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TEMA: Enfoques pedagógicos latinoamericanos y descoloniales en educación, hoy:

antecedentes y presupuestos y nuevos debates

DESARROLLO

Esta clase es una invitación a leer textos y posiciones teóricas y epistemológicas sobre la
pedagogía y la educación que siguen obligándonos a revisar supuestos, creencias y
posicionamientos, a veces, tradicionales. La idea es entender de dónde provienen esas
tradiciones, mayormente teñidas por recorridos europeos. Les propongo analizar la
pedagogía a la luz de nuevos/viejos posicionamientos: las perspectivas descoloniales.
También podrán relacionar algunas de las siguientes afirmaciones con clases y textos de la
materia Filosofía de la Educación.

Desde el campo de la Pedagogía, es preocupante el desconocimiento y el desigual sopesa


miento que en los procesos de formación se les otorga a los pensadores europeos respecto
de aquellos de la región. Muchas veces las principales referencias a nuestros desarrollos
pedagógicos quedan ausentes de los currículos y los planes de estudio. Sin embargo a lo
largo de nuestra historia, diferentes movimientos sociales latinoamericanos han dado a luz
pensadores que desplegaron propuestas pedagógicas con fundamentos y posicionamientos
teóricos y metodológicos, alternativas a las hegemónicas. Así podemos mencionar a Simón
Rodríguez, Juan Carlos Mariátegui, Iván Illich, Pablo Freire, Enrique Dussel, y los aportes
de muchos de los actuales movimientos sociales.

Esta perspectiva que retoma nuestra procedencia, nuestras marcas negadas, articula la
comprensión de este ocultamiento (ya no desconocimiento) de nuestra relegada herencia e
historia pedagógica. Allí recuperamos la preocupación de Argumedo de revisar nuestras
matrices de pensamiento, recuperando la idea de pensar desde América Latina nuestros
procesos históricos en contraposición a la mirada resultante de las matrices eurocéntricas.
Esto significa concebir la historia y el futuro desde un sujeto colectivo –heterogéneo-,
compuesto por múltiples fragmentos sociales, rico en expresiones particulares y en
yuxtaposiciones. En la misma línea, Quijano afirma que la actual globalización representa
“la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del
capitalismo colonial/moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial”,
centrado en la idea-concepto de raza y en la necesidad de construir esa hegemonía. El
pensamiento decolonial se hace presente como una alternativa teórica y política, y las
prácticas resistentes a una modernidad eurocentrada comienzan a ser entendidas como parte
de su génesis.

En la lectura de esas propuestas de construcción contra hegemónica, de formación subjetiva


y colectiva, es importante mirar la producción y reproducción cultural en los dispositivos
pedagógicos pensados; la relación entre esos dispositivos y otras formas de transmisión de
la cultura popular; los efectos sobre la producción de subjetividad de los espacios
organizacionales y pedagógicos más generales. De este modo podremos apreciar la
actualidad de las mismas y a reconsiderar los conceptos de “antiguo” y “nuevo” en
pedagogía.

Adriana Puiggrós (2005) plantea esta necesidad de recuperar a estas pedagogías en el punto
de encuentro, de cruce entre la sincronía y la diacronía, en la conformación (aún posible) de
Latinoamérica como sujeto pedagógico. Para promover nuevos sujetos en la arrasada tierra
de la educación latinoamericana, no es suficiente convocar a nuevas generaciones sino
nombrar las del pasado, reubicarlas y reubicarnos frente a ellas o con ellas. Sólo así
lograremos que un espectro de un pasado irresuelto se torne sedimento productivo para la
continuidad de nuestra historia.

Colonialismo y decolonialidad en los debates del pensamiento latinoamericano

América Latina entendida como “sociedad occidental” se constituye como tal a partir de la
conformación de sus estados nacionales al mismo tiempo que se configuran sus sistemas
educativos circunscritos al programa de la modernidad como expresión de ese programa y
de la necesidad de legitimación del nuevo orden social. La independencia de las naciones
latinoamericanas tuvo lugar conjuntamente con un proceso de homogenización ideológica,
proceso de  imposición de una única cosmovisión dominada por la creencia en la
superioridad de la raza europea y su cultura. El proceso de Modernidad y Colonealismo al
mismo tiempo, imprimieron entonces su marca en los modos de producir, circular,
transmitir y legitimar un conocimiento y una estática en las recientemente fundadas
naciones latinoamericanas a partir de la configuración de sus sistemas educativos. La
historia de las instituciones en nuestros territorios se enlazó de este modo con el proyecto
moderno-europeo-ilustrado que buscaba la consolidación de un orden social, político y
cultural afiliado a sus élites coloniales locales.

Se utilizó la creencia de la superioridad de Europa para poder cimentar y fundamentar la


difusión y emplazamiento de ese orden a partir de la creación de instituciones occidentales
en América, por ello, el proyecto de la modernidad- como señala Mignolo fue el proyecto
de la Colonialidad. Modernidad y Colonialidad son “caras de una misma moneda”, es decir,
la Colonialidad es la cara negada de la modernidad. La Modernidad se concibe en el
momento del Renacimiento europeo y se consolida con el proyecto de la Ilustración y los
procesos que dieron lugar a la Revolución Industrial. Siguiendo a Mignolo, “la idea de
América “Latina” surgió en la segunda modernidad, aquella que corresponde al período de
la Ilustración y de la Revolución Industrial, pero no podría haber surgido si no hubiera
existido ya la idea de “América”, una invención europea propia de la primera modernidad
(la del Renacimiento)”.

La Modernidad se termina de conformar y establecer entonces con la Ilustración en la


promesa de la fe en el progreso del conocimiento y el progreso moral de la humanidad. Los
ideales de la sociedad moderna eran entonces aquellos que reivindicaban la razón y la
libertad, de llegar a la autonomía del individuo materializada en la razón y el conocimiento
científico, que de una u otra forma transformaron las viejas estructuras políticas,
económicas, sociales y culturales por otras donde la vida social moderna se desarrolló en
función de tres dispositivos que la determinaron y configuraron: i- el Mercado, como la
racionalidad económica en la que se expresa la libertad individual y colectiva en las
relaciones de dependencia recíproca en torno a la producción y el consumo y el juego de
oferta y demanda que define al sistema capitalista;  ii- el Estado liberal, como la
racionalidad política y jurídica, sustituyéndose la antigua autoridad religiosa por la
autoridad de las leyes en el cumplimiento de los derechos universales, garante de las
libertades sociales, y iii- el Derecho, como la racionalidad jurídica que asegura esos
derechos y libertades individuales y colectivas.

Así se configuraron imaginarios de sociedades ideales y la consecuente desvalorización y


sumisión de aquellas sociedades que no habían alcanzado aquellos desarrollos y que se
rubricaron bajo la categoría de “sociedades primitivas y salvajes”, luego, “sociedades
subdesarrolladas”, de inferiores e ignorantes, alejadas de la premisa de la razón científica y
la tecnología. Esta dicotomía, entre sociedad moderna y sociedad salvaje legitimó el
llamado eurocentrismo, un mecanismo de sumisión hacia otras sociedades bajo la mirada
europea que define a ese “otro” como “salvaje” y “bárbaro”, certificando y  justificando así
su poder y la dominación. En ese proceso de colonización del siglo XIX por parte de
Europa ¿dónde se ubica la proclamada libertad e igualdad de la Modernidad? De qué modo
y con qué mecanismos, la “razón moderna” se expandió para llevar el “progreso” que
iluminara y sacara de atraso a los “pobres” pueblos  de América”?

Es evidente que la Modernidad y lo que ésta significó se construyó a partir de las


necesidades propias de Europa. Habermas señala al respecto que si bien ésta condujo a un
tipo de desarrollo social, económico, político y cultural, lo aportó sólo para quienes idearon
ese proyecto, o sea para Europa. En otras palabras, aquel hombre moderno, que se asumió
como colonizador, lo que hizo fue inventar el “progreso” para poder definirse y afirmar su
identidad mirándose en el espejo de su progreso sacando del subdesarrollo a las sociedades
consideradas diferentes o ajenas al proyecto moderno-ilustrado. Ese proyecto y sus visiones
en torno a los “otros” impulsada desde la mirada de Europa, fue el que condenó a los
pueblos latinoamericanos a la dependencia económica y cultural, y fundamentalmente a la
renuncia de sus identidades originarias para adoptar las nuevas identidades asignadas y
creadas desde la ficción de la Europa Moderna.

Desde esta matriz fundacional, Europa justificó la imposición del modelo de colonización
de las poblaciones “no modernas”, modelo basado en la violencia y en la irracionalidad. De
modo que la Modernidad, lejos de responder a un proceso racional, apaleó en su cara oculta
a la violencia que significó el uso de su poder frente a quienes creyó inferiores, y su
afirmación dominante frente a esa alteridad considerada como subalterna.

Lo que la Historia Universal aún hoy sostiene es el carácter civilizatorio de la Modernidad,


interpretado como inevitable y redentor para los pueblos “bárbaros”  latinoamericanos. Esa
Colonialidad, iniciada a partir de la conquista de los territorios de América por parte de los
europeos es innegablemente constitutiva de la Modernidad

En este marco de modernidad/colonialidad surgieron los movimientos que dieron lugar a


las independencias de las naciones latinoamericanas a lo largo del siglo XIX, y más tarde la
constitución de sus Estados-Nacionales. En esos procesos emancipatorios de la corona
española, fue la educación la encargada de configurar la nueva subjetividad que legitimaría
la noción de Estado-Nación y que convertiría a su población en ciudadanos libres,
pertenecientes a una Nación soberana; es decir, la conformación de una nueva subjetividad
que legitimara y fortaleciera el nuevo orden. Los orígenes de los sistemas educativos
latinoamericanos surgen entonces bajo la premisa de generar una identidad nacional que
uniera a los hombres que habitaban el mismo territorio.

““Educar al soberano” es el enunciado pedagógico moderno-ilustrado que condensa y


engloba la aspiración al uso público de la razón como mecanismo emancipatorio de
individuos que se comprometen a la obediencia del contrato social, es decir, a su autonomía
y al disciplinamiento para la mejor convivencia. De este modo, la escuela, como institución
ilustrada, viene a ocupar un lugar central en el escenario de los procesos emancipatorios”
(Mouján, 2010).

 
De este modo, los sistemas educativos iniciaron un proceso de homogeneización, centrado
fundamentalmente en la inclusión social. En la conformación de la nueva subjetividad se
reemplazó la pretendida igualdad por el ordenamiento jerárquico de la sociedad a partir de
instituciones civilizatorias, homogeneizantes y disciplinadoras que colonizaron los saberes
y las miradas, presentando una cosmovisión que se enseñó en nuestros territorios como
única y que sin embargo, había sido trasplanta desde la Europa Moderna. Fue precisamente
esa modernidad europea la que definió y determinó las categorías que instituyeron la vida
social, la vida política, los modos de producción e intercambio, el arte, la estética, las
formas de generar, validar y transmitir conocimiento en nuestros territorios
latinoamericanos.

Esta mirada crítica de la matriz histórica latinoamericana revela la huella que imprimió la
colonización en los momentos fundacionales de las naciones y sus sistemas educativos
funcionales a éstas a partir de la configuración de un modelo integrado social y
productivamente que implicó la eliminación de lo diferente; en otras palabras, ese modelo
de nación siguiendo el patrón moderno ilustrado pudo concretarse reprimiendo y
suprimiendo la cultura de las poblaciones originarias. Así, en el marco de la estructura
geopolítica de dominación del norte hacía el sur, tanto la Epistemología hegemónica como
la Pedagogía hegemónica fueron inscribiendo una dominación peligrosa por su sutileza: la
dominación que concede la autoridad del conocimiento y sus formas de representación
simbólica.

BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA

JAMES DÍAZ, Christian. 2010. “Hacia una pedagogía en clave decolonial: entre aperturas,
búsquedas y posibilidades” Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.13: 217-233, julio-
diciembre.

QUIJANO, A. “La crisis del horizonte de sentido colonial, moderno, eurocentrado”. En Casa de las
Américas 259 260. Abril-septiembre 2010.

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