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Introducción
Desde que la gramática generativa chomskiana vio la luz hacia finales de los ’60, el compromiso
con el innatismo comenzó a propagarse hacia diversas áreas de estudio de la cognición humana.
En la actualidad, se investiga el conocimiento innato subyacente a la percepción de objetos
(Spelke 1998, 2000), nuestra psicología de sentido común (Baron-Cohen 1995), nuestras
habilidades matemáticas (Spelke 2000, 2003) y hasta nuestras intuiciones morales acerca de lo
bueno y lo malo (Hauser 2006, Mikhail 2007). A pesar de ello, la concepción misma de la noción
de “innato” aún no está adecuadamente establecida dando lugar a una proliferación de distintas
concepciones, muchas de las cuales no parecen aplicarse a ciertas teorías cognitivas que postulan
elementos innatos. En este trabajo, intentaré mostrar que la concepción innatista primitivista de
R. Samuels (2002) no parece aplicarse a varias propuestas innatistas defendidas en la actualidad,
mientras que la concepción biologicista de canalización de A. Ariew (1999), criticada por el
primitivismo, parece ser más adecuada.
En su artículo “Nativism in Cognitive Science”, Samuels propone caracterizar el innatismo
defendido por los científicos cognitivos apelando al “primitivismo”, esto es, a una concepción
acorde con la cual una estructura psicológica es innata si no es adquirida por medio de un
proceso psicológico. Intentaré sostener que el primitivismo de Samuels es demasiado débil para
hacer justicia al innatismo defendido en ciencias cognitivas. Este último no puede caracterizarse,
meramente, de manera negativa afirmando que son innatas aquellas estructuras psicológicas que
no son adquiridas por medio de un mecanismo psicológico, sino que debe dársele un contenido
más sustancial.
Una caracterización sustancial apropiada del compromiso innatista debe concebir las estructuras
psicológicas innatas como propiedades de la especie, lo cual parece conducirnos a una elucidación
biologicista del innatismo. Algunos consideran que entender al innatismo en términos del
concepto de canalización da lugar a una posición de tipo “invariantista”, en las que se consideran
innatas a aquellas estructuras psicológicas que son adquiridas en todo y cada uno de la amplia
gama de entornos de desarrollo. Si bien, en cierta medida, coincido con las críticas que se
esgrimen contra el invariantismo, no acuerdo en rotular como tal a aquellos enfoques que apelan
al concepto de canalización, proveniente de la biología, para esclarecer el uso que en ciencias
cognitivas se hace del término ”innato”.
De hecho, sostendré que existen elementos de peso en la obra de varios científicos cognitivos
para afirmar que su innatismo debe ser interpretado a la luz del concepto de canalización (aunque
realizaré una aplicación del término sutilmente diferente de la que hace, por ejemplo, Ariew
1999) y que esto no sólo no acarrea los problemas atribuidos a las posiciones “invariantistas” del
innatismo, sino que además parece ser una concepción más acertada de lo que se quiere decir
cuando se afirma en ciencias cognitivas que algo es innato.
En el primer apartado, me detengo brevemente en los lineamientos generales que caracterizan a
las teorías que postulan elementos innatos, con el fin de tener en mente los modelos concretos
a los que debe ajustarse cualquier teoría del innatismo en ciencias cognitivas. En el segundo
apartado, retomo los requisitos que generalmente se proponen en la literatura innatista para
evaluar las concepciones vigentes del innatismo, para luego analizar de qué manera los satisfacen
el primitivismo y la teoría del innatismo como canalización. Concluiré que sólo esta última
propuesta es capaz de satisfacer todos los requisitos estipulados, al mismo tiempo que evita los
problemas atribuidos a los enfoques invariantistas.
1. Biologizando la mente
Si bien no existe un consenso explícito en torno a cuáles son los requisitos que una teoría del
innatismo debe satisfacer, creo que los siguientes desiderata constituyen los candidatos más
representativos presentes en la literatura sobre el tema:
Requisito de Relevancia Medioambiental (RRM): Aun cuando x sea innato los factores
ambientales juegan un rol importante en el desarrollo de x (Samuels 2002, Ariew 1999,
2006).
Requisito de Generalidad (RG): La teoría del innatismo que se dé debe poder aplicarse
a cualquier x considerado innato en la investigación científica en general (Collins 2005,
Ariew 1999, 2003, 2006).
Requisito de Adecuación (RA): La teoría que se dé acerca del innatismo debe ser capaz de
retratar los aspectos más significativos de las propuestas innatistas, haciendo relevantes los
argumentos que sus principales representantes han esgrimido y respetando la clasificación
tradicional entre innatistas y empiristas (Samuels 2002).
Toda posición innatista debe ser capaz de satisfacer el RC y, al mismo tiempo, el RRM. Para que
pueda considerarse innata una estructura cognitiva, como la FL, el SAM, o un rasgo biológico
- tal como el canto de un ave -, dicha estructura o rasgo no debe ser aprendido, aún cuando
el medio ambiente cumpla una función primordial en el desarrollo de tal estructura o rasgo.
Al igual que cualquier otro proceso biológico, las facultades mentales requieren recursos del
medioambiente para su desarrollo. Cuando Chomsky sostiene que la FL es innata, intenta afirmar
que ésta se asemeja más a un proceso de crecimiento que de aprendizaje: aprender un lenguaje
es algo que “nos pasa”. Si bien el entorno lingüístico permite fijar los parámetros, la adquisición
es un fenómeno guiado internamente: la experiencia no determina cómo funciona la FL, aunque
desencadena el proceso, esto es, hace que funcione de una manera que, en buena medida, está
predeterminada (Chomky 1988 p. 140).
Algo análogo sucede con las otras facultades mentales mencionadas, uno no aprende a ver los
objetos en términos de principios de cohesión, continuidad y contacto, ni aprende a atribuir
intenciones y deseos a los agentes. Todo esto es algo que nos pasa. Los estímulos visuales y
sociales desencadenan el funcionamiento de los sistemas en cuestión, pero este funcionamiento se
encuentra ya determinado por una serie de principios y mecanismos anteriores al estímulo mismo
(Spelke 1998).
Una teoría innatista satisfactoria también debe satisfacer el RG. Tal como se deja ver en lo
desarrollado anteriormente, cuando en ciencias cognitivas se sostiene que cierta estructura
psicológica es innata no se está queriendo decir nada diferente de lo que se afirma en biología
cuando se sostiene que un rasgo biológico es innato. El modelo de adquisición chomskiano asume
explícitamente que la FL posee propiedades análogas a otros sistemas biológicos. De esta manera,
existirían tres factores implicados en la adquisición de un lenguaje particular: factores genéticos
que determinan que se desarrolle esta propiedad de la especie- la FL - haciendo posible que se
interprete parte del estímulo ambiental como experiencia lingüística; la experiencia lingüística
que tiene como resultado cierta variación en tanto determina cierta elección de parámetros léxicos
dando lugar a una lengua particular; y por último, principios no específicos de la FL que pueden
consistir en principios de análisis de datos utilizados tanto en la adquisición del lenguaje como en
otros dominios o bien en principios de la arquitectura estructural, tales como el de computación
eficiente (Chomsky 2005).
Tanto Baron-Cohen (1995) como Hauser (2006) parecen tener propiedades biológicas en mente
cuando piensan en la habilidad de leer mentes y la facultad moral, respectivamente. Para ambos,
estas facultades fueron el producto de la selección natural. Por su parte, Spelke (1998) equipara
a los sistemas de representación de objetos y de representación numérica con los sistemas
de navegación y orientación propios de otras especies. Como puede observarse, el innatismo
considera a los módulos como propiedades biológicas, como características que pueden
equipararse a cualquier otro rasgo fenotípico típico de una especie -como poseer dos brazos,
dos piernas, etc.-, para el cual existen factores genéticos que determinan que se desarrolle de
cierta manera predeterminada, bajo el efecto disparador del entorno. Son los factores genéticos
los que hacen que el desarrollo de ciertas propiedades biológicas constituyan un fenómeno
guiado internamente, en donde el medio no determina el funcionamiento sino que simplemente lo
desencadena.
Por último, cualquier elucidación del concepto “innato” debe ser capaz de rescatar los aspectos
más significativos de las propuestas innatistas, mostrando la relevancia de sus argumentos y
manteniendo una geografía lógica adecuada entre empiristas e innatistas, mostrando en qué radica
la diferencia entre ambos enfoques. Una concepción del innatismo que sostenga que los rasgos
innatos son el resultado de la información contenida exclusivamente en los genes (Elman et.
al. 1996, p. 21) no satisface RA e ignora que el innatismo en ciencias cognitivas no se basa en
la interacción entre genes y ambiente bioquímico, sino en la naturaleza de la relación entre los
objetos del mundo externo y el conocimiento que poseemos de ellos. Desde hace tiempo esta
versión del innatismo, usualmente atribuida (injustamente) a Conrad Lorenz, ha sido descartada
en el ámbito de la biología y de hecho nunca fue sostenida en ciencias cognitivas.
Ya resulta banal afirmar que los genes aisladamente del entorno son incapaces de producir
característica física alguna en un individuo. Está claro que entender al innatismo en términos
de determinación genética no permite explicar el proceso de desarrollo por el cual es producido
un determinado rasgo fenotípico. Si se quiere explicar por qué todos los niños de tercer grado
saben leer, el proceso de selección, por ejemplo, el hecho de que les hayan tomado un examen,
sólo permite explicar por qué el curso tiene sólo niños que saben leer, pero no explica el
proceso que llevó a los niños a adquirir tal habilidad (Ariew 1999). Lo mismo se aplica a la
FL, la selección natural podría explicar, en principio, por qué todos los seres humanos poseen
habilidades lingüísticas pero, por sí misma, la existencia de genes para el lenguaje no permite dar
cuenta del proceso por el cual cada individuo adquiere un lenguaje particular.
El innatismo defendido en ciencias cognitivas no se queda en la mera aseveración de que existen
genes para el lenguaje, sino que intenta explicar la adquisición en términos de, por un lado,
cierta herencia biológica y, por el otro, la interacción con el entorno (ya sea bioquímico para el
desarrollo del estado inicial de la FL o lingüístico para el desarrollo de la lengua particular en
cuestión), tal como se sostiene en biología. Todas las propuestas innatistas defienden la existencia
de mecanismos de calibración que permiten que los sistemas de conocimiento innatos extraigan
información del entorno para poder alcanzar un estado maduro de conocimiento.
3. El primitivismo de Samuels
De acuerdo con la propuesta de Samuels (2002, 2007) el concepto “innato”, tal como es utilizado
por los científicos cognitivos, permite realizar una distinción entre dos tipos de estructuras
cognitivas: aquellas que son adquiridas por medio de procesos psicológicos y aquellas que
no. Según el primitivismo, las estructuras cognitivas innatas corresponden al último tipo; son
estructuras psicológicas cuya adquisición no está mediada por procesos perceptivos ni por
procesos de aprendizaje -tales como la inducción, la abducción, la deducción, inferencias
estadísticas o el condicionamiento.
Más precisamente, según el primitivismo una estructura cognitiva es innata (para un organismo
O) si y sólo sí satisface las siguientes condiciones:
La primera condición afirma que la adquisición de un rasgo innato no puede ser explicada
haciendo referencia a procesos psicológicos (ya sean perceptivos o de aprendizaje). Desde la
perspectiva de la teorización psicológica, una estructura psicológica primitiva es aquella cuya
adquisición no tiene explicación. Aunque es posible que otras áreas de la investigación, tales como
la biología o la neurobiología, puedan ofrecer una explicación de la adquisición de tal estructura
cognitiva.
La primera condición sería fundamental para diferenciar claramente los enfoques innatistas de
los empiristas. Lo que los empiristas defienden, y los innatistas niegan, es que la adquisición de
ciertas estructuras cognitivas puede ser explicada aludiendo a procesos psicológicos tales como la
percepción o el aprendizaje estadístico-inductivo.
La segunda condición permitiría excluir aquellos rasgos que, si bien serían primitivos, no serían
innatos. Una afasia ocasionada por una lesión cerebral constituiría un primitivo psicológico (su
adquisición no podría ser explicada aludiendo a procesos psicológicos) pero no sería innata puesto
que no sería adquirida en el transcurso normal del desarrollo de un individuo.
Esta teoría del innatismo satisface el RC: los primitivos psicológicos no pueden ser aprendidos
ya que el aprendizaje es un ejemplo indiscutible de proceso psicológico y la adquisición de los
primitivos psicológicos por definición no puede ser explicada aludiendo a esa clase de procesos.
Asimismo, el primitivismo satisface el RRM en tanto que el hecho de que una estructura sea
un primitivo psicológico no implica que el entorno no contribuya causalmente a su desarrollo.
Esta concepción también parece satisfacer el RA en tanto es capaz de hacer relevantes los
principales argumentos esgrimidos por los innatistas. Desde la perspectiva del primitivismo, el
clásico argumento de la pobreza del estímulo –en el que se infiere estructura cognitiva innata a
partir de la diferencia de calidad entre el input y el output- daría elementos a favor de la existencia
del estado inicial de la FL, cuya adquisición no se da por medio de un proceso psicológico, sino
que es un prerrequisito para el desarrollo de la gramática de un lenguaje particular (Samuels
2002). Al mismo tiempo permite colocar en su lugar a cada uno de los pensadores tradicionales:
Chomsky y Fodor siguen siendo innatistas y Skinner y Piaget empiristas, mientras los primeros
aceptan la existencia de primitivos psicológicos, los segundos no (Samuels 2002).
Ahora bien, dado que la definición de primitivismo involucra sólo estructuras psicológicas, esta
teoría no satisface el RG. Si bien esta cuestión podría parecer menor, desatender este requisito
significa dejar de lado el naturalismo defendido tan larga y tenazmente por Chomsky. Si la
adquisición del lenguaje es objeto de estudio de la biolingüística, la teoría del innatismo que se
dé debe poder aplicarse tanto a las ciencias cognitivas como a la biología. El primitivismo no
parece rescatar la visión chomskiana fundamental según la cual debe estudiarse al ser humano de
la cabeza para arriba de la misma manera que se lo hace de la cabeza para abajo. Y Baron-Cohen,
Spelke y Hauser parecen ser fieles seguidores de Chomsky en este aspecto. Es por ello que, en
mi opinión, el primitivismo sólo permite dar respuesta a lo que Samuels denomina problema del
innatismo general, esto es, permitiría caracterizar aquello que todas las propuestas innatistas en
ciencia cognitiva tienen en común y que las distinguirían de los enfoques empiristas.
Si bien todos aquellos que defienden la existencia de estructuras psicológicas innatas acuerdan
en que su adquisición no puede ser explicada en términos psicológicos, difieren en la manera de
explicar cómo de hecho se adquieren dichas estructuras. Es decir, si bien el primitivismo serviría
para diferenciar las posturas innatistas de las empiristas en ciencias cognitivas, no permitiría
distinguir distintos enfoques innatistas (por ejemplo, el innatismo de sentido común del innatismo
cognitivo). Esto, en principio, podría ser interpretado como una virtud, pero no lo es si lo que
pretendemos es caracterizar el innatismo tal como es defendido en ciencias cognitivas.
En mi opinión, el primitivismo no permite resolver satisfactoriamente el problema del innatismo
especial, i.e., no da cuenta eficazmente de cómo deben ser entendidas las atribuciones de
innatismo particulares. Afirmar que el estado inicial de la FL o el SAM o ciertas habilidades
matemáticas son innatas no equivale a afirmar que son primitivos psicológicos. Los científicos
cognitivos no consideran a las estructuras innatas meramente como no aprendidas, para ellos,
además, las estructuras psicológicas innatas son propiedades de la especie que se desarrollan
de manera predeterminada, en gran medida, debido a factores genéticos (Chomsky 2005) y
están sujetas al proceso de selección natural (Baron-Cohen 1995, Hauser 2006). En este sentido
las facultades mentales son órganos equiparables a cualquier otro órgano propio de la especie
humana. Cuando los científicos cognitivos sostienen que las facultades mentales son innatas no
defienden nada diferente de lo que se sostiene en biología cuando se afirma que ciertos rasgos son
innatos. De modo que, para dar una respuesta al problema del innatismo especial, y para poder
caracterizar de manera apropiada el innatismo tal como es defendido en ciencias cognitivas parece
que hace falta indagar qué se entiende por “innato” en biología.
Samuels (2002) asimila el enfoque del innatismo como canalización a la teoría invariantista, por
ello en lo que sigue me encargaré de caracterizar esta posición con el fin de dejar en claro por qué
el enfoque aquí defendido no constituye un enfoque invariantista.
El invariantismo es una concepción innatista, usalmente atribuida a Sober (1998). Según este
autor, la mejor definición de innatismo, consistente con las teorías biológicas del desarrollo
contemporáneas, es la siguiente: un rasgo fenotípico es innato (para un genotipo dado) sí y sólo
sí ese fenotipo emerge en todos los entornos de desarrollo. Esta manera de concebir al innatismo
permite distinguir entre rasgos fenotípicos innatos y adquiridos. Así, se dice que, por ejemplo, el
canto de un pájaro es innato si emerge en todos los entornos de desarrollo (aún cuando el pájaro
sea criado en silencio) y es adquirido si se desarrolla con ayuda del canto de otros pájaros.
El invariantismo ha recibido numerosas críticas (Ariew 1999, Samuels 2002, Mameli y Bateson
2006). Todas ellas parecen apuntar al mismo blanco: esta concepción falla a la hora de reconocer
dos posibles formas en que un rasgo puede emerger invariantemente: por control genético sobre
el desarrollo, de manera que el resultado del desarrollo sea insensible a las condiciones en que
éste transcurre (desarrollo canalizado) o debido a que el desarrollo es sensible sólo a factores
ambientales ellos mismos invariantes en el ambiente donde se desarrolla el organismo.
Existirían numerosos ejemplos de rasgos invariantes en una especie aunque no innatos: todos
los seres humanos adquieren la bacteria Clostridium difficile, dado que se encuentra en todos
los alimentos que comemos, y por ende es un rasgo invariante en el ambiente en el que nos
desarrollamos, pero esto no la transforma en una característica innata. Aunque la característica
es invariante, es adquirida (Ariew 1999). Asimismo, la creencia de que el agua es húmeda es
invariante dado que es adquirida en todos los entornos de desarrollo, sin embargo, nadie aceptaría
que es innata. Esta creencia surge en el transcurso normal del desarrollo de los seres humanos,
pero es adquirida (Samuels 2002).
Si bien junto a Ariew considero que es necesario distinguir claramente entre invariancia por
control genético e invariancia por factores ambientales invariantes también es cierto que estas
críticas en cierta medida tergiversan el invariantismo defendido por Sober. La definición no
sostiene invariancia de cualquier tipo de rasgos sino invariancia de fenotipos (dado cierto
genotipo). Los fenotipos incluyen sólo rasgos morfológicos y conductuales, en este sentido
sería al menos cuestionable considerar la posesión de una bacteria o una creencia como rasgos
fenotípicos. Por otro lado, si se defiende invariancia de fenotipos en cierta manera se presupone
que dicha invariancia se debe a control genético: los fenotipos constituyen la manifestación física
del genotipo.
Si, tal como propongo en este trabajo, se considera a lo innato como fenotipo canalizado
obtenemos ambas ventajas: en su estado inicial, los diversos sistemas de conocimiento o módulos
postulados por las ciencias cognitivas serían considerados fenotipos, rasgos innatos, en gran
medida invariantes debido a que su desarrollo se encuentra canalizado, esto es, el desarrollo del
estado inicial de cada módulo es a la vez insensible a las perturbaciones e independiente de ciertas
características específicas del entorno. En este sentido, la invariancia es una consecuencia de que
el desarrollo de los fenotipos se encuentre canalizado, pero no es a través de la invariancia que
se caracteriza al innatismo. El enfoque innatista de canalización no es invariantista. Encontrar un
rasgo invariante pero no innato, como el caso de la bacteria Clostridium difficile o la creencia
de que el agua es húmeda, no constituye un problema para el enfoque de la canalización que
aquí se defiende: por un lado, como ya afirmé, es dudoso que ambos rasgos sean fenotipos, pero
lo más importante es que ambos rasgos no se encuentran canalizados: su desarrollo depende
de la existencia de cierta característica en el entorno (la exposición a la bacteria o al agua,
respectivamente).
6. Consideraciones finales
En este trabajo he intentado defender la concepción de innatismo entendido como canalización (de
fenotipos), argumentando que este enfoque, a diferencia del primitivismo, satisface los requisitos
generalmente propuestos en la bibliografía. Si bien para algunos autores el concepto “innato”
no posee utilidad teórica (Elman et. al. 1996, Cowie 1999, Prinz 2002) puede percibirse en la
bibliografía sobre el tema una convergencia de esfuerzos tendiente no sólo a esclarecer esta noción
sino a distinguirla de concepciones de sentido común (Mameli y Bateson 2006). Considero que
este término rescata una categoría científica interesante y que, entendido a la luz del concepto de
canalización, permite esclarecer adecuadamente las atribuciones de innatismo que se realizan en
ciencias cognitivas.
Referencias
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