SHOT SHOT CARLA FIGUEROA / HABLA CON LA RAQUETA
LIKE A LIKE A “RECUERDO LA PRIMERA VEZ que peleó un punto dudoso con
PRO PRO un árbitro, nos sentíamos tan contentos, la Carla dejó toda la timi-
dez de lado para demostrar que estaba ahí presente. Que se podía
parar de igual a igual ante cualquiera Es una imagen difícil de olvi-
dar”.
Fernando Morgado mira cómplice a Marcela Merino, su cónyuge.
Congelan sus mentes, recuerdan el momento recién mentado, y el
Ingresa a: orgullo se cuela rápido en sus figuras. No es la primera vez, ni
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menos la última, en que sus pelos se erizarán con dirección al cielo.
Durante los días en que El Gráfico tuvo la oportunidad de conocer
esta historia de pulso acelerado, la tónica principal fue esa: el sen-
tirse orgullosos por la labor realizada.
Debido a una hipoacusia severa bilateral, el sentido auditivo de Car-
la Figueroa Merino no pudo desarrollarse bien. Pero recién nacida,
obviamente, eso ni se notaba. Su madre, Marcela, sólo se vino a dar
cuenta de esta sordera con el pasar de los meses y de una manera
muy particular: “Una señora, que yo siempre comentaba que era
media 'bruja', me decía que llevara a Carla al doctor, porque pensa-
ba que era un poco sorda. Yo le decía que no, que ella me escuchaba
cuando le hacía ruidos, que se daba cuenta, así que estaba equivo-
cada”.
Finalmente accedió a llevarla donde un especialista. Y la señora
“bruja” tenía razón: le develaron el problema que había padecido
desde siempre su hija. Así que sólo quedaba asumir. ¿Y las veces
que pensaba que Carla la estaba escuchando? Los mismos expertos
le resolvieron aquella incógnita: ella sólo apreciaba las sensaciones,
el movimiento de las cosas, pero no su sonido. Por ejemplo, sentía
Por Pablo Gómez G.
ORGULLO
DE FAMILIA
Carla puso excusas. Su pasión por el deporte, y en particular por el tenis, alimentó su
deseo de superación. Apoyada por sus padres y hermanos, destaca en el circuito
nacional de menores. Aunque nació sordomuda, para ella no existen las diferencias. todos juntos. Carla en el extremo izquierdo junto a mamá Marcela, papá Fernando y sus hermanos. La familia es su principal apoyo.
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cuando le chispeaban los dedos en su espalda,
pero sólo por el viento que le soplaba detrás de
su oreja. Comenzaba así una nueva historia para
Carla Figueroa, rodeada y protegida muy bien
entre los suyos.
EL DEPORTE HA SIDO la mejor válvula de escape para Carla y por
eso desde chica empezó a destacar en cada actividad de la cual era
partícipe, ya sea atletismo, natación, tenis de mesa e incluso fútbol,
donde se cansó de hacer goles defendiendo a su colegio en el cam-
peonato escolar Coca-Cola. Pero hubo un deporte que le llamó
mucho más la atención: el tenis.
A los 12 años, un nuevo capítulo de su vida empezaría a escribirse
en el extinto complejo deportivo Eladio Rojas, en Macul. Imitando lo
que sus compañeros realizaban, empuñaba la raqueta firme y con-
vencida para darle un derechazo a una bola que posteriormente se
perdería en el fondo de la cancha junto a las casi doscientas que
otros chicos, que acompañaban el ejercicio, habían impactado. Pero
ella no quería ser una más. Nunca lo ha sido. Se entusiasmó tanto
con el deporte blanco, que requería clases más personalizadas, y de
frentón, comenzar a disputar campeonatos en categorías para
menores dentro del circuito de la Federación de Tenis de Chile. Los
padres asumieron el deseo de su hija y recomendados por Manuel
Soto, quien era el profesor que llevaba la batuta en la escuela que
integraba, encontraron a quien hoy es su entrenadora y “segunda
madre” cuando pasean por los torneos a lo largo del país, Andrea
Barrientos.
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galería. Carla luce en su habitación los premios que ha ganado. Destaca entre sus más preciados la foco con su ídolo Fernando González.
“Esta experiencia ha sido la mejor de mi vida -cuenta Barrientos-.
Trabajar con Carla me ha servido mucho a mí para interiorizarme en
el tema de interactuar con alguien sordo. Había hecho clases a per-
sonas con autoestima baja, obesidad, pero nunca un caso tan lindo
como este. Ha sido algo muy valioso en la parte emocional. Ver que
ella es tan responsable, luchadora, siempre obediente a lo que le
digo, es un orgullo para mí”.
Andrea, quien vivía en Estadios Unidos y desechó los pasajes que ya
tenía de regreso para quedarse en Chile junto a su amiga y pupila,
cuenta cómo ha sido inculcar la parte sicológica -clave en el tenis-
en la mentalidad de Carla. “Es un proceso de día a día, muy minucio-
so -explica-. De las 3 ó 4 horas que tenemos de entrenamiento,
mínimo una hora le dedicamos a lo sicológico, hacerle dibujo de las
cosas, de lo que es ganar, perder, las alegrías, las frustraciones,
todas esas cosas clave que tiene un deporte tan mental como el
tenis. Imagínate, el día que debutó, perdió 6-0 y 6-0, algo que no
motiva a nadie. Pero ahí había que estar, y explicarle que hay más
partidos para jugar y para ganar. Al siguiente partido perdió 6-4 y
6-4. No sabes cómo celebramos esos 8 juegos logrados. Así se fue
dando cuenta de las cosas gratas e ingratas del juego”.
Hoy, ubicada en los puestos de avanzada del ranking femenino para
menores de 16 años, su sueño máximo es lograr aunque sea un pun-
to en algún Future o Challenger, para luego poder lograr figuración
en la WTA, el circuito profesional de las mujeres. No le importa estar
en la posición número dos mil. Con el hecho de que su nombre figure
en la lista se sentiría casi como ganando un Grand Slam.
Sabe que aún falta mucho, por eso, se concentra en los torneos de
la gira COSAT (Confederación Sudamericana de Tenis), donde está
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situada en el puesto 86, y en el circuito nacional, donde es número
10 en su categoría, o sea, una prestigiosa top ten. Su historia ha lla-
mado la atención incluso de empresas privadas, que no dudan en
aportarle un grano de arena más a esta noble empresa familiar. Es
el caso de Wilson, quien aporta algunos descuentos en implementa-
ción deportiva, y Movistar, que costea financieramente los entrena-
mientos diarios y todo lo que ello necesita, ya sea entrenador y pre-
parador físico entre otras cosas.
“Por una cosa obvia de mercado, como empresa deberíamos postu-
lar a estar peleando a figuras como Humberto Suazo, Alexis Sán-
chez o Arturo Vidal para que sean nuestros representados -explica
Andrés Wallis, director de Asuntos Corporativos de Movistar-. Pero
el caso de Carla es distinto. Su madre nos presentó una carta en que
nos comentaba que su hija se les había perdido una vez en Provi-
dencia, y no sabían cómo ubicarla, por eso pidieron ayuda en una
empresa de comunicaciones, para ver si existían planes para el tipo
de clientes sordos. Mediante esto, supimos que también era una
buena tenista, por lo que no dudamos en darle nuestro auspicio,
aportándole los mismos beneficios que esto conlleva para cualquier cariño. Fernando
otro deportista”. está en todos los
detalles de la carrera
ADMIRADORA DE MARÍA SHARAPOVA, Carla nos abre las puer- de su hija Carla.
tas de su pieza con su gran sonrisa -propia de sus quince años-, para
mostrarnos una repisa llena de copas, medallas y recuerdos que ya
acumula gracias al tenis. Sobre estos reconocimientos, un cuadro
de fotos en que el protagonista principal es Fernando González, uno
de sus referentes y ejemplo a seguir. Abrazados los dos en la instan-
tánea, su padre recuerda aquella vez en el marco de una exhibición
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pega como las mejores, reclama puntos y cobros como una más. Carla sueña con ascender en el ránking y llegar a la Gira WTA.
en ayuda al Hogar de Cristo, cuando se dio el
encuentro entre ambos colegas: “Ella
recién había ganado una medalla de oro
por una competencia, y cuando vio a
Fernando, se la regaló inmediatamente,
para que él la guardará como un recuer-
do. Fernando lo agradeció mucho y Car-
la tuvo una felicidad inmensa ese día al
poder compartir con uno de sus ído-
los. Son pequeños detalles que a uno
lo hacen pensar que se están hacien-
do bien las cosas”
Entrar en su reservado mundo es
complicado. Más si son muy
pocas las personas que se
manejan al pie de la letra
con el sistema de señas
para poder comunicarse.
Entre sus padres y herma-
nos, le hacen mucho más
grato el día a día. Con ellos
se siente muy cómoda y jue-
ga como una niña más de su
edad. Pero al salir de esa
burbuja infranquea-
ble, las cosas podían
cambiar un poco.
“La primera vez que
fue a un campeonato,
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fue difícil, porque pensaba que podían mirarla de otra forma, tenía un
poco de miedo de ver cómo la recibirían - recuerda mamá Marcela-.
Pero nada de eso pasó. Todos han sido muy cordiales, los árbitros,
jueces de línea, y jugadoras. Ahora ya esta más en confianza y tiene
algunas amigas dentro del circuito. Ella igual siente que no la miran
de forma diferente, lo cual la ayuda mucho para su autoestima”.
En el living de la casa de la familia Morgado Merino, entre sus hermanos
pequeños que corren y desordenan todo lo que se les pone enfrente, tres
perros que son testigos privilegiados desde el patio, y fotos de todos los
integrantes del clan, Carla empuña un control de la consola Nintendo Wii
y juega tenis virtual en la pantalla del televisor, igual como si estuviera
en una cancha de arcilla. Con sus gestos nos explica que sueña algún día
con ser profesora de educación física y poner una academia de tenis
especialmente para niños sordos. También, que desea hacer todo lo posi-
ble para participar el próximo año de los Juegos Olímpicos Mundiales, a
realizarse en Taipei, donde el Comité Internacional de Deportes para
Sordos la invitó personalmente. Un desafío significativo, por el carácter
global del evento y que podría coronar todo un inmenso esfuerzo si es
que alguna medalla llegase a colgarse de su cuello.
Viviendo en un mundo distinto al de ella, con gente a su alrededor que
muchas veces no la comprende, imponiendo su figura alta y delgada, su
cara de rasgos finos, su sonrisa a flor de piel, su particular manera de
comunicarse. Intentando hacerse notar en una ciudad que sólo mira para
adelante y nunca detiene su frenético andar. Expresando sin ni siquiera
un sonido mucho más que personas que hablan por doquier, Carla Figue-
roa Merino ya tiene el partido casi ganado. Casi, porque sabe que no
puede dormirse en los laureles, sino que de aquí en más debe sumar
muchos otros triunfos, que no necesariamente serán en una cancha de
tenis, sino que en su diario vivir l
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