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Susana Estela Quiroga
Susana Estela Quiroga
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Conflictos a resolver en esta etapa: 1. Discriminación entre “quienes son los padre”
y “quien soy yo”. 2. deseo de establecimiento de vivienda independiente. 3. Deseo de
independencia económica. 4. Deseo de construir una pareja estable. 5. Logro de la
orientación vocacional y/o laboral. Tres subfases:
1 (18 a 21) Se caracteriza por una gran conmoción y caos interior, debido al
sentimiento de soledad que lo domina. Los observables de esta subfase corresponden a
un adolescente desorientado, confuso, a veces caótico. O se contrario, un adolescente
ordenado y sobreadaptado.
2 (21 a 24) El adolescente toma conciencia de las tareas psíquicas a resolver,
independientemente de que pueda realizarlas. Mayor reflexión y el estado confusional
se calman. Inserción en nuevos grupos sociales y de trabajo, que se saben transitorios.
3 (25 a 28) Entrada ala madurez y a la aceptación de la complejidad psíquica y
social de esta larga etapa. La denominación “adolescencia tardía” supone una capacidad
de frustración para aceptar la caída de los ilusorios característicos de la adolescencia
media (el ideal de justicia, de verdad, amor).
Punto de vista biológico.
Cambios primarios y secundarios. Función de la glándula pituitaria. Mujer (óvulos,
menarca), hombre (espermatozoides, poluciones espermáticas).
Punto de vista antropológico.
El fenómeno adolescente se presenta inserto en una estructura social que pertenece a
un tiempo histórico, un espacio geográfico y una cultura. (En nuestro caso, la occidental
que varía en rural y urbana)
La cultura adolescente, además de estar ubicada en un espacio de origen, contiene su
propia historia y ella a su vez va variando con las distintas épocas. Que establecen
momentos de inicio, o ritos de origen.
La vulnerabilidad social, obliga al aparato psíquico a plantearse permanentes
transacciones como forma de soportar el monto de angustia que tal inseguridad provoca,
ya que resulta imposible escapar, tanto de la determinación de lo biológico como de la
cultura.
El pasaje a la adultez se caracteriza por el pasaje de un desconocimiento a un
conocimiento que llamamos el saber y en el que quedan comprometidos los procesos de
pensamiento.
El “avunculado” como forma de iniciación, Lévi Strauss. Son los iniciadores, que
acompañan al adolescente en la salida hacia lo exogámico.
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La madre debe actuar como soporte afectivo y continente: es el requisito previo,
para que él realice la investidura narcisista del propio yo. A partir de esta experiencia, se
van constituyendo diferente lugares psíquicos, en relación con el otro.
Primero, la familia, y más tarde los entramados de relaciones interindividuales
producen, por un proceso de desplazamiento, formaciones sustitutivas de las figuras
primarias, que constituyen distintos tipos de representación grupo y distintos tipos de
líder con diferentes vínculos entre ellos.
Lo cierto es que tanto el adolescente como el niño son seres aún en crecimiento, y se
encuentran, respecto de las figuras parentales, en una situación de dependencia psíquica.
Por esta razón, los conflictos de los padres inciden en forma significativa sobre los
procesos de desarrollo del adolescente.
El entrecruzamiento de la conflictiva adolescente con la de la edad media de la vida
de los padres enfrenta a los hijos con la necesidad de la construcción de un futuro
exogámico e incierto, y del duelo por la dependencia y protección parental a la que
cuesta renunciar. Los padres también enfrentan un duelo difícil elaboración, por varias
causas: la renuncia de las propias ilusiones, el inevitable pasaje del tiempo, la angustia
por lo vivido, lo no vivido e imposible de realizar, lo muerto y lo imposible de
recuperar.
La mayor rigidez parental precipitará al adolescente hacia desenlaces cada vez más
patológicos. Las rupturas abruptas y tempranas de este alejamiento a la manera de
pseudo – crecimientos, las adolescencias retrasadas que se manifiestan a través de la
imposibilidad de salir de la intimidad familiar y la dependencia, o las salidas con
actuaciones del tipo transgresor, deben ser evaluadas con el fin de investigar si se trata
de un síntoma estruendoso pero pasajero, o de la configuración de una patología más
definitoria.
La adolescencia de los hijos pone al descubierto las viejas fisuras del grupo familiar
y trae consecuencias diversas, tales como la separación, intentos de suicidios, abusos de
drogas, etc., son las formas fallidas de manifestar la imposibilidad de elaborar el
desprendimiento.
Por otra parte, el hijo se transforma desde su adolescencia en un motor de cambio
para la estructura familiar y ella deberá ir accediendo a nuevas redes psicosociales
abriéndose hacia la cultura. El fenómeno de la adoles. Despierta en los padres ciertas
fantasías que hacen a los adoles depositarios de afectos negativos, poco discriminados,
conflictivos y segregativos. (El hijos peligroso o en peligro, sexuado, envidiado o rival,
el que abandona.
El adolescente y el grupo.
Los grupos tienen duración limitada, pues llevan como destino diluirse, una vez
logrado el fin perseguido. La “barra” se conforma con el fin de de crear un eslabón
intermedio entre el mundo familiar del que hay que desprenderse y el mundo adulto, del
que aún no se puede participar.
Dos enfoque sobre la constitución del grupo en la adolescencia.
El adolescente realiza un progresivo pasaje por organizaciones grupales formales o
informales, en función de aspectos placenteros diversos: desde practicar deportes,
desear aprender, etc.
Los cambios que se producen en el cuerpo asustan al adolescente y recluyen algunos
en la soledad y a otros en grupos de pares. La participación en grupos durante esta fase
estos cambios, hacen que la palabra no funcione para pensar, sino para la acción, para
comunicar estados o dar y recibir ordenes, como intento de categorizar los elementos de
la realidad como dice Piaget, con la lógica concreta.
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La razón de la constitución del grupo adoles. Se debe a varias causas, entre ellas, a
la necesidad de socializar la culpa frente al Superyó, y colocar el conflicto en el exterior
para que disminuya esa culpa.
Distintos tipos de grupos en la adolescencia.
a. Representación psíquica del grupo: Mediante la participación en el grupo, el
adolescente se defiende de ansiedades preedípicas y edípicas que le generan el tener que
aceptar diferencias, (entre Yo y no Yo, diferencia de sexos, diferencia generacional,
entre cuerpo infantil y el adulto), que no pueden ser verbalizadas aún por vía del
preconsciente verbal, para nombrar estos complicaos. Tres tipos de grupos aparecen en
esta etapa, el totémico, mítico y religioso.
b. El grupo como subcultura: Algunos constituyen dentro de ellos subculturas,
reunidos según criterios objetivos, que significan una contracultura, aquel lugar que
tanto adultos como los adolescentes supieron encontrar en el marco de una cultura.
La contracultura del adolescente es aquella que tiene sus normas, diálogos, criterios,
jerga, vestimenta, que caracterizan a sus miembros. Constituyen espacios transicionales
(Winnicott), que necesitan un líder real que funciona como iniciador, donde los adoles.
Aprenden el contacto entre ellos y con el otro sexo, a través de un control extremo que
los tranquiliza ante la posibilidad del desenfreno. También aquí se encuentran los
transgresores, que buscan romper las reglas y lucrar con los que se encuentran los
transgresores, que buscan romper con las reglas lucrar con los adoles. como los que
venden drogas.
La imposibilidad de crear un “espacio transicional” adecuado, que permita ir
categorizando diferencias en términos de acciones y diálogos socializados pautados,
crea patologías grupales. En éstas se ve la emergencia de fijaciones pregenitales que
obturaban procesamientos psíquicos y deconstituyen las pulsiones de autoconservación
y el narcisismo. Todas estas patologías se inician en la adolescencia temprana y luego
continúan su desarrollo. Entre ellas; se encuentra el consumo y la adicción a la droga,
fumada, inhalada o inyectada en grupo, como manera de demostrar pertenencia, de
anular diferencias.
El cigarrillo, el alcohol y a veces la comida constituyen formas de toxicidad a las
que se recurre, frente al surgimiento de la angustia social, y de los temores tanto
heterosexuales como homosexuales. Funcionan como objetos reales, que son llevados a
la boca como forma de producir una fusión con el objeto perdido y desmentir así la
pérdida y el vacío que aquel ha dejado.