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Recalculando, por Gerardo Arenas

La reciente publicación de Sutilezas analíticas, de Miller, nos permite pensar la praxis que se

deduce de la última enseñanza de Lacan, pues obliga a revisar tanto sus fundamentos como su

orientación. Si este curso fuese nuestro GPS, su mensaje sería: recalculando.

En 1999, Miller señala que las dos consignas que él mismo se dio para evitar el dogmatismo

amenazante tras la muerte de Lacan fueron Lacan en bloque y Lacan contra Lacan,1 o sea, no

privilegiar partes de su enseñanza en desmedro de otras, y hacer de Lacan el primer crítico de su

doctrina. Poco después observa que, pese a eso, durante veinte años dejó de lado la última

enseñanza de Lacan.2 De ahí en más, la explora con osadía creciente, y en Sutilezas analíticas

extrae las radicales consecuencias que se desprenden de ella. Quiero destacar cuáles son, a mi

entender, las líneas de fuerza de esas consecuencias.

El término sutileza designa el modo de aprehensión de lo singular en el sentido de Pascal, 3 y si bien

lo singular es el eje de este curso, desde el primer capítulo se aclara que el objetivo es examinar el

estatuto de la praxis analítica “con la ayuda del agujero que hay entre la estructura y la

contingencia”, es decir, entre la tríada matema/saber/concepto y la tríada sutileza/saber-

hacer/singularidad.4

El giro de Miller es notorio en el capítulo II, que modifica la orientación del psicoanálisis. La

experiencia analítica se define allí por primera vez en función de la brújula de lo singular y sin

referencia a lo real; el deseo del analista se caracteriza pues como el de “dar lugar a lo singular”

mediante sutilezas, y el pase mismo se concibe como una “captura” de lo singular. 5 El lector de

Sutilezas podría creer que localizar lo singular en el goce, como lo hace Miller,6 reintroduce la

consabida orientación por lo real, pero le bastará leer el resto del curso para notar que en él, también

por primera vez, se introduce una brecha entre el goce y lo real.7

1
Jacques-Alain Miller, Donc. La lógica de la cura, Buenos Aires, Paidós, 2011, cap. VIII.
2
Jacques-Alain Miller, El lugar y el lazo (en vías de publicación), cap. VI.
3
Jacques-Alain Miller, Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2011, pp. 27, 247.
4
Ibíd., pp. 30, 32, 33, 247.
5
Ibíd., pp. 36, 40-41.– Cf. Gerardo Arenas, En busca de lo singular, Buenos Aires, Grama, 2010, cap. 25.
6
Ibíd., p. 37.
7
Ibíd., p. 192 y cap. XVIII.– Por ejemplo, cuando dice que lo real puede mentir, mientras que el goce no.

1
Los capítulos IV y V explican que al final de su enseñanza Lacan ya no sitúa lo singular en el objeto

a, sino en el sinthome que ex-siste al inconsciente. Y las primeras consecuencias se extraen en el

capítulo VI, que nos inculca que la orientación lacaniana debe entenderse como orientación por lo

singular,8 que este se localiza en el sinthome, y que por ende no toca al analista el lugar de objeto a,

sino el lazo del sinthome.9 Esto tiene “consecuencias sobre la práctica”, acota Miller.10

Si bien recuerda su viejo eslogan de la “orientación hacia lo real”, que hacía del objeto a la mira de

la experiencia analítica, luego dice que “lo que el concepto de sinthome invalida” no es el objeto a,

pero sí “la orientación que le dio origen”.11

Esto obliga a profundizar nuestra noción de lo real, cuyo campo debe dividirse en dos: un real

imposible y universal, y otro real contingente y singular. El capítulo IX de Sutilezas consuma esa

división. A “lo real como imposible” –que es “lo real visto desde el punto de vista del orden

simbólico” y que, con respecto a este (que lo domina), solo se inscribe “en negativo”–,12 opone un

real abstraído del orden simbólico y “más contingente que imposible”, un real que domina lo

simbólico y que es concebible como una positividad. 13 La primera conclusión de esto es que la

última enseñanza de Lacan es “una revisión radical de su punto de partida y de lo que significó ser

lacaniano durante decenios”.14 La segunda es que “todos los presupuestos” del pase del ’67 deben

ser “evaluados, sacudidos, cuestionados, y en cierto sentido destruidos”.15

Desde comienzos de siglo Miller siguió paso a paso el gesto final con el cual Lacan quitó el objeto

a del sitio preferencial que él mismo le otorgara en los ’60. Al finalizar esa clase IX de Sutilezas,

extrae la consecuencia mayor que de ello se sigue para la praxis analítica: “es en vano que se

busque el objeto causa, el a como la verdad del propio goce”.16

De esto no se concluye, como reza el equívoco título del capítulo XIII, que se terminó entonces el

8
Ibíd., pp. 99, 105-107.– Lo dice siete veces en cinco hojas.
9
Ibíd., pp. 100, 107.
10
Ibíd., p. 107.
11
Ibíd., pp. 116, 120.– El subrayado es nuestro.
12
Ibíd., pp. 141, 157.
13
Ibíd., pp. 142, 157, 260.
14
Ibíd., p. 146.
15
Ibíd., p. 159.
16
Ibíd., p. 180.

2
pase. Miller es sobrio al respecto, pero aun así no deja de subrayar que la última enseñanza de

Lacan exige “un cambio de perspectiva”, que este cambio implica orientarse por lo singular, y que

lo singular se sitúa en el sinthome y no ya en el objeto a (que “no es más que algo vacío”, “incapaz

de capturar la experiencia del goce”). En suma, dice, “esto obliga a bajar el tono a ese momento de

la experiencia que Lacan llamaba pase, donde lo esencial tenía lugar a nivel del fantasma”.17

No en vano el último capítulo de este curso se centra en la noción de abyección y en el escrito que

Jouhandeau le dedica –verdadero tratado sobre la singularidad. Miller cita el párrafo donde se la

define así: “una voluptuosidad que soy el único en conocer, sólo ella me libra ‘mi placer’ [y] me es

imposible renunciar a ella”.18 Por mi parte, ampliaré la cita para señalar que, cuando Jouhandeau

dice que “cualquier hombre tiene derecho a su enfermedad”, se refiere con esto a un vicio

singular,19 incluso comparable a una adicción, según Miller.20 Esta referencia sirve pues para

“pensar el pase a nivel del sinthome” en términos de “la afirmación de su singularidad” por parte

del sujeto.21 Y Miller subraya que debemos entonces entender que la última enseñanza de Lacan

implica “un giro, una ruptura [y] una inversión” que transforman la praxis analítica.22

La última conclusión de Miller es que, si bien “no hay atravesamiento del fantasma”, es posible

definir un “pase del sinthome”, ya no en función del fantasma y de lo real, sino en términos de

“querer el eterno retorno de la propia singularidad en el goce”.23

Adiós pues al imperativo que impulsaba a construir el fantasma, atravesarlo y reducir el SsS al a.

Más bien hay que localizar con qué sinthome hace pareja el parlêtre y crear una “nueva alianza”

entre ambos,24 que permita a éste arreglárselas dignamente con aquel. El pase del sinthome sería

pues narrar la hystoria de amor, deseo y goce que posibilitó esa alianza con lo singular.

17
Ibíd., pp. 234, 246, 252, 260.
18
Ibíd., pp. 293-294.– Cf. Marcel Jouhandeau, De la abyección, Barcelona, El Cobre, 2006, pp. 29-30.
19
Jouhandeau, op. cit., p. 67.
20
Miller, op. cit., p. 302.
21
Ibíd., p. 294.
22
Ibíd., pp. 296-297.
23
Ibíd., p. 303.
24
Ibíd., p. 232.

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