Está en la página 1de 4

Capítulo 2

Recorridos de la subjetividad. Trayectorias en el espacio de educar entre sujetos

2.1. Identidades, subjetividades y legalidades en educación

El trabajo de las trayectorias educativas acontece siempre entre sujetos e instituciones, crea
subjetividad y la demanda, ofrece organización ya establecida y la produce, reinventándola.
Cada trayectoria abre a un recorrido que es situado, particular, artesanalmente construido y
remite al mismo tiempo a dimensiones organizadas previamente más allá de las situaciones y
las particularidades. En ese territorio intermedio, por momentos incierto e indefinible, sin
fronteras claras entre sujetos y organizaciones es que la trayectoria se despliega.

Construir una identidad se vincula cómo nos pensamos a nosotros mismos enseñando o
aprendiendo en el marco de una cierta organización escolar. Lo que nos hace decir quiénes
somos y quiénes queremos ser, cómo nos proyectamos en alguien que es y va siendo a la vez,
inacabadamente, que no está aquí todavía, que está por ser.

Pensarse a uno mismo no proviene del vacío, sino que tiene que ver con lo que otros pensaron
de uno, con haber sido pensado y narrado por otros es algún momento o en la actualidad. Desde
antes de nacer, desde los inicios de la vida, en el ámbito familiar y luego en las organizaciones
educativas y culturales.
Porque la identidad es pensamiento, es a la vez, una narración de uno mismo, un discurrir que
demanda que otros presten oídos, sin explicaciones ni demandas de comprensión absoluta.

La identidad es la narración de lo que vamos siendo en actos, gestos, acontecimientos. La


identidad, entonces, en tanto vida narrada, inacabada, siempre está siendo, se va dando en el
marco de situaciones, en relaciones con otros, como efecto de miradas, expectativas, proyectos,
se juega allí no sólo lo que se cree qu es sino lo que será o podrá en otro tiempo, incluso el
actual. La identidad también es trayectoria como recorrido, movimientos, viaje, pasaje hacia
otros lados.

Narrarse a uno mismo es tomar distancia , mirarse, posicionarse diferentes, reconocer cambios,
interrupciones, continuidades, procesos. Es necesario reconocer aquí el doble anclaje de la
trayectoria educativa, teórica y real, ideal y encarnada, subjetiva y sujeta a normas y
legalidades. La trayectoria educativa es subjetiva e institucional porque se juega en ese espacio
intermedio de luces y sombras, certidumbres e incertidumbres, aceptaciones y rechazos,
propuestas alternativas e imposiciones, identificaciones y desindentificaciones. O sea que una
trayectoria se hace y se recorres con otros, por otros, gracias a otros y a veces, a pesar de otros.
Subjetividades y legalidades, el trabajo de la transmisión

Lo que entendemos por sujeto y subjetividad , podríamos señalar una vez más la paradoja de
acto educativo y de toda trayectoria: nadie puede constituirse sujeto humano por otro (en lugar
de otro) pero, a la vez, nadie se constituye solo. Al decir sujeto tenemos que decir sujeto
situado, siendo en una historia, “historizado”, constituido psíquica y políticamente siempre en
relación con otros y con el mundo, enlazado por la palabra y la narración, la promesa y el
sentido del encuentro sensible con esos otros.

La subjetivación es, por el contrario, una des-naturalización, un desplazamiento en relación a un


“si mismo” no interrogado, es el abandono de una supuesta esencia para encontrarse en el
pensamiento y la palabra.

Por ello, la subjetividad requiere de la palabra de otro pero supone el rechazo a la repetición de
esta palabra. De esta forma todos estos espacios y experiencias nos hablan de una inscripción
en la palabra diferente, una palabra que irrumpe y nombra nuevas identidades, rompe el
consenso, rechaza los roles del diálogo tradicional, que da “voz” y “parte”, que subjetiviza, que
desidentifica, que descoloca creando igualdad allí donde hay desigualdad.

El sujeto no existe de antemano, los procesos de subjetivación le hacen lugar, la subjetividad


es el trabajo por el cual se “hace” ese lugar humano que requiere de ciertas condiciones: la
palabra, la igualdad, la relación a otros.

Es un modo de estar, hablar, pensar, transitar, construir, habitar. Ello demanda, por supuesto,
de otros con que efectivamente sea posible habitar mundos. La subjetividad aloja
constantemente preocupación por los otros, por los modelos de relación con otros que no
conllevan sujetamiento ni “atontamiento” o palabras indefinidamente explicatorios.

Subjetividad se articula así con legalidad. Las legalidades son intrínsecas a los procesos de
subjetivación y nos hacen posibles. Entendemos por legalidad, no un orden que impide y sólo
prohíbe, que se impone más allá de los sujetos para garantizar que nada cambie o que un
orden de denominación se perpetúe, por el contrario es un ordenamiento simbólico que
habilita los encuentros, el movimiento que deviene de ellos y la búsqueda lo que humaniza los
espacios, diferencia lugares, establece límites de modo que cada uno pueda delinear su propio
espacio, distribuye responsabilidades y otros posibilidades.
2.2. Construcciones de la subjetividad: lo que reúne y lo que separa, lo común y lo singular,
lo sabido y lo ignorado.

Lo común no es lo uniforme, idéntico y homogéneo , e un estado de cosas alcanzable o ya


alcanzado de una vez para siempre, sino que es algo posible, en ocasiones virtual,
necesariamente abierto , que demanda seguir construyéndose, pero que sin embargo tiene unos
límites y formas determinadas que nos permiten sostenernos.

Lo común, entonces, no es un mundo uniforme y único y tampoco es la comunidad en sentido


clásico, con frecuencia, ésta lleva a pensarse/nos divididos en identidades comunitarias fijas en
la defensa de rasgos identitarios, en la ilusión de que formamos parte de una cierta
homogeneidad que nunca es tal o que se sostiene a costa de su sumisión, de su no diferencia,
de la negación de su singularidad.

Crear un común, en cambio, tiene que ver con crear un espacio de articulación distinto,
complejo, de reunión de singularidades que no se suman unas a otras ni se toleran simplemente
por la obligación de vivir juntas tampoco de sujetos que sacrifican su espacio subjetivo para
entrar en una masa indiferenciada con otros.

2.3Acerca del ejercicio de la autoridad pedagógica: un encuentro de trayectorias

Sin el reconocimiento de la igualdad entre ambos en tanto seres de palabra, el acto educativo
se transforma en pura imposición de una jerarquía que vuelve “inferior” a quienes aprenden o
subestima sus capacidades porque necesita de la reproducción de relaciones jerárquicas para
sostener los lugares inamovibles del saber-poder.

Es interesante pensar el lugar de la enseñanza de un maestro con la idea de texto borroso,


cuyas palabras se leen en parte, a medias recordadas y distantes aunque próximas. Un texto
escrito que lleva a otro texto escrito, y así. El maestro deja huellas que el tiempo guarda y
borra. Ejerce una autoridad que se olvida, cuya imagen se pierde, imprimiendo en su lugar una
escritura sobre la cual el alumnos seguirá escribiendo.

2.3. Armar la escena educativa, el “trabajo” de la subjetividad y la experiencia.

Numerosas experiencias educativas construyen escenas en el entre trayectorias. Más que


detentar y subrayar un lugar de predominio del saber de unos sobre otros y de palabra
exclusiva que divide mundos, muestran que ponen en marcha procesos de subjetivación, en el
sentido que los caracterizábamos antes. Tanto la enseñanza como el aprendizaje hacen
experiencia común que llevan a un trabajo sujetivo en los alumnos y en los maestros.

Estas experiencias establecen un juego entre lo común y lo singular, lo que reúne y lo que
separa, lo sabido y lo ignorado. La igualdad actualizada atraviesa continuamente estas escenas,
hace mirar y escuchar de modo renovado lo que parece que ya sabíamos, que no podía ya
transformarse. La experiencia opera una división de lo sensible particular, todo está allí como
siempre: la escuela, sus tiempos, sus espacios, los alumnos y maestros o profesores, las aulas y
las
bibliotecas, los libros y las palabras y las relaciones habituales. Existe trabajo psíquico y
político.

La escena permite, según la lectura que se haga, ver capacidades en lugar de incapacidades,
escuchar palabras en lugar de ruido, advertir estrategias de la inteligencia como trabajo en
proceso con otros, en lugar de déficit individuales.

Las escenas muestran que lo sensible es una producción, que el mundo que vemos y percibimos
es una construcción posible entre otras y que variando las posiciones en las escenas, lo
percibido puede ser de otro modo y las capacidades desplegadas, asumidas por cualquiera.

También podría gustarte