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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA. Turno tarde.

Cátedra Marcos
1er. cuatrimestre 2019

SELECCIÓN DE TEXTOS EPICÚREOS Y ESTOICOS

Profesoras: María Elena Díaz – Gabriela Müller

A) SELECCIÓN DE TEXTOS EPICÚREOS

Texto 1: Carta a Meneceo 122 (D.L. X, 122; LS 25A)


Que nadie de joven dude en filosofar ni de viejo se canse de filosofar, pues nadie es
demasiado joven ni demasiado viejo para la salud del alma. Decir que todavía no es el
momento de filosofar o que ya no lo es equivale a decir que el momento de ser feliz no
ha llegado o ya se ha marchado. Por consiguiente, tanto el joven como el viejo deben
filosofar: éste para que a medida que envejece se vaya rejuveneciendo con los bienes
debidos a un sentido de gratitud que le producen los acontecimientos del pasado, y
aquél para que se mantenga joven y anciano a la vez, gracias a que no teme los
acontecimientos del futuro.

Texto 2: Filodemo, Contra los sofistas, 4. 7-14 (LS 25J)


El tetrafármaco (o remedio cuádruple): dios no produce temor, la muerte no induce a
temerosa sospecha; y en tanto el bien es fácil de obtener lo terrible es fácil de soportar.

Texto 3: Porfirio, A Marcela, 31, p. 209, 23 N. (= Us. 221)


Vano es el argumento de aquel filósofo, por el cual ninguna pasión [páthos] humana es
curada. Pues tal como no hay ninguna utilidad en la medicina si no cura las
enfermedades del cuerpo, así tampoco la hay en la filosofía si no extirpa la pasión del
alma.

Texto 4: Sentencias Vaticanas 54 (LS 25D)


No hay que jactarse de filosofar sino filosofar realmente. Pues no necesitamos aparentar
estar sanos sino estar verdaderamente sanos.

Texto 5: Sentencias Vaticanas 55


Debemos curar los infortunios mediante el grato recuerdo de los hechos pasados y el
conocimiento de que no es posible hacer que no haya ocurrido lo que ya ha sucedido.

Texto 6: Sexto Empírico, Adv. Math., XI, 168-169 (Us. 219; LS 25K)
Epicuro decía que la filosofía es una actividad que, por medio de argumentos [lógoi] y
razonamientos [dialogismoí], procura la vida feliz.

Texto 7: Carta a Meneceo, 135 (D.L. X, 135; LS 23J)


Pues bien, medita contigo mismo, día y noche, estas cosas y las afines a ellas y con una
persona semejante a ti, y nunca, ni despierto ni dormido, te verás turbado sino que
vivirás como un dios entre los hombres. Pues en nada se parece a un viviente mortal un
hombre que vive entre bienes inmortales.

Texto 8: D.L. X 30-34 (reproducido parcialmente en LS 17 A, 191,


16B,15F,17E,18B,19J)

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Ahora bien, [según Epicuro] la filosofía se divide en tres [partes]: la canónica, la física y
la ética. Ahora bien, la canónica proporciona el método para el estudio [de sus doctrinas]
y está [contenida] en un único escrito [llamado] Canon. La física se ocupa de toda la
consideración relativa a la naturaleza y está contenida en los tratados Sobre la
naturaleza, en treinta y siete libros y, de un modo elemental, en las Cartas. La ética, por
su parte, trata las cuestiones concernientes a la elección y la evitación, y está contenida
en los libros Sobre los modos de vida, en las Cartas y en la obra Sobre el fin. [Los
epicúreos] suelen ordenar la canónica con la física y la llaman "sobre el criterio y el
principio", es decir, "elemental". La física trata lo concerniente a la generación y la
corrupción, es decir lo concerniente a la naturaleza. Y la ética se ocupa de las cosas
elegibles y evitables, y de los modos de vida y del fin [...]. En el Canon Epicuro dice
que criterios de verdadson las sensaciones [aisthéseis], las preconcepciones [prolépseis]
y las pasiones [páthe]. Los epicúreos también [admiten como criterios de verdad] las
proyecciones [epibolaí] representativas de la mente; también lo dice en el epítome a
Heródoto y en las Máximas capitales. Pues toda sensación, afirma, es irracional y no es
receptiva de recuerdo alguno; en efecto, no es movida por sí misma y, cuando es
movida por otra cosa, no puede agregar o sustraer nada. Tampoco hay nada capaz de
refutar las sensaciones, pues una sensación similar [es incapaz de refutar a otra
sensación] similar por cuanto ambas tienen igual fuerza [isosthéneia]; tampoco la que
no es similar [puede hacerlo con] una no similar, porque no son criterios de las mismas
cosas. Ciertamente, tampoco puede hacerlo un argumento, pues todo argumento
depende de las sensaciones; ni una [puede refutar] a la otra, ya que nos fiamos [por
igual] de todas ellas. Y el hecho de que subsistan reconocimientos perceptivos también
confirma la verdad de las sensaciones. Y subsiste el hecho de que nosotros vemos y
oímos, como el de que sentimos dolor. Por tanto, respecto de las cosas no evidentes
también es conveniente hacer inferencias a partir de las evidentes. Por cierto que
también todos nuestros pensamientos [epínoiai] han surgido a partir de las sensaciones,
por coincidencia, por analogía, por semejanza, y por composición; el cálculo razonado
[logismós] también contribuye en algo. Tanto las ficciones [phantásmata] de los locos
como las que se dan en el sueño son verdaderas pues producen un movimiento, y lo no
existente no produce movimiento. Dicen que la preconcepción [prólepsis] es como una
especie de aprehensión [katálepsis], o una opinión recta, o una concepción [énnoia] o
una noción [nóesis] universal almacenada [en nosotros], es decir un recuerdo de lo que
con frecuencia se nos presenta desde el exterior; por ejemplo, "tal cosa es hombre".
Pues tan pronto como se dice "hombre" en forma inmediata se concibe su rasgo
característico [túpos] gracias a la preconcepción, ya que las sensaciones sirven de guía.
Por tanto, lo que primariamente queda subsumido bajo un nombre dado es evidente. Y
no habríamos investigado lo que es objeto de investigación si antes no lo hubiésemos
conocido. Por ejemplo, "lo que está parado delante de mí, ¿es un caballo o un buey?".
Pues en algún momento tenemos que haber conocido por medio de la preconcepción la
forma de caballo y de buey. Tampoco habríamos dado ningún nombre a nada si antes no
hubiésemos conocido mediante la preconcepción su rasgo característico.
Consecuentemente, las preconcepciones son evidentes. También lo que es objeto de
opinión depende de algo evidente previo, en referencia a lo cual preguntamos: "¿cómo
sabemos si esto es un hombre?". Y a la opinión también la llaman "suposición" y
afirman que puede ser tanto verdadera como falsa. Pues en caso de que sea confirmada
o no invalidada, es verdadera; pero si no es confirmada o es invalidada resulta falsa. De
aquí se introdujo la [expresión] "lo que espera [confirmación]"; por ejemplo, esperar y
llegar a estar cerca de la torre y comprobar cómo se ve de cerca.

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Texto 9: Cicerón, ND I 16, 43
Sólo él, en efecto, se dio cuenta, en primer lugar, de que los dioses existen, porque la
naturaleza misma imprimió en las almas de todos la noción de ellos. Pues, ¿qué pueblo
hay o qué tipo de hombres que no tenga una preconcepción [anticipatio] no enseñada
[sine doctrina] de los dioses? Epicuro llama a esta [preconcepción] prólepsis, es decir
una cierta forma de conocimiento del objeto preconcebida por el alma, sin la cual nada
podría ser comprendido, investigado o discutido.

Texto 10: Carta a Pítocles, 85-86 (D.L. X, 85-86; cf. LS 18C)


Ahora bien, después de haber escrito todo lo demás, concluimos estas reflexiones que,
precisamente, consideraste que serían útiles también para muchos otros, especialmente
para aquellos que desde hace poco han degustado de la verdadera filosofía de la
naturaleza [physiología] y para aquellos que, debido a ocupaciones más graves que las
cotidianas, se han visto impedidos [de hacerlo]. [ ... ] Pues bien, en primer lugar, no hay
que creer que, del conocimiento de los fenómenos celestes (ya sea de los que se tratan
en conexión [con otros] o en forma independiente), haya algún otro fin que la
imperturbabilidad [ataraxía] y la confianza firme, como también sucede en [el caso de]
las demás [áreas de investigación]. Y no hay que forzar lo imposible ni tener en todos
los asuntos el mismo tipo de consideración teórica que la que se tiene en los argumentos
relativos a los tipos de vida o en los que se refieren a la aclaración [kátharsis] de los
demás problemas físicos; por ejemplo, "que el universo es un cuerpo y una naturaleza
intangible" , o que "los átomos son los componentes elementales" [stoicheía] y todas las
cosas de este tipo que, obviamente, tienen un único acuerdo con los fenómenos. [ ... ]
En efecto, no debemos investigar la naturaleza siguiendo prescripciones y legislaciones
sin sentido sino como lo exigen los fenómenos. Pues nuestra forma de vida ya no
necesita de irracionalidad ni de una opinión sin sentido sino que debemos vivir libres de
turbación. Ahora bien, todo se produce sin sobresaltos en la medida en que todas las
cosas sean aclaradas siguiendo múltiples modos [de explicación] acordes con los
fenómenos, siempre que se admita, como conviene, un argumento probable sobre tales
fenómenos. Pero cuando uno admite una cosa y rechaza otra que, de un modo similar,
concuerda con el fenómeno, es manifiesto que se aparta de la explicación física general
y se precipita en el relato mítico.

Texto 11: Máximas capitales 11 (LS 25B)


Si nuestras sospechas relativas a los cuerpos celestes y a la muerte -de que ella sea en
algún sentido algo para nosotros- no nos perturbaran en nada, y si tampoco nos turbara
nuestra ignorancia de los límites de los dolores y los deseos, no necesitaríamos de la
filosofía de la naturaleza [physiología].

Texto 12: Máximas capitales 12 (LS 25B)


No le era posible disipar lo que temía respecto de las cuestiones más importantes a
quien no se percataba de la naturaleza del universo sino que continuaba en temerosa
sospecha de lo que cuentan los mitos. No le era posible, por lo tanto, obtener placeres
puros sin una filosofía de la naturaleza.

Texto 13: Sentencias Vaticanas 33 (LS 21G)


El grito de la carne: no tener hambre, no tener sed, no tener frío. Pues quien logra estas
cosas y espera lograrlas, incluso podría competir con Zeus en felicidad.

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Texto 14: Máximas Capitales 18 (LS 23E)
Una vez que el dolor debido a la carencia de algo ha sido suprimido, el placer de la
carne no aumenta sino que sólo se diversifica [poikílletai]. Pero el límite del placer
fijado por la mente lo engendró el cálculo relativo a estas cosas mismas y a las que son
similares a ellas, que eran las que proporcionaban a la mente los más grandes temores.

B) SELECCIÓN DE TEXTOS ESTOICOS

Texto 1: Diógenes Laercio 7.39-41 (SVF 1.45-46; 2.37-38 y 2.41; LS 268; FDS 1;
BS 1.2.)
Afirman que el discurso filosófico tiene tres partes. Una parte de él es, en efecto, la
física, otra la ética y otra la lógica. El primero en hacer esta distinción fue Zenón de
Citio en su obra Sobre la razón, y Crisipo en el libro 1 de su obra Sobre la razón y en el
libro 1 de su Física, y Apolodoro, el Efilo, en el libro 1 de las Introducciones a las
doctrinas, y Eudromo en su tratado Elementos de ética, y Diógenes de Babilonia y
Posidonio. A estas partes Apolodoro las llama "áreas", Crisipo y Eudromo "especies", y
otros "géneros". Comparan la filosofía con un animal, y a la lógica la asemejan a los
huesos y los nervios, a la ética a las partes más carnosas, y a la física al alma. O, de
nuevo, [la comparan) con un huevo: la lógica es lo exterior, la ética lo que viene
después y la física las partes más internas (o "la lógica es la cáscara, la ética la clara, y
la física la yema"). O [la comparan] con un campo fértil: la lógica es la empalizada que
lo rodea, la ética es el fruto y la física es la tierra y los árboles. O, de nuevo, (la
comparan] con una ciudad bien fortificada y administrada según la razón. Como dicen
algunos estoicos, ninguna parte es preferible a otra, sino que están mezcladas, y hacían
una transmisión mixta [de la filosofía]. Otros, sin embargo, colocan a la lógica en
primer lugar, a la física en el segundo, y a la ética en el tercero. Entre éstos se
encuentran Zenón –en su obra Sobre la razón-, Crisipo, Arquedemo y Eudromo. Por
cierto que Diógenes Ptolomeo comienza a partir de los asuntos éticos, Apolodoro pone
tales asuntos en segundo lugar, Panecio y Posidonio comienzan a partir de los asuntos
físicos, según dice Fanias, el discípulo de Posidonio, en el libro I de su tratado
Conferencias posidoneas. Cleantes, en cambio, sostiene que hay seis partes: dialéctica,
retórica, ética, política, física, teología. Otros, como Zenón de Tarso, dicen que éstas no
son partes del discurso [filosófico], sino de la filosofía misma. Algunos afirman que la
parte lógica se divide en dos ciencias: retórica y dialéctica.

Texto 2: Diógenes Laercio 7.132-133 (LS 438; BS 11.1)


[Los estoicos] dividen la teoría física en área que se refiere a los cuerpos, [la que trata]
de los principios, de los elementos, de los dioses, de los límites, del lugar y del vacío.
De este modo [están dividiendo la física] en sentido específico. Pero [también la dividen]
genéricamente en tres áreas: la que se refiere al cosmos, la que se refiere a los elementos
y la tercera es la etiología. Afirman que el [área que se refiere] al cosmos se divide en
dos partes, pues los matemáticos tienen en común [con los físicos] un único examen de
él, examen en virtud del cual investigan no sólo acerca de las estrellas fijas, sino
también de las errantes (se. los planetas); por ejemplo, si el sol es tan grande como
parece, y si del mismo modo es así con la luna, y sus investigaciones se refieren a la
rotación [de tales astros] y a asuntos semejantes a éstos. Sin embargo, hay otro examen
del cosmos que únicamente atañe a los físicos, examen en virtud del cual se investiga no
sólo su sustancia, sino también si el sol y los astros se componen de materia y forma, y
si [el cosmos] es generado o inengendrado, animado o inanimado, corruptible o
incorruptible, y si es administrado por la providencia, etc. [El área] de la investigación

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causal también tiene dos partes: la investigación de los médicos tiene en común con [la
física] una sola vía de investigación de ella; en virtud de dicha vía de investigación, [los
físicos] investigan sobre lo conductor del alma, sobre lo que sucede en el alma, sobre las
semillas y sobre asuntos semejantes a éstos. Los matemáticos también reivindican la
otra [parte de la etiología]; por ejemplo, cómo vemos cuál es la causa de la imagen del
espejo, cómo se forman las nubes, los truenos, los arcoíris, los discos [del sol o la luna],
los cometas y los fenómenos semejantes.

Texto 3: Diógenes Laercio 7.134 (SVF 1.85; 493; 2.299-300; LS 44B; FDS 744-745;
BS 14.1)
Creen que los principios del universo son dos, lo activo y lo pasivo. Ahora bien, lo
pasivo es la sustancia sin cualidad, la materia; lo activo, en cambio, es la razón [lógos]
que se da en ella, dios. En efecto, dado que este es eterno, produce demiúrgicamente
cada cosa a través de la totalidad de la materia. Esta doctrina la establecen Zenón de
Citio en su tratado Sobre la sustancia, Cleantes en su tratado Sobre los indivisibles,
Crisipo hacia el final del libro 1 de su Física, Arquedemo en su tratado Sobre los
elementos, y Posidonio en el libro II de su Tratado de física. Sostienen, sin embargo,
que los principios y los elementos son diferentes, pues en tanto que aquellos son
ingénitos e corruptibles, los elementos, en cambio, se corrompen durante la
conflagración. Los principios también son cuerpos y carecen de forma; los elementos,
en cambio, están dotados de forma.

Texto 4: Alejandro de Afrodisia, Mixt. 224, 32-225, 3 (SVF 2.310; LS 45H; BS 14.5)
Habiendo llegado a este punto del argumento, uno también podría objetarles con razón
el hecho de que, cuando afirman que existen dos principios de todas las cosas, materia y
dios, de los cuales éste es activo y aquélla pasiva, sostienen que dios está mezclado con
la materia porque se difunde a través de toda ella y la configura y, de esta manera, le da
forma y produce el cosmos.

Texto 5: Séneca, Ep. 65, 2-4; 23-24 (LS 55E; BS 14.20)


Como sabes nuestros estoicos dicen que hay dos factores en la naturaleza de las cosas, a
partir de los cuales todo se hace: la causa y la materia. Ésta yace inerte, preparada para
todo, inactiva si nadie la mueve; la causa, en cambio, -esto es la razón- conforma la
materia y la dirige a donde quiere, y a partir de la materia produce variadas obras. Por
consiguiente, debe existir algo a partir de lo cual [una cosa] se produce y además
aquello que la produce: esto último es la causa, aquello la materia. [ ... ] Los estoicos
sostienen que hay una sola causa: aquello que produce [ ... ]. Conque la totalidad de las
cosas consta de materia y de dios. Dios ordena estas cosas que, dispersas, lo siguen
como a un conductor y guía. Ahora bien, es más potente y poderoso lo que hace -que es
dios- que la materia, la cual es afectada por dios. El lugar que ocupa dios en este mundo,
lo ocupa el alma en el hombre; lo que allí es la materia, en nosotros es cuerpo.

Texto 6: Ps. Galeno, Introductio sive Medicus 14.691, 13 - 692, 13 (BS 14.14)
Entre las causas, unas son preliminares, otras cohesivas, otras auxiliares, otras
concausas, otras precedentes. Ahora bien, preliminares son las que dan inicio o ponen
fin [a algo] una vez que uno lo ha hecho; por ejemplo, un enfriamiento, una fatiga, una
quemadura, una indigestión. Causa cohesiva, en cambio, es la que cuando está presente,
también está presente la enfermedad, y cuando es eliminada [la enfermedad] se disipa;
por ejemplo, una espina o un dardo. Concausa es la que por sí misma es capaz de
producir una afección, pero la produce junto con otra cosa, como ocurre con una piedra

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en la vejiga o una inflamación. Pues ambas cosas son causas de la retención de la orina,
y cada una de ellas por sí misma también puede ocasionar la suspensión de la orina.
Causa auxiliar es una parte de la causa que por sí misma no puede producir una afección,
sino que opera junto con otra cosa, tal como opera la lascivia en relación con la artritis,
y la remadura en relación con la transmisión de la sangre. Precedente es la causa que o
está equipada por la preliminar o que recibe colaboración de ella; por ejemplo, el exceso
de sangre es producido por la cantidad excesiva de alimento pero, según Erasístrato,
precede al flujo [de sangre], el cual es causa cohesiva de todas las enfermedades. Sin
embargo, sin la [causa] precedente no se produce [tal exceso de sangre].

Texto 7: Sexto Empírico, AM 9.211-212 (SVF 2.341; LS 55B; BS 14.16)


<Los> estoicos afirman que toda causa es un cuerpo causante de algo incorpóreo para
un cuerpo; por ejemplo, el bisturí -un cuerpo- es <causa> para la carne -un cuerpo- del
predicado incorpóreo “ser cortada”. Y de nuevo, el fuego -un cuerpo- es <causa> para la
madera –un cuerpo- del predicado incorpóreo “ser quemado”.

Texto 8: Séneca, Ep. 58.11-15 (SVF 2.332; LS 27ª; BS 2.1)


Todavía hay algo anterior al cuerpo, pues decimos que en tanto unas cosas son
corpóreas, otras son incorpóreas. Por lo tanto, ¿cuál será el género del cual se derivan?
Aquél al que antes le conferimos un nombre poco apropiado: “o que es”. Así, en efecto,
se dividirá en especies, de modo que digamos: “lo que es” es o bien corpóreo o bien
incorpóreo. Éste es, por consiguiente, el género primero y más importante y, por así
decir, universal; los demás géneros son sin duda [géneros], pero particulares, como
“hombre” es un género. [...] Aquel género, “lo que es”, es universal, [pues] no tiene
nada sobre él; es el principio de las cosas, y todas las cosas se subordinan a él. Los
estoicos pretenden poner todavía otro género, que es más primario, por encima de éste
(i.e. de “lo que es”), del cual hablaré enseguida, si aquel género del que hablaba antes es
puesto con razón como primero, porque abarca todas las cosas. Divido “lo que es” en
estas especies, para que sean corpóreas o incorpóreas; no hay una tercera. ¿Cómo divido
el cuerpo? Diciendo que o son animados o inanimados. A su vez, ¿cómo divido los
animados? Diciendo que unos tienen alma y que otros tienen vitalidad; o así: algunos
tienen movimiento, caminan, se trasladan; otros fijos al suelo se alimentan y crecen con
sus raíces. De nuevo, ¿en qué especies divido a los animales? Son o mortales o
inmortales. Algunos estoicos creen que el primer género es el “algo”; te explicaré por
qué lo creen. “En la naturaleza de las cosas -dicen- algunas existen, algunas no existen;
éstas que no existen, sin embargo, también las comprende la naturaleza de las cosas; son
las que se presentan a la mente, como los Centauros, los gigantes y cualquier otra cosa
fabricada por un pensamiento falso que comienza a tener cierta imagen, aunque no
tenga sustancia”.

Texto 9: Sexto Empírico, AM 10.218 (SVF 2.330; LS 27D; BS 2.4)


De manera que éstos hacen del tiempo un cuerpo, pero los filósofos de la Estoa creyeron
que él era un incorpóreo, pues sostienen que, entre los algos, unos son cuerpos y otros
incorpóreos. Y, entre los incorpóreos, enumeran cuatro clases: decible [lektón], vacío,
lugar, tiempo. Es por eso que se hace manifiesto que suponen que el tiempo se da como
un incorpóreo, y además también opinan que éste es un estado de cosas que se concibe
por sí mismo.

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Texto 10: Simplicio, in cat.66, 32-67, 8 (SVF 2.369; LS 27F; FDS 832; BS 3.1)
Al menos los estoicos consideran reducir el número de los géneros primeros e incluyen
algunos de ellos, ligeramente modificados, en ese número reducido. Hacen en efecto
una división en cuatro: en sustratos [hypokeímeon], en [individuos] cualificados [poîon],
en cosas dispuestas de algún modo [pôs ékhon] y en dispuestas de algún modo respecto
de algo [pròs ti pôs ékhon]. Y es obvio que omiten muchos [géneros], pues a la cantidad
[la omiten] abiertamente, y [también omiten] lo que está en el tiempo y en el lugar. En
efecto, si juzgan para sí mismos que lo dispuesto de algún modo abarca tales cosas, -
porque "el año pasado" o "en el Liceo, o "estar sentado" o "estar calzado" están, en
cierto modo, en relación con alguno de esos [cuatro géneros]-, primero, si es mucha la
diferencia entre ellos, la generalidad de lo dispuesto de algún modo se predica de ella
inarticulada; segundo, eso dispuesto de algún modo general coincidirá sobre todo con el
sustrato y la cantidad, pues estos [ítems] están dispuestos de algún modo.

Texto 11: Galeno, DP 7. 525, 7-14 (SVF 2.439; BS 14.22)


Decir que una cosa cualquiera actúa sobre sí misma o se activa a sí misma es contrario
al sentido común. Entonces, así también [lo es decir que algo] es causa cohesiva de sí
mismo. En efecto, los que en mayor medida introdujeron la fuerza cohesiva, como los
estoicos, hacen de lo cohesivo una cosa y de lo que recibe la acción cohesiva otra
diferente, ya que sostienen que la sustancia neumática [pneumatiké ousía] es lo
cohesivo y que la [sustancia] material es lo que recibe la acción cohesiva. Por lo cual
afirman que aire y fuego producen la acción cohesiva, en tanto que tierra y agua la
reciben.

Texto 12: Plutarco, CN 1085 C-E (SVF 2.444; BS 14.25)


Por supuesto que, al denominar a los cuatro cuerpos -tierra, agua, aire y fuego-
“elementos primarios” hacen -¡no sé cómo!- a algunos simples y puros, en tanto que a
otros compuestos y mezclados. Pues sostienen que tierra y agua no ejercen una acción
cohesionante sobre sí mismos ni sobre otros, sino que conservan su unidad debido a la
participación neumática y a la fuerza ígnea. Aire y fuego, en cambio, debido a su buena
tensión, son cohesivos respecto de sí mismos y cuando se mezclan con aquellos dos les
suministran tensión, permanencia y sustancialidad. Ahora bien, ¿cómo es que tierra o
agua son todavía elementos si no son simples, primeros ni autosuficientes, sino que
siempre requieren de algo externo que ejerza una actividad cohesionante y los preserve
en su existencia? [ ... ] Luego, ¿cómo es que la tierra existe por sí misma y precisa del
aire que la constituya y que ejerza una acción cohesionante? Pero es que tierra y agua no
existen por sí, sino que el aire, al reunir y condensar de este modo a la materia, hizo a la
tierra y, de nuevo, al disolverla y ablandarla de este otro modo [hizo] el agua. Por
consiguiente, ninguno de estos dos es un elemento pues otra cosa les suministró a
ambos su sustancia y su generación.

Texto 13: Galeno, De causis contentiuis 1.1-5 (LS 55F; BS 12.17)


Establecen [los estoicos] que, a partir de los cuatro elementos, se producen los cuerpos
que Aristóteles llama “de partes iguales” y, Platón, “primogénitos”, y que, partir de
éstos, están compuesto los demás cuerpos. De los elementos mismos, a algunos los
llaman “materiales” mientras que, a otros, “activos” y “eficientes” y dicen que los
materiales son cohesionados por los eficientes y [asimismo] que fuego y aire son activos
y que, propiamente hablando, tierra y agua son pasivos. También dicen que, en los
compuestos, los eficientes se difunden en los materiales todos por completo, esto es, el
aire y el fuego en el agua y la tierra y que el aire es frío y el fuego, caliente. Por medio

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natural del aire una substancia se compacta y se espesa mientras que, por el fuego, se
expande, aflojándose y ensanchándose. Los elementos activos tienen partes finas
mientras que, los otros, partes gruesas. Llaman “hálito” (spiritus) a toda substancia
dotada de partes finas y dicen que su función es cohesionar los cuerpos naturales y de
los animales. Por cuerpos “naturales” me refiero a aquellos cuya generación no se da
por el ser humano sino por la naturaleza, tal siendo el caso del cobre, de las piedras, del
oro, de la madera y de aquellas partes de los animales que se llaman primeras y de
“partes iguales”, a saber, nervios, venas, arterias, cartílagos, huesos y todo lo demás de
tal tipo. Así como, los seres humanos unen pedazos de madera los unos con los otros
con la ayuda de pegamento, ataduras, clavos, barro, yeso y lodo, así también
observamos que la naturaleza une entre sí todas las partes [primeras] de los animales por
medio de ligamentos, cartílagos y carne para formar una entidad dotada de unidad [ ... ]
Pero no son estas cosas, sino la substancia material dotada de partes finas, lo que es
llamado por los estoicos causa cohesiva de los seres.

Texto 14: Plutarco, SR 1053F-1054B (SVF 2.449; BS 14.26)


En sus tratados Sobre los estados disposicionales dice (se. Crisipo) que dichos estados
disposicionales no son más que aires: “pues los cuerpos son cohesionados por esos
[aires], y el aire cohesivo -que llaman 'dureza' en el hierro, 'solidez' en la piedra y
'blancura' en la plata- es la causa de que cada una de las cosas cohesionadas por su
estado disposicional esté cualificado [como lo está]”. [ ... ] Sin duda, en todas partes
declaran que la materia es por sí misma un sustrato inerte e inmóvil de las cualidades y
que éstas, que son hálitos y tensiones aeriformes, dan forma a las porciones de materia
en las que se generan y configuran a cada cosa.

Texto 15: Filón, QD 35-45 (SVF 2.458; LS 47Q; BS 12.7)


De los cuerpos, en efecto, a unos [dios] los sujeta por disposición, a otros, por
naturaleza, a otros, por alma y, a otros, por alma racional. Ahora bien, produjo la
disposición de las piedras, que sin duda están cortadas de su unión natural, como un
vínculo fortísimo. Y la [disposición] es un hálito que retoma sobre sí mismo, pues
comienza estirándose a partir de las partes centrales, se extiende hasta los límites, y,
tocando las extremidades de la superficie, vuelve a tomar el camino inverso y regresa
desde el mismo lugar desde el cual se impulsó en primer lugar. Este doble recorrido
continuo propio de la disposición es indestructible [...] A las plantas les otorgó
naturaleza, siendo ésta una mixtura de diversas capacidades: nutrición, transformación y
crecimiento. [...] El productor hizo que el alma se distinguiera de la naturaleza de tres
maneras: percepción, presentación e impulso. En efecto, las plantas carecen de impulso
y de impresión y no participan en la percepción, mientras que cada uno de los animales
participa en las [capacidades] mencionadas en su conjunto. [...] Veamos ahora en qué ha
superado el hombre a los demás animales. Ciertamente éste recibió el privilegio de la
razón electiva, la cual ha tornado el hábito de comprender la naturaleza de todos los
cuerpos y hechos en su conjunto.

Texto 16: Cicerón, ND 2.29-30 (LS 47C; BS 12.11)


Existe, por consiguiente, una naturaleza que otorga cohesión al cosmos y lo preserva, el
cual ciertamente no está desprovisto de sensación y razón. De hecho, es necesario que
todo cuerpo natural que no se da sólo ni es simple, sino que está unido y asociado con
otro, posea en sí mismo una parte rectora como la mente en el hombre y algo parecido
do a la mente en los animales salvajes, a partir de lo cual surge su apetito por las cosas,
mientras que, en los árboles y aquellas cosas que se generan a partir de la tierra, se

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piensa que la parte rectora se halla en las raíces. Lo que nombro “parte rectora” es lo
que los griegos llaman hegemonikón y, dentro de ese género, no hay nada que pueda y
deba superarlo. Por ello, es necesario incluso que aquello en lo cual radica la parte
rectora de toda la naturaleza sea lo óptimo de entre todas las cosas y la más digna de
ejercer poder y control sobre todas ellas. Por otra parte, advertimos que en las partes del
cosmos (y, por cierto, nada hay en el cosmos que no sea parte del todo) existe sensación
y razón. En consecuencia, es necesario que, en la parte en que radica la parte rectora del
cosmos, éstas existan sin duda de forma más aguda y en mayor grado. Por ello, es
necesario que el cosmos sea sabio, que aquella naturaleza que abarca todas las cosas sea
insuperable en su perfecta razón y, por ello, que el cosmos sea dios y que a toda la
fuerza del cosmos le otorgue cohesión una naturaleza divina.

Texto 17: DL 7.137-140 (SVF 2.526 y 634; LS 44F y 470; BS 12.3)


Aplican el término "cosmos" de tres maneras: a dios mismo, individualmente
cualificado a partir de toda la substancia, indestructible e ingenerable al ser el demiurgo
de la ordenación cósmica y, según ciertos lapsos de tiempo cualitativamente
determinados al absorber en sí mismo toda la substancia y generarla nuevamente a partir
de sí mismo; también aplican "cosmos" a la ordenación misma de los astros y, en tercer
lugar, a lo compuesto de ambos. Asimismo, cosmos es el individuo cualificado
peculiarmente [a partir de] la substancia de la totalidad de las cosas o, según dice
Posidonio en la Conformación meteorológica de los elementos, en sistema compuesto
de cielo y tierra y los seres naturales que hay en ellos, o también un sistema compuesto
de dioses y seres humanos y de las cosas que se han generado para ellos. El cielo es la
última periferia [del cosmos], en la cual se instala todo lo divino. El cosmos se
administra conforme a la razón y la providencia, según dice Crisipo en el [libro] quinto
de Sobre la providencia y Posidonio en el [libro] tercero Sobre los dioses al difundirse
la razón en todas sus partes, así como en nuestro caso el alma [se difunde en todas
nuestras partes]. Sin embargo, ciertamente [hay partes nuestras] a través de las cuales
[el alma se difunde] más y otras menos. En efecto, por un lado, están aquellas a través
de las cuales se propaga en cuanto disposición, como [ocurre] a través de los huesos y
los nervios; por otro, aquellas a través de las cuales [se propaga] en cuanto razón, como
[ocurre] a través de la parte rectora. De forma análoga, también el cosmos, al ser un
animal (es decir, un ser dotado de alma) Y al ser racional, tiene al éter como parte
rectora, según afirma Antípatro de Tiro el libro octavo de Sobre el cosmos. Crisipo en el
[libro] primero de Sobre la providencia y Posidonio en Sobre los dioses afirman que el
cielo es la parte rectora del cosmos, pero Cleantes que es el sol. En realidad, Crisipo,
apartándose de lo anterior [afirma que la parte rectora del cosmos es] la parte más pura
del éter que hay en eso mismo que él llama, “dios primero”, <el cual>, de modo sensible,
se difunde a través de las cosas que hay en el aire y a través de todos los animales y <de
manera física a través de> las plantas, mientras que, a través de la tierra misma, [dios se
difunde] según la disposición.

Texto 18: Cicerón, ND 2.37-38 (SVF 2.1153; LS 54H; BS 12.14)


De hecho, exceptuando al cosmos, no hay nada al que no le falte algo y que se halle
totalmente cohesionado y completo en todas sus secciones y partes. Pues, como Crisipo
dice atinadamente, así como el estuche [se genera] por causa del escudo y el forro, por
su parte, por [causa de] la espada, así también, con la excepción del cosmos, todas las
diversas cosas se generan por otras causas: el trigo y los frutos que la tierra produce, [se
generan] por causa de los seres animados y los seres animados, por su parte, por [causa
del] hombre (el caballo para transportar, el buey para arar, el perro para cazar y cuidar)

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y el hombre, a su vez, surge para contemplar e imitar al cosmos y no es de ningún modo
perfecto, sino una partícula de lo perfecto. El cosmos, en cambio, al contener todo y al
no haber nada que no exista en él, es totalmente perfecto. Por tanto, ¿cómo puede
carecer de aquello que es óptimo? Pero no hay nada mejor que la inteligencia y la razón.
Por lo tanto, el cosmos no puede carecer de ellas.

Texto 19: Aecio, Placita 4.21.1-4 (SVF 2.836; LS 53H; FDS 441; BS 13.13)
Los estoicos sostienen que la parte más importante del alma es lo rector [hegemonikón],
que produce las presentaciones [phantasía], los asentimientos [synkatáthesis], las
sensaciones [aísthesis] y los impulsos [hormé]. También lo llaman “cálculo racional”. A
partir de lo rector surgen siete partes del alma que se extienden en el cuerpo como los
tentáculos de un pulpo. Cinco de esas siete partes del alma son los sentidos: vista, olfato,
oído, gusto y tacto. La vista es un hálito que se extiende desde lo rector hasta los ojos, el
oído es un hálito que se extiende desde lo rector hasta los oídos, el olfato es un hálito
que se extiende desde lo rector hasta los orificios de la nariz, el gusto es un hálito que se
extiende desde lo rector hasta la lengua, el tacto es un hálito que se extiende desde lo
rector hasta la superficie [de la piel] en el contacto sensible de las cosas que la impactan.
De lo demás, lo uno se llama “semen”, que también ello mismo es un hálito que se
extiende desde lo rector hasta los genitales. Y aquello a lo que Zenón ha denominado
“lo vocal” [phonâen], a lo que también llaman “voz” [phoné], es un hálito que se
extiende desde lo rector a la garganta, la lengua y los órganos apropiados. Y lo rector
mismo habita en nuestra cabeza esférica como [el sol] en el cosmos.

Texto 20: Aecio, 4.11.1-4 (SVF 2.83; LS 39E; FDS 277; BS 6.4)
Dicen los estoicos: cuando un hombre nace tiene la parte rectora de su alma como una
tablilla lista para la escritura; en ella se registra cada uno de los conceptos. El primer
modo de registro es el que se da a través de los sentidos. En efecto, cuando las personas
perciben algo, por ejemplo, algo blanco, tienen un recuerdo de ello cuando se ha
marchado. Y cuando se producen muchos recuerdos del mismo tipo, entonces
afirmamos que tenemos experiencia, pues experiencia es una multiplicidad de
presentaciones del mismo tipo. Algunos conceptos se originan naturalmente de acuerdo
con los modos mencionados y sin ninguna intención; otros, en cambio, se originan ya a
través de nuestras enseñanzas y cuidados. Ahora bien, estos últimos únicamente se
denominan “conceptos”; aquéllos, en cambio, también se llaman “preconcepciones”. Se
dice que la razón, en virtud de la cual somos llamados “racionales”, se completa a partir
de nuestras preconcepciones a los siete años.

Texto 21: Clemente, Strom. 2.20.110.4-111.2 (SVF 2.714; BS 24.9)


Entre las cosas que son puestas en movimiento, unas son movidas según el impulso y la
presentación, como los animales, mientras que otras según la translación, como los
inanimados. Sin embargo, afirman que, también entre los inanimados, las plantas, al
crecer, son movidas por translación, si uno les concede que las plantas son inanimadas.
De la disposición, [participan] las piedras, de la naturaleza, las plantas, y tanto del
impulso y la presentación como de las cosas que se enunciaron antes, incluso los
animales irracionales. Pero, la capacidad racional, siendo privativa del alma humana, no
deben producir impulsos del mismo modo en que los animales irracionales, sino
seleccionar las presentaciones y no dejarse llevar por ellas.

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Texto 22: Estobeo, Ecl. 2.111, 18-112, 8 (SVF 3.548; LS 41G; BS 24.11)
Pero afirman que el sabio nunca hace una suposición falsa ni asiente en modo alguno a
algo que no sea cognitivo, por cuanto él tampoco opina ni ignora nada, pues la
ignorancia es un asentimiento cambiante y débil. Sin embargo, el sabio no supone nada
débilmente sino, más bien, con seguridad y firmeza. Ésa es la razón por la cual no opina
nada. En efecto, las opiniones son de dos tipos: el asentimiento a lo no-cognitivo y la
suposición débil. Esos [tipos de opinión] son ajenos a la disposición del sabio, por lo
cual el precipitarse y el asentir antes de una cognición se dan en la persona vil
precipitada, pero tales cosas no caen en el dominio del hombre naturalmente bien
dispuesto, perfecto y excelente.

Texto 23: Estobeo, Ecl.1.129, 2-130, 20 (SVF2.413; LS 47ª; BS 15.4)


A propósito de Crisipo. Sobre los elementos que provienen de la substancia, declara
algunas cosas de este tipo, siguiendo a Zenón, el fundador de la escuela, al decir que son
cuatro los elementos -fuego, aire, agua, tierra- a partir de los cuales se constituyen todas
las cosas (es decir, animales, plantas, el cosmos en su totalidad y las cosas contenidas en
él) y en los cuales se disuelven. [Un elemento] se llama 'elemento por excelencia' por el
hecho de que, por transformación, los demás [elementos] se constituyen a partir de él
como elemento primero, y todos, al dispersarse, se disuelven en él como elemento
último, pero éste no admite la dispersión o disolución en otro. Si bien de acuerdo con
esta definición se dice que el fuego es perfectamente elemental -en efecto, no se da
junto con otro- según la definición anterior también es constitutivo junto con los otros,
pues la primera transformación que se produce es del fuego, por condensación, en aire;
la segunda, de éste en agua; y Ja tercera, por analogía, al condensarse en mayor medida
el agua en tierra. Y de nuevo, a partir de ésta, cuando se disuelve y dispersa, la primera
dispersión es en agua, la segunda del agua en aire, y la tercera y última en fuego.
Asimismo, el término 'fuego' se aplica a todo Jo que es ígneo, 'aire' a todo lo que es
aéreo y asimismo en los demás casos. Según Crisipo, hay precisamente tres acepciones
de 'elemento'. En una, se aplica al fuego debido a que los demás [elementos] se
constituyen por transformación a partir de él y se disuelven en él. Otra acepción es
aquella según Ja cual, se predica de los cuatro elementos -fuego, aire, agua, tierra- (pues
las demás cosas se constituyen a través de alguno o algunos de ellos o también de todos
ellos: de los cuatro, cosas como los animales y todas las cosas compuestas que hay
sobre Ja tierra; de dos, cosas como la luna que se constituye de fuego y aire; de uno,
cosas como el sol, pues el sol se constituye sólo por fuego y, en efecto, el sol es fuego
puro). En una tercera explicación, se dice que es 'elemento' aquello que está constituido
primariamente de tal modo que produce generación a partir de sí mismo, de una manera
metódica, hasta alcanzar un término y a partir del cual se disuelve en sí mismo de una
manera metódica similar. También afirmó que surgieron estas tesis acerca de [la noción
de] elemento porque es Jo que cambia más fácilmente por sí mismo y también es el
principio y la razón seminal, así como el poder eterno que posee una naturaleza tal que
se mueve a sí misma hacia abajo en Ja dirección del cambio y desde del cambio hacia
arriba, de manera enteramente cíclica, consumiendo todas las cosas en sí mismo y
reconstituyéndose nuevamente a partir de sí mismo de manera ordenada y metódica.

Texto 24: Estobeo, Ecl. 1.152, 19-154, 8 (SVF 1.102, 1.497 y 2.471; BS 15.5)
Y así lo declara Zenón explícitamente: será necesario que, a partir de la substancia, se
produzca periódicamente la reordenación del universo de la siguiente manera. Cuando
se produce una conversión de fuego en agua pasando por el aire, una parte se sedimenta
y se forma tierra; de lo que resta, una parte permanece como agua, y, de lo que se

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evapora, se genera aire; a su vez, al rarefacerse el aire, el fuego se inflama, pero la
mezcla y la mixtura se producen por el cambio recíproco de los elementos, cuando la
totalidad de un cuerpo atraviesa la totalidad de otro. Cleantes, por su parte, de cierto
modo habla así. Una vez que el todo terminó de incendiarse, primero su centro se
asienta y, enseguida, las cosas contiguas [al centro] se apagan completamente. Al
humedecerse el todo, el último vestigio de fuego vuelve a dirigirse en una dirección
opuesta pues el centro le ofrece resistencia. Y luego dice que, al dirigirse hacia arriba de
ese modo, aumenta de tamaño e inicia la reordenación del todo. La tensión que existe en
Ja substancia del universo no cesa de producir siempre esta clase de período y
reordenación. En efecto, tal como todas las partes de una única cosa crecen en los
tiempos establecidos a partir de semillas, así también crecen en los tiempos establecidos
las partes del universo, entre las cuales se encuentran tanto los animales como las
plantas. Y tal como ciertas razones [seminales] de las partes, al unirse a una semilla, se
mezclan y nuevamente se separan cuando surgen las partes, así también, al atravesar el
ciclo metódica y armoniosamente su curso, todas las cosas se generan a partir de una y
una se obtiene a partir de Ja mezcla de todas. Crisipo, por su parte, sostenía algo como
lo siguiente: lo existente es hálito que se mueve a sí mismo, hacia sí mismo y a partir de
sí mismo, o hálito que se mueve a sí mismo hacia adelante y hacia atrás. Toma como
hálito [a lo existente] porque se dice que éste es aire que se mueve y algo análogo
ocurre con el éter de modo que caen bajo una definición común. Tal movimiento ocurre
sólo de acuerdo con quienes piensan que la transformación de la totalidad de la
substancia admite tanto confusión, como constitución, co-mezcla, unión connatural y
procesos similares a éstos.

Texto 25: Estobeo, Ecl. 1.213, 15-21 (SVF 1.120; LS 46D; BS 15.10)
Zenón afirma que el sol, la luna y cada uno de los demás astros son inteligentes y sabios,
y que son ígneos en virtud de un fuego artesano. En efecto, hay dos tipos de fuego: uno
es no artesano y transforma en sí mismo su alimento; el otro es artesano y no sólo es
causa de crecimiento sino de conservación, tal como el que está en las plantas y en las
cosas dotadas de vida, el cual es, por supuesto, naturaleza y alma respectivamente. Así
pues, la substancia de los astros está hecha de este tipo de fuego.

Texto 24: Plutarco, CN 1075D (SVF 1.510; LS 46L; BS 15.11)


Y, además, Cleantes, presionado en el debate sobre el tema de la conflagración, dice que
el sol <en cuanto principio conductor del cosmos> asimila por completo a sí mismo a la
luna y a todos los demás astros y los transforma en sí mismo. Sin embargo, <si> los
astros, siendo dioses, contribuyen a su propia destrucción al contribuir en algo con el sol
a la conflagración, ¿no sería muy ridículo que nosotros les recemos para nuestra
salvación y que los consideremos salvadores de los seres humanos, a ellos para quienes
es natural afanarse en su propia destrucción y desaparición?

Fuentes:
A) Textos epicúreos: Boeri, M., Epicuro. Sobre el placer y la felicidad, Santiago de
Chile, Editorial Universitaria, 1997.
B) Textos estoicos: Boeri, M. – Salles, R., Los filósofos estoicos. Ontología, lógica,
física y ética, Sankt Augustin, Academia Verlag, 2014.

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