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TEORIA Y PRACTICA DEL

COLECTIVISMO OLIGARQUICO

POR

EMMANUEL GOLDSTEIN

CAPITULO I

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
A través de todo el tiempo registrado, y probablemente desde el fin de la Edad Neolítica, han habido tres tipos de personas en
el mundo, Los Altos, Los Medios y Los Bajos. Ellos han sido subdivididos en muchos modos, ellos han mantenido incontables y
diferentes nombres; y su número relativo, así también como su actitud la de unos a otros, ha variado de Edad en Edad; pero la es-
tructura esencial de la sociedad nunca ha sido alterada. Aún después de enormes cataclismos y aparentemente irrevocables cambios,
el mismo modelo ha siempre reafirmándose a sí mismo, justo como un giros copio el cual siempre regresa al equilibrio, no impor-
tando cuan lejos sea este empujado en un lado o el otro.

Los objetivos de estos tres grupos son enteramente irreconciliables:

El objetivo de los Altos es permanecer en donde ellos están.


El objetivo de los Medios es cambiar de lugar con los altos.
El objetivo de los Bajos, cuando ellos tienen algún objetivo - porque es una característica constante de los Bajos el que ellos
están demasiados aplastados por la dureza de su vida diaria para estar algo m s que intermitentemente conscientes de cualquier
cosa fuera de sus propias vidas - es abolir todas las distinciones y crear una sociedad en la cual todos los hombres sean iguales.

Así a través de la historia un esfuerzo el cual es el mismo en sus líneas principales se repite una y otra vez.

Por largos períodos los Altos parecen estar seguros en el poder, pero más pronto o más tarde siempre llega un momento cuando ellos
pierden ya se la f‚ en sí mismos, o su capacidad para gobernar eficientemente, o ambos.

Ellos son entonces derribados por los Medios, los cuales alistan a los bajos a su lado pretendiendo el que ellos están luchando por
la libertad y la justicia. Tan pronto como ellos alcanzan sus objetivos, los Medios lanzan a los Bajos de regreso a su vieja posición de
servidumbre, y ellos mismos llegan a ser los nuevos Altos. Posteriormente un nuevo grupo de Medios se desliza de uno u otro o am-
bos de los restantes grupos, y el esfuerzo comienza otra vez. De los tres grupos, sólo los Bajos nunca han sido ni aún temporalmente
exitosos en alcanzar su objetivo. Podría parecer ser una exageración decir que a través de toda la historia no ha habido ningún progre
so de carácter material. Aun hoy, en un período de declinación, el ser humano promedio está físicamente mejor de lo que lo estuvo
unas pocas centurias hace. Pero ningún avance en la riqueza, ningún suavizamiento de las maneras, ninguna reforma o revolución ha
nunca traído la igualdad humana un milímetro más cerca.

Desde el punto de vista de los Bajos, ningún cambio histórico ha significado mucho m s que un cambio en el nombre de sus do-
minadores.
Para fines del siglo XIX la recurrencia de este modelo había llegado a ser obvia para muchos observadores. Allí entonces sur
gieron escuelas de pensadores quienes interpretaron la historia como un proceso cíclico y proclamaron demostrar que la desigual-
dad era una ley inalterable de la vida humana. Esta doctrina, por supuesto, ha siempre tenido sus adherentes, pero en la manera en

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la cual esta estaba ahora siendo puesta por delante había un cambio significativo. En el pasado la necesidad por una forma jerár
quica de la sociedad había sido la doctrina específica de los Altos.

Esta había sido proclamada por los reyes y aristócratas y por los curas, abogados y sus similares los cuales parasitaban sobre
ello, y había sido generalmente suavizada por promesas de compensación en un mundo imaginario más allá de la tumba. Los
Medios, tan lejos como estaban esforzándose por capturar el poder, habían siempre hecho uso de términos tales como libertad,
justicia y fraternidad.

Ahora, sin embargo, el concepto de hermandad humana empezó a ser asaltado por personas quienes no estaban todavía en
posición de comando, empero simplemente estaban esperando estar así en no mucho tiempo. En el pasado los Medios había hechos
revoluciones bajo las banderas de la igualdad, y luego habían establecido una fresca tiranía tan pronto como la vieja había sido
derribada. Los nuevos grupos de Medios en efecto proclamaban su tiranía de antemano.

Socialismo, una teoría la cual apareció a principios del siglo XIX y era el último eslabón de una cadena de pensamiento que se
extendía atrás hasta las rebeliones de esclavos de la antigüedad, estaba todavía profundamente infestada por el Utopianismo de
las épocas pasadas. Pero en cada variante del Socialismo que apareció a partir de 1900 en adelante el objetivo de establecer la
libertad y la igualdad fu‚ más y más abiertamente abandonado.
Los nuevos movimientos los cuales aparecieron a mediados de los años cincuenta del presente siglo, IngSoc en Oceanía, Neo-Bolche
vismo en Eurasia, y Culto-a-la- Muerte, como es comúnmente llamado en Eastasia, tenían el objetivo consciente de perpetuar la es-
clavitud y la desigualdad.

Estos nuevos movimientos, por supuesto, se desarrollaron a partir de los viejos y tendían a mantener sus nombres y pagar tributo a
la fraseología de su ideología. Pero el propósito de todos ellos era arrestar el progreso y congelar la historia en un momento elegido.
El familiar giro del péndulo iba a producirse una vez más, y luego detenerse. Como es usual, los Altos iban a ser desmontados por
los Medios, los cuales entonces llegarían a ser los nuevos Altos; pero esta vez, por una estrategia consciente, los Altos podrían ser
capaces de mantener su posición permanentemente.

Las nuevas doctrinas surgieron parcialmente a consecuencia de la acumulación de conocimiento histórico, y el crecimiento del
sentido histórico, el cual había difícilmente existido antes del siglo XIX. El movimiento cíclico de la historia era ahora inteligible, o
parecía serlo así; y si este era inteligible, entonces era alterable. Pero la principal causa subyacente era que, tan pronto como a princi-
pios del siglo XX, la igualdad humana había llegado a ser técnicamente posible. Era cierto todavía que los hombres no eran iguales
en sus talentos nativos y que las funciones habían de ser todavía especializadas en los modos que favorecieran a algunos individuos
contra otros; pero no había por m s tiempo ninguna real necesidad para alguna distinción de clase o para grandes diferencias de rique
zas. En ‚pocas tempranas, distinciones de clase habían sido no sólo inevitables sino deseables.

La Desigualdad era el precio de la civilización.

Con el desarrollo de la producción maquinada, sin embargo, el caso fué alterado. Aún si era todavía necesario para los seres huma
nos hacer diferentes tipos de trabajo, no era por m s tiempo necesario para ellos vivir en diferentes niveles sociales o económicos.

Por ello, desde el punto de vista de los nuevos grupos quienes estaban a punto de hacerse del poder, la igual dad humana no era
por más tiempo un ideal tras el cual esforzarse sino un peligro a ser abortado.

En épocas más primitivas, cuando una sociedad pacífica y justa era en efecto imposible, había sido agradablemente fácil pensar
en ella.

La idea de un paraíso terrenal en el cual los hombres pudieran vivir juntos en un estado de hermandad, sin leyes y sin trabajo bruto,
había encandilado la imaginación humana por miles de años. Y esta visión había tenido un respaldo aún en los grupos quienes actual
mente se jugaban por cada cambio histórico. Los héroes de las Revoluciones Francesa, Inglesa y Americana había parcialmente creí
do en sus propias frases acerca de los derechos del hombre, libertad de expresión, igualdad ante la ley, y sus similares, y habían aún
permitido el que su conducta fuera influenciada por ellas en alguna extensión. Pero para la cuarta década del siglo XX todas las
corrientes principales del pensamiento político eran ya autoritarias. El paraíso terrenal había sido desacreditado en exactamente el
momento en que éste llegó a ser realizable.

Cada nueva teoría política, por sea el que fuera el nombre que ésta se daba a sí misma, retrotraía hacia atrás a lo jerárquico y la regi-
mentación. Y en el endurecimiento general de la perspectiva que se estableció alrededor de 1930, prácticas las cuales habían sido ha
ce largo tiempo abandonadas, en algunos casos por cientos de años -aprisionamiento sin juicio, el uso de prisioneros de guerra como
esclavos, ejecuciones públicas, torturas para extraer confesiones, el uso de campos de concentración y la deportación de poblaciones
completas no sólo llegaron a ser comunes otra vez, sino eran también toleradas y aún defendidas por personas quienes se considera-
ban a sí mismas ilustradas y progresistas.

Fué sólo después de una década de guerras nacionales, guerras civiles, revoluciones y contrarrevoluciones en todas partes

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del mundo que Ingsoc y sus rivales emergieron como teorías políticas completamente elaboradas. Pero ellas habían sido precedidas
por los variados sistemas, generalmente llamados totalitarismos, los cuales habían aparecido a principios de siglo, y las lineas princi
pales del mundo el cual podría emerger del caos prevaleciente había sido hace largo tiempo obvio. Qué tipo de personas podrían con
trolar este mundo había sido igualmente obvio. La nueva aristocracia estaba formada en su mayor parte por burócratas, científicos,
técnicos, organizadores de sindicatos, expertos en publicidad, sociólogos, profesores, periodistas, y políticos profesionales. Estas
personas, cuyos orígenes yacían en la clase media asalariada y en los grados superiores de la clase trabajadora, habían sido formados
y llevados juntos por el devastado mundo de la industria monopólica y el gobierno centralizado. Comparados con sus similares en
épocas pasadas , ellos eran menos avariciosos, menos tentados por la lujuria, más hambrientos de poder puro, y, ante todo, más cons
cientes de lo que ellos estaban haciendo y m s interesados en aplastar la oposición.
Esta última diferencia era cardinal. En comparación con la existente hoy en día, todas las tiranías del pasado eran de corazón
tierno e ineficientes.
Los grupos dirigentes estaban siempre infestados en alguna extensión por ideas liberales, y estaban satisfechos aún si dejaban
cabos sueltos por todos lados, para considerar sólo el acto de rechazo, y para estar desinteresados en que estuvieran pensando
sus súbditos.

Aún la Iglesia Católica de la Edad Media fué tolerante para los standares modernos. Para de la razón para esto era que en el pasa-
do ningún gobierno tuvo el poder de mantener a sus ciudadanos bajo constante vigilancia La invención de la imprenta, sin embargo,
hizo más fácil el manipular la opinión pública, y el cine y la radio llevaron el proceso m s adelante inclusive. Con el desarrollo de la
televisión, y el avance técnico el cual hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo instrumento, la vida privada
llegó a un fin.

Cada ciudadano, o al menos cada ciudadano lo suficientemente importante para ser de valor el vigilar, podía ser mantenido por
veinticuatro horas al día bajo los ojos de la policía y bajo el sonido de la propaganda oficial, con todos los otros canales de comuni
cación cerrados. La posibilidad de forzar no sólo completa obediencia a la voluntad del estado, sino completa uniformidad de opi-
nión en todas las materias, ahora existía por primera vez.

Después del período revolucionario de los Cincuenta y Sesenta, la sociedad se reagrupó a sí misma, como siempre, en Altos, Me-
dios y Bajos.

Pero el nuevo grupo de Altos, a diferencia de sus predecesores, no actúa por instinto sino sabía que era necesario para salvaguardar
su posición.

Había sido descubierto hace tiempo que la única base segura para la Oligarquía es el Colectivismo. La Riqueza y los privilegios
son más fácilmente de ser defendidos cuando ellos son poseídos conjuntamente. La así-llamada "abolición de la propiedad privada"
la cual tuvo lugar a la mitad del presente siglo significó, en efecto, la concentración de la propiedad en de lejos muchas menos
manos que antes; pero con esta diferencia, que los nuevos propietarios eran un grupo en lugar de una masa de individuos.

Individualmente, ningún miembro del Partido poseía nada, excepto pequeñas pertenencias personales. Colectivamente, el parti-
do poseía todas las cosas en Oceanía, a consecuencia de que éste controla todas las cosas y dispone de los productos como éste pien
se ajustar. En los años siguientes a la Revolución fué capaz de avanzar hacia esta posición de comando casi sin oposición, a conse-
cuencia de que el proceso completo estaba representado como un acto de colectivización. Se había siempre asumido que si la clase
capitalista era expropiada, el Socialismo debe seguirse incuestionablemente los capitalistas habían sido expropiados. Fábricas, minas
, tierras, edificios, transporte - todas las cosas habían sido arrancadas de ellos; y desde que estas cosas no eran por más tiempo propie
dad privada, se concluyó que ellas debían ser propiedad pública. Ingsoc, el cual se desarrolló de los movimientos socialistas primiti-
vos, y había heredado su fraseología, había en efecto llevado a cabo el item principal en el programa socialista, con el resultado, pre-
visto y entendido de antemano, que la desigualdad económica había sido hecha por fín permanente.

Pero los problemas de perpetuar una sociedad jerárquica van mucho m s profundamente que ésto. Hay sólo cuatro modos en los
cuales una grupo dirigente puede caer desde el poder.

- Ya sea que éste sea conquistado desde fuera, o


- Este gobierna tan ineficientemente que las masas se agiten hasta revolverse, o
- Permita un grupo Medio fuerte y descontento como para que llegue a hacerlo,
- O este pierde la autoconfianza y voluntad para gobernar.

Estas causas no operan aisladamente, y como una regla las cuatro de ellas están presente en algún grado. Una clase
dirigente la cual pudiera guardarse contra todas ellas podría permanecer en el poder permanentemente.

Finalmente el factor determinante es la actitud mental de la clase dirigente misma.

Después de mediados del presente siglo, el primer peligro había desaparecido. Cada una de las tres Potencias en las cuales aho

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ra se había dividido el mundo es en efecto inconquistable, y podía sólo llegar a ser conquistable a través de lentos cambios
demográficos los cuales un gobierno con amplios poderes puede fácilmente evitar.

El segundo peligro, también, es sólo uno teórico. Las masas nunca se revuelven por su propio acuerdo, y ellas nunca se revuel
ven simplemente porque ellas están oprimidas. Verdaderamente, tan lejos como a ellas no les está permitido tener standares de
comparación ellas nunca ni mucho menos llegan a ser conscientes de que ellas están oprimidas.

Las recurrentes crisis económicas de tiempos pasados era total mente innecesarias y no están ahora permitidas el que sucedan
, pero otras e igualmente grandes dislocaciones pueden y en efecto se suscitan sin tener resultados políticos, a consecuencia de
que no hay ningún modo en el cual el descontento pueda ser articulado, a consecuencia de que no hay ningún modo en el cual el des-
contento pueda ser articulado.

En cuanto al problema de la sobreproducción, el cual había estado latente en nuestra sociedad desde el desarrollo de la Técnica
maquinada, este es resuelto por el dispositivo de un estado de guerra continuo (Ver Capítulo III), el cual es también de utilidad en
fijar la moral pública en el tamaño necesario.

A partir del punto de vista de nuestros presentes dominadores, por ello, el único peligro genuino son los deslizamientos de
un nuevo grupo de personas capaces, sub-empleadas, hambrientas de poder, y el crecimiento del liberalismo y el escepticismo en sus
propios rangos.

El problema, esto hay que decirlo, es uno de carácter educativo.

Es un problema de moldeo continuo de la conciencia de ambos, del grupo dirigente y de los grupos ejecutivos m s grandes que
yacen inmediatamente debajo de éstos. La conciencia de las masas necesita solamente ser influenciada en un modo negativo.

Dados estos antecedentes, uno puede inferir, si es que todavía no lo sabe ya, la Estructura general de la Sociedad Oceánica.

En el ápice de la pirámide se encuentra el Gran Hermano. El Gran Hermano es infalible y todo-poderoso. Cada éxito, cada suce
so, cada victoria, cada descubrimiento científico, todo conocimiento, toda sabiduría, toda felicidad, toda virtud, son mantenidas y
emitidas directamente desde su liderazgo e inspiración. Nadie ni siquiera ha visto alguna vez al Gran Hermano. El es un rostro en
los carteles, una voz en la telepantalla. Nosotros podemos estar razonablemente seguros que el nunca morir , y hay ya una conside
rable incertidumbre en cuanto a cuando ha nacido. El Gran Hermano es el guiso en el cual el Partido ha elegido para exhibirse a sí
mismo al mundo.

Su función es actuar como un punto de enfoque para el amor, temor, y reverencia, emociones las cuales son m s fáciles de
sentir hacia un individuo que hacia una organización.

Debajo del Gran Hermano está el Partido Interior, su número limitado a seis millones, o algo menos que el dos por ciento de
la población de Oceanía. Debajo del Partido Interior está el Partido Exterior, el cual, si el Partido interior es descrito como el cere bro
del Estado, puede ser justamente igualado con las manos. Debajo de este se halla las masas estupidizadas a quienes nosotros
habitualmente nos referiremos como "los proles", en un número quizás del 85 % de la población.

En los términos de nuestra previa clasificación, los proles son los Bajos, quienes pasan constantemente de conquistador en
conquistador, no siendo una parte permanente o necesaria de la estructura.

En principio, la membresía en estos grupos no es hereditaria. Los niños de padres del Partido Interior no están en teoría nacidos
dentro del Partido Interior. La admisión a estas ramas del Partido es por exámen, tomado a la edad de 16 años. Ni hay alguna dis-
criminación racial, o alguna dominación marcada de una provincia por otra. Judíos, Negros, Sudamericanos, o Indios puros son
encontrados en los m s altos rangos del partido, y los administradores de alguna re son siempre extraídos de los habitantes de esa
área.

En ninguna parte de Oceanía los habitantes tienen el sentimiento de que ellos son una población colonial gobernada
desde una capital distante.
Oceanía no tiene capital, y su cabeza titular es una persona cuyos alrededores nadie conoce. Excepto porque el Inglés es su lengua
común y el Neolengua su lenguaje oficial, ésta no está centralizada en ningún modo.
Sus gobernantes no están mantenidos juntos por lazos de sangre si no por su adherencia a una doctrina común. Es cierto que nuestra
sociedad está estratificada, y muy rígidamente estratificada, en la que a primera vista parece ser líneas hereditarias. Hay de lejos un
movimiento menor a-y-desde entre los diferentes grupos que el que se suscitaba bajo el capitalismo o aún en las épocas pre-industria
les. Entre las dos ramas del Partido hay una cierta cantidad de intercambio, pero sólo tanto más como para asegurar que criaturas dé-
biles están siendo excluídas del Partido Interior y que miembros más ambiciosos del Partido exterior son hechos inofensivos permi-
tiendoles el que ellos se eleven dentro de la estructura.

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La mayoría se dotan entre ellos, quien podría posiblemente llegar a ser el núcleo de un descontento, son simplemente marcados por
la Policía del Pensamiento y eliminados. Pero este estado de los asuntos no es necesariamente permanente, ni es una cuestión de
principios. El Partido no es una clase en el viejo sentido del término. Este no tiene por objetivo transmitir el poder a sus propios
hijos, como tales; y si no hubiera algún otro modo de mantener a las personas más capaces en la parte superior de la estructura,
podría estar perfectamente preparado para reclutar una generación completamente nueva desde los rangos del proletariado. En los
años cruciales, el hecho de que el Partido no fuera un cuerpo hereditario hizo una gran parte del trabajo en neutralizar a la oposición.
Los viejos tipos de socialistas, los cuales habían sido entrenados para luchar contra lo que ellos llamaban "privilegios de clase",
asumieron que aquello que no puede ser hereditario no puede ser permanente. El no vió que la continuidad de una oligarquía no
necesita ser física, ni ‚l se detuvo en reflexionar que las aristocracias hereditarias siempre han sido de vida corta, mientras que
organizaciones adoptivas como la Iglesia Católica ha algunas veces durado por ciento o miles de años. La esencia del poder oligárqui
co no es una herencia padre-hijo, sino la persistencia de una cierta percepción del mundo y un cierto modo de vida, impuesto por los
muertos sobre los vivos. Un grupo dirigente es un grupo dirigente tan lejos como éste puede nombrar a sus sucesores. El Partido no
está interesado en perpetuar su sangre sino en perpetuarse a sí mismo.

Quien posea el poder no es importante, previsto que la estructura jerárquica permanezca siempre la misma.
Todas las creencias, hábitos, gustos, emociones, actitudes mentales que caracterizan a nuestro tiempo están realmente diseñados
para sostener la mística del Partido y para evitar que la verdadera naturaleza de la sociedad del día de hoy sea percibida. Rebelión
física, o cualquier movimiento preliminar hacia la rebelión, no es al momento presente posible. De los proletarios no se debe temer
nada. Déjeselos abandonados a sí mismos, ellos continuar de generación en generación y de centuria en centuria, trabajando,
alimentandose, y muriendo, no sólo sin ningún impulso de rebeldía, sino sin el poder de captar que el mundo podría ser otro
diferente del que ‚s. Ellos pueden llegar a ser peligrosos solamente si el avance de la técnica industrial hace necesario educarlos a
ellos m s elevadamente; pero, desde la rivalidad comercial y militar no es por m s tiempo importante, el nivel de educación popular
est actualmente declinando. Que opiniones las masas sostengan o no, es mirado como una cuestión indiferente. A ellos les puede
ser garantizada la libertad intelectual a consecuencia de que ellos no tienen intelecto. En un miembro del Partido, por otro lado, ni
aún la m s pequeña desviación de la opinión en la m s insignificante materia puede ser tolerada.

Un miembro del partido vive desde que nace hasta que muere bajo el ojo de la Policía del Pensamiento. Aún cuando él está sólo
el no puede estar seguro nunca de que está solo. Siempre y cuando el lo pueda estar, durmiendo o despierto, trabajando o descansan
do, en el baño o en la cama, el puede ser inspeccionado sin advertencia y sin saber que él está siendo inspeccionado. Nada de lo que
él haga es indiferente. Sus amigos, sus relajaciones, su comportamiento hacia su esposa o sus niños, la expresión de su rostro cuando
está solo, las palabras que el murmura cuando está dormido, aún los movimientos característicos de su cuerpo, todos son celosamen-
te escrutados. No sólo cualquier desliz, sino cualquier excentricidad, sin embargo, por pequeño que sea un cambio de sus hábitos,
cualquier nerviosa maniobra que pueda posiblemente ser síntoma de un esfuerzo interior, es ciertamente detectado. El no tiene liber
tad de elegir ninguna dirección cualquiera que fuere ésta. Por otro lado, sus acciones no están reguladas por ley o por algún código
claramente formulado de comportamiento. En Oceanía no hay ley. Pensamiento y acciones los cuales, cuando son detectados, signi
fican muerte segura no están formalmente prohibidos, y las interminables purgas, arrestos, torturas, aprisionamientos y vaporizacio-
nes no están infligidas como castigos por crímenes los cuales hayan sido efectivamente cometidos, sino son simplemente la desapari
ción de personas quienes quizá podrían cometer un crimen en algún momento en el futuro.

Un miembro del partido es requerido para tener no sólo la opinión correcta, sino los instintos correctos. Muchas de las creencias
Y actitudes demandadas de él no están nunca claramente establecidas, y no podrían estar establecidas sin plantear escasamente las
Contradicciones inherentes al IngSoc. Si una persona es naturalmente ortodoxa (en Neohabla, un bien-pensante), el en todas las
circunstancias sabrá sin tener que pensarlo, cu l es la verdadera creencia o la emoción deseable. Pero en cualquier caso un entrena-
miento mental elaborado, emprendido en la niñez y agrupado a sí mismo alrededor de las palabras en Neohabla crimenstop, Blanco
-negro, y doble-pensar, lo hacen a ‚l incapaz e inmotivado para pensar demasiado profundamente sobre cualquier materia que fuera.

En un miembro del Partido se espera que no tenga emociones privadas y no descanse en su entusiasmo. En el se está supuesto el
que vive en un continuo frenesí de odio a los enemigos extranjeros y los traidores internos, triunfos sobre victorias, y un auto-avasa
llamiento delante del poder y la sabiduría del Partido. Los descontentos producidos por su escasa e insatisfactoria vida son delibera
damente sacados hacia afuera y disipados por dispositivos tales como los Dos Minutos de Odio, y las especulaciones las cuales po-
drían posiblemente inducir a una actitud escéptica o de rebeldía son eliminados por adelantado por su disciplina interior temprana-
mente adquirida.

La etapa primera y m s simple en la disciplina, la cual puede ser enseñada aún a niños jóvenes, es llamado, en Neohabla,
crimenstop. El Crimenstop significa la facultad de detener prestamente como si fuera por instinto, a la erupción de cualquier
pensamiento peligroso. Esto incluye el poder de no captar analogías, de fallar en percibir errores lógicos, de malinterpretar los m s
simples argumentos si ellos son adversos al IngSoc, y de estar aburrido o repelido por cualquier entrenamiento del pensamiento
el cual sea capaz de conducir en una dirección her‚tica.
Crimenstop, en breve, significa una estupidez protectiva. Pero la estupidez no es suficiente. Por el contrario, ortodoxia en el Sen
tido completo demanda un control sobre los procesos mentales de uno mismo tan completo como el de un contorsionista sobre su
propio cuerpo. La Sociedad Oceánica descansa finalmente sobre la creencia de que el Gran Hermano es omnipotente y que el Parti-

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do es infalible. Pero desde que en realidad el Gran Hermano no es omnipotente y el Partido no es infalible, hay necesidad por un
incansable flexibilidad momento a momento en el tratamiento de los hechos.

La palabra clave aquí es BLANCO-NEGRO. Como tantas palabras de Neolengua, esta palabra tiene realmente dos significados
Mutuamente contradictorios. Aplicados a un oponente, esto significa el h bito de proclamar impúdicamente que lo negro es blanco,
en contradicción a los hechos m s simples. Aplicado a un miembro del partido, esto significa una voluntad leal de decir que lo negro
es blanco cuando la disciplina del Partido demanda esto. Esto significa la habilidad para creer que lo negro es blanco, y m s aún,
el de saber que lo negro es blanco, y para olvidar que uno ha siquiera creído lo contrario. Esto demanda una continua alteración del
pasado, hecho posible por el sistema de pensamiento sobre el cual realmente abraza todo el resto, y el cual es conocido en
Neolengua como DOBLEPENSAR.

La alteración del pasado es necesaria por dos razones, una de las cuales se subsidiaria, por así decirlo, precautoria. La razón subsi
diaria es que el miembro del partido, como el proletariado, tolera las condiciones del día de hoy parcialmente a consecuencia de que
el no tiene standares de comparación. El debe cortar con el pasado, justo como el debe estar desconectado de los países extranjeros,
a consecuencia de ésto es necesario para él creer que se está mejor ahora que lo que estuvieron sus antecesores y que el nivel prome
dio de confort material está constantemente elevándose. Pero por mucho más la más importante razón para el reajuste del pasado es
por la necesidad de salvaguardar la infalibilidad del Partido. Esto no es meramente que los discursos, estadísticas, y registros de to-
do tipo debe ser constantemente llevados a actualización a fin de mostrar que las predicciónes del Partido fueron correctas en todos
los casos.

Esto es también para justificar que ningún cambio de doctrina o en el alineamiento político puede ni siquiera ser admitido.
Porque cambiar la mente de alguien, o aún la política de alguno, es una confesión de debilidad. Si, por ejemplo, Eurasia o Eastasia
(cualesquiera que ésta pueda ser) es el enemigo hoy, entonces ese país debe siempre haber sido el enemigo, y si los hechos dicen lo
contrario, entonces los hechos deben ser alterados. De ese modo la historia está continuamente siendo reescrita. Esta falsificación
día-a-día del pasado, llevada a cabo por el Ministerio de la Verdad, es tan necesaria para la estabilidad del r‚gimen como el
trabajo de represión y espionaje llevado a cabo por el Ministerio del Amor.

La mutabilidad del pasado es el punto central de Ingsoc. Los hechos pasados, es arguído no tienen existencia objetiva, empero
Sobreviven solamente escritos en registros y en la memoria humana. El pasado es cualquier cosa en que los registros y la memoria
est n de acuerdo. Y desde que el Partido están en completo control de todos los registros, y en igualmente completo control de las
mentes de sus miembros, se sigue que el pasado es cualquier cosa que el Partido elige hacer a éste. De esto también se sigue que el
pasado es alterable, éste nunca a sido alterado en ningún caso específico. Para cuando éste ha sido recreado en cualquier forma que
sea necesario al momento, entonces esta es la nueva versión del pasado, y ningún pasado diferente puede ni siquiera haber existido.
Este se mantiene bueno aún cuando, como tan frecuentemente pasa, el mismo evento ha sido alterado hasta ser sacado fuera de todo
reconocimiento varias veces en el curso de un año. En todos los tiempos el Partido está en posesión de la Absoluta verdad, y clara-
mente el absoluto no puede nunca haber sido diferente de lo que es ahora.

Se ver que el control del pasado depende del control...

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CAPITULO
III

LA GUERRA ES
LA PAZ
El deslizamiento del mundo en tres grandes superestados fué un evento el cual pudo, y verdaderamente lo fué, previsto antes de la
mitad del siglo XX. Con la absorción de Europa por Rusia y el Imperio Británico por los Estados Unidos, dos de las tres potencias
existentes, Eurasia y Oceanía, estaban ya existiendo efectivamente. La tercera Eastasia, solamente emergió como una unidad distinta
después de otra década de confusa lucha. Las fronteras pertenecientes a los tres superestados son en algunos lugares arbitrarias, y en
otros ellas fluctúan de acuerdo a la fortuna de la guerra, pero en general ellas siguen lineas geográficas. Eurasia comprende toda la
parte norte de las grandes masas de tierras del Norte de Europa y Asia, desde Portugal hasta el Estrecho de Behring.
Oceanía comprende las Américas, Las Islas Atlánticas incluyendo las Islas Británicas, Australasia, y la porcion sur de Africa.
Eastasia, más pequeña que las otras y con fronteras occidentales menos definidas, comprende China y los países al sur de éste, las
Islas Japonesas y una grande pero fluctuante porción de Manchuria, Mongolia y el Tibet.

En una combinación u otra, estos tres superestados están en guerra permanente, y lo han estado así por los pasados 25 años. La
Guerra, sin embargo, no es por m s tiempo el desesperado, aniquilante esfuerzo que ésta era en las primeras décadas del siglo XX.
Es un estado de guerra con objetivos limitados entre combatientes quienes son incapaces de destruirse los unos a los otros, no tenien
do ninguna causa material por la que luchar, y no estando divididos por alguna diferencia ideológica genuina.
Esto no es para decir que ya sea la conducta en la guerra, o la actitud prevaleciente hacia ésta, haya llegado a ser menos sedienta de
sangre o m s caballerosa. Por el contrario, la histeria guerrera es continua y universal en todos los países, y actos tales como viola-
ción, saqueos, la matanza de niños, la reducción de poblaciones enteras a la esclavitud, las represalias contra los prisioneros las cua-
les se extienden aún a hervirlos y quemarlos vivos, son vistas como normales y, cuando ellas son cometidas por el propio lado y no
por el enemigo, meritorias. Pero en un sentido físico la guerra hoy en día involucra muy pequeño número de personas, mayormente
especialistas altamente entrenados, y produce comparativamente pocas bajas. La lucha, cuando hay alguna, tiene lugar en las vagas
fronteras cuyos alrededores el hombre promedio puede solamente adivinar, o alrededor de las Fortalezas Flotantes las cuales guardan
Puertos estratégicos en los mares de tránsito.

En los centros de la civilización la guerra no significa mucho m s que un continuo acortamiento de las mercaderías de consumo, y
el ocasional estallido de una bomba cohete la cual puede producir una pocas bajas en muertos. La guerra en efecto ha cambiado su
caracter. M s exactamente, las razones por las cuales la guerra es emprendida han cambiado en su orden de importancia. Motivos
los cuales estaban ya presentes en alguna pequeña extensión en las grandes guerras de principios del siglo XX han ahora llegado a
ser dominantes y son conscientemente reconocidas y sobre las que se actúa.

Para comprender la naturaleza de la guerra presente – porque pese al reagrupamiento el cual se produce cada pocos años, esta es
siempre la misma guerra - uno debe descubrir en primer lugar que ésta es imposible el que sea decisiva. Ninguno de los tres superes
tados podría ser definitivamente conquistado ni aún por los otros dos en combinación. Ellos están demasiado igualmente empareja-
dos, y sus defensas naturales son muy formidables. Eurasia está protegida por sus vastos espacios terrestres. Oceanía por el ancho
del Atlántico y del Pacífico, Eastasia por la fecundidad y laboriosidad de sus habitantes. Segundo, no hay por más tiempo, en un
sentido material, nada acerca por lo cual luchar.

Con el establecimiento de Economías autárquicas, en las cuales la producción y el consumo están engranadas una a otra, el esta
llido de los mercados lo cual era la causa principal de las guerras previas ha llegado a un fin, mientras que la competencia por mate-
rias primas no es por más tiempo una cuestión de vida o muerte. En cualquier caso, cada uno de los tres superestados es tan vasto
que estos pueden obtener casi todos los materiales que necesitarían dentro de sus propias fronteras. Tan lejos como la guerra tiene
un propósito económico directo, ésta es una guerra por fuerza de trabajo. Entre las fronteras de los superestados, y no permanente-
mente en la posesión de alguno de ellos, yace un grueso cuadril tero cuyas esquinas son Tanger, Brazzaville, Darwin y Hong Kong,
conteniendo casi un quinto de la población mundial. Es por la posesión de estas regiones densamente pobladas y el Polo Norte, que

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las tres potencias están constantemente esforz ndose. En la pr ctica ninguna potencia ni mucho menos controla el total del área
disputada. Porciones de ésta están constantemente cambiando de manos, y las oportunidades de capturar éste o ése fragmento por
un súbito cambio de amenaza es lo que dicta los interminables cambios de alineamiento.

Todos los territorios disputados contienen minerales valiosos, y algunos de ellos producen importante productos vegetales tales
como el caucho el cual en climas m s fríos es necesario sintetizar por m‚todos comparativamente m s caros. Pero por encima de todo
ellos contienen insondables reservas de trabajo barato. Cual sea que fuere la potencia que controle el Africa Ecuatorial, o los países
del Medio Oriente o el Sur de la India, o el Archipielago Indonesio, dispone también de los cuerpos de veintenas de cientos de millo-
nes de coolies de trabajo duro y moneda fácil. Los habitantes de estas áreas, reducidos más o menos abiertamente al status de escla-
vos, pasan continuamente de conquistador a conquistador, y son gastados en mucho como el carbón o el petróleo, para controlar más
fuerza de trabajo, para producir m s armamento, para capturar m s territorio, y así indefinidamente.

Deber ser notado que la lucha nunca realmente se mueve más allá de los bordes de las áreas disputadas. Las fronteras de Eurasia
fluyen de atrás hacia adelante entre las bases del Congo y los mares del norte del Mediterráneo; las Islas del Oceáno Indico y el Pací
fico están siendo constantemente capturadas y recapturadas por Oceanía o por Eastasia; en Mongolia la linea divisoria entre Eurasia
y Eastasia nunca es estable; alrededor del Polo las tres superpotencias ponen reclamos sobre enormes territorios los cuales en efecto
est n grandemente deshabitados y no explorados; pero el balance de las potencias permanece gruesamente parejo, y el territorio el
cual forma el territorio madre de cada superpotencia permanece siempre inviolable. M s aún el trabajo de las personas explotadas
alrededor del Ecuador no es realmente necesario para la economía mundial.
Ellas no añaden nada a la riqueza del mundo, desde que cual sea lo que ellos produzcan ser usado para propósitos de la guerra, y el
objeto de emprender una guerra es siempre para estar en mejor posición en la cual emprender otra guerra. Por su trabajo las poblacio
nes esclavas permiten que el tempoo del estado continuo de guerra sea acelerado. Pero si ellas no existieran, la estructura de la socie
dad mundial, y los procesos por los cuales ‚sta se mantiene a sí misma, podrían no ser esencialmente diferentes.

El objetivo primario del estado de guerra moderno (de acuerdo con los principios del DOBLEPENSAR, este objetivo es simultá
neamente reconocido y no reconocido por los cerebros directrices del Partido Interior) es usar los productos de la m quina sin elevar
el nivel standard de vida. Aún desde fines del siglo XIX, el problema de que hacer con el exceso de mercancías de consumo había
estado latente en la sociedad industrial. Al momento presente, cuando unos pocos seres humanos aún tienen apenas lo suficiente para
comer, este problema no es obviamente urgente, y esto pudo no haber llegado a ser así, aún si ningún proceso artificial de destruc-
ción hubiera estado en funcionamiento. El mundo de hoy es un lugar desvastado, hambriento, dilapidado comparado con el mundo
que existía antes de 1914, y todavía más si se lo compara con el futuro imaginario al cual las personas de ese período preveían para
adelante. A principios del siglo XX, la visión de una sociedad futura increíblemente rica, lujosa, ordenada y eficiente - un mundo
brillante y antiséptico de vidrio y acero de concreto blanco como la nieve - era parte de la conciencia de casi toda persona ilustrada.
La Ciencia y la Tecnología estaban desarrollándose a una prodigiosa velocidad, y parecía natural asumir que ellas podrían continuar
desarrollándose. Esto falló en que sucediera, parcialmente a consecuencia del empobrecimiento causado por una larga serie de gue-
rras y revoluciones, parcialmente a consecuencia de que el progreso científico y técnico dependía de un h bito empírico de pensa-
miento, el cual no podía sobrevivir en una sociedad estrictamente regimentada.
Como un conjunto el mundo es hoy más primitivo que lo que era éste unos cincuenta años hace. Ciertas áreas retrasadas han
avanzado, y varios dispositivos, siempre en alguno modo conectadas con la guerra y el espionaje policial, han sido desarrollados,
pero la experimentación y la invención han sido grandemente detenidos, y las destrucciones de la guerra atómica de los años cincuen
ta nunca han sido totalmente reparadas. Pese a esto los peligros inherentes a la máquina están todavía allí. Desde el momento en que
la m quina hizo su primera aparición fué claro para todas las personas pensantes que la necesidad para tráfago penoso de la vida
humana, y por ello en una gran extensión para la desigualdad humana, había desaparecido. Si la m quina fuera usada deliberadamen
te para ese fin, el hambre, el sobretrabajo, la suciedad, el analfabetismo y la enfermedad podrían ser eliminadas en el lapso de unas
pocas generaciones. Y en efecto, sin ser usada para tales propósitos, pero por una especie de automático proceso - produciendo rique
za la cual era algunas veces imposible de no distribuir - la m quina hizo elevar el nivel del standard de vida del ser humano promedio
muy grandemente sobre un período de casi cincuenta años a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

Pero fu‚ tambi‚n claro que un incremento completo en la riqueza amenazaba la destrucción - verdaderamente, en algún sentido
era la destrucción - de una sociedad jerárquica. En un mundo en el cual todas las personas deberían trabajar pocas horas, tener lo
suficiente para comer, vivir en una casa con baño y un refrigerados y poseer un carro o incluso un avión, las m s obvias y quizás más
importantes formas de desigualdad podrían haber ya desaparecido. Si esto alguna vez llegara a ser general, la riqueza podría no con
ferir ninguna distinción. Si era posible sin duda, imaginar una sociedad en la cual la riqueza, en el sentido de posesiones personales
y lujos, pudiera ser igualmente distribuída, mientras que el poder permaneciera en las manos de una pequeña privilegiada casta. Pero
en la práctica una sociedad tal no sería largamente estable. Porque si el placer y la seguridad fueran disfrutados por todos por igual,
las grandes masas de seres humanos quienes normalmente están estupidizadas por la pobreza podrían llegar a ser ilustradas y podrían
aprender a pensar por sí mismos; y cuando una vez ellos lo hayan hecho, ellas podrían mas pronto que tarde descubrir que la minoría
privilegiada no tenía ninguna función, y ellos serían borrados para siempre.

Al final de la carrera, una sociedad jerárquica era solamente posible sobre una base de pobreza e ignorancia. Pero regresar al
basado agrícola, como algunos pensadores alrededor de principios del siglo XX soñaron con hacer, no era una solución práctica.

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Esto estaba en conflicto con la tendencia hacia la mecanización la cual había llegado a ser casi instintiva a trav‚s de casi todo el
mundo entero, y m s aún, cualquier país el cual permaneciera industrialmente retrasado estaba indefenso en un sentido
militar y estaba propenso a ser dominado, directa o indirectamente por sus rivales m s avanzados.

Ni era una solución satisfactoria mantener a las masas en la pobreza restringiendo la producción de mercancías. Esto pasó en una
gran extensión durante la fase final del capitalismo, gruesamente entre 1920 y 1940. A la economía de muchos países se les permitió
estancarse, terrenos fueron sacados fuera de cultivo, equipamiento de capital no fu‚ añadido a, grandes bloques de la población fue-
ron impedidas de trabajar y mantenidas semi-vivas por la caridad del Estado. Pero, esto, también, involucraba debilidad militar, y
desde que las privaciones que ésto inflingía eran obviamente innecesarias, hacía la oposición inevitable. El problema era como man-
tener las ruedas de la industria girando sin incrementar la riqueza real del mundo. Las mercancías deben ser producidas, pero ellas
no necesitan el ser distribuídas y en la práctica el único modo de alcanzar esto es por medio de un estado continuo de guerra.
El acto esencial de la guerra es la destrucción, no necesariamente de vidas humanas, cuanto de productos del trabajo humano. La
Guerra es un modo de reducir a pedazos, o de lanzar a la estratósfera, o de hundir en las profundidades de los mares, materiales los
cuales de otro modo podrían ser usados para hacer a las masas demasiado confortables y desde aquí, en el final de la carrera, dema-
siado inteligentes. Aún cuando las armas de la guerra no sean realmente destruídas, su manufactura es todavía un modo conveniente
de gastar fuerza de trabajo sin producir nada que pueda ser consumido. Una Fortaleza Flotante, por ejemplo, ha encerrado dentro de
sí una cantidad de trabajo que podría servir para construir varias naves de carga. Finalmente esta es desguazada por obsoleta, sin
haber nunca llevado algún beneficio material a nadie, y con aún m s enorme fuerza de trabajo otra Fortaleza Flotante es empezada a
construir. En principio el esfuerzo de la guerra está siempre planificado para devorar cualquier exceso que pudiera existir después de
satisfacer las escasas necesidades de la población. En la práctica las necesidades de la población están siempre subestimadas, con el
resultado que hay un crónico acortamiento de la mitad de las necesidades de vida; pero esto es visto como una ventaja. Es una
política deliberada mantener aún a los grupos favorecidos en algún lugar cerca al borde de la necesidad; a consecuencia de que un
estado general de escasez incrementa la importancia de pequeños privilegios y así magnifica la distinción entre un grupo y otro.
Para los standares de principios del Siglo XX, aún un miembro del Partido Interior lleva un tipo de vida austero, laborioso. Pese a
esto, los pocos lujos de que el disfruta – su gran departamento bien amoblado, la mejor textura de sus ropas, la mejor calidad de su
alimento y bebida y tabaco, sus dos o tres sirvientes, su auto privado o helicoptero - lo ponen a él en un mundo diferente del de un
miembro del Partido Exteriro, y los miembros del partido Exterior tienen una ventaja similar en comparación con las masas
sumergidas a quienes nosotros llamamos "los proles". La atmósfera social es la de una ciudad
asediada, donde la posesión de un pedazo de carne de caballo hace la diferencia entre la riqueza y la pobreza. Y al mismo tiempo
las consecuencias de estar en guerra, y por ello en peligro, hace posible el entregar todo el poder a una pequeña casta aparentemente
natural, inevitable condición de supervivencia.
La Guerra, ser visto, no sólo satisface la necesaria destrucción, sino satisface a ésta en un modo sicológico aceptable. En princi-
pio podría ser simplemente simple consumir el exceso de trabajo del mundo construyendo templos y pirámides, cavando huecos y
llenándolos de nuevo otra vez, o aún produciendo vastas cantidades de mercaderías y luego ponerles fuego a ellas. Pero esto podría
proporcionar sólo la base económica y no emocional para una sociedad jerárquica. En lo que se está interesado aquí no es en la
moral de las masas, cuya actitud es sin importancia tan lejos como ellas sean mantenidas constantemente en el trabajo, sino la moral
del Partido mismo. Aún del más humilde miembro del Partido se espera que sea competente, industrioso, y aún inteligente dentro de
estrechos límites, pero también es necesario que el sea un crédulo e ignorante fan tico cuyos modos prevalecientes sean el temor,
odio, adulación y un orgiástico triunfo. En otras palabras es necesario que la guerra está realmente sucediendo, y desde que, no
ninguna victoria decisiva es posible, no hay problema si es que ésta va bien o mal. Todo lo que es necesario es que el estado de
guerra exista. El deslizamiento de la inteligencia la cual el Partido requiere de sus miembros, y el cual es más fácilmente de ser
alcanzado en una atmósfera de guerra, es ahora casi universal, pues mientras m s alto se escala en los rangos, m s marcada llega a ser
‚sta. Es precisamente en el Partido Interior que la histeria de la Guerra y el odio al enemigo es m s fuerte. En su capacidad como un
administrador, es frecuentemente necesario para un miembro del Partido Interior saber que este o ese item de las noticias de la guerra
son falsos, y el puede estar frecuentemente consciente que la guerra entera es espuria y que o no está sucediendo realmente o que est
siendo emprendida para propósitos ampliamente diferentes que los declarados; pero tal conocimiento es fácilmente de ser neutraliza
do por la técnica del DOBLEPENSAR. Mientras tanto ningún miembro del Partido Interior duda por instante en su mística creencia
que la guerra es real, y que ésta está enlazada a un final victorioso, con Oceanía como el indisputado dominador del mundo entero.

Todos los miembros del Partido Interior creen en esta conquista venidera como un artículo de F‚. Esta ha de ser alcanzada ya sea
por la adquisición de m s y m s territorio y de ese modo la construcción de una preponderancia abrumadora de poder, o por el descu
brimiento de algúna nueva e incontrastable arma. La búsqueda por nuevas armas continúa incesantemente, y es una de las muy pocas
actividades todavía remanentes en las cuales el tipo de mente inventiva o especulativa puede todavía encontrar alguna salida. En
Oceanía al momento presente, la Ciencia, en el viejo sentido, ha casi cesado de existir. En Neolengua no hay una palabra para
"Ciencia". El método empírico del pensamiento, sobre el cual todos los éxitos del pensamiento del pasado estaban fundados, es
opuesto a los más fundamentales principios de IngSoc. Y aún el progreso tecnológico sólo se produce cuando sus productos pueden
en algún modo ser usados para la disminución de la libertad humana. En todas las artes de utilidad el mundo está ya sea todavía
detenido o marchando hacia atrás. Los campos son cultivados con arados de caballos mientras que los libros son todavía escritos
con maquinarias.
Pero en materias de vital importancia - se entiende, en efecto, guerra y espionaje - la aproximación empírica es todavía alentada, o
al menos tolerada. Los dos objetivos del Partido son conquistar la superficie entera de la tierra y extinguir de una vez y para siempre
toda posibilidad de pensamiento independiente. Hay para ello dos grandes problemas a los cuales el Partido está interesado en

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resolver. Uno es como descubrir, contra su voluntad, que otro ser humano está pensando, y el otro es como matar varios cientos de
millones de personas en unos pocos segundos sin dar una advertencia previa. Tan lejos como la investigación científica continúa,
este es su problema cuestión. Los científicos de hoy son ya sea una mezcla de sicólogo e inquisidor, estudiando con extraordinaria
minuciosidad el significado de las expresiones faciales, gestos, y tonos de voz, y probando los efectos productores de verdad de
diferentes drogas, terapias de schock, hipnosis, y tortura física; o el es un químico, cirujano, o biólogo interesado solo con tales
ramas de su materia especial tales como las que son relevantes para arrancar la vida. En los vastos laboratorios del Ministerio de la
Paz, y en las estaciones experimentales ocultas en los bosques del Brasil, o en los desiertos australianos, o en perdidas islas del
Antartico, los equipos de expertos están infatigablemente en el trabajo. Algunos están interesados simplemente con la planificación
logística de futuras guerras; otros diseñan bombas cohetes cada vez más y más grandes, más y más explosivos más poderosos, y más
m s superficies acorazadas impenetrables; otros buscan por nuevos y más mortales gases, o por venenos solubles capaces de ser
producidos en tales cantidades como para destruir la vegetación de un continente entero, o por semillas de gérmenes de enfermeda-
des inmunizadas contra todos los posibles anticuerpos; otros se esfuerzan por producir un vehículo que abra su camino en el suelo
como un submarino bajo el agua, o un aereoplano tan independiente de su base como una nave de navegar; otro exploran aún las m s
remotas posibilidades tales como enfocar los rayos del sol a través de lentes suspendidos a miles de kilómetros en el espacio, o
producir terremotos artificiales y olas gigantes destapando el calor del centro de la tierra.

Pero ninguno de esto proyectos ni aún se acerca algo m s cerca de su realización, y ninguno de los tres superestados aún gana un
Significativo liderazgo sobre los otros dos. Lo que es más remarcable es que las tres superpotencias poseen, en la bomba atómica,
un arma de lejos mucho m s poderosa que cualquiera que sus presentes investigaciones vaya probablemente a descubrir. Aunque el
partido, de acuerdo a sus hábitos reclama la invención de la misma, las bombas atómicas aparecieron por primera vez a principios de
los cincuenta, y fueron usadas en gran escala casi unos diez años después. En ese tiempo algunos cientos de bombas fueron lanzadas
sobre centros industriales, principalmente de Rusia Europea, Europa occidental, y Norte América. El efecto fué convencer a los gru
pos dirigentes de todos los países que unas pocas bombas atómicas más podrían significar el fin de la sociedad organizada, y a partir
de ello de su propio poder. Por ello, aunque ningún acuerdo formal fu‚ tomado o señalado, no volvieron a ser lanzadas las bombas.
Todas las tres super-potencias simplemente continuaron produciendo bombas atómicas y almacenádolas a ellas contra la decisiva
oportunidad en al cual ellos todos creen vendrán más pronto o más tarde. Y mientras tanto el arte de la guerra ha permanecido casi
estacionario por treinta o cuarenta años. Helicópteros son más usados que los que ellos lo fueron primeramente, el bombardeo desde
aviones ha sido grandemente reemplazado por proyectiles auto-propulsados, y las frágiles y movibles naves de combate han sido
reemplazadas por las casi insumergibles fortalezas flotantes; pero cualquier otro desarrollo ha sido muy débil. El tanque, el subma
rino, el torpedo, la ametralladora y aún el rifle y la granada de mano están todavía en uso. Y pese a las interminables matanzas
reportadas en la prensa y en la telepantalla, las desesperadas batallas de las guerras anteriores, en las cuales cientos o aún millones de
hombres eran frecuentemente matados en pocas semanas, nunca se han vuelto a repetir.

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