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De lo que se infiere es que una vez que fue escrito este recibe personalidad,
ocupa autonomía, y va atravesando por el acontecer histórico. El texto mismo
tiene su argumento y contenido, que se engrandece con el paso del tiempo y con
las compuestas disquisiciones de que es objeto; por lo tanto, el comentarista debe
absorber no sólo el texto en su presencia física, sino con las diferentes
observaciones que se han hecho de él. Por eso, puede el intérprete reprochar,
cuestionar, captar en una integridad las diferentes partes del texto, encontrándose
en el desarrollado contexto social; beneficiándose los medios dialécticos que
amplifiquen los significados arrebatados con anterioridad, pues toda elucidación y
clarificación involucra introducción y creatividad en la medida en que la
interpretación del texto y el sentido humano dignifique su comprensión.
Cuando se analiza sucintamente un texto, se concibe que éste tiene un autor, con
su propia historia, con su contexto auténtico que lo determina, con el escenario en
que ha vivido. Este análisis que se emplea a la esencia del autor del texto es
ajustable a su vez al texto mismo, En esa realidad el autor del texto mismo y del
ambiente del intérprete se relaciona en forma de diálogo.