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Adolescencias y juventudes: “Los desconocidos de siempre” ¿Hacia otros modos de

lazo intergeneracional? Autor: Daniel Korinfeld

pensar las consecuencias de las transformaciones de época en los sujetos y en los lazos
que establecen entre sí, que se traducen en esos “nombres del malestar” recurrentes en las
instituciones. .

En esta clase, Daniel Korinfeld, propone volver a mirar cómo se expresa el malestar en las
instituciones, pero esta vez en el terreno del vínculo entre generaciones, vínculo que
siempre supone un conflicto, pero que intentaremos dilucidar cómo se expresa en la
actualidad.

El autor comienza conceptualizaciones respecto de la adolescencia y la juventud para


aproximarse así a las distintas modalidades sociales y subjetivas del lazo intergeneracional.

La adolescencia representa un enigma, tanto para el propio adolescente como para la


sociedad, ahora bien, esta característica enigmática es tratada en cada época de manera
diferente.

Es necesario, plantea el autor, concebir a los adolescentes como sujetos plenos de derechos
y de cuidados por su condición de tales, dejando de lado perspectivas que los piensan como
aquello inacabado, como pura carencia.

Dice Daniel Korinfeld en su artículo “Adolescentes, los desconocidos de siempre”, en


concordancia con esta clase que presentamos hoy, que los datos del nuevo paisaje están a la
vista y que la lectura que hagamos del mismo varía según la perspectiva que tomemos, que
en todo caso debe ser objeto de un debate que no ceda a las simplificaciones, a los slogans
y a los lugares comunes con los que pretendemos allanar aquello que no dominamos ni
logramos comprender con facilidad.

Y concluye esta clase ensayando algunas orientaciones respecto de distintos modos en que
los adultos podrían ubicarse en el lazo con los adolescentes, uno por uno, para lo cual se
sirve de los conceptos de transferencia e impostura

Veremos cómo podemos aprovechar las oportunidades y también los obstáculos de la


familiaridad y la complejidad. Pero ¿para qué?

¿ un modo de retomar las cuestiones que nos suscita el trabajo con adolescentes y jóvenes.

Todo intento por saltear este punto, por sortear la cuestión de la intensa implicación* no
hace más que desviar el punto nodal del tema que estamos tratando.

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Hace algunos años titulé Adolescentes ¿esos desconocidos?, un texto breve en el que
señalaba el proceso de extrañamiento percibido desde las figuras parentales que tan bien
ilustraba la frase:

“… se han ido haciendo mayores sin que nos diéramos cuenta y se nos vuelven unos
desconocidos, huéspedes huraños de nuestra misma casa, encerrados en esos cuartos que
se han vuelto madrigueras sombrías, de las que salen a veces músicas insufribles, olores o
ruidos que preferimos no identificar”. Antonio Muñoz Molina.

Un recorrido que comienza definiendo algunos puntos de partida en relación a las


concepciones de adolescencia y juventud, para poder abordar modalidades sociales y
subjetivas del lazo intergeneracional.

Caja de herramientas
Algo sobre lo que me parece importante insistir, es que lo que llamamos objeto de la
ciencia no sólo trata de dar cuenta de un cierto fenómeno u objeto de estudio, sino que
cuando se lo nombra, en ese mismo acto se lo configura. Ese carácter performativo* es
fundamental,

La producción de conocimiento como parte de un proceso histórico determinado hace que


en tiempos que podemos caracterizar de intensas transformaciones requiera un ejercicio
constante de revisión y análisis de las categorías que estamos utilizando.

Nos orienta una perspectiva que parte desde el psicoanálisis para abordar el tema de la
adolescencia como una experiencia de subjetividad. Sin embargo, los procesos psíquicos
se producen en la trama de las relaciones intersubjetivas de una época en particular,
por tanto, la caja de herramientas que proponemos y que cada uno/a a su vez debe poder
armar para agregar y quitar elementos, se refiere a un conjunto de disciplinas y campos
de estudio. Entre ellos figuran estudios sociológicos, históricos, antropológicos, de las
subjetividades, de los fenómenos biopolíticos*, desde perspectivas inter y
multidisciplinares así como lecturas de un conjunto de producciones estéticas, expresivas
como la literatura, el cine, el cómic, la música que hoy son fuentes de saber y analizadores
del estado de las cosas.

Las herramientas las pensamos como marcos teórico-prácticos en discusión que pueden
expresarse en nudos, verdaderos puntos de referencia, que nos señalan, advierten o
iluminan respecto de nuestras posiciones y pueden permitirnos abrir nuevas vías para
desarrollar nuestras prácticas.

Adolescencias-adolescentes
Ponerlo en plural, adolescencias y juventudes*, es sin duda más sencillo que hacernos
cargo del alcance de las diferencias que están en juego. Es decir, que al cuestionar los

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enfoques que hacen de la adolescencia un conjunto homogéneo, nos comprometemos a las
dificultades de particularizar y singularizar la experiencia de lo adolescente.

Con particularizar, nos referimos aquí, a las diferencias entre jóvenes de 13, 15 o 20 años
según las condiciones de existencia (socio culturales – género, etnia, sector social, región, a
veces barrio y sus interrelaciones); con singularizar nos referimos a la diferencia radical
entre los sujetos.

No existe entonces “La" adolescencia, no hay una esencia en el ser del adolescente, hay
sujetos que llevan 14 o 18 años de vida, que atraviesan un período de mutación* y que
según las épocas y las culturas son nombrados y mirados de determinada manera, esto
incluye lo que se espera de ellos (sabiendo que las expectativas –lo que se espera del otro-
no siempre abarcan aquello que una sociedad valora como positivo…), y como decíamos,
en sociedades complejas distintos grupos de edad pueden compartir un conjunto de
atributos y características y simultáneamente diferenciarse en muchos otros.

Hay al menos dos aspectos que tienen pregnancia en los modos de mirar e interactuar con
los adolescentes.

Imágenes que asociadas exclusivamente con el conflicto, los problemas, el dolor, la


insuficiencia, se hacen eco de la raíz etimológica de su nombre: “adolecer”, con la que
se ha creído decirlo todo. Se trata de una determinada perspectiva, originada en un mito
científico que, sin dejar de tener nexos con la experiencia, homogeiniza y la reduce,
dejando ver su sesgo "adultocéntrico*".

Resulta evidente que el adolescente como persona en condición particular de desarrollo


no puede ser definido únicamente a partir de que no tiene ciertas condiciones o de lo
que no es capaz.
Esta perspectiva que amplia y corrige un sesgo de la visión primaria de esta categoría
permite introducir en la actualidad la noción de derechos de los adolescentes.

Adolescencia en principio podemos considerarla como una transición entre la infancia y la


adultez, durante la que se completa la madurez biológica, se juega el proceso identificatorio
y se configuran nuevas relaciones con el mundo. Es el tiempo de transformación que le va a
permitir al sujeto una configuración fantasmática propia, que dejará de estar anclada en las
figuras parentales de la primera infancia, para tratar con lo real del sexo, la vida y la
muerte.

Ambivalencias y contradicciones

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La adolescencia ha sido y es capaz de condensar representaciones plenamente negativas, y
al mismo tiempo ha sido beneficiaria de valores muy ponderados por el ideal social
hegemónico, convirtiéndose en paradigma de identificaciones y contraseña de la época.

Demonizada por la rebeldía, la transgresión, la ruptura de las normas, de las tradiciones y


costumbres, y o bajo las formas de la indiferencia, la apatía, la pasividad, pasan a ser fuente
de todo desvío, es decir: peligrosos, violentos, o pasivos, indolentes en cualquier caso:
conflictivos, disgregantes.

En el otro extremo de ese imaginario, la juventud enaltecida: lo joven como valor, en sí


mismo, en tanto vitalidad, fuerza, energía, vigor, belleza, frescura, expectativa de futuro.
Cuerpo cuya mutación es expectativa de vitalidad, de un tiempo imaginado como pura
potencia, reconocido, admirado, deseado en su condición juvenil.

Indudablemente valores que de distintos modos formaron parte de los sentidos e


imaginarios de todas las épocas, hoy este tiempo de transformaciones veloces y en ciertos
aspectos muy radicales en el orden de la vida cotidiana, adquieren sus propias intensidades
y tonalidades.

Modos del lazo social con los adolescentes:


“Los problemas de - con los adolescentes”
Cuando hablamos de los problemas de-con los adolescentes y los jóvenes, hablamos de
problemas socialmente definidos y construidos (algo que es extensivo al conjunto de los
“problemas sociales”). Definición y construcción que no la hace una abstracción llamada
sociedad sino ciertos actores privilegiados y grupos sociales que se esfuerzan por imponer
una percepción determinada

En cambio nos gusta pensarlo más como el efecto de un complejo juego de relaciones de
fuerzas entre actores y grupos sociales. Entre ellos, lo sabemos bien, ciertos sectores, tienen
una posición y una accesibilidad privilegiada a los bienes simbólicos, a los recursos
culturales y económicos que son los espacios importantes para la construcción y
estabilización de determinados imaginarios. Su palabra, el recorte de la realidad que
propugnan, tiene un peso específico que es capaz de adquirir un valor de verdad para las
mayorías. Es importante aclarar que esto se efectúa en un determinado tiempo y lugar y con
un carácter que no es total ni absoluto y por tanto, es objeto de disputa social.

Salta a la vista que aquellos que definen (¿definimos?) los problemas juveniles son
(somos), no es difícil de adivinar: adultos.

Anotemos cómo esta suerte de metonimia, en el sentido de la parte por el todo y de la


contigüidad de hechos que igualaría y unificaría la categoría, suele ser muy habitual en las
instituciones, en las que el impacto y la sorpresa, de hechos dispares, relativamente nuevos,
configura una realidad y un clima que al ser así mirado y hablado se va configurando en lo

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real.

La juventud tiene un problema, no es difícil tampoco reconocerle su familiaridad: el


problema, la carencia o el desvío, prioritariamente puesto en el individuo joven o
adolescente. El subrayado apunta a señalar la reducción en juego. Falta de educación,
debilidad moral, problemática psicológica, cualquiera de esas opciones excluye la función
de Otro del estado, de las instituciones y de los sujetos que no podemos sustraernos de esos
análisis.

¿Generaciones?
Pero, más allá de lo cronológico-biológico, otras definiciones apuntan a los cambios en las
condiciones de existencia que provoquen que los individuos sean generados de una manera
distinta, que actúen y piensen distinto. Pertenecer a una generación nos inscribe en la
historia, y remite aparentemente a una experiencia común. Queda claro que se trata de una
categoría relacional (comparativa) y a una percepción desde lo común.

Tiempos de metamorfosis
Los tiempos actuales (¿tiempos de metamorfosis?) entre otras cosas corren algunos velos,
tal vez este sea uno de ellos, no se confía en esos saberes o porque han demostrado sus
fracasos o por que se han multiplicado las versiones y alternativas posibles.

Con ese “no saber qué hacer” es posible hacer distintas cosas, o para decirlo de otro modo,
esa posición puede convertirse en una posición de ignorancia (no sé, no hay lo que saber ni
hacer, ni por lo qué saber y hacer) o derivarse a una posición de no saber

¿Qué particularidades tendrá un tiempo de metamorfosis subjetiva que se despliega en un


tiempo histórico acelerado, hiperdinámico, de cambios sociales y culturales significativos,
de ruptura de paradigmas?

La definición de metamorfosis empleada en la zoología se aplica específicamente a la serie


de cambios que experimentan algunos animales desde el nacimiento hasta llegar al estado
adulto. En los insectos cuando las formas juveniles son parecidas a los adultos, como en
saltamontes o grillos, se llama metamorfosis incompleta. Cuando las formas juveniles son
distintas a las de los adultos, como en las mariposas y los mosquitos, la metamorfosis es
completa. Pasan por un estado de reposo denominado "pupa" capullo, carrocha, cresa,
crisálida, estado perfecto, imago, muda, ninfa.

Abusando de la analogía y jugando con esta idea, podemos decir se despliegan dos
vectores, uno de ellos es del de los adolescentes cuya metamorfosis es incompleta –es decir,
que sus formas juveniles, comportamientos, sensibilidades y prácticas y modos de relación
al otro son parecidas a las de los adultos-, y por otra parte, adolescentes cuya metamorfosis
son completas –cuando sus comportamientos, sensibilidades y prácticas y modos de
relación al otro difieren del adulto-. Allí, para el adulto la identificación se dificulta, no hay

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reconocimiento de esa alteridad transitoria que el joven nos presenta. Hay un estado
perfecto, es otro, otro que no voy a reconocer porque debería ser, debería presentarse –más
o menos- como uno…

Ustedes acordarán conmigo que uno u otro caso generan situaciones muy distintas en las
relaciones intergeneracionales.

La adolescencia como enfermedad


El leía- escuchaba, diríamos hoy, al adolescente situado en un contexto y en relación con
los adultos. Y cuando mencionaba la palabra crisis la pensaba como abarcando a unos y a
otros, y sostenía algo más, y es que el adulto que es capaz de afrontar los cuestionamientos
que le impone el adolescente sale transformado de ese encuentro, de los efectos de ese
conflicto.

Afrontar para él no es ni soportar pasivamente, ni reprimir ciegamente.

Sin dudas, afrontar, acompañamiento no son palabras nuevas, pero recuperarlas de otros
contextos de producción no permite estar a su vez acompañados.

Estas dos palabras bajo estas perspectivas pueden formar parte de nuestra caja de
herramientas.

La idea de acompañamiento antes referida –si dejamos de lado quizás lo primero a lo que
la palabra nos convoca, algo, probablemente, más cercano a un tutelaje- podemos pensarlo
como un conjunto de ofertas que van desde la presencia física, a las políticas, de las
representaciones -discursos sobre la sociedad y los jóvenes- y a los dispositivos
específicos para este tiempo de pasaje.

Que sea de pasaje, no le resta, no lo pone en menos; la idea de lo transitorio, no debería


necesariamente asociarse a esa noción del adolescente como ser inacabado que antes
mencionamos sino como la de un tiempo particular en la constitución subjetiva.

Pero sabemos que el “invento” del concepto de adolescencia estuvo desde el inicio
acompañado por medidas administrativas, médicas y psicopedagógicas. Esa respuesta
social es lo que hoy necesitamos cuestionarnos.

¿Hacia otros modos de lazo intergeneracional?:


Segregaciones y formas del sacrificio
Las estadísticas sobre los niveles de inclusión escolar de adolescentes, las dificultades y
precariedades del acceso laboral de los jóvenes, la cantidad de chicos en el sistema penal, la
insistente y espasmódica propuesta de bajar la edad de imputabilidad penal y las

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resonancias sociales que esas imágenes logran, nos dicen mucho sobre los niveles de
fragmentación y polarización social. También de la posición como sociedad ante la deuda
intergeneracional, o en términos de Hanna Arendt de la falta de hospitalidad hacia los
nuevos; allí en la brutal ambivalencia en acto hacia los jóvenes se configura de algún modo
lo intergeneracional como síntoma del campo social.

Las muertes violentas de los jóvenes por accidentes, las muertes por homicidios, como
víctimas y como victimarios, las muertes por violencia estatal o “gatillo fácil”, el altísimo
porcentaje de jóvenes que hoy conforma la población carcelaria, son el resultado de un
conjunto de operaciones sacrificiales sistemáticas. La criminalización de sus acciones y de
ciertos territorios urbanos en donde viven en condiciones de existencia compleja.

Aunque no vamos a profundizar estas ideas en la clase, es importante explicitar su sentido


de denuncia, cuestionamiento y reflexión de lo que corre el riesgo de estar naturalizado.

Son formas del sacrificio que son formas de la segregación, que se despliegan en y a través
de las instituciones, con la participación de gran parte de los adultos y casi siempre con la
pretensión del bien del otro y la sociedad toda.

En gran parte de las instituciones por las que circulan los adolescentes y en las prácticas
pedagógicas, de trabajo social e incluso terapéuticas, no parece sencillo cambiar un
paradigma sostenido en un modo de lazo social en el que predomina la objetalización.

Objeto de políticas, de programas, de reformas, de campañas, para prevenir, anticipar, para


reeducar, rehabilitar. El joven comienza siendo objeto de desconfianza, de sospecha, de
detección cuando no de persecución, antes que sujeto de su educación, de su curación y de
distintas decisiones y acciones cotidianas compartidas con sus pares y con adultos en los
diferentes espacios en los que transcurre su vida.

¿Otros modos de lazo intergeneracional?


Un conjunto de transformaciones objetivas modifican las relaciones entre las generaciones,
pero existen ciertas representaciones sobre estas transformaciones (conscientes e
inconscientes) que son investidas y entran en juego en los vínculos intergeneracionales.

Pero creemos que no se trata de una salida voluntarista, ni individual, lo que proponemos es
construir y renovar los interrogantes sobre las prácticas y sobre las alternativas y sostener el
debate y una acción colectiva.

¿Los tiempos en los que se perciben mayores niveles de indeterminación, son más propicios
para el ejercicio de imposturas? La impostura parece verse facilitada en tiempos inciertos.

Es necesario poder diferenciar la idea de ser tomado por otro, algo inherente a lo
transferencial, que se evidencia en los vínculos con los jóvenes, que tiene que ver con las
movimientos identificatorios, al como si del adulto, una máscara de adulto, a esa impostura

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a la que nos estamos refiriendo. Algo bien diferente a habilitar una dimensión lúdica, un
espacio para no creerlo todo, ni del todo, que no deberíamos confundir con no creer en
nada, ni con la imposibilidad de sostener fuertes convicciones y posiciones…

Acompañar, afrontar, ponerse a la escucha, sostener una dimensión lúdica, un espacio de


juego-un lugar para la fantasía.

Un compromiso
Los que trabajamos-pensamos en estos temas y problemas, tenemos una responsabilidad
siempre compleja y es no plegarnos a la proliferación de sentidos de una narrativa
catastrófica sobre las condiciones, características y actitudes de la juventud, con los que se
constituyen los discursos y las prácticas punitivas (conservadores o progresistas)…

Nos interesa, nos importa, los modos de afrontar los cambios y las demandas en las
instituciones porque son el punto de partida en el que se generan, se alimentan, se producen
y reproducen sentidos, discursos, mecanismos y políticas hacia los adolescentes y esos
sentidos, discursos, mecanismos y políticas constituyen un tipo de “entre”, un espacio
disciplinador o vacío, controlador o aparente, y producen a su vez un vaciamiento de
palabras y sentidos aparentemente subjetivantes…

“Entre” es un operador, una pieza que nos posibilita y nos conduce a hablar de nosotros y a
postular lo que hay allí de configurante y en el que tenemos una función…

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