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La juventud era una etapa marcada por los ideales sociales; los jóvenes “se comían
al mundo” con su ímpetu, creatividad, activismo y deseos de una sociedad mejor.
La constante actividad mental, emocional, social y ganas de vivir eran signos que
nos describían a los jóvenes.
Somos una juventud apática, indiferente socialmente, desmotivada y centrada
principalmente en su beneficio individual.
Es preocupante pues somos las futuras parejas, padres, trabajadores, la sociedad
estará compuesta por personas que son indiferentes a su entorno y semejantes.
Nuestra toma de decisiones desde lo cotidiano en interacción con otros hasta lo más
trascendental como es la posición ante la vida, están basadas en un beneficio propio
medible, si les conviene actúan y si no es así no merece tiempo y dedicación.
Por otro lado, al ser egocéntricos pensamos que los demás si deben actuar en favor
de nosotros, pues somos merecedores por naturaleza.
Dos pensamientos mutuamente excluyentes generan enojo, ira y violencia. Pues
para estar en equilibrio tienen que estar balanceados el dar y recibir.
Aquellos que están acostumbrados a pensar en otros y dar como convicción
comienzan a dudar si dicha postura es justa, sintiendo un abuso por parte de la
juventud.
Ejemplos:
Los padres de los jóvenes dan sustento y amor y reciben indiferencia y mal trato.
Los adultos en el cine respetan, callan y miran la película y los jóvenes utilizan el
celular, juegan, ríen y manifiestan molestia cuando se les llama la atención. Y ese
lugar de esparcimiento por dicha interacción da lugar a un ambiente de molestia y
enojo. Multipliquemos ese ambiente por millones de veces y obtendremos como
resultado una sociedad intolerante que para defenderse de los egoístas también se
vuelve indiferente socialmente.
El amor es un dar y recibir, el amor en pareja conlleva dejar de pensar en uno para
ver por el otro, por ello dos egoístas esperan solo recibir, no se forma la pareja. Dos
egoístas tienen hijos ¿quién dará a amor a éstos pequeños?
El individualismo causa separación, enojo, indiferencia social y por tanto soledad.
Basan su actuar en los impulsos de una satisfacción momentánea sin contemplar el
efecto de su actuar en el futuro y en otros.
Los jóvenes deciden hoy no estudiar, porque no les gusta, sin prever como el hacer
algo que no te agrada puede ser un paso más para el futuro que desean.
Desean ser ricos, tener fama, éxito, pero no se preguntan ¿cómo se lograra? No
ven que se requiere de un esfuerzo para lograr los objetivos.
Al no tener un motivador, un plan, se sienten desorientados sin rumbo, insatisfechos
y tienden a una depresión o apatía aún mayor.
Soluciones
Si empezamos a recibir de otros es sencillo dejar de ser indiferentes pues la
agresión es sustituida por empatía. El problema reside cuando
preguntamos ¿quién empezará a dar? Lo más simple es que tú empieces.
que la indiferencia no nos invada porque la contraparte del mundo globalizado exige
un suspiro de acciones colaborativas que ayuden a mitigar el daño.
Las pequeñas acciones suman colectividades que bien pueden servir como
modelos para otras personas. Considero que independientemente de
nuestras ideologías debemos encontrar el equilibro que nos permita interactuar de
manera más sana y solidaria.