Está en la página 1de 15

o

Daniel
Pécaut
/ /

CRONICA DE CUATRO DECADAS


/

DE POLITICA COLOMBIANA

GRUPO
EDITORIAL

norma
www.oorma.com
Bogotá Barcelona Buenos Aires Caracas

uatc:mala Lima México Panamá Ouito San losé

Daniel Pécaut

pregnación de !as relaciones sociales colombianas en el lenguaje jurí­


dico y, más allá, en las referencias frecuentes al Estado de derecho,
esto vale para Colombia.
Es aquí donde, sin embargo, se encuentran las huellas de la dialé­
ctica del orden y de la violencia: el estado de excepción, que autoriza
medidas particulares de orden público y la acción gubernamental por
decretos, ha estado en vigencia de manera casi ininterrumpida desde
fines de los años cuarenta y así forma parte de la normalidad insti­
tucional. Por añadidura, una parte de las relaciones sociales ha estado
regulada efectivamente por confrontaciones que ponen en juego ora
a los actores privados, ora a los poderes públicos.
Dos regulaciones prevalecen de este modo, no separadas sino en­
emezcladas. Una formal y otra informal. La segunda no tiene me­
nos influencia que la primera; muy por el contrario, contribuye más
a la definición de los contextos normati vos en los cuales se encuenrra
ubicada una gran parte de la población, así como a los "recursos de
acción" a disposición de los actores organizados, ya sea Hevándolos a
utilizar la fuerza o apelando a "transacciones" circunstanciales. El
ENTRE EL CONFLICTO COLOMBIANO
'rente Nacional ha sido el ejemplo más claro de transacción institu­
cional, pero muchos otros tipos de o'ansacción se implementan cons­
Y OTRAS GUERRAS INTERNAS
tantemente en todos los campos de la vida social. Se trata, una vez CONTEMPORÁNEAS*'
más, si se quiere, de una manifestación del "liberalismo"; el campo
social adquiere parcialmente el aspecto de un mercado donde se mi-
o los "recursos de acción", un mercado gobcrnado no por una man
invisible sino por manos muy visibles.
Queda lo esencial: se trata de un sistema complejo de interacciv­
nes fluidas que, durante mucho tiempo, tornó forma solamente a tra­
vés del imaginario de los dos partidos políticos. Un sistema, por lo
tanto, reñido con la segmentación social pero, al mismo tiempo, atra­
vesado de un extremo al otro por la política, lo más lejos posible de
los esquemas de todo Estado autoritario, burocrático o no. La cues­
tión es lo que puede subsistir de ello cuando ese imaginario desapa­
rece y cuando el rechazo de la política se convierte en un resorte
principal de la política.
Los recientes escrutinios, empero, deben ser descifrados a la hade
la tradición anterior. El deseo de autoridad no equivale a un consenti­
miento al autoritarismo. Aunque pensara en ello, no esti dicho que:
Uribe llegaría a liberarse de una tradición más poderosa de lo que pa­ ,. Ponenci\l presentada en el VIIl Coloquiu Nacional de Sociología, organi­
rece y, aLm menos , a convencer a los colombianos de se!!Uirlo en esa via. 1.4do en uctubre de 2003 'lar el Departamento de Ciencias Sociales tle la Uni­
vt:rsidad del V;ll1e, Cdi, Columbia. Publi~IJa originalmente en las memurias del
coloquio C()/lJlIlbia (/ comíetlzns del l/llevO mi/mio, editor: Luis C"lrlos CastiUo
_ _ _ _~ Gómez
_ _I!ft;.. _. (Univalle,
" .. 2004). Traducción de Alberto Valencia ÍTnripT'rp? nrn(" .. A _
Crónica d<: cuatro décadas de política colombiana

Voy a considerar el conflicto colombiano actual a b luz de lo que


conocemos en la literatura sobre las guerras civiles contemporáneas.
No pretendo describir su evolución a lo largo de (as décadas anterio­
res y, menos aún, analizar la coyuntura reciente. Mi propósito es so­
bre todo considerar si la abundante literatura consagrada a las guerras
civiles posteriores a la Guerra Fría puede contribuir a esclarecer al­
gunos aspectos de este conflicto. No pretendo analizar, obviamente,
esta literatura con todo el detalle, y menos aún con la pertinencia que
tienen las reflexiones que se elaboran sobre este tema.
Q!.¡isiera comenzar por un comentario crítico con respecto a esta
hteratura. La idea misma de "nuevas guerras" en ruptura con los
conflictos anteriores a la Guerra Fría es discutible, y más aún, la idea
de que estas guerras presentan siempre grandes similitudes entre si.
Soy perfectamente consciente, por lo demás, de que el conflicto co­
lombiano data de mucho antes del fin de la Guerra Fría y creo, inclu­
so, que desde sus inicios este conflicto sólo se inscribe de manera
colateral en el campo de la Guerra Fría.
Lo que atrae mi atención en una gran parte de la literatura sobre
las guerras civiles contemporáneas es, sobre todo, el problema de que
estas guerras escapan a la teoría de Clausewitz, al menos a la famosa
fórmula según la cual la guerra no es más que la continuación de la
política por otros medíos. Partir de esta literatura es, entonces, tomar
una vía para reflexionar sobre el componente político del conflicto
colombiano.
No se trata de afirmar que el conflicto colombiano es político o, a
la inversa, que no lo es. Eso sería una constatación bastante poco in­
teresante. La cuestión es un poco diferente. Es evidente que el
conflicto es, en muchos sentidos, político; peTO reconocerlo no pue­
de dejar de lado el problema de saber de qué manera es político. No
es suficiente a este respecto tener en cuenta los objetivos que exhiben
los protagonistas: sus interacciones y sus práctíe:1S concretas son las
que definen la naturaleza del conflicto. Colombia, por lo demás, como
muchos otros países y no solamente los países en guerra, se encuen­
tra comprometida en una crisis de los puntos de referencia que definen
el campo de lo político. Y hay muchas razones para suponer que los
protagorustas armados no pueden sustraerse a esta crisis.
Crónica de CUlllro décatlas úe p'llírica colombiana
Daniel. Pécaut

I. A propósito de las "nuevas guerras'" el repliegue sobre pertenencias o afirmaciones identitarias lucales o
indu'io, la competencia armada por la apropiación de los recursos
l' na ":Ista literatura ha sido consagrada a los conflictos internos
económicos. Fenómenos identitarios o intereses se combinarían para
q L1e sacuden a numerosos países desde el final de la Guerra Fría. Estos
alimentar las rivalidades entre una multiplicidad de actores y la frag
conflictos no son necesariamente más numerosos que antes e, inclu­
mentación de las escenas de conflicto.
so, muchos de ellos provienen de épocas anteriores; además, sus dife­
El resultado de ello sería la degradación de los conflictos que, más
rencias son patentes. La naturaleza y los objetivos de los protagonistas
ue antes, se desarrollarían por población civil interpuesta; signifi­
son muy disímiles, al igual que la intensidad de los enfrentamientos,
carían la emergencia de nuevos "señores de la guerra"; y, en una es­
sus modalidades y sus consecuencias. Es suficiente con comparar las
pecie de "privatización" de lo que esrá en juego, darían lugar a la
guerras étnico-nacionales que acompañaron la disolución de la antigua
proliferación de zonas afectadas por desórdenes interminables.
Yugoslavia, la "guerra im'isible" que arrasa a Argelia desde hace quin­
Algunos ensayistas han llegado incluso a evocar a este propósito
ce años, el genocidio de Ruanda, los enfrentamientos sangrientos por el espectro de una nueva "barbarie" que, aparecida en las periferias
el control de los recursos económicos en Angola o en Sierra Leona,
del sistema mundial, tenderla a difundirse por la vía de las migracio­
los antagonismos religiosos en Sudún, las luchas de bandas sobre un nes y de los circuitos de la economía ilegal, hasta los países centrales.
fondo de descomposición de las estructuras de poder en Somalia, para
Obras como The Coming Anarchy, de Robert D. KaplanJ , o Die grosse
tener una perspectiva de la diversidad de los conflictos'. Wanderung. de Hans Magnus Enzensbergerl, han logrado un gran
No obstante, estos conflictos tendrían en común al menos el con­ éxito por sugerir que un proceso de "descivilización", orientado a
texto en el cual se producen. corromper numerosas partes del mundo, estaba en curso. Estos libros
Para comenzar, pues, el fin de la Guerra Fria. Todos los conflictos
aparecieron antes del 11 de septiembre y la visión de la "amenaza te­
anteriores no se pueden, evidentemente, explicar por la Guerra Fría,
rrorista", islámica o no, se sobreimpuso a partir de ese momento a la
pero si es válido afirmar que, incluso los conflictos locales que remi­ del desorden. Este género de constatación, que recoge por su cuenta
lÍan a litigios sin relación directa con los términos de la Guerra Fría la vieja dicotomía entre civilización y barbarie, apenas si escapa a las
(étnicos, religiosos, regionales), estaban sobredeterminados por ella,
redes del etnocentrismo occidental.
que es la que les suministraba un lenguaje común a través de la ima­
Más fecundos son los análisis que ponen el acento sobre la
gen de un antagonismo político omnipresente. A pesar de la diversidad
obsolescencia de las guerras "clásicas" y de la teoría clausewitziana.
subyacente de las divisiones sociales, un imaginario político expresa­
La obra de Martin Van CrevelJ The Trans/ormution o/ W"r5 es, sin
do en términos de "amigo-enemigo" lograba dar la impresión de tma
duda, la que ha ido más lejos en esta dirección. Según este autor esta
fuerte articulación entre las divisiones nacionales y la división inter­
teoría está ligada a un momento histórico particular, el de la consoli­
nacional propia de la Guerra Fria. Este código tenía un valor cognitivo
dación de los Estados--nación y la profesionalización de los ejércitos.
y práctico: favorecía una "generalización" ideológica, independiente
En ese momento, precisamente, se aplicó la famosa visión trinitaria
de las circunstancÍils particulares. Con el fin de la Guerra Fría, la he­
según la cual la guerra es una combinación de "violencia original",
terogeneidad de los conflictos ha pasado a un primer plano.
hecha de odio y de animosidad, natural y ciega al mismo tiempo; del
En segundo lugar el fenómeno de la globaJización, que acelera el
"juego de posibilidades y Je azar que hace de la guerra una Libre ac­
debilitamientO de los Estados nacionales y favorece correlativamente
tividad del alma"; y del "entendimiento puro" por medio del cual la

1 Para utilizar el rérmino de Mary KaJdor en Ncw úlld O/d WarJ Organj::;ed
viole/ICe i71 global area, Clmbrit!gc, PolilY Press; 1999. (Traducción española: Las 3 Random House, Nueva York, 2000. El libro tiene como subtítulo Slwuerútg
IllIC7.:ÚS guerra'i f 'wilmci'l I/rgalli::.atla m lu era gll/bltl, Barcelona, Tusquels Edite>­ lite Dreams (JIlhe Post C,)ld War.
4 Suhrkamp, Frankfurt, 1993. La trnducciún francesa, aparecida con el ú­
res, 2001).
una discusión sobre el enfoque de M. K:lldor, cfr. Robnd Marchal Y
2 Para tuJo de La gral/de migration, es seguida por un i.:IL~JYO riwl,IJu Vues sur la guerr/!
Christim: ;\lessian, uLL~ gucnao¡ Livile" en la era Je la gluualí:ll1ción: nueVOS-­ rivile, París, Gallimarcl, I1)9+.
conflictos y nuevos paraui¡;mas", en f1nJlisis Pllliúell, No. S0, enerc>-abriJ de 2004, 5 Thc Free Press, Londres, 1991. Traducción francesa La trrlndñr"wtinfl ,lo
In ..... ........ -­
Daniel Pécaut Crónica de cuatro d~cadas de política colombiana

guerra se subordina a la política. El primer elemento remire princi­ los combatientes, sea que estos últimos traten de confundirse con los
palmente al pueblo y a sus pasiones; el segundo, al comando militar y civiles.
al ejército; el tercero, al gobierno. Ciertamente, Oausewitz evoca siem­ Van Creveld saca la conclusión, en el caso de las guerras recien­
pre la posibilidad de que la guerra, de conformidad con su "concep­ tes, de que es absurdo continuar sosteniendo la idea de que las gue­
to" abstracto, pueda llegar a ser "absoluta" y tomar la forma del duelo, rras constituyen una forma de continuar la política por otros medios.
incluido en ella debido a las "fricciones" inherentes al combate y que De hecho, la mayor parte del tiempo los protagonistas no proponen
desbaratan los cálculos". un objetivo político coherente. La guerra se convierte en una activi­
La distinción de los tres elementos, observa Van Creveld, ha per­ dad por sí misma, que se puede comparar desde este punto de vista
mitido que en el momento en que se elabora la teoría de la guerra con el juego o con la competencia deportiva.
moderna, sean reconocidas las "leyes de la guerra", que comprenden: Por otras vías, son numerosos los analistas que ponen en duda la
la idea de "respuesta proporcionada", la diferencia entre los jefes validez de la fórmula c!ausewitziana en el caso de los conflictos inter­
militares y los dirigentes políticos (tos cuales no pueden ser tomados nos reciemes. Unos subrayan que estos últimos se alimentan de an­
como objetivos); y, sobre todo, la distinción entre combatientes y po­ tagonismos identitarios con base étnica o religiosa, a menudo ambas
blaciones civiles. al mismo tiempo, resultado del resquebrajamiento de los referentes
Para Van Creveld, la teoría clausewitziana había comenzado a vol­ nacionales, que son reemplazados por sectores de la opinión interna­
verse caduca mucho antes de la globalización actual. La Primera y la cional. Esta es, por ejemplo, la tesis de Mary Kaldor en su libro sobre
Segunda guerras mundiales son ya una manifestación de que el con­ las "nuevas guerras"M. Si bien ella no excluye que estos conflictos
cepto absoluto de guerra ha llegado a ser algo más que una ficción y pueden tener una dimensión política, subraya que están desprovistos
que, en particular, la distinción entre combatientes y poblaciones civi­ de contenido idclJlógico. Como Van Creveld, pone el acento sobre todo
les ha sido anulada. Sin embargo, la teona se ha vuelto aún más cadu­ en el hecho de que estas guerras se desarrollan por imermedio de la
ca después del hundimiento reciente de los Estados-nación. La trilogía población civil, con el cortejo de atrocidades que eso implica. Otros
gobierno-ejército-población pierde una gran parte de su alcance. La analistas muestran que las justificaciones ideológicas no son a menu­
guerra, constata el autor, ya no es ahora el resultado del enfrentamiento do más que el pretexto para llevar a cabo una confiscación de los re­
entre ejércitos organizados, sino de la acción de una multiplicidad de cursos nacionales y lograr de esta manera una cierta autosuficiencia
protagonistas que se constituyen a través de la actividad guerrera como conómica. Paul Collier hace parte de los que están de acuerdo con
tal. La noción de "frentes" pierde toda pertinencia; todos los prota­ la primacía de la actividad de tipo "predatoria", que se funda en la
gonistas se esfuerzan solamente por controlar territorios desarticu­ relación entre el peso de las actividades relacionadas con la ex:porta­
lados que no corresponden a una frontera estable, cualquiera que sea. ción de los países periféricos y la existencia de guerras civiles. Angola
La diferencia entre dirigentes políticos y jefes militares se borraíy los o Sierra Leona serían sus ilustraciones. Otros autores, como K. J.
unos y los otros se convierten de igual manera en objetivos. La dis­ Holsti, subrayan el resurgimiento de "señores de la guerra" allí don­
tinción entre combatientes y población civil desaparece, sea que las de el Estado ha desaparecido prácticamente, como en Somalia o en
acciones contra los civiles se conviertan en una manera de afectar a Sudán 9 •
No se trata de discutir aquí en detalle estos trabajos. La oposición
efltre "antiguas" y "nuevas guerras" es poco convincente si se basa
---
6 Mientras Raymond Aran nO veía en el concepto de "guerra absoluta" sino solamente en la brutalidad o en las atrocidades de las guerras recien­
un momento provisional de la teoria de Oausewitz (cfr. el clásico libro de Aron tes. Las guerras "clásicas", como las del siglo xx en particular, no dejan
Pellser la guerre, ClausewiJz, París, GaJlimard, 1976, 2 vol.) Emmanuel Terray
lo define como un elemento centraJ de su teoría definitiva (cfr. Clausewilt., Pa­
rís, Fayard, 1999). Me parece que el enfoque aroniano es el mas acertado.
7 En !as guerras clásicas, los representantes políticos de los Estados no el'll
8 Mary Kaldor, op. cit.
blancos dc los combatientes. En las guerras recientes se han vuelto blancos tan­ 9 TlLc Stale, Yfár a¡¡eL lhe State 01 H01', Cambridge, Cambridge University
to o más oue los militares. Prcss, 1998.
Daniel Pécaut Crónica eJe cualro déc:lcJas U" polílÍca colomlliuna

de lado de manera alguna las poblaciones civiles. Las crueldades nada el despliegue del terror contra los civiles juega un papel mucho más
tienen de inédito; así lleguen a alcanzar paroxismos en las guerras considerable. Lo que no significa evidentemente que los civiles figuren
"étnicas", como se ha visto en Ruanda 'o , no hay que olvidar que ya llí solamente como víctimas: ellos son, igualmente, parte activa del
había ocurrido lo mismo en muchas guerras interestatales clá~icas. El conflicto. Otro aporte es resaltar que estas guerras se tksarrollan en
pillaje no es tampoco un fenómeno nuevo. Aislar la dimensión de espacios fluidos que corresponden ante todo a la evolución territorial
"barbarie" en las guerras civiles actuales no si b'11ifica solamente co­ de los dominios que ejercen los grupos organizados. El principal apor­
rrer el riesgo de ceder al etnocentrismo occidental ya mencionado, sino te es, sin embargo, sugerir que muchas de estas guerras combinan
que presenta sobre todo el problema de volver ininteligible el fenó­ registros diferentes que, en ciertas circunstancias, dejan de ser com­
meno de la guerra. Parece que, bajo pretexto de no "eufemisar" las plementarios y se convierten en ampliamente autónomos: la sociali­
realidades asociadas a este fenómeno y de querer describir estas rea­ zación a través de la inserción en las organizaciones armadas puede
lidades de la manera más aproximada posible, incluso de mostrarlas convertirse en un fin en sí mismo (pensemos en todos los niños yado­
en su "verdad", ciertas obras recientes ceden muy fácilr"'1ente a esta lescentes que muchas veces forman el grueso de las tropas); las acti­
temlencia". Sin embargo, el recurso a las atrocidades es pocas veces vidades predatorias pueden desarrollarse como actividades por sí
irracional, corresponde a la búsqueda de objetivos específicos y re­ mismas (Angola o Sierra Leona); el uso del terror pueJe llegar a per­
mite a estructuras colectivas que son estimulada.., en el momento de der su aspecto instrumentJl para generalizarse y engendrar lo que el
los conHictos. Es suficiente con leer a Christopher R. Browning o a historiador germano-americano George Ñ{osse ha calificado C01110 la
Jean Hatzfeld para conllrmar cómo los "hombres ordinarios" pueden "brutalización de las sociedades"'J.
cometer durante las guerras los crímenes más abominables como si Cada lino de estos registros está relacionado con la 'H.lquisición de
se tratara de una simple rutina". "recursos de poder" (poder organizacional, poder económico o poder
No es, pues, el nivel de barbarie lo que puede caracterizar las gue­ societal) ,. en este sentido, tienen necesariamente un componente
rras civiles actuales; no es tampoco el hecho de que se encuentran "político" así no siempre se encuentren al servicio de un proyecto de
siempre desprovistas de fina.lidadcs "politicas". Los conflictos balcá­ conjunto, orientado a instaurar otro régimen político. Los teatros de
nicos de los últimos años, al mismo tiempo que idcntitarios, eran guerra nueacn coexistir, en muchos casos, con espacios en los que las
eminentemente políticos. Lo que hay que retener de los aportes de regbs de juego se mantienen inalteradas. La dI, isión amigo-enemi­
Van Creveld, Kaldor o Holsti es, sobre todo, que los combates pro­ go reviste frecuentemente formas locales variables y no se impone
piamente dichos, los que oponen unidades militares o paramilitares, como una división que atraviese todos los sectores de la sociedad. Las
solo constituyen una pequci'ia parte de las estrategias de guerra, ya que fricciones, evocadas por ClausewilZ, ya no se limilm a n:orientar Jc
manera inesperada el curso de la guerra; pOí el contrario, se instalan
en el corazón de ella. Todos estos elementos expresan el aspecto a
la Hablar de guerra "émica" no significa que el genocidio sea un hecho es­ menudo desarticulado que toman estos conllictos.
pontáneo basado solamente en el antagonismo étnico. Ct: C1,ludine Vidal, Pero la puesta en cuestión de la teoría de C1auscwitz se dcriva so­
Socilogi,: des p,witms, RrOarld(l, Cütl! d'/volre, París, KarthaJa, 1!)91. bre todo de la crisis del modelo de Est,ldo moderno conformado en
1 J Cfr, por ejemplo las obras de Wolfang Sofsky, Tral.:/"at úbu die Gewalt
Europa a partir del siglo XVII. Este modelo supone que el Estado tie­
(S. Fisher Verlag, Frankfurt del Meno, 1975. Traducción ¡rancesa: Trail¿ dI! la
í'o/el/re, París, Gallimard, (1)98) y sobre todo Zeilen des Schrekens, Amo!?, Te­ ne una vocación para producir comunidades políticas bajo la moda­
rror, Krie[(, (S. Fischer Verbg, 2002. Traducción francesa: L'he de I'l.!pouvallte lidad de "naciones". Gestión de la guerra frente .1 otros Estados y
Folie meurtrlére, trrrelll; gue,.,.:, Pi¡rís, Gallima.rd, 2002). monopolio dc la violencia en el plano nacional van a la par en una fase
12 El libro de Bro\Vlling trata sobre las operaciones de liquidación de los en que la economi<,L, la cultura y la política parecen imlisociables. Des­
judíos en Polunia por una unidad alemana, Cfr. Ordillarv A'len, Baltli/lon lO1
(lIId lhe Final SII/ufillll in Poll/llli, Nueva York, Harrer Collins, 11)1)2. (Traduc­
ción francesa: Des IW1flmes IIrdsl/aires, LI! JOJé billaJ/loTI de risa.·e de ItI police
lll/<mut:.fr: rila }ulUlúilljintlk ell PullJj!lle, Parb, Les ildle:; Leltn.s), 199+ El li­
bro de HatLfdd trata sobre c1¡rcnocidlO en Ruanda. Cfr, Dans le l/U de la v/c,
RiáIs des manú., nVllndais, París, Seuil, 2000.
Daniel Pécaut rónica de cuatro dccada~ de política colombiana

e antes de la globalización actual, este modelo ya había comenzado a vínculos antiguos y de una diversificación asociada con los procesos
vacilar. Cuando la economía comienza a separarse de la cultura y de de individualización. Esto no implica que estas guerras sean la sim­
la política, el sentimiento nacional se afirma con el riesgo, en caso de ple consecuencia y menos aún la simple reproducción de esta frag­
conflicto internacional, de la caída en una guerra total. mentación: hay que tener en cuenta el papel de los grupos y de las
La globalización actual se caracteriza por una disociación aun más organizaciones que consiguen poder por medio de la guerra. Esto no
marcada entre los Estados y las sociedades. Los primeros pierden su implica tampoco que estas guerras carezcan de dimensión política;
capacidad de conformar las sociedades. Esto es válido, en parte, para pero esta dimensión se reduce frecuentemente a la privatÍ7.ación de
los Estados del "primer mundo": la crisis del Welfare Slale va a la par los recursos de poder y no llega hasta la voluntad de fundar una nue­
muy a menudo, en estos Estados, con una crisis de la ciudadanía y de va concepción del bien público y de la comunidad política.
la representación. Pero es válido aún más para los otros Estados y, Cuando Van Creveld hace referencia a la obsolescencia de la tev­
sobre todo, para aquellos que no habían tenido éxito en fundar su ría clausewitziana constata el fin de una noción históricamente situa­
soberanía y su autoridad. En diversos niveles se produce por todas par­ da de la soberanía. La globalización ha acentuado eviJentemente esta
tes una fragilización o una puesta en cuestión del rol instituyente de caída. Es necesario por consiguiente ir un poco más lejos. La globali­
lo político. zación igualmente ha propiciado por todas partes un cambio de las
Uno de los efectos de esta situación puede ser, en ciertos países la relaciones entre Estado y sociedad y sobre esta base hay que desci­
emergencia de una sociedad civil fundada sobre el reconocimiento de frar los conflictos actuales.
las diferencias y de los derechos específicos que le están ligados; en el
plano internacional, se expresa en ciertos adelantos en la construc­ 2.Cuatro observaciones previas sobre el tema del conflicto
ción de un espacio público cosmopolita y de un derecho universal, colombiano
como lo menciona Mary Kaldor. Sin embargo, aún en los paises ¿Ayudan estas observaciones sobre las guerras civiles contempo­
concernidos, esta evolución se acompaña de un igual crecimiento de ráneas a reflexionar sobre el carácter del conllicto colombiano? Esta
las inequidades, de la ruptura de las solidaridades sociales, del retor­ es la pregunra que quisiera responder. Para hacerlo voy a recordar
no del tema de las "clases peligrosas" y del de la "inseguridad"'4. algunos de los rasgos que caracterizan este conflicto a lo largo de su
En otros países de condiciones sociopolíticas más precarias, el evolución. No me vaya referir a los cambios que ha introducido el
derrumbe institucional pone al desnudo la ausencia de cohesión de Plan Colombia, ni a las orientaciones del gobierno Uribe, porque se­
la sociedad como t<''tl. La competencia de intereses ~ectoria1es, los re­ ría correr el riesgo de extenderme demasiado.
pliegues comunitaristas, la anomia que invade ciertas esferas, la au­ Cuatro observaciones a propósito de este conflicto se imponen de
sencia de comunicación entre diversos universos sociales, la pérdida entrada.
de contenido de la idea de comunidad política, conducen menos a la La primera es que durante mucho tiempo el término "guerra" ha
eclosión de una sociedad civil que a la de una sociedad mas bien "in­ sido poco utilizado para referirse al conflicto y, por el contrario, el
civil" '5 • Este es un terreno de elección para que exploten guerras in­ término "violencia" ha tenido una amplia difusión ya que parece dar
ternas, limitadas o no. cuenta de mejor manera de la multiplicidad de los protagonistas, de
Incluso cuando estas guerras son limitadas y solo afectan parcial­ la mezcla de componentes que están presentes en él, de la importan­
mente los poderes existentes, se trata de "guerras civiles" en el sentido cia de los fenómenos urbanos que parecen ampliamente indepen­
de que hunden sus raíces en el fraccionamiento y en la heterogenei­ dientes de los demás aspectos. Responsable directamente de una
dad de las diferencias sociales, sobre el trasfondo de una mezcla de proporción reducida de las víctimas, la guerra entre guerrillas y fuer­
zas opuestas parecería no ser más que un fenómeno entre otros. Por
lo demás, la sucesión de "procesos de negociación" desde 1982, al­
14 Cfr. el libro de R. Castcl, L'insecurilé socia/e, París, Seuil, 2003.
gunos coronados parcialmente de éxito, daba la sensación de que la
15 En su libro Rejlutiuns 0/1 Vio/ent'( (Londres, Ver~'\), 1996), John Kcane guerra podía. en cualquier momento convertirse en un sistema de tran­
dedica un capítulo a la noción de "sociedad incivil". sacciones.
Daniel Pécau Crónica de cuatro décadas de política colombiana

El termino "guerra" solo comienza a imponerse verdaderamente rencia cada vez menos. Tanto o más que con convicciones o antiguos
a partir de 1995, cuando las FARC logran una serie de éxitos militares odios, las adhesiones tienen mucho que ver con las circunstancias, la
que llevaron a algunos comcntaristas a sostener que este grupo esta­ coacción y las gratificaciones esperadas. La guerra es para numero­
ba a punto de pasar de la estrategia de "guerra de guerrillas" a la de sos adolescentes el único mercado de trabajo fácilmente accesible. La
"guerra de movimientos". Pero el fracaso del nuevo proceso de paz socialización, la memoria o las experiencias juegan sin lugar a dudas
lanzado por Andrés Pastrana y la política de mano dura impulsada por un rol, pero son reelaboradas en función del dominio de los actores
Alvaro Uribe llevaron, cada vez más, a un número creciente de sec­ armados. Las identidades colectivas, cuando existen, se definen con
tores a hablar de guerra. Algunos ya no dudan en asumir el relato his­ relación a estos actores. No es raro que los habitantes de zonas de
tórico de las fARC, según el cual Colombia estaria desde hace cuarenta conflicto cambien de afiliación cuando un actor armado se apodera de
años en una situación de "guerra ci vil". posiciones detentadas hasta un momento antes por su adversario e im­
En segundo lugar, conviene subrayar que las instituciones no han pone su dominio.
conocido procesos de hundimiento; si bien no han estado al margen En cuarto lugar, el conflicto siguc instalado fundanlentalrnente en
de las crisis y han estado marcadas por la pérdida de credibilidad en las periferias del territorio. La expansión continua de la') zonas de
los partidos políticos o por la corrupCión, siguen disponicndo de una colonización caracteriza la historia colombiana desde el siglo XIX.
lcgitimidad y de una eficacia que, comparadas con las de los países Desde 1969 las guerrillas han acompañado el desplazamiento de las
vecinos, son sorprendentes en muchos sentidos. La adopción de un poblaciones hacia el sur y el este del país y han logrado implantarse
nueva Constitución en 1991 ha contribuido a ampliar, al menos po­ igualmente en todas las zonas del norte y del Magdalena Medio. En
tencialmente, la vida política, gracias al rcconocimiento del pluralis­ 1990, la contraofensiva de Jos paramilitares parte de Urabá, y desde
mo cultural, los adelantos de la descentralización o la afirmación de 1998 se extiende por un gran número de zonas de frontera. Tres fac­
nuevos derechos. Es cicrto que la "violencia" y la dramática degra­ tores han contribuido a la implmtación dc los actores armados ilega­
dación de las condicioncs de vida de la mayoría de la población que les en estas zonas: la precariedad de las condiciones sociales de las
se ha producido desde 1995 han limitado el alcance de esta moderni­ poblaciones, desprovistas muy a menudo de títulos de propiedad,
zación; pero el funcionamiento institucional se ha mantenido incluso expuestas a la destrucción de sus posesiones por los secrores que dis­
en momentos en que la autoridad propia dcl jefe del ejecutivo se puso ponen de capitales y empujadas por tal motivo cada vez más lejos; la
en cuestión. Estas constataciones no significan, evidentemente, que carencia de presencia estatal, de inversiones pero también de regula­
la fuella pública no haya cometido numerosos abusos en connivencia ción social, que deja a las poblaciones a merced de las redes locales de
con los grupos paramilitares. Sobre este aspecto volveremos más ade­ poder, legales o ilegales; el descubrimiento y la explotación en estas
lante. regiones, durante los últimos decenios, de recursos económicos esen­
En tercer lugar, hay que recordar que el conflicto no se deja redu­ ciales para el país como el petróleo, el níquel o el carbón, que ha pro­
cir a un antagonismo étnico, religioso o identitario, ni es tampoco facil ducido un flujo dc migrantes que el Estado ha demostrado de nuevo
hacerlo corresponder con una oposición "de clase". Lo~ protagonis­ ser incapaz de controlar.
tas del contlieto se diferencian, sin duda, por el tipo de apoyo que Todas estas situaciones han favorecido la difusión del conflicto
reciben y, en una menor medida, por sus bases de reclutamiento. Los armado. La distinción entre periferias y centros sigue siendo, pues,
paramilitares se benefician actualmente del respaldo de numerosos fundamental. Esta es la razón por la cual la guerra nunca ha logrado
propietarios rurales e incluso urbanos; sin cmbargo, el hecho de que generalizarse en el conjunto de la escena nacional. La guerra cierta­
sean grandes narcotraficantes los que se encuentran la mayor parte mente hace sentir su presencia en las ciudades a través de la amena­
dcl tiempo a la cabeza de estas organizaciones complica la situación za, los asesinatos y, algunas veces, las masacres. Las guerrillas han
ya que, incluso cuando llegan a ser dueños de millones de hectáreas, logrado controlar provisionalmente ciertos barrios populares en las
no dejan de scr lIDOS "recién llegados" que no hacen parte de las an­ ciudades, practican la extorsión y los secuestros y, ocasionalmente,
tiguas élites. No se puede ignorar tampoco el apoyo que los paramili­ hacen atentados terroristas. Los paramilitares siguen tomando como
tares encuentran ahora entre ciertos sectores populares. Además, el objetivos a los sindicalistas, a los militantes de izquierda, a los defen­
rprlnt"".,jpntn c:nri"l r1r ]Oj; rnmh:nientes de los dos campos se dife- Sores cie Ins dererhns hl1m:1nnj;' h~n Inl"r:ldn npI11r;lli7:lr "mnli:lTl1"n­
Daniel Pécaut Crónica de cuatro décadas de política colomhi:lOü

te la influencia de la guerrilla; han retomado el control de numerosos gue~.ra", pero ello no impide que cierros rasgos in.dica~r eg¿¡

barrios populares.en grandes ciudades como Medellín y han impuesto Cl 1:


an estar presentes, al men~n f~se reclen~EI conflict

su concepción de la seguridad. Se puede, pues, hablar de un cierto • colombiano es de aque os que cam lan ere manera permant:nte; pero,
nivel de urbanización del conflicto, pero no por ello los combates y el ''-.50mo otros c~f1iCjQiLnter os com rende estratos de diversas épocas.
terror han dejado de afectar sobre todo a las regiones rurales. Un plimer estrato, anterior a los años sesenta remite' - ' . +t )
fo

e
de autodefensa y de reivindicación de una parte del campesin:Jdo ¡~
3. Los componentes de "nueva guerra" en el conflicto éS de la terminación de la Violencia; fundadas oficialmente en I;{ . .
colombiano 6
19 4, las FARC constituyen su expresión por excelencia. Como guerrilla
I p antada en zonas de colonización, las FARC son totalmente peri­
Es cierto que muchos de los rasgos del conflicto colombiano se
parecen a los que señalan los autores mencionados al principio como féricas en ese entonces, en el sentido de que poco afectan el funcio­

propios de las nuevas guerras. Se trata, en gran medida, de un conflicto namiento del régimen y sus reivindicaciones son de natw-aleza

ref~
que se desarrolla por civiles interpuestos: las masacres, los asesina­
tos, las amenazas, los desplazamientos forzados -se estima en más de Un segundo estrato c rresponde a los esquemas revolucionarios

dos millones el número de desplazados-, constituyen un ingrediente que surgen en América atina inmediatamente después de la revolu­

permanente de las estrategias desplegadas por los actores armados ción cubana. Bien sea que se reclamen del gucvarismo, del maoísmo

par:! apoderarse de los territorios ocupados por el otro campo. o de la teología de la liberación, las colombi ' constitui­

Los actores armados ilegales dependen cada vez menos del apoyo das a mediados de los años sesenta como el ELN y el EPL, tienen en

activo de la población: tomar en cuenta sus demandas y respetar sus común un extremo voluntarismo, manifiesto en su interes por definirse

propios modos de org:mización colectiva es algo que poco les preocu­ como "minorías activas", pero que privileg'ia al mismo tiempo ciertos

pa. Si en ciertos casos aún se mantienen las condiciones de una so­ sectores del campesinado, sobre la base del proyecto de romper bru­

cialización común o, mejor aún, de una convergencia más o menos talmente con las antiguas estructuras, en nombre Je unamodernidau

estable de intereses, la coerción y la creación de formas de "protec­ concebida de acuerdo con los cliversos esquemas marxistas.

ción" de tipo mafioso se imponen caJa vez más. ~:tercer estra~emite a la fase de los conflictos centroamerica­

Los abundantes recursos económicos de que disponen los prota­ nos. La radicalización política de las guerrillas va a la par con la crea­

gonistas ilegales gracias al control de los cultivos de droga y de una ción de estrategias propiamente milirarcs destinadas a derribar el

parte ele las redes de exportación, las extorsiones y los secuestros, les régimen. Si bien el M-I9 es la más clara ma.nifestación de esta ten­

permiten privilegiar las estrategias militares sin tener que preocuparse dencia, como se manifiesta en la toma del Palacio de Justicia en 19 85,

al' la opinión de los habitantes. las guerrillas creadas anteriormente habían adoptado por su cuenta

¿Habría que concluir, siguiendo a Paul Collier, que la "depreda­ una estrategia más ofensiva, que se presenta como de envergadura

ción" se ha convertielo en un fin en sí misma y ha reemplazado los nacional. La multiplicación de los frentes que llevan a cabo tas FARC y

objetivos políticos o, siguiendo a Martin Van Crcveld, que la guerra la consolidación del ELN Ydel EPL constituyen el resultado.

ya no tiene otro fin que su propia prolongación? Esó sería aceptar una Un último estrato corresponde al final de la Guerra Fría y al agota­

visión excesivamente simple de las cosas. miento de los modelos ideológicos venidos del exterior. La desmovi­

lización del M- 1 9 Y del EPL no impide que la guerra se amplíe de

~. Multiplicidad de los estratos históricos, de las manera creciente. Para sostener sus operaciones militares las FARC,

configuraciones sociales y de los registros de acción. sobre todo, y el ELN, de forma más limitada, se ven obligados a poner

el acento en la acumulación de recursos económicos y a hacer presión

Si se quieren evitar simplificaciones extremas, hay que volver a


sobre los poderes locales y el poder territorial. Durante esta fase los

considerar ciertos rasgos muy precisos del conflicto colombiano. paramilitares, igualmente, dejan de ser grupos locales, comienzan a

coordinar s.us..~~jones y a tratar de recuperar el control de regiones


+ 1 Es claro que el ;.:onflicto colombiano es mucho más antig'uo que enter~Así como las~"nucváS guéá'as", como lo sugiere Mary Kald~,
los que se consÍl.lt:ran gcneralmeme en el marco de la noción de "nueva
rstán ligadas a la globalización, el conflicto colombiano entra también,
njn,,'U dc cuatro déClld.s ,le pulitiCl wlumbillnll
.:l ('
)~~.

~ (' a partir de ese momento, en esta categoría, por intermedio de su artl­ nes campesinas. Las guerrillas se esfuerzan entonces por asumir su
l}- culación con otra faz de l~ globalizació~a sa~r,J.ª_d~JQ~ t~fic~ papel, pero imprimiendo al mismo tiempo una orientación radical a
1\ ~y-l"3:t:orropci9n. El recurso cada vez más frecuente a métodos sus accIOnes.
'-.:terroristas serIa un indicati\'o de la misma tendencia. Este estrato pue­ Desde mediados de los años setenta las regulaciones sociales pre­
de ser también calificado como "posmoderno". carias que se habian logrado establecer tienden a ser puestas de nue­
La referencia a "estratos" no tiene sentido solamente cuando se vo en cuestión; la urbanización y la revolución educativa hacen sentir
trata de hacer mención de los cambios en los acontecimientos o de los sus efectos, pero sobre todo, el régimen político se endurece como se
cambios ideológicos, sino también cuando se quiere subrayar la yux­ puede constatar con el Estatuto de Seguridad promulgado por Turbay
.....1M'.QSiciónd..e oralidades y de sensibilidades diferentes. El tiem::­ AyaJa. Las guerrillas asumen en ese momento la protesta política fren­
po de las FARC sigue sien o en gran medida un tlempo campeslOo lento, te a una situación que asimilan a una dictadura comparable a las del
opuesto al tiempo urbano. Esta organización guerrillera se encuentra Cono Sur o a las de América Central.
sumergida todavía en el mundo de la colonización. Muchos de sus A partir de 1995, las medidas de apertura económica se acompa­
dirigentes, comenzando por Manuel Marulanda Vélez que es su con­ ñan de la desarticulación de gran parte de los sectores populares, tanto
densación metonímica, han manifestado siempre mucha desconfiaIlZ<l urbanos como rurales, como lo testimonia la expansión de las activi­
con respecto al mundo urbano y a los que provienen de él. El tiempo ades "informales", de la agudización de las inequidades y de un pro­
del ELN, por su parte, sigue marcado por los restos de la escatología ceso de diferenciación y de individualización de las clases medias. En
revolucionta Y.PQt sus rc¡;agos religiosos. En los últimos años, sin ese mismo momento, los paramilitares extienden sus acciones sobre
embargo, I "presentismo" te orineo también ha IOb'Tado im­ una gran parte del territorio. En esta última fase la afiliación a la gue­
primir su marca. a trama. ha llegado a estar..dominach1-pGF-Ia-p rrilla o a los paramilitares constituye una manera de inscribirse, vo­
'lógica de os acontecimientos: tanto o más que las acciones propia­ luntariamente o no, en las únicas redes asociativas que existen en las
mente militares, los secuestros espectaculares, las destrucciones de zonas rurales.
pueblos, los desplazamientos de población o los atentados terroristas, Sostener que la lucha armada "retranscribe" en cada momento las
constituyen ahora las opciones estratégicas. A fortiori, los paramilitares ransformaciones que ocurren en el seno de la sociedad no nos puede
se han vuelto dueños del tiempo discontinuo de las masacres y de los llevar a confundir los dos planos. La lucha armada corresponde a un
desplazamientos masivos y, en este sentido, se han convertido en los proyecto específico de naturaleza militar, pero no puede ser separada
sucesores de los pájaros de los años cincuenta, cuyas atrocidades con­ de dichas configuraciones sociales.
virtie~on el terror en método de guerra. ­
4.3 La superposición de estratos y de configuraciones sociales se
4.2 Estas transformaciones son inseparables de los cambios que traducen finalmente en combinaciones en los repertorios de acción.
han ocurrido en el seno de la sociedad. La lucha armada retranscribe El "duelo", esa forma de la "guerra pura" según Oausewitz, que aquí
a su manera estas transformaciones. Para designar este anclaje. habla­ toma la forma de las atrocidades, es uno de estos repertorios. No in­
remos de configuraciones sociales. sisto sobre este aspecto salvo para subrayar que dicho duelo se
lasta 1960 se mantiene todavía un contexto en el que las adhe­ manifiesta a la vez en el plano militar yen el plano político, ya que el
siones colectivas siguen estando muy presentes, independientemen­ adversario es definido al mismo tiempo en estos dos registr('s.
te de que tengan asiento en las estructuras jerárquicas, en las formas El duelo coexiste, sin embargo, con una lógica permanente de
de poder social tradicional o en las redes de dependencia clientelista. «(transacciones" de todo tipo, algunas de las cuales pueden ser indu­
Las guerrillas contribuían a perpetuar en ese momento las alianzas cidas por motivos económicos: la buena marcha de la economía de l.a
colectivas pero asegurándose de mantener su independencia relativa. droga supone muchas veces intercambios entre narcotraficantes, gue­
En los años sesenta y setenta la urbanización acelerada y la implan­ rrillas, paramilitares y las autoridades locales. Las transacciones co­
tación del modelo de desarrollo vía sustitución de importaciones, rresponden a menudo a la búsqueda de modus vivendi locales, que
pesar de los límites que tiene en el caso colombiano, van a la par con revisten por sí mismos modalidades muy diversas, como es el caso de
la formación de actOres sociales, como los sindicatos y las asociaci los acuerdos implícitos con los elegidos en las localidades, los cuales,

53 2
a cambio de retenciones sobre las inversiones o de actos de rendición 5. Guerra y política
de cuentas, tratan de garantizar una cierta tranquilidad en su circuns­
5.1 ¿Se podría afirmar que, en el contexto colombial.1Q, la guerra
cripción; en otras ocasiones las transacciones están relacionadas con
ya no está su.hordinada a lo político, que la diversidad de los estratos:­
"pacros" con los actores armados, conocida su posición de represen­
de las configuraciones y de los r!perrorios de '!.CfiQ..,I,uttaduce en la
tantes de la sociedad civil local, sometidos eventualmente a la rati­
1I1slocac¡ón de los puntoscre referencia políticos? Esta sería una con-­
ficación de los habitantes para conservar un cierto clima de paz que ~\lWla.
-~
_ -..- <
.- - ­
permita al mismo tiempo cierto desarrollo. Algunas ONG se encuen­ r "\
Cuando Clausewitz qíce que la guerra es la continuación de la
tran implicadas con frecuencia en este tipo de arreglos. Otro tipo de
política por otrQs.medicí'~tápensando en conflictos entre Esiaaos~
transacciones son las que se presentan cuando se trata de conseguir
Sin embargo, la primacía de lo político tiene para él una diversidad
el derecho al retorno de las personas desplazadas. Existen también
de connotaciones: el objetivo político de las hostilidades y "el plan de
transacciones individuales: las que se desarrollan todos los días para
guerra" considerado como su expresión; el juicio sobre la situación;
el pago de rescates de las personas secuestradas o las que buscan el
el grado de influencia sobre las masas TÓ • En el caso de los conflictos
aval de los grupos armados para una candidatura. La lista se po ría
internos, la referencia a lo político tiene una génesis completamente
alar~stastrañsaccionesno están desproviStas e nesgo, o vla'ñ1err-­
diferente. Del lado de los "rebeldes", la referencia a lo político pasa
te: 25 alcaldes han sido asesinados de ..:001 a 2003 y mas de 250 solo
en primer lugar por la "denuncia" tanto de una situación intolerable
han podido ejercer su función desde lejos. Transacciones y riesgos son
como de sus responsables que se traduce, inmediatamente después,
indisociables. La guerra compromete a todos los actores presentes, los
en la construcción de una división en términos "amigo-enemigo".
cuales terminan por engendrar una forma de regulación parainsti­
Cuando este tipo de concepción es reconoóda por amplios sectores
tucional sometida a los azares de los acontecimientos. f ~
sociales, estamos frente a un conflicto eminentemente politico.
-La transacción- dé"fine por l~·ge"n;;¡;lhor;ntede la guerra.
La puesta en cuestión de la legitimidad del régimen es a menudo
Hemos mencionado la <;ucesión de "procesos de paz ll . Ni el régimen
una primera etapa en la imposición de una concepción de esta natu­
ni las guerriUas pueden evitar fácilmente tener que tomar posición en
raleza, como ocurre, precisamente, en la estructuración del conflicto
este horizonte, incluso cuando sus prácticas van en contra; el régimen
colombiano. Las gue:ti,llas ~~~n ~_n.I..~gim~n~2.~ente..injus­
refuerza a través de él su legitimidad nacional e internacional; las
to y políticamente no representativo; rratan, pues, de enfrentarse al
guerrillas encuentran allí la posibilidad de hacer reconocer y de dis­
~o y, soore todo, alas Fue¡záSA~~y a la Policía, que garan­
cutir sus exigenc:.ias en el espacio público. Los períodos durante los
tizan el mantenimiento de su funcionamiento. Al proclamar de for­
cuales la negociación deja de estar a la orden del día son costosos en
ma reiterada su intención de "tomarse el poder" y "derrocar una
términos políticos para los dos bandos. Una institución como la Igle­
dominación oligárquica", las guerrillas expresan claramente su "carác­
sia católica, implicada por lo demás en muchas microtransacciones del
ter político". El régimen, por su parte, reclama la legitimidad que le
día a día, refuerza su autoridad presentándose en muchas ocasiones
confieren las elecciones y, más aún, su naturaleza de Estado de de­
como la llamada a garantizar la labor de mediación. Muchas organi­
recho.
zaciones de la sociedad civil intervienen en el mismo sentido. De esta
Sin embargo, este cara a cara entre el régimen y las guerrillas se
manera, todo ocurre como si de un momento a otro pudiera ser posi­
ha ido haciendo más complejo debido al surgimiento de otros actores
ble descifrar la guerra como una simple relación de competencia por
que recurren a la fuerza. Tal ~o_'!.e ~ narcotraficantes, que en
la repartición del poder.
diversos m~~njugado un enorme papel en la desestabiliza­
ción del Estado, así durante mucho tiempo hayan permanecido calla­
4.4 Estamos, pues, lejos de un escenario clásico de confrontación.
..... do~, más por elcuidado de defender :;¡u_s intereses que por un proyecto
Para volver a las categorías clausewitzianas, estamos frente a un
conflicto en el 4ue las "fricciones" importan más que las "batallasll .
No son el entendiñttCríto, ni el alma, ni las pasiones 10rqUé coman­
16 efr. De !tl gllerre, pág. 59: "Se puede comprender sin pena que el resul­
dan el cursode los acontecímientos, sino hls circUnstandas, 1051ñi:"e­ tado será completamente diferente si las masas representan factores de
r.;ses, las compleridade~ defdge.2[Eafta. - --­ reforzamiento o de debilitamiento de la acción".

534 535
...... A ~ ~ .-. }-#V""."" ""-'IVUII.lI·lIHl

político. Esta situación se modifica en la década de los novent~,.suan.; paramilitares, militares y políticos locales, orientada contra militantes
do se convierten en la columna vertebral de las oqpnizaciones para­ de la izquierda y militantes de los derechos humanos, era evidente­
miÍ1iares.:.mre' sÓ~'precisam~o.~.las gue top';aE an:plia~~'.it~.vo mente política. La modificación reciente de las zonas de implantación
Cías FuerzasArmadas en clcombat~ contTa_l:tsg~~rUlas,con el coñ­ respectivas de las guerrillas y de los paramilitares ha tenido también
sentimiento e, incluso" con. el ;¡~o en muchos casos d7Ia~as una dimensión política.
~I\rmadas. Como las guerrillas, las o~~iCiOñ'es paramllirate'5 se (fe:­ El cuadro del conflicto colombiano se parece, en muchos sentidos,
dicañ sobretodo ainstaurar su dominio sob~e los territorios y sus ha­ a aquel que de las guerras civiles contemporáneas presentan los au­
bitantes.. Otros actores que recurren a la fue-rza;como ias"baódas tores citados líneas arriba. Sin embargo, no nos parece evidente que
-uroanas, contribuyen por su parte a la expansión del campo del conflic­ el término de "guerra civil" sea el adecuado para describir la situa­
to sin tener, como ocurre muy a menudo, objetivos políticos claros y ción colombiana.
oscilando más bien, según los momentos, de un bando al otro.
A p'csar ~diversid~dI;protagoÍ1istas'se mantiene de hedlO una 5.2 Vimos cómo dichos autores subrayaban que lo específico de las

polarización en dos,~amp?s, el de las guerrillas y el de sus adversa­ guerras civiles contemporáneas, incluso cuando conservan una dimen­
rios.... - -~..,-~_ ............,.. - .... ..,.. ión politica, consiste en que comportan otras dimensiones que oscu­
-Esta polarización se expresa en principio en la acusación que se recen a menudo los elementos en juego y conducen a su fragmentación
hacen entre sí el Estado y las guerrillas con respecto a los derechos en el espacio. Se podría poner en cuestión la afirmación que presen­
humanos fundamentales. Desde hace algún tiempo, las violaciones de tan estos mismos autores, según la cual los protagonistas de estas
los derechos humanos directamente imputables a la fuerza publica han guerras ya no tendrían ninguna "ideología" -en las guerras anterio­
disminuido mucho, ciertamente, ya este respecto las presiones de los res, la icieología no tuvo siempre un papel decisivo y no faltan prota­
Estados Unidos en el marco del "Plan Colombia" han jugado un enor­ gonistas en los conflictos contemporáneos que expresen ideologías-,
me papel. Pero al dejar libre el campo a las organizaciones paramili­ pero se podría interpretar esta constatación como ~
tares, al validar incluso la colusión de elementos de las Fuerzas salttrel'h-etholie quéIas co'ñflictOscontemporm€ o sño pre~ntnnma
Armadas con estos grupos a pesar de las operaciones episódicas diri­ -rrntdad estable, es decír, 'nó'logran imponer fa visión"Ca-mlgo-enernT­
gidas a combatirlos, el Estado se presta siempre a ser acusado de res­ go" de la que se reclaman: '•.
ponsable, por acción o por omisión como dicen los juristas, de las La fragmentación espacial del conflicto colombiano es innegable;
atrocidades que cometen. A la inversa, la guerrillas son puestas en se desarrolla en teatros locales ampliamente separados unos de otros,
cuestión por su rechazo a aplicar et D~ y. P9r .!as atro_~jd;.W,esq.~ cada uno con sus particularidades y sus puntos litigiosos propios. Si
mete.lb asís~!!J!1c;p,Q:vtl.1JneJO¡;,as. El campo de los derechos huma­ bien los protagonistas presentan objetivos estratégicos de conjunto,
no;se convierte de esta manera e;{"el intermediario a través del cual que pasan principalmente por el control de los corredores de comu­
la polarización política accede ampliamente al espacio público nacio­ nicación o de los polos de producción económica, en el conflicto se
nal O internacional. La globalización también entra en juego por esta yuxtaponen al mismo tiempo una infinidad de conflictos cercanos en
vía, coqaJQ.subraya_M. Kal~ ", los cuales intervienen antiguos antagonismos, odios, deseos de ven­
(expansión de las organizacIOnes paramilitares contribuye di­ ganza, que solo se vinculan de lejos con esos objetivos estratégicos.
rectamente, por lo demás, a que el conflicto se "societalice", en el sen­ Las [o'uerzas Armadas, por su parte, han sido,.-­incapaces hasta-a1mr-a-..
tido de que se manifieste en franjas cada vez más considerables de la ~e imppncr su 12[esencia en todo el tcrrilo!ig~ Dotadas de un presu­
sociedad, al menos en las regiones rurales. Las luchas de las guerri­ puesto reducido, burocratizadas, algunas veces corrompidas, confron­
llas y de los paramilitares se desarrollan apelando al recurso del te­ tadas con diversos adversarios al mismo tiempo, no han obrado como
rror, al control territorial, al desplazamiento de las poblaciones. En una institUl:ión cuya intervención se hace en nombre de una concep­
esta guerra, los combates propiamente dichos solo ocupan un lugar ción estratégica y de una pretensión creíble de reconquistar el mono- !
secundario. El conflicto se desarrolla en lo ese '. I . polio dcla violencia.
más próximos a o político que a lo militar. La "guerra sucia" impul­ - Sin embargo, lo esencial se encuentra en otra parte: los protago­
sada en los años odienta por una mezc~scura de narcotraficantes, nistas ilegales no han logrado conferir a las justificaciones que pre­

53 6 q7
~. _ . ' . - - - - -_ •. - - - - - - - - - - - t"' ....... ~ .....- ................ u"' ........

-oG

sentan para apoyar sus acciones el carácter de cuadros de referencia inédiro y está fuera de duda que la polarización política en el país se

1 de validez general, a los cuales una gran parte de la población se pue­ ha acentuado, como liende a mostrarlo la popularidad de las Fuerzas

-,
~.--..:J da adherir. Lejos de dar lugar a "una evolución hacia justificaciones Armadas, Sin embargo, ver allí una adhesión al autoritarismo sería

de alcance más general"'7 dichas justificaciones se han borrado pro­ prematuro: el apoyo no equivale de manera alguna a la entrega de un

gresivamente como si las acciones dispersas fueran suficientes por sí cheque en blanco, como lo prueban las resistencias a la gestión del

mismas. Esta es la razón por la cual el término de "guerra civil" no gobierno en otros campos.

nos parece adecuado. Varios factores parecen haber entrabado, de hecho, la difusión de

Esto no se debe solamente al hecho de que los protagonistas ilegales una visión "amigo-enemigo" en el conlunto de la sociedad.

~'~
solo se benefician del apoyo de una ínfima minoría de la población. Si Un primer factor remit@a n~ura1cza dei-)-~ljA:)esde1958
.~"1

r'
damos fe a las encu~~a~ d!.2I'i'lió.!l, L~!ruerr!lIas solo disponen la ­oe el régimen ha preservado sie pre su carácter civilista, ha dejado aQier­
sirripatía-~·cfo!. o tres.~ cien~ d~ l~obla~~ pro~a§l:q~ tos espacios políticos, ha buscado en las elecciones una manera de
,~

j
los paramilitareS'l:iaya;1Ogrado conqui§1ir dUUWte estos últímos t1~m­ so"5fener tilla cultura pOÜ1:tcar6fj:ícla desde la independ~n7:ia;liaén­ "
'11 pos una má's ampfia aceraélon declarada o tácita. Si creemos en las c~rad;eñ las mecJ:¡das recIentes· de JescenüafJi'acTón Ia~form; de
J~J, mismas encuestas de opinión, únicamente las Fuerw rmadas go réCfiJéll- la brecha con los administrados: todos estos elementos apO-nt
<ie-mr-verdader~í!poYo .. .Q);l!:s~o que e'¡ 7dYo de la población les otorga yan su pretensión de ser considerado como una democracia a pesar V
sI! c-oñfiáñZa, Sin ~bargo, la prude;ciÚ~impon.e.frente ª estás ~ñ= dejos eermanentes.atentados ai.Es-r.adP 4.(sLe.!!C~~'y' delas~iolacio-':
cuestas de Opi~l Ilevadqs a c.ab9 ~,nJ~ciudad.es, ya que n~ ~;21n nes a lQs.d~.echo..s hu.m.anos...ED comparación con los Qclíses vecinos,
medfr.Japc.udenci.a Q los temores de los -encuestados. ... el régime~ no s(: ha quedado atrás,' '.- - ._-­
l'" ~ - Más significativa es la poca resonancia que tienen las proclamas o - .n segundo factor tiene que ver con la fragilidad de la unidad a la

las declaraciones de los protagonistas ilegales. Las guerrillas hablan vez simbólica y concreta de la nación, Hemos hecho referencia ante­

poco y, cuando lo hacen, sus discursos tienen un eco limitado; inclu­ riormente al surginliento constante de nuevas periferias poco inte­

L"'
r' - so durante el proceso de paz con Pastrana, cuando disponían de una gradas al resto del territorio, pero conviene resaltar también la

I"'~
Ir ., tribuna públic~las f~Rc:. noJograr:.oRdar.Ja im¡m:..~ió~e ~e tuvie­ inlportancia de los mecanismos institucionales que coexisten con los

, . ran un proyecto político capaz de provocar una amplia adhesióñ;lás mecanismos formales. Desde estos dos puntos de vista, la lucha arma­

~
mencíones a la "toma del poder" o ~'Ia formación a~ .un 1l rn!ifión CIée '. da no siempre se encuentra en ruptura con los habituales juegos y re­
·I!';~

, Estado" sólo producían escepticismo o re.chazo. Los B:lLamilitares, por


sus par.le~bie.n.l1Al11.eXten.didQ.~u c1.o.QlÍJ}iQ•. no han logrado'COmen­
laciones de poder, ~­
U n tercer factor se refier~ las transformaciones de la sociedad

.' ----
cer de qu~ const,ituyaI) 'y'erda~eramente una fuerza,.politica¡ su pre­ mencionadas anteriormente. Las desigualdades sociales, ya escancra:

¡-:~
~ s'encia ciertamente revela la existencia,de unasensib.Llidad de extrema losas desde antes, se han acentuado de nuevo desde 1995, pero difí­

~L1I de~cha..peJ:D esta no ha dado lugar hasta el momento aT;;urgÍnliento cilmente pueden ser consideradas como una dimensión estática.

oe un partido correspondiente. En diversas ocasio~es! lo~ cañc.Ti'<fatos Rápidos fenómenos de movilidad ascendente o descendente se han

"""
Ir'
a las elecciones presidenciales que se reclaman dc'estasenslhJIíOácíli:lh --Presentado? re1acionad9.i.COn f¡Qí:ue~ia con la economía de la droga,
trátado de probar suerte pero solo han obtenido rotundos fr~~a'SOs. Si ~ el mmenso sector informales e,.'{tru.QfdinanamenreOiVffio.·A pesar
~~ 'el le"/tguajnte la extrema iiC¡uierda arruada acusa un ampLo rea,azo, -uefá a1ltiencia d;d~;Piaz;dos, conde~ados a instaTáiSC'enla'S"afueras
el de la extrema derecha es objeto de una especie de censura en la opi­ de las ciudades, el mundo urbano se ha modernizado ampüamente.
-. nión~ Ocurre como si la traduccióñ del conflicto al planopoTIfiCOñO


a baja sostenida de las tasas de homicidios que se ha venido presen­

" , E udi~ra realizarse abiertamente. tando desde hace algún tiempo expresa nuevas modalidades de parti­
La evoI~jón reciente indica, sin duda, un cambio en este punto. cipación y de.soliJaridad. ---- -_.. \

La politiC:l de "mano firme" del presidente Uribe ha recibido un apoyo Se podrían citar aún muchos otros factores que han entrabado la \

·'1 metamorfosL., en guerra civil de un conflicto prolongado y con múl­

~,:.r,
. . 17 l..fr. ¡l este propósito L. Boltanski y L. Thévenot, De 1", justifiration. Les tiples ramificaciones, a pesar de sus componentes políticos.

écOllOmit:s de la grandeur, París, Gallimard, 1991, -------_.


..""'., ..
"
i
,1,
,,
. "
~
~ " " 53 8 53
6. Más allá de los objetivos políticos, las interacciones extiende por tantos años y se desarrolla en función de una pluralida
prosaicas de registros, como el conflicto colombiano, las lógicas organizaciona­
CJausewitz fue el primero en subrayar que la guerra clásica no les complejas adquieren necesariamente mucha importancia.
podía ser definida solamente a partir de los objetivos de los adversa­ La acumulación de recursos de poder por parte de un protagonista
permite ciertamente un dominio relativo de las interacciones con los
rios sino a tr:;tis de la fO.!ID.a~~ con~tituyen las "acciones r~í-
.er0ca~'. La novedad de los conHlctos comempor:meos estaria en qu~ demás protagonistas, pero cuando este dominio apela a la coerción y,
las interacciones terminan por tomar la delantera sob~_ob~~!vo.s) peor aún, al simple terror, no conduce a la obtención de una legitimi­
\ dad política.
, hasta el punto de vaciarlos de su conteni~Según Van Creveld, la
'guerm-pue~r puramente interactiva, cuando cada actor
se limita a reaccionar a lC1S'iñ<WTmientos del adversario. Según M. 6.2. A pesar de todo, sería absurdo afirmar de manera tajante que
Kaldor, los adversarios se refuerzan unos a otros por el hecho de que el conflicto se encuentra cada vez mas "despolitizado". Es posible que
utilizan métodos similares. ¿En qué medida esto cs válido para el en su desarrollo cotidiano los referentes políticos ya no tengan la mis­
conflicto colombiano? ma importancia que antes; también es cierto que es muy dificil ha­
biar de una división "amigo-enemigo" de conjunto; por el contrario,
6.1 Los objetivos políticos proclamados por los protagonistas de esta división conoce un proceso de diseminación, se refracta a menu­
este conflicto no dicen gran cosa sobre sus estrategias. Los objetivos do en las redes locales y en las relaciones interpersonales, perdiendo
son siempre múltiples y se redefinen en función de las circunstancias de esta manera gran parte de su coherencia. De manera paralela, el
y de los repertorios de acción privilegiados. Más que los ejércitos or­ conflicto ya no se deja descifrar como un antagonismo de clase, dada
inarios, los proLagonistas ilegales son organizaciones que deben te­ la composición heterogénea de todos los bandos así como el carácter
ner en cuenta una multiplicidad de racionalidades y de intereses. impredecible de muchas de las trayectorias individuales. Poner de
Luchan por incrementar los recursos de poder que pueden asegurarles relieve el "prosaísmo" creciente del conflicto es una manera de su­
una capacidad de acción n' 1V0r a la de sus adversarios y les permiten brayar esta situación.
utili¿ar en su provecho las certidumbres inherentes a cualquier tipo No obstante, el debilitamiento de los referentes políticos y soci:l­
de interacción. Los organigramas ya no nos dicen mucho del funcio­ les no hace sino reflejar un fenómeno mas amplio dc desencantamiento
namiento efectivo de los c.!.os bandos'8. Una conl:indante de las FARC\ de lo político que no es exclusivo de Colombia, ni de la situación de
que maneje las cuentas del trafico enel Caquetá puede tener mas I guerra que padece; la pérdida de credibilidad de lo político se perci­
be en todas partes. En el caso colombiano, la desintegración de los
inf1.llencia que muchos miembros del Estado m~rorry lo mismo puede
ocurrir en el caso Je un narcotraficante local vis a m's de Carlos Cas­ partidos tradicionales y su sustitución por microempresas electora­
taño. No hago más que resumir de esta manera los rudimentos de la les es una clara manifestación de esta realidad. Los actores ilegales no
sociología de las organizaciones'o. Sin duda, un conflicto armado es son inmunes a esta tendencia. El hecho de que en ciertas circunstan­
algo más que simples interacciones organizacionales, porque remite cias logren imponer su dominio sobre la población no implica que esta
también a la lucha a muerte. Sin embargo, cuando un conflicto se última se identifique con su discurso político, si es que lo tienen. Se
ha podido comprobar que, aún en zonas bajo control Je uno u otro
de los actores ilegales, los habitantes no siempre apoyan en las elco-_
1 ~ En mi opinión, el importante libro de Juan Guillermo Ferro Medina y ciones a ~~~ c~nd.id:tos ~ue e;tos ~ct?res.prop~n~~.Ellf~C~~'\
Gracieb Uribe Ramón, El ordm de la gucrm; las FARC-EP: eTlfre fa orgrlnizacicín uchas ¡avenes no encuentren otra saltda ttente a su slLuaClon de .
y la po/ítiCll (Bogota, Centro Editorial Javeriano, 2002) sigue demasiado aferra­ miseria que la de vincularse a uno u otro de los grupos armados tam­
do a la idea ue poner el énfasis en el esquema organizacionai formal de las FARC poco significa la existencia de una dimensión clasista.
como si no se tratara, ante todo, ue una imagen para afuera, que no necesaria­
mente tiene que ver c(Jn el funcionamiento COl1creto.
ro
Et"i:kseñcarit;Imlento(fe' p-;ütico c"OñtrioiiJe a que el conflicto
J 9 .\ole refiero-ai ca,~o. de "Sonia" según los informes de prensa.
se vuelva cada vez más "socictal" en el sentido de que atraviesa el te­
20 Cf.;poreíe~llplo,el libro clásico dc M. Crozier y E. Fricdberg, L'acte jido social. Las relaciones de fuerza invaden sectores enteros de la
el le systeme, París, Seuil, 1977. sociedad, produciendo fenómenos de desarticulación y formas pre­

540 54- 1
Daniel Pécaut Crónjca dc cuatro décadas de polírica colombiana

Clan. Giorgio Agamben se refiere al concepto de que ponen el énfasis sobre los "objetivos" declarados de los protago­
mpolítica" p, a aludir al dominio sobre los cuerpos, como una for­ nistas, para destacar la necesidad de tener en cuenta la manera como
n er el poder. Si bien tal conceptualización es discutible, estos objetivos se van constantemente redefiniendo en función de las
sobre todo cuando el mencionado autor la utiliza para referirse a to­ interacciones entre los múltiples actores y las múltiples escenas.
das las sociedades modernas democráticas", no deja de ser sugestiva Creemos también que el dilema entre el carácter "político" o "no
en los casos de violencia abierta, cuando el individuo se encuentra político" del conflicto colombiano no es relevante. No se trata de ne­
despojado de su calidad de ciudadano o incluso de su condición de gar la degradación del conflicto. No obstante, las relaciones de poder
sujeto capaz de ejercer una autonomía. a través de las cuales se desarrolla apuntan a expresiones de lo polí­
Con o sin guerra, es probable que en Colombia se hubiera produ­ tico que no caben dentro da la antigua visión del carácter instituvente
cido de todas formas el desencantamiento de la política; pero la gue­ de lo político.
rra no hace sino acentuarla. Sin embargo, de allí no se puede sacar la La degradación del contlicto y el desencantamiento de lo político
conclusión de que la guerra ya no tiene ningún componente político; han contribuido a que la guerra colombiana se haya vuelto intermi­
por el contrario, lo político es uno de los muchos recursos de poder nable. Es posible que la solución signifique la repolitización de la situa­
que manejan los protagonistas armados. ción. Si es así, habría que saludar los resultados del referenda y de
Como hemos visto, la guerra no afecta por igual a toda la socie­ las elecciones de octubre pasado" ya que demuestran que, a pesar de
dad. Es posible que estemos asistiendo a una nueva dicotomía: por un su apoyo a la política de "seguridad democrática", muchos colombia­
lado una sociedad "incivil" inmersa en unas relaciones de fuerza, por nos no están decididos a entregar un cheque en blanco al poder, cual­
otro lado lIna "sociedad civil", que está tomando forma en ciertas quiera que sea, sino más bien a buscar las vías de una política de lo
onas del país y que reivindica su derecho de ciudadanía. posible, más allá de las relaciones de fuerza.

Conclusión
Nuestro punto de partida fue la discusión de la noción de "nue­
vas guerras" que no nos parece tan válida cuando pone el énfasis en
el hecho de que la población civil se ha convertido en blanco de los
combatientes. Su pertinencia se relaciona sobre todo con el hecho de
poner en duda la teoría c!ausewitziana de la guerra, una teoría fun­
dada sobre la visión clásica de la soberanía de los Estados.
Hemos subrayado la yuxtaposición de temporal.idades y de regis­
tros que caracteriza el contlicto colombiano. Pero también hemos sos­
tenido la tesis de que es necesario mantener siempre la idea de la
racionalidad de los protagonistas del conflicto, una. racionalidad que
no es unificada, ya que se deriva de una multiplicidad de racionalidades
lirn.itadas. Para concluir, hemos insistido en la complejidad de las ló­
gicas organizacionales, ya que queremos distanciamos de los enfoques

22 Se refiere ¡1 las elecciones de octubre de 2003, en las cuales se rechazó el


referenda propuesto por el gobierno desde b campaña presidencia! y se eligie­
21 efr.Homo Sacer, le pouvoir souvuain et lu vie /l1It!, París, Seuil, 1977. [Hay ron alcaldes y gobernadores. Estas elecciones significaron un dW'o revés para
traducción española: Homo saul: El poda soberano J' la !luda ;;ida, Valencia, Pre­ el gobierno, no sólo por la pérdida dd referendo, sino también por el hecho de
Textos, 1998 - N. del E.] Al afirmar que la biopolítica, tal como se presentó en que resultaron elegidos varios candidatos que no hacían parte de la coalición
los campos de concenu'ación alemanes, se ha vuelto tambi¿n el funJamcntu de de gobierno. El caso más notable rue el de Luis Edu:miü Garzón, elegido Al­
las democracias modernas, el análisis pierde mucho de su alcance, a mi manera caldc de Bogotá en nombre del Polo Dcmocr:ítico, principal partido de oposi­
de ver. ("inn (N rl,,1 T \

También podría gustarte