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Heráclito.
Segunda parte
Lo sabio va a ser otro nombre característico del Lógos. Sabiduría y Lógos coinciden;
ser sabio es conocer el Lógos y lo sabio. Lo primero que se nos dice, respecto de esta
sabiduría especial, es que es una unidad. Entonces, lo sabio es considerar que todas
las cosas son una. El conocimiento se reduce, por lo tanto, a conocer una sola cosa. El
conocimiento es pensado en época del propio Heráclito –pero, incluso, actualmente
también– como una acumulación de variados y múltiples conocimientos. Pero
Heráclito está insistiendo en que en realidad se trata de conocer una sola cosa. Eso es
ser sabio. Ahora bien, no se trata de cualquier cosa. Heráclito está abogando por un
conocimiento único, de una sola cosa, que es la única cosa. Ese es el punto: al mismo
tiempo que está conociendo una sola cosa está conociendo todas las cosas. Es una
totalidad no compartimentada cuantitativamente. Una vez más, volvemos a esta
realidad del Lógos que se sustrae a lo meramente visible, que es cuantitativamente
múltiple. Entonces lo sabio, como otro de los nombres para el Lógos, remite, en
primer lugar, a que se trata de un conocimiento, frente a las inteligencias particulares.
Esta característica de único que se relaciona mucho con la de sabiduría, Heráclito la
subraya bastante en contra de aquello que él llama polymathía (en realidad,
polymathíe, porque Heráclito usa un dialecto jónico, pero digámosle polymathía,
porque así lo van a encontrar en la literatura crítica). Polymathía es una palabra griega
que tiene dos partes, esa raíz math que tenemos en “matemática”, que significa
“conocimiento”, “conocimiento adquirido”, “aprendizaje”, y ese poly que remite a
“mucho”. Heráclito encara una férrea crítica a lo que él llama polymathía, es decir, a
quienes saben muchas cosas.
Entendiendo, entonces, por polymathía el conocimiento de muchas cosas, dice el B40:
DK 22B40
Asistimos a una fuerte crítica a filósofos y poetas. Me interesa, más allá de los
nombres propios, el primer verso del fragmento: “La polymathía no enseña a
comprender”. De modo que conocer muchas cosas no es tener conocimiento. Se ve,
una vez más, que conocer el Lógos no es producto de la acumulación de
conocimientos particulares, no resultado de un procedimiento inductivo o de
abstracción a partir de casos particulares.
Recuerden el B1, que comenzaba así:
En aquel momento habíamos hablado de cómo incluso haber oído el Lógos no implica
tener comprensión y cómo lo que Heráclito está entendiendo por “comprender” se
sustrae a la acumulación de datos, que es de otra índole. De ahí que acumular
conocimientos no implica ser sabio. Esto tiene algo de clima de época. Si bien varias
décadas más adelante, el verso 395 de las Bacantes de Eurípides dice:
Tò sophòn ou sophía
DK 22B129
DK 22B57
DK 22B32
DK 22B108
En principio, al hablar de “discursos” nos ubica del lado de los lógoi múltiples. Al
mismo tiempo, nos ubica del lado de la polymathía. De modo que estamos en el
mismo ámbito de problemas. Quienes producen los discursos no tienen comprensión,
de manera que polymathía no implica comprender, como señalábamos hace un
momento. Reparen en que cada palabra, una vez que entramos en el universo de
sentido heraclíteo, empieza a resonar con otras de otros fragmentos. Son cosas de las
que ya hemos hablado, pero que aparecen con otros matices.
Ese “distinto” que aparece al final del fragmento se puede traducir como “separado” o
como “diferente”. Consideren que debería tener como referencia tanto la
multiplicidad de cosas como los propios hombres hablan acerca de esas cosas, pero, al
mismo tiempo, es una separación que no puede ser absoluta. Es una separación que,
no obstante, mantiene alguna clase de comunicación. Lo importante, más allá de esto
último, es que con esta característica de “separado” o “diferente” –no de manera
absoluta- se está haciendo de la sabiduría algo no humano. Cuando digo “no humano”
me refiero a que, en general, el conocimiento es puesto del lado de un agente que
conoce un objeto a conocer, mientras que acá lo sabio no es puesto del lado del
hombre, lo sabio es el objeto, es aquello que hay que conocer. Sabio es el objeto: lo
que se debe conocer es lo sabio.
Incluso esta división entre sujeto y objeto de conocimiento con el B101 cae por sí
misma:
DK 22 B 101
Me investigué a mí mismo.
Este fragmento echa por la borda esta división entre sujeto y objeto. Entonces no hay
que entender “separado” o “diferente” en términos absolutos, sino tan sólo
lógicamente. La separabilidad es, en todo caso, una operación intelectual, dado que en
la realidad todas las cosas son una (B50).
En el B41 resuena esto que hablábamos respecto de Zeus:
DK 22B41
Acá resuena la figura del Zeus olímpico que gobierna todo a través de todo como el
rey de los dioses, y, por añadidura, de los hombres también; de modo que vuelve a
aparecer el carácter único de lo sabio, que todo lo regula o mide. Aparece también
esta cuestión de “designio” (gnóme), que incluimos en nuestro cuadro. Ch. Kahn lo
traduce como “plan”, que considero más interesante, porque supone una organización
de todas las cosas. Pero reparen en esta aclaración: gobierna todo a través de todo. No
se trata de que gobierna todo a través del rayo, como Zeus. El Lógos gobierna todo a
través de todo, quiere ser Zeus, pero no quiere ser Zeus, porque no gobierna todo a
través del rayo. Gobierna todo a través de todo. Ahí volvemos otra vez a esta cuestión
de que la separación no es tajante. El Lógos gobierna todas las cosas, pero a través de
las cosas mismas, porque todas las cosas son una: el Lógos. No se trata, pues, de algo
separado de las cosas (como Platón dirá de las Ideas, que están en un ámbito distinto
al sensible), sino que forma parte de ellas, es ellas, las constituye, regula, mide, causa,
ordena, etc.
Consideren, pues, que acá no hay una división a la platónica. Platón interpreta a
Heráclito (a quien conoce por su discípulo Crátilo, como veremos) platonizándolo.
Esta división de planos en Heráclito puede estar sugerida, la podemos reconstruir,
pero cuando leemos fragmentos como el B41 vemos que en realidad no es tal: no es
que hay una cosa que es el Lógos y otra cosa que son los múltiples particulares
sensibles. No hay división de ámbitos, hay unicidad, que no se riñe con multiplicidad.
“Uno” puede ser lo contrario de “múltiple”, pero no se contradicen, ambos pueden ser
afirmados al mismo tiempo respecto de lo mismo. Entonces, puede ser lo opuesto,
pero no se contradice, entendiendo por “contradicción” dos cosas que dichas en el
mismo sentido y respecto de lo mismo y al mismo tiempo no pueden darse. Acá se
pueden dar unidad y multiplicidad, día y noche, ser y no ser Zeus. Eso es lo sabio:
entender que las cosas son así.
En lo que resta de la clase me interesa avanzar hacia el tema de la tensión de
opuestos. Consideremos entonces la tríada que podríamos denominar: opuestos,
armonía y guerra, tres conceptos centrales de Heráclito.
Leemos el B51:
DK 22B51
- Reconciliación de opuestos
- armonía musical
DK 22B93
El dios:
El Lógos es todo esto: día noche invierno verano guerra paz saciedad hambre, porque
en griego eso no tiene comas. Piensen que el lenguaje escrito tiene este problema de
irrenunciable diacronía o sucesión espacial. Heráclito quiere ser sincrónico, porque
todas las cosas son una. La manera que tiene de dar cuenta es no poniendo
conjunciones en el texto, tratando de superponer términos. Recuerden la crítica de
Aristóteles que vimos la primera clase. Heráclito no pone conjunciones porque trata
de dar cuenta del Lógos, pero resigna inteligibilidad según Aristóteles.
Este dios que es el Lógos toma diferentes formas. Entiéndase por “toma diferentes
formas” diferentes formas audibles o visibles. Es decir, aparece de distintas maneras,
pero no por eso deja de ser uno. Y vuelve a aparecer la imagen del fuego en el B67,
que la semana pasada ya habíamos explicitado en qué sentido le servía a Heráclito. El
fuego es aquello que siendo múltiple –porque está cambiando permanentemente- al
mismo tiempo es uno y tiene la capacidad de hacer de multiplicidad de elementos
disímiles una sola cosa. Recuerden lo que mencionábamos la clase pasada: si tenemos
un fuego lo suficientemente fuerte podemos fundir toda clase de materiales
transformándolos en una única cosa. Nosotros decimos verano, inverno, o, con
Hesíodo, día y noche, no detectando que son la misma cosa, de la misma manera que
el fuego huele de determinada manera porque se le ha echado determinada esencia, y
es llamado con el nombre de la esencia. Esos nombres que el fuego adopta son modos
que tiene de aparecer en distintas circunstancias, pero el fuego es uno. Guerra y paz,
saciedad y hambre son nombres que damos a una realidad que circunstancialmente se
manifiesta de estas maneras pero que en realidad es una. No hay guerra o paz, sino
guerra y paz. No hay saciedad o hambre, hay saciedad y hambre. Es circunstancial que
en algunos momentos nombremos de una manera y en otros momentos de otra. La
exhortación de Heráclito es que, aun cuando nombremos de manera diferente, no
perdamos de vista que la realidad es una.
En su capítulo sobre Heráclito, Kirk, Raven y Schofield encuentran cuatro clases de
opuestos distintas en los fragmentos:
Kirk- Raven
(B111).
(B88).
En primer lugar, mismas cosas que producen efectos contrarios; como, por ejemplo,
en el B61:
DK 22B61
Los opuestos en este caso tienen que ver con una misma cosa –el mar- que produce
efectos contrarios según quien lo perciba.
En segundo lugar, aspectos diferentes de la misma cosa; como, por ejemplo, en el
B60:
DK 22 B 60
En tercer lugar, cosas que son buenas solo posibles si se reconoce su opuesto; como
ejemplo ponen el B111:
DK 22 B 111:
el hambre a la saciedad
la fatiga al reposo.
Para que el reposo sea bueno tiene que haber fatiga, ahí está esta compensación que
permite que la cualificación sea posible en uno de los pares de opuestos.
Finalmente, el cuarto sentido, opuestos que son literalmente lo mismo en sucesión sin
más. Kirk y Raven ponen como ejemplo el B88:
DK 22 B 88
El fragmento sigue un poco más pero me interesa hasta ahí. Uno de los opuestos
sucede al otro, pero en realidad están en lo mismo, dicen Kirk y Raven.
Ya lo hemos leído, pero recuperemos el B10 –que habíamos leído a propósito de que
todas las cosas son una- para este tema de los opuestos. Tomen nota de que la
cuestión de los opuestos también está ahí.
DK 22 B 10:
Tengamos en cuenta que esta tensión es precisa: no puede prevalecer uno de los
opuestos. Esta armonía tiene que darse con límites precisos, es medida. ¿Qué pasa si
se rompe esa armonía? Lo contrario de armonía en griego se dice hýbris, término que
quizás conozcan por la tragedia, y que en el B94 se aplica prácticamente al mundo en
su totalidad:
DK 22B94
DK 22B125
El ciceón es una bebida de cebada que debe ser agitada para poder ser consumida,
para evitar que sus partes se separen. ¿A qué viene esta mención? A que esa tensión
de fuerzas opuestas no es una tensión pacífica, estrictamente en reposo, sino que
supone una situación de violencia permanente para que se traduzca en esta unidad que
es el mundo. Es a partir de este fragmento que decantamos en el concepto heraclíteo
de la guerra, porque la guerra y la discordia, de acuerdo al B80:
DK 22B80
• Fuego (B30)
• Phýsis (B123)
• [Zeus (B32)]
• Designio (B41)
• Armonía (B51)
• Guerra (B80)
El B8 decía:
DK 22 B 8:
Fíjense cómo ahí a nosotros nos resuenan la cuestión de la convergencia, las tensiones
opuestas pensadas en términos de cierta armonía. Por último, reparen en un sinónimo
de guerra que está presente en algunos fragmentos, éris, que traducimos por
“discordia” y que puede ser otro de los nombres para el Lógos. Esto de que todas las
cosas suceden según discordia supone que esa discordia es común, como
característica fundamental del Lógos. Con lo cual, decir que la guerra es común y que
la discordia es común, hace de la guerra y de la discordia sinónimos del Lógos.
Lo mismo en el B80, que habíamos comentado la clase pasada:
DK 22B80
Permítanme otra precisión de traducción: allí la palabra que Olivieri traduce por
“lucha” es éris, la misma que antes era traducida por “discordia”. Tengan en cuenta
que se trata del mismo término. Esta guerra, este estado de discordia, este estado de
tensión, en una realidad definida por estos opuestos que pugnan por imponerse uno al
otro, pero que nunca lo logran, es la característica constitutiva de la realidad. No es
este un conflicto que se resuelva; la realidad no es la resolución del conflicto: la
realidad es el conflicto. Ya habíamos citado Lo que hace a Grecia de Castoriadis,
quien, propósito de esta cuestión, dice:
Es decir, es determinación ontológica porque da cuenta del ser de las cosas, del ser de
la realidad; y, al mismo tiempo, es un principio activo, no es una determinación
pasiva, no es algo que le ocurre a la realidad sino algo que la realidad es. Ahí es
donde la imagen del arco y de la lira vuelve a ser bastante fuerte, porque la lucha no
es entre la lira y el violonchelo, por ejemplo, sino que es la lira para con la lira misma.
Esto un poco para retomar desde donde habíamos dejado la vez pasada.
Hay una última cuestión en la que me gustaría detenerme. Se trata del famoso B12.
DK 22B12
Hasta allí la cita. Reparen en que no nombra a Heráclito, sin embargo, parece un
principio heraclíteo tal como nosotros estamos pensado a Heráclito, aunque no como
el propio Aristóteles supuestamente lo aprendió. Entonces reparen en que podríamos
distinguir a Heráclito del heraclitismo. Este es un pasaje heraclíteo de Aristóteles,
aunque no esté mencionado Heráclito, aunque él no esté siquiera pensando en
Heráclito. El heraclitismo es más que Heráclito.
Para cerrar este tema me parece interesante leerles, a propósito de estas cuestiones, un
poema de Fervor de Buenos Aires, de Borges. Se llama “Final de año”
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil.
Reparen además en lo que dice Borges en otro poema llamado “Arte poética”: