Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La voz cruel
Manuel Altolaguirre
Poeta español
No eran muertos,
eran oprimidos,
seres aplastados,
ramas cortadas de un amante o de un padre,
seres conducidos por un deseo imposible,
topos de vicio
que no hallarán la luz
por sus turbias y blandas galerías.
2
Agosto, Santa Rosa
Ida Vitale
Poeta española
3
Si te quedas en mi país
Enrique Verástegui
Poeta peruano
4
El poema
5
Tus manos y la mentira
Nâzim Hikmet
Poeta de Turquía
6
¡Qué hombres, nuestros hombres!
Si mienten las antenas de las radios,
Si mienten las enormes rotativas,
Si miente el libro y mienten los afiches,
Si mienten los anuncios de los diarios,
Si mienten las desnudas piernas de las muchachas
en el teatro y en el cine,
Si hasta mienten las canciones de cuna,
Si miente el sueño, si el pecado miente,
Si miente el violinista de la boite,
Si miente el plenilunio
en las noches sin ninguna esperanza,
Si mienten la palabra,
el color y la voz,
Si miente el que te explota,
el que explota tus manos,
Si todo el mundo y todas, todas las cosas mienten,
a excepción de tus manos,
Es para que tus manos siempre sean
dóciles como arcilla,
ciegas como la noche,
idiotas como el perro del pastor,
Y para que jamás se subleven tus manos
7
Poema diez
Enrique Molina
Poeta argentino
8
Un libro
Manuel Alegre
Poeta italiano
9
Oda confidencial
I
"Bueno" -dijiste al aire, a tu cigarra-:
"voy a empuñar mi luz y mi camino".
Dijo tu voz, y halló que ya el destino
te brotaba en el pecho una guitarra.
II
Pienso y busco tus huellas Aquel día
del niño y su lucero,
cuando vestido en un jazmín ligero
dabas a la ilusión tu melodía.
III
No puedes ocultarte porque tienes
la voz redonda y de color de cielo,
ruba llama de trigos en el pelo,
trigo de rubias llamas en las sienes,
y en la sangre un florido
trueno que enciende en tu muñeca un nido
de clamorosa lumbre y terciopelo.
IV
Tu pueblo te supura
como un clavel sangriento entre los dedos,
que amuralla sus miedos
en la madera azul de tu guitarra.
V
Tu historia mira un porvenir distante,
y el porvenir contempla tu pasado,
y ambos crecen de ti, del cincelado
clamor que tus muñecas de diamante
vierten de tu guitarra, de su estruendo azulado.
VI
Esto, mi compañero;
esto, no más, sobre tu nombre quiero,
quiero inscribirlo. Quiero,
porque te quiero.
11
VII
Ayer era tu infancia;
tu olor de niño, un pueblo de corolas,
pese a tu signo oscuro.
VIII
Fue así que ayer, una mañana, un día:
12
No existe el infinito...
Chantal Maillard
Escritora española nacida en Bélgica
No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.
13
El adiós
Bernard Noël
Poeta francés
15
De Los cantos de Maldoror
Quisiera que la majestad humana fuera por lo menos la encarnación del reflejo de la tuya.
Pido demasiado, y este deseo sincero te glorifica. Tu grandeza moral, imagen del infinito,
es inmensa como la reflexión del filósofo, como el amor de la mujer, como la belleza divina
del ave, como la meditación del poeta. Eres más bello que la noche. Contéstame, océano:
¿quieres ser mi hermano? Muévete impetuosamente… más… todavía más, si aspiras a
que te compare con la venganza de Dios; alarga tus garras lívidas fraguándote un camino
en tu propio seno… está bien. Haz rodar tus olas espantosas, océano horrible que sólo yo
comprendo, y ante el cual caigo prosternado. La majestad del hombre es prestada; no se
me impone; tú, sí. Oh, cuando avanzas con la cresta alta y terrible, rodeado por tus
repliegues tortuosos como por un séquito, magnético y salvaje, haciendo rodar tus ondas
unas sobre otras, con la conciencia de lo que eres, en tanto que lanzas desde las
profundidades de tu pecho, como abrumado por un intenso remordimiento que no puedo
descubrir, ese sordo bramido perpetuo que tanto atemoriza a los hombres, hasta cuando
te contemplan trémulos desde la seguridad de la costa; entonces comprendo que no
poseo el insigne derecho de proclamarme tu igual. Por eso, frente a tu superioridad, te
entregaría todo mi amor (y nadie conoce la cantidad de amor contenida en mis
aspiraciones hacia lo bello) si no me recordaras dolorosamente a mis semejantes, que
forman contigo el más irónico contraste, la antítesis más grotesca que jamás se haya visto
en la creación: no puedo amarte, te aborrezco. ¿Por qué entonces vuelvo a ti, por
milésima vez, hacia tus manos amigas que se disponen a acariciar mi frente ardorosa,
cuya fiebre desaparece a tu contacto? No conozco tu destino secreto, todo lo que te
concierne me interesa. Dime, entonces, si eres la morada del príncipe de las tinieblas.
Dímelo… dímelo, océano (solamente a mí para no entristecer a aquellos que hasta ahora
sólo han conocido ilusiones), y si el soplo de Satán crea las tempestades que levantan tus
aguas saladas hasta las nubes. Es preciso que me lo digas porque me alegraría saber que
el infierno está tan cerca del hombre. Quiero que ésta sea la última estrofa de mi
invocación. Por lo tanto, quiero saludarte una vez más y presentarte mi adiós. Viejo
océano de ondas de cristal… abundantes lágrimas humedecen mis ojos, y me faltan
fuerzas para proseguir, pues siento que ha llegado el momento de retornar con los
hombres de aspecto brutal; pero… ¡ánimo! Hagamos un gran esfuerzo y cumplamos, con
el sentimiento del deber, nuestro destino sobre esta tierra. ¡Te saludo, viejo océano!
16
Soledades
I
Inútil la soledad
si te habita el misterio,
si el asombro te arroja a una luna de enero,
si el dolor no es estéril,
si renacen las flores donde lloró tu sangre,
si tus sueños se niegan a rasgar sus vocales
y derraman su savia sobre el miedo y las sombras.
Inútil la soledad
si abrís los caminos,
si plantas en el tiempo las semillas de un beso,
si tu sol vuelve limpio al llamado de la aurora.
Si la vida es un vértigo,
un soltarse al abismo para alcanzar el vuelo,
una ruta,
un silencio,
una voz encendida...
Inútil la soledad,
inútil.
17
Alivios
Respecto a éste
abrigo algunas sospechas sobre su paradero.
De hecho
yo mismo alivio ciertos dolores de la madurez recorriendo
las calles de tierra o de cemento de la tierra
buscando piedras
comunes
-palabras-
surcadas por alguna veta mágica
secreta
que permita transmutarlas hacia el mármol
con solo saber escuchar
-caracolas calladas-
lo que podrían decir
reunidas
en un patio trasero.
18
Las recojo, las reúno, las atesoro,
me maravillo
de su belleza oculta
guijarro ocre
las transcribo
y se las muestro alguna tarde a algún vecino.
Es verdad que la colección de cuarzos no logró borrar el dolor que desfiguraba la infancia
del coleccionista,
sacar de la pobreza a su vecino ni mejorar la calle o el traspatio
y acaso
también
menos
cruel.
19
La aventura pende del cuello de su rival...
Paul Eluard
Poeta francés
20
Ella violenta y pública
Homero Aridjis
Escritor mexicano
ella
exterminada y recobrada
por batallones en su misma mano
la noche es su aurora
sacude en el pasmado al desertor
teje un manto de espanto en torno
de aquellos que niegan la justicia
21
Poema
¡Pájaros y olvido!
22
Hombre secreto
24
Currículum Vitae
Ingeborg Bachmnn
Poeta austriaco
Larga es la noche,
larga para el hombre
que no puede morir, largamente
se tambalea bajo farolas
su ojo desnudo y su ojo
cegado por el aliento de aguardiente, y el olor
a carne mojada bajo sus uñas
no siempre le aturde, oh dios,
larga es la noche.
Mi cabello no se encanece
porque salí del vientre de las máquinas,
Rosarroja* me untó de alquitrán la frente
y los mechones, habían estrangulado
a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,
el jefe de la tribu, pasé por la ciudad
de diez veces cien mil almas, y mi pie
pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual
pendían diez veces cien mil pipas de la paz,
frías. Una calma de ángeles
deseé a menudo para mí
y cotos de caza llenos
de los gritos impotentes
de mis amigos.
Con las piernas y las alas abiertas
subía la sabihonda juventud
sobre mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín,
hacia las inmensas noches del secreto
de la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte
empaña mi ventana cada hora,
dadme euforia y verted
la risa en mi garganta
de los viejos que nos antecedieron, cuando
caiga yo sobre los infolios
en el sueño vergonzoso,
para que no pueda pensar,
para que juegue con flecos
de los que cuelgan serpientes.
Ocurrió un viernes:
-yo estaba ayunando por mi vida,
el aire chorreaba del zumo de los limones
y la espina estaba clavada en mi paladar
entonces saqué del pez abierto
un anillo que lanzado
al nacer yo, cayó en el río
de la noche y se hundió.
Yo volví a lanzarlo a la noche.
26
Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte!
Si tuviera la palabra
(y no la errase)
si no tuviera cardos en el corazón
(y rechazara el sol),
si no tuviera avidez en la boca
(y no bebiera el agua salvaje),
si no abriera el párpado
(y no hubiera visto la cuerda).
¿Están tirando del cielo?
Si no me sostuviera la tierra
hace tiempo que yacería quieta,
hace tiempo que yacería
donde me quiere la noche,
antes de que hinche las narices
y levante su casco
para nuevos golpes,
siempre para golpear.
Siempre la noche.
Y nunca el día.
27
El pabellón del vacío
Estoy en un café
multiplicador del hastío,
el insistente daiquirí
vuelve como una cara inservible
para morir, para la primavera.
Recorro con las manos
la solapa que me parece fría.
No espero a nadie
e insisto en que alguien tiene que llegar.
De pronto, con la uña
trazo un pequeño hueco en la mesa.
Ya tengo el tokonoma, el vacío,
la compañía insuperable,
la conversación en una esquina de Alejandría.
Estoy con él en una ronda
de patinadores por el Prado.
Era un niño que respiraba
todo el rocío tenaz del cielo,
ya con el vacío, como un gato
que nos rodea todo el cuerpo,
con un silencio lleno de luces.
29
Revelaciones
30
Cómo llenarte, soledad...
Luis Cernuda
Poeta español
32
Formas del amor
Oscar Acosta
Poeta Hondureño
33
Adiós y amándote también...
Delmira Agustini
Poeta uruguaya
35
Amor lejano
José Albi
Escritor español
36
Balcón al mar
Odette Alonso
Poeta cubana
37