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1

A su extraña manera

Roxana Méndez
Poeta salvadoreña

Todo ha sucedido a su extraña manera


y no como lo tenía previsto:
ni siquiera me he separado
de esa casa que no me pertenece,
de las paredes que no son mías,
del viento que entra y respiro sin preguntar.
No soy el mar, soy la orilla del mar.
Y sé que los años tan solo pasan una vez,
como un desfile de gaviotas
que se alejan en la playa,
no las puedo contar, son demasiadas,
cuando empiezo me canso
y aunque no quiera tengo que parar.
La muchacha que fui no la soy más.
Nada ha pasado en vano.
Bajo mis pies no hay huellas sino piedras,
hostiles piedras demasiado lisas
donde todo resbala, nada permanece,
nada se puede levantar.
He tratado de asirme
a la ola que llega hasta mi cuerpo:
no puede detenerse. No la puedo tomar.
Mis manos son la arena:
me diluyo en aquello que quiero sujetar.

2
Poema roto

Paula Einöder
Poeta uruguaya

Le quito páginas al río


y cuando digo río
escucho a los pájaros agolparse en los ramajes viscerales
para por fin desmenuzarse en el cielo disuelto
No. Le arranco páginas al río
Quiero decir –intento lo que no se puede
Detener al río no se puede
No se le pueden quitar todas las hojas al río
Detener lo escrito en el agua
Pero le quito las páginas al río
Me defino por eso. Y lo hago
Atravieso una penumbra. Pero el río es una máquina feliz
Existe aparte de mí. No me espera ni se inmuta
y yo escribo sola
No digo –ahogada- pero pienso que el río
escribe versiones que luego desleo
sintiendo mi problema de enfoque
Igual, las páginas se escriben solas
y yo estoy sola cuando escribo
e intento quitarle páginas al río

3
Cuídate y olvídame

Mónica Zepeda
Poeta mexicana

¿Cuál de todos tus silencios, si me pronunciase,


sería mayor consuelo para mí que tu epitafio?
Y aunque uno de ellos recordara aún mi nombre,
no brotaría otra sonrisa de mi lágrima.
Cada sombrío ladrido de los perros, como la primavera,
pregona que perecer es suceso natural de la existencia.
Extraño es que navegues en mi sal cuando todos los tifones
de mi lengua —necia letanía a lo imposible— se han secado.
Si hubiese resignación para quienes mueren mirando su muerte
pero solo gusta de vivir entre los vivos la esperanza.
No es, ni por asomo, tu alma la que observa al ventanal,
es quizá aquel estruendo con el rostro fugaz de nuestros hijos.
Hay siempre algún lugar hacia el adiós, pero en seguida,
la cordura ignora dónde se halla el norte del olvido.
Lo letal de mi gesta y mi agonía, bendición, es que respiras.

4
Alfabeto del tiempo

Lucía Estrada
Poeta colombiana

Imposible saber la hora del polvo que se acumula y va tomando cuerpo en lo que no
miramos con fijeza. Solo y amargo, como un presentimiento, tiembla un instante a
contraluz mientras se extinguen los minutos, las palabras, los pasos que acercan su
verdad.

Bocas abiertas al hastío, puertas cerradas para siempre. Pequeñas sílabas de un alfabeto
anterior que se diluye en oscuras imágenes que no logro entender. Tiempo, ¿qué haremos
con el horizonte? Muda de un silencio antiguo, extiendo mi mano para que no pasen, para
poder mirarlas un poco más, para que el no saber me acerque a ellas, para hundirme en
su no aspiración y desaparecer secretamente como un enigma, como una sombra, o como
el pájaro muerto al que ningún aire reclama.

5
Voló para no llorar

Pavel Ugarte Céspedes


Poeta peruano

Voló para no llorar,


pero la lluvia la trae de regreso
y en el paisaje nocturno me pierdo
bajo el cielo cayendo a pedazos.
Persigo la hondura y el reflejo
de sus ojos, su espalda
arqueada sobre una rama quebrada.
Azahares del campo
minado de sinrazones
nos dejaron en la ironía
de santos inmolados
por el sufrimiento
y ella voló para no sufrir.
Ahora no encuentro
indiferencia ni distancia
en largos años
para este enfermo amor,
porque para no llorar
y animar lo imposible
nos soñé bailando
alegres serenatas
donde ella cumplía días;
sin embargo, sólo queda
un amor dilapidado
en el regazo de las montañas,
en la nieve de la agonía.

6
Apunte

Wislawa Szmborska
Poeta polaca

Vida: única manera


de cubrirse de hojas,
tomar aliento en la arena,
alzar el vuelo con alas;

ser perro
o acariciar su cálido pelaje;

distinguir el dolor
de todo lo que no lo es;

tener lugar en los hechos,


meterse en las vistas,
buscar el menor de los errores.

Excepcional ocasión
para recordar por un momento
sobre qué se habló
con la lámpara apagada;

y para una vez al menos


tropezar con una piedra,
mojarse con alguna lluvia,
perder la llave en la hierba;

y dirigir la mirada tras una chispa en el viento;

y sin cesar no saber


algo importante.

7
La presencia en el jardín

Gary Daher
Poeta boliviano

Quien no se acerca no conoce


la íntima belleza
la comprobación sublime de la presencia
habitante del jardín
mientras el cirio encendido permanece impasible
y la copa de agua espera.

Sólo la profunda humildad mueve


la llave correcta
y el jardín se abre
con sus innumerables fuentes
sus flores
sus hermosos y esforzados cedros
y esa senda serpentina
que nuestra sandalia huella
paso a paso
por la ladera

mientras el águila en el cielo vela


y nuestro corazón golpea
cuidando no manchar la lavada túnica
con la oscura tierra de la ventolera.

8
Amor

Julia de Burgos
Poeta puertorriqueña

Amor...
única llama que me queda de Dios
en el sendero cierto de lo incierto.

Aquí,
desesperada,
me contemplo la vida en un hueco del tiempo.

Entrecortando pasa el sendero de luz


que esperancé de sueño.

¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas,


volando en el espacio!

¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa,


cuando despierta el cuerpo!

¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados...!


¡Multiplican en ecos!

Aquí, junto al continuo gravitar de la nada,


¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos!

Mi esperanza es un viaje flotando entre sí misma...


Es una sombra vaga sin ancla y sin regreso.

Mis espigas no quieren germinar al futuro.


¡Oh el peso del ambiente!
¡Oh el peso del destierro!

¡Amor...!
Hasta la leve ronda de tu voz perturbada,
me partió la ola blanca que quedaba en mi pecho.

9
En tiempos de sequía

Carolina Zamudio
Poeta argentina

Yo, que prefiero absorber luna


a tomar el sol. Regar la noche
de recuerdos y enhebrarlos
en farolas de una calle cualquiera.
Destender el mantel con los restos
y buscar los símbolos en las migas,
subir las escaleras cuantas veces sea
a temer desandar los pasos dados.
Ser vampiro en la niebla, merodear
la casa mientras todos duermen,
ser ama de la noche, esculpir
los deseos en las nubes pálidas.
Que soy pez en tiempos de sequía,
flor insólita en invierno,
búho que descree de su suerte,
señora a merced del viento.
No sé adónde vamos ni porqué
y cada mañana me ahogo
hondo en una página en blanco.

10
Poema 6
Del libro Jardín de claroscuros

Matilde Casazola
Poeta boliviana

Cuando quieras saber dónde reposa mi corazón


no lo busques, no, dentro de mi pecho
pues allá encontrarás solamente su piel visible, su piel tangible.

Tampoco lo busques en el mediodía


pues con tanta luz se habría vuelto ciego.

Búscalo entre los papeles amontonados,


empolvados y amarillentos
donde las arañas y el olvido
hicieron su nido, pusieron sus huevos.

Como una hoja seca crujirá


cuando lo rocen por descuido tus dedos.

Ten cuidado, por favor, que sólo está dormido


aunque bien parezca que está muerto.

11
Visitación

Blanca Luz Pulido


Poeta mexicana

Toco la puerta de la estrofa,


tres golpes discretos,
¿hay alguien ahí?
Salen con fuerza
sílabas agitadas
que se niegan
a ordenarse en versos
y, rebeldes, olvidan o niegan
cualquier lejano parentesco
con metáforas o anáforas o
ningún otro ardid retórico,
dicen;
y me informan
que piensan salir a andar
un rato al aire libre,
sin gobierno ni dirección;
salir de mi cabeza,
es lo que piden,
andar sueltas por la página
y vivir
a su albedrío
Y como soy sólo
una figura imaginada por ellas
las obedezco y escribo
lo que dictan
Para que no se alejen
ni se oculten silenciosas
y nunca más quieran volver.

12
Mirando Hacia Atrás Encuentro

Walter Ortiz y Ayala


Poeta uruguayo

Mirando hacia atrás encuentro


y apenas lo puedo ver
el rostro viejo de un niño,
del niño que fui una vez.

Me mira con ojos tristes


y silencioso se va
por una casa amarilla
sola y amplia como el mar.

A veces lo reconozco,
otras, no sé ni quién es.
Viene de lejos, de siempre.
De la nostalgia tal vez.

Me mira y creo que a veces


hasta intenta sonreír,
entre naranjos y palmas
de aquel antiguo jardín.

Mirando hacia atrás lo veo


lejanísimo, sin voz.
Lo llamo, no me responde.
Tras de su sombra me voy.

13
Voy a dormir

Alfonsina Storni
Poeta argentina

Dientes de flores, cofia de rocío,


manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.


Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.

Déjame sola; oyes romper los brotes...


te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:


si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.

14
El que es

Rafael Cadenas
Poeta venezolano

Si alguien me toca, sólo me toca a mí, a ese mí orgulloso, ese mí que no deja franquear su
claustro, y no a ese otro alguien, informe, vasto, neutro, que hace gestiones en la
oscuridad.
Herirás al que puedes herir, a que no importa defender, al que no es nada.
No lastimarás a nadie, lastimarás a ese nadie que me cierra el paso.
No temas. Sufre mi guardián. El que debe desprenderse como fruto que he cultivado, usé
y abandono.
El otro, oscuro, humilde y quieto, no necesita protección.
No será tocado ni herido. Ni padece ni se queja.
No será destruido.

15
Nunca supe

Teresa Calderón
Poeta chilena

1
A espaldas de cualquier pregunta,
con las hojas más pequeñas de la luz
se ejecuta la sombra en los objetos.
Ya no hay nada que hacer.
Me inquieta esa puerta
ya la traspaso.
Nunca supe
cuando quise salir
estaba entrando inevitablemente.

2
Hay tantos caminos que conducen.
Cuesta distinguir
el exacto aleteo de la luz.
¿Es la sombra la elegida
o es la claridad
el destino ineludible de la sombra?
Nada es absoluto.
No hay que estar, sin embargo,
muy seguros de las cosas.
Pareciera suficiente saber nombrarlas

16
Un fósforo en el agua

Ernesto Lumbreras
Poeta mexicano

Al fondo del estanque descubro una canica.


Siempre de un lado a otro como un brillo de escamas
se extravía y regresa. Es una yema de huevo
pulida por el agua y las conversaciones
de dos lavanderas. El rey de las canicas
todos me llamarían, si entre el pulgar y el índice
este sol de verano al centro de la rueda
con tino lo lanzara. Sondeo lo profundo
del estanque ayudado por una rama seca.
“La vida es como un juego”, dijo siempre mi padre.
Lo recuerdo al hundirme, apenas vislumbrando
un fósforo en el agua. Entre mi falta de aire
y la noche del lodo, salgo a la superficie
dejando atrás mi cuerpo.

17
Caballo de fuego

Niurka Calero
Poeta cubana

Tú que te rompes
en barreras interminables
que no sabes de palabras
ni de hombres confesados
llevas la risa
como escudo imperecedero
trocándose en tus pieles.
Tú que jamás concibes
el fuego eterno de mis manos
que te alegra saber te sufren
después de cada día.
No puedes mirar al sol
te escondes en una montaña
por allá por las nubes
provocando las tormentas
Y los fríos.
Tú, sencillamente;
algún día
al final de todas las aguas
y todas las estrellas
también vas a morir.

18
Álamos
De Líneas Imaginarias (inédito, 2018).

Claudia Isabel Vila Molina


Poeta chilena

Hurgamos la tierra
los pies del agua hacia el punto del riego-nuestras raíces
mutilan el auto de la noche. Los peces caen dóciles desde el acuario
la memoria se resiste a golpear a los niños de la calle-nadie tiene la culpa.
Ellos se sostienen y fijan colores que transmutan las plantas tardías y terrestres
nuestro espacio nuestro territorio nos trasquila y no entiendo el exilio- se salen
los ojos Se salen los cuerpos a punto de flotar y es mucho el sacrificio perdurable (una
trampa
moderna) impulsa nuestro propio despeñadero (tardan en deshacer nuestros rasgos)
El tiempo es ese animal cilíndrico levita sobre los discos de la techumbre
La degradación de tonos acerca el ojo hacia su fortaleza y niega idolatría.

19
Amor el más oscuro I

Elsa Cross
Poeta mexicana

Aquí comienzo a amarte,


en estos muros clarísimos,
en esta ciudad cálida al tiempo de las lluvias.
(¿Dónde estás ahora,
esta primavera tarde que pienso en ti?
¿Dónde estás, ignorándolo todo?)
Aquí te descubro
inalcanzable y triste.
Dime qué pasos te trajeron a estas tierras,
cómo abandonaste tu gracia de elegido,
tu ministerio de humildad;
qué suplicios te agobian desde entonces
que violentan tu rostro
y vierten en tu voz la nostalgia y la ira.
Dime en qué forma eres vulnerable
o ganas la lucidez en un momento.
Qué caminos dejaste,
qué expiación te vence y te despoja,
qué caminos seguiste para llegar aquí,
desconocido y hermoso,
donde yo te amo.

20
Monólogo del pájaro

Hernando Guerra
Poeta colombiano

En este árbol construiré mi casa


lejos del ruido que apaga la aurora
Más allá del polvo que cubre las alas
sepulta los sueños
ahoga el silencio
En este árbol construiré mi casa
lejos de la esquina azarosa
donde la noche tiembla
Nido de verano
sobre este árbol en que retoza el viento
y el paisaje cuelga
racimos de distancia
Casa y canto en este árbol lejos de la calle
más allá de la esquina
donde la huella gime
el vuelo sangra

21
Oda al viento del sur

Héctor Dante Cincotta


Escritor argentino

Aquí, en este Sur donde la espera del tiempo


es una larga, desprendida, memoria
veo cómo el viento de la primavera arrastra
entre las estaciones un poco del alba y
las ruinas de ayer.

El soplo desata un comienzo y por el cielo se esparcen


algunos ángeles de la tarde. Sólo la búsqueda
del amor hará perdurable lo amado y las cosas
llegarán a su lugar de ayer,
como la unión entre la lluvia y la tierra.

El verano sigue guardando el tiempo para los hombres.


Disperso sobre esta planicie
donde el olvido es un poco de la nostalgia;
Dios es el semblante,
horizonte en el cenit.
¡Oh viento del Sur, alto y alejado
de tantos seres!

22
Despedida

Ingeborg Bachmann
Poeta austriaco

La carne, que envejeció muy bien conmigo,


la mano rugosa, que sostuvo fresca la mía,
ha de quedarse sobre el pálido muslo,
rejuvenecerse la carne, por un instante,
para que así venga más rápido el derrumbe en ella,
rápido llegan las arrugas, casi sanas,
y todo sobre la rígida musculatura.
No ser amada. El dolor podría ser aún
mayor, Se siente muy bien, toca a la puerta.
Pero la carne, con su línea abierta en la rodilla,
las arrugadas manos, todo ello sobrevino de noche,
el curtido omóplato, donde ya no crece ningún verde,
donde alguna vez se mantuvo oculto un rostro.
Avejentada en cien años, en un solo día,
El confiado animal fue llevado bajo latigazos
a su armonía preestablecida.

23
Implicaciones

Jaime Nisttahuz
Poeta boliviano

1
furtiva como un pájaro
te incorporas a mis palabras
y es infinita
mi ansiedad de repetirme en ti
qué anochecer no he de aguardarte
qué amanecer no he de buscarte
me colmas y empobreces
no acierto en qué momento
te has convertido en todas mis esperas
el mundo es apenas un murmullo
cuando repicas en mis venas.

2
Tienes como una música en la sangre
cuando te repartes en mis manos
al mirarme dices tantas cosas
que olvido todo en nombre de tu sonrisa
calentándome en el fuego de tus cabellos
se me hace tarde cada instante
que no sé si has llegado en julio
o estabas desde siempre
donde esperaba mi sed tu piel de arroyo.

24
A una y otra mano...

Paul Celan
Poeta alemán

A una y otra mano, allí


donde me crecían las estrellas, lejos
de todos los cielos, cerca
de todos los cielos:
¡Cómo
se vela allí! ¡Cómo
se nos abre el mundo a través
de nosotros!

Tú estás
donde tu ojo está, estás
arriba, estás
abajo, yo
encuentro salida.

Oh ese centro errante, vacío,


hospitalario. Separados,
te caigo en suerte, me
caes en suerte, uno del otro
caído, vemos
a través:

Lo
Mismo
nos ha
perdido, lo
Mismo
nos ha
olvidado, lo
Mismo
nos ha -

Versión de José Luis Reina Palazón.

25
En la distancia

Blanca Wiethüchter
Poetisa boliviana

Qué decir de la distancia:


humo fosforescente,
llama adentro, encendido tiempo,
si contornos de soles fijos
y un océano atravesado
giran
anudando mi boca.

Esta distancia
conmovida memoria
obstinada oquedad
último confín de la luz.
Me pierdo y te busco
en el precipitado sabor
que te imagina.

En cada piedra
apareces recóndita
y vuelvo a convocar
las voces idénticas
inmóviles frente
al vasto vacío.

Detrás del día y de la noche


el tiempo nos guarda
en un lamento.

26
Poema XXVII

Paul Eluard
Poeta francés

Los cuervos aletean por los campos


La noche se apaga
Para una cabeza que se despierta
Los blancos cabellos el último sueño
Las manos se hacen luz de su sangre
De sus caricias

Una estrella llamada azul


Y cuya forma es terrestre

Enloquecida por los aullidos


Enloquecida por los sueños
Enloquecida por los capelos del ciclón fraterno
Infancia enloquecida por los fuertes vientos
Cómo harías la hermosa la coqueta

No se reirá más
La ignorancia la indiferencia
No revelarán su secreto
Tú no sabes saludar a tiempo
Ni compararte con las maravillas
Pero me oyes
Tu boca comparte mi amor
Y es por tu boca
Detrás del vaho de nuestros besos
Por donde estamos unidos.

27
Poema 2

Alejandra Barbery
Poeta boliviana

En un triángulo sin esquinas,


los locos aprenden a vivir.
Tienen la risa llena de gritos.
Oculta,
íntima,
llena de fe,
la niña abre la boca
y habita un océano.
Tres veces ríe.
Una locura le ciñe.
Tiene la risa llena de gritos.

Las palabras son insectos que comen de su cabeza.


La esperanza queda mariposa.
La niña abre la boca
y habita un océano.
Tres veces canta y desaparece.
Tres veces ríe.
Hace carne el delirio.
Tiende la risa llena de gritos.

28
Sotto voce

José María Prieto


Poeta español

En voz baja diré la voz que debo,


como el que, solitario,
en la más alta cumbre,
o en el oscuro mar donde naufraga
a sí mismo se habla para saberse vivo.
Pues quien amó la vida no la volcó en el verso,
quede en él su memoria,
y sea sin fruto: que el necio aplauda,
que el ingenuo tome
por arte lo que es sólo
el recurso final de quien no supo
tocar con mano pura el reino este,
y, tarde, se resigna a su cuidado.
Por él la salvación no vendrá nunca:
como un espejo turbio que reflejara el daño
en él reconocemos tan sólo la derrota.

29
Empujando a un país

Miguel Barnet
Poeta cubano

Yo soy el que anda por ahí


empujando un país
No es una fantasía, es cierto,
me he pasado la vida empujando un país
Con grandes piedras del camino
y mis zapatos gigantes
he ido poco a poco empujando un país
Contra los grandes vientos
y la noche que chirría en sus goznes,
contra la falta de oxígeno
y los malos presagios
he hecho lo indecible por empujar un país
Pero hay muchas otras cosas que hacer
como amar en lo oscuro,
sin paredes por cierto,
o desgranar el arroz cotidiano con sabor a coleópteros,
o limarse las uñas frente a un espejo de azogue,
o jugar a la pelota
con los niños estrábicos del barrio
Así que perdonen si no escucho
las quejas de mis contemporáneos
Yo no puedo hacer otra cosa
que seguir empujando un país

30
La muerte de la imaginación

Paulina Vinderman
Poeta argentina

El corazón no tiene quien le escriba,


nadie se atreve a cruzar la noche remando
en la intemperie
(nadie se ve)
Y si no fue más que un amor negro, susurrante
que nada da,
el viaje más lejano fue el de mi cabeza
hacia su hombro
(el más inútil)

La rama golpea en la terraza


pero es solamente oscura. El miedo
se sienta a comer un pastel en la cocina
(y dice que es real)

¿Alguien pudo tocar a la desesperación?

Terciopelo, papel de diario, una lata oxidada,


no hay vacuna contra las superficies.

El mundo es un hueco tapado con barniz


(y no respira.)

31

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