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Doctrina
Social
e la Iglesia y
tica Politica
l
Manual de iniciación
AGAPE
LI BROS
Irrazábal, Gustavo
Doctrina Social de la Iglesia y Ética Política: manual de inicia
ción . - la ed. la reimp. - Buenos Aires: Agape libros, 2011.
192 p .; 20x13 cm. (Manuales; 7)
ISBN 978-987-640-065-7
1. Teología social. I. Título
CDD 230
7
Prólogo ..................................................................................................
9
INTRODUCCION...............................................................................................................
5. F e r i n a y sociedad............................................................ 68
5.1 Concepto de sociedad....................................................... 68
5.2 La socialización comofenómeno natural e histórico...... 69
5.3 Naturaleza social y contrato social.
Propuesta de mediación .....................................................71
Principio de indiferencia..................................................156
13. La Iglesia y la dem ocracia........................................... 159
13.1. La democracia y la DSI ............................................. 159
13.2. La auténtica democracia............................................ 163
14. La actuación política de los laicos.............................166
14.1. Figuras históricas....................................................... 166
14.2. Modalidades................................................................169
14.3. Discernimiento político............................................. 170
15. La comunidad internacional.......................................172
15.1. Aspectos bíblicos ........................................................ 172
15.2. Fundamentos morales y jurídicos ............................173
15.3. Organización institucional.......................................175
15.4. La paz justa en la Biblia y en la tradición...............176
15.5. La doctrina de la guerra justa .................................. 178
S iglas.....................................................................................................183
B ibliografía............................. 185
M agisterio...............................................................................185
Bibliografía general..............................................................186
W'
Prólogo
Primera parte:
La Doctrina Social de la Iglesia
1. Naturaleza de la DSL
Para evitar el riesgo de un uso arbitrario de la DSI,
generalm ente en orden a "p ro b a r" ideas preconcebidas,
es preciso, en prim er lugar, tom ar conciencia de q u ^ ^ o ^
estamos ante una sim ple colección de textos m agiste- '
riales, sin <i gnp Ips m ism os se encuentran encuadrados
en una disciplina autónom a, que tiene su propio objeto
form al^ su estructura y inétodo, sus principios v~sus Vt í -
terios herm enéuticos, com o así tam bién un dinam ism o
^ t ó r i c o del todo peculiar.
Sobre esta autonom ía de la DSI com o disciplina cien
tífica reflexionarem os en el presente capítulo, esbozando
los elem entos fundam entales que desarrollarem os a lo
largo de la prim era parte de este libro.
1.1 La originalidad de la D Sl
"L a doctrina social hunde sus raíces en la historia de la
salvación y encuentra su origen en la misma misión salví-
12 Doctrina Social de la Iglesia y Ética Política
^ O rl5.
" a . S.Th, I-II, qq.57-122.
Gustavo Irrazábal 13
cumentos pontificios a partir de la encíclica Rerum Naoarum
de L eón XIII, en el año 1891.^ Cabe entonces preguntarse
qué originalidad tiene la enseñanza social que se perfila pro
gresivamente a partir de este documento frente a toda la
enseñanza precedente, como para justificar una denomina-
pión especial.
' S. Tomás, siguiendo a A ristóteles, atribuía a la justicia la
función de ima virtud general, de carácter arquitectónico, que
órdena los actos de los individuos al bien común de la so
ciedad (justicia general o legal). Más allá de su valiosa intui
ción, el Aquinate desarrolló su tratado de la justicia desde
úna perspectiva elevadamente formal, que sólo de tm modo
limitado atendía la real complejidad de la vida social.
A este carácter formal de los tratados escolásticos se su-
jgnan problemas de orden filosófico derivados del volunta
rismo y el individualismo. Con el advenimiento del voltm-
i^arismo, para el cual la ley no es ya un ordenamiento de la
razón sino una manifestación de la voluntad del soberano,
la justicia general o legal pierde su referencia al bien común
y se identifica tendencialmente con la obediencia al orden
establecido. Con ello, queda vaciada de su potencial crítico
frente a la realidad social.’’ Además, la influencia del indivi
dualismo y el liberalismo llevó a los moralistas a privilegiar
la justicia conmutativa (la que rige en los contratos) como
la justicia por excelencia, abstraída del marco de referencia
de la justicia general. La atención se focaliza en responder a
las necesidades del desarrollo del comercio, relativas a los
contratos y los problemas anexos (fraude, usura, etc.), pero
con la tendencia a concebir la justicia exclusivamente en tér
minos de igualdad objetiva de prestaciones mutuas entre
sujetos no solidarios.®
Es por ello que la doctrina m oral del siglo XVI en
adelante adolece de graves defectos: form alista, conser- *
‘ Cf.OrS.
^ Cf. M. COZZOLI, "Justicia", 977-979.
* Cf. G. P iaña, "Doctrina social de la Iglesia", 418.
14 Doctrina Social efe la Iglesia y Ética Política
Cf. ídem.
I. C amacho L araña, Quince claves, 221.
16
Cf. ibíd., 222.
Gustavo Irrazábal 17
w
IfÉ^Sí-v que el prim ero sugiere un sistem a de verdades, el
ü lá m a ^ S id e¿xm c^ ^ xm to m ás abierto, dinámico
y flexible.
1.4 Concepto de D SI
El concepto de DSI puede entenderse en diferentes sen
tidos, parcialm ente coincidentes:
M ¿P o''
T,a misión Hp la Iglesia, no se limita al hombre indivi
dual que vive en sociedad, sino que coTvsiste ^a-fecundar y
fermentar la soríedad misma con el Evangelio ^ DS 6 2 ) ^ a
vida social genera las condiciones en las cuales la persona
se comprende a sí misma, y decide acerca de sí y de su vo
cación. Por ello, la Iglesia no puede ser indiferente frente a
la dimensión humana y humanízaHorirde la' vida socraTy"*
aquello que puede arneñazaría.
"La socieriad y con ella la política, la economía, el tra
bajo. el (jerecho. la cultura nfl. constituyen un ámbito mera-
mente secular y mundano, y por ello marginal y extraño ~á1
mensaje v la economía de salvación. La sociedad, en efecto'” ’
con todo lo que en eÑasTrealiza, átime(^ h o m ^ que es “el
camino primero y fundamental de la Iglesia" (ibid\ cf. RH 14).
Con su doctrina social, la Iglesia no se aparta de su misión
sobrenatural, sino que es estrictamente fiel a ella (CDS 64).
En efecto, la "dim ensión sobrenatural" no es una expresión
limitativa, como xm a'Sitídad’ qüé comienza donde termina
lo natural, sino como un concepto integral de la salvación, es
decir, como la elevación de lo natm al, de manera que no hay
nada en el orden de la creación y de lo humano que n o esté
destinado a serjiKduido.e^uel-eFden-sabreiiat]U£alj
Pero la Iglesia no se hace cargo de la vida en sociedad
bajo todos sus aspectos, sino en el ámbito de su competencia
propia, que es el anuncio de Cristo Redentor (CDS 68). Por
ello no entra en cuestiones técnicas y no instituye ni propo
ne sistemas o modelos de organización social (cf. ibid.-, CA
, 43; CV 9). Su fundamento y objeto, es decir, la perspectiva
específica a partir de la cual aborda todos los temas sociales
no es otra que la dignidad de la persona humana v sus derechos
inalienoBIesf^O r 4.3):
AjU\
2.1 Evolución de la D S I
La dimensión histórica de la DSI im plica que la m isma se
vea sometida a un constante proceso de evoludón. Según Or
11, la DSI, por su carácter mechador entre el Evangelio y la rea
ld ad concreta del hom bre y la sodedad, "necesita ser actuali
zada continuam ente y responder a las nuevas situadones del
^ im d o y de la historia" (Or 11.1; EN 29). A im así, la DSI sigue
pendo im "cu erp o" doctrinal dotado de coherencia interna, no
^ el sentido de constituirse com o im "sistem a cerrado", sino
hianteniendo la apertura a los nuevos problemas (cf. C V 12),
rasgo que "se hace m ás evidente" después del Vaticano II.
12: "La doctrina social de la Iglesia ilumina con una luz que no
•Wnbia los problemas siempre nuevos que van surgiendo", cf. SRS 3.
24 Doctrina Social de la Iglesia y Ética Política
2.3 Periodifcación de la D SI
Como hemos visto, las Orientaciones hablan de diferen
cias de "planteam iento, de procedimiento metodológico y
de estilo" en los documentos que desde la RN han expre
sado el pensamiento social católico. Es importante procu
rar la comprensión de estas variaciones, identificando las
etapas que atraviesan. Según lUanes, a los efectos de una
periodificación de la DSI, debe considerarse el Vaticano II
como "punto de inflexión fundamental" (preparado en Juan
XXIII, sobre todo en PT y madurado en Pablo VI, OA).® B.
SoRG E propone la siguiente periodificación:^
— VerddesannDodeesteqetr5JoenlCAMAao,E>ccíráíaSQ(iácfeii^feá3il8.
Cf. ídem, 19.
Cf. ídem, 19.
® Q. J. L I llanes, Doctrina social de la Iglesia, 25ss. Esta propuesta iu>equi-
vale,ananbargo,axecuirira"divisionesabstractas" quecuestionenlauni-
dad interna de la DSI, proponiendo la existencia de "dos tipos de doctrina
sodal, una precondliar y otra postconciliar, diferentes entre d" (CV12).
— C f . B. SORGE, Introduzione alia Doctrina sociale della Chiesa, Queri-
niana, Brescia, 2006,17-93.
Gustavo Irrazábal 25
L
26 Doctrina Social de la Iglesia y Ética Política
Quadragesímo anno
Su contexto es el de ía ^
nos al libre mercado. Jos^sjngg a r o
al mercado del trabajo; la con ceb T Fao óíi'^ j
poder
Gustavo Irrazabal
2.4 J P ío X ii
2 ^ Juan XXIII
M a te r e t m a g is tr a J ia G i)
Medellín (1968)
Este documento, fruto de la II Conferencia General, tiene
por objetivo aplicar las conclusiones del Concilio a una rea
lidad latinoamericana m ás sombría, marcada por la pobre
za y la injusticia estructural. El texto constata la frustración
que experimenta el pueblo latinoamericano en sus legítimas
aspiraciones, lo que genera angustia y alimenta la tentación
de la violencia. Al mismo tiempo, percibe "u n anhelo de
emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de
maduración personal y de integración colectiva" (Introd. 4)
ante el cual la Iglesia se siente plenamente comprometida
(V.15). Frente a esta situación, exhorta a la conversión de
los corazones (1.3), propone reformas concretas en el plano
económico, rechaza la violencia, y expresa el deseo de que
el pueblo del continente, debidamente concientizado y or
ganizado (dotado de instituciones intermedias y estructu
ras de participación, en especial, comunidades de base), se
ponga al servicio de la justicia y la paz (11.19).
Gustavo Irrazábal 41
Puebla (1979)
En Latinoam érica, la década de los setenta com enzó
con un crecim iento económ ico selectivo y discrim inato
rio, con un em peoram iento de la situación social global
y un debilitam iento de las libertades dem ocráticas, con
diciones que se agudizarían con la crisis internacional y
las dictaduras m ilitares am paradas en la ideología de la
seguridad nacional.
Aparecida (2ooj)
En los años posteriores, la globalización se acelera,
generando oportim idades pero tam bién aumentando la
desigualdad entre países y sectores sociales. La fragmen
tación cultural se profundiza. Los vicios de las renacidas
dem ocracias llevan a m uchas desilusiones prematuras y
al surgim iento de regím enes neopopulistas. En este con
texto, el docum ento de la V Conferencia reflexiona sobre
la naturaleza del sujeto de la evangelización, ahora plan
teada en el horizonte de una gran m isión continental: el
"discípulo y m isionero", su llam ado a la santidad y a la
comunión, el itinerario form ativo, y su modo de ejercer la
m isión en los distintos ámbitos de la vida social al servicio
de la vida plena (2^ parte). En lo que nos interesa más di
rectam ente, al reflexionar sobre la promoción humana, re
afirma la opción preferencial por los pobres, con un acento
nuevo en la idea de ciudadanía y de hacer de las personas
sujeto de su propio desarrollo (cf. DA 385); se sostiene la
necesidad de políticas que hagan posible un "desarrollo
sostenible" (cf. DA 403) y, en el plano internacional, de
una "globalización de la solidaridad" (cf. DA 406). Fren
te a las derivaciones autoritarias de varios Estados de la
región, señala como requisito de una democracia estable
no sólo la justicia social sino tam bién las instituciones del
Estado de Derecho (cf. DA 76).
2.5 Conclusión
"E l realce de esta dim ensión histórica m uestra que
la doctrina social de la Iglesia, expresada con claridad y
coherencia en sus principios esenciales, no es un sistema
abstracto, cerrado y definido una vez por todas, sino con
creto, dinám ico y abierto. En efecto, la atención a la rea
lidad y a la inspiración evangélica colocan a la Iglesia en
condición de responder a los continuos cam bios a que es
tán sometidos los procesos económ icos, sociales, políticos,
tecnológicos y culturales. Se trata de im a obra en continua
construcción, abierta a los interrogantes de las nuevas rea
lidades y de los nuevos problem as que surgen en estos
sectores" (Or 27).
3- Los contenidos de la DSI
En Or. 3, al hablar de los elementos constitutivos de la
DSI, se nos dice que: "(La DSI) Basándose en «principios
siempre válidos» lleva consigo «juicios contingentes» ya que
se desarrolla en función de las ciram stancias cambiantes de
la historia y se orienta esencialmente a la «acción o praxis»
cristiana". Es sumamente importante, por lo tanto, discernir
en los documentos de la DSI estos tres tipos de contenido,
muy distintos en cuanto a su naturaleza, su carácter vincu
lante y su grado de contingencia, y comprender el modo en
que se articulan entre sí en el proceso de discernimiento. ,
L > i ,¿ 0 Ü C t
44 Doctrina Social de la Iglesia y Ética Política
a . CDS 541-544.
48 Doctrina Social de la Iglesia y Ética Política
La unidad de la persona
El hombre ha sido creado por Dios como unidad del
alma y del cuerpo, y es en tal unidad donde la persona es
sujeto de sus propias acciones. Por su corporalidad, el hom
bre se encuentra inserto en el mundo material, no como en
una prisión o en un exUio, sino como en el lugar de su rea
lización y de su libertad. Por su espiritualidad, el hombre
supera a la totalidad de las cosas y se descubre superior al
mundo material: se percibe a sí mismo no "com o partícula
de la naturaleza ni im elemento anónimo de la ciudad hu
m ana" (GS 14), sino como sujeto dotado de una dignidad
única por estar abierto a la trascendencia.
La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda, que
se debe considerar el alma como "form a" del cuerpo. No
se trata de dos naturalezas unidas, sino que su unión cons
tituye una sola naturaleza (cf. CEC 365). De este modo, la
dignidad personal no corresponde sólo al alma espiritual
sino también al cuerpo que ella informa.
Apertura a la trascendencia
Y unicidad de la persona
A la persona humana pertenece la apertura a la trascen
dencia, en un doble sentido. Por un lado, está abierta al in-
fiiúto, es decir a Dios (al menos implícitamente), en virtud
de su inteligencia y su voluntad que la eleva por encima de
todo lo creado. Por otro lado, está abierta hacia el otro; tanto
hacia el mundo como hacia las demás personas, cuyo tú le
permite percibirse como yo, y salir de sí, de la conservación
egocéntrica de la propia vida, para entablar relaciones de
diálogo y de comunión.
En virtud de esa apertura a la trascendencia, el hombre
existe como tm "y o ", como un ser único e irrepetible, capaz
Libertad de la persona
El hombre puede dirigirse hacia el bien sólo en la libertad,
que Dios le ha dado como signo eminente de su imagen.^^
Ella no sólo le permite transformar el mundo exterior sino,
ante todo, crecer como persona, mediante opciones confor
mes al bien verdadero, de modo de llegar a ser "padre" de su
propio ser (Gregorio de N isa) y constructor del orden social.
Esta libertad no se opone a la dependencia creatural del
hombre respecto de Dios. Es más, ella sólo es posible en la
medida en que el hombre no pretende ser creador y dueño
absoluto de la verdad y de las normas éticas. En efecto, la
verdad sobré el bien y el mal no obedece a una decisión ar
bitraria del hombre, sino al juicio de la conciencia, en el cual
se manifiesta la ley natural, es decir, la luz de la inteligencia
infimdida por Dios a todo hombre, gracias a la cual cono
cemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar, y que
constituye una participación en la ley eterna.
La sociabilidad humana
Hemos afirmado ya que la persona es constitutivamen
te un ser social. Su subjetividad es rdaciom l, en cuanto ex
perimenta la necesidad de integrarse y colaborar con sus
semejantes de un modo libre y responsable, y de entrar en
comunión con ellos (cf. CDS 149). Ello constituye una ca
racterística natural que distingue al hombre del resto de la
creación, y es expresión de su dignidad.
A la luz de la fe, esta característica relacional adquiere un
sentido más profimdo; se trata de una verdadera vocación,
un llamado de Dios a la vida social. Así como la vocación
de la humanidad a manifestar la imagen de Dios en Cristo
tiene una dimensión personal, también tiene dimensión co
munitaria (cf. CEC 1877), que consiste en instaurar entre los
hombres ima fraternidad que refleje la Adda trinitaria (cf.
CEC 1878; CDS 33; CV 54).
L
Gustavo Irrazábal 67
1165), no agota su alcance en consideraciones socioeconó
micas, sino que se impone com o una opción teológica (DP
1141-1144), como exigencia inseparable del seguimiento de
Cristo. No se trata de una opción excluyente (DP 1145) ni
exclusiva (DP 1165), que sería contradictoria con la univer
salidad del amor cristiano, sino "preferencial", fruto de la
tensión interna propia de todo amor verdadero, que une la
universalidad con la atención particular al más débil. CA
42 asume este principio, entendiéndolo como "una forma
especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana
de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia" y
que hoy adquiere dimensiones mundiales. "Ignorarla sig
nificaría parecem os al rico epulón, que fingía no conocer al
mendigo Lázaro, postrado a su puerta" (ibid.).
5- Persona y sociedad
El análisis de la relación entre persona y sociedad recla
m a u n delicado equilibrio que evite, por un lado, convertir
a la sociedad en un agregado de individuos en últim a ins
tancia extraños entre sí y, por el otro, absorber a los indi
viduos en una entidad sustancial superior, en calidad de
m eros com ponentes cil servicio de la m isma.
5.7 C o n c e p to de s o c ie d a d
I
Gustavo Irrazábal 69
5.2 L a s o c ia liz a c ió n
c o m o f e n ó m e n o n a t u r a l e h istó rico
^ C u a n d o , p o r e je m p lo , e n e l t e m a d e la p r o t e c c ió n d e la v id a p o r
n a c e r , e n v e z d e d is c u t ir s e a c e r c a d e l a lc a n c e y p o s ib ilid a d e s d e l
d e r e c h o p e n a l o d e la a y u d a s o c ia l, s e h a b la d e " a s e s i n a t o " p o r u n
la d o y " d e r e c h o a l a lib r e d e t e r m i n a c ió n " p o r e l o tr o , d if íc ilm e n t e
p u e d a lle g a r s e a u n a s o l u c i ó n c o n s t r u c t iv a .
6.3 L a n a ció n
El concepto de nación no es originariamente un concepto
político sino socio-cultural, pero asume muchas veces aquel
sentido. Ambas acepciones son válidas, pero es importante
distinguirlas cuidadosamente, para evitar las confusiones,
hoy todavía tan frecuentes, que conllevan consecuencias
éticamente inaceptables.
6.3.3 El nacionalismo
El nacionalismo es la ideología que confundiendo los
conceptos de nación y Estado, es decir, de nación cultural
y nación política, ha generado el mito del Estado nacio
nal, expresado en la formulación extrema del "principio de
las nacionalidades", según la cual cada nación debe ser un
Estado. La nación se convierte en vma divinidad terrestre,
cuyo egoísmo es sagrado, mientras que el Estado, identifi
cado con ella, impone a todos sus habitantes la "identidad
nacional" y la "cultura nacional", que se consideran por
encima de toda ley objetiva y universal.^ Frente a ello, J.
li ' Maritain propone la siguiente formulación del principio
de las nacionalidades:
"El cuerpo político debería desarrollar tanto su di
namismo moral como el respeto por las libertades huma
nas, a tal punto que las comunidades nacionales conteni
das en él tuvieran el pleno reconocimiento de sus derechos
il naturales y, al mismo tiempo, tendieran espontáneamen
te a fundirse en una comunidad nacional más elevada y
compleja."^^
ti-:'
^ Sin pretender alentar una postura nacionalista. Iglesia y Comuni
dad naríonal (1981) cae en el error de identificar la nación cultiual
con la nación política. Según el n. 77, la Nación cultural y política
"es fimdamentalmente la comunidad de hombres congregados
(...) por el vínculo de una misma cultura (...) una idéntica concep
ción del hombre y del mundo y por una sola escala de valores".
Luego debe matizar la primera íifirmación hablando de una "iden
tidad no uniforme" (n. 80); reconociendo una "evolución históri
ca" que afecta la identidad del pueblo en su escala más profunda
(n. 81); señalando el "pluralismo cultural"; y finalmente admitien
do que "la nación tiende a concebirse y a realizarse cada vez más
como una entidad política del Estado, que reúne, bajo un mismo
poder centralizado, im pluralismo cultural o ideológico" (n. 82).
^ J. M aritain, El hombre y el Estado, 21.
84 Doctrina Social de la Iglesia y Etica Política
6.4 E l E sta d o
El térm ino Estado es frecuentem ente considerado como
sinónim o de sociedad política. Se habla, por ejem plo, del
"Esífldo-nación", del Estado A rgentino, del Estado C hile
no, etc. A la inversa, el CDS utiliza la expresión "so cie
dad p olítica" com o sinónim o de Estado (cf. n. 417-420).
Am bos usos se prestan a confusiones, y se hace necesa
rio, por lo tanto, precisar m ejor el auténtico significado
de ese térm ino.
6.4.1 Concepto
En sentido propio, com o enseña J. M akitain,’ ^ el Estado
es sólo una parte del todo de la sociedad política: es un con
junto de instituciones situadas en la cima de esta última, y
6-5 E l p u eb lo
El concepto de pu eblo puede ser definido en diferentes ni
veles (histórico-cultural, empírico, socio-económico, etc.),^^
pero en su acepción específicamente política, la que aquí nos
interesa, es la misma comunidad política desde la perspec
tiva de las personas que la integran: es "la multitud de per
sonas que, unidas bajo el mismo sistema legal y reunidas
por la amistad cívica, buscan el bien común constituyendo
im cuerpo político".’’® No se trata pues de "una multitud
amorfa, una masa inerte para manipular o instrumentali-
zar", sino una "unidad orgánica", en la cual, sin embargo.
“ C u a n d o s e p r e s e n ta la p o lític a c o m o xm a c ie n c ia r ig u r o s a , s e g e
n e r a e l p e lig r o d e su " c ie n c if ic a c ió n " ( H a b e r m a s ): a q u é lla d e ja d e
Gustavo Irrazábal 93
7.2 E le m e n to s históricos.
D e la p o lis a n tig u a a la d e m o cra c ia c o n stitu c io n a l
¡¡y
102 Doctrina Social de la Iglesia y Ética Política
8.3.1 Fe y política
La fe comunica verdades que están en el orden de la sal
vación. Pero éstas arrojan, al mismo tiempo, una luz especial
sobre los problemas humanos y, entre ellos, los políticos, per
mitiendo verlos en la perspectiva de la dignidad de la persona
\ humana en su verdad integral (cf. CDS 75). La fe no sustituye
■ la necesidad de conocimientos y competencias especializa
dos, ni la necesidad de virtudes naturales, pero purifica a la
razón de la estrechez que muchas veces procede del egoísmo
y el desorden de los afectos (cf. DCE 27). Al comprender la
realidad desde Dios, el cristiano se hace consciente de su im
portancia, al tiempo que la relativiza justamente.
103
C f. e n . A lia ricerca di u n 'etica un iv ersa le, 94.
108 Doctrina Social de la Iglesia y Etica Política
IP. 5 Sigo a M . V idal, Moral de actitudes, III. Moral social, 641. Origi
i nariamente, en el contexto de la Prusia del siglo XIX, la expresión
tuvo otras connotaciones: las de un Estado donde todo se regula
i a través del Derecho, pero éste, a su vez, depende de la voluntad
del soberano sin restricciones constitucionales. Sólo la existencia
de un poder judicial independiente hace de este concepto un equi-
*valente al gobierno de la ley. Sobre la historia de este concepto, cf.
; J. V ancssi, Estado de Derecho, 24-28.
118 Doctrina Social de la Iglesia y Etica Política
10.2 La constitución
Como acabamos de decir, el Estado de Derecho se carac
teriza por poseer una ley suprema, la constitución. Según
im concepto amplio, la constitución consiste en la ordenación
fundamental del Estado, siendo diferentes los instrumentos,
hechos o actos que la establezcan (normas escritas, costum
bres, tradiciones, meros actos de mando y obediencia, etc.)
y el sentido político que las inspira (liberalismo, socialismo,
comunismo, fascismo, etc.).^^’ En esta acepción amplia, todo
Estado tiene necesariamente alguna constitución. Sin em
bargo, el concepto moderno de constitución, en sentido re-
7 0 -3 El equilibrio de poderes
Según la clasificación de las formas de gobierno propues
ta en el capítulo anterior (cf. supra, 9.3), en el gobierno con
vencional existe im solo órgano de gobierno, que detenta el
monopolio del poder. En cambio, en las dos primeras formas
de gobierno mencionadas, el presidencialismo y el parlamen
tarismo, el poder del Estado está distribuido entre órganos
diversos que se controlan entre sí. A este último mecanismo,
más allá de las diferentes modalidades concretas que puede
revestir, se lo conoce como equ ilibrio de poderes.
Esta doctrina constituye el aporte más importante hecho
por M o n t esq ih eu a la filosofía política con su libro El Espíritu
de las Leyes (1748). Luego de largos años de estudio de las ins
tituciones europeas, este autor llega a la conclusión, inspirado
en el funcionamiento del régimen constitucional inglés, de que
la libertad política reclama un sistema de frenos y contrapesos
{checks and balances), en virtud del cual el poder sea distribuido
en tres órganos o poderes (legislativo, ejecutivo y judicial),^^
10.4.3 Definición
Se denomina derechos hum anos a rm conjunto de dere
chos enraizados en la dignidad de la persona humana y en
Dios, su Creador, y por lo tanto, anteriores al Estado, que
debe reconocerlos y garantizarlos. CDS 153 los caracteriza
del siguiente modo:
1) "So n universales, porque están presentes en todos
los seres hum anos, sin excepción alguna de tiem
po, de lugar o de sujeto.
2) Inviolables, en cuanto inherentes a la persona hu
mana y a su dignidad, y porque sería vano pro
clam ar los derechos, si al m ismo tiempo no se
realizase todo esfuerzo para que sea debidamente
asegurado su respeto por parte de todos, en todas
partes y con referencia a quien sea.
3) Inalienables, porque nadie puede privar legítima
mente de estos derechos a uno solo de su seme
jantes, sea quien sea, porque sería ir contra su pro
pia naturaleza."
Como enseña J. M aritain, los derechos hum anos pue
den ser reconocidos por todos los hombres sin necesidad de
que se pongan de acuerdo sobre las razones de dicho reco
nocimiento, condición que sería imposible de cumplimen
tar en el actual contexto de pluralismo religioso, cultural e
ideológico. Por el contrario, se basan en im a "convergencia
práctica de ideologías teóricas y tradiciones espirituales ex
trem adam ente distintas", en el ámbito de lo que S. T omás
denominaba "verdades prácticas" (cf. S.Th I-II 94,2), es de
cir, verdades aprehendidas naturalmente por la razón, in
dependientemente de su justificación teórica.” ®
No obstante ello, este autor señala que la verdadera filo
sofía de los derechos de la persona humana reposa sobre la
idea de la ley natural. Por el contrario, la filosofía contrac-
10.4.2 Historia
La doctrina de los derechos hum anos fue form ulada en
la Época M oderna por el Iluminism o, y sin embargo, tiene
también raíces profim das en la fe cristiana y en la historia
institucional del Medioevo.
;ii9
Cf. J. M aritain, Los derechos del hombre, 58-59; contraj>orúendo
¿individualismo y personalismo, cf. CTI, Dignidad y derechos de la
[persona humana, 3.2.1.
124 Doctrina Social de la Iglesia y Etica Política
En la Modernidad
En los siglos XVn y XVIU la doctrina del Derecho Natural
renace enriquecida por una nueva tesis: entre las normas de de
recho natural que la razón humana extrae de la volimtad divina
o del orden de la naturaleza es dable discernir la libertad del
hombre como elemento esencial del orden divino o natural.
Los filósofos y escritores políticos enrolados en uno y otro
bando de la lucha entre rey y parlamento, buscaron justificar
el origen, legitimidad y finalidad del poder, a partir de una
explicación racional del estado de naturaleza, previo al estado
de sociedad. H obbes justifica el absolutismo del Estado, fren
te al cual los hombres remmcian a sus libertades naturales a
cambio de paz; L ocke, por el contrario, sostiene que el hom
bre sale del estado de naturaleza y se somete a una autoridad
precisamente para lograr la garantía efectiva de sus derechos
naturales, su libertad y su propiedad. Esto último no equiva
le a la proposición de un individualismo a ultranza, sino de
la primacía del individuo sobre el Estado y sus intereses.
El constitucionalismo
En Inglaterra, a partir de la Magna Charta, y merced a la
actividad de los jueces, se hace valer frente al poder del Rey
la Rule ofLaw , es dedr, el imperio de la Ley. A partir de la
"Revolución gloriosa" de 1688, se instatira el parlamentaris
mo representativo, régimen constitucional (sin constitución
escrita, pero fundado en el Common Law como ley suprema)
aunque de carácter oligárquico (sólo el 20 % de la población
tenía derecho de voto).
Con el constitucionalismo anglosajón confluye el pensa
miento puritano (originado en el calvinismo presbiteriano
escocés), el cual, merced a una teología política fundada en
el Pacto de Dios con su Pueblo, sostiene que el soberano no
es representante de Dios sino del pueblo, con el cual Dios
ha celebrado dicho pacto, de modo que todo gobierno legí
tim o depende del consenso del conjxmto del cuerpo social.
Es esta la conciencia que introducen en el N uevo M undo los
Pilgrim Fathers (colonos de origen inglés que se instalan en
el territorio de Estados Unidos en el siglo XVII), y que sería
G ustavo Irrazáb al 125
En el siglo XX
Tras la Segunda Guerra Mundial, el 10 de diciembre de
1948, la Asam blea General de las Naciones Unidas aprobó
la Declaración Universal de los Derechos Humanos (en adelan
te, DDH), en la cual la noción de derechos hum anos alcanza
una real universalidad, al afirmarse solemnemente que "to
dos los seres hm nanos" nacen "libres e iguales en dignidad
y derechos" (art.l), y que no puede haber "distinción algxma
de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición eco
nómica, nacimiento o cualquier otra condición" (art.2.1).
10.4.3 Contenido
Hemos adelantado ya que el contenido de los derechos
humanos ha evolucionado y se ha expandido, en relación
con una conciencia creciente de las exigencias de la digni
dad humana. Podem os describir este proceso en términos
d e ' generaciones
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77.3 D e m o c ra c ia y f e cristia n a
E l te m a d e la o b je c ió n d e c o n c ie n c ia su rg ió c o n re fe re n c ia a l s e r
v ic io m ilita r , p e r o h a tra s c e n d id o e ste n ú c le o in ic ia l, d a n d o lu g a r a
lo q u e R . N avarro V als c a lific a c o m o u n " b ig - b a n g ju r íd ic o " , q u e
p ro y e c ta e sta fig u ra e n lo s m á s d iv e rso s á m b ito s: la s o b lig a c io n e s
146 Doctrina Social de la Iglesia y Etica Política
El derecho de resistencia
U n caso m ás grave de desobediencia al derecho es la
resistencia a la autoridad. Según C D S 400, "e s legítim o re
sistir a la autoridad en caso de que ésta viole grave y
rep etidam ente los principios del derecho n atu ral". Esta
definición ind ica que ya no se trata de una desobediencia
a una prescripción particu lar com o en el caso anterior,
sino a la autoridad m ism a, que pierde su legitim idad en
virtud de una actuación que afecta lo s principios básicos
del orden social.
12.1.1 Concepto
La Declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano
II formula del siguiente modo este derecho:
“Este Concilio Vaticano declara que la persona hu
mana tiene el derecho a la libertad religiosa. Esta libertad
consiste en que todos los hombres deben estar inmunes de
coacción tanto por parte de personas particulares como de
grupos sociales y de cualquier potestad humana, y ello de
tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a
obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe confor
me a ella en privado y en público, solo o asociado con otros,
dentro de los límites debidos. Declara, además, que el dere-
73.7 La democracia y la D SI
Debem os analizar, en primer lugar, las causas por las
cuales la DSI evoluciona de un rechazo inicial hacia la de
mocracia hacia una valoración cada vez más explícita. Sin
embargo, esta valoración está sometida siempre a determi
nadas condiciones que muestran, al mismo tiempo, la vi
gencia del principio de indiferencia.'^
13.2.3 La participación
Por último, CDS se refiere, como condición de la demo
cracia "auténtica", a la participación. En este ámbito, un peli
gro es "la formación de grupos dirigentes restringidos que,
por intereses particulares o por motivos ideológicos, usur
pan el poder del Estado" (CDS 406). De ahí la necesidad de
garantizar la "subjetividad social" mediante "estructuras
de participación". Con relación a los "instrumentos" con
cretos, CDS señala:
1. Los partidos políticos (cf. supra, 11.5).
2. La información, considerada como "uno de los prin
cipales instrumentos de participación democráti
ca" (CDS 414). En efecto, "es impensable la parti
cipación sin el conocimiento de los problemas de
la comunidad política, de los datos de hecho y de
las varias propuestas de solución". Existe, pues,
un "derecho a la objetividad en la información"
(cf. P T 12), que requiere un "pluralismo real", y es
puesta en peligro por el fenómeno de las "concen
traciones editoriales", en las que convergen po
deres políticos y financieros. Es preciso el respeto
de los valores de la persona no sólo en cuanto al
contenido de la información, sino también en cuan
to a la "política de las comunicaciones", que debe
ser auténticamente participativa, para evitar que
ciertos sectores sean privilegiados y otros, injusta
mente postergados (cf. CDS 415-416).
14- La actuación política de los laicos
ICN 168 recuerda que corresponde a los laicos la gestión
directa y la instauración concreta del orden temporal. En este
contexto, tom ar parte activa en la vida pública com o ciuda
danos, constituye u n deber (cf. C E C 1915). En particular, "los
fieles laicos de ningún m odo pueden abdicar de la partici
pación en la «política», es decir, en la m ultiform e y variada
acción económ ica, social, legislativa, adm inistrativa y cul
tural, destinada a prom over orgánica e institucionalm ente
el bien com ú n" (ChFL 42). "P ara los fieles laicos, el com
prom iso político es una expresión cualificada y exigente del
em peño cristiano al servicio de los dem ás" (CDS 565; cf. OA
46; 24; DCE 29).
Cf. Introduzione alia dottrina sodale delta Chiesa, 244-247. Las si
guientes figuras históricas pertenecen más bien al contexto euro
peo e italiano, pero aim así tienen valor para nosotros como refe
rencias orientadoras.
Gustavo Irrazábal 167
14.2 Modalidades
Ahora bien, en esta actuación de los laicos en la política
es preciso distinguir entre aquello que realizan como ciuda
danos, a título personal, y lo que hacen en nombre de la Iglesia,
en común con sus pastores (cf. GS 76; IC N 167).
El Concilio retoma, con esta consideración, una dis
tinción introducida por J. M aritain entre "actuar como cris
tiano" (en el orden temporal, animado por la fe pero sin
comprometer a la Iglesia) y "actuar en cuanto cristiano" (en
cuestiones espirituales o conexas con ellas, y por tanto en
nombre de o, al menos, comprometiendo o la Iglesia).'®^
Se trata, pues, de dos ámbitos distintos: el que comprome
te directamente los principios del Magisterio de la Iglesia, en
el cual los laicos deben actuar en armonía y unidad con sus
pastores; y el que se deja a la Ubre decisión de los ciudadanos
"que pueden inclinarse a soluciones diferentes, teniendo siem
pre presente, con rectitud de conciencia, el servicio del bien
común y la ley de la caridad" (ICN 168). Se reconoce de esta
manera el pluralismo social dentro de la misma comunidad
creyente: "E n las situaciones concretas, y habida cuenta de las
solidaridades que cada uno vive, es necesario reconocer una
legítima variedad de opciones posibles" (OA 50; cf. GS 75e).
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15. La comunidad internacional
La reflexión qu e h n n o s realizado hasta aquí acerca de
los requerim ientos d e la vida política de las comunidades
estatales debemos extenderla a continuación a la comuni*
dad internacional, en la cual todavía está pendiente el pro
ceso que en el interior d e los & ta d o s nacionales ya se ha
veríñeado: la creación d e un m arco institucional que haga
posible el logro del bien com ún y que garantice un orden
de paz.'**
*** "La acción del hombre sóbrela tierra, cuando está ínsfHrada y
sustentada por la caridad, contriteye a la cdificacíite de esa dutbuí
de Otos uiñversal hacia la cual avanza la historia de la familia hu
mana. En una sociedad en vías de giobalización. el bien común y
el esfuerzo por han de ^ i c a r necesariamente a toda la familia
humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dan
do asi forma de unidad y de paz a la audaá á ti hambre, y hacién*
dota en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de
Dios sin barreras." (cf. CV 7).
174 Bóctrina Social de la Iglesia y Etica Política
15.4.1 La paz
Lo que dice la Biblia acerca de la paz puede resum irse en
dos afirmaciones:
15.4.2 La guerra
En cuanto a la licitud del em pleo de la fuerza, no en
contram os en el N T una doctrina sistemática. No hay, por
ejemplo, ningxma condena de la profesión militar. En el Ser
m ón de la M ontaña, sin em bargo, se expresa claram ente la
lógica de vencer el m al con el bien, de un m odo caracterís
tico, en la exhortación a "poner la otra m ejilla" (Mt 5,39).
Este principio encuentra su eco en Rom 12,17-21: "n o te de
jes vencer por el m al, antes bien, vence al mal con el bien ".
Ello tiene relevancia para la esfera política, aunque debe ser
traducido adecuadamente. El m ism o Pablo hace referencia
luego a la autoridad "q u e lleva la espada" (Rom 13,1-7), es
decir, que está investida con la fuerza pública.
CA Centesimus annus
CDS Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
CV Caritas in veritate
CTI Com isión Teológica Internacional
ChFL Christifideles laici
DCE Deus caritas est
DP Documento de Puebla
DH Dignitatis humanae
DSI Doctrina social de la Iglesia
EJA Economic Justicefor All
EV Evangelium vitae
GS Gaudium et spes
ICN Iglesia y comunidad nacional
LE Laborem exercens
MM Mater et magistra
NDTM Nuevo Diccionario de Teología Moral
OA Octogésima adveniens
Or Orientaciones para el estudio
y la enseñanza de la DSI
en la formación de los sacerdotes
PT Pacem in terris
QA Quadragesimo anno
RN Rerum novarum
SpS Spe Salvi
SRS Sollicitudo rei socialis
S.Th. Suma Teológica
Bibliografía
Magisterio
CONOUO Vaticano II, Declaración sobre la libertad religiosa
"Dignitatis humanae" (1965)
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