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Cátedra Marcos
1er. cuatrimestre 2019
Texto 6: Sexto Empírico, Adv. Math., XI, 168-169 (Us. 219; LS 25K)
Epicuro decía que la filosofía es una actividad que, por medio de argumentos [lógoi] y
razonamientos [dialogismoí], procura la vida feliz.
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Ahora bien, [según Epicuro] la filosofía se divide en tres [partes]: la canónica, la física y
la ética. Ahora bien, la canónica proporciona el método para el estudio [de sus doctrinas]
y está [contenida] en un único escrito [llamado] Canon. La física se ocupa de toda la
consideración relativa a la naturaleza y está contenida en los tratados Sobre la
naturaleza, en treinta y siete libros y, de un modo elemental, en las Cartas. La ética, por
su parte, trata las cuestiones concernientes a la elección y la evitación, y está contenida
en los libros Sobre los modos de vida, en las Cartas y en la obra Sobre el fin. [Los
epicúreos] suelen ordenar la canónica con la física y la llaman "sobre el criterio y el
principio", es decir, "elemental". La física trata lo concerniente a la generación y la
corrupción, es decir lo concerniente a la naturaleza. Y la ética se ocupa de las cosas
elegibles y evitables, y de los modos de vida y del fin [...]. En el Canon Epicuro dice
que criterios de verdadson las sensaciones [aisthéseis], las preconcepciones [prolépseis]
y las pasiones [páthe]. Los epicúreos también [admiten como criterios de verdad] las
proyecciones [epibolaí] representativas de la mente; también lo dice en el epítome a
Heródoto y en las Máximas capitales. Pues toda sensación, afirma, es irracional y no es
receptiva de recuerdo alguno; en efecto, no es movida por sí misma y, cuando es
movida por otra cosa, no puede agregar o sustraer nada. Tampoco hay nada capaz de
refutar las sensaciones, pues una sensación similar [es incapaz de refutar a otra
sensación] similar por cuanto ambas tienen igual fuerza [isosthéneia]; tampoco la que
no es similar [puede hacerlo con] una no similar, porque no son criterios de las mismas
cosas. Ciertamente, tampoco puede hacerlo un argumento, pues todo argumento
depende de las sensaciones; ni una [puede refutar] a la otra, ya que nos fiamos [por
igual] de todas ellas. Y el hecho de que subsistan reconocimientos perceptivos también
confirma la verdad de las sensaciones. Y subsiste el hecho de que nosotros vemos y
oímos, como el de que sentimos dolor. Por tanto, respecto de las cosas no evidentes
también es conveniente hacer inferencias a partir de las evidentes. Por cierto que
también todos nuestros pensamientos [epínoiai] han surgido a partir de las sensaciones,
por coincidencia, por analogía, por semejanza, y por composición; el cálculo razonado
[logismós] también contribuye en algo. Tanto las ficciones [phantásmata] de los locos
como las que se dan en el sueño son verdaderas pues producen un movimiento, y lo no
existente no produce movimiento. Dicen que la preconcepción [prólepsis] es como una
especie de aprehensión [katálepsis], o una opinión recta, o una concepción [énnoia] o
una noción [nóesis] universal almacenada [en nosotros], es decir un recuerdo de lo que
con frecuencia se nos presenta desde el exterior; por ejemplo, "tal cosa es hombre".
Pues tan pronto como se dice "hombre" en forma inmediata se concibe su rasgo
característico [túpos] gracias a la preconcepción, ya que las sensaciones sirven de guía.
Por tanto, lo que primariamente queda subsumido bajo un nombre dado es evidente. Y
no habríamos investigado lo que es objeto de investigación si antes no lo hubiésemos
conocido. Por ejemplo, "lo que está parado delante de mí, ¿es un caballo o un buey?".
Pues en algún momento tenemos que haber conocido por medio de la preconcepción la
forma de caballo y de buey. Tampoco habríamos dado ningún nombre a nada si antes no
hubiésemos conocido mediante la preconcepción su rasgo característico.
Consecuentemente, las preconcepciones son evidentes. También lo que es objeto de
opinión depende de algo evidente previo, en referencia a lo cual preguntamos: "¿cómo
sabemos si esto es un hombre?". Y a la opinión también la llaman "suposición" y
afirman que puede ser tanto verdadera como falsa. Pues en caso de que sea confirmada
o no invalidada, es verdadera; pero si no es confirmada o es invalidada resulta falsa. De
aquí se introdujo la [expresión] "lo que espera [confirmación]"; por ejemplo, esperar y
llegar a estar cerca de la torre y comprobar cómo se ve de cerca.
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Texto 9: Cicerón, ND I 16, 43
Sólo él, en efecto, se dio cuenta, en primer lugar, de que los dioses existen, porque la
naturaleza misma imprimió en las almas de todos la noción de ellos. Pues, ¿qué pueblo
hay o qué tipo de hombres que no tenga una preconcepción [anticipatio] no enseñada
[sine doctrina] de los dioses? Epicuro llama a esta [preconcepción] prólepsis, es decir
una cierta forma de conocimiento del objeto preconcebida por el alma, sin la cual nada
podría ser comprendido, investigado o discutido.
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Texto 14: Máximas Capitales 18 (LS 23E)
Una vez que el dolor debido a la carencia de algo ha sido suprimido, el placer de la
carne no aumenta sino que sólo se diversifica [poikílletai]. Pero el límite del placer
fijado por la mente lo engendró el cálculo relativo a estas cosas mismas y a las que son
similares a ellas, que eran las que proporcionaban a la mente los más grandes temores.
Texto 1: Diógenes Laercio 7.39-41 (SVF 1.45-46; 2.37-38 y 2.41; LS 268; FDS 1;
BS 1.2.)
Afirman que el discurso filosófico tiene tres partes. Una parte de él es, en efecto, la
física, otra la ética y otra la lógica. El primero en hacer esta distinción fue Zenón de
Citio en su obra Sobre la razón, y Crisipo en el libro 1 de su obra Sobre la razón y en el
libro 1 de su Física, y Apolodoro, el Efilo, en el libro 1 de las Introducciones a las
doctrinas, y Eudromo en su tratado Elementos de ética, y Diógenes de Babilonia y
Posidonio. A estas partes Apolodoro las llama "áreas", Crisipo y Eudromo "especies", y
otros "géneros". Comparan la filosofía con un animal, y a la lógica la asemejan a los
huesos y los nervios, a la ética a las partes más carnosas, y a la física al alma. O, de
nuevo, [la comparan) con un huevo: la lógica es lo exterior, la ética lo que viene
después y la física las partes más internas (o "la lógica es la cáscara, la ética la clara, y
la física la yema"). O [la comparan] con un campo fértil: la lógica es la empalizada que
lo rodea, la ética es el fruto y la física es la tierra y los árboles. O, de nuevo, (la
comparan] con una ciudad bien fortificada y administrada según la razón. Como dicen
algunos estoicos, ninguna parte es preferible a otra, sino que están mezcladas, y hacían
una transmisión mixta [de la filosofía]. Otros, sin embargo, colocan a la lógica en
primer lugar, a la física en el segundo, y a la ética en el tercero. Entre éstos se
encuentran Zenón –en su obra Sobre la razón-, Crisipo, Arquedemo y Eudromo. Por
cierto que Diógenes Ptolomeo comienza a partir de los asuntos éticos, Apolodoro pone
tales asuntos en segundo lugar, Panecio y Posidonio comienzan a partir de los asuntos
físicos, según dice Fanias, el discípulo de Posidonio, en el libro I de su tratado
Conferencias posidoneas. Cleantes, en cambio, sostiene que hay seis partes: dialéctica,
retórica, ética, política, física, teología. Otros, como Zenón de Tarso, dicen que éstas no
son partes del discurso [filosófico], sino de la filosofía misma. Algunos afirman que la
parte lógica se divide en dos ciencias: retórica y dialéctica.
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causal también tiene dos partes: la investigación de los médicos tiene en común con [la
física] una sola vía de investigación de ella; en virtud de dicha vía de investigación, [los
físicos] investigan sobre lo conductor del alma, sobre lo que sucede en el alma, sobre las
semillas y sobre asuntos semejantes a éstos. Los matemáticos también reivindican la
otra [parte de la etiología]; por ejemplo, cómo vemos cuál es la causa de la imagen del
espejo, cómo se forman las nubes, los truenos, los arcoíris, los discos [del sol o la luna],
los cometas y los fenómenos semejantes.
Texto 3: Diógenes Laercio 7.134 (SVF 1.85; 493; 2.299-300; LS 44B; FDS 744-745;
BS 14.1)
Creen que los principios del universo son dos, lo activo y lo pasivo. Ahora bien, lo
pasivo es la sustancia sin cualidad, la materia; lo activo, en cambio, es la razón [lógos]
que se da en ella, dios. En efecto, dado que este es eterno, produce demiúrgicamente
cada cosa a través de la totalidad de la materia. Esta doctrina la establecen Zenón de
Citio en su tratado Sobre la sustancia, Cleantes en su tratado Sobre los indivisibles,
Crisipo hacia el final del libro 1 de su Física, Arquedemo en su tratado Sobre los
elementos, y Posidonio en el libro II de su Tratado de física. Sostienen, sin embargo,
que los principios y los elementos son diferentes, pues en tanto que aquellos son
ingénitos e corruptibles, los elementos, en cambio, se corrompen durante la
conflagración. Los principios también son cuerpos y carecen de forma; los elementos,
en cambio, están dotados de forma.
Texto 4: Alejandro de Afrodisia, Mixt. 224, 32-225, 3 (SVF 2.310; LS 45H; BS 14.5)
Habiendo llegado a este punto del argumento, uno también podría objetarles con razón
el hecho de que, cuando afirman que existen dos principios de todas las cosas, materia y
dios, de los cuales éste es activo y aquélla pasiva, sostienen que dios está mezclado con
la materia porque se difunde a través de toda ella y la configura y, de esta manera, le da
forma y produce el cosmos.
Texto 6: Ps. Galeno, Introductio sive Medicus 14.691, 13 - 692, 13 (BS 14.14)
Entre las causas, unas son preliminares, otras cohesivas, otras auxiliares, otras
concausas, otras precedentes. Ahora bien, preliminares son las que dan inicio o ponen
fin [a algo] una vez que uno lo ha hecho; por ejemplo, un enfriamiento, una fatiga, una
quemadura, una indigestión. Causa cohesiva, en cambio, es la que cuando está presente,
también está presente la enfermedad, y cuando es eliminada [la enfermedad] se disipa;
por ejemplo, una espina o un dardo. Concausa es la que por sí misma es capaz de
producir una afección, pero la produce junto con otra cosa, como ocurre con una piedra
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en la vejiga o una inflamación. Pues ambas cosas son causas de la retención de la orina,
y cada una de ellas por sí misma también puede ocasionar la suspensión de la orina.
Causa auxiliar es una parte de la causa que por sí misma no puede producir una afección,
sino que opera junto con otra cosa, tal como opera la lascivia en relación con la artritis,
y la remadura en relación con la transmisión de la sangre. Precedente es la causa que o
está equipada por la preliminar o que recibe colaboración de ella; por ejemplo, el exceso
de sangre es producido por la cantidad excesiva de alimento pero, según Erasístrato,
precede al flujo [de sangre], el cual es causa cohesiva de todas las enfermedades. Sin
embargo, sin la [causa] precedente no se produce [tal exceso de sangre].
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Texto 10: Simplicio, in cat.66, 32-67, 8 (SVF 2.369; LS 27F; FDS 832; BS 3.1)
Al menos los estoicos consideran reducir el número de los géneros primeros e incluyen
algunos de ellos, ligeramente modificados, en ese número reducido. Hacen en efecto
una división en cuatro: en sustratos [hypokeímeon], en [individuos] cualificados [poîon],
en cosas dispuestas de algún modo [pôs ékhon] y en dispuestas de algún modo respecto
de algo [pròs ti pôs ékhon]. Y es obvio que omiten muchos [géneros], pues a la cantidad
[la omiten] abiertamente, y [también omiten] lo que está en el tiempo y en el lugar. En
efecto, si juzgan para sí mismos que lo dispuesto de algún modo abarca tales cosas, -
porque "el año pasado" o "en el Liceo, o "estar sentado" o "estar calzado" están, en
cierto modo, en relación con alguno de esos [cuatro géneros]-, primero, si es mucha la
diferencia entre ellos, la generalidad de lo dispuesto de algún modo se predica de ella
inarticulada; segundo, eso dispuesto de algún modo general coincidirá sobre todo con el
sustrato y la cantidad, pues estos [ítems] están dispuestos de algún modo.
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natural del aire una substancia se compacta y se espesa mientras que, por el fuego, se
expande, aflojándose y ensanchándose. Los elementos activos tienen partes finas
mientras que, los otros, partes gruesas. Llaman “hálito” (spiritus) a toda substancia
dotada de partes finas y dicen que su función es cohesionar los cuerpos naturales y de
los animales. Por cuerpos “naturales” me refiero a aquellos cuya generación no se da
por el ser humano sino por la naturaleza, tal siendo el caso del cobre, de las piedras, del
oro, de la madera y de aquellas partes de los animales que se llaman primeras y de
“partes iguales”, a saber, nervios, venas, arterias, cartílagos, huesos y todo lo demás de
tal tipo. Así como, los seres humanos unen pedazos de madera los unos con los otros
con la ayuda de pegamento, ataduras, clavos, barro, yeso y lodo, así también
observamos que la naturaleza une entre sí todas las partes [primeras] de los animales por
medio de ligamentos, cartílagos y carne para formar una entidad dotada de unidad [ ... ]
Pero no son estas cosas, sino la substancia material dotada de partes finas, lo que es
llamado por los estoicos causa cohesiva de los seres.
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piensa que la parte rectora se halla en las raíces. Lo que nombro “parte rectora” es lo
que los griegos llaman hegemonikón y, dentro de ese género, no hay nada que pueda y
deba superarlo. Por ello, es necesario incluso que aquello en lo cual radica la parte
rectora de toda la naturaleza sea lo óptimo de entre todas las cosas y la más digna de
ejercer poder y control sobre todas ellas. Por otra parte, advertimos que en las partes del
cosmos (y, por cierto, nada hay en el cosmos que no sea parte del todo) existe sensación
y razón. En consecuencia, es necesario que, en la parte en que radica la parte rectora del
cosmos, éstas existan sin duda de forma más aguda y en mayor grado. Por ello, es
necesario que el cosmos sea sabio, que aquella naturaleza que abarca todas las cosas sea
insuperable en su perfecta razón y, por ello, que el cosmos sea dios y que a toda la
fuerza del cosmos le otorgue cohesión una naturaleza divina.
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y el hombre, a su vez, surge para contemplar e imitar al cosmos y no es de ningún modo
perfecto, sino una partícula de lo perfecto. El cosmos, en cambio, al contener todo y al
no haber nada que no exista en él, es totalmente perfecto. Por tanto, ¿cómo puede
carecer de aquello que es óptimo? Pero no hay nada mejor que la inteligencia y la razón.
Por lo tanto, el cosmos no puede carecer de ellas.
Texto 19: Aecio, Placita 4.21.1-4 (SVF 2.836; LS 53H; FDS 441; BS 13.13)
Los estoicos sostienen que la parte más importante del alma es lo rector [hegemonikón],
que produce las presentaciones [phantasía], los asentimientos [synkatáthesis], las
sensaciones [aísthesis] y los impulsos [hormé]. También lo llaman “cálculo racional”. A
partir de lo rector surgen siete partes del alma que se extienden en el cuerpo como los
tentáculos de un pulpo. Cinco de esas siete partes del alma son los sentidos: vista, olfato,
oído, gusto y tacto. La vista es un hálito que se extiende desde lo rector hasta los ojos, el
oído es un hálito que se extiende desde lo rector hasta los oídos, el olfato es un hálito
que se extiende desde lo rector hasta los orificios de la nariz, el gusto es un hálito que se
extiende desde lo rector hasta la lengua, el tacto es un hálito que se extiende desde lo
rector hasta la superficie [de la piel] en el contacto sensible de las cosas que la impactan.
De lo demás, lo uno se llama “semen”, que también ello mismo es un hálito que se
extiende desde lo rector hasta los genitales. Y aquello a lo que Zenón ha denominado
“lo vocal” [phonâen], a lo que también llaman “voz” [phoné], es un hálito que se
extiende desde lo rector a la garganta, la lengua y los órganos apropiados. Y lo rector
mismo habita en nuestra cabeza esférica como [el sol] en el cosmos.
Texto 20: Aecio, 4.11.1-4 (SVF 2.83; LS 39E; FDS 277; BS 6.4)
Dicen los estoicos: cuando un hombre nace tiene la parte rectora de su alma como una
tablilla lista para la escritura; en ella se registra cada uno de los conceptos. El primer
modo de registro es el que se da a través de los sentidos. En efecto, cuando las personas
perciben algo, por ejemplo, algo blanco, tienen un recuerdo de ello cuando se ha
marchado. Y cuando se producen muchos recuerdos del mismo tipo, entonces
afirmamos que tenemos experiencia, pues experiencia es una multiplicidad de
presentaciones del mismo tipo. Algunos conceptos se originan naturalmente de acuerdo
con los modos mencionados y sin ninguna intención; otros, en cambio, se originan ya a
través de nuestras enseñanzas y cuidados. Ahora bien, estos últimos únicamente se
denominan “conceptos”; aquéllos, en cambio, también se llaman “preconcepciones”. Se
dice que la razón, en virtud de la cual somos llamados “racionales”, se completa a partir
de nuestras preconcepciones a los siete años.
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Texto 22: Estobeo, Ecl. 2.111, 18-112, 8 (SVF 3.548; LS 41G; BS 24.11)
Pero afirman que el sabio nunca hace una suposición falsa ni asiente en modo alguno a
algo que no sea cognitivo, por cuanto él tampoco opina ni ignora nada, pues la
ignorancia es un asentimiento cambiante y débil. Sin embargo, el sabio no supone nada
débilmente sino, más bien, con seguridad y firmeza. Ésa es la razón por la cual no opina
nada. En efecto, las opiniones son de dos tipos: el asentimiento a lo no-cognitivo y la
suposición débil. Esos [tipos de opinión] son ajenos a la disposición del sabio, por lo
cual el precipitarse y el asentir antes de una cognición se dan en la persona vil
precipitada, pero tales cosas no caen en el dominio del hombre naturalmente bien
dispuesto, perfecto y excelente.
Texto 24: Estobeo, Ecl. 1.152, 19-154, 8 (SVF 1.102, 1.497 y 2.471; BS 15.5)
Y así lo declara Zenón explícitamente: será necesario que, a partir de la substancia, se
produzca periódicamente la reordenación del universo de la siguiente manera. Cuando
se produce una conversión de fuego en agua pasando por el aire, una parte se sedimenta
y se forma tierra; de lo que resta, una parte permanece como agua, y, de lo que se
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evapora, se genera aire; a su vez, al rarefacerse el aire, el fuego se inflama, pero la
mezcla y la mixtura se producen por el cambio recíproco de los elementos, cuando la
totalidad de un cuerpo atraviesa la totalidad de otro. Cleantes, por su parte, de cierto
modo habla así. Una vez que el todo terminó de incendiarse, primero su centro se
asienta y, enseguida, las cosas contiguas [al centro] se apagan completamente. Al
humedecerse el todo, el último vestigio de fuego vuelve a dirigirse en una dirección
opuesta pues el centro le ofrece resistencia. Y luego dice que, al dirigirse hacia arriba de
ese modo, aumenta de tamaño e inicia la reordenación del todo. La tensión que existe en
Ja substancia del universo no cesa de producir siempre esta clase de período y
reordenación. En efecto, tal como todas las partes de una única cosa crecen en los
tiempos establecidos a partir de semillas, así también crecen en los tiempos establecidos
las partes del universo, entre las cuales se encuentran tanto los animales como las
plantas. Y tal como ciertas razones [seminales] de las partes, al unirse a una semilla, se
mezclan y nuevamente se separan cuando surgen las partes, así también, al atravesar el
ciclo metódica y armoniosamente su curso, todas las cosas se generan a partir de una y
una se obtiene a partir de Ja mezcla de todas. Crisipo, por su parte, sostenía algo como
lo siguiente: lo existente es hálito que se mueve a sí mismo, hacia sí mismo y a partir de
sí mismo, o hálito que se mueve a sí mismo hacia adelante y hacia atrás. Toma como
hálito [a lo existente] porque se dice que éste es aire que se mueve y algo análogo
ocurre con el éter de modo que caen bajo una definición común. Tal movimiento ocurre
sólo de acuerdo con quienes piensan que la transformación de la totalidad de la
substancia admite tanto confusión, como constitución, co-mezcla, unión connatural y
procesos similares a éstos.
Texto 25: Estobeo, Ecl. 1.213, 15-21 (SVF 1.120; LS 46D; BS 15.10)
Zenón afirma que el sol, la luna y cada uno de los demás astros son inteligentes y sabios,
y que son ígneos en virtud de un fuego artesano. En efecto, hay dos tipos de fuego: uno
es no artesano y transforma en sí mismo su alimento; el otro es artesano y no sólo es
causa de crecimiento sino de conservación, tal como el que está en las plantas y en las
cosas dotadas de vida, el cual es, por supuesto, naturaleza y alma respectivamente. Así
pues, la substancia de los astros está hecha de este tipo de fuego.
Fuentes:
A) Textos epicúreos: Boeri, M., Epicuro. Sobre el placer y la felicidad, Santiago de
Chile, Editorial Universitaria, 1997.
B) Textos estoicos: Boeri, M. – Salles, R., Los filósofos estoicos. Ontología, lógica,
física y ética, Sankt Augustin, Academia Verlag, 2014.
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