Está en la página 1de 15

¿Por qué se protege la posesión?

:
Fundamentos de la tutela posesoria
POR
FIORELLA PASTRANA ESPINAL
-
MAYO 18, 2017

1
Sumario: I. Introducción, II. La posesión: ¿Hecho jurídico o derecho
subjetivo?, III. Fundamentos de la protección posesoria, III.1. Teorías
absolutas, III.2. Teorías relativas, IV. Conclusiones.

I.- Introducción

El derecho subjetivo real de posesión es de suma importancia en nuestro


ordenamiento, pues faculta el dominio de hecho y la explotación económica
concreta de los bienes , desde que encuentra su protección al margen de otros
derechos reales, tales como la propiedad. Si bien es cierto que su carácter de derecho
subjetivo ha sido discutido en doctrina, nuestro Código Civil determina que nos
encontramos frente a la existencia de un derecho real independiente, con fundamentos y
mecanismos de tutela propios para su protección. En el presente trabajo analizaremos de
manera crítica, los fundamentos esgrimidos a lo largo de la historia a favor de la tutela
posesoria y cuáles de estos fundamentos consideramos aplicables a nuestra propia
realidad social.

II. La posesión: ¿hecho jurídico o derecho subjetivo?


En nuestra opinión, la naturaleza jurídica de la posesión tiene un doble carácter.
Por un lado, su nacimiento o adquisición se produce a partir de una relación de
hecho o fáctica con el bien, en virtud de la cual el ordenamiento le
asigna consecuencias jurídicas, lo que permite la formación de un hecho social
relevante para el Derecho o también llamado «hecho jurídico». Así, la adquisición
de la posesión se halla al nivel de supuesto de hecho de la norma, y su naturaleza
jurídica es la de un acto jurídico en sentido estricto, en cuanto constituye un acto
humano voluntario que se exterioriza a través de un comportamiento. Entre las
consecuencias jurídicas que genera se desprende, en primer lugar, que el poseedor

2
tiene derecho a conservar la posesión, a continuar en ella, a trasmitirla, a defenderla
y recuperarla, etcétera, todo esto al margen de si cuenta o no con un título jurídico
que habilite su posesión.

Por otro lado, es innegable que, una vez manifiesto ese poder de hecho como
condición permanente, opera como un derecho subjetivo de naturaleza real, en la
medida que tiene por contenido un conjunto de facultades de obrar (reflejo de los
atributos del dominio) y mecanismos de protección autónomos al del derecho de
propiedad u otros derechos patrimoniales de naturaleza real que recaigan sobre
bienes. En este sentido, si vamos a la esencia propia de todo derecho subjetivo, la
posesión representa un interés jurídicamente protegido desde un punto de vista
funcional, que incluye en su contenido el despliegue de facultades de obrar que van
más allá de los atributos de la propiedad y que se encaminan a la utilización
económica del bien. Asimismo, conlleva el surgimiento de un deber jurídico general
frente a la colectividad, pues por su condición de derecho real se opone a todos, los
cuales se ven obligados a respetar el statu quo posesorio como garantía para la
realización del interés descrito. Finalmente, como rasgo externo característico al
derecho subjetivo, goza de mecanismos de tutela propios, que protegen el
llamado ius possesionis o derecho de posesión en sí mismo, tal como en el caso de
los interdictos o acciones posesorias y la autotutela posesoria.

Cabe mencionar que la posesión, como hecho jurídico y también como


derecho, cuenta con relevancia jurídica propia e independiente del derecho de
propiedad o de cualquier otro derecho real, léase usufructo, servidumbre, etcétera.
Por lo tanto su protección jurídica es independiente también de la existencia del
derecho que inspira la posesión; es decir, se desvincula de la titularidad del derecho
del que emanaría legalmente la relación posesoria. En consecuencia, no hay entre la
posesión y la existencia del derecho ninguna concordancia necesaria, pues la
posesión opera únicamente como el ejercicio de un derecho real distinto, cuando el
derecho existe. En estos casos la posesión queda absorbida como el contenido
propio del derecho real del que se trate; si este no es el caso, lo único con lo que

3
contará el poseedor es con un derecho de posesión, nacido del propio poder de
hecho que ejerce sobre el bien.

II. Fundamentos de la protección posesoria

En primer lugar, preguntémonos ¿para qué se protege la posesión? El por qué se


permite que en determinadas situaciones, sobre la base a un comportamiento exterior
respecto de un bien, una persona pueda ser considerada como titular de un derecho
sobre dicho bien y que pueda por consiguiente ejercer sobre tal bien las facultades
derivadas de dicho derecho, sin otra base que la apariencia o sin tener que probar la
titularidad, es la pregunta que subyace a la búsqueda del fundamento de la posesión.

Ihering, en su así denominada «teoría de la posesión», encuentra en la doctrina de su


época diversos fundamentos de la protección posesoria y los distingue en teorías
absolutas yteorías relativas. Señalaba el jurista que «las teorías relativas de la
posesión encuentran el fundamento de su protección, no en la posesión misma, sino
en consideraciones, instituciones y preceptos jurídicos extraños a ella, con lo
cual no es protegida sino para dar a otros la plenitud de su derecho; por sí
misma la posesión no puede concebirse»[1].

II. 1. Teorías relativas

De acuerdo con las teorías relativas se encuentra el fundamento de la posesión en los


siguientes criterios:

a) La interdicción de la violencia: Savigny, Rudorff

PARA SAVIGNY,

la relación entre el hecho de la posesión y la persona que posee, determina la


protección de la posesión contra toda turbación que afecte al mismo tiempo a la
persona. La perturbación o despojo de la posesión mediante la violencia
constituye una injusticia contra la persona, esta es la víctima de la violencia y
4
como toda violencia es injusta, los interdictos posesorios se dirigen contra esta
injusticia”[2].

El fundamento de la protección posesoria por lo tanto, es la interdicción o


prohibición de la violencia ilegítima e injusta contra la persona. De este modo,
la inviolabilidad de persona genera que indirectamente se proteja a la posesión
contra todo acto de violencia que por consecuencia afecte al mismo tiempo a la
persona. Savigny, por lo tanto, acentúa principalmente el motivo jurídico privado
que asiste al poseedor: los actos contra su posesión son entendidos como delitos
contra aquel. La tutela de la posesión, en consecuencia, termina siendo una tutela de
la personalidad.

En nuestra opinión, esta teoría no resulta del todo satisfactoria, pues se percibe el
fenómeno posesorio únicamente desde una perspectiva individualista y
se soslaya la función social que cumple la posesión en la realidad jurídica
propia de cada sociedad. En buena cuenta, todas las instituciones jurídicas (y no
solo la posesión) se encargan de la protección de los intereses de las personas, pues
en virtud de los distintos intereses jurídicamente tutelados se van creando y
otorgando por el derecho objetivo nuevas prerrogativas y mecanismos de protección
correlativos que responden a razones de índole distinta. Decir, por lo tanto, que la
posesión es tutela de la personalidad indirecta, es un modo simplista de resumir el
debate en torno a su fundamento.

Por otro lado, Rudorff basa la protección de la posesión también en la interdicción


de la violencia, pero toma a esta última desde su carácter público, como
perturbación producida en la paz social y orden público. De este modo, no solo
toma en cuenta al poseedor de manera individual como Savigny, sino que además lo
inserta dentro de una comunidad, la cual es a la vez violentada como producto del
ejercicio de la justicia por propia mano en contra del poseedor. La idea de la defensa
de la paz jurídica a través de la protección posesoria supone la prohibición del uso
de la fuerza en contra del poseedor, a través de actos de perturbación y de despojo
que terminarían por alterar el orden público.

5
Son varios los autores que se han adherido a esta posición por su coherencia interna
y el valor que se le otorga al rol social que cumple la posesión. De este
modo, Boulangersostiene que:

La protección de la posesión ha sido una institución de policía; toda turbación


llevada a la posesión es una violencia y por ello una ilegalidad que reclama una
sanción. Se busca proteger contra el desorden que genera una situación donde los
que se comportan de hecho como los titulares de un derecho pudieran ser atacados
perpetuamente en virtud de la simple alegación que su derecho no existe.[3]

En el mismo sentido, según Enneccerus y Wolf :

El fundamento de la protección posesoria reside en el interés de la sociedad en que


los estados de hecho existentes no puedan destruirse por acto de propia autoridad,
sino en que se impugnen por vías de derecho, si con él se contradicen. La
protección posesoria es protección de la paz en general, reacción contra la
realización del derecho por la propia mano del lesionado y que una sociedad
medianamente organizada no puede tolerar.[4]

En consecuencia, si al supuesto titular del derecho le estuviese permitido hacer


justicia por sí mismo, resultaría afectada de manera drástica la pacífica convivencia
social. La tutela de la posesión se vincula al principio del respeto del orden
constituido. Ocurre que el individuo por sí solo no puede modificar una situación de
hecho; para ello, requiere de la intervención judicial, como mecanismo
heterocompositivo que declare su mejor derecho a poseer y, por tanto, ordene la
desposesión. Así, cuando una persona alega ser propietaria de un bien que no posee,
no debe más que dirigirse a los tribunales para que se le reconozca y se proclame su
derecho.

En conclusión, a partir de este fundamento posesorio, que consideramos plenamente


aplicable a nuestra realidad social, la posesión tiene como propósito proscribir la
violencia entre los privados, a la vez que soslaya el mecanismo de la autotutela

6
como modo excepcional de resolución de conflictos y, de esta manera, procura el
mantenimiento de la paz social y el orden público.

b) El principio de probidad: Roder

En virtud de este principio se debe presuponer, hasta que se pruebe lo contrario, que
el poseedor de hecho de un bien es en realidad titular de un derecho de posesión,
sobre el supuesto de que se presume que toda persona es proba y honrada, de modo
que si explota un bien es porque seguramente tiene algún derecho sobre él. Así, la
presunción de probidad se funda no en la posesión en sí misma, sino en la
persona del poseedor, que, por motivos éticos, se considera un sujeto intachable
hasta que se demuestre lo contrario, con lo cual su posesión se reputa justa
mientras no exista prueba que demuestre su ilegitimidad.

El problema con la citada teoría radica en que la pretensión no se encuentra fundada


en el hecho exterior de la posesión, sino en una calidad ideal del ser humano,
respecto de la cual en realidad no se sabe nada concreto, por lo que no se puede
presumir su posesión como justa sin fundamentos que lo justifiquen. Cabe
mencionar que Roder, como filósofo del derecho, procuró desligarse del espíritu de
racionalización en que se inspiraba el derecho romano, por lo que planteó
explicaciones de índole más ética que propiamente jurídica.

c) El principio general del derecho en base al cual nadie puede vencer


jurídicamente a otro sino tiene motivos preponderantes en que fundar su
prerrogativa: Thibaut

En este sentido, la posesión es el respaldo a la permanencia del estado de cosas,


hasta que no se den motivos determinantes para alterarlas. De esta manera,
nadie puede vencer jurídicamente a otro si no cuenta con bases sólidas que
fundamenten su derecho. Esto implica que todo aquel que ejerce de hecho un
derecho debe ser mantenido en ese estado hasta que otro haya demostrado
tener un derecho mejor. Es importante por tanto proteger la continuidad y el

7
mantenimiento provisional del statu quo, pues constituye un bien socialmente
relevante en sí mismo, con lo cual la única manera de concluir con ese estado de
hecho debe ser litigando ante los tribunales y probando la existencia de un derecho
mejor. Solo así el estado posesorio podrá ser modificado y el poseedor que
carezca de derecho cederá ante el verdadero titular del mismo.

Consideramos que esta teoría, al proponer la defensa del statu quo posesorio, lo que
en realidad se propone mantener y proteger, frente a cualquier sujeto que intente
perturbar o despojar al poseedor, es el orden público y la paz social. En el fondo,
pese a no hacer referencia a la violencia en un sentido privado ni público, de manera
indirecta se proscribe la toma de justicia por propia mano, pues se concibe que la
única manera de variar el estado posesorio es a través de la prueba de que se es
titular de un mejor derecho en sede judicial.

d) En relación con la protección del derecho de propiedad: como complemento


necesario de la protección de la propiedad: Ihering

De acuerdo con la teoría de Ihering, la posesión actúa como la exteriorización de


la propiedad y por ello debe ser protegida. En palabras del propio autor,

la protección posesoria ha sido instituida a fin de aliviar y facilitar la protección


de la propiedad. En vez de la prueba de propiedad que el propietario debe
ofrecer cuando reclama la cosa en manos de un tercero, le bastará la prueba de
la posesión. […] La posesión es la exterioridad, la visibilidad de la propiedad real
en la infinita mayoría de los casos. Por lo regular el poseedor es al mismo tiempo el
propietario, por lo que podemos designar al poseedor como propietario presunto”[5].

Surge de ello que la protección de la posesión permite asegurar la protección de la


propiedad misma.

Por otro lado, la posesión es indispensable al propietario para la utilización


económica de su propiedad, con lo cual afirma que el ejercicio de los atributos de

8
la propiedad tiene por condición la posesión. En este sentido, la posesión no es un
fin en sí misma sino un medio para un fin, pues hace posible el ejercicio de los
distintos atributos de la propiedad. Por ende, el propietario privado de la posesión se
encuentra paralizado en cuanto a la utilización económica de su propiedad y con ello
su derecho vacío de contenido. Finalmente, si para ser protegido basta con la
posesión, esta protección aprovecha lo mismo al propietario que al no
propietario, con lo cual la protección posesoria establecida en principio para el
propietario alcanza a una persona sin derecho alguno, siendo tal consecuencia
inevitable, en la medida que el derecho busca facilitad la prueba de la propiedad.
Este es justamente el precio que la ley debe pagar para facilitar la protección de la
propiedad.

El fundamento de la protección posesoria que adopta esta teoría es plenamente


aplicable a nuestra realidad social. No obstante, habría que actualizar dicho
planteamiento, teniendo en cuenta que, al tratarse de una teoría relativa, considera la
razón de ser de la protección posesoria fuera de la posesión misma, en este caso, en
relación con el derecho de propiedad, respecto al cual considera como fin último de
protección. En este sentido, contemporáneamente no puede considerarse como único
fundamento que la tutela de la posesión ha sido introducida para proteger la
propiedad. Partiendo de este fundamento posesorio, se entiende que la posesión no
solo otorga publicidad o funge como medio de apariencia jurídica del derecho de
propiedad, sino más claramente involucra la apariencia de cualquier derecho
patrimonial sobre bienes tal como el usufructo, la servidumbre, el uso o el
arrendamiento inclusive. La excesiva relevancia que otorga Ihering a la dependencia
de la posesión respecto a la propiedad es anacrónica hoy en día, pues incluso los
atributos de la propiedad no son suficientes para describir todos los
comportamientos que son pasibles de ser realizados por el poseedor.

II. 2 Teorías absolutas

9
Por otro lado, de acuerdo con las teorías absolutas, la posesión es protegida en sí
misma y no por consideraciones extrañas a ella. De este modo, es reconocida
jurídicamente y tutelada por sus propios fundamentos entre los cuales se encuentran:

a) La posesión como expresión de la voluntad humana misma: Gans, Puchta y


Bruns

Según esta tendencia de la doctrina, la posesión de un bien es considerada como


un acto de la voluntad particular de un sujeto. En virtud de ello, la voluntad
exteriorizada a través de la posesión debe ser tutelada como un derecho, por lo
que la posesión se concibe como un derecho de la personalidad. En este sentido,
el derecho de posesión no es otra cosa que la expresión particular del derecho de la
personalidad aplicado a los bienes. Por lo mismo, cuando se protege la posesión
en el fondo lo que se protege es la personalidad del sujeto. El fundamento de la
protección posesoria radica en el fondo en la protección de la personalidad humana
misma, con lo cual, al intentar frustrarse el ejercicio de este derecho, se afecta la
condición del desarrollo de la personalidad humana y, por lo tanto, al ser humano
como entidad.

A diferencia de Grans y Puchta, Bruns considera a la posesión no como un


derecho sino como un hecho, en la medida que lo concibe como un poder físico.
No obstante, también plantea que la voluntad particular que se exterioriza en la
posesión merece protección jurídica frente a la violencia y la coacción, por lo cual el
fundamento de la tutela posesoria nuevamente se encarna en la protección de la
personalidad misma del ser humano, específicamente de su voluntad.

Respecto de esta teoría se plantea la misma objeción que respecto a la postura


esgrimida por Savigny. En este caso, la voluntad manifestada a través de la
posesión, ya sea entendida como hecho o como derecho, forma parte del contenido
mismo de la institución y no como algo ajeno a ella. No obstante, se mantiene la
idea de que el fundamento de la posesión tiene un carácter netamente
individualista y se reduce el fundamento posesorio a una razón simplista, pues en

10
realidad, como se mencionó anteriormente, todas las instituciones jurídicas (y no
solo la posesión) están planteadas al servicio de fines que apuntan a la realización o
el desarrollo de los intereses humanos subyacentes.

b) La posesión y el destino general del patrimonio: Stahl

Según Stahl,

la posesión, como la propiedad, sirven al destino general del patrimonio; esto


es, para la satisfacción de las necesidades humanas por medio de las cosas. Por
esto es necesario concederle una protección jurídica diferente de la propiedad, una
garantía del estado de hecho. La intención del poseedor es conservar el estado de
hecho de la cosa[6].

De este modo, se toma en cuenta el aspecto económico que presenta la protección


posesoria, pues ella implica un comportamiento dirigido a la explotación
patrimonial de los bienes, que a su vez tiene como finalidad ulterior la satisfacción
de necesidades humanas.

El fundamento de la protección posesoria descansa sobre el aspecto económico que


presenta para el comercio el estado de hecho posesorio. Por lo tanto, el poseedor
tiene un interés económico en conservar la cosa para sí y, de este modo, realizar su
explotación económica. Recordemos que el interés, como elemento funcional del
derecho subjetivo de la posesión, era justamente la utilización económica de la cosa,
por lo que esta tesis sobre el fundamento posesorio resultaría coherente también con
nuestra realidad social.

III. Conclusiones

a) En la actualidad, el fundamento de la protección posesoria continúa siendo


materia de amplia discusión. Se viene elaborando una serie de teorías de gran
significación que pretenden explicar por qué se protege la posesión en determinado

11
sistema jurídico que sirve a una realidad social concreta. En nuestra opinión, el
ordenamiento jurídico peruano protege la posesión, tanto por motivos de
interés particular cuanto por motivos de interés social, pues ambos intereses,
lejos de excluirse, se complementan mutuamente. Por lo tanto, es necesario
tener en cuenta que pueden coexistir varios fundamentos de la posesión en un
mismo sistema jurídico.

b) La doctrina mayoritaria[7] señala que el fundamento de la protección posesoria


en nuestro país es ser el complemento necesario de la protección del derecho de
propiedad. Habíamos visto que, de acuerdo con la teoría de Ihering, la posesión se
protege como una exteriorización o «visibilidad» de la propiedad. En este sentido, la
posesión como contenido y ejercicio del derecho de propiedad facilita la prueba
en favor del propietario, a modo de sustituto, aliviándolo de la carga de probar
(diabólica) de manera constante su derecho a poseer a través de un título. Basta, por
tanto, con el mero hecho de ser poseedor para publicitar el derecho subyacente, con
lo cual se protege también la apariencia jurídica del derecho. La posesión asegura,
asimismo, la utilización económica de los bienes, en la medida que permite el
despliegue de las facultades o atributos propios del dominio, lo que constituye el
interés jurídicamente relevante que subyace al derecho de posesión mismo.

c) En nuestra opinión, la teoría de Ihering materia de análisis es plenamente


aplicable y útil a nuestra realidad social (con ciertos matices que ya hemos
precisado con anterioridad). Debemos tener en cuenta que vivimos en un mundo de
informalidad constante, en donde las dificultades probatorias para los propietarios y
otros titulares de derechos reales son recurrentes, pues la mayoría carece de títulos
de propiedad que avalen su legitimidad. Asimismo, la implementación del sistema
registral aún no es completa, en la medida que la descentralización del territorio y la
inversión en infraestructura continúa en proceso. Recordemos que existen lugares en
los que el Estado aún no tiene presencia o simplemente los servicios que presta son
precarios, lo que agrava la situación descrita. En este contexto, la protección de la
apariencia jurídica a través de la institución jurídica posesoria presenta suma
relevancia, en la medida que no solo funciona como un efectivo sustituto de la
12
prueba de propiedad sino que muchas veces se equipara a esta, en la medida
que permite la explotación de los bienes y la dinamización de la economía y la
circulación de la riqueza. En conclusión, en el Perú, por las dificultades en el
acceso a la formalidad e información sobre el derecho de propiedad y demás
derechos reales sobre bienes, la posesión como mecanismo de exteriorización,
facilitador de la prueba de titularidades e instrumento de la utilización económica de
los bienes, es imprescindible.

d) En consonancia con lo ya expresado con respecto al interés económico


subyacente a la institución posesoria, consideramos que la teoría de Stahl respecto
al fundamento posesorio es aplicable también a nuestra realidad social. El
aspecto económico que presenta la protección posesoria es de la mayor
relevancia para la dinamización de la economía del país y la explotación de los
bienes a sus usos más eficientes. La posesión, desde el punto de vista de un poder
de hecho, como comportamiento dirigido a la utilización patrimonial de los bienes,
tiene como finalidad ulterior la satisfacción de necesidades humanas; por tanto,
facilita el intercambio económico y genera riqueza[8].

e) Finalmente, otro de los fundamentos posesorios que consideramos plenamente


aplicables a nuestra realidad social es aquel que encuentra la justificación de la
protección posesoria en el mantenimiento de la paz social y el orden público. De
acuerdo con los fundamentos anteriores, hemos hecho énfasis en el aspecto privado
de la protección posesoria, tanto desde un punto de vista funcional-económico como
probatorio y de apariencia jurídica. No obstante, la posesión es un derecho que no
se centra únicamente en la esfera individual del poseedor, sino que trasciende a
esta, en la medida que involucra la apreciación de las personas ajenas al
poseedor y en general de toda la colectividad. Es decir, la apariencia jurídica que
genera la posesión legitima frente a la colectividad y en virtud de ello le otorga al
poseedor una protección especial frente a quienes intentan perturbarlo o despojarlo,
aun cuando se trate del verdadero titular.

13
De este modo, si al supuesto titular del derecho le estuviese permitido hacer justicia
por sí mismo, resultaría afectada de modo drástico la pacífica convivencia social. La
tutela jurídica de la posesión encuentra su fundamento en la necesidad de
impedir que las situaciones de hecho establecidas sobre los bienes se vean
alteradas por vías de hecho, en donde es característico el uso de la violencia
privada como mecanismo de autotutela. El uso de la justicia por propia mano está
proscrito por el ordenamiento jurídico. Por la necesidad de preservar el orden
público y la paz social, el statu quo posesorio debe ser preservado, hasta que la
administración de justicia determine la existencia de un mejor derecho a poseer y
por ende ordene la desposesión.

En nuestro país, esta función es de suma importancia por las consecuencias nefastas
que tendría legitimar el uso de la fuerza privada para perpetrar despojos a cargo de
los supuestos titulares de los derechos sobre bienes. Legalizar este tipo de
comportamientos equivaldría a legalizar el uso de la violencia indiscriminada y con
ello poner en riesgo todo el sistema jurídico en general.

[1] VON IHERING, Rudolph. La teoría de la posesión: el fundamento de la


protección posesoria. Segunda edición. Madrid: Reus, 2004, p. 2.

[2] SAVIGNY, Friedrich Carl von. Traité de la possession en droit romain. Traduit
de l’allemand par Henri Staedtler. París: A. Durand et Pedone Lauriel, 1893, pp. 33-
34.

[3] RIPERT, Georges, BOULANGER, Jean. RIPERT, Georges, BOULANGER,


Jean. Tratado de Derecho Civil. Buenos Aires: La Ley, 1963, p. 110.

[4] ENNECCERUS, Ludwig, Theodor KIPP y Martin WOLF. Tratado de Derecho


civil. 32a. edición. Barcelona: Bosch, 1934, p. 85.

[5] VON IHERING, Rudolph. Op.cit., p. 114.

14
[6] VON IHERING, Rudolph. Op. cit., p. 24.

[7] MEJORADA CHAUCA, Martín. Op. cit., p. 239: «En nuestro caso es conocido
que el legislador peruano asignó a la posesión el mismo contenido que Ihering
describe en sus trabajos. […] Las reflexiones sobre el trabajo de Ihering son
plenamente aplicables a la posesión de nuestro Código Civil». Efectivamente, en el
Perú, desde la dación del Código Civil de 1936, la posición preponderante en el Perú
sobre el fundamento de la posesión y sus alcances ha acogido la tesis doctrinal de
Ihering.

[8] GONZALES BARRÓN, Gunther. Op. cit., pp.396-397: «es innegable pues, que
la posesión se encuentra en el centro de la economía. Por tanto, desde una
perspectiva funcional, la acción del poseedor es más valiosa que la del propietario
que se conforma con inscribir un título, pero que permanece inactivo e
improductivo, esto es, que literalmente se queda con los brazos cruzados, pues no
realiza actos económicos de producción de riqueza». Por lo tanto, la explotación
económica de los bienes es otro de los fundamentos posesorios que a nuestro criterio
juegan un rol trascendental en la economía de nuestro país.

15

También podría gustarte