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El punto de partida para calificar un acto como hostigamiento es la respuesta que tiene
la otra parte respecto al mismo. Si participa voluntaria y positivamente de ello, pues no
podría decirse que está siendo hostigada; sin embargo el rechazo a tal acto y que dicho
acto sea reiterativo, es razón suficiente para que podamos calificar tal conducta como
hostigamiento.
Es evidente que bien hace la Corte Suprema de Justicia al declarar fundado el Recurso
de Casación interpuesto a favor del empleador que emitió la Resolución Administrativa
que sancionaba al hostigador y con ello, infundado el pago de remuneraciones dejadas
de percibir e infundada también su reposición al puesto de trabajo. Qué duda cabe pues
que, con o sin interferencia en las decisiones laborales que tome la víctima, una
conducta sexual reiterada destinada a perturbar, alterar o molestar a alguien es
hostigamiento sexual y debe sancionarse.
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