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Int Teorias Enrique
Int Teorias Enrique
Introducción
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organizaciones civiles, agencias de cooperación internacional, instancias
gubernamentales, y académicas, principalmente de América Latina, más no
exclusivamente.
Desarrollo
En este sentido, es una pedagogía para las mujeres en tanto se plantea como horizonte
lograr una nueva y mejor condición y posición de las mujeres, su formación como
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sujetas individuadas, con conciencia, capacidades y poderes para la transformación y
libertad personal, colectiva y social. No obstante, busca la construcción de un proyecto
de sociedad diferente, sin opresión ni subordinación de género, sin ningún tipo de
discriminación, y con mayor justicia y libertad para todas las personas, por lo que la
pedagogía feminista descansa en el sentido de la eliminación cultural y política de la
opresión, de la transformación de la sociedad, y de la libertad y autonomía individuales
y colectivas. Este proyecto de sociedad es un quehacer que demanda la formación y
trabajo de hombres y mujeres. Es por tanto, una pedagogía para todas las personas.
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transgresión –dice Marcela Lagarde- inaugura paradigma, implica que trastoques las
estructuras, que transformes las instituciones y normas, implica el empoderamiento, la
autonomía, la independencia, la acumulación de poderes para desmontar estructuras
patriarcales y opresivas, y para construir alternativas.
A partir de estas y otras ideas sobre la educación en el sentido más amplio, el proyecto
educativo feminista se basa en siete pilares: la dimensión personal, la dialéctica, la
dimensión experiencial, la grupal, la dialógica y la espacio-temporal. Sintetizo aquí sólo
una de ellas, la personal, identificando qué supone para el proceso educativo poner en
el centro a la persona, y especificando algunos ejes centrales de esta dimensión
personal: la subjetividad y el cuerpo, elementos de ese conjunto complejo y
multidimensional que somos las y los seres humanos.
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La persona, que es además un ser sexuado y generizado, es el punto de partida y de
llegada del proceso educativo pues se busca su construcción y fortalecimiento como
persona individual, afianzada, desarrollada, autónoma; y también como persona que
comparte elementos fundamentales con otras y con las cuales construye una identidad
colectiva como sujetas/sujetos o actoras/actores sociales y políticos, cuestión que
retomaré más adelante.
Es fundamental asumir que las personas son seres históricos, cambiantes, diversos,
multidimensionales, integrales, las personas son sujetas de género, y también de una
condición social, de una clase específica, de cierta etnia, orientación sexual, generación,
etc., es decir, están insertas en relaciones de poder que implican la experiencia de
distintas opresiones o condiciones. Los proyectos educativos feministas expresan lo
que se ha llamado una “política de la ubicación”, es decir, el reconocimiento de la
persona desde su “geografía más cercana”, como la llama Adrienne Rich (1999), o sea,
desde el cuerpo, que es un punto de partida particular y que es leído y significado en
términos sociales, culturales y políticos: un cuerpo de hombre o de mujer; blanco,
negro o mestizo; que ha vivido unas experiencias y no otras; tal vez un cuerpo
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violentado; un cuerpo que refleja una clase, una edad, unas capacidades, etc.; un
cuerpo ubicado en una tierra específica.
Así, toda persona está siempre situada en un mapa de poder que es socialmente
construido por lo que en los procesos educativos se busca reconocer siempre las
diferencias, las identidades variables y cruzadas por múltiples condiciones que inciden
en la subjetividad, en la racionalidad, y en la práctica de cada persona. Además se
asume que esas diferencias suponen oportunidades educativas, técnicas didácticas y
contenidos pedagógicos particulares para remontar las deficiencias o carencias
derivadas de la desigualdad, y para que las personas se construyan como sujetas/os
plenas/os y libres.
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mismo (Mónica Zárate, Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, entrevista
del 1/09/04).
Se busca pues que el aprendizaje esté vinculado con cada persona y que pase por la
piel, esto tiene un sentido literal, que remite a muchas de las estrategias didácticas y
procesos de autocuidado y goce que se impulsan en los proyectos educativos
feministas, y uno metafórico que remite a la intención política señalada, y también a
una clave epistemológica. En la pedagogía feminista el aprendizaje se basa en el “partir
de sí”, idea que significa que el aprendizaje se desarrolla a partir de la propia identidad,
de los propios deseos, aspiraciones y necesidades, de la propia cotidianidad y de la
experiencia vital, pues sólo en esa medida puede ser significativo, y colocarse en el
centro a la persona y a sus decisiones para llevarla a su propia transformación de
acuerdo a su ideal establecido. El “partir de sí” es significar la realidad, nombrar el
mundo y responder las interrogantes a partir de la propia experiencia, representar al
mundo para poder habitarlo y transformarlo, desarrollar un pensamiento que le dé
coherencia a la propia vida, tener la autoría de la propia vida, una autoría centrada en el
yo, en la génesis de cada persona individuada y libre (cfr. Lagarde, 2001; Montoya,
2002).
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sino una herramienta para que cada persona genere referentes, ideales, principios,
proyectos y decisiones propios.
Así pues, como resultado del proceso educativo se espera que los sujetos y sobre todo,
las sujetas, puedan individuarse, ser autónomas.
Convertir “lo personal” en objeto cognoscitivo, hay que recalcarlo, significa un trabajo
de validación de la experiencia, de los sentimientos, de la historia, de la palabra, etc. a
través del cual, al preguntar por ellos, éstos se visibilizan, se nombran, se legitiman, se
valoran y se trabajan. Sin embargo, se requiere de la reflexión teórica para lograr la
comprensión de lo que eso “personal” significa.
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Esta idea puede automáticamente referir al eslogan tan sonado del feminismo “lo personal es político”, sin
embargo preferí evitar su uso por las connotaciones negativas que pudieran leerse a partir de las críticas que
algunas feministas han hecho a esta idea. Para ver las críticas a este eslogan cfr. Scott, 2001, Chandra
Talpade, 2002, y bell hooks, 1989.
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Hacer visible la experiencia de un grupo diferente pone al descubierto la
existencia de mecanismos represivos, pero no su funcionamiento ni su lógica
internos: sabemos que la diferencia existe, pero no entendemos cómo se
constituye relacionalmente. Para eso necesitamos dirigir nuestra atención a los
procesos históricos que, a través del discurso, posicionan a los sujetos y
producen sus experiencias. (…). No son los individuos los que tienen la
experiencia, sino los sujetos los que son constituidos por medio de la
experiencia. En esta definición la experiencia se convierte no en el origen de
nuestra explicación, no en la evidencia definitiva (porque ha sido vista o sentida)
que fundamenta lo conocido, sino más bien en aquello que buscamos explicar,
aquello acerca de cual se produce el conocimiento. Pensar de esta manera en la
experiencia es darle historicidad, así como dar historicidad a las identidades que
produce (Scott, 2001: 49-50).
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Estos procesos, junto con el fortalecimiento –individual y colectivo-, en el caso de las
mujeres, no sólo implica el acceso a nuevos espacios físicos (como el ámbito público o
la arena política) sino también a nuevos espacios simbólicos, y entre ellos, el lugar de
“sí misma”, es decir, de ser persona con derecho y existencia propios.
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Un punto importante del reconocimiento en la pedagogía feminista de la subjetividad y
de la vivencia cotidiana generizadas de las personas, es que en términos
metodológicos, se reconoce la necesidad de plantear un trabajo educativo diferenciado
para hombres y mujeres, siendo que, a partir de su posición y de su experiencia
generizada, requieren aprendizajes diferentes o incluso radicalmente distintos: por
ejemplo, las personas tienen vivencias, visiones, conocimientos, saberes, y entre ellos,
las mujeres como grupo social tienen la experiencia cotidiana de la subordinación y los
hombres como grupo social de la dominación, se han apropiado de roles tradicionales y
limitantes, han aprendido a ser menos o a ser más, a ocultar o minimizar sus intereses,
problemáticas, etc. o por el contrario, a sobreponerlos a toda costa. A partir de su
socialización genérica tienen una forma específica de ver el mundo, de situarse en él,
que significa una forma diferente de acercarse al conocimiento. En el caso de los
hombres, generalmente es necesario que aprendan a desmontar su poder y sus
privilegios, mientras que las mujeres usualmente requieren aprender a construir su
autonomía y poder. No obstante, en algunos casos requieren aprender lo mismo: a
ejercer un poder positivo, a vivir de manera autónoma, o a construir una cultura de
respeto a los derechos humanos. Asimismo, la subjetividad y vivencias generizadas y
desiguales pueden significar un motor que eche andar el deseo y la capacidad de
transformación, dirigiéndolos precisamente a la transformación de esas condiciones
genéricas y de todo tipo que resultan opresivas, y que son más y más acuciantes para
algunas personas y menos para otras.
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nuevos saberes, los cuales se consideran totalmente legítimos e importantes para
enunciar otras realidades y abrir horizontes diferentes para la comprensión y definición
del mundo y de la humanidad, rompiendo con los criterios y definiciones usuales,
excluyentes y sesgados para validar el conocimiento. Los saberes emergen, se
inventan, se producen, generando rupturas, distinciones, alianzas, resignificando
conceptos, identidades, valores e imaginarios, e inaugurando campos de aplicación
significativos desde la diversidad, y desde la mismidad (cfr. Alonso, Díaz y cols., 2002:
159 y ss).
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y de logros, un objetivo común, etc. son indispensables para alcanzar el horizonte
libertario tanto a nivel personal como social que se plantea la pedagogía feminista.
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grupo con el que se trabaja, y cómo se puede enfrentar o resolver, aprovechando su
potencial formativo, y/o acotando su impacto sobre las relaciones educativas y
personales dentro del grupo a fin de que no se afecten otros principios básicos como la
horizontalidad, la igualdad, el respeto, el diálogo, la afirmación personal y colectiva,
etc. dentro del espacio educativo.
Con esto quedan esbozadas las claves de la dimensión personal del proceso educativo
feminista, aunque ofrezco sólo una mirada parcial pues las otras dimensiones que
reconozco como parte de esta pedagogía están imbricadas y su reconocimiento es
necesario para completar el planteamiento. Asimismo, en términos más operativos, hay
una serie de mediaciones del aprendizaje características de estos procesos educativos,
pues sus distintas dimensiones se concretan en operaciones en que se apoya la
pedagogía feminista para traducir sus nociones y principios.
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De manera breve enuncio algunas pistas de estas mediaciones del proceso educativo
feminista: se habla de deconstruir las identidades de las mujeres y de los hombres, y las
relaciones entre mujeres, entre hombres, y entre ambos; de desmontar estereotipos y
relaciones de dominación-subordinación; y de la construcción de nuevas identidades,
poderes y relaciones, y en general, de la construcción de nuevas alternativas sociales,
culturales, políticas, de desarrollo, económicas, etc.
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situación vital. Y cabe enfatizar, que a la luz de una mirada feminista, la idea de la
opresión generizada (que cruza clases sociales, etnias, edades, nacionalidades,
condiciones laborales, etc.) y de su reconocimiento es central en la concientización. El
género es también una categoría de análisis sobre el poder, la desigualdad, etc. útil en
el proceso de concientización. Éste implica problematizar y desnaturalizar la realidad
social, percibir sus contradicciones, identificar y cuestionar sus elementos opresivos,
comprender la propia forma de estar en el mundo y sobre todo, la posibilidad de estar
de otra manera a partir de un cambio personal y también de cambiar esa realidad
social.
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expresión dentro de la pedagogía feminista es un camino que puede conducir a estas
metas.
Comentarios finales
Estas ideas que comparto permiten valorar cómo la teoría feminista, la perspectiva de
género, la pedagogía, y otras muchas fuentes de reflexión en diversos campos son
útiles para analizar y teorizar un cúmulo de experiencias y aportes que desde las
prácticas cotidianas feministas proponen una forma distinta y rica de educar, una
filosofía, una política y una metodología que se integran para transformar las vidas de
las personas, sus relaciones, sus espacios, etc. en miras a un horizonte de libertad,
autonomía y respeto plenos.
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El objetivo de compartir estas elaboraciones sobre la pedagogía feminista, basada en
un bagaje y reflexiones colectivas pero cuya responsabilidad por cualquier
incongruencia o limitación asumo, es generar el debate, invitar al trabajo conjunto de
seguir construyendo y dando forma a la pedagogía feminista, de llevarla a ámbitos
diversos para irla legitimando, para irla incluyendo en otras discusiones pedagógicas y
espacios educativos, y sobre todo, para analizarla y ponerla en práctica, a fin de que ese
trabajo formativo de libertad y autonomía que muchas feministas hemos venido
imaginando e impulsando deje de estar, como hasta ahora, en los márgenes, con pocos
recursos, y a veces, con más intuiciones que certezas.
Y aunque aún son varios y de diversa índole los límites y retos que todavía enfrenta el
incipiente proceso de la pedagogía feminista, no hay duda de que es en ese proceso
de experimentación, de retroalimentación, de reflexión colectiva, y de confrontación
con otras muchas prácticas y discursos con los que esta propuesta específica coexiste,
donde se podrán encontrar y consolidar más y mejores elementos de esta pedagogía
feminista, o de varias pedagogías feministas, pues feminismos hay muchos, y vías para
la transformación de las relaciones opresivas de género, también.
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