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Tomado del Libro: Spitz, R. A. (1965). “El primer año de vida del niño”. México,
D.F.: Fondo de cultura económica (1998).
Durante los primeros días de nacido, incluso el primer mes, no existe para el
infante el mundo exterior, es como si su aparato perceptor se protegiera con una
barrera sumamente fuerte que le impidiera todo contacto con la realidad
circundante. Durante este periodo, las experiencias infantiles se determinan por
medio del sistema interoceptivo o propioceptivo, las respuestas que logra
demostrar se refieren únicamente a la satisfacción de sus necesidades. En este
punto quisiera hacer mención de la discrepancia que refiere el autor acerca de las
teorías que pretenden una idea de percepción del bebé in útero, al igual que
durante el parto. Para Spitz no existe tal cosa del “trauma del parto” ya que al
nacer el bebé no tiene conciencia por lo que el momento del nacer no tiene en el
infante un contenido psíquico.
Quisiera hacer un paréntesis en esta parte del trabajo, para afirmar que, a
pesar del esfuerzo evidente del autor por comprobar la inexistencia de la
percepción como tal en etapas muy tempranas del desarrollo (incluso desde que el
cuerpo está in útero), personalmente soy de la idea que si bien el niño no tiene
conciencia de la información que le llega como tal, ésta si tiene cierta influencia en
etapas posteriores del desarrollo en el niño (incluso años después de nacido).
Pienso en el poder que estas experiencias, aunque sean antes de nacer, tienen
sobre la memoria del infante, dejando indudablemente huellas mnémicas que si
bien no son detectadas como pertenecientes a esta etapa, si pueden determinar o
conformar ciertos rasgos de carácter en el niño. De allí la importancia, como
psicólogos que somos, de saber si un niño fue planeado y deseado por sus
padres, por ejemplo, ya que una actitud de no deseo por parte de los progenitores
(y en especial de la madre), pudieran influenciar en la conducta y actitudes de este
niño en etapas posteriores.
Hasta este momento el autor plantea una pregunta referente al modo en que
el neonato percibe los estímulos del exterior que se requieren para que capte algo.
Es importante aclarar que el neonato no tiene imagen alguna del mundo exterior,
ni estímulos de ninguna modalidad sensorial que le permitan reconocer señales,
por lo tanto, se afirma que los estímulos que llegan a “chocar” con el aparato
sensorial del infante son totalmente ajenos en todas las modalidades de
sensación, cada estímulo para ser percibido como tal, debe ser transformado
primeramente en una experiencia significativa, y solo entonces se podrán convertir
en una señal que creará a futuro el mundo externo para el bebé.
Qué condiciones capacitan al infante para lograr esta señal? Hay una gran
diversidad de condiciones que el autor refiere de la siguiente manera:
1) Barrera contra los estímulos que lo protegerá de todos aquellos a los que
estamos expuestos a diario. Esta barrera, por una parte hace referencia a que las
funciones receptoras del infante no están desarrolladas al nacer, y por otra parte el
estado de vigilia del recién nacido se encuentra totalmente reducido a los
momentos en que este se despierta en demanda de su alimento únicamente (La
mayor parte del tiempo lo pasa durmiendo o adormilado). Para que comience a
detectar todos los estímulos que le llegan, deberá pasar por un desarrollo de esta
función.
4) Por otro lado es importante mencionar la tarea de la madre que también ayuda
al niño a tratar con los estímulos internos, proporcionándole las herramientas
necesarias para aliviar la tensión que estos le provocan, satisfaciendo sus
necesidades en el momento en que estas se presentan.
Ahora bien, desde los primeros días de vida el bebé muestra acciones y
reacciones bastante complejas, una de estas es la acción de mamar que efectúa
el bebé y que implica varios movimientos organizados y estructurados que llevan a
tal respuesta. Pero, cómo percibe el pequeño, el estímulo que ha de mostrarle que
Cabe mencionar que no son solo las percepciones las que se encuentran
indiferenciadas en el neonato, sino también los afectos, ya que, como se ha dicho
hasta el momento la organización diacrítica no se encuentra presente todavía y
mucho menos la capacidad de distinguir entre una cosa y otra y de singularizar el
objeto libidinal, por lo que responde únicamente a estímulos internos.
1) que la tensión interna o el aparato propioceptivo del niño (el hambre) no esté
nulificado por alguna tensión externa desagradable.
II)La segunda etapa a la que Spitz llama El precursor del objeto, enfatiza el
hecho de que el rostro humano se convierte en un estímulo visual privilegiado y
distinguido de todos los demás estímulos circundantes. En el transcurso del tercer
mes, la madurez física y psicológica del infante le permitirán realizar su primera
respuesta psicológica ante el estímulo externo: la sonrisa ante el rostro humano.
A esta edad, no hay ninguna otra cosa, ni siquiera el alimento del niño, que
provoque tal respuesta. Sin embargo cabe mencionar que esta sonrisa es
indiferenciada, así el niño responderá a cualquier rostro que se presente frente a
él, sin embargo es hasta los seis meses de edad que comienza a reservar tal
respuesta únicamente al rostro de mamá, amigos y personas conocidas, es decir,
la respuesta se torna hacia los objetos de amor.
de dotar este rostro con las características del objeto. Este es el indicador visual
externo del proceso intrapsíquico de la formación de objeto.
Es de vital importancia para el autor que esta relación con la madre este
basada en el afecto. La madre deberá crear un “clima emocional” favorable en
todos los aspectos de desarrollo del niño. El afecto que la madre logre transmitir al
pequeño servirá de orientación a los afectos del infante y conferirá a su
experiencia una buena calidad de vida. La respuestas de la madre pueden ser
variantes, de día a día, entre horas o entre minutos y estos patrones cambiantes
son absorbidos por el niño como un proceso de circuito que influye en su conducta
y en sus actitudes. Es evidente que los conflictos de la madre también repercutirán
en el infante llevando en varias ocasiones a un conflicto creciente.
En la relación madre- hijo lo dado por la madre representa lo dado del medio,
es más, ella es la que representa al medio; por parte del niño, lo dado comprende
su equipo congénito que le permitirá madurar.
2) Transición del principio del placer - displacer, que exige su atención del
estímulo que viene de adentro, ahora se puede demorar esta demanda de manera
que comienza a funcionar el principio de realidad.
3) El hecho de que el niño pueda reconocer el rostro humano y sonreír ante él,
demuestra que hay rastros de recuerdos, lo que implica que en el aparato psíquico
ha habido una división (consciente, preconciente e inconsciente).
Desarrolla lo que llama Spitz una función “integradora” que lleva a la transición de
lo somático y lo psicológico.
8) Por último establece que esta respuesta sonriente es la base y premisa para
todas las relaciones sociales que se establecerán posteriormente.
1)A la edad de tres meses el yo del niño solo responde a la gestalt signo del
exterior . Esta respuesta es una sonrisa que se da de manera indiscriminada, aún
siendo amigo o extraño. Es un yo característicamente rudimentario que a pesar de
contar con muchas limitaciones es capaz de actuar adecuadamente, por que
cuenta con el yo auxiliar que la madre le proporciona.
A medida que las manifestaciones del niño se hacen más inteligibles, las
respuestas del medio se hacen más adaptadas a las necesidades que este
expresa, y así, en el tercer mes de vida, las huellas mnémicas de ciertas señales
dirigidas por el niño hacia el medio queda de una forma codificadas en su aparato
psíquico.
2) Estos rastros mnémicos estarán cada vez más relacionados con matices
de afecto agradables y a veces desagradables. Los afectos desagradables, están
estructurados de tal manera que su reactivación se enfoca en una conducta
específica que podría ser de retraimiento que son representados como “miedo” en
relación a una respuesta desagradable por parte del medio. Este es el segundo
paso para el establecimiento de la angustia propiamente dicha. Esta reacción de
temor es provocada por la asociación del niño con una experiencia desagradable
previa. Cuando el niño vuelve a presenciar la situación que le provoca dichos
sentimientos de desagrado, responde con la huida.
Quisiera hacer otro paréntesis ante esta afirmación del autor, ya que en un
principio, surgió en mi la pregunta de por qué el autor únicamente se enfocaba en
el primer ano de vida del niño, habiendo experiencias tan significativas y
determinantes para la personalidad en los años subsiguientes? Solo hasta este
momento esta duda ha quedado resuelta, ya que puedo percibir cómo el autor, sin
minimizar ni subestimar la importancia de las siguientes etapas del desarrollo
expone los logros que se esperan que una persona alcance en el primer ano de
vida; logros, que si son manifestados por el infante, serán el puente directo para la
obtención del éxito en la etapas posteriores del desarrollo. Incluso marcarán al
individuo durante el resto de su vida ya que abarcan esferas de funcionamiento
vitales para la estabilidad psicológica y la adaptación del individuo al medio; estas
esferas son, como ya las mencionamos, las reacciones afectivas ante el medio (la
capacidad de cristalizar los afectos), la integración de las funciones yoicas y el
adecuado establecimiento de las relaciones de objeto.
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confunde nada con él. Esta exclusividad permite al niño crear vínculos estrechos
que otorgan al objeto propiedades únicas e individuales. La angustia del octavo
mes es la prueba de que el niño ha encontrado “la pareja con la cual puede formar
relaciones de objeto en el verdadero sentido de la palabra” (pág.126).
Por otro lado, en esta misma etapa se encuentra una mayor maduración y
desarrollo en la organización psíquica de la persona. De este modo se observa un
enriquecimiento del yo en diversas fuentes, se establecerán los límites entre el yo
y el ello, y el yo y el mundo exterior. En esta integración y estructuración del yo se
observará la diferenciación progresiva de la agresión y la libido para luego
fusionarse en el mismo objeto.
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A modo personal quisiera enfatizar el gran aprendizaje que deja este autor
en mí. Creo específicamente que la principal aportación de Spitz al mundo de la
psicología del desarrollo es el estudio y los resultados logrados por la “observación
directa” de los cambios y procesos por los que pasa el infante durante el primer
año de vida. Su gran aportación de la video grabación de las diferentes etapas por
las que pasa el infante y sobretodo sobre las conductas manifestadas a lo largo
de cada etapa, (conductas que las caracterizan como tales y que las hacen
diferenciarse unas de otras), no puede más que enfatizarse en cualquier persona
que lea las ideas y resultados expuestos en este libro.
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impacto sobre la vida del infante (ya que no cuentan con la conciencia de ser
vivenciadas) ¿Cuántas experiencias a lo largo de nuestras vidas se realizan a
modo alejado de nuestra conciencia y sin embargo determinan sobremanera la
conducta futura del individuo?, ¿Será verdad que la vida in útero no deje ninguna
repercusión en las etapas posteriores del desarrollo?. Estas son cuestiones poco
fáciles de demostrar, y aunque el autor proporciona al lector su propio punto de
vista sobre las mismas, no quedo del todo convencida con su planteamiento.
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