Está en la página 1de 9

I.

La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)1

I. La autonomía de la biología1 (leído)

I.1. Acerca del concepto de autonomía de una ciencia

Se puede hablar acerca de la autonomía de una ciencia en un sentido doble: uno indeterminado -y al
mismo tiempo popular- y uno estricto.

En un sentido indeterminado, que al mismo tiempo es el de la vida cotidiana, una ciencia es llamada
autónoma cuando los objetos con los cuales ella tiene trato bien constituyen a primera vista un grupo
delimitado. En este sentido son ciencias "autónomas" la química, la geología, la historia y la economía
nacional. Tampoco se precisa ninguna reflexión particular para observar que, en este sentido, la
biología, o sea el estudio de aquello que está vivo, es una ciencia autónoma; nadie duda de eso.

Observar dicha autonomía en una ciencia, en el estricto sentido del término, no es un asunto sencillo, ni
yace en la superficie. Sí, aun entonces la comprobación de autonomía de una ciencia requiere de buena
parte de reflexión, si acaso una vez no recorre la última profundidad de lo alcanzable con el
pensamiento, si entonces -como ocurrirá en este escrito- conceptos como ciencia, objeto, naturaleza,
ley y otros sean resueltos en cierta medida, como lo suficientemente claros y comprensibles que sean
requeridos para los propósitos de quien se proponga tal cosa.

¿Qué rasgo característico de la autonomía de una ciencia puede entonces darse, cuando se pretende
interpretar estrictamente el concepto de autonomía y que no deba coincidir entonces con autonomía
prácticamente objetiva? Para que esta cuestión llegue a una resolución hay claramente dos caminos, de
los cuales el primero se divide en dos vías particulares.

El primero de estos caminos, aquél que entonces luego se divide, parte de la autonomía manifiesta de
un ámbito de conocimiento y cuestiona si se conforma a la razón. ¿Cómo podría conformarse a la razón?
Manifiestamente debiera hablarse de una estricta autonomía de un ámbito de conocimiento
prácticamente autónomo cuando sus resultados últimos y más generales reconduzcan a alguna otra
ciencia, y por tanto no se deriven de alguna manera de ella, con cuya ayuda se constituya. ¿Entonces
cómo se debe decidir esto? De hecho únicamente podría decidirse después de que ya se haya trabajado
por largo tiempo así en cierto modo ingenuo una ciencia prácticamente autónoma, después de que de la
misma forma ya haya brindado numerosos resultados en el tiempo. Pero también entonces debiera
arribarse a algo para la comprobación de la verdadera autonomía de un ámbito de conocimiento, un
algo que a la vez constituya una instancia que llegue a la resolución acerca de la auténtica autonomía o
no-autonomía. Esto mismo no puede pertenecer al ámbito de conocimiento que se está indagando,
debe hallarse por encima de él, de la manera en que se halle sobre todas las cosas para las
comparaciones con los ámbitos de conocimiento dados. ¿Es entonces esto mismo un “ámbito de
conocimiento”? Si se lo quiere llamar así, aunque mejor debiera ser designado “preciencia” o algo
similar. Esto es, entendiendo al término en su sentido más amplio, la lógica, que se corresponde en
alemán con la doctrina del orden de lo experimentado, entonces también la naturaleza puede ser

1
Este texto corresponde a las secciones #1-2 de Driesch, H. (1911). Die Biologie als selbständige
Grundwissenschaft und das System der Biologie. Leipzig: Verlag von Wilhelm Engelmann. (nt).
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)2

caracterizada2. Entonces se traspasa la primera de las vías particulares sobre las cuales se puede seguir
al problema de la autonomía de una ciencia, decisión que en última instancia es tarea de la lógica; ella
es el foro en el cual se halla la decisión última; ella sola; todo aquello que se produjo para probar la
particularidad de una ciencia en su verdadera autonomía era solamente la preparación para esta
decisión que no se origina en aquello mismo, ni incluso en la estricta elaboración de sus últimas
expresiones veraces.

Pero las ciencias también pueden constituir el punto de inicio para el tratamiento del problema de su
autonomía estricta, en otra forma, que se desarrolla en la práctica en la autonomía de su efectiva
existencia, Puede orientarse la reflexión en sus métodos, más que nada en aquéllos que, como su
última meta, consideran o a la ganancia de leyes o a la de sucesiones históricas3. Sin embargo se
muestra aquí que casi todas las ciencias que tratan acerca de la realidad no son por demás
metódicamente puras en el sentido aquí expuesto. Por nombrar dos ejemplos, así no es extraño a la
química el propio punto de vista histórico, por ejemplo en la cuestión de la transformación de los
elementos; a pesar de todos los fracasos; la “historia” observa y vuelve a observar como su última meta,
la obtención de leyes, así se trate de una ley particular en el transcurso de la historia o incluso de la
comprobación del devenir de la humanidad como el de una gran legalidad unitaria -así como por
ejemplo lo pensaba Hegel- . Entonces hay un método -método, de hecho, es un camino, nada más-; él
será muy especialmente dictado por el objeto; él mismo no es en verdad para nada “autónomo”, y por
tanto no puede decidir nada acerca de la autonomía. En general estará establecido un ámbito de
conocimiento más extensamente en su sucesión histórica en la medida que su objeto esté más
realizado. La obtención de leyes es siempre el fin último, incluso cuando también se trate del
conocimiento de un único contexto de devenir como ley, como quizás ocurra en las así llamadas ciencias
de la cultura. Entonces así el método considerado como criterio de autonomía de la ciencia nos
reconduce a la efectiva autonomía de contenidos como criterio de nuestra cuestión; no ganamos nada
nuevo cuando de hecho recurrimos a los distintos métodos como ciencias precedentes autónomas.

Nuestro único resultado hasta ahora es: basados en los anteriores resultados de una ciencia autónoma
establecida prácticamente, podemos bien obtener ocasionalmente una visión de su auténtica
autonomía o no autonomía. La lógica es entonces quien encuentra en dichos casos la resolución; la
lógica mide los resultados finales de las disciplinas particulares y les valida a ellas o no el predicado de
autonomía.

Si nosotros entonces nos debemos volcar a la lógica para hallar la respuesta final a nuestra pregunta,
¿no sería entonces un camino mucho más fácil e inmediato si ya desde el principio nos hubiésemos
volcado a la lógica, si nosotros ya la hubiésemos interpelado acerca de aquello que queremos saber, o
sea, aquello completamente general que rubrique a una ciencia como estrictamente autónoma? ¿No
podríamos entonces obtener a priori una mirada en la generalidad de las ciencias autónomas?

2
Doctrina del orden = doctrina de las categorías = lógica trascendental (Kant) = teoría de los objetos (Meinong) =
preciencias (más que nada la eidología y doctrina de la relación, Strumpf), pero también = ontología (Chr. Wolff) =
primera parte de la metafísica (Fries y sus partidarios), etc.
3
La diferenciación de Windelband entre disciplinas nomotéticas e idográficas.
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)3

De hecho es posible ese vuelco de la cuestión, y nosotros ingresamos con él en el segundo de los dos
caminos transitables principales del tratamiento de nuestro asunto. Sin embargo este camino no es tan
fácil de transitar como parece a primera vista.

¿Cómo podría entonces la lógica decir algo acerca de lo naturalmente real a partir de sí misma, o sea a
priori, sin ser instruida por la experiencia4, por encima de las ciencias de lo fáctico? La lógica, llamémosla
entonces doctrina del ser en general, o de los objetos, o, aquello que preferimos llamar doctrina del
orden, puede tratar solamente de lo posible, de lo “pensable en cuanto posible” como se dice
preferentemente, aunque no es muy claro.

Entonces ella tampoco precisa hacer mucho más para alcanzar nuestras metas. Cuando la lógica nos
dice de qué forma posible se trata en su configuración final, atendiendo lo naturalmente real, para
nosotros es perfectamente suficiente; precisamente a partir de esta perspectiva bien se podrá obtener
lo siguiente, el conocimiento ansiado por nosotros de la verdadera autonomía de las ciencias, al menos
una mirada en la generalidad de aquello que es posible, en las ciencias verdaderamente autónomas y
especialmente en las ciencias naturales; dicho de otra manera: aquello que entonces caracteriza a una
verdadera ciencia natural como ciertamente autónoma en última instancia, o para emplear la frase del
título de este escrito, como ciencia fundamental autónoma.

Hablábamos de “formas posibles en última instancia” cuyo conocimiento nos debe brindar la lógica. ¿De
formas posibles con relación a qué? Para adentrarnos aquí bien en lo profundo debimos entonces
redactar una lógica que por supuesto ahora no es nuestra tarea. Entonces se debe aceptar y creernos
que aquí no se supone frívolamente cuando decimos: toda ciencia natural trata muy fundamentalmente
de las propiedades y de las transformaciones de las cosas naturales, primero precisamente en la medida
en que cambian en el tiempo; la ciencia natural trata de transformaciones, de procesos, dicho en
general: del devenir.

Si a priori pudiésemos distinguir algo de las distintas formas posibles del devenir, entonces seguramente
obtendríamos bastante ganancia para la decisión de la cuestión de la auténtica autonomía de las
ciencias, o mejor, lo que aquí nos compete especialmente, de las ciencias naturales.

I.2. Algo acerca de la doctrina del devenir

La doctrina del devenir es una parte muy compleja de la lógica y al mismo tiempo su hija adoptiva.
Cuando tomamos cualquier buen libro de lógica, entonces nos encontramos generalmente con la
enseñanza de conceptos, juicios y deducciones, también con la enseñanza de la cantidad y espacialidad
tratada en su fundamento, pero entonces ella es agregada como si fuese un estilo de tratamiento
completamente distinto. Sí, las obras mismas que se proponen como objetivo auténtico el tratamiento
de la lógica de lo real -aquí pienso ciertamente en dos obras en especial, por lo demás muy buenas-
emplean en cierto modo toda la fuerza en los fundamentos de la doctrina de la cantidad y de la
espacialidad, de manera que, según parece, no quede fuerza de trabajo disponible para todo aquello

4
Lo a priori siempre pretende manifestarse de la mano de la experiencia, sin embargo ello significa independiente
de la magnitud de experiencia (ver mis “Conceptos de naturaleza”, 1904, pág. 131).
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)4

que pudiese venir y que en verdad debiese ser lo más importante; pero de todas maneras son tratados
minuciosamente los principios de la mecánica.

Pero, como se ha dicho, la doctrina del devenir precisamente en su completa forma general es la parte
más importante de toda investigación lógica orientada a la naturaleza.

En este punto no es el lugar correcto para desarrollar una teoría del devenir que se enfoque en las
particularidades; en otro sitio más extenso he hecho un ensayo de una teoría tal, obras lógicas
dedicadas a la Doctrina del orden en general que en breve tiempo serán publicadas,; debo recomendar
esta obra a aquel lector que desee tener conocimiento profundo de estas cosas.

Aquí debo pedir al lector que acepte ciertos conceptos y principios fundamentales que atañen más que
nada a la doctrina del devenir tal como yo los mencionaré. Y creo poder anticipar que el lector aceptará
sin grandes reparos aquello que diré, puesto que trata de cosas que por cierto en la vida cotidiana
usualmente son designadas como “obvias” -si bien ellas precisamente no dejan de ser para la lógica
tareas muy particularmente complejas. Si el lector considera demasiado “obvio” el punto de partida de
nuestra doctrina siempre debe recordar que entonces él deberá considerar a aquello que sigue a partir
de este punto de inicio también como “obvio” o al menos “evidente”, cuando en principio él tampoco lo
encuentre agradable porque es contrario a los hábitos arraigados.

La doctrina del devenir parte del hecho de que aquello que yo experimento en general y
particularmente referido a la así llamada realidad natural, en correspondencia con los distintos instantes
de mi vivencia respectiva en desarrollo en el marco del tiempo, o más precisamente, en el marco de mi
“duración” es algo diferente en sí, al menos atendiendo a ciertos aspectos; es ahora esto y luego aquello
y un tiempo posterior a ello, entonces, nuevamente algo distinto.

¿Qué puedo iniciar como pensante con esta vivencia ahora de esta, luego de aquélla y luego de aquella
otra objetividad natural? Pensar significa ordenar vivencias. Ordenar significa comprender de la mejor
manera posible en la menor cantidad de conceptos que sea dada para establecer relaciones claras y
sencillas, en resumen: comprender economizando conceptos.

¿Cómo entonces podría ser comprendido economizando conceptos el ser de otra manera de los
contenidos de mi vivencia en los distintos instantes de mi duración? Primero debo establecer
correctamente y de una vez al menos una cierta unidad en cada objetividad, llevar a eso que se me
opone aquello que es ahora esto, luego aquello y después aquello otro.

Yo hago eso, al menos en la medida que haga a la cuestión la realidad natural5 experimentada por mí,
bajo la utilización del siguiente artificio: primero denomino a aquello que se me interpone y cuya
propiedad de ser otro, yo experimento, como un único ello o especialmente una única naturaleza y
expreso de esa una única naturaleza en cuanto sujeto un predicado muy particular, el predicado devenir:
la naturaleza deviene.

5
La cuestión de la ordenación de lo experimentado naturalmente a partir de lo experimentado en general es difícil
de tratar; no la trataremos para nada en este escrito, puesto que, afortunadamente, todo desprevenido cree que
aquí se está frente a una trivialidad. Esto es suficiente para nuestras intenciones.
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)5

Éste es el verdadero significado del concepto devenir; se ve cómo él es algo distinto a un concepto
inmediato, por decirlo así, simple. Al menos él no lo es en su empleo sobre aquello que objetivamente
se me antepone, especialmente la naturaleza. De manera sencilla y originalmente quizás pueda
designarse al concepto devenir atendiendo a mí mismo: yo en cuanto soy alguien capaz de tener
vivencia, en cuanto soy contenido en la conciencia devengo de la misma manera inmediata, esto quiere
decir que me experimento como yo en duración que a pesar de su duración es una y la misma unidad en
referencia al contenido de su vivencia, esto es como quien tiene vivencia, de otra manera, mejor:
deviene otro. Se puede decir que la sentencia la naturaleza una, única, deviene es establecida en
analogía a la sentencia yo en cuanto uno y el mismo único devengo.

Se apunta a una cierta simplificación en materia del tornarse otra de la vivencia natural mediante el
concepto general de devenir que es dado a la naturaleza como predicado. En la expresión la naturaleza
tenemos un concepto, incluso un “concepto individual”, en la expresión deviene tenemos para todo ello
un predicado. Pero necesitamos mucho más para comprender, economizando conceptos, a la naturaleza
en su tornarse otra correspondientemente con los instantes de mi duración, o como ahora nos es
permitido decir, en su devenir.

Primero debemos saber de una vez en relación a cuál de sus propiedades permanece propiamente ella
como ella misma en el devenir. Dicho de otro modo: ¿Qué permanece en ella, o, para fijar la atención en
una cierta porción estable de ella, qué cambia en ella, qué en ella no deviene? Para hablar entonces de
manera estrictamente lógica, alguna cosa en su ser así debe por tanto no modificarse, esto quiere decir,
permanecer estable, alguna cosa definitivamente manifiesta. De lo contrario la palabra “naturaleza”
sería un término vacío, no sería para nada el posible sujeto de una oración.

Pero en todo caso surge para nosotros la tarea de buscar lo permanente en la naturaleza en devenir, la
verdadera “sustancia”, si queremos servirnos de una palabra usual, pero lamentablemente fácil de
malinterpretar, o sea comprendida con muchas restricciones. Se desprende sin más de nuestra
caracterización que para nosotros debe haber “sustancia” en la naturaleza en algún aspecto
permanente de su ser así6, sin que nosotros sepamos algo particular acerca de este aspecto
permanente; entonces mayormente no sabemos nada acerca de si debiese darse algo verdaderamente
permanente en la naturaleza en forma de las así llamadas cosas en el espacio o no. ¡Esta es la ocasión de
la experiencia!

Más esencial aún que la primera se muestra la segunda de las vías especiales que la doctrina del devenir
debe emprender si no pretende constituirse de otra manera como una doctrina realmente tenebrosa.
Para satisfacer nuestro requisito de abarcar a la naturaleza de manera económica en conceptos, no nos
basta aún tener una cosa permanente en general que se muestre de manera indistinta.

¿Entonces qué podemos emprender de aquí en adelante con nuestro concepto del devenir de la
naturaleza? Preguntémonos nuevamente cómo debemos continuar en el ámbito de lo así llamado
“lógico-formal”, en la medida del concepto y del juicio, para lograr el orden que nosotros efectivamente

6
Sustancia, “lo permanente” posee entonces un ser así y no es algo libre de ser así, no es algo así como un vacío
“portador” de mutable ser así.
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)6

anhelamos tener. Conocemos en este ámbito dos importantes maneras de relación, o quizás mejor, de
estar relacionados: la relación de inclusión para los conceptos y la relación de resultar de otro de los
juicios. Ambos están fuertemente emparentados entre sí, algo que en este punto nos debe ser
concedido aún cuando no se lo sepa7. En ambos hay allí algo o, mejor, para ambos vale allí algo porque
hay algo distinto allí, o mejor aún, vale algo distinto. Ya que los conceptos “gato” y “perro” son
expuestos, existe entonces el concepto de “animal de presa”, y porque por un lado los hombres son
mortales y por otro los negros son hombres, entonces los negros también son mortales.

El pensar anhela en el ámbito de lo conceptual en general esa relación común caracterizada como
aquello de hallarse próximo.

Si pudiese acercarse también al devenir con su capacidad de hallarse próximo, ¿no podría el devenir ser
“expresado lógicamente”, “racionalizado”? En todo caso debe ser hecho el intento. ¿Pero qué significa
este intento?

Significa ni más ni menos que esto: debe ser intentado comprender algún cierto devenir de tal manera, y
especialmente un devenir natural, del que nosotros digamos que conduce del estado natural A al estado
natural B en cuanto que haya convertido a A en B, como si un devenir consecuente fuese resultado y un
devenir antecedente fuese causa. O, en resumen: en la doctrina del devenir no solamente queremos
introducir el concepto de lo permanente en el sentido fijado anteriormente, sino que también el
concepto del entramado causal: la conexión de actos de devenir particulares que análogamente debe
ser supuesta, si se permite la expresión, bajo el punto de vista de la consecuencia lógica. Parejas de
actos particulares de devenir que se siguen uno a otro entonces pueden ser llamadas causa de devenir y
consecuencia de devenir -siempre que por supuesto ellas se dejen hallar.

Si se satisficiese de hecho nuestro requisito del entramado causal en el devenir, entonces se vería
realizado en gran medida el pensar que economiza conceptos. Pero si esta realización es posible8 y de
qué manera entonces, es de nuevo por completo una cuestión de la experiencia. Quizás se pueda
obtener de hecho a partir de la experiencia particular una perspectiva acerca de qué manera puede ser
esto efectivamente posible. Acerca de ello habremos de hablar enseguida, pero primero remarcaremos
algo:

Como hemos denominado “sustancia” a lo permanente junto o en el devenir, solamente cuando


nosotros pretendemos entender este término en un sentido muy amplio, entonces podemos también
permitir que nuestro concepto de entramado causal sea expresado mediante el término habitual de
“causalidad”; pero también este término debe significar algo muy general y no debe ser identificado
desde el principio con la pareja de relación en devenir que por ejemplo ilustran una esfera siendo

7
Puntualmente aquí y para todo lo siguiente debo recomendar mi “Doctrina del orden” que pronto será concluida.
(NT: Hans Driesch se refiere a Ordnungslehre. Ein System des nicht-metaphysischen Teiles der Philosophie. Jena:
Eugen Diderichs, 1912.)
8
Si fuese esto posible entonces se nos mostraría una armonía en la composición entre pensamiento y objetividad
contenida, en especial, una objetividad de la naturaleza. Pero el tratamiento de esta cuestión no se corresponde
con esta propuesta -que por cierto es una cuestión de la “doctrina del orden” y no algo así como de la “teoría del
conocimiento” o de la “metafísica”.
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)7

arrojada y una que ya ha sido arrojada. Ciertamente actuamos mejor debido a la afectada univocidad de
los vocablos cuando evitamos términos como “sustancia” o “causalidad” y solamente empleamos
conceptos que hemos fijado clara y firmemente. Éstos son entonces los términos: una única naturaleza,
devenir, aquello permanente, entramado causal, causa de devenir - consecuencia de devenir y ningún
otro más.

Ahora nos adentramos en la importante investigación acerca de si un conocimiento de las posibilidades


de las distintas formas fundamentales del devenir puede ser a priori, esto quiere decir en este caso:
anterior a toda experiencia en particular y por encima del devenir y su ser entramado. Para obtener una
salida en el tratamiento de esta cuestión debemos redirigirnos al significado de nuestro concepto de
devenir. Este concepto, y todos los conceptos en esta línea, deben hacernos accesible, en la medida de
lo pensable, el hecho que nuestra vivencia objetiva es “algo otro”-en especial la experiencia natural en
correlación respectiva con los instantes particulares de nuestra duración, al menos en algunas
relaciones-; de todas maneras cada concepto en la medida en que sean “distintos” debiera hacernos
accesible, comprensible, ese ser otro.

La doctrina del devenir se inicia entonces a partir de la vivencia de la realidad natural: los estados de la
realidad natural experimentados eran distintos en instantes distintos, entre dos estados de un recorte
de la naturaleza distintos según su ser así, situamos un devenir de ese recorte. Nuestra consideración se
erigió con la introducción de un devenir, y solamente estos dos estados -que éste devenir por sí mismo
delimita- eran, por utilizar una expresión breve, experimentados inmediatamente como estados
objetivamente naturales, por tanto esto quiere decir también entre otras cosas: como estados con
demarcación espacial.

Nos basaremos en el concepto de un devenir y de la determinación espacial de estos estados


experimentados naturalmente delimitados e inmediatos en nuestras consideraciones siguientes:
nuestro “un” devenir debe ser colocado, debe aparecer como consecuencia de devenir, debe hacerlo de
acuerdo a analogías de consecución lógica, y de hecho debe ser supuesto algún cierto devenir que sea
su causa de devenir, así mismo como que a partir de éste pueda seguirse aquél.

En el ámbito de lo así llamado lógico- formal nunca puede “seguirse” lo pleno en contenido a partir de lo
escaso en contenido, sino que lo escaso en contenido a partir de lo pleno en contenido. A partir de
ciertas consideraciones puntuales puede surgir según la ocasión que causa y consecuencia sean iguales
debido a la “plenitud” de su contenido, por ejemplo en las distintas ramas de la matemática, como por
ejemplo entonces partiendo de a+b+c+d, la consecuencia es d+c+b+a, y como del concepto “triángulo
equilátero” la consecuencia es “triángulo de ángulos iguales”.

Aquello que llamamos “pleno en contenido” o “escaso en contenido” atañe a la totalidad de las
características de un concepto; en relación a ellas, en relación a su cantidad es pleno o escaso.
Queremos denominar como el grado de su variedad9a aquello en relación a lo cual un concepto puede

9
La doctrina de la variedad que debe ocuparse de los distintos tipos de “características” en analogías de alcance
profundo, aquí solamente puede ser aludida.
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)8

ser pleno o escaso. Entonces podemos sostener la sentencia: En el proceso de consecución nunca
aumenta el grado de variedad del concepto en cuestión.

Entonces el entramado causal del devenir debe ser entendido por nosotros según la analogía del
comportamiento lógico de la consecuencia; la causa del devenir debe ser al mismo tiempo una
consecuencia como también lo es la consecuencia del devenir. ¿Qué quiere decir esto?

Nosotros consideramos un determinado recorte de la realidad natural, un cierto “sistema”


experimentado naturalmente por nosotros; nosotros consideramos a este sistema en todo momento
como caracterizado mediante un concepto en todas sus propiedades, tal concepto debe poseer
entonces un muy determinado “grado de variedad”; nosotros transferimos finalmente la expresión
“grado de variedad” al sistema como la misma objetividad natural. Entonces podemos decir de nuestro
sistema y también en general de cualquier sistema:

En el transcurso del devenir jamás puede incrementarse por sí mismo el grado de variedad de un
sistema.

Esta es la primera enseñanza especial de la doctrina del devenir. Ésta debe ser válida en la medida en
que debe ser entendido como verdadero el entramado en el devenir de acuerdo con la analogía de los
comportamientos lógicos de la consecuencia.

El grado de variedad de un sistema no puede incrementarse por sí mismo; esto también quiere decir: si
él parece aumentar por sí mismo, entonces éste es simplemente un aumento aparente “por sí mismo”.
En tales casos y de todas maneras el estado de cosas siempre debe ser transformado de manera que de
hecho no preceda un aumento “por sí mismo”. Así se lo desea, así lo exige el pensamiento.

Entonces así hacemos uso aplicado de nuestro saber del grado de variedad en nuestra cuestión acerca
de las formas posibles del devenir.

Ya sabemos: un devenir es un devenir cuyos limitados estados espaciales son inmediatamente


experimentados como naturales, que debe constituir el inicio de la reflexión. Seguidamente este devenir
debe parecer como consecuente de devenir en cierto modo lógico mediando un devenir anterior.

Entonces los casos siguientes son muy claramente posibles -y de hecho en esta perspectiva es posible la
obtención de una respuesta a nuestra cuestión acerca de las posibles formas primigenias del devenir
natural-:

O bien el grado de variedad del sistema ha permanecido el mismo durante el transcurso del devenir
“uno” -que es para nosotros inmediatamente experimentable en sus estados límites- y éste devenir uno
se refiere a un devenir anterior del sistema precedente e igualmente experimentable, esto quiere decir
referente al devenir de un sistema delimitado por dos estados espaciales, en cuyo transcurso su grado
de variedad permanece igual. En este caso todo está solucionado: aquí la causa de devenir también es
un devenir experimentable y espacial del sistema investigado.
I. La autonomía de la biología (de “La biología como ciencia fundamental autónoma y el sistema de la
biología”)9

O bien el grado de variedad de nuestro sistema se incrementa en el transcurso del devenir disponible.
“Por sí mismo” él no puede hacerlo. Bien, nosotros encontramos, en el ámbito externo a nuestro
sistema, sucesos espaciales experimentables con los cuales esté relacionado el aumento de su grado de
variedad. Nuevamente todo está solucionado.

O bien finalmente: todo es de la misma manera que en este caso, pero hay sucesos espaciales con los
cuales el aumento del grado de variedad del sistema -que no puede ocurrir “por sí mismo”- con
seguridad no puede ser relacionado10. Entonces la causa de devenir a partir de la cual luego se sigue el
devenir “uno” en nuestro sistema que experimentamos inmediatamente, no es ningún proceso de
devenir en el espacio, sino que algo distinto.

Así queda resuelta nuestra tarea: si otro devenir en general debe ser considerado como conectado de
acuerdo con la analogía de las relaciones lógicas de consecuencia -y esto resulta necesario- entonces
puede haber dos distintas formas fundamentales del devenir; en una la causa y consecuencia de devenir
son procesos espaciales de devenir, en la otra solamente la consecuencia de devenir es “un devenir”
desde el cual partimos.

Si no subordinásemos para nada ese un devenir a ninguna causa de devenir, no entenderíamos en


principio que allí su grado de variedad se incrementa aparentemente “por sí mismo”; no sería ninguna
consecuencia de devenir. Pero lo queremos entender, y por eso colocamos, una causa de devenir no
experimentada como tal, no descriptible como un suceso espacial, como acto responsable del aumento
de la variedad del sistema.

10
Este caso se articula en tres posibles subcasos, cuando el concepto de “variedad” es analizado en detalle.

También podría gustarte