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Universidad Pedagógica Nacional

Facultad de Educación

Departamento de Posgrados

Especialización en Pedagogía Modalidad a Distancia

SEMINARIO CORRIENTES PEDAGOGICAS

UNIDAD IV

ENSAYO

LA EDUCACION POPULAR Y LAS PEDAGOGIAS CRÍTICAS

Profesora: Ginna Constanza Méndez

Estudiante: Alejandra Molina P.

Código: 2010181118

Cali, Noviembre 15 de 2010


La concepción tradicional de la escuela como espacio de escolarización, es
decir como un modo de control social, en donde los estudiantes son vistos
como sujetos receptores de conocimientos denominado por Freire
“educación bancaria”, ha sido motivo de reflexión de parte de pedagogos,
sociólogos, investigadores en el campo de la educación, entre otros, debido
a la fuerte influencia que sobre los sujetos de saber tanto estudiantes como
maestros tienen esta forma de concebir la educación.

Bajo el parámetro de que la escuela a través del tiempo se ha constituido


en un espacio en donde se reproducen las ideologías y el poder dominante
del estado, que dicha influencia no sólo permea la formación de los
estudiantes “moldeándolos” o llevándolos por un conjunto unidimensional
de reglas y prácticas regulatorias de acuerdo con los intereses de la élites
culturales, del sistema económico y del estado; y en donde los mismos
mecanismos culturales de opresión llevan a que se mantengan y refuercen
las formas de cultura alienada a partir de la acumulación de conocimientos
que finalmente llevan a marginar a los sujetos de saber y evitar que sean
actores y gestores del mismo. Se percibe también el encasillamiento del
maestro.

Los maestros también como producto del sistema, han sido formados como
sujetos cuya tarea es “llenar” de conocimientos a los estudiantes, cumplir
con metas, políticas educativas, currículos, propósitos, etc; que le son
asignados por el estado y en su nombre las instituciones tanto públicas
como privadas constituyéndose en “dictadores” de clase, reproductores de
ideas y desconocedores del otro, ese otro que es su estudiante, en el aula
con sus saberes y más allá del aula en su verdadera dimensión humana;
pues el maestro a su vez, es desconocido y poco o mínimamente valorado,
en su posibilidad de aportar o proponer a su trabajo de educar y formar.

En América latina a partir de los diferentes movimientos que surgieron


como muestra del inconformismo frente al sistema existente por la
desigualdad que generaba; surge la postura de Paulo Freire pedagogo y
pensador brasilero e influyente teórico en la educación; acerca de la
educación popular con una identidad propia marcada en las circunstancias
históricas y sociopolíticas del continente.

La educación popular se reconoce como “propuesta educativa que aporte a


los sujetos una vida digna y de ciudadanía responsable, capaces de construir en
colectivo su propia historia”1 por lo tanto el propósito es educar de una manera
diferente que implique una mirada humanizante, que rechaza la discriminación,
1
Ortega, Valencia, Piedad.”La Educación Popular como Fundamento de la Pedagogía Crítica”
la opresión, la pasividad; a través de la comprensión critica de los hechos o
sucesos históricos que provocan una educación con dichas características.

Para la educación popular el centro del proceso educativo son los sujetos y sus
saberes construidos a partir de su historia y el contexto donde se ubican. Se
constituye a partir de la opción ética y política de transformación, la
construcción colectiva en los procesos escolares y sociales y la conciencia
sobre la necesidad de mejorar la calidad de vida asumiendo prácticas
sociales que afecten las subjetividades, construyendo una vida digna,
ciudadanos capaces y comprometidos en la propuesta de formas diversas
de actuación y de transformación del entorno que procuren el bien propio y
común. Por esta razón plantea que debe reflexionarse “la teoría y la práctica
educativa para impulsar acciones concretas de transformación y lograr
procesos pertinentes que respondan, tanto en la teoría como en la práctica a
las intencionalidades y a los contextos” 2. Por esta razón tanto instituciones
como maestros están llamados a asumir posiciones críticas frente a la
pedagogía y las prácticas que esta implica.

Asumir posiciones críticas se refiere a concebir y accionar una pedagogía


que ayude a superar los condicionamientos sociales que afectan a las
comunidades educativas disminuidas en acciones sociales y deformadas por
el clima deshumanizante que en ellas se vive. Concientizar a los sujetos de
saber a través del diálogo, las sanas relaciones, el respeto y la tolerancia
como elementos que contribuyen al desarrollo del ser humano en su
verdadera dimensión. Reconocer que la escuela es un espacio para la
transformación social, un terreno de intercambios sociales, culturales,
políticos, etc; y luchas entre grupos que están en desventaja y otros de
ideologías dominantes. Que la reflexión permanente sobre las actuaciones,
participaciones en intervenciones permiten el autoconocimiento como una
vía de concientización frente a lo que se es, lo que se quiere, lo que se
desea; para saber que es posible transformar la realidad y vencer el
fatalismo. Que el diálogo es una estrategia que humaniza y posibilita el
encuentro con el otro y consigo mismo, a partir de las interacciones que
esto conlleva.

Los teóricos de la pedagogía critica consideran que el lenguaje de los


maestros, su discurso pedagógico y acciones didácticas posibilitan que los
estudiantes construyan saberes, aprendan hábitos y desarrollen
habilidades; pero de no asumir posiciones críticas frente a esto, se corre el
riesgo de reforzar funciones que riñen con la intención de educar. La
reflexión sobre las prácticas discursivas y el pensamiento crítico sobre ellas
2
Idem
llevan a la idea de que los maestros deben insistir como lo dice Giroux en
ejercer activamente la responsabilidad de plantear cuestiones serias acerca de
lo que se enseña, sobre la forma en que se debe enseñar y sobre los objetivos
generales que se persiguen. El papel de los maestros como agentes
transformadores de cambio social no puede limitarse al adiestrarse en las
habilidades prácticas sino que, por el contrario, implica educarse
intelectualmente para el desarrollo de una sociedad libre; de tal manera que se
pueda educar estudiantes igualmente reflexivos, críticos, creativos con
capacidades propositivas. Sin embargo no se puede desconocer que el rol como
intelectuales los ubica en el plano de la producción y en la participación de
intereses políticos, económicos y sociales a través de las prácticas que se llevan
a cabo en el aula “es importante no sólo ver a los profesores como
intelectuales, sino también contextualizar en términos políticos y normativos
las funciones sociales concretas que realizan los docentes”.3

La escuela no se limita a enseñar y formar de manera objetiva valores y


conocimientos, porque son espacios que representan formas de conocimiento,
usos de la lengua, relaciones sociales y valores que implican inclusiones y
exclusiones particulares a partir de la cultura general, del contexto en el que se
encuentra inmersas. Por lo tanto incluyen y legitiman formas particulares de
vida social. De ahí la necesidad de que los maestros sean intelectuales
transformativos con un discurso en donde coincidan la crítica de la mano de la
posibilidad, y de esta forma reconocer la oportunidad de introducir cambios
que beneficien conjuntamente a maestros y a estudiantes. Esto significa
posibilitar condiciones que ayuden a los estudiantes a ver la oportunidad de
convertirse en ciudadanos con conocimiento y valores que se ajusten a su
contexto con propósitos de rescatar oportunidades y posibilidades de progreso.

La misión del maestro como posibilitador de progreso social, convoca las ideas
de diferentes autores, Giroux lo refiere como intelectuales trasformativos y en
términos de Donald Schön, como profesional reflexivo, reconociendo que la
reflexión implica que el proceso de aprender se prolonga más allá de un
periodo legitimado, como lo es el ejercicio de la práctica pedagógica dentro del
aula. La reflexión es un proceso que se lleva a cabo antes y después de la acción
y la práctica lo que Schon ha denominado reflexión sobre la acción. Es el
proceso mediante el cual el maestro mantiene un diálogo reflexivo con las
situaciones en las que desarrolla su actividad, resolviendo problemas
específicos del contexto donde lleva a cabo su labor y en muchas ocasiones
más allá de él; de ahí la importancia de estar atento a lo que rodea su entorno.

3
Giroux, Henry. (1990) Los profesores como intelectuales, Piados:Barcelona. Pp. 171-178.
El pensar que los estudiantes logren la construcción de una postura crítica ante
la vida, una proyección personal en el contexto social concreto, argumentada,
creadora, y sustentada en valores positivos debe movilizar al maestro hacia
posiciones críticas y ver que no sólo la atención debe estar puesta en la
formación de los estudiantes como seres íntegros, sino que también en ese
proceso él mismo de forma paralela, construya nuevas formas de ver la
realidad; sin permitir que el desaprender aquello que lo ubicaba en el plano de
lo “ya realizado, de lo ya acabado”, lo traslade al plano de la desesperanza o a
desistir de su misión como orientador de las nuevas generaciones. Sus
intervenciones deben realizarse a través de acciones (prácticas no discursivas)
y de prácticas discursivas (diálogo) para que tanto el maestro como los
estudiantes comprendan de manera más reflexiva y clara sus posibilidades, sus
potencialidades; a pesar de sus condiciones, de su realidad y de sus temores.

En Colombia, a partir de las políticas educativas como la denominada


Revolución Educativa que “busca dar respuesta a las necesidades de cobertura
y calidad que requiere el país para alcanzar mejores condiciones de desarrollo
social y económico, y mejorar la calidad de vida de la población” 4. Se han
definido tres políticas educativas básicas: Ampliar la cobertura educativa,
Mejorar la calidad de la educación y Mejorar la eficiencia del sector educativo;
teniendo en cuenta que la educación es esencial para el desarrollo humano
como también un derecho universal, el deber del estado y la sociedad y un
medio a través del cual se construye una sociedad con autonomía, justicia y
democracia. Al definir estas políticas hay el reconocimiento de parte del estado
de que en Colombia aún hay una gran labor que realizar para que la totalidad
de niños y jóvenes tengan acceso a la educación básica. De ahí la necesidad de
continuar trabajando en líneas de acción desde la Educación Popular como son
la democracia, ciudadanía y poder local, incidencia en políticas públicas, en
particular en educación, multiculturalismo e interculturalidad. Ya que nuestro
país al vivir situaciones como el conflicto armado y la violencia generalizada han
llevado a que surjan experiencias de educación en derechos humanos,
educación para la paz y la convivencia, con desplazados y programas de
alfabetización. Estos programas de manera directa e indirecta abren el camino
hacia la posibilidad de transformación social; es decir la lucha por una vida
cualitativamente mejor para los involucrados, mediante una sociedad basada
en relaciones no explotadoras y en la justicia social.

4
Documento Plan sectorial 2002-2006

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