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Anibal Torres Vasquez Pages 82 105,133 136,315 326
Anibal Torres Vasquez Pages 82 105,133 136,315 326
CHO
tienen contenidos idénticos y su fin es regular conducta humana. Así, por ejem-
plo, el “no matar”, además de ser un precepto jurídico, es una norma moral,
religiosa, y un uso social.
En los apartados siguientes tratamos sucesivamente los problemas deriva-
dos de las relaciones entre Derecho y religión, Derecho y moral, y entre Derecho
y normas de trato social.
— Kreón. ¿Tú que inclinas la cabeza hasta el suelo niegas haber sepultado I a
Polinice?
— Antígona. Lo confieso; no niego haberle dado sepultura.
— Kreón. ¿Conocías el edicto que prohibía hacer eso?
— Antígona. Lo conocía: lo conocen todos.
— Kreón. ¿Y has osado violar las leyes?
— Antígona. Es que Zeus no ha hecho esas leyes ni la justicia que tiene su í
trono en medio de los dioses inmortales. Yo no creía que tus edictos valiesen
más que las leyes no escritas e inmutables de los dioses, puesto que tú eres tan solo un
simple mortal. Inmutables son no de hoy ni de ayer. Y enteramente poderosas que nadie
sabe a qué pasado remontar. No quiero, por miedo a las órdenes de un solo hombre,
merecer el castigo divino. Yo sabía que un día debería morir ¿cómo ignorarlo? aun sin
tu voluntad. Y si muero prematuramente, ¡oh! será para mí una gran fortuna. Para los
que como yo viven entre miserias innumerables... la muerte es un bien.
Para los cristianos, el Derecho divino se manifiesta en el libro de la revelación,
el Decálogo dado a Moisés, los evangelios. El derecho islámico, vigente aún en la
actualidad, tiene como fundamento el Corán, texto escrito por Mahoma por revelación
divina en La Meca y Medina; establece que el profeta está investido de todos los
poderes, religiosos, civiles y militares, no pudiéndose distinguir entre lo espiritual y lo
temporal, porque la ley representa la voluntad de Dios y debe ser entendida como deber
civil y religioso, inseparable el uno del otro. La vida política y religiosa son un todo
indisoluble.
En las sociedades teocráticas, la más leve violación a los mandatos de la divini -
dad era castigada con severidad; en el sistema de la prueba predominaba la idea de que
la divinidad interviene para proteger al inocente y herir al culpable. Los juicios de Dios
(ordalías) eran experimentos crueles, por ejemplo, la prueba del fuego, la inmersión del
brazo en aceite hirviendo o extenderlo sobre un brasero, etc., podían ser resistidas
solamente por el inocente con la ayuda de Dios; también en el duelo judicial se
presumía que el ganador había gozado del favor de Dios. Estas prácticas fueron co -
munes en los pueblos de Africa, de Asia y germánicos. Además del castigo terrenal, la
sanción consiste en las promesas o penas en la vida ultrateirena, o sea, el castigo
trascendente, de ultratumba. Con la idea del juicio postrero se vino a mantener la
antigua creencia egipcia sobre el juicio que seguía a la muerte, en el que el dios Anubis
procedía a pesar el alma, así como la creencia bíblica de la resurrección de la carne,
como la evoca Ezequiel y la parábola evangélica del juicio final: a los pies de Cristo
justiciero, el Arcángel San Miguel habrá de pesar los méritos de los hombres, que serán
encaminados bien hacia la puerta del cielo, o hacia la del infierno, siendo ánge les y
demonios los encargados del reparto.
Los gobernantes de los antiguos imperios, dándose como hijos o enviados de
Dios, ofrecían las normas jurídicas como un don de la divinidad porque úni-
60 INTRODUCCIÓN AL DERECHO
chas y necesarias6. Todos los actos humanos orientados, bien sea a su propia
perfección, o a sus relaciones con los demás, pueden ser calificados moralmen te de
buenos o malos. Las obligaciones impuestas y garantizadas por la ley del Estado tienen
su fundamento en la aceptación que presta la conciencia de los ciudadanos; sin la
protección del Derecho las personas no podrían realizar sus deberes morales. Como
expresa Radbruch7, “la moral es el fundamento sobre el que descansa la validez del
Derecho, porque el hacer posible la moral constituye una meta de orden jurídico”.
Pero no todo lo que es moral es también Derecho. “Solo aquella parte de los
deberes morales cuyo cumplimiento la sociedad de un determinado momento histórico
considera coactivamente exigibles se constituye como Derecho para quien puede exigir
aquel cumplimiento, a lo que se agregan otros deberes exigibles para bien de la
convivencia social que no se fundan directa y singularmente en un deber moral” 8. Así,
por ejemplo, cuando la ley permite el uso de métodos artificiales de regulación de la
natalidad. Esta medida legal, que encuentra su fundamento en el Derecho que tienen
las familias para decidir libremente el número de hijos que deseen tener y pueden
mantener, para la moral religiosa es condenable por cuanto Jesucristo dijo: “he venido
al mundo para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, por lo cual, la
Iglesia siempre ha rechazado el control artificial de la natalidad, por considerar que
despersonaliza e instrumental iza la sexualidad y atenta contra la dignidad del ser
humano por cuanto son métodos cerrados a la vida, que tienen como único fin impedir
el embarazo, convirtiendo el don de la vida de un hijo en un mal del que es preciso
defenderse. Si el Derecho se detiene ante esta poderosa razón moral, el mundo revienta
por falta de espacio vital. Lo fundamental es el bienestar de todo ser humano, y, por
tanto, el Derecho se reduce a aquello que la sociedad considera posible y necesario
controlar, para lograr ese bienestar.
6 Gentile Giovanni (Los fundamentos de la filosofía del derecho, Buenos Aires, Edil. Losada
1944, págs. 128 y s.), “La ley, en su realidad actualizada, es, y no puede no ser
moral... El Derecho exista como Derecho, pero no nace como Derecho. La ley —fuente
típica del derecho mismo—es en su ohgea un acto ético, en cuanto no puede tener sino
ese fin inmanente que es unum n ídem con el acto espiritual (cuya actualización es la
esencia de la más pura actividad ética)... Ética es la acción legislativa, ética es también
toda acción que presupone la ley y que en razón de tal presupuesto se dice jurídica:
violaddaa observancia del Derecho, experimento judiciario, sentencia, etc. La ley
encuentra siempre de sí. a la voluntad pronta a juzgarla moralmente y, por consiguiente,
a temperarla, si está en su mano, coala equidad, o a modificarla y reformarla. Tampoco
la conciencia moral podría jamás contraponerse; 11 disposición de la ley y obrar
sobre ésta, como hace de continuo en su desenvolvimiento, M a la ley que entre en
contacto con la voluntad en esa relación espiritual —solo de la cual es posible que
7 GUSTAv RADBRUCH, ob. di., pág. 56.
8 Ai.varo D’ORS, UNA INTRODUCCIÓN AL estudio del derecho. 8*' cd., Madrid,
I98V, pág. H Jfg
DERECHO Y OTROS ÓRDENES NORMATIVOS 65
Empero, hay que anotar que los romanos ya entrevieron la distinción por boca de
Paulo: Non omne quod licet honestum est (no todo lo que es lícito jurídicamente, es
también conforme con la moral).
En la Edad Media la noción del Derecho es incluida dentro de la moral. Para San
Agustín (354-430), la moral y el Derecho nacen de la misma fuente divina y tienen por
finalidad lograr la plena felicidad humana; San Agustín distingue tres clases de leyes: la
eterna (es “la razón y la voluntad de Dios que manda guardar el orden natural y
prohíbe perturbarlo”; el orden consiste en “la disposición de cosas iguales y
desiguales, dando a cada uno el lugar que le corresponde”); la natural (es un sector de
la ley eterna “grabada en el corazón del hombre” o “transcrita en el alma racional”,
que permite a los hombres distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto; o sea
comprende tanto la moral como el derecho) y la humana o positiva, que tiene por
misión hacer volver al hombre que se había apartado del camino de la ley natural a sus
prescripciones; es variable, a diferencia de la natural que es invariable.
Para Santo Tomás de Aquino (1225-1274), las raíces de la moral y del derecho
están en la lex naturalis, conjunto de normas morales y jurídicas de la más alta
jerarquía y absoluta validez. El Derecho implica la idea de cierta igualdad, armonía y
proporción. El Derecho no es el bien absoluto, la virtud plena y perfecta, sino el bien
común de la sociedad política. Derecho y moral son “como dos ordenamientos de la
actividad humana; los dos racionales, los dos éticos en cuanto enderezados al bien
humano, el cual, aunque puede ser también útil y deleitable, debe ser siempre honesto.
Los dos son también sociales, pero aquí está la raíz de la divergencia entre los órdenes.
El moral ve al hombre colocado en la sociedad universal o espiritual de los seres
racionales, cuyo bien común hace concluir toda la perfección interna y externa de los
individuos singulares. Esta sociedad, presidida por Dios mismo, se realiza en el
interior de los hombres, y es tan íntima y necesaria, que acabamos por no advertirla
más, por lo cual a veces se llega a decir que la moral solo atiende a la perfección del
individuo, mientras que debiéramos decir que el bien moral del individuo coincide
siempre con el bien de la sociedad ética universal. El orden jurídico, en cambio, ve al
hombre moverse en la sociedad exterior, cuyo bien común, a lo menos de modo
inmediato y controlable, no se funda sin el efecto de la actividad externa. Por tanto, el
orden moral inviste a todo el hombre, promoviéndolo directamente a toda perfección,
aun a aquella que el ojo empírico ve como individual e interior; el orden jurídico se
limita a regular las acciones externas en cuanto con ellas los hombres mueven sus
relaciones de justicia, y en cuanto son regulables con medios sociales" 11.
Se atribuye a) alemán CHRISTIAN THOMASIUS (1655-1728) ser el primero que en
1705 afrontó directamente el problema de la separación entre moral y dém 11
11 Giusei'Pe Graneris, Contribución tomista a la filosofía del derecho, trad. de Colina Ana Lélora
Mendoza. Buenos Aires, Eudeba, 1973, pág. 59.
DERECHO Y OTROS ÓRDENES NORMATIVOS 67
cho. Sostuvo este autor que la moral se refiere solo a lo interno ('forum internum)
E y el Derecho versa exclusivamente sobre lo externo (forum extemum), y de ello }
colige que la moral no es coercible y en cambio sí lo es el Derecho. Según THO- | masius,
las normas de obrar son de tres clases: la ética, la política y la jurisprudencia. con un
mismo fin: la felicidad humana. La ética tiene por principio lo [ honestum, cuya máxima
es Quod vis, ut alii sibi faciant, tute tibisfacies (hazte a ti mismo aquello que querrías
que los demás se hicieran a sí mismos); la política tiene el decorum y su máxima: Quod
vis ut alii tibi faciant, ut ipsis facies (haz a los demás aquello que querrías que los demás
te hagan a ti); y el principio del Derecho es lo iustum y su máxima: Quod tibi non vis
fiere alteri ne feciris (no hagas a los demás aquello que no querrías que te fuese hecho a
ti)12.
Entre los varios seguidores de Thomasius, figura Immanuel Kant (1724- 1804), quien
exteriorizó excesivamente el Derecho, reduciéndolo al aspecto exterior del obrar. Basta que
la ley sea cumplida, cualquiera sea el motivo por el que se la obedezca, sin que sea
necesario que la obediencia responda al respeto que la norma jurídica nos inspire. Para
Kant, los deberes jurídicos son posibles de legislación externa y los deberes de virtud no
son posibles de tal legislación. La voluntad moral es autónoma porque tiene en sí misma su
ley, a la que Kant denomina Imperativo categórico, que manda de modo absoluto e
incondicionado y se formula así: “Obra de tal manera que la máxima de tus actos puedan
valer como principios de una legislación universar. La existencia del deber moral “el deber
por el deber” constituye el fundamento de la libertad del hombre y de la inmortalidad del
alma. El Derecho regula la coexistencia social de los hombres mediante “el conjunto de las
condiciones por las cuales el arbitrio de cada cual pueda coexistir con el arbitrio de los
demás, según una ley universal de libertad”. La moral se ordena en tomo al móvil de la
acción, mientras que el Derecho impone solamente una cierta conducta exterior,
desinteresándose de las razones del obrar13.
Juan Amadeo Fichte14 (1762-1814), discípulo de Kant, encuentra una contradicción
absoluta entre moral y Derecho. El imperativo jurídico puede formularse de este modo:
‘Tengo que reconocer en todos los casos la naturaleza libre fuera de mí; es decir, tengo que
limitar mi libertad ante la idea de la posibilidad de la libertad de los demás, a condición de
que los otros hagan lo mismo”. El Derecho permite actos que la moral prohíbe. Moral y
Derecho están separados por la razón y por tanto son completamente opuestos.
El positivismo jurídico oscila entre una posición radical y otra moderada. Hobbes vincula al
Derecho con el poder, definiéndolo en términos puramente
15 Cit. de Guillermo Borda, MANUAL DE DERECHO CIVIL, parte general. Buenos Aires.
Edil. Abetedo* Perrot, 1976, pág. 15.
16 ALF ROSS (SOBRE EL DERECHO Y la JUSTICIA, Buenos Aires, 1994, págs. 251 y
ss.). dentro de a» concepción realista del Derecho, dice: “Si hay una ley, independiente de
nuestras elecciones y alburia, que nos ha sido dada como verdad eterna basada en la voluntad de
Dios, o mediante una captación | PRIORI de la razón, y que nos dicta el curso de acción
correcto, entonces, al obedecer esta ley universal, no somos más que dóciles piezas de un
orden cósmico y quedamos liberados de toda rcsponsabilatod.- El DERECHO natural es
primera y principalmente una ideología creada por quienes se encuentran en i poder —los
estadistas, los juristas, el clero*— para legitimar y robustecer su autoridad".
DFRFCH0 Y OTROS ÓRDFNES NORMATIVOS 69
17 Giorgio DEL VECCHIO y Luis RECASÉNS SICHES, ob. cit., pág. 120.
18 Jaime M. MANS PUIOARNAU, Los principios generales del derecho, Barcelona, Edil. Bosch, 1979,
págs. XVIfi y s.
70 INTRODUCCIÓN Al. DERECHO
go mismo, muchos actos de candad, etc., así como hay muchas normas jurídicas que
son contrarías a la moral. El Derecho no se reduce a una obligación coactiva que
desvirtúe el valor moral, ni tampoco la obligatoriedad del Derecho reside ex-
clusivamente en la moral, sino que moral y coacción son dos ingredientes necesa- ,
ríos dei Derecho.
12.3. DIFERENCIAS ENTRE DERECHO Y MORAL
En cuanto a que entre derecho y moral exista una interínfluencia recíproca
muy estrecha, no impide que se puedan establecer algunas diferencias entre la norma
jurídica y la norma puramente moral, claro está, no con el carácter de absolutas.
Los siguientes son los criterios esgrimidos por la doctrina para distinguir entre
derecho y moral:
a) La moral es unilateral y el Derecho es bilateral Moral y Derecho regulan
la conducta humana libre, pero desde perspectivas o puntos de vista dife-
rentes, la moral contempla las acciones humanas atendiendo a su
dimensión personal, aspira a la realización del hombre bueno, regula
conducta humana individual, o sea, es unilateral; en cambio, el Derecho
contempla el comportamiento de la persona en sus relaciones con los
demás y con la comunidad, regula conducta humana social, o sea, el
Derecho es bilateral.
El no considera a la persona en cuanto tal, sino únicamente en su dimensión
social, en cuanto se halla en una situación jurídico-social, esto es, como padre, hijo,
acreedor, deudor, propietario, contribuyente, mayor o menor de edad, obrero,
profesional, etc.; en cambio, la moral considera a la persona en sí misma, en su
globalidad, propende a la perfección de la vida de la persona en su integridad. El
propósito del Derecho es temporal, pues procura establecer un ordenamiento justo de
convivencia humana. La moral trata de ordenar las acciones humanas en relación con
su fin último.
La unilateral idad de la moral le ordena al sujeto elegir entre varías posibi -
lidades que él puede realizar, contrapone unos actos frente a otros del mismo su jeto;
impone deberes que en su cumplimiento pueden tener efectos para los demás, pero
no da normas para estos, es decir, define la conducta del que debe cumplir el deber,
pero no determina la conducta de los demás; el deber moral no puede ser exigido por
los demás: es puro y simple, no implica un derecho correlativo porque no pueden
existir derechos que la persona los haga valer contra sí misma; no hay sujeto titular
de una pretensión ante la conducta del obligado.
A todo deber moral no corresponde un correlativo derecho. Así, del deber de
no mentir no cabe suponer un derecho de información. Si al deber no corresponde un
correlativo derecho, no puede haber conflicto. Sin conflicto no hay litis. Lo que no es
posible de entrar en litigio no puede llamarse derecho. Donde no hay la posibilidad
de que puedan intervenir los jueces, no hay derecho. Solamente lo hay donde dos o
más conductas se interfieren, surgiendo la
72 INTRODUCCIÓN Al. DERECHO
posibilidad del conflicto que puede ser sometido a la decisión del juez, que es
quien decidirá lo que es derecho (índex quien ius dicit).
La bilateralidad o plurilateralidad o alteralidad del derecho significa que la
norma jurídica contrapone las acciones de unos sujetos respecto de otros. Es-
tablece a la vez un derecho para un sujeto y un deber para otro sujeto.
El Derecho pone frente a frente a por lo menos dos sujetos: “a todo deber
jurídico corresponde un derecho subjetivo; uno de ellos se halla jurídicamente
obligado por el simple hecho de que el otro ostenta una facultad. El deber jurí-
dico implica, además, una obligación” 19, tiene el carácter de una deuda a otra
persona, no siendo posible que alguien sea deudor de sí mismo.
Como dice SANTO TOMÁS20, “lo propio de la justicia entre las demás virtu-
des, es ordenar al hombre en las cosas relativas a otro”. El deber jurídico es el
bien de los demás (bonum alterius), y la juridicidad se da solamente entre dos o
más personas que viven en sociedad; no así el deber moral, pues no aparece
frente a él nadie que pueda reclamar su cumplimiento.
El Derecho, de un lado, impone un deber y de otro concede una facultad, un
poder, una atribución: la obligación jurídica es impuesta no en beneficio del obli-
gado, sino del acreedor, esto es, del sujeto pretensor colocado frente al obligado;
todo lo que excede a las relaciones interhumanas no puede ingresar al mundo del
Derecho. La relación intersubjetiva constituye el contenido de la norma jurídica.
b) La interioridad de la moral y la exterioridad del Derecho. Del carácter dife-
rencial antes mencionado se infiere el dualismo de la mayor “interioridad
moral” en comparación con la mayor “exterioridad jurídica”. La moral, sobre
todo la moral de la conciencia individual, regula la vida intema del ser
humano y tiende a lograr la perfección individual; en cambio, el Derecho
regula la vida externa de la persona, esto es, en relación con las demás
personas y trata de establecer una sociedad con paz y justicia. No exige para
su cumplimiento la adhesión intema del sujeto a sus normas, y admite ser
cumplido con cualquier ánimo; mientras que a la moral le interesa la
disposición de ánimo, la intención del sujeto que realiza la acción.
Cada cual se considera óptimo juez de sí mismo en cuestiones de moral, y de
los demás en problemas de Derecho. El juicio moral supone un punto de vista
interior; la apreciación jurídica un punto de vista externo. No se puede juzgar
sobre la moralidad de otro sujeto sino colocándose idealmente en la misma
conciencia de aquel de quien se trate; y no se puede juzgar sobre el propio
Derecho, sino trasladándose en cierta manera fuera de sí mismo, esto es. mirán-
dose a sí mismo objetivamente (Nema gaita i causa propia)21.
24 Martínez Paz, cit., de du Pasquier (ob. cit., pág. 153): “No es verdad que para el jurista
SCJ indiferente el elemento interior; se detiene en un análisis y comprensión allí donde ya no es
posible penetrar con seguridad; pero no sería posible un acto jurídico separado de la intención del
actor, como no podríamos suponer la responsabilidad penal sin contar, a lo menos, con la
intención del delincuente. El acto moral no es tampoco la simple intención de obrar; los teólogos
populares suelen repetir coa exactitud que el infierno está empedrado de buenas intenciones, para
expresar que la moral exige también obras buenas; ni el Derecho vive con independencia de la
intención, ni la moral está separada de I acción. No es posible presentar una imagen fragmentada
del hombre, que es un compuesto indisoluble de intención y de acción; cualquier doctrina que la
desconozca tiene que ser tenida como falsa. Hl valor práctico de esta distinción es inmenso,
asegura una concepción unitaria; ya no es posible hablar n separación de un hombre jurídico y de
otro moral. El Derecho, ya lo sabemos, toma de la nioraMNL social su sustancia; cuando se habla
del Derecho divorciado de la moralidad, debe entenderse que es Vi cuerpo muerto, obra de la
sutileza de los juristas, y cuando se dice que está penetrado de moraMMIÉH dice que vuelve a la
fuente originaria para fortificarse bajo su influencia”.
25 ENCARNACIÓN FERNÁNDEZ, ERNESTO VIDAL, ob. cit., pág. 57.
26 DEL VECCHIO, ob. cit., pág. 122.
27 GUSTAV Radbruch. ob. cit., PÁG. 55.
28 GUILLERMO BORDA, ob. cit., pág. 9.
DFRFCHO Y OTROS ÓRDFNFS NORMATIVOS 75
32 Karl Lakenz, Derecho justo (Fundamentos de ÉTICA jurídica), trad. de LUIS DIE#-
KCH^ Madrid, Edit. Civ i tas, pág. 104.
33 Cit. de GOLDSCHMIDT, ob. cil. pág. 50.
DERECHO Y OTROS ÓRDENES NORMATIVOS
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34 GUSTAV RADBRUCH, ob cit., págs. 55 Y 56: "Ahora bien, LAS ÓRDENES jurídicas SOLO pueden
elevarse a deberes de conciencia porque ellas mismas persiguen fines morales porque tienden a la
realización de la moral. La validez del Derecho se basa en la moral, porque el fin del Derecho se
endereza hacia una meta moral., si bien es cierto que el Derecho no puede realizar directamente la
moral, puesto que ésta es, necesariamente, obra de la libertad, sí puede hacerla posible; el Derecho
es la posibilidad de la moral (...) se distingue de la moral por su contenido. Esto es precisamente lo
que mueve a 1 merino. a mantener su teoría de que la lucha por el Derecho es, en el hombre, la lucha
por la afirmación moral de sí mismo, la lucha por la libertad exterior, premisa necesaria para la
libertad interior o libertad moral, a sostener que la lucha por el Derecho representa, por tanto, un
deber moral".
35 JAMES GOLDSCHMIDT, ob. cit., pág. 51.
78 INTRODUCCIÓN AL DERECHO
prescriben una acción buena en sí misma, buena en sentido absoluto, que debe
ser cumplida sin condiciones. Verbigracia: “no mentir”. Las normas jurídicas son
juicios hipotéticos que expresan la relación específica de un hecho condicionante
con una consecuencia condicionada (KELSEN). Como argumenta RAVÁ* la moral
impone acciones buenas en sí mismas y, por tanto, categóricas, y el Derecho
impone acciones que no son buenas en sí mismas, sino buenas para alcanzar
ciertos fines, y, por consiguiente, hipotéticas. Un juicio hipotético no prescribe
una acción buena en sí misma sino una acción buena para lograr un fin, esto es,
que se cumple condicionalmente a la obtención de tal fin. El fin intentado por el
Derecho es lograr la paz jurídica.
De acuerdo con esta concepción, el Derecho es una técnica de organización
social y, por consiguiente, las normas que lo componen son técnicas, esto es,
normas que prescriben no acciones buenas en sí mismas, sino acciones buenas
para alcanzar el fin al cual está orientado el Derecho, o sea, lograr la paz social.
Aquí surge una dificultad, a causa de que el ordenamiento jurídico no se
distinguiría de otros ordenamientos instrumentales, como los del juego o los del
trato social. Esta dificultad se supera por el hecho de que las normas jurídicas son
de cumplimiento obligatorio, y, en cambio, las del juego o las de trato social son
de cumplimiento libre.
h) La moral regula la vida auténtica y el Derecho a la vida social. Esta
distinción entre moral y Derecho es con base en el criterio de la finalidad. La
moral toma en cuenta la vida individual auténtica en toda su plenitud (en todos
sus aspectos) y se refiere al destino absoluto del individuo. Por el contrario, el
Derecho regula solamente la vida de relación social.
Conforme dice Recaséns Siches38 39, la moral valora la conducta de un modo
absoluto y radical, en su significación integral y última que tiene para la vida del
sujeto, abarcando todos los ámbitos del comportamiento y se propone conducir al
ser humano a la realización de su supremo destino; su campo de acción es la
conciencia: pretende crear en esta un orden que corresponda a las exigencias de la
idea pura de la moralidad. El Derecho, en cambio, valora la conducta desde un
punto de vista relativo, en cuanto al alcance que tenga para los demis y para la
sociedad, en su valor para la coexistencia y cooperación sociales, no como fines
para el sujeto que las cumple, sino como medios para los demás: su campo de
acción es el social, en el cual se propone la realización de un orden cierto, seguro,
pacífico y justo de convivencia y de cooperación humanas, esto es, determina
aquello que es preciso para el fin de la comunidad. El substrato destinado a la
realización de los valores morales es la conciencia; en cambio, d substrato real
propio de los valores jurídicos es la sociedad. El individuo, en i moral es abstraído
de la comunidad y descansa sobre sí mismo, y en el Derech*
está en relación directa con la sociedad, ligado a ella y a la vez frente a ella. La moral
procura la paz interior y el Derecho va en busca de la paz externa de la f sociedad. La
moral exige fidelidad a nosotros mismos y el Derecho exige fidelidad a un orden
establecido objetivamente. La moral pretende conducimos a Dios, a la vida eterna, y el
Derecho trata de hacer posible una armonización mínima entre los sujetos en esta vida
terrena.
i)El criterio de validez de la norma jurídica. Derecho y moral son dos formas de
normatividad que se distinguen entre sí, con base en el criterio de validez de las normas
jurídicas por su pertinencia al ordenamiento jurídico, es decir, por haberlas creado el
órgano competente respetando los límites formales y materiales establecidos por el
propio ordenamiento.
j) El Derecho no es simplemente una ética exteriorizada. El Derecho no es una
moral abstracta. Es cierto que por medio de él ciertos valores morales son impuestos
normativamente a los miembros de una colectividad. Pero, aparte de valores morales, él
encama también valores económicos. Mediante normas coercitivas se intenta encontrar
vías prácticas y eficientes para que las personas puedan realizar sus intereses sin
interferir los intereses de los demás. El Derecho es también conductas personales,
efectos sociales con valor económico, cálculos respecto de situaciones concretas. Él, sin
dejar de lado los valores morales, nos presenta alternativas concretas. Por ejemplo, en
materia de responsabilidad civil extracontractual, el Código Civil, además de regular la
responsabilidad civil subjetiva a título de culpa, regula también la responsabilidad civil
objetiva a título de riesgo, es decir, que todo aquel que realiza una actividad riesgosa está
obligado a indemnizar los daños que cause con ella. Lo cual significa que una persona
que conduce un automóvil, que instala una fábrica, una industria del transporte marítimo,
terrestre o aéreo, actividades que no pueden ser calificadas de ilícitas o inmorales, sino
por el contrario, de lícitas y buenas, debe indemnizar los daños causados con estas
actividades, aun cuando ellas no hayan tenido la más leve culpa en la producción del
acto dañoso.
Lo expuesto no debe conducir a creer que la conducta humana se divide en dos
sectores, de los cuales uno se adjudica a la moral, y el otro al Derecho. Lo que distingue
a la moral del Derecho no es la diversidad de los actos, sino la diversidad del punto de
vista de regulación, y la diversidad del aspecto que toman aquellos. Moral y Derecho no
se contradicen, pero son distintos los respectivos puntos de vista de regulación, y lo que
exigen del sujeto. No todo lo que cae bajo la esfera de lo jurídicamente lícito es
moralmente bueno (non omne quod licet honestum est). Por ejemplo, no solo el Derecho
sino también la moral preceptúa la satisfacción de una deuda, pero mientras para aquel la
deuda se cumple por el mero hecho del pago, siendo irrelevante los motivos que deter-
minan este acto, la moral, en cambio, exige en primer lugar y esencialmente la recta
intención.
110 INTRODUCCIÓN AL DERECHO
78. INTRODUCCIÓN
El ordenamiento jurídico se divide en dos grandes subordenamientos, sectores o
ramas: el Derecho público y el Derecho privado.
A menudo, con un criterio común, elemental, distinguimos a los sujetos,
bienes, acontecimientos naturales y actos humanos, en públicos y privados.
Si nos referimos al Estado, a las municipalidades, a los ministerios, a las
universidades nacionales, a los organismos internacionales, al presidente de la
república, a los ministros de Estado, etc., decimos que son sujetos de Derecho
público; en cambio, calificamos como sujetos de Derecho privado a cada uno
de los individuos en particular, a las asociaciones, fundaciones, comités y so -
ciedades constituidas conforme a la ley general de sociedades.
Decimos —Y somos conscientes de ello— que un parque, un monumento,
el Palacio de Gobierno, las carreteras, etc., son bienes públicos; en tanto que
calificamos como privados los bienes que componen el patrimonio de los
particulares.
Si un cataclismo destruye una ciudad, no vacilamos en sostener que se
trata de una calamidad pública; en cambio, cuando la fuerza de un río arranca
una porción de un campo ribereño y lo lleva al de otro propietario ribereño,
sabemos que solo produce consecuencias privadas.
Cuando el Estado construye una represa, edifica un palacio de justicia,
celebra un tratado con otro Estado, expide una ley, etc., todos sabemos que se
trata de actos de naturaleza pública; sin embargo, cuando un particular
otorga un testamento, compra o vende, etc., no cabe duda de que estos son
actos de naturaleza privada.
Es más, con un criterio, también superficial, distinguimos categorías in-
termedias (con elementos públicos y privados); por ejemplo, cuando nos refe-
rimos a una sociedad en la cual participe tanto el Estado como los particulares,
la calificamos (sin mayores indagaciones sobre su verdadera naturaleza) como
empresa mixta.
2% INTRODUCCIÓN AL DERECHO
Igual sucede con las distintas ramas del Derecho. El estudiante que apenas
empieza sus estudios de Derecho, sin mayor dificultad, afirma que el constitucional,
el administrativo, el tributario, son ramas del Derecho público; y no se equivoca
cuando afirma que el civil o el comercial pertenecen al Derecho privado.
Entre Derecho público y privado existe una interacción dialéctica permanente
que ha hecho que unas veces se hable de una purificación del Derecho privado
fundada en el intervencionismo del Estado en la actividad privada (por ejemplo,
cuando el Estado obliga o prohíbe contratar; impone o suprime prestaciones y
contraprestaciones); y otras veces, en cambio, se afirma que hay una privatización del
Derecho público (v. gr., cuando el Estado transfiere sus empresas a los particulares).
Como todo en Derecho, la polarización de este en público y privado no es una
verdad absoluta, sino simplemente relativa; no es ontológica sino puramente
axiológica, es decir, depende de las mutaciones históricas, de las valoraciones que se
hagan de los intereses y necesidades imperantes en determinado tiempo y lugar. Lo
que hoy y aquí es público, mañana puede ser privado, y al contrario. Por ejemplo, el
contrato de arrendamiento de bienes urbanos, en la mayoría de países, oscila entre
ambos extremos: unas veces es un acto de pura autonomía privada (depende en forma
exclusiva de la voluntad de los contratantes), y otras está regulado por normas de
orden público que los contratantes no pueden modificar ni dejar sin efecto.
Apreciamos que la separación del Derecho en público y privado es históricamente
variable.
Con frecuencia en una misma institución coexisten el Derecho privado y el
público. Por ejemplo, en el matrimonio: en los límites en que el alcalde intervenga
para sancionar la unión, o el ministerio público para solicitar la nulidad si fuere
irregular, o el juez declara de oficio la nulidad manifiesta del matri monio, hay
Derecho público, mientras que en todo lo concerniente a las relaciones en que los
cónyuges sean los únicos jueces, y en las que no puede intervenir ningún funcionario,
el Derecho es privado.
Nunca ha sido fácil establecer límites precisos entre el Derecho público \ el
privado. Sin duda podemos afirmar que el Derecho es uno solo, pero su división en
público y privado como dos dimensiones, dos ramas, dos facetas, dos aspectos o
modos de considerar un solo todo: el Derecho, es una verdad que la realidad confirma
y no podemos negar.
Esta división de él no es puramente teórica, sino de gran importancia prác tica;
tiene un carácter funcional, por cuanto la distinción entre público y privado cumple
funciones: de determinación y calificación del sector del ordenamiento aplicable a las
relaciones jurídicas, de fijación de los órganos competentes que deben resolver los
conflictos, etc.; pero no podemos dejar de reconocer que, en unas situaciones más que
en otras, la línea de frontera de la distinción es oscura, compleja y a veces imposible
de establecer con nitidez. No hay coincidencia general sobre en qué lugar debe quedar
trazada la línea divisoria entre Derecho
DERECHO PUBLICÓ Y PRIVADO 297
público y privado; por tanto, hay que obrar con criterios o tendencias dominan-
tes. generales, primordiales y no con criterios absolutos.
blico con el Derecho penal. Aquel que va a votar ejerciendo sus derechos de
ciudadano está regido por el Derecho público, sucede lo mismo con el contri- l
buyente a quien el fisco reclama el impuesto, el soldado en el cuartel, el con- I
ductor de un vehículo bajo el imperio de una circulación reglamentada”. Ade- : más.
este autor afirma que ‘‘el Derecho privado se refiere a las relaciones de los
particulares entre sí, colocados a un nivel de igualdad jurídica, al abrigo de toda
injerencia de una autoridad pública. Cuando compro o vendo, cuando administro los
bienes de mis hijos, cuando cerco mi fundo, cuando hago mi testamento, ¡ respiro la
atmósfera del Derecho privado”.
En toda relación de Derecho público, uno de los sujetos, activo o pasivo, o los
dos a la vez, son el Estado u otro ente público; en cambio, en la relación jurídica de
Derecho privado, los dos sujetos son personas desprovistas de ca- ! rácter oficial.
En realidad, este es el criterio que se ha impuesto en la división del Derecho
del mundo codificado, quiéranlo o no los doctrinarios. Es una verdad inobjetable que
toda relación jurídica en la cual interviene, de una parte, el Estado, provisto de su
facultad de imperio, y de la otra un particular, es una relación de supraordinación que
se rige por el Derecho público y toda relación jurídica de coordinación entre
particulares es regulada por el Derecho privado.
Cuando en un acto o negocio jurídico el Estado interviene desprovisto de su
facultad de imperio, la relación jurídica que surge es de Derecho privado. Por
ejemplo, el artículo Io de la Ley General de Arbitraje, decreto-ley 25935, dice que se
pueden someter a arbitraje “las pretensiones y controversias referentes a bienes
muebles o inmuebles o a obligaciones del Estado y de sus depen dencias, de los
gobiernos central, regional y local, y de las demás personas de Derecho público,
siempre que deriven de una relación jurídica patrimonial de Derecho privado o de
naturaleza contractual”.
La principal objeción que se puede formular a este criterio de distinción es que
en las ramas consideradas como de Derecho público existen normas que regulan lo
atinente a los particulares, y en aquellas otras consideradas como de Derecho
privado existen normas de carácter público (de “orden público”) que no pueden ser
modificadas ni dejadas sin efecto por convenio entre los particulares. Por ejemplo,
en el Código Civil no solo existen normas dispositivas que dejan a los sujetos en la
alternativa de someterse a lo que ellas determina, o bien regular ellos mismos sus
actos particulares de manera distinta al contenido de la norma, sino que abundan las
llamadas normas imperativas o de ius cogens que los sujetos no pueden modificar
en sus actos particulares.
También los individuos particulares entran en la esfera del Derecho público,
como sucede con el ejercicio de los denominados derechos públicos subjetivos; son
sujetos de relaciones jurídico-políticas. Verbigracia, el derecho a elegir o ser elegido.
Igualmente, el Estado hace vida privada cuando actúa en la esfera del Derecho
privado, desprovisto de su facultad de imperio.
300 VfTROOUCOÓN AL DEIfCHO
t Hay autores que distinguen entre Derecho pdbiu <»y privado con base en la intervención
del listado en la creación de la norma. Bl Derecho público sería el conjunto de normas creadas
por d organismo competente del Hitado (leyes, decretos, etc.), mientras que el Derecho privado
seria el creado por los individuos para regular sus relaciones entre ellos (actos jurídicos,
contratos) listo es así, pero no cuadra con lo que comúnmente se entiende por Derecho público y
Derecho privado,
DERECHO PÚBLICO Y PRIVADO 301
den público puede ser próspero y pacífico, pero sería bueno también que se diga a
costa de quiénes y prosperidad para cuántos. Un Estado próspero para unos cuantos a
costa del hambre y la miseria de millones de seres humanos, solo puede ser concebido
por una mentalidad racionalista, fría y calculadora, que todo lo mide con base en una
relación costo-beneficio, hasta para el amor. Es bueno que la humanidad entienda que
los extremos son negativos, el precio que ha pagado por ellos es muy caro; lo
lamentable es que pronto se olvida y se quiere volver a lo mismo. No es difícil
advertir que el ser humano es individuo y sociedad, lo cual indica que hay intereses
individuales y colectivos que se deben compatibilizar razonable y no racionalmente; o
mejor, hay que compati- bilizar lo racional con lo razonable.
También se combate la teoría del interés como criterio de distinción del De-
recho en público y privado, aigumentando que la mayoría de las normas de Derecho
privado relativas a la propiedad, la familia, las obligaciones, se dictan teniendo en
mira el interés general y, así mismo, muchas normas de Derecho público, como las
relativas a la protección de la vida, la integridad física, la libertad, el honor de las
personas, la inviolabilidad de domicilio, etc., tienden a proteger primordialmente
intereses individuales. Aun cuando la norma postula un interés particular, lo hará
siempre por estimar que es lo conveniente para el interés general. En verdad, en
Derecho no hay nada absoluto; por eso no decimos que el Derecho público afecta el
interés general y el privado el interés particular, sino que el Derecho público afecta
principalmente y de manera inmediata el interés público, y el privado afecta
principalmente los intereses individuales.
80.4. EL CRITERIO DE LA NATURALEZA DE LAS NORMAS
Una norma jurídica es calificada como de Derecho público cuando no puede ser
derogada por voluntad de los particulares en la realización de sus negocios: la voluntad
está sometida al mandato imperativo de la norma. En cambio, la norma es de Derecho
privado cuando puede ser derogada o modificada por la libre iniciativa de los
particulares en la realización de sus negocios.
Papiniano (Digesto, lib. II, tít. XIV, 1.38) sentenció que el Derecho público no
puede ser modificado por pactos de particulares (Ius publicum privatorum pactis
mutari non potest).
Como afirma de Cossio6, por la naturaleza de las normas, la expresión De-
recho público es sinónima de ius cogens o ius necessarium, en oposición a la norma
de Derecho privado, que contiene solo ius voluntarium o ius dispositivim Agrega
este autor que “en la medida en que el bien común lo exige, se sustituye por la
autoridad la autonomía privada de los particulares, y así el Derecho se
7 Cita de VÍCTOR PÉREZ Vargas, Derecho privado, San José, Costa Rica. Ed. Publite. 1988,
pág. 9.
304 INTRODUCCIÓN AL DERECHO
junción de diversos criterios, unos más que otros, nos permite formamos un
concepto de esta división del Derecho que en la vida práctica tiene repercusio nes
concretas y útiles.
Sin embargo, doctrinariamente existen dos posiciones irreconciliables: una,
que sostiene que el Derecho es uno solo y que no puede dividirse en público y
privado, y la otra, que afirma que el Derecho público y el privado son dos cate-
gorías sustancial mente antitéticas.
Considera Kelsen8 que esta división es artificiosa, superflua y atentatoria
contra la esencial unidad del Derecho. Para este autor, no se ha logrado alcanzar
una determinación satisfactoria de la distinción entre el Derecho público y el
privado, y la concepción más difundida es la que sostiene que el Derecho privado
presenta una relación entre sujetos jurídicamente equivalentes y el público una
relación entre un sujeto supraordenado y otro subordinado. Observa el jurista
vienés, que si se mira más de cerca el mayor valor adjudicado a ciertos sujetos
respecto de otros, se pone de manifiesto que se trata de una distinción de
situaciones de hecho productoras de Derecho. Conviene al Estado que los hombres
que constituyen sus órganos cuenten con capacidad para obligar a los súbditos
mediante una declaración unilateral de voluntad, v. gr., la orden administrativa, o
sea, el órgano administrativo dicta una norma que obliga al destinatario a un
comportamiento acorde con el orden. Ante la orden administrativa se encuentra el
negocio jurídico, sobre todo el contrato, es decir, la norma producida mediante un
contrato que obliga a los que lo concluyen a observar un comportamiento
recíproco. En el negocio jurídico el sujeto participa en la formación de la norma,
mientras que en la orden administrativa el sujeto obligado no tiene ninguna
participación en la formación de la norma. Si el Derecho público y privado son dos
métodos de producción jurídica, si los actos públicos son tan actos como los
negocios jurídicos privados, si la manifestación de voluntad es en ambos casos la
prosecución de la formación de la voluntad estatal, si la orden autoritaria y el
negocio jurídico privado constituyen la individualización de una norma general (ley
administrativa o Código Civil), entonces no es paradójico que la Teoría pura del
derecho, desde un punto de partida universalista dirigido a todo el orden jurídico,
descubra en el negocio privado, al igual que en la orden autoritaria, un acto de
Estado, es decir, “una situación fáctica de producción jurídica imputable a la
unidad del orden jurídico. Con esto, la Teoría pura del derecho convierte en
relativa la antítesis de Derecho público y privado, que erróneamente consideraba
absoluta la ciencia jurídica tradicional”.
La distinción absoluta entre Derecho público o político y Derecho privado
no tiene fundamento en el Derecho positivo. “Contemplado desde el punto de vista
de la función que tiene como parte del orden jurídico, en la estructura del
8 HANS KELSEN, La teoría pura del derecho, trad. de Jorge G. Tejen na. Buenos Aires.
Edil Losada, 1941, págs. 147 y i.
DERECHO PUBLICO Y PRIVADO 305
todo jurídico lo que llamamos Derecho privado es solo la forma jurídica espe-
cial de producción económica y de la distribución de los productos corres-
pondientes al orden económico-capitalista; una función de dominio eminente-
mente político, por tanto. A un orden económico-socialista sería adecuada otra
forma jurídica, no la autónomo-democrática que presenta el Derecho privado
actual, sino — presuntivamente — una forma jurídica heterónomo-autocrática,
que estaría más cerca de nuestro Derecho administrativo actual. Aquí ha de
pres- cindirse de si una forma de regulación sería más satisfactoria y más justa
que la otra. No quiere ni puede decirlo la teoría pura del Derecho”.
En sentido lato — afirma Del Vecchio9 —, todo el Derecho es público en
consideración a su origen, “en cuanto que todo él emana formalmente del Esta-
do. Pero el Estado, al emitir el derecho, puede determinar relaciones entre indi-
viduo e individuo, entre sujeto y sujeto, igualmente subordinados a él; o bien
puede entrar a su vez como parte en relaciones jurídicas, manifestando y deter -
minando en las relaciones mismas (ya sea con otros Estados, ya sea con entes
colectivos menores, ya sea con individuos singulares) la soberanía que le es
propia. En este último caso, el Derecho es público no porque dimane del
Estado, sino porque regula la actividad de este en cuanto a tal. Por el contrario,
en el primer caso, puede decirse (salvo siempre el carácter público en cuanto al
origen) que el Derecho tiene carácter privado”.
Compartimos la opinión de Marín Pérez10 en el sentido de que “frente a
las doctrinas dualistas, intransigentes en cuanto a la distinción tajante, hay que
afirmar la unidad del Derecho; respecto a las doctrinas negativas — tercas
mantenedoras de la unidad, casi sagrada, del Derecho —, hay que sostener la
variedad funcional de las normas jurídicas. Y es que tanto la realidad sociológi-
ca como la realidad moral, orientadas hacia la justicia, se presentan como un
entrecruzamiento de conductas que, superando el plano de lo individual, encar-
nan valores, en uno y otro caso, superiores”. Toda voluntad proyectada hacia el
exterior produce sus efectos respecto a quien va dirigida, pero además repercu-
te en la comunidad, aunque esta no se constituya en sujeto de la relación jurídi-
ca. Derecho público y Derecho privado son dos categorías, dos aspectos de un
solo concepto, cuyas reglas se clasifican según las dos direcciones hacia las
que pueden orientarlas sus dos grandes principios informadores: comunidad y
personalidad. “El Derecho público tiene carácter más básico, ya que determina
la estructura política del Estado, pero también es más adjetivo; el Derecho
privado tiene más contenido material, pero está basado en el adjetivo; el
Derecho privado tiene más contenido material, pero está basado en el público,
en cuanto que aquel momento público del Derecho como unidad no debe faltar.
El Dere-
cho privado es más estático, más íntimo, está más directamente en relación con los
mandatos del derecho natural”.
El Derecho público y el privado no se encuentran yuxtapuestos, separados
por fronteras rigurosas; por el contrario, se invaden, se confunden y com-
plementan mutuamente. Se distinguen, pero no dejan de estar íntimamente li-
gados.