramentos” de la Antigua Alianza.
3. Jesucristo, el “sacramento primordial”; la Iglesia, “sacramento fundamental”.
4. Los sacramentos en relación con los sacramentales y las demás expresiones litúrgicas.
1
Cf. «Podemos fijarnos, en cierto modo, en el horizonte sacramental de la Revelación y, en particular, en
el signo eucarístico donde la unidad inseparable entre la realidad y su significado permite captar la
profundidad del misterio» (Fides et ratio, 13). El texto enuncia dos principios: una particularidad, el
signum eucarístico como modelo del horizonte sacramental de la Revelación y la unidad indisociable
entre res y significatio, o sea la correlación entre metafísica y hermenéutica, cf. A. Lameri – R. Nardin,
Sacramentaria fondamentale (Brescia: Queriniana, 2020), 80.
2
beneficio de los mismos sacramentos considerados strictu sensu, al devolverles así toda
su profundidad y realismo en el marco de la íntegra economía de la salvación.
2
S. Pié-Ninot, «Sacramentalidad», en G. Calabrese/P. Goyret/O.F. Piazza (eds.), Diccionario de
Eclesiología (Madrid: BAC, 2016), 1326-1327.
3
Ahora bien, toda reflexión sobre la sacramentalidad nos lleva a las mediaciones en
las que ha sido dispensada la salvación tanto en el orden de la ‘creación’ como en el
orden de la ‘redención’, estando la primera ordenada a la segunda.3 Creación y
redención son las dos claves reveladas de la originalidad constitutiva de la
sacramentología, identificada ésta a partir del misterio neo-testamentario que nos habla
de cómo la trascendencia de Dios se ha hecho historia en la irrupción gratuita, salvadora
y señorial del Dios creador y de Jesucristo, carne y palabra, cuya plenitud aconteció en
el misterio pascual del Señor crucificado y exaltado por su Espíritu. Los órdenes de la
creación y de la redención, aunque distintos, están unidos por la misma intención
salvífica, cuyo rostro es trinitario y doxológico. Como atestigua el canon romano, la fe
de Abel, en lo fundamental, es la misma fe de un cristiano.
3
Cf. P. Fernández Rodríguez, A las fuentes de la sacramentología cristiana: La humanidad de Cristo en
la Iglesia (Salamanca: San Esteban, 2004), 228ss.
4
4
Comisión Teológica Internacional, La reciprocidad entre fe y sacramento en la economía sacramental
(2020): 2.1. El Dios trinitario: fuente y fin de la economía sacramental (nn 16-41).
5
Tal como lo caracterizaba R. Otto, cf. id., Ensayos sobre lo numinoso (Madrid: Trotta, 2009).
5
• del hablar de Dios al ser humano (la trascendencia del Dios creador se
manifiesta en sus creaturas y la correlativa condición del mundo como realidad
revelante y mediadora de un Dios creador);
• El libro de los Salmos: los cielos deben proclamar la justicia de Dios (Sal 50,6);
o los cielos, la tierra, el mar y cuanto contienen alaban a Yahveh (Sal 69,35); y
los cielos celebran las maravillas de Yahveh (Sal 89,6).
Según estos textos, la naturaleza creada fue reconocida y propuesta con la función
simbólica de anunciar y proclamar la grandeza de Dios. Eso mismo lo expresa el libro
de la Sabiduría pero, en su caso, en categorías griegas: a través de las cosas creadas el
6
Cf. CTI (2020), nn. 22-23.
7
Las «cosas son más que cosas», son «transparencia del poder creador de Dios, del que proceden y hacia
quien conducen»; J. Ratzinger, Ser cristiano (Salamanca: Sígueme, 1967), 73.
6
hombre puede remontarse hasta Dios (Sb 7,22-30), por analogía con la belleza de las
cosas creadas descubrimos la belleza del Creador (Sb 13,1-9).8
El Nuevo Testamento mantiene este mismo camino, pero lo hace de un modo más
elaborado. Para Pablo, las cosas creadas son la manifestación visible del poder creador
del Padre, llevado a término por la mediación del Verbo. En el Verbo ha sido creado
todo cuanto existe en el cielo y en la tierra, las realidades visibles e invisibles (Col
1,16). Por eso todo lo creado es obra del poder divino y su manifestación simbólica. Lo
invisible de Dios se deja ver a la inteligencia del hombre a través de las obras de la
creación (Rm 1,20).9
Con esta visión de la Escritura, y ayudados por una filosofía del ser, los Santos
Padres interpretaron el mundo creado como un ‘vestigio’ de Dios, de cuya realidad,
bondad y belleza participa todo lo existente, como ha sido el caso, por ejemplo, de
Justino.10 Esta visión alcanzó un gran desarrollo en la interpretación alegórica propia de
la Escuela de Alejandría. En la teología latina, en cambio, podemos señalar un punto de
culminación en Agustín, para quien el hombre es portador de la ‘imagen’ de Dios; lo
creado es ‘vestigio’ de lo divino. En efecto, el ser humano puede ser contemplado en su
realidad de cuerpo y alma como una ‘estructura sacramental’;11 él vive su corporeidad
como un ‘espíritu en el mundo’. Si aplicamos de este modo lo ‘sacramental’ al ser
humano, queremos subrayar cómo su exterior significa y expresa su realidad interior;
pero, al mismo tiempo, cómo lo interior del ser humano, su ser más profundo, se realiza
gracias a la comunicación y el intercambio que necesitan de lo corpóreo. En este caso,
el encuentro con Dios parte de la realidad creada por Dios, convirtiéndose así la
existencia humana en lugar de encuentro con Dios.
8
A este texto recurre el CEC en al menos dos oportunidades: en el 41: «Todas las criaturas poseen una
cierta semejanza con Dios, muy especialmente el hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Las
múltiples perfecciones de las criaturas (su verdad, su bondad, su belleza) reflejan, por tanto, la perfección
infinita de Dios. Por ello, podemos nombrar a Dios a partir de las perfecciones de sus criaturas, "pues de
la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sb 13,5)»; y en
el 2500: «Antes de revelarse al hombre en palabras de verdad, Dios se revela a él, mediante el lenguaje
universal de la Creación, obra de su Palabra, de su Sabiduría: el orden y la armonía del cosmos, que
percibe tanto el niño como el hombre de ciencia, “pues por la grandeza y hermosura de las criaturas se
llega, por analogía, a contemplar a su Autor” (Sb 13,5), “pues fue el Autor mismo de la belleza quien las
creó” (Sb 13,3)»
9
El Concilio Vaticano I, en su constitución Dei Filius II y IV, se funda en esa afirmación paulina para
afirmar la posibilidad natural de conocer a Dios (Cf. DH 3004; 3015), visión que retoma el CEC (32).
10
Cf. Apología II.
11
Cf. CTI (2020), nn. 20, 24-27.
7
Hay dos reflexiones que es posible hacer al final de este primer trayecto:
i) Es cierto, y es una constatación que todos podemos hacer, que el hecho de que la
creación sea portadora de un carácter simbólico, no quiere decir que el ser
humano sea siempre capaz de descifrarlo. Es quizá uno de los mayores desafíos
que presenta nuestro tiempo: la pérdida del sentido simbólico y de la ritualidad,
a medida que se ha ido imponiendo una relación materializante, pragmática y
utilitaria con el mundo que nos rodea, incluso con nuestro propio cuerpo, cuyas
consecuencias negativas son manifiestas.13 Sin embargo, eso no borra el hecho
de que la creación esté habitada por realidades simbólicas que hablan de Dios.
12
Cf. Buenaventura, Itinerarium, I,14
13
Cf. Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales. Una topología del presente (Barcelona: Herder,
2020).
14
Cf. CTI (2020), n. 28.
15
Para profundizar en esta lectura de Dei Verbum, cf. E. Durand O.P., «Conçevoir la Révélation sous un
mode sacramentel», Science et Esprit, 68 (2016): 191-205.
8
mutuamente, ya que los hechos sin palabras serían mudos, mientras que las palabras sin
hechos estarían vacías. Y así las palabras tienen carácter de acción: ellas crean lo que
dicen; pero, al mismo tiempo, los hechos tienen carácter de palabra; son un símbolo real
y la epifanía de la gloria de Dios. En hebreo dabar (palabra) significa: palabra y hecho o
acontecimiento; la palabra ‘acontece’, es de suyo eficaz. Sobre esta base, como hemos
dicho al inicio, Juan Pablo II ha hablado del ‘horizonte sacramental de la Revelación’. 16
A esa afirmación del Magisterio, corresponderá otra, presente en la encíclica Lumen
fidei 40 (2013), y que alude a la acogida de esa revelación por parte del ser humano: la
‘estructura sacramental’ de la fe y ‘el sentido sacramental de la vida del hombre’:
16
Cf. A. Bozzolo, «L’orizzonte sacramentale della rivelazione», PATH, 5 (2006): 501-515; A. Grillo,
«L’orizzonte sacramentale della Rivelazione come “luogo” di incontro tra fede e cultura», Rivista
Liturgica, 100 (2013): 809-824; R. Nardin, «La comprensione dei sacramenti alla luce della
“sacramentalità” della Rivelazione», Lateranum, 79 (2013): 137-147; A. Lameri – R. Nardin,
Sacramentaria fondamentale, op. cit., 79-91.
17
Cf. CTI 2020, 28.
9
18
Cf. Gaudium et spes, 4, 11, 44; así como los decretos Presbyterorum ordinis, 9, Unitatis redintegratio,
4, y Apostolicam actuositatem, 14.
19
Para un desarrollo completo del tema, cf. A. Bozzolo – M. Pavan, La sacramentalità della Parola
(Brescia: Queriniana, 2020).
20
Para la presentación más sintética, cf. K. Rahner, «Palabra y Eucaristía», en id., Escritos de Teología
(Madrid: Taurus, 1962) 323-365; A. Bozzolo – M. Pavan, La sacramentalità della Parola, 175-207.
10
21
D. Salado Martínez, «La sacramentalidad de la Palabra de Dios en la Exhortación apostólica Verbum
Domini (VD) del Papa Benedicto XVI», Ciencia Tomista, 138 (2011): 445-510; G. Lorizio, «La
sacramentalità della Parola dalla Dei Verbum alla Verbum Domini», en E. Herms/L. Žak, Sacramento e
Parola nel fondamento e contenuto della fede. Studi teologici sulla dottrina cattolico-romana ed
evangelico-luterana (Cittá del Vaticano: LUP-Mohr Siebeck, 2011), 153-189; Th. Michelet O.P., «La
Sacramentalité de la Parole de Dieu», Angelicum, 93 (2016): 461-478.
22
Cf. D. Salado Martínez, «Avances para una visión complexiva de la sacramentalidad de la Palabra de
Dios en la XIIª Asamblea Sinodal de los Obispos (2008)», Ciencia Tomista, 136 (2009): 417-468.
11
Quizá valga la pena señalar que ‘palabra’ es un término polisémico y que se predica
de modo analógico23: i) del Verbo de Dios; ii) del acontecimiento de la Revelación,
como acto histórico de la comunicación de Dios que culmina en la encarnación de la
Palabra; iii) de la Escritura, como libro en el cual ha quedado atestiguada la revelación
divina; iv) de la proclamación litúrgica de la Escritura, como ritual que se celebra en el
que “Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su Palabra, anuncia el
Evangelio”.24 Es la última de éstas cuatro acepciones la que la expresión técnica
‘sacramentalidad’ de la Palabra asume en la expresión de VD, pero que no puede
comprenderse sin una referencia a las otras tres, así como a otros elementos que
acompañan esa proclamación y que se relacionan con lo que habitualmente se denomina
el ministerio de la Palabra, es decir, el servicio a la locución de Dios dirigida al mundo
por medio de la Iglesia. El texto de VD sugiere que la estructura de la Palabra bíblica y
lo que ocurre en la proclamación en la liturgia deben pensarse en el interior de una
articulación, pues no se trata de una relación extrínseca entre la Palabra y el sacramento.
En efecto, es la misma Palabra de Dios la que se ha hecho carne y que se nos ha
comunicado como palabra humana; y es esa palabra proclamada que, hecha carne
entregada por nosotros se ha convertido en pan, es decir, Eucaristía.25
23
Cf. A. Bozzolo – M. Pavan, La sacramentalità della Parola, 11.
24
Ordenamiento General del Misal Romano 29.
25
«Leída sobre este trasfondo la sacramentalidad de la Palabra aparece mejor como una cualidad
ontológica, cuya evidencia emerge en el acto histórico de su proclamación in Ecclesia, et quidem in
Eucharistia»; A. Bozzolo – M. Pavan, La sacramentalità della Parola, 26s.
26
A Verbum Domini y a Evangelii Gaudium se remite el Directorio homilético; cf. Congregación para el
culto divino y la disciplina de los sacramentos, Directorio homilético (2014), nn. 4 y 6. Se puede ver,
además, P. Molinié s.j., «De quoi l’homélie est-elle le sacrement? Dialogue entre les Pères de l’Église et
le magistère contemporain», Nouvelle revue théologique 142 (2020): 578-591.
27
Cf. A. Bozzolo – M. Pavan, La sacramentalità della Parola, 203-205.
12
28
Cf. CTI (2020), n. 28.
29
Un tema en el cual hubo posiciones diferenciadas entre H. de Lubac y su discípulo J. Daniélou, cf. H.
Boersma, Nouvelle Théologie and Sacramental Ontology. A Return to Mystery (Oxford: Oxford
University Press, 2009), 180-190.
30
Para el tema que nos ocupa, dos obras emblemáticas en el ámbito católico han tenido como autor a J.
Daniélou: Tipología bíblica; sus orígenes (Florida: Paulinas, 1966), relativa a la tipología de las grandes
figuras del Antiguo Testamento; Historia de la Salvación y liturgia (Salamanca: Sígueme, 1965), sobre la
hermenéutica de los Padres.
31
Cf. A. Lameri – R. Nardin, Sacramentaria fondamentale, 102-114.
13
Una pregunta que se puede suscitar es qué ocurre con las realidades rituales del
pueblo de Israel, por ejemplo, la circuncisión. Se discute, ya que no se trata propiamente
de un rito, pero podría serlo como símbolo. Esa puede ser la razón por la cual Pablo
dejó tan fácilmente de lado la circuncisión en favor de la fe y el bautismo. No se hace
un cristiano del mismo modo que se nace judío. Pero podemos preguntarnos sobre otras
realidades: ¿La Ley? ¿La Alianza, simbolizada en el arca? ¿El Templo? ¿El sábado? En
este caso hay que distinguir la interpretación cristiana de la judía, donde se presenta más
como abierta a una interpretación sacramental que a un sacramento como tal, por eso, en
ámbito de la teología de los sacramentos, se encuentran valoraciones diversas del
carácter sacramental de estas realidades. Sin entrar en consideración de esas
interpretaciones, es conveniente detenerse en dos líneas que vienen del AT y que serán
especialmente ricas para la teología cristiana de los sacramentos: el ‘memorial’
(anamnesis), que en su significado se puede relacionar con lo que hemos dicho acerca
de la interpretación tipológica, y la ‘persona corporativa’:
de suyo algo externo. ‘Recordar’ es un lazo de unión con el pasado, que estimula a
hacer algo en el presente. Esto significa que ‘memorial’ no supone, en modo alguno,
una lejanía que no compromete, sino, por el contrario, algo que sitúa el pasado en el
presente en orden a realizar una determinada acción.33
33
Otros textos: 1 Sm 25,30-31; 39-40: Abigail y David; Est 2,1: Asuero “se acordó” de Vasti.
15
«En cada generación hemos de vernos a nosotros mismos como que hemos salido de
Egipto...; en consecuencia, hemos de dar gracias y alabar a aquel que sacó a nuestros
padres y a nosotros a través de estas maravillas, de la esclavitud hacia la libertad.»
Cada generación de israelitas puede relatar los mismos acontecimientos en
presente. En la celebración de la Pascua, la acción salvadora de Dios se actualiza cada
año en la palabra y el rito, de manera que todo el que toma parte de la celebración
participa también en la liberación y en la redención. Casi con el mismo sentido realista
conmemora Israel la Fiesta de los Tabernáculos (Lv 23,33-43) y la celebración anual de
Purim, la salvación en la diáspora (Est 9,19-28). En muchos de los textos del
Deuteronomio la palabra ‘Hoy’ tiene un gran peso. Además, es importante hacer una
puntualización: hay una relación estrecha entre ‘recuerdo’ y el nombre, especialmente si
se trata del nombre de Yahveh. Las acciones salvadoras de Yahveh son evocadas
cuando se invoca su nombre, especialmente en las acciones rituales.
2. El concepto viene marcado por una identificación totalmente real que, en algún caso, va
más allá de la identificación literaria o idealizante, y convierte a la comunidad en una
entidad real que se actualiza plenamente en cada uno de sus miembros;
34
Cf. J. De Fraine, Adam et son lignage. Études sur la notion de « personnalité corporative » dans la
Bible (Paris: Desclée de Brouwer, 1959); A. Grau, «Corporate Personality: la possible jeunesse
théologique d’une ancienne notion exégétique», Laval théologique et philosophique, 72 (2016): 101–122:
A. Miltos, «La notion biblique de «personnalité corporative» De l’exégèse biblique à la théologie
dogmatique», Theologia, 85 (2014): 147-175.
16
La importancia que todo esto tiene en la mentalidad del antiguo Israel aparece
claramente en la tendencia a encajar las relaciones eventuales que se establecen entre
tribus y clanes, dentro de alguna genealogía, cuando no derivan de algún antepasado
común o de la cabeza del clan, sino que parten, por ejemplo, de una alianza posterior.
La aplicación de este concepto se utiliza muchas veces en el NT, notablemente en los
sacramentos, por ejemplo, en Rm 5 para hablar del bautismo.
1. Dios no dice o hace algo, cualquier cosa, sino que actúa consigo mismo sobre
nosotros, se compromete a sí mismo, se pone en movimiento a sí mismo, su
actuación vital y vivificadora, y no nos comunica ninguna cosa sino a sí mismo.
Esto expresa ya la esencia del cristianismo: Lo propio de nuestra fe cristiana es esa
particular relación hacia otro, el inmediato y directo entrecruzamiento o ensamblaje
de historicidad y trascendencia, de concreción histórica y del Dios que se comunica
a sí mismo precisamente en ella. Se dan así asociados: a) la unicidad de
determinados hechos históricos concretos; b) y la permanente validez de la
experiencia con Dios realizada en ellos. Esto es lo que se expresa con las palabras
“encarnación de Dios”. En la revelación judeo-cristiana, unos sucesos o hechos
exteriores asequibles históricamente, concretos y localizables en la historia y el
tiempo, se explican como el alborear del reino de Dios, como la presencia de Dios y
la comunicación que Dios hace de sí mismo.
hace sacramental la realización vital del hombre en un sentido estricto y propio. Por
eso, con la venida de Dios, con su entrada en juego, se intensifica la realidad de lo
sacramental, en cuanto que la historia se convierte en signo del Dios viviente.
35
Cf. CTI (2020), nn. 30-32; ver, además, Ch. Journet, «Le mystère de la sacramentalité. Le Christ,
l’Église, les sept sacrements», Nova et vetera, 48 (1974): 162-171; R. Orozco Ruano, «La humanidad de
Cristo como fundamento teológico de la sacramentalidad», Revista española de teología, 78 (2018): 73-
100.
36
J. Ratzinger, «Prefazione», en H. Luthe (ed.), Incontrare Cristo nei sacramenti (Milano: San Paolo,
1988), 8.
37
M. Scheeben hablaba del hombre Dios como ‘gran sacramento’; C. Feckes lo hacía de Cristo como
‘sacramento originario’; H. de Lubac relacionaba Cristo sacramento con la Iglesia sacramento de Cristo.
Esa expresión ha sido profundizada y divulgada por O. Semmelroth, E. Schillebeeckx y K. Rahner.
18
• Cristo es sacramento de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y del hombre (¿qué?);
• Cristo es el sacramento de Dios para los hombres y de los hombres para Dios,
como se manifiesta en las celebraciones litúrgicas (¿para qué?).
38
Ver notas de la Biblia de Jerusalén. En Col 1,27: el Misterio es el designio del plan divino, finalmente
revelado.
39
Cf. Rm 16,25 y 26; 1 Co 2,10; Col 1,26; 1 Co 2,7; Ef 3,9; Ef 6,19.
19
anuncio, sino que la revelación descubre el misterio precisamente como tal. En otras
palabras: la cruz y la resurrección de Jesús hacen presente y experimentable, aunque
siga siendo incomprensible, el misterio de la amorosa donación y proximidad de Dios.
Con ese fundamento no es extraño que hayan coincido en esa visión teológica del
misterio de Cristo K. Rahner y el Card. Journet. En Cristo se identifican plenamente el
signo y la realidad significada:
20
40
K. Rahner, La Iglesia y los sacramentos (Barcelona: Herder, 1967), 16.
41
Ch. Journet, «Le mystère de la sacramentalité. Le Christ, l’Eglise, les sept sacrements», art. cit., 212.
42
Cf. CTI (2020, 33-35. ver, además, Ch. Journet, «Le mystère de la sacramentalité. Le Christ, l’Eglise,
les sept sacrements», art. cit., 171-183; J. Ratzinger, «La Iglesia como sacramento de la salvación», en
Id., Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental (Barcelona: Herder,
1985), 49-62; L. Scheffczyk, «The Church as the universal sacrament of Jesus Christ», International
Journal for the Study of the Christian Church, 10 (2010): 18-45; S. Pié-Ninot, «Sacramentalidad», en G.
Calabrese/P. Goyret/O.F. Piazza (eds.), Diccionario de Eclesiología, 1320-1336; J. Granados García,
Tratado general de los sacramentos (Madrid: BAC, 2017), 320-328.
21
todos nosotros tenemos y debemos tomar parte. La Iglesia como cuerpo de muchos
miembros, organismo carismático, es unificado por el Espíritu. La confesión de fe ha
guardado esta dimensión: por eso en el símbolo se confiesa que ser cristiano, ser iglesia
de Jesucristo, significa existir en el Espíritu Santo. Creer en el Espíritu Santo significa
afirmar que creemos en la Iglesia, comunión de los santos; que creemos en el perdón de
los pecados, que poseemos una existencia en esperanza, un estar orientado hacia la
plenitud: esperanza de la resurrección y de la vida eterna. El Espíritu Santo es la
realidad y la efectividad de Dios y de Jesucristo en nosotros, es decir, en la comunidad
de los creyentes. En Jesucristo la Iglesia adquiere una estructura sacramental.
Si releemos lo textos del Concilio Vaticano II, intentando percibir los tres aspectos
que hemos señalado al hablar de la sacramentalidad de Cristo: ser, obrar, finalidad,
podemos decir que:
- Finalmente, la Iglesia es signo salvador para todos los hombres (cf. LG 48),
‘sacramento universal de salvación’). La Iglesia es, de este modo, el desarrollo y
concreción histórica del sacramento originario.
Es necesario reconocer que, después del Concilio Vaticano II, se han dado diversas
interpretaciones en cuanto a la comprensión de la sacramentalidad de la Iglesia:
22
sacramento de Cristo (Alfaro); sacramento del Espíritu (W. Kasper); sacramento del
reino (Brinkman); sacramento del mundo (Rahner, Schillebeeckx, Groot).43 En su
momento, la Comisión Teológica Internacional consideró necesario presentar algunas
clarificaciones en cuanto al uso de la noción de sacramento aplicado a la Iglesia –Temas
selectos de Eclesiología (1984), que pueden sintetizarse en cuatro puntos:
Durante el tiempo de la Iglesia, Cristo vive y actúa en su Iglesia y con ella, ya de una
manera nueva. Diversos modos de presencia: se pueden asociar con lo que seguramente
han visto en pastoral acerca de las tres realizaciones fundamentales de la Iglesia:
martyria, leiturgia y diakonia.44 Pero una característica propia de este tiempo nuevo es
que Cristo actúa por los sacramentos: la economía sacramental, que consiste en la
comunicación (“la dispensación”) de los frutos del misterio pascual de Cristo en la
celebración de la liturgia “sacramental” de la Iglesia.
43
Cf. G. Canobbio, «La Chiesa sacramento di salvezza: una categoria dimenticata», Rassegna di teologia,
46 (2005): 663-694.
44
Cf. G. Richi Alberti, «Sacramentalidad de la Iglesia y testimonio del Cristiano», Revista española de
Teología, 72 (2012): 489-500.
23
Podemos afirmar esto diciendo que Cristo se halla presente en el Espíritu Santo en
su Iglesia, la cual transmite esa promesa irrepetible de Dios a la humanidad y la entrega
con plena facultad y poder en situaciones fundamentales determinadas de cada uno de
los creyentes y de la comunidad creyente.
Por eso, la realidad de lo que podemos llamar sacramental, que hunde sus raíces en
Cristo y en la Iglesia, y permite releer toda la economía de la salvación, encuentra su
lugar privilegiado en el marco litúrgico de la celebración de los sacramentos. Allí la fe
confesada, se convierte en fe celebrada e impulsa a una fe verdaderamente vivida. Y,
más allá de los sacramentos, sanando y elevando la creación toda, se prolonga en los
sacramentales, en los que es posible encontrar un dinamismo análogo al de los
sacramentos y, en cierto modo, prolongando su acción en la vida de los fieles y en su
mundo de relaciones.
45
Cf. P. Fernández Rodríguez, A las fuentes de la sacramentología cristiana: La humanidad de Cristo en
la Iglesia, 238.