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Innatismo en ciencias cognitivas: en defensa de una concepción biologicista

María del Carmen Perot

Tenemos suerte de ser incapaces de volvernos pájaros


porque eso deriva del hecho de que somos capaces de volvernos humanos
Noam Chomsky

Introducción

Desde que la gramática generativa chomskiana vio la luz hacia finales de los ’60, el compromiso
con el innatismo comenzó a propagarse hacia diversas áreas de estudio de la cognición humana.
En la actualidad, se investiga el conocimiento innato subyacente a la percepción de objetos
(Spelke 1998, 2000), nuestra psicología de sentido común (Baron-Cohen 1995), nuestras
habilidades matemáticas (Spelke 2000, 2003) y hasta nuestras intuiciones morales acerca de lo
bueno y lo malo (Hauser 2006, Mikhail 2007). A pesar de ello, la concepción misma de la noción
de “innato” aún no está adecuadamente establecida dando lugar a una proliferación de distintas
concepciones, muchas de las cuales no parecen aplicarse a ciertas teorías cognitivas que postulan
elementos innatos. En este trabajo, intentaré mostrar que la concepción innatista primitivista de
R. Samuels (2002) no parece aplicarse a varias propuestas innatistas defendidas en la actualidad,
mientras que la concepción biologicista de canalización de A. Ariew (1999), criticada por el
primitivismo, parece ser más adecuada.
En su artículo “Nativism in Cognitive Science”, Samuels propone caracterizar el innatismo
defendido por los científicos cognitivos apelando al “primitivismo”, esto es, a una concepción
acorde con la cual una estructura psicológica es innata si no es adquirida por medio de un
proceso psicológico. Intentaré sostener que el primitivismo de Samuels es demasiado débil para
hacer justicia al innatismo defendido en ciencias cognitivas. Este último no puede caracterizarse,
meramente, de manera negativa afirmando que son innatas aquellas estructuras psicológicas que
no son adquiridas por medio de un mecanismo psicológico, sino que debe dársele un contenido
más sustancial.
Una caracterización sustancial apropiada del compromiso innatista debe concebir las estructuras
psicológicas innatas como propiedades de la especie, lo cual parece conducirnos a una elucidación
biologicista del innatismo. Algunos consideran que entender al innatismo en términos del
concepto de canalización da lugar a una posición de tipo “invariantista”, en las que se consideran
innatas a aquellas estructuras psicológicas que son adquiridas en todo y cada uno de la amplia
gama de entornos de desarrollo. Si bien, en cierta medida, coincido con las críticas que se
esgrimen contra el invariantismo, no acuerdo en rotular como tal a aquellos enfoques que apelan
al concepto de canalización, proveniente de la biología, para esclarecer el uso que en ciencias
cognitivas se hace del término ”innato”.
De hecho, sostendré que existen elementos de peso en la obra de varios científicos cognitivos
para afirmar que su innatismo debe ser interpretado a la luz del concepto de canalización (aunque
realizaré una aplicación del término sutilmente diferente de la que hace, por ejemplo, Ariew
1999) y que esto no sólo no acarrea los problemas atribuidos a las posiciones “invariantistas” del
innatismo, sino que además parece ser una concepción más acertada de lo que se quiere decir
cuando se afirma en ciencias cognitivas que algo es innato.
En el primer apartado, me detengo brevemente en los lineamientos generales que caracterizan a
las teorías que postulan elementos innatos, con el fin de tener en mente los modelos concretos
a los que debe ajustarse cualquier teoría del innatismo en ciencias cognitivas. En el segundo
apartado, retomo los requisitos que generalmente se proponen en la literatura innatista para
evaluar las concepciones vigentes del innatismo, para luego analizar de qué manera los satisfacen
el primitivismo y la teoría del innatismo como canalización. Concluiré que sólo esta última
propuesta es capaz de satisfacer todos los requisitos estipulados, al mismo tiempo que evita los
problemas atribuidos a los enfoques invariantistas.

1. Biologizando la mente

La revolución chomskiana en ciencias cognitivas consistió, fundamentalmente, en proponer un


abordaje naturalista de nuestras habilidades cognitivas. En este sentido, podría entenderse al
innatismo contemporáneo como un movimiento que intenta “biologizar la mente” (Ariew 2006),
esto es, estudiar a los seres humanos de la cabeza para arriba tal como se los estudia de la cabeza
para abajo, analizando las facultades mentales como órganos dentro del cerebro encargados de
realizar tareas específicas. Así como en biología es ampliamente aceptado que para poder extraer
información del entorno, los órganos sensoriales se encuentran estructurados acorde con las
propiedades de los estímulos que procesan, en ciencias cognitivas se defiende la idea de que
distintas clases de aprendizajes requieren órganos con información acerca de lo que tiene que ser
aprendido y del tipo de experiencia a partir de la cual se aprenderá (Gallistel 2005).
Desde esta perspectiva, los seres humanos, al igual que el resto de las especies, se encuentran
equipados con sistemas de conocimiento, o módulos, limitados en cuatro aspectos: son de dominio
específico, esto es, cada uno de ellos sirve para representar sólo un subconjunto de entidades;
realizan tareas específicas, i.e., las representaciones construidas por cada sistema guían sólo
un subconjunto de las acciones disponibles para un agente; se encuentran relativamente
encapsulados, esto es, el funcionamiento interno de cada sistema es en gran medida inaccesible
para otras representaciones y procesos cognitivos; y, por último, estos sistemas se encuentran
relativamente aislados unos de otros, i.e., las representaciones construidas por distintos sistemas
no se combinan fácilmente entre sí (Spelke 2003).
En su estado inicial, cada uno de estos sistemas poseería información innata. En el caso de la
facultad del lenguaje (FL) serían innatos ciertos principios lingüísticos que darían cuenta de las
características compartidas por diferentes lenguas naturales, por ejemplo, el hecho de que todas
las lenguas naturales permitan interpretar a los sustantivos en términos abstractos (Juan escribió
un libro de filosofía) o concretos (El libro pesa medio kilo); el hecho de que las oraciones de todos
los lenguajes naturales tengan sujeto y predicado; que las reglas lingüísticas sean dependientes de
la estructura -en todos los lenguajes naturales, las reglas operan sobre expresiones a las que se les
asigna una estructura determinada en términos de un jerarquía de sintagmas (Chomsky 1988, pp.
32, 45, 52). Así, para convertir la afirmación El unicornio, que está en el jardín, está comiendo
flores en la pregunta ¿Está el unicornio, que está en el jardín, comiendo flores? debe aplicarse
una regla dependiente de la estructura que permita identificar el verbo principal de la oración y
colocarlo al comienzo de la oración interrogativa. Si los niños no aplicaran este tipo de reglas,
deberían producir oraciones agramaticales tales como: ¿Está el unicornio, que en el jardín, está
comiendo flores?, algo que no sucede en el transcurso del proceso de adquisición de los lenguajes
naturales.
Acorde con algunos teóricos, los seres humanos, al igual que otros vertebrados, vendrían
equipados con sistemas de conocimiento para la representación de objetos materiales. Los bebés
poseerían sistemas para percibir objetos y sus movimientos, para completar las superficies y los
bordes de un objeto en parte oculto, y para representar la continuidad de la existencia de un objeto
que se encuentra totalmente fuera del campo de visión. Estos módulos poseerían una serie de
principios innatos, tales como el principio de Cohesión (los cuerpos mantienen su cohesión y
contorno mientras se mueven), el de Continuidad (los cuerpos se mueven sólo en trayectorias
continuas) y el de Contacto (los cuerpos interactúan sólo si entran en contacto entre sí) que
permitirían explicar por qué los niños se sorprenden al ver dos esferas en movimiento que se
funden en una única esfera que continúa el mismo patrón de movimiento (violación del principio
de Cohesión), o por qué se quedan mirando por más tiempo pantallas en las que dos esferas
se mueven, desaparecen y luego continúan con el mismo patrón de movimiento (violación del
principio de Continuidad) o por qué les llama la atención que una esfera que se mueve, deje de
moverse sola en el mismo momento en que otra esfera cercana comienza a moverse (violación del
principio de Contacto) (Spelke 2003).
En el ámbito de teoría de la mente suele considerarse que subyacen a la capacidad de “leer
mentes” (mindreading) una serie de mecanismos innatos tales como el Detector de
Intencionalidad (DI), que es un mecanismo perceptivo que interpreta el movimiento de un agente
en términos de estados mentales volitivos primitivos, como deseo y meta; el Detector de Dirección
de la Mirada (DDM), que permitiría inferir que cuando la mirada de un organismo se encuentra
dirigida a algún objeto, el organismo ve ese objeto; y el Mecanismo de Atención Compartido
(SAM) que, haciendo uso de los otros dos, permitiría utilizar información acerca del estado
perceptivo de otra persona para construir representaciones triádicas del tipo “Tú y yo estamos
mirando el mismo objeto”. Estos mecanismos, conjuntamente, permiten interpretar la dirección
de la mirada en términos de deseos y objetivos y, por otro lado, desencadenan el funcionamiento
del Mecanismo de Teoría de la Mente (TOM) que permite atribuir estados mentales a partir de la
observación de la conducta (Baron-Cohen 1995).
Una serie de experimentos ha permitido mostrar que desde muy temprana edad los bebés son
capaces de discriminar entre colecciones de dos y tres elementos: luego de mostrarle repetidas
veces pantallas con dos puntos, los bebés se quedan mirando por más tiempo imágenes con tres
puntos. Igualmente, bebés de cinco meses saben que uno más uno es dos y dos menos uno es
uno. Para mostrar esto se realizó el siguiente experimento: se les mostró un escenario en el que
aparecía un muñeco, luego se tapó el escenario y se colocó un segundo muñeco detrás del telón.
Si al descubrir el escenario los bebés observaban dos muñecos, no se sorprendían y le prestaban
la misma atención de siempre. Si por el contrario, al descubrir el telón los bebés veían un solo
muñeco, se quedaban mirando el escenario por más tiempo.
Para dar cuenta de estas habilidades, ciertos autores postulan una serie de capacidades innatas,
entre ellas se encontrarían la habilidad de representar de manera exacta pequeños números de
individuos y poder realizar la adición o remoción de uno de ellos, y la habilidad de representar en
términos de conjunto grandes cantidades de objetos. Ambas habilidades son fundamentales para
adquirir el concepto de “conjunto de individuos”, requerido, entre otras cosas, para aprender a
contar y realizar operaciones aritméticas básicas.
Si bien los niños aprenden a contar verbalmente alrededor de los dos años, les cuesta comprender
el significado de las palabras de números naturales. Este aprendizaje parece desarrollarse en cuatro
etapas: en la primera, los niños descubren que la palabra “uno” refiere a un individuo. En este
estadio, los niños se dan cuenta de que el resto de las palabras de números se aplican a colecciones
de más de un objeto. Sin embargo, señalan al azar figuras con dos objetos o tres cuando se les
pide que señalen la figura que tiene dos objetos. Recién luego de nueve meses, los niños adquieren
el significado de la palabra “dos” señalando correctamente las figuras que poseen dos objetos
y señalando figuras con más de dos objetos cuando se les pregunta por cualquier otro número
mayor que dos. Tres meses bastan para que los niños adquieran el significado de la palabra
“tres”, y luego aprenden el significado de todas las palabras de números y cuentan verbalmente
para identificar gran cantidad de objetos en una imagen. Acorde con estas teorías, a los niños les
resulta más difícil aprender una palabra como “dos” dado que refiere a un conjunto de individuos
y el concepto de “conjunto de individuos” sólo puede aprenderse combinando representaciones de
pequeños números de individuos, por un lado, y de conjuntos, por el otro, haciendo uso de ambas
habilidades innatas mencionadas (Spelke 2003, Lakoff y Nuñez 2000).
Para dar cuenta de la universalidad de ciertos juicios morales, los enfoques innatistas postulan
reglas deónticas innatas tales como la Prohibición de Agresión Intencional, un principio que
prohíbe agredir intencionalmente a una persona, o invadir su integridad física, sin su
consentimiento, y el principio de Doble Efecto, que permitiría que cierta acción prohibida (tal
como la agresión física), que tenga tanto efectos buenos como malos, pueda llegar a ser admisible
siempre y cuando la intención directa sea causar los buenos efectos, los buenos efectos sean
mayores que los malos y no exista otra posibilidad moralmente óptima. Ambas reglas permitirían
describir el mecanismo que lleva a la mayoría de los sujetos a realizar el mismo juicio de valor
(sin importar edad, cultura, sexo o educación) y a resolver de la misma manera, en forma rápida,
intuitiva y certera, una cantidad indefinida de dilemas morales distinguiendo cuidadosamente
las consecuencias de una acción y la manera en que esa acción es representada mentalmente.
Por ejemplo, estos principios permitirían explicar por qué el 94% de las personas evalúa como
moralmente correcto que un individuo desvíe la trayectoria de un tren matando a una persona
y salvando a otras cinco, mientras que sólo el 8% considera moralmente aceptable matar a una
persona para extraerle los órganos y salvarle la vida a otros cinco pacientes (Mikhail 2007).
Al igual que cualquier otra teoría del desarrollo, las teorías del desarrollo innatistas desean
explicar tanto los aspectos universales de la cognición humana como sus aspectos variables
y flexibles. Para ello, estos enfoquen intentan proveer un conjunto de principios que, por un
lado, sean suficientemente generales como para dar cuenta de la variación pero que, por otro
lado, sean lo suficientemente restrictivos como para dar cuenta también de los límites dentro de
esa variación, esto es, las limitaciones propias de la cognición humana. Así, además de poseer
información innata, los módulos o sistemas de conocimiento vienen equipados con mecanismos
de “calibración” que, en contacto con el estímulo, les permiten ajustarse al medio, transformando
el estado inicial en un estado maduro de conocimiento.
Tanto en el ámbito lingüístico como en el moral, los principios se encontrarían asociados a ciertos
parámetros que serán fijados de determinada manera de acuerdo al estímulo lingüístico o moral
que se reciba. Por ejemplo, si bien todas las oraciones de los lenguajes naturales deben poseer
un sujeto y un predicado, en algunos lenguajes el sujeto puede ser tácito y en otros no. De
acuerdo a que el estímulo permita o no esta posibilidad se fijará uno u otro parámetro del principio
en cuestión. Análogamente, los innatistas morales suelen defender la existencia de principios
universales sujetos a cierta variación paramétrica. Por ejemplo, si bien existiría un principio
universal de justicia, existirían comunidades que considerarían justas las acciones que promueven
la igualdad de oportunidades, mientras otras considerarían más justas las acciones que promuevan
la igualdad en la distribución o la igualdad basada en necesidades (Hauser 2006, p. 72).
En el caso de Teoría de la Mente, para que un individuo pueda ser capaz de atribuir actitudes
proposicionales es necesario que, previamente, el estímulo permita poner en funcionamiento los
sistemas DI y DDM, para que luego SAM combine información de ambos desencadenando el
funcionamiento de TOM. Asimismo, para aprender a contar se requiere, además de las habilidades
matemáticas innatas, un lenguaje natural. El lenguaje natural (contar verbalmente) serviría como
un medio que permitiría combinar representaciones acerca de individuos y representaciones
acerca de conjuntos, creando el nuevo concepto de “conjunto de individuos” (Spelke 2003).
Resumiendo, las teorías que postulan elementos innatos suelen considerar a las facultades
mentales como órganos o módulos cuyo estado inicial posee un cuerpo de principios innatos
y mecanismos de calibración que le permiten extraer información del entorno arribando a un
estado estable de conocimiento. Si bien estas teorías defienden la existencia de principios innatos,
muchas de ellas no se detienen a examinar el concepto “innato”. Es por ello que se ha generado
un arduo debate respecto de la utilidad teórica de este concepto.
Algunos han sugerido que el concepto “innato” es irremediablemente confuso por encontrarse
ligado a concepciones esencialistas de sentido común acerca de los seres vivos y que por ello se
debe abandonar su uso en el contexto científico (Griffiths 2002). Considero que estas posiciones
subestiman el trabajo realizado por los científicos cognitivos y se conforman con la salida fácil:
eliminar un concepto es mucho menos engorroso que intentar esclarecerlo. Prefiero el camino
difícil, y a ello dedico el resto del trabajo, a intentar elucidar el concepto “innato” utilizado en las
ciencias cognitivas. Para ello, pasemos a revisar los requisitos que, usualmente, se proponen para
una teoría del innatismo.

2. Requisitos para una teoría del innatismo

Si bien no existe un consenso explícito en torno a cuáles son los requisitos que una teoría del
innatismo debe satisfacer, creo que los siguientes desiderata constituyen los candidatos más
representativos presentes en la literatura sobre el tema:

Requisito Conceptual (RC): Si x es innato entonces x no es aprendido –esto es, no es


adquirido por medio de mecanismos perceptivos o mecanismos psicológicos tales como la
inducción, la abducción, las inferencias estadísticas o el condicionamiento (Samuels 2002,
Ariew 1999).

Requisito de Relevancia Medioambiental (RRM): Aun cuando x sea innato los factores
ambientales juegan un rol importante en el desarrollo de x (Samuels 2002, Ariew 1999,
2006).
Requisito de Generalidad (RG): La teoría del innatismo que se dé debe poder aplicarse
a cualquier x considerado innato en la investigación científica en general (Collins 2005,
Ariew 1999, 2003, 2006).

Requisito de Adecuación (RA): La teoría que se dé acerca del innatismo debe ser capaz de
retratar los aspectos más significativos de las propuestas innatistas, haciendo relevantes los
argumentos que sus principales representantes han esgrimido y respetando la clasificación
tradicional entre innatistas y empiristas (Samuels 2002).

Toda posición innatista debe ser capaz de satisfacer el RC y, al mismo tiempo, el RRM. Para que
pueda considerarse innata una estructura cognitiva, como la FL, el SAM, o un rasgo biológico
- tal como el canto de un ave -, dicha estructura o rasgo no debe ser aprendido, aún cuando
el medio ambiente cumpla una función primordial en el desarrollo de tal estructura o rasgo.
Al igual que cualquier otro proceso biológico, las facultades mentales requieren recursos del
medioambiente para su desarrollo. Cuando Chomsky sostiene que la FL es innata, intenta afirmar
que ésta se asemeja más a un proceso de crecimiento que de aprendizaje: aprender un lenguaje
es algo que “nos pasa”. Si bien el entorno lingüístico permite fijar los parámetros, la adquisición
es un fenómeno guiado internamente: la experiencia no determina cómo funciona la FL, aunque
desencadena el proceso, esto es, hace que funcione de una manera que, en buena medida, está
predeterminada (Chomky 1988 p. 140).
Algo análogo sucede con las otras facultades mentales mencionadas, uno no aprende a ver los
objetos en términos de principios de cohesión, continuidad y contacto, ni aprende a atribuir
intenciones y deseos a los agentes. Todo esto es algo que nos pasa. Los estímulos visuales y
sociales desencadenan el funcionamiento de los sistemas en cuestión, pero este funcionamiento se
encuentra ya determinado por una serie de principios y mecanismos anteriores al estímulo mismo
(Spelke 1998).
Una teoría innatista satisfactoria también debe satisfacer el RG. Tal como se deja ver en lo
desarrollado anteriormente, cuando en ciencias cognitivas se sostiene que cierta estructura
psicológica es innata no se está queriendo decir nada diferente de lo que se afirma en biología
cuando se sostiene que un rasgo biológico es innato. El modelo de adquisición chomskiano asume
explícitamente que la FL posee propiedades análogas a otros sistemas biológicos. De esta manera,
existirían tres factores implicados en la adquisición de un lenguaje particular: factores genéticos
que determinan que se desarrolle esta propiedad de la especie- la FL - haciendo posible que se
interprete parte del estímulo ambiental como experiencia lingüística; la experiencia lingüística
que tiene como resultado cierta variación en tanto determina cierta elección de parámetros léxicos
dando lugar a una lengua particular; y por último, principios no específicos de la FL que pueden
consistir en principios de análisis de datos utilizados tanto en la adquisición del lenguaje como en
otros dominios o bien en principios de la arquitectura estructural, tales como el de computación
eficiente (Chomsky 2005).
Tanto Baron-Cohen (1995) como Hauser (2006) parecen tener propiedades biológicas en mente
cuando piensan en la habilidad de leer mentes y la facultad moral, respectivamente. Para ambos,
estas facultades fueron el producto de la selección natural. Por su parte, Spelke (1998) equipara
a los sistemas de representación de objetos y de representación numérica con los sistemas
de navegación y orientación propios de otras especies. Como puede observarse, el innatismo
considera a los módulos como propiedades biológicas, como características que pueden
equipararse a cualquier otro rasgo fenotípico típico de una especie -como poseer dos brazos,
dos piernas, etc.-, para el cual existen factores genéticos que determinan que se desarrolle de
cierta manera predeterminada, bajo el efecto disparador del entorno. Son los factores genéticos
los que hacen que el desarrollo de ciertas propiedades biológicas constituyan un fenómeno
guiado internamente, en donde el medio no determina el funcionamiento sino que simplemente lo
desencadena.
Por último, cualquier elucidación del concepto “innato” debe ser capaz de rescatar los aspectos
más significativos de las propuestas innatistas, mostrando la relevancia de sus argumentos y
manteniendo una geografía lógica adecuada entre empiristas e innatistas, mostrando en qué radica
la diferencia entre ambos enfoques. Una concepción del innatismo que sostenga que los rasgos
innatos son el resultado de la información contenida exclusivamente en los genes (Elman et.
al. 1996, p. 21) no satisface RA e ignora que el innatismo en ciencias cognitivas no se basa en
la interacción entre genes y ambiente bioquímico, sino en la naturaleza de la relación entre los
objetos del mundo externo y el conocimiento que poseemos de ellos. Desde hace tiempo esta
versión del innatismo, usualmente atribuida (injustamente) a Conrad Lorenz, ha sido descartada
en el ámbito de la biología y de hecho nunca fue sostenida en ciencias cognitivas.
Ya resulta banal afirmar que los genes aisladamente del entorno son incapaces de producir
característica física alguna en un individuo. Está claro que entender al innatismo en términos
de determinación genética no permite explicar el proceso de desarrollo por el cual es producido
un determinado rasgo fenotípico. Si se quiere explicar por qué todos los niños de tercer grado
saben leer, el proceso de selección, por ejemplo, el hecho de que les hayan tomado un examen,
sólo permite explicar por qué el curso tiene sólo niños que saben leer, pero no explica el
proceso que llevó a los niños a adquirir tal habilidad (Ariew 1999). Lo mismo se aplica a la
FL, la selección natural podría explicar, en principio, por qué todos los seres humanos poseen
habilidades lingüísticas pero, por sí misma, la existencia de genes para el lenguaje no permite dar
cuenta del proceso por el cual cada individuo adquiere un lenguaje particular.
El innatismo defendido en ciencias cognitivas no se queda en la mera aseveración de que existen
genes para el lenguaje, sino que intenta explicar la adquisición en términos de, por un lado,
cierta herencia biológica y, por el otro, la interacción con el entorno (ya sea bioquímico para el
desarrollo del estado inicial de la FL o lingüístico para el desarrollo de la lengua particular en
cuestión), tal como se sostiene en biología. Todas las propuestas innatistas defienden la existencia
de mecanismos de calibración que permiten que los sistemas de conocimiento innatos extraigan
información del entorno para poder alcanzar un estado maduro de conocimiento.

3. El primitivismo de Samuels

De acuerdo con la propuesta de Samuels (2002, 2007) el concepto “innato”, tal como es utilizado
por los científicos cognitivos, permite realizar una distinción entre dos tipos de estructuras
cognitivas: aquellas que son adquiridas por medio de procesos psicológicos y aquellas que
no. Según el primitivismo, las estructuras cognitivas innatas corresponden al último tipo; son
estructuras psicológicas cuya adquisición no está mediada por procesos perceptivos ni por
procesos de aprendizaje -tales como la inducción, la abducción, la deducción, inferencias
estadísticas o el condicionamiento.
Más precisamente, según el primitivismo una estructura cognitiva es innata (para un organismo
O) si y sólo sí satisface las siguientes condiciones:

1. Constituye un primitivo psicológico en el sentido de que a) es postulada por alguna teoría


psicológica correcta, pero b) no existe ninguna explicación psicológica correcta de su
adquisición (no sólo en este momento histórico, sino en principio) (Samuels 2007, pp.
25-26).
2. Es adquirida por O en el transcurso normal del desarrollo (Samuels 2007, pp. 25-26).

La primera condición afirma que la adquisición de un rasgo innato no puede ser explicada
haciendo referencia a procesos psicológicos (ya sean perceptivos o de aprendizaje). Desde la
perspectiva de la teorización psicológica, una estructura psicológica primitiva es aquella cuya
adquisición no tiene explicación. Aunque es posible que otras áreas de la investigación, tales como
la biología o la neurobiología, puedan ofrecer una explicación de la adquisición de tal estructura
cognitiva.
La primera condición sería fundamental para diferenciar claramente los enfoques innatistas de
los empiristas. Lo que los empiristas defienden, y los innatistas niegan, es que la adquisición de
ciertas estructuras cognitivas puede ser explicada aludiendo a procesos psicológicos tales como la
percepción o el aprendizaje estadístico-inductivo.
La segunda condición permitiría excluir aquellos rasgos que, si bien serían primitivos, no serían
innatos. Una afasia ocasionada por una lesión cerebral constituiría un primitivo psicológico (su
adquisición no podría ser explicada aludiendo a procesos psicológicos) pero no sería innata puesto
que no sería adquirida en el transcurso normal del desarrollo de un individuo.
Esta teoría del innatismo satisface el RC: los primitivos psicológicos no pueden ser aprendidos
ya que el aprendizaje es un ejemplo indiscutible de proceso psicológico y la adquisición de los
primitivos psicológicos por definición no puede ser explicada aludiendo a esa clase de procesos.
Asimismo, el primitivismo satisface el RRM en tanto que el hecho de que una estructura sea
un primitivo psicológico no implica que el entorno no contribuya causalmente a su desarrollo.
Esta concepción también parece satisfacer el RA en tanto es capaz de hacer relevantes los
principales argumentos esgrimidos por los innatistas. Desde la perspectiva del primitivismo, el
clásico argumento de la pobreza del estímulo –en el que se infiere estructura cognitiva innata a
partir de la diferencia de calidad entre el input y el output- daría elementos a favor de la existencia
del estado inicial de la FL, cuya adquisición no se da por medio de un proceso psicológico, sino
que es un prerrequisito para el desarrollo de la gramática de un lenguaje particular (Samuels
2002). Al mismo tiempo permite colocar en su lugar a cada uno de los pensadores tradicionales:
Chomsky y Fodor siguen siendo innatistas y Skinner y Piaget empiristas, mientras los primeros
aceptan la existencia de primitivos psicológicos, los segundos no (Samuels 2002).
Ahora bien, dado que la definición de primitivismo involucra sólo estructuras psicológicas, esta
teoría no satisface el RG. Si bien esta cuestión podría parecer menor, desatender este requisito
significa dejar de lado el naturalismo defendido tan larga y tenazmente por Chomsky. Si la
adquisición del lenguaje es objeto de estudio de la biolingüística, la teoría del innatismo que se
dé debe poder aplicarse tanto a las ciencias cognitivas como a la biología. El primitivismo no
parece rescatar la visión chomskiana fundamental según la cual debe estudiarse al ser humano de
la cabeza para arriba de la misma manera que se lo hace de la cabeza para abajo. Y Baron-Cohen,
Spelke y Hauser parecen ser fieles seguidores de Chomsky en este aspecto. Es por ello que, en
mi opinión, el primitivismo sólo permite dar respuesta a lo que Samuels denomina problema del
innatismo general, esto es, permitiría caracterizar aquello que todas las propuestas innatistas en
ciencia cognitiva tienen en común y que las distinguirían de los enfoques empiristas.
Si bien todos aquellos que defienden la existencia de estructuras psicológicas innatas acuerdan
en que su adquisición no puede ser explicada en términos psicológicos, difieren en la manera de
explicar cómo de hecho se adquieren dichas estructuras. Es decir, si bien el primitivismo serviría
para diferenciar las posturas innatistas de las empiristas en ciencias cognitivas, no permitiría
distinguir distintos enfoques innatistas (por ejemplo, el innatismo de sentido común del innatismo
cognitivo). Esto, en principio, podría ser interpretado como una virtud, pero no lo es si lo que
pretendemos es caracterizar el innatismo tal como es defendido en ciencias cognitivas.
En mi opinión, el primitivismo no permite resolver satisfactoriamente el problema del innatismo
especial, i.e., no da cuenta eficazmente de cómo deben ser entendidas las atribuciones de
innatismo particulares. Afirmar que el estado inicial de la FL o el SAM o ciertas habilidades
matemáticas son innatas no equivale a afirmar que son primitivos psicológicos. Los científicos
cognitivos no consideran a las estructuras innatas meramente como no aprendidas, para ellos,
además, las estructuras psicológicas innatas son propiedades de la especie que se desarrollan
de manera predeterminada, en gran medida, debido a factores genéticos (Chomsky 2005) y
están sujetas al proceso de selección natural (Baron-Cohen 1995, Hauser 2006). En este sentido
las facultades mentales son órganos equiparables a cualquier otro órgano propio de la especie
humana. Cuando los científicos cognitivos sostienen que las facultades mentales son innatas no
defienden nada diferente de lo que se sostiene en biología cuando se afirma que ciertos rasgos son
innatos. De modo que, para dar una respuesta al problema del innatismo especial, y para poder
caracterizar de manera apropiada el innatismo tal como es defendido en ciencias cognitivas parece
que hace falta indagar qué se entiende por “innato” en biología.

4. Innatismo como “fenotipo canalizado”

Si las facultades mentales constituyen propiedades de la especie cuyos desarrollos se encuentran


determinados en gran medida por factores genéticos, las atribuciones de innatismo realizadas en
ciencias cognitivas pueden interpretarse a la luz de la distinción fenotipo-genotipo. En biología
esta distinción permite, entre otras cosas, relacionar las propiedades físicas de los individuos, tales
como el color de ojos, la altura, etc., con cierto genoma. Desde esta perspectiva, lo que se quiere
afirmar cuando se sostiene que una estructura cognitiva como la FL o la facultad moral puede ser
concebida como un órgano innato es que constituye un fenotipo, esto es, un rasgo cuyo desarrollo
se encuentra fuertemente determinado por factores genéticos. Se dice que el proceso que da lugar
a la expresión fenotípica (que en este caso sería el estado inicial de la FL) de cierto genotipo se
encuentra “canalizado”. Esta expresión fue utilizada por Waddington para explicar la tendencia
de los distintos individuos de cada especie para producir características físicas semejantes a pesar
de las variaciones genéticas y ambientales (Debat y David 2001).
Los rasgos canalizados son altamente insensibles a las perturbaciones (muchas veces a causa
de la existencia de ciertos mecanismos encargados de proteger su desarrollo) y a la vez son
independientes de características específicas del entorno. Cuanto más insensible es un rasgo a
las perturbaciones (ya sean genéticas o ambientales) y a peculiaridades del entorno, i. e. más
robusto es su desarrollo, más canalizado está. ¿Qué quiere decir entonces que un rasgo es innato?
Quier decir que su desarrollo se encuentra canalizado, esto es, que el proceso que va desde cierta
instancia de un genotipo (en interacción con el entorno bioquímico) a su manifestación fenotípica
es robusto, en tanto es insensible a perturbaciones menores e independiente de características
específicas del entorno (Debat y David 2001).
Tal como puede observarse de lo desarrollado precedentemente el innatismo se predica de los
estados iniciales de las facultades mentales, no del estado maduro de conocimiento. Si bien
el desarrollo de los estados iniciales de los módulos o sistemas de conocimiento se encuentra
canalizado, el estado final o estable de las facultades mentales suele ser bastante sensible al
entorno. Así, si bien el proceso que finaliza en el estado inicial de la FL, al igual que el que
tiene como resultado cualquier otro órgano corporal (o fenotipo), se encuentra canalizado, la
adquisición de un lenguaje particular es altamente sensible al entorno, el cual se encarga de
fijar ciertos parámetros asociados a los principios presentes en el estado inicial de la FL. Las
características medioambientales encargadas de disparar uno, de entre varios, estados finales
posibles reciben el nombre de “interruptores fenotípicos” (Ariew 2003) y a aquellos sistemas en
desarrollo (emparentados genotípicamente) que poseen estados finales variables que se sirven de
estos interruptores se los denomina “estados polimórficos”.
En el marco de estas distinciones, así como el hecho de que una abeja sea reina u obrera depende
de su exposición a cierto aspecto específico del entorno (el hecho de que reciba jalea real o
no), la adquisición del inglés o del español depende de cierto interruptor fenotípico que activa
la adquisición de una u otra lengua (es posible que los innatistas morales razonen de manera
semejante respecto de las morales particulares). El pasaje del estado inicial de la FL a su estado
estable constituiría un estado polimórfico (se adquiere alguna lengua específica de entre muchas
posibles) dependiente de cierto interruptor fenotípico (el estímulo lingüístico). De esta manera,
describir al órgano del lenguaje como un fenotipo canalizado, permite concebir a los diferentes
lenguajes como manifestaciones fenotípicas diversas de un mismo genotipo.
El concepto de canalización parece retratar los aspectos del innatismo que el primitivismo no era
capaz de reflejar, satisfaciendo todos los requerimientos propuestos:
Satisface el RG: el concepto de canalización permite rescatar la afirmación de que los rasgos
innatos son propiedades biológicas de la especie, en el sentido de que su desarrollo se encuentra
predeterminado por factores genéticos y constituyen procesos guiados internamente. Así
concebido el innatismo, puede afirmarse que las facultades mentales, en su estado inicial,
constituyen rasgos fenotípicos cuyo desarrollo, determinado por una instanciación dada de un
genotipo, se encuentra canalizado, en tanto que es, al mismo tiempo, insensible a variaciones del
entorno e independiente de que se presenten ciertas características específicas en él.
Satisface el RC: los rasgos innatos, en tanto manifestaciones fenotípicas producto de procesos
canalizados, son el resultado del desarrollo biológico del individuo, no son adquiridos mediante
procesos psicológicos y, por ende, no son aprendidos.
Satisface el RRM: que algo constituya una propiedad de la especie no implica que los factores
ambientales no contribuyan a su desarrollo. Todo fenotipo emerge de la interacción de cierto
genotipo con el ambiente. Sin embargo, el genotipo determina los aspectos del ambiente de los
que se servirá para su desarrollo y su posterior manifestación física. Parafraseando a Chomsky, el
término que mejor describe el desarrollo de rasgos innatos es “crecimiento”: aprender un lenguaje
no es algo que hacemos, es algo que nos pasa.
Satisface el RA: sostener que los estados iniciales de las facultades mentales constituyen
fenotipos, cuyos desarrollos se encuentran canalizados, permite describir a la adquisición de
diversas habilidades como procesos guiados internamente, como procesos de “crecimiento” más
que de aprendizaje, dando cuenta de la pobreza del estímulo. Al igual que el desarrollo de
cualquier otro órgano, las facultades mentales se desarrollarán hasta arribar a su estado estable
guiándose de las herramientas que provee su diseño interno para extraer información del entorno.
En el caso del lenguaje (y quizás también de la moral) la experiencia sólo tendrá la función de
disparar la fijación de los parámetros que ya se encuentran asociados a los principios en el estado
inicial de la FL, con lo cual bastará un estímulo empobrecido para desencadenar su complejo
funcionamiento. Al igual que con cualquier proceso de crecimiento, el desarrollo de las facultades
mentales no constituirán un reflejo del medioambiente, sino que exhibirán patrones complejos de
funcionamiento producto de su diseño interno. Así, el desarrollo de la FL no sería más que un
ejemplo particular de un problema universal que se manifiesta en todo crecimiento orgánico en el
que el funcionamiento complejo de un órgano no refleja las peculiaridades del medio (Chomsky
1988, p. 122, 2005).

5. Canalización (de fenotipos) e Invariantismo

Samuels (2002) asimila el enfoque del innatismo como canalización a la teoría invariantista, por
ello en lo que sigue me encargaré de caracterizar esta posición con el fin de dejar en claro por qué
el enfoque aquí defendido no constituye un enfoque invariantista.
El invariantismo es una concepción innatista, usalmente atribuida a Sober (1998). Según este
autor, la mejor definición de innatismo, consistente con las teorías biológicas del desarrollo
contemporáneas, es la siguiente: un rasgo fenotípico es innato (para un genotipo dado) sí y sólo
sí ese fenotipo emerge en todos los entornos de desarrollo. Esta manera de concebir al innatismo
permite distinguir entre rasgos fenotípicos innatos y adquiridos. Así, se dice que, por ejemplo, el
canto de un pájaro es innato si emerge en todos los entornos de desarrollo (aún cuando el pájaro
sea criado en silencio) y es adquirido si se desarrolla con ayuda del canto de otros pájaros.
El invariantismo ha recibido numerosas críticas (Ariew 1999, Samuels 2002, Mameli y Bateson
2006). Todas ellas parecen apuntar al mismo blanco: esta concepción falla a la hora de reconocer
dos posibles formas en que un rasgo puede emerger invariantemente: por control genético sobre
el desarrollo, de manera que el resultado del desarrollo sea insensible a las condiciones en que
éste transcurre (desarrollo canalizado) o debido a que el desarrollo es sensible sólo a factores
ambientales ellos mismos invariantes en el ambiente donde se desarrolla el organismo.
Existirían numerosos ejemplos de rasgos invariantes en una especie aunque no innatos: todos
los seres humanos adquieren la bacteria Clostridium difficile, dado que se encuentra en todos
los alimentos que comemos, y por ende es un rasgo invariante en el ambiente en el que nos
desarrollamos, pero esto no la transforma en una característica innata. Aunque la característica
es invariante, es adquirida (Ariew 1999). Asimismo, la creencia de que el agua es húmeda es
invariante dado que es adquirida en todos los entornos de desarrollo, sin embargo, nadie aceptaría
que es innata. Esta creencia surge en el transcurso normal del desarrollo de los seres humanos,
pero es adquirida (Samuels 2002).
Si bien junto a Ariew considero que es necesario distinguir claramente entre invariancia por
control genético e invariancia por factores ambientales invariantes también es cierto que estas
críticas en cierta medida tergiversan el invariantismo defendido por Sober. La definición no
sostiene invariancia de cualquier tipo de rasgos sino invariancia de fenotipos (dado cierto
genotipo). Los fenotipos incluyen sólo rasgos morfológicos y conductuales, en este sentido
sería al menos cuestionable considerar la posesión de una bacteria o una creencia como rasgos
fenotípicos. Por otro lado, si se defiende invariancia de fenotipos en cierta manera se presupone
que dicha invariancia se debe a control genético: los fenotipos constituyen la manifestación física
del genotipo.
Si, tal como propongo en este trabajo, se considera a lo innato como fenotipo canalizado
obtenemos ambas ventajas: en su estado inicial, los diversos sistemas de conocimiento o módulos
postulados por las ciencias cognitivas serían considerados fenotipos, rasgos innatos, en gran
medida invariantes debido a que su desarrollo se encuentra canalizado, esto es, el desarrollo del
estado inicial de cada módulo es a la vez insensible a las perturbaciones e independiente de ciertas
características específicas del entorno. En este sentido, la invariancia es una consecuencia de que
el desarrollo de los fenotipos se encuentre canalizado, pero no es a través de la invariancia que
se caracteriza al innatismo. El enfoque innatista de canalización no es invariantista. Encontrar un
rasgo invariante pero no innato, como el caso de la bacteria Clostridium difficile o la creencia
de que el agua es húmeda, no constituye un problema para el enfoque de la canalización que
aquí se defiende: por un lado, como ya afirmé, es dudoso que ambos rasgos sean fenotipos, pero
lo más importante es que ambos rasgos no se encuentran canalizados: su desarrollo depende
de la existencia de cierta característica en el entorno (la exposición a la bacteria o al agua,
respectivamente).

6. Consideraciones finales

En este trabajo he intentado defender la concepción de innatismo entendido como canalización (de
fenotipos), argumentando que este enfoque, a diferencia del primitivismo, satisface los requisitos
generalmente propuestos en la bibliografía. Si bien para algunos autores el concepto “innato”
no posee utilidad teórica (Elman et. al. 1996, Cowie 1999, Prinz 2002) puede percibirse en la
bibliografía sobre el tema una convergencia de esfuerzos tendiente no sólo a esclarecer esta noción
sino a distinguirla de concepciones de sentido común (Mameli y Bateson 2006). Considero que
este término rescata una categoría científica interesante y que, entendido a la luz del concepto de
canalización, permite esclarecer adecuadamente las atribuciones de innatismo que se realizan en
ciencias cognitivas.

Referencias

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