Está en la página 1de 256

Antología Poética

Edgar Jhonatan Rojas Nuñez


A Veronika Bellido

Cuando escriba tu nombre


En la arena blanca con fondo azul
Cuando mire el cielo en la forma cruel
De una nube gris, aparezcas tú
Y una tarde suba una alta loma
Mire el pasado, sabrás que no
Te he olvidado
Yo te llevo dentro, hasta la raíz
Y por más que crezca, vas a estar aquí
Aunque yo me oculte tras la montaña
Y encuentre un campo lleno de caña
No habrá manera, ni rayo de luna
Que tú te vayas
EXPLICO SUS OJOS
Luis Nieto Miranda

Ayer te vi alegre como una pandereta,


como una canción para mis noches
de fiebre y delirio.
Con tus ojos gitanos.
Con tus ojos de infierno para mi carne.
Con tus ojos
como el paso de una golondrina por mi sangre.
Con tus ojos como fogones.
Con tus ojos como campanas.
Con tus ojos como un libro abierto.
Con tus ojos como un árbol
para las lágrimas.
Con tus ojos haciendo nacer el día.
Haciendo volar canarios melancólicos.
Haciendo escuela para otros ojos.

7
DE POLVO Y CIELO
Luis Nieto Miranda

ASI FUI HECHO. Amasado


de materias contrarias, de destinos adversos.
De polvo y cielo,
de llanto y pena,
de beso en los ojos y en el corazón,
de dentellada en el alma,
de latigazo en las carnes,
de rugido recorriéndome los extremos del ser.

Yo paralicé de miedo el canto de las lámparas.


Yo estrangulé el cuello de los violines.
Yo me ceñí como una víbora
a la cintura de las guitarras
e hice que la palabra auxilio
se quebrara de espanto
en la garganta de las rosas.

Nutrido de violencia y ternuras,


soy como la ola que besa y que golpea,
como el hacha que derriba y canta,
como el brazo que castiga y ampara,
como ese viento que pasa delirando
8
y que se queda enterrado entre fantasmas.
Era la preocupación de tu infierno.
Soy tu infierno y tu cielo de rocío para mañana.

9
LA TONADA DEL QORILAZO
Raúl Brozovich dedicado a Pancho Gómez
Negrón

Mas “nadies” tomando las riendas de un caballo


bayo
de “guenas” a primeras
chapoteando por la lluvia
conoce mejor que yo
el viento

Mas “nadies” –cual gato mañoso


que siempre cae “parao”
cuando confronta la mala suerte
pitillo relumbrón
el rostro “tasajeao”
de la bandurria hermano
así soy yo –Pancho Gómez Negrón de la sierra,
tanto gusto
si no le retiro la mano
pero todos me conocen
desde la yerba hasta el “riacho”
que trasunta un sonido claro
y todos me dicen
hay va Pancho
10
Su charango solloza una tonada
ay por culpa de tu amor traicionero
y así va y así canta
poncho al hombro
con sus “kara botas” y espuelas de plata

“Un triste”
qué río profundo se lo llevó
qué tristísima dulzura
“un alegre”
si no tuvieras un lunar
no te llamaría torcaza
si pa’ llevarte a mi casa
lavarte la cara yo podría
ay clavel de Santa Lucía.

“Estampa”
el chihuaco canta claro
con su buche de hojalata
cantando de rama en rama del capulí
inicia la primavera
ay el chihuaquito es un bandolero

Torito negro de mis penas


caballito blanco
11
ven torito a la plaza y torearemos
ay caballito blanco de mis alegrías

Y así va y así canta


poncho al hombro con sus “kara botas” y
espuelas
de plata por los anchos caminos de la sierra.

12
EL BOSQUE DE LOS HUESOS
Luis Hernández

Mi país no es Grecia,
Y yo (23) no sé si deba admirar
Un pasado glorioso
Que tampoco es pasado.
Mi país es pequeño y no se extiende
Más allá del andar de un cartero en cuatro días,
Y a buen tren.

Quiza sea que ahora yo aborrezca


Lo que oteo en las tardes: mi país
Que es la plaza de toros, los museos,
Jardineros sumisos y las viejas:
Sibilinas amantes de los pobres,
Muy proclives a hablar de cardenales
(Solteros eternos que hay en Roma),
Y jaurías doradas de marocas.
Mi país es letreros de cine: gladiadores,
Las farmacias de turno y tonsurados,
Un vestirse los Sábados de fiesta
Y familias decentes, con un hijo naval.

Abatido entre Lima y La Herradura


13
(El rincón Hawai a diez kilómetros
De la eterna ciudad de los burdeles),
Un crepúsculo de rouge cobra banderas,
Baptisterios barrocos y carcochas.
Como al paso senil del bienamado, ahora llueve
Una fronda de estiércol y confeti:
Solitarios son los actos del poeta
Como aquellos del amor y de la muerte.

14
CURRICULUM VITAE
Blanca Varela

Digamos que ganaste la carrera


y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.

15
HOY ME HE PUESTO A ESCRIBIR
César Calvo

Hoy me he puesto a escribir


para dejar en blanco mi tristeza.

Mejor sería caminar por Lima


mientras dura la noche, mientras dura
todavía la noche que se aleja.

Pero en las calles se dirán lo mismo


estos pasos cansados con mi ausencia.

Mejor sería, mal


mejor sería
irme a dormir un poco mientras pesa,
irme a dormir un poco mientras pesa
en mis ojos el sueño, mientras pesa
en mis ojos el sueño como una piedra en pena.

Pero en la almohada escribirían niebla


mis lámparas abiertas.

Entonces, pues, entonces sí de espaldas,


sí de frente mi vida o de cabeza,
16
que más me da, mejor
mudarme de alma
y ponerme a doler en carne ajena

17
NI PAN NI CIRCO
Alejandro Romualdo

XIX

El viento es una lápida ligera


sobre las fosas, y la lápida un muñón
que sangra: último fragmento o
suspiro
de una pasión sin razón ni sueño.
Tantas cosas han sucedido, tantas
Cosas
han pasado como estaciones, de un
momento
a otro, en los recodos, en las calles,
en las plazas con estatuas mutiladas.
Ojos que no ven, corazones que ya
no sienten,
junto a los hijos muertos, a la intemperie.

18
20 POEMAS DE AMOR Y UNA
CANCIÓN DESESPERADA
Pablo Neruda

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,


y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis


brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.


Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.


19
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.


La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.


Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.


Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos


árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los
mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.


Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.


Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.


Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

20
Porque en noches como ésta la tuve entre mis
brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me


causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

21
EL ENAMORADO
Jorge Luis Borges

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,


lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.

Debo fingir que en el pasado fueron


Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.

Debo fingir las armas y la pira


de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.

Debo fingir que hay otros. Es mentira.


Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.

22
TUS OJOS
Octavio Paz

Tus ojos son la patria del relámpago y de la


lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
o toño en un claro del bosque en donde la luz
canta en el hombro de un árbol y son pájaros
todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de
ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.

23
Y SIN EMBARGO, AMOR…
Roque Dalton

Y sin embargo, amor, a través de las lágrimas,


yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.

Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez en mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.

Pero ya no habrá tiempo de llorar.

24
Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.

Hace frío sin ti,


pero se vive.

25
LOS HERALDOS NEGROS
Cesar Vallejo

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!


Golpes como del odio de Dios; como si ante
ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras


en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma


de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos
quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos,


como
cuando por sobre el hombro nos llama una
palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
26
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

27
ORACIÓN POR MARILYN MONROE
Ernesto Cardenal

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la
Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la
huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había
querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún
maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche
espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en
una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en
el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar
las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los
psiquiatras.
28
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno
materno
pero también algo más que eso…

Las cabezas son los admiradores, es claro


(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el
chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th
Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo
de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo
en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th
Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva
de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de
radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de
tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con
ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad
29
del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le
dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script
absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que
todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos
tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse
en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda


soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un
psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos


30
cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era
un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur,
un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la
Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en
el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a
llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la
única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice:
WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
31
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a
llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el
Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!

32
ROSTRO DE VOS
Mario Benedetti

Tengo una soledad


tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad


tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

Sin temblor de más


me abrazo a tus ausencias
33
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras


de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren


concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos


mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.
34
Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.

35
ME GUSTAS CUANDO CALLAS
Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como


ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma


emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.


Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio


claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como


36
ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

37
CUESTIÓN AL CUZCO
Hugo Ramirez Lévano

Aquí yace el hueso terco de la patria.


Aquí habita la voz rencorosa de la historia.
Aquí rondan los sueños silenciosos de los
pueblos.

Aquí fue viuda la tierra.


Aquí fue rota la piedra.
Aquí fue derrumbado el sol.

Los días que aquí se sucedieron


sólo derramaron oro sobre barcos
que partían.
Sólo desataron golpes sobre frentes
que se alzaban.

los años que aquí se sucedieron


sólo dejaron leyes a criollos
oligarcas.
Sólo llevaron ansias de los incas
humillados.
38
Los siglos que aquí se sucedieron
sólo colmaron la oratoria sonrosada
de la dueña burguesía.
Sólo colmaron la paciencia retumbante
de los rectos luchadores.

II

Y qué es hoy la ciudad genital del continente.


¿Qué eres hoy Cuzco fastuoso y milenario?

Acostado en tu pasado.
De espaldas a tu hambre.
Y de pie sobre tu llanto.

Ruina mercante.
Arte atado.
Domado idioma.
Ciencia ciega.
Ombligo sucio.
música mendiga.
Palbra pálida.
Cruz sin cristo.
Ciudad delirante.

39
Qué eres sin la cosecha dichosa de tus campos.
Sin la historia botada entre tus cerros
Sin el lomo fatigado de tus indios.

Qué eres Cuzco


sin el verbo repetidamente acción
de Túpac.
Hugo.
Lucho.
Destructores de la muerte.

Sólo serías una ciudad de monedas y de dados.


Un pueblo sin ojos y sin manos.

40
1964
Jorge Luis Borges

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.


Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

Cristal de soledad, sol de agonías.


Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)


sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

Para aprender el arte del olvido.


Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

41
II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.


Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

Y aunque las horas son tan largas, una


oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

Y del amor. La dicha que me diste


y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,


esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

42
TANTO GENTILE...
Dante Alighieri

Tanto es gentil el porte de mi amada,


tanto digna de amor cuando saluda,
que toda lengua permanece muda
y a todos avasalla su mirada.

Rauda se aleja oyéndose ensalzada


-humildad que la viste y que la escuda-,
y es a la tierra cual celeste ayuda
en humano prodigio transformada.

Tanto embeleso el contemplarla inspira,


que al corazón embriaga de ternura:
lo siente y lo comprende quien la mira.

Y en sus labios, cual signo de ventura,


vagar parece un rizo de dulzura
que al alma va diciéndole: ¡Suspira!

43
REGRESANDO DE NOCHE A LU-MEN
Meng Hao Jan

Puedo oir sonar la campana de tarde


Del templo de las montañas
Por encima de las voces de la gente
Que llama al ferry en
El Cruce de los Pescadores, y otros
Regresando a su casa en el pueblo
A lo largo de las playas del río.
Tomo el bote de regreso a Lu-Men.
Sobre la montaña brilla la luna
A través de neblinosos árboles. Por fin
encuentro
La antigua cabaña de Lord P’ang,
Escondida por los riscos,
En un sendero atravesando los pinos,
Donde todo es paz eterna,
Y sólo un único
Hombre va y viene solo.

44
NIEBLA
Li Ch’ing Chao

En mi estrecho cuarto, arrojo


Amplia la ventana, y dejo entrar
La profunda lascivia
De la primavera. Sombras confusas
Aletean en las cortinas semicerradas.
Escondida en el pabellón, sin palabras,
Froto el arpa rosa jade.
Muy lejos un peñasco rocoso
Cae desde una montaña en el
Alba temprana. Una brisa suave
Sopla la niebla como una sombra
A través de mi cortina. Ah brillantes vainas
Del pimiento, no necesitan
Ustedes inclinarse y rogar perdón.
Yo sé que no pueden retener
El día que pasa.

45
MIS GATOS
Charles Bukowski

Ya sé. ya sé.
son limitados, tienen necesidades
y preocupaciones
distintas.

pero los observo y aprendo de ellos.


me gusta lo poco que saben,
que es
tantísimo.

se quejan pero nunca se


preocupan.
caminan con una dignidad sorprendente.
duermen con una simplicidad directa que
los seres humanos sencillamente no podemos
comprender.

sus ojos son más


hermosos que los nuestros.
y pueden dormir 20 horas
al día
sin vacilar ni sentir
46
remordimientos.

cuando me siento
bajo de ánimos
me basta con
observar a mis gatos
y me
vuelve
la valentía.

estudio a estas
criaturas

son mis
maestros.

47
SOY UN FRACASO
Charles Bukowski

Le puse el seguro a la puerta del auto


y al levantar la mirada vi a este tipo
caminando hacia mí
se parecía a Peter mi viejo amigo
pero no era Peter
era un hombre demacrado
en jeans y camisa azul de trabajo
y me dijo:
“oye, mi esposa y yo
necesitamos algo para comer,
morimos de hambre”
Miré detrás de él
y ahí estaba
su mujer
que me miró con ojos a punto
de lágrima.
Le di un billete de cinco.
“¡Te amo, hombre!”, gritó,
“No me lo gastaré en bebida”.
“¿Por qué no?”, le contesté,
“Es lo que yo haría…”
Me alejé para entrar a un edificio
48
arreglé unos cuantos asuntos
salí
regresé al auto
como siempre
pensando
si hice lo correcto
o si fui víctima de un engaño.
mientras conducía
recordé mis años
de miseria
hambriento más allá de cualquier arreglo
nunca pedí a nadie
un centavo.
esa noche, después de unos tragos,
le expliqué a la mujer con la que vivía
lo mucho que daba dinero a vagabundos
pero que yo
en los tiempos más obscuros
de hambre en mi vida
me negué a pedir nada a nadie.
“lo que pasa es que ni para eso
servías”, dijo ella.

49
¿ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR?
Charles Bukowski

Si no te sale ardiendo de dentro,


a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu
corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
50
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,


espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa


ó a tu novia ó a tu novio
ó a tus padres ó a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,


no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
51
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
ó hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

52
VALLEJO
Charles Bukowski

Es muy difícil encontrar un hombre


que escriba poemas
que no te decepcionen.
Vallejo nunca me decepcionó de esa manera.

algunos dicen que murió


de tanto pasar hambre.

como sea
sus poemas sobre el terror a estar
solo
son en cierto sentido amables y
no
gritan.

estamos cansados de casi todo el


arte.
Vallejo escribe como un hombre
y no como un
artista.
está más allá de
nuestro entendimiento.
53
me gusta pensar que Vallejo todavía está
vivo y caminando por la
habitación, encuentro
el sonido de sus pasos firmes.
imponderable.

54
EL GATO
Charles Baudelaire

En mi cabeza se pasea,
como en su propio aposento,
un bello gato fuerte, suave y encantador.
Cuando maúlla, apenas se le oye,
de tan tierno y discreto que es su timbre;
pero su voz, ya se apacigüe o gruña,
es siempre rica y profunda.
Ahí está su atractivo y su secreto.
Esta voz, que gotea y se filtra
en mi interior más tenebroso,
me invade como un verso cadencioso
y me refocila como un bebedizo.
Ella adormece los dolores más crueles
y contiene todos los éxtasis;
para decir las frases más largas
no necesita palabras.
No, no hay arco que rasque
mi corazón, instrumento perfecto,
y que haga con más majestad
cantar su cuerda más vibrante,
55
que tu voz, gato misterioso,
gato seráfico, gato extraño,
en quien todo, como en un ángel,
es tan sutil como armonioso.

II

De su pelaje rubio y moreno


sale un perfume tan suave, que una noche
me impregné de él porque una vez
lo acaricié, solo una.
Es el espíritu familiar de la casa;
él juzga, él preside, él inspira
cualquier cosa en sus dominios;
¿es quizá un hada, es un dios?

Cuando mis ojos, hacia ese gato que amo


atraídos como por un imán,
se vuelven dócilmente
y miro entonces en mí mismo,
veo con sorpresa
el fuego de sus pupilas pálidas,
claros fanales, vivientes ópalos,
que me contemplan fijamente.

56
EL SOL
Charles Baudelaire

Por la vieja barriada, donde, de las casuchas


las persianas ocultan las lujurias secretas
cuando el astro cruel furiosamente hiere
la ciudad y los campos, los techos y sembrados,
quisiera ejercitarme en mi esgrima fantástica
husmeando en los rincones azares de la rima,
tropezando en las sílabas, como en el
empedrado,
acaso hallando versos que hace tiempo soñé.

Ese padre nutricio, que huye de las clorosis,


en los campos despierta los versos y las rosas;
logra que se evaporen hacia el éter las penas
saturando de miel cerebros y colmenas.
Es el quien borra años al que lleva muletas
y le torna festivo como las bellas mozas,
y a las mieses ordena madurar y crecer
en la inmortal entraña que desea florecer.

Cuando, como un poeta, desciende a las


ciudades,
ennoblece la suerte de las cosas más viles,
57
y penetra cual rey, sin séquito ni pompa,
tanto en las casas regias como en los hospitales.

58
A UNA QUE PASA
Charles Baudelaire

La calle ensordecedora aullaba alrededor de mí.


Esbelta, delgada, de luto riguroso, toda dolor
solemne,
una mujer pasó, haciendo que con su mano
fastuosa
se alzaran, oscilaran el dobladillo y el festón;
ágil y noble, con piernas de estatua.
Yo, crispado como un excéntrico, bebía
en sus ojos, cielo lívido donde germina el
huracán,
la dulzura que fascina y el placer que mata.
¡Un relámpago… y en seguida, la noche!
Fugitiva belleza
cuya mirada me ha hecho de pronto renacer,
¿no volveré ya a verte hasta la eternidad?
¡En otra parte, muy lejos de aquí!, ¡muy tarde!,
¡quizá nunca!,
pues ignoro adónde huyes, y no sabes adónde
voy,
¡oh tú, a quien yo hubiera amado, oh tú, que lo
sabías!

59
MUJERES MALDITAS
Charles Baudelaire

Echadas en la arena como un rebaño pensativo,


vuelven sus ojos hacia el horizonte de los mares,
y sus pies que se buscan y sus manos rozándose
tienen suaves desmayos y amargos
estremecimientos.
Unas, corazones embelesados en largas
confidencias,
al fondo de la arboleda donde murmuran los
arroyos,
van deletreando el amor de la infancia medrosa
y marcan el tronco verde de los árboles jóvenes;
otras, igual que monjas, andan lentas y serias
entre las peñas llenas de apariciones, donde
vio brotar San Antonio, como lenguas de lava,
los pechos desnudos y purpúreos de sus
tentaciones;
Hay algunas que, al resplandor de las resinas
desbordantes,
en la muda oquedad de los antiguos antros
paganos,
te piden que socorras sus fiebres vociferantes,
¡oh Baco, tú que aplacas los remordimientos
60
ancestrales!,
y otras, cuyo pecho prefiere los escapularios,
que, ocultando bajo sus largos hábitos un látigo,
mezclan en el bosque sombrío y en las noches
solitarias
la espuma del placer con las lágrimas de las
torturas.
¡Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh
mártires,
generosos espíritus que reprobáis la realidad,
ansiosas de infinito, devotas y satiresas,
tan pronto rebosantes de gritos como henchidas
de llantos,
vosotras que mi alma ha seguido hasta vuestro
infierno,
pobres hermanas mías, os amo tanto como os
compadezco
por vuestros lúgubres dolores, vuestra sed no
saciada
y los cálices de amor que llenan vuestro gran
corazón!

61
EL GUSANO VENCEDOR
Edgar Allan Poe

En los tardíos años desolados.


Una hueste de ángeles alados,
Envueltos en velos y ahogados en lágrimas,
Sentados en el teatro, para ver
Un drama de temores y esperanzas,
Mientras la orquesta balbucea
La música de las esferas.

Unos mimos, hechos a imagen del Dios Alto,


Murmuran y susurran en voz baja,
Revoloteando de un lado a otro:
Simples títeres que vienen y van
Al capricho de unas vastas masas informes
Que recorren el escenario proyectando
Con sus alas de cóndor el invisible Dolor.

El drama apretado (que no caerá


En el olvido, estad seguros)
Con su fantasma perseguido sin cesar
Por una turba que no lo puede apresar,
A través de un círculo que siempre gira
Sobre el mismo espacio,
62
Y tanta locura, y aun más Pecado
Y el Horror como alma de la intriga.

Pero, ved! en medio del gesticulante tumulto,


Una forma reptante se introduce:
Una cosa sanguinolenta que se debate
En la soledad del escenario.
¡Se retuerce! ¡Se retuerce! Con mortal angustia
Los mimos se convierten en su cena,
Y los serafines lloran al ver los colmillos
Embebidos en sangre humana.

¡Afuera, afuera las luces, afuera todo!


Y sobre cada sombra palpitante
Cae el telón, como una mortaja fúnebre,
Con el rugido de la tormenta,
Mientras los ángeles, pálidos y excitados,
Se ponen de pie y quitando sus velos declaran
Que la obra es la tragedia del Hombre
Y su héroe el Gusano Vencedor.

63
SOLO
Edgar Allan Poe

Desde el tiempo de mi infancia no he sido


como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude traer
mis pasiones de una simple primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pesar, no podría despertar
mi corazón al júbilo con el mismo tono;
Y todo lo que amé, lo amé Solo.
Entonces -en mi infancia- en el alba
de la vida más tempestuosa, se sacó
de cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
Del torrente, o la fuente,
Del risco rojo de la montaña,
Del sol que giraba a mi alrededor
en su otoño teñido de oro,
Del rayo en el cielo
cuando pasaba volando cerca de mí,
Del trueno y la tormenta,
Y la nube que tomó la forma
(Cuando el resto del Cielo era azul)
De un demonio ante mi vista.
64
UN SUEÑO
Edgar Allan Poe

Y, por librarme de un peso


antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueno.

Frente a la mar rugiente


que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
65
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?

66
A ELENA
Edgar Allan Poe

Te vi a punto.
Era una noche de julio,
Noche tibia y perfumada,
Noche diáfana...

De la luna plena límpida,


Límpida como tu alma,
Descendían
Sobre el parque adormecido
Gráciles velos de plata.

Ni una ráfaga
El infinito silencio
Y la quietud perturbaban
En el parque...

Evaporaban las rosas


Los perfumes de sus almas
Para que los recogieras
En aquella noche mágica;
Para que tú los gozases
Su último aliento exhalaban
67
Como en una muerte dulce,
Como en una muerte lánguida,
Y era una selva encantada,
Y era una noche divina
Llena de místicos sueños
Y claridades fantásticas.

Toda de blanco vestida,


Toda blanca,
Sobre un ramo de violetas
Reclinada
Te veía
Y a las rosas moribundas
Y a ti, una luz tenue y diáfana
Muy suavemente
Alumbraba,
Luz de perla diluida
En un éter de suspiros
Y de evaporadas lágrimas.

¿Qué hado extraño


(¿Fue ventura? ¿Fue desgracia?)
Me condujo aquella noche
Hasta el parque de las rosas
Que exhalaban
68
Los suspiros perfumados
De sus almas?

Ni una hoja
Susurraba;
No se oía
Una pisada;
Todo mudo,
Todo en sueños,
Menos tú y yo
-¡Cuál me agito
Al unir las dos palabras! -
Menos tú y yo... De repente
Todo cambia.
¡Oh, el parque de los misterios!
¡Oh, la región encantada!

Todo, todo,
Todo cambia.
De la luna la luz límpida
La luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
Muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
69
Menos tú y yo, todo huye,
Todo muere,
Todo pasa...
Todo se apaga y extingue
Menos tus hondas miradas.

¡Tus dos ojos donde arde tu alma!


Y sólo veo entre sombras
Aquellos ojos brillantes,
¡Oh mi amada! Todo, todo,
Todo cambia.

De la luna la luz límpida


La luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
Muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
Menos tú y yo, todo huye,
Todo muere,
Todo pasa...

Todo se apaga y extingue


Menos tus hondas miradas.
¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
70
Y sólo veo entre sombras
Aquellos ojos brillantes,
¡Oh mi amada!

¿Qué tristezas irreales,


Qué tristezas extrahumanas!
La luz tibia de esos ojos
Leyendas de amor relata.
¡Qué misteriosos dolores,
Qué sublimes esperanzas,
Qué mudas renunciaciones
Expresan aquellos ojos
que en la sombra
Fijan en mí su mirada!

Noche oscura. Ya Diana


Entre turbios nubarrones,
Lentamente,
Hundió la faz plateada,
Y tú sola
En medio de la avenida,
Te deslizas
Irreal, mística y blanca,
Te deslizas y te alejas incorpórea
Cual fantasma.
71
Sólo flotan tus miradas.
¡Sólo tus ojos perennes,
Tus ojos de honda mirada
Fijos quedan en mi alma!

A través de los espacios y los tiempos,


Marcan,
Marcan mi sendero
Y no me dejan
Cual me dejó la esperanza.
Van siguiéndome, siguiéndome
Como dos estrellas cándidas;
Cual fijas estrellas dobles
En los cielos apareadas
En la noche solitaria.

Ellos solos purifican


Mi alma toda con sus rayos
Y mi corazón abrasan,
Y me prosterno ante ellos
Con adoración extática,
Y en el día
No se ocultan
Cual se ocultó mi esperanza.

72
De todas partes me siguen
Mirándome fijamente
Con sus místicas miradas.
Misteriosas, divinales
Me persiguen sus miradas
Como dos estrellas fijas,
Como dos estrellas tristes,
¡Como dos estrellas blancas!

73
EL VALLE INTRANQUILO
Edgar Allan Poe

Hubo un tiempo en que el valle sonreía,


silencioso, aunque nadie allí vivía;
su gente había marchado hacia la guerra
confiando el cuidado de esa sierra,
por la noche, a la mirada fiel
de las estrellas desde su azul cuartel
y de día, a los rojos resplandores
del sol que dormitaba entre las flores.
Mas ahora para todo visitante
el valle triste es inquieto e inquietante.
Nada allí se detiene un solo instante...
nada salvo el aire que se cierne
sobre la soledad mágica y perenne.
¡Ah, ningún viento agita los ramajes
que palpitan como el glacial oleaje
en torno a las Hébridas salvajes!
¡Ah, ningún viento empuja el furtivo
manto de nubes que, sin respiro,
surcan durante el día el cielo esquivo
sobre las violetas allí esparcidas
como ojos humanos de mil medidas...!
sobre las ondeantes azucenas
74
que lloran junto a las tumbas ajenas!
Ondean: y en sus pétalos más tiernos
se juntan gotas de rocío sempiterno.
Lloran: y por sus tallos claudicantes
bajan perennes lágrimas como diamantes.

75
PARA ANNIE
Edgar Allan Poe

¡A Dios gracias! La crisis,


el peligro ha pasado,
y la pena interminable
al fin concluyó,
y esa fiebre llamada vivir
fue vencida al final.

Tristemente, yo se
que fui despojado de mi fuerza,
y sin mover un músculo
permanezco tendido.
Más nada importa, yo siento
que al fin me encuentro mejor.

Y tan quieto yazgo


ahora en mi lecho
que cualquiera que me viese
podría imaginar que estoy muerto,
podría estremecerse al mirarme
creyéndome muerto.

El lamentarse y gemir,
76
los llantos y los suspiros,
fueron aplacados;
y con ellos el horrible palpitar
del corazón.
¡Ah, ese horrible,
horrible palpitar!

Los mareos, las náuseas,


el dolor implacable,
cesaron con la fiebre
que laceraba mi cerebro,
con la fiebre llamada vivir
que quemaba mi cerebro.

Se calmó también la tortura,


de todas la peor:
esa horrible tortura
de la sed por las aguas mortales
del río maldito de la Pasión;
pues para ello he bebido
de un agua que apaga toda sed.

De un agua que fluye


con un murmullo de canción de cuna;
una fuente que yace
77
pocos metros bajo la tierra;
de una cueva que se halla
muy cerca del suelo.

Que no se diga neciamente


que mi morada es oscura
y angosto mi lecho;
pues jamás hombre alguno
durmió en lecho distinto,
y todos ustedes, para dormir,
dormirán en un lecho idéntico.

Mi espíritu atormentado
descansa blandamente, olvidando,
jamás añorando sus rosas;
sus viejos anhelos
de mirtos y rosas.

Pues ahora,
mientras yace apaciblemente,
se imagina alrededor un aroma más sagrado;
un aroma de pensamientos,
un aroma de romero mezclado con
pensamientos,
con las hojas de ruda
78
y los hermosos y humildes pensamientos.

Y así yace en paz,


sumido en el sueño sin fin
de la verdad y la belleza de Annie,
anegado entre las trenzas de Annie.

Ella me besó delicadamente,


ella me acarició con ternura,
y yo me dormí suavemente sobre su seno,
profundamente dormido en el cielo de su seno.

Cuando la luz se extinguió,


ella me tapó cuidadosamente,
y rogó a los ángeles
que me protegiesen de todo mal:
a la reina de los ángeles
que me guardara de todo mal.

Y tan quieto permanezco


tendido en mi lecho
(sabiendo el amor de ella),
que ustedes imaginan que estoy muerto;
y tan apaciblemente reposo
en mi lecho (con el amor de ella en mi seno),
79
que imaginan que estoy muerto,
se estremecen al mirarme creyéndome muerto.

¡Pero mi corazón es más brillante


que las estrellas que salpican
en miríadas el cielo,
pues brilla con Annie,
resplandece con el amor de mi Annie,
con el pensamiento de la luz de los ojos de mi
Annie!

80
PAIS DE HADAS
Edgar Allan Poe

Valles de sombra y aguas apagadas


y bosques como nubes,
que ocultan su contorno
en un fluir de lágrimas.
Allí crecen y menguan unas enormes lunas,
una vez y otra vez, a cada instante,
en canto que la noche se desliza,
y avanzan siempre, inquietas,
y apagan el temblor de los luceros
con el aliento de su rostro blanco.
Cuando el reloj lunar señala medianoche,
una luna más fina y transparente
desciende, poco a poco,
con el centro en la cumbre
de una sierra elevada,
y de su vasto disco
se deslizan los velos dulcemente
sobre aldeas y estancias,
por doquier; sobre extrañas
florestas, sobre el mar
y sobre los espíritus que vuelan
y las cosas dormidas:
81
y todo lo sepultan
en un gran laberinto luminoso.
¡Ah, entonces! ¡Qué profunda
es la pasión que ponen en su sueño!
Despiertan con el día,
y sus lienzos de luna
se ciernen ya en el cielo,
con inquietas borrascas,
y a todo se parecen: más que nada
semejan un albatros amarillo.
Y aquella luna no les sirve nunca
para lo mismo: en tienda
se trocará otra vez, extravagante.
Pero ya sus pedazos pequeñitos
se tornan leve lluvia,
y aquellas mariposas de la Tierra
que vuelan, afanosas del celaje,
y bajan nuevamente,
sin contentarse nunca,
nos traen una muestra,
prendida de sus alas temblorosas.

82
ROMANCE DE LA FERIA DE SICUANI
Luis Nieto Miranda

Un pícaro sol de feria


está en el cielo borracho:
¡se estuvo por las cantinas
toda la noche del sábado!
De tanto beber alcohol
solito se está incendiando.
(Para apagarlo en el río
quieren derribarlo a hondazos).
La mañana está que arde
con ese sol tan borracho.

Ya van llegando a la feria


los vientos cordilleranos.
Se han traído sus pututos
y en los ojos dos peñascos.
Los acompañan las brisas
con su carnaval de waynos.
Rocío de risas cholas
disparan por los sembrados.

De un huracán de polleras
el cielo se ha embanderado.
83
Los indios tienden al sol
lindos ponchos colorados.
En las cabezas los chullos
de alegría están gritando;
es como si el arcoíris
tuviese mil campanarios.
El día brinca de júbilo
como en fiestas del chaco.
En un mitin de colores
la plaza se está quemando.

Desde la hora del alba


la indiada estuvo llegando.
A la feria se han venido
desde los ayllus lejanos.
Ahí están de todas partes
con cargas y con atados:
los bayeteros de Hercca
y alfareros de San Pablo;
el que fabrica bandurrias,
hasta el que vende tostado.

Los chuchos de Chumbivilcas


Los que llegan del Kollao.
El indio que trajo lana
84
y cholo que lo ha alcanzado.
El que se vino del valle,
transparente, casi blanco.
El que comercia con coca
y el que ofrece cañihuaco.

Nadie puede confundirse


porque el traje habla muy claro:
ni canas con los de Canchis,
ni kollas con kcori-lazos;
ni el indio de Suyo-Chumo
con el que viene de Layo.

Hay en al feria de todo


para los gustos más raros.
La rica fruta del Cuzco
y el dulce pan de Acomayo.
Las verduras de Arequipa,
los camarones de Tambo.
El maíz de la quebrada,
las cebollas de Chihuaco;
los quesos de Santa Rosa,
los frescos suches del Lago
y chicha blanca que cuesta
sólo diez cobres el vaso.
85
Nada le falta a la feria
de Sicuani en el mercado.
Ni sus mestizas bandidas
con sus caras de durazno,
ni el cholo que se da pisto
y enamora con charango.
Ni los “tigres”, ni Juan Loco
con su excelente anisado,
ni nuestra María Vera
de la chicha y el güen trato,
con clientela famosa
por eso del bebe largo.
Nada le falta a la feria
del domingo en el mercado!

Después de un día de fiebre,


cumplido ya su trabajo,
apoyándose en los cerros
el sol se va tambaleando.
Se va sediento y apenas,
con ganas de echarle un trago.
(Seguro que va “a empalmarla”
con buen alcohol de Cartavio).
A veces se pierde días
y es difícil encontrarlo.
86
(Por las cantinas del cielo
siempre lo pillas borracho).

87
CONSEJO
Luis Nieto Miranda

En lindos caballos de oro


el sol de vendrá a buscar,
para llevarte al galope
por las orillas del mar.
En su palanquín de plata
también la luna vendrá:
por los caminos del cielo
qué te irán a revelar.
Y golondrinas románticas,
de esas que vienen y van,
con sus capitas de viento
en tu busca llegarán.
En su gran trono de estrellas
los ángeles bajarán,
para llevarte a ese mundo
del que no se vuelve ya.
Con sus guitarritas verdes
los pájaros te rondarán
para conducirte lejos
en sus alas de cristal.
Con su muñeca de trapo
una chiquilla vendrá;
88
es pobre y sola en el mundo:
¡no tiene con quien estar!
El sol, la luna, los ángeles
pueden muy bien esperar.
Te quiere la niña pobre
¡vete con ella a jugar!

89
DERROTA DE LA LAGRIMA
Luis Nieto Miranda

Ya no hay tiempo para la guitarra,


para el sollozo del corazón, amiga.
Ya no hay pájaros iluminando el arco de tus
años.
Ya no hay palomas
mirando fatigadas desde tus ojos.
Estás arrinconada
en la choza de viento de tus penas
y silenciosa me verás partir
desde más allá de tus lágrimas
sin comprender siquiera.

En nuestras manos
las banderas crecen y gritan
hasta quemar el aire.
¡Nuestras banderas, mi muchacha!
Ahora hasta tu nombre me duele al caer de los
ojos,
al pasar de rodillas junto a mis sílabas
y crecer de improviso
como un clamor en mi costado.

90
Quiero decirte,
quiero que escuches el sonido rebelde,
el rumor de una letra de mando
que endereza mi sangre y sus espinas.

Quiero que sepas


por qué mueren los hombres por los hombres;
por qué en el mundo
hay seres irremediablemente pobres;
por qué el andrajo
de repente es un rugido galopando en el aire;
por qué los nuestros
terminan siempre entre muros de olvido;
por qué los fusiles carniceros
les olfatean las raíces del sueño
y las culatas ignominiosas
les aplastan los pechos rebosantes
de amor y de canciones.

Quisiera, amiga mía, que algún día comprendas


con qué dulce barro de cariño,
con qué latido de cielo azul
hicimos nacer la palabra CAMARADA,
tan buena y dolorosa con su vientre de madre,
con su paso de grito,
91
con su puño de sangre,
con su frente de estrellas.

Cuando me veas partir -y no es en vano-,


yo sé que un silencio definitivo
como un cuchillo de niebla y de lamentos
te partirá el corazón.
Y no podrás llorar. ¡Ya no podrás llorar siquiera!

Y cuando después adviertas


que enmudece el río claro de tu alegría
y veas que afuera
la calle está poblada de banderas y esperanzas,
me soñarás desde el recuerdo
y no sabrás por qué los pobres
miran mi corazón acribillado
como el pan que quisieran comer y lo respetan.

Ya no hay tonada para el sollozo, amiga.


Ya no hay sonrisas
para encender el horno de las guitarras.
Ya no es posible escucharla agonía de los
sollozos
ni el canto de las lágrimas.

92
Mujer, angustia mía:
ya no es posible el cielo
y su lluvia de trinos
ahora que los hambrientos marchan en línea de
combate
a conquistar la vida!

93
ULTIMA VOLUNTAD
Luis Nieto Miranda

Aquí me tienen solo, sin rendirme,


mis viejas cicatrices me acompañan.
Aquí estoy con mi fe en el pueblo al tope
y una terca consigna de batalla.

Con mi sangre que quema sus hilachas,


con mis luchas que nunca dieron tregua,
quise un mundo de paz sin sobresaltos,
en una patria libre de miserias.

Combatí junto al pobre. Por su causa


me llovieron prisiones y destierros,
y al final traje una fe invencible
en el triunfo final de nuestros pueblos.

Cumplí mi parte. Ahora ya mi vida


puede ser derribada de un hachazo…
¡Echad sobre la tierra que me acoja
un puñado de brasas y de cantos!

94
DIANA PARA LOS VALIENTES
Luis Nieto Miranda

-Dime, si no tienes armas


¿con qué pelearás, hermano?
-Aquí está como bomba
mi corazón en la mano!
-Está en peligro tu vida,
la olfatean los balazos.
-De qué me sirve la vida
si el pueblo está encadenado.
-Tu madre te llama a gritos,
está tu madre llorando.
-Di a mi madre que quisiera
hacer balas con su llanto.
-Los verdugos están ciegos,
te van a matar muchacho.
-La vida vale muy poco
si hay que vivir como esclavo.

95
TUS GRITOS TUS HERIDAS
Luis Nieto Miranda

Ya no era tiempo entonces


cuando te vi partir
entre mortajas de aterrada bruma
sembrando de esqueletos el camino.

La huella de tus pasos dejaba heridas en el


polvo
y unos gritos inocentes llorando en las riberas.

Aquel día, niña desconsolada, vagabunda triste,


lloraron las espinas de las rosas
hasta caerse muertas.
Y envejecieron todos los árboles

Hubo uno que se vistió de pájaro


para seguir tu ruta.
Desapareció cierta mañana
y ahora ya nadie se acuerda de él.

Es el árbol-pájaro
que desencadena
tempestades de nidos sobre la tierra.
96
SONETO 83
Pablo Neruda

Es bueno, amor, sentirte cerca de mí en la


noche,
invisible en tu sueño, seriamente nocturna,
mientras yo desenredo mis preocupaciones
como si fueran redes confundidas.

Ausente, por los sueños tu corazón navega,


pero tu cuerpo así abandonado respira
buscándome sin verme, completando mi sueño
como una planta que se duplica en la sombra.

Erguida, serás otra que vivirá mañana,


pero de las fronteras perdidas en la noche,
de este ser y no ser en que nos encontramos
algo queda acercándonos en la luz de la vida
como si el sello de la sombra señalara
con fuego sus secretas criaturas.

97
LABERINTO
Jorge Luis Borges

No habrá nunca una puerta. Estás adentro


y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.

No esperes que el rigor de tu camino


que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. Es de hierro tu destino
como tu juez. No aguardes la embestida
del toro que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.

No existe. Nada esperes. Ni siquiera


en el negro crepúsculo la fiera.

98
LA CALLE
Octavio Paz

Es una calle larga y silenciosa.


Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.

Todo está oscuro y sin salida,


y doy vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie m espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

99
BORDAS DE HIELO
Cesar Vallejo

Vengo a verte pasar todos los días,


vaporcito encantado siempre lejos…
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea ¡en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,


embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!

Las jarcias; vientos que traicionan; vientos


de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo.

100
SONETO 81
Pablo Neruda

Amor es fuego ardiente mas sin ver;


es herida que duele y no se siente;
es que un contentamiento descontente;
es dolor que enloquece sin doler.

Es un querer no más que bienquerer;


es andar solitario entre la gente;
es que nunca el contento me contente;
es un cuidar que gana con perder.

Es querer estar preso a voluntad;


es servir a quien vence, el vencedor;
tener a quien nos mata, lealtad.

Mas ¿cómo causar puede su favor


del corazón humano la amistad
si tan contrario a sí es el mismo Amor?

101
EL AMOR
Manuel Gonzales Prada

Si eres un bien arrebatado al cielo


¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto,
la desconfianza, el torcedor quebranto,
las turbias noches de febril desvelo?

Si eres un mal en el terrestre suelo


¿Por qué los goces, la sonrisa, el canto,
las esperanzas, el glorioso encanto,
las visiones de paz y de consuelo?

Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas?


Si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?
Si eres sombra, ¿por qué la luz derramas?

¿Por qué la sombra, si eres luz querida?


Si eres vida, ¿por qué me das la muerte?
Si eres muerte, ¿por qué me das la vida?

102
AMAR SIN SER QUERIDO
Manuel Gonzales Prada

Un dolor jamás dormido,


una gloria nunca cierta,
una llaga siempre abierta,
es amar sin ser querido.

Corazón que siempre fuiste


bendecido y adorado,
tú no sabes, ¡ay!, lo triste
de querer no siendo amado.

A la puerta del olvido


llama en vano el pecho herido:
Muda y sorda está la puerta;
que una llaga siempre abierta
es amar sin ser querido.

103
BUEN AMOR
Manuel Gonzales Prada

Te amaré con alma y vida,


aunque niegues mi dulzura
al sentirte más querida.

Te amaré con alma y vida,


aunque veas ya perdida
esa frágil hermosura
de que vives engreída.

Te amaré con alma y vida,


aunque seas podre hundida
en la horrible sepultura.

104
ACORDE
Manuel Gonzales Prada

Era un paisaje desolado,


como la vida sin amor,
era una vida triste,
como tarde sin Sol.
En la tristeza del paisaje
la vida erraba sin amor.
Paisaje y vida ¡flébil dúo!
Nostalgia fúnebre en los dos.

Al paisaje y a la vida
descendió la oscuridad:
fue la noche sin aurora,
el dormir sin despertar.
¿Qué fatídicos rumores repercuten
en la sombra de misterio y soledad?
Son las alas de la muerte que se acerca,
son los pasos de la vida que se va.

105
CUARTETO PERSA
Manuel Gonzales Prada

Deja la sombra y paz de tus hogares,


ven al huerto de mirras y azahares.
En medio al arrullar de las palomas,
vivamos el Cantar de los Cantares.

Extiende por mi rostro la red de tus cabellos;


enrédame en sus rizos, perfúmame con ellos.
Que brinden, tras la malla de oro ensortijado,
tu boca las sonrisas, tus ojos los destellos.

Cuando la amada sobre mi se inclina


y con su fresca boca purpurina
vierte en el fuego de mis labios fuego,
toco la rosa sin temer la espina.

Que la sonrisa de unos labios? Nada.


Que la mirada de tus ojos? Nada.
Mas no se oculta en nada de la Tierra
lo que se encierra en esa noche nada.

Es locura el amor y poco dura,


mas, quien no diera toda la cordura,
106
quien no cambiara mil eternidades
por ese breve instante de locura?

107
EL PAJARO CIEGO
Manuel Gonzales Prada

Era un Pájaro de nieve:


Con su inefable cantar,
Derramaba en tristes pechos
Alegría sin igual.

-«Pájaro, el Inca murmura,


Tu canción me atedia ya:
Siempre cantas alegrías,
Nunca lloras el pesar.

Lanza quejas doloridas,


Porque sufro negro afán,
Porque siento una amargura
Melancólica y mortal.

Canta canciones que aumenten


Mi congoja más y más,
Que yo gozo en mi tristeza,
Que yo gozo en mi penar».

108
Mas el Pájaro de nieve,
Sordo al mandato real,
Canta siempre la ventura,
Pero tristeza jamás.

II

Murmura un viejo Cacique:


-«Rey, al Pájaro cegad,
Y con lánguida tristeza
Su canción exhalará».

Ciego, el Pájaro de nieve


Siente y sufre pena tal,
Que, si fue de blancas plumas,
Es de negras plumas ya.

Canta dolor y amarguras


Con tan lúgubre cantar
Que, a su voz, las fieras lloran
Y se quiebra el pedernal.

Todos cierran los oídos,


Todos huyen y se van:
El oír los tristes cantos
109
Es gemir y agonizar.

La hija tierna del Monarca


Oye el canto sin igual,
Y solloza, y se adormece,
Y no despierta jamás.

Prorrumpe el Inca, estallando


Con la voz del huracán:
-«Pronto al Pájaro la muerte,
Pronto al Cacique cegad».

110
VIENTO DEL OLVIDO
Manuel Scorza

Como a todas las muchachas del mundo,


también a Ella,
tejiéronla
con sus sueños,
los hombres que la amaban.

Y yo la amaba.

Pudo ser para otros un rostro


que el Viento del Olvido
borra a cada instante.
Pudo ser,
pero yo la amaba.

Yo veía las cosas más sencillas


volverse misteriosas
cuando Ella las tocaba.
Porque las estrellas de la noche
¡Ella con su mano las sembraba!

Los días de esmeralda,


los pájaros tranquilos,
111
los rocíos azules,
¡Ella los creaba!

Yo me emocionaba
con sólo verla pisar la hierba.
¡Ah si tus ojos me miraran todavía!

Esta noche no tendría tanta noche.


Esta noche la lluvia caería sin mojarme.

Porque la lluvia no empapa


a los que se pierden
en el bosque de sus sueños relucientes,
y sus días no terminan
y son sus noches transparentes.

¿Dónde estás ahora?


¿En qué ciudad,
en qué penumbra,
en cuál bosque
te desconocen las luciérnagas?

Tal vez mientras escribo,


estás en un suburbio,
sola, inerme, abandonada…
112
¡Abandonada, no!

En tu ausencia
mi corazón todas las tardes muere.

113
LOS POETAS
Manuel Scorza

Ustedes, poetas,
¿qué creían?
Cantaban
bellísimas canciones;
en vuestra tarde hermosa
sólo sonaba
el murmullo amarillo de la fuente;
los poetas tejían
enredaderas de espuma
alrededor de las muchachas;
los poetas decían:
las aguas son transparentes
como si debajo agitaran candelabros
encendidos.

Aquí algo humeaba;


no era nada,
era gente desconocida;
el humo salía de los ojos del mundo,
quemaba cisnes, mataba flores,
y ustedes, poetas, cantaban.

114
¡Era difícil interrumpir la melodía!
Cómo iban los poetas a decir:
«No hay papas»,
«Está sucia mi camisa»,
«La niña llora por su pan descalabrado»,
«No tengo para el alquiler»,
«No puedo, vuelva a fin de mes».

Ay, poetas,
ahora el beso
en los labios se nos pudre;
muertos estamos
de comer barbudas aves.

En verdad, os digo:
antes de que cante el gallo,
lloraréis mil veces.

115
AMERICA
Manuel Scorza

América,
no puedo escribir tu nombre sin morirme.
Aunque aprendí de niño,
no me salen derechos los renglones;
a cada sílaba tropiezo con cadáveres,
detrás de cada letra encuentro un hombre
ardiendo,
y no puedo ni cerrar la a
porque alguien grita como si se quedara dentro.

Vengo del Odio,


vengo del salto mortal de los balazos;
está mi corazón sudando pumas:
sólo oigo el zumbido de la pena.

Yo atravesé negras gargantas,


crucé calles de pobreza,
América, te conozco,
yo mismo tendí la cama
donde expiró mi vida vacía.

116
Yo tenía dieciocho años
yo vivía
en un pueblo pequeño,
oyendo el diálogo de musgo de las tardes,
pero pasó mi patria cojeando,
los ahogados empezaron a pedir más agua,
salían de mi boca escarabajos.
Sordo, oscuro, batracio, desterrado,
¡era yo quien humeaba en las cocinas!

¡Amargas tierras,
patrias de ceniza,
no me entra el corazón en traje de paloma!
¡Cuando veo la cara de este pueblo
hasta la vida me queda grande!

¡Pobre América!
En vano los poetas
deshojan ruiseñores.
No verán tu rostro mientras no se atrevan
a llamarte por tu nombre, ¡América mendiga,

América de los encarcelados,


América de los perseguidos,
América de los parientes pobres!
117
¡Nadie te verá si no deshacen
este nudo que tengo en la garganta!

118
VOY A LAS BATALLAS
Manuel Scorza

América,
aquí te dejo.
Me voy a las batallas.
Luchar es más hermoso que cantar.
Yo te digo,
a pesar del dolor,
a pesar del las patrias derrumbadas,
ama a los gorriones.
Yo sé que es difícil
hallar entre las tumbas un lugar para la risa.
Yo mismo, a veces, caigo,
y el viento
levanta mi cara como una alfombra rota,
pero aun en las celdas,
bajo la lluvia,
yo no perdí la fe.

Amigos,
aunque os golpeen,
jamás perdáis la fe;
aunque vengan días sucios,
jamás perdáis la fe,
119
aunque yo mismo os niegue de rodillas,
no me creáis,
amad la vida,
¡guardad rocío
para que las flores
no padezcan las noches canallas que vendrán!
Sed felices, os ruego,
salid de los cuartos sombríos,
sed felices para que yo no muera.
Yo no escribí estos cantos
para dar espuma a las muchachas.
Yo canté porque los dolores
ya no cabían en mi boca:
yo siempre estuve aquí
peleando con mastines de pavorosa nieve;
conozco todas las caras,
he visto a los deudores tratando
de meterse en sus zapatos cada amanecer.
¿Dónde no estuve?,
¿en qué pantano no bebí?,
¿a qué pozo malo no rodé?

Ay, a mi alma caían las cáscaras


que amargas cocineras, pelaban.
Amigos: en mi corazón jamás reinó silencio,
120
yo oí todas las voces,
escuché a las sábanas quejarse,
supe cuando las criadas escribían cartas de
tristeza,
y cuando no llegó a tiempo el único pie del cojo,
y canté, América, los dolores,
y recliné en ti mi cabeza.
Mas ahora digo:
degollad la tristeza,
cantad frente al mar.
Dadme la mano, amigos.
Amo la tierra flaca
que me siguió cojeando a los destierros.
No quise confesarlo antes.

Era difícil,
me ahogaba el esqueleto,
el aire me dolía,
la voz me llagaba
pero ahora te amo.
No soy nada,
no soy herrero,
ni jinete, ni sembrador.
Yo sólo sé cantar, pero te amo;
¡también la aurora se construye con canciones!
121
¡Amigos,
os encargo reír!
Amad a las muchachas,
cuidad a los jazmines,
preservad al gorrión.
No me busquen amargos en la noche:
yo espero cantando la mañana.

Un gran viento se levanta.


Hay demasiado dolor.
Un gran viento se levanta.
He visto arder extraños ríos.
Un gran viento se levanta,
preparad la hoguera,
preparaos.

Aquí dejo mi poesía


para que los desdichados se laven la cara.
Buscadme cuando amanezca.
Entre la hierba estoy cantando.

122
YO NO ME RIO DE LA MUERTE
Javier Heraud

Yo nunca me río
de la muerte.
Simplemente
sucede que
no tengo
miedo
de
morir
entre
pájaros y arboles

Yo no me río de la muerte.
Pero a veces tengo sed
y pido un poco de vida,
a veces tengo sed y pregunto
diariamente, y como siempre
sucede que no hallo respuestas
sino una carcajada profunda
y negra. Ya lo dije, nunca
suelo reír de la muerte,
pero sí conozco su blanco
rostro, su tétrica vestimenta.
123
Yo no me río de la muerte.
Sin embargo, conozco su
blanca casa, conozco su
blanca vestimenta, conozco
su humedad y su silencio.

Claro está, la muerte no


me ha visitado todavía,
y Uds. preguntarán: ¿qué
conoces? No conozco nada.
Es cierto también eso.
Empero, sé que al llegar
ella yo estaré esperando,
yo estaré esperando de pie
o tal vez desayunando.
La miraré blandamente
(no se vaya a asustar)
y como jamás he reído
de su túnica, la acompañaré,
solitario y solitario.

124
MI CASA
Javier Heraud

Mi cuarto es una
manzana,
con sus
libros,
con su
cáscara,
con su cama
tierna para
la noche dura.
Mi cuarto es el
de todos
es decir,
con su
lamparín que
me permite reír
al lado de Vallejo,
que me permite ver
la luz eterna de
Neruda.
Mi cuarto, en
125
fin,
es una
manzana,
con sus libros,
sus papeles,
conmigo,
con su
corazón.

II

Por mi ventana nace


el sol casi todas
las mañanas.
Y en mi cara,
en mis manos,
en el dulce
clamor de la luz pura,
abro mis ojos entre la
noche muerta,
entre la tierna
esperanza de
quedar vivo un
día más,
un nuevo día,
126
para
abrir los
ojos ante la
luz eterna.

127
EL RIO
Javier Heraud

Yo soy un río,
voy bajando por
las piedras anchas,
voy bajando por
las rocas duras,
por el sendero
dibujado por el
viento.
Hay árboles a mi
alrededor sombreados
por la lluvia.
Yo soy un río,
bajo cada vez más
furiosamente,
más violentamente
bajo
cada vez que un
puente me refleja
en sus arcos.

128
II

Yo soy un río
un río
un río
cristalino en la
mañana.
A veces soy
tierno y
bondadoso. Me
deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de
día,
y
de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.

III

129
Yo soy el río.
Pero a veces soy
bravo
y
fuerte
pero a veces
no respeto ni a
la vida ni a la
muerte.
Bajo por las
atropelladas cascadas,
bajo con furia y con
rencor,
golpeo contra las
piedras más y más,
las hago una
a una pedazos
interminables.
Los animales
huyen,
huyen huyendo
cuando me desbordo
por los campos,
cuando siembro de
piedras pequeñas las
130
laderas,
cuando
inundo
las casas y los pastos,
cuando
inundo
las puertas y sus
corazones,
los cuerpos y
sus
corazones.

IV

Y es aquí cuando
más me precipito
Cuando puedo llegar
a
los corazones,
cuando puedo
cogerlos por la
sangre,
cuando puedo
mirarlos desde
adentro.
131
Y mi furia se
torna apacible,
y me vuelvo
árbol,
y me estanco
como un árbol,
y me silencio
como una piedra,
y callo como una
rosa sin espinas.

Yo soy un río.
Yo soy el río
eterno de la
dicha. Ya siento
las brisas cercanas,
ya siento el viento
en mis mejillas,
y mi viaje a través
de montes, ríos,
lagos y praderas
se torna inacabable.

132
VI

Yo soy el río que viaja en las riberas,


árbol o piedra seca
Yo soy el río que viaja en las orillas,
puerta o corazón abierto
Yo soy el río que viaja por los pastos,
flor o rosa cortada
Yo soy el río que viaja por las calles,
tierra o cielo mojado
Yo soy el río que viaja por los montes,
roca o sal quemada
Yo soy el río que viaja por las casas,
mesa o silla colgada
Yo soy el río que viaja dentro de los hombres,
árbol fruta
rosa piedra
mesa corazón
corazón y puerta
retornados,

VII

Yo soy el río que canta


al mediodía y a los
133
hombres,
que canta ante sus
tumbas,
el que vuelve su rostro
ante los cauces sagrados.

VIII

Yo soy el río anochecido.


Ya bajo por las hondas
quebradas,
por los ignotos pueblos
olvidados,
por las ciudades
atestadas de público
en las vitrinas.
Yo soy el río
ya voy por las praderas,
hay árboles a mi alrededor
cubiertos de palomas,
los árboles cantan con
el río,
los árboles cantan
con mi corazón de pájaro,
los ríos cantan con mis
134
brazos.

IX

Llegará la hora
en que tendré que
desembocar en los
océanos,
que mezclar mis
aguas limpias con sus
aguas turbias,
que tendré que
silenciar mi canto
luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al
alba de todos los días,
que clarear mis ojos
con el mar.
El día llegará,
y en los mares inmensos
no veré más mis campos
fértiles,
no veré mis árboles
verdes,
135
mi viento cercano,
mi cielo claro,
mi lago oscuro,
mi sol,
mis nubes,
ni veré nada,
nada,
únicamente el
cielo azul,
inmenso,
y
todo se disolverá en
una llanura de agua,
en donde un canto o un poema más
sólo serán ríos pequeños que bajan,
ríos caudalosos que bajan a juntarse
en mis nuevas aguas luminosas,
en mis nuevas
aguas
apagadas.

136
PALABRA DE GUERRILLERO
Javier Heraud

Porque mi patria es hermosa


corno una espada en el aire,
y más grande ahora y aún
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo
con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros.

137
A NUESTRO CREADOR TUPAC AMARU
José María Arguedas

Tranquilo espera,
tranquilo oye,
tranquilo contempla este mundo.
Estoy bien ¡alzándome!
Canto;
bailo la misma danza que danzabas
el mismo canto entono.
Aprendo ya la lengua de Castilla,
entiendo la rueda y la máquina;
con nosotros crece tu nombre;
hijos de wiraqochas te hablan y te escuchan
como al guerrero maestro, fuego puro que
enardece, iluminando.
Viene la aurora.

Me cuentan que en otros pueblos los hombres


azotados, los que sufrían, son ahora águilas,
cóndores de inmenso y libre vuelo.
Tranquilo espera.

Llegaremos más lejos que cuanto tú quisiste y


soñaste.
138
Odiaremos más que cuanto tú odiaste;
amaremos más de lo que tú amaste, con amor
de paloma encantada, de calandria.

Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor


sin sosiego y sin límites, lo que tú no pudiste lo
haremos nosotros.

Al helado lago que duerme, al negro precipicio,


a la mosca azul que ve y anuncia la muerte,
a la luna, las estrellas y la tierra,
el suave y poderoso corazón del hombre;
a todo ser viviente y no viviente,
que está en el mundo,
en el que alienta o no alienta la sangre, hombre
o paloma, piedra o arena, haremos que se
regocijen, que tengan luz infinita, Amaru, padre
mío.

La santa muerte vendrá sola, ya no lanzada con


hondas trenzadas ni estallada por el rayo de
pólvora.

El mundo será el hombre, el hombre el mundo,


todo a tu medida.
139
TEMBLAR
José María Arguedas

Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;


está temblando porque ha tocado la triste
sombra del corazón
de las mujeres.

¡No tiembles, dolor, dolor¡


¡La sombra de los cóndores se acerca!
—¿A qué viene la sombra?
¿Viene en nombre de las montañas sagradas
o a nombre de la sangre de Jesús?

—No tiembles; no estés temblando;


no es sangre; no son montañas;
es el resplandor del Sol que llega a la pluma de
los cóndores
—Tengo miedo, padre mío.

El Sol quema; quema al ganado; quema las


sementeras.
Dicen que en los cerros lejanos
que en los bosques sin fin,
una hambrienta serpiente,
140
serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,
está buscando hombres.

—No es el Sol, es el corazón del Sol,


su resplandor,
su poderoso su alegre resplandor,
que viene en la sombra de los ojos de los
cóndores.
No es el Sol, es una luz.

¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin


límites!
Tiembla con su luz;
sacúdete como los árboles de la gran selva,
empieza a gritar.
Formen una sola sombra, hombres, hombres de
mi pueblo;
todos juntos
tiemblen con la luz que llega.
Beban la sangre áurea de la serpiente dios.
La sangre ardiente llega al ojo de los cóndores,
carga los cielos, los hace danzar,
desatarse y parir, crear.
Crea tú, padre mío, vida;
hombre, semejante mío, querido.
141
BLASON
José Santos Chocano

Soy el cantor de América autóctono y salvaje:


mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con vaivén pausado de hamaca tropical…

Cuando me siento inca, le rindo vasallaje


al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.

Mi fantasía viene de un abolengo moro:


los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.

La sangre es española e incaico es el latido;


y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.

142
DE VIAJE
José Santos Chocano

Ave de paso,
fugaz viajera desconocida:
fue sólo un sueño, sólo un capricho, sólo un
acaso;
duró un instante, de los que llenan toda una
vida.

No era la gloria del paganismo,


no era el encanto de la hermosura plástica y
recia:
era algo vago, nube de incienso, luz de
idealismo.
No era la Grecia:
¡era la Roma del cristianismo!
Alrededor era de sus dos ojos ¡oh, qué ojos,
ésos!
que las fracciones de su semblante desvanecidas
fingían trazos de un pincel tenue, mojado en
besos,
rediviviendo sueños pasados y glorias idas…

Ida es la gloria de sus encantos,


143
pasado el sueño de su sonrisa.

Yo lentamente sigo la ruta de mis quebrantos;


¡ella ha fugado como un perfume sobre la brisa!
Quizás ya nunca nos encontremos;
quizás ya nunca veré a mi errante desconocida;
quizás la misma barca de amores empujaremos,
ella de un lado, yo de otro lado, como dos
remos,
¡toda la vida bogando juntos y separados toda
la vida!

144
QUIEN SABE
José Santos Chocano

Indio que asomas a la puerta


de esa tu rústica mansión:
¿Para mi sed no tienes agua?
¿Para mi frío cobertor?
¿Parco maíz para mi hambre?
¿Para mi sueño, mal rincón?
¿Breve quietud para mi andanza?

-¡Quién sabe, señor!

Indio que labras con fatiga


tierras que de otro dueño son:
¿Ignoras tú que deben tuyas
ser por tu sangre y tu sudor?
¿Ignoras tú que audaz codicia
siglos atrás te las quitó?
¿Ignoras tú que eres el amo?

-¡Quién sabe, señor!

Indio de frente taciturna


y de pupilas de fulgor:
145
¿Qué pensamiento es el que escondes
en tu enigmática expresión?
¿Qué es lo que buscas en tu vida?
¿Qué es lo que imploras a tu dios?
¿Qué es lo que sueña tu silencio?

-¡Quién sabe, señor!

¡Oh, raza antigua y misteriosa,


de impenetrable corazón,
que sin gozar ves la alegría
y sin sufrir ves el dolor:
eres augusta como el Ande,
el Grande Océano y el Sol!
Ese tu gesto que parece
como de vil resignación,
es de una sabia indiferencia
y de un orgullo sin rencor…

Corre por mis venas sangre tuya,


y, por tal sangre, si mi Dios
me interrogase qué prefiero
-cruz o laurel, espina o flor,
beso que apague mis suspiros
o hiel que colme mi canción-,
146
responderíale diciendo:
-¡Quién sabe, señor!

147
LOS CABALLOS DE LOS
CONQUISTADORES
José Santos Chocano

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas
relucientes y sus cascos musicales…

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!

¡No! No han sido los guerreros solamente,


de corazas y penachos y tizonas y estandartes,
los que hicieron la conquista
de las selvas y los Andes:

Los caballos andaluces, cuyos nervios


tienen chispas de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y
148
en los valles.

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!

Un caballo fue el primero,


en los tórridos manglares,
cuando el grupo de Balboa caminaba
despertando las dormidas soledades,
que de pronto dio el aviso
del Pacífico Océano, porque ráfagas de aire
al olfato le trajeron
las salinas humedades;

y el caballo de Quesada, que en la cumbre


se detuvo viendo, en lo hondo de los valles,
el fuetazo de un torrente
como el gesto de una cólera salvaje,
saludo con un relincho
la sabana interminable…
y bajó con fácil trote,
los peldaños de los Andes,
cual por unas milenarias escaleras
que crujían bajo el golpe de los cascos
musicales…
149
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!

Y aquel otro, de ancho tórax,


que la testa pone en alto
cual queriendo ser más grande,
en que Hernán Cortés un día
caballero sobre estribos rutilantes,
desde México hasta Honduras
mide leguas y semanas entre rocas y boscajes,
es más digno de los lauros
que los potros que galopan
en los cánticos triunfales
con que Píndaro celebra
las olímpicas disputas
entre el vuelo de los carros y la fuga de los aires

Y es más digno todavía


de las odas inmortales
el caballo con que Soto, diestramente,
y tejiendo las cabriolas como él sabe,
causa asombro, pone espanto, roba fuerzas,
y entre el coro de los indios,
sin que nadie haga un gesto de reproche,
llega al trono de Atahualpa y salpica con
150
espumas
las insignias imperiales.

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!

El caballo del beduino


que se traga soledades.
El caballo milagroso de San Jorge,
que tritura con sus cascos los dragones
infernales.
El de César en las Galias.
El de Aníbal en los Alpes.
El Centauro de las clásicas leyendas,
mitad potro, mitad hombre,
que galopa sin cansarse,
y que sueña sin dormirse,
y que flecha los luceros,
y que corre como el aire,
todos tienen menos alma, menos fuerza, menos
sangre,
que los épicos caballos andaluces
en las tierras de la Atlántida salvaje,
soportando las fatigas,
las espuelas y las hambres,
151
bajo el peso de las férreas armaduras,
cual desfile de heroísmos,
coronados entre el fleco de los anchos
estandartes
con la gloria de Babieca y el dolor de Rocinante.

En mitad de los fragores del combate,


los caballos con sus pechos arrollaban
a los indios, y seguían adelante.
Y, así, a veces, a los gritos de “¡Santiago!”,
entre el humo y e fulgor de los metales,
se veía que pasaba, como un sueño,
el caballo del apóstol a galope por los aires

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!

Se diría una epopeya


de caballos singulares
que a manera de hipogrifos desolados
o cual río que se cuelga de los Andes,
llegan todos sudorosos, empolvados, jadeantes,
de unas tierras nunca vistas,
a otras tierras conquistables.
Y de súbito, espantados por un cuerno
152
que se hincha con soplido de huracanes,
dan nerviosos un soplido tan profundo,
que parece que quisiera perpetuarse.
Y en las pampas y confines
ven las tristes lejanías
y remontan las edades
y se sienten atraídos
por los nuevos horizontes:
Se aglomeran, piafan, soplan, y se pierden al
escape.

Detrás de ellos, una nube,


que es la nube de la gloria,
se levanta por los aires.

¡Los caballos eran fuertes!


¡Los caballos eran ágiles!

153
LA TRISTEZA DEL INCA
José Santos Chocano

Este era un Inca triste, de soñadora frente,


de ojos siempre dormidos y sonrisa de hiel,
que recorrió su imperio, buscando inutilmente
a una doncella hermosa y enamorada de él.

Por distraer sus penas, el Inca dió en guerrero;


puso a su tropa en marcha y el broquel requirió;
fue sembrando despojos sobre cada sendero
y las nieves mas altas con su sangre manchó.

Tal, sus flechas cruzaron inviolables regiones,


en que apenas los rios se atrevian a entrar;
y tal fue, derramando sus heroicas legiones:
de la selva a los andes de los andes al mar.

Fue gastando las flechas que tenía en su aljaba,


una vez y otra y otra, de región en región,
porque cuando salía victorioso, lograba
levantar la cabeza, pero no el corazón.

Y cansado de tanto levantar la cabeza,


celebró bailes magnos y banquetes sin fin,
154
pero no logra nada disipar su tristeza,
ni la sangre del choque, ni el licor del festín.

Nada entraba en el fondo de su espiritu oculto:


ni las cándidas ñustas de dignástico rol,
ni los cirios de Quito, consagradas al culto,
ni del Cuzco, tampoco, los vestales del sol.

Fue llamado el más viejo sacerdote; Adivina


este mal que me aqueja y el remedio del mal;
dijo al gran sacerdote, con voz trémula y fina,
aquel joven monarca, displicente y sensual.

– ¡Ay,señor! – dijo el viejo sacerdote –


Tus penas remediarse no pueden; tu pasión es
mortal.
La mujer que has ideado tiene anil en las venas
un trigal en los bucles y en la boca un coral.

– ¡Ay, señor! – ciertos días vendrán hombres


muy blancos,
Ha de oírse en los bosques el marcial caracol:
cataratas de sangre colmaran los barrancos,
y entrarán otros dioses en el Templo del Sol.

155
La mujer que has ideado pertenece a tal raza,
vanamente la buscas en tu innumera grey,
y servirte no pueden oración ni amenaza,
porque tiene otra sangre, otro dios y otro rey

Cuando el rito sagrado le mando optar esposa,


hizo astillas el cetro con vibrante dolor,
y aquel joven monarca se enterró en una fosa
y pensando en la rubia fue muriendo de amor.

156
NOSTALGIA
José Santos Chocano

Hace ya diez años


que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras:


quien no hecha raíces no puede dar fruto.

Ser río que corre, ser nube que pasa,


sin dejar recuerdos ni rastro ninguno,
es triste, y más triste para el que se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.

Quisiera ser árbol, mejor que ser ave,


quisiera ser leño, mejor que ser humo,
y al viaje que cansa
prefiero el terruño:
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho…
Estoy en la orilla
157
de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje mustio…

¡Señor!, ya me canso de viajar, ya siento


nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos… Todos rodearán mi asiento
para que diga mis penas y triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré con esta frase de infortunio:

-¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho!

158
NOTAS DEL ALMA INDIGENA
José Santos Chocano

¡Quién sabe!
Indio que asomas a la puerta
de esta tu rústica mansión: .
para mi sed no tienes agua?
¿para mi frío, cobertor?
¿parco maíz para mi hambre?
¿para mi sueño, mal rincón?
¿breve quietud para mi andanza?…
-¡Quién sabe, señor!

Indio que labras con fatiga


tierras que de otros dueños son:
¿ignoras tú que deben tuyas
ser, por tu sangre y tu sudor?
¿ignoras tú que audaz codicia,
siglos atrás, te las quitó?
¿ignoras tú que eres el Amo?…
-¡Quién sabe, señor!

Indio de frente taciturna


y de pupilas sin fulgor:
¿qué pensamiento es el que escondes
159
en tu enigmática expresión?
¿qué es lo que buscas en tu vida?
¿qué es lo que imploras a tu Dios?
¿qué es lo que sueña tu silencio?
-¡Quién sabe, señor!

¡Oh raza antigua y misteriosa


de impenetrable corazón,
que sin gozar ves la alegría
y sin sufrir ves el dolor:
eres augusta como el Ande,
el grande Océano y el Sol.

Ese tu gesto que parece


como de vil resignación,
es de una sabia indiferencia
y de un orgullo sin rencor..
Corre en mis venas sangre tuya,
y, por tal sangre, si mi Dios
me interrogase qué prefiero
– cruz o laurel, espina o flor,
beso que apague mis suspiros
o hiel que colme mi canción
responderíale dudando:
-¡Quién sabe, señor!
160
TODO ESTO ES MI PAIS
Sebastian Salazar Bondy

Mi país, ahora lo comprendo, es amargo y dulce;


mi país es una intensa pasión, un triste piélago,
un incansable manantial
de razas y mitos que fermentan;
mi país es un lecho de espinas, de caricias, de
fieras,
de muchedumbres quejumbrosas y altas sobre
heladas;
mi país es un corazón clavado a martillazos,
un bosque impenetrable donde la luz se
precipita
desde las copas de los árboles y las montañas
inertes;
mi país es una espuma, un aire, un torrente, un
declive florido,
un jardín metálico, longevo, hirviente, que vibra
bajo soles eternos que densos nubarrones
atormentan;
mi país es una fiesta de ebrios, un fragor de
batalla, una guerra civil,
un silencioso páramo cuyos frutos son jugosos,

161
un banquete de hambres, un templo de
ceremonias crueles,
un plato vacío tendido hacia la nada,
un parque con niños, con guitarras, con fuegos,
un crepúsculo infinito, una habitación
abandonada, un angustiado grito,
un vado apacible en el cual se celebra la vida;
mi país es un sepulcro en medio de la
primavera,
una extraña silueta que abruma con su brillo la
soledad,
un anciano que camina lentamente, un ácido
que horada los ojos,
un estrépito que apaga todas las músicas
terrenales,
un alud de placeres, un relámpago destructor,
un arrepentimiento sin culpa.
un sueño de oro, un despertar de cieno, una
vigilia torva,
un día de pesar y otro de risa que la memoria
confunde,
un tejido de lujo, una desnudez impúdica, una
impaciente eternidad;
mi país es un recuerdo y una premonición, un
pasado inexorable
162
y un porvenir de olas, resurrecciones, caídas y
festines;
mi país es mi temor, tu ira, la voracidad de
aquel,
la miseria del otro, la defección de muchos, la
saciedad de unos cuantos,
las cadenas y la libertad, el horror y la
esperanza, el infortunio y la victoria,
la sangre que fluye por las calles hasta chocar
con el horizonte
y de ahí retorna como una resaca sin fin;
mi país es la mujer que amo y el amigo que
abrazo tan sólo por amigo,
el extraño que te sorprende con su odio y el que
te da la mano porque quiere;
mi país es la ventana a través de la cual miro la
tarde,
la tarde que cae con sus ramos de melancolía en
mi pecho,
y el agua matinal con que limpio mis pupilas de
imágenes sucias,
el aire que respiro al salir de mi casa cada día,
y la gente que se precipita conmigo a los
quehaceres sin sentido,
el trabajo, la fatiga, la enfermedad, la locura, el
163
pensamiento,
la prisa, la desconfianza, el ocio, el café, los
libros, las maldiciones;
mi país es la generosa mesa de mi casa y los
rostros familiares
donde contemplo la marea incansable de mi
dicha,
el cigarrillo que consumo como una fe que se
renueva
y el perro cuya piel es cálida como su amistad;
mi país son los mendigos y los ricos, el alcohol
y la sed,
la aventura de existir y el orden en que elijo mis
sacrificios;
mi país es cárcel, hospital, hotel, y almacén,
hogar, arsenal;
mi país es hacienda, sembrío, cosecha;
mi país es escasez, sequía, inundación;
mi país es terremoto, lluvia, huracán;
mi país es vegetal, mineral, animal;
mi país es flexible, rígido, fluido:
mi país es líquido, sólido, inestable;
mi país es republicano, aristocrático, perpetuo;
mi país es una cuna, tumba, lecho nupcial;
mi país es indio, blanco, mestizo:
164
mi país es dorado, opaco, luminoso;
mi país es amable, hosco, indiferente;
mi país es azúcar, tungsteno, algodón;
mi país es plata, nieve, arena;
mi país es rudo, delicado, débil y vigoroso,
angelical y demoníaco;
mi país es torpe y perfecto;
mi país es enorme y pequeño;
mi país es claro y oscuro;
mi país es cierto e ilusorio;
mi país es agresivo y pacífico;
mi país es campana,
mi país es torre,
mi país es isla,
mi país es arca,
mi país es luto,
mi país es escándalo,
mi país es desesperación,
es crisis, escuela, redención, ímpetu, crimen,
y lumbre, choque, cataclismo,
y llaga, renunciación, aurora,
y gloria, fracaso, olvido;
mi país es tuyo,
mi país es mío,
mi país es de todos,
165
mi país es de nadie, no nos pertenece, es
nuestro, nos lo quitan,
tómalo, átalo, estréchalo contra tu pecho,
clávatelo como un puñal,
que te devore, hazlo sufrir, castígalo y bésalo en
la frente,
como a u hijo, como a un padre, como a alguien
cansado que acaba de nacer,
porque mi país es,
simple, pura e infinitamente es,
y el amor canta y llora, ahora lo comprendo,
cuando ha alcanzado lo imposible.

166
ELOGIA Y SONETO A SILVIA
Mariano Melgar

¿Por que a verte volví, Silvia querida?


(Elegía I)

¿Por qué a verte volví, Silvia


querida?
¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarse
mi dolor en más triste despedida!

Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;


me presenta más dulce el bien que pierdo:
¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse!

¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo!


Te vi... ¡qué gloria! pero ¡dura pena!
Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.

Mi amor ansioso, mi fatal cadena,


a ti me trajo con influjo fuerte.
Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena».

Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte;


este es mi gran dolor, este es mi duelo;
167
en verte busqué vida y hallo muerte.

Mejor hubiera sido que este cielo


no volviera a mirar y sólo el llanto
fuese en mi ausencia todo mi consuelo.

Cerca del ancho mar, ya mi quebranto


en lágrimas deshizo el triste pecho;
ya pené, ya gemí, ya lloré tanto

¿Para qué, pues, por verme satisfecho


vine a hacer más agudos mis dolores
y a herir de nuevo el corazón deshecho?
De mi ciego deseo los ardores
volcánicos crecieron, de manera
que víctima soy ya de sus furores.
¡Encumbradas montañas! ¿Quién me diera
la dicha de que al lado de mi dueño,
cual vosotras inmóvil, subsistiera?

¡Triste de mí! Torrentes, con mal ceño


romped todos los pasos de la tierra,
¡piadosos acabad mi ansioso empeño!

Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra;


168
isla sin puerto vuelve las ciudades;
y en una sola a mí con Silvia encierra.
¡Favor tinieblas, vientos, tempestades!
pero vil globo, profanado suelo,
¿es imposible que de mí te apiades?

¡Silvia! Silvia, tú, dime ¿a quién apelo?


no puede ser cruel quien todo cría;
pongamos nuestras quejas en el cielo.

Él solo queda en tan horrible día,


único asilo nuestro en tal tormento,
él solo nos miró sin tiranía.

Si es necesario que el fatal momento


llegue... ¡Piadoso Cielo! en mi partida
benigno mitigad mi sentimiento.

Lloro... no puedo más... Silvia querida,


déjame que en torrentes de amargura
saque del pecho mío el alma herida.

El negro luto de la noche oscura


sea en mi llanto el solo compañero,
ya que no resta más a mi ternura.
169
Tú, Cielo Santo, que mi amor sincero
miras y mi dolor, dame esperanza
de que veré otra vez el bien que quiero.

En sola tu piedad tiene confianza


mi perseguido amor... Silvia amorosa.
El Cielo nuestras dichas afianza.

Lloro, sí, pero mi alma así llorosa,


unida a ti con plácida cadena,
en la dulce esperanza se reposa,
y ya presiente el fin de nuestra pena.

¡Oh, dolor! ¿Cómo, cómo tan distante...?


(Elegía II)

¡Oh dolor! ¿Cómo, cómo tan distante


de mi querida Silvia aquí me veo?
¿Cómo he perdido todo en un instante?

Perdí en Silvia mi dicha y mi recreo;


consentí en ello ¡ciego desvarío...!
consentí contra todo mi deseo.

Y ved, aquí conozco el yerro mío,


170
ya cuando repararlo no es posible,
y es fuerza sufra mi dolor impio.

Así el nuevo piloto al mar terrible


se arroja sin saber lo que le espera,
y ármase luego la tormenta horrible.

En negra noche envuelta ya la esfera,


pierde el valor, el rumbo y el acierto;
y a todos lados ve la parca fiera.

Pero al fin él verá su ansiado puerto,


o acabaránse pronto sus tormentos;
bien presto ha de mirarse libre o muerto.

Y aún en medio del mar ¿qué sentimientos


puede tener cuando en luchar se emplea
contra las fuertes ondas y los vientos?

Solo yo... yo he perdido hasta la idea


de un débil esperar: no hallo consuelo
¡Ay Silvia... no es posible que te vea!

Ni morir pronto espero; ni mi anhelo


puede agitarme tanto, que ocupada
171
no sufra mi alma el peso de su duelo.

En una calma triste y desastrada,


fijos tengo los ojos en mi pena
sin lograr más que verla duplicada.

En derredor de mí tan sólo suena


el eco de los míseros gemidos
con que mi triste pecho el aire llena.

Sólo el dolor por todos mis sentidos


entra hasta el corazón: todo es quebranto
que el alma abate en golpes repetidos.

¡Ay Silvia! Si a lo menos tú, mi llanto


pudieras atender y mis sollozos...
¡Ah! mi acerbo dolor no fuera tanto.

Silvia, Silvia, os dijera: «Ojos hermosos,


mirad mi situación, ved mi tormento»;
y al instante, mirándome piadosos,
desvanecieran todo el mal que siento.
Acabadas por ti mis aflicciones,
a tu piedad deudor de mi contento.

172
Corriera ardiendo a ti: mis expresiones
fueran dulce llorar... ¡Con qué ternura
te estrechara...! ¡Ay! ¡Funestas ilusiones!

No, Silvia, no: la pena, la amargura


es todo lo que encuentra mi deseo:
cuanto alcanzo a mirar es noche oscura.

Bien puede el mundo entero conjurarse


Soneto a Silvia Bien puede el mundo
entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura,
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mí armarse;

Bien puede el tiempo rápido cebarse5


en la gracia y primor de su hermosura,
para que cual si fuese llama impura
pueda el fuego de amor en mí acabarse;

Bien puede en fin la suerte vacilante,


que eleva, abate, ensalza y atropella,
alzarme o abatirme en un instante;

Que al mundo, al tiempo y a mi varia estrella,


173
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella.»

Ya mi triste desventura
(Yaravi III)

Ya mi triste desventura
no deja
Esperanza de tener
alivio;
y el buscarlo sólo sirve
de darme
el tormento de mirar
lo perdido.

En vano huiré buscando


regiones
donde olvidar a mi dueño
querido:
con la distancia tendrá
mi pecho
sus recelos y su amor
más fijos,

Lloraré cuando estén lejos


174
mis males;
y emitiré los más tristes
gemidos;
y no tendré el consuelo
de verte,
ni de que sepas mis crueles
martirios.

Decidme, querido dueño:


¿qué causa
pudo mudar ese pecho
tan fino?
¿no te mueve a compasión
el verme
que huyendo de tus crueldades
expiro?

¿Con qué corazón oyeras


decir
que por ti murió quien firme
te quiso?
no seas, amada prenda,
no seas,
de mi desdichada vida
cuchillo.
175
ARCOS
Magda Portal

Hoy creo todo falso


en este amor de humo
desde los dos estanques
vidriados de tus ojos
donde se inmovilizan mis pupilas
hasta la realidad emocionada
de tus dos manos infinitas

Sólo es verdad la angustia de esta noche


palpable entre mis manos frías
i el llanto que me cae para adentro
i este deseo de pedir perdón

¡Ambiguas esmeraldas de mi risa!


Decoración fastuosa de mis cenefas de tristeza
como dos ojos verdes que han visto mucho el
mar
i que sienten nostalgias de dormir en su seno

Bendita seas Hora


porque afirmas la angustia
de que este amor sólo es un sueño.
176
MAR DE ALEGRIA
Magda Portal

Yo soy un mar porque no hubiera sido un río


Un mar sin cauces
De verdes alegrías
I de profundas soledades
Un mar abarcador
de la Vida i la Muerte
del que parten i al que confluyen
todas las fuerzas de la Vida

Yo soy un mar como ese mar en calma


que ven mis ojos
i que ciñe la Tierra
con su soberbio beso blanco

Yo soy un Mar
pupilas de crepúsculo
i voz de aurora
Como ese mar azul
al que yo desperté en mi primer viaje
Aquel mar de los brazos abiertos
de la perenne juventud
Donde se posa mi Esperanza
177
gaviota blanca
con las pupilas rosas
Yo soy un Mar

178
SUBURBIO
Carmen Olle

Aquélla, la más perversa nunca amó.


Se enredó en mis brazos entre sábanas. Sabia,
los pies hacia la puerta…

Irascible, su único defecto era su única virtud,


al placer amó más que al dinero,
a una cicatriz
que a un collar de perlas.
Yo que frecuento las tabernas cerca al mar
sé que ella piensa en Lautréamont
—nombre desconocido—
y en la melancolía de un atardecer gracioso
como un ojo vaciado.

179
VIDA CONTINUA
Javier Sologuren

Árbol que eres un penoso relámpago,


viento que arrebatas una ardiente materia,
bosques de rayos entre el agua nocturna:
¿he de decirles que para mí se está forjando
una pesada joya en mi corazón, una hoja
que hiende como una estrella el refugio de la
sangre?

Ignoro otra mirada que no sea como un vuelo


reposado y profundo, ignoro otro paso lejano,
ola que fuese más clara que la vida en mi pecho.

Sepan que estoy viviendo, nubes, sepan que


canto,
bajo la gloria confusa de la tarde, solitario.

Sepan que estoy viviendo, que me aprieta el


cielo,
que mi frente ha de caer como lámpara vacía
a los pies de una estatua que vela tenazmente.

180
LOS OLIVOS
Antonio Machado

¡Viejos olivos sedientos


bajo el claro sol del día,
olivares polvorientos
del campo de Andahicía!
¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!
Son las tierras
soleadas,
anchas lomas, lueñes sierras
de olivares recamadas.
Mil senderos. Con sus machos,
abrumados de capachos,
van gañanes y arrieros.
¡De la venta del camino
a la puerta, soplan vino
trabucaires bandoleros!
¡Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
181
cual bordados alamares!
¡Olivares coloridos
de una tarde anaranjada;
olivares rebruñidos
bajo la luna argentada!
¡Olivares centellados
en las tardes cenicientas,
bajo los cielos preñados
de tormentas!…
Olivares, Dios os dé
los eneros
de aguaceros,
los agostos de agua al pie,
los vientos primaverales,
vuestras flores racimadas;
y las lluvias otoñales
vuestras olivas moradas.
Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán
caminando a cien molinos.
Ya darán
trabajo en las alquerías
a gañanes y braceros,
¡oh buenas frentes sombrías
bajo los anchos sombreros!…
182
¡Olivar y olivareros,
bosque y raza,
campo y plaza
de los fieles al terruño
y al arado y al molino,
de los que muestran el puño
al destino,
los benditos labradores,
los bandidos caballeros,
los señores
devotos y matuteros!…
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!…
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de esta tierra
de olivares y olivares!

II

A dos leguas de Úbeda, la Torre


de Pero Gil, bajo este sol de fuego,
triste burgo de España. El coche rueda
entre grises olivos polvorientos.
Allá, el castillo heroico.
183
En la plaza, mendigos y chicuelos:
una orgía de harapos…
Pasamos frente al atrio del convento
de la Misericordia.
¡Los blancos muros, los cipreses negros!
¡Agria melancolía
como asperón de hierro
que raspa el corazón! ¡Amurallada
piedad, erguida en este basurero!…
Esta casa de Dios, decid hermanos,
esta casa de Dios, ¿qué guarda dentro?
Y ese pálido joven,
asombrado y atento,
que parece mirarnos con la boca,
será el loco del pueblo,
de quien se dice: es Lucas,
Blas o Ginés, el tonto que tenemos.
Seguimos. Olivares. Los olivos
están en flor. El carricoche lento,
al paso de dos pencos matalones,
camina hacia Peal. Campos ubérrimos.
La tierra da lo suyo; el sol trabaja;
el hombre es para el suelo:
genera, siembra y labra
y su fatiga unce la tierra al cielo.
184
Nosotros enturbiamos
la fuente de la vida, el sol primero,
con nuestros ojos tristes,
con nuestro amargo rezo,
con nuestra mano ociosa,
con nuestro pensamiento
se engendra en el pecado,
se vive en el dolor. ¡Dios está lejos!
Esta piedad erguida
sobre este burgo sórdido, sobre este basurero,
esta casa de Dios, decid, oh santos
cañones de von Kluck, ¿qué guarda dentro?

185
LA MUERTE DE LA ROSA
Gabriel Garcia Marquez

Murió de mal aroma.


Rosa idéntica, exacta.
Subsistió a su belleza,
Sucumbió a su fragancia.
No tuvo nombre: acaso
la llamarían Rosaura,
O Rosa-fina, o Rosa
del amor, o Rosalba;
o simplemente Rosa,
como la nombra el agua.
Más le hubiera valido
ser siempreviva, Dalia,
pensamiento con luna
como un ramo de acacia.

Pero ella será eterna:


fue rosa; y eso basta;

Dios la guarde en su reino


a la diestra del alba.

186
SI ALGUIEN LLAMA A TU PUERTA
Gabriel Garcia Marquez

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,


y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía


te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa desangra el día

Si alguien llama a tu puerta una mañana


sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía

Si aún la vida es verdad y el verso existe.


Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

187
BOSQUE DE ROSAS
José Martí

(Allí despacio)

¡Oh! la sangre del alma, ¿tú la has visto?


Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre las sombras acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
Un pilón labremos, y ¡en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!

Ésa es la lidia humana: ¡la tremenda


Batalla de los cascos y los lirios!
¿Pues los hombres soberbios, no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta y mi furor domado.
Ven, a callar, a murmurar, al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
188
Allí es buena la vida, porque es libre,
Y tu virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.

¡Oh, gentes ruines, los que en calma gozan


De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar que orgullo al pecho queda
Y como en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
¡Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! ¡Pues hay tormento
Como aquel, sin amar, de hablar de amores!

¡Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!


¡Ven, que la soledad será tu escudo!

189
YO SOY UN HOMBRE SINCERO
José Martí

(Allí despacio)

Yo soy un hombre sincero


De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,


Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños


De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura


Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

190
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre


Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,


Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez -en la reja,


A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte


Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

191
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero


Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida


Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo


Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,


De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

192
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,


Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra


Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito


La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

193
ADOLESCENCIA
Juan Ramon Jimenez

En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.

No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
…y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.

194
ESE DIA
Juan Ramon Jimenez

¡Ese día, ese día


en que yo mire el mar los dos tranquilos,
confiado a él; toda mi alma
vaciada ya por mí en la Obra plena
segura para siempre, como un árbol grande,
en la costa del mundo;
con la seguridad de copa y de raíz
del gran trabajo hecho!

¡Ese día, en que sea


navegar descansar, porque haya yo
trabajado en mí tanto, tanto, tanto!

¡Ese día, ese día


en que la muerte ¡negras olas! ya no me corteje
y yo sonría ya, sin fin, a todo,
porque sea tan poco, huesos míos,
lo que le haya dejado yo de mí!

195
LA MUERTE ES BELLA
Juan Ramon Jimenez

¿Que me vas a doler, muerte?


¿Es que no duele la vida?
¿Porqué he de ser más osado
para el vivir esterior
que para el hondo morir?

La tierra ¿qué es que no el aire?


¿Porqué nos ha de asfixiar,
porqué nos ha de cegar,
porqué nos ha de aplastar,
porqué nos ha de callar?

¿Porqué morir ha de ser


lo que decimos morir,
y vivir sólo vivir,
lo que callamos vivir?
¿Porqué el morir verdadero
(lo que callamos morir)
no ha de ser dulce y suave
como el vivir verdadero
(lo que decimos vivir?)

196
DECIR, HACER
Octavio Paz

Entre lo que veo y digo,


Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
197
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.
198
LAS PALABRAS
Octavio Paz

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.

199
LAS PALABRAS
Octavio Paz

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.

200
¡OH, YO VIDA!
Walt Whitman

¡Oh yo, vida! Todas estas cuestiones me asaltan,


Del desfile interminable de los desleales,
De ciudades llenas de necios,
De mí mismo, que me reprocho siempre, pues,
¿Quién es más necio que yo, ni más desleal?
De los ojos que en vano ansían la luz, de los
objetos
Despreciables, de la lucha siempre renovada,
De los malos resultados de todo, de las
multitudes
Afanosas y sórdidas que me rodean,
De los años vacíos e inútiles de los demás,
Yo entrelazado con los demás,
La pregunta, ¡oh, mi yo!, la triste pregunta que
Vuelve: «¿Qué hay de bueno en todo esto?»
Y la respuesta:
«Que estás aquí, que existen la vida y la
identidad,
Que prosigue el poderoso drama y que quizás
Tú contribuyes a él con tu rima».

201
ME CELEBRO Y ME CANTO A MI
MISMO
Walt Whitman

Me celebro y me canto a mí mismo.


Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir,
Pues cada átomo mío es también tuyo.
Vago al azar e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo sobre la tierra,
Para contemplar un tallo de hierba.

Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada


por esta tierra y este aire.
Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron
aquí y
Cuyos padres también aquí nacieron.
A los treita y siete años de edad, gozando de
perfecta salud,
Comienzo y espero no detenerme hasta morir.

Que se callen los credos y las escuelas,


Que retrocedan un momento, conscientes de lo
que son y
Sin olvidarlo nunca.
Me brindo al bien y al mal, me permito hablar
202
hasta correr peligro.
Naturaleza sin freno, original energía.

203
ME CELEBRO Y ME CANTO A MI
MISMO
Walt Whitman

Me celebro y me canto a mí mismo.


Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir,
Pues cada átomo mío es también tuyo.
Vago al azar e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo sobre la tierra,
Para contemplar un tallo de hierba.

Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada


por esta tierra y este aire.
Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron
aquí y
Cuyos padres también aquí nacieron.
A los treita y siete años de edad, gozando de
perfecta salud,
Comienzo y espero no detenerme hasta morir.

Que se callen los credos y las escuelas,


Que retrocedan un momento, conscientes de lo
que son y
Sin olvidarlo nunca.
Me brindo al bien y al mal, me permito hablar
204
A JUAN RAMON JIMENEZ
Ruben Dario

¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza


para empezar, valiente, la divina pelea?
¿Has visto si resiste el metal de tu idea
la furia del mandoble y el peso de la maza?

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza


que vida con los números pitagóricos crea?
¿Y, cómo el fuerte Herakles al león de Nemea,
a los sangrientos tigres del mal darías caza?

¿Te enternece el azul de una noche tranquila?


¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila
cuando el Angelus dice el alma de la tarde?

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta?


Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta.
La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.

205
RIMA
Gustavo Adolfo Becquer

Rima I
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en la sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarle, y apenas ¡oh hermosa!
si teniendo en mis manos las tuyas
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
Varios versos que reflejan las limitaciones del
lenguaje para expresar sentimientos.

Rima II

Yo me he asomado a las profundas simas


de la tierra y del cielo,
y les he visto el fin o con los ojos
o con el pensamiento.
206
Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo
y me incliné un momento,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!
Una comparación entre el mundo del
conocimiento y el de las emociones.

Rima III

En la clave del arco mal seguro


cuyas piedras el tiempo enrojeció,
obra de cincel rudo campeaba
el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito,
la yedra que colgaba en derredor
daba sombra al escudo en que una mano
tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza
nos paramos los dos.
Y, ese, me dijo, es el cabal emblema
de mi constante amor.
¡Ay!, es verdad lo que me dijo entonces:
verdad que el corazón
lo llevará en la mano... en cualquier parte...
pero en el pecho no.
207
Versos sobre la incapacidad de conectar con la
realidad.

Rima VII

Del salón en el ángulo oscuro,


de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!
Un solo objeto puede llegar a inspirar rimas tan
inspiradas como estas.

Rima IX

Besa el aura que gime blandamente


las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en occidente
208
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza;
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.
Ejemplo de descripción de una escena
atribuyendo carácteres humanos a diferentes
elementos inanimados.

Rima X

Los invisibles átomos del aire


en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas; mis párpados se
cierran... ¿Qué sucede? –
¡Es el amor que pasa!
Varias sensaciones relacionadas con el modo en
el que Gustavo Adolfo Bécquer experimenta el
amor.

Rima XIV

209
Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí
y pasa sonriéndose y yo digo
¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa
máscara del dolor,
y entonces pienso: -Acaso ella se ríe,
como me río yo.
Este es uno de los poemas de Gustavo Adolfo
Bécquer que se basan en la sencillez de una sola
anécdota.

Rima XVI

Cuando me lo contaron sentí el frío


de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de dónde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche
en ira y en piedad se anegó el alma
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
210
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
Sobre la llegada de una noticia aciaga.

Rima XXI

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas


en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía!, ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Uno de los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer
más famosos y memorables.

Rima XXIII

Por una mirada, un mundo,


por una sonrisa, un cielo,
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
La pasión es uno de los temas recurrentes de
este artista.

Rima XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima


y... mi labio una frase de perdón;
211
habló el orgullo y enjugó un llanto,
y la frase en mi labio expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?.
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?.
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
ni tu ni yo jamás,
después de lo pasado convendremos
en quién la culpa está
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad!
Acerca de una ruptura amorosa.
Quizás te interese: “Los 5 problemas de las
rupturas amorosas, y cómo afrontarlos”

Rima XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire.


Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?
Acerca de la veracidad de los amores pasados.
212
Rima L

Lo que el salvaje que con torpe mano


hace de un tronco a su capricho un dios
y luego ante su obra se arrodilla,
eso hicimos tú y yo.
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.
Otro de los poemas dedicados al desamor que
este poeta escribió a lo largo de su vida.

Rima LII

Olas gigantes que os rompéis bramando


en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
213
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
Acerca del vértigo que produce la soledad en
determinadas circunstancias.

Rima XVI

Si al mecer las azules campanillas


de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que oculto entre las verdes hojas
suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que entre las sombras que te cercan
te llamo yo.
Si se turba medroso en la alta noche
214
tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
sabe que aunque invisible al lado tuyo
respiro yo.

215
POEMA DEL MANICOMIO
Carlos Oquendo de Amat

Tuve miedo
y me regresé de la locura

Tuve miedo de ser


una rueda
un color
un paso

PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS

Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza

Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos


veo a la calle que está mendiga de pasos.

216
CAMPO
Carlos Oquendo de Amat

El paisaje salía de tu voz


y las nubes dormían en la yema de tus dedos
De tus ojos cintas de alegría colgaron
la mañana
Tus vestidos
encendieron las hojas de los árboles
En el tren lejano iba sentada
la nostalgia
Y el campo volteaba la cara a la ciudad.

217
POEMA DEL MAR Y ELLA
Carlos Oquendo de Amat

Tu bondad pintó el canto de los pájaros


y el mar venía lleno en tus palabras
de puro blanca se abrirá aquella estrella
y ya no volarán nunca las dos golondrinas de
tus cejas
el viento mueve las velas como flores
yo sé que tú estás esperándome detrás de la
lluvia
y eres más que tu delantal y tu libro de letras
eres una sorpresa perenne

218
MADRE
Carlos Oquendo de Amat

Tu nombre viene lento como las músicas


humildes
y de tus manos vuelan palomas blancas

Mi recuerdo te viste siempre de blanco


como un recreo de niños que los hombres
miran desde aquí distante

Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu


ternura

A tu lado el cariño se abre como una flor


cuando pienso

Entre ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como
los himnos

porque ante ti callan las rosas y la canción

219
CAMPO
Martín Adán

Todo es como una abeja


sobre el florecer
de la eternidad, que comienza
y acaba en cada aparecer.

Todo es como una abeja


sobre el liquen o sobre el laurel:
aquí acude al néctar:
allí huye de él.

¡Alabemos a toda esencia


en Dios, florido y cruel!
¡Labre la muerte su cera!
¡Labre la vida su miel!

220
POESIA, MANO VACIA
Martín Adán

Poesía, mano vacía...


Poesía, mano empuñada
Por furor para con su nada
Ante atroz tesoro del día...

Poesía, la casa umbría


La defuera de mi pisada...
Poesía la aún no hallada
Casa que asaz busco en la mía...

Poesía se está defuera:


Poesía es una quimera...
¡A la vez a la voz y al dios!...
Poesía, no dice nada:

Poesía se está, callada,


escuchando su propia voz.

221
NAVIDAD
Martín Adán

Tus ojos
unen las manos
como las madonas
de Leonardo.

Los bosques de ocaso,


las frondas moradas
de un Renacimiento sombrío...

El rebaño del mar


bala a la gruta
del cielo, llena de ángeles.

Dios se encarna
en un niño que busca los juguetes
de tus manos.

Tus labios
dan el calor que niegan
la vaca y el asno.

Y en la penumbra,
222
tu cabellera mulle sus pajas
para Dios Niño.

223
AGUIJON
Martín Adán

Ella no sigue por él,


Sino a sí misma, virtual...
A la agonía infernal,
En la rosa de papel.
Y mana, amarga, la miel
El duro dardo de ardor;
Cursa entrañable labor,
Por restreñar el herir,
Y jamás para a morir
La abeja del sinsabor.

224
ALTURAS DE MACHU PICCHU
Pablo Neruda

Del aire al aire, como una red vacía,


iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y
despidiendo,
en el advenimiento del otoño la moneda
extendida
de las hojas, y entre la primavera y las espigas,
lo que el más grande amor, como dentro de un
guante
que cae, nos entrega como una larga luna.

(Días de fulgor vivo en la intemperie


de los cuerpos: aceros convertidos
al silencio del ácido:
noches desdichadas hasta la última harina:
estambres agredidos de la patria nupcial.)

Alguien que me esperó entre los violines


encontró un mundo como una torre enterrada
hundiendo su espiral más abajo de todas
las hojas de color de ronco azufre:
225
más abajo, en el oro de la geología,
como una espada envuelta en meteoros,
hundí la mano turbulenta y dulce
en lo más genital de lo terrestre.

Puse la frente entre las olas profundas,


descendí como gota entre la paz sulfúrica,
y, como un ciego, regresé al jazmín
de la gastada primavera humana.

II

Si la flor a la flor entrega el alto germen


y la roca mantiene su flor diseminada
en su golpeado traje de diamante y arena,
el hombre arruga el pétalo de la luz que recoge
en los determinados manantiales marinos
y taladra el metal palpitante en sus manos.
Y pronto, entre la ropa y el humo, sobre la mesa
hundida,
como una barajada cantidad, queda el alma:
cuarzo y desvelo, lágrimas en el océano
como estanques de frío: pero aún
mátala y agonízala con papel y con odio,
sumérgela en la alfombra cotidiana, desgárrala
226
entre las vestiduras hostiles del alambre.

No: por los corredores, aire, mar o caminos,


quién guarda sin puñal (como las encarnadas
amapolas) su sangre? La cólera ha extenuado
la triste mercancía del vendedor de seres,
y, mientras en la altura del ciruelo, el rocío
desde mil años deja su carta transparente
sobre la misma rama que lo espera, oh corazón,
oh frente triturada
entre las cavidades del otoño.
Cuántas veces en las calles del invierno de una
ciudad o en
un autobús o un barco en el crepúsculo, o en la
soledad
más espesa, la de la noche de fiesta, bajo el
sonido
de sombras y campanas, en la misma gruta del
placer humano,
me quise detener a buscar la eterna veta
insondable
que antes toqué en la piedra o en el relámpago
que el beso desprendía.

(Lo que en el cereal como una historia amarilla


227
de pequeños pechos preñados va repitiendo un
número
que sin cesar es ternura en las capas germinales,
y que, idéntica siempre, se desgrana en marfil
y lo que en el agua es patria transparente,
campana
desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas.)

No pude asir sino un racimo de rostros o de


máscaras
precipitadas, como anillos de oro vacío,
como ropas dispersas hijas de un otoño rabioso
que hiciera temblar el miserable árbol de las
razas asustadas.

No tuve sitio donde descansar la mano


y que, corriente como agua de manantial
encadenado,
o firme como grumo de antracita o cristal,
hubiera devuelto el calor o el frío de mi mano
extendida.
Qué era el hombre? En qué parte de su
conversación abierta
entre los almacenes de los silbidos, en cuál de
sus movimientos metálicos
228
vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?

III

El ser como el maíz se desgranaba en el


incansable
granero de los hechos perdidos, de los
acontecimientos
miserables, del uno al siete, al ocho,
y no una muerte, sino muchas muertes llegaba
a cada uno:
cada día una muerte pequeña, polvo, gusano,
lámpara
que se apaga en el lodo del suburbio, una
pequeña muerte de alas gruesas
entraba en cada hombre como una corta lanza
y era el hombre asediado del pan o del cuchillo,
el ganadero: el hijo de los puertos, o el capitán
oscuro del arado,
o el roedor de las calles espesas:

todos desfallecieron esperando su muerte, su


corta muerte diaria:
y su quebranto aciago de cada día era
como una copa negra que bebían temblando.
229
IV

La poderosa muerte me invitó muchas veces:


era como la sal invisible en las olas,
y lo que su invisible sabor diseminaba
era como mitades de hundimientos y altura
o vastas construcciones de viento y ventisquero.

Yo al férreo vine, a la angostura


del aire, a la mortaja de agricultura y piedra,
al estelar vacío de los pasos finales
y a la vertiginosa carretera espiral:
pero, ancho mar, oh muerte!, de ola en ola no
vienes,
sino como un galope de claridad nocturna
o como los totales números de la noche.

Nunca llegaste a hurgar en el bolsillo, no era


posible tu visita sin vestimenta roja:
sin auroral alfombra de cercado silencio:
sin altos enterrados patrimonios de lágrimas.

No pude amar en cada ser un árbol


con su pequeño otoño a cuestas (la muerte de
230
mil hojas)
todas las falsas muertes y las resurrecciones
sin tierra, sin abismo:
quise nadar en las más anchas vidas,
en las más sueltas desembocaduras,
y cuando poco a poco el hombre fue
negándome
y fue cerrando paso y puerta para que no
tocaran
mis manos manantiales su inexistencia herida,
entonces fui por calle y calle y río y río,
y ciudad y ciudad y cama y cama,
y atravesó el desierto mi máscara salobre,
y en las últimas casas humilladas, sin lámpara,
sin fuego,
sin pan, sin piedra, sin silencio, solo,
rodé muriendo de mi propia muerte.

No eras tú, muerte grave, ave de plumas férreas,


la que el pobre heredero de las habitaciones
llevaba entre alimentos apresurados, bajo la piel
vacía:
era algo, un pobre pétalo de cuerda
231
exterminada:
un átomo del pecho que no vio al combate
o el áspero rocío que no cayó en la frente.
Era lo que no pudo renacer, un pedazo
de la pequeña muerte sin paz ni territorio:
un hueso, una campana que morían en él.
Yo levanté las vendas del yodo, hundí las manos
en los pobres dolores que mataban la muerte,
y no encontré en la herida sino una racha fría
que entraba por los vagos intersticios del alma.

VI

Entonces en la escala de la tierra he subido


entre la atroz maraña de las selvas perdidas
hasta ti, Macchu Picchu.
Alta ciudad de piedras escalares,
por fin morada del que lo terrestre
no escondió en las dormidas vestiduras.
En ti, como dos líneas paralelas,
la cuna del relámpago y del hombre
se mecían en un viento de espinas.

Madre de piedra, espuma de los cóndores.


Alto arrecife de la aurora humana.
232
Pala perdida en la primera arena.

Ésta fue la morada, éste es el sitio:


aquí los anchos granos del maíz ascendieron
y bajaron de nuevo como granizo rojo.

Aquí la hebra dorada salió de la vicuña


a vestir los amores, los túmulos, las madres,
el rey, las oraciones, los guerreros.

Aquí los pies del hombre descansaron de noche


junto a los pies del águila, en las altas guaridas
carniceras, y en la aurora
pisaron con los pies del trueno la niebla
enrarecida,
y tocaron las tierras y las piedras
hasta reconocerlas en la noche o la muerte.

Miro las vestiduras y las manos,


el vestigio del agua en la oquedad sonora,
la pared suavizada por el tacto de un rostro
que miró con mis ojos las lámparas terrestres,
que aceitó con mis manos las desaparecidas
maderas: porque todo, ropaje, piel, vasijas,
233
palabras, vino, panes,
se fue, cayó a la tierra.

Y el aire entró con dedos


de azahar sobre todos los dormidos:
mil años de aire, meses, semanas de aire,
de viento azul, de cordillera férrea,
que fueron como suaves huracanes de pasos
lustrando el solitario recinto de la piedra.

VII

Muertos de un solo abismo, sombras de una


hondonada,
la profunda, es así como al tamaño
de vuestra magnitud
vino la verdadera, la más abrasadora
muerte y desde las rocas taladradas,
desde los capiteles escarlata,
desde los acueductos escalares
os desplomasteis como en un otoño
en una sola muerte.
Hoy el aire vacío ya no llora,
ya no conoce vuestros pies de arcilla,
ya olvidó vuestros cántaros que filtraban el cielo
234
cuando lo derramaban los cuchillos del rayo,
y el árbol poderoso fue comido
por la niebla, y cortado por la racha.

Él sostuvo una mano que cayó de repente


desde la altura hasta el final del tiempo.
Ya no sois, manos de araña, débiles
hebras, tela enmarañada:
cuanto fuisteis cayó: costumbres, sílabas
raídas, máscaras de luz deslumbradora.

Pero una permanencia de piedra y de palabra:


la ciudad como un vaso se levantó en las manos
de todos, vivos, muertos, callados, sostenidos
de tanta muerte, un muro, de tanta vida un
golpe
de pétalos de piedra: la rosa permanente, la
morada:
este arrecife andino de colonias glaciales.

Cuando la mano de color de arcilla


se convirtió en arcilla, y cuando los pequeños
párpados se cerraron
llenos de ásperos muros, poblados de castillos,
y cuando todo el hombre se enredó en su
235
agujero,
quedó la exactitud enarbolada:
el alto sitio de la aurora humana:
la más alta vasija que contuvo el silencio:
una vida de piedra después de tantas vidas.

VIII

Sube conmigo, amor americano.


Besa conmigo las piedras secretas.
La plata torrencial del Urubamba
hace volar el polen a su copa amarilla.

Vuela el vacío de la enredadera,


la planta pétrea, la guirnalda dura
sobre el silencio del cajón serrano.
Ven, minúscula vida, entre las alas
de la tierra, mientras -cristal y frío, aire
golpeado- apartando esmeraldas combatidas,
oh agua salvaje, bajas de la nieve.

Amor, amor, hasta la noche abrupta,


desde el sonoro pedernal andino,
hacia la aurora de rodillas rojas,
contempla el hijo ciego de la nieve.
236
Oh, Wilkamayu de sonoros hilos,
cuando rompes tus truenos lineales
en blanca espuma, como herida nieve,
cuando tu vendaval acantilado
canta y castiga despertando al cielo,
qué idioma traes a la oreja apenas
desarraigada de tu espuma andina?

Quién apresó el relámpago del frío


y lo dejó en la altura encadenado,
repartido en sus lágrimas glaciales,
sacudido en sus rápidas espadas,
golpeando sus estambres aguerridos,
conducido en su cama de guerrero,
sobresaltado en su final de roca?

Qué dicen tus destellos acosados?


Tu secreto relámpago rebelde
antes viajó poblado de palabras?
Quién va rompiendo sílabas heladas,
idiomas negros, estandartes de oro,
bocas profundas, gritos sometidos,
en tus delgadas aguas arteriales?

237
Quién va cortando párpados florales
que vienen a mirar desde la tierra?
Quién precipita los racimos muertos
que bajan en tus manos de cascada
a desgranar su noche desgranada
en el carbón de la geología?

Quién despeña la rama de los vínculos?


Quién otra vez sepulta los adioses?

Amor, amor, no toques la frontera,


ni adores la cabeza sumergida:
deja que el tiempo cumpla su estatura
en su salón de manantiales rotos,
y, entre el agua veloz y las murallas,
recoge el aire del desfiladero,
las paralelas láminas del viento,
el canal ciego de las cordilleras,
el áspero saludo del rocío,
y sube, flor a flor, por la espesura,
pisando la serpiente despeñada.

En la escarpada zona, piedra y bosque,


polvo de estrellas verdes, selva clara,
Mantur estalla como un lago vivo
238
o como un nuevo piso del silencio.

Ven a mi propio ser, al alba mía,


hasta las soledades coronadas.
El reino muerto vive todavía.

Y en el Reloj la sombra sanguinaria


del cóndor cruza como una nave negra.

IX

Águila sideral, viña de bruma.


Bastión perdido, cimitarra ciega.
Cinturón estrellado, pan solemne.
Escala torrencial, párpado inmenso.
Túnica triangular, polen de piedra.
Lámpara de granito, pan de piedra.
Serpiente mineral, rosa de piedra.
Nave enterrada, manantial de piedra.
Caballo de la luna, luz de piedra.
Escuadra equinoccial, vapor de piedra.
Geometría final, libro de piedra.
Témpano entre las ráfagas labrado.
Madrépora del tiempo sumergido.
Muralla por los dedos suavizada.
239
Techumbre por las plumas combatida.
Ramos de espejo, bases de tormenta.
Tronos volcados por la enredadera.
Régimen de la garra encarnizada.
Vendaval sostenido en la vertiente.
Inmóvil catarata de turquesa.
Campana patriarcal de los dormidos.
Argolla de las nieves dominadas.
Hierro acostado sobre sus estatuas.
Inaccesible temporal cerrado.
Manos de puma, roca sanguinaria.
Torre sombrera, discusión de nieve.
Noche elevada en dedos y raíces.
Ventana de las nieblas, paloma endurecida.
Planta nocturna, estatua dc los truenos.
Cordillera esencial, techo marino.
Arquitectura de águilas perdidas.
Cuerda del cielo, abeja de la altura.
Nivel sangriento, estrella construida.
Burbuja mineral, luna de cuarzo.
Serpiente andina, frente de amaranto.
Cúpula del silencio, patria pura.
Novia del mar, árbol de catedrales.
Ramo de sal, cerezo de alas negras.
Dentadura nevada, trueno frío.
240
Luna arañada, piedra amenazante.
Cabellera del frío, acción del aire.
Volcán de manos, catarata oscura.
Ola de plata, dirección del tiempo.

Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo?


Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo?
Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?
Fuiste también el pedacito roto
de hombre inconcluso, de águila vacía
que por las calles de hoy, que por las huellas,
que por las hojas del otoño muerto
va machacando el alma hasta la tumba?
La pobre mano, el pie, la pobre vida...
Los días de la luz deshilachada
en ti, como la lluvia
sobre las banderillas de la fiesta,
dieron pétalo a pétalo de su alimento oscuro
en la boca vacía?
Hambre, coral del hombre,
hambre, planta secreta, raíz de los leñadores,
hambre, subió tu raya de arrecife
hasta estas altas torres desprendidas?
241
Yo te interrogo, sal de los caminos,
muéstrame la cuchara, déjame, arquitectura,
roer con un palito los estambres de piedra,
subir todos los escalones del aire hasta el vacío,
rascar la entraña hasta tocar el hombre.

Macchu Picchu, pusiste


piedra en la piedra, y en la base, harapos?
Carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
goterón de la sangre?
Devuélveme el esclavo que enterraste!
Sacude de las tierras el pan duro
del miserable, muéstrame los vestidos
del siervo y su ventana.
Dime cómo durmió cuando vivía.
Dime si fue su sueño
ronco, entreabierto, como un hoyo negro
hecho por la fatiga sobre el muro.
El muro, el muro! Si sobre su sueño
gravitó cada piso de piedra, y si cayó bajo ella
como bajo una luna, con el sueño!
Antigua América, novia sumergida,
también tus dedos,
242
al salir de la selva hacia el alto vacío de los
dioses,
bajo los estandartes nupciales de la luz y el
decoro,
mezclándose al trueno de los tambores y de las
lanzas,
también, también tus dedos,
los que la rosa abstracta y la línea del frío, los
que el pecho sangriento del nuevo cereal
trasladaron
hasta la tela de materia radiante, hasta las duras
cavidades,
también, también, América enterrada, guardaste
en lo más bajo
en el amargo intestino, como un águila, el
hambre?

XI

A través del confuso esplendor,


a través de la noche de piedra, déjame hundir
la mano
y deja que en mí palpite, como un ave mil años
prisionera
el viejo corazón del olvidado!
243
Déjame olvidar hoy esta dicha, que es más
ancha que el mar,
porque el hombre es más ancho que el mar y
que sus islas,
y hay que caer en él como en un pozo para salir
del fondo
con un ramo de aguas secretas y de verdades
sumergidas.
Déjame olvidar, ancha piedra, la proporción
poderosa,
la trascendente movida, las piedras del panal,
y de la escuadra déjame hoy resbalar
la mano sobre la hipotenusa de áspera sangre y
silicio.
Cuando, como una herradura de élitros rojos, el
cóndor furibundo
me golpea las sienes en el orden del vuelo
y el huracán de plumas carniceras barre el polvo
sombrío
de las escalinatas diagonales, no veo la bestia
veloz,
no veo el ciego ciclo de sus barras,
veo el antiguo ser, servidor, el dormido
en los campos, veo el cuerpo, mil cuerpos, un
hombre, mil mujeres,
244
bajo la racha negra, negros de lluvia y noches,
con la piedra pesada de la estatua:
Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha,
Juan Comefrío, hijo de estrella verde,
Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa,
sube a nacer conmigo, hermano.

XII

Sube a nacer conmigo, hermano.


Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
245
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.

A través de la tierra juntad todos


los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga
noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
246
edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.


Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.

247
TRISTITIA
Abraham Valdelomar

Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola


se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía,


el cielo la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría
y la muerte del sol una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía


el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado del mar,

y lo que él me dijera aún en mi alma persiste;


mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar...

248
EL ARBOL DEL CEMENTERIO
Abraham Valdelomar

No la tranquilidad de la arboleda
que ofrece sombra fresca y regalada
al remanso, al pastor y la manada
y que paisaje bíblico remeda.

No el suspiro de la ola cuando rueda


a morir en la playa desolada,
ni el morir de la tarde en la callada
fronda que al ave taciturna hospeda,

dieron a mi niñez ésta en que vivo


sed de misterio torturante y honda,
donde todos los pasos son inciertos:

fue del panteón el árbol pensativo


en cuya fosca, impenetrable fronda
anidaban las aves de los muertos.

249
NOCTURNO
Abraham Valdelomar

Ya la ciudad está dormida,


yo solo cruzo su silencio
y tengo miedo que despierte
al suave roce de mis pasos lentos

La iglesia eleva sus dos torres


en la oquedad honda del cielo
y cruza el aire el pentagrama
del poste del teléfono.

Pide limosna, lamentable,


un mendicante viejo y ciego
y habla de Dios y dice: ¡Hermanos!
y tiende al aire su sombrero.

Pasa un borracho hinchado el rostro,


echa hacia mí su aliento fétido,
alza los brazos y gritando:
-¡Viva el Perú!- se cae al suelo.

La luz de un arco parpadea,


chocan sobre ella los insectos,
250
cambia a mis pasos la quebrada
rara silueta de los techos.

Duerme un cansado caminante


en el dintel amplio del templo
y allí en la esquina, junto a un poste,
con gravedad se mea un perro.

Ya la ciudad está dormida,


yo solo cruzo su silencio
y me parece que alguien sigue
mis pasos a lo lejos

Un auto lleno de farautes


pasa, alborota, insulta; entre ellos
van las criollas cortesanas
zambas, pintadas y de pies pequeños.

Ya la ciudad está dormida,


yo solo cruzo su silencio;
repite el eco en el vacío
el duro golpe de mis pasos lentos.

De estas cien mil almas que duermen


¿cuál soñará lo que yo pienso?...
251
¿Acaso aquella que esta tarde
sonrió a mi paso y me miró en silencio?

En los siniestros hospitales


se moverán insomnes los enfermos
¿Quién llorará desconsoladamente?...
¿Quién se estará muriendo?...

¿En cuántos labios juveniles


se contraerán frases y besos?
¡Cuántas mentiras adorables!
¡Qué desgraciados estarán naciendo!

Y ella en la muda alcoba blanca,


rosado y tibio su jugoso cuerpo,
extenderá su cabellera rubia
sobre las rojas flores de sus senos.

Y una sonrisa insinuarán sus labios


y su nariz aspirará deseos
¡y yo estoy vivo, yo lo sé y la adoro
y ahora no puedo darla un beso!

Y pasarán inexorables
horas y días, juventud y sueños.
252
Hoy tengo miedo de morirme.
¡Qué solo debe estar el cementerio!

Ya la ciudad está dormida


y sólo cruza su silencio
el ruido que hace la pesada
negra carroza de los muertos

253
FIEBRE AMARILLA
Arturo Corcuera

Amarillo,
amarillo, amarillo,
amarillo, amarillo, amarillo,
¿de qué color nacerán los canarios,
la retama, el limón y el membrillo,
si el otoño sigue despilfarrando
todo el amarillo,
amarillo, amarillo,
amarillo?

254
FABULA Y METAFORA DEL GALLO
Arturo Corcuera

Reloj despertador,
Hijo apócrifo del papagayo.

No anuncia la madrugada
el tornassol clarinero.

— ¿Qué tiene el gallo


que se há Callado?

— Hay que llevarlo al relojero.

255

También podría gustarte