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LA LUNULA DEL CIEC

LATA DE SARDINAS
NOV 2010

http://www.cieccordoba.com.ar/lunula/leermas17.html
OBJETOS EXTRANJEROS OBEJTOS INMATERIALES

¿por qué Lacan incluye la voz y la mirada en la serie de los objetos freudianos? (1)
Por Marie-Hélène Brousse
   
 En el psicoanálisis, el objeto aparece en expresiones que inmediatamente muestran que se trata de algo que  
podría considerarse inédito. Por ejemplo, la expresión “relación de objeto” o la expresión “elección de objeto”, que
es una de las dos vertientes del Edipo freudiano. Se trata, entonces, de objetos con los que podemos decir que
se tienen relaciones, lo que implica que no estamos en el campo de la utilidad.
Durante años, Lacan sostuvo una crítica asidua hacia la noción de relación de objeto. Esencialmente, con
respecto a la ambición presente en el psicoanálisis de encarar al objeto como un todo. Su posición consistía en
plantear que todo objeto es parcial, todo objeto es una parte, y no es poniéndolos todos juntos como se obtiene
un objeto completo e ideal. Esta última era la posición de los partidarios de la relación de objeto que pretendían
demostrar que el objeto de amor en juego en la relación genital, resumía y estaba construido como el arreglo de
todos los objetos parciales.
Otra expresión que permite pensar en qué consiste un objeto desde el psicoanálisis, es la expresión freudiana
fundamental de objeto perdido. Digamos, rápidamente, que este es el paradigma del objeto psicoanalítico. En
psicoanálisis, cuando se habla de objeto, se habla de un objeto perdido. Y en este seminario, Lacan opone
objetividad con otro término que inventa: “objetalidad”. Ubica la objetividad del lado de los objetos exteriores, de
los objetos que están en el espacio, y la objetalidad para definir estos raros objetos que están perdidos desde el
comienzo. Por lo tanto, solo tenemos acceso a ellos a través de representaciones o huellas.
Freud elaboró una primera lista de estos objetos, una lista de tres más dos –el pecho, el excremento, el falo, a los
que agregó, como una subcategoría, el dinero y el niño– que delimitan cinco tipos de pérdidas, cinco objetos
pulsionales. Esta lista fue desarrollada e historizada por Karl Abraham, quien estableció la correspondencia de
cada uno de estos objetos perdidos con un estadio del desarrollo. Ligó los objetos a un desarrollo pulsional que
supuestamente finalizaba en la pulsión genital. Era una manera de civilizar al niño perverso polimorfo freudiano.
Ahora bien, Lacan retoma la lista freudiana y le agrega otros dos, aún más bizarros que los anteriores. Cosas a
las que nunca, antes de Lacan, se las había nombrado como objetos: la voz y la mirada. Se aleja,
verdaderamente, de lo que comúnmente se llama objeto. Toma como hilo conductor la idea de que cuanto más
bizarros son estos objetos, tanto más manifiestan la especificidad de los objetos lacanianos, y añade otros, como
la placenta y las membranas embrionarias. Veremos qué hace con esto.

En primer lugar, definiremos al objeto lacaniano como tal; luego, precisaremos las características de la mirada y
de la voz en tanto objetos libidinales y daré algunos ejemplos clínicos de la localización de estos objetos en el
análisis.
El hecho de que los ubique en una lista implica que tienen al menos un punto en común, y ese punto en común –
Lacan explicará– es su función. Construye la idea de que existe para un sujeto hablante una función objeto. Una
función que designa el término que creó: objeto a. Dice Lacan: “Este objeto, lo designamos con una letra. Tal
notación algebraica tiene su función. Es como un hilo destinado a permitirnos reconocer la identidad del objeto en
las diversas incidencias en las que se nos manifiesta” (2). Entonces, se trata de la misma función, pero aparece en
formas fenoménicas diferentes. “La notación algébrica algebraica tiene precisamente la finalidad de darnos una
localización pura de la identidad ya que hemos planteado que la localización mediante una palabra es siempre
metafórica…”. Me detengo aquí para precisar que Lacan utiliza la notación algebraica  a para evitar los
significantes y las oleadas de significados que éstos vehiculizan, ya que la palabra tiene siempre un sentido
metafórico, es decir, un sentido propio y un sentido figurado. Tomen por ejemplo el pecho. Bueno, el pecho quiere
decir el pezón, el corazón, un espacio privilegiado, el alimento, quiere decir muchas cosas. De ese modo,
llamándolo objeto a termina con la metáfora. Lo mismo para el excremento, se utiliza mucho la mierda, en francés
hay toda una serie de derivadas que permiten metaforizar la mierda. En cuanto al falo, cualquier cosa toma el
sentido fálico. Por ejemplo, esta botella erecta: es suficiente que yo la metaforice para que devenga un falo.
Entonces, ustedes comprenden por qué Lacan decidió denominarlo como objeto a. Una máquina para combatir
las metáforas y las significaciones. Sin embargo, en este seminario el objeto, al ser una función no por ello es
menos sustancia. Este es el seminario en el que Lacan toma más apoyo de la biología. Hay muchas referencias a
la biología que muestran que el objeto es una función que implica el funcionamiento biológico; es la articulación
de la pulsión con lo biológico.

La otra tesis de este seminario, sobre la cual no voy a entrar en detalles pero que es fundamental, es que sólo
tenemos acceso a estos objetos, estos objetos a, de un modo indirecto y que la vía de acceso más segura es la
angustia. ¡Hay una guía clínica al respecto en este seminario! Cada vez que ustedes se angustian, –no digo
cuando tienen miedo porque en ese caso ustedes saben a qué le tienen miedo– no pueden decir qué los
angustia; y bien, siempre hay un objeto detrás. Les doy una indicación clínica: cuando se angustien, busquen el
objeto. Y verán cómo eso cae.
Y bien, vayamos ahora a una definición lacaniana de este objeto. Quizás el punto más importante es la idea de
que este objeto es una parte de nuestra carne, un pedazo de cuerpo, del nuestro y no del cuerpo del Otro; que es
un pedazo, por lo tanto, una parte y que jamás formaría un conjunto, que es un objeto escondido, separado,
inerte, y si decimos sacrificado es darle ya una significación. Lacan lo define de la siguiente manera: es lo que
sobrevive a la división en el campo del Otro debido a la presencia del sujeto. Cuando ustedes nacen, no son
todavía un sujeto hablante, son un individuo, un organismo y un cuerpo, pero no todavía un ser hablante.
Comienzan a serlo cuando usan la palabra. Es decir, cuando se agarran de las palabras y los significantes para
reenviarlos al Otro. Pero, naturalmente, estos significantes les vienen primero del Otro. Cuando se instala este
proceso y ustedes entran en relación con los Otros del lenguaje, en ese momento, pierden un pequeño pedazo,
un pedacito de cuerpo, un poco de satisfacción y esto es el objeto.
Voy a darles algunos ejemplos clínicos de este objeto extraído del cuerpo: un ejemplo de la psicopatología de la
vida cotidiana y el otro del cine. Cuando se va al baño a arreglarse, en particular las mujeres, nos peinamos.
Nuestro cabello es relativamente importante para nuestra imagen, lo amamos o no lo amamos, lo queremos
cambiar, lo teñimos, lo cortamos, le hacemos rulos, lo alisamos, en fin, nos ocupamos del cabello. Pero, de
hecho, cuando uno se peina, los pelos caen en la pileta y francamente eso no gusta para nada. Yo lo encuentro
asqueroso, se queda en la rejilla de la pileta y se vuelve pegajoso. En fin, el objeto  a es eso, es el pelo una vez
que ha caído de la cabeza de ustedes. Es eso asqueroso en la rejilla de la pileta, un resto. O el pelo que se corta
y se transforma en un postizo, un artificio que se puede usar cuando uno se casa –en los casamientos, si las
novias quieren tener mucho cabello se permiten un postizo– y eso es más bien agalmático hasta que se lo sacan;
cuando se lo sacan, se transforma en algo terrible, no es una linda experiencia. Entonces, el objeto a es eso: un
trozo que se va.
Me encantan los filmes de guerra. Hay uno que es increíble: Buscando al soldado Ryan. Especialmente la
primera escena, la del desembarque, que es excepcional. Allí se muestra el desmembramiento del cuerpo, algo
inaudito. En un momento dado, vemos un soldado caído que mira a su lado un brazo y es el suyo, excepto que no
está conectado con su cuerpo. Es su propio brazo que lo toma con la otra mano. Ese es el objeto  a. Es el pedazo
de ustedes que ya no forma parte de ustedes. Comprenderán por qué es el fundamento de la angustia. Este
pedazo está allí perdido, incluso si se le pone un brazo artificial, no será jamás como antes. Salvo en La guerra
de las galaxias. Como ustedes saben, hay una escena donde el héroe pierde la mano, como por azar; es su
padre el que se la ha cortado y se la repara exactamente como era antes. En La guerra de las Galaxias hay una
cantidad de escenas que se articulan a la cuestión del objeto a.
En el tercer episodio, el personaje de Darth Vader queda reducido a algunos pedazos. Probablemente recuerdan
la escena en la que están en una especie de convoy y sólo queda un pedazo de cuerpo con sangre sobre un río
prendido en llamas. Al final, le construyen esa especie de armadura negra que ocultará su cuerpo para siempre,
lo que hace que su cuerpo funcione como un objeto a escondido en los otros episodios. Una idea va formando
cuerpo: “¡Mi Dios, si le sacaran eso, se vería horrible! ¿Qué es lo que quedará de él?”
Les hago una pregunta que hace al tema. Todos ustedes deben conocer a Dark Vador, ¿quién no recuerda el
aaaahhhh…? Eso es lo que queda. Queda un aaahhhh, un soplo cuando habla. Quiere decir que desde que
aparece en la imagen, incluso antes de que se lo vea, escuchamos un aaahhhh… y sabemos que el malo está
cerca, nos aproximamos al objeto voz.
Volvamos ahora a estas dos facetas del objeto: la mirada y la voz. Lacan es menos simple que  La Guerra de las
Galaxias. Hará falta que exponga al menos dos cuestiones un poco difíciles. La primera, la tesis de Lacan es que
la función de la causa en el ser humano está ligada a la categoría del objeto en tanto Lacan considera que el
discurso de la ciencia se desentiende precisamente de la noción de causa. En el lugar de la causa, la ciencia
ubica conexiones significantes, relaciones, leyes y ecuaciones. La función de la causa tiene gran importancia en
el conocimiento espontáneo, el conocimiento en el lenguaje común, porque la causa es lo que viene al lugar del
agujero, de la hiancia característica del deseo. Cuando se desea algo, se desea porque no se lo tiene. Una vez
que se lo tiene, ya no se lo desea. O se lo sigue deseando, pero ya no es lo mismo. Hay, entonces, un estatuto
fundamentalmente no-efectuado del deseo, un agujero. Al nivel de la conciencia lo llamamos causa. Así llamamos
a ese agujero: a causa de. La causa da cuenta de la separación entre las palabras y lo real. Y además tenemos la
tendencia de pensar que los significantes son la causa de lo real. Les daré un ejemplo político: habrán oído hablar
del presidente de la república de Francia. Se llama Sarkozy y es muy crispado. Dijo recientemente: “El
crecimiento será del cuatro por ciento” Y la gente le preguntó “¿Por qué?”  “Porque yo lo digo”. Esa es la idea de
causa: el significante causa lo real. Por lo tanto está ligada al deseo. No hay causa sino del deseo. Y el Sr.
Sarkozy desea un crecimiento del cuatro por ciento. Él piensa que su deseo es una causa. Veremos.
Les leeré un párrafo de Lacan: “Desde el momento en que el hombre habla, cree alcanzar lo real por medio del
significante, cree que el significante comanda lo real según su propia causación interna”. Su propia causación
interna es su deseo.

Volvamos a la mirada y la voz. Son los dos objetos que despliegan de forma más clara la función de la causa. Lo
hacen de un modo diferente, pero Lacan los elabora apoyándose uno en el otro y recíprocamente. Veamos
primero la mirada. La mirada no es el ojo, no es la visión, ni tampoco la imagen. ¡Verán entonces, lo extraño que
es este objeto!
A propósito de la mirada, Lacan comienza hablando del ojo. Dice que es raro. ¿Se han dado cuenta que al nivel
del órgano, el ojo es doble? Es un órgano que liga partes simétricas del cuerpo. Por lo tanto, hay una conexión
entre el ojo y la simetría. El segundo punto consiste en plantear que el ojo está ligado a los espejismos, este es
su primer funcionamiento. ¿Por qué dice eso? Porque la primera utilización del ojo es como espejo. Nuestro
primer espejo es nuestro ojo. Es la primera vez que se ve una imagen. Por lo tanto, el ojo es un espejo y es un
espejo particular porque puede verse en el espejo. Vemos nuestro espejo interno en el espejo externo. En su
primera función de espejo se particulariza un rasgo: yo me elido de mí mismo, me veo a condición de no verme.
El funcionamiento del ojo fabrica esta cuestión particular: toda nuestra relación visual está condicionada por el
hecho de que nosotros desaparecemos de la escena. Y la cuestión es saber cuáles son los rasgos de esta
primera función de espejo oculta, desparecida.

Respecto de la voz, pasa lo mismo. Cuando hablo no me escucho. Exactamente como cuando veo, veo a
condición de no verme. Entonces, son dos niveles que se apoyan en una neutralización del cuerpo.
Lacan considera este lazo particular de la mirada con la noción de fascinación. Cuando se está fascinado con
algo, el sujeto desaparece. Desaparece en lo que mira, claramente hipnotizado. Lacan dice que la función de la
mirada implica que toda subsistencia subjetiva queda silenciada. Define la mirada como un punto cero
otorgándole, además, un valor libidinal. Porque, por una parte, la mirada anula la disyunción entre el objeto  a y la
falta en el Otro. Eso quiere decir que cuando se está fascinado, cuando no se está en la mirada, neutralizo mi
propia falta y también la del Otro. En el momento en que se está fascinado no se ve el defecto del Otro, por el
contrario, no se ve ningún defecto en el Otro. Cuando ustedes se dan cuenta de que el Otro tiene un grano en la
mejilla, o la nariz torcida, es el signo de que están un poco menos fascinados.
La mirada tiene como característica neutralizar la falta, en ustedes y en el Otro. Es por eso que es un objeto
particularmente agalmático que nos lleva a la contemplación, a la pacificación, y nos libera de la castración. En
esto consiste el objeto mirada: no puedo ver lo que pierdo ni tampoco lo que el Otro pierde. Lo que pone en
evidencia, de un modo un poco angustiante, que la mirada no es un velo que oculta y que entonces hace
aparecer como un objeto. Esta vez, Lacan toma como ejemplo la mancha. La mancha concretiza lo que es el
objeto mirada. Ubica al objeto en el exterior. Hay la interpretación de la mirada en tanto es lo que protege y
entonces se está en comunicación fusional con el mundo, en la contemplación por ejemplo, pero el
objeto a mirada no aparece. Aparece en la angustia, cuando la mancha los mira y ustedes no llegan a interpretar
lo que ven, no pueden reducir esa cosa al sentido, ya sea un significante o una bella imagen. Cuando ese objeto
resiste, entonces, ese es el objeto mirada. Es la parte de ustedes puesta en el exterior que los mira y que deviene
real, que no está imaginarizada ni simbolizada. Hay un famoso ejemplo en Lacan, ejemplo raro por cierto, que se
trata de un recuerdo de juventud: la historia de la lata de sardinas. A los dieciocho años, él, que es un fino
pequeño burgués, se encuentra en un bote junto a pescadores bretones, verdaderos trabajadores. Está demás
decir que no forma parte del grupo. Se le burlan un poco y, en un momento dado, al fijarse en un punto brillante
en el agua, Lacan le pregunta a un pescador qué es eso y éste le responde: “¿ves esa lata? ¿la ves? Pues bien,
¡ella no te ve!”. Lacan se sorprendió de tal modo que treinta, cuarenta, cincuenta años después retoma esta
anécdota. Notarán que no es tan común encontrarse con una lata de sardinas en el mar. En general, uno se
encuentra allí con sardinas vivas. Es decir que se trata de un objeto bizarro que surge donde no debería estar. Y,
en el fondo, la interpretación de esto es que la mancha es Lacan mismo. Nosotros también tenemos experiencias
como esa cuando aparecemos en el Otro como una mancha. Surge el objeto mirada. Algo nos mira, nos vemos
vistos, como una mancha.

Terminaremos esta exposición con la voz. Lacan introduce la voz a partir de un ritual judío, el ritual del shofar,
que es el cuerno del carnero que se sopla en algunas ocasiones y produce un sonido inédito. Para ir
rápidamente, diremos que Lacan se apoya en el trabajo de otros analistas para hacer su demostración en la que
llegará a la conclusión de que se trata de la voz de Dios, despegada de los fonemas. El shofar presenta la voz de
una manera ejemplar, separada del significante. Es la voz separada de la utilización que se hace de la palabra.
Lacan considera que es el bramido del toro muerto y el clamor de la culpabilidad. La voz bajo una forma
separable es el ejemplo del shofar o el que les he dado –un poco menos solemne, por cierto– del aaaahhh… Es
decir, la voz separada de la palabra, que indica algo perdido del lado del viviente, perdido a partir del momento en
que se habla. Es la voz, entonces, separada de todo soporte. Esto es lo que hace que la mirada y la voz se sitúen
cada una a un extremo de los objetos a. La mirada la ubica al comienzo porque justamente anula la separación
del objeto a y es el punto cero de la distancia entre mi falta y la del Otro. En tanto que la voz es por el contrario un
punto de infinitud que acrecienta la distancia entre mi falta y la del Otro y que se interpreta por medio de la
culpabilidad. Quisiera darles dos ejemplos clínicos sobre la utilización de la voz y la mirada.
Se trata de una paciente que se encuentra en el dominio psi, es psicoanalista, psicóloga y se encuentra
concernida en el trabajo de la comunidad analítica. Un día –ella se encuentra en un momento bastante particular
de su análisis– debe dar una exposición sobre el circuito de la demanda. Mientras se dirige a la conferencia, pone
la radio y escucha una voz que reconoce como la voz de Lacan. Llega a dar su exposición y en un momento
dado, de una forma inédita, escucha su propia voz. Ella se escucha hablar durante su exposición. Es decir que
desaparece completamente. Ya no piensa más, continúa leyendo, se equivoca en el esquema que escribe en el
pizarrón y no puede responder a las preguntas que le realizan. Al final de la conferencia, se encuentra con dos
personas que hablan. La que organizó la conferencia felicita a la otra y a ella no le dice nada. Se pone muy mal.
No puede dormir y comienza a realizar un trabajo de asociaciones de las cuales hay dos que son centrales: su
abuelo paterno era cantante de ópera. Perdió su voz en la Segunda Guerra Mundial, cuando cayó prisionero. No
pudo cantar más. Ella recuerda que en los almuerzos familiares todavía lo intentaba. También recuerda que,
antes de partir a la guerra, había grabado unos discos de marca EMI, “La voz de su amo”, en los que se veía un
perro escuchando un gramófono de cuerda. La otra asociación está referida a su padre, que ella caracteriza como
alguien que juega sin cesar con las palabras, de forma un poco maníaca, pero que fundamentalmente no dice
nada, es entonces una voz vacía. Vemos muy bien lo que le pasó. Lacan en la radio, la voz de su amo y ella
deviene el perro que escucha. ¿Qué es lo que el perro escucha durante la conferencia? Su propia voz. El objeto
perdido por excelencia, inscripto en la línea de la castración paterna. La voz perdida del abuelo que ella sigue
escuchando en los discos y la voz ausente de su padre. Eso tiene para ella un efecto considerable, porque la
inhibición que más la perturbaba era su dificultad para tomar la palabra en público. Lo que cae, en parte, con este
descubrimiento, es que para ella hablar es la voz de su amo.
Respecto de sus ojos, se trata de una paciente a la que, en su infancia, tanto sus padres como sus abuelos le
alababan la belleza de sus ojos azules. ¡Ella era esos ojos! Esplendorosa, es lo primero que le dijo el hombre con
el que se casó. Trae un sueño donde ella es los ojos en la sopa. En francés, cuando se ve grasa en el caldo se
dice “hay ojos en el caldo”3.  En el sueño, ella se prepara una taza de sopa y ve sus ojos. Se despierta. Aquí se
comprende mejor la cuestión del espacio entre el ojo y la mirada. Se trata para ella de darle un lugar a la mirada,
lo que implica perder la identificación con el oído. Ahora bien, en otra ocasión se encuentra en el tren leyendo a
Lacan y ve enfrente de sí a una señora mayor que se prepara para descender en la próxima estación. Ve que a
esta mujer, al hacer un esfuerzo enorme para incorporarse, se le caen las tijeras en el asiento. Le dice: “Señora,
perdió sus tijeras”. La señora es muy mayor y no la escucha. Entonces, ella se levanta, toma las tijeras y se las
da. La señora la mira a los ojos y le dice: “Usted tiene ojos. Y lee a Lacan”. Esto la deja boquiabierta. La mujer le
hace una interpretación salvaje, pero tiene para ella un efecto inmediato. Del lado del tener, ella se dice: “Sí,
tengo ojos”. ¡Lo que quiere decir que ella no es un ojo! Dicho de otro modo, su propia fetichización como ojo, ojo
bello, que le impedía ver, lo recupera como tener. Pero tener buen ojo supone también no tenerlo, perderlo, como
en el caso de la señora con sus tijeras. Naturalmente, no se le escapó que con las tijeras se hacen agujeros.

Quise traerles estos ejemplos para demostrarles que lo que a veces aparece como demasiado abstracto en el
texto de Lacan, es de hecho un punto de referencia fundamental para la clínica.
Grosso modo, lo que Lacan llama objeto a, los objetos a, son nuestros modos de goce que se apoyan en una
pérdida.
Traducción: Candela Méndez
   
 
Notas
1- Conferencia realizada el 31/10/2007 en el auditorio del CCFC-UF Río de Janeiro (Campus Praia Vermelha) y publicada con la amable autorización de
la autora. Publicada originalmente en francés en Arquivos Brasileiros de Psicologia, vol. 59, n. 2 y traducida al inglés en International Lacanian Review 5.
2- Lacan, Jacques. El Seminario. Libro10. Buenos Aires: Paidos, 2006, pág. 98.
3- N de T: En francés: “il y a des yeux dans le bouillon”.
 

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