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RESUMEN
ABSTRACT
The Resource-based View is an approach that injects new thinking into strategic manage-
ment literature. The aim of this work is to examine the elements constituting this perspective within
the Human Resource Management debate. We point out the difficulty of drawing generalized con-
clusions from the literature due to the heterogeneity between studies and the subsequent confusion
in terms and methodologies used. Finally, we analyze the conditions that are desirable for aHuman
Resource Strategy to become strategic.
INTRODUCCIÓN
Las empresas obtienen rentas superiores a las normales al implantar su estrategia de ne-
gocio si el coste de los recursos necesarios es menor que el valor económico que producen;
esto sólo lo consiguen si desarrollan una ventaja competitiva sostenible creando o explotando
imperfecciones en el mercado de factores estratégicos (Barney, 1986). Los recursos y, sobre
todo, las capacidades están sujetos a fallos de mercado; no es posible comercializarlos en mer-
cados perfectos (Amit y Schoemaker, 1993), por lo que deben ser desarrollados internamente.
Para ello, la empresa debe estar mejor informada, tener buena fortuna o ambas simultáneamen-
te (Barney, 1986). La suerte no es objeto de estudio, al estar fuera del control del decisor; la
información superior se puede obtener analizando el entorno y/o las capacidades de la empresa.
De esta forma la ventaja competitiva de carácter sostenible viene determinada por la combina-
ción de factores tanto del lado de la oferta como de la demanda (Grant, 1996b).
De acuerdo con este enfoque, las diferencias en las rentas de las empresas se deben so-
bre todo a sus capacidades, más que a las características estructurales de la industria (Rumelt,
1991). La capacidad se puede apoyar en un único recurso (Grant, 1991), si bien pocos recursos
proporcionan por sí mismos una ventaja competitiva. En general, la capacidad es un conjunto
de recursos trabajando juntos; puede estar relacionada con una función en particular (Snow y
Hrebiniak, 1980) e incluso puede ser la combinación de recursos y habilidades, ninguno de los
Ordiz Fuertes, M; Avella Camarero, L.
cuales es superior por sí mismo, pero combinados conducen a un buen resultado (Collis y
Montgomery, 1995). Las capacidades más importantes son probablemente aquéllas que surgen
de una integración de las capacidades funcionales individuales (Grant, 1991). En cualquier
caso, la capacidad es la comunicación, la participación y un profundo compromiso para traba-
jar trascendiendo los límites organizativos. Ello trae consigo muchos niveles de personas e
implica a todas las funciones (Prahalad y Hamel, 1990). Las capacidades no se crean ensam-
blando un equipo de recursos, sino que involucran complejos modelos de coordinación entre
personas y entre personas y otros recursos. Perfeccionar tal coordinación requiere un aprendi-
zaje a través de la repetición (Grant, 1991).
Por ello, si bien la competencia en los mercados tiene lugar entre empresas, es en la in-
tegración de los recursos donde se crea la capacidad que les confiere una ventaja competitiva
sostenible. La integración la llevan a cabo fundamentalmente los trabajadores. Por ello, existe
una necesidad fundamental de proveer a los trabajadores de las habilidades necesarias para
trabajar de forma eficiente, a la vez que debe dotárseles de responsabilidad para que se consi-
deren auténticos promotores del éxito de la empresa. Partiendo de este punto de vista, cabe
defender que los recursos humanos son el pilar central sobre el cual se apoyan todas las capaci-
dades que conllevan la consecución de una ventaja competitiva sostenible, ya que son el meca-
nismo de vinculación de los demás recursos en la empresa.
No obstante, como afirma Kamoche (2001), el debate aún no está maduro. Todavía no
está claro qué es lo que constituye un recurso respecto al factor humano, ya que es problemáti-
co determinar cuáles son las habilidades concretas de los trabajadores que crean valor en la
empresa (Kamoche, 1996). Algunos autores consideran que el factor humano como recurso es
la habilidad innata o la capacidad de los trabajadores para aprender (Boudreau, 1983), mientras
que otros hacen referencia al stockde conocimientos y destrezas acumulados por los trabajado-
res en la empresa a lo largo del tiempo (Cappelli y Singh, 1992). Por su parte, Wright et al.
(1994, 1999) definen los recursos humanos como la base de capital humano bajo el control de
la empresa; considerando que está formado por el stock de habilidades, experiencia y conoci-
mientos con valor económico para la empresa. En este sentido, la habilidad de la empresa para
asegurar, retener y generar capital humano a través de las políticas de personal constituye la
base de los recursos humanos (Ulrich, 1998). De esta manera, el capital humano, en combina-
ción con los demás recursos tangibles e intangibles de la empresa, contribuye a la generación
de las capacidades que crean una ventaja competitiva sostenible.
Esta concepción de la empresa como una institución para la integración de recursos que
generan capacidades, establece una visión basada en la cooperación y comunicación entre los
miembros de la organización que implica fomentar la estabilidad y las relaciones sociales. Este
razonamiento se apoya en una premisa fundamental: una integración eficaz de los recursos sólo
tiene lugar cuando los individuos cooperan voluntariamente. Estos dos aspectos han sido sub-
rayados ampliamente en la literatura económica y estratégica. Así, Hayek (1945) afirma que
cualquier individuo tiene alguna ventaja sobre los demás gracias a que posee información única
de la que puede hacerse un uso beneficioso, pero de la que sólo puede hacerse uso si las deci-
siones que dependen de ella se le dejan al individuo en cuestión o se toman con su cooperación
activa. Igualmente, Porter (1985) señala que un personal profundamente implicado con la or-
ganización genera una cultura organizativa que fomenta el cumplimiento puntual de los com-
promisos y facilita la obtención de un producto más eficiente o con mayor valor para los clien-
tes. Ambas afirmaciones recogen el espíritu de esta concepción de la empresa, en la que se
destaca la relevancia de gestionar los recursos humanos de forma que fomenten la cooperación
e implicación de éstos, ya que serán la base sobre la que se sustente la creación de capacidades.
Sin embargo, es importante reconocer como punto de partida que una correcta gestión
del personal no es la única base para alcanzar el éxito competitivo. Así pues, una variación en
su gestión no justifica todas las variaciones en los resultados empresariales (Pfeffer, 1998b)
Este planteamiento es compartido por Guest (1997) quien, a pesar de considerar los recursos
humanos como determinantes de la generación de rentas superiores, asume que la interacción
de otros factores hace que el impacto de éstos sea débil en términos absolutos. No obstante, los
recursos humanos se convierten en los colaboradores principales para maximizar las opciones
estratégicas disponibles de la empresa. Utilizando los criterios desarrollados por Bamey
(1991), los recursos humanos son fuente de una ventaja competitiva sostenible cuando son
valiosos, escasos, dificiles de imitar y no tienen sustitutivos. A continuación se analizan los
factores que condicionan el cumplimiento de dichos criterios.
Recurso valioso
Un problema tradicional ha sido medir la contribución del capital humano a la creación
de valor. La dificultad real reside no solamente en cuantificar dicha aportación, sino en estimar
también el propio valor de los recursos humanos de la empresa, ya que los indicadores estánda-
res de eficiencia y rendimiento no son útiles para medir tales magnitudes cuando se refieren a
estos recursos (Schneier, 1997).
Para estimar el valor de los recursos en la empresa se dispone básicamente de dos pro-
cedimientos (Cascio, 1991): a) el método basado en el coste incurrido en la contratación, for-
mación, mantenimiento y reposición de los empleados y b) el método basado en el valor espe-
rado de las contribuciones futuras del trabajador a la empresa. Ambos son el reflejo de las
diferentes perspectivas aplicadas en la gestión de los recursos humanos. Así, el primero hace
referencia a la denominada Dirección de Personal, mientras que el segundo refleja la concep-
ción de la denominada Gestión de los Recursos Humanos -para una diferenciación detallada de
ambos conceptos véase Legge (1989)-. Ambos tienen en común la falta de consenso para de-
terminar cuáles son los indicadores adecuados para considerar si un trabajador es valioso para
la empresa.
Recurso escaso
En principio se podría argumentar que los recursos humanos nunca son escasos debido a
que en todos los mercados de trabajo existe un cierto nivel de desempleo, lo cual indica que
existe un stock de trabajadores disponible en el mercado. Ahora bien, debemos especificar el
tipo de oferta de trabajadores a la cual nos referimos. Taylor (1911) diseñó puestos de trabajo
en los que las habilidades personales de los trabajadores eran irrelevantes para el rendimiento.
Si los puestos se diseñan bajo esta perspectiva, la disponibilidad en el mercado de los recursos
humanos hace que éstos no sean escasos. Es decir, algo homogéneo que puede ser adquirido en
el mercado no proporciona ventajas competitivas (Barney, 1986). Sin embargo, cuando un
puesto se diseña de forma que requiere una contribución individual de carácter superior por
parte del trabajador, se dan las condiciones bajo las cuales dicho recurso puede resultar escaso,
al no ser la habilidad requerida un denominador común a todos los recursos disponibles en el
mercado.
Hashimoto (1981) y Mangan (1983) examinaron las condiciones bajo las cuales el capi-
tal humano crea valor, llegando a la conclusión de que cuando la demanda de trabajo es homo-
génea -Ios trabajadores son perfectamente sustituibles- y la oferta de trabajo también es homo-
génea -todos los trabajadores activos y potenciales son iguales en su capacidad productiva-, no
existe una variación en su contribución a la empresa. Sin embargo, Steffy y Maurer (1988)
apreciaron que, de hecho, la demanda y la oferta de trabajo no son homogéneas. En primer
lugar, las empresas cuentan con diferentes puestos de trabajo que requieren habilidades distin-
tas y, en segundo lugar, los individuos difieren en el tipo y nivel de cualificaciones.
Una medida útil para analizar la posible escasez del recurso humano es la base de cono-
cimiento que acumula (Schmidt el al, 1979). Así, existe evidencia de que la base de conoci-
miento es un atributo estable que sigue una distribución normal entre la población (Jenson,
1980) y, por tanto, los individuos con habilidades superiores son, por definición, escasos. Se
puede afirmar que las empresas cuyos trabajadores poseen una elevada base de conocimiento
cuentan con recursos humanos escasos y superiores, y disfrutan de dicha ventaja en detrimento
de las empresas rivales. Snow y Snell (1992) afirman que la base de conocimiento es el atribu-
to más importante a la hora de seleccionar personal, puesto que la base para la generación de
capacidades se encuentra en colectivos de trabajadores con habilidades cognitivas superiores.
(a) La unicidad tiene lugar cuando la empresa cuenta con trabajadores con cualificaciones
excepcionales que no se pueden encontrar en el mercado. Por ejemplo, un equipo de
fútbol que tenga el mejor delantero del mundo.
(b) Las condiciones de historia única determinan el lugar de la empresa en el tiempo y es-
pacio y limitan la gama de estrategias que ésta puede plantear de forma realista (Schoe-
maker, 1992). Desde el punto de vista de la Teoría de los Recursos, la habilidad de la
empresa para adquirir y explotar sus recursos depende de su trayectoria. Las empresas
crean su historia a través del desarrollo de su propia cultura y procedimientos. A través
de éstos, el capital humano crea un equipo de trabajo que aprovecha sinergias y trabaja
cooperativamente para alcanzar las metas de la empresa. La historia es imposible o, al
menos, excesivamente costosa de imitar por parte de los competidores (Wright el al,
1994), con lo cual la actuación superior de un equipo de trabajo es dificil de duplicar
debido a la dificultad de constituir en poco tiempo un grupo coordinado.
ducción en equipo como aquélla en la que: (1) no es evidente y, por lo tanto, resulta cos-
toso averiguar la aportación de cada factor o participante en la obtención del producto
total y (2) el resultado obtenido por un conjunto de recursos es superior a la suma del
resultado que por separado obtendrían dichos recursos. Puesto que el output no es la
suma de los outputs individuales de cada participante, es imposible identificar la fuente
de ventaja competitiva que surge de la producción de un equipo de trabajo; y además,
dado que los recursos humanos son escasos (en el contexto en que se han defmido pre-
viamente), es improbable que un competidor pueda crear un equipo con exactamente los
mismos atributos que el de la propia empresa y, así, reproducir su ventaja competitiva.
Bamey y Wright (1998) afirman que la ventaja competitiva sostenible procede de los
equipos más que de los individuos. Así, no es observable que un equipo sea fuente de
ventaja competitiva en un contexto de ambigüedad causal y complejidad social.
Esta barrera se podría superar contratando equipos completos, pero incluso la efectivi-
dad de éstos estaría sujeta a la trayectoria de la empresa o a las relaciones que mantie-
nen con otros equipos dentro de la misma (Alchian y Demsetz, 1972). Contratar al equi-
po apropiado implicaría contratar al grupo entero de trabajo, lo que, en definitiva, su-
pondría adquirir la empresa. Incluso ante esta circunstancia, la efectividad del grupo de
trabajo estará sujeta a los activos fisicos y organizativos de la empresa, lo cual apoya el
argumento de que la verdadera fuente de ventaja competitiva es la dificultad de imita-
ción de las capacidades creadas por los equipos.
Además, se debe tener presente que las habilidades para trabajar en un equipo nunca son
exactamente iguales a las necesarias para trabajar en otro, debido a que la capacidad de
trabajar de forma efectiva, dados unos miembros determinados de un equipo, depende
de la interacción entre sus personalidades (Doeringer y Piore, 1971). Si a las caracterís-
ticas de la producción en equipo unimos la existencia de rutinas en la empresa (Nelson y
Winter, 1982), la irnitabilidad se ve dificultada en mayor medida, ya que la empresa no
suele ser consciente de su creación, de forma que, en ocasiones, no se puede determinar
la naturaleza de las mismas, incluso cuando la organización está inmersa en ellas. Estas
rutinas crean inmovilidad del conocimiento, que queda insertado en la organización en
que ha sido desarrollado (Koch y McGrath, 1996).
Por otra parte, los recursos humanos pueden ser específicos o idiosincráticos cuando po-
seen un valor en el seno de una transacción superior al que poseerían bajo cualquier
otra. Así, en ocasiones, los individuos poseen conocimientos que sólo son válidos para
desarrollar un trabajo u ocupar un puesto determinado en una empresa concreta. Es fre-
cuente que se desarrollen redes de comunicación entre trabajadores clave y el resto del
personal de la empresa, incluso con los consumidores fmales. De aquí puede surgir un
entramado de relaciones dificil de duplicar, que puede constituir la base para la creación
de una ventaja competitiva'. Además, es razonable pensar que el conocimiento y con-
fianza que se desarrollan a lo largo del tiempo tengan valor únicamente en el seno de di-
cho contexto (Becker, 1964). El trabajo de Leopold y Hallier (1999) apoya esta argu-
mento: los autores analizaron el sistema de recursos humanos que adoptaban las empre-
sas a la hora de crear una nueva planta y observaron que un sistema válido para una
unidad no necesariamente generaba resultados positivos en las nuevas plantas. Los auto-
res consideran que esta falta de consolidación de las prácticas en nuevos contextos se
debe precisamente a la distinta naturaleza de éstos, lo cual pone de manifiesto que no se
puede replicar la forma en que se desarrollan las relaciones humanas, incluso entre con-
textos que a priori pueden ser muy afines como son una matriz y una filial.
(d) La disuasión económica supone enviar señales amenazadoras creíbles hacia los compe-
tidores, que les haga pensar que una estrategia de imitación no les será beneficiosa. La
clave de la disuasión es la promesa de tomar represalias contra un competidor que ose
invadir el nicho estratégico de la empresa. Dado que llevar a cabo una amenaza nor-
malmente cuesta dinero a ambos, al que amenaza y a la víctima, se necesita que ésta sea
apoyada por el compromiso de su ejecución.
Recurso no sustituible
Esta cuestión hace referencia a la posibilidad de que otra empresa pueda compensar una
ventaja basada en el capital humano con otros recursos, como, por ejemplo, una tecnología
superior. A este respecto es importante resaltar dos cuestiones: en primer lugar, los recursos
humanos no se vuelven obsoletos. De hecho, determinados autores, como Uirich (1998), afir-
man que es el único activo de la empresa que se aprecia si la empresa prospera. Aunque el
cambio tecnológico ha creado nuevos puestos, dejando obsoletas determinadas habilidades, la
puesta en práctica de programas de formación constantes asegura que dichos trabajadores no se
vuelvan obsoletos.
Finalmente, también conviene recordar que los recursos humanos son el recurso que
contribuye a integrar las capacidades elementales en otras de orden superior; desde esta pers-
pectiva, resulta insustituible.
Schuler y Jackson (1987a) y Wright y Snell (1991) entienden por prácticas de recursos
humanos las actividades que realiza la organización dirigidas a gestionar la base de capital
humano y asegurar que el personal dirige sus objetivos hacia las metas de la organización, de
forma que se crean o amplían las capacidades de la empresa. Esta definición hace referencia a
dos cuestiones esenciales. Por una parte, subraya el papel fundamental de las prácticas de re-
cursos humanos en la generación y ampliación de capacidades empresariales. Por otra parte, si,
como afirman Wright y Snell (1991), la presencia de un capital humano cualificado es condi-
ción necesaria pero no suficiente para que los objetivos de los trabajadores se alineen con las
metas de la empresa, las prácticas de recursos humanos desempeñan un papel transcendental a
la hora de modificar la conducta de los trabajadores hacia el trabajo y en la creación de una
base de conocimiento en la empresa. Dicho de otro modo, las prácticas de recursos humanos
son los medios a través de los cuales las empresas pueden aumentar las habilidades de sus
trabajadores, proporcionándoles los incentivos necesarios para que contribuyan al éxito empre-
sarial (Wright el al, 1999).
El problema que se plantea es concretar cuáles son las prácticas necesarias para crear ta-
les capacidades. Kamoche (2001) pone de manifiesto que, a pesar de la mucha literatura al
respecto, a fecha de hoy, sigue sin estar claramente definida la forma en que los recursos
humanos se convierten en capacidades. Por una parte, Cappelli y Crocker-Hefter (1996) plan-
tean que las capacidades se desarrollan a partir de recursos humanos superiores, y por otra,
Huselid el al (1997) consideran que las capacidades empresariales se crean a través de un
sistema de recursos humanos eficaz.
De ello se deduce la doble dimensión de los recursos humanos (Kamoche, 2001). Por
una parte, están constituidos por conocimiento y habilidades, cuya naturaleza intangible hace
que puedan constituir la base para generar una ventaja competitiva. Por otra parte, las prácticas
y políticas de recursos humanos determinan la forma en que dichos recursos se combinan para
crear capacidades empresariales. Ignorar ambas realidades supone limitar el potencial de gene-
ración de rentas de los recursos humanos (Kamoche, 2001). De hecho, una de las más impor-
tantes aplicaciones empíricas de la Teoría de Recursos y Capacidades al análisis de los recursos
humanos, el estudio de Wright el al (1995) sobre equipos de baloncesto en la NBA, hace refe-
rencia a esta cuestión. En este trabajo se observa que las habilidades y el talento individual son
claves para generar un rendimiento superior. Aunque los directivos (entrenador) plantee deter-
minadas estrategias (prácticas), el talento de los jugadores (trabajadores) es condición necesaria
para el éxito de las mismas.
gan los recursos humanos en la creación de "capacidades del negocio" que surgen de la inte-
gración de capacidades individuales generadas a nivel funcional.
En primer lugar, hay que dotar a los trabajadores de una serie de conocimientos para
operar en el seno de la empresa y, en segundo lugar, para obtener un "esfuerzo discrecional",
es necesario desarrollar medidas que aumenten la motivación del personal. Este segundo aspec-
to puede considerarse incluso más importante que el primero, ya que es habitual que las perso-
nas ya posean los conocimientos o las habilidades que la empresa necesita, o al menos sea fácil
dotarles de los mismos. Sin embargo, la relevancia de contar con un personal motivado es una
condición fundamental para el éxito, ya que lo que mejora el rendimiento de una empresa no es
la existencia en sí de una meta, sino el nivel de implicación de los trabajadores con dicha meta
(Collins y Porras, 1997).
Estas condiciones son resumidas por Dyer y Reeves (1995) al considerar que el rendi-
miento de los trabajadores es una función de su habilidad y motivación, por lo que es necesario
desarrollar prácticas que fomenten ambas. La misma argumentación es planteada implícita-
mente por MacDuffie (1995), al asumir que es más probable que se maximice el rendimiento
cuando se introducen prácticas que refuerzan los comportamientos de los trabajadores vía mo-
tivación. Por ello, los mejores resultados deben ser obtenidos cuando se combinan prácticas
para la adquisición de habilidades junto con prácticas que aumentan la motivación. Esta argu-
mentación es compartida por Appelbaum et al (2000) que consideran que las prácticas de alto
rendimiento incluyen tres dimensiones: proporcionan (1) habilidades superiores, (2) puestos de
trabajo diseñados para que los trabajadores aprovechen y pongan en común sus conocimientos
y habilidades y (3) una estructura de incentivos para generar un esfuerzo discrecional. A conti-
nuación se trata de concretar cuáles son las prácticas que operan en uno u otro sentido y si es
necesaria una complementariedad en las mismas. En este sentido, a continuación se realiza una
revisión conceptual de las prácticas de recursos humanos a partir de la literatura.
Por un lado, parece deducirse que por actividades técnicas de recursos humanos se en-
tienden todas aquéllas cuyo objetivo es dotar a la empresa de trabajadores con conocimientos y
habilidades específicas. Huselid et al (1997) incluyen en este grupo el reclutamiento, la selec-
ción, la formación y los sistemas de remuneración y compensación. La falta de consenso a este
respecto se manifiesta también en las distintas clasificaciones que hacen los autores. Así, Bec-
kert y Gerhart (1996) consideran que la selección, la formación, la promoción, la seguridad en
el puesto y la remuneración contingente constituyen la "arquitectura de recursos humanos de la
empresa", entendiendo como talla base indispensable con la que toda empresa debe contar.
Por otro lado, no existe un consenso en determinar qué es lo que se entiende por prácti-
cas de tipo estratégico. Huselid et al. (1997) subrayan que implican el diseño e implementación
de una serie de prácticas, internamente consistentes, que aseguran que el capital humano de la
empresa contribuye a la consecución de los objetivos empresariales, pero desde la perspectiva
de aumentar la motivación del trabajador en la empresa. Señalan como ejemplo los sistemas de
remuneración contingente, el trabajo en equipo, los círculos de calidad y el empowerment,
enfatizando que las prácticas estratégicas contribuyen a garantizar a las empresas que la ventaja
derivada del factor humano no es imitable porque la ambigüedad causal y la complejidad social
inherente a la integración de las mismas provoca que los competidores no puedan replicar
fácilmente las habilidades que se crean (Reed y DeFillippi, 1990; Bamey, 1991).
Trabajos posteriores, tales como Pfeffer (1994), plantean la cuestión en otros términos.
Lejos de diferenciar entre prácticas técnicas y estratégicas, consideran que una práctica de
recursos humanos no es estratégica per se. El conjunto de prácticas que adopte una empresa es
lo que hace que ésta sea estratégica. De hecho, el mismo Pfeffer en un trabajo posterior del año
(Pfeffer, 1998b) reconvierte las dieciséis prácticas iniciales en siete, quizá con el propósito
subyacente de plantear que lo importante no son las prácticas sino la adopción de un sistema
integrado. Este argumento se pone de manifiesto por el hecho de que el grupo de prácticas
consideradas por cada autor varía ostensiblemente -para un análisis comparado véase Galang
(1999)-.
Schuler (2001) lleva esta idea al extremo en su reciente trabajo, donde bajo la denomi-
nación de core human resource managementintegra variables tales como la estrategia, el análi-
sis del entorno y la cultura, junto con prácticas propias de recursos humanos como son el reclu-
tamiento, la selección o el diseño de puestos". La idea de interrelacionar no sólo las prácticas
de recursos humanos entre sí, sino también la cultura de la empresa o el crecimiento del sector
ya fue anticipada por Gómez-Mejía y Balkin (1992) los cuales afIrman que un sistema de re-
muneración por competencias opera mejor en empresas (1) con cultura participativa, (2) perte-
necientes a sectores en crecimiento y (3) cuyas prácticas de recursos humanos son complemen-
tarias entre sí.
A este respecto es preciso hacer un breve inciso a toda la literatura relativa a la efectivi-
dad de las prácticas de recursos humanos. El considerar estratégica o no a una empresa, por el
hecho de adoptar determinadas prácticas no implica necesariamente el éxito de la misma. Ello
ha suscitado un amplio debate en la literatura entre aquellos autores que argumentan que la
simple adopción de tales prácticas genera resultados positivos a las empresas (Kochan y Os-
terman, 1994; Pfeffer, 1994, 1998b; Huselid, 1995; Huselid et al, 1997) y, los que opinan que
la efectividad de las prácticas de recursos humanos es contingente (Lengnick-Hall y Lengnick-
Hall, 1988; Terpstra y Rozell, 1993; Erez, 1995; Baron y Kreps, 1999). No abordaremos el
estudio de esta cuestión, ya que el objetivo de este trabajo es añadir un poco de luz a lo que se
ha dado en denominar "gestión estratégica de los recursos humanos". Profundizar en el debate
universalidad versus contingencia de las prácticas de recursos humanos requiere entrar en otro
tipo de consideraciones que, para ser llevadas a cabo con rigor, redundarían en una extensión
excesiva del trabajo.
El enfoque planteado por Pfeffer (1994, 1998) está adquiriendo mayor relevancia y ha
sido tomado como referencia en trabajos recientes como el de Marchington y Grugulis (2000),
desembocando en la denominación de "mejores prácticas" o "prácticas de alto rendimiento'".
Dentro de éstas se incluye un amplio abanico de prácticas cuyo nexo de enlace parece ser la
influencia que ejercen sobre la capacidad de la empresa para contar con trabajadores motiva-
dos. Tales prácticas son concretamente: el empleo estable, la contratación selectiva, la forma-
ción continua, el trabajo en equipo, la reducción de diferencias de estatus entre categorías, la
remuneración contingente -que incluye tanto la participación del trabajador en los beneficios
como en el capital- y, fmalrnente, la trasferencia de información que permita a los trabajadores
participar en el proceso de toma de decisiones.
Partiendo, entonces, de que el mero hecho de implantar una práctica concreta no garan-
tiza el éxito, el problema siguiente consiste en analizar cómo las prácticas generan un rendi-
miento superior, estando la clave en la formación de conjuntos internamente coherentes (Dyer
y Reeves, 1995) y en la vinculación de las prácticas a las competencias distintivas de la empre-
sa (Cappelli y Crocker-Hefter, 1996). Por ello, la empresa debe plantearse la adopción de prác-
ticas de recursos humanos desde la perspectiva de un sistema integrado y dinámico.
Igualmente, existe evidencia sobre las posibles causas que determinan la falta de resul-
tados positivos. Así, muchas empresas adoptan un sistema de recursos humanos ad hoc. En
lugar de aplicar conjuntos coherentes de prácticas, crean una "receta" individualizada para su
caso concreto, lo que puede explicar la baja efectividad de algunas empresas respecto a las
prácticas de recursos humanos que adoptan (Wood y Menezes, 1998). De hecho, Bamey y
Wright (1998) advierten que la aplicación indiscriminada de prácticas puede ser contraprodu-
cente, llegando incluso a generar ineficiencias para la empresa. Becker et al (1998) enfatizan
esta idea al poner de manifiesto la importancia de atender a las denominadas interacciones
sutiles y consecuencias no intencionadas, porque la combinación de prácticas puede dar lugar
tanto a sinergias positivas, como negativas. Las sinergias negativas se producen cuando una
empresa adopta prácticas que podrían tener sentido por sí solas, pero que cuando se evalúan en
el contexto de otras prácticas de recursos humanos llevadas a cabo, el resultado es negativo.
Entonces se puede crear una espiral descendente, dado que la capacitación y la motivación se
destruyen por aplicación de medidas contraproducentes (Pfeffer, 1998b). Pueden encontrarse
ejemplos simples en empresas que invierten en sistemas de dirección sofisticado s sólo para
adoptar políticas de compensación que proporcionan una distinción económica, con poco sen-
tido, entre los empleados con alto y bajo rendimiento, o empresas que animan a sus empleados
a trabajar en equipo, pero luego aplican aumentos basados en contribuciones individuales.
Asumiendo, pues, el error de plantear sistemas ad hoc, es necesario concretar qué se en-
tiende por un "conjunto coherente" de prácticas de recursos humanos. En este sentido, Shep-
peck y Militello (2000) proponen un modelo que permite identificar cuándo las prácticas de
recursos humanos generan un incremento de efectividad en la organización. La empresa será
estratégica cuando ponga en marcha un conjunto integrado de prácticas que permita alcanzar
simultáneamente cuatro objetivos:
CONCLUSIONES
En este trabajo se ha realizado una síntesis de la literatura relativa a los recursos huma-
nos y al enfoque de recursos aplicado a su estudio. En este sentido, se ha justificado el valor
estratégico de los recursos humanos al observar que los trabajadores pueden constituirse en
escasos, valiosos, con pocos sustitutivo s y dificiles de imitar; no obstante, esta última caracte-
rística está asociada irremediablemente a la existencia de equipos de trabajo, ya que la ventaja
que proporciona el factor humano se deriva de la generación de capacidades basadas en el
conocimiento.
Por ello, las estructuras y procesos deben diseñarse para permitir a los trabajadores in-
fluir sobre su trabajo y generar una ventaja a nivel agregado, como consecuencia de compartir
el conocimiento específico que poseen, y desarrollar habilidades y comportamientos fruto de
las prácticas que se han puesto en marcha. Si las empresas no permiten a los trabajadores con-
tribuir con sus ideas y sugerencias pierden la ventaja asociada a las habilidades y motivación
de los mismos. Por tanto, las empresas deben asumir que: (1) los resultados de las inversiones
en recursos humanos son observables a largo plazo, lo que puede difuminar en parte su contri-
bución al éxito empresarial y (2) en el corto plazo, la tarea de la empresa debe ser plantear un
conjunto integrado de prácticas que modifiquen la percepción de los trabajadores hacia la em-
presa, convirtiéndola en una fuente de oportunidades no sólo a nivel directivo o de accionistas,
sino también para los propios trabajadores.
del puesto de trabajo. Ello no supone contradicción alguna a la hora de gestionar los recursos
humanos, sino más bien el hecho de asumir la necesidad de tratar independientemente a los
diferentes grupos de trabajadores que integran la empresa. De ahí surgirán dos tipos de estrate-
gias de recursos humanos que Locke el al (1995) definen como estrategias de valor añadido y
estrategias de ahorro en coste. Las primeras tratan de potenciar el conocimiento, habilidad y
autonomía de los trabajadores y las segundas tienen como objetivo reducir costes de produc-
ción, particularmente los laborales, en aras a diferenciar la empresa de sus competidores a
través de precios más bajos en sus productos o servicios.
NOTAS
(1) De hecho, Kalleberg y Moody (1994) y Guest (1997) demuestran que el impacto no tiene lugar exclusiva ni
necesariamente sobre el rendimiento fmanciero, sino sobre variables intermedias como la creatividad, la motiva-
ción, el esfuerzo discrecional y la creación de capacidades de los trabajadores. Koch y McGrath (1996) analizan
la idoneidad de la. prácticas de recursos humanos a través del valor que se crea en la organización y Sturman
(2000) estudia el impacto de éstas prácticas mediante modelos de utilidad.
(2) Para realizar una estimación del valor creado se puede utilizar la ratio del valor añadido por el personal, que mide
el valor creado por cada unidad invertida en capital humano. Su aplicación permite realizar una estimación del
valor creado por los trabajadores y de la efectividad de la organización sobre la estrategia elegida (Schneier,
1997).
(3) El valor de un equipo se refleja de forma evidente en aquellos equipos deportivos compenetrados que vencen a
contrincantes de superior capacidad técnica individual. El conocimiento del equipo está presente de dos formas
distintas. En primer lugar, muchas tareas exigen una suma tal de conocimientos que no es posible que sea poseída
por un solo sujeto. De aquí que diferentes individuos, con un conocimiento parcial pero complementario, trabajen
juntos en equipo y sea solamente éste el que tenga la suma completa del conocimiento; en este sentido, el contex-
to de la información controlada por un miembro individual está condicionado por la información en manos de to-
dos los demás miembros (Nelson y Winter, 1982).
(4) Concretamente, cita los diez siguientes puntos, a los que hace referencia de forma imprecisa como "prácticas y
políticas": (1) análisis del entorno, (2) estructura organizativa, diseño, estrategia, valores, misión y cultura, (3)
planificación de los recursos humanos, (4) diseño y análisis de puestos, (5) reclutamiento, selección y orienta-
ción, (6) formación, socialización y asimilación, (7) rendimiento y gestión de carreras, (8) remuneración, (9)
bienestar del empleado y (10) comunicación.
(5) En este trabajo se utiliza el término "prácticas de alto rendimiento" para hacer referencia a lo que en la literatura
ha tomado nombres como progress/ve HR managemeru paradigm (Godard, 1991), innovative work practices
(Osterman, 1994; Ichniowski et al., 1996), high pe¡fonnance work practices (Huselid, 1995), progressive practi-
ces (Delaney y Huselid, 1996), stralegic HR pracnces (Delerey y Doty, 1996), high mvolvement work practices
(Pil y MacDuffie, 1996), strategic approach lo HRM'(Guest, 1997), high commument management (Wood y Me-
nezes, 1998), besl practices (Marchington y Grugulis, 2000), sophislicated practices (Kinnie el ai., 2000) y stra-
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La Revista Investigaciones Europeas de Direcciá» y Economla de la Empresa recibió este artículo el 20 de mar-
zo de 2002 y fue aceptado para su publicación el 3 de noviembre de 2002.